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*Profesora y licenciada
en Filosofía (Universidad
Católica Argentina).
Resumen
A partir de la creación del hombre a
imagen y semejanza de Dios, Hildegarda de
Bingen (s. XII) quiere mostrar la concepción
del cuerpo como la imagen de Dios en el mar-
co del designio eterno de la encarnación del
Verbo divino, y la dignidad que ello otorga al
cuerpo humano. En dicha imagen, la abade-
sa de Bingen se refiere a los sentidos, con un
lenguaje que se vale de toda la riqueza ex-
presiva de los sentidos –y de su resonancia
afectiva–, amplía y profundiza los alcances de
la “captación sensorial del mundo”, culminan-
do en una elevación hacia la trascendencia
divina. Amplía dilatando, porque “los sentidos
son como la altura y la anchura de la dimen-
sión del ser humano”; profundiza porque, “así
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como la Ley ha sido puesta para la salvación del hombre, y los profetas mani-
fiestan los secretos de Dios, así también la sensibilidad del hombre aparta de él
cuanto le es nocivo, y descubre la intimidad de su alma.” Finalmente, le da una
dimensión trascendente porque los sentidos son, en expresión de la abadesa de
Bingen, “los signos de la omnipotencia de Dios [...]”. “Gemas refulgentes”, dice
Hugo de San Víctor, refiriéndose a los sentidos; “cinco piedras preciosas, más
brillantes que el sol y que las estrellas” celebra Hildegarda de Bingen.
Abstract
Since the creation of man in the image and likeness of God, Hildegard of
Bingen (XII c.) wants to show the concept of the body as God's image within
the eternal plan of the Incarnation of the divine Word, and dignity this gives the
human body. In this image, the Abbess of Bingen refers to the senses, with a
language that uses all the expressive richness of the senses -and their affective
resonance- broadens and deepens the scope of the "World's sensory feedback",
culminating in an elevation to divine transcendence. Extends dilating, because
"the senses are like the height and width of the human dimension"; deepens
because, "as well as the Act has been made for the salvation of man, and the
prophets manifest the secrets of God, so sensitivity of man away from him as
he is harmful, and discover the intimacy of his soul. "Finally, given a transcen-
dent dimension because the senses are, in the words of the Abbess of Bingen,"
the signs of the omnipotence of God [...] ". "Glittering gems," says Hugo of St.
Victor, referring to the senses; "five stones, brighter than the sun and the stars"
Hildegard of Bingen celebrated.
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1. Cf. El libro de las obras divinas (LDO)=Hildegardis Bingensis Liber Divinorum Operum.
Cura et studio Albert Derolez et Peter Dronke. Turnhout: Brepols, 1996. CCCM 92)
2. La eternidad pertenece sólo a Dios, Quien no fue ni será, sino que siempre es: es
anterior, concomitante y aun posterior al mundo. Luego están los tiempos eternos o evi-
ternidad, que competen al arquetipo o modelo del mundo tal cual se encuentra en la sa-
biduría del Creador, y a los ángeles, quienes comenzaron a ser antes de la creación del
mundo, coexisten con el mundo y continuarán existiendo después de su fin; y finalmente
el tiempo simplemente tal, o los tiempos del mundo —que comienzan y terminan con
él—, y que son una sombra del evo. Por consiguiente, en este texto “antes de la eviterni-
dad” significa “antes de toda creación”, porque es antes de la creación de los ángeles y
del mundo, incluido el hombre.
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Este texto, por una parte, arroja luz sobre una expresión del anterior,
la racionalidad de su vida –que se oculta en él y que ninguna creatura,
en tanto permanece oculta en el cuerpo, puede ver–: se trata del alma,
a la que Hildegarda se refiere diciendo que “el soplo de vida es el alma,
un fuego cuya llama es la racionalidad” (Carta 385, 2001, 148); pero
además menciona la creación como la obra de la Palabra operante de
Dios, a Cuya semejanza el hombre manda con la palabra y obra con las
manos, semejanza fundada en aquel amor por el que Dios, mediante la
encarnación de Su Hijo, quiso divinizar al hombre.
