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En la primera parte nos enterábamos


del terrible pasado del Gobernador y UNO
de su verdadera identidad. La Retorciéndose de dolor en el suelo,
segunda nos relataba cómo Philip Bruce Allan Cooper jadea, parpadea e
Blake forjó su camino para ser el líder intenta recuperar el aliento. Puede oír
de Woodbury. Esta nueva y última los gruñidos primitivos, como
entrega nos detalla el fatídico final de balbuceos, del puñado de mordedores
uno de los personajes más que vienen a por él en busca de
importantes de The Walking Dead. alimento. Una voz en su cabeza le grita:
«¡Muévete, imbécil de mierda!
¡Cobarde! Pero ¡¿qué haces?!».
Robert Kirkman & Bruce, un afroamericano enorme con
la constitución de un alero de la NBA,
Jay Bonansinga con la cabeza en forma de misil, afeitada
La caída del y una sombra de perilla, rueda por el
Gobernador: suelo accidentado, evitando por los
pelos las garras grises y las fauces
Parte 1 hambrientas de una mordedora adulta a
la que le falta media cara.
The walking dead - 3 Consigue protegerse mientras
ePub r1.0 recorre un metro y medio o casi dos,
j666 24.07.14 hasta que siente una punzada de dolor
Título original: The Walking Dead: The en
Fall of the Governor: Part One el costado que le incendia las costillas y
Robert Kirkman & Jay Bonansinga, 2013 se apodera de él, dejándolo paralizado
Traducción: Traducciones Imposibles, S. en plena agonía. Cae de espaldas,
L. aferrándose todavía a su hacha de
Retoque de cubierta: j666 incendios oxidada, cuya cabeza está
Editor digital: j666 cubierta de sangre, pelo humano, y la
ePub base r1.1 bilis viscosa y negra que los
supervivientes llaman «mierda de
Para Sheari Stearn, mi lectora caminante».
fiel y segunda madre, y para Bruce se siente desorientado durante
Diego, por enseñarme las unos instantes, le pitan los oídos y se le
mecánicas de la muerte y la ha empezado a cerrar un ojo por la
destrucción. hinchazón de la nariz rota. Lleva el
uniforme del ejército hecho polvo y las
JAY BONANSINGA. botas militares embarradas de la milicia
no oficial de Woodbury. Sobre él se
PRIMERA PARTE extiende el cielo de Georgia, un toldo
LA REUNIÓN bajo de nubes de un color gris similar al
Cuando llegue esa última y temible hora del agua sucia, inclemente y
Que este desfile decadente devora, desagradable para ser abril, que se burla
La trompeta se oirá en los cielos, del hombre cuando éste lo mira: «Mira,
Los vivos morirán, y vivirán los muertos, niñato, ahí abajo no eres más que un
Y la música desafinará el firmamento. bicho, un gusano en el cadáver de una
tierra moribunda, un parásito que se
JOHN DRYDEN alimenta de las sobras y las ruinas de
una raza al borde la extinción».
De repente, tres rostros
desconocidos eclipsan la visión del

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cielo sobre su cabeza, como si fueran que consigue identificar entre los pitidos
planetas oscuros que, poco a poco, que no le abandonan: un ruido metálico
bloquean el firmamento, y todos gruñen palpitante en el cerebro que proviene de
estúpidamente como si estuvieran cerca. Retrocediendo con el arma en
borrachos, con los ojos lechosos mano y preguntándose qué será el
abiertos para la eternidad. De la boca de sonido, parpadea e intenta concentrarse
uno de ellos, un hombre obeso vestido en los otros mordedores que se le
con una bata de hospital manchada, acercan arrastrando los pies. Son
gotea una sustancia viscosa y negra que demasiados para enfrentarse a ellos con
cae sobre la mejilla de Bruce. el hacha.
—¡ME CAGO EN LA PUTAAAAAAA! Bruce se da la vuelta para huir y, de
Bruce sale de repente de su estupor repente, choca de lleno con alguien que
con un arranque de fuerza inesperada y le corta el paso.
se abre paso a hachazos. El filo traza un —¡Eh!
arco hacia arriba y empala al mordedor Ese alguien, un hombre caucásico de
gordo a través del tejido blando que cuello grueso, con un cuerpo en forma
tiene bajo la mandíbula. La mitad de boca de incendios y el pelo rubio
inferior de la cara se le cae y una cortado al estilo militar, profiere un
falange fibrosa de carne muerta y grito de guerra y ataca a Bruce con una
cartílago brillante asciende seis metros maza del tamaño de una pata de caballo.
girando por los aires, antes de La especie de porra con púas pasa
estamparse contra el suelo con un ruido silbando a pocos centímetros de su nariz
sordo. rota y, en un acto reflejo, retrocede y se
Rodando otra vez y volviendo a tropieza con sus propios pies.
ponerse de pie como puede, el hombre Cae al suelo de forma ridícula y el
ejecuta un giro de 180 grados —con impacto levanta una nube de polvo,
gran agilidad, teniendo en cuenta su además de causar más ruido de platillos
corpulencia y el terrible dolor al que en la brumosa media distancia. El hacha
está sometido— y le rebana los sale volando. El hombre del pelo del
músculos podridos del cuello a la otra color de la arena aprovecha la confusión
mordedora que va a por él. La cabeza se para abalanzarse sobre Bruce con la
le cae hacia un lado, colgando por un maza lista para entrar en acción. Él
instante de las hebras de tejido reseco gruñe y se aparta de su alcance rodando
que la unen al cuerpo, antes de que en el último momento.
éstas La cabeza de la maza golpea el suelo
se rompan y la cabeza se desplome en el con fuerza, clavándose a pocos
suelo. centímetros de la cabeza de Bruce, quien
El cráneo rueda unos cuantos rueda para alcanzar su arma, que ha
centímetros dejando un rastro negruzco y caído a tres metros de él y yace en el
sanguinolento mientras que, durante un polvo rojo. Coge el hacha por el mango
momento insoportable, el cuerpo y, de pronto, una figura emerge de la
permanece en pie con los brazos inertes niebla, justo a la izquierda de Bruce,
extendidos, impulsados por su que se aparta bruscamente del mordedor
espeluznante instinto. Hay algo metálico que repta hacia él con los movimientos
enrollado a los pies de la criatura, que lánguidos de un lagarto gigante. Un
acaba sucumbiendo a la gravedad. líquido negro rezuma de la boca fláccida
Es entonces cuando Bruce oye, de la mujer, que deja ver sus pequeños
amortiguado por culpa de sus maltrechos dientes y chasquea la mandíbula con la
oídos, el último sonido que esperaría misma fuerza que un reptil.
escuchar tras la masacre: el entrechocar Entonces, pasa algo que devuelve a
de unos platillos. Al menos, eso es lo Bruce a la realidad.

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La cadena que mantiene cautiva a la batalla, aparecen los restos de un
muerta emite un sonido metálico cuando circuito de carreras al aire libre.
el monstruo la fuerza al límite. Bruce La Pista de Carreras de los
exhala un suspiro instintivo de alivio, Veteranos de Woodbury es tan grande
mientras que la muerta se agita a pocos como un campo de fútbol americano,
centímetros, intentando alcanzarle sin está protegida con tela metálica y
conseguirlo. La mordedora emite rodeada de reliquias: fosos antiguos y
gruñidos de frustración primitivos, pero pasillos oscuros y cavernosos. Tras la
la cadena la mantiene a raya. A Bruce le malla de metal se alza en pendiente una
entran ganas de hundirle los ojos con sus red de asientos sostenida por unos
propias manos y de desgarrarle a soportes ligeros y oxidados. En estos
bocados el cuello a ese maldito pedazo momentos, el lugar está inundado por los
de carne podrida. gritos de ánimo de los habitantes de
Bruce vuelve a escuchar ese extraño Woodbury. Los platillos son, en
sonido, como de platillos realidad, los aplausos y vítores
entrechocando, y también oye la voz del enfervorecidos de la multitud.
otro hombre, apenas perceptible entre el En el huracán de polvo que se
ruido:— arremolina en la pista, el gladiador
Va, tío, levanta… Levanta. conocido como «Gabe» masculla algo
Bruce reacciona, se activa, coge el en voz baja para que sólo su adversario
hacha y se pone de pie con cierta pueda oírlo:
dificultad. Se oye el sonido de más —Bruce, chavalín, hoy estás
platillos… mientras él se da la vuelta y luchando como una nenaza —le espeta,
le propina un hachazo al otro tipo. y
El filo no le acierta en la garganta a remata la burla con un giro de maza
Corte Militar por los pelos, pero le hacia las piernas del afroamericano.
rebana el cuello alto del suéter, El otro esquiva la ofensiva con un
dejándole una raja de quince salto que sería la envidia de una estrella
centímetros. de la lucha libre. Gabe arremete de
—Bueno —masculla Bruce por lo nuevo y traza un arco de ataque tan
bajo mientras rodea al hombre—. ¿Te ha amplio que la maza impacta en el cráneo
parecido divertido? de un joven mordedor que lleva un mono
—Así me gusta —murmura el de trabajo grasiento y hecho jirones. Tal
hombre corpulento, que se llama Gabriel vez hubiera sido mecánico. Los clavos
Harris (o Gabe para los colegas), se hunden en la cabeza cadavérica del
mientras vuelve a empuñar la maza, que engendro y de él salen hilos de fluido
pasa silbando cerca de la cara hinchada negruzco.
de Bruce. —El Gobernador se va a cabrear
—¿No sabes hacerlo mejor? — por la mierda de espectáculo que estás
farfulla Bruce, apartándose justo a dando —dice Gabe mientras desentierra
tiempo y rodeándolo en el sentido la maza del muerto.
contrario. Arremete contra él con el —¿Ah, sí?
hacha. Gabe le bloquea con la porra y, Contraataca hundiéndole a Gabe el
alrededor de los dos contrincantes, los mango del hacha en el plexo solar,
monstruos siguen profiriendo sus provocando que su voluminoso cuerpo
gruñidos y balbuceantes aullidos, se desplome en el suelo. El hacha dibuja
forcejeando con las cadenas, un arco en el aire y el filo aterriza a
hambrientos de carne humana, frenéticos pocos centímetros de la mejilla de
por la avidez. Gabe, quien se aparta rodando y se pone
Cuando se disipa la neblina en pie de un salto, todavía mascullando.
polvorienta de la periferia del campo de —No tendrías que haber tomado

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tanto pan de maíz anoche. de las gradas, Lilly Caul se gira de puro
—Mira quién fue a hablar, gorderas asco. Lleva un pañuelo desgastado de
—le responde Bruce mientras ejecuta lino para protegerse el cuello —delgado
otra acometida con el hacha, que pasa como el de un cisne— del fresco de
zumbando cerca del cuello de Gabe. abril. Como siempre, lleva puestos unos
Gabe ataca con la maza una y otra vaqueros rotos, una sudadera de
vez, obligando a su oponente a segunda
retroceder hacia los mordedores mano y unos abalorios heredados. A
encadenados. medida que sacude la cabeza y profiere
—¿Cuántas veces te lo he dicho ya? un suspiro irritado, el viento mueve sus
El Gobernador quiere que parezca de cabellos color caramelo alrededor de su
verdad. rostro, antaño juvenil y que ahora revela
—Me has reventado la nariz, hijo de signos de sufrimiento: patas de gallo en
puta —le espeta Bruce mientras bloquea los ojos de color azul verdoso y arrugas
el huracán de mazazos con el mango del de expresión alrededor de la boca,
hacha. ambas tan curtidas como el cuero
—Deja de lloriquear, gilipollas. bruñido.
Gabe golpea con la maza una y otra —Esto es como un puto circo
vez hasta que los clavos se hunden en el romano… —murmura sin darse cuenta.
mango. Después la echa para atrás, —¿Cómo dices? —le pregunta la
arrancándole a Bruce el hacha de las mujer de al lado, mirándola tras su
manos, que sale volando. La multitud termo de té verde tibio—. ¿Has dicho
enloquece. Bruce se escabulle. Gabe le algo?—
persigue. El otro hace un quiebro y corre No —responde Lilly, negando con
en el sentido contrario, y Gabe arremete la cabeza.
contra él, blandiendo la maza para —¿Estás bien?
golpear las piernas del afroamericano. —Sí…, muy bien.
Los clavos alcanzan los pantalones Lilly sigue mirando hacia el
de camuflaje de Bruce, desgarrándolos y horizonte mientras el resto de la multitud
causándole cortes superficiales en la grita, vocifera y aúlla como hienas. La
piel. Unos finos hilos de sangre chica aún tiene treinta y pocos, pero
serpentean bajo la pálida y polvorienta ahora, con el ceño siempre fruncido por
luz del día mientras el hombre de color la consternación, aparenta al menos diez
rueda. años mayor.
Gabe se empapa de los aplausos —Si te soy sincera, no sé cuánto
frenéticos y enloquecidos del público, tiempo más voy a poder aguantar esta
que está al borde de la histeria, y se gira mierda.
hacia las gradas, ocupadas por la La otra mujer sorbe el té, pensativa.
mayoría de los habitantes de Woodbury Lleva una bata blanca de laboratorio
de la época posplaga. Alza el arma al bajo la parka y el pelo recogido en una
cielo como en Braveheart. Los vítores coleta. Es la enfermera del pueblo, una
aumentan. Gabe exprime el momento al chica seria y afable llamada Alice muy
máximo. Se gira lentamente, empuñando interesada en la precaria situación de
la maza sobre su cabeza, y en su cara se Lilly en la jerarquía de Woodbury.
dibuja una mueca de machote triunfador —No es que sea asunto mío —dice
que casi resulta graciosa. por fin Alice en voz tan baja que
El público enloquece del todo y en ninguno de los juerguistas de alrededor
las gradas, entre brazos agitándose y puede oírla—, pero yo en tu lugar no
gritos, todos los presentes se dejan diría esas cosas.
llevar por el espectáculo. Menos uno. —¿De qué hablas? —pregunta Lilly,
En la quinta fila, en el extremo norte mirándola.

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—Al menos por ahora. —responde, y dedica un instante a mirar
—No te entiendo. el macabro espectáculo que tiene lugar
—Nos vigila, ¿sabes? —le explica en la pista, con la maza de Gabe
Alice, a quien parece incomodarle un reventando los cráneos putrefactos de
poco hablar de esto a plena luz del día y los muertos vivientes—. No lo entiendo
delante de todo el mundo. —dice, negando con la cabeza y
—¿Qué? apartando la vista.
—Ahora mismo no nos quita ojo. —¿El qué no entiendes?
—Estás de… —¿Y Stevens qué? —contesta
Lilly calla. Se da cuenta de que mirando a Alice y respirando
Alice se refiere a la figura sombría que profundamente.
está de pie en la entrada del pasillo de La enfermera se encoge de hombros.
piedra cubierto que lleva directamente a El doctor Stevens ha sido el salvavidas
la zona norte, a casi treinta metros, bajo de Alice desde hace casi un año. Ha
el difunto marcador. Envuelto en evitado que se vuelva loca, le ha
sombras, con la silueta definida por los enseñado el oficio y cómo remendar a
focos de la jaula que hay tras él, el los gladiadores heridos con el cada vez
hombre contempla lo que sucede en el más escaso suministro de material
campo con los brazos en jarras y un médico que hay almacenado en las
brillo de satisfacción en los ojos. catacumbas del estadio.
Es de estatura y peso medios, viste —¿Y Stevens qué de qué?
de negro de los pies a la cabeza, y lleva —Nunca le he visto siguiendo este
una pistola de calibre alto enfundada en rollo de mierda. —Lilly se frota la cara
la cadera. A primera vista, parece casi y dice—: ¿Por qué es tan especial que ni
inofensivo, bondadoso, como un siquiera tiene que hacerse el simpático
orgulloso magnate inmobiliario o un con el Gobernador? Y más teniendo en
miembro de la nobleza medieval que cuenta lo que pasó en enero.
estuviera contemplando su mansión. Sin —Lilly…
embargo, incluso a la distancia a la que —Venga, Alice —le interrumpe—.
está, Lilly nota cómo su mirada, astuta Admítelo. El bueno del doctor nunca
como la de una cobra, inspecciona hasta viene a estas chorradas y, si alguien le
el último rincón de las gradas. Y cada da pie, siempre se queja de los
pocos segundos, esos ojos electrizantes monstruos de feria sedientos de sangre
se detienen en el lugar donde ellas están del Gobernador.
sentadas, temblando por culpa del viento Alice se humedece los labios, se da
primaveral. la vuelta y le pone una mano en el brazo
—Mejor que crea que todo va bien a Lilly a modo de aviso.
—murmura Alice como si hablara con el —Escúchame. No te engañes: la
té. única razón por la que se tolera a
—Joder —musita Lilly, mirando Stevens es porque es médico.
fijamente el suelo de cemento lleno de —¿Y qué?
basura que hay bajo los asientos. Una —Pues que no es que sea muy bien
ola de vítores y aplausos la rodea recibido en el pequeño reino del
cuando en la pista los gladiadores Gobernador.
retoman la pelea, Gabe quedándose —¿Qué quieres decir, Alice?
rodeado por un puñado de mordedores La joven vuelve a respirar hondo y
encadenados y Bruce volviéndose loco baja aún más la voz.
con el hacha. Sin embargo, la mujer —Lo que digo es que nadie es
apenas les presta atención. imprescindible. Aquí nadie tiene el
—Sonríe, Lilly. puesto garantizado. —Le agarra el brazo
—Sonríe tú…, yo no estoy de humor con más fuerza, y pregunta—: ¿Y si

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encuentran otro médico? Otro que esté ha sido fortificado y protegido con
más entregado a la causa; no me materiales de guerra improvisados.
extrañaría que Stevens acabase ahí Hay remolques equipados con
fuera. ametralladoras del calibre .50 apostados
Lilly se aparta de la enfermera, se en las esquinas exteriores. Han envuelto
pone de pie y echa un vistazo al horrible vagones viejos en alambre de espino y
espectáculo del campo. los han colocado para bloquear salidas.
—Estoy harta, ya no aguanto más — En el centro de la ciudad hay murallas
dice, y mira a la figura recortada contra —algunas recién construidas— que
el soportal sombrío del norte—. Me da rodean el distrito financiero, donde la
igual que nos esté vigilando. gente vive una triste existencia
Se dirige hacia la salida pero Alice aferrándose a los recuerdos de aquellas
la detiene. reuniones de la parroquia y de las
—Lilly, prométeme que tendrás barbacoas al aire libre.
cuidado, ¿vale? Que no llamarás la Lilly se abre paso con decisión por
atención. Hazme ese favor. la zona amurallada, cruzando las
—Sé lo que me hago, Alice — agrietadas aceras de Main Street e
responde ella con una sonrisita tímida y intentando no prestarle atención al
fría. sentimiento que la invade cada vez que
En ese momento, Lilly se gira, baja ve a los matones del Gobernador
por las escaleras y desaparece por la patrullando por los escaparates con
salida. fusiles AR-15 a la altura del pecho. «No
Han pasado más de dos años desde sólo evitan que entren los caminantes…,
que los primeros muertos resucitaran y también evitan que salgamos nosotros».
se dieran a conocer entre los vivos. En Lilly lleva siendo persona non grata
ese tiempo, la civilización que se en Woodbury desde hace meses, cuando
encontraba más allá de las apartadas su intento de derrocar al Gobernador en
zonas rurales de Georgia fue enero fracasó. Incluso por aquel
desapareciendo gradualmente y de entonces, le parecía evidente que el
forma Gobernador estaba fuera de control, y
tan implacable como una metástasis. Los que su régimen de violencia estaba
pequeños grupos de supervivientes convirtiendo a Woodbury en un festival
buscaban recursos como podían en de matanzas. La mujer consiguió reclutar
aparcamientos de oficinas abandonados, a algunos de los habitantes más
centros comerciales desiertos y sensatos
urbanizaciones desoladas. Conforme la del pueblo —incluyendo a Stevens,
población de caminantes fue Alice y Martínez, uno de los hombres de
incrementándose y multiplicándose, los confianza del Gobernador— para
peligros crecieron con ella, y se forjaron secuestrarlo una noche y llevárselo a dar
serias alianzas tribales. un paseo a Villacaminantes para que le
El municipio de Woodbury, Georgia, dieran un poco de cariño. El plan era
en el condado de Meriwether, situado al que se comieran al Gobernador en un
oeste del Estado, a unos ciento diez accidente provocado, pero los
kilómetros al sur de Atlanta, se ha caminantes son expertos en estropear
convertido en una verdadera anomalía hasta los mejores planes y en plena
en lo que a asentamientos de misión se formó de la nada una jauría.
supervivientes se refiere. Originalmente El objetivo pasó a ser la
era un pueblecito granjero de unas mil supervivencia… y el hombre vivió para
personas que abarcaba una extensión seguir gobernando.
equivalente a seis manzanas de cruces y Aunque parezca extraño, por algún
vías de ferrocarril, pero ahora el lugar capricho darwiniano del destino, el

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intento de asesinato sirvió para Pero para Lilly Caul, estar encerrada
consolidar y reforzar el poder del como un animal ha conseguido que salga
Gobernador. Para los residentes que ya a la luz algo que ha guardado en su
estaban a sus pies fue como si Alejandro interior durante casi toda su vida, algo
Magno regresara a Macedonia, como el que la ha atormentado en sueños y le ha
general Stonewall Jackson, acompañado siempre como un gen
ensangrentado pero insumiso, un feroz recesivo: la soledad.
pitbull nacido para ser el líder de la Hija única, creció en una familia de
manada. A todos les daba igual que clase alta de Marietta, donde solía
fuera, al menos a ojos de Lilly, un acabar pasando el día sola: jugando
completo sociópata. «Vivimos tiempos sola, sentándose sola al fondo de la
brutales, y los tiempos brutales cafetería o el autobús del colegio…;
requieren líderes brutales». Y para los siempre sola. En el instituto, su frágil
conspiradores, el Gobernador se había inteligencia, cabezonería e ingenio
convertido en una figura paterna abusiva afilado hicieron que nunca fuera una
que enseñaba «lecciones» y se deleitaba chica popular del grupito de las
impartiendo crueles castigos. animadoras. Creció siendo una chica
Lilly se acerca a una hilera de solitaria, y la carga latente de esta
pequeños edificios de dos plantas de soledad la ha atormentado en el mundo
ladrillo rojo que se extienden por los posplaga. Ha perdido todo lo que le
límites del distrito comercial. Antes era importaba: su padre, su novio Josh y su
un complejo en multipropiedad amiga Megan.
ajardinado pero ahora las Lo ha perdido todo.
construcciones muestran signos de Su apartamento, en uno de los
haber edificios de ladrillo rojo más hechos
sido usadas como refugios antiplaga. polvo del complejo, está en el extremo
Las estacas de las vallas han sido este de Main Street. El kuzu muerto se
envueltas con alambre de espino, los adhiere a la pared como si fuera moho, y
parterres están llenos de flores las ventanas están cubiertas por una red
marchitas, piedras y cartuchos de de viñas negras y marchitas. De la
escopeta; y en los dinteles, las azotea brotan antenas dobladas y
enredaderas de buganvilla, marrones y parabólicas viejas que seguramente no
muertas, parecen cables pelados. volverán a captar ninguna señal nunca
Al mirar las ventanas tapiadas, Lilly jamás. En lo que tarda Lilly en llegar, el
se pregunta una vez más por qué sigue techo bajo que formaban las nubes se ha
formando parte de la horrible y disipado, y el sol de mediodía, tan
destrozada familia disfuncional que es pálido y frío como la luz fluorescente,
Woodbury. La verdad es que sigue ahí descarga su furia sobre ella, haciendo
porque no tiene otro lugar adonde ir. que empiece a sudarle la nuca.
Nadie tiene otro lugar al que ir. Las Sube las escaleras del portal y busca
tierras más allá de las murallas están las llaves y, de pronto, ve algo de reojo
plagadas de muertos vivientes, y las que le llama la atención y se detiene. Se
ruinas y la muerte bloquean todos los gira y ve a un hombre vestido con
caminos. Sigue ahí porque tiene miedo, harapos tirado en la calle, recostado
y el miedo es el mayor común contra un escaparate. Al verlo, a Lilly le
denominador del nuevo mundo. El embarga la tristeza. Se guarda las llaves
miedo hace que las personas se vuelvan y cruza la calle. Cuanto más se acerca,
las unas contra las otras, hace que mejor puede oír la respiración cansada
despierten los instintos más básicos, y del hombre, entorpecida por las flemas y
que afloren los peores comportamientos la pena, y su voz baja y sibilante, con la
que dormitan en el alma humana. que masculla incoherencias provocadas

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por la borrachera en la que está sumido. ¿Bob? Soy Lilly. Estás teniendo
Bob Stookey, uno de los pocos una pesadilla.
amigos de verdad que le quedan a la Se tranquiliza al darse cuenta de que
chica, está acurrucado temblando en sigue vivo (si es que eso es vivir) y que
posición fetal, inconsciente. Lleva tan sólo está teniendo un delirio causado
puesta su andrajosa chaqueta marinera, por la bebida. Probablemente esté
que huele fatal. Está apoyado contra la reviviendo una y otra vez el momento en
puerta de una ferretería abandonada y el que encontró a Megan Lafferty en un
en apartamento cochambroso,
la ventana que hay sobre su cabeza un balanceándose colgada del extremo de
cartel descolorido por el sol reza con una cuerda.
ironía y en letras multicolores —¿Bob?
«LIQUIDACIÓN POR LIMPIEZA DE —Tengo que… decirle lo que él
PRIMAVERA». El médico militar tiene el dijo —dice con un jadeo y los ojos
rostro pegado a la acera, como si fuera abiertos por un instante, confusos y con
basura mojada. Su cara arrugada y un brillo de angustia y dolor.
curtida tiene grabado el dolor que ha —Soy Lilly, Bob —le consuela con
experimentado, y verlo le parte el alma dulzura, acariciándole el brazo—. No
a Lilly. pasa nada, soy yo.
El hombre ha entrado en una espiral En ese momento, los ojos del viejo
de decadencia desde el invierno pasado médico se encuentran con los de la
y puede que ahora sea el único habitante mujer, y dice algo con ese resuello
de Woodbury que está más perdido que titubeante y pastoso que tantos
Lilly Caul. escalofríos le da a ella. Esta vez lo oye
—Pobrecillo —musita ella mientras con claridad y se da cuenta de que
coge la manta de lana raída que yace «ella» no es Megan.
amontonada a los pies de Bob. «Ella» es Lilly.
A Lilly le llega una peste a sudor, Y lo que Bob Stookey tiene que
humo rancio y whisky barato cuando lo decirle la atormentará toda su vida.
tapa con la manta, de cuyo interior sale
una botella vacía de licor, que se rompe
contra el saliente de la puerta.
—… ella, tengo que decirle… —
balbucea Bob.
La mujer se arrodilla a su lado y le
acaricia el hombro mientras se pregunta
si debería asearlo y llevárselo de la
calle. También se pregunta si la «ella»
de la que habla es Megan. A Bob le
gustaba la chica (pobre hombre), y su
suicidio le destrozó. Lilly lo tapa hasta
el cuello fofo y le da unas palmaditas de
consuelo.
—Tranquilo, Bob. Está… está en un
lugar…
—Tengo que…
Por un brevísimo instante, Lilly se
sobresalta cuando Bob parpadea y deja
entrever unos ojos inyectados en sangre.
¿Se ha transformado? Se le acelera el
pulso.—

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DOS a los monstruos hacia el portal más
cercano. Algunas de las criaturas lanzan
Ese mismo día, en el estadio, Gabe
dentelladas al aire mientras los
asesta el golpe definitivo que pone fin al
devuelven a los sombríos sótanos, y
combate cuando ya llevan una hora de
otros gruñen y escupen gargajos de baba
lucha, justo después de que den las tres
negra como si fueran actores obligados a
en la costa Este. La cabeza con clavos
abandonar el escenario en contra de su
de la maza impacta contra las costillas
voluntad.
de Bruce, quien lleva protecciones para
Alice contempla la maniobra desde
el torso bajo el uniforme militar. El
las gradas, ocultando su disgusto. Los
hombre muerde el polvo y, cansado de
demás espectadores están de pie, dando
tanta pantomima, no se levanta y respira
palmas al ritmo de la música atronadora
hondo oculto por una nube de polvo.
y gritando mientras se llevan a la horda
—¡TENEMOS UN GANADOR!
de muertos vivientes. La enfermera
Los espectadores se sobresaltan por
busca debajo del banco y coge su bolsa
la crepitante voz amplificada, que se
de medicinas; se abre paso para salir de
proyecta desde unos altavoces gigantes
entre la muchedumbre y baja a toda
situados por todo el estadio que
prisa los escalones que conducen al
funcionan gracias a la energía producida
campo.
por los generadores que hay en el
Cuando llega a la pista, los dos
subsuelo. Gabe hace su numerito y agita
gladiadores, Gabe y Bruce, ya se están
la maza como si fuera el mismísimo
yendo hacia la salida sur, por lo que
William Wallace. Los vítores y los
Alice acelera el paso para seguirles. De
aplausos enmascaran el gruñido
reojo ve que una silueta fantasmal surge
continuo de los muertos vivientes que
de las sombras del portal norte que hay
hay encadenados a los postes alrededor
tras ella y hace una entrada tan
del campeón. Muchos de ellos aún
dramática que rivalizaría con el
siguen intentando hacerse con un
mismísimo rey Lear visitando el pueblo
bocado
natal de Shakespeare.
de carne humana, y sus mandíbulas
El hombre cruza la pista envuelto en
putrefactas se mueven, vibran y babean
cuero y tachuelas, con sus botas de caña
movidas por una hambre robótica.
alta levantando nubes de polvo, el largo
—¡Amigos, permanezcan en sus
abrigo ondeando tras él y la pistola
asientos tras el espectáculo para
golpeándole la cadera a cada paso.
escuchar un mensaje del gobernador!
Parece un curtido cazarrecompensas del
En ese momento, de los altavoces
s i gl o XIX, y la multitud irrumpe en
surgen el chisporroteo y el ruido sordo
aplausos y vítores entusiastas cuando le
de los primeros compases de una
ve. Un trabajador mayor con una
canción de heavy metal y una guitarra
camiseta de Harley Davidson y barba a
eléctrica corta el aire como una sierra
lo ZZ Top se apresura a acercarle un
mecánica mientras un batallón de
micrófono.
tramoyistas inunda el campo. La mayoría
Alice se gira y alcanza a los dos
son chavales que llevan sudaderas y
guerreros exhaustos.
chaquetas de cuero con largas picas de
—¡Bruce, espera!
hierro con ganchos en los extremos.
El enorme afroamericano camina
Los muchachos rodean a los
cojeando, pero al llegar al arco del
caminantes, les sueltan las cadenas,
pasaje sur se para y se da la vuelta.
enganchan los collares con las picas,
Tiene el ojo izquierdo tan hinchado que
gritan, los jefes dan unas cuantas
está cerrado por completo, y los dientes
órdenes y, uno a uno, inmersos en una
ensangrentados.
tormenta de polvo, empiezan a conducir
—¿Qué quieres?

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—A ver ese ojo —le responde Alice dirección a la salida sur, y su fría
mientras se acerca y, arrodillada, abre mirada paraliza a Alice. La voz
la bolsa con los suministros médicos. amplificada restalla y resuena:
—Estoy bien. —¡Y quiero enviar un saludo
Gabe, con una mueca burlona en el especial a nuestros valientes
rostro, se les une. gladiadores, bruce y gabe! ¡Venga,
—¿Qué pasa, el pequeñín se ha demostradles que los queréis!, ¡un
hecho pupa? aplauso!
Alice lo inspecciona más de cerca y Los vítores, los gritos y los chillidos
le da suaves toques en el puente nasal aumentan varias escalas y resuenan en
con una gasa. los soportes metálicos y las marquesinas
—Por Dios, Bruce, ¿por qué no me de forma que el ruido recuerda al de una
dejas que te lleve a que te vea el doctor jauría de perros. El Gobernador les deja
Stevens? hacer, como si fuera un director de
—Sólo me han roto la nariz —dice orquesta conduciendo una sinfonía con
Bruce, dándole un empujón—. ¡Te he paciencia. Alice cierra la bolsa de
dicho que estoy bien! medicinas y se pone en pie.
Le da una patada a la bolsa de Bruce saluda como un héroe a la
suministros, que se desperdigan por el multitud y sigue a Gabe hacia el sombrío
suelo junto al instrumental. Alice gime soportal, desapareciendo por la rampa
irritada y se agacha para recogerlos, y de salida con la solemnidad de un ritual
en ese momento se corta la música, que religioso.
es sustituida por el sonido de una voz En el campo, Philip Blake agacha la
grave y aterciopelada que resuena cabeza, esperando a que la marea de
amplificada por encima del viento y los aplausos vuelva a la costa.
gritos de la multitud. Cuando el ambiente está más
—Damas y caballeros, amigos y calmado, empieza a hablar ligeramente
compañeros habitantes de Woodbury… más bajo, con una voz suave y
quiero daros las gracias por venir a ver aterciopelada arrastrada por el viento.
el espectáculo de hoy. ¡Ha sido —Ahora… vamos a ponernos serios
increíble! un momento. Sé que últimamente nos
Alice echa un vistazo por encima del quedan pocos suministros. Muchos de
hombro y ve al Gobernador en el centro vosotros habéis estado haciendo
de la pista. recortes y racionando. Sacrificándoos.
El tío sabe cómo ganarse a la gente. Alza la vista hacia su rebaño y
Evalúa al público con una mirada establece contacto visual con él mientras
intensa, coge el micrófono con la continúa con el discurso:
sinceridad arrogante de un predicador y —Noto cómo crecen vuestras
tiene una presencia carismática y preocupaciones, pero quiero que todos
sobrecogedora. No es alto, ni sepáis… que no hay de qué
especialmente guapo (de hecho, si uno preocuparse.
se fija bien, hasta se podría decir que es Vamos a hacer unas cuantas escapadas,
desaliñado y está desnutrido) pero, aun empezando mañana. Con estas
así, Philip Blake da una imagen de excursiones conseguiremos las
confianza sobrenatural en sí mismo. Sus suficientes provisiones para salir
ojos oscuros reflejan la luz como si adelante. Ésa es la clave, damas y
fueran geodas, y su rostro delgado está caballeros. Eso es lo más importante.
adornado por un bigote en forma de ¡Saldremos adelante! ¡Nunca nos
manillar propio de un bandolero del rendiremos! ¡Nunca jamás!
Tercer Mundo. Unos cuantos espectadores aplauden
Se gira y saluda con la cabeza en pero la mayoría se quedan callados,

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escépticos e indecisos, sentados en sus aferráis a ella, no habrá nada en el
fríos y duros asientos. Llevan semanas mundo que os la pueda quitar!
viviendo del agua amarga y de sabor Sobreviviremos. Os lo prometo.
metálico del pozo y de la fruta casi ¡Woodbury sobrevivirá! Que dios os
podrida que dan los árboles bendiga… ¡y que dios bendiga a
desatendidos de los huertos. Les han Woodbury!
dado las últimas conservas de carne a Más allá de la pista, Alice se va con
sus hijos, así como los restos mohosos la bolsa de suministros por la salida sur
de las aves de caza ahumadas. sin ni siquiera mirar atrás.
Desde el centro de la pista, el Ya se sabe la película.
Gobernador no les quita el ojo de Tras la actuación pospartido, Philip
encima a los asistentes. Blake hace una parada en el aseo de
—Damas y caballeros, estamos caballeros que hay al final del pórtico
construyendo una nueva comunidad, lleno de basura del estadio. El estrecho
aquí, en Woodbury, y es mi deber recinto apesta a orina seca, moho negro
sagrado protegerla. Y haré lo que haga y mierda de rata.
falta y sacrificaré lo que tenga que Hace sus necesidades, se moja la
sacrificar para ello. ¡En eso consisten cara con agua y mira por un momento el
las comunidades! ¡Cuando sacrificas tus reflejo cubista que le brinda el espejo
propias necesidades en favor de las de roto. En el fondo de su cerebro, en algún
la comunidad, caminas con la cabeza recodo de sus recuerdos, se oyen los
bien alta! ecos de los llantos de una niña pequeña.
Esto consigue que el aplausómetro Acaba y abre la puerta de un golpe,
suba un poco; algunos de los acompañado del tintineo de sus botas de
espectadores recuperan la fe y sueltan puntera de metal y la cadena del
chillidos. El Gobernador suelta el resto cinturón. Recorre un largo pasillo, unos
del sermón. escalones de piedra, otro pasillo, y
—Habéis tenido que sufrir lo finalmente baja un último tramo de
indecible por culpa de la plaga. Os han escalones hasta encontrar los
despojado de todo lo que tanto os costó «gallineros», una hilera de puertas de
conseguir a base de trabajar duro toda garaje llenas de muescas y grafitis
vuestra vida. Muchos habéis perdido antiguos.
seres queridos. Pero aquí, en Woodbury, Gabe está enfrente de la última
tenéis algo que ni la gente ni las bestias puerta a la izquierda, rebuscando en un
os pueden quitar: ¡os tenéis los unos a tambor de aceite y lanzando algo
los otros! húmedo por una ventana rota. El
En ese momento, algunos de los Gobernador se le acerca en silencio,
habitantes se levantan y aplauden, parándose delante de una de las
mientras que otros agitan los puños en el ventanas.
aire. El ruido crece. —Lo has hecho bien, chaval.
—Permitidme que os lo resuma: —Gracias, jefe.
nuestra posesión más preciada en el Gabe mete la mano en el tambor y
mundo es nuestra gente. Y por el bien de saca otro aperitivo, un pie humano
nuestra gente… nunca nos rendiremos. amputado burdamente por el tobillo y
Nunca nos faltarán las fuerzas. Nunca cubierto de sangre reluciente. Como
perderemos los nervios… ¡y nunca quien no quiere la cosa, lo tira por el
perderemos la fe! hueco que ha quedado entre los
Otros asistentes se suman a la cristales.
emoción y se alzan. Los vítores y los Philip se asoma por el cristal sucio
aplausos se elevan hacia el firmamento. para inspeccionar el recinto alicatado y
—¡Tenéis una comunidad! ¡Y si os manchado de sangre. Ve el enjambre de

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no muertos: una pequeña orgía de caras les da lo mismo —responde
de color azul pálido y bocas renegridas, encogiéndose de hombros—, pero si te
las dos docenas de caminantes que han ven a ti querrán ayudarte… y puede que
sobrevivido al espectáculo de hoy y que te pregunten qué llevas ahí o qué estás
engullen los despojos del suelo como si haciendo.
fueran una piara de cerdos silvestres Philip se le queda mirando.
luchando por unas trufas. El Gobernador —Ahí tienes razón.
no puede dejar de mirarlos, cautivado —No se lo tomarían muy bien.
por unos instantes y fascinado por la —Entonces de acuerdo —concede
escena que se presenta ante sus ojos. Philip con un asentimiento de
Al final, Philip se obliga a dejar de satisfacción—. Lo haremos a tu manera.
mirar esa abominación y señala con la Estaré en casa lo que queda de noche,
cabeza el cubo de restos humanos. tráemelo allí.
—¿Quién es éste? —Oído cocina.
Gabe alza la vista. Tiene el pectoral El Gobernador se da la vuelta con
cubierto con un suéter desgarrado, el intención de marcharse pero se detiene
estómago abultado por las protecciones un instante. Se gira hacia Gabe y le
y, en las axilas, unas manchas de sudor dedica una sonrisa.
delatan lo mucho que se ha esforzado en —Gabe… Gracias. Eres un buen
el combate. También lleva puestos unos tipo. El mejor.
guantes de látex de los que caen gotas —Gracias, jefe —contesta el
de hombre del cuello grueso. Para él es
sangre fresca. como si el director de los Scouts le
—¿A qué te refieres? hubiese dado una medalla al mérito.
—Al tío que estás tirándoles. ¿Quién Philip Blake se gira y se encamina
es? hacia las escaleras con unos andares
—Ah… —Gabe asiente—, es el ligeramente distintos que denotan una
viejo ese que vivía cerca de la oficina mayor vitalidad, casi imperceptible pero
de correos. a la vez evidente.
—Espero que haya sido por causas Lo más parecido que tiene
naturales. Woodbury a una residencia presidencial
—Sí —asiente de nuevo—. Al es el piso de tres dormitorios que ocupa
pobre le dio un ataque de asma anoche. la última planta de un enorme bloque de
Dijeron que tenía un enfisema. apartamentos situado al final de Main
—Ahora está en el cielo —suspira Street. El edificio es de un amarillo
el Gobernador—. Dame un brazo, desde limpio, con la mampostería impecable y
el codo para abajo. Y también un órgano sin grafitis ni suciedad. Además, está
pequeño…, un riñón o el corazón. del todo fortificado y la puerta principal
Gabe se detiene y en el pasillo sólo siempre está protegida por turnos de las
se oye el eco de los espantosos ruidos patrullas de artilleros que se encargan
húmedos del frenético banquete. Mira al de la torreta que hay al otro lado de la
Gobernador con una extraña mezcla de calle.
simpatía, afecto y puede que hasta Esa noche, Philip Blake entra en el
sentido del deber, como un boy scout vestíbulo silbando una alegre melodía.
listo para ayudar a su jefe de tropa. Pasa por delante de las filas de buzones
—Vamos a hacer una cosa —le dice metálicos, que llevan veintiocho meses
Gabe, suavizando su ronca voz—. ¿Y si sin recibir ni una sola carta, y sube los
te vas a casa y yo te los llevo? escalones de dos en dos, sintiéndose
—¿Por qué? —le pregunta el bien, honrado y lleno de amor hacia los
Gobernador dedicándole una mirada. hermanos de su comunidad, que son su
—Si la gente me ve llevando cosas, nueva familia y su hogar en este nuevo

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mundo. Una vez llega a su puerta, al «¿Por qué coño no me reconoce?».
final del pasillo del segundo piso, busca Philip Blake piensa que los muertos
las llaves y entra. vivientes pueden aprender, que todavía
El piso nunca saldría en una revista tienen acceso a sus recuerdos. No tiene
de decoración. Casi ninguna de las ninguna prueba empírica que respalde
habitaciones enmoquetadas está tal hipótesis, pero necesita creerla. Lo
amueblada y en su lugar hay unos necesita.
cuantos sillones desperdigados y —No pasa nada, Penny, soy yo, papi
rodeados de cajas. Sin embargo, la —le dice ofreciéndole la mano para que
vivienda está limpia y ordenada, como se la coja—. Dame la mano, cariño. ¿Te
si fuera un reflejo a mayor escala de la acuerdas? ¿Te acuerdas de cuando nos
mente clara y organizada del hombre. cogíamos de la mano y nos íbamos a
—¡Papá está en casa! —anuncia con pasear al lago Rice?
alegría al entrar en el comedor—. Su hija le toquetea la mano e intenta
Perdona por llegar tan tarde, cielo, pero morderla con sus dientecitos de piraña,
es que he tenido un día bastante cerrando la boca como si fuera un cepo.
ajetreado. Él retira el brazo bruscamente.
Se quita la cartuchera, se desprende —¡Penny, no!
del abrigo y deja las llaves y la pistola Sin rendirse, vuelve a intentar
en el aparador que hay junto a la puerta. cogerle la mano con delicadeza, pero la
Al otro lado de la habitación hay una criatura trata de morderle de nuevo.
niña de espaldas, con un vestidito de —¡Penny, para! —exclama Philip,
tirantes, que se golpea suavemente que lucha por controlar la ira—. No
contra el enorme ventanal, como si fuera seas así. Soy yo…, soy papá… ¿Es que
un pez de colores que intentara sin cesar no me reconoces?
escapar de su pecera. Ella le coge la mano mientras lanza
—¿Cómo está mi princesita? — dentelladas al aire con su boca negruzca
pregunta mientras se acerca a la y descompuesta, de la que sale un
pequeña. Soñando despierto por unos aliento apestoso y tóxico que acompaña
momentos con tener una vida normal, cada gruñido babeante.
Philip se agacha tras ella y se inclina El hombre se aparta y se pone en
como si esperase un abrazo—. Venga, pie. Se pasa las manos por el pelo
cariño, soy yo, papi. No tengas miedo. mientras siente como la tristeza invade
La criatura que antaño fue una niña su estómago.
se gira de súbito y se pone cara a cara —Intenta acordarte, cariño —le
con él, forcejeando con la cadena que ruega con una voz al borde del sollozo
hay enganchada al collar de hierro. que le sale del nudo que tiene en la
Emite un gruñido gutural e intenta garganta—. Puedes hacerlo. Yo sé que
morderle con los dientes podridos. La puedes. Intenta acordarte de quién soy.
cara, que antes se asemejaba a la de un La criatura lucha contra la cadena y
adorable querubín de ojos azules, ahora mueve las mandíbulas como por acto
está muerta y tan pálida como el vientre reflejo. Inclina la cabeza destrozada
de un pez, y los ojos son como canicas hacia él y le mira con unos ojos inertes
lechosas y vacías. cegados por el hambre, puede que
La alegría abandona el cuerpo de incluso algo de confusión…, la misma
Philip Blake mientras se desploma en el confusión que siente un sonámbulo al
suelo y se sienta con las piernas ver algo fuera de lugar.
cruzadas delante de ella, fuera de su —¡Me cago en Dios, niña, tú sabes
alcance. «No me reconoce». Sus quién soy! —grita Philip con los puños
pensamientos se aceleran y vuelven a su apretados, alzándose sobre ella como
estado natural sombrío y melancólico: una torre—. ¡Mírame! ¡Soy tu padre!

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¿¡No te das cuenta!? ¡Soy tu padre, Ahora ya no hay psiquiatras, han
maldita sea! ¡¡Mírame!! volcado los divanes, han destruido y
La niña cadáver gruñe. El hombre desvalijado los edificios de oficinas,
suelta un rugido de pura rabia y levanta han saqueado las farmacias, y todo el
la mano de forma instintiva para darle negocio de la psicoterapia ha
una bofetada pero, de repente, se oye desaparecido junto a los balnearios y
cómo llaman a la puerta y eso le los parques acuáticos. Lilly Caul ya no
devuelve a la realidad. Philip parpadea, tiene a nadie y sólo la acompañan su
aún con la mano derecha en alto y lista insomnio, que la destroza poco a poco, y
para propinar el guantazo. los pensamientos obsesivos y recuerdos
Alguien llama a la puerta trasera. sobre Josh Lee Hamilton.
Philip mira por encima del hombro. El Lilly no puede quitarse de la cabeza
ruido viene de la cocina, donde hay una lo que le susurró antes Bob Stookey,
puerta de malla que conduce a una tirado en la acera y medio catatónico
terraza destartalada con vistas a un por la bebida. Había tenido que
estrecho callejón. agacharse para poder oír las palabras
Con un suspiro, el Gobernador que con tanto trabajo y urgencia
relaja las manos y se tranquiliza. Se consiguieron salir de la boca de Bob
aleja de la pequeña y respira entre murmullos ahogados.
profundamente mientras cruza el —Tengo que contarle lo que dijo —
apartamento hacia la puerta. le musitó Bob al oído—. Antes de morir
Al abrirla, se encuentra a Gabe, de me dijo…, Josh me dijo… que era
pie en la oscuridad y sujetando una caja Lilly…, Lilly Caul… Que ella era… la
de cartón con manchas aceitosas. única mujer de la que había estado
—Hola, jefe. Aquí está lo que me enamorado.
dijiste que… Lilly nunca lo creyó. Jamás. Ni
Sin mediar palabra, Philip le quita la entonces. Ni cuando el grandullón de
caja de las manos y vuelve dentro. Josh Hamilton estaba vivo. Ni siquiera
Gabe se queda inmóvil entre las después de que uno de los matones de
sombras, ofendido por la brusca Woodbury lo asesinara a sangre fría.
bienvenida, mientras la puerta se le ¿Había perdido Lilly la capacidad de
cierra en la cara. amar porque se sentía culpable? ¿Era
Esa noche, a Lilly le cuesta horrores porque le había dado falsas esperanzas
dormirse. Está tumbada en el futón, a
vestida sólo con una camiseta del Josh y lo utilizaba para que la
Instituto Tecnológico de Georgia y la protegiese?
ropa interior, intentando ponerse ¿O era sencillamente porque Lilly no
cómoda mientras contempla las grietas se quería lo suficiente como para querer
del techo de yeso de su sucio piso a otra persona?
ajardinado. Tras oír lo que el borracho
La tensión que siente en la nuca hace catatónico de la acera le había espetado,
que se le agarroten la parte inferior de la se había quedado paralizada por el
columna y las articulaciones, como si le miedo. Se había alejado del viejo como
fueran dando descargas eléctricas. Así si fuera radioactivo y después había
es como debe de ser someterse a una salido corriendo hacia su apartamento y
terapia de electrochoque. Una vez, su se había encerrado.
psiquiatra le propuso hacer TEC para Ahora, en la oscuridad perpetua del
tratar su supuesto trastorno de ansiedad. piso solitario, con escalofríos
Ella se negó, pero no dejaba de provocados por los nervios y la
preguntarse si el tratamiento le hubiera ansiedad, echa de menos las pastillas
servido. que solía tomarse como si fueran

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caramelos. Daría el ovario izquierdo lugar de descanso eterno del hombre.
por una tableta de Valium, un Xanax o Al principio, los golpes rítmicos se
Ambien… Qué narices, hasta se funden de forma sutil con la narrativa
conformaría con una copa bien cargada. del sueño. A lo lejos, sus ecos se
Se queda mirando fijamente el techo y, desvanecen, ahogados por el creciente
por fin, se le ocurre una idea. ruido de los muertos. Durante bastante
Sale de la cama y rebusca entre una rato, Lilly ni siquiera se percata de ello
caja de melocotones que utiliza para porque está demasiado ocupada en la
guardar algunos bienes, cada vez más frenética búsqueda de la tumba que tanto
escasos. Entre las dos latas de jamón, la le importa, abriéndose paso a través de
pastilla de jabón y el medio rollo de un bosque de lápidas grises y
papel higiénico (en Woodbury, el papel erosionadas. Los mordedores se
higiénico se adquiere y distribuye de acercan.
forma tan despiadada como se comercia Por fin, ve una tumba reciente en la
con el oro en la Bolsa de Nueva York), lejanía, en una cuesta empinada de tierra
encuentra una botella casi vacía de pedregosa con árboles esqueléticos. En
jarabe para la tos. las sombras, en lo alto de un montículo
Se bebe lo que queda de un trago y de tierra húmeda y rojiza, yace solitaria
se vuelve a la cama. Frotándose los una losa hecha de un mármol tan blanco
ojos, realiza respiraciones cortas e como el hueso cuya superficie refleja la
intenta despejar la mente y escuchar el pálida luz de la luna. Lilly se acerca y el
ruido de los generadores que hay al otro satélite ilumina el nombre que tiene
lado de la calle, hasta que el zumbido la grabado:
envuelve y se convierte en una especie JOSHUA LEE HAMILTON
de latido resonando en sus oídos. 15/01/1969 - 21/11/2012
Poco más de una hora después, se Lilly oye los golpes conforme se acerca
hunde en el colchón sudado y cae en las al sepulcro. El viento ulula. Los
garras de una aterradora pesadilla que caminantes lo rodean. De reojo, ve
parece real. cómo el grupo se le acerca cada vez
Quizá en parte sea por haberse más, cómo los cuerpos putrefactos
tomado el jarabe con el estómago vacío, surgen de entre los árboles, renqueando
o por el horrible recuerdo de la lucha de hacia ella con los andrajosos trajes con
gladiadores que se le ha quedado los que los enterraron ondeando y los
grabado en la retina, o puede que tal vez ojos muertos brillando en la oscuridad
sea fruto de los sentimientos indefinidos como si fueran monedas.
que alberga hacia Josh Hamilton; pero Cuanto más se acerca a la lápida,
sea cual sea el motivo, Lilly se más se oyen los golpes.
encuentra vagando por un camposanto Sube la cuesta y alcanza la tumba.
en Resulta que el ruido, amortiguado por
plena noche buscando varias capas de tierra, proviene de
desesperadamente alguien que golpea una plancha de
la tumba de Josh. madera: un puño aporreando una puerta,
Se ha perdido y a su espalda oye o tal vez el interior de un ataúd. A Lilly
unos gruñidos casi animales en el oscuro se le corta la respiración y se arrodilla
bosque que le rodea. Oye ramas al lado de la lápida. Los golpes salen
quebrándose y pisadas sobre la gravilla: del interior de la tumba de Josh. Ahora
los pasos renqueantes de los muertos suenan tan altos que la tierra suelta que
vivientes —cientos de ellos— que cubre la tumba tiembla y se desliza
vienen a por ella. cuesta abajo en diminutas avalanchas.
Bajo la luz de la luna, deja atrás El miedo de Lilly se transforma.
lápida tras lápida mientras busca el Toca el tembloroso montón de tierra y

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se le hiela el corazón. Josh está ahí Se frota la cara, respira hondo e intenta
abajo, golpeando el interior del ataúd en recuperar la compostura.
una especie de horrible súplica para que Al final consigue orientarse y
le saquen de su cárcel y le permitan respirar con normalidad. Sale de la
escapar de la muerte. cama y busca los vaqueros y la camiseta
Los caminantes van a por Lilly, que mientras se le pasa el mareo. Los golpes
ya puede notar su espantoso aliento en en la puerta son cada vez más
la insistentes.
nuca y ver sus largas sombras —¡Ya voy! —exclama con la voz
proyectándose en la colina, rodeándola. entrecortada mientras se viste.
No hay salvación. Los puñetazos suenan Se dirige a la puerta.
cada vez más altos. Lilly baja la mirada —Ah, hola —balbucea tras abrir la
hacia la tumba con las lágrimas puerta y ver a Martínez bajo la pálida
recorriéndole las mejillas, cayéndole luz del porche.
por la barbilla e inundando la tierra. Las El latino alto y delgaducho lleva un
toscas planchas de madera del sencillo pañuelo en la cabeza al estilo pirata, y
ataúd de Josh se hacen visibles en el sus brazos musculosos asoman por las
barro, y algo se mueve dentro de la caja. mangas cortadas de la camiseta de
Lilly llora. Los caminantes la trabajo. Lleva un rifle de asalto colgado
rodean. Los golpes son ya atronadores. de uno de sus anchos hombros y tiene el
Ella solloza y se inclina hacia el ataúd, apuesto rostro contraído en una mueca
el cual toca con dulzura, cuando de de inquietud.
repente… —¿Qué coño pasa ahí dentro? —
… la caja de madera estalla, y Josh pregunta, y sus ojos oscuros, que brillan
se abre paso fuera de ella como si de preocupación, la escudriñan en busca
estuviera hecha de cerillas. Su boca de indicios.
ávida mastica el aire y de su garganta —No pasa nada —le responde ella
surge un gruñido inhumano. Lilly grita, de forma no muy convincente.
pero de su boca no sale ningún sonido. —¿Se te ha olvidado?
El enorme rostro cuadrado y sediento de —Ehm… no.
sangre de Josh tiembla cuando se —Coge las armas, Lilly —le ordena
abalanza hacia el cuello de Lilly con Martínez—. Vamos a hacer esa
unos ojos tan muertos y brillantes como escapada que te comenté, y necesitamos
dos monedas de níquel. que todo el mundo arrime el hombro.
Al sentir los dientes podridos
desgarrándole la yugular, ella se
despierta con un espasmo de puro terror.
Se despierta sobresaltada, con el
cuerpo empapado en un sudor febril. Ya
es por la mañana y la luz vibra con el
sonido de alguien que llama a la puerta
de su apartamento. Coge una bocanada
de aire para recuperar el aliento y la
pesadilla se desvanece en un instante,
aunque el sonido de su propio grito
todavía resuena en sus oídos. Los
golpes
en la puerta no cesan.
—¿Lilly? ¿Estás bien?
La voz le es conocida pero al estar
amortiguada por la puerta apenas la oye.

