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LACLAU ERNESTO

HEGEMONIA Y ESTRATEGIA SOCIALISTA

RESUMEN

CAPITULO IV

El discurso del movimiento socialista ha redefinido su definición, ya que el discurso del


marxismo clásico, debe ser abandonado, como causa de nuestras sociedades
globalizadas y “modernizadas”.

Además del empobrecimiento que sufrió la teoría marxista en el desarrollo del


funcionamiento del “marxismo leninista”, el cual se presenta como historia del
marxismo y atrinchera la diversidad de la visión marxista. Por lo cual como indica el
texto después de la segunda internacional, el discurso marxista fue altamente
diversificado y con el aporte del leninismo, fue estancado finalmente su proceso
creativo.

Esta teoría (marxismo clásico) plantea la homogenización progresiva de las


sociedades, aunque actualmente en nuestras sociedades “contemporáneas” podemos
ver y reconocer que son crecientemente heterogéneas.

Esta teoría clásica, y su tesis, es que, la tendencia de la sociedad capitalista es


simplificar crecientemente la estructura social, por un lado las leyes económicas del
capitalismo, iban a conducir a la desaparición de las clases medias y de otro la
desaparición del proletariado, así al final como última escena, iban a concluir en una
confrontación directa entre la burguesía y una masa proletaria homogénea y
generalizada.

Es por eso que el autor, pone en mesa una nueva forma de “deconstruir las categorías
centrales de esa teoría” releer la teoría marxista a la luz de los problemas
contemporáneos, o como lo indica el texto, nuestro “posmarxismo”, ante nuestras
sociedades actuales globalizadas y dominadas por el neoliberalismo.

La cual ha afectado directamente y metamorfoseando el sentir socialista. Por esto es


necesario plantear nuevas interrogantes acerca de cómo “la objetividad de un campo
especifico resulte posible”
El poder desplazar algunas de las condiciones del marxismo, para poder formular
nuevas posibilidades y así poder ir más allá de la teoría clásica. Tomando así la
importancia de nuestro “antagonismo” y los cambios de paradigma que produce esta
“diferencia“, siendo algunos externos al marxismo, pero que son estos los que ponen
en cuestión al mismo marxismo como sistema teórico y son estos lo que transforma
nuevas postulaciones para el análisis social.

Como exponen los autores y su tesis respecto al antagonismo, “es que los
antagonismos no son relaciones objetivas sino relaciones que revelan los límites de
toda objetividad. La sociedad se constituye en torno a sus límites, que son límites
antagónicos, y la noción de límite antagónico debe ser concebida literalmente, es
decir, que no hay “astucia de la razón” ni tampoco ninguna clase de superjuego que
someta a los antagónicos a un sistema de reglas”

Y es así que dentro del discurso político de izquierda, el antagonismo a desaparecido


en los últimas décadas, ya sea por el fracaso comunista que paso a desacreditar el
discurso socialista y que en lugar de una reformulación de la teoría o proyecto
socialista, este paso a ser el triunfo del neoliberalismo y este ocupa un puesto dentro
de la identidad de la izquierda. Como lo argumenta el texto el proyecto socialista está
hoy en crisis, con la excusa de la “modernización” se ha transformado en una política
de “centro radical” esta tercera vía que hace desaparecer el antagonismo social y que
se funda en una política donde todos son favorecidos, una política “sin fronteras”.

“Esto significa que la política ya no se estructura más en torno a la división social, y


que los problemas políticos habrían pasado a ser meramente técnicos”

Y de esta manera se estaría dando a una nueva forma de hacer política, encarando
esta “remasterizada” democracia, donde el “dialogo” entre los distintos grupos se
deben realizar para que todos puedan cumplir con sus objetivos, escuchándose los
unos a los otros.

No tiene nada de malo y como lo plantean los teóricos del texto, se acerca a la idea de
“democracia radical y plural”, pero ahí es donde los autores sostienen que el objetivo
era el establecer una nueva hegemonía, que requiere nuevas fronteras política, no de
su desaparición.

Y es ahí (nuevamente) donde la izquierda disipa las fronteras entre ella y la derecha, y
se mueve hacia el centro, abandonando su intento de transformar el presente orden
hegemónico.

