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1.- Introducción
2.- Concepto de Injuria
3.- La Injuria y su recepción en La Ley de las XII Tablas y en el Derecho
Pretorio
4.- Las distintas clases de Injurias en el Derecho Romano
5.- La Injuria en el Derecho Romano y recepción en el Código Penal
Argentino
6.- Bien Jurídico Protegido
7.- Título Delictivo Propio.
8.- Honor Subjetivo y Objetivo.
8.A.- Concepción Jurídico-Penal Del Honor.
9.- Sujetos
9.A.- El Sujeto Pasivo
9.B.- Individuos Sin Honor.
9.C.- Los Menores
9.D.- Las Personas Faltas de Razón
9.E.- Los Muertos
9.F.- Pluralidad de Sujetos Pasivos
12.- Conclusión
1.- INTRODUCCION
Todas las legislaciones han protegido el honor de las personas entendida como el conjunto de
cualidades físicas, morales y sociales que aparecen como valiosas para la sociedad, tratando de
salvaguardarlo e imponiendo penas si fuere necesario. Es por ello que si bien se ha tratado de proteger
el honor también ha existido casos en que ese honor era lesionado sin derecho ocasionando lo que se
conoce con el nombre de injuria, de allí que podamos decir que etimológicamente el término injuria se
compone del vocablo iure precedido del prefijo in, es decir todo acto non iure o sea contrario a derecho.-
El delito de injuria es uno de los más antiguos del Derecho Romano apareciendo en un sentido
amplio y el cual se ha propagado como así también se ha modificado por las distintas legislaciones con el
pasar del tiempo hasta llegar a la actualidad en donde se nos presenta como un delito tipificado
penalmente en nuestro Código Penal en el artículo 110.-
La injuria es definida D.47.10.1 "El nombre de injuria viene de que se hace injustamente, pues
todo lo que se hace injustamente se dice que se hace con injuria".
Se habla de "Agravio, ultraje de obra o de palabra. Hecho o dicho contra razón y justicia. Daño o
incomodidad que causa una cosa. La primera acepción afecta al Derecho Penal, con repercusiones
indemnizatorias de orden civil. La tercera acepción se relaciona con el derecho laboral. Ante esta triple
manifestación de la injuria, de aspectos muy varios, se aborda por separado, en las voces siguientes, en
las tres ramas jurídicas expresadas". (Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales- Manuel
Ossorio)
El delito de injuria fue contemplado en la Ley de las XII Tablas la que sólo considero como tal
los actos que significaran una lesión física o corporal o cualquier otro hecho que implicara un ultraje ,
esta noción se fue ampliando comprendiendo no solo los ataques físicos sino las difamaciones verbales o
escritas ,violación del domicilio, lesión a la personalidad y el impedimento de uso de una cosa pública, ya
sea que hubiese obrado el agente con intención dolosa o con imprudencia .La Ley decenviral castigaba
la separación de un miembro o la instilación de un órgano con pena del Talión, esto es una venganza igual
La injuria en el Código Penal Argentino se encuentra legislado en el art. 110, que textualmente
expresa" El que deshonrare o desacreditare a otro será reprimido con multa de pesos mil quinientos a
pesos novecientos mil o prisión de un mes a un año. "De la norma transcripta la acción consiste en
deshonrar o desacreditar a otro.” La injuria en el derecho Argentino constituye el género de los delitos
contra el honor quedando comprendidas en el tipo de injurias la contumelia y la difamación del Derecho
Romano.
El bien jurídico protegido que el espíritu de la ley ha tenido en miras para resguardar es el honor
y crédito. Según Carmignani la define como "La propia personalidad entendida como la suma de
cualidades físicas, sociales, jurídicas, morales y profesionales valiosas para la comunidad atribuibles a las
personas". Cuando es la propia persona la que se atribuye esas cualidades se habla de honor subjetivo u
honra de la persona, cuando los que le asignan esas cualidades a una determinada persona son terceros se
habla de honor objetivo o crédito de la persona.
