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J. H. ELLIOTT Richelieu y Olivares John H. Elliott nos ofrece aqui el andlisis comparado de esas dos grandes figuras de la Europa moderna que fueron Olivares y Richelieu, y nos demuestra que fueron més semejantes ~y mas equilibrados en méritos— de lo que acostumbramos a suponer. Su anilisis, sin embargo, va mas alld de los hombres, a las formas de organizacién politica, para atacar el tépico que da por senta- do que el estado centralizado francés prefiguraba la forma de organizacién del futuro y tenia una inmensa superioridad sobre Ja fragmentada monarquia de los Austrias. Elliott ilumina con ello la historia del absolutismo y nos aporta nuevas perspectivas sobre el nacimiento del estado moderno. JOHN H. ELLIOTT (Reading, 1930), maestro de hispanistas y Premio Principe de Asturias en 1996, ha ensefiado,a lo largo de su dilatada carrera académica, en el Trinity College, de Cambridge; en el King’s College, de la Universidad de Londres; en el Institute for Advanced Study, de Princeton, y en la Universidad de Oxford, de la que fire Regius Professc~ 7--+~ 1990 hasta su jubilacién en 1997. Entre su extensa bibl deben citarse La revolta catalana, 1598-1640 (Critic: La Espana imperial (Barcelona, 1969), Poder y socied Espatia de los Austrias (Critica, 1982), y, sobre todo, grafia insuperable que es El conde-duque de Olivares 1991). 967980-1 9 | ht 88484) J. H. ELLIOTT elien y C Tena J. H. ELLIOTT Richelieu y Olivares 4 Traduccién castellana de Rafael Sénchez Mantero Q youd Soe! CRITICA Primera ediciga en Btuiortca be Boustio: enero de 2002 ‘Queda igurosamente profes, sin ln autorizacn ee de fos taares de copyright, ‘bajo las sancionesesablecéas on fas eps, a repeoducri total paca de xa obs ‘or eulgaier medi oprocediient,comendidos a reprogratay el tatamient. Jnformaic, 9 la dseibuein de ejemplaes de ella mediante agullero présaanopublices. “il original: RICHELIEU AND OLIVARES: “The Pree Syadicte ofthe Univerity of Cambridge Diseo de colecin: Joon Balls Issac de a eubieet: Antoni de Perea, Sacorm a Gdnove del marquls de Santa Craz (cho ecurdo en 1625), Museo del Prado, Madi. (Fos: SALMER). © 1984: Cambridge Univesity ress: Cambridge (© 1984 del adaccin casa para Espaliay Anica: oon Crt, 8, ovens 26, 08008 Barcelo ‘email: edorial@ed-cricaes nigeria ISBN: 84-8852.296:3 Depésito legal B. 49.816 2001 Timpreso en Espa 2001, -ROMANYAWALLS, 8A, Caples Barcelona) AGRADECIMIENTOS ‘Mi deuda principal es con los electores de la cétedra George Macaulay Trevelyan, en la Universidad de Cambridge, por la in- vitacién que me permitié abordar este estudio de bistoria com parade, Constituyé un placer especial que me invitaran a dar estas conferencias organizadas en conmemoracién de un hombre que me acogié con mucha amabilidad durante mis aiios de es- tancia en el Trinity College y al que recuerdo con admniracién ‘gratitud, Al preparar las conferencias, y consecuentemente al re- visarlas pare su publicacién, recabé ei consejo 9 la experiencia de muchos amigos. Richard Bonney, Marc Fumaroli y Orest Ra- ‘num leyeron las conferencias antes de ser pronunciadas, y pro- porcionaron a un bispanista errante el beneficio de su conoci- ‘miento de la Francia del siglo XVII. Si el texto final no incorpo- ra algunas de sus viliosas sugerencias, ello se debe a que la vi- sién desde el sur de los Pirineos ofrece, a veces, una perspectiva diferente. También debo agradecer por su asesoramiento en asun- 10s franceses a Ralph Giesey 9 4 Russell Major, 9 a Rend y Sw- zane Pillorget, esplindidas compaiteros de viaje en una memora- ble visita al Poitow vatal de Richelieu. De nuevo, los perspicaces comentarios de mi colega Felix Gilbert me ayudaron a mejorar el texto en varios puntos, y estoy agradecido también a Helmut Koenigsberger y a Richard Ollard por su dnimo y ayuda. Pegay Van Sant mecanografié otra vet, y volvié @ mecanografiar mis orradores con su acostumtbrada paciencia » habilidad. Finalmen- te, mi agradecimiento se dirige a William Davies, de la Cambrid- 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES ge University Press, por su sabio consejo 'y apoyo, 9 a Elizabeth O’Beirne-Ranclagh por el tacto y ta eficacia con los que editd el manuscrito. Princeton, 1 de junio de 1983 INTRODUCCION Quizé no resulte inapropiado que un libro que se abrié a la vida como una serie de conferencias en conmemoracién de George Macaulay ‘Trevelyan, el historiador de Garibaldi, comience con el recuerdo de un episodio de esa gran novela hist6rice italiana, Los novios, de Manzoni. La fecha es 1628, el afio del estallido de Ia guerra de sacesi6n de Mantua; ef lugar, el castillo del ba- xn local, don Rodrigo, cerca de Lecco en Ia orilla del lago de Como. El alcalde esti ‘sentado en Ja mesa con don Rodrigo y su primo y odmplice en el crimen, el conde Attilio, y discuten entre ellos sobre la situacién internacional. El alcalde, que pre- tende conocer los en:resijos, descarta Iz posibilidad de un com- promiso de Francia y Espafia sobre Mantua, y se explaya com- pletamente al extendzrse, con més entusiasmo que experiencia, sobre la capacidad politica del principal ministro del rey de Espafia, el condedugue de Olivares. EI condeduque, dice, tiene ‘ojos para todo. Lo siento por el cardenal [Richelieu] ... queriendo mostrar ‘su fuerza contra un hombre como el conde-duque de Olivares. Me ‘gustarfa volver dentro de doscientos afios y ver lo que dice Ia ppostetidad sobre sus ideas presuntuosas ... El condeduque, ca- balleros, es un viejo zorro ... que puede zafarse de cualquiera sin dejar tastro. El alcalde hubiese continuado indefinidamente de esta forma si don Rodrigo no hubiese tenido repentinamente una xéfage de 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES ‘ge University Press, por su sabio consejo y apoyo, 9 a Elizabeth OvBeirne-Ranelagh por el tacto y la eficacla con los que edité eb manuscrito, Princeton, 1 de junio de 1983 INTRODUCCION Quid no resulte inapropiado- que un libro que se abrié a Ia vida como una serie de conferencias en conmemotacin de George Macaulay Trevelyan, el historiador de Gatibaldi, comience con al recuerdo de un episodio de esa gran novela histrica italiana, Los novios, de Manzoni. La fecha es 1628, el afio del estallide de la guetta de sucesién de Mantua; el lugar, el castillo del ba- 16n local, don Rodrigo, cerca de Lecco en la orilla del lego de Como. El alcalde esta sentado en la mesa con don Rodrigo y su primo y edmplice en el crimen, el conde Attilio, y discuten entre ellos sobre Ja situacién internacional. El alcalde, gue pre- tende conocer los entresios, descarta le posibilidad de un com- promiso de Francia y Espafia sobre Mantua, y se explaya com- pletamente al extenderse, con més entusiasmo que experiencia, sobte 1a capacidad politica del principal ministro del rey de Espaiia, el condeducue de Olivares. El condeduque, dice, tiene ojos pata todo. Lo siento por el cardenal [Richelien} ... quetiendo m su fuerza contra un hombre eomo el eonde-dague de Olivares, Me gustarfa volver dentro de doscientos afios y ver lo que dice Ia postetidad sobre sus ideas presuntuosas ... El condedugue, ca balleros, es un viejo zorro ... que puede zafarse de cuslquiers sin dejar rastro. : El alcalde hubiese continasdo indefinidamente de esta forma si don Rodrigo no hhudiese tenido repentinamente una xéfaga de 10 RICHELIEU ¥ OLIVARES inspiracién, A ambos hom- ‘bres les gustaba inicialmente la pompa y el boato, a los que Ri- cheliew dio rienda suclta completamente une vez que alcanzé el poder supzemo,"y sélo en parte porgue los consideraba propios de una persona de su categoria y de su status como principe de Ja Iglesia, Olivares, por el contrario, abandond su espléndida forma de vida de sus primeros afios en Sevilla al poco tiempo de conseguir un alto cargo, y a finales de la década de 1620 legs a adopter un régimen de austetidad casi espartana, Sin embargo ‘mantuvo una servidumbre privada, que era aproximadamente de las mismas dimensiones que la del cardenal, cuyo gusto por Ja ssrandiosidad estabe acompafiado por una bien calculada parsimo- nia, Habia 166 criados en la casa de Olivares, y 180 en la de Richelieu. Las cuadras de Olivares tenfan, no obstante, s6lo 32 caballos y mules, frente a los 140 de las de Richelieu.* Como 22, Morgues, «Jugement sur 1a préfscen, Recueil, op. city p. 20. ; Morgues, «La ts humble ... remonstrance», Recueil, op. city p. 49. 24. Véase Jonathan Brown y J. H. Elliott, Um palacio ‘para el rey. Et Buen Retiro 3 la corte de Felipe IV, Madsid, 1981, cap. V. 25. Sobre Richelieu y los misicos en su casa, véase Meximin Deloche, La maison du cardinal de Richelien, Paris, 1912, cap. 11. id., p. 485; Maralién, op. cit,, apéadice VEIL. Desgraciadamente g ESTADISTAS ¥ RIVALES 3 —al contratio que Richelien— vivia en el mismo palacio real, viajaba mucho menos. ‘Los ministros compartian, ademés, una desmedida aficién a la planificacién y a Ja construccién atquitect6nica, aunque la ex presaban de diferente manera, De seuetdo con sus propias neve- Sidades, Olivares se dedicé a construir en la década de 1630 una modesta casa de tina planta junto a un convento ea Loeches, una villa insignificante en la 4tida meseta castellana, alrededor de treinta kilémettos de Madrid, Todas sus formidables energfas como arquitecto frustsado fueron empleadas en proyectar, cons- trait y amueblar el gran palacio de descanso del Buen Retiro, gue levant6 para Felipe IV en las afuetas de Ja capital, y en disponer Ia plantacién y el sistema de riego de sus magnificos jardines” Richelieu, por el contrario, construyé pata si mismo én gran escala, remodelando sus chéfeaux en Limours y Rueil, y construyendo el Palacio del Cardenal en Paris y un enorme ‘chateau en Richelieu, en Poitou, donde creé de la nada una ciu- dad nueva y poco habitable, que fue trazada de acuerdo con los principios més racionales de los cinones urbanisticos del si- glo xvi Una de les izonfas de Ja carrera de Richelieu fue que su gran cantidad de trabajo y su escasa salud le impidieron ver os resultados de su propio proyecto, 0 visitar el chétea que ha- bia construido y amucblado a tan alto costo. Otza de sus catacteristias comunes eta la afioranza de los dos hombres por Ja vida militar. «No hay otra cosa que tanto holgard como de no morir sin set soldado, cosa a que toda mi vida he tenido inclinacién, en toda edad y en todo estado», escri- is Olivares a un amigo en 1630. Lo més cerca que estuvo de Sin embargo, siguié manteniendo una casa en 1a ciudad con su servidumbre ‘completa ene ealle de Ia Cruzada (véase Maraién, op. cit, p. 263). 27. Para ef Buen Retizo, véase Brown y Elliott, Ur palacio para el rey, op. cit. 28. Véanse René Crozet, Le vie artistique en France au XVIé stele, Paris, 1954, pp. 9094, y Louis Batiffol, Autour de Richelieu, Parts, 1937, ‘cap. 4, Para Richeliea sobre arquitectos y arquitectura véase en especial TP, pp. 236, 279. 29, ADM, legsjo 79, Olivares al margués de Aytona, 1611-1630. 32 RICHELIEU ¥ OLIVARES satisfacer su ambicién fue en 1642, cuando acompafié al rey como teniente-general al frente de Aragén2 Cuatto aiios antes, cuando Jos franceses atacaron la fortaleza de Fuentetrabia, tavo que con- tentarse con dirigir las operaciones de auxilio a Iatga distancia, desde Madrid, Richelieu, por el contratio, consiguié tres veces, a Jo largo de su carrera ministerial, ponerse en contacto con el sonido y con el olor de Ja batalla, Hn el sitio de La Rochela, ves- tido con un bizarro uniforme, mitad eclesidstico, mitad militar, que seguramente consideraba apropiado para un prelado que era al mismo tiempo teniente general del rey," ejercié un control total sobre la estrategia, y en ocasiones asuimié petsonalmente el mando de las operaciones militares; y en 1629 y, de nuevo, en 1630, cruz6 Ia frontera de Italia con Jos ejércitos invasores fran- ceses, compartiendo las penalidades de los soldados a su paso por los Alpes. Si Jas ansias por el mando militar y por Ja afirmacién arqui- tect6nica eran caracteristicas de la mentalidad atistocrética en la Europa moderna, también insinuaban una predisposicién 2 favor del orden, Ia disciplina y el control. Ambos hombres se hallaban impulsados por una acuciante determinacién de imponer orden en un mundo revuelto, En ua universo gobernado en general por las pasiones, segin Richelieu, era «necesario tener una virtud va- ronil y hacer todo de acuerdo con la razSny.® «Las mujeres y los més de los hombres —sefala Olivares— llegan a obrar més lo mejor por el rigor y miedo que por el ruego y el amor» ® Esos instintos autoritarios podian muy bien tener profundos origenes psicolégicos, pero sus fuentes contindan siendo vagas. Si no pueden encontrarse en una presunta relacién entre lo fisico y lo temperamental, quiza puedan rastrearse en Ia experiencia de Ta infancia. Pero también aqui, la evidencia es frustrante. Como muchos de sus contemporiineos, los dos niffos crecieron en un 30. Véase. su extrafia carta en respuesta a su nombramiento en Me, Ti, doc. XVIET. BL. D. P. O'Connell, Richelieu, Londres, 1968, p. 166. 32. Tp, p. 276. 33. BL, Add. ms. 14.000, £. 732, minuta de voto de Olivares, 15-X-1626, ESTADISTAS ¥ RIVALES. 3s hoger de un solo padze. Olivares perdié a su madre, la «santa condesan, como Ia llamaba Sixto V, a la edad de siete afios, y fue educado por un padre severo, que nunca volvié a casarse. Richelieu, al contratic, perdié a su padre a la edad de cinco ‘ios, y su infancia se vio ensombrecida por la presencia de dos ‘mujeres dominantes: sx madre y su abuela2* ‘Durante su vida, las mujeres se sinticton muy atraidas por Richelieu, y sus enemigos difundieron muchas historias sobre sus relaciones con ellas, aunque no exista ningtin testimonio claro gue pueda apoyarlas. El mismo advertia en su Testament politi que que no habfa nada més peligroso para un hombre con una vida piblica que la atadura de Jas mujeres} reaccién nada ex- trafia en un hombre que se vio obligado @ invertir una gran can- tidad de tiempo y energia emocional en desenmaratiar las intrigas de mujeres de mentalidad politica en los altos puestos, como la reina madre, madame Du Fargis, y la duquesa de Chevreuse. Aprendi6 a un elevado costo, segrin dejé escrito, ® ‘La llamada de Charron « Ja autonomia moral del hombre Je llevS inevitablemente a set acusado de atefsmo, y Olivares sacé partido de ello cuando acus6 2 Richelieu en el Nicandro de que; ter introducir el pensamfento itreligioso de Charron en Francia.® Pero si Olivares se distanciaba ostentosamente de estas perni- ciosas cortientes, é1 mismo procedia de un entorno impregnado de Jas doctrines lipsianas sobre 1a racionalidad del hombre. Su tfo y mentor politico, don Baltasar de Zifiga, habia legado a cono- cer y a admirar a Lipsio mientras servia como embajador ante Jos archiduques en Bruselss Su propia biblioteca estaba bien rnutrida de los escritos de Lipsio, y algunos de sus més entusiastas seguidores podian encontrarse en Sevilla, incluyendo al gran amai- {g0 de Olivares, el futuro conde de la Roca, autor de ese quinta- esenciado manual lipsiano para embajadores, El enmbajador.# {Qué tenfa Lipsio que ofsecer a un politico del siglo xv? En primer logat, una visién del mundo segin Técito, con dests- cada ¢ irénica percepcién de Tas motivaciones de los hombres, y sus méximas politicas espigadas de entre el cimulo de experiencia histrica: méximes que posefan todas las ventajes pricticas rela- cionadas con las ensefienzas de Maquiavelo, sin Ia deshonra que Tlevaba aparejado su nombre. En segundo lugar, una reivindica- cién de esas virtudes romanas que tanto contribuyeron a la for- macién ‘del estado del siglo xvi: austetidad, economfa, discipli- na y orden. ¥ finalmente, una resignacién estoica, pero cristiana, ante Ia fortuna adversa. ‘BL pensamiento de Técito y de Lipsio podia ser compendiado ‘en méximas adecuadas a las necesidades del estadista del si- 62. Tp, p. 276, y véase Sutcliffe, Guez de Balzac et som teomps, op. ct, pp. 6567. Sore Charron y Lipsio, Church, Riheliew and reason of state, Op. city pp. T3T8. 6." Me, I, p. 268. G4,_Cuntro cares de Lipsio a Ziiga estén incuidas en Alcjandto Re- iiter, Epstolario de Justo Liptio 9 las espales, 1577-1606, Maxi, 1966. 63, Me, I, pp. xlvixlil ESTADISTAS Y RIVALES 4 glo xvit. Tanto Richelieu como Olivares tenfan una especial afi- ciéa por Jas méximas, las cuales extrafan de su propia sabiduria politica, o de alguien que las acufiaba para ellos, No haba, desde Juego, falta de material al que acudir. Richelieu disfrutaba citan- do el consejo dado a Enrique IV por Antonio Pétez, ese archi. devoto de Lipsio, y, a través de él, de Tacito, de que la base del poder debfa residir en Roma, en el consejo y en el mar Es casi seguro que Olivares bebié en este, de alguna forma, corrompida fuente de aforismos de sabidurfa politica. Sus confidentes inclafan a.ese gran superviviente de la época de Felipe II, el discfpulo de ‘Antonio Pérez, Baltasar Alamos de Battientos, que empleé sus afios de prisién preparando su famoso Tiécito espafiol (1614), con su extenso compendio de aforismos de Ticito para uso de politi- cos ocupados.” Con todo, ambos ministros se mostraban escépticos sobre la posibilidad de reducit Ja politica « una simple lista de regls, y ambos se jactaban de despreciar la sabiduria politica recogida tini- camente en los libros, Siempre cxistfa lo imprevisto y lo acci- dental, y la primera regla de todas, como insistfa Olivares, era Ja de estar atento a las contingencias inesperadas.* Nada hay més peligroso para el estado —observaba Riche- Tieu— que los bumbres que quieren gobernar reinos dobre Ia base de méximas que extraen de los libros. Guando lo hacen, Jos destruyen, porque el pasado no es lo mismo que el presente, ¥y los tiempos, lugares y personas cambian.® ‘La contingencia y la suerte podian hacer fracasar los proyec- 66. Masimes d'état et fragments politiques du cardinal de Richelieu, ced. Gabriel Hanotax, Paris, 1880, p. 38; Tp, pp. 348, 401. Les aphorismes WAntoine Pérez fue publiado en Patis en 1605. Sobre Pérez y Lipsio véase Gustav Ungerer, A Spanierd in Elisabethan England: The correspondence of Antonio Pérex's exile, Londres, 1974-1976, II, pp. 348-350. ‘67, Sobre Alamos de Barrientos y Olivares, véanse las referencias en MeL op 404: "AGS, Estado, legajo 2.054, El conde-duque sobre el reparo de las cosas de Alemania», 23-X1639. “ 69. Tp. p. 289. 42 RICHELDIU ¥ OLIVARES tos mejor planeados. Cuando esto ocurrfa, los politicos tenian que recurrir a su ingenio y a su capacidad de decisién, y a su pro pia experiencia sobre los hombres y sobre el mundo, Aqui Ri- cheliew tenia ventaja sobre Olivares. No s6lo desempefié el cargo de secretatio de estado durante unos cuantos meses en 1616, sino gue sus afios en la didcesis de Lugon Je proporcionaron una va- liosa experiencia politica y administrativa, Sélo habia salido al extranjero una vez —a Roma en 1607—, y la experiencia de Olivares fuera de las fronteras espafiolas se reducia a los afios, de su infancia, pues nunca volvi6 a poner el pie fuera de la Pe- insula Tbérica desde entonces. No obstante, ambos hombres se empefiaron en permanccer informados sobre los otros pafses través de sus lecturas y de sus entrevistas con los viajeros que volvian del extranjero. Olivares tenia una estancia cartogréfica ‘en sus aposentos de palacio, donde pasaba Iargas horas absorto en sus mapas y planos, de tal forma que los veteranos de Flan- des quedaban sorprendidos por el conocimiento tan detallado que tenfa de la topografia local A pesar de Ia impresién creada por algunos de sus fracasos politicos més espectaculares, Olivares era temperamentalmente tun hombre cauteloso, que se preocupaba en demasia por los de- talles. Lo mismo le ocorria a Richelieu, quien afizmaba al res- pecto que, en la medida de lo posible, nada se dejase a Ja suerte. Pero en ambos hombres, la preocupacién por el detalle estaba acompafiada por la capacidad de pensar en objetivos a largo pla- zo, Ambos hubiesen suscrito el dicho de Séneca de que un buen estadista se caracterizaba pot su capacidad para llevar a cabo y alcanzar el objetivo propuesto, por muchas vueltas y tecovecos que hubiese que dar a lo largo del camino” 70. VictorL. Tapié, La France de Louis XIII et de Richelieu, Patis, 1967, p. 134. 71. Conde de la Roca (Juan Antonio de Vera y Figueroa), Fragmentos bistéricos de la vide de don Gaspar de Guzmén, en Antonio Valladares, Semanario Erudito, U1, Madsid, 1787, pp. 266267. 72. Citado por Fernando ‘Alvia'de Castro en su Verdadera razén de estado, Lisboa, 1615, £. 3. Véase José Antonio Maravall, Estudios de bisto- ria del pensamiento espaol. Siglo XVII, Madtid, 1975, p. 101. RSTADISTAS Y RIVALES 43 La astucia y Ja mafia constitufan el bagaje de estos dos sagaces politicos, y sus concemporineos contemplaban fascinados obmo urdian sus complicacas tramas. Sin embargo, Olivares es desctito con frecuencia, sin mucha admiracién, como «captichoso», «qui- mético», 0 incluso «misterioso».” Pero esta creencia, que él ache- caba indulgentemente al gusto por el mistetio, podia proceder, al menos en parte, del cardcter de su retérica, Los dos hombres estaban extraordinariamente orgullosos de sus habilidades retéri- cas, y no cabe duda de que el discurso de Richelieu en los Esta- dos Genetales de 1614 fue lo que le ayudé a hacer carrera. Hay una persuasiva lumizosidad en los discussos de Richelieu, como en el que pronuncié en el parlamento de Paris en 1634." El texto publicado de este discurso parece, sin embargo, que fue muy re- tocado, si creemos a Tallemant des Réaux, quien describe al equi- po de expertos literatios de Richeliew trabajando en él Ifnea por linea y palabra por palabra, en un intento desesperado por ha- cetlo publicable. Peso incluso Tallemant acepta que si en esta ocasién el cardenal dijo cosas muy poco sustanciosas, las dijo muy bien. Segrin Tallemant, Richelieu vela Jes cosas con mucha clari- dad, peto no sabia desarrollarlas demasiado bien, Por el contra: tio, «cuando hablabe sucintamente», era «admirable y delicadon.™ Olivares, por contraste, gozaba de un estilo retético més en- revesado, y no puede ser descrito en ningin caso como un hom- bre que hablaba de forma sucinta. Preferie apabullar a su audien- ia bombardedndola con palabras. En sus cartes y en sus papeles de estado ocurte lo mismo, Se expresa en largas y complicadas frases, mezclades con subcléusulas y paréntesis, y con frecuencia trata de la cuestiGn principal a Io largo de sucesivos pécrafos. Entonces, de repente, aparete una frase corta, aguda, alguna ex. presién coloquial o algiin proverbio popular, que resultan de aun mayor efecto al surgir en medio de tanta pesada verborrea. Las cartes de Richelien, por el contratio, se cazactetizan por una im- TB. Valdory, Anecdotes du ministire du conte duc d’Olivarés, op. cit, p49, y véase Maraién, op. cit, p. 106, 74.” Le Mercure Frongais, Pais, XX (1637), pp. 524. 75. Tallemant des Réaux, Historiettes, 1, Parfs, 1960, p. 269. 44 RICHELIEU Y OLIVARES petiosa brevedad, aunque cuando escribia para que fuese publice- do, su vanidad literaria parece que privaba a su estilo de su acostumbrada alta precisién.