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Kreimer Vessuri Velho Arellano Introduccion Perspectivas PDF
Kreimer Vessuri Velho Arellano Introduccion Perspectivas PDF
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sobre el libro
Este libro toma el desafío de mostrar algunas cuestiones importantes sobre el de-
sarrollo de la ciencia y la tecnología en las sociedades de América Latina mirados
a través de los investigadores del campo de los estudios de ciencia, tecnología y
sociedad (cts) de la región. Un cuerpo colegiado de cuatro editores, de diferentes
orígenes nacionales e intereses disciplinarios, se encargó de formular la convoca-
toria y luego la organización, supervisión y seguimiento del volumen. Se estableció
una lista inicial de problemas a ser cubiertos y se propuso un esquema tentativo
para lograrlo. Luego se consultó a la directiva de la Sociedad Latinoamericana de
Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (esocite) sobre la propuesta y, una
vez que se consensuó una tabla de contenidos tentativa, se abrió una amplia convo-
catoria en la región latinoamericana, a través de las redes a las que la comunidad
de esocite se encuentra vinculada. Recibimos unas 120 propuestas bajo la forma
de resúmenes, entre las cuales fueron seleccionadas, con base en su calidad y la
relevancia que tuvieran para el esquema propuesto, unas 45, prestando atención
a una adecuada cobertura geográfica y disciplinaria, a la orientación temática y al
género de los autores. Una de las preocupaciones constantes en el proyecto ha sido
asegurar que investigadores de diversas orientaciones y generaciones (más jóvenes
y más experimentados) puedan encontrar expresión en el libro.
Además, fueron invitados algunos autores cuyo aporte parecía significativo en
función de sus trabajos en distintos momentos históricos para el avance del campo
de estudios. Aun así, no todas las temáticas que queríamos incluir pudieron ser
cubiertas en el libro. Algunos vacíos fueron llenados con artículos breves, que he-
mos denominado “destaques”, por autores que están trabajando sobre esos temas.
Finalmente, luego de una rigurosa evaluación por pares, donde cada texto fue
dictaminado por al menos dos evaluadores internacionales, llegamos a aceptar 32
artículos y 14 destaques, organizados en siete capítulos.
[7]
8introducción
Si hoy podemos presentar este libro, que reúne textos sobre diversas cuestiones
relacionadas con las ciencias y las tecnologías vistas desde América Latina, ello se
debe, en primer lugar, a que hace ya algunas décadas, estos temas fueron conci-
tando la atención de un número creciente de especialistas en los diversos países
de la región.
En efecto, ello hablaría, en cierto sentido, de que el campo, denominado alterna-
tivamente “estudios sociales de la ciencia y la tecnología” (escyt) o bien de “ciencia,
tecnología y sociedad” (cts), ha alcanzado, en su desarrollo, la madurez suficiente
como para generar un conjunto de producciones científicas e intelectuales que, tanto
por su calidad como por su diversidad temática y conceptual, componen un mosaico
de investigaciones y reflexiones de un gran interés para comprender una parte del
desarrollo de las sociedades latinoamericanas.
Ello es así porque, a pesar de que los trabajos que se presentan aquí provienen
de diferentes matrices disciplinarias y teóricas, así como de países diversos, se en-
focan hacia un objetivo común, que es el de ofrecer elementos para reflexionar
acerca de las propias sociedades de América Latina. En este sentido, aún si el
marco más estrecho se define como el estudio de las relaciones entre “las ciencias,
las tecnologías y las sociedades” (los plurales valen en este caso), entendemos que
ellas no están desvinculadas de las dimensiones culturales, ideológicas, idiosincrá-
ticas, políticas o económicas que atraviesan a todos los actores de la región.
