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NuestroSUR31 PDF
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Coordinador Editorial
Simón Andrés Sánchez
Consejo Editorial
Luis Felipe Pellicer
Pedro Calzadilla
Simón Andrés Sánchez
Alexander Torres Iriarte
Mireya Dávila
Jonathan Montilla
Eileen Bolívar
Karin Pestano
Alejandro López
Carlos Franco
Lorena González
Rosanna Álvarez
Corrección
César Russian
Fotografía de portada
Colección Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional
Impresión
Fundación Imprenta de la Cultura
Nuestro Sur
Año 2. Número 3. Julio-Diciembre 2011
Fundación Centro Nacional de Historia
Final Av. Panteón, Foro Libertador, edif. Archivo General de la Nación, PB,
Caracas, Venezuela
centronacionaldehistoria@gmail.com
nuestrosur@cnh.gob.ve
PRESENTACIÓN 5
EL DILEMA DE LA INDEPENDENCIA
LATINOAMERICANA 43
Sergio Guerra Vilaboy (Cuba)
LA MASONERÍA Y LA INDEPENDENCIA
DE VENEZUELA 125
Eloy Reverón
RESEÑAS 197
COLABORADORES 205
Resumen
El autor ofrece una aproximación de conjunto sobre el paradigma interpretati-
vo de las revoluciones hispánicas construido por el profesor francés François-
Xavier Guerra sobre la crisis de la monarquía española a comienzos del siglo
XIX y las “independencias” hispanoamericanas. La visión de Guerra se abor-
da, por un lado, en relación con las investigaciones que desde la perspectiva
del concepto de las “revoluciones atlánticas” se adelantaron desde finales del
decenio de 1940 en Francia y los Estados Unidos y, por el otro, con la obra y
acción política del historiador François Furet sobre la revolución francesa. El
sentido crítico de estas “consideraciones” se origina no tanto en las carac-
terísticas de un ensayo historiográfico sino en las necesidades de atender
demandas de interpretación sobre la independencia hispanoamericana.
Palabras clave: François-Xavier Guerra, revoluciones hispánicas, indepen-
dencia, paradigma interpretativo, historiografía.
Abstract
The author approaches the interpretative paradigm of the Hispanic Revolu-
tions built by Professor François-Xavier Guerra with regard to the crisis of
the Spanish monarchy at the beginning of the 19th Century, and the Hispa-
nic American “Independencies”. Guerra’s interpretation is studied, on the one
hand, with relation to the investigations which were developed, based upon
the concept of “Atlantic Revolutions”, since the end of the 1940 in France, and
the United States; and, on the other hand, taking into consideration the aca-
demic work and the political action of the historian François Furet with regard
to the French Revolution. The critical sense of these “considerations” comes,
not so much from the characteristics of a historiographical essay, but from
7
7
* Este texto fue publicado en el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, vol.
37, nº 1, enero-junio 2010. Universidad Nacional de Colombia. Debido a la importancia de
su contenido y a la necesidad de generar el debate crítico, Nuestro Sur cuenta con la auto- 7
rización del autor para incorporar en este número los valiosos aportes del referido artículo.
the need to consider the new demands of interpretation about the Hispanic
American Independence.
Key words: François-Xavier Guerra, hispanic revolutions, independence, in-
terpretative paradigm, politics, historiography.
Introducción
1 Para una visión más monográfica y actual sobre el mismo tema cf. Sergio Mejía (2007b).
2 Hay traducción al castellano: Las revoluciones (1770-1799) (1981). Un poco antes, este
autor había publicado un extenso análisis sobre la difusión de la revolución francesa en
Occidente, La grande nation: l’expansion révolutionnaire de France dans le monde de 1789
à 1799 (1956, 2 vols.).
3 Hay traducción al castellano: Europa y América en la época napoleónica (1800-1815) 11
(1969).
4 Antes de este libro, Palmer había publicado un artículo en el que hablaba por vez primera
de la “revolución democrática de Occidente” (“The world revolution of the west: 1763-1801”,
1954). Para un comentario sobre el paradigma interpretativo de Palmer cf. Edoardo Tortaro-
lo (2008).
Una relación más estrecha que la descrita hasta ahora es la que se produjo
entre la obra sobre la revolución francesa de François Furet y la visión que
construiría Guerra sobre las revoluciones hispánicas. El orden de las afinida-
des Furet-Guerra no se limita al encuentro entre discursos historiográficos,
sino también a la similitud de perfiles intelectuales y propósitos políticos alre-
dedor de la disciplina de la historia.
François Furet fue el historiador francés que con mayor energía buscó
construir un paradigma nuevo sobre la revolución francesa en el período an-
terior al año del bicentenario de la misma. Furet se interesó por tiempos y
temas históricos diversos. Desde mediados del decenio de 1960 se concentró
en la investigación de la revolución, como lo confirmó la publicación junto con
Denis Richet del libro La Révolution Française en 1965 (1965-1966). Luego
14 le subiría las tintas polémicas a su posición en un artículo sobre Albert So-
boul, Claude Mazauric y las interpretaciones de los marxistas franceses sobre
la revolución (Furet, 1971). En 1978 vio la luz el libro Penser la Révolution
15
9 Cf. de este autor L’esprit du jacobinisme. (1979), Les sociétés de pensée et la démocratie
moderne (1921) y La Révolution et la libre-pensée (1924). Guerra también rescató los
aportes de Cochin, especialmente su conceptualización de la “República de las letras”
y los grupos de librepensamiento en vísperas de la revolución. Cf. por ejemplo François-
Xavier Guerra (1994: 208).
deuda con Furet: “El libro de F. Furet, Penser la Révolution Française (…)
fue para nosotros y para muchos otros uno de los jalones esenciales en este
cambio de óptica” (Guerra, 1989: 134). La visión de Guerra se acuñó también
al impulso de los estímulos ofrecidos por las conmemoraciones históricas
emblemáticas: el Bicentenario de la Revolución Francesa y el Quinto Cente-
nario del Descubrimiento de América. Desde el punto de vista de la sociología
del conocimiento tiene importancia señalar que los años durante los cuales
trabajó Guerra en la construcción de su modelo de interpretación de la crisis
de la monarquía española y de “las independencias” coinciden en parte con
el tiempo del derrumbe del “socialismo real” en la Unión Soviética y en Europa
Oriental, al cual alude en diversos lugares de sus trabajos bajo el código de la
crisis del imperio soviético.
13 Sobre la relación entre demografía e independencia, y sobre los impactos de esta para el
desarrollo de los países que surgieron en el siglo XIX, es imprescindible el estudio de los
resultados de las investigaciones que desde comienzos del decenio de 1980 llevó a cabo el
historiador y geógrafo chileno-venezolano Pedro Cunill Grau a propósito de Venezuela (cf.
Cunill Grau, 1987). Me parece muy pertinente el llamado de atención que se hace en inves-
tigación reciente sobre la importancia que tienen la incorporación de los temas raciales para
el proceso de la independencia en sociedades marcadas por las diferencias de estamentos,
castas y culturas en las cuales el pigmento es un indicador crucial de diferenciación, cf. por
ejemplo, John Charles Chasteen (2008). Con respecto a la historia militar, tanto en la guerra 23
en suelo español contra la invasión napoleónica como en la guerra por la independencia en
Hispanoamérica, son muchísimos los libros y artículos publicados antes y después de 1992
que resultaría ocioso intentar reproducir aquí una bibliografía. Cabe, sí, reconocer que entre
las investigaciones que se inspiran en el paradigma de Guerra, alguna analiza de manera
competente el proceso militar para la mayor parte de Colombia, en términos de esta deno-
minación entre 1819 y 1830 (cf. Thibaut, 2003).