* Si desde luego, le style, c'est Vhomme, nos enconttamos con dos petsondlidades muy distintas: Ia una extravagant, inflada y quizé quintaesencialmente barzoca; Ja otra, frla, lacSnica, estre- chamente contiolada, Las imagenes transmitidas’ a la postetidad de los dos hombres tienden a confirmar el contraste: Olivares, re- cio, hacendoso, exageradamente enfético en su habla y en sus, ademanes; Richelieu, tenso, quisquilloso, casi felino en sus mo- vvimientos. Pero podemos considerar con seguridad el estilo como expresién de la personalidad sin conocer més de lo que conoce- mos en este momento sobre las tradiciones retéticas en las que ellos fueron educados? Existen afinidades, por ejemplo, entre el estilo de Olivares y el de Lipsio, especialmente en su aficién por Jo paradéjico y Io epigramético, por las transiciones bruscas y Ia oscuridad intencionada, caracteristicas también del estilo de Ja prosa del excritor bolosés Virgilio Malvezzi, may admirado por Olivares, quien lo nombré su historiador oficial.” Pero uno cecha de menos en Olivares la brevedad de Lipsio, que parece ha- ber sido sustituida por los més anaplios efectos retdticos del es- tilo ciceroniano, mds en boga en Ia Roma de comienzos del si- alo xvrt. Aqut, quizés estaba reaccionando, como otros espafiles de su generacién, contra 1a severidad estilistia de la época de Felipe II. Richelieu, por el contratio, rechazaba los excesos tea- trales del estilo ciceroniano tal como era cultivado por los jesui- tas, y preferia una versién més austera y lacSnica, desprovista de tales excesos. En esto seguia el ejemplo de su mentor, el car- denal da Perron, cuyo estilo era antirretrico, mordaz y'tetso.” ¢Pero fue su edueacién lo que les condujo en direcciones opues- tas, 0 escogieron su estilo de entre las diversas opciones posibles 76. Deloche, Autour de la plume du cardinal de Richelieu, p. 10. 77. Sobre la tradicién set6rica lipsiana, véase Mare Fumaroli, L’dge de Véloquence, Ginebrs, 1980, pp. 216219. ‘7B. Debo expresar mi agradecimiento al doctor Mare Fumaroli por sus consejos sobre la influencia del cardenal du Perron sobre Richelieu. | ESTADISTAS ¥ RIVALES 45 porque patecian adaptarse a Ia imagen que ellos mismos querian ofrecer al mundo? Estamos, en otras palabras, ante un condicio- hrante 0 ante una opcién? Parece probable que hubiese un fuerte componente de eleccién, ya que habia varias tradiciones retdricas ‘las que acudir, tanto en Francia como en Espatia. Tradicionalmente, la clocuencia era un arma poderosa en ef arsenal de los estadistas, que se afilaba y preparaba con cuidado. Cuando cl padre de Olivares Jo envi6 a Salamanca, las meticulo- sas instrucciones que Je dio incluian una en Ia que le recomends- bbe que cada dos semanas entablase discusiones con los otros miembros de su sécuito.” El sistema posiblemente dio sus fru- tos: Sisi nos dice qu: el condeduque era «naturalmente elocuente y hablaba con facilidady.® Richelien, el fundador de In Académie Francaise, era muy sensible a las posibilidades del lenguaje como instrumento de poder. Por eso ejercité sus habilidades retéricas, y por eso —al igual que Olivares— cultivé a los intelectuales. Con al Ienguaje y con la razén, convertisia y convencerfa. Durante el asedio de La Rochela, segiin nos cuenta, comprendié que su Ie- bor eta Ia de «recugerar de Ja herejia por la razén 2 todos aque- ls a Jos que el rey habia recuperado de la rebelién por la fuer- za» Siempre attista con las-palabras, profesaba una imperiosa creencia en el poder de éstas para ganarse el pensamiento y los corazones de los hombres. Su firme determinacién de controlar y remodelar el mundo a su imagen mediante cualquier instrumento a su alcance, inclu- yendo el del lenguaje, era lo que unfa a Richelieu y Olivares, tan diferentes en otros espectos, Pero hay algo de parad6jico en esta determinacién. Viviendo, como decia Richelieu, en una época corrupta, en la que los hombres no podian ser conducidos por la raz6n; ® compartiendo su pesimismo instintivo sobre los hombres y los acontecimientas; conscientes de que alguna contingencia 79. BNM, ms. 10/86, £. 123, elnstroecin que don Enrique de Guz- mia. ... dio a'don Lavreano de Gusmén ...», 711601. ‘80. Valdory, Anecdotes du ministere due comte duc d’Olivarts, op. cit. p. 4. 81, Richelieu, Traié pour convertir, op. cit, p. 2. 82. Tp, p. 237. 46 RICHELIEU Y OLIVARES inesperada podia hacer fracasar los planes mejor preparados, Iu- charon por el poder con una tenacidad basada en el convencimien- to optimista de que podian utilizarlo de alguna forma para trans- formar el mundo. Hombres peligrosos, quiz4, pero también ague- los eran tiempos peligrosos. 2. SENORES Y CRIADOS En 1635 se hallsban en fase de realizacién dos grandes pro- gramas decorativos, el uno en Madrid y el otro en Paris. Uno fue proyectado, al menos en parte, por Olivares, y ocupaba el Salon de Reinos, el gran salén central del nuevo palacio de des- canso de Felipe TV en Madzid, el Buea Retiro. El otzo fue pla- nificado por Richelieu para la llamada Galerie des Hommes Illus- tres, en su espléndico palacio nuevo, el Palacio del Cardenal. Como era propio de un palacio real, el proyecto decorativo del Sal6n de Reinos fue disefiado para celebrar la grandeza de la dinastfa —representada por los retratos ecuestres de Felipe III y Felipe IV y de sus consortes, y del principe Baltasar Carlos, hheredero del trono, pintados por Velézquez— y los recientes triun- fos de las armas espafiolas. Entze las victorias representadas es taba la recuperacién de Brasil de manos de los holandeses en 1625. A la derecha de este cuadro de Juan Bautista Maino, los hholandeses derrotados aparecian arrodillados ante un gran tapiz. En este tapiz, la joven y, en cierta forma, insegura imagen de Felipe IV con su armadura esté siendo coronada con unas ramas de laurel por dos figuras, también con atmadura, Una es la diosa ‘Minerva; 1a otra, mis sorprendente, es la figura familiar y pesada del mismo conde-duque (lémina 3) La audacia de esta yuxtaposicién del rey y el ministro en un mismo cuadro no tiene seguramente paralclo en el arte de Ja 1. Sobre el proyecio decorative para el Salén de Reinos, véase Brown ¥ Elliott, Un palacio para ol re3, op. cit, cap, 6. 4B RIGHELIEU ¥ OLIVARES Europa del siglo xvit, Sin embargo la Galerie des Hommes Illus- tres no estaba tampoco exenta de un cietto atrevimiento. Segtin las instrucciones del cardenal, Philippe de Champaigne y Simon Vouet pintaron veinticinco ilustres hombres y mujeres de Ia his- toria de Francia, incluyendo a Abbot Suger, Juana de Arco y Ber- trand du Guesclin, Al igual que en el Saléa de Reinos, habia re- tratos de la familia real: Entique IV y Marla de Médicis, Luis XIII y Ana de Austria y el hermano del rey, Gastén de Orléans, sa presunto heredero al trono, Estos eran los retratos del veinte al veinticuatro, La figura ilustre del némero veinticinco era el mis ‘mo cardenal? Los dos, el Salén de Reinos y 1a Galerie des Hom- mes TIlustres, constituyen un importante testimonio visual de cémo Olivares y Richeliew se vefan a si mismos en tclaciéa con sus respectivos monarcas, y de cémo deseaban que el mundo los El reinado de Felipe III de Espafia (1598-1621) fue sobre todo la época del favorito real, del privado o valido, tal como lo conocfaa los espatioles. Hasta’ 1618, cuando cay6 finalmente en desgracia, el duque de Lerma habia gobernado Espafia para un monatca que era poco més que un cero a la izquierda; y el hijo de Lerma, el dugue de Useda, hizo lo que pudo, dentro de su incompetencia, pata mantener el. sistema durante los tres ‘iltimos afios de Ja vida de Felipe. También en Francia, después del ase- sinato de Entigue IV en 1610, el gobierno habia caido en les manos de los favoritos: primero en las del aventurero italiano Concini —el favorito de Ja reina regente, Maria de Médicis— y después del asesinato de Concini en 1617, en Jas del halconero real Laynes, cuya revolucién palaciega provocé la transferencia de po- der nominalmente al joven Luis XIII, pero en la préctica a él mismo. Tnevitablemente, tanto en Francia como en Espafia la ascen- dencia del favorito provocaba agudos comentatios criticos, cuyo 2, Véase Bernard Dotival, «Are politique en France au xvmt sidcie: la salerie des hommes ilustres da palais cardinal», en Bulletin de ta Société de VHistoire de VArt Francais (1973), pp. 43-60. SERORES ¥ CRIADOS 49 argumento era Ia obligacién de los reyes de ser reyes. En 1615 un franciscano espafol, fray Juan de Santamatia, publicé un famo- s0 tratado politico en el que afirmaba que no era bueno tener un sey que, como en ua cuadro del Greco, parecfa espléadido desde Iejos, pero que se convertfa en rayas y manchas cuando se con- remplaba desde muy cera. Un verdadero rey, escribia —y no ccabe duda que se referia a Felipe III—, «no se ha de contentar con s6lo tener Ja suprema potestad, y of més alto y emineate lu- ‘gar, y con esto echarse a dormir y descansar, sino que ha de ser al primero en el gobierno, y en el consejo, y el todo en todos los oficios ...»° Dos aios més tarde, cuando Concini fue asesinado en Paris, surgieron peticiones en toda Francia urgiendo a Luis XIII para que asumiese el mando. «Es el momento, sefior, para que ‘comience « hablar como rey, pata que aprenda a distinguir entre el blanco y el negro.» * Ta sustitucién de Concini por Luynes y de Lerma por Uceda sugicre que ni Felipe TI ni Luis XIII tomaban en serio estas crtiticas. Los favoritos siguieron gobernando, y no es una coinci- dencia que tanto los autores franceses como fos espaiioles hubie- sen voleado su aten:ién en esos aiios en la figura del condestable de Castilla del siglo xv, don Alvaro de Luna, cuyo espectacular ascenso y caida lo hicieron objeto de leccién para todos los pui- vvados modernos. En Espafia se escribieron dos comedias hist cas, probablemente por Mira de Amescua, relatando su préspera y adversa fortuna; * y en Francia, se decfa que Richelieu Ia cx- hbeza efectiva del partido de la reina madre en la lucha contra cl gobierno del condestable Luynes— habia patrocinado la pu- Dlicacién de una historia de Joan II de Castilla de Chaintreau, -epara comparar a los dos condestables, de Luna y Luynes».$ EL valido era un hombre, con frecuencia de humilde extrac- ign, que habia legado a alcanzar la preeminencia —se admitia 3. Repibica y polciaerstiona, Lisboa, 1621, ff. 1316. 4. Citado en Carn, La jeunesse, op. ety p. 158, 5. Comedia jamosi de Ruy Lépex de ‘Avalos, ed. Nellie E. Séncher- Arce, Mézico, 1965, y La segunda de don Alvaro, ed. Nellie B, Sincher Arce, Mésieo, 1968. 6. ‘Thus, Raison d'état et pensée politique, op. city p. 223. 50 RICHELIEU ¥ OLIVARES generalmente que por métodos siniestros— mediante la captacién del favor del rey y del dominio de su voluatad. El dilema con el que se enfrentaban tanto Richeliew como Olivares en su puja por el poder era que tenfan que operar en un clima politico que cada vez era més enemigo de la existencia de un favorito real, y @ pesar de ello tenfan que conseguir la conservaciéa del favor real para alcanzar sus fines. Asimismo, cada uno de ellos se enfrentaba con un obstéculo inicial y posiblemente insuperable, consistente en la actitud de una persona que tenia algo que ver con el asunto: el mismo principe. Richelieu, que debia su ascenso al apoyo de Ja reina madre y de Concini, cometié el casi fatal fallo inicial de minusvalorar a Luis. El asesinato de Concini y la subsiguiente revolucién palacie- ga Je cogieron de sorpresa. Los afios 1617-1624 fueron excep- , acon- sejaba Richelieu a Luis en el Testament politique.” Para Oliva- res, el rey de Espaiit era, por designio divino, el rey més grande de la tierra, y cra obligecién de Felipe el mantener y superar la 28. Grillon, TV, doe. 11. 2. Tp, p. 27. 60 RICHELIBU Y OLIVARES sloriosa tradicién de la realeza espatiola representada por los més distinguidos de sus predecesores: Fernando el Catélico (el «rey de reyes»), Carlos V y Felipe I («rey en prudencia el primero»). Era, pues, una pesada tatea la que se estaban imponiendo los dos ministros ante Jas patéticamente feégiles figures de sus res- pectivos monarcas, una tarea cargada con el doble peso del man- dato divino y de la historia humana. Su importancia venfa sefia- ada por los apelativos escogides para los monarcas, que consti- tufan en s{ mismos un programa del zeinado. Felipe fue llamado desde 1625, Felipe el Grande, un rey grande tanto en las artes de Ja paz como en las de la guerra. Luis, por su parte, iba a ser Luis el Justo, un digno sucesor de su antepasedo san Luis. El ve- sedicto final sobre los dos monarcas debe, desgraciadamente, ser oven Felipe era Brande ni Luis justo. . cescoger un alto ideal para el reinado de sus disefpulos rea- les, Richelieu y Olivares estaban de hecho entendiendo que el of- cio de rey tascendia y era capaz de transformar al hombre. A ambos reyes se les estaba pidiendo que sirviesen a algo mis gran- de que ellos mismos. Ese algo era, segin Richelieu, el estado. Parece que fue durante las décadas de 1570 y de 1580, en tuna época en que las guerras religiosas y la consecuente debili- tacién de Ja autoridad real amenazaban todo el armazin del cuer- po politico, cuando cierto mimero de franceses comenzaron a con- ecb el exo en un sentido moder, como una entidad distin. ta tanto del goberante como del gobernado.” Aunque Jean Bo- din habla todavia de la erepiblicey més bien que del ieindos, este concepto del estado como aparato distinto de poder, surge speci, Mo Mh P74, pate ee rfc de Olimses « Femando y Fe 31.” Dietrich Gerhard, eRicheiieus, en The responsibility of power, ‘ed. Leonard Krieger y Fritz Stern, Nueva York, 1969, p. Toit ace gue el sobrenombte de Luis, que al parecer se le’puso en su juventud, se ep en el hecho de gu hub aio tj el sono de Libr. Ax ee, ‘experatse de 61 que mantuviese equilibrada Ja balance de la jstil {wlase Pere Chenier, oir XII, Pas, 979, p, D3) 32. Véanse los atgumentos expuestos por Howell A. Lloyd, The state, France and the sixteenth century, Londres, 1983, especialmente cap. 6. SENORES ¥ CRIADOS 61 te de las péginas de su Six livres de la République (1576)2 Pocos aios més tarde, Enrique IIT se referia al estado de tal forma que lo separaba de sus propios intereses personales." Peto mientras que Ia nueva formulacién de Bodin contribufa a ampliar los términos del debate politico, los viejos conceptos y los nuevos coexistian y se mezclaban en una, a veces dificil, sin- tesis en la Francia de comienzos del siglo xvit Piette Charron, caya obra La sagesse se publicé muy a, co- mienzos del nuevo siglo, proporciona una definicién del estado que pparece haber disfrutado de una mayor cireulacién que las formula- clones més sofisticadas de Bodin, «Hl estado —esctibe— quiere de- cir dominio, o un orden establecido para mandar y obedecer»* Esta idea del mando y la obediencia era crucial en Ja propia vi- si6n de Richelieu sobre cl estado, que era para él un instramento de poder. La misma palabra «estado» parece haber tenido para 4 connotaciones bodinescas de soberanfa localizadas en un apara- to de poder real que estaba siendo répidamente despojado de sus limitaciones bodinescas en las primeras décadas del siglo xvi. Se trataba, sin embargo, de poder para una finalidad. El rey, en Ja majestad de su soberania era slo responsable ante Dios, y el aparato de su poder debia usarse para mantener el bicnestar co- min contra los egoistas intereses privados. «El interés piiblico —escribié Richelieu en su Testament politique— debe constituir al tinico fin del principe y de sus consejetos.»” En realidad, se esperaba del rey que atendiese en todo momento las necesidades del estado, una entidid que subsumfa los inteteses del rey y del reing y los clevaba a un nivel més alto de Jo que podian hacerlo cada uno de ellos por si solo. Pero el estado era inseparable, 33. Quentin Skinnes, The foundations of modern politica) thought, 1, Cambridge, 1978, p. 355. 54. Lloyd, The state, France and the sixteenth century, p. 82. 35. P. Charron, La sageste, Paris, ed. de 1671, libro I, cap. 45, pp- D322 36. Véanse Rodolé von Albertini, Das politische Denken in Frankreich zur Zeit Richelieus, Matburgo, 1951, pp. 38, 53, y W. F. Church, «Cardinal Richeliea and the social estates of the realm», Album Helen Maud Can, If, LovainaParfs, 1961, pp. 261-270. 31. Tp, p. 330. 62 RICHELIEU ¥ OLIVARES 1 su modo de ver, de la majestad de la realeza, y los dos apare- clan firmemente unidos cuando escribié en sus Maximes sobre su pasién por el «bien de Vestat et de la royauter:® ‘Aungue Olivares habla de o de «razéa de estadon,® aparentemente no emplea la palabra estado como Io hace Richelieu para designar a una entidad trascendental, La ex- plicacién de ello puede muy bien residir en el cardcter tan dife- rente de las coronas de Espafia y Francia. Mientras que el rey de Francia gobernaba en un solo reino, el rey de Espafia lo hacia sobre todo un complejo de reinos y provincias, cayos componen- tes individuales poseian diversas formas institucionales, Pero aun- que la palabra «estado» no aparezca entre el vocabulario del condedugue, ello no implica necesariamente una radical distin- cidn entre su concepto de zealeza y el del catdenal. A su vez, ha- bla de «real servicio» y de «autoridad real», En Ia préctica resulta dudoso si el concepto que tena Riche- lieu del estado era tan abstracto como algunas veces aparece re- presentado, 0 si el concepto que Olivares tenia de la realeza eta tan personal como sugiere su vocabulario. Ambos ministros esta- ban en realidad pidiendo al rey y a sus sibditos que sactficasen sus intereses ptivados a un interés més elevado, definido en tér- iminos de ideales tan abstractos como el de la autoridad y la obe- diencia, 1a responsabilidad y el servicio. La realizacién de estos ideales significaba trabajo duro y disciplina para el rey, los nisttos y el pueblo, cada uno de acuerdo con su posiciéa social. En lo que se referia al pueblo, tanto Richelicu como Oliva res, aunque les correspondia mejorar su suerte, insistian en la impottancia de mantenerlo bajo una estricta disciplina. Richelieu Jo comparaba con las mulas, mas inclinadas al descanso que al trabajo pesado. Pero al mismo tiempo, el trabajo no debia ser tan duro como para exceder sus fuerzas.® Para Olivares, el pue- 38. Richelion, Mevimes @état et fragments politiques, op. cit, p. 55, 3 site Habart H, Rowen, Te ng st, New “Braid 1986, p. 6. ara un esaen admizablemente Neo 9 scisto de lat ideas polices de Richelieu, vee Geshard, Richelieu», lo. cl otis 38. Por ejemplo, Me, Ul, p. 167. 40. Tp, pp. 253255 («Du peuplen). SERORES Y CRIADOS 63 blo representaba el mayor poder del reino, y advertia « Felipe en su Gran Memorial que ."” Leganés tavo que ce- der algunos de sus mejores cuadros a la colecciéa zeal, pero sus servicios como consejezo y general iban a compensarlo con creces. Naturalmente, resultba imposible pedir a los patientes y su- bordinados una dedicaci6n sin limites al real setvicio sin ofte- cerles alguna expectativa de recompensa, Eso requetia a su vez que los mismos ministtes fuesen, de forma visible, los receptores del més alto favor real. Las continuas manifestaciones de estima por parte del rey eran una condicién necesaria de su hebilidad pata manejar Ta continua lealtad de sus criaturas, y ambos minis- tr0s fueron de hecho recompensados con gran cantidad de fas tes, Muy a comienzos del reinado de Felipe IV, se le garantizé 42 Olivares Ia codiciada grandeza que tan insistentemente habfa cludido a su padre. Simalténeamente comenzé a hacer uso de su posicién y de su influencia para labrarse un sefiorfo cerca de Sevilla, destinado a rivalizar con ol de su patiente el duque ‘de Medina Sidonia. En 1625 cas6 a su hija con un empobrecido representante de su propia casa de los Guzmanes, que alegaba mayor antigitedad que los Medina Sidonia; y 1a culminacién de sus esfuerzos para mejorar la suerte de Ia rama menor de los 87, AHIN, Consejos, lito 7.157, peticién del marqués de Leganés, 19. x64, 16 RICHELIEU ¥ OLIVARES Guzmanes se produjo a los pocos dias de Ja boda de su hija, cuando él rey le otorgé un ducado, con el titulo de duque de San Lécar la Mayor. A partir de ese momento fue cuando, como conde de Olivares y duque de San Léicar, comenz6 a ser conocido por sus comtempordneos como el conde-duque, el conde-duque de Olivares. La frastracién de sus esperanzas de conseguir sucesién por It nea directa, como consecuencia de Ia muerte de su bija de parto al aiio siguiente, parece que acabé con los planes de Olivares de engrandecimicnto de la familia. Cualquier conflicto de lealtades ‘que pudiese haber tenido previamente dio paso a una absorbente dedicacién a los intereses de Ja corona, y a una casi obsesiva insistencia en la probidad de su vida pablica y de sus subordina- dos. Segin las normas del siglo xvi tenfa las manos limpias, y aunque continué recibiendo regalos y honores por patte del rey, podia también alegar que habia gastado mucho —como Riche. lieu" ‘en el servicio a la corona. Pero fallé signifcativamente en extender su propio patrén 2 sus subordinados y patientes, al- ganos de los cuales, como su cufiado Monterrey, se hizo notable- mente rico en los gajes del oficio, Richelieu también alegaba ser desinteresado, pero parece que evanté su propia fortuna y la de su familia con pocas inhibi. ciones. La muerte en un duelo, en 1619, de su hermano mayor, al marqués de Richelieu, acabé con las esperanzas de sucesion por Ja linea masculina;® pero eso no Je impidié hacer todo lo ‘que pudo para engrandecet a su casa. Como clétigo eta capaz, al contrario que Olivares, de acumular beneficios, Jo que suponia afiadis un cuarto de millén de liores al afio a sus ingresos." Ade- més, en 1631 Luis XIII Jo hizo dugue. Coleccion6 tfulos y car- sos con gran asiduided, Jevanté una enorme fortuna, y gast6 con 88, El documento que clevaba a Olivares a Ia categoria de duque, fe chado el $ de ener de 1625, se hala teproducido en conde del Hoes, Fraymentos bistoricos, op. cit, pp. 233-235. 89. Buiffol, Ausour de Richelieu, op. cit, pp. 15-16. 90, Carré, La jeunesse, op. cit, p, 208. D1. Louis J. Leksi, The rise of Cistercian strict observance in seventeenth century France, Washington, 1968, p. 63. SeNORES Y GRIADOS . n prodigalidad.* También emprendié una ambiciosa polftica matri- smonial, aunque no con mucho éxito, con sus hermanas y sobrinas, en un intento de colocar a su familia entre Ins mas grandes de Francia” Esto debe considerarse en parte como una deliberada estrategia politica pata imponerse sobre la gtan nobleza, cayas ambiciones zepresentabin una amenaza més inmediata pata Ia corona que aquella de las grandes casas de Espaiia, pero también refloja Ia intensidad de sus aspiraciones para s{ mismo y pata su familia, El engrandecimiento de los dos ministtos, y con ellos de un circulo de clientes y subordinados, los expuso inevitablemente a vun duro ataque. Mathies de Morgues se mostraba mordez con la sistemdtica acumulacin que hacfa Richelieu de nuevos catgos para los que no estaba capactado, y con su invenciéna de nuevos titu- ‘Jos pata que acompafiascn a éstos: «généralissime y éminentissime, y no le hubiese importado mucho ser llamado ministrissime y admiralissimes* Los ministros respondian a esos ataques insis- tiendo, con una vehemencia qué rozaba el histerismo, en que st ‘énica motivacién era el servicio desinteresado al rey. Olivares fue representado en una comedia por Quevedo como un segundo Sé- neca, el sabio y desinteresado consejero, cuya previsién y pruden- cia Hevaron a su monarca a Ja victoria; ® y el tema encontré su plasmacién visual en la pintura de Maino del Salén de Reinos, en Ia que coronaba a Felipe con ramas de laurel. Richelieu, al crear la Galerie des Hommes Ilustres, dio a sus contemporditeos una leccién sobre sus deberes para con el principe y el estado, mientras que confirmaba al mismo tiempo sus credencidles, in- 92. Butitfol, Autour de Ricbeliew, op. cit, cap. I, y Jean Pierre Laba- tat, Les ducs ef pairs de France au XVI sidcle, Pazis, 1972, p. 262, para a fortuna de Richelieu, Ademds del ducado de Richelica, también adguitis cl dacado, de Fronsac ‘en 1634. Aiguillon se cstiblecié como duché pairie ‘en favor de su sobrina en 1538 (véase Labstut, pp. 78 y 173). 