16
TRES Conforme se acercan Martínez y
Lilly, un hombre mayor que lleva una
—¡Buenos días, jefe!
gorra de béisbol y una chaqueta de seda
Un hombre calvo y de corta estatura
se pone delante del vehículo mientras se
llamado Gus saluda a Martínez y a Lilly
limpia las manos con un trapo lleno de
desde el remolque más lejano, que
grasa. El tiempo ha causado estragos en
bloquea la salida del norte del pueblo.
David Stern, un hombre escuálido de
El cuello, grueso como el de un
unos sesenta y tantos con ojos astutos,
rinoceronte y la camiseta que se tensa
perilla del color del hierro y pinta de
sobre su inmensa barriga le dan a Gus
entrenador de fútbol americano de la
un
universidad: inflexible y con cierto aire
aire de tipo bruto y pero poco
majestuoso.
espabilado. Eso sí, lo que le falta de
—Sólo le quedaba un cuarto —le
inteligencia, lo compensa con lealtad.
dice a Martínez—, así que le he puesto
—Buenos días, Gus —le saluda
un poco de aceite reciclado. Debería
Martínez mientras se le acerca—.
bastar para que tire un rato. Buenas,
¿Puedes coger un par de latas de
Lilly. Adormilada, ella le saluda con la
gasolina vacías por si nos encontramos
cabeza y farfulla un saludo.
algo que merezca la pena en el viaje?
Gus vuelve con dos botes de
—En seguida, jefe.
gasolina de plástico maltrechos.
Gus se da la vuelta y se aleja con
—Mételas detrás, Gus —le indica
pasos trabajosos y la empuñadura de su
Martínez mientras se dirige a la parte
pistola del calibre .12 bajo el brazo,
trasera del camión seguido por Lilly y
como un periódico que aún no hubiera
David—. ¿Dónde está la dama, David?
tenido tiempo de leer.
—¡Aquí mismo!
Lilly mira hacia el este y ve el sol
Retira la lona, y Barbara Stern
matutino asomándose en lo alto de la
asoma su canosa cabeza. También tiene
barricada. Aún no son ni las siete y el
unos sesenta y tantos, lleva una
frío inusual de la semana pasada se ha
cazadora
esfumado. En esta parte de Georgia, la
encima de un vestido hawaiano de
primavera puede ser un poco bipolar:
algodón desteñido y tiene los rizos
empieza fría y con lluvias pero, de
alborotados y plateados de una hippy
pronto, se vuelve tan cálida y húmeda
anciana. Tiene el rostro surcado de
como el trópico.
arrugas y bronceado por el sol,
—Lilly, ¿por qué no te subes a la
iluminado con el agudo ingenio que
parte trasera con los demás? —sugiere
seguramente ha mantenido enamorado a
Martínez señalando con la cabeza en el
su marido todos estos años.
enorme camión de carga militar que hay
—Estoy intentando enseñarle una
situado un poco más allá—. Le diré al
cosa al muchacho pero es como pedirle
viejo Gus que se ponga de copiloto por
peras al olmo.
si tenemos que recoger algo por el
El «muchacho» del que habla se
camino.
asoma de pronto del compartimento de
El pesado automóvil, cortesía de un
carga que tiene al lado.
puesto cercano de la Guardia Nacional,
—Bla, bla, bla —se burla el joven
descansa en perpendicular al lado del
con una sonrisa pícara.
remolque, bajo un toldo de robles que se
Austin Ballard tiene veintidós años,
mece con el viento. Tiene unas ruedas
aunque aparenta menos; tiene el pelo
enormes y manchadas de barro, una
rizado y largo y de un color marrón tan
carrocería remachada a prueba de minas
oscuro como un espresso y los ojos
tan resistente como la de un tanque y la
hundidos poseen un brillo de malicia. Le
escotilla trasera tapada con una lona.
gusta lucir un aire de estrella de rock de

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segunda fila y chico malo incorregible, veintidós años, sobre todo si es tan
por lo que viste con una chaqueta de pesado y ligón como Austin Ballard. En
cuero y lleva varias cadenas ostentosas el transcurso de los últimos tres meses
en el cuello. (cuando llegó a Woodbury desde el
—¿Cómo coño la aguantas, Dave? norte, desnutrido y deshidratado con un
—pregunta. variopinto grupo de diez personas) le ha
—Bebiendo mucho y dándole la tirado los tejos a casi todas las mujeres
razón en todo —suelta David Stern a en edad fértil.
espaldas de Martínez—. Barbara, no De todos modos, si la obligasen a
agobies al chaval. ello, Lilly tendría que admitir que Austin
—Quería encenderse un pitillo, por Ballard, como diría su vieja amiga
el amor de Dios —gruñe—. ¿Quieres Megan, «no es desagradable a la vista».
que le deje fumar y nos haga volar a Con esa melena rizada y sus largas
todos por los aires? pestañas, bien podría animar la solitaria
—A ver, todo el mundo calladito — alma de Lilly. Además, se diría que es
dice Martínez antes de comprobar la más de lo que parece a simple vista.
munición. Se le ve muy serio, aunque Bajo esa pinta de guaperas y pícaro hay
quizá esté algo nervioso—. Tenemos un joven fuerte y endurecido por la
trabajo que hacer. Ya sabéis cómo va la plaga que está más que dispuesto a
cosa. A ver si acabamos con la faena sin arriesgarse por sus compañeros.
más gilipolleces de las necesarias. —A Lilly le gusta hacerse de rogar
Martínez les ordena a Lilly y David —le pica Austin sin abandonar la
que se suban detrás con los otros dos y sonrisilla de medio lado—, pero ya
después se lleva a Gus a la cabina. caerá.
Lilly se mete en la atmósfera viciada —Ni de coña —masculla ella entre
del compartimento de carga. El recinto las vibraciones y el retumbar del
cerrado huele a sudor rancio, cordita y camión.
mosto. En la parte superior hay una El motor se pone en marcha, y el
bombilla protegida por una reja que compartimento de carga tiembla cuando
arroja algo de luz sobre los el vehículo empieza a avanzar.
contenedores alineados a cada lado del Lilly oye un segundo motor fuera de
suelo ondulado. La chica busca un sitio la escotilla, un diésel enorme de alta
donde colocarse. revolución, y el estómago se le encoge
—Te he guardado el sitio —le dice un poco cuando se da cuenta de que la
Austin con una sonrisa lasciva, dando salida está abriéndose.
unos golpecitos en el asiento Martínez observa cómo el remolque
desocupado que tiene al lado—. Venga, cuya chimenea vertical no deja de echar
siéntate, no muerdo. humo, se aleja lentamente de la brecha y
Ella pone los ojos en blanco, suspira deja un hueco de más de siete metros y
y se sienta al lado del joven. medio en la barricada.
—Las manos quietas, Romeo — El sol ilumina los bosques cercanos
bromea Barbara Stern desde el otro lado a Woodbury, a tan sólo unos pocos
del sombrío espacio. cientos de metros. No se ve a ningún
La anciana se sienta en una caja de caminante. Todavía. El sol, que aún
madera que hay al lado de David, quien sigue bajo, se filtra a través de los
le dedica una sonrisa al dúo. árboles lejanos, y los difusos rayos de
—Pues hacen buena pareja, ¿no? — luz disipan la niebla nocturna.
pregunta David con un brillo en los ojos. Seis metros más adelante, Martínez
—Pero qué dices —murmura Lilly detiene el camión y baja la ventanilla.
con cierto asco. Lo último que quiere es Se asoma para mirar a dos tipos
mantener una relación con un chaval de armados subidos a una grúa que hay

18
apoyada contra la esquina del muro. condado, un pintoresco enclave de
—¡Miller! Hazme un favor, anda. edificios gubernamentales hechos de
Uno de los dos hombres, un ladrillo rojo, cúpulas blancas y
afroamericano delgaducho con un jersey majestuosas casas victorianas, muchas
de los Atlanta Falcons, se inclina sobre de las cuales estaban inscritas en el
la barandilla. registro histórico. Ahora, el sol ilumina
—Tú dirás, jefe. un lugar en ruinas e inerte. A través de
—Que no se acerque ningún la lona ondeante, Lilly alcanza a ver lo
mordedor al muro mientras estamos que queda de la localidad: ventanas
fuera. ¿Puedes encargarte de eso? tapiadas, columnas rotas y coches
—¡Ya te digo! volcados.
—Queremos poder volver a entrar —Parece que ya han saqueado
sin complicaciones, ¿me entiendes? Greenville —comenta David Stern de
—¡Nosotros nos ponemos manos a mal humor mientras ven cómo el
la obra! ¡Sin problema! desolado pueblecito se aleja cada vez
Martínez suspira y vuelve a subir la más. Muchas de las ventanas tienen
ventanilla. pintada con espray la marca delatora:
—Sí, seguro —murmura para sí u n a M mayúscula que significa tanto
mismo, poniendo en marcha el camión y MUERTOS como MEJOR VETE y que
pisando el acelerador. Con un rugido, el adorna muchos de los edificios de esta
vehículo se adentra en la oscura parte del Estado.
mañana. —¿Qué hacemos, Dave? —pregunta
Martínez echa un vistazo rápido al Austin, limpiándose las uñas con un
retrovisor del conductor. Entre un velo cuchillo de caza, una manía que pone de
de polvo causado por los gigantescos los nervios a Lilly. No sabe si es una
neumáticos, logra ver cómo Woodbury costumbre que tiene de verdad o sólo lo
se aleja cada vez más tras ellos. hace para lucirse.
—Sin problema, ya. ¿Qué podría —Supongo que ir al siguiente pueblo
salir mal? —responde David Stern encogiéndose
Tardan media hora en llegar a la de hombros—. Creo que es Hogansville.
interestatal 85. Martínez toma Woodbury Martínez dice que el supermercado que
Road por el oeste, sorteando los coches tienen aún es viable.
y camiones inertes y abandonados que —¿Viable?
están desperdigados por los dos —A saber… —dice David
carriles, y manteniendo una velocidad volviendo a encogerse de hombros—.
constante de entre sesenta y ochenta No es más que un proceso de
kilómetros por hora por si se diera el eliminación.
improbable caso de que un mordedor —Ya bueno, pues a ver si nos
errante saliese del bosque e intentase aseguramos de que no nos eliminen a
atacarlo. nosotros en el proceso. —Se gira y le da
Los bandazos que da el camión para un suave codazo a Lilly en las costillas
sortear la chatarra hacen que todos los —. ¿Lo pillas?
pasajeros del remolque se agarren a sus —Ja, ja. Me parto —responde, y
asientos. Al borde de la náusea, Lilly echa la mirada atrás.
intenta evitar con todas sus fuerzas Pasan por un camino de acceso
rozarse con Austin. conocido que se desvía de la autopista
De camino a la interestatal pasan por principal, coronado por un cartel de
Greenville, otra pequeña comunidad gran tamaño que brilla bajo el sol
granjera cercana a la autopista 18 que es matutino. El logo está inclinado, y las
prácticamente un reflejo de Woodbury. enormes letras azules están desteñidas y
Hace tiempo, Greenville era la sede del llenas de caca de pájaro.

19
Una fría corriente de puro terror recorre hacia zonas aisladas y huertos
la columna de la mujer cuando recuerda desolados
lo que sucedió el año pasado. En este que antaño estuvieron desiertos y en
mismo Walmart, ella, Josh y su grupo de barbecho. Corren rumores sobre grupos
Atlanta se encontraron por primera vez variopintos de científicos en Washington
con Martínez y sus matones. En retazos que están refugiados en laboratorios
de recuerdos confusos, se acuerda de subterráneos, desarrollando modelos de
haber encontrado armas y suministros, y conducta y previsiones de población
entonces toparse con Martínez…; el para los resucitados, y las cosas no
enfrentamiento… Megan volviéndose pintan nada bien. Las malas noticias
loca… Martínez haciéndoles una oferta planean sobre el mundo, y ahora mismo
y, al final, Josh sufriendo por decidir si planean sobre el compartimento de
deberían probar suerte en Woodbury. carga mal iluminado del remolque,
—Y ¿qué tiene de malo este sitio? donde Lilly intenta alejar los malos
—pregunta Austin señalando con el pensamientos de su cabeza.
dedo en dirección a la difunta tienda —Oye, Barbara —dice mirando a la
cuando dejan atrás el aparcamiento. mujer de pelo cano que está sentada
—Todo —musita Lilly en voz baja. frente a ella—, cuéntanos otra vez esa
Ve que hay caminantes solitarios famosa historia tuya.
vagando por el aparcamiento del —Madre mía, otra vez no —se
Walmart como si fueran resucitados del lamenta con humor Austin, poniendo los
infierno, y también coches volcados y ojos en blanco.
carros de la compra desperdigados, tan —Tú calla —le ordena Lilly,
ajados por el tiempo y fosilizados que dedicándole una mirada cortante—.
tienen plantas creciendo entre sus Venga, Barbara, cuéntanos lo de la luna
entrañas. Las gasolineras están de miel.
renegridas y chamuscadas a causa de —Que alguien me pegue un tiro —
los suplica Austin frotándose los ojos.
incendios que devastaron el lugar en —¡Sssh! —Lilly le da un empujón,
febrero y la tienda recuerda a unas mira a la anciana y consigue sonreír—.
antiguas ruinas de cristales rotos y metal Adelante, Barbara.
doblado, con cartones y cajas vomitadas La arrugada mujer le dedica una
por ventanas boquiabiertas. sonrisa a su marido.
—Hace ya tiempo que se llevaron —¿Quieres contarla tú?
toda la comida y suministros que había —Claro, esto es nuevo… —asiente
—se lamenta David Stern—. Este sitio David rodeando a su mujer con el brazo
lo ha saqueado hasta mi abuela. —. Que sea yo el que hable.
Conforme dejan atrás el Walmart, Mira a su mujer con los ojos
Lilly consigue echar un vistazo a través brillantes y entre los dos sucede algo
de la lona a los campos de labranza que que inunda el estrecho espacio y hace
hay al norte de la propiedad. Las que a Lilly se le encoja el corazón.
sombras de los caminantes, que a esta —A ver… Para empezar, esto pasó
distancia se ven tan pequeños e en la prehistoria, cuando yo aún tenía el
idénticos como si fueran bichos ocultos pelo negro y la próstata me funcionaba.
bajo una roca, deambulan con lentitud —¿Puedes ir al grano, por favor? —
entre el follaje y tras los maizales le pregunta Barbara dándole un puñetazo
marchitos. de broma en el brazo—. Esta gente
Desde la llegada de la jauría el año puede vivir sin conocer tu historial
pasado, los caminantes han estado más urinario.
activos y la población de muertos El camión pasa sobre unas vías
vivientes ha crecido y se ha extendido ferroviarias, lo que hace que el

20
remolque se tambalee. David se agarra las cataratas, una preciosidad, vamos,
fuerte a su asiento, respira hondo y las cataratas más bonitas del mundo. Te
sonríe. pongas donde te pongas, estás
—El caso es que éramos unos prácticamente rodeado por todos lados,
críos… pero estábamos locos el uno por y el agua te envuelve entre rugidos.
el otro. —¡Y arco iris! —exclama
—Y aún lo estamos, por alguna maravillada Barbara—. Arco iris por
razón…, Dios sabe por qué —añade todas partes. Era espectacular.
Barbara con una sonrisa y dedicándole —Total —continúa David—, que
una mirada cargada de significado a la aquí la amante explosiva se pone
que David responde sacándole la cariñosona.
lengua. —Sólo quería darle un abrazo, nada
—En fin, que estábamos de camino más —asegura Barbara con una sonrisa.
al sitio más bonito del mundo, Iguazú, en —Estamos rodeados de agua y
Argentina, sin nada más que lo puesto y empieza a meterme mano.
pesos por valor de cien dólares. —¡No te estaba metiendo mano!
—Si no recuerdo mal —añade —Me estaba metiendo mucha mano.
Barbara—, «Iguazú» significa «la Y, de repente, me dice: «David, ¿y tu
garganta del Diablo», y básicamente es cartera?». Me echo la mano al bolsillo
un río que fluye entre Brasil y Argentina. trasero de los pantalones, y no estaba.
Leímos sobre él en una guía turística y Barbara sacude la cabeza,
nos pareció que sería la aventura reviviendo el momento por enésima vez.
perfecta. —Mi bolso también estaba vacío.
—En fin. —David suspira—. Alguien nos había robado en algún
Llegamos en domingo, y el lunes por la momento del viaje. Los pasaportes, los
noche ya habíamos subido todo el carnés de identidad, todo. Estábamos en
camino, que igual serían unas cinco mitad de Argentina y éramos unos
millas, hasta las cataratas, que eran norteamericanos idiotas que no tenían ni
increíbles. puñetera idea de qué hacer.
—¿¡Cinco millas!? —exclama David sonríe para sí, atesorando el
Barbara negando con la cabeza—. ¿Lo momento en su memoria como si se
dices en serio? ¡Di mejor veinticinco! tratara de una reliquia de familia que
—Exagera —afirma David, que le guardara en un cajón. A Lilly le da la
guiña el ojo a Lilly—. Creedme…, eran sensación de que esto es algo esencial
sólo veinte o treinta kilómetros. para los Stern, algo que dan por
—David. —Barbara cruza los supuesto, pero que tiene tanta fuerza
brazos de forma juguetona delante del como el oleaje o la atracción
pecho—. ¿Cuántos kilómetros son una gravitatoria de la luna.
milla?—No lo sé, cariño —reconoce con —Fuimos al pueblo más cercano e
un suspiro y sacudiendo la cabeza con hicimos unas cuantas llamadas —
resignación—, pero seguro que nos lo prosigue David—, pero no había
vas a decir. ninguna embajada en millas a la
—Sobre 1,6… Así que treinta redonda, y los policías de allí eran de
kilómetros serían unas veinte millas. tanta ayuda como una patada en la
David le lanza una mirada. espinilla.
—¿Puedo contar la historia? ¿Me —Nos dijeron que teníamos que
das permiso? esperar a que solucionaran el asunto de
Barbara aparta la vista de mal nuestros carnés en Buenos Aires.
humor. —Que estaba a ochocientas millas.
—No seré yo quien te lo impida. —Kilómetros, Barbara. A
—Total, que nos encontramos con ochocientos kilómetros.

21
—David, no empecemos. ruidoso que se oye a continuación se
—Da igual. El caso es que nos posa sobre Lilly como un manto. Había
quedaban unos cuantos centavos en los tenido la esperanza de que la anécdota
bolsillos. ¿Cuánto era, Barbara? ¿Un la animase, la calmase, tal vez incluso le
dólar con cincuenta? Total, que pusiese un remedio a su melancolía,
encontramos un pueblecito y pero sólo ha servido para meter el dedo
convencimos a un tipo de allí para que en la llaga que tiene en el corazón. Ha
nos dejara dormir en el suelo de su hecho que se sienta pequeña, sola e
granero por cincuenta centavos. insignificante.
—No es que fuera el Ritz, pero nos Lilly se marea, y le entran ganas de
las apañamos —cuenta Barbara con una llorar… Por Josh, por Megan, por ella
sonrisa melancólica, que David le misma… Por esta horrible pesadilla que
devuelve. ha dejado la tierra patas arriba.
—Al final resultó que ese hombre Por fin, Austin, con el ceño fruncido
era el dueño de un pequeño restaurante por la confusión, rompe la magia del
que había en el pueblo y nos dejó momento.
trabajar allí mientras esperábamos a que —¿Qué coño es el menudo?
nos sacaran los pasaportes. Babs hacía El camión traquetea al cruzar una
de camarera y yo trabajaba en la cocina serie de vías ferroviarias petrificadas y
haciendo chorizo y menudo para los entra en Hogansville por el oeste.
nativos. Martínez, sin soltar el volante,
—Lo gracioso es que al final fue uno inspecciona las calles y escaparates
de los mejores momentos de nuestras desiertos desde el parabrisas.
vidas —dice Barbara con un suspiro El éxodo en masa del pueblecito ha
pensativo—. Estábamos en un ambiente provocado que el lugar haya sido
desconocido y sólo nos teníamos el uno invadido por la maleza y la vernonia,
al otro, pero fue… Estuvo bien. los edificios hayan quedado tapiados y
Mira a su marido y, por primera vez, la carretera esté alfombrada con
la cara arrugada y maternal se suaviza. pertenencias abandonadas: colchones
Por un momento, parece que el tiempo mohosos, cajones sueltos y ropa sucia
retrocede, borra todos los años y la taponando todas las alcantarillas. Unos
devuelve a su juventud, cuando era una cuantos caminantes solitarios y tan
joven enamorada del bueno de su novio. ajados que parecen espantapájaros
—De hecho —confiesa con voz vagan sin rumbo por los callejones y los
queda—, incluso diría que fue aparcamientos vacíos.
estupendo. Martínez pisa el freno y reduce la
David mira a su mujer. velocidad a treinta kilómetros por hora.
—Estuvimos allí…, ¿cuánto? Ve una señal de tráfico y consulta una
¿Cuánto tiempo estuvimos, Babs? página arrancada de una vieja guía
—Estuvimos dos meses y medio, telefónica que ha pegado al salpicadero.
esperando a que nos dijeran algo desde El supermercado Piggly Wiggly de
la embajada, durmiendo con las cabras y Hogansville está en la zona oeste del
viviendo a base de menudo, que estaba pueblo, a unos ochocientos metros de
asqueroso. distancia. Los cristales rotos y la basura
—Fue toda una experiencia. — crujen bajo el peso de los neumáticos, y
David rodea a su mujer con el brazo y le el ruido llama la atención de los
da un cariñoso beso en la sien—. No lo caminantes cercanos.
hubiera cambiado ni por todo el té de Gus carga un cartucho en su arma del
Tennessee. calibre .12 sin moverse del asiento del
El camión traquetea por culpa de copiloto.
otra tanda de baches y el silencio —Yo me encargo, jefe —dice

22
bajando la ventanilla. mientras se detiene ante la tienda.
—¡Gus, espera! Al otro lado del parabrisas
Martínez coge una bolsa de lona que manchado de sangre, alcanza a ver la
hay entre los asientos, saca un Magnum zona catastrófica que antaño fue el
.357 de cañón corto con silenciador y se Piggly Wiggly. En el escaparate hay
lo da al corpulento hombre calvo. baldosas rotas y tiestos volcados, todas
—Usa esto, no quiero que el ruido las ventanas están rotas y rodeadas de
atraiga a más caminantes. fragmentos de cristal, y hay hileras de
Gus deja la escopeta, coge el carritos oxidados caídos de lado o
revólver, abre el cilindro, comprueba aplastados por estructuras derribadas.
las balas y lo cierra. En el oscuro interior de la tienda, los
—Me vale. pasillos están saqueados, las
El hombre pelado apunta con el estanterías,
revólver fuera de la ventana y acaba con vacías, y los apliques de las luces
tres cadáveres con la misma facilidad cuelgan de los cables y se mecen
que si estuviera probando suerte en el suavemente por el viento.
tiro al blanco de una feria. Los disparos, —¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
amortiguados por el silenciador, suenan ¡Mierda, mierda, mierda!
como la leña al partirse. Los caminantes Martínez se frota la cara y se
caen uno a uno, con los cráneos recuesta en el asiento del conductor. Gus
entrando le mira.
en erupción entre burbujas de fluido —¿Y ahora qué, jefe?
negro y tejidos y los cuerpos Retiran la lona de golpe y la
desplomándose en la acera emitiendo implacable luz del día inunda el
satisfactorios ruidos sordos y húmedos. compartimento de carga. El destello
Martínez continúa hacia el oeste. hace que Lilly tenga que parpadear y
Gira en una intersección bloqueada entrecerrar los ojos hasta que se le
por los restos del choque de tres coches, acostumbra la vista.
cuyas carrocerías y cristales Se pone de pie y observa a Martínez,
chamuscados yacen enmarañados en que está de pie fuera del camión
mitad de un caos aplastado. El camión sujetando la lona con una expresión
se pega a la acera y el copiloto se carga taciturna adornando su moreno rostro.
a otro par de caminantes que llevan unos Gus está tras él, retorciéndose las
uniformes de enfermería hechos manos.
harapos. —Tenemos una buena noticia y otra
El automóvil continúa por una calle mala —gruñe Martínez.
lateral. Los Stern se levantan y Austin se
Justo después de un centro comercial incorpora despacio, estirándose como si
tapiado, aparece el cartel del Piggly fuera un gato somnoliento.
Wiggly al sur de la calle. La entrada del —En el supermercado no queda
aparcamiento está bloqueada por media nada. Está vacío —anuncia Martínez—.
docena de caminantes, pero Gus acaba Estamos bien jodidos.
con sus desgracias sin mayores —Y ¿cuál es la buena noticia? —
complicaciones —parando una vez para pregunta Lilly mirándole.
recargar— mientras el camión se —Que hay un almacén detrás de la
adentra lentamente en el recinto. tienda. No tiene ventanas y está cerrado
Uno de los caminantes choca contra a cal y canto. Parece que la gente no lo
el lateral del vehículo y una fuente de ha tocado. Puede ser una mina.
sangre aceitosa cubre el capó antes de —Entonces ¿a qué estamos
que el cuerpo sucumba bajo las ruedas. esperando?
—¡Mierda! —suelta Martínez —No sé cómo de seguro será el sitio

23
—le responde Martínez, cruzando la abandona el lugar dando bandazos y
mirada con ella—. Quiero que todo el empieza a rodear el supermercado.
mundo vaya armado hasta los dientes y Cuarenta y cinco segundos más
esté bien alerta. Coged todas las tarde, los frenos chirrían y el camión se
linternas también… Está bastante detiene de golpe.
oscuro. Lilly respira hondo, saca una de las
Todos cogen su equipamiento y sus Rugers, empuja la lona y sale de un
armas. Lilly rebusca en su mochila, saca salto. Aterriza con fuerza en la acera
las pistolas —un par de semiautomáticas resquebrajada, con el sol en los ojos y
Ruger .22— y comprueba la munición. el rostro azotado por un viento que
Tiene dos cartuchos y cada uno dispone arrastra un olor a goma quemada
de veinticinco rondas. Bob le enseñó a proveniente de alguna catástrofe lejana.
usar cargadores de gran capacidad, que Martínez ya ha salido de la cabina y
hace que las pistolas sean algo difíciles lleva el .357 con silenciador
de manejar, pero también le dan una golpeándole el muslo, y Gus se apresura
gran potencia de fuego por si las cosas hacia la parte frontal del camión para
se ponen feas. subirse al asiento del conductor.
—Austin, quiero que lleves las El almacén, una enorme caja de
mochilas —le ordena Martínez, metal ondulado del tamaño de tres salas
señalando con la cabeza al montón de de cine, está situado a su derecha, en el
bolsas de lona que hay en la esquina—. extremo del aparcamiento trasero,
Que estén abiertas y preparadas en todo asentado en mitad de una jungla de
momento. hierbajos y cortadera. Lilly se da cuenta
De inmediato, Austin recoge las de que la sencilla puerta de metal está
mochilas y se las carga al hombro. Los en lo alto de unas escaleras situadas
otros comprueban la munición y guardan justo al lado de la zona de carga y de un
las armas en las cartucheras de par de enormes puertas de garaje
desenfunde rápido que llevan en las automáticas que hay bajo las sombras
caderas y en los cinturones. Barbara se del saliente. Todo parece estar
embute un Colt Army .45 en la parte congelado y petrificado por el tiempo,
trasera de la faja que le ciñe su sellado por el óxido y con grafitis que
rechoncho abdomen, y David le extiende parecen cicatrices.
dos cargadores extra. Mira por encima del hombro y ve a
Trabajan con la concentración menos de cien metros, cerca del cartel
experimentada de unos veteranos destrozado del Piggly Wiggly, a un
ladrones de bancos. Han hecho esto grupo de caminantes que se giran poco a
muchas veces pero, aun así, se respira poco hacia la fuente del ruido y
cierta tensión en el oscuro recinto empiezan a dirigirse hacia ellos con
cuando Martínez echa un último vistazo pasos renqueantes.
a través de la lona abierta. Austin se acerca a Lilly por la
—Voy a echar marcha atrás — espalda.
anuncia—. Preparaos para el follón y —Venga, venga —masculla, con las
guardaos las espaldas cuando entréis, mochilas al hombro—. ¡Vamos a
porque el ruido del camión ya ha atraído aprovechar que aún somos jóvenes y
a más mordedores. estamos enteros!
El grupo asiente con la cabeza y David y Barbara se apresuran tras
Martínez desaparece. Austin, agazapados y con los ojos bien
Lilly se dirige a la escotilla trasera y abiertos y alerta. Martínez señala con la
se resguarda en la esquina mientras el mano la zona de carga para que Gus la
ruido del motor acelerando sigue al de vea.
los portazos de la cabina. El automóvil —Cúbrenos, Gus, mantén la

24
comunicación y no les quites el ojo de CUATRO
encima a los bichos de ahí fuera.
A la señal de Martínez, el grupo
—Recibido —confirma él, y acto
empieza a disparar, y el sonido de los
seguido enciende el motor para poner en
silenciadores inunda el sombrío
marcha el camión.
almacén, iluminado intermitentemente
—Saldremos por el lateral de la
por los destellos del tiroteo. Lilly
zona de carga —le informa Martínez—,
descerraja tres tiros rápidos que acaban
así que tenlo en marcha y estate
con dos caminantes que están a cuatro
preparado para salir pitando lo más
metros y medio. Una de las víctimas, un
rápido que puedas. —¡Entendido!
hombre obeso con ropas de trabajo
Todo pasa muy rápido y con mucha
andrajosas y la carne del color de las
eficiencia. Gus lleva el camión a la zona
lombrices, se desploma contra una
de carga y el resto del grupo se desliza
estantería y derrumba una fila de latas
rápida y silenciosamente hacia la puerta
de tomate, mientras que de su cráneo no
con la destreza y profesionalidad de un
dejan de manar fluidos cerebrales. El
equipo de los SWAT. Martínez sube las
otro mordedor, un joven vestido con un
escaleras, se saca una cuña de metal del
mono de trabajo que tal vez fuese
cinturón y se encarga del candado,
conductor de carretillas elevadoras, cae
sirviéndose de la culata de la pistola
en mitad de una cascada de sangre que
para golpearla. Los otros se apiñan tras
brota del nuevo agujero que tiene en la
él, echando miradas furtivas a los cada
cabeza.
vez más cercanos muertos vivientes.
Las dos docenas de muertos —puede
La cerradura cede y Martínez abre la
que incluso más— no dejan de acudir
puerta con un chirrido.
desde todos los rincones del almacén.
Se adentran en la oscuridad, donde
El aire se llena de chasquidos y
les asalta un horrible hedor a carne
ruidos sordos y parpadea como si
podrida, vómito y amoníaco justo antes
tuviera luces estroboscópicas con los
de que la puerta se les cierre de golpe
disparos de los tiradores, que resisten
tras ellos, sobresaltándoles. Del único
apiñados cerca de la puerta con sus
tragaluz que hay en lo alto, por encima
cañones trazando amplios abanicos de
de las grúas cubiertas de telarañas, se
fuego. Austin suelta las bolsas y se pone
filtra algo de luz que apenas sí da para
manos a la obra con su Glock 19,
revelar las siluetas de los pasillos y las
cortesía del puesto de la Guardia
carretillas elevadoras volcadas que hay
Nacional. El arma dispone de un
entre las enormes estanterías.
silenciador y una pieza acoplada bajo el
Todos los intrusos, Lilly incluida, se
cañón que proyecta una fina línea de luz
toman un momento para sonreír mientras
roja en la oscuridad. David se carga a
dejan que sus ojos se acostumbren a la
una mujer que viste un uniforme
oscuridad lo suficiente para ver todas las
manchado del Piggly Wiggly, que sale
latas y paquetes de comida que se alzan
dando vueltas y colisiona contra un
hasta las vigas. Ciertamente es la mina
estante de bollos rancios. Barbara
que Martínez había esperado, pero en el
alcanza a un varón de mediana edad que
mismo instante en el que se dan cuenta
llevaba una camisa manchada de
de la buena suerte que han tenido, oyen
sangre,
ruidos entre las sombras, como si su
una pinza en la corbata y una placa
llegada les hubiera dado el pie para salir
identificativa (tal vez fuera el gerente de
a escena y, una a una, sus sonrisas se
la tienda), y lo derriba en mitad de una
desvanecen…
niebla roja que pinta un aplique de luz al
…al ver salir a la primera silueta de
estilo puntillista.
detrás de una de las estanterías
Los disparos amortiguados emiten un
atiborradas.

25
repiqueteo surrealista, como si fueran —¿Estáis todos bien?
una salva de aplausos enfervorecidos, A Lilly le zumban los oídos, pero
acompañados por un espectáculo de está tranquila y alerta.
fuegos artificiales surcando la fétida —Perfectamente —dice, poniéndole
quietud y seguidos por los tintineos y el seguro a las Rugers y tirando los
ruidos metálicos de los casquillos cargadores vacíos, cuyos casquillos
golpeando el suelo. Martínez se repiquetean al caer al suelo. Saca unos
adelanta, liderando al grupo en su cargadores nuevos de la parte trasera de
incursión hacia las profundidades del la pretina y los coloca con un golpe
almacén. Atraviesan pasillos seco. Inspecciona los pasillos que la
perpendiculares y disparan a las torpes flanquean, donde los restos de los
figuras de ojos lechosos que se les caminantes yacen en montones
abalanzan: antiguos operarios de sanguinolentos y llenos de vísceras. No
maquinaria, reponedores, ayudantes del siente nada.
gerente, cajeras… Todos caen al suelo —Vigilad por si aparece algún
bautizados en sangre. Para cuando han rezagado —ordena Martínez,
acabado con el último, ya han perdido la observando los oscuros pasillos.
cuenta de los caídos. —¡Trasto del demonio! —se queja
El silencio atronador es David Stern mientras sacude una linterna
interrumpido por el graznido metálico con sus nudosas manos temblorosas—.
de la voz de Gus que se oye por el Comprobé las pilas anoche.
walkie-talkie de Martínez. En la oscuridad, Barbara pone los
—¿¡Aún estáis liándoos a tiros!? ojos en blanco.
¿¡Me oís!? ¿¡Jefe!? ¿Me oís? ¿Qué —Este hombre es un negado para la
pasa? tecnología —comenta quitándosela—.
Al final del pasillo principal, el Ya decía yo que estas pilas igual no eran
latino se toma un momento para de fiar… —Desenrosca la tapa y trastea
recuperar el aliento y coge la radio que con ellas, pero no sirve para nada: la
tiene colgada del cinturón. linterna no funciona.
—Estamos bien, Gus —responde —Un momento —dice Austin
acercándose aparato a los labios—. Nos metiéndose la Glock tras el cinturón—.
habían preparado una fiesta de Tengo una idea.
bienvenida… pero ya se ha acabado. El chico se dirige a una estantería en
—¡Casi me da un infarto! — la que hay amontonados paquetes de
chisporrotea la voz por el ambiente. leña junto a sacos de bloques de carbón
Martínez aprieta el botón de vegetal, latas de alcohol de quemar y
«HABLAR». bolsas de astillas de madera. Suelta un
—Todos los putos empleados trozo largo de madera, se saca un
debieron de esconderse aquí cuando las pañuelo del bolsillo y lo envuelve
cosas se salieron de madre —dice alrededor del extremo del tronco.
mirando a los cuerpos que le rodean tras Lilly lo observa con interés. No
un velo de humo azulado y el hedor a acaba de comprender a este chico. De
cordita. Aprieta el botón—. Tú estate algún modo, parece ser mayor de lo que
preparado para salir a toda leche. Me realmente es. Contempla cómo empapa
parece que vamos a cargar el camión la tela con el líquido encendedor, saca
hasta los topes. un mechero Bic y le prende fuego al
—Me alegra oír eso, jefe — pañuelo, y acto seguido una columna de
responde la voz—. Recibido. Estaré a brillante luz naranja ilumina el pasillo
punto. central con un halo radiante.
Martínez apaga la radio, la devuelve —Muy bonito —comenta Lilly con
al cinturón y se gira hacia los demás. una sonrisilla de superioridad—. Bien

26
hecho, Huckleberry. señalando las sombras que cubren la
Se dividen en dos grupos. Martínez y pared trasera.
los Stern se ocupan de la parte frontal Austin alza la antorcha, cuyo
del edificio, que es como un laberinto de danzante resplandor revela un montón
estanterías repletas de paquetes, de
suministros para el hogar, alimentos palés vacíos.
secos, especias y productos de cocina; Rápidamente, meten las horquillas
Lilly y Austin se encargan de la parte bajo el palé más cercano.
trasera. Martínez les ordena a todos que Después vuelven por el oscuro
se muevan con rapidez, sin entretenerse pasillo central con las ruedas chirriando
con gilipolleces, y que si ven algo sobre ruidosamente sobre el sucio suelo de
lo que tengan dudas, que lo dejen. Han cemento. Empiezan a cargar el palé,
de llevarse sólo los productos que Austin ocupándose de la antorcha, y
aguanten mucho tiempo. Lilly cogiendo los suministros básicos.
Austin conduce a Lilly por un pasillo Se hacen con casi doscientos litros de
lateral flanqueado por oficinas garrafas de agua potable, paquetes de
desiertas. Dejan atrás varias puertas, semillas, herramientas afiladas, rollos
todas cerradas y sin nada más que de cuerda… Giran de nuevo y se dirigen
oscuridad tras sus ventanas. El chico va hacia un pasillo repleto de alimentos en
ligeramente delante de Lilly, empuñando conserva. La mujer, sudando, empieza a
la antorcha en alto con una mano y la cargar paquetes envueltos en plástico de
Glock con la otra. Ella tiene las dos melocotones, maíz, habichuelas, coles,
pistolas desenfundadas y listas para usar latas de sardinas, atún y jamón enlatado.
en cualquier momento. —Cuando volvamos con toda esta
Iluminados por la parpadeante luz mierda nos van a tratar como a héroes
amarilla, avanzan a través de filas de —gruñe Austin mientras dirige la
tanques de propano, artículos de transpaleta por el pasillo.
jardinería, sacos de fertilizante, troncos —Sí, igual hasta echas un polvo por
de leña, mangueras enrolladas y adornos fin —le suelta Lilly, cargando las
inútiles del pasado, como comederos pesadas bandejas con un quejido de
para pájaros y gnomos de jardín. A Lilly esfuerzo.
se le eriza el vello de la nuca al oír los —¿Te puedo preguntar una cosa?
ecos de los susurros y los pasos —Dime.
arrastrados de los Stern y Martínez en la —¿A qué viene esa actitud?
oscuridad. Lilly sigue cargando provisiones
Al final del pasillo principal, contra mientras las pistolas se le hunden por la
el muro trasero, giran y descubren una parte trasera del cinturón.
enorme transpaleta hidráulica —No sé de qué actitud me hablas.
descansando entre los rastrillos, las —Venga, Lilly… Me di cuenta en
palas y demás herramientas. El joven seguida, desde que te conocí… Está
arrastra hasta el pasillo el aparato, una claro que estás resentida por algo.
carretilla de carga grande y grasienta Se abren paso hasta el final del
con pesadas ruedas de hierro y dos pasillo de las conservas. Ella deja de
horquillas delanteras que sobresalen golpe otro cartón de latas sobre el palé.
unos dos metros y medio como poco, y —¿Podemos acabar con esto y
comprueba que funcione bombeando la pirarnos de una vez? —le pregunta
empuñadura. malhumorada.
—Esto puede venirnos bien — —Era por hablar de algo —replica
especula. Austin mientras gira la transpaleta en la
—Hazme un favor y acerca la esquina del pasillo con un gruñido.
antorcha un momento —le pide Lilly Llegan a otro pasillo, atiborrado de

27
cajas de fruta podrida. Se detienen. espantoso hedor.
Austin levanta la antorcha e ilumina El olor envuelve a Lilly y hace que
varias cajas llenas de gusanos retozando le lloren los ojos mientras retrocede
entre melocotones y plátanos negros y bajando las pistolas. La fetidez aceitosa
resecos. La fruta está tan descompuesta y negra a muerte se adhiere al interior
que sólo queda una especie de lodo oscuro del congelador. Lilly oye un
negruzco. ruido y, al bajar la vista, ve que algo
Lilly se limpia el sudor de la cara. peludo y pequeño se escabulle entre sus
—Lo cierto es que he perdido a pies. Aliviada, se da cuenta de que tan
gente muy cercana —dice con voz queda sólo era una rata la que estaba causando
y ronca. los ruidos.
Austin tiene la mirada perdida en la —Me cago en mi puta vida —
fruta pasada. comenta Austin resollando, bajando la
—Oye…, perdona por haber sacado Glock y profiriendo un suspiro de
el tema, lo siento. —Empieza a empujar alivio.
la transpaleta para adentrarse más aún —Venga —le exhorta Lilly mientras
en el pasillo—. No hace falta que… se guarda las pistolas en la parte trasera
—¡Espera! del cinturón—. Ya tenemos suficiente.
Lilly lo detiene agarrándole. Un Volvemos, cargamos el camión y nos
débil repiqueteo metálico provoca que largamos cagando leches.
un escalofrío le recorra la espalda. —Me parece bien —asiente Austin,
—Acerca la antorcha hacia allí — volviendo a coger la transpaleta con una
pide con un susurro. sonrisa y empujándola por el pasillo tras
Iluminadas por el resplandor la mujer y hacia el frente del almacén. A
parpadeante de la antorcha, Lilly y su espalda, una enorme silueta sale del
Austin ven una fila de puertas de congelador dando tumbos.
congelador que cubren el lado izquierdo Austin es el primero en oírlo y
del pasillo. La peste a carne rancia apenas le da tiempo a girarse para ver al
inunda el ambiente. La chica saca las gigantesco varón ataviado con un mono
pistolas. La última puerta a la izquierda que tiene la tez destrozada tirándosele
oscila y chirría de forma intermitente, y encima. Las mandíbulas del mordedor se
tiene las bisagras oxidadas y sueltas. abren y se cierran y sus ojos son del
—Quédate detrás de mí y no bajes la color de la leche agria. El caminante
antorcha —susurra Lilly posando los mide más de metro ochenta y tiene la
pulgares de ambas manos sobre las piel recubierta de una fina capa de un
Rugers y acercándose sigilosamente moho blanquecino, fruto de haber estado
hacia la puerta. encerrado tanto tiempo en el congelador.
—¿Es un caminante? —pregunta Al intentar apartarse de él mientras
Austin cogiendo la Glock y siguiéndola. coge la Glock, Austin se tropieza con la
—Tú calla y no bajes la antorcha. esquina de la transpaleta.
Lilly avanza hasta la puerta oscilante Se cae, la pistola se le escapa de
y se detiene de espaldas al congelador. entre las manos, y la antorcha rueda por
—A la de tres —dice en voz baja—. el cemento. El enorme mordedor se alza
¿Estás preparado? sobre él, babeando bilis negra,
—Preparado. iluminado por la antorcha en un ángulo
Lilly coge el cierre. surrealista. Las llamas parpadean y se
—Una, dos, ¡tres! reflejan en los ojos lechosos y
Abre de sopetón la puerta del centelleantes del cadáver andante.
congelador, alza los dos cañones y se le El joven intenta apartarse rodando
para el corazón por un momento. No hay pero el mordedor le agarra las perneras
nada. Nada, salvo oscuridad y un con sus gigantescos dedos muertos. Con

28
un aullido de rabia, le propina una serie encima del hombro.
de patadas y le maldice, mientras el —¡Coged vuestras cosas y venid
monstruo abre la boca. En ese momento, cagando leches! —La voz de Martínez
Austin aprovecha para estamparle el tiene un tono nervioso—. ¡El ruido está
tacón de la bota en los dientes negros, atrayendo más caminantes y están
parecidos a los de un tiburón. saliendo del bosque! ¡Vámonos!
El crujido de la mandíbula inferior —Venga, guaperas —le susurra
apenas ralentiza al monstruo. Lilly a Austin, ayudándole a levantarse.
La criatura intenta morder el muslo Se ponen en pie, el joven recupera la
de Austin. El peso es insoportable, casi antorcha antes de que le prenda fuego a
como si tuviera una casa encima, y justo algo y ambos ponen en marcha la
cuando el caminante va a hincarle las transpaleta. Ahora el trasto pesa una
fauces en la arteria femoral, cuando los tonelada y los dos tienen que colaborar,
dientes renegridos están a tan sólo unos entre resuellos y resoplidos, para
pocos centímetros, se oyen dos disparos llevarla rodando por el pasillo.
amortiguados de un par de Rugers. Todos se reúnen en la zona de carga.
Apenas han pasado unos segundos Los Stern y Martínez han llenado las
desde que el mordedor apareciera pero mochilas y media docena de cajas de
a Lilly le han bastado para oír el follón, cartón con un surtido de productos
detenerse, darse la vuelta, amartillar los envasados, incluyendo paquetes de
percutores, alzar las armas, apuntar y fideos japoneses, café instantáneo
tomar cartas en el asunto. Le acierta al gourmet, botellas de zumo de dos litros,
caminante entre ceja y ceja, justo encima paquetes de harina, cajas de arroz
del puente de la nariz. precocinado, varios kilos de azúcar,
El descomunal cadáver se desploma tarros de cuatro kilos de pepinillos,
hacia atrás envuelto por una nube difusa botes de grasa para cocinar, salsas en
de sangre, parecida a humo en la polvo, macarrones con queso y
oscuridad, que le brota de la parte cigarrillos. Martínez llama por radio a
superior del cráneo abierto. Gus y le ordena que acerque el camión a
Aterriza a los pies de Austin la zona de carga todo lo que pueda y que
convertido en una pila húmeda de carne esté preparado para salir pitando en
mientras el joven retrocede, intenta cuando la puerta del garaje se abra.
recuperar el aliento y se cae de culo Austin, todavía sin aliento y nervioso
sobre el frío cemento en un proceso que por el ataque, empuja la transpaleta
apenas dura unos instantes frenéticos. hasta la escotilla de metal ondulado.
—¡Joder! ¡Joder! ¡JODER! —Dame el martillo ese que te has
—¿Estás bien? —Lilly se le encontrado —le pide Martínez a David.
aproxima, se arrodilla e inspecciona las El anciano se adelanta y se lo da.
piernas de Austin—. ¿Te ha pasado Los demás los rodean, esperando
algo?— nerviosos mientras Martínez aporrea el
Estoy… No, estoy… bien, bien — candado que hay en la parte inferior de
balbucea tartamudeando mientras la puerta del garaje. El cerrojo se resiste
recupera el aliento. Contempla el y los golpes resuenan. Lilly lanza una
gigantesco cadáver que yace a sus pies. mirada furtiva por encima del hombro,
—Venga, vam… semiconsciente del sonido de los pasos
—¡EH! pesados que provienen de la oscuridad a
El sonido de la voz de Martínez, que sus espaldas.
proviene de la parte frontal del almacén, Por fin, el candado cede, y Martínez
penetra en los oídos de Lilly. le pega un tirón a la puerta, que se eleva
—¡Lilly! ¡Austin! ¿¡Estáis bien!? con un chirrido oxidado. Todos
—¡Estamos bien! —grita ella por parpadean cuando el viento y la luz

29
inundan el almacén, arrastrando un olor observando al muerto que se le
a alquitrán y goma quemada. En el suelo, aproxima. Pasa un momento. La mujer
las cintas de embalaje y la basura se parece una estatua. Los demás se la
arremolinan movidas por la brisa. quedan mirando hasta que la chica,
Al principio, cuando se aventuran al calmada, casi lánguida, decide por fin
exterior, nadie ve la pila de apretar el gatillo una y otra vez hasta
desperdicios húmedos y cajas de cartón vaciar las seis balas que quedaban en el
mohosas que ocupan la zona de carga, cargador.
al La pistola restalla y destella, y el
lado de un contenedor de basura que se joven cadáver negro bailotea en la zona
mueve ligeramente, temblando a causa de carga durante unos instantes mientras
de algo que hay debajo. El grupo está de sus heridas brota sangre pulverizada.
demasiado ocupado siguiendo a Las balas atraviesan la dura protección
Martínez por la superficie mugrienta con que ofrece su cráneo, destrozan las
montones de suministros bajo el brazo. trenzas y envían trozos del lóbulo
Gus tiene el camión en marcha, la prefrontal y materia gris hacia el cielo.
lona abierta, y la chimenea escupiendo Lilly acaba y se queda inerte, con la
humo al aire primaveral. Empiezan a mirada perdida.
cargar la parte trasera. El mordedor se dobla sobre sí
Meten las pesadas mochilas de lona mismo y cae pesadamente, convertido
por el agujero. Meten las cajas. Meten en
lo que había en los palés, las garrafas de un montón de desechos sanguinolentos.
agua, los alimentos en conserva, los Lilly, de pie entre una neblina azul
productos de jardinería, las causada por el humo de su propia
herramientas y el propano. Nadie se da pistola y la cordita, murmura algo para
cuenta de que hay un cadáver sí misma. Nadie oye lo que dice. Los
arrastrándose hacia ellos, abriéndose demás se la quedan mirando durante un
paso a empujones para salir de entre el instante eterno hasta que, por fin, Austin
montón de basura y poniéndose de pie se le acerca.
con la precariedad frágil y ebria de un —Bien hecho, vaquera —le felicita.
bebé adulto. Lilly capta el movimiento —Vale… ¡A moverse, gente! —
de reojo y se gira hacia el mordedor. exclama Martínez, cambiando de tema
Es el cadáver de un afroamericano —. ¡Antes de que vengan más!
enjuto de veintitantos o treinta y pocos Se amontonan en la parte trasera del
años, con la cabeza coronada por camión. Lilly es la última en subirse y
trenzas africanas cortas, que camina con encontrar sitio en el compartimento de
torpeza hacia el grupo como si fuera un carga atiborrado. Se sienta en uno de los
mimo borracho que lucha contra una tanques de propano y se agarra a una
corriente de aire imaginaria lanzando baranda lateral para prepararse contra la
zarpazos al aire. Lleva puesta una fuerza de la gravedad. Las puertas de la
sudadera naranja hecha jirones que a cabina se cierran, el motor ruge y, de
Lilly le resulta familiar, aunque no llega pronto, el camión empieza a alejarse del
a ubicarla del todo. área de carga.
—Ya me ocupo yo —dice ella sin En ese momento y por algún motivo,
dirigirse a nadie en concreto mientras Lilly se acuerda de dónde ha visto una
desenfunda una Ruger. sudadera naranja como la que llevaba el
Los otros se percatan del jaleo y de las trenzas. La revelación le viene de
dejan de cargar el camión, sacan las repente a la cabeza mientras el camión
armas y contemplan cómo Lilly se pone en marcha: es un uniforme de
permanece tan inmóvil como una roca, presidiario.
quieta como una señal de tráfico, Cruzan todo el aparcamiento,

30
atraviesan la salida y llegan a mitad una comunidad.
camino de la carretera de acceso en un —Hoy lo has hecho bien, guaperas
silencio que rompe Barbara Stern. —felicita Lilly a Austin por fin. Mira a
—No está mal para una panda de los otros y les dice—: Todos lo habéis
tullidos emocionales. El primero en reír hecho bien. De hecho, si pudiéramos…
es David Stern, quien contagia la risa a Se detiene al oír un débil ruido. Al
los demás pasajeros, hasta que, al final, principio parece que tan sólo es el
Lilly estalla en carcajadas con una viento azotando la carpa, pero cuanto
sensación loca y confusa de alivio y más lo escucha, más le recuerda a un
satisfacción. Para cuando vuelven a la sonido ajeno perteneciente a otro tiempo
autopista, ninguno de los ocupantes del y otro lugar, un sonido que no ha oído —
recinto oscuro y maloliente cabe en sí de que nadie ha oído— desde que la plaga
la emoción. comenzase años atrás.
—¿Os imagináis las caras que van a —¿Oís eso? —pregunta Lilly
poner los críos de los DeVry cuando mirando a los demás, que parecen
vean tanto zumo de uva? —Barbara escuchar con atención.
Stern, con su cazadora desteñida y sus El ruido aumenta y disminuye con el
mechones plateados revueltos, está muy viento. Parece provenir del cielo, tal vez
animada—. Creía que iban a organizar desde poco más de kilómetro y medio, y
un motín cuando nos quedamos sin vibra en el aire como un redoble de
KoolAid la semana pasada. tambor.
—¿Y qué me decís del café —Suena como… No. No puede ser.
instantáneo del Starbucks? —mete baza —Pero ¿qué cojones? —Austin se abre
David—. Qué ganas tengo de tirar los paso a empujones hacia el extremo del
posos de café de los cojones al montón vehículo y saca la cabeza, estirando el
de abono. cuello para poder ver el cielo—. ¡No me
—¿¡Hemos cogido comida de todo jodas!
tipo, no!? —pregunta Austin Lilly se pone a su altura, se sujeta a
entusiasmado desde su asiento, una caja la escotilla y se asoma.
que está enfrente de Lilly—. Azúcar, El viento azota su pelo y hace que le
cafeína, nicotina y magdalenas Dolly piquen los ojos cuando mira arriba y
Madison. Los niños van a tener un consigue echarle un vistazo a lo que
subidón de azúcar que les va a durar un origina el ruido en el cielo.
mes. Es la primera vez que Lilly le dedica Por encima de las copas de los
una sonrisa al joven desde que se árboles sólo se ve la cola del vehículo,
conocieron. Él le devuelve la mirada cuyo rotor gira como loco mientras el
con un guiño mientras el viento que se helicóptero cae en picado. La cosa pinta
cuela entre la lona hace que sus rizos mal. La aeronave deja una estela de
ondeen alrededor de su apuesto rostro. humo negro, como si fuera un cometa,
Lilly echa un vistazo por la escotilla mientras continúa su caída libre fuera de
trasera y ve la carretera desierta, que el la vista de Lilly.
movimiento convierte en un manchón, y El camión aminora. Está claro que
la luz del sol de la tarde se filtra Martínez y Gus también lo han visto.
plácidamente entre los árboles, cada vez —¿Creéis que está…? —pregunta la
más lejanos. Durante sólo un instante, le mujer joven empezando a formular la
parece que lo de Woodbury podría pregunta que cruza las mentes de todos,
funcionar, después de todo. Con las pero sus palabras se ven interrumpidas.
suficientes personas como esta gente, El impacto del helicóptero al estrellarse a
personas que se preocupan por sus unos ochocientos metros sacude la
compañeros, puede que tuvieran tierra. Un hongo de fuego incendia los
posibilidades de acabar construyendo árboles y se alza hacia el cielo.

31
CINCO punto muerto y apaga el motor. El
silencio muere a manos del ajetreo de la
—¡Aquí! ¡Justo aquí! ¡Para!
naturaleza: los grillos que zumban como
Gus pisa el freno y el camión gime
reactores y el viento que ulula entre los
al salirse de la autopista. Cruza a
árboles.
trompicones un tramo de hierba
—Deja la del calibre 12 y coge un
embarrada que hay en el arcén y se
AR-15 por si las moscas. Pilla también
detiene entre sacudidas en una nube de
el machete que hay debajo del asiento.
monóxido de carbono y polvo.
Martínez lleva un cuchillo Bowie
—No podemos acercarnos más con
negro de marine con una hoja de 38
el camión —asegura Martínez
centímetros atado a la pierna y
inclinándose hacia delante en el asiento
comprueba que esté en buenas
del copiloto.
condiciones, algo que hace de forma
Estira el cuello para echar un vistazo
compulsiva, serio y con la mandíbula
por el mugriento parabrisas y consigue
apretada, mientras oye que los demás se
atisbar la columna de humo que se alza
acercan rodeando el camión. Sale de la
sobre los árboles en el horizonte
cabina.
occidental. Está a unos cuatrocientos
Se reúnen delante del capó, entre los
metros de distancia. Coge su Magnum.
hierbajos y los enjambres de mosquitos,
—Vamos a tener que ir a pie el resto
con los rostros adustos y pálidos por la
del camino.
tensión. El aire huele a podredumbre y
—Está muy lejos, jefe —protesta
metal ardiendo. Austin se retuerce las
Gus mirando por la ventanilla mientras
manos mientras mira en dirección al
se rasca la canosa barba—. Me parece
lugar del accidente. Los Stern están
que se ha estrellado en medio del
juntos y, preocupados, fruncen el ceño.
bosque.
Lilly tiene los brazos en jarras y las
Martínez reflexiona sobre ello,
Rugers enfundadas en la cintura.
mordiéndose el interior de la mejilla. En
—¿Qué plan hay? —le pregunta a
esta parte de Georgia hay muchas
Martínez.
carreteras que atraviesan hondonadas,
—Dave y Barb, quiero que vosotros
valles poco profundos y arbolados;
os quedéis para vigilar el camión —
formados por ríos y rodeados por
ordena guardándose la Magnum tras el
colinas frondosas, estas extensiones de
cinturón—. Si os rodean, desviadlos,
maleza, hierbajos y fango pueden estar
haced que se alejen… y después dais un
repletas de socavones, colonias de
rodeo, volvéis y nos llamáis.
mosquitos y muchísimos recovecos y
¿Entendido?
grietas donde suelen merodear los
—Sí, claro —responde David, que
mordedores que se han quedado
asiente sin parar como si fuera un
atrapados en el barro.
muñeco cabezón.
—¿Intentamos conducir por ahí? —
—Quedaos el walkie y dejad la
le pregunta Gus.
frecuencia abierta mientras no estemos.
—Negativo —responde, masticando
Gus le entrega el aparato a David,
cada sílaba mientras comprueba el
que asiente y musita sin parar.
cilindro de su arma. Oye el golpe de la
—Vale, vale.
puerta trasera al bajar y cómo
—Detrás hay una caja de bengalas
descienden los demás, cuyas voces son
—le confía Martínez a Gus—. Coge
arrastradas por la brisa de la tarde, y
unas cuantas. Y pilla también el kit de
dice—: Me juego los cojones a que nos
primeros auxilios, ¿vale?
quedaríamos atascados en el fango.
Gus se apresura hasta la parte
—Como tú digas, jefe.
trasera del camión mientras Martínez
Gus pone la palanca de cambios en
consulta su reloj.