14 A manera de ilustración se puede ver el caso de la Nueva Granada, tratado desde posicio-
nes revisionistas en las obras de varios historiadores colombianos como Indalecio Liévano
Aguirre, Rafael Gómez Hoyos y Arturo Abella. Ver al respecto: Medófilo Medina (1969).
15 En esta anotación Guerra reproduce idéntico reclamo de Furet con respecto a las visiones 25
sobre la revolución francesa anteriores a la suya.
16 Se podrían citar al respecto diversos estudios, tales como David Brading (1995), Enrique
Krauze (2005) y Hans-Joaquim König (1994).
17 Para una presentación sintética de estos movimientos militares ver Boris A. Caballero (2008:
40-43).
América del Sur. Por ello, prolongar para la época posterior a 1810 la idea de
la unicidad de los procesos hispánicos no crea posibilidades de interpretacio-
nes convincentes. Se torna mucho más apropiada una visión que asuma la
crisis de la monarquía española y la independencia de Hispanoamérica como
procesos interdependientes con dinámicas propias.
29
18 Una investigación en la que pueden seguirse las complejas relaciones entre el levantamiento
de la población rural en Nueva España y el desarrollo del movimiento de la independencia de
México se expone en Van Young (2006). Una presentación muy sintética de las tendencias
de la historiografía sobre los indígenas y la independencia se encuentra en Bonilla (2005).
Guerra describe con detalle el proceso de las cortes de Cádiz desde su con-
formación el 27 de enero de 1810 hasta su disolución en marzo de 1814 como
pieza de la restauración absolutista encabezada por Fernando VII. Distingue
las grandes corrientes que alcanzan influencia en la corporación y más allá
de ella, reproduce los aspectos medulares de los principales debates que
tuvieron lugar en las cortes, analiza la posición de los diputados americanos.
En resumen logra Guerra construir un cuadro vivo del proceso gaditano y del
liberalismo que como término adquiere su definitiva carta de ciudadanía en
ese entorno y en esa coyuntura histórica.
En el anterior ejercicio es perceptible un cierto juego de la hipérbole. Entre
las grandes consecuencias de las revoluciones hispánicas, Guerra apunta a
una de ellas en los siguientes términos: “La segunda consecuencia atañe al
modelo político moderno, muy específico que vio entonces la luz en el mundo
hispánico: el liberalismo. Este, en su expresión gaditana —la de la Constitu-
ción de 1812— resultó ser la matriz y el modelo de casi todos los regímenes
políticos del mundo latino del primer tercio del siglo XXI” (Guerra, 1995b: 9).
No escatima Guerra los calificativos exaltantes para Cádiz que llama “foro de
las nuevas ideas”, “foco de donde irradian las reformas”. En sentido opuesto se
refiere al mismo objeto Marie-Laure Rieu Millan en su pormenorizado estudio
sobre las cortes de Cádiz:
…la Constitución de Cádiz no fue pensada para América. Aprobada por una mayo-
ría de diputados europeos, estaba bien adaptada a la España peninsular; pero no
recogía los problemas específicos de los indígenas, ni de las castas (excepto para
excluirlas de los derechos ciudadanos), ni de los esclavos; la provincia adminis-
trativa concebida por la Constitución era la provincia española y no la “provincia”
americana mal definida (Rieu Millán, 1990: 403).
31
19 Este libro ofrece una síntesis bien lograda del proceso constitucional entre 1810 y 1812
(ver capítulo 3, pp. 59-73). Esa síntesis evita las referencias a una literatura de historia
constitucional muy abundante y en general de buena calidad que ha sido elaborada en
América Latina.
20 Al respecto vale la pena leer Urueña Cervera (2004).
…los anuncios en el sentido de que las Américas constituían una parte integral de
España, acompañados por el despacho de miles de efectivos, podrían convencer
a muy pocos de que España no miraba a América como su colonia. Así, tanto en
1809 con la apertura de las Cortes como en 1812 con la publicación de la Constitu-
ción de 1812 fue proclamada la igualdad entre peninsulares y criollos, sin embargo
entre 1811 y 1813 cerca de 16.000 efectivos fueron enviados a la América Españo-
la para aplastar la sedición (Earle, 2000: 32).
A manera de epílogo
21 Parece ser este el caso de la historiadora Federica Morelli que se refiere a la caída de
los imperios Hispánico, Otomano, Austro-húngaro y “del imperio soviético en nuestros días”
como pertenecientes a la misma serie de fenómenos de disolución de “conjuntos políticos 33
multicomunitarios”. No se trata de descartar la investigación a la que esa presentación
remitiría sino más bien corresponde al señalamiento de que la historia comparada como se
ha practicado desde un ensayo pionero de Marc Bloch, hasta las obras de Barrington Moore
jr., Immanuel Wallerstein, Theda Skocpol, Jürgen Kocka, James Mahoney, para nombrar
solo a unos pocos de los historiadores comparativistas, tiene sus protocolos y exigencias
metodológicas que aseguran la práctica de la comparación con sentido (cf. Morelli, 2001: 40).
34 22 Los momentos de esa controversia pueden estudiarse en The Hispanic American Historical
Review, 68.1, feb. 1988, pp. 139-143; HAHR, 69.2, may. 1989, pp. 381-388.
23 Cristián Gazmuri (2003), al celebrar la general acogida a la obra de Guerra, señala a Alan
Knight como detractor. En la popular enciclopedia Wikipedia el artículo sobre Guerra se re-
fiere a Knight como el detractor de Guerra. Opera entonces una curiosa ecuación mediante
la cual denigrar y criticar se vuelven términos equivalentes.
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41
Resumen
Durante todo el complejo proceso emancipador latinoamericano, extendido
de 1790 a 1830, fue una constante la lucha interna entre los partidarios de
una revolución limitada a cambios en la esfera política, y los que se propo-
nían realizar, en forma paralela, profundas transformaciones socioeconómi-
cas. Este fue, en última instancia, el verdadero dilema de la independencia
latinoamericana. Las independencias no fueron sucesos unívocos o libres
de conflictos en su base social. Todo lo contrario, albergaron un conjunto de
contradicciones que influyeron decisivamente en el desarrollo último de los
acontecimientos. Se observa que en cada ocasión que se intentó dar una so-
lución radical a algunos de los problemas heredados de la sociedad colonial,
fueron amenazados los intereses de los sectores privilegiados, quienes ce-
rraron filas para defender el viejo orden socioeconómico. Por esto, en muchos
lugares de Hispanoamérica el sector conservador de la aristocracia criolla,
temiendo por sus privilegios y propiedades, se alió a los realistas españoles
en la defensa del status quo. Pero en todo el aluvión de la guerra, los secto-
res populares harían su parte para la realización definitiva de una verdadera
revolución social.
Palabras clave: independencia, dilema, revolución social, insurgencia, pro-
ceso emancipador.
Abstract
Throughout the complex process of emancipation in Latin America, extending
from 1790 to 1830, was a constant internal struggle between supporters of
a revolution, limited to changes in the political sphere and that they intended
to perform, in parallel, profound socio-economic. This was, ultimately, the real
dilemma of Latin American independence. The independence, were not unam-
biguous events or free of conflict in their social base. On the contrary, hosted a
series of contradictions that influenced importantly in the ultimate development
of events. It is observed that each time I attempted to give a radical solution to 43
some of the problems inherited from the colonial society were threatened the
interests of the privileged, who closed ranks to defend the old socio-economic
development. So many places in Latin America, the conservative sector of
the Creole aristocracy, fearing for their privileges and property, he joined the
Spanish royalists in defending the status quo. But throughout the barrage of the
war, the popular sectors would turn to the final realization of a true social revolution.