El Código Penal argentino, a continuación de los delitos contra las personas, en el Tít. II del
Libro II, constituido por diez artículos, contempla en los primeros nueve los delitos contra el honor. El
último artículo (117 bis) que integra el título, tipifica, en sus cuatro incisos, la protección de datos
personales. Veremos, al tratar sobre éstos, que su inclusión en este lugar es poco feliz (infra, º 95 bis).
Desde que se presta la debida atención al estudio de los delitos que aquí nos ocupan, se ha hecho
notar lo impreciso del concepto del honor y se tiende a delimitarlo como bien jurídico protegido por la ley
penal. En esta tarea se señala la existencia de un honor subjetivo y un honor objetivo o, como lo llama
Florian, honor interno y honor externo (Ingiuria e diffamazione. Sistema dei delitti contro l’onore
secondo il Codice penale italiano, Milano, 1939, p. 26).
El honor subjetivo es el valor en que cada cual tiene su propia personalidad. Es perfectamente
conocida la amplitud de márgenes dentro de los cuales puede situarse la escala de valores formada por los
distintos modos de sentir la propia dignidad, pudiendo decirse que en ambos extremos están: quienes ante
la ofensa sienten herida su dignidad en sí misma, como bien exclusivamente personal y con absoluta
independencia de toda apreciación especulativa y social, y quienes prácticamente carecen del sentimiento
del honor (Ramos, Los delitos contra el honor, 2ª ed. act. por Aguirre Obarrio, Buenos Aires, 1958, p.
13).
Esta misma disparidad de modos de ver se aprecia, también, en la significación jurídica que la
doctrina fija al honor subjetivo. Así, mientras para algunos autores el honor jurídicamente no es otra cosa
que la situación social de que goza una persona, para otros la valorización subjetiva del honor es la razón
de ser de estos delitos (Carrara, Programa, cit., º 1704). En cambio, algunos autores, como Battaglini,
niegan todo significado al honor subjetivo como objeto de la tutela penal.
9.- SUJETOS
Para el código Penal ha quedado atrás las épocas antiguas en las que el ordenamiento no les
atribuía derechos a las personas injuriadas, es así que en el derecho romano los esclavos eran personas
que no tenían honor por lo tanto se los podía injuriar y calumniar sin que ellos tuvieran lugar a
defenderse ya que el honor injuriado era el del amo.
D.47.10.18.1 “Si un esclavo hubiere hecho injuria a otro esclavo, se ha de ejercitar la acción lo
mismo que si se la hubiese hecho al dueño.”
Tampoco podía la mujer reclamar cuando se injuriaba al marido.
D.47.10.2. “Pero si la injuria se le hubiera hecho al marido, la mujer no ejercita la acción, porque
es equitativo que las mujeres sean defendidas por los maridos, no los maridos por la mujer.”
A diferencia de lo que ocurría en el Derecho Romano, nuestro derecho no admite, en razón de
delincuencia, deshonestidad u otra causa la existencia de individuos carentes de un honor reconocible y
defendible jurídicamente (los esclavos art. 15 de la C.N) o despojados de su honor por infamia y que
actualmente no tiene el mismo significado. La Infamia por traición en nuestro código penal no lo despoja
al reo de su personalidad ni lo pone a este al margen de la protección penal, pues es inherente al acto de
traición sin otra trascendencia jurídica.
En los delitos contra el honor ofrece, en cambio, aspectos dudosos, o al menos opinables, que
han dado lugar a debates, algunos de ellos ya seculares, y que son consecuencia, las más de las veces, de
la peculiar naturaleza del bien tutelado, que, además, admite la posibilidad de no ser considerado como
exclusivo del que es sujeto pasivo u objeto del delito. Estos problemas han llevado a analizar la
posibilidad de que puedan ser titulares del bien que consideramos los individuos sin honor, los menores,
los alienados, los muertos y las personas colectivas.