93. Véase Ranum, «Richelieu and the great nobility, en Prench His torical Studies, n° 3 (1963), p. 201. 94, Morgues, «La trés humble ... remonstrances, Recuel, op. cit. p. 24. 95. Francisco de Quevedo y Villegas, Cémo ba de ser ef privado, en Obras comspletas, TE, e&. Féicidad Bucndla, Madrid, 19676, 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES cluyendo su retrato al final de Ja fila. «Es mi gloria —escribi6 a Bouthillier en 1630, en un momento en que se respitaba un aire de conspiracién— estar expuesto ante todo el mundo por el servicio del rey, a Dios gracias. Lo que me consuela es que no tengo enemigos personales, y que nunca he ofendido a nadie ex. cepto en el servicio del estado.» * : Al identificatse a si mismos tan estrechamente con el servicio a la corona como ministtos juiciosos y desinteresados, vinicamen- te equipados con las necesatias cualidades de laboriosidad y pru- dencia, el cardenal y el conde-duque esperaban exorcizar la ima- gen del favorito. Pero con todo, como nunca podrfan olvidar, su supervivencia dependia enteramente del favor real, y siempre es- tarfan condenados a pteguntarse cuénto dutaria aquello. En ju- nio de 1626, después de Ia conspiracién de Chalais, Luis XIII ‘hizo una solemne promesa.a Richelieu: «Estad seguro de que siempre os protegeré de todos Jos enemigos, y de que munca os abandonaté ... Dad pot seguto que nunca cambiaré y que cual- quiera que 0s ataque encontrard en mi a tu padrino».” Se trataba de una notable promesa, gpero podia Richelieu creer al pie de Ja letra a su zey? Habfa contemplado con sus propios ojos cémo la turba despedazaba el cuerpo de su propio mentor Concini, ase- sinado por orden expresa del rey. Conocfa mejor que nadie la vena de crueldad y de venganza de su sefior, y petmanecié preso de una cottosiva ansiedad durante toda su carrera ministerial, Olivares padecia también de una constante ansiedad, aunque Ia cafda de los validos se Hevaba a cabo en Madrid de una forma mas civilizada. Sin embargo, por una paradoja Wena de ironfa, Jos ministros que hebfan conseguido que los monarcas fuesen tan dependientes de ellos, se dieron cuenta de que ellos mismos eran no menos dependientes de sus monarcas, En la comedia de Que- vedo, Cémo ha de ser el privado, el matqués de Valisero (ana- grama de Olivares) dice que es un «étomo pequefion junto al 9%. Grillos, V, p. 195. 97. Grilloa, I, pp. 353354 (9.VI1626), y véase Georges Pagts, Le monarchie dancien régime en France, Pati, 1952, p. 82. seNORES ¥ CRIADOS 9 rey. Richelieu esctibié de forma similar sobre s{ mismo en 1628: 4Yo era un cez0, lo cual significa algo cuando hay niimeros de- ante; y ahora que el rey ha querido ponerme delante, soy el ‘mismo cero, lo cual para mi no significa nada».” La servil hu- nillacién que mostraban a veces en sus zelaciones con sus sefio- res refleja una conciencia realista de que los monareas que los hhabfan elevado desde la nada podian, con la misma facilided, de- volverlos al lugar de donde procedian. : Con la perspectiva del tiempo, puede parecer como si sus te- mores fuesen exagerados, pero hubo momentos exfticos en Ia cx- rrera de ambos ministros en los que se pronosticé con certeza su caida. La intriga cortesana era una constante emenaza para am-" bos, y siempre existia el peligro de que voces enemigas consiguie- sen ganarse los ofdos del rey, Aunque los dos ministros hacian Jo que podfan para prcteger a sus sefiores de las influencias ma- lignas, resultaba imposible aislar del mundo a un monatca que se movia tanto como Luis XII; y ni siquiera Felipe IV, que se huallaba més prisionero en su propio palacio, podia ser rodeado por un cordon sanitaire totalmente impermeable. Con dos monar- cas cuyas conciencias religiosas eran tan escrupulosas como las de Luis y Felipe, los eclesidsticos ya fuesen confesores reales, predicadores de corte 0 nuncios papales— estaban destinados a disfrutar de un especial grado de influencia, y no era fécil im- peditles que dijesen lo que pensaban, o que sitviesen de conduc- to para intereses deterninados. Bl confesor de Felipe IV, fray Antonio de Sotomayor, por ejemplo, parece que utiliz6 su infuen- cia para bloquear las medidas que hubiesen facilitado la entrada de los judios en la Peninsula; ® y el nuncio papal, el cardenal ‘Monti, cabildes insistentemente y con éxito en el gabinete real para desbaratar los planes de Olivares, que queria recortar los 38, Querede, Como bu de ser el priado, en Obras completa, p. 396, acto I, 99. Grillon, TEL, p. 61 (Richeliew al cardenel de La Valette, 11-11-1628). 100. José Espinosa Rodeiguez, Fray Antonio de Sotomasor 9 su corres: pondencia con Felipe IV, Vigo, 1844, pp. 3536. 80 RICHELIEU Y OLIVARES poderes de la Iglesia en Espafia.!™ De forma semejante, no todos los confesores jesuitas de Luis se mostraron propicios a la ditec cién de Richelieu, como pone clatamente de manifiesto la dimi- sida del padre Caussin en diciembre de 1637, a causa de sus abiertos comentarios sobre los horrores de Ja guerra y las alian- zas con protestantes."® Ninguno de los dos ministros pudo, por tanto, considerarse absolutamente seguro, y cada uno de ellos sintié palpablemente el aislamiento de su expuesta posicién, Por una parte, los dos hombres se enfrentaban con el odio de sus enemigos, ya fuese en- cubierto © descarado, y con Ia hostilidad de Ja opinién péblica, que parecia ineapaz de apreciar los ideales por Jos que luchaban. Por otra, se encontraban con repentinos cambios de caricter de sus sefiores, que podian presagiar alguna violenta tormenta. Am- bos reyes podian, si lo deseaban, ser excepcionalmente tercos. «No ha nacido jamés de cuantos hombres yo conozco —escribié Olivares— persona tan imposible de mover como ‘el rey.» ™ Los dos metros del estudio de Luis dieton a Richeliea més proble- mas que toda Europa junta, y se podia considezar satisfecho si el rey aceptaba dos de cada cuatro propuestas que le hacfa® «Si yo dijese 2 Vuestra Sefiorfa, sefior mio —escribié Olivares al marqués de Aytona—, qué cosas y qué negocios y de qué cali- dad ¢ importancia ha resuelto Su Majestad contra mi patecer (a mi juicio bien fundado), porque al consejo le parecié otra cosa, se harfa cruces Vuestra Sefioria.» Ambos ministros podfan estar exagerando para imptesionar, pero hubo muchas ocasiones en que se consideraron faltos de cre- dibilidad, incomprendidos y angustiosamente solos en el mundo. 101 Quintin Aldea Vaquero, Iglesia y estado en la Espatia del sie glo XVI, Comilles, 1961, pp. 43. 102, Orcibal, Les origines du jansénisme, op. cit, Tl, pp. 560-561; Avenel, V, pp. 811-814, 103. Me, TL, p, 48 (Olivares al conde de Castro, 13-VIII.1629), 104. Aubery, Histoire du cardinal duc de Richelieu, op. cit, p. 389. 16240 Gallon, IV, p. 549 Richeliew al cardenal de Berl, agorto de 106, ADM, legrjo 79, Olivares a Aytons, 24.V-1631. SBSORES ¥ CRIADOS 81 «Un hombre solo —esctibe Richelieu a Luis— no puede hacerlo todo.» # «Sefior, no puedo hacer més, estoy solo», esctibe Oliva- res a Felipe."® Cada uno luché por esteblecer y mantener un verdadero trabajo en equipo con su sefior, en el que se diesen mu- tuamente asistencia y apoyo. Sorprendentemente, legs a conse- aguizse este trabajo en equipo, y con él, una relacién que fue més allé de una estima metamente formal. Pero esta colaboracién, por su propia naturaleza, se catacterizeba por une constante tensién y por incertidumbres diarias. Vivir como estadista, segtin Riche- lieu, era estar condenado a una eterna tortura. «Todo es tra- Bajos», se quejaba Olivares cuando se fatigaba después de lar- gas horas de su intetminable dia de trabajo! El cardenal y el conde-dugue se exigian mucho a sf mismos y @ sus monatcas; y serfa dificil decir, al contemplar esos dieciocho o veinte afios de colaboracidn entre los dos reyes y sus ministros, quiénes eran los sefiores y quignes los criadas, 107, Grillon, 11, p. 664 (Memorial para el rey, 23°X1-1627). 108. AGS, Estado, Iegajo 2.656, voto de Olivares, 2X-1635, 109. Tp, . 296, 110, ADM, legajo 73, Olivares « Aytone, 19-1X1627. 3. RESTAURACION Y REFORMA La Europa en Ja que Olivares y Richelieu Hegaron al poder a comienzos de la década de 1620 era un continente revuelto, En- tre 1618 y 1621 la paz tan precariamente conseguida en los pri- meros afios de a centuria se vino abajo con impresionante tapi- dez, Cuando legaron 2 Paris noticias de Ja defenestracién de Praga a comienzos del verano de 1618, Luynes inquirié si Bohe- mia tenfa costa! Su ignorancia serfa pronto despejada, La rebe- Jién de Bohemia, seguida en 1620 por la revuelta de la Valtelina contra sus dominadores los protestantes grisones, y Ja expiracién en 1621 de la tregua de los Doce Afios entre Espafia y las Pro- vincias Unidas, sefalaron el inicio de un cataclismo europeo en el que se verian envueltos, uno tras otto, todos los estados. Puysieulx, quien en efecto asumi6 Ia responsabilidad de la direccién de los asuntos exteriores en Francia después de la di- misign de Richelieu en 1617, profetiz6 que si la zevuelta de Bo- hhemia no se apagoba pronto, Ievarfa a una guerra general euto- pea que serfa al mismo tiempo una guetra «de religién y de es- tado»? Eta mejor profeta que politico. Fue la combinacién de 1, eLo inepto que ere este hombre a pesar de lo que el rey confiaba en 4 puede demostrarse por lo siguiente: cuindo se plants la exesion de wn asunto en Bohemia, pregunt6 si era un pais interior o si daba al mar» The autobiography of Edward, lord Herbert of Cherbury, ed. Sidney W. Lee, ‘Londres, 1886, pp. 104105. Herbert debié ofr Ia historia’ pocos meses des- ‘pués, cuando ilegs a Pat's como embajador de Jacobo I. 2. VictorL. Tapié, La politique ttrangere de la France et le début de Ta guerre de Trente Ans, 1616-1621, Paris, 1934, p. 239. RESTAURACION Y REFORMA 83 cuestiones politicas y religiosas que se zepitieron en todo el con- tinente, y que se produjeron entre los estados y dentro de ellos To que hizo tan insoluble la crisis de 1618-1621, Se trataba, no s6lo de un enfrentamiento entre catélicos y protestantes, 2 nivel nacional e internacional, sino también entte el poder monétquico y Ja oposicién aristocrdtica y.constitucional. En un panfleto pu- blicado en 1617 Rickelien alegaba que eran los protestantes, no los catélicos, los que amenazaban la antoridad de los reyes’ La rebelién de Bohemia parecié confirmérselo. También lo hizo la in- tranquilidad en Béarn, una Bohemia en miniatura, donde Luis XII ordené Ja restitucién de toda la propiedad de la Iglesia en 1617, ‘Los estados provincisles reaccionaron fuertemente contra un edic- to al que consideraban como una amenaza de sus libertades y de su seligién.t Por todas partes, la combinacién de un protestantis- mo radical con las asambleas representativas parecia asegurar el surgimiento de disturbios politicos. Francia y Espafia, como las dos monarquias catélicas més im- portantes de Europe, estaban, pues, destinadas a sentir cierto temor por Ia difusién de una revuelta de inspiraci6n protestante por los territorios del Sacto Imperio Romano. Sin embargo, los acontecimientos en el imperio afectaban a Francia més fntima- mente que a Espafia, no s6lo por Ia proximidad geogrifica, sino porque se parecian més a lo que estaba ocurriéadole dentro de sus fronteras. La misma combinaciéa de fuetzas se estaba produ- ciendo en Francia y en el imperio, aunque constitucionalmente la posicién del ey de Francia era incomparablemente més fuerte ue la del emperador. De las provincias francesas, sélo Béarn Navazre posefan un estatuto de autonomia en cierta forma pare- ido al modelo bohemio; y en 1620, cuando el emperador Fer- nando I estaba reduciendo por la fuerza a Bohemia, Luis XIE dirigié su ejército a Béarn, y culminé su expedicién anunciando la incorporacién formal de Béatn y de Navatre al reino de Francia. 3. Ibid, p. 417. 4, Sobre Béarn, véase Lublinskaya, French absolutism, op. ct, pp. 170- 173, y Tapié, La politique étrangire, op. cit., pp. 235-238. 84 RICHELIEU ¥ OLIVARES Sin embargo, Ja autotidad efectiva de Luis, distinta de su autoridad nominal sobre su reino, fue severamente restringida en los primeros affos de su reinado, Se le complies Ia vida a causa de la divisién de Francia en pays d’élections y pays détats, ya ue en estos tltimos Ja supervivencia de los estacos provinciales ponta trabas a los poderes fiscales de 1a corona’ Pero la Francia borb6nica era una sociedad corporativa, en Ia que siempre exis- tfa la posibilidad de que un gobernante habilidoso enfrentase vuna corporacién o a una institucién administrativa contra otra: estados contra parlamentos, y parlamentos contra gobernadores provinciales.© Aunque siempre era dificil para un gobierno-regen- cia mantener la autoridad, ninguna administracién en Francia desde 1610 habfa sobresalido por su hebilidad politica, y la con- secuencia de ello era evidente en todas partes. Las actividades de una aristocracia ambiciosa ¢ indisciplinada; el grado de inde- pendencia disfrutado por los gobernadores provinciales y por una clase que detentaba los cargos y que los debfa mds a la compra ue a la concesi6n real; y 1a presencia de una minotia protestante attincherada especialmente en el oeste y en el sur, todo ello coad- yuvé entre los afios 1610 y 1620 a subvertir Ja autotidad real, El desastze pudo evitarse temporalmente cuando el ejétcito real derrots a la faccién de Ia reina made en la batalla de Ponts-de- Cé; pero en cualquier momento una nueva alianza de los elemen- tos disidentes podia sumir al pafs en el caos, Los peligros internos tenfan también una dimensién externa, pues habia estrechos lazos entre los holandeses, los principes cal. vinistas alemanes y los hugonotes, los cuales esperaban de sus amigos extranjeros ayuda militar y financiers. La derrota de Ja scbelién calvinista en el imperio redundaria, pues, en beneficio interno de Luis. Sin embargo, constitufa una tradicién de la poli tica exterior francesa proteger las libertades de los principes 5. Pasa un exhausvo tatamiento de ls sumbleas province y eta dos, vésse J. Russell Major, Representative government in early modern Pravee, pier HliversLondres, 1980. aie mode 3» Para los gobernadotes, véase Robert R. Harding, Anatomy of po- twer lite. The provinil governors i early modern France, Nest Haven, Londkes, 1978. ° ™ RESTAURAGION ¥ REFORMA 85 alemanes, Jo mismo satélicos que protestantes, contra el poder de los Habsburgos; y aunque los recientes matrimonios reales habfan impulsado el scercamiento entre Francia y Espafia, el de- seo de Francia de que terminase la revuelta en el imperio se ha- Haba compensado por el temor de que su supresién hiciese a la casa de Austria excesivamente poderosa. Entre 1618 y 1621, el principal objetivo de la politica exterior de Francia fue, por tan- to, conseguir una padficacién general en el imperio antes de.que Tas cosas se escapasen de las manos. No obstante, Ia inseguridad de propésitos, a escasez de dinero’ y las repetidas crisis domés- ticas, hicieron que no pudiese seguir realmente una politica de intervencién o de no intervencién, e hiciese lo peor en cada caso,” La intervencién en los asuntos del impetio planteé también problemas pata Espafa, pero de una clase diferente. En compara- cién con Francia, la monarquia espafiola posefa un alto grado de estabilidad. La intensidad del control zeal efectivo variaba mucho de un reino 0 provinda a otro, pero incluso en aquellas partes de Ja monarquia donde sobrevivia més fuertemente el constituciona- lismo —Catalufia, por ejemplo, o las provincias vascongadas— no habia minorfas protestantes para ayudar y sostener a los disi- dentes politicos. No habfa estallado ninguna revuelta en Castilla, el corazén de Ja monarquia, desde hacfa un siglo, y los grandes atistécratas castellanos, contenidos por una burocracia real muy desarrollada, tenfan que buscar el poder mediante Ja intriga pala- ciega o mediante Ja obtencién de puestos en el Consejo de Estado. Los veinte afios de preeminencia del duque de Lerma como valido de Felipe III significaron un debilitamiento de Ia monar- qufa fuertemente personalizada establecida por Felipe TI, y la toma de Je corona y, en menor grado, del sistema gubernamen- tal por una podetosa faccién aristocrética. Letma siguié las Lineas tradicionales de la politica de los Habsburgo espafioles —la defen- sa de la fe y Ia conservacién de una monargufa universal que ya empezabe a parecer demasiado extensa—, pero debido a su pro- 7. Tapid, Le politigee érangire de ta France, op. cit, examina al deta- Ie los dilemas y tos farasos de la politica extetior francesa durante e308 sos. 86 RICHELIEU Y OLIVARES pia inclinecién y a las circunstancias habia tenido que buscar la paz con Inglaterra y firmar una tregua con los rebeldes holan- deses. Sin embargo, en el momento de su cafda en 1618, su pru- dencia estaba siendo tachada de pusilenimidad, y el Consejo de Estado se encontré con Ia intensa presién de los virreyes espa- oles en Italia y de sus embajadores en las capitales més impor tantes de Europa, que mantenfan con vigor la necesidad de de- fender Io que estimaban como vitales intereses de la monarquia. Los activistas alegaban que esos intereses serfan mejor de- fendidos con el decidido apoyo espafiol a la rama austtiaca de Jos Habsburgo en su lucha contea Ja herejfa y la rebelidn, y con Ja reanudacién de la guetta con los holandeses, que habfan apro- vechado Ia tregua pata entrometerse en los tettitorios ultrama- tinos del tey, socavar la economfa castellana y alentat a los ene- migos de la case de Austria, Bajo la dizeccién de don Baltasar de Ziiiiga, con su larga experiencia en los asuntos de Europa central y del norte, el Consejo de Estado tomé una serie de de- cisiones entre 1618 y 1621 que eseguraron 1a implicacién activa de Espafia en Alemania, afirmaron su control sobre los cortedo- res militates que unian a Milén con Viena y Bruselas, y le deja- zon preparada en 1621 para reanudar las hostilidades con fos ho- Jandeses * Los grandes gastos militares y navales que se hicieron nece- sarios a causa de la vuelta de Espatia a In guetta en 1620-1621, Ilegaron en un momento delicado. Al igual que en Francia du. rante el petiodo de Ja regencia, les finanzas reales en Espaiia ha- bfan sido mal levades por una administeacién cotrupta e incom. 8. Sobre la politica exterior espaicls en los tkimos afos de Felipe HIT, véanse H.R. TrevorSoper, «Spain and Europe, 1598-1621», The new Came: Bridge modern bstory, vol. IV, Cambridge, 1970, cap. 9 Thay tad, cast, Barcelona, 1974]; Jonathan I. Tecael, The Dutch Republic and the Hispanic world, 1606-1661, Oxford, 1982, y los siguientes erfeulos de P. J. Bright vel: ‘¢The Spanish system and the Twelve Years’ truce, en English Histo. tied Review, n° 89 (1974), pp. 270292; The Spanish origin of the Thisty ‘Years! wars, en European Studies Review, n° 9 (1979), pp. 409-431; «Spain and Bohemia: The decision to intervene, 1619>, y «Spnia, Bobetia and Europe, 16191621», en European Studies Review, n> 12 (1982), pp. 117- Wt y 571399. RESFAURACION Y REFORMA 87 petente, y Ia corona babia contrafdo enormes deudas. Ahora se necesitaba urgentemente més dinero, y precisamente cuando las remesas de plata procedentes de América habfan remitido drésti- camente, La penutia debfa solucionarse con Jos impuestos, y eo significaba en primer ingar Ja presin fiscal sobte Castilla, el tra- dicional sostén de la corona. Pero las Cortes de Castilla, que es- taban comenzando a mostrar una nueva vitalidad en los dltimos afios de Felipe 111, podian con razén quejarse de que el pals no estaba en condiciones de pagar més impuestos. La competencia de mercancias extranjeras més baratas durante los afios de paz, habfan minado aun mis la ya debilitada economia; y Ja gran cpi- demia al doblar el siglo habia reducido Ja poblacién de Castilla en aproximadamente medio milléa de habitantes, dejéndola en un, total de alzededor de seis millones, cifra muy escasa en compata- cién con los dieciséis millones de Francia. La presién fue por tan- to creciendo en Castilla para que se consiguiese més ayuda finan- ciera de otras partes de la monarquia: de los virreinatos italia- nos de Napoles y Sidlia, y de los diversos reinos y provincias no castellanos de Ja Peninsula Tbérica: Portugel, las provincias vvascongadas, Navarra, Aragén, Valencia y Cataluéa. Pero todos ellos conservaban sus propias leyes tradicionales y sus asambleas reptesentativas, de tal forma que cualquier intento de obtener ma- yor contribucién financera y militar podia levar al estallido de un conflicto constitucional? Tanto en Francia como en Espafia en la década de 1620, la guerra iba a ser el precipitante del cambio. En ambos paises, la guerra agravé viejos problemas —especialmente los problemas financieros— y creé nuevas necesidades agobiantes. Los ministe- rios de Richelicu y Olivares no pueden ser abstrafdos del contex- to de la guerra: una guerza europea en la que Espafia era ya una activa participante cuzndo Olivares llegé al poder, y —en Fran- 9. Sobre as presions que sugieron en Espaia a fnales del senado do Felipe TI, véase J. HL. Elliot, The revole of the Catalans, Cambridge, 1963, reimpresiin 1984, yp. 182193 [hay tad, cast, La rebelién de los ca talanes (198-1640), Madid, 1977). 