32
—Nos queda algo más de cuatro que podamos y luego nos orientaremos
horas de luz. Quiero ir y volver antes de por el humo. ¿Queda claro?
que se haga de noche, así que nada de Todos asienten en silencio,
entretenerse con gilipolleces. tragándose el creciente recelo que se les
A Lilly todavía le queda un cargador contagia como un virus.
de alta capacidad, que desliza de un El latino asiente.
golpe en la Ruger. —Pues al lío.
—¿Y qué hacemos si encontramos Resulta complicado avanzar, ya que
supervivientes? las suelas de las botas se quedan
—Para eso vamos —responde pegadas al implacable barro y emiten
Martínez desabrochándose la funda de la chasquidos húmedos que resuenan en el
pierna y colocando la empuñadura para primitivo silencio del bosque. Siguen el
que le sea más fácil coger el cuchillo—. serpenteante cauce del agua salobre, y
Además, puede que el helicóptero siga cuanto más se aventuran en la
entero. hondonada, menos luz permiten los
Lilly le dedica una mirada árboles que ilumine su camino.
significativa. —¿Estás bien, Huckleberry? —le
—No tenemos camillas, ni médicos, susurra Lilly a Austin, que camina a su
ni manera de traerlos con nosotros. lado sujetando con firmeza la Glock con
—Ya nos preocuparemos de eso manos sudorosas.
cuando toque —la tranquiliza mientras —Estupendamente —miente él, que
se anuda el pañuelo, que ya está ha usado una corbata de cuero para
empapado de sudor, en la frente. recogerse los largos rizos. Los nervios
Gus vuelve con un montón de le empujan a morderse el labio mientras
bengalas que parecen cartuchos de avanza a trompicones por el lodo.
dinamita. Martínez le da una a cada uno. —No hace falta que lleves la pistola
—Quiero que permanezcáis juntos y así —le comenta Lilly con una sonrisa
en formación… Pero, si os separáis por burlona.
lo que sea, encended una bengala e —¿Así cómo?
iremos a por vosotros. —Mira a los —Como si fueras un comando del
Stern—. Si os metéis en líos, encended ejército o algo por el estilo. Es mejor
una. —Dirige la mirada hacia el hombre que la lleves de forma que te sea
calvo—. Gus, te quiero a la derecha con cómoda.
el machete. No hagas ruido. Usar el AR- —Vale.
15 es el último recurso. Yo me encargo —Si se te pone uno a tiro, tómate tu
del lado izquierdo. —Mira a Lilly—. Tú tiempo. Son bastante lentos, así que
y el chaval id por el medio. aprovecha al máximo cada bala. Es una
Austin alza la vista al cielo. Las tontería que te las des de pistolero.
nubes de media tarde ya han hecho su —Sólo quiero estar preparado… —
aparición. El día se ha vuelto gris y confiesa Austin—, por si tengo que
ceniciento. El humedal que tienen rescatarte.
delante está repleto de sombras —Ya, mira qué bien —dice ella
esquivas. Ha sido un año lluvioso y el poniendo los ojos en blanco—, ahora sí
suelo parece impracticable, lleno de que me siento segura.
lodazales, troncos caídos y bosquecillos Echa un vistazo entre los árboles que
de pinos blancos que se interponen entre tienen delante y atisba la débil neblina
el grupo y el helicóptero estrellado. de humo que se concentra en el bosque.
—Hay un arroyo que fluye por en El aire, infestado de insectos, huele a
medio del bosque —dice Martínez circuitos quemados y metal chamuscado.
mientras respira hondo y desenfunda la El lugar del accidente todavía está a
Magnum—. Vamos a seguirlo todo lo unos cuantos cientos de metros más allá

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de los pinos que se ven en la lejanía. Se Sin querer, Lilly suspira de alivio.
oye el ligero chisporroteo del fuego, Baja la pistola y se da cuenta de que los
apenas audible bajo el viento que silba caminantes están cautivados por la
entre las copas de los árboles. visión y el ruido del choque.
A la derecha, a unos veinte metros Martínez hace una pausa para mirar
más adelante de donde se encuentra por encima del hombro a los demás.
Lilly, está Martínez, liderando al grupo —¿Estáis todos bien? —pregunta en
y abriéndose paso entre la broza, voz baja, casi susurrando, como si
cortando el follaje con su cuchillo estuviera en el teatro.
Bowie. En paralelo, a la izquierda, Gus Todo el mundo asiente. En seguida
le sigue el paso trabajosamente, vuelven a ponerse en marcha, sin prisa
machete pero sin pausa, y se adentran hacia
al hombro y vigilando las sombras con donde la vegetación es más espesa y las
ojo de lince, en busca de mordedores. sombras se unen a la niebla. Martínez
Apenas puede ver el cielo que se les hace un gesto para que se den prisa.
extiende sobre él por culpa de las ramas El suelo, esponjoso y húmedo, dificulta
de los árboles y las vides. el avance. Las sombras se acercan, el
Lilly empieza a decir algo cuando olor del metal chamuscado y el
una silueta aparece delante del hombre combustible ardiendo les envuelve, y el
calvo. chisporroteo se oye más alto.
La mujer se detiene y alza la pistola A Lilly le entran ganas de vomitar y
en un abrir y cerrar de ojos mientras se la piel se le pone de gallina por los
le corta la respiración. Ve a Gus nervios. Nota que Austin le está
levantar el machete. El enorme mirando.
caminante varón, vestido con los —¿Puedes dejar de quedarte
andrajos de un mono de trabajo, está de embobado mirándome?
espaldas a Gus, balanceándose sobre —La culpa es tuya por estar tan
sus piernas muertas y con la cabeza buena —le responde con la misma
apuntando en dirección al lugar del sonrisilla nerviosa de siempre.
accidente, como un perro que hubiera La mujer niega con la cabeza,
oído un silbato ultrasónico. Gus se le consternada.
acerca sigilosamente. —¿Quieres concentrarte?
El machete cae como un rayo, y la —Estoy concentrado a tope, créeme
hoja cruje al hundirse en la cartilaginosa —dice, sujetando todavía la pistola
duramadre protegida por el cráneo. Los como si fuera un poli de la tele, mientras
fluidos salen a borbotones mientras el siguen adelante.
caminante se desploma, rompiendo el A menos de noventa metros del lugar
silencio del bosque con ruidos acuosos. del siniestro hay un derrubio, un claro
Lilly apenas sí tiene tiempo de recuperar pantanoso e infestado de insectos que
aliento antes de que otro ruido a su les impide avanzar. Sin embargo, sobre
derecha le alerte. el pantano hay unos gigantescos troncos
A cuatro metros y medio, Martínez caídos, cosa que el grupo, bajo las
acuchilla a otra caminante aislada que órdenes silenciosas de Martínez,
anda merodeando por la zona, una aprovecha para usarlos como puente.
hembra larguirucha de pelo canoso y Gus va en cabeza, moviéndose de lado
enmarañado como telarañas que sobre los troncos. Martínez le sigue,
probablemente fuera la mujer de algún Lilly avanza tras él y Austin cierra la
granjero. Le clava el arma en la nuca, retaguardia. Conforme llega al otro
por encima del cordón de las gafas, extremo, el joven nota que algo le tira de
acabando con ella con la muda rapidez los vaqueros. Los demás ya han cruzado
de una embolia. Ni siquiera lo vio venir. y se dirigen hacia el claro. Austin se

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para. Al principio piensa que se ha ya se dirigen hacia el lugar del conflicto
enganchado con un trozo de la corteza pero es demasiado tarde para hacer
del tronco pero entonces baja la vista. algo. Los dientes del enorme mordedor
Unas manos descompuestas se alzan de cuerpo chorreante están a punto de
entre la ciénaga y se aferran a la pernera perforar las botas de montaña
del pantalón del chico. Timberland de Austin, quien busca
Grita y manosea con torpeza la desesperadamente algo que lleva en el
pistola mientras unos dedos muertos le bolsillo. Por fin, el muchacho saca la
agarran y le arrastran hacia abajo. La bengala.
mitad superior de una criatura cubierta En el último momento, antes de que
de barro emerge del lodazal y se las fauces del mordedor penetren en la
abalanza sobre sus piernas. El cadáver piel del pie de Austin, el joven la
está cubierto de un limo negro, su cráneo enciende y la usa para empalar el ojo
pelado no arroja ninguna pista sobre su izquierdo del mordedor. La criatura
sexo, los ojos son tan blancos y opacos retrocede de inmediato, soltando su
como dos bombillas y tiene la presa y lanzando lo que le queda de
mandíbula destrozada, lo que no le cabeza hacia atrás, en mitad de una
impide abrir y cerrar incesantemente una fuente de chispas.
boca negra y destrozada, similar a la de Austin se lo queda mirando un
una tortuga. instante, hipnotizado por las llamas que
Austin realiza un único disparo, arden dentro de la cavidad podrida que
amortiguado por el silenciador, que echa es el cráneo del mordedor. El ojo
chispas, pero la bala no acierta en el izquierdo del cadáver brilla durante un
blanco. El balazo roza la parte superior horrible momento, emitiendo unos
de la cabeza del mordedor embarrado y destellos tan intensos que parece una
se hunde en el pantano sin causar señal de aviso. El caminante se tensa
ningún entre el barro. De pronto, le estalla la
daño.A cuatro metros y medio, Lilly oye nuca, escupiendo llamas como si fuera
el tiro. Se da la vuelta y echa mano a las la boquilla de un soplete.
pistolas, pero se le traban las piernas y El ojo izquierdo explota del mismo
se resbala en el barro. Cae de bruces modo que lo haría una bombilla
sobre la maleza y las armas se le sobrecargada, parte del tejido caliente
escapan de las manos. que sale disparado aterriza sobre
El joven intenta disparar por Austin… y entonces la criatura se hunde
segunda vez pero el mordedor trata de en el negro abismo.
hincarle el diente en la pierna. Se El muchacho se estremece, se limpia
escapa del punto de mira como una la cara y observa cautivado por unos
escurridiza ballena negra, con las momentos el espectáculo que supone el
mandíbulas abiertas y profiriendo un hundimiento del mordedor en el olvido,
gruñido apestoso. El chico da un hasta que sólo quedan burbujas que
respingo involuntario mientras un grito flotan en la superficie del pantano y un
agudo escapa de su garganta, y se le tenue resplandor bajo el fango. Al final,
cae el chico consigue apartar la mirada.
la pistola. Le propina una patada en la Recupera tanto la pistola como el
boca a la criatura y la puntera de la bota aliento.
se le queda encajada en la jaula de —Bien hecho —le felicita Lilly
negros dientes podridos y saliva pútrida. adoptando a regañadientes un tono
El mordedor embarrado cierra la boca amable mientras se abre paso por el
como un cepo. puente de troncos—. A ver…, dame la
Lilly se arrastra para recuperar las mano.
pistolas. A estas alturas, Martínez y Gus Ayuda al muchacho a levantarse,

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asegurándose de que se mantiene en pie la aeronave, yace a seis metros, y está
sobre el resbaladizo tronco. Respira tan retorcido que parece que hayan
hondo, se sobrepone al shock y vuelve a hecho un nudo con él.
guardarse la pistola en el cinturón. La —¡Gus! ¡Austin! ¡Vigilad el
mira a los ojos. perímetro! —ordena Martínez señalando
—Por poco —dice con una sonrisa el muro de pinos blancos que hay más
temblorosa—. Ese bicho podría haberte adelante—. ¡El ruido atraerá a un
cazado. enjambre!
—Sí, menos mal que estabas aquí — Los dos hombres se apresuran hacia
le responde sonriendo pese a lo el bosque con las armas en alto,
acelerado que tiene el corazón. apuntando a la oscuridad que se
—¡Lilly! extiende
La potente voz de Martínez se tras los árboles.
inmiscuye entre ambos, haciendo que la Lilly nota el calor en el rostro
chica devuelva la atención a lo que mientras se acerca a los restos del
sucede a sus espaldas. accidente. El fuselaje está volcado
A casi treinta metros, por un hueco sobre el lado derecho y la aleta de cola
que hay entre los árboles, Martínez y y el rotor trasero están doblegados por
Gus han encontrado el lugar del completo. Hay un patín que parece que
siniestro, enterrado en un ataúd de humo lo hubieran arrancado con un abrelatas.
negro y acre. La cabina y sus ventanas están
—Venga, guaperas —le dice Lilly agrietadas y empañadas, bien por la
con los dientes apretados por la tensión respiración hiperventilada de los
—. Tenemos cosas que hacer. pasajeros o por el efecto del humo. Sea
El helicóptero yace de lado en el cual sea el motivo, el caso es que es
cauce de un riachuelo seco, vomitando imposible ver qué hay dentro. El hollín
humo por el tanque de combustible roto. ha cubierto casi todas las marcas de la
No hay ninguna víctima a la vista. Lilly carrocería y el chasis, pero Lilly se da
se acerca con cautela, tosiendo y cuenta de que hay unas letras en la cola.
apartándose el humo de la cara con la Una W, puede que una R… y nada más.
mano. Ve que Martínez se dirige a la De pronto, Martínez alza la mano. El
cabina del piloto, agazapado y ruido del fuego disminuye lo suficiente
cubriéndose la boca. como para que puedan oír los gritos
—¡Ten cuidado! —le grita Lilly amortiguados que provienen del interior
mientras saca las pistolas—. ¡No sabes de la cabina. El hombre se aproxima con
qué hay dentro! paso inseguro.
Martínez toca la puerta y se quema. Lilly avanza con las Rugers en alto,
—¡Me cago en la puta! —exclama, amartilladas y listas para disparar.
retirando la mano de golpe. —¡Ten cuidado!
Lilly se aproxima aún más. El humo, Martínez respira hondo y trepa al
que ya se está disipando, empieza a costado del fuselaje. Lilly se aproxima
descorrerse cual telón y revela el suelo con las .22 apuntando a la portezuela.
blando y quemado que rodea el Haciendo equilibrios sobre el
accidente. La mujer cae en la cuenta de maltratado armazón de acero, el latino
que probablemente el piloto dirigiese el se quita el pañuelo y lo envuelve
helicóptero hacia allí para amortiguar la alrededor del tirador. Lilly oye una voz
caída sirviéndose de lo blando del suelo aguda que grita.
del lecho, cuya superficie terrosa y —¡… de aquí…!
cubierta de hojas está ahora hecha un El hombre pega un tirón.
desastre por culpa del violento impacto. La puerta se abre de un chasquido,
El roto principal, separado del resto de con las bisagras chirriando, y del

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interior de la cabina surgen una nube de con la misma rapidez con la que se
humo y una mujer andrajosa e histérica. apaga una vela.
Lleva una chaqueta rota y un pañuelo Lilly alza la vista hacia Martínez.
manchados de sangre y sale de la cabina —El piloto —musita él,
tosiendo y gritando. devolviéndole una mirada firme a Lilly.
—¡¡SACADME DE AQUÍ!!… En estos momentos, el humo ya se ha
Lilly baja las armas porque resulta disipado y el calor ya no es tan
evidente que la mujer no se ha asfixiante. Gus y Austin han vuelto para
transformado. Martínez saca a la víctima vigilar la retaguardia. Martínez se pone
de la trampa mortal. La extraña se en pie y vuelve al helicóptero
debate entre sus brazos, con una estrellado. Lilly le sigue. Se encaraman
máscara a uno de los patines rotos y se impulsan
de agonía en su cara pálida. Bajo la tela lo suficiente para poder echar un vistazo
chamuscada de sus vaqueros, se puede al interior de la cabina. El olor a piel
ver que sufre quemaduras graves en una quemada les asalta en cuanto miran
pierna, que brilla por la sangre y el pus dentro.
que la cubren. Tiene el brazo izquierdo El piloto está muerto. Dentro del
apoyado contra el estómago, y en el recinto neblinoso y chisporroteante, el
codo tiene una protuberancia, signo de hombre, cuyo nombre es Mike y viste
que tiene una fractura, que se marca una chaqueta de cuero chamuscada,
bajo yace
la manga del jersey. desplomado en el asiento, aún con el
—¡Lilly, échame una mano! cinturón de seguridad abrochado. Tiene
Alejan a la mujer del siniestro y la todo el lado izquierdo del cuerpo
bajan a ras de suelo. Parece tener treinta renegrido y desfigurado por el incendio.
y tantos años, o puede que cuarenta y Los dedos enguantados de una mano se
pocos. Es de piel clara, tiene el pelo de han derretido y fundido con la palanca
un rubio sucio, el rostro surcado de de mando. Por un breve instante, al
lágrimas y se retuerce de dolor mientras mirar en el interior del infierno en vida
balbucea histérica. que es la cabina, a Lilly le da la
—¡No lo entendéis! ¡Tenemos sensación de que ese tipo era un héroe.
que…! Consiguió llevar el helicóptero hasta la
—Tranquila, tranquila —intenta esponjosa superficie del arroyo,
calmarla Lilly mientras le aparta los salvando así la vida de la pasajera, que
cabellos húmedos de la cara—. tal vez fuera su mujer o su novia.
Podemos ayudarte, tenemos un médico —Ya es demasiado tarde para hacer
no muy lejos de aquí. nada por este tío —murmura Martínez, a
—¡Mike…! ¡Aún está…! —Los su lado.
párpados se agitan frenéticamente, el —Lo sé —responde bajando de
cuerpo se sacude entre espasmos de nuevo hasta el suelo.
dolor, los ojos se le ponen en blanco por Echa un vistazo al claro, donde
la conmoción—. No podemos irnos, Austin está arrodillado junto a la mujer
tenemos que… Hay que sacarle… ¡¡Hay inconsciente para comprobarle el cuello
que sacarle!! en busca de pulso. Gus, nervioso, no le
Lilly le acaricia la mejilla, que está quita el ojo de encima al bosque. Lilly
tan viscosa y húmeda como una ostra. se limpia la cara.
—Intenta tranquilizarte. —Pero… supongo que deberíamos
—… Tenemos que enterrarlo, es hacer lo que nos ha pedido la mujer,
algo que… Antes de que él… ¿no?
La cabeza de la mujer se desploma Martínez baja del patín y mira la
hacia el lado cuando cae inconsciente extensión de tierra, cada vez menos

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inundada por el humo, cortesía del SEIS
viento que se lo lleva. Se frota los ojos.
Consiguen volver al camión justo
—No lo sé.
cuando el sol empieza a ponerse y las
—¡Jefe! —exclama Gus desde los
sombras del bosque se alargan a su
límites del bosque, desde cuyas
alrededor. Exhaustos por el viaje de
profundidades el viento arrastra ruidos
vuelta por la hondonada, donde se
perturbadores—. Creo que deberíamos
encontraron con varios caminantes, les
plantearnos salir de aquí cagando leches
piden a David y Barbara que les ayuden
cuanto antes.
a arrastrar los cuerpos —cada uno atado
—¡Ya vamos! —responde Martínez
a una camilla fabricada con troncos de
antes de girarse hacia Lilly—. Nos
abedul y ramas de sauce— aprisa, hasta
llevamos a la mujer.
la escotilla trasera del camión. Los
—Pero ¿qué pasa con…?
levantan uno a uno y los meten en el
Martínez baja la voz.
abarrotado compartimento de carga.
—Sabes lo que va hacer el
—Tened cuidado con ella —les
Gobernador con este tío, ¿no?
advierte Lilly a David y a Barbara
Una corriente de ira invade a la
mientras colocan la camilla sobre la que
chica.
descansa la mujer entre dos pilas de
—Esto no tiene nada que ver con el
cajas de comida.
Gobernador.
La accidentada está empezando a
—Lilly…
recobrar el conocimiento y mueve la
—Este pobre diablo le ha salvado la
cabeza de un lado a otro, agitando los
vida a la mujer.
párpados. No queda mucho espacio para
—Escúchame. Ya nos va costar la
que quepa más gente en el camión, y a
hostia que ella cruce el bosque.
Barbara le toca recolocar a toda prisa
—¿Y te crees que el Gobernador no
las cajas y los montones de paquetes
se va enterar de que hemos dejado atrás
para hacer sitio.
al piloto? —pregunta Lilly con un
—Está bastante mal, pero aguanta —
suspiro.
comenta Lilly, subiéndose al
Martínez le da la espalda y escupe
compartimento—. Ojalá pudiera decir lo
con furia. Se limpia la boca. Reflexiona
mismo del piloto.
sobre el asunto.
Todos se giran hacia la escotilla,
—¡Jefe! —vuelve a gritar Gus, que
donde Gus y Martínez están levantando
parece extremadamente nervioso.
el cadáver del hombre, cuyos restos
—¡He dicho que ya vamos, coño!
desfigurados siguen atados a la cama
El hombre del pañuelo se queda
portátil, para meterlo en la parte trasera
mirando el suelo chamuscado, pensativo
del camión. David tiene que hacer hueco
y atormentado…, hasta que la decisión
para el cuerpo, así que empuja una pila
está clara.
de latas de melocotón contra la pared y
consigue despejar un estrecho trozo de
suelo, entre una torre de paquetes de
especias y media docena de tanques de
propano.
David se limpia las manos artríticas
en la camisa de cambray mientras
contempla los restos abrasados del
piloto.
—Esto plantea un dilema.
Lilly echa la vista atrás mientras
Martínez escudriña el oscuro espacio.

38
—Hay que enterrarle. Es una larga El golpetazo de las puertas de la
historia. cabina al cerrarse sobresalta a todo el
—Pero ¿y si…? —pregunta David mundo. El motor ruge. El chasis se
con los ojos fijos sobre el cadáver. estremece y vibra bajo sus pies. Lilly se
—Vigílale —le ordena Martínez—. agarra a las cajas mientras el camión da
Si se transforma durante el camino, marcha atrás, envuelto en un remolino de
métele un balazo. Le prometimos a la humo y polvo.
señora que… La mujer joven ve a través de la lona
—¡No va a conseguirlo! ondeante cómo los caminantes están
El repentino estallido consigue que cada vez más cerca.
Lilly dedique de nuevo toda su atención El vehículo va disparado contra los
a la mujer, que se retuerce sobre el muertos, derribándolos como si fueran
suelo de hierro, envuelta todavía en bolos y aplastándolos bajo las ruedas;
ramas de sauce, sacudiendo la cabeza los pisotea mientras el motor chirría
ensangrentada. Los ojos, febriles y ruidosamente, y durante un momento
abiertos de par en par, están clavados en patina por culpa de la grasa de los
el techo del camión. Balbucea de forma órganos podridos.
incoherente, como si estuviera hablando Las ruedas ganan firmeza sobre el
en sueños. asfalto, Gus mete la primera y el camión
—Mike, estamos al sur… ¿¡Y… y la sale a toda leche, derrapando por la
torre!? autopista, de vuelta a Woodbury. Lilly
—Tranquila, cielo. Ahora estás a mira a la rubia.
salvo —intenta tranquilizarla Lilly, —Aguanta, cielo, te vas a poner
arrodillada a su lado. bien. Vamos a llevarte a que te vea un
Barbara se dirige a la esquina médico.
contraria del compartimento y arranca Barbara derrama más agua sobre los
con rapidez el aro de protección de una labios agrietados y quemados de la
garrafa de cuatro litros de agua filtrada. mujer.—
Acto seguido, se dirige con ella hacia la Me llamo Lilly, y ella es Barbara.
mujer herida. ¿Me dices tu nombre?
—Toma, cariño, echa un trago. La malherida farfulla algo inaudible,
Mientras bebe, la mujer se retuerce sus palabras quedan amortiguadas por el
en la camilla, invadida por una ola de estrépito del camión.
dolor que le recorre el cuerpo. Tose e —Repítemelo, cariño —le pide
intenta hablar. Lilly acercándose más—. Dime cómo te
—Mike, ¿está…? llamas.
—¡Joder! —Chrisss… Chris… tina —
Es la voz de Austin, que proviene de consigue decir entre dientes.
la parte de atrás, mientras el joven lucha —Christina, no te preocupes… Todo
por subirse al camión. Nervioso, ve que va a salir bien, vas a salir de ésta.
un grupo de caminantes emerge del Le acaricia la frente empapada en
bosque. Están a veinte metros, pero la sudor a la mujer, que tiembla y se
distancia es cada vez menor. Son al retuerce en la camilla, respirando rápida
menos diez, todos varones de gran y agitadamente. Entrecierra los ojos y
tamaño con bocas hambrientas que mueve los labios, pronunciando una
lanzan mordiscos al aire a medida que letanía silenciosa y agónica que nadie
se aproximan. Los ojos lechosos brillan alcanza a oír.
bajo la luz del atardecer. Austin sube a Lilly le pasa la mano por los
bordo con la pistola empuñada en una cabellos apelmazados.
mano sudorosa. —Todo va a salir bien —repite sin
—¡Idos a tomar por culo! cesar, más para convencerse a ella

39
misma que a la víctima. preguntar de nuevo Christina con una
El camión ruge por la autopista con especie de graznido.
el alerón trasero cortando el aire. Stevens se dirige a una pila que hay
Lilly echa la vista atrás y ve los al lado, se lava las manos y se las seca
altos pinos del exterior pasando a toda antes de responder.
velocidad, convertidos en un manchón. —Podría serte sincero y decir que
La puesta de sol tras las copas de los estás en el Noveno Círculo del Infierno
árboles provoca un efecto pero, por el momento, voy a abstenerme
estroboscópico que resulta casi de hacer comentarios personales. —Se
hipnótico. Durante una fracción de encara hacia ella y, con una cálida
segundo, se pregunta si de verdad todo aunque algo cínica sonrisa, le dice—:
va a salir bien. Quizá ahora Woodbury Estás en Woodbury, Georgia, una
sea un lugar más estable. Quizá los metrópolis en continuo crecimiento de
métodos maquiavélicos del Gobernador quién coño sabe cuántos habitantes. Soy
les mantengan a salvo del exterior. el doctor Stevens, y ella es Alice. Son
Quiere creer en Woodbury. Quizá ésa las siete y cuarto y, por lo que tengo
sea la clave, creer sin más. Quizá con entendido, te rescataron de entre los
ello baste para salir adelante… restos de un helicóptero estrellado esta
Quizá, quizá, quizá, quizá… tarde, ¿me equivoco?
—¿Dó… dónde estoy? —pregunta Christina consigue asentir y se
una voz ronca, ahogada y temblorosa. encoge por culpa de una punzada de
El doctor Stevens se halla ante una dolor en el abdomen.
cama, ataviado con su raída bata de —Esa zona la vas a tener delicada
laboratorio y sus gafas con montura de durante un tiempo —le cuenta Stevens
alambre. mientras se seca las manos con la toalla
—Vas a estar mareada durante un —. Tenías quemaduras de tercer grado
rato —le dice—. Te hemos suministrado en el veinte por ciento del cuerpo. La
un par de tranquilizantes. buena noticia es que no creo que vayas
La mujer que responde al nombre de a
Christina yace tumbada en decúbito necesitar injertos de piel, sólo tienes un
supino en una camilla improvisada, en edema de nada que estamos tratando de
las catacumbas de cemento de color forma intravenosa. Por suerte para ti,
ceniza que hay bajo la pista de carreras. nos quedaban tres litros de glucosa…,
Lleva puesta una bata usada de felpa y litros que te estás tragando como si
tiene el brazo derecho protegido por un fueras un marinero borracho. A saber
sucedáneo de escayola fabricado con cómo, pero el caso es que te las
ramitas y adhesivo médico. Se gira para arreglaste para fracturarte el brazo en
evitar que la cruda luz halógena le dé en dos sitios distintos. También estaremos
el rostro, pálido y ceniciento. pendientes de eso. Me han dicho que te
—Alice, sujeta esto un momento — llamas Christina, ¿no?
le pide Stevens entregándole el vial de Ella asiente.
fluidos intravenosos a la joven Stevens enciende una linterna de
enfermera, que también lleva una bata bolsillo y se agacha para inspeccionarle
de los ojos.
laboratorio ajada y tiene el pelo rubio —¿Cómo va tu memoria a corto
recogido en una coleta. Alice se obliga a plazo, Christina?
sonreír mientras sujeta en lo alto el vial, Al respirar, siente un terrible dolor
que está conectado a una aguja cuando el aire recorre su garganta con
inyectada un tenue silbido.
en la piel de la convaleciente. —La memoria bien… El piloto…
—¿Dón… dónde estoy? —consigue Mike, se llama… Se llamaba… ¿Lo

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han…? —¿Lo han…? ¿Cómo decirlo? —Se
El doctor se guarda la linterna y encoge de hombros—. ¿Lo han
adopta un gesto solemne. «votado»? ¿Es un funcionario electo?
—Lamento decirte que tu amigo El médico le dedica otra mirada
murió en el accidente. cargada de significado a Alice.
—Ya lo sé… —dice Christina, —Pues, vaya, la verdad es que es
esforzándose por asentir con la cabeza una pregunta interesante.
—, pero me preguntaba… El cuerpo, ¿lo —Sí que lo han votado —refunfuña
han traído? Alice—, pero sólo una persona: él.
—De hecho, sí. El doctor se frota los ojos.
—Mejor —afirma tragando saliva —Es un asunto complicado —dice,
con fuerza—, porque le prometí que le midiendo sus palabras—. Tú eres nueva
daría un entierro cristiano. aquí. Este hombre… es el macho alfa de
El hombre baja la mirada al suelo. la perrera. Es el líder por omisión.
—Eso es muy loable, darle un Mantiene el orden encargándose del
entierro cristiano —comenta. Stevens y trabajo sucio. —Una fina sonrisa que
Alice intercambian miradas. Él vuelve a desprende desdén por los cuatro
mirar a la paciente y, con una sonrisa, le costados cruza los delgados rasgos de
dice—: Cada cosa a su tiempo, ¿vale? Stevens—. El problema es que el
Por ahora, vamos a centrarnos en que Gobernador ha acabado cogiéndole el
vuelvas a estar en forma. gustillo.
—¿Pasa algo? ¿He dicho algo malo? —No te entiendo —admite
—No es nada —responde, mirando Christina.
pensativo a la mujer herida—, no te —Mira —le explica Stevens
preocupes. volviéndose a poner las gafas y
—¿Pasa algo porque quiera enterrar pasándose los dedos por el cabello con
a mi piloto como Dios manda? aire cansado—, hagan lo que hagan con
—Mira, te voy a ser sincero. — los restos de tu amigo…, hazme caso.
Stevens suspira—. Dudo mucho que lo Llóralo por tu cuenta y ríndele homenaje
vayas a enterrar. en silencio.
Christina gruñe al incorporarse. —No lo entiendo.
Alice la ayuda a sentarse y le sujeta el Stevens cruza una mirada con Alice
brazo en alto con delicadeza. Christina y pierde la sonrisa.
mira al doctor. —Te pondrás bien —le dice a
—¿Dónde narices está el problema? Christina, mirándola a los ojos—.
Stevens dirige la mirada a Alice y Dentro de una semana, más o menos,
luego a la paciente. cuando se te cure el brazo, puede que
—El problema está en el quieras largarte de aquí.
Gobernador. —Pero si yo no…
—¿Quién? —Y otra cosa —le dice Stevens,
—El que manda aquí —responde mirándola fijamente, muy serio y con
Stevens. Se quita las gafas, saca un una voz una octava más grave—. Este
pañuelo y limpia los cristales con hombre, el Gobernador…, no es de fiar.
cuidado mientras continúa—: Supongo ¿Lo entiendes? Es capaz de todo, así
que se cree que es una especie de que
funcionario público. De ahí el nombre. mejor que ni te acerques a él. Y espera
—¿A ese hombre…? —pregunta con paciencia el momento en el que
Christina con el ceño fruncido, en una puedas irte de aquí. ¿Entiendes lo que te
mueca de confusión, buscando las digo?
palabras—. ¿Lo han…? Ella no le contesta y, en lugar de
—¿Que si lo han qué? ello, clava los ojos en los suyos,

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mientras asimila lo que le ha dicho. suministros. Vive a media manzana de
La oscuridad se cierne sobre el distancia del piso de Lilly, al oeste. Se
pueblo. Tras algunas ventanas ya se acerca con una enorme sonrisa
atisba la luz de las linternas; otras expectante en mitad del rostro.
vibran con la impredecible corriente de —Deja que te ayude.
los generadores. Por la noche, —No hace falta, Austin, ya puedo yo
Woodbury hace gala del ambiente sola —le asegura mientras él intenta
surrealista y moderno propio de un quitarle la caja de las manos. Durante un
asentamiento del siglo XXI que se ha momento incómodo, es como si jugaran
visto transportado al siglo XIX, un al tira y afloja. Al final, Lilly se da por
ambiente que se ha extendido por casi vencida—. Vale, vale, cógela.
todos los asentamientos del mundo Austin camina feliz junto a ella,
posplaga. En una esquina hay unas cargando con la caja.
antorchas cuya luz baña un McDonald’s —Menudo subidón de adrenalina
tapiado y profanado, y un color naranja hoy, ¿eh?
amarillento, se refleja en las ruinas de —Tranquilo, Austin, no te vengas
los arcos dorados medio derruidos. arriba.
Los hombres de Martínez, apostados Se dirigen al edificio de Lilly. A lo
en grúas situadas en lugares lejos patrulla un hombre armado por
estratégicos delante de una hilera de remolques que
de la barricada, están empezando a hay al final de la calle. Austin le dispara
enfrentarse con un número cada vez a la chica la misma sonrisilla
mayor de sombras que se acercan desde provocadora que lleva semanas
las arboledas cercanas. La afluencia de dedicándole.
caminantes ha aumentado ligeramente —Parece que hemos probado juntos
desde que la partida de reconocimiento el sabor de la camaradería del campo de
volvió, y ahora los destacamentos batalla, ¿eh? Nos hemos unido bastante,
armados con pistolas del calibre .50 que ¿no?
hay en los extremos norte y oeste —Austin, para, por favor.
retumban con el sonido intermitente de —Estás empezando a caer bajo mis
los disparos. El pueblecito, sumido en el encantos, ¿verdad?
crepúsculo neblinoso y púrpura del Ella menea la cabeza y suelta una
ocaso, parece un campo de guerra. pequeña carcajada pese a que Austin le
Lilly Caul deja atrás un pórtico con está poniendo de los nervios.
escaparates, de camino a su —Hay que reconocer que eres
apartamento, avanzando como puede incansable.
bajo el peso de una caja de melocotones —¿Qué plan tienes para esta noche?
repleta de provisiones. A su espalda —¿Me estás pidiendo una cita?
alcanza a oír el eco de la retahíla de —Hay combate en el estadio. ¿Por
disparos automáticos que inunda la calle qué no dejas que te lleve? Me traeré los
desierta. Se detiene y echa la mirada regalices que me he encontrado hoy.
atrás al oír una voz que se alza por —No soy muy fan… —dice Lilly,
encima de los disparos. perdiendo la sonrisa.
—¡Lilly, espera! —¿De qué? ¿Del regaliz?
Las descargas de luz estroboscópica —Qué gracioso… Esos combates
de las balas trazadoras que vuelan por el son una animalada. Preferiría comer
cielo dibujan la silueta de un joven cristales rotos.
vestido de cuero y con los cabellos —Si tú lo dices… —Austin se
rizados y oscuros al aire que se dirige resigna y se encoge de hombros. Los
hacia ella a zancadas. Austin lleva al ojos le brillan al tener una idea—. A ver
hombro una bolsa de lona cargada de qué te parece esto: en vez de tener una

42
cita, ¿por qué no me das unos cuantos gilipollas —le tranquiliza y, sin previo
consejos algún día? aviso, se inclina por encima de la caja y
—¿Consejos sobre qué? le da un beso inocente en la mejilla—.
—Sobre cómo enfrentarme a los Lo que pasa es que eres joven.
muertos —dice adoptando de golpe una Se da la vuelta y entra en el edificio,
expresión solemne—. Voy a serte dándole educadamente con la puerta en
sincero. Desde que empezó esta las narices.
situación de mierda, como que me he Austin se queda parado de pie
estado escondiendo en grupos grandes. durante bastante rato, con la mirada
En realidad nunca he tenido que perdida en la puerta de roble, frotándose
apañármelas yo solo. Tengo mucho que la mejilla como si se la hubieran mojado
aprender. No soy como tú. con agua bendita.
—¿A qué te refieres? —le pregunta —¿Doc?
mientras caminan. Tres golpes rápidos y fuertes acaban
—Tú eres la hostia, Lilly… Eres con la tranquilidad de la enfermería
fría y calculadora, eres muy Clint improvisada, seguidos por la
Eastwood. inconfundible voz ronca con un ligero
Llegan a la carretera que hay acento rural de Georgia que espera tras
enfrente del edificio donde vive ella y la puerta.
que ahora está envuelto entre las —¿Se puede visitar a la nueva
sombras. En la creciente oscuridad, las paciente?
vides muertas de kuzu que cubren la Al otro lado de la habitación de
fachada de ladrillo rojo recuerdan a un cemento, el doctor Stevens y Alice se
tejido canceroso. miran entre sí. Están ante una palangana
Lilly se detiene y se gira hacia de acero inoxidable, esterilizando
Austin. instrumentos en un balde de agua
—Gracias por ayudarme, ya me hirviendo desde la cual sube un vapor
apaño yo —le dice, cogiendo la caja y que cruza sus rostros tensos.
mirándole—. Eso sí, te voy a decir una —¡Un momento! —grita Stevens
cosa. —Se humedece los labios y siente mientras se seca las manos y se dirige a
una punzada emocional en su interior—. la puerta.
Antes no era así. Tendrías que haberme Antes de abrirla, echa un vistazo a la
visto al principio: me daba miedo hasta paciente, sentada en un lado de la
mi propia sombra. Pero hubo gente que camilla y balanceando las piernas
me ayudó cuando me hizo falta, y no larguiruchas y vendadas. Christina, aún
tenían por qué hacerlo, créeme. Pero el en bata, le da sorbos a una taza de
caso es que me ayudaron. plástico con agua filtrada, y se tapa el
El chico asiente en silencio y espera abdomen con una manta de lana. Tiene
a que Lilly termine, porque parece que el rostro hinchado y tenso, pero sigue
algo la carcome por dentro. Algo siendo hermoso, incluso con el pelo
importante. rubio enmarañado y recogido con una
—Te enseñaré unos cuantos trucos goma.
—dice por fin—. Y por cierto, ésta es la En lo que tarda en abrir la puerta,
única manera de sobrevivir: sucede algo entre ellos que tanto médico
ayudándonos los unos a los otros. como paciente dan por sobreentendido.
Él sonríe; por primera vez desde que —¡Me han dicho que una señorita
Lilly lo conoce, muestra una sonrisa muy valiente se ha unido a nosotros! —
cálida, sincera e inocente. exclama el visitante, entrando en la sala
—Gracias, Lilly. Perdona por como si fuera una fuerza de la
haberme portado como un gilipollas. naturaleza. El Gobernador va vestido
—No te has portado como un como un soldado retirado (chaleco de

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cazador, jersey negro de cuello alto y oscuros como los de un puma, que la
pantalones de camuflaje metidos por inquieta.
dentro de las botas negras de combate), El Gobernador no le quita la vista de
lo que le da el aspecto de un dictador encima, sombría y brillante, ni cuando
degenerado del tercer mundo. El pelo se dirige al resto del grupo.
negro, que le cae por los hombros, brilla —Escuchad, ¿os molesta si la
y se agita mientras entra en la señorita y yo hablamos en privado?
enfermería Christina quiere alzar la voz,
como Pedro por su casa. negarse, pero la personalidad del
—He venido a presentar mis hombre es tan fuerte como un río, que
respetos —dice, con el bigote retorcido ruge inundando la enfermería. Sin
formando una sonrisa. mediar palabra, los demás se miran
Gabe y Bruce entran tras él, tan entre sí y, uno a uno, resignados y
serios y alertas como si fueran agentes mansos, abandonan la habitación. El
secretos. último en salir es Dave, que se detiene
—Ahí está —dice Philip Blake en en el umbral de la puerta.
dirección a la chica que descansa —Estaré aquí fuera, jefe —le
sentada en la camilla. Se acerca, coge comunica.
una silla plegable de metal que hay Y entonces…
cerca y la suelta al revés al lado de la Clic.
cama. Se sienta y le pregunta a Christina
—: ¿Cómo te va, pequeña? SIETE
Ella deja la taza de agua y se tapa el
—Bueno, pues bienvenida a Woodbury,
escote recatadamente con la manta.
Christina —dice el Gobernador, sin
—Bien, supongo. Todo gracias a
dejar de dedicarle una sonrisa
esta gente.
electrizante a la mujer—. ¿Puedo
El Gobernador se espatarra en la
preguntarte de dónde eres?
silla y reposa los brazos delgaduchos en
Christina respira hondo, con la
el respaldo. La mira con la alegría
mirada gacha en su regazo. Por alguna
excesivamente entusiasta de un
razón que ni ella alcanza a comprender,
vendedor
siente la necesidad de no decir que
ambulante.
trabajaba en un canal de televisión.
—El doctor Stevens y Alice, aquí
—De un suburbio de Atlanta. Lo
presentes, son los mejores, ya lo creo
pasamos bastante mal —dice en su
que lo son. No sé cómo nos las
lugar.—
apañaríamos sin ellos.
Yo soy de un pueblucho de mierda
—Christina, te presento a Philip
que se llama Waynesboro, en las afueras
Blake —dice Stevens desde el otro lado
de Savannah —dice con una sonrisa aún
de la habitación—. También se le
mayor—. No somos tan refinados como
conoce como «el Gobernador». —El
los ricachones de Fortunatlanta.
doctor suspira y aparta la mirada, como
—Te aseguro que de rica no tengo
si este despliegue de cordialidad falsa
nada —responde encogiéndose de
le diera asco—. Philip, ella es
hombros.
Christina.
—Toda esa zona se ha ido a la
—Christina —ronronea el
mierda, ¿no? Esa guerra sí que la
Gobernador, probando si el nombre es
ganaron los mordedores —dice
de su talla—. Creo que es el nombre
disparándole otra vez esa sonrisa—. A
más bonito que he oído nunca.
no ser que sepas algo que yo no sé.
De repente, a la recién llegada le
Ella se le queda mirando sin decir
entra un escalofrío de recelo. Hay algo
nada. La sonrisa del Gobernador se
en los ojos del hombre, hundidos y

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desvanece. resuena dentro de la cabeza de
—¿Me cuentas cómo acabaste en ese Christina. «No te fíes de él, no tiene
helicóptero? límites».
Por un instante, duda. —No sabía que se me estuviera
—El piloto era… amigo mío. Se juzgando —dice con un susurro quedo.
llamaba Mike. —Se obliga a abandonar El rostro del hombre, enjuto y
las reticencias—. El caso es que le surcado de arrugas, se transforma,
prometí que le daría un entierro perdiendo todo rastro de afabilidad.
cristiano. —Siente la ardiente mirada —No me tengas miedo.
del Gobernador, que la abrasa como si —No te tengo miedo —le responde.
fuera un horno, y le pregunta—: ¿Crees —Lo cierto es que no quiero obligar
que sería posible? a nadie a que haga algo que no quiera,
El hombre enjuto acerca más aún la no quiero que nadie salga herido.
silla a la cama. Con el aire distraído de quien se
—Creo que algo podremos ajusta los gemelos, pone una mano
organizar, si haces lo que te pida. nudosa en el borde de la cama, entre los
—¿Si hago qué? muslos de Christina. Provocadoramente,
—Contestar algunas preguntas, nada sin tocarla, tan sólo reposando entre las
más —dice encogiéndose de hombros. piernas vendadas de la mujer. Él no
Se saca un paquete de chicles del aparta la mirada de ella en ningún
bolsillo del chaleco, coge uno y se lo momento.
mete en la boca. Le ofrece otro a ella, —Lo que ocurre es que haré lo que
que lo rechaza. Se los guarda, se acerca haga falta para garantizar la
de nuevo y le dice—: Mira, Christina, el supervivencia de esta comunidad. ¿Está
caso es que tengo una responsabilidad claro?—
para con mi gente. Tengo que hacerte… Sí —asiente ella, mirándole la
una especie de auditoría. mano y la roña que tiene bajo las uñas.
—Te contaré todo lo que quieras —Entonces, ¿por qué no empiezas a
saber —le asegura. hablar, cariño, y yo te escucho?
—¿El piloto y tú estabais solos o Christina suspira angustiada y
había más gente con vosotros antes del cambia de postura. Fija la mirada en el
despegue? regazo.
Ella vuelve a tragar saliva con —Trabajaba en el Canal 9, WROM,
fuerza y se envalentona. la afiliación de la Fox del norte de
—Nos refugiábamos con más gente. Atlanta. Era la productora de algunas
—¿Dónde? secciones: mercadillos de repostería,
—Pues…, donde pudimos —dice mascotas perdidas y cosas así.
encogiéndose de hombros. Trabajaba en la torre enorme esa de
El Gobernador sonríe y sacude la Peachtree, la que tiene un helipuerto en
cabeza. el tejado. —Cada vez le cuesta más
—A ver, Christina, con eso no me respirar, y el dolor la atenaza mientras
vale. Coge la silla y la pone pegada a la habla—: Cuando tuvo lugar la
camilla, tan cerca que ella puede oler su Transformación, unos veinte nos
aroma a cigarrillos, chicle y algo quedamos encerrados en el estudio.
identificable, como carne pasada. Durante un tiempo, sobrevivimos
—En los juicios —afirma el gracias a la comida de la cafetería del
Gobernador—, los buenos abogados cuarto piso, y después empezamos a ir a
pueden apañárselas para protestar si buscar suministros con el helicóptero
creen que el testigo está ocultando que utilizaban para cubrir las noticias de
información. tráfico.
«Está a punto de pasarse de la raya», Christina se queda sin aliento unos

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instantes. productora que no aguanta gilipolleces
—¿Les quedan suministros? — de nadie.
pregunta el Gobernador mirándola —¿Estás de broma?
fijamente. —Te lo digo totalmente en serio,
—No queda nada —niega mientras cielo. Estamos creando algo bueno y
sacude la cabeza—. Ni comida, ni duradero, y siempre andamos buscando
electricidad, ni nada. Cuando se acabó buenas personas que se nos unan.
la comida, todos empezaron a pelearse —Creo que paso —le dice con los
entre ellos. ojos echando chispas—. Prefiero
Cierra los ojos e intenta reprimir los arriesgarme ahí fuera y enfrentarme a los
recuerdos que inundan su mente como si mordedores.
fueran fotogramas de una película snuff: —Cálmate, guapa. Sé que has
las gráficas cubiertas de sangre, los sufrido mucho, pero eso no es motivo
monitores llenos de nieve, aquella para rechazar una oferta tan buena. Aquí
cabeza cortada en el congelador estamos levantando una comunidad.
infestado y los gritos que se oían todas —¡Venga ya! —le espeta, casi
las noches. escupiéndole—. Lo sé todo sobre ti.
—Mike, bendito sea, me protegió… —Vale, se acabó —dice el
Era el piloto de tráfico, trabajamos Gobernador, como si fuera un profesor
juntos durante años. Y por fin, él y yo… que intenta tranquilizar a un estudiante
conseguimos colarnos en la azotea y huir revoltoso—. Vamos a ver si nos
en su helicóptero. Creíamos que éramos relajamos un poco.
libres pero no nos dimos cuenta… de —Puede que tu pantomima de líder
que había alguien en nuestro grupo que benevolente engañe a estos paletos…
estaba obsesionado con evitar que nadie El Gobernador se abalanza sobre
más se fuera. Saboteó el motor. Lo ella y le da una bofetada con el dorso de
supimos de inmediato. Apenas sí la mano en la cara amoratada, con la
logramos salir de la ciudad. Recorrimos fuerza suficiente para estamparle la
unas cincuenta millas o así antes de cabeza contra la pared.
empezar a oír…, antes de ver… — Christina ahoga un grito, parpadea y
Sacude la cabeza con pesadumbre y afronta el dolor. Se frota el rostro y
alza consigue recuperar el suficiente aliento
la vista—. Bueno, ya conoces el resto de como para dirigirle la palabra al
la historia —dice, intentando que no se Gobernador de forma calmada.
note que está temblando. Su tono se —He colaborado con gente como tú
vuelve más cortante y triste cuando en el trabajo. ¿En serio te has
concluye—: No sé qué quieres de mí. autoproclamado gobernador? No eres
—Has pasado por mucho —le dice más que el típico matón de colegio que
el Gobernador dándole una palmadita en ha encontrado un patio de recreo donde
el muslo. mandar. El doctor ya me habló de ti.
El comportamiento del hombre Alzándose sobre ella, el Gobernador
cambia de repente. Le sonríe, se aparta asiente y esboza una sonrisa fría. Las
de la cama y se pone en pie. facciones se le endurecen. Entrecierra
—Siento que hayas tenido que sufrir los ojos, cuyos iris oscuros reflejan la
tanto. Vivimos tiempos difíciles, pero luz halógena como si fueran dos cabezas
aquí estás a salvo. plateadas de alfiler.
—¿A salvo? —Lo he intentado —murmura, más
Christina no puede evitar el estallido para sí mismo que para ella—, Dios
de ira. Los ojos se le inundan de sabe que lo he intentado.
lágrimas de rabia. Su lado agresivo sale Arremete de nuevo contra ella, pero
a la superficie, su personalidad de esta vez va a por el cuello. Christina se

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tensa en la cama mientras el Gobernador armario de acero inoxidable que hay
la asfixia. Ella le mira a los ojos y se sobre el lavabo. El rostro le devuelve la
tranquiliza de repente mientras la mirada desde la superficie líquida y
estrangula. El cuerpo empieza a sufrir plateada, como si fuera una aparición
convulsiones de forma involuntaria en la fantasmal, traslúcida, aún por nacer. Le
camilla, haciendo que las ruedas da la espalda.
chirríen, pero ya no siente dolor. La —¡Entra, Gabe!
sangre abandona su tez. Quiere morirse. La puerta se abre y el hombre calvo
—Ya casi está… —susurra con y rechoncho se asoma.
dulzura el Gobernador—, calma, —¿Va todo bien?
calma… Todo va a salir bien. —Voy a necesitar que me eches una
Los ojos se le ponen en blanco mano con una cosa —dice el
mientras el cuerpo adopta un estado Gobernador señalando el cadáver de la
lívido bajo las garras del Gobernador. mujer—. Hay que hacerlo bien. No
Las piernas dan patadas espasmódicas y hables, escucha.
derriban el soporte metálico del fluido En la segunda planta de un bloque de
intravenoso, que cae al suelo pisos situado al lado del estadio, sumido
derramando la glucosa. en el polvo y el silencio, el doctor
En silencio, el cuerpo de la mujer se Stevens está repantingado y
vuelve del todo rígido y los ojos somnoliento, con la bata de laboratorio
adoptan una mirada congelada, pálida y desabrochada y un ejemplar de la
vacua. Un momento después, el revista Bon Appétit abierta sobre su
Gobernador la suelta. tripa regordeta de aristócrata. En la caja
Philip Blake se aleja de la camilla que descansa a su lado hay una botella
sobre la que la mujer de Atlanta yace medio vacía de Pinot Noir de
muerta, con todas las extremidades contrabando. Alguien llama a la puerta y
retorcidas y colgando por el lado de la el hombre pega un respingo en el sillón.
cama. Recupera el aliento, inhalando y Busca las gafas a tientas.
exhalando profundamente mientras —¡Doc! —llama una voz
recupera la compostura. amortiguada tras la puerta, y Stevens se
En algún recodo escondido de su levanta en el acto.
cerebro, una voz protesta y lucha, pero Mareado a causa del vino y la falta
el Gobernador la encierra de nuevo en de sueño, cruza tambaleándose la sala
ese lugar oscuro y fragmentado de su de estar (por llamarla de alguna manera)
mente. de su austero apartamento, que es un
—No quedaba más remedio — laberinto de cajas de cartón y montones
murmura para sí mismo en un tono casi de material de lectura que se ha ido
inaudible, como si estuviera discutiendo encontrando. Iluminado por la luz tenue
—. No podía hacer otra cosa, no de varias lámparas de queroseno, el
podía… piso es el refugio apocalíptico de
—¿¡Jefe!? alguien que ha sido un intelectual toda su
El sonido amortiguado de la voz de vida. Durante un tiempo, Stevens estuvo
Gabe que proviene del otro lado de la pendiente de los mensajes esporádicos
puerta lo devuelve a la realidad. con información sobre la plaga que
—Un momento —grita, recuperando publicaron el CDC y Washington, de los
la fuerza de su voz—. Dame un segundo. que normalmente se enteraba de boca
Traga saliva y se acerca a la pila. de
Abre el grifo, se moja la cara, se lava los grupos de supervivientes o por
las manos y se seca con una toalla circulares que se imprimían a toda prisa
húmeda. Justo cuando está a punto de y por encargo. Sin embargo, ahora todos
irse, atisba su propio reflejo en el esos datos están acumulando polvo en el

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alféizar de la ventana, olvidados por el desbocado.
doctor, atenazado por la tristeza de —Pues eso es lo que pasa aquí —
haber perdido a su familia, una tristeza prosigue el Gobernador, colocándose
que le consume por dentro como si fuera delante de él—. Si yo caigo, tú caes. Y
radioactiva. viceversa. ¿Me entiendes?
—Tenemos que hablar —dice el —Sinceramente —responde
hombre del pasillo cuando Stevens abre tragando saliva—, no tengo ni idea de
la puerta. qué me estás hablando.
El Gobernador está de pie, envuelto —Esa mujer, Christina, creía que yo
en la oscuridad del corredor. A su era mal tipo —dice sin parar de andar a
alrededor merodean Gabe y Bruce, rifle su alrededor—. Tú no sabrás por
al hombro. El rostro adusto e hirsuto del casualidad de dónde habrá sacado esa
Gobernador brilla con una alegría falsa. idea, ¿no?
—No te molestes en sacar leche y —Mira, no… —empieza Stevens.
galletas, que no nos vamos a quedar —¡Cierra la puta boca! —grita el
mucho rato. Gobernador sacando una pistola negra
Stevens se encoge de hombros y de 9 mm; la amartilla y aprieta el cañón
acompaña a los tres hombres hasta la bajo la barbilla del doctor—. Tienes las
sala de estar. El doctor, que sigue manos manchadas de sangre, Doc. La
mareado, hace un gesto en dirección a muerte de la chica es culpa tuya.
un —¿Muerte? —pregunta Stevens,
sofá destrozado y atiborrado de cuya cabeza está inclinada hacia arriba
periódicos. por la presión del cañón—. ¿Qué has
—Si encontráis sitio para sentaros hecho?
en esta pocilga, adelante. —Lo que tenía que hacer.
—Nos quedamos de pie —dice el —¿Qué le has hecho?
Gobernador con un tono monocorde, —La he quitado de la ecuación —
inspeccionando el cuchitril. Gabe y sisea entre dientes—. Era una amenaza
Bruce se mueven alrededor de Stevens para la seguridad. ¿Sabes por qué?
como depredadores rodeando a su —Pero ¿qué…?
presa.— —¿Sabes por qué era una amenaza
Bueno, y ¿a qué debo esta para la seguridad, Doc? —insiste,
inesperada…? —comienza a decir el apretándole más el cañón—. Era una
doctor antes de que el cañón de una Colt amenaza para la seguridad por tu culpa y
le bese la nuca. Stevens se da cuenta de sólo por tu culpa.
que Gabe le está presionando la boca de —No sé de qué me hablas.
la semiautomática contra el cordón de —Eres un hombre inteligente, Doc.
las gafas y tiene el arma amartillada y Creo que sabes exactamente de lo que
lista para disparar. te
—Tú estudiaste historia, Doc — hablo —afirma el Gobernador, que
comenta el Gobernador, dando vueltas afloja la presión, guarda la pistola y
alrededor de Stevens al estilo de un sigue andando en círculos—. Gabe, ya
chacal—. Seguro que te acuerdas de basta. Déjalo en paz.
cuando en la Guerra Fría los camaradas Su secuaz aparta el arma y se retira.
rusos presumían de tener la polla El doctor, con las manos temblando,
nuclear más grande que nosotros… respira aliviado. Mira al Gobernador.
Había una expresión que usaban a —¿Qué quieres, Philip?
menudo: destrucción mutua asegurada. —¡¡Quiero que me seas leal, coño!!
DMA, lo llamaban. El repentino rugido gutural del
—Conozco el término, sí —asiente hombre parece cambiar la presión del
el doctor, con la boca seca y el corazón aire de la habitación. Los otros tres

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hombres se quedan más quietos que un qué iba a amenazar al bueno de mi
muerto. El doctor agacha la mirada con matasanos? —pregunta, y le da una
los puños apretados y el corazón palmadita en la espalda—. Sólo somos
desbocado. un par de vecinos dándole a la sinhueso
El Gobernador continúa dando y charlando sobre naderías. —Philip
vueltas alrededor de Stevens. consulta el reloj y dice—: Mira, me
—¿Sabes lo que pasa cuando encantaría quedarme a jugar a las
manchas la imagen que tienen de mí en damas
el pueblo? Que la gente se pone contigo pero tengo…
nerviosa. Y cuando se ponen nerviosos, De repente, un sonido del exterior le
se vuelven descuidados. interrumpe y llama la atención de todo el
—Philip —comienza el doctor grupo.
mirando al suelo—, no sé qué te ha Aunque al principio suena muy
dicho esa mujer… débil, el viento del este acarrea el
—La vida de la gente depende de chisporroteo inconfundible de un tiroteo
que haya equilibrio, Doc, y estás con pistolas del .50 en plena acción. La
jodiendo ese equilibrio. duración y la furia del ruido, provocado
—¿Qué quieres que diga? en varias ocasiones por más de una
—No quiero que digas nada, lo que arma, denotan que se trata de algo serio.
quiero es que escuches por una vez. —¡Esperad! —ordena el
Quiero que cierres esa bocaza de listillo Gobernador alzando la mano y girando
que tienes, me escuches y pienses en la cabeza hacia la ventana.
algo. El doctor exhala un pequeño Por el sonido, el tiroteo parece estar
suspiro teniendo lugar en la esquina noreste de
exasperado, pero no llega a decir nada. la barricada, pero a esta distancia es
—Quiero que pienses en lo que le ha difícil estar seguro.
pasado a la chica antes de que vuelvas a —Está pasando algo gordo —le dice
intentar poner a nadie más en mi contra. a Gabe.
—El Gobernador se le acerca y añade Tanto Gabe como Bruce empuñan
—: Quiero que le digas a ese sus ametralladoras Bushmaster ante
supercerebro tuyo que se concentre en ellos y les quitan el seguro.
ello. ¿Vas a hacerme ese favor? —¡Venga!
—Lo que tú mandes, Philip. El Gobernador sale como un rayo de
—Y quiero que tengas otra cosa en la habitación con Gabe y Bruce
cuenta. Quiero que tengas presente la pisándole los talones.
suerte que tienes… al poseer Abandonan a toda velocidad el
habilidades que hacen que sigas vivo. edificio donde vive Stevens, con las
El doctor alza la vista. ametralladoras preparadas y con el
—¿A qué te refieres? Gobernador en cabeza, empuñando su
—A ver cómo te lo explico —dice pistola de 9 mm, cargada y amartillada.
el Gobernador posando los ojos sobre El viento esparce basura entre los
Stevens—. Más te vale rezar porque no pies de los tres hombres mientras
nos encontremos con otro puto médico. dirigen sus pasos hacia el este. El eco
¿Te enteras? de los disparos ya se ha desvanecido en
—Me entero, Philip —asiente la brisa pero a unos 275 metros de
Stevens con la cabeza gacha—. No hace distancia ven un par de focos reflectores
falta que me amenaces. gemelos de tungsteno que perfilan los
El Gobernador le mira y sonríe. edificios.
—Venga, Doc, que soy yo —le —¡Bob!
tranquiliza, adoptando de nuevo la vieja El Gobernador ve al viejo médico
actitud de vendedor ambulante—. ¿Por espatarrado contra un escaparate, a

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media manzana. Cubierto con una manta bigote, se aparta un mechón de pelo
raída, el borracho está agazapado, negro como el carbón de delante de los
temblando, con los ojos abiertos y ojos y se dirige a sus hombres con un
mirando hacia el lugar de donde susurro.
proviene el alboroto. Por su mirada, uno —Venga, chicos, vamos a recibirles
adivina que el tiroteo le ha despertado con una fiesta de bienvenida.
hace poco, y tiene el rostro pálido y Al principio, de pie bajo un halo de
nervioso característico de quien se luz de magnesio y envuelto en una nube
despierta de una pesadilla para verse de cordita, Martínez no oye las pisadas
sumido en otra. Philip Blake se apresura ruidosas que se le acercan desde un
hacia él. tramo oscuro de una calle adyacente
—¿Ves algo, amigo? ¿Nos están porque está demasiado distraído por la
atacando? ¿Qué ocurre? confusión que se ha instaurado en la
El médico escupe un momento, ciudad después de la reciente llegada de
jadeando y resoplando. forasteros.
—No estoy seguro, he oído a un —Se las llevo al mandamás —le
tío… Venía del muro hace un dice Martínez a Gus, que está cerca de
momento… un agujero en la pared y sujeta un
Se dobla rindiéndose ante un ataque puñado de armas confiscadas: un par de
de tos. porras antidisturbios, un hacha, un par
—¿Qué dijo, Bob? —pregunta el de pistolas del calibre .45 y una especie
Gobernador posando la mano sobre el de espada japonesa adornada que
hombro del viejo y agitándolo todavía está guardada en la vaina,
suavemente. también ornamentada. El aire huele a
—Dijo… «hay nuevos», algo así, carne podrida y acero caliente, y la
«gente nueva». noche ha caído sobre el pueblo.
El Gobernador suspira aliviado. Detrás de Gus, semiocultos por el
—¿Seguro, Bob? humo de las armas recién disparadas,
El hombre mayor asiente. yacen unos cuerpos mutilados fuera de
—Dijo no sé qué sobre gente nueva la barricada, esparcidos por el
que había llegado con un grupo de pavimento del hueco. Los cadáveres que
caminantes pegados al culo. Se los acaban de eliminar humean en el frío de
cargaron a todos, eso sí. A los la noche y han dejado los adoquines
caminantes, me refiero. llenos de salpicaduras negras y
Philip le da una palmadita. brillantes.
—Pues es un alivio, Bob. Quédate —¡Como vuelva a oír que un
aquí mientras comprobamos la situación. mordedor se ha acercado a menos de
—Sí, señor, así lo haré. seis metros del muro, vais a ser vosotros
Se gira hacia sus hombres y les quienes los oigan bien de cerca! ¡Poneos
habla en voz baja. a limpiar! —ladra Martínez mirando a
—Hasta que no controlemos la los ojos de cada uno de los doce
situación, tened las armas a mano. hombres que descansan sumisos
—Hecho, jefe —responde Gabe, alrededor de Gus.
bajando el cañón de la Bushmaster y —Vosotros, seguidme —ordena a
acunándola en sus fornidos brazos. Con los recién llegados.
la mano enguantada, suelta el gatillo Los tres desconocidos, dos hombres
pero deja el dedo índice contra la y una mujer, se detienen por un instante,
culata. Bruce lo imita, sorbiéndose la atenazados por la indecisión y las dudas,
nariz con nerviosismo. con las espaldas pegadas contra la
El Gobernador contempla su reflejo barricada como prisioneros a los que
en la ventana de la ferretería. Se atusa el hubieran pillado fugándose.