¿Puede decirse hoy que haya individuos sin honor? Para el derecho y para el pensamiento de los
países civilizados, la respuesta negativa es la exacta. Podría pensarse que cuando se habla de una ofensa
al honor se presupone la existencia de tal bien en el sujeto pasivo, del mismo modo que no se puede matar
a un muerto. Pero este razonamiento, aparentemente lógico, sólo se concilia con una concepción del
honor real, hoy desplazada, según se señaló en el punto anterior. Lo mismo puede decirse de la valoración
moral del honor, tan difundida en otros tiempos y que hoy aparece excepcionalmente sostenida por algún
autor, como Maggiore, para quien "honor" es la estima de vida a un hombre por sus prendas morales
(Derecho penal, Bogotá, 1955, vol. IV, p. 390. Un criterio del honor real puede verse en Florian, Ingiuria
e diffamazione, etc., Milano, Napoli, 1939, ps. 33 y ss.). Las antiguas tachas de infamia o deshonra han
desaparecido, por fortuna, de las legislaciones de los pueblos civilizados con los alcances que antes se les
dio, y chocan hoy con las declaraciones de principios de los derechos del hombre, tanto nacionales como
internacionales, para los que el honor es parte inalienable de la personalidad humana. Ni siquiera las leyes
penales hacen de la privación total del honor un aspecto de la pena, ni aun en las llamadas infamantes,
En el caso de los menores se pregunta si los mismos pueden ser sujetos pasivos de los delitos
contra el honor, sosteniéndose para fundar la tesis negativa que el menor no ha tenido tiempo aún de
formarse una reputación, o no posee la madurez de juicio necesaria para tener conciencia del sentimiento
del honor. En seguida se echa de ver que esta reflexión, sin dejar de ser cierta, se apoya en los criterios
del honor real y el honor subjetivo. Vistas las cosas a la luz del criterio social-objetivo que hemos fijado
como prevalente, el niño debe también ser objeto de la tutela penal. Al pronunciarse sobre este punto, la
mayoría de la doctrina nacional acepta la posibilidad de la comisión del delito de injuria en la persona de
un menor (Ramos, Los delitos contra el honor, p. 65; Soler, Derecho penal argentino, cit., t. III, º 91, IX,
a]; Núñez, Derecho penal argentino, cit., t. IV, p. 24). Los autores extranjeros suelen condicionar la
posible lesión al honor de los menores a que éstos hayan alcanzado cierto grado de honorabilidad o de
capacidad (así, Manzini, Trattato, cit., vol. VIII, nro. 3002, a], p. 336; E. Kern, Die Beleidigung, cit., p.
339; Liszt - Schmidt, Lehrbuch, º 95, II, 2).
Reconociendo como principio que la tutela penal de los menores no debe retacearse, un
pronunciamiento absoluto no resulta acorde con la realidad. No es sencillo fijar, con validez general, el
límite mínimo de edad en que comienza la protección legal, punto éste sobre el cual no se pronuncian
concretamente buena parte de nuestros autores. Pesa aquí sin duda, la idea de que el menor es un hombre
o una mujer en potencia y son de medir las consecuencias futuras que el agravio puede llevar consigo,
aunque no es dudoso que el delito se comete en el momento de proferirse la injuria o la calumnia. Los
ejemplos válidos que se dan se refieren a menores cuya edad está próxima a la fijada para la capacidad de
imputación (véase Soler, Derecho penal argentino, cit., t. III, º 91, IX, a). Pero desborda los límites del
buen sentido prescindir, en la realidad de las cosas, de la apreciación de las circunstancias -
prepoderantemente la edad- en una medida mucho mayor que la que se hace para valorar la ofensa a un
adulto. Decir de un menor de dos años de edad que es un delincuente o de una niña de la misma edad que
está corrompida, no parece que admita la posibilidad de consecuencias futuras, por la sencilla razón de
que lo dicho no es presumible ni siquiera en abstracto. Así, pues, la posibilidad de lesión es cosa que debe
ser analizada en cada caso concreto, valorando la naturaleza de la ofensa en relación con todas las
circunstancias y, especialmente, con la edad del menor.
