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Boletín nº XVI de la Escuela Práctica de Viñolismo

OMAR VIÑOLE, EGOTISMO ALTRUISTA Y DANDISMO DE PROTESTA

Por Un Filósofo Producido

“El dandy es el Quijote de la alegría, como “¿Os imagináis un dandy que le hable
Don Quijote es el dandy de la justicia” al pueblo, si no es para injuriarlo?”
Anzoátegui Baudelaire

El escritor no es ni malo ni bueno, ni sabio ni bruto. Llena su misión


¡Escribe! Está para eso. ¡Lo hace contra su voluntad!

¿Fue Viñole un escritor real? ¿Existió Viñole? Ahora bien, si existió, puede
volver a formularse la pregunta primera: ¿fue Viñole un escritor real?
“La única importancia de este libro, es hacer notar lo que diariamente
callamos los escritores”, anuncia Viñole: si la voy de escritor –le escribe en
una carta a Roberto Giusti, presidente de la Sociedad Argentina de Escrito-
res–, es únicamente para desacreditar a la literatura.
Sr. Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, Dr. Roberto Giusti.
Mi distinguido académico:
Me es grato dirigirme a usted, para devolverle las
credenciales que esa Sociedad, ha tenido la fineza de enviarme, invitándome
al primer Congreso de escritores. Hay una confusión entre ustedes y yo. Yo
no soy escritor, aunque a primera vista pareciera decirlo los treinta y cuatro
libros escritos. Muchos de carácter técnico. Otros, estrictamente panfletarios.
Cuando algunas veces me doy pisto de serlo, es únicamente para desacreditar
la literatura. Mal podría a estas segregaciones biológicas de mi llaga en los
sesos llamarle –desenfadadamente– obras de cultura. Mi labor es minarla,
infectarla, herirla de muerte, si es posible, porque creo honradamente, que
esto no es cultura, sino su sombra. Además, nunca creí, que en materia de
pensamiento y de arte los congresos debieran mezclarse. El creador, no nece-
sita la autoridad de nadie. Le basta y sobra con ser un hombre libre. Si no es
así, no se trata más que de un agrimensor rentado, del régimen capitalista.
(…) Además mi postura de irresponsable –que es una labor angustiosa– no
conviene a la cordura de sus organizadores. El desprestigio –ganado legítima-
mente– de que gozo, podría ser desnaturalizado en esa atmósfera de seriedad.
Mi oficio de picapedrero, no me da derechos a codearme con “marinos de
alta mar”. Sería una insolencia mía, imaginarme que mis libros están llama-
dos a ser eficaces en esa vereda. Si Miguel de Cervantes, no ha podido, con
su Quijote, modificar la bestia ingénita, ¿qué puedo aspirar yo, autor del
“Hombre que se depiló la ingle” y “A usted le sale sangre”?
Boletín nº XVI de la Escuela Práctica de Viñolismo

Sensato y cretino, con arrestos de criminal y apóstol, así se presenta el


sujeto que cuenta en El Plagio en el Parlamento Argentino: cinismo piadoso,
cristianismo sardónico, almafuertismo simpático-bufonesco, etcétera; Vi-
ñole, como se lee en dicho “panfleto”, parece tomar un lugar: el del hombre
que denuncia, que ha sido robado, y que se pone en el lugar de aquellos que
han sido robados, timados, pero no denuncian. Un “anarquista cristiano”
que tuvo que hacerse “conocer como imbécil”, “porque los pueblos conocen
primero a sus irresponsables antes que a los investigadores”. Y que será “ase-
sinado como un can globe-trotter”.
Yo, que he robado objetos –cucharitas, relojes despertadores, cuadros y ropa
blanca en los lenocinios; pancitos de azúcar, servilletas, cubiertos, en los res-
taurares; falsificando firmas, escamoteando libros en la Legislatura de Cór-
doba; que tengo pseudónimos, que he hecho votar cementerios íntegros con
Mariano Ceballos, que hablo de cosas que veo y cosas que no veré nunca,
que soy procesado por desfiguración del rostro ante la justicia del crimen en
la ciudad que fundara Luis Jerónimo de Cabrera, que he pasado por loco y
por genio –sin ser ninguna de las dos cosas–, que he llegado a tener sumadas
sin largueza más de siete mil amantes, que muchas veces me he hecho el sen-
sato y otras el cretino para poder vincularme con hombres de responsabili-
dad; que tengo cuenta abierta en varios Bancos y hubo momentos en que no
tenía ni para comer un bife, que tengo arrestos de criminal y otras tantas de
apóstol agustiniano, y cien títulos más que denotan la pasta de aventurero
que me caracteriza (como que mis antecesores lo fueron mucho más que yo;
Cristóbal Colón, que nos descubrió y era navegante sin haber ido al Colegio
Naval), no me hubiera atrevido, a pesar de mi fantasía alocada, encerrarme
en una pieza de cuatro por cuatro –bajo llave– a copiar un libraco, que ni
siquiera es novedoso en materia de economía.

El pueblo de Viñole si no es un pueblo que falta es un pueblo en falta.