88 RICHELIEU Y OLIVARES cia— una guerra civil ademés, desde el momento en que Luis XIIZ traté de reconquistar importantes tetritotios de su propio reino a Jos hugonotes y a los nobles disidentes, La sombra de la guerra oscurecié totalmente el escenatio al ue los dos ministros pintaban con los colores més sombrios. «El presente estado en que se hallan [estos reinos] ... por nuestros pecados es por ventura el peor en que se han visto jamés», es- ctibié Olivares en su Gran Memotial para Felipe IV en 1624 Puedo decir verdadetamente —escribié Richelieu en e! Tes- tament politique sobre la sitvacién que encontré en Francia aquel mismo afio— que los hugonotes compartian el estado con [Su Majestad], que los grands se comaportaban como si no fue- sen sus sibditos, y los gobernadores de las provincias como si fucsen poderes soberanos.!" Leos politicos reformistes tienen una tendencia natural a des- ctibir el escenario al Megar al poder como de una profunda os- curided y confusién, Richeliea y Olivares habjan heredado desde luego enormes problemas, tanto en el interior como en el exte- rior, pero si eran prisioneros del pasado inmediato, también eran —y mucho més de lo que nunca serfan capaces de admitir— sus beneficiarios. Llegaron al poder en un momento en el que se esperaba, y se pedia, una accién decisiva por parte de un ex: tenso sector de opinién informada y desinformada, en unas s0- cledades en donde la idea de «reformay estaba ganando puestos. En los wimos afios de Felipe IIT, los ministros estaben inten. tando responder en Espafia, por supuesto de forma poco adecua: dls, a una aspiracién general de reformacién de las costumbres sociales, del sistema de impuestos, de Ja administractén real, y de casi todo Io que pudiese reformarse:? En Francia ni siquicra 10. Me, I, p52. Dike: Pit eon, 1 ese J, H, Eliott, ¢El programa de Olivares y Yes movimientos de AO», Historia de Espata Ramdn Menbrder Pid, SON, Made 1982, especialmente pp. 335342, y «Selfperception and dedine in early seven. teenthcentuty Spainv, en Pest and Present, n? 74 (1977), pp. ALL. RESTAURACION ¥ REFORMA 89 la église prétendue riformée habia conseguido dar mela fama a la palabra réformatios.” La sociedad francesa de comienzos del siglo xvit estaba siendo barrida por las mismas corzientes pode- rosas que preconizaban una reforma interna de Ja Iglesia catélica que habfan barrido Espafe una generacién antes." Ello fue sufi- ciente para crear un dima de opinién que abraz6 ansiosamente la idea de reforma y Ia extendié instintivamente a Ia vida civil. La reforma no excluyé, en Ia prictiea, los cambios innovado- res. Sin embargo, en sociedades que tendfan todavia a mirar con recelo cualquier idea de novedad, los programas de accién se concebfan y se presentaban I6picamente como programas de tes- tauracién y de reforma. Richelieu y Olivares, para los cuales la autoridad real era capital, comparaban esa autoridad en sus pro- pios dfas con Jo que habia sido en el pasado, y 1a encontraron bastante precaria. Su misién era la de restablecerla, restauratla en Espatia segtin lo que habfa sido en los dias de Felipe II o de Fer- nando el Catdlico, y en Francia segéin lo que habfa sido antes de que las guerras de reigién provocaran su cafda. Gualquier inno- vacién que pudiese estar relacionada con la consecucién de esto era considerada como una necesidad incidental. Cuando Olivares fue interpelado por esta cuestién de la innovacién, tuvo ripide- mente una respuesta: «Si al mal envejecido-no se hublere de po- ner remedio, ya Vuestra Sefioria ve qué seria de el mundo». El lenguaje de Espafia y de Francia continué siendo et del remedio, la teforma y le restantacién, como cuando Guez de Balzac des- cribe a Luis XIII en 1631 como «este réformateur tan necesa- 13. A pesar de la aftmacn de Thasu (Reson d'état et pensbe politi. que, 0p. city p, 383), de lo contratio, Véase, por ejemplo, el manifesto ti- fulado «La Reformation de Ja Frances en Le Mercure Francs, Patts, IX (1624), pp. 417-425, el cxal plantesba el propésito de , en Hisponis, n° 7 (1947), e Isael, The Dutch Republic, oo rene a oe ; ia de Olivares de Lépez Peteira se pone clarsm dle manifesto en una nota al xey de 25 de mayo de 16d (AGS, Eatsda, legajo 2.056) cuando Pereira estaba enfermo. ‘RESTAURACION ¥ REFORMA 7 Sin embargo, varias ciudades rchusaron firmemente aprobar las medidas financieres que no habfan sido objeto de discusién par- Jamentaria, y Olivares tuvo que convocar las Cortes de nuevo en el verano de 1623, después de haber asegurado su propio nom- bramiento como procu:ador por Madsid. Pronto quedé clato que hhabfa una fuerte oposicién a las cuestiones centrales del progra- ma de reforma, el proyecto sobre los bancos y la abolicién de Jos millones, y los intentos de Olivares de ganatse la voluntad-de Jos procutadores fracaiaron estzepitosamente. Las oligarqufas ut banas de Castilla tenfan sus propies prioridades en la reforma, y sus propios intezeses que proteger. Como resultado de ello, el programa comenzé a erosionarse y se perdié el impetu refor- mista® ‘Las consecuencias ce este conilicto entre’ la corona y las cortes a comienzos de la década de 1620 iban a reforzar los elementos sutoritatios ya inheren:es al programa de Olivares. Si Castilla se negaba a cooperar en su propia salvaci6n, él la salvaria a pesar de sf misma. Asi pues, toda la actuacién de su régimen se com- virtié cada vez més en intervencionista y dirigista, Al contemplar Jos éxitos de los holandeses, que se habjan clevado de la nada para enfrentarse con todo el poderfo de Ia monarquia espafiola, es- petaba conseguir un milagro parecido en Espatia con la iniciativa y la accién gubernamental. Desde el mismo comienzo de su mi- nisterio se obsesioné con la necesidad de hacer a Espafia més efi ‘carmente competitiva en un mundo donde la balanza de poderes, ‘estaba inclingndose en su contra; y considerd a la politica econé- mica —Ia promoci6n cel crecimiento nacional— como una parte integrante de sus planes para la restauracién del poder interna cional de Espafia. Cualquier programe para el revitalizamiento del poderfo espa- fiol estaba destinado a partir del carécter exclusivo, al- mismo 33. Sobre la reaceién del patricado urbano, vésse especialmente Ruiz ‘Martin, «La banca en Esjafia hasta 1782», loc cit. pp. 7496, Mis infor macién sobre el conflicto constitucional puede encontrarse en Jago, «Habs- bburg absolutism and the Cortes of Castles, art. cit., y Jean Vilar, «Formes cet tendances de Poppositian sous Olivares: Liséa y Viedma, defensor de Ta patrian, en Mélanges de la Casa de Velézquex, n° 7 (1971), pp. 263-294. 98 RICHELIEU ¥ OLIVARES tiempo global y fragmentado, de la monarqufa espafiola, «Un im- perio esparcido —eseribiS Giovanni Botero en su Razén de es- tado (1589)— es més débil que uno compacto, porque Ia dis- tancia entre las partes es siempre una fuente de debilidad.» * Esta embarazosa realidad dominé el pensamiento de Olivares, que extrajo de ella la conclusién ya esbozada por Botezo: que la ‘inicé forma de contrarrestar los efectos de Ja dispersién geogré- fica era la de organizar una aynda mutua en momentos de nece- sidad individual, y la de mantener comunicaciones eficaces me- diante el poderio naval. El asunto no se le escapé a Richelieu, quien comenta en el Testament politique que la sepazacién de las partes constitayentes de Ia monarquia espafiola hacfa tan dificil la comunicacién entre ellas que Ja tnica esperanza de Espatia eta Ja de mantener importantes flotas en el Atléatico y en el Medi- terrdneo. Afiadia con una cierta complacencia que «la providencia de Dios, que desea mantener el equilibrio en todas partes, ha hecho que Francia, en virtud de su posicién geogréfica, separase los estados de Espafia y los debilitase mediante su divisiéan® Un programa de reconstrucciéa naval estaba ya en marcha antes del acceso de Felipe IV, y una comisién especial de asun- tos navales, le Junta de Armadas, fue teavivada bajo la presi- dencia de Olivares en enero de 1622: El compromiso contrafdo por el nuevo régimen para reforzar Ia flota se simbolizé en la vi- sita del rey y de su ministro a los puertos de Andalucia en 1624, y Olivares hizo de la destinacién de fondos regulares para ef mantenimiento de escuadras navales una de sus primeras ptioti- dades® Los planes para la revitelizacién naval de Espafia, como 34. Giovanni Botero, Reston of stat, trad, inglesay ed, Waley, Londres, 1956, . 11 (bro I, cap. 7). 35. Tp, pp. 407-408 36. Véinse 1. A. A. Thompson, War and government in Habsburg Spain, 136041620, Londres, 1976, pp. 198200 [hay tad. eat: Guerra y decaden- ia, Gobierno y adminisircciin en la Espasa de los Austrias, 13601620, Catca, Barolona, 1981], ¢ Israel, The Dutch Republic, op. lt, p. 43. 37.) C, Fesndndez Duro, Armade espafola, desde la unin dé lor reinos de Castilla y Aragén, 9 vols, Madrid, 1895-903, 1V, p. 10. 38, Véase la carta del rey a las cudades de octubre de 1622, Gonsélez Palencia, Junta de Reformacion, p. 408, RESTAURAGION Y REFORMA 9 Jos de reorganizaci6n del sistema militar de Castilla, formaban patte de un programa extraordinariamente ambicioso destinado a movilizar los recursos de Ia monanqufa més eficazmente y con- seguir un alto grado dz unidad y de cooperacién entre las dife- rentes partes que la componfan. Este programa fue conocide como Ja Unién de Armas. ‘La perfecta consciencia de Olivares de Ja debilidad militar y financiera de la monarqufa espafiols asi constituida fue 1a que ins- pird el més radical de todos sus programas reformistas, y el que al final iba a ser su perdicién. La Unién de Armas era un intento de dar forma institucional a la ayuda mutua que Botero consi deraba esencial para Ja supervivencia de un «imperio esparcido», El proyecto preparado por Olivares en 1625 estaba basado en un sistema de cuota mediante el cual todas las provincias de In mo- nargufa, desde Flandes a Per, contribuirfan con un mimeo jo de hombres pagados, dentro de un total de 140.000, en el caso de que alguno de ellos fuese atacado.” Ademés de sus ventajas nilitares, el proyecto servitia también para promocionar Ia aspi- racién més deseada de Olivares: la verdadera unificacién de la monarquia, comenzando por la misma Peninsula Ibérica. Su ob- jeto, en palabras de su Gran Memorial de 1624, era que Felipe no fuese ya solamente «zey de Portugal, Aragén y Valencia, y conde de Barcelona», sino que se convirtiese en atey de Espaiiay.* La unidad concebida como uniformidad iba a ser Ja respuesta del conde-duque al problema, profundamente arraigado, de la di- versidad de le monarqufa hispdnica, El reforzamiento de la auto- ridad real mediante la represién de las turbulentas asambleas re- presentativas, y la abolicién de los odiosos derechos y privilegios provinciales, Te parecia esencial para la supervivencia de la mo- nargufa en un mundo hostil donde no podia petmitirse més el Iujo del constitucionaliano, ya que representaba un obstéculo para la disciplina y el gobierno eficaz. Sin embargo, no podia esperar 39. Mo, , doe. TX, para su documento sobre el tema, con un estudio prelininar. También, Eliot, Le rebelitn de los cetelaes, op. cit, pp. 220- be. 40. Me, 1, p. 96. 100 RICHELIEU ¥ OLIVARES se que reinos como Aragén y Valencia aceptasen el sactifcio de sus atesoradas libertades sin alguna compensacién en forma de nuevas oportunidades. Ast pues, concibié una monarquia verda- deramente integrada, en Ja que se abolisian los puertos secos, se uniformarfan las leyes y se otorgarian los oficios por méritos sin tener en cuenta 1a provincia de origen. Despreciaba Ia lase de sentimientos que enfrentaba a una provincia con otra. «No soy yo nacional —le gustaba decit—, que es cosa de muchachos.» # En su monarquia el rey seria el foco de lealtad, y las atistocra- cias provinciales unides por via de una politica mattimonial cons- tisuisian una nobleza de servicio motivada Unicamente por su sentido del deber hacia Ia corons. Al intentar establecer la cohesién en Ia monarquta hispénica, cl conde-duque estaba asiendo un problema de un orden muy dis- tinto de magnitud del que tenfa Richelieu. A pesar de la perma- nente vitalidad de sus provincias y de Ja supervivencia de tribu- rales soberanos y estados provinciales, Francia, en comparacién con la monarquia hispénica, era por el siglo xvir un estado terti- torial ielativamente compacto y uniticado, Felipe IV podia no ser tey de Espaia, pero nadie cuestionaba que, en Io que con- cemfa a los derechos provinciales, Luis XIII era, por supuesto, rey de Francia. Los problemas de los Habsburgo espafioles eran mucho més parecidos a los de sus primos austrfacos, que gober- aben también sobre reinos y provincias dispersos, y que inten- ‘aban asimismo unitlos en alguna forma de comunidad suprana- ional, con la persona del emperador como foco de lealtad.” EL triunfo en Ja Europa moderna de la nacidn-estado compacta y uni ficada no debe ocultarnos Ja existencia de estas entidades polti- cas mayores, que no estaban destinadas a extinguitse, pero que dependian para su supervivencia de Ja capacidad de sus gober~ antes para formular una gama de respuestas diferentes, como aquellas que Olivares estaba buscando en Ja década de 1620. 41. BNM, ms. 1.630, f. 186 v, Olivares al marqués de Torrecuso, 41- 1640. Observaciones similares aparecen en toda su correspondencia, 42. Para este proceso, vésse en particular R. J. W. Evans, The making of the Habsburg monarchy, 1550-1700, Oxford, 1973, RESTAURACION ¥ REFORMA 101 ‘Ast pues, los comienzos de la década de 1620 se nos aparecen como un petiodo de impottantes iniciativas polfticas, y Olivares como un gran ministro reformista, aunque s6lo en términos de intencionalidad ya que no de culminacién, Al contemplatlo con todo su afén reformador, nos resulta dificil recordar que este fue también el hombre que dijo una vez que «son muchas las cosas que fuera mejor no ser como son, pero mudatlas serfa peor». Pero la situaciéa de Espaiia, como él Ja veia, era tan grave, que realmente a0 podia esroger. A su juicio, la supervivencia depen- dia de Ia reforma. Frente a Olivares, visionario de imposibles proyectos de gran- diosas reformas, Richelieu suele ser presentado como un hombre de moderacién, como un frio pragmatico calculador. Pero esto es ignorar al Richelieu de mediados de la década de 1620, reforma- dor tan comprometide por todos los conceptos como su colega espafiol. Su affn reformador iba tealmente a extenderse més que el de Olivares, pues su condicién de hombre de la Iglesia le im- plicé personalmente en el movimiento de reforma religiosa que corre paralelo al de le reforma del estado. El compromiso de Luis XIII con el ideal de una reforma mondstica general, y !a in- capacidad del cardenal La Rochefoucauld como visitador apostéli- co para avanzar més en su misién reformadora, dio oportunidad para una intervencién personal, que Richelieu, en su celo por la disciplina y el orden, encontré irresistible. Nombrado .coadjutor de la abadia de Chany en 1627, y mas tarde abad en 1629, se cermbareé en un ambicioso proyecto para Ja unién en un simple ‘cuerpo de todas las congregaciones benedictinas de Francia, co- menzando con las grandes casas de Cluny y SaintMaur. En 1635, Jos cistercienses y premonstratienses cayeron también bajo su te- alas pero, a pesar de asta acumulacién de poder iba a encontrar tan frustrante la tarea de Ia reforma de los monasterios como la del estado: Enfrentado por una parte con la resistencia de los monjes, y por la otza con las sospechas de Roma, s6lo consiguié Gxitos temporales y limitados. En la Iglesia, como en el estado, su muerte iba a ser Is sefial de una poderosa reaccién en forma 43, Vésse més arriba, p. 38. 102 RICHELIEU ¥ OLIVARES de una virtual insurreccién mondstica, una Fronda de los monjes paralela a las Frondas de los patlamentatios y de los principes. La violencia de la reaccidn que sacudié a Francia en Ja década de 1640 refleja la fuerza de los sentimientos despertados durante casi dos décadas de gobierno intervencionista, en nombre de la disciplina, el orden y Ja reforma, Sin embargo, a comienzos de la década de 1620 no existfan dudas sobre la fuerza del fmpetu te- formador en Francia, asf como en Espafia. De la misma forma que les Cortes de Castilla habfan encabezado el movimiento de re- forma en los afios inmediatamente anteriores a la elevacién al po- dex de Olivares, también los Estados Genetales franceses de 1614, en los que Richelieu haba participado, hicieron aprobar proyec- tos de reforma general: moral, econémica, administrativa y finan- ciera® La mayor parte de su programa habfa sido incluida de he- cho en un edicto de 1618, pero éte nunca habia pasado por el parlamento y segufa siendo letra muerta. El conficto civil y re- ligioso durante los regimenes de Concini y de Luynes hizo que el ‘momento fuese poco provicio para las reformas. Pero Richeliew compartia Ja creencia de Olivares de que Jas ventajas politicas se consegufan capitalizando el deseo difundido de una reforma general del estado, En realidad, su inmediato predecesor, La Vieu- ville, como surintendant des finances en 1623-1624, se habia ya embarcado en un ambicioso programa de reduecién financjera tal ‘como pedian los reformadotes, y consigui6, con la ayuda de una ueva paz con los hugonotes en octubre de 1622, reducir de for- ‘ma impresionante los gastos reales durante los diecinueve meses que permanecié en el cargo.” Sin embargo, Richelieu y los que Ie apoyaban consideraron oportuno ignorat los éxitos de La Vieu- ville y prefitieron sefalar sus fracasos. 44, Sobte el movimiento de reforma monéstica, véanse Lekai, Cistercian strict obseroance, op. cit, y Dom Pal Denis, Le’ cardinal de Richeliew et Ta réforme des monasteres bénédictins, Patis, 1913. 49, Véanse J. Michael Hayden, France and the Estates General of 1614, Cambridge, 1974, pp. 209215, y R. J. Bonney, The King’s debts. Finance ‘and politics in France, 15891661, Oxford, 1981, pp. 79.84. 46, Hayden, France and the Estates General, op. cit, p. 215. 41, Bonney, The King's debts, op. cit, pp. 11011. RESTAURACION ¥ REFORMA. 103 ‘Al igual que Jos reformadores en Espatia, recussieron a la ima- ‘gen médica para fomentar su causa. Frangois de Fancan, que en- 186 al servicio de Richelieu como publicista en 1617, atacé a Jos Brillarts y La Vieuville en un panfleto dramfticamente titula- do Dialogue de la. France mourante.® La caida de Viewville en 1624 fue seguida por le aparicién de un panfleto andnimo llamado La France en convalescence,® que daba a entender que Lois XIII, al cesar a La Vieuville y depositar Ia administracién en manos ids capaces, habfa puesto a Francia en el camino de Ja recupera- cién. Después de pedir la persecucién de La Vieuville, de una for- ma que recordaba la cimpafia contra los ministros caidos de Fe- lipe TIL en Espaia, el panfleto urgia a Luis XIII a adoptar las zeformas financieras solicitadas por los Estados Generales de 1614: Ja creacién de una chambre de justice para investigar las act dades de los financieros; el nombramiento de jueces con las ma- nos limpias; Ja abolicién de Ja venta de oficios; y Ja recuperacién, de las rentas reales enajenadas. Richelieu no era sordo a estas peticiones, que pudo haber in- cluso inspirado.” La Viewville fue perseguido y encarcelado, y se establecié une chambre de justice. Como Olivares, Richeliew de- dicé mucho tiempo y energias en los primetos afios de su minis- terio a revisar la administracién de las finanzas reales." Se intro- dujo un sistema colegiado de control financiero, con 4 mismo ala cabeza; pero en la prictica Michel de Marillac era quien efec- tivamente estaba a cargo de las finanzas hasta su nombramiento como guardién del sello en 1626, ea que fue reemplazado por el més capaz surintendant des finances, y uno de los preferidos de Richelieu, el marqués d’Effiat, Sin embargo, en sus intentos de reforma fiscal, Richelieu tro- ead con Ia misma clase de dificultades que Olivares, Resultaba més f4cil iniciar una campafia contra los banqueros de Ja corona que prescindir de sus servicios. #1 no tenfa el problema de Oliva- 48, Fagnies, «L'opinion publigue...», art. ct, p. 367. 49, Le Mercure Francis, Pasis, X (1625), pp. 678-694. 50." Deloche, Autour de la plume, op. cit, p- 240. 5A. Bonney, The King’s debes, op. cit, pp. 115421. 104 RICHELIEU ¥ OLIVARES res de intentar extraer las rentas reales de las garras de los cextranjeros, ya que la mayor parte de los banqueros de la corona francesa, a diferencia de los de Ia espafiola, eran por entonces de origen nativo.* Pero estuvo a lo largo de toda su carrera profundamente preocupado por el dominio que efercfan. Bran, como decfa en su Testament politique, ® La ret6rica de la reputacién, que constitufa el prin- ipio conductor de estos dos estadistas en la politica exterior tanto como en Ja interior, imponia una légica propia en sus pro- 87. Petit, Lassemblée des notables, op. cit. pp. 195-198, 88. AGS, Estado, legsjo 2.059, consulta, 29-VI1625, 88, Te, p37, 9 véase Church, Recblen and reson of sate, op. et, p. 500. RESTAURACION ¥ REFORMA 115 sgramas de reforma. El prestigio levaba al poder; y el prestigio si era explotado con habilidad, podia a veces hacer innecesario el recurso a las armas. Pero la reputacién, con todas sus reso- nancias de honor derivadas de la mentalidad militar y atistocté- tica de Ia Europa moderna, tenia que set defendida siempre a cualquier precio, y el precio para Francia y Espafia al final de Ja década de 1620 seria el definitivo sactificio de la reforma para Ja guerra, . 4, MANTUA Y SUS CONSECUENCIAS. En un famoso articalo publicado en 1937 por George Pagts, se nos proporcionaba una nueva visién del grand orage, la gran tormenta que alcanz6 su momento culminante en Ia Journée des Dupes, ahora fechada el 11 en vez del 10 de noviembre de 1630, cuando parecia que Richelieu habfa sido finalmente derribado del poder por sus enemigos? Tradicionalmente, Ja historia haba gi- tado en torno al choque de ambiciones entre el cardenal y ef guardidn del sello, Michel de Marillac, cuya aflliacién al partido de Maria de Médicis obligé al infeliz Luis XIII a escoger entre su madre y su ministro. Sin menospreciar ef gran drama perso- nal del momento, Pagts afirmaba convincentemente que éste de- bbfa ser encajado dentro de un contexto més amplio de politicas inteconciliables. En 1630 Luis se vio obligado a escoger no sélo centre Richeliew por una parte y Maria de Médicis y Matillae por otra, sino también entre la guetra y la reforma. Su cleccién a fa- vor de Richelieu, y consecuentemente de la guerea, iba a signifi car un giro en Ja historia de Francia. No hay necesidad de teferitse de nuevo a la historia tan bien ‘expuesta por Pagts; pero hasta ahora no se ha tenido en cuenta 1, La Journée des Dupes ba sido wuelta a fechar de forma convincen! 4A de novembre por Pee Chew fsa ae hu busado eo despechos ines, que apareieron primero en forma de articulo, se hallan reproducidas en! sa Louis XIII, pp. {etn Gb We Ca LIL, pp. 379-401. . Ge , shutour da “gtand orsge”. Richelieu ct Matillac: eux poliiquess, en Revue Historique, n* 179 (1937), pp. 6397. MANTUA Y SUS CONSECURNGIAS 17 que un drama similar que implicaba la voluntad del rey y el des- tino de su ministro se estaba produciendo al sur de Jos Pirineos. También Espaiia iba a tener su grand orage. En Madkid sopla- ban los mistaos vientos que en Paris y cuando alcanzaron la fuer- za de un vendaval durante aquellos afios crfticos de 1627-1630, dejaron totalmente transformado el panorama polftico de Europa, El afio 1627 ccmenzé tanto para Espafia como para Francia con la promesa de que se avecinaban mejores tiempos, Olivares lo consideré como el afio crftico «en que se ha de hacer juicio del bien o mal de esta monarqufa, y el asentar una paz universal de sama teputaciéa, © bien descaecer del todo (o en gran parte) festa esperanza y tomar el partido que hallaremos»? Anhelaba Ja az, y estaba comenzando a parecer que Ja paz estaba a su alcan- ce. En 1622-1626 el equilibrio del poder exropeo estaba incl nindose 2 favor de la casa de Austria. Espatia habia conseguido victorias importantes sobre los ingleses y holandeses, y los «jé- citos del emperador habfan derrotado a los daneses, A medida gue las telaciones de Londres con Parfs fueron deteriorindose, crecieron las esperenzas de que los ingleses se cansasen de su guerra con Espafia, También parecia baber una gran posibilidad de que el emperadcr, que haba triunfado sobre sus enemigos en ‘Alemania, prestase apoyo militar a Espafia contra las Provincias Unidas, Si las fuetzas imperiales acadian en ayuda del ejército espafol en los Pafses Bajos, y si el bloqueo econémico que exis- tia ya contra los hlandeses pudiese reforzarse o ampliarse, quizd mediante Ja cteacién de una base naval espafiola en el Biltico pata interceptar el comercio holandés, entonces habla al menos tuna posibilidad de que las Provincias Unidas comenzasen @ pen- sar seriamente en Leger a una poz con Espafia Sin embargo, en palabras del conde-duque, tenfa que ser una send ig AS Eat, alo 2040, el vellén2 Cuando aumentaron los temores de distur- bbios populares, el gobierno respondié en junio estrechando la cen- sura, de la misma forma que la habfa estrechado el gobierno de Richelieu pocos meses antes. La iiltima accién del rey antes de ‘caer enfermo en agosto fue otdenar al Consejo de Castilla que ahfgase algo, aunque se haga mal» pata frenar ef alza de precios. Asi pues, la enfermedad del rey Ilegé en un momento de cre- lente descontento por el alza de precios en Castilla. Este des- contento cteé Iégicamente un clima favorable sobre el que mon- tar la caida de Olivares en el caso de que Felipe muriese. No resulta fécil identificar a los nobles disidentes que estaban ma- quinando para conseguir favores con el infante don Carlos antes de que se produjese ese feliz acontecimiento, peto parece que el espiritu y el cerebro de todo ello era el matqués de Castel Ro- 20. Conde de la Roca, Fragnentos bistrices, op. cit, p. 279. Bl con ficto entre Olivares y el Consejo de Casilla sobre le politica hacendistica serd tratado con mayor deta en mi préximo The countduke of Olivares, 21. Ruiz Martin, La banca en hasta 1782s, loc. city pp. 104- 107; Dominguer Ortiz, Politica 9 bacienda de Felipe TV, pp. 256257. 