Análoga cuestión a la que terminamos de analizar para los menores, se plantea con respecto a las
personas faltas de razón. Se dice que el incapaz no está en condiciones de apreciar la ofensa. Pero a poco
que se repare en el criterio que inspira la protección legal del honor, que ha quedado señalado, se
El problema que vincula a los muertos con las acciones lesivas del honor, es ya secular. Nos
adelantamos a señalar que el muerto no puede ser sujeto pasivo de los delitos contra el honor. Se ha dicho
que el muerto no tiene ya honor (Binding, Lehrbuch, cit., t. I, º 32, I, 4, b); que ha perdido su personalidad
(Manzini, Trattato, cit., t. VIII, nro. 3002, VI); que no es ya persona de derecho (Liszt - Schmidt,
Lehrbuch, cit., º 95, II, 2). La imposibilidad de que el muerto sea sujeto pasivo de un delito contra el
honor resulta señalada del modo más preciso a través del criterio de Carrara de la titularidad del bien: los
muertos no son titulares de bienes jurídicos. La tesis negativa es la dominante en la doctrina nacional y
extranjera, aunque no falte alguna voz en contra, como la de Welzel, para quien los muertos también
tienen un honor (Das deutsche Strafrecht, 1965, º 42, I, 1, b], ß]; cfr. Maurach, Deutsches Strafrecht, 2ª
ed., º 17, II, A, 3).
En algunos Códigos, como el italiano (art. 597) y el alemán (º 189), es punible la ofensa a la
memoria de un difunto, a través de una figura especial. En tales casos la opinión dominante señala como
víctima a la familia (Jiménez de Asúa, Tratado, cit., t. III, 2ª ed., nro. 980 c]). Tampoco aquí resulta
tutelado por la ley penal el honor de los difuntos, sino su memoria, en cuanto bien que pertenece a cierto
grupo de parientes. Refiriéndose al art. 597, último apartado, CPen. italiano, dice Manzini que con la
incriminación de la ofensa a la memoria de un difunto la ley ha rendido homenaje a lo que la mayor parte
de los hombres piensan y creen; ha querido asegurar a los que viven que la muerte no autoriza a que sean
denigrados los muertos; ha reconocido a los parientes próximos, al adoptante y al adoptado el interés de
defender la memoria de sus personas queridas (Trattato, cit., t. VIII, nro. 3002, VI, p. 338). Reflexiones
de este tipo deben ser las que han decidido al autor del Proyecto de 1960 (Soler), a introducir, bajo el
título "Ofensa a la memoria de un difunto", el siguiente artículo: "el que ofendiere la memoria de una
persona muerta con expresiones difamatorias o calumniosas, será reprimido con prisión hasta seis meses
o multa hasta cien días. El ejercicio de la acción de acusar por este hecho compete a la esposa, hijos,
padres, nietos y hermanos del muerto" (art. 148). El Proyecto de 1941 (Peco) declara que la ofensa contra
Es posible que un hecho constitutivo de delito contra el honor lesione el bien jurídico del que son
titulares varias personas. En tal caso, no parece dudoso que hay tantos delitos como víctimas, en razón de
que el honor sólo puede ser concebido como un bien estrictamente personal. Y tratándose de delitos de
acción privada, cada una de las personas ofendidas puede interponer, por sí misma, la querella
correspondiente (conf., C. Crim. Cap. Fed., sala 4ª, JA 1993-IV-89; en contra, sala 5ª, causa 22.776, del
29/8/1988).
Es un delito formal en cuanto basta la imputación dirigida hacia la persona para que el delito
este consumado, no importa que efectivamente se cause un daño al crédito u honor de una persona sino
basta que se haga tal imputación, que se consuma en la realización de la conducta deshonrante, aunque
el ofendido no se haya sentido deshonrado y una vez que la atribución a llegado al conocimiento del
ofendido o de terceros. Se requiere que la ofensa llegue a conocimiento de terceros y su destinatario. Al
ser un delito formal, que no requiere que el hecho dañe efectivamente la honra o el crédito ajeno.
10.B.- CULPABILIDAD
Basta el dolo común ya sea directo, indirecto o eventual. Con relación al elemento subjetivo de
este delito mucho se ha teorizado respecto del animus que debe tener el autor de la injuria para que
constituya delito y así se ha excluido ciertos animus del ámbito injurioso como el animus iocandi,
consulendi y proliyendi. En realidad el dolo que exige la injuria es el propósito del autor de lesionar la
honra o el crédito de la persona. El animus injuriandi no se concibe como elemento del subjetivo del
tipo o dolo específico solamente es necesario el animus compatible con el dolo común.