En consecuencia, este libro puede ser entendido como el trazado de un puente
de diálogo, en diversos sentidos: en primer lugar, con los estudiosos y acadé-
micos de otros campos de las ciencias sociales, que abordan cuestiones específicas
de las sociedades latinoamericanas, pero sin prestar una atención especial al desa-
rrollo de las ciencias y las tecnologías, o a sus causas y consecuencias, sus historias
y sus desafíos hacia el futuro. En segundo lugar, también se ha pretendido tender
un puente hacia otros actores, además de los propios sujetos, que a menudo son
objeto de nuestras investigaciones: científicos y tecnólogos practicantes, quienes
crecientemente han ido reconociendo el valor de los estudios sociales de la ciencia
y la tecnología como un aporte para comprender sus propias prácticas, y reflexio-
10introducción
nar acerca de sus consecuencias. También con las diversas autoridades, “tomadores
de decisiones”, o “hacedores de políticas”, como se los suele denominar, que tam-
bién en los últimos años se han ido acercando a, e interactuando con, quienes
trabajan en una mirada analítica –usualmente crítica– acerca del desarrollo cien-
tífico y tecnológico. Finalmente, aunque no menos importante, este libro pretende
tender un puente hacia otros actores, en principio menos comprometidos con la
ciencia y la tecnología, pero que pueden hallar en estos textos elementos que les
permitan reflexionar acerca de sus propias relaciones con el conocimiento cyt y,
sobre todo, con las consecuencias que ello tiene en el seno de nuestras sociedades,
y las formas de poder intervenir activamente en las decisiones que podrían asumir-
se en forma más colectiva y participativa.
Como veremos enseguida, la historia de los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología lleva ya varios decenios de rico desarrollo en América Latina, y un in-
dicador de ello es que existen diversos trabajos que dan cuenta, desde diferentes
miradas, de este desarrollo.
nes. Según Callon y Latour (1981), dos autores influyentes en este campo en la
región (en una perspectiva compartida por otros autores), el punto de inflexión
estaría dado por la lectura de la obra clásica de Kuhn, La estructura de las revolucio-
nes científicas, publicado por primera vez en 1962. Si bien esta interpretación no es
universalmente compartida (Collins y Restivo, 1983), se fueron dando cambios
como la ruptura de barreras disciplinarias que aparece como una marca fuerte en
el campo, el cual además se irá haciendo permeable, a diferencia de otros espacios
de producción de conocimientos, a estudiosos que no sólo se habían formado en
las ciencias sociales, sino en campos “duros” como la física, las matemáticas y las
ingenierías.
Ya entonces surgen las primeras tensiones por la definición del estatus episté-
mico y social de este campo (al que Derek de Solla Price había llamado, en los
años sesenta, la “ciencia de la ciencia”), entre una perspectiva que enfatiza el ca-
rácter interdisciplinario en su sentido más amplio, y otro que lo restringe a un
subcampo dentro de las ciencias sociales. La primera definición aparece por pri-
mera vez en el libro de Merton (su tesis doctoral de 1937), bajo la forma de “Cien-
cia, tecnología y sociedad”, mientras que la segunda se puede rastrear en el llama-
do proyecto “parex” (contracción de París y Sussex), y que reunía a sociólogos y
economistas de ambas ciudades, que realizaban una reunión anual desde 1971. De
hecho, algunos investigadores de Sussex, junto con colegas de Edimburgo funda-
ron ese año la revista Science Studies que, cuatro años más tarde se convertiría en
la actual Social Studies of Science. Confluyen aquí los análisis sociológicos, políticos
e históricos, con una matriz común propia de la emergente perspectiva constructi-
vista. En Estados Unidos también en los años setenta surgió Science, Technology and
Human Values, que acompañó el desarrollo y dinámica del estudio social de la
ciencia y la tecnología en ese país.
En la actualidad las nociones cts y escyt se han tornado prácticamente equi-
valentes, y se usan en forma indistinta, aunque vale la pena mencionar que la
tensión con relación a los orígenes de los estudios de la ciencia, sus componentes
disciplinarios, sus premisas epistemológicas, teorías, métodos y objetivos finales, no
se encuentra completamente resuelta, y los límites del campo –tanto en América
Latina como en las otras regiones– siguen siendo porosos y se van redefiniendo
en forma más o menos periódica.