Keywords: independence, dilemma, social revolution, insurgency, the eman-
cipation process.
dos fuegos: “…amenazada Caracas al Este por los negros excitados de los
españoles europeos, ya en el pueblo de Guarenas, ocho leguas distante de
la ciudad, y al Oeste por Monteverde, animado con los sucesos de Puerto
Cabello” (Bolívar, s/f: 574)3.
Estos trágicos episodios de la historia de la independencia latinoamericana
han servido a algunos historiadores para catalogar a la emancipación de “gue-
rra civil”, siguiendo la vieja tesis del intelectual venezolano Laureano Vallenilla
Lanz, enarbolada en 19114. Esa sesgada evaluación de aquel trascendental
acontecimiento pasa por alto toda la connotación del objetivo independentista
perseguido por la causa patriota, que le otorga a la contienda, aun teniendo en
contra a una parte de los estratos populares, su carácter de guerra de libera-
ción nacional y no de “guerra civil” (Vallenilla Lanz, 1994: 39-45)5.
En la independencia de América Latina, solo el levantamiento mexicano
de 1810 tuvo una perspectiva revolucionaria comparable a la de Haití, aunque
nutrida de otros componentes sociales. Las demandas populares, recogidas
por Hidalgo, incluían la devolución de tierras comunales, supresión de gravá-
menes y estancos, eliminación del tributo indígena, abolición del sistema de
castas, de la trata y la esclavitud. La enorme base de masas de la insurgencia
mexicana era resultado del programa radical de Hidalgo, quien había decre-
tado, en su condición de Capitán General y Generalísimo de América, “Que
todos los dueños de esclavos deberán darles la libertad, dentro del término de
diez días, so pena de muerte” (La independencia de México, textos de su histo-
ria, 1985: 119)6. Amenaza que por cierto cumplió al pie de la letra.
La insurgencia novohispana fue una violenta revolución social de base
popular. El propio obispo de Valladolid (Morelia) Manuel Abad y Queipo, im-
placable enemigo de Hidalgo, reconoció que “...esta gran sedición comenzó
en Dolores con doscientos hombres y pasaba de veinte mil cuando llegó a
Guanajuato. Se engrosaba de pueblo en pueblo, y de ciudad en ciudad, como
las olas del mar con la violencia del viento” (Tavira Urióstegui y Herrera Peña,
3 Ya en los inicios de la revolución haitiana los españoles se habían atraído a su lado a mu-
chos esclavos, incorporados a las tropas auxiliares para enfrentar a los representantes de
la Francia revolucionaria.
4 El planteo inicial de Vallenilla Lanz apareció en una conferencia suya en 1911 titulada “Ce-
sarismo democrático”, la que amplió después en un libro homónimo publicado por primera
46 vez en 1919.
5 Por este camino hasta la conquista española puede llegar a calificarse de “guerra civil”, pues
los españoles se valieron del enfrentamiento de poblaciones indígenas para establecer su
dominación en el continente. La historia demuestra que, en determinadas circunstancias
—la Alemania nazi lo confirma—, las masas populares pueden defender causas injustas.
6 Disposición del 6 de diciembre de 1810.
7 Carta pastoral del 12 de septiembre de 1812, citada por Tavira Urióstegui y Herrera Peña
(2003).
8 En “Medidas políticas” (1812), en La Independencia de México, loc. cit., t. I, p. 323.
9 Véase el desarrollo de esta tesis en Sergio Guerra Vilaboy (2000).
Movilizados tras objetivos muy generales (planteados muchas veces como el reco-
nocimiento de derechos consuetudinarios, la aspiración a un mundo más justo o el
retorno a una igualdad primigenia) —explica la historiadora uruguaya Ana Frega—
estos grupos sociales —ocupantes de tierras sin título, peones, esclavos fugados,
entre otros— encontraron en el bando artiguista una posibilidad para la concreción
de sus aspiraciones (2007: 267).
…la extinción del tributo, y además derogada la mita, las encomiendas, el yanaco-
nazgo y el servicio personal de los indios bajo todo respecto y sin exceptuar aun
el que prestan a las iglesias y sus párrocos (…) y tenga a los mencionados indios
de todas las Provincias unidas por hombres perfectamente libres, y en igualdad de
derechos a todos los demás ciudadanos que las pueblan, debiendo imprimirse y pu-
blicarse este Soberano decreto en todos los pueblos de las mencionadas provincias,
traduciéndose al efecto fielmente en los idiomas guaraní, quechua y aymará, para la 51
común inteligencia (ibídem: 220).
cambiada absolutamente en nuestro favor vale aún más que los ejércitos”
18
(ibídem, t. I: 227) .
En Angostura, convertida en capital provisional de la restablecida Repú-
blica de Venezuela, Bolívar lanzó otro decreto trascendente que establecía
el reparto de bienes y tierras entre los miembros del ejército libertador, en
premio a sus méritos de guerra. Esta ley de 1817, dirigida en última instan-
cia a democratizar la propiedad rural, junto con la abolición incondicional de
la esclavitud, contribuyó de manera decisiva a consolidar el respaldo de las
amplias masas y a consagrar su autoridad personal. De ahí que el Libertador
escribiera varios años después al recién electo vicepresidente de Venezuela
Francisco Antonio Zea:
Los españoles temen, no solamente al ejército sino al pueblo, que se manifiesta ex-
tremadamente afecto a la causa de la libertad. Muchos pueblos distantes del centro
de mis operaciones han venido a ofrecer cuanto poseen para el servicio del ejército
y aquellos que encontramos en nuestro tránsito nos reciben con mil demostraciones
de júbilo, todos arden por vernos triunfar y prestan generosamente cuanto puede
19
contribuir a darnos la victoria (ibídem, t. I: 391) .
54
18 Carta del 5 de enero de 1817.
19 Carta del 13 de julio de 1819.
20 Decreto de El Rosario de Cúcuta, 20 de mayo de 1820.
Un Gobierno Republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben
ser la Soberanía del Pueblo: la división de los Poderes, la Libertad civil, la proscrip-
ción de la Esclavitud, la abolición de la monarquía, y de los privilegios. Necesitamos
de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres,
las opiniones políticas, y las costumbres públicas (ibídem, t. III: 683).
Fuentes consultadas
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Tavira Urióstegui, Martín y José Herrera Peña (2003). Hidalgo contemporáneo. De-
bate sobre la independencia. México, Escuela Preparatoria Rector Hidalgo.
60
Resumen
El proceso que llevó a la independencia y a la posterior constitución de las
repúblicas en casi todo el territorio de lo que era llamado Hispanoamérica fue
un fenómeno unitario, continental, caracterizado por una guerra de liberación
llevada a cabo en las distintas regiones y por la implementación de similares
instituciones revolucionarias. Esa revolución anticolonialista de repercusión
mundial de ninguna manera fue parte o apéndice de la revolución liberal
burguesa en España y, si bien influyeron los acontecimientos ocurridos en
la Península Ibérica producto de la invasión napoleónica y la resistencia del
pueblo español, tuvo antecedentes, entidad y características propias que la
hicieron original.
Palabras clave: revolución, independencia, americanismo, anticolonialismo.
Abstract
The process leading to independence and the subsequent formation of the
republics in almost the whole of what was called Latin America, was a unitary
phenomenon, continental, characterized by a war of liberation conducted in
different regions and the implementation of similar revolutionary institutions.
Anti-colonial revolution impact the world was by no means part or appendage
of the bourgeois liberal revolution in Spain. and, although influenced events in
the Iberian Peninsula, the product of the Napoleonic invasion and the resis-
tance of the Spanish people had a history, organization, and characteristics
that made the original.
Key words: revolution, independence, americanism, anticolonialism.
