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La batalla de Curalaba, (coordenadas: 38°10′S 72°54′O) conocida también

como Desastre o Victoria de Curalaba, según las fuentes sean cercanas


a españoles o mapuche, fue una importante derrota militar de las fuerzas españolas frente a
los mapuche ocurrida en 1598. Es considerada una de las principales acciones bélicas de
la guerra de Arauco. Consistió en la total aniquilación de una columna comandada por
el gobernador de Chile Martín Óñez de Loyola a manos de las huestes dirigidas por
los toqui Pelantrarü, Huaiquimilla y Anganamön. Esta derrota y la muerte del gobernador,
desencadenó el abandono masivo de varias ciudades y fuertes españoles del sur
de Chile (la Destrucción de las siete ciudades). En el contexto general de la guerra,
esta batalla abrió la Rebelión mapuche de 1598, terminó con la estrategia española de
conquistar totalmente el territorio mapuche, abriendo paso a los períodos de Guerra
defensiva y, posteriormente, a la implementación de una política diplomática basada en los
llamados parlamentos Mapuche. La importancia de la batalla reside más en su efecto
desmoralizador sobre los españoles, que en su magnitud material o el número de hombres
involucrados.

Antecedentes[editar]
Pelentrarü, Huaquimilla y Anganamön[editar]
Según los cronistas, los Mapuche se encontraban molestos por el establecimiento de nuevas
fundaciones, recientemente edificadas por Óñez de Loyola. Veían esas nuevas poblaciones
como una evidencia de que para los españoles no bastaba con el terreno ya conquistado.
Pero la principal causa es atribuida a la indignación por el trato dado a los indígenas, a los
"servicios personales" impuestos en lavaderos de oro y plantaciones.
Alarmados, diversos grupos ungieron como toqui general de la próxima guerra a Pelantaro,
quien tendría ocasión de destacarse en los siguientes años.

Acciones previas del gobernador[editar]


En 1597, el Gobernador ordena construir a toda costa un Fuerte en Lumaco.5 Así que llegado
el invierno de ese año, Loyola instruyó al Capitán Andrés Valiente y un pequeño grupo de
soldados, defender a toda costa el fuerte recién construido hasta la primavera. Sin embargo,
en el invierno de 1598 los Mapuche al mando del Toki Mayor Paillamacu, destruyen el fuerte
Lumaco obteniendo piezas de artillería, arcabuces, entre otros.
A mediados de diciembre del año 1598, el gobernador Óñez de Loyola se encontraba en la
ciudad de La Imperial. Venía de recorrer las fundaciones más australes del
reino; Valdivia, Osorno y Villarrica, en visita de inspección y tratando de enganchar algunos
soldados que engrosaran sus filas para la campaña que se proponía llevar a cabo a la
brevedad contra los Mapuche no sometidos.
Entonces el capitán Hernando Vallejo, jefe de la ciudad de Angol, le envió un mensajero
indígena, solicitando urgente socorro, pues creía que sería atacado de un momento a otro.
Los clanes de Purén estaban evidentemente sublevados. Dos españoles, que habían osado
alejarse del fortín de Longotoro, que resguardaban, habían sido asesinados, y había fuertes
señales de concentraciones de guerreros.
Sin tardanza, el 21 de diciembre, partió el gobernador al mando de una fuerza de auxilio.

Acción[editar]
Óñez de Loyola avanza[editar]
El gobernador Martín García Óñez de Loyola, quien murió en la batalla.