S
En América Latina, desde finales de los años cincuenta y comienzos de los ochen-
ta, predominó en diversos sectores de la comunidad científica y tecnológica, una
orientación marcada de orden político, en la defensa del carácter social del fenó-
meno tecnológico, que se hizo evidente cuando se planteó críticamente el proce-
so de transferencia de tecnología como una manifestación de la dependencia de
nuestros países (Dagnino et al., 1996). Diversos autores, como Jorge Sábato, Oscar
Varsavsky, Amílcar Herrera, José Leite Lopes, Simon Schwartzman, Marcel Roche,
Máximo Halty Carrere, Miguel Wionczek, Arturo Rosenblueth, Alejandro Nadal
Egea y Francisco Sagasti, entre otros), argumentaron en favor de un desarrollo
12introducción
finales de los años sesenta, en los países desarrollados, se había dado un proceso de “radicalización de
la ciencia” (Rose y Rose [1976] 1980), liderado por científicos de izquierda. Los científicos europeos
y estadunidenses, impulsados por la guerra de Vietnam y las protestas de Mayo del 68, crearon varias
asociaciones, como Scientists and Engineers for Social and Political Action (sespa) o la British Society for Social
Responsability of Science (bssrs) que cuestionaban el papel de la ciencia en el sistema capitalista. La
crítica se centró en tres puntos: a] cuestionar los usos de la ciencia y exponer sus abusos (riesgos am-
bientales, usos imperialistas de la cyt durante la guerra de Vietnam); b] argumentar que la ciencia es
una actividad que no es ideológicamente neutral, sino que refleja las normas y la ideología de un orden
social dado; c] cuestionar la idea de la autonomía de la ciencia, destacando la existencia de barreras
internas en el laboratorio (que producen una práctica científica individualista y elitista) o entre éstos
y el resto del mundo (ibid., 33-36). Estos debates fueron transmitidos en diversas publicaciones, como
la revista Science for the People, órgano de difusión de sespa, cuya consigna (ciencia para el pueblo)
atravesó a los movimientos similares en Europa y Estados Unidos y que ha sido adoptada por algunos
actores en América Latina (Feld y Kreimer, 2012).
introducción 13
En todo caso, y más allá de las diferencias, resulta evidente que las primeras re-
flexiones sobre la ciencia y la tecnología en América Latina están muy fuertemen-
te ligadas a una preocupación política, y no meramente –o solamente– analítica,
hasta bien entrados los años ochenta: en términos institucionales, desde los prime-
ros decenios del siglo xx, varios países latinoamericanos habían establecido insti-
tuciones del tipo de las academias de ciencias, o similares, con el objetivo de
promover la investigación y obtener una cierta influencia en la estructura de poder.
Las organizaciones internacionales, en particular la unesco y la oea y, con menor
intensidad, la cepal, desempeñaron un papel importante en esta decisión. La
definición de los programas nacionales de desarrollo económico era una de las
condiciones que los países latinoamericanos debían cumplir para obtener fondos
del gobierno de Estados Unidos, bajo la denominada Alianza para el Progreso. Las
nociones de “política científica” y de “plan de desarrollo” fueron introducidas en
el Programa para 10 Años de la unesco en la 11a. Conferencia General de 1960.
Fue entonces que la unesco organizó la Conferencia sobre la Aplicación de la
Ciencia y la Tecnología al Desarrollo de América Latina, conocida por las siglas
castala (en 1965 en Santiago de Chile), con la participación de científicos reco-
nocidos hasta ese momento, algunos de los cuales se destacaban en el pensamien-
to y en la acción de política científicas en América Latina, como Carlos Chagas
Filho, Rolando García, Máximo Halty, Amilcar Herrera, Bernardo Houssay, Manuel
Noriega, Enrique Oteiza, Gustavo Pizarro y Marcel Roche, entre otros (unesco,
1965). En esta reunión se reafirmó la necesidad de que los países adopten una
política científica explícita, con la participación de científicos y tecnólogos. También
se decidió la creación de la Conferencia Permanente de Ciencia y Agencias Nacio-
nales de Política de Tecnología, que se reunió en Caracas, Venezuela, en 1968, en
Viña del Mar, Chile 1971, en México 1974, en Quito 1978 y en La Paz, Bolivia, en
1981. De este modo, la unesco y otras organizaciones internacionales como la oea,
el bid, el idrc, la ocde, el bm, el pnud, la oit, la onudi, la ops, la Junta del Acuer-
do de Cartagena, la Corporación Andina de Fomento (caf) y el (sela) influyeron
en las comunidades científicas de la Región en materia científica y tecnológica. Su
actuación no siempre estuvo libre de problemas y fue parte del aprendizaje y for-
talecimiento de las entidades nacionales de política cti navegar por las aguas
procelosas de la cooperación internacional en estas materias.
