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T.ranquilos, T.odo I.rá de P.

(madre)

Necesitaba una ducha, una ducha de agua caliente, muy caliente. Tras los
acontecimientos de aquella tarde la sangre se le había hecho hielo y le
arañaba la piel por dentro. Ahora, solo le quedaba sortear un par de
obstáculos para llegar al dichoso baño. Introduce la llave con sigilo y abre;
sospecha que le están esperando:

- Papá, Papá enhorabuena! te hemos visto por la tele. - Toma a los dos
pequeñas, que vienen lanzadas, en brazos y les da un beso a cada una.
- Estamos muy orgullosas de ti amor mío. –Comenta su mujer mientras
se acerca.
- Gracias cariño, voy a darme una ducha. -La besa protocolariamente y
se dirige al aseo de la planta de arriba.

Se sitúa justo debajo de la alcachofa de la ducha, apoya las manos en los


azulejos y clava la mirada en el sumidero, dejando que el agua hirviendo se
lleve por delante ese estado de helor que tanto le molestaba.

Pensándolo bien, solo había cumplido con su deber, era la promesa que le
llevó hasta la presidencia de la comisión. No se podía quejar, una semana
antes había dado una lección a esos griegos desagradecidos y al toca pelotas
de Varufakis. Tras varios años de pesadas negociaciones, el tratado con
U.S.A estaba a un paso de ponerse en marcha. Los chicos del Fondo de
Inversión ya no se mofarán de su incompetencia política. Sonrió complacido,
y con ese pensamiento se incorporó, apagó el grifo y salió.

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