El gobernador Martín Óñez de Loyola emprendió, acompañado de 150 soldados y 300 indios
auxiliares yanaconas traídos del Perú, el viaje entre las ciudades de La Imperial y Angol, en la
zona habitualmente disputada durante la Guerra de Arauco. La travesía obligaba a su columna
a adentrarse en los intrincados pantanos de Lumaco y Tucapel, habitual refugio de
los Mapuche en pie de guerra. Pero Óñez, confiado en la superioridad de sus fuerzas, avanzó
aparentemente sin cuestionarse la peligrosidad del movimiento.
En la noche del 21 la fuerza acampó en un lugar denominado Paillachaca, a una legua de La
Imperial. Al día siguiente, la columna avanzó sin novedad 9 leguas (48,6 km). Tras esta
segunda jornada acamparon en un paraje llamado Curalaba, junto al Río Lumaco, cercado por
cerros abruptos y a un costado del Camino Real. Al Frente estaban las ruinas del Fuerte
Lumaco, construido por Loyola tras décadas de intentos fallidos en 1597. Este fuerte sufrió
asedios constantes de los Mapuche, hasta que fue destruido en el inviernode 1598. Por lo
tanto, Curalaba era la opción más segura y viable para pernoctar por parte de los españoles.

La sorpresa[editar]
La imprevisión de la tropa y sus jefes fue entonces notoria. Soltaron sus cabalgaduras para
que pastaran, y acamparon sin despachar partidas de exploradores. Simplemente se
establecieron turnos de vigías que, producto del relajamiento de la disciplina militar que
imperaba en las tropas españolas, posiblemente no fueron cumplidos a cabalidad.
Los españoles después supusieron que el mismo mensajero indígena que llevó el mensaje de
Angol a La Imperial previno a las fuerzas Mapuche del camino que debía tomar la caravana
de Óñez de Loyola. Como sea, el Futa Toki Paillamacu y su toki Pelantraru, habían
concentrado sus fuerzas en las cercanías. Reunió allí su avanzada de unos 300 hombres, que
dividió en tres cuadrillas. Se reservó el mando de una de ellas y entregó las otras dos a los
loncos Anganamón y Guaquimilla de Lumaco.
El ataque, tras un sigiloso avance nocturno, se desató en los primeros momentos del alba del
día 23 de diciembre. El ímpetu de los Mapuche sorprendió a los españoles en el mayor
descuido y desorganización. Muchos soldados castellanos trataron de huir despeñándose en
un barranco cercano. Sólo un arcabucero alcanzó a disparar un tiro solitario, antes de ser
muerto de un macanazo. El gobernador no alcanzó a vestir su armadura, pero logró tomar su
escudo y espada y empeñar la lucha por breves momentos. Pero Anganamón le dio un
lanzazo dándole muerte,
Los españoles murieron casi en su totalidad. El gobernador pereció, al igual que
el corregidor de Angol, capitán Juan Guirao; el capitán Don Antonio de Galleguillos y Villegas y
algunos frailes franciscanos que acompañaban a la comitiva; Juan de Tovar y Miguel Rosillo.
El primero de estos últimos fue durante un tiempo venerado en Chile como mártir. Murieron
también muchos indios auxiliares. Según la tradición, sobrevivieron sólo dos españoles, el
clérigo Bartolomé Pérez y el soldado Bernardo de Pereda. El primero fue canjeado por los
indígenas dos años después y este último quedó en el campo de batalla con 23 heridas por lo
que fue dado por muerto pero sobrevivió.6
Pelantaro, que ya guardaba el cráneo de Pedro de Valdivia, sumó a su botín el de Óñez de
Loyola.

Presagios[editar]
Diversos autores españoles contemporáneos, como el capitán Fernando Álvarez de Toledo,
autor del poema épico Purén Indómito, y el cronista Diego de Rosales refieren apariciones
agoreras en el cielo de Chile, supuestamente vistas el día de Santo Tomás, 21 de diciembre,
cuando Óñez de Loyola, partía de La Imperial rumbo a su derrota.
Estos relatos, bastante difundidos, hablan de que en el cielo las nubes se abrieron
extrañamente, dejando ver combatientes, aves enigmáticas y otras figuras.
Es un ejemplo curioso, pero no aislado, de la pervivencia de este tipo de relatos folclóricos en
la Guerra de Arauco, asociados desde la Antigüedad Clásica con batallas funestas y
campañas mal dadas. Siendo sabido que desde la Antigua Roma, el vuelo de las aves es
considerado un presagio antes del combate.
Por otro lado, la mitología mapuche concedía a la forma y movimiento de las nubes un
significado simbólico asociado a la guerra. Por lo que es posible que estos relatos representen
una forma de sincretismo entre dos tradiciones culturales.