22, Me, II, p. 184 (ley de 13 de junio de 1627). Para Franca, Pett, Leassemblée’ des notables, op. cit, p. 198. 23. AHN, Consejos, legnio 51, 359, expediente 6, respuesta del sey a una carta del cardenal ‘Trejo de 22 de agosto de 1627. MANTUA Y SUS CONSECUENCIAS 125 digo, hijo del influyente ministro de Felipe II de origen por- rugués, don Cristébal de Moura. La faccién debfa su fuerza los patientes y seguidores del ttimo duque de Lerma, que espe- raban un cambio de monarca para recobrar el poder de manos de las familias que ahota se vein promocionadas y que eran las ‘que tenian contactos con Olivares; y se reforz6 con aquellos no- bles que se hebian separado a causa de las bruscas manetas del condeduque. Lo que no esté claro, sin embargo, es si los aris- crates disidentes tenfan otro programa que el de eliminar a Olivares del poder. Aunque la forma de levar la politica exterior de Olivares tenia sus ctitices, tanto dentro como fuera del Con- sejo de Estado, no hay ninguna evidencia de esa clase de divi- sin, profunda y continua, sobre Ia diteccién general de la pol tica que en Francia separaba a los dévots de los bons francais. Sin embargo, los cansejeros de estado, que estaban acostumbta dos a considerar 2 Francia como el més peligroso enemigo de Espafia, se vieron sorprendidos por la revelacién de los inespera- dos planes de Olivares de legar a una alianza con los franceses y por el envio de wa flota espatiola para ayudar a Luis IIL a derrotar a los hugonotes de La Rochelle.** Con Ja recuperaciéa del rey, todas las grandes esperanzas y cexpectativas de estos dias embtiagadores se frustraron. La oposi- cidn fue silenciada temporalmente, y se encontré un pretexto para char del pais a Castel Rodrigo, La revelacién del mimero y de Ia fuerza de sus exemigos. parece haber cogido a Olivares por sorpresa; y sin embargo, la oposicién en Espaiia parece pélida y ‘poco eficaz al Jado de la oposiciéa a Richelieu, A pesar de los os- ‘curos indicios de un complot de asesinato en 1623,® el conde- duque no parece heber vivido en esa constante amenaza de ase- sinato que indujo a Luis a proporcionar a Richelieu una guardia armada petmanente de cincuenta hombres después del descubri- miento de Ja conspiracién- de Chalais en 1626." Aunque los in- 24, Sttaub, Pax et Imperium, op. cit, pp. 277278. 25. BL, Add. ms. 36.449, £. 54, Aston a Calvert, 28 de julio7 de agos- to de 1623 26. Batitol, Ricbeileu et le roi Louis XIII, p. 149; id, Autour de Ri- cheliew, cap. 2 (ales Gardes et mousquetaires du Cardinal). 126 RICHELIEU Y OLIVARES fantes oftecian un punto de reunién natural a los disidentes de Ia corte, se hallaban celosamente custodiados, y carecian de la capacidad de movimientos de que disérutaba Gastén en Francia, Por encima de todo, la nobleza espafiola era una nobleza domes- ticada que no posefa ninguna de las inclinaciones de la nobleza francesa hacia la faccién armada y la rebelién. Esto significaba que el conde-duque no tenfa que enfrentarse 4 ese tipo de abierto desafio a la autoridad de la corona que cte6 continuos problemas a Richelieu durante sus primeros afios en ‘el cargo, ¢ hizo de la supresién de Ja revuelta la primera priori- dad de Francia. En Espatia, los problemas eran de otro cardcter Y quizé més dificiles. Olivares se enfrentaba con la necesidad de encontrar los medios para sustentar una politica exterior cos- tosa y defender un extenso imperio en un momento en que las importaciones de plata procedentes de las Indias estaban dism:- nuyendo, Jes deudas de la corona estaban comenzando a ser im- posibles de manejar, y la economfa castellana no estaba en con- diciones de generar nuevas fuentes de riqueza. Sus intentos de atajar esos problemas habfen provocado una fuerte resistencia, y sus oponentes eran especialistas en trabajar dentro del sistema para bloquear los cambios que desaprobaban. Después de seis affos en Ia direccién de los asuntos, se encontraba frustrado en cada ocasién, y su gobierno sujeto a muchas crfticas por una poli- tica que le estaba acarreando creciente impopularidad sin las com- pensaciones que podian proporcionatle los éxitos. ‘Asi pues, no resulta sorprendente que el conde-duque reaccio- nase ante la crisis de la enfermedad del rey mediante el intento de vindicar su politica e inyectar nueva vida a su programa de reformes. Su primer paso fue el de reforzar su propia posiciéa mediante el oftecimiento de su dimisi6n,? una oferta que, como habia previsto, el rey rechaz6. Felipe, aparentemente escarmen- tado por su enfermedad, se convirtié ahora en un participante més activo en el gobiemo, y a este respecto colocé firmemente su autotided personal en respaldo de su ministro. Se ordend a los 21. Mo, I, p. 227 (10X1627), ‘MANTUA. ¥ SUS CONSECUENCTAS 127 consejos que elaborasen propésitos especificos de reforma* y en un extenso docurento de estado reprendié al Consejo de Castilla por no poder acsbar con los desérdenes de Ja acuilacién castella- na, y lo acus6 de ser responsable del descontento existent.” Presionado e incitado por Olivares, el Consejo de Castilla se puso activamente durante los mueve meses siguientes a taba jar con vistas a lo que tenfa en mente: una gran deflaci6a que restableciese cierto orden en el sistema monetatio. Esto se pro- dujo en agosto de 1628, cuando el proyecto para réstamos a los miembros de la familia real y 4 Ja alta aristocrada, y lleg6 a convertirse en agente financiero del cardenal, el cual lo utilizé para muchos negocios confidencia- les y lo hizo responsable de la financiacién del levantamiento de sa nueva villa de Richelieu!” Lépez mantenfa relaciones muy titi- les con la comunidad internacional de judfos portugueses y no seria extrafio que hubiese estado en contacto con los bangueros pportugueses que formaban el estrecho circulo de los consejeros de Olivares. Sin embargo gcvél era el juego de Lépez? En 1638 escribié privadamente a Olivares para decirle que le gustaria vol- ver a Espafia* .Era un agente de Richelien en el tettitorio de Olivares, o un agente de Olivares en el tertitorio de Richelicu?; go quizds ambas casas a la vez? ® Cualesquiera gre fueran los métitos de sus respectivos servi- cios de espionaje, el cardenal y el conde-duque estaban vigilindo- se mutuamente como dos gatos. La desconfianza personal pudo muy bien hacer mucho més dificil la labor de reconciliacién de la diplomacia papal, pero las presiones para Ja guetra vinieron so- bre todo a causa de un palpable conflicto de intereses en un cli- 16, Maximes d'état ot fragments politiques du Cardinal de Rictliew, p72, TT, Sobre Léper, véanse Tellemant des Réaux, Historettes, op. cit, I, pp. 314315, y el lamentablemente flojo estudio de Henri Baraude, Lopes, szent financier et conjdent de Richeliew, Pais, 1953. Mi agradecntento al profesor René Pillorge por locaizarme tn ejemplar de este libro tan difcl Se conseguir, y también a M. Pier Grillon por so asesoramiento en Te do- coumentaciéa seferente 4 Léper 18. AGS, Estado, leggjo 3.347, £75, Avisos, yf. 332, don Juan Fran- isco 4 Olivaces, 11111638, 19. Sobre Ie wiliacién de Lépez por paste de Richelie en el momento de las revacltas en hk cdad portuguese de Evora en 1637-1638, véase TS. Révah, Le cardinal de Richeliew et la restzation da Portugal, Li boa, 1950, 156 ‘RICHELIEU ¥ OLIVARES ma internacional, en ef que la «natural enemistad> entre las co- ronas de Francia y Espaiie era reconocida tradicionalmente” y habla sido esumida por todos los pstidos dene In cada de Ma ac. Desde 1631 los dos ministros se dieton cuenta de que el con- flicto se acercaba, y prepararon sus planes de acuerdo con ello. La principal preocupacién de ambos era de asegurarse, cuando llege- se le guerra, de que Ia iniciarfan en les mejores condiciones posi- bles, y ninguno de ellos estaba atin prepatado. Asi pues, los co- mienzos de la década de 1630 presenciaron una cartera para mo vilizar los recursos y consolidar las alianzes antes de que esta- llase el conflicro. El panorama financiero en ambos pafses era desolador” En julio de 1632, en una de las muchas ocasiones en que el Consejo de Estado discutia lo deseable y lo factikle que era Ja ruprura con Francia, Olivares sefial6 que para Espafia seria la «tiltima ruinay, pero que no serfa mucho menos para Francia Ea todos estos debates, que tuvieron lugar periédicamente hasta el estalli- do de In guerra en 1635, no resulta fécil decir lo que querla realmente el conde-duque, en parte al menos porque no podemos creer que él necesariamente pensaba lo que decia. El embajador briténico en Madrid informaba que esu forma habitual de proce: der es 1a de dar una opinién en puiblico distinte a Ja que piensa y dice que se llevard a eabo, porque en cualquier caso encuentra justifcacién, si la accién tiene éxito, por el mismo éxito, si no, por lo que he dicho Richelieu recurria a Ja misma estratagema, Marillac lo acusa de que se incliné en el consejo hacia la paz con ccasiéa del debate de 1629 sobre Ia prolongacién de la guerra 20. Para un anflisis contemporineo de esta enemistad, con muchos cjemplos curiosos de supucstes caracteristcas nacionales, véase Carlos Gar. cia, Le oposizién y conjuncién de los dos grandes luminares de la tierra, 0 te enipate de Frances Espaioes (161), ef. Michel Buea, Henon ton, 1979. ‘21, Para Francia, Bonney, The King’s debts, op. cit, p. 164. Para Es. pads, Dominguez Ortiz, Politica y hacienda de Felipe IV, pp. 44-88, 22. AGS, Estado, K. 1415, £. 89, consulta, 11-VIT1632. 23, BL, Bgeston ms. 1820, £. 266, Hopton al Lord Treasurer, 9:V-1633. GUERRA ¥ RAZON DE ESTADO 157 en Italia, cuando ya babfa convencido al rey para que decidiese a favor de Ia guerra.* En 1633-1634, por el contrario, nos en- contramos a Luis XIII deseando iniciar la guerra, mientras que Richelieu trata de retenerlo. Cuando finalmente se tomé la deci- ién de declarar la guerta, el cardenal se aseguré de que la de- cisi6n fuese la del rey, de forma que pudiese ligarla a Luis més tarde, si fuese necesario® EL conde-dugue, a pesar de su aparente belicosidad, era por temperamento un politico canteloso, con un instinto natural para jugar con el tiempo. Hubo momentos, a comienzos de la década de 1630, en que sus colegas le urgieton para que se adelantase a dar un golpe a los franceses, pero siempre se las arreglé para retroceder ante el borde del abismo. Luego, algunos meses més tarde, exasperado ante una nueva manifestacin de hostilidad ‘por parte de los franceses, se arzepentizia de su comedimiento.* Sin embargo, la impresi6n que dan sus discursos y sus cartes du- rante el perfodo de guerra fria es la de un hombre capaz de hacer todo lo posible, guaréando el honor, para impedir un enfrenta- tnfento abierto, Estabs con raza preocupado con Ia lucha con Jos holandeses, y con el gran impacto que habia causado la inter- venciéa sueca en Alemania. Ademés, su personal implicacién en Jas negociaciones anuales con los banqueros de Ja corona pudie- son haberle proporcionado un sentido més agudo de las realida- des financieras de la guetra que el que tenfa Richelieu. Un cuida- doso estudio le haba convencido —dijo a sus colegas en 1633— de que la guerra con Francia, ademés de los argumentos generales que podian aducirse contra ella, evaria a «la total ruina de Es- pafian, independientemente de que se desarrollase de forme fa- vorable o desfavorable”” Detris del deseo totalmente comprensible de evitar un con- 24, Marille, «Apolosien, citado en Léon Desjonquézes, Le gorde des sceaax Michel de Marillac ef’ son oeuvre legislative, Pats, 1908, p. 79. 25. Dickmann, «Recktsgedanke und Machtpolitik bei Richeliew», art ct, pp. 317318. 26. ADM, legajo 79, Olivares a Aytona, 15-VII.1632. jg NOS: Bat, KLANG, f 56, conan de Cons de Bata, 17- 1633. 158 RICHELIEU ¥ OLIVARES fiicto que creia que podia ser desastroso para Espafia, latfa tam- biga Ja esperanza de que alain cambio sibito de circunstancias hiciese innecesario el recurso a las armas. Siempre podia produ- citse Ja reanudacién de la guerra civil en Francia y la caida de Richelieu. Activistas como el duque de Feria, gobernador de Milén, querian que Madrid aprovechase la huida de Gastén a Lo- rena en la primavera de 1631 para promover disturbios en Fran- cia, con el objeto de crear una salida para la paz en los Paises Bajos y en Italia Pero el conde-duque era escéptico. Aunque fueron improvisados fondos para Gastén en Amberes, Olivares insistia en que no debian ser utilizados para fomentar disensio- nes internas.” Tenia una pobre impresién de los franceses des- contentos, y dijo a Aytona en agosto de 1631 que él sencilla. mente novela que Gast6n tuviese ningtin apoyo suficientemente fuerte, y que con toda probabilidad seria derrotado si intentaba una inyasién.” Por mucho que @ Olivares Je hubiese gustado creer en Gas- t6n, no podia hacerlo, En octubre admitié que el negocio de Gas- 16a, ebien governadon, podia ser el més eficaz de los remedios; * y cuando se deterioraron las relaciones con Francia, oftecié a Gas- tn ayuda espaicla, Pero incluso en agosto de 1632, después de ‘que Gastén hubo entrado en Francia con un pequeiio grupo de hombres y unido sus fuerzas en el Languedoc con el dugue de Montmorency, Olivates segufa creyendo que la empresa eta «muy frigily.* La derrota de Montmorency y la reconciliacién de Gas- t6n con el rey y con Richelieu pusieron de manifesto lo acertado que estaba. Sin embargo le parecta inexplicable Ja reconciliacién de los hermanos reales, no comprendida «en ninguna ley ni en ninguna razén>. Con seguridad, Luis munca se atreverla a cortar Ja cabeza de Montmorency mientras que Gastén tuviese un par tido en Francia. Si Jo hacia, todos los ptincipes de Francia ini- 2B. AGS, Estado, legajo 3.336, f. 189, Fetia al Rey, 121V-1631, 29. ADM, legejo 79, Olivares Aytona, 14 y 171V-1631. 30. Id, 23-VITTA631. BL. Id, 28K1631. 32. AGS, Estado, K. 1415, consulte, 12.VINI-1632, GUERRA ¥ RAZON DE ESTADO 159 cistian una revueka Montmorency fue ejecutado exactamente dos semanas después de que se esctibiesen esas palabras. Obvia- mente el conde-dague arin no se habe dado cuenta de la desunién de los oponentes del cardenal y de Jo claramente implacable que era el hombre. El apoyo que Olivares daba a medias a Gastén, que deteriora. ba las relaciones de Madrid con Paris sin que supusiese ninguna veataja para Espaiia, debe ser contemplado en el més amplio contexto de una politica exterior destinada a contener lo que con- sideraba como agresiva ambicién de Francia. Richelieu habla man- tenido Pinerolo mediante un engafio después de la paz de Che- asco, y Jas fuerzas francesas habian invadido Lorena a finales de 1631, Los movimientos de tropas franceses en los Grisones amenazaban el paso de los soldados espaficles a través de Ja Val telina, y 2 comiensos de 1632 Richelieu acabé siendo coavencido por el nuncio y por el padre José de que no avanzase sobre el Rhin ni ocupase Alsacia.¥ Ante estas circunstancias, el conde- daque considerd, naturalmente, cada movimiento francés como parte de un gran proyecto para destruir Ja casa de Austria. En tuna reunién del Consejo de Estado de 1633 sold Ia amenaza sgeopolitica que supontan los franceses, Fl rey de Francia, advirtis a sus colegas, estaba tramando la ruina del emperador. $i, como parecia probable, destinada a ser representada en el Palacio del Cardenal, pero que munca pas de los ensayos a causa de Ia enfermedad y de Ja muerte del carde- nel El mismo Richelieu proporcioné Ia inspiracién y el argu- mento de esa comedia hortiblemente mala, que cuenta cémo Ibe. 48, Le Mercure Francais, Paris, XX (1637), pp. 524. 49. Véase Hermann Weber, eRichelieu et J¢ Rhine, en Reoue Histor que, a2 239 (1968), pp. 265-280. 50. Richelieu, Europe. Comédie béroique, Parts, 1643, y véase Lacour, Richelien dramaturge et sex collaborateurs, op. cit, paste Il, cap. 4. GUERRA Y RAZON DE ESTADO 165 ze, n0 habiendo podido conseguir el amor de Europe, intenta rap- tatla, y c6mo el noble Francion acude en su ayuda. Eutope —dice Francion—, es mejor perecer que ser hecha cesclava, La libertad debe ser comprada con sangte ... Yo nacf para guardién de todos los j6venes ptincipes ... y en todas par. tes mis aliados imploran mi ayuda ... En suma, debemos te- er la guera, y me lleva a ella, no Ia ambicién, sino la.nece- sided. Ya en 1629, en el famoso Avis del cardenal al rey, habfa es- tito acerca de ia necesidad de asegurarse puertas en los estados vecinos para poder «proteerlos de la opresién espafola cuando Iegue la ocasiSn>.* En la actuslidad se admite que su politica cera no tanto de efronteras naturales» como de , en Revue Historique, n. 193 (1942), pp. 97-110. 54. Grillon, TV, p25 (Avis de 30 de enero de 1629); Dickmann ‘Rechisgedanke’ und’ Mechtpoitk bei Richelieu», art. dt, p. 279. 166 RICHELIEU ¥ OLIVARES Cerlomagno, ¢ incluso hasta los galos. La doctrine de Ja inaliena- bilidad del patzimonio real fue también extraida de Ia esfera pu- ramente doméstica y puesta en juego como instramento adecuado para respaldar los derechos franceses contra los principes extran- jeros> El famoso jurista Cardin le Bret, escogido por Richelieu 1624 para investigar las deudas de la corona en Lorena, enun- 6 el principio en su libro de la Soberania de 1632, que sirvié como manual juridico del régimen del cardenal. La doctrina del patrimonio real inalienable, afirmaba, era aplicable a «todas las teivindicaciones de nuestros reyes sobre los reinos de Navarra, Népoles, Portugal, Flandes, Milén, y parte de Saboya y Piamon- te, los cuales habiendo sido adquitidos anteriormente por la co- rona de Francia, no pueden nunca ser alienados o anulados».* Una cosa era proclamar estas reivindicaciones, a veces fantés- ticas, y otra bastante distinta levarlas a la préctica; y Richelieu, con todo, se encontraba satisfecho con tenerlas en reserva para caso de necesidad. Su tarea principal en los afios anteriores a la declaracién de la guerra a Espafia en 1635 consistié en conseguir credibilidad para su intento de presentar a Imis XIII como el protector natural y el liberador de la cristiandad, mediante 1a creaciOn de una eficaz coalicién anti-Habsburgo. Esto inclufa ne- cesatiamente alianzas con las potencias protestantes —Ja alianza holandesa, renovada en 1630, y el tratado de Barwalde con los suecos en 1631— que volvieron a poner de nuevo sobre el tapete Ja controversia planteada en 1624 por su intervencién en la Val- telina a favor de los protestantes grisones.” Al negociar estas alianzas, hizo grandes esfuerzos para que se incluyesen cléusulas que garuntizasen los derechos de In poblacién catslica;* nero esto no pudo silenciar a sus crfticos, que se inclinaban a consideratlas como una simple charada. El jesuita padre Caussin dio en el nti- 55. Dickmann, «Rechtsgedanke und Machipolitik bei Richelieu», art, at, p. 292. '56. “Citado por Gilbert Picot, Cardin Le Bret (1558-1658) et la doctré- ne de la souveraineté, Nancy, 1948, p. 49. 57. CE. Church, Richeliew and reason of state, op. cit, pp. 103472, 291-282. 58, Wollenberg, Richelieu, op. cit, pp. 44, 220. GuaRRA x RAZON DE ESTADO 167 cleo de la cvestién en una carta personal a Richelieu en 1637: ‘eInnumerables gentes hablan cada dia de su fortuna, Permftame por una vez hablar de su concienciay. En el Testanent politique Richelien defiende Ia alianza de Enzique IV con los holandeses como un acto de necesidad basado en le ley natural, mediante la argumentacién de que ningtn teélo- go discutiria el derecho de recurrir a cualquier clase de ayuda que estaviese a mano pera salvar una vida, y que el principe disfra- taba del mismo derecho cuando trataba de impedir la pérdida de su estado. Pocas piginas después defiende de forma parecida lo justos que son sus propios tratados con Gustavo Adolfo y los principes protestantes alemanes por ser «absolutamente necess- ros para la salvacién del dugue de Mantua, que ha sido injuste- mente atacado, y para la de toda Italia». Puede, en efecto, en- contrarse un cierto desasosiego en las instrucciones que se le dieron a Charnscé cuando fue enviado a negociar el tratado con los suecos, un desasosiego que los subsiguientes triunfos de Sue- cia sobre las fuerzas catdlicas en Alemania justificaban amplia- ‘mente. Richelieu no calcul6 nada bien cuando dio aliento y ayuda a Gustavo Adolfo, y lanz6 sobre Alemania una fuerza destructiva que fue incapaz de contener® Pero esto no hizo desaparecer su confianza en la estzicta justicia de su politica antiHlabsburgo y de las medidas que consideraba necesarias para conseguir sus fi- nes. Cuando se embareé en la guerra con Espaiia en 1635 1o hizo con la clara consiencia de que —utilizando las palabras del Tes- tament politique— «no puede haber guerra con éxito si no es justa, porque sino fuera justa, aunque el resultado fuese bueno a los ojos del mundo, todavia seria necesario rendir cuenta de ello ante el tribunal de Dios». Ni Richelieu ni sus consejeros carecian de habilidades. para Ja casuistica, y « los enemigos del cardenal les results fécil des- 59. Citado pot Leder, «Politique nationale ...», art. it, p. 552. 60. Tp, p. 108. 61. Tp, p. 18, 2, Ledler, «Politique nationale... ©. O'Connell, Richeliew, op. cit, 4. Tp, p. 382. 168 RICHELIEU ¥ OLIVARES geil como vn consumdo Maguivelo, Coandotaté de jst car su propia carrera en el Nicandro Olivares aleg6 que, aunque xno habia tenido siempre éxito, al menos —al contrat, que mi rival— no habia tomado medidas que ofendieran a Dios, a le re- ligién, nia Jas elevadas tradiciones de Ja casa de Austria, Si hu- biese colocado a Le Rochelle y a los hugonotes bajo protecciéa espafiola, «favorecido a los protestantes de Alemania, dado liber- tad de conciencia en Flandes, permitide juderias en Ia monarqufa, tratando al papa como le tratan en Francia, hubiera ahorrado mi- ones y malos sucesos». {Cuénto mejor eta fracasar pero tenet taz6n, que ser victorioso pero estar equivocado! © Resulia provechoso, sin embargo, escrutar en la trayectoria de Olivares tanto como en sus palabras. En 1625 cuando patecta inminente un enfrentamiento con Francia, los hugonotes, bajo el mando de Rohan, se levantaron en Languedoc y acudieron a Es- ppafia para pedirle ayuda. El Consejo de Estado considers favora- bblemente 1a peticién; una junta de tedlogos decidié que Ja ayuda podia prestarsc legitimamente; y aunque Olivares jur6 al nuncio papal algunos meses después que Madrid no habfa enviado nin- guna cantidad a los Inugonotes,# todo indica lo contrario Una situacién compatable se produjo en 1629, cuando el conflicto de ‘Mantua estaba en pleno desarrollo, En febrero de ese afio, Oli- vares informé a don Gonzalo de Cérdoba que Ie envieba 200.000 ducados «para que pueda Vuestra Sefiorfa Uustefsima asistir al partido del dague de Rohan, que los teSlogos han zesuelto que se puede y debe hacer en esta ocasién».