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Desarmados, desorientados y sucios de dulzura que brilló en sus ojos de color
tanto viajar, los hombres visten con avellana justo antes de que lo besara, y
equipamiento de antidisturbios, y la siente una extraña mezcla de emoción y
mujer, una capucha que, a primera vista, pánico que le arde en el estómago.
parece sacada de otros tiempos, como si Los enormes focos de tungsteno
fuera el hábito de un monasterio o de cobran vida alrededor del estadio e
alguna sociedad secreta. iluminan la pista de tierra y el recinto
El latino se acerca al trío y empieza sucio. Los asientos de alrededor de
a dirigirles la palabra cuando el sonido Austin se llenan poco a poco con
de una voz conocida a sus espaldas le habitantes que no dejan de parlotear y
interrumpe. que están deseosos de ver sangre y
—¡Ya me encargo yo, Martínez! experimentar una catarsis. El aire
Se gira y se encuentra al refresca, y apesta a aceite de motor y a
Gobernador, que se acerca hacia ellos la carne putrefacta de los caminantes. El
con Gabe y Bruce siguiéndole de cerca. chico se siente extraño, como si
El Gobernador adopta a la realmente no estuviera allí, sino en otro
perfección el papel de anfitrión del lugar.
pueblo: todo afabilidad y sonrisas; salvo El joven lleva una sudadera, unos
por el hecho de que no para de abrir y tejanos y botas de motero, y el pelo
cerrar los puños. largo recogido con una cinta de cuero.
—Me gustaría ser yo el que Remolonea en el asiento, que está frío y
acompañe a nuestros invitados. duro, y siente el dolor en los músculos,
Martínez asiente y se retira en causado por las aventuras que ha
silencio. El Gobernador se toma un corrido en la excursión de la tarde. No
momento para inspeccionar el hueco que consigue ponerse cómodo. Dirige la
ha dejado el remolque que falta. mirada hacia el otro lado del estadio y
—Necesito que vayas al muro —le ve que los pórticos oscuros están llenos
explica a Martínez en voz baja haciendo de grupos de cadáveres andantes, cada
un gesto en dirección a la masacre que uno atado con gruesas cadenas y
cubre el suelo— para encargarte de los sujetado por un adiestrador. Los
caminantes que seguramente habrán adiestradores empiezan a guiar a los
atraído. mordedores al exterior y los exponen a
—Sí, señor, Gobernador —asiente la cegadora luz del campo. Los focos
sin parar—. Cuando avisamos de que plateados hacen que los rostros muertos
habían llegado no tenía ni idea de que parezcan sacados del teatro kabuki,
vendrías a recibirlos. Son todos tuyos. pintados como si fueran payasos
—Seguidme, amigos —dice el grotescos.
Gobernador con una sonrisa—. Os voy a La multitud enloquece, abuchea y
hacer una visita guiada. aplaude. Los gruñidos y gemidos
mucosos que emiten los caminantes
mientras se colocan en sus puestos en
OCHO los límites marcados con gravilla se
Esa noche, Austin llega pronto al mezclan con los gritos de los
estadio, a eso de las nueve menos espectadores y crean un estruendo
cuarto, y se sienta solo en la zona sobrenatural. Austin contempla el
inferior delantera, al final de la segunda espectáculo pero no puede quitarse a
fila, tras la verja de malla oxidada. Lilly de la cabeza. El estrépito que le
Piensa en Lilly y se pregunta si tendría rodea se desvanece… Se desvanece…
que haberle insistido más para que le Se desvanece… hasta que lo único que
acompañara esta noche. Piensa en cómo oye en su cabeza es la dulce voz de Lilly
lo miró antes, esa misma tarde, en la haciéndole una promesa.

51
«Te enseñaré unos cuantos trucos; la de las gradas. No mira atrás.
única manera de sobrevivir; ayudarnos Mientras recorre la ciudad, dejando
los unos a los otros». a sus espaldas las sombras de los
El muchacho nota que algo se le escaparates y los edificios oscuros y
clava en las costillas, y vuelve a la tapiados de la zona centro, Austin se
realidad. encuentra con seis personas que le
Mira a su alrededor y se da cuenta vienen de cara desde el otro lado de la
de que un hombre mayor se ha sentado calle.
justo a su lado. Se baja aún más la capucha, mete las
Tiene una barba amarillenta por la manos en los bolsillos y sigue andando
nicotina que adorna un rostro anciano con la cabeza gacha. Evita el contacto
tan arrugado como un pergamino, y lleva visual con el grupo, entre los cuales
un abrigo negro y raído, además de un reconoce al Gobernador, que camina
sombrero de ala ancha. Es un judío delante de tres desconocidos como si
jasídico viejo y enérgico que, a saber fuera un guía turístico, con el pecho
cómo, consiguió sobrevivir en las calles henchido de orgullo. Bruce y Gabe
de Atlanta tras la Transformación. Se cierran la comitiva, rifles de asalto en
llama Saul y al sonreírle a Austin deja mano y listos para ser usados.
ver unos dientes podridos y manchados. —El puesto de la Guardia está a
—Esta noche lo vamos a pasar de poco más de kilómetro y medio, pero
miedo, ¿a que sí? está totalmente abandonado —les
—Y tanto —contesta, sintiéndose cuenta
mareado y aturdido—. Qué ganas tengo a los desconocidos.
de que empiece. Austin nunca había visto a esta gente
Austin se gira hacia el grupo de antes, pero el Gobernador les está dando
muertos que rodea la pista, y al verlos un tratamiento VIP.
se le revuelve el estómago. A uno de los —Dentro queda todo tipo de
mordedores, un varón obeso que lleva suministros, y les hemos estado sacando
un mono de pintor manchado de bilis, se partido. Gafas de visión nocturna, rifles
le sale parte del intestino delgado por de francotirador, munición… Bueno, ya
una herida que tiene en la barriga lo habéis visto en directo. Este sitio se
porcina. A otra le falta media cara y los hubiera ido a la mierda si no tuviéramos
dientes superiores le brillan bajo los todo esto.
focos mientras forcejea con la cadena. Conforme el joven cruza por la
Austin está perdiendo a toda velocidad acera de enfrente, consigue ver mejor a
la afición por los combates. Lilly tiene los recién llegados.
razón. Baja la vista hacia el suelo Los dos hombres y la mujer parecen
pegajoso que hay bajo el banco, lleno de maltrechos, sombríos, y puede que hasta
colillas, charcos de refresco y cerveza un poco nerviosos. De los dos varones,
rancia. Cierra los ojos y se imagina el vestidos con equipamiento
rostro dulce de la chica, el rastro de antidisturbios, el mayor parece más
pecas que le surca el puente de la nariz y duro, cruel y astuto. Tiene el pelo rubio,
la curva esbelta que traza su cuello. algo de barba y camina al lado del
—Perdone —se disculpa al Gobernador.
levantarse y abrirse paso a empujones —Parece que habéis tenido suerte.
por delante del anciano. —Austin alcanza a oírle—. ¿Adónde
—¡Más vale que te des prisa, que el nos lleváis? Vamos hacia esas luces.
espectáculo va a empezar en un ¿Qué es? ¿Un partido de béisbol?
periquete! —farfulla el vejestorio sin Antes de que doblen la esquina,
dejar de parpadear. Austin echa un vistazo por encima del
El chico ya casi ha salido de la fila hombro para poder ver con mayor

52
claridad a los otros dos. El joven lleva Gobernador.
un casco antidisturbios y parece Últimamente, el miedo que le tiene
asiático, aunque no puede calcular la al hombre ha empezado a transformarse
edad que tiene a esa distancia y con tan en otra cosa. No consigue olvidar la
poca luz. imagen del Gobernador sentenciando al
Mirar a la mujer es mucho más asesino de Josh, el carnicero del pueblo,
interesante. Tiene los rasgos delgados y a sufrir una muerte horrible a manos de
bien definidos, aunque apenas se le ve el los caminantes hambrientos. Entre
rostro, que oculta bajo la capucha. Al avergonzada y satisfecha, Lilly no deja
chico le parece que debe de rondar los de revivir la venganza en sus
treinta y algo. Es afroamericana, adusta pensamientos más oscuros. El hombre
y posee una belleza étnica. se
Por un momento, a Austin le dan llevó su merecido. Quizá, y sólo quizá,
mala espina. el Gobernador sea el único recurso que
—Bueno, forasteros. —Oye que dice tienen para enmendar esa clase de
el Gobernador a medida que injusticias. Ojo por ojo.
desaparecen de su vista—. Parece que —¿Pero quién coño…? —gruñe
no somos los únicos que hemos tenido mientras se levanta del sillón.
suerte. Habéis llegado en la noche ideal. Atraviesa la habitación descalza,
Hoy tenemos combate… arrastrando los bajos de los pantalones
El viento y las sombras ahogan el de campana por el suelo de madera
resto de la conversación cuando el sucio. Viste un top interior térmico de
grupo desaparece en la esquina. Austin color verde oliva con el cuello rasgado
suspira, se deshace de la inexplicable con mucho cuidado para que haga una V
sensación de miedo que le embarga y perfecta, bajo el que lleva un sujetador
continúa su camino hacia el piso de deportivo. Alrededor del cuello esbelto
Lilly. Un minuto después está enfrente luce collares de cuero y cuentas. Se ha
del recogido los mechones rubios en un
edificio donde vive la mujer. El viento peinado a lo Brigitte Bardot. Su
ha arreciado y la basura se arremolina estrafalario sentido de la moda —que
en el umbral. Austin se detiene, se baja desarrolló en las tiendas de segunda
la capucha, se aparta un mechón rizado mano y en las del Ejército de Salvación
de los ojos y ensaya en silencio lo que de Marietta— ha sobrevivido incluso en
quiere decir. el mundo posplaga. En cierto modo, su
Se pone frente a la puerta y respira estilo es como su armadura, un
hondo. mecanismo de defensa.
Lilly está sentada junto a la ventana Abre la puerta y ve a Austin, que
en un sillón desgastado. En una mesilla está de pie en la oscuridad.
cercana hay una vela que parpadea y un —Perdona por volver a molestarte
libro de cocina abierto por el capítulo —dice avergonzado, con un brazo
de guarniciones sureñas. Unos golpes en sujetándose el otro como si se le fuera a
la puerta la sacan de su caer. Lleva la capucha de la sudadera
ensimismamiento. bien
Ha estado pensando en Josh calada, parte de su bonita cara queda
Hamilton y en las comidas tan deliciosas oculta, y por un momento a Lilly le
que hubiera preparado de haber parece una persona completamente
sobrevivido. La mezcla de pena y distinta. Los ojos ya no tienen el brillo
arrepentimiento le han dado ganas de arrogante de siempre, los rasgos se le
comer algo mejor que carne enlatada y han suavizado, y la verdadera persona
arroz instantáneo. También ha dedicado que se ocultaba bajo el caparazón que
buena parte de la noche a pensar en el se

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había creado ha salido a la luz. Él la alejándose de las luces y el ruido del
mira.— estadio todo lo que pueden. Para cuando
¿Te pillo ocupada? llegan, Lilly ya se ha subido el cuello de
—Sí —dice sonriendo—, estaba la cazadora para protegerse del tiempo,
hablando por teléfono con mi agente de que es cada vez más frío. El aire huele a
bolsa para que distribuyese mis millones metano y gases de pantano mezclados
entre todos los fondos de cobertura que con un aroma a podredumbre, y el olor
tengo en paraísos fiscales. los envuelve en las sombras de la zona
—¿Vuelvo en otro momento? de estacionamiento, iluminada por la
—Se llama «broma», Austin —dice tenue luz de luna. Lilly pone al chico en
Lilly con un suspiro—. ¿Te acuerdas de varios tipos de situaciones, a prueba, lo
lo que es el humor? reta. Austin lleva la Glock de 9 mm,
El chico asiente con expresión triste. además de un cuchillo de cazador atado
—Ah, vale. —Consigue sonreír—. con tiras de cuero en el muslo derecho.
Es que esta noche estoy un poco —Venga, no te pares —le dice Lilly
espeso. a Austin cuando avanza despacio por la
—¿Qué puedo hacer por ti? linde del bosque, pistola en mano y con
—Pues, a ver… el dedo fuera del gatillo.
Echa un vistazo a la calle oscura. Llevan ya casi una hora y el chico
Casi todo el pueblo está en el estadio empieza a ponerse nervioso. El bosque
viendo el espectáculo nocturno y el está lleno de vida nocturna, como
viento esparce la basura por las aceras demuestra el ruido de los grillos y de las
desiertas y silba entre los difuntos ramas que crujen, y de sombras
cables de alta tensión, provocando un amenazantes que no dejan de moverse
zumbido espeluznante. Sólo unos pocos tras los árboles.
hombres de Martínez se han quedado en —Tienes que estar siempre en
sus puestos, en las esquinas de las movimiento —le dice ella, que camina a
barricadas, para patrullar por el muro su lado con la autoridad y la calma de un
con los AR-15 y los prismáticos. De vez sargento instructor—, pero ni muy
en cuando barren los bosques cercanos rápido ni muy lento, y mantente alerta.
con la luz plateada de un foco reflector. —A ver si adivino: tal y como lo
—Estaba pensando, ehm, que igual estoy haciendo, ¿no? —responde Austin
si no estás muy ocupada —tartamudea con un deje de desesperación en la voz.
evitando mirarla a los ojos—, a lo La pistola tiene acoplado al cañón
mejor podrías, no sé, entrenar un poco un silenciador de Lilly. Lleva la cara
esta noche. bien cubierta por la capucha. Alrededor
—¿Entrenar? —pregunta ella del bosque hay una verja de tela
mirándole con recelo. metálica que antaño hacía las veces de
—Me refiero —explica Austin medida de seguridad de la estación. En
carraspeando y con la mirada en el suelo una hilera de vías abandonas y cubiertas
— a lo que me dijiste de que a lo mejor por la maleza hay esparcido un rastro de
me enseñabas algunos trucos…, me cenizas.
dabas algún consejo que otro para…, —Te dije que te quitaras la capucha
pues… pues para enfrentarme a los —le recuerda Lilly—. Así limitas tu
mordedores y protegerme. visión periférica.
Ella le mira y respira hondo antes de Austin sigue su consejo y continúa
sonreír. avanzando por el borde del bosque.
—Espera un momento, voy a por las —¿Qué tal así?
pistolas. —Mejor. Siempre has de saber por
Se dirigen a la estación de tren que dónde te mueves. Ésa es la clave. Es
hay en las afueras, al este del pueblo, más importante que el arma que uses, o

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cómo empuñes el rifle, el hacha o lo que cráneo, porque hay que atacar con
lleves. Siempre has de ser consciente de decisión.
lo que tienes a ambos lados y a la Lilly se da cuenta de que a seis
espalda para poder emprender una huida metros hay un pedazo de madera suelto
rápida si hace falta. —una traviesa de vía bañada en
—Lo pillo. creosota— en el camino. Se acerca en
—Y nunca, nunca, jamás de los silencio.
jamases, dejes que te rodeen. Son —Sigue —dice, dándole una patada
lentos, sutil al madero, que cae en mitad del
pero si se juntan los suficientes acabarás camino de Austin—, ¿por qué hay que
teniendo que enfrentarte a una horda. atacar con decisión?
—Sí, ya me lo has dicho. Austin, que sigue reculando de forma
—Lo importante es que siempre despreocupada, suspira cansado.
sepas hacia dónde huir si llega el —Hay que atacar con decisión
momento. Recuerda: siempre vas a ser porque sólo tienes una oportunidad para
más rápido que ellos… pero eso no destruir el cerebro —responde, cuchillo
significa que no puedan acorralarte. en mano, mientras se acerca lentamente
El joven asiente y echa la vista atrás hacia el trozo de madera sin darse
cada cierto tiempo para vigilar la cuenta de que está ahí—. No soy idiota,
oscuridad que envuelve el camino. Se da Lilly.—
la vuelta y retrocede poco a poco sobre Claro que no —le dice con una
sus propios pasos un momento, sonrisa—, si estás hecho todo un ninja.
inspeccionando las sombras. Hay que ver cómo despejaste el bosque
Lilly lo observa. hoy en el lugar del accidente. Eres un
—Baja el arma un momento —le fiera.—
pide— y coge el cuchillo. —Lilly No tengo miedo, Lilly, te lo he
contempla cómo cambia de armas y dicho un millón de veces. Llevo
luego dice—: Vale, ahora pongamos que sobreviviendo…
estás sin munición, aislado y puede que Se tropieza con la traviesa.
hasta perdido. —¡Ay! ¡JODER! —exclama al caer,
—Lilly —protesta mirándola de levantando una nube de ceniza.
refilón—, esto ya lo hemos practicado Al principio, Lilly se ríe mientras
dos veces. que Austin permanece sentado unos
—Mira qué bien, si hasta sabes instantes, derrotado, avergonzado y
contar… humillado. Los ojos le brillan en la
—Venga… oscuridad con pesadumbre y los rizos le
—Y vamos a volver a practicarlo caen sobre la cara. Parece un perro
por tercera vez, así que contéstame a la apaleado. Lilly deja de reírse y un
pregunta. ¿Cómo se coge el cuchillo? sentimiento de culpa le encoge el
Austin suspira y retrocede siguiendo estómago.
la linde del bosque. Las botas crujen —Perdona, perdona —murmura
sobre la ceniza. arrodillándose para ponerse a su altura
—Se coge con la hoja hacia abajo, —. No quería… —comienza,
agarrándolo bien por la empuñadura. acariciándole el hombro—. Perdona, me
Lilly, que no soy tonto. he portado como una imbécil.
—Yo nunca he dicho que fueras —No pasa nada —responde,
tonto. Dime por qué se coge así. respirando hondo y con la mirada gacha
Él sigue retrocediendo por la linde, —, me lo merezco.
como ausente, sacudiendo la cabeza. —No. No —niega ella sentándose a
—Pues se coge así para poder su lado—. No te mereces nada de esto.
incrustarlo con mucha fuerza en el —No te preocupes —dice Austin

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mirándola—. Estás intentando sin querer, se inclina hacia el chico, y él
ayudarme, y te lo agradezco. le corresponde. Siente como si algo
—La mitad del tiempo no sé ni lo estuviera resolviéndose, como si se
que hago —confiesa frotándose la cara dejara llevar; nota cómo sus labios se
—. Lo único que sé es… que hay que unen y cómo están a punto de besarse,
estar preparados. Tenemos que ser… pero en ese momento, Lilly se aparta.
Me da asco decirlo, pero tenemos que —¿Pero esto qué es? Por Dios, ¿qué
ser tan sanguinarios como esos es esto?
cabrones Nota algo húmedo en la cintura y
de los mordedores. Es la única manera baja la vista.
de sobrevivir. El dobladillo de la sudadera de
Sus miradas se cruzan. El zumbido Austin está empapado en sangre. El
que les rodea se intensifica y el líquido cae al suelo cubierto de hojas,
estruendo de los sonidos nocturnos en pequeños riachuelos, tan negros y
aumenta. En la lejanía, apenas audible, brillantes como el aceite de motor. La
se oyen los aullidos de los espectadores hoja del cuchillo sobresale de un rasgón
en el estadio, que piden ver sangre como de los vaqueros, donde ha penetrado a
hienas. través de la piel de la cadera por culpa
Al final, Austin toma la palabra. de la caída. Austin se pone la mano
—Empiezas a hablar como el sobre la herida.
Gobernador. —Mierda —farfulla entre dientes
La chica contempla el horizonte con mientras la sangre se le escurre entre los
la mirada perdida y se queda en dedos—. Creía que me había picado
silencio, escuchando los sonidos que algún bicho.
trae la brisa. —¡Vamos! —exclama Lilly
Él se humedece los labios y la mira. poniéndose de pie de un salto y dándole
—Lilly, he estado pensando… ¿Qué la mano para ayudarle a levantarse con
hacemos si no hay nada por lo que cuidado—. Tenemos que ir a que te vea
luchar? ¿Y si esto es lo único que el doctor Stevens.
queda? ¿Y si no hay nada más? Su nombre completo era Christina
Ella reflexiona sobre lo que dice el Meredith Haben. Creció en Kirkwood,
chico. Georgia, y fue a la universidad en los
—Da igual. Mientras nos tengamos años ochenta para estudiar
los unos a los otros y estemos Telecomunicaciones en Oberlin.
dispuestos Estando soltera tuvo un hijo al que dio a
a hacer lo que haga falta, luz y entregó en adopción el día antes
sobreviviremos. del 11S. Lo pasó mal en varias
Las palabras de Lilly resuenan en el desventuras románticas, nunca encontró
aire nocturno durante unos segundos. a su príncipe azul, nunca contrajo
Casi sin darse cuenta, se han ido matrimonio y siempre se consideró
acercando el uno al otro. Ella tiene casada con su trabajo de productora de
posada una mano en el hombro del secciones en jefe de una de las mayores
joven, y él ha recorrido la espalda de cadenas del Sur. Había ganado tres
Lilly con la suya, hasta llegar a su zona Emmys, un Clio y un par de premios
lumbar. CableACE, otorgados a la mejor
Lilly experimenta una especie de programación por cable. Se enorgullecía
epifanía y se da cuenta de que, aunque de los galardones, y con razón, pero
al nunca se sintió respetada por sus
principio se refiriera a que la superiores, quienes, a su juicio, nunca le
comunidad tenía que permanecer unida, pagaron el sueldo que se merecía.
ahora sólo piensa en Austin y ella. Casi Pero ahora, tendida sobre las

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baldosas sucias del suelo e iluminada le rodea, y define cuál es su misión con
por la luz fluorescente, todos los una claridad cristalina. Todas las dudas,
arrepentimientos, miedos, frustraciones, todos los titubeos…; en resumen, la
esperanzas y deseos de Christina Haben humanidad que le quedaba se ha visto
han dejado de existir, se han extinguido relegada a un segundo plano por la ira y
junto a la vida de la mujer, cuyos restos la venganza y la voz de su interior que le
están esparcidos por el parqué sirve de guía. Ahora sabe cuál es la
manchado de vísceras, mientras única manera de evitar que el reguero de
diecisiete caminantes cautivos le pólvora prenda. Sabe lo que tiene hacer
desgarran los órganos y los tejidos. para…
La orgía de ruidos acuosos y Las pisadas que se arrastran desde
frenéticos rebota en las paredes de el otro extremo del pasillo interrumpen
cemento durante el festín que se dan los sus pensamientos.
muertos con las partes casi Lilly rodea a Austin con el brazo
inidentificables que antes formaban a mientras acaban de bajar las escaleras,
Christina. La sangre, el líquido doblan una esquina y se apresuran por el
cefalorraquídeo y la bilis se mezclan en pasillo principal que atraviesa las
las esquinas del cuarto como si fueran catacumbas malolientes de cemento que
licores multicolores, escurriéndose entre albergan los garajes y las zonas de
las junturas de las baldosas, pintando servicio.
flores de un color escarlata oscuro en Al principio no ve a la figura oscura
las paredes y empapando a los asomada a la ventana del pórtico del
caminantes enloquecidos. Escogidos por final del pasillo porque está demasiado
su integridad física y destinados a la preocupada por la herida de Austin, a la
arena de gladiadores, la mayoría de que no deja de aplicar presión con la
estos monstruos debieron de ser varones mano derecha mientras se dirige dando
adultos; algunos de ellos se encorvan tumbos hacia la enfermería.
como simios bajo la luz brillante, —Vaya, pero mira quién ha venido
mientras mordisquean masas —dice la figura cuando Lilly y Austin se
cartilaginosas que pertenecían a la mitad acercan.
inferior del esqueleto de Christina —Ah…, hola —dice ella, incómoda,
Haben. mientras camina pesadamente con
Al otro lado de la habitación hay un Austin, que mancha el suelo con unas
par de ventanales rectangulares en la pocas gotas de sangre. Su vida no corre
puerta del garaje que da acceso a la peligro pero la hemorragia tiene la
habitación. Rodeado por el marco de la suficiente importancia como para que
ventana de la izquierda hay un rostro resulte preocupante—. Tengo que
delgado, curtido y adornado por un llevarle al médico.
bigote que contempla el banquete. —Espero que el otro tío haya
La cara del Gobernador refleja acabado peor —bromea el Gobernador
pocas emociones, aparte de una mientras ellos se paran fuera de la
satisfacción solemne mientras observa puerta de garaje abollada.
atentamente el espectáculo que está Austin consigue forzar una sonrisa
teniendo lugar en el cuarto que hay al en su rostro cubierto por los rizos largos
otro lado del pasillo silencioso en el y húmedos.
que se encuentra. Tiene la oreja —No es nada, heridas más graves he
izquierda vendada, un recuerdo de un sufrido… Me caí encima del cuchillo
desencuentro reciente con los recién como un idiota —dice, sujetándose el
llegados. El dolor le invade y le hace costado—. La hemorragia casi ha
apretar los puños. Le recorre la columna parado, ahora estoy como una rosa.
como si fuera una descarga eléctrica que A través del cristal sellado se oyen

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los sonidos amortiguados del frenético venían precisamente a hacer de buenos
festín, parecido a los rugidos que vecinos.
emitiría un estómago inmenso. Lilly —¿Qué hicieron?
consigue echar un vistazo a través de —Me imagino —comienza el
una ventana y contempla la orgía Gobernador, mirándola fijamente— que
repugnante que tiene lugar en el recinto y iban a intentar saquearnos.
mira a Austin, que también lo ve. No —¿Cómo que saquearnos?
dicen nada. Ella apenas reacciona ante —Pasa mucho últimamente. Los
la visión. Hubo un tiempo en el que le exploradores se cuelan, aseguran la
habría provocado náuseas. Clava la zona
mirada en el Gobernador. y se lo llevan todo: comida, agua, hasta
—Veo que están tomándose sus la ropa que llevas puesta.
vitaminas y minerales. —¿Y qué pasó?
—Aquí no desperdiciamos nada — —Pues que tuvimos más que
afirma el Gobernador encogiéndose de palabras, porque no pensaba dejar que
hombros y señalando la ventana con la nos jodieran ni de coña. Una de ellos, la
cabeza—. La pobre chica del mujer de color, intentó arrancarme la
helicóptero murió, supongo que por oreja de un mordisco.
heridas internas causadas en el Lilly intercambia otra mirada tensa
accidente. Pobrecilla. —Se asoma al con Austin. Mira al Gobernador.
cristal y dice—: Ahora el piloto y ella —Joder…, pero ¿de qué van? Esos
sirven al bien común. tíos son unos putos salvajes.
La mujer se da cuenta de que tiene la —Todos somos salvajes, Lilly. Lo
oreja vendada. Le lanza otra mirada a su que tenemos que hacer es ser los más
amigo, que también mira la venda salvajes del barrio. —Respira hondo y
ensangrentada que oculta el órgano continúa—: Las cosas se pusieron
mutilado del Gobernador. difíciles con el líder. El tío dio bastante
—No es que sea asunto mío —dice guerra. Al final le corté la mano.
Austin por fin, señalando la oreja—, La chica se queda inmóvil. Tiene
pero ¿estás bien? Parece que tienes una sentimientos contradictorios que le
buena herida ahí. atenazan y reavivan las llamas de
—Resulta que los nuevos, los que traumas reprimidos, recuerdos de una
llegaron aquí anoche, han resultado ser bala destrozando la nuca de Josh
más peligrosos de lo que pensaba — Hamilton.
murmura el Gobernador sin apartar los —Joder… —murmura casi para sí
ojos de la ventana. misma.
—Sí, te vi antes con ellos — El Gobernador toma otra bocanada
comenta el joven—. Estabas dándoles de aire y suspira irritado.
una visita guiada, ¿no? ¿Qué ha —Stevens lo mantiene con vida. A
ocurrido? lo mejor nos da algo de información. O
El hombre se gira y fija la vista en igual no. Sea como sea, ahora estamos a
Lilly, como si fuera ella quien hubiera salvo, y eso es lo que importa.
formulado la pregunta. Lilly asiente con la cabeza y
—Intento ser todo lo amable que empieza a hablar pero el Gobernador la
puedo con la gente para que se sientan interrumpe.
cómodos. En estos tiempos, todos —No pienso permitir que nadie nos
estamos del mismo lado, ¿no? perjudique —dice, mirándolos
—Claro que sí —asiente Lilly—. directamente. Una única perla de sangre
Entonces, ¿qué problema tenían? le recorre el cuello desde la oreja. Se la
—Resulta que eran una avanzadilla limpia y suspira de nuevo antes de
de otro asentamiento cercano y no continuar—: Vosotros sois mi prioridad

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número uno, y no hay más que hablar. Lilly frunce el ceño mientras lo
Lilly traga saliva. Por primera vez observa.
desde que llegó, siente algo que no sea Algo no cuadra.
desprecio hacia el Gobernador; si bien
no es confianza, puede que sea un
atisbo NUEVE
de comprensión. Cuando llegan a la enfermería, Lilly y
—Bueno, será mejor que lleve a Austin se encuentran al doctor Stevens,
Austin a la enfermería. preocupado, inclinado sobre un varón
—Venga —responde el Gobernador adulto que yace semidesnudo sobre una
con una sonrisa cansada—, llévate al camilla en la esquina. El hombre tiene
fortachón este a que le pongan una tirita. unos treinta y algo, está en forma, tiene
Lilly rodea a su amigo con el brazo y el pelo rubio y un asomo de barba. Una
le ayuda a avanzar por el pasillo. Antes toalla le cubre las vergüenzas y una
de doblar la esquina, se detiene y mira a venda empapada en sangre protege el
Philip. muñón derecho. El doctor le está
—Oye, Gobernador —le dice con quitando con cuidado unas hombreras
voz tenue—, gracias. machacadas y cubiertas de sangre.
Mientras atraviesan el laberinto de —¿Doc? Te traigo otro paciente —
pasillos que conduce a la clínica, se anuncia Lilly mientras cruza la
topan con Bruce. El enorme habitación con Austin renqueando tras
afroamericano avanza con decisión ella. La chica no sabe quién es la
desde la dirección contraria, con las persona inconsciente de la camilla, pero
botas arrancando ecos del suelo, su Austin sí parece reconocer de inmediato
pistola del calibre .45 rebotando contra al rubio y le da a Lilly un codazo en las
el muslo grande y musculoso y una costillas.
expresión de urgencia en la tez. Alza la —Es él, ése es el tío… —susurra
vista cuando ve a los chicos. Austin—, el tío con el que se peleó el
—Eh, muchachos —dice con su voz Gobernador.
de barítono—, ¿habéis visto al —¿Y ahora qué pasa? —dice
Gobernador por aquí? Stevens levantando la vista de la camilla
Ella le dice dónde está. y mirándoles por encima de la montura
—Esta noche debe de haber luna metálica de las gafas. Al ver los dedos
llena, ¿no? —añade. ensangrentados de Austin haciendo
Bruce la mira con gesto tenso y los presión sobre las costillas, dice—:
ojos entrecerrados, como si estuviera Ponlo ahí, en seguida os atiendo. —Echa
preguntándose cuánto sabe Lilly la vista atrás y llama a la enfermera—:
exactamente. Alice, échame una mano con Austin, por
—¿A qué te refieres? favor.
—Al parecer las cosas se están La mujer sale del almacén adyacente
saliendo cada vez más de madre — cargada con un puñado de vendas de
responde encogiéndose de hombros. algodón, cinta adhesiva médica y gasas.
—¿Cómo? Lleva puesta la bata de laboratorio y
—No sé, lo de los gilipollas que tiene el pelo recogido, lo que deja a la
intentaron saquearnos, la gente que está vista su rostro juvenil, que muestra
como loca y tal. signos de que está exhausta. Mira a los
—Ah, vale… —dice aliviado—, sí, ojos a Lilly, pero atraviesa la habitación
menuda locura. Me tengo que ir, os dejo. sin mediar palabra.
Los deja atrás en un abrir y cerrar de Lilly ayuda a Austin a subirse a la
ojos y se dirige hacia los recintos de los mesa de examen que hay en la esquina
caminantes. de enfrente.

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—¿Quién es el paciente, Doc? — con la mujer y le dice—: Es lo de
pregunta haciéndose la tonta mientras siempre, Lilly. Busca la palabra
ayuda con delicadeza a su amigo a «sociópata» en el diccionario, a ver si
subirse al borde de la mesa. sale su foto.
Austin se encoge un poco al sentir —A ver, sé que no es precisamente
una punzada de dolor pero parece la madre Teresa… pero ¿y si es justo lo
prestarle más atención al tipo que yace que necesitamos en estos tiempos?
inconsciente. Alice acude y empieza a —¿Lo que necesitamos? —pregunta
bajar con cuidado la cremallera de la el doctor—. ¿Lo dices en serio? ¿Él es
sudadera del joven para inspeccionar la lo que necesitamos?
herida. Stevens niega con la cabeza, se
Al otro lado de la clínica, el doctor aparta de ella y se acerca al medidor de
le pone una bata de hospital raída al pulso que hay en una mesa, al lado de la
hombre de la barba, guiando los brazos camilla. El aparato está apagado, y la
inertes dentro de las mangas. pantalla vacía. La máquina está
—Creo que alguien dijo que se conectada a una batería de coche de
llamaba Rick, pero no estoy seguro. doce voltios y parece que se haya caído
Lilly se acerca a la camilla y mira de un camión. El doctor la toquetea
con asco al extraño. durante unos momentos para reajustar
—Pues a mí me dijeron que atacó al los terminales.
Gobernador. —¿Sabes lo que nos hace falta de
Stevens no la mira y se limita a verdad? Un monitor que funcione.
apretar los labios con escepticismo, —Tenemos que mantenernos unidos
mientras ata con delicadeza la parte —insiste la chica—. Esta gente es una
trasera de la bata. amenaza.
—Y ¿quién te ha dicho eso, si puede —¿Acaso naciste ayer, Lilly? Hace
saberse? tiempo me dijiste que precisamente el
—El mismísimo Gobernador. Gobernador suponía una amenaza para
El doctor esboza una sonrisa triste. la seguridad, ¿te acuerdas? ¿Qué ha
—Ya decía yo. —La mira y le pasado con todo eso de la lucha por la
pregunta—: ¿Y tú le crees? libertad?
—¿A qué te refieres? Lilly le mira con los ojos
Lilly se acerca y contempla al entrecerrados. La enfermería se sume en
hombre de la camilla. Tiene el rostro una quietud absoluta. Alice y Austin
surcado por el estupor inexpresivo de la notan la tensión, y su silencio hace que
inconsciencia, la boca entreabierta, y la situación sea todavía más incómoda.
respira con suavidad. Aquel rubio —Podría habernos matado y no lo
podría ser cualquier cosa: carnicero, hizo. Sólo quiero sobrevivir. ¿Qué es lo
panadero, fabricante de velas, asesino que tienes contra él?
en serie, santo: cualquier cosa. —Lo que tengo contra él está en esta
—¿Por qué iba a mentir él sobre el misma camilla —responde señalando al
asunto? ¿Qué sacaría con ello? hombre inconsciente—. Creo que fue el
Stevens termina de atar la bata y, Gobernador quien lo atacó a él, y no al
con cuidado, tapa al paciente con una revés.—
sábana. Pero ¿qué dices?
—Me parece que has olvidado que —Lo que digo es que el Gobernador
nuestro intrépido líder es un mentiroso mutiló a este hombre sin motivo alguno
patológico —comenta en tono —asiente el doctor.
despreocupado, como si estuviera —Eso es una chorrada.
hablando del tiempo que hace. Se Stevens la mira pensativo. Su tono
encara de voz se vuelve más grave y frío.

60
—¿Qué te ha pasado? —No te creas…, saben muy bien lo
—Ya te lo he dicho, Doc: intento que se hacen —musita el Gobernador.
sobrevivir. Nota cómo le palpita la oreja.
—Piensa, Lilly. ¿Por qué esta gente Expectante, la piel se le pone de gallina.
iba a venir aquí con malas intenciones? «Control». La represión surge de la voz
Sólo van dando palos de ciego, como que vive en la zona más primitiva de su
todos. cerebro. «A las mujeres hay que
Stevens contempla al hombre controlarlas…, manejarlas…,
tumbado; sus ojos se mueven domarlas».
ligeramente bajo los párpados, sumido Durante un breve instante, a Philip
en un sueño febril y desesperado. La Blake le parece que hay una parte de su
respiración se le acelera durante unos ser que está fuera de su cuerpo,
instantes, pero en seguida se calma de observando cómo se desarrollan los
nuevo. acontecimientos, fascinada por la voz
El silencio se alarga. Por fin, Austin interior, que es como una segunda
alza la voz desde el otro lado de la naturaleza y una segunda piel que le
clínica. dice: «Tienes que averiguar qué sabe
—Doc, con este tipo había otras dos esta gente, de dónde vienen, qué tienen
personas, un tío más joven y una mujer. y, lo más importante: cuán peligrosos
¿Sabes dónde están o adónde han ido? son».—
El doctor niega con la cabeza y baja Esa mujer es dura de pelar —dice
la mirada al suelo. Bruce—. No va a decir ni palabra.
—No lo sé —dice con apenas un —Yo sé cómo doblegarla —
susurro antes de mirar a Lilly—, pero te murmura el Gobernador—. Yo me
aseguro una cosa…: no me gustaría encargo.
estar Respira hondo, cogiendo aire con
en su pellejo. lentitud, preparándose. Presiente el
Desde el otro lado de una puerta de peligro. A los recién llegados no les
garaje cerrada que hay al final de un costaría casi nada herirlo y destruir su
pasillo desierto, en el subsótano del comunidad, así que ha de recurrir a esa
estadio, se oye una voz amortiguada, parte de él que sabe cómo hacer daño a
ronca a causa del cansancio, debilitada los demás, que sabe destrozar a la
por la tensión, queda, femenina e gente,
indescifrable para los dos hombres que cómo controlar a las mujeres. Ni
están afuera. siquiera parpadea.
—Lleva así desde que la metí —le Se limita a mirar a Bruce y decirle:
cuenta Bruce al Gobernador, que tiene —Abre.
los brazos cruzados con aire autoritario Los engranajes de la puerta chirrían
—, hablando sola. cuando ésta sube hasta chocar con el
—Interesante —comenta él, con los tope superior. Al fondo de la estancia,
sentidos agudizados por la violencia que en medio de la oscuridad, la mujer, con
se respira en el ambiente. Siente la las rastas apelmazadas contra la cara,
vibración de los generadores en los da
huesos. Capta el olor de la un respingo y forcejea con las cuerdas.
descomposición y el yeso que se pudre. —Lo siento —se disculpa el
—Esta gente está como una puta Gobernador—, no quería interrumpir.
cabra —añade Bruce sacudiendo la El fino haz de luz que entra del
cabeza calva y brillante mientras su pasillo ilumina el ojo izquierdo de la
mano descansa de forma instintiva sobre mujer, semioculto entre el cabello; sólo
la empuñadura del .357 que lleva ese ojo, clavado con hostilidad en los
enfundado en la cadera. visitantes que se alzan como gigantes en

61
el umbral de la puerta, perfilados por agujero negro. Todas las partículas del
las bombillas enrejadas que recorren el cuarto, moléculas y átomos, se ven
techo del pasillo que queda a sus atraídos hacia el vacío que son sus ojos.
espaldas. El Gobernador se acerca más,
El Gobernador da un paso adelante y alimentándose de su odio como si fuera
Bruce le sigue. un pararrayos.
—Parece que estabas teniendo una —Cuando acabes, Bruce, déjanos
alegre y animada charla con… Espera, solos —le pide sin apartar la vista de la
¿con quién estabas hablando, mujer—. Queremos algo de privacidad
exactamente? Mira, da igual, ni me —dice con una sonrisa—. Y cierra la
importa. Vamos a ir empezando. puerta al salir. —Su sonrisa se ensancha
Con el cuello delgado atado a la y se dirige a la prisionera—: Dime una
pared, la mujer del suelo parece un cosa, muchacha. ¿Cuánto tiempo crees
animal exótico enjaulado: oscura, ágil y que tardaría en destrozarte la vida, hacer
esbelta como una pantera, incluso que dejes de sentirte segura y dejarte
vestida con esas ropas de trabajo bien jodida?
andrajosas. Cada brazo está atado a una La única respuesta que obtiene de la
esquina del cuarto y la piel color café mujer es una mirada penetrante y
brilla por el sudor, que empapa y da ancestral idéntica a la de un animal que
brillo a las trenzas que le caen sobre los se agazapa y eriza el pelaje justo antes
hombros y la espalda. Entre los cabellos de enzarzarse en una lucha a muerte.
ve que el hombre delgado se le acerca —Creo que con media hora me
con calma amenazadora, y lo fulmina bastará —dice, con esa gran sonrisa
con la mirada. parecida a la de una serpiente, a pocos
—Bruce, hazme un favor —dice con centímetros de su cara—, pero la verdad
voz ausente y formal, como si fuera un es que tengo pensado hacer esto todos
trabajador que fuera a encargarse de una los días cada vez que pueda…
tubería defectuosa o a rellenar un bache Lleva los pantalones por los
—. Quítale los pantalones y átale una tobillos. Bruce se retira hacia la puerta
pierna a esa pared de ahí. mientras el Gobernador se los acaba de
Su secuaz se acerca y cumple las quitar. Un escalofrío le recorre la
órdenes. La mujer se tensa cuando le espalda.
quitan los pantalones de un tirón con la Cuando sale, baja la puerta. El eco
brusquedad con la que se arranca una del impacto contra el suelo hace que la
tirita de una herida. El hombretón prisionera vuelva a dar un respingo
retrocede y se saca un rollo de cuerda leve. La voz del Gobernador inunda la
del cinturón. Empieza a atarle una pierna habitación cuando se quita la ropa
como quien ata al ganado. interior.
—Y átale la otra a esa pared —le —Qué bien nos lo vamos a pasar.
pide. La mujer no aparta la mirada, que En la superficie. Bajo el aire
echa chispas, del Gobernador. Tras las nocturno. En la tranquilidad del pueblo a
rastas hay unos ojos tan llenos de odio oscuras. Tarde. Dos siluetas pasan
que podrían derretir el acero. juntas por delante de los escaparates
El Gobernador se le acerca y destartalados.
empieza a desabrocharse el cinturón. —No consigo entender del todo este
—No te resistas demasiado, chica rollo —dice Austin Ballard, que camina
—le dice mientras se quita el cinto y se con las manos en los bolsillos por el
desabotona los pantalones de camuflaje paseo abandonado, temblando de frío.
—. Te conviene reservar fuerzas. La capucha de la sudadera oculta sus
La chica del suelo le lanza una rizos, y el rostro, iluminado a ráfagas
mirada asesina, tan poderosa como un por la luz intermitente, aún refleja el

62
terror que siente ante lo que acaba de mientras camina y dice—: De hecho,
ver. desde que esto empezó, no he dormido
—¿Lo de la sala de alimentación? ni una noche del tirón.
—pregunta Lilly caminando junto a él —Pues ahora que lo dices, yo
con la cazadora abrochada hasta el tampoco.
cuello. Se envuelve el cuerpo con los Caminan un trecho en silencio hasta
brazos, protegiéndose el estómago con que Austin vuelve a hablar.
un gesto inconsciente de autodefensa. —¿Te puedo preguntar una cosa?
—Sí, y lo del tío al que le han —Tú dirás.
cortado la mano. ¿Qué cojones está —¿De verdad te has puesto del lado
pasando, Lilly? del Gobernador?
Antes de que pueda responderle, se Lilly se ha estado haciendo la misma
oye el eco de una pistola de alto calibre pregunta. ¿Era un caso de síndrome de
disparando. El ruido hace que ambos se Estocolmo, ese fenómeno psicológico
sobresalten. Martínez y sus hombres tan raro por el que los rehenes empiezan
siguen en las calles, dejándose las a sentir empatía y aprecio hacia sus
pestañas para acabar con los captores? ¿O es que estaba canalizando
mordedores descarriados que se acercan toda su ira y sentimientos reprimidos a
al muro atraídos por el jaleo del estadio. través del hombre, como si fuera un
—Lo de siempre —dice Lilly sin perro de presa conectado directamente a
llegar a creérselo—, ya te su subconsciente? De lo único de lo que
acostumbrarás. está segura es de que tiene miedo.
—A veces es como si los —Sé que es un psicópata —dice,
caminantes fueran el menor de nuestros midiendo sus palabras—. Créeme, si las
problemas —dice el chico temblando—. circunstancias fueran otras, me cruzaría
¿Tú crees que es verdad que esos tíos de acera si le viese andando hacia mí.
están planeando saquearnos? —Así que me estás diciendo —dice
—Quién sabe… el joven, insatisfecho, nervioso y
—¿Cuántos crees que serán? trabándose— que es… que es en plan…
Ella se encoge de hombros. No que a grandes males, grandes remedios,
consigue quitarse de encima la ¿no? Más o menos…
sensación de que ha empezado algo —Lo que digo —comienza Lilly—
peligroso e inevitable. Los es que sabiendo cómo están las cosas
acontecimientos parecen ir a la deriva fuera, podríamos correr grave peligro de
hacia un destino desconocido, como un nuevo. Puede que el peligro más grave
glaciar negro que se moviera bajo sus al que nos hayamos enfrentado desde
pies sin que se dieran cuenta. Por que se fundó el pueblo. —Reflexiona—.
primera vez desde que llegó a esta Creo que veo al Gobernador como, no
comunidad y conoció a sus habitantes sé, como si estuviera combatiendo el
tan dispares, Lilly Caul siente que tiene fuego con fuego. —Acto seguido, añade
los huesos calados de un miedo cuya con voz algo más queda e insegura—:
fuente no logra identificar. Mientras esté de nuestro lado.
—No lo sé —dice por fin—, pero Un estallido de pólvora en la lejanía
creo que podemos decirle adiós a eso de les hace dar un respingo.
dormir tranquilamente durante un Llegan al final del tramo principal,
tiempo. donde dos calles se encuentran en la
—Para serte sincero, tampoco es oscuridad con un cruce de ferrocarriles
que haya dormido muy bien desde la de piedra. En la negra noche, la señal
Transformación. —La herida le provoca rota y las hierbas que llegan por la
una punzada de dolor que le hace altura del hombro hacen que el lugar
encogerse y se sujeta el costado parezca sacado del fin del mundo. Lilly

63
se detiene, preparándose para irse sola a sabe definir con exactitud pero que es
su apartamento del norte del pueblo. como una especie de trastorno de estrés
—Bueno, pues nada… —dice Austin postraumático muy agresivo. Sea como
sin saber qué hacer con las manos—. sea, y al margen de las revelaciones que
Que vivan las noches de insomnio. ha tenido sobre él, Lilly se alegra de
—Vamos a hacer una cosa — tener compañía esta noche, y hablan
propone ella con una sonrisa cansada—. hasta la madrugada.
Vente a mi piso y así me aburres con tus Bien entrada la noche hay un
anécdotas de cuando hacías surf en la momento en el que, tras un silencio
costa de Panama City Beach. Qué incómodo, Lilly echa un vistazo al
narices, igual me aburres tanto que hasta apartamento oscuro, pensando e
me duermo. intentando recordar dónde metió su
Por un segundo, da la sensación de pequeño alijo de alcohol.
que a Austin Ballard le han quitado una —Oye —dice por fin—, si la
espinita que tenía clavada. memoria no me falla, me parece que
Pasan la noche en el salón tengo escondida media botella de licor
improvisado de Lilly, entre las cajas de para usar en caso de emergencia.
cartón, los restos de la alfombra y los Austin le mira incrédulo.
trastos inútiles que se dejaron los —¿Estás segura de que quieres
inquilinos anteriores, cuya identidad sacarla?
desconocen. La mujer prepara un poco —Carpe diem —murmura mientras
de café instantáneo en una cazuela y los rebusca entre las mantas de sobra, las
dos se sientan a la luz de la lámpara botellas de agua, la munición, las tiritas
para charlar sin más. Hablan sobre sus y el desinfectante—. Aquí estás,
respectivas infancias, y resulta que preciosa —dice cuando encuentra la
ambos crecieron en entornos parecidos, botella grabada que contiene un líquido
llenos de callejones sin salida, grupos del color del té.
de Boy Scouts y conciertos de rock. Vuelve junto al chico y quita el
Después mantienen la típica tapón.—
conversación sobre cómo han sido sus Por las noches en las que se
vidas tras la Transformación y lo que duerme del tirón —brinda antes de echar
harán si se descubre una cura y los un buen trago y secarse los labios.
Problemas desaparecen. Se sienta en el sofá, al lado de
Austin dice que probablemente se Austin, y le pasa la botella. El joven,
mudará a algún lugar cálido, buscará una que vuelve a estar encogido de dolor,
mujer buena, sentará la cabeza y se también toma un trago y hace una mueca
dedicará a construir tablas de surf o algo cuando el licor le abrasa la garganta y le
así. Lilly le cuenta que sueña con ser provoca una punzada en las costillas.
diseñadora de moda, ir a Nueva York — —Joder, estoy hecho una nenaza.
como si aún existiese— y hacerse hueco —¿Qué dices? De nenaza nada. Un
en el mundillo. Lilly le coge cada vez chaval de tu edad que se va de misión
más cariño al bueno y joven melenudo. fuera de la zona segura no es una
Le fascina que bajo esa capa de nenaza
fanfarronería haya una persona tan —le asegura cogiendo la botella y
amable y decente, y se pregunta si toda empinando el codo otra vez—. Te irá
esa postura de ligón no sería una bien.—
especie ¿Cómo que «chaval»? —le
de mecanismo de defensa extraño. pregunta irritado—. ¿Y tú qué eres, una
Puede abuela? Lilly, que tengo casi veintitrés
que esté lidiando con lo mismo que años —dice con una sonrisa—. Dame
todos los supervivientes, eso que nadie eso.

64
Le coge la botella y pega otro trago joven, y al parecer su rostro le envía una
que le hace temblar por el ardor. Tose y señal a Austin de que pasa algo
se sujeta el costado. interesante. Él deja de sonreír. Le toca
—¡Joder! la cara. Ella se humedece los labios y
—¿Estás bien? —le pregunta Lilly evalúa la situación. Tiene muchísimas
mientras ahoga una risita—. ¿Quieres ganas de agarrarlo y darle un morreo.
agua? ¿No? —Le quita la botella y bebe Por fin, para romper el hielo, Austin
otra vez antes de continuar—: El caso es toma la palabra.
que yo podría ser… tu hermana mayor. —¿Vas a acaparar la botella toda la
Eructa y se ríe, tapándose la boca. noche?
—Madre mía, perdona. Con una sonrisa, Lilly se la pasa. El
Austin se ríe, y el dolor vuelve a joven vacía gran parte de la botella con
invadirle las costillas, obligándole a una serie de tragos largos, pero esta vez
doblarse. sin estremecerse ni encogerse de dolor.
Beben y hablan durante un rato, hasta Se limita a mirar a Lilly.
que el chico empieza a toser de nuevo —Creo que debería advertirte de
mientras se sujeta el costado. una cosa —le dice con los ojos
—¿Estás bien? —le pregunta Lilly marrones invadidos por la vergüenza, el
acercándose para apartarle un rizo de arrepentimiento y puede que incluso por
delante de los ojos—. ¿Quieres un un poco de lástima—. No tengo
paracetamol? condones.
—¡Te digo que estoy bien! —le Todo empieza con unas risotadas
espeta él antes de suspirar, dolorido—. ebrias. Lilly se ríe como no se había
Perdona… Gracias por ofrecérmelo, reído desde que empezó la plaga, a
pero estoy bien. —Se aproxima a ella y carcajadas alegres y estruendosas. Se
le toca la mano mientras le dice—: ríe tanto que acaba doblándose sobre sí
Perdona por estar tan… de mala leche. misma, hasta que le duelen los costados
Me siento idiota…, como si fuera un y los ojos empiezan a inundársele de
discapacitado de mierda. ¿Cómo coño lágrimas. Austin no puede evitar que la
pude ser tan torpe? hilaridad se le contagie y se ríe sin
—¿Te puedes callar? —le pregunta parar, hasta que se da cuenta de que
Lilly—. Ni eres torpe ni eres un Lilly lo ha agarrado por la parte frontal
discapacitado. de la sudadera y está diciendo algo
—Gracias —le dice tocándole la sobre que los condones le importan una
mano—, de verdad. mierda y, antes de que entiendan
Durante un instante, Lilly siente siquiera lo que ocurre, ella le ha dado
cómo la oscuridad que la envuelve se un estirón para acercarle la cara y tienen
mueve y se transforma. Siente algo en el los labios pegados.
estómago, una especie de calidez que Una pasión etílica entra en erupción.
nace allí y le llena el cuerpo desde la Sus cuerpos se funden en uno solo y
cabeza a los pies. Quiere besarlo. Más empiezan a enrollarse con tanto ímpetu
vale que lo acepte. Tiene que besarlo que tiran la botella, la lámpara de al
muchas veces. Quiere demostrarle que lado del sofá y el montón de libros que
no es una nenaza, que es un hombre ella tenía pensado leer en algún
bueno, fuerte, viril y decente… Pero hay momento. Austin se escurre del sofá y se
algo que la detiene. No se le dan bien estampa contra el suelo. Lilly se
estas cosas. No es que sea puritana — abalanza sobre él y su lengua penetra en
de la boca de Austin, probando el licor
hecho, se ha acostado con bastantes dulce de su aliento y el almizcle picante
hombres—, pero no consigue dar el de su aroma, y se entierra entre sus
paso. En su lugar, se limita a mirar al piernas.

65
Se bañan en el calor que los pies, hasta que llega al plexo solar y
desprenden, fruto del deseo oculto estalla. El orgasmo la conmociona y
reprimido durante tantos meses, y se hace que casi se separe de Austin, pero
emplean a fondo en el suelo durante se agarra a su pelo rizado, brillante y
varios minutos. Ella siente las caricias largo, y aterriza entre sus brazos
con las que Austin recorre la curva de sudorosos, llena de satisfacción. Se
sus pechos bajo el top, las suaves desploman el uno sobre el otro,
caderas y el botón del placer que tiene abrazándose y dejando que vuelva la
entre las ingles, y se humedece y nota calma, como quien espera a que baje la
cómo se le acelera la respiración, que se marea.
vuelve más profunda a causa de la Ambos yacen abrazados durante una
excitación. Al final, Lilly se da cuenta eternidad, escuchando un silencio roto
de que Austin vuelve a estar encogido únicamente por la sinfonía tenue y
por el dolor del costado, ve la venda sincopada de su respiración. Lilly se
donde se le ha enganchado la sudadera tapa con una manta y vuelve al mundo
hasta el pecho y se retira. Sólo con verlo real de forma desagradable. Una
se le parte el alma, porque se siente puñalada de dolor le nace en las sienes
responsable y quiere consolarlo más que y le baja hasta el puente de la nariz.
nada en el mundo. ¿Qué ha hecho? A medida que la
—Ven aquí —le dice mientras le excitación se desvanece, un nudo de
coge de la mano y lo ayuda a subirse al arrepentimiento empieza a formársele en
sofá—. Mírame —le susurra cuando se el estómago, y mira por la ventana.
deja caer en el asiento respirando —Austin, oye… —empieza a decir.
entrecortadamente—, tú mira. —No —le interrumpe mientras le
Se desviste prenda a prenda sin acaricia el hombro, antes de ponerse los
quitarle los ojos de encima a Austin, que pantalones—. No hace falta que digas
ya se está desabrochando el cinturón. nada.—¿Decir qué?
Lilly se quita el top y le mira con ojos —No sé… —responde encogiendo
picarones. Se toma su tiempo. Conforme los hombros—, algo sobre que estas
se deshace de la ropa, la dobla. Los cosas pasan, y que no hay que darle
tejanos, el sujetador, las medias… Lo mucha importancia, y que ha sido por el
cautiva, lo tiene embelesado. alcohol, o algo en ese plan.
Finalmente, se queda frente a él, —No iba a decir eso —contesta ella
completamente desnuda e iluminada por con una sonrisa triste.
la luna, con el pelo en la cara y la —Quiero hacer las cosas bien
cabeza dándole vueltas por el alcohol y contigo, Lilly —le asegura sonriendo—.
la lujuria. Se le eriza el vello de los No quiero presionarte ni nada por el
brazos. estilo.
Se le acerca sin mediar palabra y, Ella le da un beso en la frente.
clavando la mirada en él, se le sienta Y entonces empiezan a arreglar el
encima. Suspira con deseo mientras lo desorden: recogen lo que había caído de
guía hacia su interior. La sensación es la mesilla, vuelven a poner las lámparas
magnífica. La vista se le llena de luces y en su sitio, apilan los libros y se visten
chiribitas, mientras salta arriba y abajo de nuevo. Ninguno de los dos tiene
de forma rítmica. Él arquea la espalda y mucho que decir, aunque ambos se
la embiste. Ya no está herido. Ya no es mueren de ganas de hablar del tema.
un crío haciéndose el chulo. Más tarde, casi al amanecer, Austin
Austin es el primero en llegar al comenta algo.
clímax, y el orgasmo los estremece a —Oye, me toca las narices una cosa
ambos. Lilly tiembla cuando un de la sala de alimentación esa de los
cosquilleo le sube desde las puntas de garajes que hay bajo el estadio.