Efectos[editar]
Véase también: Destrucción de las siete ciudades

La batalla de Curalaba se convirtió en el inicio efectivo de la rebelión mapuche de 1598, que


terminó finalmente con todas las ciudades al sur del río Biobío; excepto Castro, que sobrevivió
al alzamiento gracias a la condición Insular de Chiloé. De ahí en adelante los españoles
dejarían de realizar la expansión por el territorio mapuche de la misma manera que se realizó
a lo largo del siglo XVI; y quedaría dividido el territorio controlado por los españoles en Chile:

 El territorio norte (conformado por la Capitanía General de Chile), que tendría su frontera
sur en el río Biobío (El territorio de Arauco).

 El territorio sur (conformado por Chiloé) tendría como frontera norte la costa continental
del canal de Chacao (El territorio Huilliche); exceptuando por el posterior territorio
recuperado con la refundación de la ciudad de Valdivia, en 1645. Así, solo a fines de la
colonia (a fines del siglo XVIII), los territorios comprendidos entre Valdivia y Chiloé, serían
unidos a partir de la refundación de la ciudad de Osorno y la creación del camino real.
La Corona, por otro lado, comprende que deberá incurrir en gastos para mantener sus
posiciones chilenas, por lo que terminará por instituir el cuantioso subsidio denominado Real
Situado, que comenzó a remitirse desde el Perú a Chile, en 1600.
Posterior a estos hechos se considera que se da fin al periodo de la Conquista de Chile, y se
inicia el periodo de la Colonia de Chile.

Presencia española en la zona de arauco (entre el Bío-bío y


Valdivia)[editar]
El revés militar hizo que el rey Felipe III decidiera, en 1599, enviar un oficial veterano de las
campañas europeas a dirigir la Guerra de Arauco: Alonso de Ribera. Este gobernador
terminará por sentar las bases de la estrategia española en la frontera mapuche, sobre la base
de la profesionalización de un ejército permanente y la consolidación de una frontera
defendible.

Presencia española en la zona huilliche (entre Valdivia y el


Seno de Reloncaví)[editar]
Respecto al territorio sur perdido, (entre Valdivia y Chiloé), que antes había sido el de la
jurisdicción de Osorno, pertenecerían ahora a las gobernaciones de Valdivia (que sería
refundada) y de Chiloé, teniendo el río Bueno como límite divisorio; sin embargo, al igual que
la zona de arauco, ninguno de ellos tenía presencia real en él, salvo los fuertes chilotes en la
tierra firme de esa provincia (los puestos o enclaves militares de San Antonio de la Ribera de
Carelmapu, San Miguel de Calbuco y, desde mediados del XVII, San Francisco Javier de
Maullin), en el borde meridional de dicha frontera.7
Referente a la presencia esporádica de los españoles en la zona entre Valdivia y Chiloé, a
pesar de que desde la Plaza de Valdivia era más fácil el acceso hacia esa zona, fueron los
españoles de Chiloé los que en el siglo XVII mantuvieron mayor contacto con este territorio
por medio de malocas esclavistas, manteniendo en una época una frontera “de guerra viva”.
Los vecinos de Chiloé siempre vieron su extensa frontera norte continental como una tierra por
“pacificar” y recuperar, por estar dentro de su jurisdicción. Era una guerra a la manera de
malocas, entradas y trasnochadas, con salidas de Chacao, Carelmapu y Calbuco, apoyados
por los indios canas (que también eran Huilliches descendientes de los de Osorno) pero que
habían huido a Chiloé junto con sus encomenderos. Las malocas españolas posteriormente
dejaron de realizarse sólo porque la Capitanía General lo ordenó; poniéndose fin así a las
campeadas chilotas que buscaban venganza y esclavos para restaurar el honor del revés
sufrido por el abandono de la ciudad de Osorno.7

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