* El informe de la junta de seis tedlogos, que inclufa al confesor real y al propio confesor de Olivares, ef jesuita Hernando de Salazar, ha legado afortuna- damente hasta nosotros? Sus argumentos en favor de la ayuda SMe Uv. 268, AV, Spagna, 65, f. 285, despacho del nuncio, 30-VII-1625, 67. Pera le discusién sobre le ayuda a los fgonotes, véanse Rédenas Viler, La politica europea, pp. 3237, y las modifaciones a su relato ea Straub, Pax et Imperium, op. cit, p. 242 n, 11, que inchye una referencia NE AGS Eoads ae . AGS, Estado, legajo 2.713, carta de 18 de febrero de 1629. 69. RAH, 9-71-84, «Parecer de una junta de teslogos ..», 257-1629, GUERRA ¥ RAZON DE ESTADO 169 de Rohan eran, el primero de todos, que Francia, al dar dinero 4 los holandeses, estaba contribuyendo a que éstos financiasen la guerra contra Espefia por tierra y por mar, y «sustentan cuantos jadasmos y herejias hay en el mundo», y también que los fran- teses habfan vuelto de nuevo a su vieja ambicién de conquistar Milin. Ea segundo lugar, Ia nice forma de impedir que el rey de Francia pasase a Ttalia era impulsar a sus sibditos herejes a aque Je declatasen la guerra en el interior. En tercer lugar, todos os tedlogos estaben de acuerdo en que un principe catélico po- dia legftimamente pedir ayuda a los hetejes cuando emprendian ‘una guetta justa, y la justicia de le guerra de Espafia en Mantoa en nombre del emperador habla ya sido decidida. Ast pues, Ia junta concluyé unénimemente que no sélo era Iicito que Felt pe IV hiciese uso de los herejes para emprender un ataque de di- ‘yersién contra el rey de Francia, sino que estaba incluso obligado moralmente a hacerlo. Espafia y el duque de Rohan firmaron un pacto formal en mayo,” pero a ayuda espafiola llegé demasiado tarde para salvar la rebelidn hugonote. Diez afios més térde, después de un violento debate, Espafia concluyé lo que constitufa, en efecto, una alianza con los griso- nes protestantes.” No deja de ser una cutiosa ironfa que hubiese sido esta misma cuestién de Is alianza con los grisones la que provocase el primero de los grandes debates en Francia sobre la motalidad de la rolitica de Richelieu. Las complejidades de Ja cuestién de la Valtelina planteaban un reto similar a les dos po- tencias catélicas; y las dos —Francia en 1624 y Espatia en 1639— consiguieron encontrar una {6rmula apropiada para ajustar les necesidades del eado a los dictados de la conciencia. Parece necesatio, pues, descartar cualquier cuadto sencillo de una politica extetiot espafiola dictada por consideraciones pura- mente confesioneles, y una politica exterior francesa que funcio- 70. J. Alden Clatke, Huguenot warrior: the life and times of Henri de Roban, La Haya, 1966, p. 175, para los términos del acuerdo. Pata el in- tento de Richelica de distinguit entre esta asucia maniobra» de los expaio- les y ef apoyo francis a los holandeses, véase Tp, pp. 108-110, JA. La gran cantidad de documentaci6n originada por este debate puede cencontrarse en AGS, Estado, legajos 3.345, 3.346, 3348, 3.349. 170 RICHELIEU Y OLIVARES naba de conformidad con los puros requerimientos de Ja raz6n de estado. Richelieu al menos se convencié a si mismo, ya que no pudo convencer a todos, de que su politica estaba basada en Jos principios catGlicos tradicionales que regulaban la mutua con- ducta de los estados. Olivares, lejos de que la zeligisn dictase su politica a expenses de los logros que podia conseguir sin ella —una imagen que él siempre se cuidaba de slentar—, envié ayuda 4 los hugonotes al menos en dos ocasiones, Se puede, desde Iue- go, argumentar que Richelieu, aliéndose con las dos potencias protestantes més importantes, convirtié una prictica circunstan- cial en un sistema, y que con su prictica, si no con su intencién, se asegur6 consecuentemente el ttiunfo de la sazén de estado y la sustitucién de Ja cristianded por una Europa en que las alianzas y la rivalidad de los estados estuvieron motivados ‘inicamente por ‘cuestiones de intereses Pero si Olivares no fue més allé por el mismo camino, fue seguramente porque no tuvo oportunidades comparables. No existian muchos principes protestantes en el mua do que pudiesen ser considerados como aliados naturales de Fe- lipe IV. Pero la ansiedad del conde-duque por dejar de lado las cuestiones confesionales en Alemania para crear una codlicién pro Habsburgo, tanto de los principes luteranos como de los ca- tlicos,” y su persistente intento de concluir una alianza ofensiva y defensiva con Carlos I de Inglaterra ponen de manifesto que rno era menos capaz que Richelien de acomodar los principios a Jos intereses. Esto indica que la formulacién tradicional de las motivacio- nes de la politica exterior de los estadistes de comienzos del si slo xv11, en lo que se refiere a confesionalidad o a razén de este- do, puede estar equivocada. Richelien y Olivares estaban actuando en un mundo en el que habla planteado un conficto fundamental entre aquellos que pueden ser descritas como dévots, y aquellos gue daban absoluta priorided a los intereses de estado, Sin embar- 72, Ch. Gites, Die Habsburger-Liga, op. cit; O'Connell, Richelieu, op. ity. 264, 73.” Véase J. HL Eliott, «The year of the three ambassadors», History ‘and imagination. Essays in honour of H.R. Trevor Roper, ed. Hugh Lloyd. Tones, Valerie Pearl y Blair Worden, Londtes, 1981, pp. 165-181. (GUERRA ¥ RAZON DE ESTADO im go, como hombres genuinamente devotos que promovian los in- tereses seculares de seffores piadosos, no podian. adsctibitse a ninguna de esas posiciones extremas. Por el contratio, fueron obli- gados a actuar lo mejor que pudiesen en el gris terreno del com- promiso, la casuistica y el equivoco, contrapesando el. provecho politico con el escriipulo religioso y los dictados de Ja conciencia, Se consideraban mutuamente muy maquiavélicos, pero la eviden. cia indica que le conciencia de ambos hombres se enconttaba pro- fundamente alterada a consecuencia de los cambios que se vefan obligados a dar. Si el contraste entre sus palabras y sus acciones indica un cierto cinismo, ello no implica necesariamente que no fuesen sinceros cuando trateban de basat sus decisiones en los principios que tenfan como base las ensefianzas de la Iglesia. La naturaleca de aquellos principios se hallaba bien ilustra- da en Ia guerra de panfletos que acompaiié a la ruptura formal entre las dos coronas en mayo de 1635. Los dos politicos, cons- cientes de le necesidad de presentar su caso ante la opinién pé- blica europea, dirigieron impresionantes equipos de publicistas para que explicasen y justifiasen las causes por las que luchaban.”* ‘Ambos paises se describieron a s{ mismos como contendientes en tuna guerra justa y defensiva.® Para Madrid, los franceses habfan sido violadores constantes de la pax austriaca, ese orden beneficio- so de Ia eristiandad garantizado por 1a indisoluble alianza entre Viena y Madrid, Habian toto los acuerdos de la paz de Vervins, Ratisbona y Cherasco. Se habfan alisdo con herejes. La vnica preo- cupacién de Felipe IV era acudir en defensa de aquellos que ha- bfan sido injustemente atacados, y luchaban, no por Ja expansién 7A, Sobre Espats, véase José M. Jover, 1635. Historia de una polémica 1 semblanza de una generacién, Madtid, 1949. Sobre la campaia de propa. ganda organizads por Richelieu, véase Church, Ricbeliew and reason of State, parte 4. Quiz6 In obra polémica més efcaz que produjeron ambos Iados, fue el Mars Gallicus, de Cornelius Jansen, que preocupS mucho a TRichelien y contribuy6 en gran medida « aumentsr sus sospechas sobre los jansenistas (véanse Oxcibal, Les origines du Jansénisme, op. cit, vol. TI, pp. 499500, y Thaas, Raison d'état et pensée politique, op. cit, p. 132). 75. «Una gocma defensive, santa y religiose», en palabras de uno de los publicistas de Olivares, Guillén de la Carrera, Ci. Jover, 1635, Historia de una potémica y semblanza de una generacién, op. cit, p. 253. 2 RICHELIEU ¥ OLIVARES de sus propios dominios, sino por la conservacién de un orden ceuropeo subvertido por les maquinaciones de un cardenal mequis- vyélico, Los manifiestos franceses contenian idénticos argumentos, con concesiones a esa misma fraseologia. ‘A pesar de que estaban convencidos de Ia justicla de su cau- sa, Jos dos ministros entraron en la guerra con turbacién, ambos perfectamente conscientes de Ias nuevas demandas que tendrfan que imponer a sus ya suftidos pueblos. No resulta sorprendente, por tanto, encontratlos haciendo sondeos de paz casi desde el mo- mento en que comenzé Ja guerra. Los affos posterlores a 1635 se iban a caracterizar por una serie de iniciativas de paz, lanza- das por uno u otto ministro, en un vano intento de conseguir tun répido acuerdo en términos satisfactotios.* Ambos susctibie- zon el punto de vista enunciado en el Testament politique de que -anegociar sin descanso, abierta o secretamente, y en cualquier lu- gat, incluso si no produce frutos inmediatos y los esperados no son suficientes, es absolutamente necesatio para el buen fancio- namiento de les estados».” A los dos les hubiera gustado Ia paz. ‘Ninguno podia aceptarla en los téminos que cl otro planteaba, Al no poder conseguisla, ambos depositaron su confianza en el resultado de la guerra, y ambos considetaron ctucial para el Exito el carfcter nacional. «Los franceses son capaces de cualquier cosa —escribié Richeliea en su Testament politique, siempre que aquellos que los dirijan sean capaces de ensefiarles lo que tienen que hacer.» «Aunque con la crianza tan extravagante de nuestra juventud —dijo Olivares en el Consejo de Estado—, me pongo de parte de ella y de la nacién»” Pero gresistiria esta confianza la prucha de fuego de la guerra? «A cuatro cabos se reduce lo sensible de la guerra —escribié 76. La Historia de estas negoclaiones puede seguirse en Auguste Le man, Richeliew et Olivares, Lill, 1938, estudio puramente diplomitico, 7. Tp, p. 347. 78. Tp, p. 388. 79. AGS, Bstado, K, 1644, f. 11. «EL condedugue con ocasién del rompimicnto de franceses en Flandes» (nales de mayo 0 comienzos de jux rio de 1635), GUERRA ¥ RAZON DE ESTADO 473 Olivares en 1637—1 gente, dinero, orden y obediencia.» ® Du- rante In década de 1630, y especialmente después de 1635, Ri chelien y Olivares se transformaron en ministros de la guerra con dedicacién exclusiva, y se vieron obligados a subordinar todo a Ja abrumadora tarea de sostener el esfuerzo militar de sus respec- tivos patses. Los problemas de hombres, dinero, orden y obedien- cia absorbieron sus energias, cuando batallaron para movilizar los recursos de sociedades que, simplemente, no estaban prepara- das, a causa de su temperamento o de su organizacién, para la clase de esfuerz continuado militar y fiscal que ahora se les pedi, Ambos ministtos se hallaban ptofundamente preocupados por In falta de hombres con Ja talla suficiente para asumir el liderazgo militar y administrative que requerfa Ja guetra. «Hay tan poca gente capaz —sc quejaba Richelieu en 1635—, que uno mira donde puede pata aquellos que uno supone capaz de servir ...»* ««Cabezas, sefior, cabezas, que esto es lo que no hay», escribié Oli vvares al cardenal infante pocos meses después. La larga lista de los grandes jefes militares espafioles se hallaba casi extinguide, y Jos hombres que darfan lustre a las armas francesas en las dos 0 tzes décadas siguientes tenfan todavia que hacerse de un nombre. En especial, los franceses no se encontraban preparados para una lucha prolongads, y Richelieu parece que menospreciaba setiamente Ja fuerza militar que podia desplegar todavia la casa de Austria.® ‘Avia tenfan que cxearse un ejército y un sistema militar verdade- 0s. Esa serfa Ia tarea de Sublet de Noyers, el cual reemplazé a Servien como sectetario de estado para le guerra en 1636. Bajo la supervisién de Richelieu, Sublet proporciond a Francia por primera ver un secretariado eficaz de guerra, y puso las bases pata los éxitos militares del reinado de Luis XIV. 80. Me, TI, p. 154. 81. Avenel, V, p. 261 (Richelien a Chevigny, 261%-1635). 82. Bayerische Staatsbibliothek, Munich, Codex Monacensis, Hisp, 22, Olivares el cardendl-infante, 25-V.1636, 83. Fagnies, Le Pore Joseph et Richelieu, op. cit, II, p. 263. 84, Vésse Ransin, Richelieu ond the councillors of Louis XIII, op. cit, ‘cap. 5 para Sublet de’ Noyers. Sobre la organizacién militar y el aprovisio- 174 RICHELIEU Y OLIVARES - Espafia se encontraba, administrativamente, mucho mejor or ganizada para Ia guerra. El Consejo de Guerra venia existiendo ya desde hacfa un siglo, y posefa un cuerpo experimentado de fun- Cionatios para el equipamicnto de los ejétcitos y de las flotas.® Pero esta superioridad institucional de Espafia sobre Francia tc- fa también sus contrapartidas. El comenzar desde el princi organizando, 2 medida que se iba presentando la ocasién, un eq po de comisatios especiales, como los infendants en Francia, hu- biese sido preferible en cierto sentido a seguir funcionando me- diante una burocracia rutinatia. Richelieu, quien por Ja marcha de los acontecimientos tenfa que estar improvisando constante- mente, se vio en efecto obligedo a crear un nuevo sistema, mien- tas que Olivares estaba siempre tratando de que funcionase un sistema ya antiguo. Se encontré con que la maquinaria funciona- bba con una descorazonadora lentitud, y leg6 a desesperarse a causa de sus prevaricaciones y retrasos. En 1637, en un intento de imprimir mis vitalidad y urgencia a la diteccin de la guerra, cze6 lo que era en realidad un gabinete de guerra, compuesto pot 4 mismo y unos pocos ministros escogidos, conocido como’ Ia Junta de Ejecucién, que sustituyé con creces al Consejo de Esta- do como organism de elaboracién de Ja politica central duran- te sus tltimos afios en el poder." ¢Pero de qué forma podia hacer obedecer sus érdenes Ja Junta de Ejecucién? «[Nos vemos] ir al fondo por esta parte de Ia eje- cucién», era la continua cantinela de Olivares.” «Los que trabs- jan para el rey —se quejaba Richelien— deben recordar que exis- te una gran diferencia entre ordenar simplemente lo que ha de ‘amiento, véase Douglas Clark Baxter, Seroants of the sword. French in- tendants ‘of the Army, 1630-1670, Urbana, 1976. 85, Véase Thompson, Wer and government, op. cit. El amicuado cx ‘udio de J.P. A, Bary, Etat militaire de la monarchie espagnole sous le rane de Philippe IV, Poitiers, 1864, intenta comparar la fuerza militar de Francia y Espaia, 86, Sobre Is primera apavicién de la Junta de Ejecuciéa, véase Me, Ty, pp. 128129, n. 43. 87. AGS, Estado, legajo 2.658, «E! condedugue sobre lo que falte de execatar Io resvelto», 28-111-1636, GueRRA ¥ RAZON DE ESTADO 1 Dro hacerse y conseguir que las Grdenes se cumplan. Es i J to conformarsecon slo dat las Grdenes, pucsto que todo dene, de de Ia ejecuci6n.» # Como el conde-dugue, estaba continuanen: te luchando coatra Ja insobordinacién de los nobles que ocupe, ban altos mandss. Ambos ministros tenian que emplear una exee. siva cantided e tiempo intentando zeconciliar a jefee militares que refifan entze s{ con frecuencia sobre cuestiones triviales de etiqueta y de precedencia.® Otras veces se enfrentaben con un abierto desafio a sus érdenes por parte de nobles que los des ppreciaben como inferiores y que no dudaban de que ellos mis. smos eran més peritos en el asunto, El condeduaue trat6 de llegar a un acuerdo con este tipo de insolencia atistoctética mediante Ja creacién de una Junta de Obediencia, que mostré ser de un dudoso. valor. El castigo impuesto en 1634 a don Fadrique de Toledo por rehusar cl mando de una fuerza expedicionaria al Brasil bajo las condiciones estipuladas por la corona fue conse derado por los contemporéneos como un acto de venganza, y s6lo sirvié para ensanchar Ja brecha existente entre la nobleza y el x6. simen de Olivares,® En Francia, el duque de La Valette, que fue escogido como cabeza de turco por el fracaso del asedio de Fuenterrabie en 1638, prefrié hit a Inglaterra antes que atzies- garse.a comer la suerte del maréchal de Matillac, que habia sido ejecutado en 1632. Condensdo en su ausencia, fue ejecutado en efigie acusado de lese-majesté2* El castigo gemplar podia intimidar temporalmente a Ia no- bleza aunque incluso esto era problemético—, pero era incapaz 88, Citado Hanotaux y La Force, Histoire du cardinal de Richlie, op. cit, vol. TY, p. 433. 8." Sobre Rideien, véase por ejemplo Avenel, V, p. 48, Para Ja lo cha catre el margués de Torteeuso y el conde de Santa Coloma en Catluia en 1639-1640, que tanto preocupé a Olivares, véase Eliott, La rebelién 4e Ios catdlanes, op. cit, p- 352. (90. Pare el tratamiento de don Fadrique de Toledo, véase Brown y Eliott, Ur palacio para el rey, op. city pp. 181182. 91. Para of asunio de La Valet, Church, Richeliew and reason of state, Hse inte B Fenn, sbpocen ed Goma Protec n and Guyenne: Provindal lites under Louis XIII», Columbia Universiy, 1972. e 176 RICHELIEU ¥ OLIVARES de transformatla, como esperaban el conde-duque y el cardenal, cen sumisa setvidora de la corona, Lo que realmente se necesitaba eta un cambio de mentalided y de actitud. En ninguna parte quedaba expresado mejor el conilicto de valores que en Le Cid de Comeille, representado por primera vez en Paris en el invierno de 1636-1637, Frente a los requerimientos de la monarquia del siglo xvzx tal como Ia concebfa Richelieu: «on doit ce respect au pouvoir absclu, / de n’examiner rien quand un roi I'a voulu», eben colocarse las palabras del conde Gomes, tan sintométicas de la tradicional actitud de la aristocracia: «Désobéir un peu n’est pas un si grand crime»? De alguna forma, debia ensefiarse a la nobleza que incluso una pequeia desobediencia era realmente un crimen. «cLos espaiioles —eseribié Olivares— somos may buenos de- bajo de sigutosa obediencia, mas en consintiéndonos somos los peotes de todos.» ® Esta era Ja voz de un riguroso ordenancista, y Richeliea y Olivares eran ambos suptemos ordenancistas, que intentaban en su desesperacién inculcar las vittudes de la obe- diencia @ unos alumnos indisciplinados. «En una palabra, sefiorias, quiero ser obedecido», dijo Luis XIII a los miembros del parla- mento de Parfs en 1636 en un discurso que escribié para él el cardenal® ¢Pero de qué forma podia inculearse Ja disciplina y la obediencia? En sltimo término, como comprendieron los dos ministros, se necesitaba una nueva clase de educacién. Olivares habla ya intentado mejorar 1a educacién de la clase gobetnante en Espafia convittiendo el Colegio Imperial de Madrid en una fundacién real con un reglamento revisedo.* Pero a co- mienzos de la década de 1630 estaba claro que la nueva fandaciéa hhabfa sido un fracaso, y se concentré otra vez en'la cuestién de Ja reforma educativa. Su nuevo plan, esbozado primero en 1632 y revisado en 1635, consistia en la cteacién de un cierto mimeto de academias 0 seminarios militares, dos en Madrid y ottos seis 92. Acto I, escena 3, y acto IL, escena 1. 93. Me, IL, p. 76 (Olivares al ‘cardenalinfante, 27.1X-1632). 94. Avenel, V, p. 393. 95, José Simén-Diaa, Historia del Colegio Imperial de Madrid, T, Ma- dad, 1952. GUERRA Y RAZGN DE ESTADO 7 en las ciudades ibéricas més importantes. Allf serfan instruidos Jos j6venes nobles en las cuestiones militares y en las artes de gobierno En 1635, Richelieu, igualmente impresionado por las posbiidades edacetivas de las academias, propuso la fondacin de una acedemia para un millar de alumnos, con ensefianzas tan- to de letras como de las armas.” Pero esos ambiciosos planes en tomo a las academias fracasaron a ambos lados de 1os Pirineos, en parte al menos por la falta de fondos. No queriendo reconocet su fracaso, el cardenal lo intenté de nuevo en. 1640, pero en una escala més modest. Hsta vez, creé una academia en su propia villa, pero de nuevo se frustraron sus esperanzes.* ‘Aunque sus proyectos educativos quedaron en nada, Jos dos zministros aprovechcron toda clase de exhortacién y ejemplo para promover aquellas virtudes de disciplina y orden.que ellos consi- deraban esenciales en momentos de guetta. Pare Richelieu, frentado con una nobleza congénitamente insubordinada, la tarea fue incluso més dura que para Olivares, que se enfrentaba con tuna hosca resistenda més que con una rebelidn abierta. Los in- tentos del cardenal de cambiar Ia escala establecida de valores eran, por consiguiente, mfs concentrados y sisteméticos. Tenia que crear de alguns forma en Ia sociedad francesa un nuevo con- cepto de virtud que hiciera de Je obediencia'una respuesta insti tiva. La fundaciéa que levé a cabo en 1635 de la Académie Fran- aise era un reconocimiento explicito del poder del lenguaje, de Ja superioridad de la elocuencia y de la raz6n sobre la fuerza bru- ta, asi como def papel de las letras como «instrumentos de virtud»” La clase de virtud que tenia en mente era esencialmente Ia vvirtud heroica de Roma en el culmen de su grandeza, y no resulta 96. Véase Me, IL, doc. XI 97. Avenel, V, doc. covt (cAcadémie pour mil gentilshommes»), 98. Vésse Marcel Bataillon, .! También en Ja Espafia de Olivares le puerta estaba cetrada a veces a la piedad, como cuando el almirante don Juan de Benavides fue ejecutado en 1634 por Ia pérdida de la flota dela plata a manos de Piet Heyn en 1628. Sin embargo, no se sabe que hubiese en Espafia nada comparable a la represién sis- temética ejercida por Richelieu: juicios manipulados, ejecuciones ordenadas con antelaci6a, siniestras actividades policiales del més detestable de sus hechuras, el famoso verdugo> Issac de Laffe- 100, _Véase la introduecidn de Marc Fumeroli al catélogo de Ja exposi- cién de Pierre Rosenberg, France ix the Golden Age: Seventeenthcentary French paintings in American Collections, The Metzopolitan Museum of Azt, catflogo de le esposiciéa, Nueva York, 1982, 101, Acto V, escens 3. 302, Tp, p. 342. 103. Antonio Dominguez Ortiz, «El suplicio de don Juan de Benavi- dese, en Archivo Hispalense, seguada época, n° 76 (1956), pp. 1-13. GUERRA ¥ RAZON DE ESTADO 179 ‘mas. Francia, en Ia déceda de 1630, fue gobernada por un xé- gimen salvaje y despadado, El Testament politique pone claramente de manifiesto que el mismo cazdenal eta muy consciente del conflicto potencial entre fl precepto cristiano del perd6n y Ia insistencia del estado en el ‘astigo; pero, aun admitiendo que tales méximas «parecen peli- jgrosas, y desde luego no esta totalmente exentas de peligro», sfimaba que «incluso sila conciencia puede tolerar ... que un nototio crimen quede sin castigo, la razén de estado no puede permititlon.