La americaneidad de la revolución
61
Nuestra primera revolución por la emancipación fue parte del proceso de las
primeras guerras anticoloniales de la historia moderna. Así como “Después
del cristianismo, nada ha producido un cambio tan radical en el pensamien-
to europeo como la presencia de América” —refiriéndose al descubrimiento
del Nuevo Mundo— (Arciniegas, 1975: 13), la guerra continental por la inde-
pendencia de lo que se llamó Hispanoamérica fue, al decir del chileno José
Victorino Lastarria, “el acontecimiento más grande de los siglos, después del
cristianismo”. A diferencia de otros imperios de Occidente en la antigüedad,
los colonizadores tuvieron que vérselas con una insurgencia generalizada;
fue continental, es decir tuvo como campos de batallas toda la geografía
americana; como ámbitos de debates, decisiones y constitución de los nue-
vos poderes, las principales ciudades hispanoamericanas, y como objetivo
en las mentes más lúcidas que la condujeron, el sueño de la unidad.
Marcos Domich Ruiz —con cierta inspiración poética— llama a esta ola
revolucionaria continental, “una especie de fuego santo común que inflama y
contagia a las huestes del continente”, y continúa: “La misma euforia, la mis-
ma esperanza e idéntica bravura despiertan las acciones revolucionarias de
Charcas, La Paz, Quito, Caracas, Buenos Aires, Santiago, Arequipa, Montevi-
deo o Cochabamba” (Domich Ruiz, 1997: 58).
Hay posiciones de algunos historiadores españoles y también de Nues-
tramérica, así como de instituciones del espacio íberoamericano —posicio-
nes que se han hecho oír más fuerte al calor de las conmemoraciones de
nuestro Bicentenario de la Independencia— que sustentan que la revolución
en Hispanoamérica fue un complemento o continuidad de la revolución li-
beral burguesa en España. El historiador español François-Xavier Guerra,
por ejemplo, “…plasma una composición triangular específica de relaciones:
España peninsular-América española-invasión napoleónica (…) su punto de
partida: la de asumir los eventos ocurridos entre 1808 y 1824-25 como un pro-
ceso único entendido como la crisis de la Monarquía hispánica que condujo
a una transformación en sus dos pilares: la Península y América” (Medina,
2010: 158). Si bien los acontecimientos producto de la invasión napoleónica
en España incidieron en América, no se puede negar la identidad del proceso
americano, su originalidad y su singularidad, sobre todo si nos atenemos a los
antecedentes revolucionarios preguerra de la independencia.
Al principio, durante 1810, el Consejo de Regencia en España creyó que
estaba frente a estallidos focalizados que no poseían ninguna relación ni
coordinación entre sí. Tampoco tenía tiempo para dedicar a América, preocu-
pado como estaba por la invasión napoleónica. Recién a comienzos de 1811
apareció un informe del Consejo de Indias en el que se daba cuenta de la
situación en los dominios de ultramar. Alertaba sobre la necesidad de tomar
62 medidas en las soliviantadas provincias de Caracas, Santa Fe, Lima, Qui-
to, Buenos Aires, Charcas y La Habana. Esto deja en claro dos cuestiones:
que los defensores de la monarquía habían perdido un tiempo precioso y ya
irrecuperable —tal como lo evidenciaron los sucesos posteriores— y que la
porque esta se vería obligada a sacar de México sus fuerzas para proteger a Cuba
o abandonar a esta para proteger a México” (Pividal, 2006: 118).
¿En qué pensaban los dos hombres más poderosos que creó la revolución? En
la revolución total de todos los pueblos colombianos y en la unión como efecto de
la lucha (…) Bolívar (…) vislumbraba los radiantes días en que, emancipadas del
yugo común por su común esfuerzo, todas las sociedades colombianas1, todos
sus gobiernos formarán una liga permanente (…) Cuando alboreaban para él los
días de triunfo, ¿por qué se sustrajo San Martín al triunfo, y dimitió el mando del
ejército argentino, y se retiró a Cuyo, y vivió en solitaria incubación de su ideal?
Porque (…) pensaba en América más que en sí, quería la dilatación de Buenos
Aires a Chile y al Perú, y comprendía, como Bolívar, que solo la independencia de
todos era seguridad para la independencia de cada uno de los pueblos, que solo
de la unión de todos ellos surgirían la estabilidad, la libertad y la paz (De Hostos,
1939: 89).
Mientras los estudiantes porteños —nos cuenta José Luis Lanuza— celebraban
la independencia de Chile, enarbolando en la plaza de la Victoria las banderas del 65
país hermano junto con las nuestras, en Santiago de Chile se cantaba nuestra
1 Nota del autor: como “colombianas” nombra a todas las sociedades del continente.
Otro viajero inglés, Roberto Proctor, nos recuerda que dicha marcha, ade-
más de ser muy conocida en Argentina en 1823, lo era también en Chile y
Perú. El capitán escocés Basilio Hall, en su Diario de viaje relata que la can-
ción, adoptada en toda América, había ido subiendo por la costa del Pacífico
hasta llegar al istmo de Panamá, en donde una noche la escuchó cantar a un
grupo de esclavos (ídem).
Para mejor justificar nuestra tesis de revolución continental, vale también
analizar el fenómeno desde la reacción que el enemigo, desde su fortaleza
central, España, desarrolló en un vano intento por recuperar sus colonias. En
su documentado libro Planes españoles para reconquistar hispanoamérica.
1810-1818, Edmundo Heredia nos ofrece un cuadro con las expediciones es-
pañolas a América, desde 1811 hasta 1818, que reproducimos:
Las noticias de España no pueden ser mejores. Ellas han decidido nuestra suer- 67
te, porque ya está decidido que no vengan más tropas a América, con lo cual se
inclina la contienda a nuestro favor. Además, debemos esperar otro resultado más
favorable. Convencida la España de no poder mandar refuerzos contra nosotros,
se convencerá igualmente de no poder triunfar, y entonces tratará de hacer la paz
con nosotros para no sufrir inútilmente.
Manuela Sáenz era blanca; Juana Azurduy mestiza. También mestiza fue
Manuela Beltrán, quien años antes de la sublevación de Túpac Amaru, en la
localidad de El Socorro del Departamento de Santander en Colombia, encen-
diera la chispa del levantamiento de los Comuneros en contra de los abusivos
impuestos de la corona.
Pero incorporemos también a las mujeres indias, quienes, por ejemplo, en
cantidad de miles acompañaron al oficial de San Martín, Juan Antonio Álvarez
de Arenales a las sierras peruanas para combatir a los realistas.
Además de Micaela Bastidas, compañera de Gabriel Condorcanqui —Tú-
pac Amaru, el hombre del llautu rojo—, mencionemos a Bartolina Sisa: derro-
tado Túpac Amaru, en 1781 estalla la sublevación aymara, cuyos integrantes
declaran a Túpac Katari, virrey, y a su esposa, Bartolina Sisa, virreya, no por
ser la esposa sino por sus méritos personales. Ambos personajes sitian La
Paz, y durante ese cerco Bartolina se destacó como conductora militar y gran
estratega. En una emboscada fruto de la traición es apresada, condenada a
tortura y a la horca. El 5 de septiembre, día de su muerte, está declarado en
Bolivia, desde 1983, Día de la Mujer Indígena.
Son muchos los nombres de heroínas que reconoce la historia popular
en Nuestramérica, aunque sigan ninguneados por las llamadas historias ofi-
ciales o de las academias. La mayoría de estas mujeres participaron de esa
gesta por la independencia desde 1809 hasta aproximadamente 1830.