66
—¿El qué? —pregunta Lilly empezando a dar calambres en las
dejándose caer sobre el sofá, exhausta. piernas, y va balanceando el peso de un
—No quiero ser un asqueroso — pie a otro. Pesa más de ciento diez kilos
dice cogiendo aire—, pero es que llevo y es tan musculoso como un estibador,
un tiempo dándole vueltas a esto. pero esto roza el absurdo. No puede
—¿A qué? estarse ahí eternamente.
—Vale, a ver… —comienza—, se Durante los últimos veinte minutos,
supone que el Gobernador les dio al más o menos, ha oído al Gobernador
piloto y a la chica a los caminantes para murmurarle a la mujer, azuzarla,
que se los comieran, ¿no? burlarse de ella y provocarla. Dios sabe
—Sí —asiente, sin querer pensar en lo que le estará haciendo ahora.
el asunto—. Supongo. Qué mal… El silencio se hace añicos.
—Insisto en que no quiero resultar Bruce pega el oído a la puerta. Pero
asqueroso —dice mientras se muerde el ¿qué coño le está haciendo a esa mujer?
labio—, pero es que no consigo En la celda oscura, el Gobernador se
quitarme la sensación de que faltaba alza sobre la silueta inerte de la mujer y
algo.— se abrocha los pantalones y el cinturón.
¿El qué? Las ataduras que sujetan las muñecas
—Las cabezas —responde ensangrentadas de la prisionera son lo
mirándola—. No había cabezas. ¿Dónde único que evita que su cuerpo
coño estaban las cabezas? destrozado toque el suelo. Sólo se oye
su respiración trabajosa; las rastas le
cuelgan delante del rostro magullado, y
DIEZ en sus labios se mezclan lágrimas,
Bruce Allan Cooper está fuera del mocos y sangre, formando un amasijo de
garaje que hay en el subsótano bajo el fluidos que gotea al suelo desde la boca
estadio. La única fuente de luz es una hinchada.
bombilla de tungsteno protegida por una El Gobernador recupera el aliento y
reja, que parpadea en el pasillo baja la vista hacia ella. Se siente de
estrecho. Intenta no prestar atención a maravilla, aunque exhausto y agotado
los ruidos que provienen del otro lado por el esfuerzo. Le duelen las manos y
de la puerta. ¿Cómo cojones se puede tiene los nudillos pelados de tanto
hacer esto durante tanto tiempo? Los pegarle en los dientes. Al final le había
gritos rabiosos de la chica negra han cogido el truco a eso de estrangularla
degenerado hasta convertirse en llantos hasta dejarla inconsciente y despertarla
ahogados y confusos. con una bofetada o un puñetazo en el
Bruce está cruzado de brazos —tan estómago en el momento justo. Se
gruesos como conductos de estufa— y mantuvo alejado todo lo posible de la
piensa en los tiempos preplaga, cuando boca, pero se empleó a fondo con el
regentaba una gasolinera con su padre. resto de orificios. Un motor interior le
Por aquel entonces ya perdía la noción proporcionó un suministro continuo de
del tiempo cuando trasteaba con un fuerzas para estar siempre alerta e
Camaro 427 con árboles de levas y implacable.
cámaras de combustión hemisféricas; —Vale, vale… —le dice con voz
ahora la ha vuelto a perder, esta vez calmada—. Me he dejado llevar un
pensando en su antigua novia, Shauna, y poco.
en lo que solían tardar en hacerlo, un Ella resopla y se sorbe la nariz
recuerdo que le proporciona una mientras intenta, con todas sus fuerzas,
felicidad melancólica. Pero esto… esto no perder el conocimiento. No puede
es distinto. levantar la cabeza, pero está claro que
Lleva tanto rato de pie que le están quiere hacerlo. Tiene muchas ganas de

67
hablarle. El suelo que hay bajo ella está Por un breve instante, le parece que ella
lleno de fluidos y sangre, y las rastas dice algo. Aguza el oído y oye que dice
cuelgan sobre el charco. Tiene la algo, entre jadeos de dolor.
camiseta de licra agujereada por todas —No… no lloro por mí —dice
partes y la zona del pecho está mirando al suelo dando cabezadas de
desgarrada. Las piernas desnudas, dolor y teniendo que respirar
todavía abiertas por las ataduras, brillan superficialmente para poder articular
por el sudor y dejan al descubierto palabra—. Lloro por ti.
moratones y abrasiones, fruto del trabajo Él la mira fijamente.
del Gobernador sobre su piel La afroamericana alza la cabeza lo
acaramelada. suficiente como para establecer contacto
—Pero no me arrepiento de nada — visual a través de la cortina de trenzas
asegura el Gobernador clavando su mojadas. Tiene el rostro moreno
mirada en ella—. He disfrutado cada cubierto de mocos y sangre, las lágrimas
minuto. ¿Y tú? le recorren las mejillas hinchadas, y los
Espera a que la mujer diga algo pero ojos se clavan en el Gobernador. Todo
ella se limita a resoplar, jadear y emitir el dolor, la desesperación, la angustia y
una mezcla extraña de tos, sollozos y el sentimiento de pérdida que reinan en
gemidos. Él esboza una sonrisa. el mundo cruel de la plaga se reflejan
—¿No? Me lo imaginaba. por un instante en su rostro esculpido y
Se dirige hacia la puerta y la golpea. profanado, hasta que se desvanecen,
Acto seguido, se alisa el pelo. cauterizados por el odio que arde al rojo
—Ya hemos terminado —le grita a vivo de la mujer… y lo único que queda
Bruce—. Déjame salir. es una máscara de instinto asesino
El mecanismo viejo de la puerta salvaje.
chirría cuando ésta sube y deja entrar la —Pienso en todas las cosas que te
luz cruda del pasillo. voy a hacer —dice tranquila, casi hasta
Bruce está tan callado e impasible relajada—, y eso me hace llorar. Me da
como un indio de madera. El miedo.
Gobernador ni siquiera le dirige la —Qué mona. —Sonríe—. Descansa
mirada, sino que se gira hacia la mujer, cuanto puedas, al menos. Luego vendrá
inclina la cabeza y la observa durante alguien a limpiarte, e igual a vendarte. Y
unos instantes. No cabe duda de que es puede que también se divierta. Pero,
dura, en eso Bruce llevaba razón. La sobre todo, te preparará para cuando
zorra no va a hablar de ninguna manera. vuelva esta noche. —Le guiña un ojo y
Pero ahora, justo ahora, el Gobernador dice—: Sólo quiero que sepas lo que te
se da cuenta de algo que le provoca un espera. —Se gira y le hace un gesto de
escalofrío de placer inesperado. Tiene despedida por encima del hombro—:
que fijarse mucho para notarlo por culpa Chao.
del pelo que le tapa los rasgos, pero el Se va.
ruido la delata. Se percata de ello y La puerta se cierra con un ruido
sonríe. metálico.
Está llorando. Al Gobernador le pilla el amanecer
—Llora, cariño —le anima el de camino a casa.
Gobernador, regocijándose—. Suéltalo El aire huele a limpio, a tierra y a
todo. Te lo has ganado. No tienes nada tréboles, y el ambiente lúgubre de las
de qué avergonzarte. Llora, pobrecita. catacumbas se desvanece bajo la luz
—Se gira para irse. dorada y la brisa primaveral matutina de
Y en ese momento se detiene cuando Georgia. El Gobernador abandona su
oye algo. Se da la vuelta hacia su actitud de tipo duro durante el trayecto y
prisionera y vuelve a inclinar la cabeza. se mete en el papel de líder benévolo de

68
la ciudad. Se cruza con unos cuantos revoloteando por la escalera. En los
madrugadores y les saluda alegremente, pasillos reina el mismo silencio que en
deseándoles que tengan buenos días una cripta vacía.
mientras esboza la típica sonrisa jovial Una vez que entra en su piso, se
del clásico agente de policía del pueblo. encuentra a su querida niña muerta
Su forma de caminar es más alegre, agachada en el suelo de la sala de estar,
sabiéndose el rey de su pequeño castillo con los ojos vacíos clavados en la
y deshaciéndose de los pensamientos alfombra manchada, haciendo ruiditos
sobre destrozar mujeres y dominar a los que casi parecen ronquidos. A su
forasteros, ideas que vuelve a esconder alrededor flota un olor fétido. El
en las zonas más recónditas de su Gobernador se dirige hacia ella lleno de
mente. cariño.
El ruido de los motores de los camiones —Ya lo sé, ya lo sé —le dice con
y de los martillos clavando clavos ya afecto—. Perdona por haber estado
inundan el aire debido a que Martínez y fuera hasta tan tarde… O hasta tan
su gente están reforzando las nuevas pronto, según se mire.
secciones de la barricada. De repente, la niña profiere un
De camino al edificio, se encuentra rugido tan chirriante que parece que
con una mujer y sus dos hijos, que estén torturando a un gato, se pone de
corretean por la calle. pie como accionada por un resorte y se
Se aparta para dejar pasar a los abalanza sobre él.
niños con una risita. Él le propina una bofetada fuerte con
—Buenos días —saluda a la mujer. el dorso de la mano y la estampa contra
—¡Niños, por favor! —les grita la pared.
preocupada su madre, una mujer mayor —¡Pórtate bien, maldita sea!
de Augusta—. ¡Os he dicho que no Ella se tambalea y lo mira con ojos
corráis! —Se gira hacia Philip y le lechosos. Una expresión parecida al
dedica una sonrisita recatada—: Buenos miedo cruza su rostro azul y amoratado,
días, Gobernador. la boca rígida y sin labios se tuerce, y la
El hombre prosigue su caminata y se niña aparenta ser extrañamente mansa y
encuentra a Bob encorvado en la acera, dócil. Al verla así, el Gobernador se
al lado de los escalones. calma.
—Bob, por favor, come algo —dice —Lo siento, cariño. —Se pregunta
mientras se acerca al desastre de si tendrá hambre—. ¿Por qué estás de
hombre, que descansa tirado bajo una tan mal humor últimamente? —Ve que el
marquesina que hay al lado del portal cubo está volcado y le pregunta—: ¿No
del Gobernador—. No me gusta nada tienes comida?
ver cómo te echas a perder de esta Lo recoge y mete un pie amputado
manera. Ya no usamos el sistema de que se había salido.
trueque, así que seguro que te darán —Has de tener más cuidado. Si
algo vuelcas el cubo, sale rodando fuera de tu
de comida. alcance. Ya deberías saberlo.
Bob emite un borboteo y eructa. Mira dentro del recipiente. Su
—Bueno, vale… Si así me quito a la contenido está muy descompuesto. El
niñera de encima… pie está tan hinchado y amoratado que
—Gracias, Bob —le dice mientras parece un globo. Las partes del cuerpo
se dirige al vestíbulo—. Sólo me están cubiertas por una capa velluda de
preocupo por ti. moho y echan una peste indescriptible
Bob farfulla algo como «ya, ya…». que literalmente hace llorar, y nadan en
El Gobernador entra en el edificio. una sustancia espesa y viscosa que los
Hay un moscardón azul enorme patólogos conocen muy bien: el mejunje

69
amarillo y parecido a la bilis que indica orientales haya platos tan exóticos como
que el proceso de descomposición sesos de chimpancé trepanado y
avanzada ha comenzado, y que todos los distintos tipos de mollejas. Sin embargo,
gusanos y moscas se han ido y han Philip Blake sabe que eso es mentira:
dejado atrás una masa de proteínas los humanos saben a mierda. A lo mejor,
deshidratadas. si se sirvieran crudos y con aderezo
—No querrás eso, ¿verdad? —le (humano tártaro, por poner), los tejidos
pregunta el Gobernador a la niña y los órganos podrían ser aceptables,
cadáver, cogiendo con asco el pie negro pero al Gobernador no le apetece
e hinchado. Lo sujeta entre el pulgar y el probar.
índice, formando una especie de pinza, y —Te traería más comida, cielo —le
se lo tira a la criatura—: Toma, dice con dulzura al pequeño cadáver del
adelante. otro cuarto.
Devora con avidez el aperitivo a El Gobernador está descansando en
cuatro patas, con la espalda encorvada el sofá mientras escucha el sonido
como si fuera un simio. De repente, relajante de las burbujas que borbotean
parece tensarse por el sabor. en las sombras al otro lado del
—¡Puaf! —gruñe mientras escupe comedor: el silbido suave de los
los trozos masticados. acuarios está por todas partes en el piso,
El Gobernador se limita a sacudir la como si fuera ruido blanco o estática de
cabeza con pesar y se retira al comedor, un canal extinto.
regañándola por encima del hombro. —Lo que pasa es que papi está muy
—¿Lo ves? Eso es lo que te pasa por cansado hoy y necesita echar una
volcar el cubo, que se te estropea la cabezada, así que tendrás que esperar…
comida. —Baja la voz y añade—: La a que me despierte.
verdad es que no sé cómo puedes Se duerme en seguida, arropado por
comerte eso, ni aunque esté fresco. el sonido de las burbujas, y no tiene ni
Se deja caer sobre el sillón, que idea de cuánto tiempo ha pasado cuando
chirría cuando lo reclina. Le pesan los le despiertan unos golpes que le hacen
párpados, le duelen las muñecas y tiene incorporarse con un respingo.
los genitales irritados de tanto ejercicio. Al principio cree que es Penny, que
Se tumba y piensa en la vez en que llegó está haciendo ruido en la otra
a probar la comida de Penny. habitación. Sin embargo, vuelve a oír
Fue una noche, ya tarde, hace tres los golpes, esta vez más fuertes, y se da
meses. El Gobernador estaba borracho e cuenta de que provienen de la puerta
intentaba que la niña muerta se trasera.
tranquilizase. Pasó casi de forma —Espero que sea importante —
espontánea. Cogió sin más un trozo de farfulla mientras cruza el apartamento
tejido, parte de un dedo humano de cuyo dando tumbos.
dueño ni se acuerda, y se lo metió en la Abre la puerta.
boca. Para llevar la contraria a las —¿Qué sucede?
bromas, el sabor no se parecía para —Aquí tienes lo que me pediste —
nada al del pollo. Sabía amargo, dice Gabe desde el otro lado de la
metálico y fuerte, con un regusto a cobre puerta de malla, con un contenedor de
por la sangre, pero con una textura metal salpicado de sangre en las manos.
parecida a la carne estofada, muy dura y El hombre de cuello grueso tiene un
granulada. Lo escupió de inmediato. aire sombrío y parece nervioso,
Entre gourmets se dice que la inseguro de su entorno. No deja de mirar
comida sabe mejor y satisface más atrás. La caja de munición que sostiene,
cuanto más cercano es su ADN al del cortesía del puesto de la Guardia, les ha
consumidor; de ahí que en las culturas servido varias veces de biocontenedor

70
improvisado. En la habitación mal iluminada, saca
—Son los dos del helicóptero. — los otros dos objetos de las bolsas.
Parpadea—. Ah, y he metido una cosa —Tenéis invitados —dice a las
extra. —Vuelve a parpadear—. No sombras, arrodillándose y liberando una
sabía si querías quedártela. Si no, tírala cabeza de mujer amputada de su
y ya está. envoltorio de plástico.
—Gracias —musita el Gobernador, El cráneo chorreante pertenece a la
y le quita la caja, que está caliente y mujer que se llamaba Christina. El
pegajosa por culpa de la sangre—. rostro está tan pastoso, esponjoso y
Encárgate de que duerma un poco, blando como la masa de pan, y en él hay
¿vale? Que no suba nadie. grabada una expresión de puro terror.
—Vale, jefe. —Bueno, en realidad son vecinos
Gabe se da la vuelta y baja las nuevos.
escaleras con rapidez, contento por Levanta la tapa de un acuario nuevo
haberse deshecho del paquete. que hay contra la pared y sumerge la
El Gobernador cierra la puerta y cabeza de la productora de noticias en el
regresa al comedor. fluido.
Penny se tambalea hacia él cuando —Así os hacéis compañía —dice
pasa; estira la cadena, olisquea el aire y con un tono dulce, casi tierno, mientras
extiende los bracitos larguiruchos y mete el segundo cráneo, el del piloto, en
muertos para coger el aperitivo. Huele las aguas turbias del acuario de al lado.
la carne de los difuntos. No aparta los Suspira. Cerca, en alguna parte, la
ojos —dos monedas enormes de plata— mosca zumba sin que nadie la vea,
de la caja. implacable.
—¡No! —la regaña el Gobernador —Me voy a descansar.
—. Esto no es para ti, cielo. Vuelve al sillón y se deja caer en él
La niña gruñe y escupe. soltando un gruñido, con una mezcla de
El Gobernador reflexiona. cansancio y satisfacción.
—Bueno, vale, espera… A lo largo de la habitación hay
Pensándolo mejor, abre la tapa y veintiséis acuarios, y cada uno de ellos
mete la mano en el contenedor. Dentro contiene al menos dos cabezas
hay cosas húmedas y carnosas metidas humanas.
en bolsas herméticas grandes. Una de Algunos hasta tienen tres o cuatro. Los
ellas, una mano humana amputada y filtros borbotean, las burbujas estallan,
retorcida como si fuese un rollizo las luces superiores emiten un zumbido
cangrejo blanco muerto y congelado, tenue. Cada aparato está conectado a
lleva una sonrisa a los labios del una
Gobernador. regleta maestra con un cable tan grueso
—Supongo que esto sí te lo puedes como una anaconda que recorre el
quedar. —Saca la mano que perteneció zócalo y sube por la esquina de la pared,
al intruso llamado Rick y se lo tira a la hasta el generador que hay en la azotea.
niña—. Con eso deberías estar tranquila Hay filas de rostros descoloridos y
el rato suficiente como para echar una amoratados encerrados en frascos
cabezada. verdes llenos de agua, donde se
La niña cadáver se pone las botas retuercen como si hubiera un titiritero
con el apéndice chorreante, sorbiendo tirando de unas cuerdas invisibles. Los
con ruido y ansia mientras los cartílagos párpados, tan delgados y surcados de
se quiebran como huesos de pollo entre venas como si fueran hojas secas y
sus dientes negros y pequeños. El viejas, parpadean a intervalos
Gobernador se va al comedor y se lleva irregulares; los globos oculares, velados
el contenedor con él. por las cataratas, están concentrados en

71
reflejos fugaces y sombras refractadas eternidad. ¿Quién sabe? Éste es el
por el agua. Las bocas se abren y se extremo lógico, un recordatorio perenne
cierran de manera intermitente, como si de qué es lo que te espera si eres débil
fueran un juego para poner a prueba los durante una sola milésima de segundo.
reflejos que ocupara todos los paneles Las cabezas representan al antiguo
de vidrio. El Gobernador lleva Philip Blake. El débil, el pusilánime, el
coleccionando las cabezas desde hace que siempre se estaba quejando.
un año con el mismo cuidado que el «¿Cómo pudiste hacer algo tan horrible?
conservador de un museo. El proceso de ¿Cómo puede hacerse algo así?».
selección se rige por instinto, y el efecto Mantiene la mirada fija. Las cabezas le
que produce ver tantas cabezas muertas dan fuerzas, le dan poder, son su fuente
es muy inquietante. de energía.
Se recuesta en el sillón y los muelles —Cincuenta y siete canales y no dan
chirrían al levantarse el reposapiés. Se nada bueno en ninguno —murmura con
apoltrona, aplastado por el peso del una voz una octava más grave de lo
cansancio, y contempla las caras. normal.
Apenas se fija en el nuevo rostro, la «¿Cómo…?
cabeza de una mujer que antaño fue ¿Pudiste…?
famosa por su excelente producción de ¿Hacerlo…?»
secciones en la WROM Fox de Atlanta, y Hace caso omiso de su voz interior y
que ahora jadea y escupe burbujas sin se adormila mirando las bocas que se
sentir nada. El Gobernador sólo ve el mueven expulsando burbujas,
conjunto, la totalidad de todas las retorciéndose y profiriendo gritos
cabezas, la imagen general de todas silenciosos y acuosos. «¿Cómo?». Se
esas sume en la oscuridad del sueño. Con la
víctimas aleatorias. mirada fija. Absorbiendo. Empieza a
Los gritos de la chica negra delgada soñar. El mundo de la pesadilla se filtra
del sótano aún resuenan en el fondo de en el mundo real, y se encuentra
su cabeza. La parte de su personalidad corriendo por un bosque oscuro. Intenta
que aborrece ese tipo de gritar pero no tiene voz. Abre la boca y
comportamiento sigue quejándose y grita en silencio. No le sale ningún
protestando en una área recóndita de su sonido, sólo burbujas que flotan en la
cerebro. «¿Cómo pudiste hacerle eso a oscuridad para luego desvanecerse. El
otro ser humano?». Contempla las bosque se cierra sobre él. Permanece
cabezas. «¿Cómo puede alguien hacerle firme, con los puños cerrados y una ira
eso a otra persona?». Se concentra en salvaje emanándole de la boca.
las teces pálidas e hinchadas. Quémalo todo. Quémalo todo.
El horror nauseabundo que suponen Destrúyelo. Destrúyelo todo. Ahora.
todas esas caras indefensas, que ¡Ahora! ¡AHORA!
susurran pidiendo una salvación que Un rato después, el Gobernador se
jamás llegará, es tan deprimente, tan despierta de golpe. Al principio no sabe
siniestro, tan adecuado en los tiempos si es de día o de noche. Se le han
que corren, que de algún modo consigue dormido las piernas y el cuello le duele
atravesar los pensamientos de Philip por haberlo tenido apoyado contra el
Blake y purificarlo. De alguna manera, reposacabezas en un ángulo extraño.
sella su mente herida con la naturaleza Se levanta, va al baño y se despeja.
cáustica de la realidad. Le suministra Mientras se mira en el espejo oye los
una vacuna contra la duda, la indecisión, resoplidos y los gruñidos de su niñita
la piedad y la empatía. A fin de cuentas, encadenada a la pared de la otra
así es como podríamos acabar todos: estancia. El despertador de cuerda que
cabezas flotando en tanques por toda la tiene en la mesilla le advierte de que es

72
casi mediodía. ¿Sigue despierta?
Se siente revitalizado. Fuerte. Le —Hasta donde yo sé, sí. Le eché un
espera un día duro. Se lava la sangre de vistazo hace una hora.
la mujer negra que tiene debajo de las —¿Cómo era su… conducta?
uñas con un jabón de piedra pómez. Se —¿Que cómo era su qué?
asea, se pone ropa limpia, toma un —Su conducta, Bruce —suspira el
desayuno rápido que consiste en leche Gobernador—. Que cómo estaba. ¿Qué
en polvo, cereales y café instantáneo que coño estaba haciendo?
calienta en un hornillo, y le da a Penny —No sé —responde encogiéndose
otro aperitivo que saca del contenedor de hombros—, estaba mirando al suelo y
de acero. hablando con sus amigos imaginarios.
—Papi se tiene que ir a trabajar —le —Se humedece los labios y dice—: ¿Te
dice con alegría al pequeño cadáver puedo preguntar una cosa?
mientras se dirige hacia la puerta. Coge —¿El qué?
la pistola y el walkietalkie que había —¿Te ha contado algo? ¿Te ha dado
dejado cargando y se despide—: Te información?
quiero, cielo. Pórtate bien mientras no —No le he preguntado nada… —
estoy. dice el Gobernador pasándose la mano
Saliendo del edificio, se pone en por el pelo largo—, así que tampoco hay
contacto con Bruce por radio. nada que me tenga que contar, ¿no te
—Reúnete conmigo en el estadio — parece?
dice por el micrófono—, en lo alto de la —¿No le has preguntado nada? —se
entrada de servicio. extraña Bruce, frunciendo el ceño.
Apaga el aparato sin esperar a que —Nada.
Bruce responda. —¿Y eso?
Diez minutos más tarde, el El Gobernador contempla el
Gobernador espera en lo alto de una horizonte, donde divisa la columna de
escalera grasienta que conduce al humo que expulsa un buldócer que
laberinto subterráneo compuesto de empuja montones de tierra contra la
cavernas oscuras. El cielo que cubre el barricada, mientras que los obreros
estadio tiene un aspecto amenazador, y aseguran las últimas secciones. El
el día se está volviendo oscuro y estruendo de los motores y los martillos
borrascoso. inunda el aire.
—Hola, jefe —dice el hombre calvo —Ya le preguntaré —responde,
mientras sale dando zancadas del pensando sobre el asunto—. Ya que
aparcamiento. estamos, quiero que me hagas un favor.
—¿Dónde coño estabas? ¿Dónde está encerrado el chaval?
—He venido directo, perdona. —¿El crío asiático? En el nivel B,
El Gobernador echa la vista atrás; un en el almacén que hay al lado de la
par de transeúntes le llaman la atención. enfermería.
Baja la voz. —Quiero que lo traslades al cuarto
—¿Cómo está la mujer? de al lado de la mujer.
—Sigue hablando sola. En mi Bruce frunce el ceño más aún, y
opinión, a la zorra esa se le ha ido la arrugas y pliegues se le expanden por la
puta cabeza. cabeza calva.
—¿Está limpia? —Vale, pero… ¿quieres que oiga lo
—Sí, bastante. Albert le hizo una que pasa en la habitación?
visita, la inspeccionó y le dio algo de —No eres tan tonto, ¿eh, Bruce? —
comida, pero ni la ha tocado. Supongo le dice el Gobernador con una sonrisa
que bebería un poco de agua, pero nada gélida—. Quiero que el chaval oiga todo
más.— lo que le voy a hacer a esa zorra esta

73
noche. Así, uno de los dos hablará. Tú cierto es que no puede ignorar lo que
confía en mí. siente por el joven desaliñado. Tiene
Bruce empieza a decir algo pero el buen fondo, los tiene bien puestos, es
Gobernador se da la vuelta y se va sin leal y, por qué negarlo, también es muy
abrir la boca. bueno en la cama. Pero ¿qué sabe
En la tranquilidad polvorienta del realmente sobre él? ¿Qué sabe nadie
piso, Lilly y Austin consiguen dormir realmente sobre nadie en esta sociedad
unas pocas horas por la mañana, aunque nueva y hecha mierda en la que viven?
apenas descansan. Cuando por fin se ¿Será Austin uno de esos hombres
levantan, a eso de la una, la atmósfera chapados a la antigua que creen que
apacible de la noche anterior ha dado tener sexo es como firmar un contrato?
paso a una serie de situaciones Y, por cierto, ¿por qué es incapaz de
incómodas. aceptar lo que siente por él? ¿Qué le
—Ah, perdona… —se disculpa pasa? La respuesta se le escapa: miedo,
Austin cuando abre la puerta del baño y instinto de supervivencia, culpa, odio
se encuentra a Lilly en el retrete con la hacia sí misma… Lilly no consigue
camiseta del Instituto Tecnológico de saberlo con exactitud, pero hay una cosa
Georgia puesta y las medias por los que sí tiene clara, y es que no está
tobillos. Él se gira de inmediato. preparada para tener una relación. Aún
—No te preocupes —le tranquiliza no. Y en los ojos de Austin ve que él
—. Un par de minutos y podrás entrar. está bastante dispuesto.
—Vale. —Me lo pensaré —responde Lilly
Se mete las manos en los bolsillos y por fin.
deambula por el pasillo. Un rato antes, —Lilly, es sólo una cena… —dice
esa misma mañana, se había quedado alicaído—. No te estoy diciendo que
dormido en el suelo del comedor, vayamos a escoger los muebles.
tapado con una esterilla del camión, —Ya lo sé, pero es que… me lo
mientras Lilly dormía en el futón roto tengo que pensar.
del dormitorio. —¿La he cagado en algo?
—¿Tienes tiempo para darme otra —No, qué va. Pero… —hace una
lección hoy? —grita Austin desde el pausa— es que…
recibidor. —Por favor —le pide Austin con
—Mira que te gusta que te castiguen una sonrisa—, no me digas que «no es
—le responde desde el baño mientras por ti, es por mí».
tira de la cadena y se asea delante del —Vale, perdona. —Ríe—. Lo que
espejo. Sale y le da un puñetazo digo es que necesito que me des algo de
amistoso en el brazo antes de continuar tiempo.
—: ¿Y si esperamos a que se te cure el El muchacho le hace una pequeña
costado antes? reverencia.
—¿Qué plan tienes para esta noche? —Como gustéis, gentil dama. Te
—¿Para esta noche? daré tiempo y espacio.
—Si quieres te hago la cena —le Austin se va al comedor y coge la
dice con ojos brillantes e inocentes. pistola, la chaqueta y la mochila. Ella le
—Ehm…, pues… Vaya. acompaña a la puerta.
Lilly está desesperada por decir las Salen.
palabras adecuadas. No quiere perder la —Parece que se avecina tormenta —
amistad de Austin. Sentimientos comenta él alzando la mirada hacia las
contradictorios la invaden mientras nubes oscuras que cubren el cielo.
busca la manera de formular la frase. Se —Y que lo digas —corrobora Lilly
siente más unida a él y a la vez entrecerrando los ojos bajo la luz gris.
extrañamente separada. Lo que sí es Vuelve a dolerle la cabeza.

74
El chico empieza a bajar las que se va a montar, cortesía de Lilly
escaleras, pero Lilly se acerca y le coge Caul, que corre por el estacionamiento
con delicadeza del brazo. de al lado cubriéndose la cabeza con la
—Austin, espera —comienza, y cazadora para guarecerse de la lluvia.
busca las palabras apropiadas—. La mujer se le acerca con el rostro
Perdona, me lo estoy tomando muy a ansioso y se apresura, sin aliento, a
pecho. Lo que pasa es que quiero que resguardarse en el refugio temporal,
vayamos despacio. Lo que pasó donde sacude la chaqueta para
anoche… deshacerse de la humedad.
Austin la coge de los brazos y clava —Joder, menuda tromba ha caído de
los ojos en los de ella. golpe —le dice entre jadeos a Martínez.
—Lo que pasó anoche fue precioso y —Buenas, Lilly —le saluda mientras
no quiero cagarla. chafa el cigarrillo contra la acera.
El rostro del joven se vuelve tierno. —¿Cómo va? —pregunta cuando se
Le acaricia el pelo y le da un besito recupera, mirando a su alrededor.
platónico en la mejilla de forma —Tirando.
inocente e improvisada. Le besa la sien —¿Y lo de los intrusos?
con mucho cariño, sin más. —¿Los quiénes?
—¿Quieres que te diga la verdad? —Los forasteros —le aclara
—le pregunta Austin mirándola a los mientras se seca la cara—. Los que
ojos—. Vale la pena esperar por ti. vinieron la otra noche.
Y sin decir ni una palabra más, baja —Pues ni idea. —Se encoge de
las escaleras y se aleja arrastrando los hombros, mirando nervioso a su equipo
pies bajo la cercana tormenta. —. Yo no tengo nada que ver con eso.
Esa tarde, la lluvia va y viene. —¿No les están interrogando? ¿Qué
Martínez se ve obligado a posponer el pasa?—
último turno de la construcción de la Se supone que tú no tendrías que
esquina noreste de la muralla, y él y sus saber nada de esto —contesta él, con
hombres se refugian bajo las una mirada extraña en los ojos.
marquesinas que hay a lo largo de la —¿De qué?
estación abandonada, donde se limitan a La agarra y la aleja de su gente. Se
esperar mientras fuman, contemplan el dirigen al borde más lejano de la
tiempo y vigilan el bosque que se marquesina. La lluvia ha pasado a ser un
extiende al norte. chaparrón constante, y el ruido de la
En las últimas semanas ha tormenta, parecido al de un motor a
aumentado el número de avistamientos reacción, enmascara la charla.
de caminantes en los matorrales y los —Mira —le dice Martínez,
pantanos que hay tras las arboledas de cuidando sus palabras—, esto no tiene
pinos blancos. En estos momentos, un nada que ver con nosotros. Te aconsejo
telón de agua cae desde lo alto del que no te metas.
firmamento, bombardeando el bosque y —Pero ¿qué coño te pasa? Sólo te
purificando los campos. Es una he hecho una pregunta.
tempestad implacable de tamaño y —El Gobernador quiere mantener el
proporciones bíblicas. El latino está de asunto en secreto para que la gente no
los nervios y se emplea a fondo para se
fumarse un pitillo sin filtro que se ha preocupe.
liado él mismo y que consume hasta el —No me preocupo. —Suspira—. Lo
límite mientras observa el torrencial. Lo que pasa es que tenía curiosidad por
último que necesita ahora es que alguien saber si habían descubierto algo.
monte una escena. —Ni lo sé, ni quiero saberlo.
Sin embargo, una escena es justo lo —Joder, pero ¿a ti qué te pasa?

75
La ira surge del interior de Martínez embargo, aparte de estos ejemplos
y le recorre el cuerpo por la espalda, escandalosos y grotescos de lo que el
hasta hacer que se le seque la boca. Gobernador ha empezado a llamar
Tiene ganas de estrangular a la «gestión de residuos», esa semana el
metomentodo esa. La agarra por los pueblo de Woodbury vive una calma
hombros. inusual. De hecho, no es hasta la
—Escúchame, bastantes problemas siguiente que Lilly se da cuenta de que
tengo ya como para tener que ocuparme algo falla.
también de esta puta mierda. ¡No te Hasta ese momento, la chica hace lo
entrometas! ¡Déjalo estar! posible por pasar desapercibida. Se
Lilly se aparta de él. pasa el tiempo metida en casa, haciendo
—¡Eh, chavalote, relájate! —le caso de lo que le dijo Martínez: que se
espeta frotándose el hombro—. No sé callara lo que supiera sobre los
qué mosca te ha picado, pero págalo con forasteros hostiles que hay entre ellos.
otro. El hombre respira hondo. Dedica los días a leer, contemplar la
—Mira, perdona, pero es que sólo lluvia y pensar. Pasa las noches en vela,
nos dicen lo que necesitamos saber, dándole vueltas a qué hacer respecto a
nada más. El Gobernador sabe lo que se lo de Austin. El jueves, el joven se
hace. Ya nos dirá lo que haga falta. presenta en su casa con una botella de
Ella le hace un gesto de despedida, vino robada del almacén del juzgado y
se gira y se aleja bajo la lluvia mientras un ramo de salvia rusa que ha cogido
murmura «pues vale». cerca de la oficina de correos.
Martínez la ve desaparecer en la A Lilly le emociona tanto el gesto
niebla. que le deja pasar, pero insiste en que no
—El Gobernador sabe lo que se diga palabra sobre el asunto de la
hace —repite con voz queda, como si relación ni sobre la noche en la que se
quisiera convencerse a sí mismo. pasaron de la raya. Parece que Austin es
feliz sólo con pasar el rato con ella, y se
ventilan la botella de vino entera
ONCE mientras juegan al Pictionary. En un
Un diluvio incesante cae sobre la zona momento dado, Austin la hace reír tanto
central y meridional de Georgia durante que la mujer escupe el vino, cuando el
casi tres días seguidos. A mitad de chico le dice que su dibujo, una especie
semana, la tormenta se desplaza, de huevo frito, representa su cerebro
provocando trombas de agua repentinas, drogado. El joven no se va hasta que la
destrozando cables de alta tensión en su luz gris del amanecer no baña las juntas
viaje hacia la costa Este. Las tierras que de las ventanas tapiadas. Al día
rodean Woodbury quedan empapadas y siguiente, Lilly se ve obligada a admitir
llenas de barrizales y hondonadas. Los que le gusta —pese a las circunstancias
terrenos baldíos del sur están tan tan extrañas en las que lo ha conocido—
inundados y encharcados que los y que quizá, y sólo quizá, estaría
hombres del muro ven cómo los grupos dispuesta a replantearse el asunto con
de caminantes que abandonan el bosque él.
se amontonan en las zonas anegadas Llega la mañana del domingo. Justo
como si fueran sanguijuelas enormes y una semana después de la fatídica
brillantes, subiéndose unas encimas de noche,
otras. Para los tiradores apostados en Lilly se despierta sobresaltada algo
las esquinas noreste y sureste, acabar antes del alba. En su interior hay algo
con los caminantes con sus armas del abstracto e indefinido que la inquieta
calibre .50 resulta tan fácil como desde hace un tiempo y que, por alguna
quitarle un caramelo a un niño. Sin razón —por algo que ha soñado o por

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algo que se ha filtrado a través de su destartalado de la esquina en el que
subconsciente a lo largo de la semana—, guarda las chaquetas, las pistolas y la
le impacta con toda sus fuerzas justo en munición. Coge el chaleco vaquero, el
ese momento, esa misma mañana, como par de pistolas Ruger del calibre .22,
un martillazo, entre ceja y ceja. los silenciadores y un par de cargadores
Sale de un salto de la cama y cruza curvos de veinticinco rondas. Se pone la
la habitación a toda prisa. Sobre un chaqueta, acopla los silenciadores y se
escritorio que ha improvisado usando mete las pistolas tras el cinturón. Guarda
dos bloques de cemento y una tabla de los cargadores en los bolsillos, respira
contrachapado hay una carpeta de hondo, se sube el cuello de la chaqueta y
anillas. La abre con brusquedad y pasa sale del apartamento.
las páginas, frenética. Antes del amanecer, el aire de fuera
—Ay, no… No, no, no —dice con es tan frío que se le ve el aliento. El
voz queda mientras inspecciona el pueblo está durmiendo y el sol sólo
calendario. empieza a asomarse por las copas de los
Lleva casi un año realizando un árboles del bosque del este, enviando
registro impecable de los sucesos en el haces de luz angelicales que atraviesan
tiempo. Por muchas razones. Quiere los bancos de niebla que flotan casi a
saber cuándo son las fiestas, quiere ras del suelo. Lilly cruza la calle y baja
saber cuándo cambian las estaciones y, de prisa por la estrecha acera, en
sobre todo, desea seguir unida al orden dirección a la vieja oficina de correos
del pasado, a su vida civilizada y su abandonada.
normalidad. Quiere estar en contacto Más allá de correos, justo al otro
con el paso del tiempo, aunque ya hay lado del muro sur, fuera de la zona
muchos que se han rendido en esta segura, hay una farmacia que han
época saqueado unas cuantas veces. Lilly tiene
oscura y ya no distinguen la Navidad del que conseguir entrar en ella, sólo unos
Ramadán. instantes, para comprobar si está loca o
Mira la fecha y cierra el calendario no. No obstante, hay un problema.
de golpe. Está fuera del muro y, por culpa de
—Ay, mierda… Joder…, mierda — las lluvias, los caminantes han
musita mientras se aparta del escritorio. incrementado su actividad en la zona.
La cabeza le da vueltas, siente que el En el subsótano pobremente iluminado
suelo está a punto de desplomarse bajo que hay bajo el estadio, Bruce oye los
sus pies. Nerviosa, anda en círculos a golpes delatores que resuenan tras la
oscuras por la habitación durante unos última puerta de garaje a la izquierda.
instantes. Divaga, y sus pensamientos Se mentaliza para lo que está a punto
chocan entre sí de forma caótica. No de ver, se agacha, abre el cerrojo,
puede ser que estén a día 23. Es levanta el cierre y estira la puerta hacia
imposible. Seguro que se lo está arriba, que sube arrancando chirridos
imaginando. Está paranoica. Pero ¿cómo del mecanismo oxidado, revelando una
puede estar segura de ello? ¿Cómo se estancia de cemento que antaño se
puede estar seguro de nada en este puto utilizaba para almacenar chasis
Mundo de la Plaga? Tiene que haber grasientos y piezas de recambio. Ahora
algo que pueda hacer para tranquilizarse es un lugar dedicado a la humillación y
y demostrarse a sí misma que es sólo el dolor en el cual el Gobernador se alza
una paranoia. De pronto, se detiene y se en medio de la oscuridad, jadeando por
le ocurre una idea. el esfuerzo.
—¡Claro! —Qué bien me lo he pasado —
Chasquea los dedos y sale corriendo murmura.
hacia el armario de metal viejo y La cara le brilla por el sudor. Las

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manchas húmedas que le asoman bajo —Pero no ha soltado prenda,
las axilas y la sangre que hay en sus ¿verdad?
manos son más abundantes que —Según Gabe, lo único que hizo fue
después llorar sin parar, nada más. No dijo ni mu
de la última sesión, dos días atrás. Es la —explica Bruce encogiéndose de
tercera ronda de tortura de la semana y, hombros.
como se ha pasado la noche —Lo que faltaba —comenta el
trabajándose a la mujer, ahora está Gobernador mientras respira hondo,
exhausto y se le nota en los ojos reflexiona y le da vueltas a la cuestión
hundidos. —. Estos tíos son más duros de lo que
Bruce consigue atisbar durante una pensaba, son como unas putas nueces
fracción de segundo la silueta que no hay manera de cascar.
destrozada que yace tras el Gobernador. —¿Puedo sugerir algo? —propone
El torso cuelga a unos centímetros sobre Bruce.
el suelo, sujeto a duras penas por las —¿El qué?
cuerdas. Las rastas caen lacias, y del —En el trullo —cuenta mientras
rostro hinchado gotean varios fluidos. vuelve a encogerse de hombros—, para
Los hombros, estrechos, suben y bajan conseguir que la gente confiese, los
rítmicamente, mientras los pulmones aíslan.
luchan por hacerse con algo de aire. Las —¿Y? —pregunta el Gobernador,
piernas desnudas de la mujer parecen clavando los ojos en él.
las de una muñeca rota. A primera vista, —Lo que digo es que lo encerremos,
apenas sí se diría que sigue con vida, separado de los demás, como un puto
pero si uno presta más atención puede confinamiento solitario. Tal vez sea la
detectar el fuego ardiendo tras los ojos forma más fácil de conseguir que se
ensangrentados, un reactor nuclear de derrumbe.
furia que la mantiene consciente y le —Esto no es una cárcel, Bruce, sino
ayuda a aferrarse a una mínima un pueblo que tengo que… —Parpadea
esperanza de vengarse. e
—Cierra —le ordena el inclina la cabeza ante la revelación que
Gobernador, cogiendo una toalla que acaba de tener, y dice—: Espera.
Bruce lleva al hombro. —¿Qué pasa, jefe?
Él obedece y estampa la puerta —Espera… espera un momento.
contra el suelo. El impacto produce un —¿Qué pasa?
estruendo metálico. —¿No dijo Gabe que esos trajes de
—No va a decirnos nada —afirma el antidisturbios que llevaban se usan en
Gobernador mientras se seca la cara con las prisiones? —pregunta el
la toalla—. ¿Cuántas veces hemos Gobernador, con la mirada fija en el
hecho enorme afroamericano.
esto ya? ¿Tres? ¿Cuatro? He perdido la Bruce asiente en silencio mientras
cuenta. —Arroja la toalla y pregunta—: contempla el pasillo, reflexionando
Y el chaval, ¿qué? ¿Ya se ha venido sobre ello.
abajo? Philip Blake se dirige a las
Bruce niega con la cabeza. escaleras.
—Gabe dice que lo oye todo a —Ahora que caigo —musita
través de la pared y que llora como un mientras camina—, el tío ese, Rick,
bebé día sí, día también. Está así desde llevaba un mono de presidiario debajo
que empezaste con la mujer. del equipamiento.
El Gobernador coge aire y estira los —¿Adónde vas, jefe? —pregunta
músculos sobrecargados del cuello Bruce corriendo tras él, que ya ha
mientras se cruje los nudillos. subido unos escalones.

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—Limpia a la zorra esa… —le carretera. Es un pequeño edificio
ordena echando la vista atrás—, y luego cuadrado medio derruido de ladrillo
coge a Gabe y reuníos conmigo en la rojo que tiene la fachada tapiada y llena
enfermería. ¡Creo que se me ha ocurrido de balazos. El antiguo cartel del mortero
una forma mejor de lidiar con esto! con el logo «R/X» que indica que se
Lilly se detiene junto al muro, con el despachan recetas cuelga de unos
corazón acelerado. El sol ya ha salido y cables
los primeros rayos de luz de la mañana raídos y se balancea por la brisa. Lilly
irradian calor sobre su nuca. A unos corre hacia la entrada pero la puerta está
cuarenta y cinco metros, la silueta cerrada y tiene que abrirla de un
musculosa recortada contra el amanecer empujón con el hombro.
de uno de los hombres patrulla por una Irrumpe en el interior oscuro de la
pasarela improvisada. tienda y una lluvia de cristales
Se espera a que el guardia pase por pertenecientes a la puerta rota aterriza
detrás de un tubo de ventilación para sobre el suelo. El corazón le late
moverse. desbocado mientras contempla la zona
Trepa veloz por el dique, salta al catastrófica que antaño vendía jarabe
otro lado y aterriza con pesadez en la para la tos, adhesivo dental y algodón a
autovía de grava. El impacto de las las granjeras y a los habitantes
botas arranca un sonoro crujido de las acatarrados.
rocas, por lo que se agacha durante un Los pasillos han sido desvalijados
instante, con el pulso acelerado, para por completo: las estanterías están
ver si el guardia se ha percatado de su desoladas y sólo quedan unos pocos
presencia. paquetes vacíos y unos cuantos charcos
Tras unos segundos de silencio de fluidos inidentificables aquí y allá.
absoluto, cruza con sigilo el camino Se abre paso a través de los residuos y
pedregoso y se cuela detrás de un se dirige al mostrador que hay tras los
edificio calcinado. Comprueba la sombríos corredores traseros.
pistola y desliza la corredera. Mantiene Justo a su derecha, capta un ruido
el arma a mano mientras avanza que le llama la atención: un silbido en el
despacio por una carretera lateral aire y una botella volcándose. Alza el
cubierta de despojos abandonados y arma en un abrir y cerrar de ojos. Ve un
montones de caminantes decapitados en borrón de pelaje amarillo y suelta el
descomposición. El hedor es percutor al advertir que es un gato
indescriptible, y el viento frío esparce la silvestre y maltrecho que se escabulle
peste a su alrededor como si una red que entre los expositores caídos de enjuague
la atrapara. bucal y blanqueador dental, con un ratón
Lilly llega a la oficina de correos. entre las fauces.
Camina agazapada, avanzando en Lilly deja escapar un suspiro de
silencio por delante de los carteles alivio, se da la vuelta hacia el
rasgados que muestran a carteros felices mostrador… y grita.
entregando paquetes de colores a los El viejo dependiente de la farmacia
niños y de los anuncios pintarrajeados se tambalea desde las sombras con los
con grafitti de jubilados sonrientes que brazos estirados y las manos negras y
coleccionan sellos. Oye algo que se retorcidas cerrándose en forma de
arrastra a su espalda, tal vez hojas garras, abriendo y cerrando una boca
movidas por el viento, y no echa la vista gigante y putrefacta, como si fuera una
atrás. Continúa hacia el sur. trituradora. El rostro alargado y con
Los restos bombardeados de papada tiene la misma consistencia que
Medicamentos y Artículos Variados la masa de pan y está recubierta por un
Gold Star se alzan al final de la moho del color del óxido viejo. En la

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tez, dos ojos lechosos tan grandes como hay nada, salvo medicamentos inútiles e
dos huevos pasados por agua. Lleva infusiones que los saqueadores no se
puesta una bata blanca manchada de han
sangre y bilis. llevado: productos contra el acné,
Lilly se aparta de un salto, alzando antihemorroidales y fármacos de
la pistola y volcando un expositor de nombres crípticos cuya función nadie se
comida de perro. ha molestado en averiguar. En cambio,
Se cae de culo y las latas impactan las medicinas valiosas que afectan al
contra el suelo con un gran estruendo. sistema nervioso central, los opiáceos y
Sin aire en los pulmones, empieza a los analgésicos desaparecieron hace
disparar. El estallido de los disparos mucho tiempo, pero no le importa.
silenciosos destella y resuena en el No quiere colocarse, ni anestesiarse,
reducido espacio del local. La mitad de ni acabar con el dolor.
las balas acaba alzándose y revienta los Después de lo que parece una
tubos fluorescentes pero la otra mitad se búsqueda eterna y angustiosa, acaba
aloja en la cabeza calva del encontrado lo que quiere en el suelo,
farmacéutico. tras la torre del ordenador, entre un
El cráneo vuela en mil pedazos y las montón de cajas descartadas y
astillas de hueso, la sangre y los tejidos pastilleros de plástico. Sólo queda una
salpican los estantes vacíos. El enorme caja que al parecer alguien pisó en algún
mordedor se desploma como un roble momento, ya que está plana y tiene la
viejo y cae justo encima de Lilly, quien parte superior rota, aunque el contenido
grita y se retuerce bajo el peso muerto y sigue intacto dentro del blíster sellado.
hediondo del cadáver, cuyo olor es Se lo mete en el bolsillo, se pone de
insoportable. Al final consigue rodar y pie y se larga de ahí.
librarse del cuerpo. Quince minutos después, está de
Durante unos instantes frenéticos y vuelta en su piso, con el kit.
silenciosos, se limita a quedarse Cinco minutos después de eso,
agachada, junto al mordedor derribado. espera a ver si su vida está a punto de
Consigue reprimir el asco, la necesidad dar un vuelco.
de huir de la horrible y oscura tienda y «Era un buen hombre», dice una voz
la voz en su interior, que le dice que está amortiguada al otro lado de la puerta
loca, que es una necedad jugarse la vida cerrada de la enfermería, con un tono
por conseguir algo de reconocimiento sardónico, un ligero acento y un
personal. sarcasmo cansado que son la seña de
Aleja esos pensamientos de su identidad inconfundible del doctor
cabeza y consigue recuperar sus Stevens. «“Era”, en pasado».
pertenencias. El Gobernador está en la puerta, con
El mostrador está a seis metros de Gabe y Bruce. Los tres hombres se
distancia, sumido en la oscuridad. A detienen antes de entrar para escuchar
medida que Lilly va sorteando con con mucha atención los murmullos que
cuidado el pasillo trasero, los ojos se le se oyen al otro lado.
acostumbran a la penumbra. Alcanza a «Encontramos este pueblo bastante
ver el mostrador, lleno de fluidos pronto», continúa la voz del doctor. «Al
pegajosos y resecos, documentos ver el puesto de la Guardia Nacional,
amontonados y un moho tan espeso que los callejones estrechos y demás,
parece que hubiera un abrigo de piel decidimos que seríamos capaces de
cubriéndolo todo. defender este sitio, así que nos lo
Cruza la puertecita del mostrador y apropiamos». Se produce un silencio, no
empieza a rebuscar entre lo poco que más largo que un latido, durante el que
queda en los estantes de la farmacia. No se oye un grifo abierto. «Al principio

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fue duro», prosigue la voz, «pero pared contigua, y los que están dentro de
consiguió cumplir los objetivos». la habitación se sobresaltan.
El Gobernador cierra los puños —Bien dicho, doctor —le felicita el
mientras escucha. La furia le tensa la Gobernador mientras camina con paso
espalda y se mezcla con la adrenalina tranquilo hacia la enfermería, seguido de
cruda de lo que está descubriendo. cerca por sus socios—. Bien dicho.
«Philip se convirtió en el líder del Si es posible que una habitación
grupo en seguida. Hizo lo que tenía que entera chisporrotee por la electricidad
hacerse, lo que era necesario para que la estática, entonces eso es justo lo que
gente estuviera segura. Pero al cabo de ocurre en el instante en el que los ojos
un tiempo…». de todo el mundo. Stevens, el forastero
La rabia produce una descarga sentado en la cama y Alice, que está
eléctrica en la columna del Gobernador, junto a la pila, se fijan en el hombre
cuyos dedos empiezan a hormiguearle y delgado que entra en la enfermería con
cuya boca se le llena de una amarga y los brazos en jarras, como si el lugar le
dura bilis. Se inclina hacia la puerta perteneciera. La expresión fría y
para poder escuchar mejor. divertida que surca el rostro del
«… algunos teníamos claro que Gobernador contrasta con las
estaba haciendo lo que hacía más por expresiones hoscas y hurañas de Bruce
diversión que por protegernos. y
Resultaba obvio que era un simple Gabe, que entran como si fueran perros
cabrón retorcido. Ni siquiera puedo de presa siguiendo a su amo.
hablar de lo de su hija». —¿Qué quieres? —dice al fin el
Ha oído suficiente. Dirige la mano al doctor con voz tirante.
picaporte pero algo lo detiene. —Me dijiste que viniera hoy, Doc
Al otro lado de la puerta se alza otra —responde el Gobernador con la misma
voz, una más grave y ronca, que habla simpatía casual que mostraría cualquier
con el acento bastante cerrado de la paciente al ir a hacerse una revisión—.
clase obrera de Kentucky: «¿Por qué Querías cambiarme la venda, ¿no? —
dejas que las cosas sigan así? Las pregunta mientras se señala la oreja
luchas, lo de alimentar a los herida—. ¿Te acuerdas?
zombies…». El Gobernador clava la mirada en el
La voz del doctor: «¿Qué crees que forastero, que se ha quedado inmóvil,
le haría a cualquiera que se opusiera a sentado en la cama.
él? Odio a ese hijo de la gran puta pero —Bruce, apúntale con la pistola a
no puedo hacer nada. Haga lo que nuestro amigo zurdo.
haga…, el caso es que mantiene a salvo El enorme afroamericano desenfunda
a la gente, y eso es suficiente para la tranquilamente una arma chapada en
mayoría». plata del calibre .357 y encañona al
El Gobernador reprime la necesidad hombre llamado Rick.
que siente de echar la puerta abajo de un —Siéntate, Philip —le pide el
golpe y matarlos a todos. doctor—. No tardaré. —La voz adopta
Stevens: «Mientras haya un muro un tono más grave que rezuma desdén—
entre ellos y los mordedores, les da :
igual quién esté con ellos en su lado de Seguro que tienes cosas más
la muralla». importantes
Philip Blake abre la puerta de una que hacer.
patada que hace que el candado salte, Él se deja caer en una camilla
vuele por la habitación y aterrice sobre bañada por la luz de los halógenos.
las baldosas como si fuera un cartucho El tal Rick no puede apartar los ojos
gastado. La puerta se estampa contra la del Gobernador, y éste le devuelve la

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mirada. Son dos depredadores natos en —Y en cuanto al chaval asiático de
plena naturaleza, con los lomos conductos lacrimales hiperactivos… —
arqueados y tanteándose el uno al otro. añade con una sonrisa que casi le va de
El Gobernador sonríe. la oreja sana a la otra herida—, voy a
—Tienes buena pinta, forastero. ¿Te dejar que se vaya.
estás curando bien? Todos se quedan atónitos, callados.
Espera a que el intruso le conteste Rick, sorprendido, clava la vista en él.
pero no hay respuesta. —¿Cómo que vas a dejar que se
—Bueno —murmura para sí mismo vaya? ¿Por qué?
mientras Stevens se inclina para Stevens ya ha acabado de
inspeccionarle la oreja vendada con más examinarle la oreja y le ha cambiado la
atención—, todo lo bien que sea venda.
posible. Se retira y el Gobernador suspira
Por fin, el rubio del otro lado de la satisfecho, se da una palmada en ambos
enfermería consigue responderle. muslos con alegría y se levanta.
—Bueno, y… ¿cuándo vas a —¿Que por qué? —pregunta con una
empezar a torturarme? sonrisa—. Pues porque ha cantado más
—¿A ti? Nunca —responde el que un canario. Me ha dicho justo lo que
Gobernador con un brillo burlón en la quería oír.
mirada—. Te tengo calado desde el El Gobernador hace una señal con la
principio, tú no vas a largar una mierda. cabeza a sus hombres y se dirige a la
Tienes familia allá de donde hayas puerta sin dejar de sonreír.
venido y no vas a venderlos. —Sé todo lo que hay que saber
Stevens retira el vendaje con sobre esa prisión vuestra —murmura de
cuidado e ilumina la oreja mutilada con camino a la salida—. Y si es tan imbécil
una linterna. como para volver, nos guiará hasta la
—No, lo que iba a hacer era torturar mismísima entrada.
a los demás delante de ti. No creía que Los tres hombres salen de la
fueras a ceder, pero estaba seguro de habitación y cierran la puerta rota de un
que alguno de los otros sí. —Le guiña el golpe.
ojo y añade—: El caso es que ha habido La enfermería se queda sumida en un
un cambio de planes. silencio insoportable.
El hombre de la cama contempla el Al día siguiente, a primera hora de
cañón largo del Magnum de Bruce antes la mañana, el artillero apostado en la
de preguntar. esquina noreste de la barricada empieza
—¿Entonces qué? a disparar con su arma del calibre .50 a
—Vas a luchar en el estadio —le un grupo de caminantes que merodea
revela con tono alegre—. Al menos por
quiero que me entretengas —dice antes el límite del bosque. La materia gris y el
de retirar la mirada con una sonrisa tejido muerto brotan a chorros y se
débil—. Ahora mismo tengo pensado mezclan con la brisa matutina.
violar a esa zorra de mierda que me El ruido despierta al pueblo entero.
arrancó la oreja hasta que encuentre una El ladrido de los disparos de alto
manera de suicidarse. calibre llega hasta un callejón estrecho
La habitación, casi como si fuera un que hay tras los edificios de viviendas
organismo, asimila las palabras del del extremo de Main Street, donde
Gobernador en silencio, conmocionada. arranca ecos de las paredes y perturba
El extraño cuadro se estira y los únicos el sueño etílico de un hombre sucio y
sonidos que se oyen son la cinta harapiento que está acurrucado bajo una
adhesiva que arranca Stevens y el escalera de incendios.
susurro de las gasas. Bob se agita, tose e intenta recordar