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3. La referencia puede ser a los scriptoria o talleres de libros de los monasterios, donde
la multiplicación de las copias de los libros, en lo que al texto se refiere, muchas veces
se realizaba a través de un dictado que permitía la copia simultánea por parte de varios
amanuenses. Otra referencia es a los autores de los libros o maestros, que no pocas
veces los concebían, en cuanto a contenido y forma, en voz alta, en tanto un secretario
o un amanuense tomaba nota de sus palabras. En la Antigüedad grecorromana, el escri-
ba –habitualmente un esclavo que dominaba esa habilidad– era tan sólo una mano, en
tanto el verdadero trabajo del libro era el pensamiento, actividad propia del hombre libre.
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4. Cf. El libro de los merecimientos de la vida (LVM)=Hildegardis Liber vite meritorum. Ed.
Angela Carlevaris O.S.B. Turnhout: Brepols, 1995, CCCM 90.
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Más allá de la descripción misma, este texto nos habla del amoro-
so cuidado con que Dios formó el cuerpo del hombre, como moldeán-
dolo con Sus manos a la manera de un artesano que trabaja con los
materiales de que dispone. Y éstos son, precisamente, los elementos
del mundo. Consecuente con su visión de la armonía existente entre el
macrocosmos y el microcosmos, propone Hildegarda en primer término
la concordancia de los elementos en la constitución del mundo –con el
protagonismo de fuego y agua, opuestos pero conciliados–, para encon-
trarlos luego en la hechura del hombre “por el dedo de Dios”:
5. Cf. Las causas y los remedios de las enfermedades (CEC)=Hildegardis Causae et
curae. Ed. Paul Kaiser. Leipzig: Teubner Verlag, 1903.
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Pero el alma, si bien puede vivir sin el cuerpo luego de la muerte del
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7. Cf. Scivias=Hildegardis Scivias. Ed. Adelgundis Führkötter O.S.B. collab. Angela
Carlevaris O.S.B. Turnhout: Brepols, 1978. CCCM 43.
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vo”: continuando con las imágenes a que es tan afecta, dice la abadesa
de Bingen que así como la Ley y los profetas se cimentan en los dos
mandamientos divinos: el amor a Dios y al prójimo (Mat. 22, 36-40), así
también la sensibilidad del hombre florece a partir del alma y sus fuerzas
o facultades, que son el entendimiento y la voluntad:
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una apertura buena al prójimo muestra un estudio del mismo, frío y cal-
culador, para los propios fines. El venteo fuerte de la nariz señala avidez
ansiosa e insaciable; las manos de hierro dicen fuerza en el arrebatar y
retener, las piernas sanguinolentas y las garras de león denotan cruel-
dad. La vestimenta oscura, el buitre negro y carroñero, no hacen otra
cosa que corroborar la sensación de malignidad. Los frutos sulfurosos
del árbol maldito añaden, a lo que hasta ahora era una impresión prove-
niente de la vista, del olfato y del tacto, la sensación del gusto, amargo
y picante, que no impide su ingesta por parte de la codiciosa imagen,
a quien tan sólo le importa tener, sin reparar en “qué”. Finalmente, la
presencia de los gusanos y su actividad significan la apelación al oído, a
través del desagradable ruido del tumulto y de los golpes, cuya estriden-
cia completa el retrato de una realidad interior a partir de los sentidos. Lo
oculto del alma se revela en la manifestación de los sentidos...
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nan los que forman parte del décimo coro. Y así, como
se ha dicho, Dios ha significado en el hombre tanto a
las creaturas superiores cuanto a las inferiores. El cual
hombre, luego que le fue insuflado el aliento de vida,
que es el alma, se levantó y conoció todas las creaturas,
y las abrazó en su espíritu con fortísima dilección (LDO
1-4-102, 244-45).