Una de las vías para la producción de conocimiento surgió como consecuencia
de que la tarea de la implementación de políticas nacionales de cyt implicaba la
necesidad de producir conocimiento sobre el tema, bajo la forma de recopilación
de información y estadísticas sobre las actividades y, sobre todo, un tema clave de
la época, la formación de recursos humanos calificados para hacerlo. Varios países
de la región, ejecutaron en los años setenta acciones concretas en estas direcciones
y en cuanto a la recopilación de información sobre cyt, intentaron cumplir con
la solicitud de la unesco, organismo que sistematizó datos comparativos sobre el
“potencial tecnológico y científico nacional”.
14introducción
Como señalamos más arriba, existen en la actualidad diversos textos que han
reflexionado sobre el desarrollo de los estudios cts en América Latina. Por ello,
antes que intentar una nueva narración, nos resulta oportuno basar esta sección
en algunos de ellos, como Vessuri (1987, 1983), Kreimer y Thomas (2004), Vac-
carezza (2004), Kreimer (2007), Arellano y Kreimer (2011) y Arellano, Arvanitis
y Vinck (2012).
A partir del fin de los años setenta se produjeron dos rupturas claramente
observables en el estudio histórico de la ciencia en América Latina. La primera de
ellas se refiere a la puesta en cuestión de un modelo llamado “difusionista”. El
modelo –que, como veremos, excede largamente al campo historiográfico– surge
de la necesidad de comprender históricamente el desarrollo de la ciencia en el
mundo extraeuropeo, lo cual lleva, inevitablemente, a situarse en la tensión entre
“la afirmación del carácter universal y positivo del conocimiento científico, por un
lado, y de la naturaleza contextual, hoy generalmente reconocida, de la actividad
científica” (Saldaña, 1996:13).
Así como a comienzos del siglo xx, los historiadores marcados por un fuerte
eurocentrismo, se concentraban en las contribuciones a la ciencia internacional
hechas “desde” Latinoamérica, hacia los años cincuenta se produjo un cierto “des-
cubrimiento” de la ciencia latinoamericana, intentando explicarla desde las matri-
ces sociales y culturales que les habrían dado lugar. Autores como Fernando De
Azevedo, por ejemplo, en su As ciencias no Brasil (1955) intentan explicar de qué
modo se desarrolló la ciencia en Brasil, en relación con los parámetros de desa-
rrollo nacional, interrogándose sobre las causas del atraso relativo que se consta-
taba, en relación con la “ciencia central”; es decir, de matriz europea. En México
el libro de Eli de Gortari La ciencia en la historia de México (1963) es una de las
pocas investigaciones generales tempranas sobre la ciencia mexicana.
Es interesante señalar que, a diferencia de lo que ocurrió en Europa y en Estados
Unidos, en América Latina la sociología funcionalista de la ciencia tuvo un menor
desarrollo en los departamentos de sociología, aunque esa tradición tuvo una ma-
yor presencia especialmente entre los grupos que hicieron estudios bibliométricos
en la tentativa de producir indicadores (cf. Schwartzman, 1985; Velho, 1994).
Como vimos, el estudio del desarrollo científico y tecnológico era objeto, hasta los
introducción 15
Formación en cts
En la tabla siguiente se puede observar el desarrollo del campo según una organi-
zación de las sucesivas generaciones. Naturalmente, existen ciertas asimetrías en
cuanto a los componentes de las diversas generaciones, pero en líneas generales
se nota que, en los últimos decenios, el proceso de institucionalización fue acompa-
ñando, también, el proceso de profesionalización, elementos centrales en el desarro-
llo de todo campo (Salomon, 1994).