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dónde está, qué año es y cómo cojones fondo de él y aviva los recuerdos.
se llama. El agua de lluvia todavía fluye —¿Qué tal, Lilly? —la saluda
ruidosamente por los canalones y cae a mientras se echa la botella a los labios y
su alrededor. Tiene los pantalones vacía hasta la última gota. Se limpia la
mojados. Atontado por la borrachera y boca e intenta concentrarse en la mujer
calado hasta los huesos, se frota el —. A los buenos días.
rostro sin afeitar y nota que las lágrimas La mujer se acerca, se arrodilla y le
le surcan las mejillas hundidas y quita el whisky con delicadeza.
arrugadas. —Bob, ¿qué haces? ¿Matarte a
¿Había vuelto a soñar con Megan? cámara lenta?
¿Había vuelto a tener otra pesadilla en El hombre toma aliento y suspira. Su
la que no consigue alcanzarla, mientras aliento es tan fétido e inflamable que
ella cuelga ahorcada de la viga? Ni podría encender una barbacoa.
siquiera se acuerda. Le dan ganas de —He estado… planteándome la
meterse dentro del contenedor que tiene posibilidad.
al lado y esperar a la muerte pero, en —No digas eso —le reprocha
vez de eso, se pone en pie como puede mirándole a los ojos—. No tiene gracia.
y —Es que no era una broma.
se aleja dando tumbos hacia la luz del —Vale, lo que tú digas. —Se seca la
día. boca y echa la vista atrás, vigilando la
Decide tomarse el desayuno —los calle, nerviosa—. No habrás visto a
pocos dedos de whisky barato que Austin, ¿verdad?
quedan en la botella que lleva en el —¿A quién?
bolsillo de la chaqueta— en la acera, —Austin Ballard. Ya sabes, un
recostado contra la fachada de ladrillo chico joven algo desaliñado.
del edificio donde vive el Gobernador. —¿El melenudo?
Para Bob es su sitio de la suerte, su —Ése.
segundo hogar. Se derrumba contra la Bob vuelve a soltar una retahíla de
pared, rebusca en el bolsillo con sus toses secas y sibilantes, doblándose
dedos grasientos y renegridos y saca «el unos instantes para intentar expulsar la
quitapenas». flema. Parpadea.
Echa un buen trago y apura la botella —No, señora. Llevo días sin ver al
antes de ponerse cómodo contra el muy pillastre. —Al fin, consigue
muro. controlar la tos, mira a Lilly fijamente
Ya no es capaz de llorar, porque la pena con los ojos amarillentos y le pregunta
y la desesperación han acabado con las —: Te gusta, ¿a que sí?
reservas de lágrimas. En vez de ello, se Ella tiene la mirada perdida en los
limita a exhalar un suspiro apestoso límites del pueblo y se está mordiendo
cargado de flema, se tumba y echa una una uña.
cabezada durante un período de tiempo —¿Eh?
indeterminado antes de oír la voz. —¿Sois tortolitos? —pregunta Bob
—¡Bob! con una sonrisa torcida.
Parpadea unas cuantas veces y sus —¿Tortolitos? —Suelta una risita
ojos vidriosos atisban la silueta borrosa cansada y niega con la cabeza—. Yo
de una mujer joven que se le acerca diría que no. No exactamente.
desde el otro lado de la calle. Al Bob no le quita el ojo de encima.
principio no logra acordarse de cómo se —La semana pasada os vi yendo a tu
llama, pero la expresión que surca su casa —comenta con otra sonrisilla—.
rostro conforme se acerca, cargada de Seré un borrachuzo pero no estoy ciego.
frustración, ansiedad e incluso un atisbo Vi cómo andabais y cómo os hablabais.
de enfado, consigue despertar algo en el —Es complicado… —le dice

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frotándose los ojos—, pero ahora mismo sufrimiento que pensó que iba a
tengo que encontrarlo. Haz memoria. destrozarle por dentro. Sin embargo, no
¿Cuándo fue la última vez que le viste? fue nada comparado con perder a
—Lilly, no se me dan muy bien los Megan. Se plantea todo esto durante un
detalles. Mi memoria no es precisame… único momento agónico, levanta la vista
Ella le agarra y le sacude. hacia Lilly y se limita a responder con
—¡Bob, despierta! ¡Esto es un murmullo.
importante! ¡Tengo que encontrar a —Sí, querida, aún sufro.
Austin, es muy importante! ¿Lo Se quedan sentados bastante rato,
entiendes? —Le da una bofetada suave con el cielo nublado sobre ellos. Ambos
y permanecen en silencio, sumidos en sus
le insiste—: ¡Concéntrate! ¡Pon en pensamientos, dándole vueltas a sus
marcha esas neuronas atontadas por la porvenires, sombríos e inseguros. Al
bebida y PIENSA! final, la mujer se gira hacia Bob.
El hombre tiembla, con los ojos —¿Quieres que te traiga algo?
cansados y vidriosos abiertos de par en —Tengo otra de éstas guardada en la
par. Sus labios, trémulos, son del color salida de incendios —dice levantando la
del hígado e intentan articular las botella vacía y dándole un golpecito—.
palabras, pero está empezando a llorar. No necesito nada más.
—No… no… Hace ya… No tengo Ella suspira.
muy claro… Pasan otro largo rato sin mediar
—Bob, lo siento. palabra. El hombre nota que se está
El enfado, la urgencia y la volviendo a quedar dormido porque le
frustración abandonan el rostro de la pesan los párpados. Mira a Lilly.
mujer, que lo suelta mientras se le —Parece que estás un poco
suavizan los rasgos. nerviosa, cielo. ¿Quieres que te traiga
—Lo siento mucho —se disculpa y algo yo a ti?
rodea al hombre con el brazo—. Estoy «Sí», piensa ella, con el peso del
un poco… No estoy… Ahora mismo mundo sobre sus hombros. «¿Qué tal si
estoy metida en… me traes una pistola con dos balas para
—No pasa nada, cielo —le que Austin y yo podamos pegarnos un
responde, y recuesta la cabeza—. Yo tiro?».
también estoy haciendo cosas que no
son
propias de mí últimamente. No es que DOCE
esté en mi mejor momento ahora mismo. Martínez recorre la pasarela que corona
—Aún sufres, ¿verdad? Sufres un camión aparcado en la esquina norte
mucho. del muro cuando oye que alguien lo
Bob vuelve a suspirar. Cuando está llama.—
con esta mujer, se siente como si todo ¡Eh, Martínez! —La voz se alza
hubiera vuelto casi a la normalidad. por encima del viento y de los truenos
Durante unos segundos se plantea lejanos que cortan el aire, al este.
contarle lo de los sueños con Megan. Se Baja la vista y ve cómo Rudy, que
plantea contarle lo del agujero negro antes era albañil en Savannah, cruza la
gigantesco de su corazón que está obra. Rudy es tan robusto como una
absorbiéndole hasta el último gramo de secuoya y se engomina el pelo oscuro
vida que le queda. Se plantea explicarle hacia atrás como si fuera Drácula.
a Lilly que nunca se le dio muy bien lo —¿Qué quieres?
de estar de luto. Perdió muchos amigos El latino lleva su atuendo típico:
cercanos en Oriente Medio. Como era camiseta sin mangas, pañuelo en la
médico militar, vio tanta muerte y

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cabeza y guantes de motero sin dedos. minutos en cruzar el pueblo andando. Se
El detiene un par de veces para echarles la
hombre de cara alargada lleva un rifle bronca a unos obreros que están
Kalashnikov con un cargador curvo y la haciendo el vago en los rincones de la
culata recortada. Desde el techo oxidado zona del mercado, algunos incluso
del camión, Kenworth alcanza a ver lo empinando el codo a las dos de la tarde.
que hay en un kilómetro y medio a la Cuando llega al edificio del
redonda y, de ser necesario, podría Gobernador, el sol ha irrumpido entre
cargarse a unos cuantos caminantes con las nubes y el día es tan húmedo como
una sola ráfaga controlada de disparos. una sauna.
A Martínez no le putea nadie, ya sea El latino, un hombre de grandes
hombre o mordedor, y esta visita dimensiones, empieza a sudar mientras
inesperada ya le está poniendo de los se cuela por la parte trasera y sube por
nervios. el entablado hasta la puerta de atrás de
—Mi turno no se acaba hasta dentro Philip Blake. Golpea con fuerza la
de dos horas. jamba.
Entrecerrando los ojos por el sol, —Mueve el culo —dice el
Rudy se encoge de hombros con Gobernador a modo de saludo, y abre la
tranquilidad. contrapuerta.
—Pues a mí me han dicho que te Martínez nota que se le eriza el vello
releve, así que supongo que hoy acabas de la nuca en cuanto entra en la
antes. El jefe quiere verte. atmósfera agria de la cocina. El lugar
—Mierda —murmura Martínez para huele a grasa y moho, un olor que
sí mismo, que no está de humor esta enmascara la podredumbre también
mañana para ir al despacho del director. presente. Sobre la pila hay un
Empieza a bajarse de la cabina, entre ambientador de pino para el coche.
gruñidos—: ¿Qué coño quiere? —¿Qué pasa, jefe? —pregunta
Se baja de un salto del estribo. soltando el rifle y apoyándose contra un
—Yo qué sé, a mí no me cuenta esas armario bajo.
cosas.— —Tengo trabajo para ti —le
Tú vigila ahí arriba —le ordena responde el Gobernador mientras llena
Martínez, contemplando los campos un vaso con agua del grifo.
inundados del norte a través de la Este piso es uno de los pocos que
apertura estrecha que hay enfrente del quedan en Woodbury en el que aún
camión. El terreno está desierto pero él funcionan las cañerías, aunque a veces
tiene un mal presentimiento sobre lo que el agua que sale es del pozo, marrón y
acecha tras las columnas de pinos con óxido. El Gobernador vacía el vaso
lejanas y sombrías—. Hoy está siendo de un trago. Lleva una camiseta de
un día tranquilo… pero normalmente tirantes vieja que le cubre el torso
estas situaciones duran poco. fibroso y los pantalones por dentro de
Rudy asiente y empieza a trepar por las botas de combate. La venda de la
el costado de la cabina. oreja está de color naranja a causa de la
Martínez se aleja dando grandes sangre y el Betadine.
zancadas. —¿Quieres un vaso de agua?
—¿Vas a ir al combate de hoy? — —Vale.
Oye que le pregunta Rudy. Martínez se apoya en la encimera y
—Primero iré a ver qué quiere el cruza los brazos musculosos sobre el
Gobernador —farfulla sin que el otro pecho para calmar sus latidos. No le
hombre le oiga—. Cada cosa a su puto gusta por dónde va la cosa. La gente a la
tiempo. que el Gobernador ha enviado a
Martínez tarda exactamente once «misiones especiales» en el pasado ha

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acabado en pedazos. ni idea—. ¿Ha confesado alguno?
—Gracias. El Gobernador contempla el
—Quiero que vayas a ver al tío ese, exterior. Con suavidad y en voz baja, le
a Rick —le explica mientras llena otro cuenta lo de las prendas carcelarias que
vaso y se lo da—, y que dejes caer lo llevaban los hombres bajo el equipo
poco que te gusta cómo funcionan las antidisturbios, y lo que significa, todo lo
cosas en el pueblo. que significa.
—¿Cómo? —En el pueblo hay gente que ha
—Que estás harto de este sitio —le estado en la trena —dice por fin—, así
aclara, mirándole directamente a los que les he preguntado. Hay tres o cuatro
ojos—, ¿lo entiendes? prisiones estatales a las que se puede
—Pues no. llegar en un día conduciendo. Una está
—A ver, presta atención, Martínez en Rutledge, otra en Albany y otra por
—insiste con los ojos en blanco—. Leesburg. Estaría de puta madre que
Quiero que conozcas al muy gilipollas y pudiéramos localizar el sitio exacto sin
que te ganes su confianza. Dile que no te tener que salir a comprobarlas todas. —
gusta nada cómo gobierno el pueblo. Se gira hacia Martínez y le pregunta—:
Quiero aprovecharme de lo que está ¿Me sigues?
pasando en esa enfermería de mierda. —Haré lo que pueda, jefe —asiente.
—¿Qué está pasando en la El Gobernador aparta la mirada.
enfermería? Hay un silencio breve antes de que
—Ese cabrón está ganándose a retome la palabra.
Stevens y a la perrita faldera que tiene —El reloj está en marcha, ponte
de ayudante. Los forasteros les parecen manos a la obra.
personas decentes, les parecen majos… —Una pregunta.
pero no te lo creas ni por un puto —¿Cuál?
segundo. ¡Me arrancaron la oreja de un —Pongamos que encontramos la
mordisco, hostia! prisión esa… —comienza, escogiendo
—Es verdad. las palabras con mucho cuidado.
—Los muy hijos de puta me —¿Sí?
atacaron, Martínez. Quieren hacerse con —¿Entonces qué hacemos? —
nuestro pueblo y nuestros recursos y pregunta Martínez encogiéndose de
harán lo que sea para conseguirlos, hombros.
joder. Hazme caso. Harán lo que sea. Y El Gobernador no contesta y se
yo haré lo que sea para evitar que eso limita a seguir observando el cielo
suceda. desierto con una expresión tan cruel y
El latino se bebe el agua y asiente sombría como el paisaje asolado por la
mientras reflexiona. plaga.
—Lo pillo, jefe. Las fichas de dominó siguen cayendo
El Gobernador se acerca a la por la tarde, y la serie de
ventana trasera y le echa un vistazo a la acontecimientos, aleatorios en
tarde tan húmeda que hace. El cielo es apariencia, se despliegan con las
del color de la leche agria. No se ve ni mismas implicaciones fatales que la
un pájaro. Ni pájaros, ni aviones…, sólo división de los núcleos atómicos.
el cielo gris e infinito. A las 14.53, hora estándar del
—Quiero que te infiltres entre ellos centro, uno de los mejores luchadores
—dice en un murmuro sombrío, antes de del Gobernador, un antiguo conductor de
girarse de cara a Martínez—. Quiero camiones desgarbado de Augusta
que intentes que te lleven a la prisión llamado Harold Abernathy, hace una
esa en la que viven. visita inesperada a la enfermería. Le
—¿Viven en una prisión? —No tenía pide al doctor que le ponga a punto para

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el combate del día. Quiere que le quite dice a Bruce que no le dé mucha
las vendas para tener una imagen importancia, que no alarme a los
cojonuda de cara al público. Stevens se habitantes. En vez de eso, tiene que
pone manos a la obra, a regañadientes y hacer correr la noticia de que Harold
bajo la mirada de Rick el forastero. Le Abernathy ha fallecido debido a las
quita las gasas y las incontables vendas heridas internas que sufrió en las peleas,
que le había puesto debido a peleas porque Harold era un soldado que se
anteriores. De repente, un cuarto hombre esforzó al máximo y era prácticamente
irrumpe en la habitación, gritando con un héroe, y también porque las peleas
voz de barítono. son reales, y eso es algo que la gente
—¿¡Dónde está ese cabrón!? debería recordar. Bruce quiere saber
¿¡DÓNDE ESTÁ!? quién le sustituirá en el combate de hoy,
Eugene Cooney, un hombre que empieza dentro de menos de una
desdentado y rapado que está hecho un hora. Él contesta que tiene una idea.
tanque, se abalanza directo a por Esa misma tarde, a las 16.11 horas,
Harold, gruñendo y escupiendo palabras el Gobernador sale de su apartamento
sobre no sé qué acerca de que Harold no con Bruce y cruza el pueblo en dirección
frenó los golpes en la pelea y que ahora a la pista de carreras, que ya está
Eugene ha perdido los dientes frontales empezando a llenarse de adelantados
que le quedaban y que es todo culpa ansiosos porque empiece el espectáculo.
suya. Harold intenta disculparse por A las 16.23 horas, los dos hombres han
«dejarse llevar» en el estadio con la bajado por dos tramos de escaleras y
multitud y todo eso, pero según el calvo atravesado varias decenas de metros del
enloquecido «con sentirlo no basta» y, pasillo de cemento, hasta llegar al
antes de que nadie pueda evitarlo, último recinto del lado izquierdo del
Eugene saca un cuchillo de cazador de subnivel más bajo. De camino, el
aspecto muy peligroso y va a por la Gobernador le explica su idea a Bruce y
garganta de Harold. En mitad del caos, le cuenta lo que necesita. Por fin, llegan
la hoja alcanza el cuello de Abernathy y al cuarto que hace las veces de celda de
le corta la carótida, de la que brotan contención. Bruce le quita el seguro a la
chorros de sangre que salpican las puerta elevadora y el Gobernador
paredes de forma asquerosa. Antes de asiente con la cabeza. El chirrido de los
que Stevens pueda reaccionar siquiera mecanismos viejos acaban con el
para contener la hemorragia, Cooney se silencio mientras Bruce sube la puerta
da la vuelta y se va con la misma de un tirón.
satisfacción que un trabajador de un Dentro de la cámara oscura, sucia y
matadero que ha desangrado a un cerdo. enmohecida de cemento grasiento, la
—Hijo de puta —suelta mirando silueta esbelta de piel marrón que hay
atrás, antes de abandonar con paso atada en la pared del fondo alza la
torpe cabeza recurriendo a las pocas fuerzas
la enfermería. que le quedan. Las rastas le cuelgan
La noticia del ataque y de la muerte ante
de Harold desangrado recorren la el rostro destrozado. En sus ojos brilla
ciudad en tan sólo una hora. Se produce un odio tan ardiente como el propio
un boca a boca entre los hombres del fuego, y su mirada, tan penetrante como
muro hasta que Philip Blake se entera a un cuchillo, atraviesa los mechones de
las 15.55 horas exactamente. Se lo pelo hasta posarse en Philip, que avanza
cuenta Gabe, con tranquilidad, a través hacia ella. La puerta se cierra con
de la contrapuerta de la terraza. El estruendo tras él pero ninguno se mueve.
Gobernador asimila impasible la Entre ambos reina el silencio.
noticia, reflexiona sobre ella y al final le Él se acerca un poco más, hasta

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quedar a treinta centímetros de ella, y combatientes. Necesito que alguien lo
empieza a decir algo cuando la mujer se sustituya y quiero que seas tú.
le abalanza. Pese a lo débil que está, Algo cruza el rostro velado de la
casi consigue morderle, y el Gobernador prisionera, y sus ojos adoptan un brillo
se aparta sobresaltado. El castañeteo nuevo. No dice nada pero le hace un
débil de los dientes y el crujido de las gesto con la cabeza, casi sin querer, y
cuerdas tensándose rompen el silencio. asimila cada palabra que dice.
—Vale, pongamos que me muerdes. —Antes de que empieces con esos
¿Y luego qué? rollos de «nunca haría nada por ti» y de
De la boca de la mujer sólo sale un «quién coño te crees que eres para
siseo tenue. Tiene los labios separados pedirme nada», quiero que tengas en
y muestra los dientes con una mueca de cuenta una cosa —le advierte, mirándola
odio puro y duro. con crueldad—. Puedo hacerte la vida
—¿Cómo piensas que ibas a poder más fácil. —Durante una fracción de
salir de aquí? —insiste, inclinándose segundo, sonríe—. Qué cojones, una
hacia ella hasta que sus caras están a bala podría hacerte la vida más fácil,
tan pero el caso es que puedo ayudarte.
sólo unos centímetros. Ella lo mira fijamente. Esperando.
El Gobernador disfruta de su rabia. Con los ojos oscuros en llamas.
La mujer huele a una mezcla sudor, El Gobernador le sonríe.
clavo, almizcle y sangre, y el hombre lo —Quiero que recuerdes eso —dice,
saborea. y grita por encima del hombro—:
—Deberías dejar de resistirte, todo ¡Bruce!
te sería mucho más fácil. Además, la La puerta se sacude y aparece una
última vez casi te rompes las muñecas, y mano enguantada bajo el borde.
no queremos que pase eso, ¿verdad? Bruce la sube y deja que entre la luz
Ella le clava unos ojos de serpiente, fría y cruda del pasillo.
en los que brilla una sed de sangre casi El hombretón sujeta una cosa que
salvaje. brilla; el filo de acero reluce con un
—Así que, por tu bien —dice, fulgor casi líquido.
relajándose un poco, retrocediendo y La mujer del suelo fija la vista en el
echándole un vistazo—, te agradecería objeto que sostiene el hombre negro. Le
que aflojaras un poco. Pero, en fin, falta la vaina pero, expuesta bajo la luz
cambiemos de tema —anuncia con una tenue, la espada gloriosa llama su
pausa dramática—. Tenemos un atención como si fuera un faro. Es de un
problemilla. Bueno, tú tienes un estilo creado originalmente para los
problemón, y depende de cómo lo veas, samuráis del siglo XV que en la
yo tengo muchos «problemas», pero a lo actualidad sólo forjan a mano unos
que me refiero es a que tengo un pocos maestros espaderos. La katana es
problema nuevo y necesito que me pura poesía encarnada en acero. La hoja
ayudes. larga traza una curva tan grácil como el
El rostro de la mujer sigue tan cuello de un cisne y la empuñadura está
imperturbable como una cobra y su cubierta a mano con piel de serpiente, lo
mirada continúa fija en los ojos oscuros que hace que el arma sea tanto una obra
de Philip Blake. de arte como un instrumento preciso y
—Esta noche hay programado un mortal.
combate en el estadio. Uno muy Ver la espada hace que la mujer
importante —dice con el tono monótono oscura tense la espalda y, a la vez, le
de un cliente que pide un taxi por pone la piel de gallina. De repente, toda
teléfono—. Va a venir mucha gente… y la furia, todo el dolor atroz que siente
acabo de perder a uno de los entre las piernas y todo el ruido que

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aturde su mente desaparecen y quedan afilada de la katana.
sustituidos por la necesidad innata de —Y no quiero que tú le mates —
empuñar el arma, que está sigue el monstruo—. Ése es el secretillo
perfectamente que no le contamos a la gente. Los
equilibrada. Su presencia logra que se combates del estadio son un tongo. El
evada tanto, la hipnotiza de tal modo, peligro de los mordedores está ahí, eso
que apenas oye la voz del monstruo que está claro, pero se supone que no has de
sigue hablándole. hacerle demasiado daño a tu
—Me gustaría dártela. Seguro que contrincante.
querrías tenerla. La mujer siente que la luz dorada
La voz se vuelve cada vez más que se refleja en la espada se le acerca,
lejana a medida que la espada aumenta y la voz en su cabeza le promete entre
su brillo en los ojos de la mujer. Para susurros: «Ten paciencia, tú espera,
ella, la hoja curvada y resplandeciente paciencia».
de acero es como una tajada de luna —No hace falta que te decidas ahora
nueva que eclipsa todo lo que hay en la —dice por fin el Gobernador,
habitación, en el mundo y en el universo. haciéndole una señal con la cabeza a
—Vas a luchar contra un hombre — Bruce. Se dirigen hacia la salida, y él
le explica el monstruo, cuyas palabras murmura—: Tienes veinte minutos.
caen en el olvido—. Al público…, Ese día, Lilly busca a Austin por
bueno, le va a parecer que tienes las de todo el pueblo. Tras hablar con los
ganar. A la gente no le gusta ver a tíos Stern, le preocupa que haya salido por
pegando a una mujer. —Hace una pausa su cuenta a buscar una granja de
—. Lo sé, yo tampoco me lo explico. marihuana que, según cuenta la leyenda,
Supongo que si vas directa hacia él con se encuentra no muy lejos de Woodbury.
una espada, no pasará nada si te arrea El chico la había mencionado alguna
una buena leche con un bate de béisbol. que otra vez, normalmente con el tono de
En la mente traumatizada de la sabio con el que uno describe Xanadú,
mujer, la espada parece estar casi afirmando que había oído rumores de
zumbando, con suavidad, vibrando, que un programa médico gubernamental
brillando con tanta intensidad en el había estado cultivando hierba para la
cuarto sombrío que es como si estuviera farmacéutica Pfizer con el objetivo de
envuelta en llamas. estar preparados para cuando se
—A cambio, podrás descansar una legalizase su consumo. Lilly está
semana entera. Y tendrás comida, y preparándose para ir tras él (la famosa
puede que hasta una silla o una cama, granja está al este de Barnesville, lo que
ya supone unos minutos en coche o casi
veremos. —La sombra del monstruo se todo el día a pie) cuando, ya bien
alza sobre ella—. Para serte sincero, entrada la tarde, empieza a encontrar
nuestra relación me está dejando indicios de que tal vez lo tiene delante
agotado. Necesito tomarme un de sus narices.
descanso. Gus le dice que al chaval lo han
—La mira con una sonrisa obscena y visto a eso del mediodía merodeando
añade—: No pasa nada porque, en fin, por los matorrales que hay cerca de la
todavía estoy cabreadísimo por lo de la estación, como si estuviera buscando
oreja, pero creo que ya me he vengado algo, pero Lilly no le ve ningún sentido.
un poco. —Hace una pausa—. Y Aunque, por otra parte, ¿desde cuándo
además, igual el tipo contra el que vas a ha tenido sentido lo que hace Austin
luchar esta noche te mata. Ballard?
En la imaginación de la mujer, unos Unas horas más tarde, tras su triste
rayos de luz celestial emanan de la punta encuentro con Bob, Lilly se topa de

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camino a casa con Lydia Blackman, una que ha visto los regalos de Navidad—,
viuda rica y anciana que ostenta he estado buscándote por todos lados.
gustosamente el título de cotilla del Lilly se pone de pie, mete las manos
pueblo. Según Lydia, lo habían visto en los bolsillos y se encoge de hombros
hacía tan sólo una hora, más o menos, con brusquedad.
rebuscando entre los montones de —¿Ah, sí? Qué curioso, yo te estaba
basura buscando a ti.
que hay detrás del almacén de Main —Qué bien —dice, y la besa en la
Street, revolviendo entre los cubos y los mejilla, dejando con cuidado la mochila
tambores de aceite. Unos cuantos sobre los escalones del portal—. Tengo
transeúntes comentan con sarcasmo que algo para ti.
el chico «se está convirtiendo en un —¿Sí? Yo también —dice sin
mendigo» y que «dentro de nada se mostrar expresión alguna.
paseará por Woodbury con un carro de Austin rebusca en la mochila.
la compra en busca de latas». —Estaba esperándote en tu casa,
Confundida, casi al límite de sus pero no has aparecido.
fuerzas y con la piel erizada por los Saca un ramo de ásteres alpinos
nervios, Lilly llega a la conclusión de rodeado con paniculata tan blanca como
que la mejor manera de encontrar a el mármol, metido dentro de una lata
alguien es quedarse quieto en un sitio, grande y oxidada de levadura con el
así que se dirige al piso de Austin, en la logo de la marca descolorido. Eso
zona este del pueblo, cerca de las explica la forma tan extraña en la que se
hileras de remolques; se sienta en el ha comportado, rebuscando entre la
porche, con las piernas cruzadas como hierba y la basura.
un indio, los codos apoyados en ellas y —Barbara me ha dicho que lo
la cabeza entre las manos. blanco se llama «ojo de muñeca»… ¿A
El sol cae sobre el gran estadio en que mola y da cosa a la vez?
forma de plato que hay al oeste, la brisa —Gracias —responde Lilly,
es más fría, y la chica observa cómo los aceptando el regalo sin emoción alguna
últimos habitantes pasan por delante de y dejándolo en la escalera—. Es todo un
la casa de Austin de camino al detalle.
espectáculo. Los combates empiezan —¿Qué pasa?
dentro de media hora y ella no quiere —Bueno, ¿qué planes tienes?
estar ni cerca del lugar, pero está —¿Eh?
decidida a encontrar al joven melenudo —Ya me has oído —responde ella
y darle la noticia bomba. con los brazos en jarras, como si fuera a
Al cabo de menos de cinco minutos, despedirle del trabajo—. Planes de
cuando está a punto de darse por futuro, digo.
vencida, aparece una silueta conocida —No sé —responde confuso, con la
de melena rizada, con sudadera y cabeza ladeada y el ceño fruncido—,
vaqueros rotos que surge de la boca del supongo que seguir practicando con la
callejón de al lado, iluminado por un Glock, mejorar en lo de reventar
halo de luz solar. Lleva la mochila al caminantes… Igual intento poner en
hombro, abultada por lo que sea que marcha otro generador para poder poner
lleve dentro. Tiene un aire solemne, música en casa.
puede que incluso algo solitario, pero —No me refiero a eso y lo sabes. —
esa imagen se desvanece cuando dobla Se muerde el labio unos segundos—. Me
la esquina para dirigirse a su casa y ve a refiero a qué hacer «cuando y si»
Lilly en los escalones. saliéramos de ésta. ¿Qué planes tienes
—Madre mía —dice acercándose a para el resto de tu vida?
ella con los ojos brillantes de un niño Austin ladea aún más la cabeza,

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cada vez más confuso. —Concursos de camiones y clubes
—¿Te refieres a conseguir un de striptease —musita para sí misma.
trabajo y ese rollo? El chico la mira fijamente y presta
—Me refiero a tener una trayectoria atención a lo que dice, cada vez más
profesional, a madurar. ¿Qué planes preocupado.
tienes? ¿Vas a ser un chuloplaya —¿De qué hablas?
profesional? ¿Una estrella de rock? Lilly se gira y le mira.
¿Camello? ¿Qué vas a ser? —Estamos en un mundo de hombres,
—¿A qué viene todo esto? guaperas. —Tiene el rostro lleno de
—Contesta. dolor. Los ojos se le están poniendo
El joven mete las manos en los vidriosos—. Los tíos creéis que todo
bolsillos. consiste en meterla y luego si te he visto
—Vale, para empezar, ni siquiera no me acuerdo, pero no. No, Austin. Los
tengo claro si va a haber un futuro para actos tienen consecuencias. Hasta las
el que hacer planes. Además, no sé, es elecciones más sencillas pueden hacer
que no tengo ni idea de lo que voy a que te maten.
hacer. —Estudia el rostro malhumorado —Lilly…
de Lilly y se da cuenta de que la cosa va —Sobre todo ahora —añade
en serio—. Me saqué un título y eso. mientras se rodea con los brazos como
—¿Dónde? si tuviera frío, y vuelve a apartar la vista
—En la EPTA —dice con un suspiro —. Este mundo de mierda en el que
débil.— vivimos no tiene compasión. Si te metes
¿Qué es la EPTA? en líos, estás muerto, o peor.
—La Escuela Profesional Técnica Él se acerca y le acaricia el hombro
de Atlanta —aclara en voz aún más con delicadeza.
baja.— —Lilly, sea lo que sea… seguro que
¿En serio? —le pregunta podemos con ello. Juntos. ¿No es lo que
mirándolo con dureza—. Y ¿qué es eso, me dijiste? ¿Que teníamos que hacer
Austin? ¿Una página de mierda que hay piña? Dime qué ocurre. ¿Qué ha
en internet donde pagas diecinueve pasado?
dólares con noventa y cinco para que te Ella se aparta de Austin y empieza a
den un diploma, te envíen cupones para bajar los escalones.
cambiar el aceite y te ayuden a hacer el —No sé en qué estaba pensando —
currículum? dice con absoluto desdén.
Austin traga saliva. —¡Espera! Lilly, puedo
—Es una escuela de verdad —se solucionarlo, sea lo que sea.
defiende, y baja la mirada—. El campus Ella se detiene al final de la
está cerca del aeropuerto. —Baja el escalera, se gira y le clava la mirada.
tono una octava cuando añade—: Estaba —¿Seguro? ¿Puedes solucionarlo?
estudiando para ser asistente jurídico. —Rebusca en el bolsillo y saca un
—Perfecto. cachivache pequeño de plástico
—¿Qué coño te pasa, Lilly? —le parecido a un termómetro digital—.
pregunta, y vuelve a mirarla—. ¿Adónde ¡Pues arregla esto!
quieres llegar? Le lanza el instrumento y Austin lo
Ella le da la espalda un momento y coge y lo inspecciona.
contempla la calle vacía. El rugido de la —¿Qué narices es esto?
multitud enfervorecida por el Lo mira con más atención y se da
espectáculo que está teniendo lugar a cuenta de que el test de embarazo tiene
manzana y media de distancia retumba una ventanita digital con unas palabras
en el ambiente. Niega poco a poco con al lado.
la cabeza. negativo: |

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positivo: || cacahuetes, que va sin afeitar; se cubre
La pantalla muestra dos líneas la cabeza con una gorra que lleva
verticales que indican que el test ha bordadas las siglas CAT y está sentado
dado positivo. en la fila trasera, desde donde le dice al
SEGUNDA PARTE Gobernador—: ¡Más vale que lo de hoy
LA HORA DE LA esté bien!
VERDAD Él lo mira como quien mira a un
Porque entonces habrá una niño que está a punto de subirse a una
angustia tan grande como no la montaña rusa por primera vez en su
ha habido desde el principio vida.—No te preocupes, amigo. Será un
del mundo hasta ahora ni la buen espectáculo, te lo prometo.
habrá jamás. Bajo el estadio, unos minutos antes
MATEO 24, 21 de que comiencen los juegos, la puerta
de la enfermería se abre sin previo
aviso y entra un hombre alto y atractivo
TRECE que lleva un pañuelo atado en la cabeza.
El enorme foco de tungsteno que hay en —¿Doc? ¿Doctor Stevens? —llama
el norte de la pista se enciende con un con una mirada expectante en el rostro.
disparo y un fogonazo, como una cerilla Al fondo de la habitación, Rick
gigante. El haz de luz plateado ilumina Grimes, el desgraciado forastero, se
el terreno del estadio, antaño conocido pasea arrastrando los pies por delante
como la «Pista de Carreras de los de la pared, llena de instrumental
Veteranos de Woodbury». La médico de segunda mano. Apenas se da
iluminación artificial excita a los más de cuenta de la visita y sus movimientos
cincuenta espectadores distribuidos por son mecánicos; está absorto en sus
las gradas del ala oeste del campo. pensamientos. Se sujeta el brazo
Gente de todas las edades y apariencias mutilado como si acunara a un bebé
profieren gritos, aullidos y abucheos muerto y tiene el muñón cubierto por un
hacia el cielo amarillo oscuro, donde se enorme amasijo de vendas abultadas y
mezclan con el olor de madera quemada manchadas.
y gasolina que flota en la brisa fresca. —¡Eh, tío! —exclama Martínez con
Las sombras se alargan. los brazos en jarras bajo el umbral de la
—Cuánta gente, ¿eh? —comenta el puerta—. ¿Has visto a…? —Se detiene
Gobernador inspeccionando la multitud, y dice—: Eh, oye, tú eres… ¿Cómo te
tan escasa como escandalosa, mientras llamabas?
sube las escaleras con Gabe y Bruce El herido se gira despacio y la luz
hasta la cabina de prensa, en la cual ilumina el miembro malherido
tiempo atrás los periodistas locales y ensangrentado. La voz del hombre suena
los pilotos de NASCAR se pasaban confusa, tensa, ronca y cansada.
botellas de Jack Daniel’s y mascaban —Rick.
tabaco mientras contemplaban el caos —Hostia. —Martínez se echa atrás
organizado que tenía lugar entre el ante la visión grimosa de la muñeca
polvo. amputada—. ¿Qué te ha pasado en…?
Gabe y Bruce siguen al líder hasta Joder, ¿qué te ha pasado?
los asientos de la cabina acristalada, —Ha sido un accidente —responde
respondiéndole con un «sí, señor» y un Rick con la cabeza gacha.
«desde luego»; justo cuando están a —¿Qué? ¿¡Cómo te lo has hecho!?
punto de encerrarse en su club privado, Se acerca a él y le posa una mano
oyen una voz que proviene de abajo. sobre el hombro. Rick se zafa. El latino
—¡Eh, jefe! —Se trata de un antiguo se esfuerza por mostrar toda la
agricultor dedicado al cultivo de indignación y compasión que puede, y

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no lo hace nada mal. situación. Sin embargo, al mismo
—¿Esto te lo ha hecho alguien? tiempo, a Martínez le parece que el tipo
Rick se le abalanza y le agarra de la es tan duro como una roca y que está
camiseta con la mano que le queda. preparado para matar si es necesario. La
—¡Cállate! ¡Cierra la puta boca! — mandíbula prominente y sin afeitar, las
le espeta con los ojos azules brillando y patas de gallo que surcan los bordes de
ardiendo de ira—. ¡Tú me entregaste a sus ojos a causa de tantos años de risas,
ese psicópata! ¡Esto es culpa tuya, confusión, sospecha, o quizá una mezcla
pirado! de las tres…, todo forma parte de un
—¡Eh, eh! —Martínez retrocede hombre que está hecho de otra pasta.
avergonzado, haciéndose el tonto. Puede que no tenga título, ni una
—¡Basta! consulta privada, pero sin duda es un
La voz del doctor Stevens les sienta tipo al que hay que tener en cuenta.
a ambos como un jarro de agua fría; se —No sé —murmura por fin,
interpone entre ellos y los aparta con las volviéndose hacia el doctor—, supongo
palmas de las manos. que lo que quería es que… me
—¡Parad! ¡Que paréis, coño! —Les asegurara
clava la mirada y rodea con el brazo a de que no ibas a dar ningún problema ni
Martínez—. Venga, tienes que irte. nada por el estilo. —Vuelve a hacer una
Cuando Martínez se va, Rick se pausa—. Sólo quiere asegurarse de que
viene abajo y fija la vista en el suelo, eres feliz.
sujetándose el muñón. Ahora es Stevens quien se gira para
—¿Qué le pasa a ese tío? —le contemplar la enfermería y reflexionar.
pregunta Martínez al doctor en voz baja Tras unos instantes, el doctor le
cuando están fuera del alcance de Rick, dedica una de sus sonrisas
al otro extremo de la habitación. Está características.
satisfecho con la trampa. Ya ha dado el —¿Ah, sí?
primer paso—. ¿Está bien? El estadio cobra vida con una
Stevens se detiene en el umbral. fanfarria estruendosa de heavy metal y
—No te preocupes por él — los vítores de hiena que provienen de
murmura en tono confidencial—. ¿Qué las gradas. En el momento justo, el
querías? ¿Para qué me buscabas? tanque malhumorado, basto y casi
Martínez se frota los ojos. analfabeto de Eugene Cooney surge de
—Nuestro querido Gobernador me entre las sombras del vestíbulo norte
pidió que hablara contigo. Me dijo que, como si fuera un Espartaco de segunda
al parecer, no eres muy feliz aquí. Sabe mano. Unas protecciones usadas cubren
que somos colegas. Quería que… las vigas que tiene por hombros, y lleva
Martínez calla. Se ha quedado sin un bate manchado de sangre y envuelto
palabras. Es cierto que le tiene cierto con cinta adhesiva.
aprecio a Stevens, siempre tan cínico y La multitud lo aclama mientras pasa
ocurrente. En el fondo, le admira en ante los numerosos caminantes que hay
secreto porque es un hombre con cultura encadenados a los postes del borde del
y personalidad. campo y que intentan alcanzarlo. Las
Echa la vista atrás durante una bocas podridas se abren y se cierran, los
milésima de segundo para mirar al otro dientes negros rechinan e hilillos de
hombre. El forastero, Rick, está apoyado bilis negra caen entre haces de luz
contra la pared mientras se sujeta la polvorientos. Eugene les saluda con el
muñeca vendada con la mirada perdida. dedo corazón. El público adora a este
Parece estar contemplando la nada, tío y ruge con aprobación mientras él se
asomándose al abismo, intentando coloca en su puesto en el centro de la
entender la cruda realidad de su pista y empuña el bate con una

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solemnidad exagerada que pondría Él alza el bate, le gruñe alguna que
colorado a un marine que encabezara un otra amenaza irrelevante y se lanza a por
desfile militar. El hedor de los órganos ella.
podridos y las vísceras se mezcla con la Daría lo mismo que aquel gigante
brisa. bruto se moviera a cámara lenta, pues la
Eugene hace alguna que otra mujer se limita a darle una patada
virguería con el bate y espera. Los certera y veloz en los genitales. Le
espectadores esperan. El estadio se impacta en el punto débil de la
queda inmóvil como un cuadro mientras entrepierna, arrancándole un gritito casi
todos esperan al contrincante. infantil al coloso, que se dobla sobre sí
En la cabina de prensa, tras el mismo como si estuviera borracho de
Gobernador, Gabe contempla la pista y dolor. Los espectadores chillan.
pregunta en voz alta: Lo que ocurre después sucede con la
—¿Estás seguro de que es buena misma velocidad y precisión con la que
idea, jefe? un cocinero trocea verduras.
El hombre ni se digna en mirarlo. La mujer de la capa ejecuta un
—¿El qué, tener la oportunidad de simple giro rápido, como una pirueta
que a la zorra esta le den una paliza sin baja, con la espada empuñada con
tener que mover un dedo? Sí, creo que ambas manos, en un movimiento tan
es una idea bastante buena. natural, tan practicado, tan preciso e
En el campo se oye un ruido que implacable, casi innato, que hace caer el
llama la atención de los hombres hacia filo contra el cuello del hombretón. La
el foco de luz que ilumina el portal sur. hoja, forjada a mano por artesanos que
El Gobernador sonríe. siguieron una tradición ancestral
—Qué bien nos lo vamos a pasar. transmitida durante milenios, corta la
La mujer entra al recinto desde la cabeza de Eugene Cooney en apenas un
oscuridad del vestíbulo, con pasos susurro.
bruscos y casi cortantes. Lleva la cabeza Al principio, para la gente de las
gacha y viste con su capa monástica; las gradas, la visión del tungsteno
rastas le ondean al viento y se mueve reflejándose sobre el acero brillante y la
decidida, con determinación y rapidez cabeza entera del gigante
pese a las heridas y el cansancio, como desprendiéndose del cuerpo con la
si tan sólo fuera a agarrar a un conejo misma facilidad con la que una sierra
silvestre por el cogote. Con la mano corta un queso brie resulta tan
derecha empuña con firmeza el sable surrealista que no saben cómo
largo y curvo, que apunta al suelo en un reaccionar: se oyen toses, un coro de
ángulo de 45 grados. risas nerviosas… y después una ola de
Entra tan veloz y de forma tan casual silencio inunda todas las filas.
y autoritaria que su naturaleza exótica y La paz que se instala en el estadio
la extraña seriedad de su polvoriento es tan inapropiada y está tan
comportamiento cautiva al público. Es fuera de lugar que no se transforma en
como si todos los espectadores se gritos de indignación hasta que la sangre
hubieran quedado sin aliento a la vez. no brota como un géiser del cuello de
Cuando pasa ante los muertos vivientes, Eugene Cooney, cortado limpiamente, y
se abalanzan hacia ella, hacia ese el cuerpo se desploma como una
espécimen tan raro de la espada vistosa, marioneta: primero de rodillas y luego
casi como si le estuvieran suplicando. de bruces al suelo, tan inerte como un
Se amontonan a su alrededor mientras montón de piel muerta.
se En la cabina de prensa, guarecidos
acerca a Eugene con el rostro carente de tras los ventanales sucios, un hombre
expresión, placer o emociones. enjuto se pone de pie de un salto. Philip

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Blake observa el campo con los dientes ni la mujer del centro de la pista se
apretados y sisea: percaten, Gabe y Bruce ya han bajado
—¿¡Pero… qué… coño…!? las escaleras y van corriendo hacia la
Durante un largo momento de puerta que lleva a la pista.
ensoñación, todos los presentes en la La multitud empieza a proferir una
cabina y en las gradas son presas de mezcla extraña de abucheos y una
una especie de rebuznos, y a alguien con el
extraña parálisis. Gabe y Bruce se oído poco entrenado le costaría
acercan al ventanal, abriendo y cerrando distinguir si está enfadada, asustada o
los puños. El Gobernador retira su silla emocionada. El clamor le da energías a
plegable de una patada, y el asiento de la mujer. Ejecuta a los últimos tres
metal se estampa contra la pared cadáveres con una combinación elegante
trasera. de grand plié, jeté y un pas de pirouette
—¡Bajad! —grita el Gobernador mortífero con el que decapita en silencio
señalando la pista, donde, como en un a los muertos. La danza bautiza con
cuadro, la amazona oscura empuña la sangre la tierra, cubierta de fluidos de
espada mientras el corro de cadáveres color escarlata negruzco.
intenta alcanzarla—. ¡Controlad a los En ese mismo instante, los secuaces
mordedores y apartad a esa puta de mi del líder cruzan la arena y cargan contra
vista! —La ira fluye por sus venas—. la mujer, que está de espaldas a ellos.
¡Os juro que me voy a cargar a esa Gabe la alcanza primero, tirándose
zorra! literalmente de cabeza hacia ella, como
Los secuaces se dirigen a si le hiciera un placaje a un jugador a
trompicones hacia la puerta, punto de hacer una carrera antes de que
empujándose para salir. anote.
En el campo, la mujer de la capa La mujer cae fuerte al suelo y la
(nadie se ha molestado en averiguar espada se le escapa de las manos. Los
cómo se llama) desata su furia dos hombres se tiran sobre ella,
controlada contra el corro de muertos haciendo que muerda el polvo. De sus
vivientes que la rodea, en una especie pulmones escapa un suspiro (apenas ha
de danza. dicho diez palabras desde que llegó a
Agazapada, ataca con la espada al Woodbury), y se retuerce en el suelo
primer caminante dando un giro. La hoja bajo el peso de Gabe y Bruce,
afilada corta con un susurro los tendones resoplando con angustia mientras los
pútridos y el cartílago del cuello, otros dos le aplastan la cara contra el
decapitándolo con facilidad. suelo, levantando con el aliento
La sangre y los tejidos brotan pequeñas motas de polvo. Los ojos le
iluminados por la luz artificial y la brillan con ira y dolor.
cabeza cae y rueda por el polvo antes de El público está mudo de asombro
que el cuerpo se desplome. La mujer se ante todo lo que está ocurriendo y lo
da la vuelta. Se desprende otra cabeza. asimila a un nivel casi subconsciente
Los fluidos manan a chorro. La mientras reacciona en un silencio
gladiadora vuelve a girarse y rebana conmocionado. La quietud vuelve al
otro cuello podrido, provocando que estadio y asfixia el lugar hasta que lo
otro cráneo se despida de sus ataduras único que se oye son los resuellos y
destrozadas y ensangrentadas. Otro giro, jadeos de la mujer sometida en la arena,
otra decapitación, otra, otra, y otra… y un clic que proviene de la sala de
hasta que el polvo queda negro, prensa que hay sobre las gradas.
empapado de líquido cefalorraquídeo, y El Gobernador aparece, cegado por
la espadachina se queda sin aliento. la furia y con los puños tan apretados
En ese momento, sin que el público que se clava las uñas hasta hacerse

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sangre. mirando cómo se aleja.
—¡Eh! —¡Eh, que te estoy hablando, coño!
Una voz grave de mujer, curtida y ¡No me dejes con la palabra en la boca!
áspera por el tabaco y una vida dura, se ¡Vuelve aquí!
le dirige desde abajo. Él se detiene en el Él baja las escaleras sin hacer caso
parapeto. de los abucheos y las pitadas, con dos
—¡Tú, hijo de puta! ideas fijas en la cabeza: destrucción y
Le habla una mujer que lleva puesta venganza.
una bata deshilachada y que está «Corriendo, huyendo hacia delante,
sentada perdidas en la oscuridad, cegadas por la
en una de las filas centrales, entre dos noche, se precipitan por el bosque,
niños huesudos vestidos con harapos. buscando ansiosas el campamento y la
Mira enfadada al Gobernador. seguridad que les ofrece… Tres
—¿¡Qué coño ha sido eso!? ¡No mujeres, una cincuentona, una de casi
traigo a mis hijos para que vean esto! sesenta y la otra en la veintena, se agitan
¡Los traigo a ver los combates para que entre el follaje y las ramas enredadas
tengan un poco de sana diversión, pero mientras intentan con desesperación
eso ha sido una masacre en toda regla! volver al grupo de campistas y
¡No quiero que mis niños vean caravanas que hay en la oscuridad, a
asesinatos, joder! menos de un kilómetro y medio hacia el
La multitud reacciona ante la visión norte. Estas pobres mujeres sólo querían
de Gabe y Bruce forcejeando con la recoger unas cuantas moras silvestres y
amazona para arrastrarla fuera del ahora están rodeadas. Acorraladas.
campo. El público expresa su Atrapadas… ¿Qué salió mal? Habían
desacuerdo. Se empiezan a oír sido tan silenciosas, tan sigilosas, tan
murmullos que se convierten en gritos de veloces… Llevaban las moras en el
enfado. La mayoría está de parte de la dobladillo de la falda, tenían cuidado de
mujer, pero hay algo más profundo que comunicarse con gestos para no hablar,
les mueve. Casi un año y medio de y ahora los caminantes se aproximan a
desgracias, hambre, aburrimiento y un ellas, desde todas las direcciones. El
terror intermitente se abren paso en hedor cada vez está más cerca y el coro
forma de una descarga de gritos y de gruñidos babeantes que proviene de
aullidos. detrás de los árboles recuerda a una
—¡Los has traumatizado! —chilla la batidora. Una de ellas grita cuando un
mujer entre el griterío—. ¡He venido a brazo muerto la agarra desde un
ver huesos rotos y cómo les saltaban los matorral y le rompe la falda. ¿Cómo ha
dientes a los luchadores, no esto! ¡Esto pasado todo tan rápido? Los caminantes
ha sido pasarse de la raya! ¿¡ME ESTÁS salieron de la nada. ¿Cómo pudieron
ESCUCHANDO!? detectarlas los monstruos? De repente,
Sobre el parapeto, el Gobernador se los cadáveres ambulantes les cierran el
detiene y contempla el gentío. Le invade paso, obstruyendo la ruta de huida y
la rabia, recorriéndole el cuerpo como rodeándolas. El pánico cunde entre las
un incendio que le consumiera hasta la víctimas, cuyos chillidos penetrantes son
última célula, haciendo que se le pongan cada vez más agudos, mientras intentan
los ojos vidriosos y un escalofrío le resistirse al ataque… La sangre se
suba por la espalda. En los rincones más mezcla con el zumo morado oscuro de
recónditos de su cerebro, una parte de él las moras, hasta que es demasiado
se libera: «Controla… controla la tarde… y el bosque se tiñe de rojo, y sus
situación…, extirpa el cáncer…, gritos se ven asfixiados por esas
extírpalo ya». trituradoras implacables».
Desde las gradas, la mujer se queda —Se las acabó conociendo como

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«las Mujeres de Valdosta» —cuenta —Lilly, quiero que…
Lilly temblando, sentada en la salida de —No sé… no sé —murmura como si
incendios de Austin, envuelta con una ni le escuchase—. En cualquier otra
manta. situación ya sería algo gordo, pero es
Es tarde, y los dos chicos llevan que estando de mierda hasta el cuello
sentados ahí casi una hora, dando como estamos…
vueltas por la plataforma mucho después Austin deja que se desahogue y
de que las luces del estadio empezaran a después le dice con mucha delicadeza y
apagarse una a una y los ciudadanos amabilidad:
insatisfechos emprendieran el largo —Lilly, sólo quiero que sepas una
camino hacia sus casuchas. En estos cosa. —La mira con los ojos cada vez
momentos, Austin está sentado junto a más vidriosos—. Quiero que tengamos
ella mientras se fuma un cigarrillo liado el bebé juntos.
a mano y escucha la historia tan extraña Ella lo mira. El silencio inunda el
que le cuenta. Siente punzadas en el aire frío durante unos instantes eternos.
estómago a causa de unas emociones Baja la vista. La espera está matando al
indescriptibles que no alcanza a joven por dentro. Quiere decirle muchas
identificar ni comprender, pero que más cosas, quiere demostrarle que está
necesita asimilar para poder expresar siendo sincero, quiere que confíe en él,
sus sentimientos, así que se limita a pero no encuentra las palabras. No se le
callar y prestar atención. da bien hablar.
—Cuando estaba con Josh y los Por fin, Lilly alza la vista hacia él,
demás —dice Lilly con una voz con las lágrimas asomándose a sus ojos.
inexpresiva y debilitada por el —Y yo —dice con apenas un
cansancio—, solían decir «ten cuidado y susurro. Después, se ríe. Es una risa
lleva siempre una compresa empapada purificadora, algo atolondrada e
en vinagre cuando tengas la regla para histérica, pero purificadora de todas
camuflar el olor, o acabarás como las formas—. Que Dios me asista, yo
Mujeres de Valdosta». también… quiero tenerlo.
Austin suspira apenado. Se dan un largo abrazo de oso en el
—Deduzco que una tenía la regla. precipicio frío y ventoso que hay fuera
—Exacto —asiente Lilly mientras se de la ventana trasera de Austin. Fluyen
sube el cuello de la chaqueta y se las lágrimas.
envuelve mejor los hombros con la Tras un rato, él le mira a la cara, le
manta—. Resulta que los caminantes aparta el pelo de los ojos, le seca las
huelen la sangre menstrual como si mejillas mojadas y sonríe.
fueran tiburones, para ellos es como un —Conseguiremos que todo salga
puto faro. bien —le dice en voz baja—. Tenemos
—Joder. que conseguirlo. Es como decirle «que
—Por suerte para mí, siempre he te den» al fin del mundo.
sido tan exacta como un reloj. —Sacude Lilly asiente y le acaricia el rostro.
la cabeza con un temblor—. Tengo la —Tienes razón, guaperas. Cuando
regla cada veintiocho días y me aseguro tienes razón, tienes razón.
de estar en casa o, al menos, en un lugar —Además, el Gobernador tiene el
seguro. Desde que empezó la pueblo bajo control, ha conseguido que
Transformación, he intentado llevar un sea un lugar seguro, un hogar para el
registro minucioso. Fue una de las bebé. —Le da un beso cariñoso en la
razones por las que lo supe. Tuve un frente, sintiendo una seguridad que
retraso y lo supe sin más. Tenía dolores, nunca antes había sentido—. Tenías
estaba hinchada… y tenía un retraso. razón sobre él todo este tiempo —
El chico asiente con la cabeza. reconoce Austin con voz dulce mientras

97
la abraza—. El tío sabe lo que se hace. Bruce, que se sobresalta por acto
reflejo.
—¿Señor? —dice en voz baja e
CATORCE insegura.
El eco de unas pisadas resuena por el El Gobernador resopla y rechina los
pasillo inferior que hay bajo los niveles dientes mientras camina de un lado a
subterráneos. Se acercan rápido y con otro con el arma agarrada con tanta
fuerza, bajando los escalones de dos en fuerza que los nudillos se le ponen
dos, avanzando con furia y llamando la blancos.
atención de Gabe y Bruce en la —¿¡De qué coño va esa perra!? Le
oscuridad. Los dos hombres están fuera dije… le dije que me portaría bien con
del último habitáculo, semiocultos en las ella…, que sólo tenía que hacerme un
sombras que proyectan las bombillas puto favor. ¡Sólo un puto favor: éste!
desnudas e intentando recuperar el ¡Un favor! —El retumbar de su voz deja
aliento tras la batalla que ha supuesto a los otros dos prácticamente clavados a
reducir a la mujer negra. la pared—. Dijo que me ayudaría, ¡lo
Para lo canija y delgada que es, la dijo!
afroamericana ha dado bastante guerra. Le palpitan las sienes, tiene la
Los enormes brazos de Gabe empiezan mandíbula apretada, se le marcan los
a tendones, los labios, retraídos, muestran
mostrar indicios de moratones donde la los dientes… Philip Blake parece un
mujer le ha arañado, y Bruce tiene una animal enjaulado.
herida bajo el ojo derecho, justo donde —¡Mierda! ¡Hostias! ¡Joder! —Se
la zorra le ha propinado un codazo. Sin gira hacia sus secuaces y gruñe
embargo, eso no es nada comparado escupiendo—: Habíamos… hecho… ¡un
con trato! Gabe comienza a hablar:
el huracán que se avecina por el pasillo. —Jefe, a lo mejor si…
La silueta proyecta una sombra —¡Cállate! ¡Cállate, coño!
alargada a medida que se aproxima con En el pasillo se oyen los ecos de las
la espalda iluminada por las luces palabras del Gobernador. El silencio
enrejadas. Se detiene con los puños que los sigue es tan frío que podría
apretados y firmes. congelar un lago entero.
—¿Y bien? —resuena la voz del Recupera el aliento; recobra la
hombre delgado, que se queda a nueve compostura y respira hondo varias
metros de distancia, con el rostro oculto veces. Sujeta la espada de una forma
entre las sombras—. ¿Está ahí dentro? extraña que al principio, por un instante,
—Su voz suena mal, retorcida y da a entender que está a punto de atacar
estrangulada por las emociones—. ¿La a sus hombres, pero entonces les dice
habéis vuelto a meter ahí? ¿Está atada? con un murmullo:
¿¡SÍ O NO!? —Convencedme para que no entre
Bruce aún respira de forma ahí ahora mismo y la raje del coño al
entrecortada por el cansancio y sostiene cuello con este trasto.
la delicada katana en su manaza, como Los otros dos no saben qué
un niño con un juguete roto. responderle. No les quedan ideas.
—Esa guarra está loca —farfulla. El silencio es glacial.
El Gobernador se detiene ante ellos, En ese momento, alguien camina con
con los ojos ardiendo y una postura que pasos pesados, rápidos y furtivos por el
demuestra su cabreo. laberinto de zonas de mantenimiento y
—¡Me la suda! Tú… tú… dame… pasillos desconchados que hay bajo la
¡dame esa puta mierda! pista. En la quietud de la mohosa
Le arranca la espada de las manos a enfermería esas pisadas no se oyen aún,

98
pues provienen desde el extremo sur y que a él le gustaría que lo estuviéramos,
todavía están demasiado lejos. y la verdad es que es un buen hombre.
De hecho, al mismo tiempo, en la Muy bueno, de hecho. Y sí que me
clínica improvisada, antes de que se gusta.
conozca el inquietante giro de los —Se encoge de hombros, tira el vial
acontecimientos, los tubos fluorescentes usado a la basura y le baja la manga a
parpadean vacilantes debido a la Rick—. Pero me da igual que sea el fin
energía intermitente que les del mundo, es demasiado mayor para mí.
proporcionan los generadores de la El rostro del hombre se relaja.
planta superior. El ir y venir de la luz y —¿Así que estás…?
el zumbido incesante están empezando a —¿Soltera? —Hace una pausa y
poner de los nervios a Rick. mira al forastero—. Sí, pero no busco
Está sentado en una camilla, nada y tú tienes una alianza en el dedo,
observando cómo se lava las manos en así que… —Se detiene—. ¿Tu mujer
la pila el doctor Stevens. El médico sigue viva? Perdona si…
respira hondo, exhausto, y estira los —Sigue viva, sí —dice con un
músculos cansados de la espalda. suspiro—. No pasa nada. Y no te
—Bueno —comienza el doctor preocupes, era por hablar de algo.
mientras se quita las gafas y se frota los Perdona si ha sonado como si
ojos—, pues me voy a casa a echar una estuviera… —Vuelve a suspirar—. Así
cabezada un rato, o, al menos, a que tú también eres doctora, ¿no? ¿O
intentarlo. No es que haya dormido eres enfermera? ¿Auxiliar? ¿Algo por el
mucho últimamente, la verdad. estilo?
Alice sale del almacén del otro Ella se aproxima a un escritorio
extremo de la habitación con una aguja abarrotado y escribe algo en un
hipodérmica en una mano y un vial de cuaderno.
netromicina, un antibiótico muy potente, —De hecho, estudiaba interiorismo
en la otra. Prepara la aguja y mira a en la universidad, pero se ve que los
Stevens. mordedores, o zombies, o lo que sean,
—¿Estás bien? tenían otros planes. Hace unos meses no
—Sí, bien… Nunca he estado mejor. sabía hacer nada de esto.
No pasa nada que un buen trago de —Y ¿cómo es que ahora sí? ¿Cómo
vodka no pueda arreglar. Alice, ¿me aprendiste? —pregunta el herido, que
avisarás si ocurre algo importante? — muestra un interés genuino, aunque sólo
Reflexiona—. Si me necesitas, digo. sea en plan charla de compañeros de
—Claro —contesta mientras trabajo—. ¿Te enseñó el doctor
arremanga a Rick y le desinfecta la Stevens?
herida. Le inyecta otros cincuenta —Casi todo, sí.
centímetros cúbicos sin dejar de hablar Alice le responde sin dejar de
con el doctor durante el proceso—: Que escribir notas sobre el inventario, los
descanses. medicamentos que se han utilizado y
—Gracias —responde, y sale de la cuántos suministros les quedan. En
enfermería cerrando la puerta tras él. Woodbury, todo está limitado, sobre
—Bueno… —comienza Rick todo las medicinas, así que Stevens ha
mirando a Alice mientras le sujeta una instaurado un sistema de registro
gasa en el antebrazo para sellar la meticuloso que ella lleva al día
infección—. ¿Qué hay entre vosotros? religiosamente.
¿Estáis…? Durante la pausa, los pasos ya han
—¿Juntos? —pregunta con una llegado al corredor que hay fuera de la
sonrisa melancólica, como si le hiciera enfermería, pero todavía están a la
gracia un chiste privado—. No. Yo creo distancia suficiente como para que ni

99
Rick ni Alice los oigan, pese a que se —. ¡Nos vamos ya!
aproximan con rapidez, decisión y —¿Qué…? Pero ¿qué coño haces?
urgencia. Rick retrocede y se aparta de
—Siempre he aprendido rápido, Martínez, que está como loco. Alice,
desde que era pequeña. La verdad es con los ojos abiertos como platos,
que me basta con ver hacer algo una también da un paso atrás.
vez, El latino mira fijamente al tullido a
dos como mucho, y ya prácticamente sé los ojos.
hacerlo. —Voy a salvarte la vida.
—Estoy impresionado —confiesa —¿Cómo? —pregunta Rick,
Rick con una sonrisa. parpadeando—. ¿¡Cómo que vas a
—No es para tanto —le dice con una salvarme la vida!?
mirada pétrea—. No creo que prestar —¡Que te voy a sacar de aquí! ¡Voy
atención sea algo especial sólo porque a ayudarte a escapar! ¡Venga!
casi nadie lo haga. —Hace una pausa y —¡Suéltame, joder! —grita él con el
suspira—. ¿Ha sonado borde? ¿He corazón a cien y apartando el brazo de
parecido una cabrona? Me pasa a un tirón.
menudo, lo siento. Martínez alza la mano en gesto de
—No te preocupes —la tranquiliza disculpa.
él sin dejar de sonreír—, no me lo he —Vale. Mira, lo siento, ¿vale? Pero
tomado a mal. Y además, tienes razón. el caso es que tenemos que darnos
—Mira el muñón vendado—. Casi nadie prisa.
le presta atención a nada. —La mira—. No va a ser fácil lograr que huyas sin
Se pasan la vida preocupándose tanto de que nadie se dé cuenta. Escúchame, te
sus chorradas que ni siquiera se dan voy a sacar, pero no puedo robar ningún
cuenta de lo que pasa a su alrededor. vehículo porque sólo tenemos dos con
Vuelve a mirarse la herida y gruñe. gasolina y son muy difíciles de coger sin
—¿Qué pasa? que nos vean.
—Echo de menos a mi mujer —dice Rick y Alice se miran aterrados, y él
con voz queda y la mirada gacha—. Es vuelve a dirigir la vista hacia el hombre
que… no puedo dejar de pensar en ella. del pañuelo.
—Hace una larga pausa y remata—: —¿Por qué…?
Está embarazada. —Si se dan cuenta de que no estás
—¿En serio? antes de que nos hayamos alejado lo
—Sí. Sale de cuentas en unos meses. suficiente, nos alcanzarán. Tenemos que
La última vez que la vi estaba… salir de aquí y que la gente tarde mucho
estaba… estaba bastante bien. —Traga en enterarse. —Mira a la mujer y
saliva—. Lo que pasa es que el bebé… después al forastero de nuevo—. Y
No sé si… ahora, venga, ¡vámonos!
En el otro extremo de la pequeña Rick respira hondo, invadido por
clínica, la puerta se abre de golpe e una ola de sentimientos contradictorios
interrumpe al lisiado. que rompe en su interior, y asiente con
—¡Rick, levántate! ¡Ya! brusquedad y a regañadientes. Mira a
El hombre que irrumpe en la Alice y luego a Martínez, quien se da la
enfermería lleva un pañuelo descolorido vuelta y se dirige hacia la puerta.
y empuña un rifle de francotirador. Una —¡Espera! —Lo agarra antes de que
camiseta sin mangas y sudada deja al salga—. ¡Me dijeron que hay guardias
descubierto unos brazos musculosos. vigilando la puerta! ¿Cómo vamos a
—¡Venga, tenemos que irnos! — evitarlos?
exclama el hombre con prisa mientras se Dominado por la adrenalina,
dirige hacia Rick y lo agarra del brazo Martínez casi sonríe.