*® Ast puss, habia, o parecia haberla, una moral del estado, y otra privada. Sin embargo, para Richelieu, «lo que se hhece por el estado, se hace por Dios, el cual esté en su base y en su oxigen. Pama él, el estado, firmemente radicado en la Jey natural, era cl comectivo para las pasiones egoistas y para los instintos individvales, que s6lo llevaban al desorden y a Ja ruina; y sa supetiorided natural lo dotaba de derechos superiores. Esta doctrina también encaentra su lugar en Cinna: «Tout ces ccimes d'tat qu’on fait pour la couromne / le ciel nous en absout slors quill nous la donne».” En lo que concieme a los intereses del estado, Dios absuelve acciones que, si fuesen cometidas en priva- do, setlan crimenes, Durante la décads de 1630 los juristas que rodeaban a Rix chelieu desarrollaron una docttina legal para acomodar la presun- ta necesidad de recutios por parte del estado a los actos represt vos, Esta era la doctrina de lase-majesté, ya redefinida en Ia asam- blea de notables de 1626-1627, para abarcar una gran vatiedad de ceimenes contra el estado, incluyendo 1a publicacién de escri- tos sin licencia. En las manos de Richelieu, la /ése-majesté se con- virtié en un instrumento adecuadamente flexible para ocuparse n0 sélo de las conspiraciones de los nobles, sino también de los ac- 104, Véase Georges Mongrédien, Le bourreeu du cardinal de Ricbeliew. Isaac. de Laffemas, 15841657, Pais, 1929. 105. Tp, pp. 344, 345; y véanse Hassinger, «Das politische Testament», p. 495, y Albertini, Poliische Denken, p. 180. 106. Tp, p. 261, y Hassinger, «Das Politische Testament Richlieus», art, ct, p. 496, 107. Acro V, escena 2. 180 RICHELIEU ¥ OLIVARES tos de insubordinacién y de los ataques a su gobierno. Investi- gaciones recientes han puesto de manifiesto que las sucesivas edi- cones del libro de Cardin Je Bret sobre Ja soberania, recogicron Ja creciente tendencia del gobierno de Richelieu a recurrir a la persecucién bajo la acusacién de lasesmajesté; una estratagema ‘que le permitia soslayar los procedimientos:legales tradicionales y confiar los casos a comisiones,extraordinarias en lugar de ha- cerlo a los oficiales ordinarios de Ia justicia. A finales de la dé- cada de 1630 aquello se habfe convertido en un régimen de co- misiones extzaordinarias y de justicia sumaria, La justificacién de Le Bret de ese despliegue de poder sobe- rano residia en Jo que 4 Mamaba «le repos et utilité publi- que>® «La necesidad —argumentaba— [tiene] el ptivilegio de volver justes y legitimas las acciones que en otras citcunstancias serian injustas»™ Esta vieja doctrina del decisivo poder de la necesidad —una palabra con menos connotaciones peyorativas que Ja raz6n de estado— fue un arma fundamental en las manos de los dos regimenes de Richelieu y de Olivares, eunque en Espaifa no parece que tuviese que recursir a la clase de tribunales ex- trordinarios que en Francia. Zn 1634, el abogado de Olivares, José Gonzélez, ahora minisiro de la corona, utilizé argumentos ‘que recuerdan a los de Cardin le Bret. En un debate sobre los posibles procedimientos para inctementar las rentas, alegé que correspondfa al rey y a sus principales ministros decidir lo que cera necesidad, porque «a los vasallos no les toca inquirir las re- soluciones de’ Vuestra Majestad en cuanto a las materias de gue- nay, EI grado exacto de necesidad dependia de la medida en que pudiera recurrirse a und aproximacién alternativa («moral- mente hablando»). De aqué partia Gonaélez para argumentar que Jos otros reinos de la monarguia debian seguir el ejemplo de Cas- tilla de aceptar procedimientos fiscales extraotdinarios, «pues en 108, Church, Richeliew and reason of state, op. cit, pp. 185186, 109. Por Reiph Giesey y sus estudiantes. Mi sgradecimiento al profe- sot Giesey por permitirme Ja consulta de un trabajo sin publicar sobre «Le Bret and lesemajestys que respelda algunos de Jos resultados de este trabajo. 410. Picot, Cardin le Bret, op. cit, p. 181. AL, Ibid, p. 186, GUERRA ¥ RAZON DE ESTADO 181 3 tales no hay leyes ni fueros que lo pueden impediz».!2 TLeyendo las palabres de José Gonzélez, resulta dificil no sim- pitiar con Paul Scatron, conseller en el parlamento de Paris, que a Jo svficientemente poco juicioso como para afirmar en 1640 que el rey de Francia n0 podia estar «en necesidad» porque sus Gérctos se mostraban victoriosos por toda Europa: una observa: Gién por la que fue arrestado y enviado al exilio." Los repimenes de Richelieu y Olivares reservaban a Ja corona vastos poderes dis- frecionales que ellos justificaban por una exigencia definida por Silos mismos. Mediante esos poderes discrecionales fue como Ma- Grid y Paris hicieron ofdos sordos a las objeciones constitucions- tes de os parlamentos e instituciones corporativas, sacando dine- 10 por cualquier procedimiento a su alcance y haciendo recaer una jntensa presidn sobte las agobiadas poblaciones. «Este hermoso pretexto de las necesidades del estado no ha sido més que una fexcusa pata atruinar el reinon, se quejaban los Tard-visés, cuya rebelidn contta los impuestos se extendié rdpidamente a través de Jas provincias del sudoeste de Francia on 1636-1637." Ningsn sector de la sociedad quied6 inmune, ni siquiera los privilegiados © los exentos, Hubo choques importantes en tomo a los im- puestos entre fa corona y el clero en Espafia en 1631-1632 y en Francia en 1640, y la politica regalista de Olivares y Richelieu fos levé a un encarnizado conificto con el papado. Sin embargo, ninguno de los dos ministros tenfa la menor duda de que la ‘necesidad era real. La bancarrota munca estuvo lejos de Espafia ni de Francia en la década de 1630," y los re- cctsos se hallaban gravemente empefiados a los banqueros. Riche- liew podia confesar alegremente su ignorancia sobre cuestiones 112. AHIN, Estado, thro 862, ff. 50 w54, consulta, 2-1-1634. U3. Citado por Bonny, Political change in France, op. cit, p. 116, 114, Grado por YverMasie Beeeé, Histoire des croquants, Ginebra, 1974, T, p. 392. ; 115. ‘Aldea, Iglesia estado en la Expat del siglo XVII, op. cits O'Connell, Rickeliew, op. cit, pp. 397398; AlméGeorges Martimort, Le allicanisme de Bossuet, Betis, 1953, pp. 121-125. . M16. ‘Bonney, The Kitg's debts, op. cit, p- 170; Dominguez Ortiz, Po- Ica hacienda’ de Felipe TV, op cit, pp. 10203. 182 RICHELIEU ¥ OLIVARES financieras,!" y dejar el trabajo duro a Bullion, pero Jas conse- cuencias de la penuria de Ie corona le surgian a cada paso. Lo mismo Je ocuttfa a Olivares, que se lenzé con su acostumbrada energla a la Jabor de negociar préstamos y recaudar dinero, peto quefndose con comprensible amargura de que no podfa convertir fen panes @ las piedras Las agobiantes necesidades del estado, y Ia intense fiscalidad a la que dieron lugar, produjeron un impre- sionante impacto social y politico en Francia y en Espaiia: durante esta década terrible, creando tensiones en los sistemas de ambas sociedades, de Jas que no podrfan recupetarse hasta que pasasen varias genetaciones. De forma inevitable, las primeras victimas en ambos paises fueron los programas de reforma. Richelieu habfa advertido al rey de esto en el momento de la decisi6n de Pinesolo en 1629, cuando le dijo que serfa necesario abandonar toda idea de tran- quilidad, shorto y teorganizacién en el interior." El disgusto que sintié cuando abandoné su programa esté implicito en el Testa- ‘ment politique, con su estribillo de lo que podia hacerse si bu- biera paz; ™ sin embargo, cra Jo suficientemente realista como para aceptar lo inevitable, Para Olivares, esto podia haber sido més dificil, aunque un observador extranjero en Madrid sefialé ya en 1632 que las exigencias de la politica exterior prevalecfan fentonces sobre cualquier otra cosa En una larga consulta de 1637, no obstante, todas Jas frustraciones de Olivares por haber sactificado la reforma a las exigencias de la guetta salieron a la superficie.” «El principal fundamento de nuestros dafios —escri- bid— consiste en decir “ahora no es tiempo, en habiendo paz se hard.» Era esencial revitalizar esos. grandes proyectos de la década de 1620 —el programa para la repoblacién y Ia navega- cin interior, para Ja abolicién de las barreras aduancras y el em- 117. Avenel, IV, p. 728 (a Bullion, 23-1V-1635). 118. ADM, legajo 79, Olivares a Aytona, 31-11-1632. 119, Vésse supra, pp, 141-142. 420, Véase por ejemplo, T, p. 252. 121. ASP, Mediceo, legsjo 4959, Bernardo Monanni (el secretario a ta embsjads toscana), 6X1-1632. 122, Me, Ul, doe. XIV. GUERRA Y RAZON DE ESTADO 183 peo de los pobres— que estaban destinados a restablecet la pros- petidad de Castilla. «La guerra —continuaba— embatazard algu- nos puntos pero no los imposibilitard todos ... No hallo razén para desconfiar dellos que no sea contra toda Ja razéa de estado.» Tacluso si se queda>an en nada, afirmaba, metecia la pena em. prender alguna accifn para mostrat al pueblo que el gobierno tiene presente sus intereses.™ La stiplica del condeduque parece que tavo poco efecto; aun- que se emprendieron nuevas encuestas sobre la posibilidad de hacer navegable al Tajo en todo su recorrido, desde Toledo a Lis. ‘boa. Por razones financieras, el proyecto no se realizd. Lo mis- ‘mo ocurrié con la mayor parte de los proyectos de navegacién in. terior en los que Richelieu tenfa un gran interés, aunque comen. v6 a trabajarse seriamente en 1638-1639 en el canal de Briare en- tre el Loing y el Loira, y.llog6 a terminarse en 1642. Eso ya fue una cosa extrafia, y su misma excepcionalidad sirve tnicamen- te para sefalar la difcultad de compaginar Ia guetta y la reforma, Resulta tentador ver en la continuacién del compromiso de Olivares con su programa de reformas una falta de ese realismo politico del que Richelieu estaba tan ampliamente dotado, Un co- mentario realizado por el embajador inglés sit Arthur Hopton en 1638 pone de manifesto su incapacided para reaccionar pragmé- ticamente ante situaciones nuevas, «El conde es realmente un ser- vidor previsor, en lo que, tanto como en su sectetatia, creo que reside su mayor capacidad, pues en asuntos de estado se aferra de una forma tan cbstinada a ciertos principios, que lo dejarfa todo a la suerte antes de ebandonarlos.» ™ 2Era, por consiguien- te, demasiado inflexible?, ¢se comprometia demasiado en grandes proyectos para los que carecia de recursos y cuando e! momento ‘no eta oportuno? Su negativa a escuchar argumentos sobre la incompatibilidad de Ja guerra con la reforma pudo contribuir a acentuar las criti- 5. Ibid, pp. 166-167. Véase Me, TI, pp. 174175 n. 12, Huser, La pensée et V'action économiques, op. cit, pp. 168-169. PRO, SP 9440, £. 160, Hopton a Windebank, 26:VIE / 5-VILI- 184 RICHELIEU ¥ OLIVARES cas de que era objeto; pero en la practice, por mucho que pudie- se vituperatlas, el peso de las cizcunstancias le obligé a desechar tuna buena parte de su programa de reformas de una forma tan decidida como Richelieu. En realidad, ambos hombres fueron obli- gedos por los acontecimientos a convertirse en reformadores se- lectivos, que se concentraron solamente en determinadas dteas, como la organizacién militar y las reformas fiscales que estaban directamente relacionadas con Ja guerra. No obstante, incluso en ‘esto, hubo muchas ocasiones en las que se vieron obligados a re- conocer su fracaso y a cambiar de éctica. ‘A comienzos de la década de 1630, por ejemplo, Olivares es- peraba todavia alcanzar su ambicién, frustrida en la década de 1620, de abolir los millones y de introducir un impuesto tinico, En 1631 la corona decret6 la abolicién de los millones, y su sus- titucién por un impuesto universal sobre Ja sal, parecido a la gabelle francesa. La reforma provocé una oposicién violenta, es- pecialmente en la provincia de Vizcaya, donde estas la rebelién en 1632." Olivares se enfrent6 a esta rebelién con bastante ha- bilidad, reforzando con éxito la autoridad real sin necesidad de recutrir a la fuerza armada, pero ejecatando a los principales di- rigentes. Sin embargo, el impuesto sobre Ja sal, que de cualquier forma habia producido un rendimiento decepcionante, tuvo que ser abandonado. Tadiferentemente que a esto se le llame flexibi- lidad 0 retroceso bajo presién, lo cierto es que indica que el con- deduque no era incapaz de reconocer las realidades desagra- dables. La rebelién vizcafna de 1632-1633 puede compararse con la rebelién de los No-Pieds en Ja Baja Normandia en 1639, otra pro- vvincia privilegiada cuya exencién de impuestos estaba siendo ata- cada. Richelieu, como Olivares, no habia abandonado sus espe- ranzas de una reforma fiscal, Ia cual, como en Espafia, se habfa convertido en algo muy necesatio a causa de la presién creciente de Ja guerra. En 1639, por ejemplo, parece que volvié de nuevo 4 sus proyectos de 1626-1627 de abolir la taille, la cual esperaba 127. Véase Elliott, . Habla, des- de luego, una ciencia asf, como Platén, Aristételes y ottos gran- des sepblicanoe abien puesto de manifesto. La razén de esto era obvia, Gobierno, 0 razén de estado, es medio para fundar, conser. var, © aumentar un reino ...; ¥ como bay principios ciertos y reglas infalibles que ensefian a remediar las enfermedades de os cuerpos, y de las almas, y los agravios que unos hombres pretenden bacer a otros, hey Femedios infalibles pera remediar Jos dafios que pueden venir a los reinos en comin. La segunda aan es porque los hombres yerran muy de ordinario, y ast fue provideni de Dios que buble un rae, ave y rand cieto ¢ infalible, que endetece y encamine los hombi cero « inal, y ¢ los hombres 2 lo _ Richelieu y Olivates se beneficiaron de esta cteciénte convic. cién contempordea de que los hombres, al dominar las reelas, podian controlar los acontecimientos y multiplicar sus -poderes. Habia una ciencia de la ret6rice, que ensefaba « dominar Ia men- te de los hombres y a ganarse sus corazones; una ciencia de Ja suerte, que tenfa por lema la edisciplinay, y una cencia del go bierno, que se manifestaba en la «prudencian. Los principios bé 80. Véase Elliott, «Self-perception and decline seventeenth4 woe nee a ke ty Se tree wins etn ok on ‘Vilar, Madrid, 1974, pp. 229-230 (discurso IX, cap. 1). pate, ed. J RACASO ¥ Yoxrro. 219 sicos de estas diferentes clases de ciencia bubian sido establecidos si antgiedad clisica, Pero no era sufciente extraerlos simple- Sante de Tétito y de los otros grandes maestros y aplicarlos jcamente. Por el conttatio, habla que estudiarlos, probarlos vr pedlzlos la luz de a historia y, de Ja expesiencia, Usa vo ito exto —-cuando el estadista o el jefe los hubiese hecho su- faribilidedes que a las Limitaciones del poder. Con prodencis ¥ previsidn, y haciendo vso de todo sa con ad, Piufan mantener so derota en medio de las tormentas © ince pe evar a puerto al buque. Kn uno de los extremes de la galeria Rd Palacio del Catdenal, Richelieu tenia un retrato de la Prévo- suance —la Previsién— sentada en las nubes, haciendo descansar semcodo sobre un globo, y agatrando con su mano derecha un Siaén y con la izquierda ua palo® Fue su prudencia —su domi- Jo de te ciencia del gobiemo— lo que le permitié manejar con Taito el barco del estido por entte los mares. tormentosos ‘AI otro extremo ce la galerfa habia otra figura, vestida de ‘Manco y mirando pot encima de su hombro. Ese figura era le Historia. Tanto Richelieu como Olivates, a medida que se fue- von desstrollando sus respectivas carreras, fueron preocupéndose ‘eda ver més por el veredicto de Ja historia, «Verdaderamente (etecla Olivares en 1634, son muchos los descuidos que tene- pos, ¥ entze los demés no es el de menor consideracién lo poco Ge se caida de Ia historia.» ® Cuando lamé a Virgilio Malvezz a Madcid para que forse el bistoriador oficial del reinado de Fe- fipe TV y cuando encarg6 cuadros que conmemotssen las victor tos més importantes de sus ejércitos acompafiados por escenas de fa vida de Elércules con destino al palacio del Buen Retito, estaba pensando, més que en lz audiencia de su tiempo, en la poster: 2. Iebatat, Les dues et pairs de France au XVII¢ sitele, op. cit. p. 304. $3. Mo, IL, p. 185 ‘consulta de 27 de octubre de 1634). $4, Vélse ia introduccida de D. L. Shaty a su ediciin de Malveza, Historia de los primeros afos del reinado de Felipe 1V, Londres, 1968. 220 RICHELIEU ¥ OLIVARES dad.® Richelieu, pensando en esas dos audiencias, acudi6 también “4 2 los historiadores y a los pintores. En 1635 Hay de Chastelet publicé su voluminoso Recueil de diverses pitces pour servir a PHistoire, y se cre6 un equipo pata trabajar en el borrador de las memorias del cardenal.® En Ia gran galeria de su castillo en Richelies, que €1 nunca llegé a ver, se pintaron sus hazaiias a la manera de los héroes de Ia antigiedad, de tal forma que el paso del cjétcito francés a Italia en 1629, recordaba el paso de Anfbal por los Alpes. Ambos ministros, al situar sus logros en el contexto del tiem- po estaban efectivamente poniendo sus miras en la perdurabili- dad de sus respectivos renombres. Reputacién pata ellos mismos Y para sus sefiores: es0 eta lo que siempre haban buscado. 2Pero fen qué consistia esta reputacién, o gloria? En primer lugar, sig- nificaba la gloria convencional conseguida por la victoria en lg guetta. Pero ambos ministros eran tambiéa muy conscientes de que Ia glotia podia conseguirse tanto mediante la paz como eon Ja guetta, y Jos dos trataron de magnificar a sus respectivos mo- narcas mediante el patronazgo de Jes artes. Una vida de Mece- nas, publicada en 1626, fue dedicada a Olivares como ministro, «si no de Augusto Emperador, de emperadot més augusto, « quien Ta paz debe mejores sucesos, y la guetra més glotiosos triunfoss.# Richelieu por su parte encarg6 al artista Jacques Stella, alrede- dor de 1637, una interpretacién de la Liberalidad de Tito, en la que Luis XIIT, en el papel de ‘Tito, lanzaba bolas de madera a sus stibditos, los cuales podian cambiarlas por regalos en alimen- tos vestidos, mientras que el catdenal eparecfa con una toga a su lado (ldmina 6)” 85. Brown y Eliott, Us palacio para el rey, op. cit, cap. 7. 86. Deloche, Autour de la plume du cardinal de Richelieu, op. cit, pp. 500, 504, 87. “Labstut, Les dues ef pairs de France, op. cit, p. 303. 88. Joan Pablo Mérir Rizo, Historia de'la vide de Mecenas, Madsid, 1626, ‘dedicatoria, 89, France in the golden age, ed. Rosenberg, extflogo n° 100, Cassius Dio describe Ia escena, LXVI, 25. Su identifcacién, presentada equf por primera vez, se debe « Avraham Ronen y Umberto’ Laff, cuya respuesta ‘2 mi solicind de ayuda es digna de todo agradecimiento. FRACASO ¥ #x0TO 224 Pata los dos hombres, Ja urgencia de aparecer como los cam- peones de la paz fue més apremiante a medida que transcurtia Ja guerra, Olivares escribié en 1636: «sélo deseo, con cuanto se hhace, una paz quieta sin quedar con nada de nadie sino con lo que Dios dio a Vuestra Majestad tan libre de inquietudes que pueda Vuestra Majestad ensiquecer y hacer florecer en justicia y como- didad sus grandes reinos y vasallos»® La corte de Felipe IV en el Buen Retiro ponfa de manifiesto Ja decisién de cultivar. los placeres de la paz, incluso entre los horrores de la guerra. Tam- bién Richelieu, con su promesa de una nueva era augusta en Fran- cig, desazzollé con creciente urgencia el tema de Ia paz durante sus tiltimos afios de poder. Sin embargo, como dijo-a los nego- ciadores de la conferencia de paz de 1637, tenia que ser «una paz que no esté sujets en el futuro a ninguna alteracién»,” y esto significaba inevitablemente una paz bajo las condiciones de Fran- cia, En su obra de teatro alegérica, Europe, describia a una Euro- pa que rechazaba los engaiiosos encantos de Ibére, con sus falsas ofertas de paz, Francion, que acude para salvar a Europa, de- auncia estas ofertas, Tbére, dice Francion, «sabe hablar de’ paz, pero no sabe o6mo hacerlan? Pero Francia no sabia, al igual que Espaiia, cémo proporcio- nar la paz a Europa. A Io largo de las casi dos décadas en las que Richelien y Olivares permanecieron en sus altos cargos, los tambores de guerta nunca callaron, y continuarfan sonando’ du- rante casi otras dos décadas més, en ef transcurso de las carte- 1as ministeriales de sus sucesores, Mazatino y Haro. En nombre de lo que Richelieu llamé una vez «paz con honors,” los dos hombres prosiguieron una guerra incansable con una impiacabili dad que hizo que fuesen odiados y temidos. Es suficiente echar uuna mirada a la déceda de 1640 para ver el terrible legado de sus aiios de gobierno, «Italia, Espatia, Alemania, los Palses Ba- 90. AGS, Estado, legajo 2.657, «fl condeduque sobre les proposicio- nes del capitén Marco Antonio Gandolfow, 1-X1L1636. ‘91, Dickmann, Acta Pacis Westpbalicae. Instruktionen, op. city I, p. 50. 92, Citedo por Thuan, Raison d’état et pensée politique, op. cit, p. 304. 93. Grillon, II, p. 205 («Avis au Roi» c. 20-1V-1628). Para Ja utili- zacién de una frase paredda por parte de Olivares, véase supra, pp. 117-118. 222 RICHELIEU ¥ OLIVARES jos, Lorena, Botgovia, pero sobre todo Francia —escribié el eter- no ctitico de Richelieu, de Morgues, en un epitufio—, no se re- ccuperarén antes de un siglo de la ruina, que el breve paso de su forrana ha trafdo.» Un duro e injusto veredicto, sin duds, pero cuando uno lee la larga lista de las victimas del cardenal —de los ‘jecatados, encarcelados y desterrados—* resulta dificil no tener cen cuenta junto con Jos logros, el terrible precio que exigié para imponer su visién del estado, La Francia que dejé tras de st cra, como Ia Espafia de Olivares, un pais que bullia en Ja tevuclta; 1un pals machacedo por los impuestos y reducido a Ia miseria; un pais en manos de los recaudadores de impuestos y explotadores de la guetta, y de los funcionarios que lenaban sus bolsillos al mismo tiempo que predicaban las virtudes de la obediencia en nombre de esa mfstica entidad que era la autotidad real. El lege- do que dejé Richeliew fue, tanto como Ia Francia de Lois XIV, Ja Fronds. Con esa trayectoria y con ese legado, aftacasom y «éxito» se convierten en vérminos casi sin significado como clementos de juicio, No fue el «éxito» del cardenal desde una determinada petspectiva, su «fracaso> desde otra? Tenia, 0 no, razén como contra Matillac, cuando opté por la guerra en ver de por Ja re- forma? ¢Eta cotrecto el juicio del conde-duque de que la paz con ‘os holandeses en as condiciones de 1609 fue un precio muy alto que tavo que pagar Espafia, 0 de que mientras que Richelieu viviese no podia haber tanguilidad en Europa? Cuando meditaba sobre el pasado en su exilio de Toro, Olivares resumié en una carta a su secretario lo que habia sacado de la vida, No hay que especular ni que discurtit, sefor Antonio Car- nero, que este es el mundo, y asf fue siempre, sino que nosotros pretendimos hacer milagros y reducit el mundo a lo que él no tiene de suyo, siendo cierto que lo més cierto dél es la variedad 94, Morgues, «Abrésé de la vie du cardinal de Richelieu», Recueil, oF Se Tie des nom de sf sien, 95. noms de ce qui ont esté esloignez, emprisonnez, con damnez et supplicies», Archives Curieses de UHistoire de France, V, pp. 109.130. PRAGASO ¥ HxaTO 223 yy inconstancia'y el poco agradecimiento. Olvidémonos de Dios derechamente y pusimos Ia confianza en los hombres, y cuanto més discurriéremos més nos enloqueceremos* 96. Me, IT, p. 279 (cata de 8 de agosto de 1644). ABREVIATURAS: ARCHIVOS ¥ BIBLIOTECAS AAE, ADM AGR AGS AHN ASE Archives des Affaires Btrangtres, Paris ‘Archive del Duque de Medinaceli, Sevilla Archives Générales du Royaume, Bruseles ‘Archivo General de Simancas ‘Archivo Histérico Nacional, Madrid ‘Archivio di Stato, Florencia Archivio di Stato, Venecia Archivio Segreto, Vaticano Biblioteca Apostélica Vaticana British Library, Londres Biblioteca Nacional, Madrid Bibliothéque Nationale, Patis Public Record Office, Londres Real Academia de la Historia, Madrid OPRAS ABREVIATURAS Avenel Grillon Lettres, instructions diplomatiques et papiers d'état du cardinal de Richelieu, ed. D. L. M. Avenel, 8 vols., Parfs, 1853-1877. Les papiers de Richelieu. Section politique intérieure. Correspondance politique et papiers d'état, ed. Pierre Grillon, Paris, 1975 ss. 226 Tp RICHELIEU ¥ OLIVARES John H. Elliott y José F. de la Petia, Memoriales ‘cartas del conde-dugue de Olivares, 2 vols., Madrid, 1978-1980. Richelieu, Testament politigue, ed. 