Hay dos cuestiones tal vez no tan fáciles de entender a primera vista
en este texto. Pero la primera de ellas: que los sentidos son los signos
del poder divino, se ilumina a partir de la consideración del relato de la
creación del hombre y de lo que en él es imagen y semejanza de Dios:
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8. Como se advierte en el mismo párrafo, no se trata de una inmortalidad individual sino
específica y, según podría desprenderse del contexto, la inmortalidad de la especie en
Dios (“porque Yo soy la vida”).
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10. La frase del Apóstol da todo su sentido al texto: “Pero todos nosotros, contemplando
y reflejando la gloria de Dios en nuestro rostro sin velo, somos transformados en esta
misma imagen con esplendor creciente, como por la obra del Espíritu del Señor.”
11. Cf. S. Thomae Aquinatis. In Philippenses, c. 2, lect 2.
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13. Cf. Hugo de S. Victore. Eruditio didascalica. Liber VII, cap. XIII: De sensibilibus rerum
qualitatibus, PL 176, 0821B-D.
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Bibliografía
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1989.
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77-101. En: Burnett McInerney, Maud. Hildegard of Bingen. A Book of
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Hildegarda de Bingen. El libro de las obras divinas=Hildegardis Bingensis Liber
Divinorum Operum. Cura et studio Albert Derolez et Peter Dronke.
Turnhout: Brepols, 1996. CCCM 92.
---------- Las causas y los remedios de las enfermedades=Hildegardis Causae et
curae. Ed. Paul Kaiser. Leipzig: Teubner Verlag, 1903.
---------- Scivias. Ed. Adelgundis Führkötter O.S.B. collab. Angela Carlevaris
O.S.B. Turnhout: Brepols, 1978. CCCM 43a.
---------- Carta 385 –Meditación sobre la creación del mundo y la caída de
Adán–, año 1173-79?, p. 148. En: Hildegardis Bingensis Epistolarium.
Ed. Lieven van Acker. Turnhout: Brepols, 2001 (Corpus Christianorum.
Continuatio Mediaevalis 91b)
---------- Carta 23 –a los prelados de Maguncia–, año 1178-79. En: Hildegardis
Bingensis Epistolarium. Ed. Lieven van Acker. Turnhout: Brepols, 1991
(Corpus Christianorum. Continuatio Mediaevalis 91).
---------- Carta 15r –al deán de Colonia Felipe de Heinsberg–, año 1163, p. 35.
En: Hildegardis Bingensis Epistolarium. Ed. Lieven van Acker. Turnhout:
Brepols, 1991. (CCCM 91).
---------- Carta 170 –de algunos sacerdotes– antes de 1153, p. 383-84. En:
Hildegardis Bingensis Epistolarium. Ed. Lieven van Acker. Turnhout:
Brepols, 1993. (CCCM 91a).
---------- El libro de los merecimientos de la vida=Hildegardis Liber vite merito-
rum. Ed. Angela Carlevaris O.S.B. Turnhout: Brepols, 1995, CCCM 90.
---------- Il libro delle opere divine. A cura di Marta Cristiani e Michela Pereira
con un saggio introduttivo di Marta Cristiani. Traduzione di Michela
Pereira. [edición bilingüe, incluye el texto latino de CCCM]. 2ª ed.
Milano: Arnaldo Mondadori, 2003.
Juan Pablo II. Dominum et vivificantem. Carta encíclica del 18 de mayo de
1986. Cit. por: Keenan, Marjorie. De Estocolmo a Johannesburgo. La
Santa Sede y el medio ambiente. Un recorrido histórico, 1972-2002.
Madrid: PPC, 2003, p. 107.
---------- Mensaje a los jóvenes de lengua flamenca, diócesis de Osnabrück.
Alemania, 31 de marzo de 1989.
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Orígenes. Contra Celso. Introd., versión y notas por Daniel Ruiz Bueno. Madrid:
BAC, 1977.
Pablo VI. “Mensaje a la Conferencia de Estocolmo (1º de junio de 1972)”, cit.
por: Keenan, Marjorie. De Estocolmo a Johannesburgo. La Santa Sede
y el medio ambiente. Un recorrido histórico, 1972-2002. Madrid: PPC,
2003, p. 95-98.
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