100
—Nosotros ya nos hemos ocupado pero, no sé, supongo que tenía que verlo
de ellos. para creerlo. —El chaval avista el
—¿Nosotros? muñón de Rick—. Joder, Rick, había un
Rick le sigue fuera de la enfermería montón de sangre…
a paso ligero y se zambulle en el pasillo. —Estoy bien —le asegura con la
Alice, sola en la habitación, se cabeza gacha y la venda ensangrentada
queda contemplando la salida, contra el abdomen—. Supongo que
boquiabierta. tengo
Martínez reza para que no los vean suerte de que ese monstruo sólo me
mientras se deslizan con cuidado por el quitara la mano. ¿Y tú qué? —Le da una
pasillo central, evitan los focos de luz palmada en el hombro protegido con
que proyectan las bombillas, bajan las Kevlar—. Me dijeron que te habían
escaleras hacia el nivel inferior y soltado, que les habías contado todo lo
efectúan dos giros rápidos. Sólo él y el de la prisión y que te iban a seguir hasta
Gobernador están al tanto de este allí.
engaño, y la gente como Gabe y Bruce El chico suelta una carcajada
es partidaria de disparar primero y nerviosa que a Martínez le recuerda a un
preguntar…, en fin, nunca. Alza la mano perro hiperventilando.
en silencio en señal de alerta cuando se —Tío, ni siquiera me preguntaron
acercan a uno de los habitáculos. nada. —Le cambia la expresión:
—Creo que ya conoces a mi socio entrecierra los ojos, aprieta la
—le susurra a Rick mientras abre la mandíbula y baja la mirada—. Me pasé
puerta de metal con rapidez. un día encerrado en un garaje al lado de
Dentro del recinto oscuro hay un par otro en el que tenían a Michonne. —
de cuerpos que yacen inconscientes en Hace otra pausa, y los ojos se le vuelven
el vidriosos del asco—. Rick…
suelo de cemento. Son un par de los El joven vuelve a detenerse. Le
hombres del Gobernador, Denny y Lou, cuesta respirar, y mucho más explicar lo
y ambos están hechos polvo, aunque sucedido. Al otro lado del cuarto,
aún Martínez interioriza lo que dicen. Es la
respiran entrecortadamente. Una tercera primera vez que oye el nombre de la
persona, protegido con equipamiento mujer negra y, por algún motivo, le pone
antidisturbios, se alza sobre ellos con nervioso cómo suena. «¿Mishon?
los puños cerrados, respirando hondo y ¿Mishoun?» No entiende exactamente el
una porra en la mano. porqué.
—¡Glenn! Rick le da una palmada en el hombro
Rick entra dando tumbos en la al muchacho.
habitación y se acerca al chico. —No pasa nada. Iremos a rescatarla
—¡Joder, Rick, estás vivo! y nos largaremos de aquí.
El joven asiático de la armadura tipo —Rick, estoy enamorado de Maggie
SWAT abraza al otro. Tiene un rostro —dice por fin el chico, con ojos
redondo y aniñado, ojos oscuros llorosos—. No quiero poner a nadie en
almendrados y pelo muy corto, por lo peligro, pero he oído cosas, las cosas
que podría pasar por un soldado raso que deben de haberle hecho a Michonne.
que acabase de concluir su —Hace otra pausa. Mira a su amigo y
entrenamiento básico. «O por un boy sigue con palabras temblorosas—: Sé
scout», piensa Martínez desde el que les hubiera dicho cualquier cosa
umbral, viendo el reencuentro tan para que pararan. —Ahoga la vergüenza
emotivo. —. Pero es que nunca llegaron a
—Tío, creía que estabas muerto. preguntarme siquiera. —Se detiene.
Martínez me dijo que te había visto, Cada vez está más enfadado—. Es como

101
si lo hubieran hecho sólo para putearme. —¿Qué pasa?
Es hora de que Martínez se —El mono, el mono naranja —
entrometa y ponga en marcha el puto musita—. Por eso se enteró de lo de la
plan.— prisión. ¿Cómo he podido ser tan
Es típico de él —interviene con gilipollas?
voz profunda y grave. Les dedica una —¡Vamos! —Martínez ya ha tenido
mirada sombría y sigue—: Philip, el bastante, y el reloj sigue en marcha—.
Gobernador, como le queráis llamar, Tenemos que salir de aquí.
lleva un tiempo perdiendo la cabeza. Me Rick le hace un gesto con la cabeza a
han contado cosas de las mierdas que Glenn, quien se baja el visor.
está haciendo. Se dice, se comenta… No Y los tres salen de la habitación y
quería creerlo. —Respira hondo—. Es recorren el pasillo, en dirección a la
como si uno optara por ignorar esas rampa.
cosas para no tener que hacer nada al En el nivel más inferior del
respecto. Cuando te vi —dice señalando subsótano, Bruce y Gabe llevan ya casi
con la cabeza a Rick—, sospeché que el diez minutos agónicos sin moverse de su
«accidente» en el que perdiste la mano sitio, contra el muro sucio de cemento
tenía que ver con él. adyacente a la sala de detención.
Al otro lado de la habitación, el El Gobernador pasea de un lado a
hombre rubio y el muchacho de rasgos otro delante de ellos, empuñando la
asiáticos intercambian miradas y se katana, tapando de forma intermitente
dicen algo sin hablar. Martínez se da los focos de luz sucia que arrojan las
cuenta, pero no se inmuta. bombillas de cien vatios; murmura para
—Me pidió que sustituyera a sus sí mismo, con los ojos velados por la
guardias —prosigue en voz aún más rabia y la locura. Cada pocos segundos
baja— y vigilase el garaje en el que se oyen las palabras amortiguadas de la
tenía a Glenn. No sabía que tenía mujer, que emite murmullos casi
prisioneros encerrados. Por lo general, inaudibles tras la puerta elevadora de la
me dedico a la seguridad, siempre estoy zona de mantenimiento. ¿Con quién
en las verjas. —Respira hondo de nuevo coño
y mira a los dos hombres—. No podía habla? ¿Qué clase de enfermedad le
dejar que las cosas siguieran así, tenía estará pudriendo el cerebro a la
que ayudar a poner fin a esta puta espadachina?
locura. —Mira al suelo—. ¡Aún somos Bruce y Gabe esperan órdenes, pero
humanos, joder! no se están tomando muchas decisiones,
El hombre mutilado reflexiona sobre precisamente: parece que el Gobernador
el asunto mientras se humedece los está luchando contra sus propios
labios, y las arrugas de su rostro se demonios, intentando cortar el aire y sus
vuelven más profundas. Mira a Glenn. problemas con la katana mientras, de
—Mierda, la ropa. —Posa la vista vez en cuando, farfulla, confuso y
en Martínez—. ¡Mi ropa! —Sacude la cabreado:
cabeza—. Llevábamos equipamiento —Joder… Joder… ¿Cómo…
antidisturbios, y cuando el doctor estaba cojones…? ¿Cómo cojones ha
atendiéndome… seguro que alguien vio podido…?
lo que llevaba debajo. En un momento dado, Gabe intenta
Agacha la cabeza poco a poco, hacer una sugerencia:
contemplando las paredes deslucidas de —Oye, jefe, ¿y si nos centramos en
mortero y las arterias de óxido o sangre las prisiones que hay en Albany? Hay
que surcan las esquinas. unas cuantas por ahí…
—Mierda —murmura. —¡Cierra la puta boca! —El
El joven lo mira. Gobernador sigue dando vueltas—.

102
¡Ahora tengo que capturar mordedores se gira y empieza a marcharse.
nuevos para las peleas! ¡Tengo que —Tengo que estudiar todas las
encontrar luchadores nuevos! ¡Mierda! opciones —murmura mientras se va, sin
Bruce mete baza: volver la vista hacia ellos—. Vuelvo
—Jefe, ¿y si…? dentro de unas horas.
—¡Joder! —Corta el aire con la Desaparece al doblar la esquina del
espada—. ¡Zorra de mierda! final del pasillo, desvaneciéndose bajo
Se gira hacia la puerta del garaje y la luz tenue como un fantasma.
le pega una patada con todas sus —¡Esperad!
fuerzas La voz surge de entre las sombras
al panel de metal oxidado, que causa un que hay tras los fugitivos, desde las
estruendo enorme y deja una abolladura profundidades del pasillo, y al principio
del tamaño del estómago de un cerdo. el hombre latino está seguro de que les
Los secuaces se sobresaltan por el han pillado y su plan se ha ido al garete
ruido.— antes de que pudieran salir siquiera.
¡JODER! ¡JODER! ¡JODER! ¡JODER! —¡Por favor, parad!
—El Gobernador se da la vuelta—. Los tres hombres se detienen de
¡¡Abrid!! golpe cerca de la intersección de dos
Bruce y Gabe intercambian una túneles, y a Martínez le hormiguea la
mirada rápida y acalorada y entonces nuca. Se giran uno a uno: Martínez,
Bruce se acerca a la puerta, se agacha y luego Rick y, por último, Glenn,
agarra el borde inferior con ambas respirando de forma entrecortada, con
manos. los corazones acelerados y las manos
—Quiero ver las tripas de esa furcia temblorosas buscando las empuñaduras
asquerosa esparcidas por el suelo — de las armas. Entornan los ojos para ver
gruñe. a quién pertenece la silueta que se les
La puerta sube entre chirridos y el acerca con rapidez y pasa bajo un foco
Gobernador se estremece como si de luz.
hubiera recibido una descarga eléctrica. —Esperad —repite la joven.
—¡Para! La luz le ilumina la coronilla. Lleva
Bruce se detiene de golpe con la el pelo rubio y brillante recogido en una
puerta a medio subir en sus manazas. Él trenza francesa y los mechones le caen
y Gabe se giran para mirar al jefe. sobre el rostro, aniñado. La bata de
—Cierra. —Su tono vuelve a ser laboratorio refulge bajo la iluminación
normal, como si le hubieran dado a un tenue del pasillo. Se les acerca, sin
interruptor. aliento.
—Lo que tú digas, jefe… — —¿Qué pasa, Alice? —pregunta
responde Bruce—, pero ¿por qué? Rick—. ¿Qué quieres?
El Gobernador se frota el puente de —He estado pensando sobre el
la nariz y los ojos. asunto —dice agitada mientras recobra
—Voy a… el aliento en el túnel oscuro y sofocante.
Los hombres esperan. Vuelven a En algún lugar no muy lejano, en la
intercambiar miradas. Al final, Bruce se planta de arriba, fuera de los vestíbulos,
humedece los labios. el viento susurra entre las gradas vacías
—¿Estás bien, jefe? y las grúas.
—Voy a consultarlo con la almohada —Si os vais, quiero que nos llevéis
—responde con suavidad—. No quiero con vosotros. Al doctor Stevens y a mí.
hacer nada de lo que me arrepienta Los otros intercambian miradas
después. tensas, pero nadie responde.
Profiere una larga exhalación y —Vayáis adonde vayáis —prosigue
estira los músculos del cuello. Después, dirigiéndose a Rick—, seguro que es

103
mejor que esto… Además, tu mujer está y luego os aviso cuando acabe.
embarazada, así que seguro que os Nadie le discute.
seríamos de ayuda. Respira hondo, se limpia un poco y
Él reflexiona durante unos segundos dobla la esquina, dejando a los tres
sobre lo que dice Alice. Después, le parias acurrucados y nerviosos en la
dedica una sonrisa débil. oscuridad del túnel.
—Eso no te lo puedo discutir. Nos Glenn mira a Alice.
encantaría contar con vosotros. De —Hola, soy Glenn.
hecho… —Y yo Alice —le responde con una
—Vale, tíos —interrumpe Martínez sonrisa temblorosa—. Encantada.
con la voz tan tensa como las cuerdas de Rick apenas los oye. El corazón le
un piano—. Tenemos que irnos. late en sincronía con el reloj que corre
Contra reloj, cruzan a toda en su cabeza. Sólo tienen una
velocidad un túnel que se bifurca y una oportunidad.
rampa larga hasta que acaban en el
subsótano, oscuro y hediondo. Glenn no
se acuerda muy bien de dónde tienen a QUINCE
Michonne. Está un poco confuso, ya que —Eh, ¿qué tal, Gabe? —Martínez se
todas las puertas de garaje se parecen y acerca al último garaje con tranquilidad
tienen cicatrices de grasa antigua y ensayada, camina hacia el robusto
suciedad tan similares que parece cosa vigilante con una sonrisa agradable y lo
de locos. Lo que sí recuerda es que le saluda con la mano—: ¿Te tiene aquí
arrastraron por este subnivel. Al final, protegiendo las reservas de oro o qué?
consiguen encontrar el último laberinto El hombre corpulento del jersey de
de zonas de mantenimiento y se cuello alto está apoyado contra la puerta
detienen. y responde al saludo con una sonrisa y
—Estoy bastante seguro de que está un movimiento de cabeza.
a la vuelta de la siguiente esquina — —No exactamente. Ahí dentro está
susurra mientras se apiñan entre las la guarra esa que jodió el combate.
sombras de la intersección de dos Martínez se pone al lado del tipo
túneles. fornido.
—Bien —murmura Rick—. La —Ajá.
rescatamos, vamos a por el doctor y nos —Menuda cabrona está hecha —
largamos de aquí. —Mira a Martínez—. dice con una sonrisa de medio lado—.
¿Qué distancia hay entre la casa del El jefe no se va a arriesgar con ella.
doctor y la verja? ¿Existe alguna forma —¿Me dejas echar un vistazo? —le
fácil de salir? pide, también con una sonrisa lasciva—.
—¡Esperad! —susurra teatralmente Sólo un momento. No pude verla bien en
Martínez mientras alza una mano la pelea. Tenía pinta de estar buenísima.
enguantada—. Esperad, silencio. La sonrisa de Gabe se hace más
Retroceded. —Se asoma a la esquina amplia.
con cuidado y se gira de nuevo hacia el —Ah, sí. Sí que estaba buena. Lo
grupo—. Me extrañaría mucho que el que pasa es que después de la paliza
Gobernador no tuviera a alguien de que
guardia vigilando a vuestra amiga. le dio el Gobernador, pues…
—Y ¿por qué no…? —empieza a El golpe sale de la nada: un
decir Rick. puñetazo fuerte y veloz en la nuez del
—Entrar a saco no es muy buena bruto que le corta la respiración y las
idea —les advierte Martínez—, a no ser palabras. Su cuerpo rollizo se dobla
que queráis que os peguen un tiro. Aquí sobre sí mismo, y boquea en busca de
todo el mundo me conoce. Iré yo delante aire, casi inconsciente.

104
El hombre del pañuelo lo culmina de forma instintiva, pero la saliva de la
con la culata de su rifle Garand del mujer está tan seca como el serrín por
calibre .762, que arranca un sonido de culpa de la deshidratación y el shock.
madera al impactar contra la nuca de Intenta volver a escupir.
Gabe. —¡Eh, Michonne! Para. —Se agacha
El guardia se desploma bocabajo y ante ella—. Soy yo. —Su voz se suaviza
un hilillo de sangre que le brota de la y añade—: Michonne, soy Rick.
cabeza empieza a surcar el cemento. —¿Ri… Rick? —susurra la mujer
Martínez grita hacia sus espaldas: con voz débil, tenue y ronca. Intenta
—¡Despejado! enfocar la vista—. ¿Rick?
De entre las sombras del fondo del —¡Gente! —Rick se pone de pie y
túnel, surgen los tres al trote, con los se gira hacia los demás—. ¡Ayudadme a
ojos abiertos de par en par y la desatarla!
adrenalina recorriéndoles el cuerpo. Los otros tres se apresuran hacia las
Rick le echa un vistazo a Gabe, se gira cuerdas. Alice le libera un tobillo con
hacia Martínez y empieza a decir algo, cuidado mientras Glenn se arrodilla
pero éste ya está agachándose para junto al otro y lucha contra el nudo.
abrir —Joder, ¿estás bien?
la puerta del garaje. —N… no… —responde con otro
—Ayúdame con esto, que está susurro ahogado—. Ni… ni por asomo.
abollada y no se abre —pide con un Rick y Martínez se ocupan cada uno
gruñido mientras manipula el borde con de una muñeca.
las manos enguantadas. Al latino le invaden sentimientos
Rick y Glenn se acercan y se contradictorios mientras manipula la
agachan a su lado. Hace falta la fuerza cuerda. Siente la fiebre que emana del
de los tres para conseguir abrirla. Los cuerpo destrozado de la mujer y huele la
goznes se quejan con un chirrido fetidez de su desesperación, un olor que
mientras el trío abre la puerta hasta la es una mezcla de sudor, heridas
mitad. infectadas y sexo violento. Lleva los
Se cuelan por debajo y Rick avanza pantalones atados alrededor de la
unos cuantos pasos en la oscuridad de la cintura con cinta adhesiva, y la tela está
habitación de argamasa, que huele a rota y manchada con todo tipo de fluidos
moho. Entonces se detiene de golpe, —sangre, lágrimas, semen, sudor, orina
paralizado al ver a su amiga; su cerebro y saliva—, fruto de los días de tortura.
comprende de inmediato, a un nivel Parece que la hayan flagelado, como si
celular, como si se estableciese una alguien le hubiese pegado en los brazos
sinapsis, que ha estallado la guerra. y las piernas con un cinturón.
Al principio, la mujer que hay en el El hombre lucha contra el impulso
suelo de la celda sin luz, atada por los de confesarle todo a esa gente y
brazos a la pared, no reconoce a sus abandonar el plan. Se le nubla la vista.
amigos. Las largas rastas cuelgan lacias, Se siente mareado y tiene ganas de
el pecho sube y baja cuando respira, vomitar. ¿Merece la pena hacer todo eso
rápida y dolorosamente, y a sus pies hay para conseguir que esa mierda de pueblo
un abanico de sangre esparciéndose. sea un poco más segura? ¿Que tenga
Intenta alzar la cabeza y mirarles con una
ojos catatónicos. ventaja estratégica mínima? ¿Qué ha
—Joder… —Rick se le acerca con hecho esta mujer para merecerse todo
cautela, sin apenas poder hablar—. esto, por Dios? Durante unos instantes,
¿Estás…? se imagina al Gobernador haciéndole a
Ella levanta la cabeza y le escupe. él lo mismo que a la mujer. Nunca antes
El hombre se aparta y se cubre el rostro había estado tan confundido.

105
Por fin, consiguen soltarla y la mujer —¿Sucede algo?
se derrumba con un jadeo. —Nos vamos del pueblo —le dice
Los otros se retiran mientras con ojos serios—, y queremos que
Michonne se retuerce en el suelo durante vengas con nosotros.
unos segundos en decúbito prono, con la —¿Qué? —Stevens parpadea e
frente contra el cemento. Rick se agacha inclina la cabeza mientras intenta
a su lado mientras ella lucha por asimilar la información—. ¿Quiénes?
respirar, levantarse y recobrar la Martínez mira atrás y hace una señal
compostura. para que el resto del grupo se acerque.
—¿Necesitas…? —comienza Rick. El doctor observa. Rick, Michonne,
De repente, la mujer se pone de Glenn y, por último, Alice salen de las
rodillas. De un solo trago, ahoga todo el sombras, se aproximan mansamente y
sufrimiento con decisión. se
Los demás se la quedan mirando sin quedan bajo la iluminación cruda de la
saber qué decir ni qué hacer, fascinados luz de trabajo. Observan al doctor, quien
por el inmediato acopio de energía. les devuelve la mirada mientras procesa
¿Cómo van a escapar? Parece una lo que está pasando con rostro sombrío.
parapléjica que lucha por levantarse de —Oye, Doc —dice por fin Rick—,
la silla de ruedas. ¿qué vas a hacer? ¿Estás con nosotros
Al fin se pone en pie de un salto. o
Una rabia pura motiva sus movimientos no?
y le hace apretar las manos esbeltas La expresión de Stevens cambia
hasta convertirlas en puños. Suprime el sutilmente. Tras las gafas de montura de
dolor y echa un vistazo a la habitación. alambre, los ojos se estrechan, y los
Después mira a Rick y, como un labios se fruncen pensativamente
fonógrafo reproduciendo un disco durante
rayado, dice: unos segundos. Por un momento, parece
—Vámonos cagando leches. que esté emitiendo un diagnóstico
No llegan muy lejos. Con Michonne basándose en un conjunto de síntomas
a la cabeza, apenas consiguen salir del especialmente raro.
subsótano, subir un tramo de escaleras y Al fin, habla:
acercarse al final del pasillo antes de —Dejadme que coja algo de
que la mujer haga un rápido gesto de material de la enfermería y nos vamos.
alerta con la mano. —Les dedica su sonrisa sardónica
—¡Parad! Viene alguien. característica y añade—: No tardo nada.
Los otros se detienen de golpe, Fuera de las puertas medio en ruinas
apiñándose tras ella. Martínez se abre del estadio, el grupo cruza a toda prisa
paso entre los demás y se coloca detrás el aparcamiento, evitando las miradas
de Michonne. de los ciudadanos que deambulan por
—Yo me ocupo —le susurra al oído las calles laterales.
—. La gente todavía no sabe lo que Sobre ellos se extiende el cielo
estoy haciendo. Evitaré que os vean. nocturno, una algarabía de estrellas
Desde el otro lado de la esquina se enmascaradas por finas nubes
acerca una sombra, precedida por el alargadas,
sonido de unos pasos. sin rastro de la luna. El grupo se mueve
El latino se coloca bajo la luz que en fila india y con rapidez, aunque no
ilumina el cruce. tanta como para hacer ruido, llamar la
—¿Martínez? —El doctor Stevens atención o que se note que están
se sobresalta al ver al hombre del huyendo. Algunos de los transeúntes los
pañuelo—. ¿Qué haces aquí abajo? saludan. Nadie reconoce a los forasteros
—Ah, Doc… Íbamos a buscarte. (Rick y Glenn), pero algunos de los

106
paseantes se giran para ver mejor a la débil y desnutrida.
mujer de las rastas. Martínez no les deja El doctor se da la vuelta.
detenerse. —Ah, hola, señora Williams.
Uno tras otro saltan la verja del Stevens, nervioso, saluda con la
extremo oeste del estadio y cruzan un cabeza a la ama de casa de mediana
parking vacío mientras se dirigen hacia edad que se le aproxima. Los otros se
la calle principal. El doctor, que agarra retiran hacia las sombras, fuera del
con fuerza su bolsa de material médico, alcance de la vista de la señora. El
cierra la comitiva. doctor se interpone entre el grupo y ella.
—¿Cuál es la vía de salida más —¿Qué puedo hacer por usted?
rápida? —pregunta Rick, ya casi sin La mujer lleva un vestido raído y sin
aliento y respirando de forma forma, tiene el pelo muy corto y le mira
entrecortada, cuando él y Martínez se con unos ojos enormes y exhaustos. La
detienen para recuperarse en las barriga prominente y los amplios
sombras del edificio mercantil. Los carrillos contrarrestan su antigua belleza
otros les siguen. juvenil.
—Por aquí —dice señalando al otro —Me sabe mal molestarlo —dice
lado de la calle, desierto—. Vosotros mientras se apresura hacia él—, pero mi
seguidme, que nos largaremos de aquí. hijo Matthew tiene un poco de fiebre.
Cruzan la calle apresuradamente y se —Ah, pues…
adentran en la oscuridad de la acera —Estoy segura de que no es nada
contraria, vacía. El camino peatonal se serio, pero no quiero arriesgarme.
extiende al menos cuatro manzanas al —Es natural.
oeste y está oculto por varios toldos y —¿Puede atenderlo luego?
salientes. Recorren las sombras con —Por supuesto. Usted… usted…,
presteza y en fila india. eh… —tartamudea, algo que pone de los
—Cuanto más ocultos estemos, nervios a Martínez. ¿Por qué coño no le
como ahora, mejor —le comenta da largas? El doctor carraspea y
Martínez a Rick en voz baja—. Tenemos continúa—. Usted…, ehm, tráigamelo
que conseguir llegar a algún callejón y después a la consulta, si puede, y lo
saltar una de las vallas. No están tan atenderé. Seguro… seguro que puedo
vigiladas como la puerta principal, así hacerle un hueco.
que no debería de ser muy difícil. —Gracias, lo… ¿Está usted bien,
Cruzan otra media cuadra antes de doctor? —La mujer mira a los demás,
que se oiga una voz. ocultos tras Stevens, y mira perpleja al
—¡Doctor! médico con ojos enormes y tristes—.
El grito desconcierta a todo el Parece algo alterado.
mundo y a Martínez se le eriza el vello —Estoy bien, de verdad —responde
de la nuca. El grupo se detiene. Martínez mientras aprieta la bolsa contra el pecho
se gira y avista una silueta con más fuerza—. Lo que pasa es que
inidentificable que se aproxima desde la ahora mismo estoy algo ocupado.
esquina de un edificio que hay tras ellos. Empieza a alejarse de ella, para
Veloz y de forma instintiva, sin alivio de Martínez.
siquiera mirar, el hombre del pañuelo —No quiero ser maleducado, pero
acerca el dedo al gatillo del rifle, he de irme. Lo siento.
preparado para lo que venga. Se da la vuelta y se une al resto del
Un nanosegundo después, suspira grupo.
aliviado y afloja la presión en el gatillo Martínez los guía hacia una esquina
al darse cuenta de que la figura es una y se detiene en el bordillo durante unos
de las madres del pueblo. segundos, invadido por la adrenalina.
—¡Doctor Stevens! —dice con voz Por una fracción de segundo, se plantea

107
librarse de Stevens y Alice. Saben resuellos.
demasiado y están muy unidos a la —Vale, perdona.
comunidad, por lo que podrían suponer —¡Bajad la voz! —sisea Martínez
un riesgo enorme. Peor aún, tal vez le mientras se aproximan a la entrada del
conozcan demasiado bien y se den callejón.
cuenta de la trampa. Igual ya se han Alza una mano enguantada para que
dado se detengan y los guía alrededor de un
cuenta. Igual sólo están siguiéndole el edificio cercano hasta que penetran en el
juego. —¿Doctor? —Alice se acerca y le terreno oscuro y lleno de basura.
posa una mano sobre el hombro a La callejuela está envuelta en
Stevens, que tiene un aire alicaído y se sombras muy densas y el hedor de los
frota la cara. Le pregunta con delicadeza cubos de basura que recorren una de las
—: ¿El hijo de esa mujer…? paredes flota en el ambiente. La única
—Ahora mismo no estoy para pensar iluminación que hay es la de una pobre
en eso —musita él—. Es demasiado, no bombilla de emergencia que hay al
puedo. Tenemos que salir de aquí; fondo. El latido del corazón de Martínez
puede redobla su intensidad. Echa un vistazo
que no tengamos otra oportunidad. — rápido a la zona y atisba al vigía que hay
Negando con la cabeza gacha, respira al final del callejón.
hondo para cobrar fuerzas—. La gente —Vale, esperad un momento —les
tendrá que apañárselas sin nosotros. ordena—. Vuelvo en seguida.
—Tienes razón —afirma Alice—. Martínez vuelve a verse obligado a
Esto es así. No les pasará nada. ofrecer otra gran actuación, a interpretar
—Eh —sisea Martínez, metiéndoles un papel dentro de otro papel dentro de
prisa—. Ya hablaréis luego, ¡ahora no otro papel. Se tranquiliza y se encamina
tenemos tiempo! hacia el final de la calle, donde ve que
Vuelve a poner al equipo en marcha: hay un pandillero joven en la plataforma
cruzan un paseo de madera, otra que se alza a casi treinta metros de
carretera y una calle lateral que lleva a distancia. El chaval está de espaldas y
la boca de un callejón que hay 180 empuña un rifle AK mientras vigila una
metros al sur. barricada temporal hecha con paneles de
A Martínez le resulta molesta la acero.
quietud que inunda la ciudad. Oye el Al otro lado del muro se extienden
zumbido de los generadores y el rozar los suburbios sombríos de la libertad.
de las ramas contra el muro. Sus pisadas —¡Eh! ¡Eh, chaval! —Martínez se
son como disparos para sus oídos, y el dirige al vigilante con un saludo alegre y
latido de su corazón le suena tan alto una voz casual pero autoritaria, como si
que podría dirigir una orquesta en un estuviese diciéndole al gato que se
desfile. bajase de la mesa—. ¡Te relevo!
Acelera el ritmo. Los transeúntes El joven se encoge con un respingo,
han desaparecido. Están solos. Deja de se gira y mira hacia abajo. Apenas es un
trotar y empieza a correr a un ritmo adolescente larguirucho. Va vestido con
regular que a los otros les cuesta seguir. ropas de rapero y lleva una cinta
Al poco tiempo, oye cómo la tal alrededor del cabello, rizado como el de
Michonne le hace un comentario raro a Michael Jackson en los años ochenta.
alguien que tiene detrás. Cualquiera diría que está jugando a
—Deja de mirarme así —dice entre polis y cacos sobre la pasarela, y tiene
jadeos mientras corre—, y no te pinta de andar un poco colocado,
preocupes por mí. además de estar bastante paranoico.
Las palabras de Glenn apenas se Martínez se le acerca.
oyen bajo el ruido de las pisadas y los —Dame el rifle y vete. Yo haré el

108
resto de tu ronda. que Martínez no entiende.
El chaval se encoge de hombros y El herido se gira sobresaltado para
empieza a bajar de la plataforma. mirar a Michonne. Glenn también. De
—Vale, tío, lo que tú digas. —Salta hecho, todos se giran hacia la mujer
a la acera—. Pero, ehm, ¿de qué va afroamericana, que contempla la noche
esto? ¿Me necesitas en otra parte o entre las sombras, estoica y siniestra.
algún rollo de ésos? —Yo me quedo —murmura con un
Martínez le coge el AK y recurre de tono tan frío y comprometido que podría
nuevo al papel firme de amo: estar informando de su nombre, rango y
—No hagas preguntas, te estoy número del ejército.
haciendo un favor. Dame el rifle, las —¿Qué? —exclama boquiabierto
gracias y disfruta de tu rato libre. Glenn—. Pero ¿¡qué dices!?
El chico se le queda mirando y le Michonne le mira fijamente, con
entrega el arma. unos ojos tan oscuros como pozos sin
—Ehm, vale. fondo. Habla igual que un cura lee la
El joven se va por el callejón, entre Biblia.
murmullos. —Voy a hacerle una visita al
—Pues vale, lo que tú digas, tío… Gobernador.
Tú diriges el cotarro, yo sólo soy un
currante.
Los otros se apiñan tras el edificio DIECISÉIS
de al lado hasta que el vigilante se El silencio que sigue a la declaración de
adentra en la noche mientras tararea una intenciones de Michonne parece cautivar
versión desafinada de algún rap poco a todos durante una eternidad, mientras
conocido. El grupo aguarda a que el las implicaciones de su afirmación se
chaval desaparezca tras la esquina, propagan de persona a persona, de
momento en el que Rick le hace un gesto mirada incómoda a mirada incómoda,
con la cabeza a Glenn, y se deslizan uno como una enfermedad que se contagiase
a uno en el callejón, atravesando con mediante el contacto visual. No dice lo
rapidez el tramo de acera oscura, que tiene pensado hacerle a Philip Blake
maloliente e inundada de basura. —y nadie se atreve a especular sobre
Martínez les espera en lo alto de la los detalles—, y es precisamente eso lo
plataforma, mirándoles con fervor, que más choca al grupo. Sin embargo, el
serio.— silencio se alarga y se hace insoportable
¡Venga! —Les hace gestos para en el callejón oscuro y pestilente, y a
que se acerquen—. En cuanto saltemos Martínez, que contempla los hechos
el muro seremos libres. desde la plataforma, le queda claro que
Se reúnen en la base de la barricada. la implacable misión de Michonne
Martínez baja la vista hacia ellos. consistirá en algo más siniestro que una
—Esto ha salido mejor de lo que simple venganza. En estos tiempos
imaginaba pero, aun así, tenemos que nuevos y brutales que corren, la
darnos prisa. Alguno de los matones del vendetta, que normalmente era un
Gobernador podría aparecer en instinto básico y primitivo, es de una
cualquier momento. inevitabilidad apocalíptica y es algo tan
Rick le mira mientras se sujeta el natural como dispararle en la cabeza a
muñón. un cadáver ambulante o ver cómo un ser
—Ya, ya…, ¿te crees que nosotros querido se transforma en monstruo. En
no tenemos prisa por largarnos? esta sociedad nueva y horrible, las
—Sí —le concede con una sonrisa extremidades infectadas se amputan y
tensa—, ahí tienes razón. cauterizan de inmediato. Las malas
Tras Rick, una voz murmura algo personas ya no son sólo algo de las

109
series policíacas y las leyendas, sino del bosque cercano, situado a 45 metros
que, en el nuevo mundo, son como reses del perímetro exterior. El vello de la
enfermas a las que hay que apartar del nuca se le eriza. Austin la coge del
resto del rebaño. Son piezas defectuosas brazo y le ayuda a pasar entre troncos
que deben sustituirse. Nadie que caídos para llegar a un claro.
estuviera en el muro esa noche podría —Cuidado, mira por dónde pisas —
reprocharle nada a Michonne, ni se le advierte, tratándola con una
sorprendería ante su decisión, tan condescendencia chapada a la antigua
repentina como inexorable, de volver y propia de los que van a ser padres, algo
encontrar la célula cancerosa que está que a Lilly le parece adorable, pero que
pudriendo el pueblo: el hombre que la también le pone de los nervios.
violó. Sin embargo, eso no lo hace más —Estoy embarazada, Austin, no
fácil.— parapléjica.
Michonne, no creo que… — Le sigue hasta el centro del claro. Es
empieza a protestar Rick. un lugar íntimo y resguardado por el
—Ya os alcanzaré —le corta—. O follaje y las ramas caídas. En el suelo
no. hay un cráter chamuscado y petrificado,
—Michonne… donde algún visitante anterior había
—No puedo irme así. —Clava sus hecho un agujero para encender un
ojos en los de Rick—. Adelante. —Se fuego.—
gira y mira a Alice—. ¿Dónde vive? ¿Dónde aprendiste cuidados
Al mismo tiempo, al otro extremo de prenatales? ¿En los dibujos animados?
la ciudad, nadie advierte que hay dos —Muy graciosa, sabionda…
personas que se cuelan en un callejón Siéntate.
oscuro como boca de lobo que hay un Los dos tocones viejos son perfectos
poco más allá de la curva en forma de S —aunque no muy cómodos— para que
de Durand Street. Es lo más lejos que se la pareja se siente y hable. El canto de
puede estar del jaleo del estadio y del los grillos los rodea mientras él deja la
distrito financiero sin salir de la zona bolsa en el suelo y se sienta junto a
segura. Ningún guardia patrulla tan al Lilly.
sur de Main Street, y las verjas de El cielo titila y brilla con la luz de
alambre de espino mantienen a raya a unas estrellas que sólo se ven en las
los mordedores errantes. zonas rurales. Las nubes se han
Vestidos con ropa vaquera y con dispersado y, en esa ocasión, el aire no
mantas enrolladas bajo los brazos, los huele a caminantes, sino a una mezcla
dos se mueven juntos y agazapados. de
Uno pinos, tierra negra y el aroma
de ellos lleva una mochila grande de característico de las noches despejadas.
lona al hombro, cuyos contenidos Por primera vez, o al menos desde
chocan con un ruido metálico a cada que tiene memoria, Lilly se siente
paso. Al final del callejón se cuelan por completa. Siente que tal vez sea posible
un espacio estrecho que hay entre la que esto funcione. Austin no es el padre
cabina de un camión y un tranvía. ideal, ni tampoco es, ni mucho menos, el
—¿Dónde narices me llevas? — marido perfecto, pero tiene algo que la
inquiere Lilly Caul, que sigue a Austin conmueve. Es buena persona, y eso le
por un aparcamiento vacío y a oscuras. basta por ahora. Les esperan muchos
El chico ríe con malicia. retos, hay muchas dificultades a las que
—Ya lo verás…, tú fíate de mí. enfrentarse y muchos peligros que
Ella sortea con cuidado unas plantas superar, pero ahora está convencida de
de algodoncillo con espinas y capta el que sobrevivirán… juntos.
olor de la descomposición que emana —Bueno, y ¿de qué va este ritual tan

110
misterioso para el que me has traído, a catorce gramos de marihuana, una pipa
ver? —dice por fin. pequeña de metal y papel de fumar. El
Se sube el cuello de la chaqueta y joven mira las cosas con tristeza y dice:
estira las cervicales, las cuales tiene —Ya es hora de dejar atrás los
tensas. Le duelen los pechos y lleva todo juguetes. —Alza el vaso—. Por un amor
el día con dolor de estómago. Sin eterno con la marihuana. —Mira la
embargo, en cierto modo, nunca se ha bolsa—. Me ayudaste a superar cosas
sentido mejor. muy jodidas pero es hora de que te
—Mis hermanos y yo hacíamos esto vayas.
todos los años, en Halloween —dice Tira la hierba al agujero.
mientras señala la mochila—. Supongo Lilly alza el vaso.
que se nos ocurrió mientras estábamos —Por la sobriedad… Es un coñazo,
colocados… Pero el caso es que ahora pero es por una buena causa.
tiene sentido. —La mira—. ¿Has traído Beben.
lo que te pedí? —No me puedo creer que se haya ido
—Sep —asiente dándose unos sin más —dice el joven llamado Glenn
golpecitos en el bolsillo de la chaqueta tras trepar el muro.
—. Aquí está. Las protecciones corporales que
—Vale, perfecto. —Se pone de pie, lleva puestas crujen mientras está de
coge la mochila y la abre—. cara al viento que sopla, en el borde de
Normalmente hacemos una hoguera la plataforma ayudando a Alice a que
para escale la barricada. A la enfermera le
tirar las cosas dentro, pero creo que esta está costando subir —no tiene
noche nos conviene no llamar la demasiada fuerza— y lucha para
atención. —Saca una pala, se acerca al impulsarse hacia arriba. Glenn gruñe
hoyo y empieza a cavar mientras añade por el esfuerzo cuando la sube.
—: En vez de eso, las enterraremos. —¿Deberíamos ayudarla? A mí
Lilly saca un par de fotografías que tampoco es que me caiga muy bien el tío
encontró en la cartera, una bala de una ese.
de las Rugers y un objeto pequeño que Rick está en la plataforma que hay
lleva envuelto en un pañuelo de papel. detrás de Glenn, observando cómo
Deja los trastos en su regazo. Martínez ayuda a subir al doctor
—Vale, cuando tú digas, guaperas. Stevens.
Austin deja la pala, vuelve a buscar —Créeme, Glenn —dice Rick con
en la mochila y saca una botella de voz queda—, lo más seguro es que sólo
plástico de un litro junto a dos vasos de fuéramos una carga para ella. Es mejor
papel. Sirve un líquido oscuro en cada que salgamos mientras podamos.
vaso.— El doctor trepa el muro como puede
He encontrado zumo de uva… En y se une con rapidez a los otros.
tu estado, es mejor que no bebas vino. Martínez se asegura de que todo el
—Me vas a volver loca con tu mundo esté bien. El grupo respira hondo
actitud de madre sobreprotectora. — y se gira para contemplar el territorio
Lilly sonríe. desolado que hay al otro lado de la
—¿Tienes frío? —pregunta sin muralla. Por el hueco que hay entre dos
hacerle caso—. ¿Quieres otra manta? edificios abandonados se ve el bosque
—Estoy bien, Austin, por Dios. — colindante. El viento nocturno
Suspira—. Deja de preocuparte por mí. arremolina la basura en las carreteras de
Austin le da un vaso de zumo y se tierra, y las lejanas ruinas decadentes de
saca una bolsa pequeña del bolsillo. los puentes ferroviarios se asemejan a
—Vale, yo primero —dice. gigantes caídos. En lo más alto se alza la
Dentro de la bolsa hermética hay luna llena, una de ésas que convierten a

111
los hombres en lobo, y su luz lechosa —. ¿Me ayudaréis?
marca con un signo de exclamación cada —Claro que sí, colega —le
grieta oscura, cada hueco sombrío y tranquiliza Martínez mientras le ayuda
cada barranco traicionero en el que —. Tú tranquilo.
podrían acechar los mordedores. El herido empieza a descender el
Rick vuelve a tomar otra bocanada muro con una sola mano, incómodo.
de aire y le da una palmadita —Joder —dice Alice, observándolo
tranquilizadora en la espalda. —. No lo sueltes. ¡Ten cuidado!
—Michonne sabe cuidar de sí misma Martínez gruñe al sujetar al hombre
—le dice en voz baja—. Además, me da de ochenta y un kilos para ayudarlo a
la sensación de que quería hacer esto bajar. Rick suspira, dolorido, y echa un
ella sola. vistazo a su alrededor.
—Las damas primero —le cede el Al otro lado del claro de tierra, el
paso Martínez a Alice mientras señala el doctor Stevens está ante un escaparate
borde de la plataforma. abandonado y envuelto en sombras del
La mujer da un paso inseguro hacia que cuelga un cartel maltratado por el
el quicio y se llena los pulmones de tiempo en el que pone «PIENSOS Y
aire. Él la ayuda a encontrar un punto de SEMILLAS MCCALLUM». Stevens
apoyo y la baja al otro lado del muro. suspira, aliviado, y comprueba que el
—Vamos allá —dice mientras la contenido de su bolsa no haya sufrido
sujeta por las axilas. Sin querer, le roza ningún daño. Los viales de cristal de
los pechos—. Tranquila, ya casi antibióticos y los analgésicos están
estamos. intactos, y el instrumental sigue en buen
—Cuidado con esas manos —le estado.
advierte la enfermera, gruñendo —No puedo creer que hayamos
mientras se hace rasguños al descender. conseguido huir con tanta facilidad —
Al final baja de un salto al camino murmura mientras acaba de comprobar
de tierra y levanta una pequeña nube de lo que hay en la bolsa—. Vamos, no es
polvo. Algo cabreada, se agacha por que los muros estuvieran para evitar que
instinto y echa un vistazo a la zona de la gente saliera, pero…
peligro con los ojos bien abiertos. Tras el doctor, una sombra se mueve
El siguiente al que baja Martínez es en el interior desvencijado de la tienda
Glenn, y después al doctor. Los dos de McCallum sin que nadie se dé cuenta
hombres aterrizan sobre la tierra, al lado u oiga las pisadas lentas, pesadas y
de Alice, levantando más polvo. Sólo se cada
oyen sus respiraciones, profundas y vez más cercanas que aplastan la basura
tensas, y el retumbar de sus latidos, que y las cintas de embalaje.
resuena en sus cabezas. Todos se giran —La verdad es que es todo un alivio
y —dice Stevens mientras cierra la bolsa.
vigilan el camino oscuro que se extiende La silueta sale de la oscuridad de la
ante ellos y se aleja de la ciudad, hacia tienda hecha un borrón de dientes, ropa
el olvido sombrío de la noche. harapienta y piel blancuzca manchada y
Oyen las quejas de Martínez cierra las fauces sobre el trozo de carne
mientras baja la muralla. El hombre alto humana más cercano.
aterriza con un ruido sordo. Las armas A veces, la víctima ni siquiera ve
que lleva a la espalda repiquetean. venir al mordedor hasta que es
—Bueno, Rick… —dice mirando el demasiado tarde, lo que tal vez y, en
parapeto—. Vamos. cierto modo, sea la forma más
Sobre la plataforma, Rick se pone el misericordiosa de que suceda todo.
muñón vendado contra el esternón. La criatura que le hinca el diente en
—Esto no va a ser fácil —murmura la nuca desnuda a Stevens es enorme.

112
Tal vez fuera agricultor, o un resto del grupo le adelanta.
dependiente acostumbrado a cargar Alice ya está apuntando, y aprieta el
sacos de casi treinta kilos de fertilizante gatillo. Por suerte, el chaval del muro
o pienso para el ganado en los camiones tenía el arma a punto, cargada y nunca le
durante todo el día, día sí, día también. ponía el seguro. El rifle vocifera.
Las mandíbulas del mordedor se han Un ramo de fuego surge del cañón
cerrado con tanta firmeza que ni una corto; los casquillos vuelan y las balas
palanca podría abrirlas. Lleva puesto un trazan una cadena de agujeros en la
peto mohoso, el poco pelo que le cubre frente, la mejilla, la mandíbula, el
el cráneo pálido y surcado de venas hombro y medio torso del mordedor.
parece una telaraña, sus ojos son focos Bajo el doctor, la criatura se retuerce y
amarillos y emite una tos confusa y se convulsiona con sus últimos
acuosa mientras hiende los incisivos estertores, y Alice dispara una y otra
podridos en el tejido vivo. vez, sin descanso, hasta que vacía el
El doctor Stevens se tensa de cargador, la corredera se abre… y sigue
inmediato. Eleva los brazos, se le caen disparando.
las gafas, la bolsa sale volando y de su —Ya vale… Ya vale, Alice.
garganta surge, sin que pueda evitarlo, El sonido débil de la voz masculina
un horrible grito conmocionado. No ve es lo primero que penetra en sus oídos,
ni detecta al responsable de su muerte, que le zumban, y en el cerebro
sólo el brillo rojo fluorescente que le traumatizado. Baja el rifle y se da cuenta
ciega a causa del color. de que el doctor Stevens le está
El ataque repentino coge a todo el hablando desde el féretro ensangrentado
mundo por sorpresa. Al mismo tiempo, en el que yace.
todos sacan las armas, consternados, y —Oh… Dios, Doctor… ¡DOCTOR
retroceden. STEVENS!
—¡¡Doctor Stevens!! —grita Alice. Tira el rifle de asalto, que
La enfermera ve cómo el peso del repiquetea contra el suelo, y sale
mordedor gigante y los movimientos corriendo hacia él. Cae de rodillas y le
agitados e involuntarios del doctor sujeta el cuello, manchándose los dedos
logran que Stevens pierda el equilibrio y con la sangre que fluye de sus arterias
caiga de espaldas. mientras le busca el pulso e intenta
El doctor aterriza sobre su atacante recordar lo que el doctor le enseñó
con un gruñido. La sangre fluye sobre el sobre RCP y los protocolos de la unidad
colosal mordedor, bautizándolo en la de trauma. De pronto, se da cuenta de
oscuridad con un torrente tan negro y que Stevens le está tirando de la bata de
aceitoso como la melaza. Con voz laboratorio, dejando sus dedos
ahogada y desprovista de toda emoción, marcados en rojo.
Stevens balbucea: —Alice, no me estoy… muriendo…
—¿Qué…? ¿Qué pasa? ¿Es…? ¿Es Mírale desde el punto de vista…
uno de ellos? ¿Es… es un mordedor? científico —susurra con la boca cada
Los otros se apresuran hacia él, pero vez más llena de sangre.
Alice ya ha cogido el AK del vigilante, En la oscuridad, el rostro del doctor
que se balanceaba de la correa que casi parece estar calmado. El resto del
rodeaba el hombro de Martínez, al grito grupo se amontona tras la mujer,
de: observando la escena y prestando
—¡Dame eso! mucha
—¡Eh! atención a lo que dice Stevens.
El latino no se da cuenta de lo que —Sólo voy a… evolucionar… a una
está pasando. Tras el tirón en el hombro forma de vida… diferente… y peor.
oye el griterío que le rodea y ve que el El horror se propaga entre el grupo

113
mientras Alice intenta reprimir las por fin—. Yo también lo echaré de
lágrimas y le acaricia las mejillas. menos.
—Doctor… Alice asiente por última vez y se da
—Seguiré existiendo, Alice… en la vuelta. Le hace un gesto con la cabeza
cierto modo —dice con un susurro casi a Martínez.
inaudible—. Llévate los suministros…, Sin mediar palabra, él coge el AK,
los necesitarás… para cuidar de esta hace una señal con la mano a los demás
gente. Pon en práctica lo que te enseñé. y los guía por una carretera lateral hacia
Ahora, sigue… sigue… sigue adelante. las afueras del pueblo. En unos
Ella contempla con la mirada segundos
perdida cómo la vida abandona el les devora la oscuridad total,
cuerpo del médico. Los ojos, antes implacable, inmisericorde e inclemente.
cargados de inteligencia, se vuelven —Maldita sea, cariño, ¡cómetelo!
vidriosos y después opacos, mirando al El Gobernador se pone a cuatro
vacío. La enfermera agacha la cabeza, patas sobre la alfombra maloliente del
pero no llora; está tan destrozada que le comedor, sujetando por el dedo gordo
resulta imposible. un pie humano amputado ante la niña
Martínez observa la escena, muy muerta. Cerca, en el suelo, yace la
nervioso. Un cuchillo de sentimientos espada japonesa: un tesoro, un talismán,
contradictorios lo desgarra por dentro. un botín de guerra que no ha perdido de
Esta gente, el doctor y Alice, le caen vista desde el desastre del estadio y
bien, pese a que odien al Gobernador, cuyas implicaciones son lo último en lo
intentaran traicionarlo, trazaran planes, que piensa en estos momentos.
cotilleasen y siempre soltaran —No está fresco del todo —dice,
comentarios sarcásticos e irrespetuosos. refiriéndose al apéndice gris—, pero te
Que Dios coja confesado a Martínez, juro que esto estaba caminando no hace
porque en realidad les tiene mucho ni dos horas.
aprecio. Siente una extraña afinidad El pequeño cadáver forcejea con la
hacia ellos, y ahora intenta acariciar a cadena, a 45 centímetros de la mano del
Alice para consolarla. Gobernador. Gruñe de nuevo, como si
Ella se pone en pie y recoge la bolsa fuera una muñeca parlanchina rota, y
de suministros médicos. aparta los ojos velados de la
Martínez le toca el hombro. delicatessen.
—Tenemos que irnos —dice con —Venga, Penny, no está tan mal.
delicadeza. Se acerca un poco más y hace
La mujer asiente en silencio, con la oscilar el pie amputado y chorreante
mirada perdida en los cadáveres. delante de ella. Es bastante grande, y es
—La gente del pueblo creerá que los difícil decir si es de hombre o de mujer,
disparos son cosa del vigilante, que está porque los dedos son pequeños pero no
matando unos cuantos mordedores que tienen las uñas pintadas. Ya ha
se han acercado demasiado a la verja — empezado a ponerse de un verde
continúa Martínez con voz tensa y azulado
apresurada. Echa la vista atrás para y a tensarse a causa del rigor mortis.
mirar a los otros dos hombres, que —Si no te lo comes ahora se pondrá
parecen inquietos—. Pero el ruido peor. Venga, cariño, hazlo por…
atraerá a más mordedores, así que Un fuerte ruido sordo sobresalta al
tenemos que irnos antes de que vengan Gobernador.
—le advierte. —¡Coño!
Martínez contempla la tez fláccida Se gira hacia la puerta delantera que
del doctor, salpicada de sangre e inerte. hay al otro lado del cuarto.
—Era… era un buen amigo —añade Otro ruido sordo retumba. El hombre

114
se pone de pie. DIECISIETE
Un tercer golpe contra la puerta hace
—Me toca —dice Lilly con una voz
que del dintel caiga un poco de polvillo
apenas audible bajo los grillos y la brisa
de yeso. Se oye cómo los bordes del
que agita los árboles que rodean el claro
pestillo crujen débilmente.
sombrío.
—¿¡Qué cojones quieres!? ¡Deja de
Saca una instantánea hecha con una
darle esos porrazos a la puerta, joder!
cámara desechable, de ella y Megan en
El cuarto impacto hace saltar el
un bar de Myrtle Beach, ambas rojas
pestillo y la cadenita. La puerta se abre
como gambas y con los ojos vidriosos.
con tanta fuerza que choca contra la
Se pone de pie y se acerca al hoyo.
pared, levantando una nube de polvo y
—Por mi mejor amiga, mi alma
astillas, y el pomo se incrusta en la
gemela, mi vieja amiga Megan, que en
madera como si fuera una clavija.
paz descanse.
La intrusa entra en la habitación,
La fotografía revolotea y cae como
impulsada por la inercia con la fuerza de
una hoja muerta en la hoguera.
un huracán.
—Por Megan —brinda Austin, y
El Gobernador se tensa en el centro
toma otro trago de la bebida dulzona—.
del salón. Cierra los puños y aprieta los
Vale, ahora… mis colegas. —Se saca
dientes en una demostración de instinto
una armónica pequeña y oxidada del
de lucha o huida. Parece que haya visto
bolsillo—. Quiero brindar por mis
aparecerse un fantasma al lado del
compañeros, John y Tommy Ballard, a
desgastado sofá.
quienes mataron los caminantes el año
Michonne entra dando tumbos en el
pasado en Atlanta.
apartamento y casi se cae de bruces por
Arroja al fuego el pequeño
el impulso.
instrumento de metal, que cae y rebota
Se detiene a poco menos de un metro
con un ruido sordo en el suelo. El joven
del objetivo de su búsqueda.
lo contempla con la mirada cada vez
Recuperando el equilibrio, alza los
más perdida y los ojos brillantes.
hombros, cierra los puños, fija los pies
—Eran unos músicos cojonudos y
sobre el suelo e inclina la cabeza hacia
unos tíos estupendos… Espero que
delante, adoptando una postura de
ahora estén en un lugar mejor.
ataque.
Austin se seca los ojos mientras
Durante una fracción ínfima de
Lilly alza el vaso y dice con voz queda:
segundo, ambos están cara a cara. La
—Por John y Tommy.
mujer ha recuperado la compostura de
Beben de nuevo.
camino a casa del Gobernador. Se ha
—La próxima es un poco rara —
puesto bien el mono, se ha metido el top
dice ella sacando una bala pequeña del
por dentro y se ha apretado la cinta que
calibre .22 que sujeta entre el pulgar y el
rodea sus rastas tupidas. Parece lista
índice. El metal brilla bajo la luz de la
para empezar una jornada de trabajo o
luna—. Nos pasamos los días rodeados
para asistir a un funeral. Tras una pausa
por la muerte, que está por todas partes.
insoportable en la que ambos
Me gustaría enterrarla, joder… Sé que
contrincantes se observan con una
no cambia nada, pero quiero hacerlo y
intensidad casi patológica, el
ya. Por el bebé. Por Woodbury.
Gobernador toma la iniciativa.
Tira la bala al hoyo.
—Vaya, vaya —dice con un tono
Austin contempla el pequeño trozo
tenue, inexpresivo y frío, carente por
de metal durante unos instantes y
completo de sentimiento o emoción—.
murmura:
La cosa se pone interesante.
—Por nuestro bebé.
Lilly alza el vaso.