Las juntas fueron elegidas por sufragio universal, pero el gran celo de las clases
bajas se manifestó por la obediencia. Eligieron generalmente a sus superiores
naturales, elementos de la nobleza provincial y de la pequeña nobleza, respal-
dados por el clero, y poquísimas personalidades notables de las clases medias.
Tan consciente era el pueblo de su debilidad, que limitó su iniciativa a obligar a
las clases altas a resistir contra el invasor, sin pretender asumir la dirección de
la resistencia.
El fraccionamiento del poder entre las juntas provinciales salvó a España del pri-
mer golpe de la invasión francesa bajo Napoleón, no solo por multiplicar los recur-
sos del país, sino por el hecho además de colocar al invasor ante el problema de la
falta de un centro que poder herir decisivamente; el francés quedó completamente
desorientado al descubrir que el centro de la resistencia española no se encontra-
ba en ninguna parte y estaba en todas (Marx y Engels, 1969: 84).
Este último grupo sería al que más tarde, el deán Funes catalogara de la
siguiente manera: “Ciudadanos, alerta: los enemigos del gobierno son esos
mismos terroristas que, imitadores de los Robespierres, Dantones y Marates,
hacen esfuerzos para apoderarse del mando y abrir esas escenas de horror,
que hicieron gemir a la humanidad” (Real, 1951: 137). Es el grupo que en-
contrara su forma de ser partido legal, al menos por un tiempo, en la denomi-
nada Sociedad Patriótica Literaria. Venía de un origen secreto, de reuniones
clandestinas de los morenistas, de conspiraciones como la que organizaron
para sublevar al regimiento Estrella, con French a la cabeza, contra la Junta
Grande, una vez derrotado y alejado Moreno; la sublevación no se pudo llevar
a cabo por haber sido descubierta por Saavedra. Este “club de los jacobinos”,
como lo denominó al informar a España el embajador de dicho país en Río de
Janeiro, decidió dar la pelea contra los saavedristas a la luz pública, convir-
tiéndose en la Sociedad Patriótica.
En el famoso café de Marcos en Buenos Aires, confundidos entre me-
sas de brandys, de ajedrez o grupos de jugadores de billar, se reunían los
jóvenes patriotas bajo el pretexto de fines literarios. Allí concurrían French,
Beruti, Donado, militares revolucionarios y hasta vocales de la propia Junta
Grande que no estaban con Saavedra, como Rodríguez Peña, Vieytes, Az-
cuénaga, Larrea. Pedro José Agrelo difundía los discursos de la Sociedad en
La Gazeta.
En dichas reuniones, cada vez más concurridas, se leían escritos del ma-
logrado Moreno, así como obras de Rousseau, Volney y Paine, entre otros.
Algunos pasquines que allí se pergeñaron, defendiendo la revolución en pe-
ligro, lograron llegar hasta los regimientos que intentaban mantenerse en las
cambiantes fronteras del lejano norte. Como eso no lo podía soportar, Saave-
dra y demás conservadores obraron en consecuencia: ordenaron la detención
de más de 80 jóvenes que habían participado de la primera asamblea de la
Sociedad. En la defensa de los detenidos se lee en el sumario policial:
La América toda
se conmueve al fin,
y a sus caros hijos
convoca a la lid;
a la lid tremenda
que va a destruir
a cuantos tiranos
la osan oprimir.
Sudamericanos
mirad ya lucir
de la dulce patria
la aurora feliz.
No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentaran el cisma los que más cono-
cen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva
y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad (…) Se discute en el
Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos
comenzar por una Confederación, como si todos no estuviésemos confederados
contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política
de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que
los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Estas dudas son tristes efectos de
las antiguas cadenas, ¡que los grandes proyectos deben prepararse con calma!
Trescientos años de calma ¿no bastan? (…) Pongamos sin temor la piedra funda-
mental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos (Martínez Díaz, 1989: 8).
Completa Pividal:
78 Feliz sin duda el momento en que puedo anunciar, como tuve la honra de hacerlo en
iguales circunstancias, allá en las márgenes del Plata, que la Sociedad Patriótica de
Lima está ya instalada; y aún más feliz si se contempla, que un gobierno que se halla
en la juventud de sus empresas, ha declarado de un modo solemne que cuidará de
sus progresos (Weinberg, 1944: 50).
Todos ellos prestaron un solemne juramento masónico que decía: Nunca reco-
noceré por gobierno legítimo de mi patria sino aquél que sea elegido por la libre
y espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más
adaptable al gobierno de las Américas, propenderé, por cuantos medios estén a
mi alcance, a que los pueblos se decidan por él (ídem).
Sabía que desde la presidencia boliviana le sería poco menos que imposible ac-
tuar en el Perú si acaso no contase con una organización política que sea la por-
tadora y ejecutante de su ideología unitaria. Es así que a los 11 días del segundo
mes masónico, año de verdadera luz 5829 y de la era vulgar 1829, funda la lo-
gia masónica “Gran Oriente del Titicaca” (o “de la Independencia Peruana”) cuyo
máximo propósito es bregar por la unión Perú-Boliviana (Domich Ruiz, 1997: 107).
Conclusiones básicas
Fuentes consultadas
82 Domich Ruiz, Marcos (1997). La fascinación del poder. La Paz, Editorial Univer-
sitaria UMSA.
Ingenieros, José (1937). La evolución de las ideas argentinas. Buenos Aires, L.J.
Rosso, t. I.
Lanuza, José Luis (1964). Un inglés en San Lorenzo y otros relatos. Buenos Aires,
Eudeba.
Miller, John (1967). Memorias del general Miller. Buenos Aires, Emecé.
Real, Juan José (1951). Manual de historia argentina. Buenos Aires, Editorial
Fundamentos. 83
Sánchez, Luis Alberto (1962). Examen espectral de América Latina. Buenos Ai-
res, Editorial Losada.
84
Yasmín Mora
Resumen
Poco explorados han sido los estudios históricos con sello venezolano sobre
la infancia. Se trata de una omisión relacionada con una manera de enten-
der y apropiarse del pasado, según la cual la nómina de los actores está
completa y no incluye a los impúberes. En el presente artículo se buscará
reivindicar a este sector históricamente excluido y recalcar la importancia de
su estudio para comprender cómo serán los adultos de los años venideros y
el tratamiento de la sociedad en ese proceso de cambio. En primera instancia
se definirá la categoría de infancia durante el siglo XIX y sus implicaciones
tales como inocencia, fragilidad y dependencia del adulto, haciendo énfasis
en determinadas diferenciaciones de género. En segundo lugar, se abordará
al niño y su vinculación con la independencia. De esta manera, observaremos
a Los niños mártires que sufrieron las crueldades de la guerra, quienes fueron
alcanzados por la muerte al ser muchas veces decapitados, desmembrados,
desangrados o víctimas de cualquier otra forma de agresión. Por otro lado,
Cuando se desflora un capullo trata netamente de los horrores de la contien-
da bélica, siendo las violaciones a las niñas una de las más reseñadas. Los
guerreros de pequeña talla refleja la actuación de los pequeñines (voluntaria
o forzosamente) en las filas del ejército, o bien colaborando en el traslado de
alimentos, herramientas, utensilios, armas, siendo mensajeros, espías, etc. Y
finalmente en Los niños, blancos perfectos para las enfermedades se aborda
el flagelo de las enfermedades contagiosas que vertiginosamente hicieron su-
bir junto con los asesinatos propios de un contexto bélico los altos índices de
mortalidad infantil. Con esto abrimos una puerta que conducirá a mil salidas,
un esfuerzo primigenio que nos llevará a una línea de investigación amplia y
con muchos matices: la infancia y la guerra de independencia.
