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JORGE
JORGE
Y también están las que no lo tienen, porque no quieren y las que lo tenían y lo perdieron, o
decidieron perderlo.
Misteriosamente son generalmente estos dos últimos grupos los que más vienen a mi consulta para
decirme que están tristes o que tienen distintos síntomas: insomnio, falta de voluntad, pesimismo,
crisis de llanto o los más diversos dolores.
Cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin expectativas, que trabajan nada más
que para subsistir y que no saben en qué ocupar su tiempo libre.
Antes de contarme esto ya han visitado otros consultorios en los que recibieron la condolencia de
un diagnostico seguro: Depresión… y la infaltable receta del antidepresivo de turno.
Yo, después de escucharlas atentamente, les digo que no necesitan un antidepresivo; que lo que
realmente necesitan... ES UN AMANTE.
Están los que piensan: ¡Como es posible que un profesional se despache alegremente con una
sugerencia tan poco científica! Hacen un decoroso silencio, miran el reloj esperando el final de la
consulta y se retiran para siempre.
También están los que escandalizados se despiden en ese mismo momento y muchas veces
tampoco vuelven nunca más.
“Un Amante es cualquier cosa que nos apasione, lo que ocupa nuestro pensamiento antes de
quedarnos dormidos y también aquello que, a veces, no nos deja dormir. Nuestro amante es lo que
nos vuelve distraídos frente al entorno, lo que nos hace saber que la vida tiene motivación y
sentido”.
En fin, es “alguien” o “algo” que nos perturba la conciencia al punto de dibujarnos una sonrisa al
solo pensarlo apartándonos, aunque sea por un momento, del triste destino de sobrevivir.
Sobrevivir es durar y en el fondo esta gobernado por el miedo a vivir de verdad. Es dedicarse a espiar
como viven los demás, es tomarse la presión, deambular por consultorios médicos, tomar remedios
multicolores, alejarse de las gratificaciones, observar con decepción cada nueva arruga que nos
devuelve el espejo, cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol, de la lluvia y de las
emociones fuertes.
La muerte llegará; al fin y al cabo, la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nadie.
La psicología, después de estudiar mucho, descubrió algo trascendental: para vivir feliz, activo, o
satisfecho hay que tener un motivo.
Hay que ponerse de novio con la vida y hay que amarla con la pasión de los que auténticamente
están enamorados.