Como plantea el texto, el problema no son estas “democracias liberales”, sino que
estas están fundadas en valores cristalizados de principios de libertad e igualdad para
todos y esta nueva visión de democracia conjunto al sistema neoliberal, redefine los
sistemas de poder y limita la operación de sus principios.
Y es así como la visión de muchos partidos de izquierda redefinen estos mismos (y
sus) principios, para así adoptar el modelo liberal, que concibe a esta nueva
democracia como una simple competición de intereses, siendo así como la adoptan,
como un nuevo proceso democrático. Por esto, es que no pueden percibir una nueva
posibilidad hegemónica, ni de diferenciar o captar la estructura de las relaciones en el
que el poder corre.

Y con este nuevo sentir es que el mercado trabaja y cierra toda posibilidad, de una
política redistributiva social democrática, y deja como única posibilidad a los controles
fiscales que son regidos por los gobiernos y manejados por la ortodoxia neoliberal.
Que como expone el texto, la hegemonía neoliberal conducida por la globalización, la
modernización y la revolución informática es el destino obligado para todos nosotros y
¡debemos someternos a él!

Es por eso que el pensar en una hegemonía, permite romper con esta visión de
políticas buenas o malas actuales, y explorar este mundo globalizado y así comprender
aún mejor los problemas que nos rodean, para poder configurar estas relaciones de
poder actuales, entre las corporaciones capitalistas y los estados nacionales.

“La hegemonía puede ser desafiada” y es ahí donde el discurso de la izquierda debe
comenzar a trabajar y redefinir sus estrategias para que puedan ser más creíbles,
frente a este modelo neoliberal, en vez de tratar de administrar de forma más humana
a este último.

Sin la concepción de estas nuevas fronteras políticas y el reconocimiento de esta


política radical sin un adversario, no puede haber una trasformación de fondo. O sea lo
que se quiere decir es que se necesita reconocer y aceptar el carácter antagónico
erradicadle.

Esta perspectiva empobrecida de la democracia actual, que es criticada por los autores
como:

“reduce el modelo democrático a la expresión de intereses y preferencias


manifestados a través de un voto que selecciona a los líderes que llevaran a cabo las
políticas escogidas”

Por lo tal no reconoce el modo en que las identidades políticas son constituidas y
reconstruidas a través de los debates en la esfera pública y que son necesarios para
poder formar y fomentar el “sujeto político”, esto no quiere decir que no se reconozca
la importancia de la pluralidad de voces que una sociedad democrática necesita
abarcar. Sino que no existe una reconciliación final a través de un conceso racional.
Una esfera pública dominada por la argumentación racional y sin exclusiones es
inviable.
Lo que sostienen los autores es que sin conflicto y división, una política pluralista y
democrática sería imposible. Es por eso que creer en una resolución final de los
conflictos es eventualmente posible, pone a este proyecto democrático en peligro.

Es por eso que los autores subrayan la importancia de reconocer que toda forma de
consenso es el resultado de una articulación hegemónica y que siempre existirá una
exterioridad que impedirá su realización plena.

Por eso que la izquierda debe trabajar en crear nuevos discursos, con la capacidad de
concebir alternativas al neoliberalismo y a su aceptación poco juiciosa o acrítico con la
flexibilidad de acuerdo al modelo.

“una de las tesis centrales de Hegemonía y estrategia socialista es la necesidad de


crear una cadena de equivalencias entre las varias luchas democráticas y en contra de
las diferentes formas de subordinación “

Estos diálogos deben ser articulados con los trabajadores y con los diálogos de estos,
dando la opción de poder crear así nuevos discursos hegemónicos.

Es preocupante la realidad actual y falta de identidad con el proceso democrático,


además del cinismo de las clases políticas en nuestras sociedades. Estas están
socavando la confianza de los ciudadanos en el sistema parlamentario, como pasa en
algunos países europeos, donde la visión derechista populista, está llamando a un
número considerable de seguidores.

Es por eso que la izquierda no puede abandonar la hegemonía de sus discursos, y


debería abandonar de forma radical, su postura “centrista”. El único escudo que nos
pueden ofrecer a nosotros los ciudadanos, ante la tiranía del mercado y una forma de
resistencia ante las corporaciones transnacionales que intentan imponerse con su
poder ante todo lo que este en este planeta, sea vivo o muerto.