Palabras clave: infancia, niñez, independencia, guerra, inocencia, miedo. 85
Abstract
The studies of chilhood’s history with Venezuelan seal has been little addres-
sed, because by the traditional regard these characters aren’t important: simply
the payroll is full. The present article will search to claim this sector which has
been excluded throughout history, and stress the importance of his studies for
understand. How will be the adults in the coming years? Besides his impact
in his society. Firstly we define the category of childhood during the 19th cen-
tury, his implications as the innocence, fragility and his dependence with the
adults, making difference with distinctions of gender. Thus we will observe The
martyrs’child who suffered the war. Many of them were beheaded, dismembe-
red or strongly punished by the enemies. In another paragraph named, When
a cocoon is deflower, we report the horrors of the war, emphasizing the se-
xual abuses under the childs. The warriors of small size, is another part where
stressed the actuation of these toddlers in the army or working with the logistic
of the war. Finally with The childs, perfect target for diseases, will regard the
ravages of many epidemics on the child during the war of independence in
Venezuela. This brief contribution try to open a more deep line of research: the
childhood in the independence war in Venezuela.
Key words: infancy, childhood, independence, war, innocence, fear.
qué edad se deja ser infante para entrar a la juventud, pero la acepción de
niño(a) sí establece una edad límite: “Que fe aplica à el que no ha llegado à
los fiete años de edad; y fe extiende en el común modo de hablar al que tiene
pocos años”. Existe otro término que se asocia a esta primera etapa del hom-
bre, como lo es párvulo: “Viene del latín parvulus, que quiere decir pequeño.
Adjetivo s. XVIII-XX. Pequeño// 2. S. XVIII al XX. Niño// 3. S. XVIII al XX. Ino-
cente, que sabe poco o es fácil de engañar” (Alonso, 1958).
En otros diccionarios vigentes para el siglo XIX, los significados son simi-
lares. Desde la jurisprudencia, el diccionario de Joaquín Escriche señala que
infancia es:
El primer grado de nuestra vida; esto es, la edad que uno tiene desde que nace
hasta que cumple siete años. Parece que la infancia debiera empezar a contarse
desde el momento de la concepción o a lo menos desde la animación del feto, pues
que desde entonces empieza el ser humano a existir y aun a llamar la atención de
la ley, que ya en el seno materno le protege y le confiere y asegura derechos; pero
como el tiempo de la concepción y el de la animación son tan varios e inciertos que
no es fácil deslindarlos ni fijarlos, por eso los filósofos y los jurisconsultos cuentan
uniformemente nuestra edad desde la época del nacimiento (Escriche, 1977).
Por los momentos hemos visto que la edad de siete años es el límite de la
88 niñez. Sin embargo, en contraposición, gran parte de la hemerografía y fuen-
tes documentales de la época estudiada extienden esta etapa hasta la edad
de 12 e incluso 14 años. Por esta razón, flexibilizaremos la concepción de lo
que es infancia para los fines de esta investigación, dándole también cabida al
pensar común o mentalidad en aquel entonces. De manera que la definiremos
3 Justamente Jean Piaget y Barbel Inhelder se refieren a esta etapa de la siguiente manera:
“La primera infancia es de fundamental importancia para todo el desarrollo psíquico. Cons-
tituye al mismo tiempo la base de toda actividad psíquica constructiva. Los conocimientos
adquiridos posteriormente están, si no preformados en ella, ampliamente condicionados
por las operaciones psíquicas de la primera fase de la vida (…) También los comienzos del
desarrollo de la inteligencia desempeñan un papel desusadamente importante en la estruc-
tura de los conocimientos. El comportamiento senso-motor de la primera infancia constituye
el punto de partida de la formación del conocimiento” (Piaget e Inhelder, 1977: 39).
4 En un amplio artículo de la sección “Variedades” reseñado en el periódico El Nacional se
hace referencia a esta etapa primaria de la evolución humana: “ Si el período de la vida
debe contarse por el número de goces que nos proporciona, puede decirse que sólo vivi-
mos el tiempo que somos niños. En esta edad todo se sonríe á nuestro alrededor. Lo pasa-
do no ha dejado impresiones que turben la paz del alma; lo presente es un campo de flores,
una fuente inagotable de inocentes placeres; y lo futuro casi no existe, porque la previsión
no corresponde á esta edad afortunada. Sin ambicion de riquezas ni de honores, sin familia
á quien sostener y educar, el alma no sufre los tormentos de la avaricia, las zozobras de la
intriga, ni carga tampoco con los cuidados que rodean al padre o al esposo (…) Para él no
hay hipócritas ni embusteros. Los cumplimientos son realidades, la lisonja justicia. De parte
de los extraños y deudos, todo lo recibe como monedas corrientes. Juzga los corazones
agenos, por la sinceridad del suyo propio. El amor, esta pasión que al hombre hace padecer
y gozar, este dulce veneno, que trastorna el juicio del guerde todos los corazones, respeta 89
el del niño, porque no estando aun formado, las saetas no encuentran donde clavarse. Si
alguna vez recibe impresiones de simpatía, son confusas y fugaces: no penetran ni son du-
rables. En el vuelo de su imaginación, todo es de hoy, y nada existe para mañana. Sus ideas
se suceden con admirable rapidez, sin dejar vestigios que alteren la quietud del alma…”
(citado de la sección “Variedades” con el título de “La niñez”, en El Nacional, n° 88, domingo
4 de diciembre de 1837, p. 4).
… El rasgo saliente fue una carreta tirada por un caballo, decorada con cintas de
los colores nacionales ondeando caprichosamente en millares de tonalidades. En
el vehículo iba una niñita representando a Venezuela con una especie de traje de
…se procedió al sorteo por un niño nombrado don Sebastián García de Castillo,
hijo legítimo de don Pedro García del Castillo y doña María Josefa Prins de este
vecindario, de edad de cinco años y dos meses, según informó su padre; habiendo
sido puesto dicho niño sobre una silla, entró la mano en la jarra, sacó una de las
bolitas y la entregó a dicho señor alcalde presidente, quien le sacó la cedulilla que
tenía dentro y, en ella, se encontró escrito el nombre del doctor don José Antonio
Anzola, que se leyó y manifestó a todos los señores por el presente escribano;
y luego el mismo niño sacó del propio modo la otra bolita y la entregó al referido
señor alcalde, quien le sacó el papelillo o cédula que tenía dentro (…) Y habiendo
resultado como resultó afecto en suerte el señor alcalde segundo don Martín To-
var Ponte, mandaron los expresados señores que se participe al señor presidente
gobernador y capitán general…6.
91
6 Actas de Cabildo de Caracas, Extraordinario: Nombramiento del señor don Martín Tovar
Pont para diputado vocal de estas provincias en la Suprema Junta. Caracas, 11 de abril
de 1810.
Un episodio donde la niñez refleja una vez más esa reseñada candidez
fue en el momento del acto fúnebre del prócer de origen colombiano, Ata-
nasio Girardot, en el que se hizo gala de la suntuosidad, respeto y honora-
bilidad de este personaje que luchó por la independencia tanto de Nueva
Granada como Venezuela:
El día catorce del corriente octubre [de 1813], a las nueve de la mañana; que este
recibimiento fue hecho en la plazuela del Hospicio de los RR. PP. Capuchinos,
que se halla a la entrada de la ciudad, en donde estaba aparejado un encapillado
de cortinas, y de varios jeroglíficos alusivos a este triunfo, haciendo la entrega de
la dicha Urna (…) cantándose entre varios motes por la capilla de músicos; que
luego se trasladó a la misma carrosa triunfal en que fue traída desde el pueblo de
Antímano, en la cual dos niños vestidos en forma de ángeles sostenían la Urna;
y seis con igual vestidos, tiraban la carrosa guarnecida al mismo tiempo de los
Tenientes coroneles ciudadanos Carlos Soublette y Pedro Manrique y de compe-
tente número de militares armados a los costados; todo en medio de la procesión
que formaba el Clero secular y regular; y se condujo hasta la iglesia Metropolitana,
cantándose salmos de acción de gracias al Altísimo por las victorias conseguidas
por el mismo benemérito difunto7.