En el Derecho Romano, según Ulpiano se exigía el animus injuriandi " la intención
indispensable porque sin ella no puede haber injuria"
D.47.10.15.15 Si alguno hubiese cortejado a doncellas, pero vestidas con traje de esclavas, se
considera que comete menor culpa, y mucho menor si las mujeres hubiesen estado vestidas con el traje de
meretriz, no de madres de familia; si, pues, la mujer no hubiere estado vestida con el traje de matrona, y
alguien la cortejó, ó le quitó su acompañante, está sujeto a la acción de injurias.
El artículo 1089 del Código Civil Argentino, dispone en cuánto al ilícito de nuestro tratamiento: “Si el
delito fuere de …….injuria de cualquier especie, el ofendido sólo tendrá derecho a exigir una
indemnización pecuniaria, si probase que por la calumnia ó injuria le resultó algún daño efectivo ó
cesación de ganancia apreciable en dinero, siempre que el delincuente no probare la verdad de la
imputación”.
11.A.- FUENTES
La fuente es el Artículo 3647 de Freitas, que dice textualmente, en lo que interesa a esta voz: “Si el delito
fuere de …….. injuria de cualquier especie, el ofendido sólo tendrá derecho para exigir una
indemnización pecuniaria si probare que por la injuria le resultó efectivamente algún daño ó cesación de
ganancia apreciable en dinero”.
Pueden exigir la indemnización cualesquier personas empleadas ó al servicio de otras como dependientes,
capataces y criados de servicio, los cuáles debido a la calumnia ó a la injuria, dejaren de tener acomodo”.
“El reo no será condenado si probare la verdad de la imputación”.
El autor Luis V. Varela, en sus “Concordancias y fundamentaciones del Código Civil Argentino”, Tomo
XV, en cambio atribuye al Código de Austria, el carácter de fuente, pero ésa aseveración ha sido
criticada, porque el Artículo 1130 de ése Código, sólo contiene una disposición de tipo genérico sobre la
indemnización que deben pagar los autores de delitos contra el honor.
El Artículo 1089 exige para que la indemnización sea procedente un requisito: “Que el delincuente no
probare la verdad de la imputación”.
El Código Penal, que en principio prescinde para el delito de injurias, de la verdad ó falsedad de la
imputación, admite excepcionalmente la prueba de la primera en los casos en los casos del artículo 111
del Código Penal, que deben independizarse de los casos de retractación y de injurias recíprocas y, por
ello, compensables”.
El Artículo 111 citado dice: “El acusado por injurias sólo podrá probar la verdad de la imputación en los
casos siguientes: 1°) Si la imputación hubiere tenido por objeto defender ó garantizar un interés público
actual; 2°) Si el hecho atribuido a la persona ofendida hubiere dado lugar a un proceso penal; 3°) Si el
querellante pidiera la prueba de la imputación dirigida contra él. En éstos casos, si se probare la verdad de
las imputaciones, el acusado quedará exento de pena”.
Como se percibe claramente, la posibilidad de quitarse la responsabilidad civil, es más amplia que la de
excluir la penal en éste aspecto, ya que, mientras en éste fuero, las causales de exención se hallan
limitadas a las establecidas por el Art. 111 transcripto, en lo civil, aparecen como más amplias, pues la
verdad podría probarse en todos los casos.
Para una primera doctrina y ante todo, a manera de norma fundamental, cabe destacar el Art. 19 de la
Constitución de la Nación Argentina, “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo
ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas
de la autoridad de los magistrados”.
Con ésa base el Artículo 111 del Código Penal establece las excepciones que permiten descargar la
responsabilidad en ése fuero por la conducta injuriosa.
Es por ello, precisamente que Segovia, estima que la última parte del Articulo 1089, tan amplia como
resulta, es contraria a esa norma constitucional.