La ofensiva Antidemocrática

Los autores plantean la siguiente problemática. Existe una cierta tendencia a la


reconfiguración del modelo democrático, tendencia que está siendo protagonizada
únicamente por teóricos del liberalismo, sin participación activa de la izquierda. Lo cual
se presenta como un problema determinante ya que lo que plantean dichas
reconfiguraciones no son más que nuevas interpretaciones que lo que pretenden es
vaciar el concepto de “Democracia” de toda sustancia y hacerlo funcional al sistema
económico imperante, para legitimar un régimen nada democrático.

El primer error entonces de la izquierda y su dogmatismo tradicional, es concentrarse


en el análisis de la superestructura y dejar de lado los problemas centrales de la
filosofía política, de este modo la Derecha se queda con las oportunidades de
construirse como hegemonía.
De este modo entonces, la izquierda debe llevar a cabo un proceso de convergencia y
construcción política a través de la radicalización de la democracia, con esto se refiere
el autor a un desarrollo horizontal de la protesta social, no institucionalizada.

Es evidente, para los autores, que existe un proyecto de reconstrucción de una


sociedad jerárquica, así que la izquierda debe constituirse en una alternativa
antagónica, que ha de consistir en unir los diferentes movimientos sociales por medio
de las cadenas de equivalencia, para que todos se ubiquen en el plano de la revolución
democrática y logren unirse contra la opresión para cambiar los sistemas de poder.

No se trata de que la izquierda niegue el ideal democrático, sino que lo profundice y


expanda con el ánimo de construir un ideal democrático radical y plural.

Existe un problema para que se pueda dar todo el proceso de consolidación de una
hegemonía de izquierda, este es un problema del plano de las ideas, que se refleja
obviamente en la realidad empírica, es el Apriorismo Esencialista, es decir, pensar que
es posible fijar el sentido de todo evento de modo a priori, se constituye como un
problema ya que limita la capacidad de acción y de análisis político de la izquierda. De
ahí se desprenden tres elementos que hay que superar, estos son: el clasismo, el
estatismo y el economicismo, es decir remitir todo análisis marxista a la
superestructura.

Otro componente nodal de este esencialismo es adoptar el elemento clásico de


“revolución” que a efectos de construir un concepto de democracia radical y plural, se
constituye como incompatible. El concepto clásico de revolución implica la institución
de un punto de concentración del poder a partir del cual la sociedad podía ser
reorganizada racionalmente; al ser incompatible Laclau y Mouffe radicalizando
conceptos gracianos redimensionan el hecho revolucionario y concluyen que no debe
existir dicha concentración del poder y que al contrario de ello se deben multiplicar los
espacios políticos y dar paso a la pluralidad de sujetos.

Para concluir esta primera aproximación a la democracia radical y plural, se dice que
todo proyecto de democracia radicalizada supone una dimensión socialista pero el
socialismo es uno de los componentes de este proyecto y no a la inversa ya que la sola
apropiación de la producción no es lo único por lo que los partidos de izquierda deben
luchar, en tanto esto no cambia radicalmente las relaciones de poder en la sociedad.
El discurso de la democracia radical ya no es más el discurso de “lo universal” por tanto
se deben retirar las concepciones de estar frente a una sociedad racional y
transparente.

Y contrario al discurso clásico del socialismo, la democracia Radical intenta mostrar


que todos los espacios pueden ser espacios de lucha (sistema educativo, poblaciones
marginales, espacio laboral, ámbito político etc.…) ya no existe una categoría social
depositaria de los privilegios epistemológicos y políticos como lo es la clase obrera en
la teoría marxista.

Existen dos elementos necesarios para constituir una verdadera “revolución


democrática”. El descentramiento y autonomía de los diversos discursos, y el
crecimiento de los antagonismos para construir una pluralidad de espacios de
contingencia.

No hay democracia radical ni plural cuando existe un sistema democrático formal, en


donde los actores sociales no tienden a una expansión continua si no que aparecen
institucionalizados; por tanto la radicalización de la democracia consiste en desarrollar
de modo horizontal la protesta social, construyendo cadenas de equivalencia que
permitan unir los diversos antagonismos y construir una propuesta alternativa,
negativa y creadora a la vez, una propuesta Hegemónica.

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