La inocencia de las pequeñas damas tenía que ser aún más vigilada, pues
se buscaba que la niña imitara las cualidades de la Virgen (sencillez, casti-
dad, pureza, candidez, etc.). Su formación debía enseñar estos preceptos con
gran cuidado para la formación integral de ellas, para que efectivamente se
mantuvieran intactas hasta el paso en que se convirtieran en mujeres con la
llegada del matrimonio.
La fragilidad y dependencia del niño hacia la madre lo hacen vulnerable
a no prescindir de ella. El alimento, cobijo, seguridad y todo tipo de cuidados
sobre las necesidades elementales requieren de la dedicación de la figura
materna, o de cualquier adulto que asuma la responsabilidad pertinente. Bio-
lógicamente el niño no se encuentra en capacidad de ser autosuficiente; es
con el paso de los años que sus condiciones físicas y mentales van madu-
rando, teniendo así un poco más de libertad del seno materno. Esta condición
no solo era punto de atención de los padres, sino de interés por parte de la
Iglesia que argumentaba que los demonios, pecados y tentaciones de la vida
podían cambiar el curso de la rectitud en el desarrollo de su vida.
Durante la guerra de independencia venezolana el terror que infundió José
Tomás Boves, entre los años 1813-1814, hizo llenar de temor a los adultos,
quienes a su vez lo transmitían repetidamente a los niños. Un ejemplo de esto
sucedió en las cercanías del río Guárico por el año 1814, donde un residente
de la localidad, Rafael Delgado, describe que cuando llegó a aquella región
de los Llanos encontró todo desolado, sin un alma, quizás por el horror que
le tienen al temido “Taita” Boves. Al sorprenderse ante tan funesto panorama
expresó: “Por allá (…) no se ve a nadie: cuando más estarán escondidos,
pues los primeros que he visto hasta niñitos y mujeres, ha sido por aquí.
Mentarles a Boves, es mentarles al diablo. Nada aborrecen tanto como a él”9.
Así mismo sucedía entre los habitantes de Caracas, quienes manifestaban
su terror con frases como “que viene el ‘coco’, decían las madres a sus hijos
traviesos” (Uslar Pietri, 2010: 127), y se referían nada más y nada menos que 93
Ángel de mi guarda
Dulce compañía
No me desampares ni de noche ni de día…
Los términos de esta sencilla oración evocan sin duda la antigua costum-
bre que tenían las madres de iniciar a sus hijos desde la más tierna infancia
en los asuntos de la fe. La oración del Ángel de la Guarda es una síntesis del
“Ángel de Dios”, originada en la Europa medieval. En España era una costum-
bre muy arraigada la de encomendar a este protector el cuidado de los infan-
tes y de allí se transmitió a todas sus colonias de América.
10 Tiempo después Simón Bolívar, en una carta que dirigió al general Mariano Montilla, en
Popayán, el 30 de noviembre de 1829, utilizó esta cualidad de sembrar terror en otro perso-
naje, al expresar que: “Páez no será más el coco de los niños” (1982, vol. III: 375).
11 Gaceta de Caracas, nos 74 y 76.
Toda guerra trae consigo numerosos muertos y heridos sin distinguir partidos,
edades ni calidades. Vejaciones de toda índole afloraron en la época deno-
minada “Guerra a Muerte”, donde no solo se dio fin a vidas inocentes, sino
que se hizo gala de una estrategia ejemplarizante bastante particular: infun-
dir miedo destrozando los miembros de los individuos y exhibiendo “los ojos
y las entrañas del niño arrancadas”13. Acometer contra las familias y, sobre
todo, afectar a los niños es embestir fuertemente al enemigo o, como se sue-
le decir, darle un golpe bajo14. Sectores como las mujeres, ancianos de muy
avanzada edad, personas con limitaciones físicas o enfermos e infantes de
muy temprana edad, eran los primeros perjudicados en la vorágine guerrera.
12 Narciso Coll y Prat, en su “II Memorial: Exposición de 1818”, describe la tristeza y orfandad
del niño: “…aquí es un tierno niño expuesto cerca del camino el que saca las lágrimas al
pasajero que huye” (2010: 364).
13 Gaceta de Caracas, n° 46, 3 de marzo de 1814, p. 182.
14 Simón Bolívar ya lo señalaba: “...nuestros enemigos no han perdonado medio alguno por 95
infame y horrible que sea para llevar a cabo su empresa favorita. Han dado la libertad a
nuestros pacíficos esclavos y puesto en fermentación las clases menos cultas de nuestros
pueblos para que asesinen individualmente a nuestras mujeres y a nuestros tiernos hijos,
al anciano respetable y al niño que aún no sabe hablar. Estas desgracias que afligen la hu-
manidad en estos países deben llamar por su propia conveniencia la atención del gobierno
de S.M.B…” (1982, t. I: 98).
Al participar a V.S. los horrores que he presenciado en este pueblo [en la Villa
de Aragua], al mismo tiempo que me estremezco de compasión me hace jurar
un odio implacable a la ferocidad de los carnívoros españoles: el nombre de esa
nación siempre bárbara, debe grabarse en el corazón de los americanos para que
nuestras futuras generaciones la vean con la execración mayor. Más de trescien-
tas víctimas inocentes han sacrificado a su ambición, entre ellas una tercera parte
del bello sexo y niños: montones de cadáveres, y de hombres despedazados es
el espectáculo único con que han dejado adornadas las miserables calles y plaza
de este pueblo: con troncos y miembros humanos mutilados, haciendo presenciar
al marido la muerte de su esposa; a la madre la muerte del hijo, descargando des-
pués el acero sobre ellos, sin permitirles siquiera el recibir los auxilios espirituales
por más que los miserables clamaban por este solo bien16.
...se metían a las casas de donde sacaba arrastrando a viejos, a niños, a mujeres,
y presentándolos a Boves, le pedían su cabeza. Boves les concedía todo, y enton-
ces a lanzasos (sic), o amarrándolos a las colas de los caballos los hacían morir de
este modo tan horrible (…) Ven cualquiera manadas de ganado, empiezan a gritar
que el amo de él es patriota, y al mismo tiempo sin ton, ni son, matan los animales,
y así es que hombres, mujeres y niños destrozados, reses, caballos muertos ten-
didos por todas partes, es lo que se ve en los Llanos17.
96
Sus partidas de caballería llegaban hasta aquí, donde cometían todo género de
excesos. Ellos se llevaban las mujeres, las violaban, y las hacían seguirlos a pla-
nazos: nada escapaba a su brutalidad. Un curro desfloró una jovencita de 8 años,
que quedó muerta a orillas del camino de Güere, donde se encontró aun con todas
las señales de la torpe barbarie con que había sido tratada. Su madre que lloraba
su suerte que no pudo evitar, refería penetrada de amargura, el triste suceso de su
desgraciada hija, a nuestros oficiales cuando pasaban para Valencia…18.
padres, después de haberles quitado el poco dinero, gallinas y cochinos que te-
nían, las forzaron y violaron como quisieron llevándoselas al monte, esto no creas
que es un cuento, yo mismo fui uno de los examinadores del crimen confesando
los agresores y las niñas, etc. todo19.