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INDICE ALFABETICO academias, 21, 45, 176178 ‘Alamos de Barents, Baltasr, 41 ‘Alemania, véase Imperio ‘Alsacia, 159 ‘Aésica,ofese Yndias ‘Andalucia, 19; 25, 98, 191 ‘Ana de Austra, rein de Francia, 24, 48, 144, 154 abitstas, 218 ‘Armada: espaols, 99, 108, 13, 2095 ‘ancess, 107, 108-10, 173, 209; imperial, 117, 128, 135, 14) astzologia, 36 Acute, emperor romans, 178, 2 Austria, casa de, 85:86, 100, 117, 153+ 134, 160, 216; hostilidad francesa hala, 10, 153, 144146, 149150, X ‘Aytona, Francisco de Moncada, mat- ‘qués’de, 80, 152, 158 Bagno, cardensl Giovanni Francesco ‘Guidi di, 121 Balzac, Jean Louis Guez de, €9, 203, 208, 211 bancos, 9597, 112, 124, 127; véase también Montes de Piedad Barbering, cardenal Francesco, 121 Birwalde, tratado de, 166 Bassompierre, Frangois de, 144, 145 Bautru, Guilleume de, 129, 154 Baviets, 203 Béarn, 50, 83 Benavides, Juan de, 178 ‘Bérulle, cacdenal Pieere de, 131, 140 Bodin, Jean, 60-61, 210 Bobemia, 8283 Botero, Giovanni, 98, 99 Bouthilier, Claude de, 78; farzilia, 24, 74 Breisach, fortaleza de, 159, 186 Brézé, Nicole du Plessis ‘de Riche- tea, madame de (hermana de Ri- chen), 28 Brilart, Nicolés, sedor de Sillery, 52, 33, 103 ‘Brélart, Pietre, marqués de Puysieulx, 52, 53, 82, 103 Brilart de Léon, Chavles, 144 Buckingham, Georges Villers, duque de, 56, 119-121, 129 Buea Retio, palo del, 31, 47, 74, 200, 219, 221; salén de reinos, 47 48,7 Buillon, Claude de, 24 ‘cardenal infante (don Fernando de Anstrla, hermano de Felipe IV), 122, 125, 173, 189, 206 Carlos, don (herimano de Felipe IV), 122, 124, 125 242 RICHELIEU ¥ OLIVARES Carlos T, rey de Inglaterra, 109, 118, 133, 170; como principe de Gat tes, 56 Carlos V, emperador, 19, 60 Camero, Antonio, 74, 201, 222 Casale, 128130, 135, 138, 140-141, 203) Castel Rodtigo, Manuel de Moura, marqués de, 124, 125 Castelnandery, batalla de, 147 Castilla, 85, 91.99, 108, 190, 191; cortes de, 63, 87, 96, 108, 112; cconcilio de 124, 127; economia de, 93.95, 119, 1234124, 182; wlase también finanzas reales; impuestos Castillo, Garela de Haro, conde de, 201 Cataluts, 85, 87, 185-187, 189, 199. 200 Caussin, pacire Nicos, 80, 166 ceasura, 92, 124, 148, 179 CingMars, Henri Coifier de Ruzé, ‘marqués de, 54, 193-195 Cluny, abed de, TOL Code Michaud (1629), 110 Coke, sir John, 108 Colbert, Jean-Baptiste, 214 comercio’ y compaifas comerciales, let 1, 302110 Concini, Concino, mariseal d’Ancre, 25, 4849, 78, 102 Condé, Henry I de Borbén, princi pe do, 120 confesores reales, 58.59, 79, 167 constitucionalismo, 62-63, 83, 85, 87, 96; véase también pays detats ‘consejo de estado: en Francia, 52, 67, 8,70, 7; en Espa, 20,35; 67, 7071, 154, 174; ar, 86, 125, 100, BEIT, 196, 130, 135, 168, 204 Comeille, Pierse, 175-176, 178 corte, 65.66, 107-108, 140, 191, 220 cartes, véase Castilla Croquants, wéase ‘Tard. Avisés Chilais, Henry de Talleyrand, conde de, 78, 120, 126 Champaigne, Philippe de, 48 Charnacé, Hercule Girard, bardn de, 167 Charpentier, Denys, 74 Charron, Pierre, 39-40, 61 Cherasco, paz de, 149, 151, 159, 171 Chevreuse, Marie de Roman-Moat- ‘bazon, duquesa de, 33 eclinacién, 91, 106, 218 dévots, 91, 118, 125, 131-133, 140, 170 Doce afios, tregua de los, 82, 86, 149. 150, 220 ‘Dunas, batalla de las, 186 duelo,'76, 120 Du Perron, Jacques Davy, cardena, Dupes, Journée des (dia de los Ino ccentes), 116, 138, 145, 147 Du Plessis, Alphonse (hermano de Richelieu), 21, 28 ‘Da, Plessis,” Asmand-Jean, cardenal de Richelieu, vase Richelieu Du Plessis, Frengois (padre de Ri- cheliew), 20, 33 Da Plessis, Hari, marques (herma- ‘no de Richelieu}, 104, 112 educaci6a, 92, 110, 172, 176177 Effiat, Antoine Coiffier de Ruzxé, maz. ‘qués de, 104, 112 Bageabers, Johan Uhich, principe de, 1 erasmismo, 34 ‘ENDICE ALFABETICO 243 plone, tseiss Estados Generals, 2, 102, 108 Estados, provinciales franceses (pays eats), 87, 100, 15, 185, 212 Europe, drama slegérico, 164, 221 Fancan, Frangois de, 103, 131, 162 Fargis, ‘Madelaine de Sill, condesa de, 33 favoritos, 48.49, 54-55, 150; ea Es- pala, 48-49, 54.55, 66, 77, 201, cen Francia, 4848, 54, 77, 193-194 Felipe II rey de Espa, 5, 60, 64, 85,93 Felipe TU, rey de Espafia, 47, 48:50, 34, 55 Felipe IV, rey de Espatia, 4, 52, 60, 1364139, 199, 201-202; retrates, 47, 78, fig, 3; cardcter, 3659, 64. 66, 78, 135-136; protector del arte, 30, 58, (66, 74; enfermedad de 1627, 38, 121125, 127; relacién com Olivares, véase Olivares, re- lacién con ef rey Feria, Gémez Suérez de Figserea, du- que de, 158 Femando el Catblico, rey de Espe- fia, 19, 60, 64, 93 87, 93, 127, 156, 181, 189; fase también banqueres, moneda, tasas; en Francia, 102-104, 107, 112, 143, 189, 191 Flandes, 99, 146, 159; vase también ‘Holanda,’ Provincias Unidas ota: espatila, 95:99, 105, 109, 125, 174, 197; de la plata, 129, 133, 178; francesa, 105, 109, 113 Fonseca y Figueroa, Juan de, 24 Francia: organizaci6n’politisa, 62.64, 85-84, 87-89, 113, 2122135 véase también, gobierno; tradiiones de 1a politica exteriar en, 53, 84, 91, 142143; y Espaiia, 1416, 130, 135.135, 170.174, 269 Fronds, 102, 214, 222 Fronsec, ducado de, 77 n., 196 Fucaterrabia, fortaleza de, 32, 175, 206 ‘gebelle, vbase impuesto de la sal. Gallerie des hommes illustes, oéase Palais Cardinal Gales, principe de, joéose Carlos T rey de Inglaterra Gaston d'Orléans, 48, 120, 121, 122, 140, 141, 143; intrigas en ta corte, 120, 192195; rebelién, 145-147, 152, 158-159, 161 Gilimén de Ja Mota, Baltasar, 94 gobiemo: en Espaia, 56, 6264, 67- 69, 93, 173, 210213; en Francia, 62.64, 67469, 8385, 107, 111113, base también oficios Gonzalez, José, 71, 180, 210 Granada, fray Luis de, 34 grand orage, 116, 141, 150 Grisones, 82, 166; véase tambitn Val- telina guerra, 87, 139, 173-175; y reforma, 92,104, 140143, 149, 181-184, 213; franco espafiola de 1635-1659, 130, 155-157, 171, 173.174, 186, 188-190; véare también guerca de Sucesién de Mantua; guerra de los Treinta Atos guerra de los Treints Afios, 86, 117- 118, 128, 151 guerra de Sucesién de Mantas (1628- 1631), 128130, 134-144, 149, 151, 203.204 Guise, Chatles de Lorraine, doque de, 144, 145 Gustavo Adolfo, rey de Suecia, 151, 161, 167, 202 Guzman, familia, 19.21, 72, 75:76, 192, 200 244 RICHELIEU ¥ OLIVARES Guamén, Gaspar de, ofase Olivares Guamén, Inés (esposa de Olivares), 2, 33, 36, 55, 75 Gummén, Maria (hija de Olivares), Al, 33, 36, 58, 76 Habsburgo, fase Casa de Austria Har, familia, 24, 72 Baro, don Luis de, 13, 69, 214, 221 Hay du Chastelet, Paul, 220 ‘Herwarth, Barthélemy, 209 Heya, Pict, 129, 153, 178 Holanda, guerra’ en, 117, 119, 135- 136, 138, 149, 158; obase también tregua de los Doce Afios; Flandes, Palses Bajos Hopton, sir Artius, 156, 183, 202 Ihugonotes, 22, 52, 84, 102, 120, 131; ‘ctitud de Richelion hacia los, 25, 34, 45, 88; politica y, 53, 104105, 134, 140; Espatia y, 125, 168.169; vvbase también La Rochela Me de Ré, 121, 164 imfgenes, 48-49, 77, 148149, 164, 219-221; obase tembién propagan. ds, teatro impuesto de la sal, 108, 184, 185 impuestos: en Espa, 9396, 122- 123, 180181, 184.186, 191; en Francia, 108,’ 146, 182, 184185, 213, 21222) Indies, 23, 87, 126, 210 industria, 95. intendants, 174, 213 Isabel de ‘Borbén, reina de Espaia, 25, 121, 197 Utalis, 128137, 138142, 159, 164, 169, 203, Inglaterra, 86, 109, 117-118, 129, 170 Jansen, Comelius, 171 n., 74 jansenistas, 35 ‘José, padre (Frangois Le Clere du Teemble), 24, 33, 192, 144, 153, juntas, 71, 92, 95, 98, 175-176; de tedlogos, 130, 133, 168 Kretschmer, Ernst, 25, 26 Laffemas, Isaac de, 178-179 La Matiée, batalla de, 192 Languedoc, 13, 142, 158, 168 La Ponte, familia, 20, 24, 72 La Poste, Swanne (madre de Riche. lieu), 20, 33 ‘La Roca, conde de, véase Vera y Fi. ‘goeroa Ls Rochefoucauld, duque de, 73 La Rochela, 104, 121-122, 125, 128. 129, 132, 203, La Velette, Bernard de Nogaret, du- ‘que de, 154 1a, Vale, carded Louis Nogmet 2 175 La Viewwille, Charles, marqués de, 32.53, 69, 103 Le Bret, Cardin, 166, 180 Leganés, Diego Mexia, marqués de, 24, 74, 75, 153 Tenma, Francisco Gémez de Sando- val y Rojas, duque de, 49, 51, 54 35, 56, 85, 93; faccién, 72, 85, 123.125 Dsesmajestl, 114, 146, 175, 179 Limours, castillo, 31 Lipsio, Justo, 39-40, 44 Loeches, 31 Lopez, Alphonse, 155, 190 Lépex’ Pereira, Manuel, 96 Lorena, 146, 159, 161, 166 ‘ais IIL, rey de Francia, 24, 48, 56, 59, 89, 108; retratos, 48, 136, 220; carkcter, 49, 34, 58:59, 63-65, 72 INDICE ALPABErICO 245 81, 193; rey quersero, 64, 83, 122, 130, 139-142, 157, 196; enferme- dad de 1627, 121122; de 1630, 321, 144; relaciones con Riche. ies hee Ril, reales Lugon, digcesis, 22, 35, 42 Lune, ‘Alvaro de, 49 Laynes, Charles d’Albert, dugue de, 49°51, 82, 102 ‘Maquiavelo, Niccolo, 40, 168, 171, 172, 192 ‘Maino, Juan Bautista, 47, 77 Malvezd, Virgilio, 44, 219 ‘Mantua, duque de (Vicente 11), 127, 132, 167; 203 ‘Mantua, véase guezra de Sucesiéa de ‘Mantua (1628-1631) ‘Manzoni, Alesandro, 9-10, 15 Maraién, Gregotio, 12, 2, 98 Marilac,” Louis, .mariscal de, 144, 145, 175, Marillac, Michel de, 70, 103, 107, 10, 113, 2225 factida de, 72, 103, 116, 131, 140-146, 156 ‘Mazatino, cardenal (Giatio Macatini), 69, 113, 153, 200, 210, 221 Médicis, Maria de, reina madre de Francia, 48, 59; y Richelieu, 25, 21, 33, 3052, 91, 196; faccién de, 50, 85, 116, 131 ‘Medinaceli, Juan Luis de I Cerds, dugue de, 190 Medina Sidonia, Gaspar de Guzmén, duque de, 19, 75, 191-192 Melo, Francisco’ de, 37 Mercure Frangais, Le, 106, 162 nillones, 94, 97, 108, 184 Mira de’ Amescua, Antonio, 49 ‘Médena, Francesco d'Este, duque de, 28 monasteries, 101, 110 Moncada, Sancho de, 218 ‘moneda: espafiola, 124, 127-128, 136, 189, 201; francesa, 189 Montaigne, Michel do, 39 ‘Monterrey, Manuel de Acevedo y ‘Zisiga, 74, 16 ‘Montesclaros, Juan de Mendoca y Manrique, marqués de, 104 Montferrato, 128, 137, 204 ‘Monti, cardenal Cesare, 79 montes de piedad, 95, 197 MonumoseacyBoutvile, Franais de, 1 Monzéa, paz de, 105, 118, 131 Morgues, Mathieu de, 10, 27, 30, 77, 192, 222 sacionalided, 100, 172 Navarre, Francis, 61 necesidad, doctrina de la, 162, 167, 180-181, 187, 195; véase también raison d'état neoestoicismo, 39-41, 78, 150 Nevers, Charles I de Gonzague, du que de, 128, 135, 139, 204 nobleza: en Espaiia, 19.20, 7677, 93, 95, 175-176; opuesta a Olivares, 422.125, 135137, 155, 191-192; en Franca, 20, 76, 85, 109-110, 176 178; disidentes, 87, 120, 125, 143, 146147, 191, 212 Néxdlingen, batalla de, 151, 153, 161 Normandia, 183-185 Nocable,aambles de, 107115, 120, y Novoa, Matias de, 123 NuwPieds semelis de (1639), 184 obediencia, 73, 173, 175.176 oficios: en Espatia, 71, 91.93, 110- ‘112, 213; en Francia, 25, 71, 103, 106, 110-112, 213, Olivares, segundo conds de (padre de Olivares), 20, 21, 23, 33, 45 246 RICHELIEU ¥ OLIVARES Olivares, Gaspar de Guzméo, tercer conde’ de, y duque de San Lécar Ja Mayor: S1ogRarth, 19-26; pact miento, 20; familia, 19-22, 24, 33, 72, 75, 196-197; educacién y ju- ventud, 20-24, 33, 37, 445 ascenso ‘al poder, 24.26, 49:51, 53-56; pér- dida del poder, 199-200, 201-202; smucrie, 202; testamento, 196198; titalos y propiedades, 30, 75, 196- 197; PEnsonizmss,” 2546," 198- 199; carécter, 25, 26-29, 31-33, 42- 445 fisico y salud, 25, 27.29, 198 rettatos, 9-10, 47, figs. 1, 2, 3: modo de vida, ies 1975, aspiraciones y activi milita- es, 3132, 200; artista. proveyi dos, 30, 47; biblioteca y coleccién {e libres, 30, 3637, 1975 estilo Ie tezaio y retérco, 43.46, 154; reli- sida y Glosoia, 33-40, 197-158, 206208; conO COmERNINTE, 134. 138, 1és471, 182184, 202205, 210-212, 215.219; ideologia polf- tica, 37-42, 61-64, 204, 205, véase también reson état; relaciones con el rey, 47-49, 51, 53-56, 78 80, 126127, 135.140, 1475 instruc cién del monarca, 56-60, 63-66; ‘concepeién de Ia. monargula, 39. 60, 66-68, 99-100, 106-207; pri- set minisiro, 67-70, 78; métodos de gobierno, 62-72 =f dependencias politicas, 72-76, 210; imagen y propepanda, 47, 78, 148, 219-220; disciplina y represién, 40- 41, 92, 148, 174-176, 178-179, 180- 4181; necesidades de la politic in- terior, 91-101, M0414, 1184119, 124-137, 182187; programa de re forma, 88-101, 110-114, 126-127, 176, 182-184, 211-212; politica ex- texios, 17:19, 125, 127431, 135. 137, 160, 168471; confi con Franca, 195-162, 170-172, 188; es peranaas de paz, 171-172, 220-221, base también ‘reputacidn; minis. tro de la guerra, 173-175, 186-187, 188-190, 221.223; oposici6n, 79.80, 96, 122-126, 135-139, 189-191, 198. 202; papeles de estado y spologia, 43, 43, 58, 106-107; Gran Memo. rial (1624), 58, 63, 88, 92, 99, 106; ‘Nicandro, ‘i, 168, 202, 207, 210; ¥y RICHELIEU: actitud hacia, 15.16, 151-155, 168, 200, 201-203; Riche. lieu, comparsciones con, 9-46, 89- 94, 100-102, 156, 201-208; ‘ori. NIONES DE" SUS CONTEMPORANEOS: favorables, 16, 27-28, 199, 201, 202.203, 208; desfavorables, 29, 42, 154, 156, 184, 197s neRUTAcrON HEIBTOICA, 9.16, 14, 219 opinidn piblice: en Expat, 625, 88, 107, 148, 219-229; en Europa, 149, 171-172; en Francia, 6264, 8889, 106, 143, 148, 219.221; ase’ también panfletos y mani- estos; propaganda Paises Bajos, 215; guerta contra Es- alia, 86, 116119, 136138, 150, 486; alianza con Franca, 118, 167; jemplo holandés, 95, 98, 103 Palais du Catdinel, 31, 39, 164, 196, 219; Galerie des Hommes” Iltas tres, 4749, 77 ppanfetos y manifiestos: en. Expat, 7678, 135-137, 148, 170172, 190° 191, 201-202; ‘en Francia, 7678, 102, 145.147, 148, 170472 patlarsentos: de Pavis, 43, 63.64, 4103, 164, 176, 196; provincial, 6 64, OL 1a, 08 papado, 101, '134, 149, 163; vgase también Urbano VIE Patin, Guy, 37 ays @états, 4, 113, 187, 212 ays d@tections, 84 133, 187 paz, negociaciones de, 151, 163, 171- fxprce ALRABrICO 247 172, 193195, 169; epax con ho- Péter Antes ‘Antonio, 41 Philipsburg, 165 Pinto, frieze de, 141, 99, 165, Plessis, oéase Du Plessis Plavinel, Antoine, 21 Poitou, 19, 22, 24 PontedeCé, betala de, 50, £4 poblecign, 87, 95, 182°183, 197, 209 Porsal, 87, 94, 183, 187, 189-191, elmer ministro, 67-70 ropagands, 103, 133, 148, 164, 171- 1725 vbase también imagens, pan- Aetos y manificstos; opinién abl 5 teatro prudencia, 3839, 60, 148-150, 185, 219; obese también rexén Prpslcals, marqués de, véae Beth Pirineos, tratado de los, 69, 130 Quevedo, Franciseo de, 77, 148, 191 raison dat, 62, 162, 167-71, 179. 181, 195, 217; ae tambifn ne- cesided Ratisbona, tratado de, 144, 145, 171 Rally, Isac de, 24 rant, '3839, 45, 3940, 68, 217; ere también” prodencias ‘raison deat reforms, 88415, 181-184, 211.214, base’ también guerra suntuatia, 9.92, 106 Reformaciin, Articulos de (1632), 91, 106, 110 Renaudot, Théophraste, 24, 143 reputaci6n, 37, 104, 114415, 134, 140-142, 163, 220 Richelle,’ Armand.Jean Du Pesis, cardenal de: moonarta, 19-26; na- miento, 19; familia, 1522, 2728, 33, 7671, 196; educacién y juve. tad, 21-25, 33, 37; formacién ecle- slfstica, 21.25, 3435, 51, 7677, 201; soemto al poder, 24.25, 49: ; muerte, 197-200; eetameato, 196197; ttulos y propiedades, 30: 32, 7677, 1964197; wERsoNALtoAD, 2546; catécter, 2630, 3133, 43; fico y salud, 25, 2628, 29, 144, 1965 etsatos, 48, 78, 154,” 220, figs, 2 4, 6; modo de vida,”3031, 66; asplraciones y actividades mi. Titares, 31:32, 121-122, 129, 140. 1éls protector de are, 3031, 47- 9 colecciba de Ubtos, 30, 37, 39, 196; literatura religiéa esl, 3440, 197, "206208; Como conEawaxre, 161-171, 203- 208, 212218, 221.222; ideologia politica, 37-42, 61-64, 8081, 203, 205; dase también raison aa RELACIONES CoN EL MEY, 47-49, 3055, 116, 131-133, 144.147, 195. 196; educacién monérquice, 57-60, 667, 165164, 206207; primer ministso, 67-70, "77-78; ‘mérodos de gobiemo, 6274; inffuencias y dependencit pole, 7274, 122 , 145, 210; imagen y propagan- da, 4749, 7778, 103, 32, HO, 218221; teatro, 164; disciplina y represiGn, 41, 114, 148, 174183, 185.187, '221:222, véase también necesidad; politica incerior, 87.92, 106114, “120, 183-186, 211.213; programa de reformas, 68.92, 101. 1g, 130, 176178, 182-183;" pole fica! exterior, 117-119, 129-133, 144, 155156, 161171, 203, y com Sictos ‘con Espafa, 155-162, 159. 160, 170-172, 188, y espetanaas de paz, 171-172, 251, véase tam. 248, RICHELIEU ¥ OLIVARES bien reputscién; ministro de la guerra, 173.175, 186, 188-190, 221- 2225 oposiciéa, 71-73, 79-0, 120, 125, 130-131, 159-147; conspicacio- nes, 78, 120, 192-195; papeles de cesudo y apologia, 13, 5758, 106, 140-141, 142, 163; Avis awe rot (1620), 59, 153, 164165; Memo- tas, 13, 68, 136; Testament Poli ique, 13, 38, 182; ¥ Ouivares: sctinad hacia, 11, 16, 138-139, 151 156, comparsciones con, 9-46, 89- ‘91, 100102, 156, 201-208; ormno- [NBS DE SUS CONTENPORANEOS: fa- vorsbles, 128, 148-150, 203, des- favorables, 10, 26, 27-28, 29, 76 78; mzpoTAGiON Husrémtca, 9.16, 244, 219.221 Richelieu, ciudad y castillo, 31, 220 Rohan, Henry, daque de, 162, 168 Roel, castillo de, 31, 39 Sacro Impesio Romano, 8383, 117, 128, 144, 161; ofase también Ae. smada Imperial; Femando 11 Salamanca, universidad de, 21, 23, 45, 197 Salazar, Hemando de, 168 Salén de Reinos, vfaie Buen Retiro Sen Licar la Mayor, dague de, 76 Saboya, 142 Saboya, Carlos Manuel, duque de, 130, 153 Sajoniz-Weimar, Bernardo de, 210 Scarron, Paul, 181 Schomberg, Hensi de, 107 Séguier, canciller Pietre, 185 Séaece, 42; v€ase también neoestot ‘sno Servien, Abel, 173 Sessa, Luis Fernindes de Cérdcba, duque de, 146 Sevilla, 23, 40, 95, 109; y Olivares, 23.24, 30, 40 51, 76 Sithon Jean de 148, 203 Sisi, Vittorio, 14 Soubise, Benjamin de Rohan, duque de, 104 Stella, Jacques, 220 Sablet de Noyers, Frangois de, 72, 173, 210 Succia, 154, 157, 161, 166, 203 Técito, 37-49, 219, taille, 95, 108, 184 Tallemant des Réaux, Gédéon, 43, 58 Tard-Avisés, revoluciéa de’ (1636- 1637), 181 Teresa de Avila, 197 teatro: en Expaiia, 77, 78, 925 en Francia, 164, 177178 ‘Tregua de los’ Doce Afos, 82, 86, 150, 221-222 ‘Thou,’ Francois Auguste, 194 Toledo, Fedtique de, 175 ‘Uceda, Cristébal de Sandoval Rojet 1 de Ia Cerda, duque de, 48, 54 Unién de Armas, 99, 109, 119, 187, 212 Urbano VIII, papa, 151; ofase tare ién papado Valdary, Guillaume, 10:12 Valtelina, La, 52, 82, 14, 107, 159, 1166, 206; véase tembién Grisones Velizquez y Silva, Diego de, 10, 24, a7 vellén, véase moneda ‘Vera y Figueroa, Juin de, conde de La Roca, 40, 148 Villanueva, Jerdaimo de, 73, 210 Vincaya, 184185 inpice aLrABérico 249 Voiture, Vincent, 15 Vouet, Simon, 48 Wallenstein, Albrecht von, 36m, 47, 128, 135 ‘Ximénes (Jiménez de Cisneros), denal, 132 “ Ziitiga, Baltasar de, 40, 51, 55, 93, 96; y politica exterior, 86, 91 [NDICE Agradecimientos Introduccién 6. Estadistas y_rivales Sefiores y criados Restauracién y reforma Mantua y sus consecuencias Guerra y razén de estado. Fracaso y éxito ayayyr Abreviaturas Bibliograffa. |. Indice de léminas Lndice alfabético 19 82 116 151 188 227 239 241 BIBLIOTECA DE BOLSILLO, ‘Titulos publicados hasta el momento 1, Histosia de Esparta, Pierre Vilar, 2. La biisqueda de la lengua perfecta, Umberto Eco, 3. Psicoanalisis de les cuentos de hadas, Bruno Bettelhcim. 4. La Repiiblica espaiolay ta guerra civil, Gabriel Jackson. $. La vida maravillosa, Stephen Jay Gould. 6. Historia: andisis del pasado y proyecto social, Josep Fontana. 7. sQuiénes somos?, LuigicLuca Cavalli Sforza 8. La psicologia de la inteligencia, Jean Piaget. 9. EL Renacimiento, Pecet Burke, 10: Bl cersbro de Broca, Carl Sagan, i, Paradojas dt individualismo, Victoria Camps. 12, La bistoria como arma, Manuel Moreno Praginals. 13, Tratado de la tolerancia, Voltaire. 14, Nuestros origenes, Richard Leakey y Roger Lewin. 15. Los espaiistes en guerra, Manuel Acafa. 16, Las lees del caos, Iya Prigogine. 17. La quima libertad, Noam Chomsky. 18. Erica, Adolfo Séncher Vazquez, 19. La guerra civil espafiola, Pierre Vilar, 20. México insurgente, John Reed 21. La criminalidad de los gobernantes, L. M. Diex-Picazo. 22. La evolncisn pricoldgica del niio, Henri Wallon. 23. Introducci6n al «Quijote», E. C. Riley. 24. Las revoluciones europeas, 1492-1992, Chacles Tilly. 25, La tortura judicial en Espaia, F. Toms y Valiente. 26. No hay padres perfectos, Bruno Bettelheim. 27. El desarrolto de los procesos psicoldgicos superiores, L. S. Vygotski. 28. Politica para una izquierda racional, Eric Hobsbawm. 29, La Grecia antigua, M, I. Finley, 30, Introduccidn ala medicina, J, M. Lopez Piero y M. L. Terrada (inédito). 31, Erasmo ye! erasmisino, Marcel Bacallon [atevioTeca DE BOLSILLO 32. Espaita bajo el franquismo, Josep Fontana, ed, 33. La revolucién del ato mil, Gay Bois. 34. Anarquismo y sindicalismo en: Esparia (1864-1881), Josep Termes. 35. Vida de Galdés, Pedeo Ortiz-Armengol (inédito). 36. El nacimiento de lainteligencia en el nifio, Jean Piaget. 37, Los eétaros, Paul Labal. 38. El Imperio romano, Pierre Grimal (inédito). 39. Genes, pueblos y lenguas, Luigi Luca Cavalli-Sforza 40, Los grandes procesos dela historia, Alexander Demands. 41, Introduccién a la Revolucin francesa, Michel Vovele. 42, Poesia erdtica del Siglo de Oro, P. Alziew, R. Jammes, Y- Lissorgues. 43, Historia de las cvilizaciones antiguas, 1, Arthur Cotterell, ed. 44, Historia de las civlizaciones antiguas, 2, Arthue Cotterell, ed. 48. Los guardianes de la libertad, Noam Chomsky y Edward S, Herman, 46, El animal cultural, Carlos Paris 47. Europa ante el espeja, Josep Fontana. 48. Estudios de linglistca, Fernando Lazaro Carreter. 49. EI nacimiento del fascismo, Angelo Tasca. 50. En busca de SUSY. Supersimetria, cuerdas y la teoria de todo, John Gribbin (inédito). Si. El surco del tiempo, Emilio Lled6. 52. Las ensefianzas secretas de Jess, Marvin W. Meyer. 53. Naciones y nacionalismo desde 1780, Bric Hobshavm, 54, Breve introducci6n a la teorialiteraria, Jonathan Caller (inci). 55. El feudalismo bispinico, Luis G. de Valdeavellano, 56. Historia econdmica de la poblacién mundial, Caclo M, Cipolla. 57. Introduecién a la economia, Joha K. Galbraith 58, Teoria critica de la literatura, Costanzo Di Girolamo. 59, La idea de Edad Media, Giuseppe Sergi (inédito). 60. El beneficio es lo que cuenta. Neoliberalismo y order global, Noam Chomsky. 61. Tras la virtud, Alasdaie Mactntyce, 62. Autopista, Jaume Perich . 63. El miedo a ta democracia, Noam Chomsky. BIBLIOTECA DE BOLSILLO 64, Historia de lancompetencia militar, Geotfrey Regan. 65. El error de Descartes, Antonio R. Damasio. 66. Historia de una tragedia. La expulsién de los judios de Espa, Joseph Péteo. 67. La aparicién del hombre, Joseph H, Reichholf. 68. Psicologia y pedagogia, Jean Piaget, 69. El despertar de Europa, 950-1250, Jean-Pierce Poly, André Vauchez y Robert Foster. 70. Historia de Salange Espaiola, Sheelagh Ellwood. 71, La Espata del Siglo de Oro, Bartolomé Bennassar. 72, Allegro ma non troppo, Catlo M. Cipolla. 73. Aprender a ler, Bruno Betelheim y Karen Zelan. 74. En busca de los neandertales, Chtistopher Stringer y Clive Gamble, 75. Richeliew y Olivares, Joha H. Elliot, 76. Lecciones de ética, Immanuel Kant. ik

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