Asimismo el Art. 1102 del Código Civil establece: “Después de la condenación del acusado en el juicio
criminal, no se podrá contestar en el juicio civil, la existencia del hecho principal, que constituye el delito,
ni impugnar la culpa del condenado”. Es decir, que hay un pronunciamiento del juez penal, que declare
culpable y condene por injuria a no hallarse la conducta enjuiciada dentro de los casos excepcionales
establecidos por el Artículo 111 de él, fija bases normativas para el juez civil, que establecerá la
indemnización correspondiente aunque el demandado, amparándose en la generalidad del Art.1089,
pretenda repeler la acción probando la verdad de los hechos injuriosamente imputados.
12.- CONCLUSIÓN
En nuestro Derecho Civil (arts. 1089 y 1130) configurándose pues, la injuria en los términos del
Código Penal, y respondiendo a los elementos que según doctrina general, configuran el delito civil:
transgresión normativa, dolo, daño y relación de causalidad entre el hecho y el daño, se abren
posibilidades indemnizatorias que comprenden el agravio material y moral y, en cuánto al primero, tanto
el daño emergente como el lucro cesante, con las excepciones a que se hará referencia después.
Es claro, que afirmando literalmente el Artículo 1089 que sólo procede la indemnización
pecuniaria si se acreditase daño material y, diciendo el Artículo 1083, que incluso la reparación del daño
moral, será pecuniaria, parecería que sólo procede indemnizar el agravio moral cuando hubiese también
uno material. Pero he aquí que l Art. 1089, colocándose en el caso de delitos que sólo hubiese causado
agravio moral y mencionando “las injurias ó la difamación” dice que la acción civil no pasa a los
herederos y sucesores universales, sino cuando hubiese sido entablada por el difunto”, es decir, que
autoriza la acción indemnizatoria, aún cuando sólo mediase agravio moral.
Aparecen de ese modo, normas con sentido contrario.
Se ha sostenido, que ante normas con sentido contradictorias, se produce una neutralización
que deja libre vigencia a los principios generales que antes se han expuesto. Así lo sostiene Henoch
Aguiar en su obra “Daños y Acciones”, Editorial T.E.A., donde recuerda la tesis sostenida por el
Profesor Pedro León, en su obra “El Agravio Moral”, editada en Córdoba, Argentina.
A modo de corolario, puede decirse que el agravio moral, es entonces reparable en las
injurias, produzcan ellas ó no también un perjuicio material.
Cierto es que éste último, más comúnmente se producirá como lucro cesante que como
daño emergente, pero ello no excluye, cuál es obvio, que se prevea esta posibilidad en la norma
reguladora.
Si bien a los sujetos ya nos hemos referido con anterioridad podemos decir que estos varían
en la actualidad en relación al Derecho Romano por la sola razón de que en esa época había personas
carentes de un honor reconocible por ejemplo los esclavos.
Si bien tanto en la actualidad como en el Derecho Romano existían penas para los autores
de estos hechos que en algunos casos podían ser severas y en otros resultar insuficientes para soportar el
perjuicio sufrido ya que muchas veces se lleva a que la víctima a que reviva lo ya sufrido, muchas veces
• CODIGO PENAL DE LA NACION ARGENTINA 23º Edición 1997, Editorial A-Z S.A Bs. As.-
• CODIGO CIVIL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA
• CORPUS IURIS CIVILIS
• ENCICLOPEDIA JURIDICA OMEBA , TOMO III, Editorial Driskill S.A .-
• Alvarez Correa Eduardo. CURSO DE DERECHO ROMANO. Ed. Pluma Ltda. – Bogotá, 1979
• Ghirardi Juan Carlos y Alba Crespo Juan José. MANUAL DE DERECHO ROMANO. Ed. Educor.
Argentina, 2000.
• Mommsen Teodoro. DERECHO PENAL ROMANO. Reimpresión. Edit. Tamis S.A. Bogotá, 1999
Otras Publicaciones:
• Título: Acerca de la despenalización de la injuria. Autor: Aguirre Obarrio, Eduardo. Publicado en:
LA LEY 2006-B, 728
• Título: El caso Kimel: Libertad de expresión y despenalización de la injuria. Autor: Badeni,
Gregorio. Publicado en: LA LEY 09/06/2008, 4