115
—Por nuestro bebé… y por el y él hace lo propio. Ninguno de los dos
futuro. —Se lo piensa un momento y adversarios parpadea y la habitación
añade—: Y por la raza humana. parece cristalizarse como un diorama
Los dos se quedan mirando la bala. congelado en hielo.
—En el nombre del Espíritu Santo Entonces, justo en el tercer segundo,
—murmura la chica mientras observa el el Gobernador rompe el contacto visual
hoyo. durante una millonésima de segundo
Las peleas —las espontáneas, las de para mirar al suelo, a la derecha.
cuerpo a cuerpo— son muy variadas. En Ve que tiene la katana y a la niña a
Oriente se lucha al estilo zen, de forma su alcance. Penny parece no enterarse
estudiada, controlada y académica: los de
oponentes suelen tener años de la escena que está teniendo lugar a su
entrenamiento a sus espaldas y una alrededor y tiene la cabeza macilenta y
precisión casi matemática. En Asia, el amoratada metida en el cubo de
rival más débil aprende a darle la vuelta entrañas. La espada brilla bajo la luz
a los puntos fuertes de su enemigo y tenue de una bombilla incandescente.
utilizarlos contra él, y los combates El hombre se esfuerza al máximo en
duran poco. En el otro extremo, en los esa fracción de segundo en no mostrar
cuadriláteros de competición del resto ninguna señal de pánico o cualquier otro
del mundo, las peleas de estilo libre tipo de muestra de preocupación por la
pueden durar horas y constar de varias seguridad de la niña cadáver, ni la idea
rondas, por lo que el resultado final que se forma en su mente (el cerebro
depende de la resistencia de cada púgil. humano es capaz de formular nociones
Hay una tercera clase de peleas complejas en cantidades ínfimas de
cuerpo a cuerpo: las que tienen lugar en tiempo, en menos de lo que tarda una
los callejones oscuros de las ciudades sinapsis en trasmitir un impulso) de que
estadounidenses, que son podría coger la espada y acabar pronto
completamente con la disputa.
distintas a las demás. Rápidas, brutales, En ese mismo segundo (el tercero de
impredecibles, incluso torpes a veces, una serie de ochenta y siete), Michonne
las clásicas contiendas callejeras suelen también posa los ojos sobre la niña y la
acabar en cuestión de segundos. Los katana.
luchadores lanzan sus golpes El cuarto segundo consiste en el
indiscriminadamente, de cualquier Gobernador devolviéndole la mirada a
manera, llevados por la rabia, y la Michonne, y en ella contemplándole con
gresca suele acabar en empate…, o ojos llameantes. En ese tiempo, ella
peor, con alguien sacando un cuchillo o también ha vuelto a fijar la vista en él.
una pistola para poner punto final de una Durante el segundo y medio
forma tan rápida como mortífera. siguiente, (el cuarto y parte del quinto),
La batalla que tiene lugar esa noche los dos enemigos se inspeccionan.
en el salón mal iluminado y apestoso de Ahora, él es consciente de que la
Philip Blake aúna los tres estilos y dura afroamericana sabe lo que está
la friolera de 87 segundos, los cinco pensando, y ella sabe que él lo sabe, y
primeros de los cuales tienen muy poco en el medio segundo siguiente, lo que
de pelea. Comienza con los dos queda del quinto, acaba la cuenta atrás.
contrincantes plantados en su sitio y Los motores se encienden y estallan los
mirándose a los ojos. acontecimientos.
En estos cinco segundos se El hombre se lanza a por la espada y
intercambia una gran cantidad de Michonne grita:
información no verbal. Michonne —¡No!
mantiene la vista fija en el Gobernador, Para cuando el hombro del

116
Gobernador choca contra la alfombra, a sea matar a esa puta asquerosa ahora
poco menos de un metro de la espada, y mismo. De forma instintiva, desciende
ha estirado la mano cerca de la su centro de gravedad, como si fuera una
magnífica empuñadura decorada con cobra que se enrolla antes de atacar.
escamas de serpiente, Michonne ya se Para el Gobernador, la espada que
ha empuña Michonne es como la varita de
movido, rápida como un relámpago. un zahorí que estuviera absorbiendo
La mujer asesta el primer golpe del toda la energía de la habitación. De la
conflicto en el undécimo segundo. boca del hombre gotean sangre y saliva.
Levanta la pierna y le propina una Michonne está a tan sólo metro y medio
patada al Gobernador. El borde de la de él, con el arma en alto. Han pasado
bota le alcanza en el lado de la cara, veintisiete segundos. Un golpe bien dado
bajo la sien, justo cuando está a punto de con el bisel, tan afilado como una navaja
coger el arma. de barbero, y todo habrá acabado. Sin
El chasquido enfermizo del cuero embargo, el Gobernador no se rinde.
duro al fracturar la mandíbula del En el segundo treinta, embiste.
Gobernador (un sonido parecido al de La siguiente maniobra que lleva a
un apio partiéndose) llena la habitación, cabo la mujer dura un total de tres
y el hombre se dobla hacia atrás, segundos. Primero, deja que el
dolorido y con un hilo de sangre Gobernador se le acerque hasta que está
brotándole de la boca; se cae de a pocos centímetros de ella; segundo, le
espaldas. La espada no se ha movido del da una de sus características patadas en
sitio. Los siguientes ocho segundos son la entrepierna; y tercero, el golpe lo deja
una mezcla de movimientos súbitos y de inmóvil. A esta distancia, la puntera de
tranquilidad repentina. Michonne se acero de la bota de trabajo impacta con
aprovecha de que el Gobernador está tanta fuerza que el hombre se dobla
atontado por el golpe y corre a por la literalmente por la mitad, sin aliento,
katana. Por su parte, él ha conseguido escupiendo una mezcla de sangre,
medio incorporarse sobre los codos y mocos
las rodillas, tiene la cara ensangrentada y saliva sobre el suelo. Gruñe entre
y jadea. La amazona coge la espada, dientes y cae de rodillas ante la
gira afroamericana, jadeando para recuperar
sobre sus pies en menos de tres el aliento e invadido por un dolor
segundos y dedica los cuatro segundos comparable a que le hubieran golpeado
siguientes a controlar su respiración y a con un ariete en el estómago. Agita los
prepararse para asestar el golpe de brazos como si quisiera encontrar algo
gracia. en lo que asirse y se desploma a cuatro
Hasta el momento han pasado patas.
exactamente diecinueve segundos, y Una oleada de vómito le sube por la
parece que Michonne tiene ventaja. garganta y mancha la alfombra.
Penny ha apartado la mirada del En el segundo cuarenta, la situación
comedero y emite gruñidos bajos y se calma. El Gobernador se retuerce en
balbuceos hacia los dos adversarios. El el suelo mientras tose e intenta
Gobernador consigue incorporarse recuperarse. Nota que ella se alza sobre
sobre sus rodillas temblorosas. él, mirándolo con esa tranquilidad suya
Sin darse cuenta, el rostro se le tan inquietante. Nota cómo alza la
convierte en una máscara de sed de espada. Se traga la bilis amarga, cierra
sangre pura y manifiesta. Su mente es los ojos y espera a oír el susurro del
como la televisión de madrugada, acero forjado a mano que le ha de besar
sumida en un zumbido de ruido blanco la nuca y poner fin a sus miserias. Se
que filtra cualquier pensamiento que no acabó. Espera a morir en el suelo como

117
un perro apaleado. Abre los ojos. bocado de piel, mientras que de la boca
Michonne duda. Philip oye su voz, le brotan riachuelos de sangre.
tan suave, tranquila y fría como el —¡Hi… hija… HIJA DE PUTA!
ronroneo de un gato: El Gobernador consigue sentarse e
—No quería que esto fuera rápido. intenta contener la hemorragia con la
Cincuenta segundos. mano. No se le ocurre pensar que tal vez
—No quiero que se acabe —dice, le haya seccionado la yugular y ya sea
alzándose sobre él con la espada hombre muerto. No se percata de que
vacilante. Michonne está yendo a por la espada. Ni
Cincuenta y cinco segundos. siquiera se da cuenta cuando la mujer
En los recovecos más profundos del vuelve a alzarse sobre él.
cerebro del Gobernador, se enciende En lo único en lo que puede pensar
una chispa. Tiene una posibilidad. Una en ese momento, setenta y tres
última oportunidad. Finge otra tos y no segundos
mira hacia arriba, tose otra vez, pero después de que haya empezado la
parpadea disimuladamente y posa los pelea,
ojos sobre los pies de su contrincante, es en evitar desangrarse por el cuello.
que están a unos pocos centímetros de Setenta y cinco segundos.
su Traga saliva, de sabor metálico, e
alcance, protegidos por las botas con intenta ver con los ojos vidriosos,
puntera de hierro y clavados ante él con empapando la alfombra vieja de sangre.
una separación tan ancha como la mujer. A los setenta y seis segundos, oye
Una última oportunidad. las inhalaciones de su oponente, que
En el segundo sesenta, se lanza respira hondo, se alza sobre él y
contra sus piernas. Cogida por sorpresa, murmura algo que suena parecido a
cae hacia atrás. «tengo una idea aún mejor».
El Gobernador aterriza sobre ella Recibe el primer impacto con la
como si fuera su amante y la espada empuñadura en el puente de la nariz. El
vuela por el suelo. El impacto la deja ruido restalla en sus oídos con la misma
sin aliento. El hombre capta su olor a fuerza que un bate de béisbol Louisville
almizcle, una mezcla de sudor y clavo Slugger golpeando una pelota en el
con un toque cobrizo, de sangre seca. La punto justo. Se desploma en el suelo.
mujer se retuerce bajo él, a 45 Le pitan los oídos, tiene la vista
centímetros de la espada, que yace en la borrosa y el dolor no le deja respirar,
alfombra. El brillo capta su atención. pero vuelve a intentar agarrarle los
En el segundo sesenta y cinco, tobillos. La empuñadura le golpea de
intenta alcanzar la empuñadura para nuevo, firme como el hierro.
hacerse con el arma pero, antes de Ochenta y tres segundos después del
poder inicio del combate, el Gobernador se
agarrarla, Michonne le muerde entre el derrumba y la oscuridad empieza a
hombro y el cuello, con tanta fuerza que cegarle. El impacto definitivo en la
los dientes se hunden en la carne y en cabeza llega en el segundo ochenta y
varias capas de tejido subcutáneo, hasta seis, pero apenas lo nota.
llegar al músculo. Un segundo después, todo se vuelve
El dolor agudo es tan repentino, negro y el Gobernador flota en el vacío.
enorme y agónico que chilla como si En el claro sombrío, apenas iluminado
fuera una niña pequeña. Se aparta de por la luna, en mitad del silencio
ella rodando, moviéndose por puro sobrecogedor de la noche, Lilly
instinto, mientras se aprieta el cuello y desenvuelve con cuidado el último
nota el líquido que se escurre entre sus objeto que quiere tirar a la hoguera. Es
dedos. Michonne retrocede y escupe un del tamaño de un hueso de melocotón y

118
está protegido por un pañuelo. Lo mira —Lilly.
mientras una única lágrima le recorre la —¿Sí?
mejilla. Recuerda todo lo que ese bultito Austin la mira.
fue para ella. Josh Hamilton le salvó la —¿Te he comentado que te quiero?
vida. Josh era un hombre bueno que no Ella sonríe y sigue mirando el suelo.
merecía morir de la forma en que murió: —Calla y cava, guaperas.
de un balazo en la nuca, cortesía de uno En el vacío de la noche cerrada, tan
de los matones de Woodbury, oscura como el fondo de la fosa de las
concretamente de aquel al que llamaban Marianas, una frase sin sentido flota en
el Carnicero. la negrura impenetrable como si fuera
Recorrieron muchos kilómetros una señal fantasma, un mensaje que no
juntos, aprendieron a sobrevivir juntos y significa nada, un impulso de energía
soñaron con tiempos mejores juntos. eléctrica codificada, chisporroteando en
Josh Hamilton era un chef gourmet que la mente de un hombre herido con la
trabajaba de cocinero jefe, y seguro que misma intensidad que un cartel de neón:
era la única persona que viajaba por los ¡REVIENTA LAS OLLAS!
caminos del apocalipsis con una trufa El herido no entiende nada. No se puede
negra italiana en el bolsillo. Raspaba mover. No puede respirar. Está
láminas de la cosa esa para darles sabor fusionado a la oscuridad. Es una masa
a los aceites, las sopas y las carnes. informe de carbono que flota a la deriva
Aquel sabor terroso, que recordaba a las en el espacio y, aun así…, aun así…,
nueces, era indescriptible. sigue teniendo la sensación de que el
Del paquete que tiene en el regazo mensaje va dirigido a él y sólo a él, que
aún emana un penetrante aroma que la es una orden urgente, aunque no tenga
mujer se inclina para aspirar con fuerza. sentido alguno:
El olor le embriaga los sentidos con ¡CALIENTA LAS AMPOLLAS!
recuerdos del cocinero, recuerdos de De golpe, nota que las leyes físicas del
cuando llegaron a Woodbury, recuerdos universo vuelven poco a poco, como un
de la vida y la muerte. Los ojos se le navío que estuviera enderezándose en la
inundan de lágrimas. Le queda un poco zona más profunda del océano. Siente
de zumo de uva en el vaso, que alza. que el peso de la gravedad actúa sobre
—Por un viejo amigo mío que me él entre las nieblas del dolor que lo
salvó la vida más de una vez. paralizan: primero en el torso y luego en
A su lado, Austin inclina la cabeza, las extremidades. Siente como si le
consciente de la importancia del dieran tirones desde abajo y desde cada
momento y la pena que Lilly está lado, como si apretaran las ataduras que
exorcizando. Sostiene el vaso con fuerza lo mantienen prisionero en ese tanque
contra el pecho. negro de privación sensorial.
—Espero que algún día volvamos a Percibe la existencia de su propia
vernos —dice, y se acerca al hoyo. cara, pegajosa por la sangre, ardiendo
Tira el bulto negro al hoyo con el por las infecciones, con una sensación
resto de símbolos. de presión en la boca y un picor en los
—Amén —dice el joven con voz ojos, que aún están ciegos pero que
queda, y echa un trago. comienzan a asimilar una luz brillante y
Se acerca a Lilly y la rodea con el nebulosa que proviene de arriba.
brazo. Los dos se quedan un rato Su mesencéfalo comienza a
mirando en la oscuridad el embrollo de desentrañar poco a poco el significado
cachivaches que yacen dentro del hoyo. de la frase de neón que le han
El canto de los grillos y el susurro transmitido, ya sea de forma sonora o
del viento acompañan el silencio de sus por otros medios telepáticos que
pensamientos. desconoce. Conforme empieza a

119
aclararse el mensaje, una orden cruda La voz débil que resuena en su
que encaja como las piezas de un interior se abre paso a través del ruido
rompecabezas, su mente fragmentada de su cabeza y gimotea: «Tengo
empieza a asimilar el sentido. miedo… Dios, tengo miedo…».
La orden furiosa, dirigida —¡Cállate!
directamente a su cerebro, activa una Intenta ahogar la voz. Tiene la boca
alarma que hace añicos su armadura de tan seca como la cal y nota un sabor
valor y mina su determinación. Todas amargo a cobre, como si hubiera estado
sus defensas se desmoronan. Todas las chupando monedas. La cabeza le pesa
barreras de su cerebro, todos los muros una tonelada. Parpadea sin cesar,
gruesos, las particiones, los intentando concentrarse en la cara
compartimentos: todo se viene abajo… ensombrecida que tiene delante.
hasta que no es nada, nada más que un Poco a poco, a intervalos neblinosos
hombre destrozado y perdido en la e irreales, los rasgos enjutos de una
oscuridad, aterrorizado, insignificante, mujer de piel oscura cobran forma; está
como un feto… Y, en su cerebro, las agachada a pocos centímetros de él y lo
palabras codificadas se revelan por fin, mira con la misma intensidad que la
descifradas: llama de un soplete.
¡DESPIERTA, GILIPOLLAS! —¡Por fin! —exclama con una
El sonido le llega desde escasos energía que hace que el hombre
centímetros de distancia. Es femenina, retroceda con un respingo—. Creía que
jadeante y le resulta familiar. no te ibas a despertar nunca.
—¡Despierta, gilipollas! Ataviada con el mono, las botas y la
Abre los ojos costrosos. «¡Mierda, cinta que rodea sus rastas, Michonne
mierda, no…, no…, no…, NO!» En lo tiene las manos apoyadas en las
más profundo de su subconsciente, una caderas,
voz le cuenta la horrible realidad de su como si fuera una mecánica que
situación: está atado a las paredes de su inspecciona un electrodoméstico
propio salón pestilente, que ahora defectuoso. ¿Cómo coño le ha hecho
mismo es un perfecto duplicado de la esto? ¿Por qué nadie vio a esa hija de
cámara de tortura donde encerró a puta merodear cerca de su casa?
Michonne bajo el estadio. ¿Dónde
Una lámpara minera de hojalata lo cojones están Gabe y Bruce? Maldita
ilumina. La debe de haber traído sea, ¿dónde está Penny? Intenta
Michonne. La mitad superior del cuerpo mantener
del Gobernador está machacada y llena el contacto visual con ella, pero le
de hematomas, y está tan contorsionado cuesta sostener en alto la cabeza de
a causa de las ataduras que tiene los plomo. Quiere cerrar los ojos y
hombros a punto de dislocarse. dormirse. Baja la cabeza y oye esa voz
Descubre horrorizado que está tan terrible:
completamente desnudo. Tiene las —Te desmayaste por segunda vez
piernas dobladas por las rodillas y cuando te clavé la polla a la tabla esa en
separadas hacia fuera, contra un tablero la que estás. ¿Te acuerdas? —Inclina la
de madera que Michonne ha clavado de cabeza con curiosidad—. ¿No? ¿Tienes
cualquier manera en la alfombra. Le la memoria un poco tocada? ¿Sigues
escuece la polla, que tiene estirada en un consciente?
ángulo extraño hacia abajo, como si El Gobernador empieza a
estuviera pegada al suelo en medio de hiperventilar. Parece que el corazón se
un charco de sangre coagulada. Del le vaya a salir del pecho. Nota cómo su
labio inferior le cuelga un hilo espeso y yo interior, que normalmente está
viscoso de baba ensangrentada. enterrado en los rincones más recónditos

120
de su cerebro, emerge, toma el control y espasmos de dolor y las cuerdas se le
domina sus pensamientos: «Dios, tengo clavan en las muñecas.
mucho miedo…, tengo miedo… ¿Qué he —Cuidado, amigo —le dice la
hecho? Dios está castigándome. Jamás amazona, con el rostro oscuro y brillante
tendría que haber hecho todas esas adoptando un aire casi alegre bajo la luz
cosas…, lo que le hice a esta mujer…, cambiante de la lámpara, que no deja de
lo que les hice a los demás…, a balancearse con suavidad—. No quiero
Penny… Tengo mucho miedo, joder… que vuelvas a desmayarte antes de que
No puedo respirar… No quiero morir… pueda empezar.
Por favor, Dios no quiero morir, por Los ojos del Gobernador se cierran
favor, no dejes que muera no quiero de golpe y los pulmones le arden como
morir. Ay, Dios. Ay, Dios…». dos volcanes en erupción. Philip Blake
—¡¡Que te calles, coño!! aplasta a su álter ego, lo ahoga y vuelve
Philip Blake le grita en silencio a su a encerrarlo en lo más profundo de su
voz interior, la voz de Brian Blake, su mente. En silencio, le grita a su otro yo:
faceta más pusilánime y débil, mientras «¡Para de lloriquear de una puta vez y
se tensa y se encoge contra las cuerdas. escúchame, nenaza de mierda!
Una puñalada de terror le desgarra ¡Escúchame, escúchame, escúchame…!
desde el pene mutilado hasta el torso, y ¡No vas a suplicarle nada, y no vas a
emite un jadeo inaudible tras la cinta llorar como si fueras un puto bebé,
adhesiva que le tapa la boca. llorica!».
—¡Cuidado, machote! —le advierte La mujer interrumpe las
la mujer con una sonrisa—. Yo en tu lamentaciones:
lugar no me movería mucho. —Tranquilízate un momento, estate
El cautivo no hace nada para evitar quieto y escúchame. No te preocupes
que su cabeza se desplome, cierra los por la niña…
ojos y respira débilmente. La mordaza, Los ojos de Philip Blake se abren
un parche de cinta adhesiva de 10x10, le como platos al oír hablar de Penny, y
tapa la boca con firmeza. Intenta gemir mira a la afroamericana.
pero no es capaz ni de eso, porque tiene —… porque la he metido en el
las cuerdas vocales paralizadas por el cuarto de delante, justo tras la puerta,
dolor y la batalla que se libra dentro de donde tenías tantos trastos. ¿Qué estás
él. haciendo? ¿Construir una jaula para tu
Su parte «Brian» se está abriendo esclavita sexual? A ver, ¿para qué la
paso a través de todas las barreras… tienes encerrada aquí? —Frunce los
hasta que vuelve a alcanzar el labios, pensativa—. Mira…, mejor no
prosencéfalo: «Dios, por favor… Por contestes. No quiero saberlo.
favor…, sé que he hecho cosas malas, lo Se pone en pie y se alza sobre él
sé, lo sé, pero no me merezco esto… No durante unos instantes. Respira hondo.
quiero morir así… No quiero morir —Tengo muchas ganas de empezar.
como si fuera un animal…, en este sitio La tormenta que azota el cerebro de
tan oscuro… Tengo mucho miedo, no Philip cesa como si se hubiera fundido
quiero morir… Por favor…, te lo un fusible. Ve a la mujer como si fuera
suplico…, ten piedad… Se lo suplicaré la luz al final del túnel, dedicándole
a esta mujer…, le suplicaré que no me toda su atención, y observa cómo da la
mate, que tenga piedad, que no me vuelta y pasea por la habitación con aire
mate, autoritario aunque despreocupado, como
por favor, por favor, por favor, por si tuviese todo el tiempo del mundo.
favor, por favor, por favor, por favor, Por un instante, le parece que la oye
AY, DIOS, por favor, Dios, por favor…». silbar tranquilamente mientras se dirige
Philip Blake se retuerce entre hacia una mochila de lona grande y

121
manchada de grasa que hay tirada en la En la mano sujeta una cuchara
esquina opuesta del cuarto. Se agacha y doblada, de forma que le dé la luz para
rebusca entre el ejército de que el Gobernador pueda verla bien. La
herramientas. parte cóncava refulge en la habitación
—Primero te voy a enseñar unas mal iluminada.
cuantas cosas —murmura mientras saca El hombre se marea, las muñecas le
un par de alicates. arden de puro dolor.
Se incorpora, se da la vuelta y se los Michonne revuelve la mochila hasta
enseña, como si estuviera animando a que encuentra lo que estaba buscando.
un Alza el aparato para que el hombre
cliente a que puje en una subasta. lo vea.
«¿Cuánto ofrecen por estos maravillosos —Un taladro eléctrico —dice—.
alicates artesanales de titanio?» Clava Deben de haberlo cargado hace poco,
la vista en su prisionero. porque la batería está a tope.
—Te voy a enseñar unas cuantas Se acerca hacia el Gobernador,
cosas —insiste—. Voy a usar todo lo apretando el gatillo del taladro y
que tengo aquí antes de que te mueras. poniendo en marcha el motor. El ruido
Lo primero serán estos alicates tan le recuerda al zumbido de los aparatos
estupendos. del dentista.
Philip Blake traga una saliva que le —Creo que vamos a empezar con
parece ácido y baja la vista hacia la esto. Philip Blake tiene que usar hasta el
plataforma de madera empapada en último ápice de sus fuerzas para mirarla
sangre. a los ojos mientras el taladro gira y se
Michonne vuelve a meter la acerca con lentitud a la parte fibrosa del
herramienta en la mochila, saca otra y se hombro izquierdo, donde el brazo se une
la enseña. con el torso… y están todos los nervios.
—Después, un martillo —dice
mientras lo agita en el aire con alegría
—. Ya te he dado unos cuantos DIECIOCHO
golpecitos con este chiquitín. Lo normal en la vida cotidiana de un
Lo guarda y rebusca un poco más en pueblo pequeño es que oír un grito
la bolsa mientras él observa la tabla amortiguado a altas horas de la
manchada, con la mirada perdida, e madrugada levante no sólo sospechas
intenta respirar. sino también pánico entre los habitantes,
—¡MÍRAME, HIJO DE PUTA! que hacen sus vidas con las ventanas
La voz de Michonne recupera la abiertas para que fluya la agradable
atención del Gobernador. La mujer brisa primaveral, o entre los que hacen
sostiene un artilugio cilíndrico con el turno de noche en las tiendas
boquilla de cobre. veinticuatro horas. Pero justo en ese
—Es un soplete de acetileno —dice momento, exactamente a la 1.33 de la
con semblante serio y voz tranquila—. madrugada —horario de la costa Este—
Me parece que está casi lleno, además. en Woodbury, un pueblecito de Georgia,
Mejor. Tú lo usabas para cocinar —dice el gemido amortiguado y contenido por
con una sonrisa gélida—. Yo también lo las capas de yeso, cemento y vidrio
haré. Philip Blake vuelve a permitir que (además de la cinta adhesiva que
se le derrumbe la cabeza, dentro de la aprisiona los gritos) que surge del
cual crepita el ruido blanco de su mente. edificio del Gobernador forma parte de
La mujer encuentra otro instrumento un día a día que es de todo menos
y lo coge. normal.
—Ya verás, te va a encantar lo que Los hombres que hacen el turno de
voy a hacer con esto. noche en los muros norte, oeste y sur ya

122
han empezado a abandonar sus puestos, deltoides.
desconcertados por la ausencia de su El taladro trina mientras penetra
supervisor. Martínez lleva horas sin cada vez más en el tejido nervioso,
aparecer. No es propio de él, y casi haciendo brotar chorros de sangre y
todos los guardias están intrigados. partículas humanas.
Bruce y Gabe ya se han dado cuenta de Los gritos de Philip, tan filtrados por
que la enfermería está desierta y de que la mordaza que casi parecen una alarma
no hay quien encuentre al doctor y a de coche, se suceden uno tras otro.
Alice. Los dos discuten sobre si Michonne empuja la broca hasta el tope
deberían o no molestar al Gobernador y una niebla delicada y sanguinolenta le
para contárselo. salpica en la cara. El hombre profiere un
La tranquilidad inusitada que reina gemido primitivo, una especie de
en el pueblo ha despertado a Bob, quien «¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMGGGHHHH
se ha levantado y ha dado un paseo H
entorpecido por el alcohol bajo la brisa mientras el taladro zumba y gira. Por fin,
nocturna, para intentar despejarse y Michonne suelta el gatillo y, con
averiguar por qué está todo tan calmado. brusquedad, saca la broca de la pulpa
De hecho, es posible que Bob escarlata en la que se ha convertido el
Stookey sea el único habitante del lugar hombro.
que oye los gritos amortiguados. Se El Gobernador tiembla de dolor,
tambalea por delante de la fachada del aprisionado por las dos cuerdas que
edificio donde vive el Gobernador justo crujen cada vez que se retuerce.
cuando un chillido agudo resuena tras La amazona deja caer el taladro sin
las ventanas tapiadas. El lamento es preocuparse por si se rompe. El aparato
débil y está camuflado por la mordaza deja una marca en el suelo al impactar.
de cinta adhesiva pero, aun así, es tan Tiene un amasijo de hilos de cartílago y
reconocible como la silueta de un ganso carne adheridos a la broca. Michonne
que sobrevuela un lago tranquilo. El asiente.
sonido es tan espeluznante e inesperado —Vale —dice, hablando más
que el vagabundo cree que es fruto del consigo misma que con su víctima—.
delirium tremens que a veces le juega Vamos a ocuparnos de la hemorragia y a
malas pasadas, así que sigue con su asegurarnos de que sigas consciente.
paseo, ajeno a la importancia de esos Encuentra el rollo de cinta adhesiva,
ruidos tan extraños. lo coge, estira una franja, la arranca de
Sin embargo, algo está ocurriendo en un mordisco y, sin cuidado alguno,
ese mismo momento, en ese mismo envuelve con ella el hombro herido. Se
edificio, al final del pasillo de la esforzaría más si estuviera desplumando
segunda planta, dentro del salón un pavo para la cena de Acción de
sofocante del piso más grande. Bajo la Gracias. Sella la herida como si fuera
luz amarillenta de una lámpara de una tubería.
minería que cuelga y se balancea con Mientras tanto, Philip Blake nota
suavidad por culpa de las corrientes de cómo un telón negro cae sobre sus ojos.
aire, sucede algo que no tiene nada de Siente que el mundo se separa, como
imaginario: el dolor que le están dos paneles de vidrio deslizándose bajo
infligiendo a Philip Blake. Un dolor el agua, formando una imagen doble que
vivo, que respira, como un depredador se vuelve cada vez más difusa. Al final,
que se abriera camino a dentelladas por su cabeza le cae sobre el pecho y el frío
su cuerpo, con la ferocidad de un jabalí se apodera de su cuerpo. La
en busca de trufas ensangrentadas, inconsciencia se apiada de él.
entre Una bofetada repentina, fuerte y
los nervios del pectoral izquierdo y del rápida, le golpea.

123
—¡Despierta! y, con rapidez y sin un atisbo de duda,
Se incorpora contra las ataduras y, descarga el sable con todas sus fuerzas
al abrir los ojos, se encuentra con la sobre la articulación del brazo derecho
visión aterradora del rostro mezquino e del Gobernador, justo por encima del
implacable de la mujer, que aún está codo.
marcado por las cicatrices y hematomas La primera sensación que le golpea,
de la tortura que sufrió a manos suyas. incluso antes que el dolor inflamable e
Ella lo observa con desprecio, y en sus insoportable, es un descenso de la
ojos brilla una chispa amenazadora. presión que le mantenía inmovilizado,
Sonríe como un payaso desquiciado, debido a que la cuerda se suelta junto
demente y lleno de odio. con el brazo amputado, aún atado. El
—Te aseguro que no te interesa pene se le separa de la madera y la
volver a desmayarte —le explica con sangre mana a chorros del muñón
calma—, porque te perderías lo más mientras el Gobernador, que ya no está
divertido. amarrado al muro, cae de lado con
A continuación, saca los alicates de fuerza. Philip contempla su brazo
la mochila y vuelve a silbar esa melodía derecho, lleno de horror e
que saca al hombre de sus casillas y le incomprensión. En lo más profundo del
pone la piel de gallina. Es como si una centro de sus ojos, en las pupilas, en los
colmena de avispas le zumbase en los núcleos de los iris, las ventanas se
oídos. Philip clava la mirada ardiente en contraen hasta ser tan pequeñas como
las puntas de las pinzas mientras una cabeza de alfiler. El Gobernador
Michonne se agacha y le agarra la mano gruñe de forma grotesca, como un cerdo
derecha, que cuelga inerte de la muñeca al que degollaran, pero el sonido queda
atada. La mujer, sin dejar de silbar ahogado por la cinta adhesiva.
distraídamente, le coge el índice entre el A estas alturas, el cautivo ya está
suyo propio y el pulgar, como si fuera a bañado en sangre y la plataforma está
hacerle la manicura. resbaladiza, como si estuviera cubierta
Le cuesta un poco pero al final de aceite. Un frío gélido absorbe a
consigue arrancarle la uña con rapidez, Philip y le congela la piel.
como si estuviera quitando una tirita. El —No te preocupes —le dice
dolor agudo le recorre todo el brazo, le Michonne, aunque él ya no puede oírla
asfixia y le quema los tendones como —, estoy casi segura de que podré
lava fundida. Amordazado con la cinta detener la hemorragia. —Se saca un
adhesiva, el Gobernador gruñe como si mechero Zippo del bolsillo y pregunta
fuera una vaca en el matadero. Michonne —: ¿Dónde está el soplete?
pasa al dedo corazón y le arranca la uña. Para Philip, el rato que tarda la
La sangre borbotea y gotea. Philip afroamericana en volver con el soplete
hiperventila por el dolor. La mujer se es como un sueño. Yace en el suelo,
ocupa del anular y del meñique para tumbado en un charco de su propia
poner la guinda. sangre, helado, y de repente nota que la
—Tienes la mano destrozada —dice otra voz, oculta en lo más recóndito de
en tono casual, como si fuera una su ser, llora y se ahoga mientras ruega
esteticista dando consejos de belleza. angustiada: «Dios, por favor, no me
Suelta los alicates, se da la vuelta y dejes morir así… Por favor…,
busca algo al otro lado de la habitación. sálvame…, no dejes que todo acabe
—Destrozada —repite con un aquí…, así no… No quiero morir
murmullo mientras busca la espada. así…».
Al volver, alza la katana como si «¡YA BASTA!
fuera un bateador de primera que ¡¡YA BASTA!!»
estuviera a punto de hacer un home run En lo más profundo de su corazón,

124
Philip Blake tiene una revelación. El En un momento dado, el chico deja
descubrimiento viaja por su médula de trabajar para mirar a Lilly, que está
hasta llegarle al cerebro, donde estalla. observando el proceso desde cerca,
A cámara lenta, como moviéndose envuelta en una manta que sujeta con
entre arenas movedizas, Michonne firmeza alrededor del cuello. Las
vuelve con el soplete, que se enciende lágrimas de la mujer se agolpan hasta
con un «fuuum». Sin embargo, el que caen por las mejillas y empapan el
Gobernador ya no se inmuta al verla, ni borde de la tela.
le tiene miedo. Ella es la encarnación Austin le da la pala, cargada de
del destino, y Philip descubre su tierra, y ella la vuelca sobre el hoyo.
verdadera personalidad en ese mismo Ninguno lo dice en voz alta pero
instante. La ve acercarle la llama al ambos sienten que están pasando
muñón sanguinolento y no le quita el ojo página.
de encima, mirándola desde la cortina Están pasando página y dejando
de pelo grasiento, y tiene la mayor atrás la pena, el miedo y el pasado. El
epifanía de su vida. futuro les espera. Se tienen el uno al
«Ha llegado el momento», piensa, otro, y también una pequeña vida que
intentando comunicarse con la mujer crece dentro de Lilly, una promesa
utilizando tan sólo su mirada silenciosa de un porvenir mejor. Ella
enfebrecida. «Adelante. Estoy sonríe con tristeza y se seca la cara.
preparado. Hazlo. Te reto. Venga, puta. Austin le devuelve la sonrisa. Acaban
Estoy preparado para morirme de una de rellenar el hoyo y el joven suelta la
puta vez, así que mátame…, mátame pala. Después, vuelven a los tocones de
ya… ¡MÁTAME! ¡ÉCHALE HUEVOS! árbol y descansan en la calma de la
¡¡VENGA, MÁTAME, HIJA DE LA GRAN noche.
PUTA!!». —Ah, ya vuelves a estar despierto…
Le cauteriza la sangre, la carne y los Mejor.
tejidos con la llama azul. Durante el La luz del salón de los horrores se
proceso se oyen unos chisporroteos ha vuelto diáfana, como salida de un
nauseabundos que resuenan en el salón sueño. La voz de la mujer flota como
oscuro. El soplete crea volutas de humo una bonita mariposa nocturna que
y fríe el tuétano. Philip no ha sentido revolotea a sus espaldas. El Gobernador
tanto dolor en su vida. no ve más que la sombra de su
En su vida. torturadora, que se proyecta en el suelo
Y, por desgracia para Philip Blake, tras él, pero oye que la tiene cerca del
también conocido como «el culo. Se da cuenta de que está en una
Gobernador», no muere. posición distinta a la de antes de
Y Michonne sólo acaba de empezar. desmayarse. Ahora se encuentra boca
Al otro lado del pueblo, bajo el cielo abajo, con la cara aplastada contra la
estrellado y amenizado por el plataforma y las nalgas elevadas. Sus
omnipresente canto de los grillos y otros sentidos adormilados reconocen
sonidos nocturnos incesantes, la hoguera lentamente el entorno en el que está,
se ve asfixiada por la primera paletada como si fueran una cámara y con el
de tierra; arenosa y de color marrón objetivo torcido.
oscuro, tan característica de Georgia, La dureza fría de la cuchara le
aterriza sobre la foto de Megan con un penetra profundamente en el recto y con
ruido sordo y débil. Austin coge otra mucha fuerza.
paletada y la vuelca. Y otra. Y otra. Y la El cubierto llega hasta el hueso
tierra empieza a cubrir el montón de sacro y el Gobernador se echa hacia
objetos preciados, al igual que en un delante con un espasmo. Durante un
entierro. breve instante revive la horrible

125
experiencia del único examen de Gobernador es consciente de ello cada
próstata que se ha hecho. El doctor de vez que se despierta de golpe y su
Jacksonville (¿cómo se llamaba? capacidad de comprensión está cada vez
¿Kenton? ¿Kenner?) no paraba de más distorsionada y corrompida por el
parlotear sobre los fichajes de los filtro surrealista que impone el dolor
Falcons. Se imagina riéndose del chiste, insoportable.
pero en realidad lo único que hace es Esta vez se despierta sintiéndose
resollar. como si le hubieran tirado un piano a la
Michonne le mete la cuchara hasta la cabeza. Nota el impacto brutal que le
vértebra sacra y la tuerce con fuerza, fractura el lado del cráneo, causándole
como si estuviera intentando sacarle los una conmoción cerebral y
intestinos y el coxis. Philip grita, aunque bombardeándole el puente de la nariz
la mordaza apaga el chillido y lo único con partículas de dolor. Oye el ruido
que se oye es una retahíla de gemidos disonante de las 88 teclas del piano
pueriles. El fuego que siente en el estallando a la vez dentro de su cabeza.
abdomen se descontrola cuando la mujer En sus oídos resuena una aria
empieza a forcejear con el cubierto, que desafinada
se ha quedado atascado en alguna parte a un volumen tan alto que no le deja ni
de su anatomía interna. respirar.
Philip está a punto de volver a Michonne se alza sobre él y le
hundirse en las arenas movedizas de la estampa la suela de la bota en la cabeza
inconsciencia pero Michonne le saca la por segunda vez.
cuchara doblada del ano de un tirón, El tacón le rompe la mandíbula y, de
acompañado por un chasquido húmedo. repente, el Gobernador sólo está
—Ya está —dice—. Te va a doler despierto a medias… No está consciente
durante un buen rato. del todo, pero en realidad tampoco está
Se levanta y pasea delante de sus inconsciente.
narices para que la vea entre los La cinta adhesiva amortigua los
delirios. Levanta la cuchara gemidos y las risitas del Gobernador,
ensangrentada. que está tirado en el suelo. Las
—Y a mí que me daba la sensación funciones cerebrales superiores
de que lo difícil era meterla —comenta empiezan a desactivarse y su mente
con ironía mientras las cortinas revierte a la configuración por defecto:
compasivas de la inconsciencia vuelven su versión básica. Ahora es como si
a cerrarse ante los ojos del Gobernador, estuviera otra vez en su infancia en
que cae de nuevo en el vacío oscuro y Waynesboro, sentado sobre las rodillas
dichoso. de su padre en la feria. Percibe el olor
Los expertos (agentes de la CIA, de las palomitas, la mierda de caballo y
matones del tercer mundo, ex agentes de el algodón de azúcar. Oye la melodía
l a KGB, miembros de bandas del simpática de un calíope, y la estrella del
narcotráfico…) saben cómo mantener a espectáculo, la Guerrera Oscura de
la gente despierta y consciente durante Borneo, los rodea lentamente, a él y a su
los «interrogatorios mejorados», pero la padre, sentados en la primera fila.
amazona de las rastas de Medusa no —Creo que me he pasado con la
tiene ninguna pregunta que formular, ni patada —le dice la mujer con voz
experiencia en el arte de mantener a divertida. El público aplaude y se ríe—.
alguien consciente durante este tipo de Me parece que se te ha estropeado algo.
torturas improvisadas y chapuceras. Él quiere reírse con el chiste pero
Hasta donde él sabe, lo único que le alguien (¿tal vez su padre?) le tapa la
mantiene activa es un sentido natural de boca con la mano, lo que hace que todo
la justicia y experiencia callejera. El sea aún más gracioso. La Guerrera

126
Oscura de Borneo se arrodilla a muy atención del hombre.
pocos centímetros de su cara. Él la mira Unos golpes muy fuertes en la puerta
y ella le devuelve la mirada con una le devuelven a la realidad. Parpadea con
sonrisa rara. ¿Qué va a hacer con la el ojo sano, la mujer se seca las
cuchara? ¡A lo mejor hace su truco más lágrimas, y ambos oyen la voz profunda,
chulo! furiosa y masculina que grita al otro
La mujer le pone el cubierto cerca lado de la puerta:
del ojo izquierdo y le dice: —¡Gobernador! ¿¡Estás ahí!?
—No te desmayes, que aún no La música del calíope se detiene de
hemos acabado. repente, y el pequeño Philip Blake ya no
La cuchara está fría, y la mujer está en la feria.
empieza a sacarle el ojo con ella. Philip Michonne coge la espada y se pone
se acuerda de la vez que el dentista tuvo en pie, de cara a la puerta, paralizada
que taladrarle en una muela. Le dolió por las dudas. Aún no ha terminado su
mucho, mucho, mucho, mucho, obra maestra y le falta poner la pieza
muchísimo, pero luego le dieron una más importante del puzle, pero es
piruleta, lo que le consoló un poco. El posible que haya que cortar por lo
caso es que esta vez no hay piruleta, y le sano…, en más de un sentido.
duele tanto que ni siquiera se imaginaba Se gira hacia el mutilado que se
que algo pudiera doler así. Incluso oye aferra como puede a la vida desde el
los chasquidos asquerosos, mucosos y suelo y empieza a decirle algo, pero una
húmedos, similares a cuando su madre voz potente la interrumpe desde el
despedazaba pollos para cenar. Al final, exterior.
el globo ocular con el que tanto —¡Eh! ¡Phil! ¡Abre! ¡La loca esa de
forcejeaba la Guerrera de Borneo se los cojones se ha escapado, tío! ¡Y el
desprende de la cuenca. doctor, Alice y los otros dos también!
Le dan ganas de aplaudir a esa mujer La madera cruje y algo se rompe.
tan asombrosa por haber conseguido Michonne mira al Gobernador
dejar el ojo colgando hasta la mitad de mientras resuenan los ecos de un fuerte
la cara, sujeto por unos hilos de nervios ruido sordo. Le apunta a la entrepierna
y tejidos rojos asquerosos que parecen con el extremo de la katana.
serpentinas. La voz de Gabe es inconfundible,
La visión se vuelve loca, ahora está gracias a su tono áspero y su fuerte
en una especie de atracción de feria, acento. Ahora se alza una octava más
como aquella vez en la que su padre les alta al gritar desde fuera:
llevó a él y a su hermano Brian a la —¿¡Pero qué cojones ha pasado con
Feria Estatal del Corazón de Georgia y tu puerta, tío!? ¿¡Qué ocurre!? ¡Di algo,
se subieron al Tornado. Ahora se siente jefe! ¡Vamos a entrar!
igual. Todavía ve con el ojo colgante… Suena otro golpe, probablemente un
más o menos, y todavía ve con el sano. empujón que han dado en la puerta
Y lo que ve le hace compadecerse de la Gabe
Gran Guerrera Salvaje de Borneo. y Bruce con todas sus fuerzas, o quizá
Está llorando. una especie de ariete, y las bisagras
Las lágrimas surcan el rostro empiezan a ceder justo por donde
brillante y marrón de la mujer que está Michonne las había clavado a toda
agachada ante Philip, y él mismo se prisa. Una lluvia de polvo baña la
entristece de golpe al ver a la pobre. estancia.
¿Por qué llora? Le mira como si él fuera Michonne sostiene la espada a pocos
un crío perdido y ella una niña que se ha centímetros del pene fláccido del
portado muy mal. Gobernador.
Entonces sucede algo que llama la —Tiene pinta de que lo que te queda

127
entre las piernas puede llegar a curarse tranquila del claro, bajo el enorme
si sobrevives —le dice con una voz tan firmamento rural, Austin Ballard rompe
suave y baja que parece que esté el silencio:
hablándole a su amante, sin saber con —¿Sabes qué? Se me acaba de
certeza si Philip le entiende o le oye ocurrir que podemos poner el cuarto del
siquiera—, y eso no puede ser. bebé en esa habitación tan luminosa que
Con un único giro experto de hay al fondo de mi piso.
muñeca, le rebana el pene justo por la Lilly asiente.
base. La sangre mana a borbotones —Estaría bien. —Reflexiona sobre
mientras el órgano cae inerte al lado del la propuesta—. Yo vi una cuna en el
hombre, sobre el suelo de madera. almacén que nadie estaba usando. —
Michonne se da la vuelta y sale Sigue reflexionando—. Quizá esté loca,
disparada de la habitación. Para cuando pero creo que esto va a salir bien.
la puerta cede del todo, la mujer ya ha Austin se acerca a ella y la abraza
cruzado el apartamento, salido por una con ternura. Están sentados en el mismo
ventana y bajado la mitad de la escalera tocón, abrazándose. Lilly le da un beso
de incendios. en el pelo. Él sonríe y la abraza más
Bruce es el primero en irrumpir en fuerte.
el piso y está a punto de caerse por el —No hay sitio más seguro que
impulso. La calva le reluce y los ojos, Woodbury —dice en voz baja.
iluminados por un brillo de urgencia, —Ya… —asiente Lilly—. Siento
están abiertos de par en par. Gabe se que el Gobernador lo tiene todo bajo
precipita tras él con los puños cerrados control.
mientras inspecciona la habitación con Austin la estruja con cariño.
rapidez. —Y Stevens y Alice pueden
—¡Mierda! —Bruce se gira cuando ocuparse del parto.
oye los gruñiditos de la niña cadáver—. —Eso es verdad. —Sonríe—. Creo
¡Mierda! —Ve a Penny, encadenada en que estamos en buenas manos.
el recibidor por razones de seguridad—. —Sep. —Austin contempla la noche
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Huele el con la mirada perdida—. El Gobernador
hedor insoportable a matadero, de nos mantendrá a salvo. —Sonríe y añade
fluidos corporales y sangre, que flota en —: No podríamos estar en una situación
el ambiente. Mira a su alrededor—. mejor para empezar una vida nueva.
¡Mierda, mierda, mierda, mierda, Lilly asiente de nuevo con una
mierda! ¡¡Joder!! sonrisa tan potente que podría
—¡Cuidado! proporcionar electricidad a una ciudad
Gabe le da un empujón a Bruce entera.
cuando la niñita muerta intenta —Me gusta cómo suena eso: una
alcanzarlos, estirando las cadenas y vida nueva… Suena bien.
dando mordiscos a los pocos Por primera vez, está convencida
centímetros de aire que se interponen más que nunca de que todo va a salir
entre sus dientes negros y el torso de bien.
Bruce. Gabe y Bruce se lanzan de cabeza a la
—¡Apártate de ella! —grita Gabe. sala de torturas improvisada en la que se
—Me cago en todo… Joder — ha convertido el salón y se encuentran
murmura Bruce de repente cuando se con los indicios del trabajo de
gira hacia el salón abovedado y ve los Michonne: las herramientas
rastros asquerosos de sangre que ensangrentadas, la mochila de lona, el
decoran el suelo—. ¡Gobernador! brazo amputado, y los tejidos y las
¡Hostia puta! manchas de sangre, esparcidas por la
Por fin, en la oscuridad limpia y tabla de madera de tal forma que

128
parecen alas demoníacas que brotan del ancestral de destrucción y renacimiento.
cuerpo del Gobernador. Se acercan un Gracias, Dios.
poco más a los restos. Gracias.
Aunque el pánico inunda sus mentes,
intentan mantener la calma y hablar entre
ellos.—
Y ¿qué pasa con la tía negra? —
pregunta Gabe mientras contempla el
cuerpo.
—Que le den por culo —responde
Bruce, boquiabierto—. Seguro que ya ha
salido de la zona segura. No va a
sobrevivir, ni en sueños.
—Joder —musita Gabe mientras
contempla lo que queda de su jefe, que
yace destripado, quemado, flagelado,
con el cuerpo retorcido y un ojo
colgándole a un lado de la cara, sujeto
tan sólo por unas hebras de tejido.
Al cuerpo le da un espasmo.
—¿Está… está muerto?
Bruce jadea y se arrodilla al lado
del Gobernador.
Le silba débilmente la nariz.
El cuerpo está tan destrozado que
Bruce es incapaz de encontrar un lugar
para tomarle el pulso. Le destapa la
boca, quitándole la cinta adhesiva con
cuidado.
Bruce oye el sonido de una
respiración entrecortada, pero no sabe si
es un último estertor…
…o si el Gobernador está
aferrándose al crepúsculo que hay entre
la vida y la muerte.
Bajo un toldo parpadeante compuesto de
estrellas, Austin acaricia el rostro de su
chica como si fueran las cuentas de un
rosario.
—Lilly, te prometo que todo saldrá
bien. —La besa—. Todo va a salir
genial. —La besa de nuevo—. Ya lo
verás.
La mujer sonríe. Que Dios se apiade
de ella… Confía en las palabras de
Austin… Confía en el Gobernador…
Confía en Woodbury. Seguro que todo
va a salir bien.
Sin dejar de sonreír, apoya la cabeza
en el hombro de Austin y escucha cómo
la noche eterna sigue con el ciclo

129
Agradecimientos historia se centra en el hijo adolescente
del superheroe más poderoso del
Quisiera mostrar un agradecimiento mundo, que desarrolla poderes y
especial hacia Robert Kirkman, que comienza su propia carrera. Walker no
nunca falla a la hora de sacarse otro conseguía terminar de ilustrar a tiempo
truco de la chistera; a Andy Cohen, mi cada número y fue reemplazado por
brújula en mi carrera; a Brendan Ryan Ottley. En 2005, Paramount
Deneen, mi editor y mejor amigo; a Pictures anunció que había comprado
Christina MacDonald, por haber hecho los derechos para producir una película
la mejor edición de diálogos de la Invencible, y contrató a Kirkman para
historia; y a David Alpert, que hace que escribir el guion, pero el proyecto nunca
todo funcione. También estoy se concretó. En 2008 hubo una serie de
enormemente agradecido a Kemper TV basada en el comic.
Donovan, Nicole Sohl, Stephanie Al poco de publicarse Invencible,
Hargadon, Denise Dorman, Tom Kirkman y Moore comenzaron The
Leavens, Jeff Siegel, y a mis chicos, Walking Dead (2003), una serie
Joey y Bill Bonansinga. Por último, pero ambientada en un mundo inspirado por
no por ello menos importante, quiero las películas de George A. Romero de
expresar mi amor y gratitud eternos a la zombies. Moore no conseguía entregar
mujer que cambió mi vida y me hizo su trabajo a tiempo y fue reemplazado
mejorar como escritor y como persona, por Charlie Adlard a partir del número
Jill Norton Brazel. 7. Moore continuó dibujando portadas
hasta el número 24.
JAY BONANSINGA. Kirkman también trabajó para Marvel.
Se encargó del remake de la serie de la
década de los 90 Sleepwalker; pero fue
ROBERT KIRKMAN es un guionista de cancelado antes publicarse, sin
cómics estadounidense conocido por su embargo, el primer número se incluyó en
trabajo en The Walking Dead e el primer volumen de Epic Anthology,
Invincible para Image Comics, así como en el 2004. Pronto se convirtió en uno
Ultimate X-Men y Marvel Zombies de de los pilares de Marvel, escribiendo,
Marvel Comics. También ha colaborado entre otros títulos, el Capitán América
con el co-fundador de Image Comics, vol. 4, # 29-32 (2004), Marvel Knights
Todd McFarlane en la serie Haunt. 2099 (2004), Jubilee # 1-6 (2004), vol-
El primer trabajo de Robert Kirkman fue Up Marvel Team. 3, # 1.25 (2005), Los
el cómic que parodia historietas de 4 Fantásticos: Enemigos # 1.6 (2005),
superhéroes Battle Pope la cual fue Marvel Zombies # 1-5 (2005-2006),
cocreada con el artista Tony Moore, y Ultimate X-Men (comenzando con la
publicada en el año 2000 por la edición # 66), e Irredeemable Ant-Man
editorial Funk-O-Tron. Más tarde, # 1-12.
mientras lanzaba una nueva serie, Kirkman y el dibujante Jason Howard
Science Dog, Kirkman y Cory Walker crearon la serie de Image Comics The
fueron contratados por Image Comics Astounding Wolf-Man, lanzada el 5 de
para hacer la miniserie SuperPatriot. mayo de 2007, como parte del Free
Mientras trabajaba en este cómic, Comic Book Day. Kirkman editó la serie
Kirkman y E.J. Su crearon en 2002 la mensual Brit, basado en el personaje
serie Tech Jacket, para Image Comics, que creó para la serie de one-shots,
que tiene una duración de seis números. ilustrado por Moore y Rathburn Cliff.
En 2003, Kirkman y Walker crearon Tuvo una duración de 12 números.
Invincible para la nueva línea de Kirkman anunció en 2007 que él y el
superhéroes de Image Comics. La dibujante Rob Liefeld harían un remake

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de Killraven para Marvel Comics. traducidos a diez idiomas. Actualmente
Kirkman ese año también dijo que él y reside en Evenston (Illinois).__
Todd McFarlane podrían colaborar en
la serie Haunt de Image Comics. A
finales de julio de 2008, Kirkman se
hizo socio de Image Comics, y dejó de
escribir para Marvel. En el 2009, sin
embargo, él y Walker produjeron la
miniserie de cinco números El
Destructor vol. 4 para el sello MAX de
Marvel. Actualmente está produciendo
la adaptación televisiva de The Walking
Dead, dirigida por Frank Darabont.
En 2009 Marc Silvestri y Kirkman se
hicieron cargo de los comics Pilot
Season de Top Cow. El Pilot Season
2009/2010 contiene una serie de cinco
cómics piloto de un sólo número. Los
lectores podrán votar cual de ellas se
convierte en una serie. Los cinco
números son co-creados por Silvestri,
que también dibuja la cubierta.
En julio de 2010, Kirkman anunció que
iba a encargarse de un nuevo sello
editorial de Image Comics, Skybound.
En febrero de 2013, la productora de
televisión Fox International Channel
confirmó que Robert Kirkman trabaja de
forma paralela en una novela gráfica y
un guión para una serie de televisión
sobre exorcismos.

JAY BONANSINGA. Escritor


norteamericano, es autor de varias
novelas de suspense, así como de tres
guiones originales en proceso de
producción y algunos relatos cortos, ha
sido finalista de premios como el
Stoker.
Bonansinga Ha publicado en numerosas
antologías y sus libros de ensayo e
investigación son reconocidos con
premios como el Superior Achievement
Award from the Illinois State Historical
Society.
Bonansinga también ha destacado como
director independiente de cine con su
participación en varios festivales de
cortos y como guionista en el equipo de
George Romero. Sus libros han sido

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