Así, la primera generación corresponde, grosso modo, a los representantes del
llamado Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo con
figuras como las que mencionamos más arriba. Aún si algunos de ellos tuvieron
una actuación destacada en el proceso de institucionalización, como Amilcar He-
rrera o Enrique Oteiza, entre otros, su preocupación estaba más dirigida a explicar
20introducción
Todo ello se fue dando en una tensión entre la adopción –a menudo acrítica–
de conceptos desarrollados por los representantes del campo cts en los países más
avanzados, frente el desarrollo de teorizaciones propias. Algunas conceptualizacio-
22introducción
nes, como las ideas de la llamada ant (teoría del actor-red), de la Triple Hélice o
de los Sistemas Nacionales de Innovación frecuentemente se aplicaron de forma
mecánica, sin una consideración crítica sobre sus usos para la realidad latinoame-
ricana. Sin embargo, en paralelo, se fueron desarrollando enfoques críticos, rela-
cionados con el cuestionamiento a algunas de estas perspectivas que fueron gene-
rando debates muy interesantes a lo largo de los años.
La preocupación política nunca estuvo del todo ausente de las agendas de in-
vestigación en cts en la región, y de hecho los estudios –generalmente críticos-
sobre las políticas de cti han conformado una parte importante de las investiga-
ciones–. Sin embargo, se observa, en los jóvenes que van ingresando al campo –la
cuarta generación– un interés renovado por las dimensiones políticas de la ciencia
y la tecnología, no necesariamente ligado con las políticas explícitas de cti, y por
relecturas y análisis cada vez más frecuentes de los autores pioneros del campo,
aquellos encuadrados en el “pensamiento latinoamericano”
Entre los temas con menos desarrollo relativo en la región están las relaciones
ciencia/democracia, el papel del conocimiento experto en los diferentes ámbitos de
la toma de decisiones, la inclusión de dimensiones internacionales en procesos de
producción, uso de conocimientos (énfasis en lo local y lo nacional), cruces entre
cts y otros campos (ciencias políticas, arte, etc.), discusiones e innovaciones meto-
dológicas en cts, integración de métodos cuantitativos (por ejemplo, cienciometría)
en los análisis, comparación con otras regiones, controversias socio-tecno-científicas,
análisis de riesgos, catástrofes y otros eventos (asociados con cyt), estudios de cam-
bios en las estructuras disciplinarias y de saberes y en los regímenes de producción
de conocimiento.
Los estudios cts han tenido vocación de ir más allá de las fronteras disciplinarias
en la mayoría de nuestros países. Sin embargo, la investigación interdisciplinaria
ha sido escasa y apenas comienza a crecer entre las ciencias sociales y con las cien-
cias naturales, de modo que hay mucho camino por andar todavía en esta dirección
en circunstancias en las que las agencias de financiamiento y fomento de la inves-
tigación no siempre resultan comprensivas. Todavía hay problemas en este sentido:
no es sencillo encuadrar los proyectos de investigación cts en las áreas de cono-
cimiento de las agencias de financiamiento para solicitar recursos. Algunos docto-
res han tenido problemas para rendir concursos públicos en órganos de gobierno
y universidades cuyas convocatorias exigen titulación en áreas disciplinarias (cien-
cias sociales, economía, historia etc.). También es frecuente que los investigadores
de este campo enfrenten inconvenientes en los sistemas de evaluación, ya que sus
colegas de las ciencias sociales especializados en otras cuestiones no suelen estar
familiarizados con los temas de investigación de este campo, así como con las re-
vistas –regionales o internacionales– donde más frecuentemente se publica. Dicho
de otro modo, la mayoría de los sociólogos conoce muy poco sobre sociología de
la ciencia y la tecnología, los antropólogos sobre antropología de la ciencia y la
tecnología, y lo mismo vale para historiadores, politólogos, o expertos en comuni-
cación. Tal vez una excepción parcial la constituya la economía, donde los econo-
mistas que trabajan sobre cuestiones de tecnología e innovación, posiblemente por
su proximidad con las cuestiones industriales, han tenido una mayor presencia
relativa. Por el contrario, y tal vez un poco irónicamente, cada vez son más los
investigadores de las ciencias exactas y naturales que se interesan por los desarro-
llos del campo cts.
No deja de ser interesante constatar que el desarrollo de los sistemas de promo-
ción y evaluación de las actividades científicas es, precisamente, uno de los temas
de análisis más frecuentes del propio campo cts.
Dados los desafíos que enfrentan la región y el mundo, es mucho lo que falta
por entender acerca de los impactos de la ciencia y la tecnología sobre la sociedad
introducción 25
referencias