Como cínico-cristiano muestra y a la vez delata con resignación sarcástica
cómo falla la representación umbilical-filial, la que ponen en escena los es-
critores y poetas populares, comunistas, cristianos, peronistas, la de ser la voz
de –habría que buscar acá una cita de Marechal–. Porque Viñole es el hom-
bre que conversa con la vaca. Y el que tiene la misma “altivez” que el presi-
dente Agustín P. Justo (uno de los tantos Alejandro Magno que eligió Vi-
ñole): “Yo tenía, tengo y tendré la misma altivez de S. E. Nos diferenciamos
en hábitos personales y temperamentales. S. E. conversa con los legisladores;
yo con la vaca. S. E. emplea la constitución, yo recorro todas las noches la
biblia” (“Carta privada. Al Sr. Presidente de la república General Agustín P.
Justo”). Entre mandatarios y animales, la posición del cristiano-cínico mezcla
Diógenes con San Francisco a la criolla y con ambientación pampera: no son
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los perros ni los animales del bosque los que acompañan y comulgan: com-
parece con la vaca. El animal sagrado de la tradición india –que despertara
tanto la atención de Gombrowicz cuando escribía la Argentina– es el amigo-
partenaire quínico-franciscano de Viñole; alegoría tal vez de la riqueza nacio-
nal basada en la desigualdad y pobreza populares, la vaca es el animal-haber
y el animal-miseria. A la fecha Viñole se pasearía trasladando un quintal de
soja.
Acaso hay algo como de pequeño propietario en la instalación-perfor-
mance viñoleana: su personaje no es el arriero de Yupanqui cuyas vacas son
ajenas y su sola hacienda sus penas; Viñole tiene su vaca, es “un exótico fuera
de foco al que la han otorgado la cicuta por vía gástrica”, que pasa por un
loco y un genio sin ser ninguna de las dos cosas. “Usted tiene adherida la
opinión de que el que no es una máquina de hacer digestiones –como us-
ted– es un loco”, remite a Graffigna, el parlamentario-plagiario víctima del
apóstrofe. Esta gastrología crítico-filosófica, que formaliza la rumia transi-
tando de la regurgitación a la deposición, parece menos nietzscheana que
discepoliana. El tema de Viñole será “La Vaca”, aunque su género es la re-
dacción pero desde el punto de vista, más bien, del antialumno, la crítica –
definida acá como circunstancial– de la Civilización. “El grotesco e inesté-
tico sentido de algunos libros míos, es buscado para herir el pudor de esta
cultura, no de la cultura.” Aunque “la cultura es lisamente un robo. Sólo el
creador es el que no roba”. Todo este libro es un sospechoso himno a la
propiedad de las ideas propias, pero en la posición del que mea contra el
viento. El viento es la cultura. Y la cultura un robo. Cabalgando en un Silbido
termina así:
DONDE EL AUTOR PIDE LA ESCUPIDERA. Este libro es un
plagio vil ! ! ! Todas las palabras que se usan en él, están aprobadas
hace años, por la Real Academia Española.

De la cirugía de vientre a la cicuta por vía gástrica

Ahí en la vaca parece residir la comunicación de sustancias viñolesca, la par-


ticipación, la confluencia de los dos mundos: el humano, la cultura, y la
naturaleza, el animal: el materialismo vacuno. La rumia, la digestión como
continuo, como sustrato, el tiempo como el tránsito de comer a cagar y la
sucesión como masticación digestión y excreción. Nadie, salvo Nietzsche, se
había preocupado tanto por estas cosas. Aquel achacaba las malas ideas y
errores conceptuales a la alimentación equivocada y los problemas digesti-
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vos. Viñole, que siempre aspira a montar un espectáculo popular de la de-


nuncia, se empeña en recordar permanentemente que no somos en princi-
pio más que un aparato de comer y cagar. Ahí está la vaca, sinécdoque del
hombre, sustituta del pueblo faltante. La “cicuta por la vía gástrica” parecería
que trae a un Sócrates arltiano, kafkiano, desprestigiado, humillado, cual-
quiera, masa. El concepto de anarquista cristiano tiene algo de Rousseau-
pre-contrato: “Si desde mi posición filosófica soy un anarquista cristiano, es
porque la única que me escuchó fue la naturaleza”. La operación-Viñole es “la
cirugía de vientre”. “Yo no me he propuesto decir cosas bellas, sino reales.
¡Aquí se trata de cirujía! [sic]. La cirujía [sic] de vientre, no se hace con emo-
ción, sino con capacidad quirúrgica y una lógica de la Naturaleza.” Mi pos-
tura de irresponsable –escribe– es una labor angustiosa. Un disgusto, puede
ser en la forma de cierta angustia, de esta “postura” cual es la de advertirse
en el fondo o al final jugando como una histérica, en el rol de la actriz o el
de la despechada. Que sólo se puede soportar con la ambigüedad asumida,
la ironía que se incluye en lo ironizado, el egotismo autocrítico-altruístico, la
picardía. El dandismo de protesta tiene bastante de despropósito: un dandi
que le habla al pueblo. De todos modos Cabalgando en un Silbido arrancaba
más o menos así:
Esta obra es póstuma!! El autor ha muerto en la consideración de los
periodistas y críticos de seriedad zoológica. Tuvo la conciencia de
que la mayor vejación que puede sufrir un escritor, es que un libro
suyo, agrade a la muchedumbre, como los de Martínez Zuviría!

República de la Sexta, Rosario, Argentina, 2011

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