Siendo la guerra una de las más antiguas actividades del hombre, la partici-
pación de la infancia en ella es tan vieja como la guerra misma. Esto se debe
primordialmente a dos puntos: la escasa población producto de un conflicto
bélico (acotando además los flagelos derivados de él, como el hambre y las
enfermedades) y la reducida expectativa de vida, situándose alrededor de 30
años21, hacía que el paso de una etapa biológica a otra tuviese un ritmo ace-
lerado. Los niños tenían que madurar vertiginosamente y adoptar actividades
propias de los más “grandes”, como la política y, en nuestro caso, ser partícipe
de una manera u otra en la contienda.
Guerra y emergencia generalizada van de la mano. La escasez de alimen-
tos se hizo notoria en estos tiempos turbulentos. Aquella parte de la población
que se consideraba débil, dependiente e incluso caracterizada como “inútil”
para la beligerancia, tales como los niños de muy corta edad (aquellos que aún
El hombre en sociedad tiene deberes duros que llenar quando la suerte y la volun-
tad de sus Conciudadanos lo llaman para velar sobre la seguridad pública: y por lo
tanto, he resuelto las disposiciones siguientes:
1° Que à las dos de esta tarde [refiriéndose al día 8 de febrero de 1814, en
Caracas] deberán hallarse en la Plaza de la Catedral todos los individuos, desde la
edad de doce años hasta la de sesenta, sin excepción alguna, con las armas que
cada uno tenga, y los que se hallen con caballos ó mulas, montados para formar 99
Sea cual sea la procedencia de los motivos de los infantes por enfilarse
en las tropas o participar en la guerra, los niños se vieron en la necesidad de
cambiar sus juguetes por las armas.
Una vez la guerra estuvo en curso, la salud pública fue un tema bastante
desatendido por las autoridades de ambos bandos. Pese a este señalamiento
hay que destacar que hubo intentos de mejorar la salubridad pública, tal como
ocurrió con el llamado de vacunación publicado en la Gaceta de Caracas el
25 de febrero de 1812. Para asegurar la erradicación de las infecciones se les
pedía a todas las personas, en especial a los niños, que acudieran a la “Casa
de la Vacuna” para recibir su respectiva dosis. Aquellos que hicieran caso
omiso al llamado serían multados con ocho reales.
Este esfuerzo no bastaría para detener la galopante mortalidad infantil que
se venía incrementado velozmente, tal vez al mismo ritmo de la disputa arma-
da. En dos artículos publicados en la Gaceta de Caracas, con fecha de 9 de
junio de 1814, se puede ver reflejado el siguiente panorama:
Hace días que otra calamidad aflige lastimosamente nuestra capital y sus alre-
dedores y no he observado la atención conveniente. Hablo de la ya muy notable
mortandad de niños (contagiosa a mi entender) que no baja diariamente de doce
o quince, y va en aumento: atacando principalmente esta epidemia de tos y pujos,
los hijos de los pobres, y de los habitantes de los suburbios. Yo me acuerdo que
otras veces, se han hecho discurrir y observar a los profesores, se ha mandado
averiguar el origen del mal, se han publicado en las parroquias las recetas, se
han facilitado los específicos de balde a los pobres. Se ha vigilado sobre la buena
calidad de los mantenimientos y de los víveres de ultramar, se ha cortado el mal,
102 y se ha logrado restablecer la salud pública, y salvar muchos habitantes. ¿Descui-
daremos ahora la existencia de esta porción inocente que ha de reemplazarnos,
y los que ha salvado la vacuna morirán de esta epidemia? ¿No habrá una ojeada
El interés por salvar a esta porción de la población que sufrían las enfer-
medades anteriormente descritas era notorio, ya que ellos serían en un futuro
no muy lejano los constructores de la República independiente31.
Un lamentable episodio tuvo que vivir José Domingo Díaz y su familia
(esposa, una hija de nueve años y dos hijos de menor edad) en su huida ante
el peligro de las tropas patriotas. La familia se encontraba caminando por la
inmensa montaña de La Guaira, descargados, sin un equipaje, llevaban con-
sigo solo unos jumentos, ya que la prisa al escapar los hizo abandonar todas
sus posesiones. Díaz apenas alcanzó, antes de marchar, a prender fuego a
todos sus papeles y pertenencias, dado que llevárselos le hubiese tomado
mucho tiempo y esfuerzo. Poco tiempo después el general en Jefe le dio la co-
misión para salir de la Provincia. Fue así que se embarcaron en la fragata La
31 Martín Tovar Ponte estaba claro del papel primordial que podrían llevar las mujeres y los
niños, “…qué gana la justa causa de la América con que las mujeres y los niños inocentes
perezcan cuando salvándose ellas podrán, ser útiles criando sus hijos que algún día podrán
ser muy útiles a la causa general de la América que es por la que debemos trabajar todos”
(Boletín de la Academia Nacional de la Historia, n° 70, p. 414).
Ligera, que convoyaba para la isla de Puerto Rico junto a 26 buques cargados
de emigración; pero el viaje se transformó en calamidad, pues Díaz expresó:
Mis hijos en su tierna edad no pudieron resistir tantas fatigas, trabajos y penalidades;
la mayor espiró la noche del 19 en frente de la Aguadilla, pasando por el dolor de
verla arrojar al agua, y el 26 desembarqué en la capital de aquella isla con los otros
dos moribundos. El Servicio de S.M. y el bien de mi patria eran mi primer deber; y así
no me detuvo el peligro de sus mortales enfermedades… (Díaz, 1829: 258).
Consideraciones finales
Fuentes consultadas
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tura Económica.
Varios autores (1977). Psicología de las edades (Del nacer al morir). Madrid,
Ediciones Morata, S.A.
107
Resumen
La etnohistoria se plantea hacer una construcción y reconstrucción históri-
ca más rica, que no subestima el potencial informativo de ninguna fuente y
se esfuerza por hacer la historia de los grupos humanos tradicionalmente
considerados como salvajes, por no poseer escritura. En esta oportunidad
se trabajará con el método etnohistórico un aspecto muy importante relacio-
nado con las luchas de uno de los grupos sin voz: los negros. Se estudiará
la oralidad como herramienta primordial en la organización de la lucha por la
libertad de los negros de la serranía de Coro en 1795, hecho histórico cuyo
tratamiento desde la perspectiva tradicional positivista ha solapado o bana-
lizado muchas veces la importancia del componente cultural en la definición
de los acontecimientos.
Palabras clave: Chirino, Coro 1795, tradición oral, etnohistoria, afrodescen-
dientes.
Abstract
The ethnohistory aims to bring a historical construction and reconstruction
richer, that does not underestimate the potential information from any sour-
ce and strives to make the history of human groups traditionally regarded as
savages, having no writing. This time we will work with ethnohistorical method,
a very important aspect related to the struggles of a voiceless group: slaves.
It will explore orality as a primary tool in organizing the struggle for slaves
freedom in the Coro mountain’s in 1795, historical event whose treatment from
traditional positivist perspective has often overlapped or trivialized the impor-
tance of the cultural component in the definition of events.
Keywords: Chirino, Coro 1795, oral tradition, ethnohistory, african descent.
109
Introducción
1 Se dice esto por cierta tendencia que se aprecia en los medios de masas que han conver-
tido a África en un “circo” que mostrar a la teleaudiencia. Un caso típico es el de National
Geographic, que presenta al África como un “show de lo salvaje”.
2 La generalización acá es harto arbitraria considerando que pueblos africanos como el egip-
cio crearon pictografía, escritura y hasta inventaron el papiro, ancestro del papel que se utili-
za en la actualidad. Nos referimos a los llamados pueblos subsaharianos que no emplearon
la escritura.
Así como el europeo trajo a América sus arcabuces y armaduras de hierro 113
para proteger sus nuevos dominios, el africano trajo su tradición oral pero
para defender su antigua forma de vida y su libertad. No hubo opción por
supuesto para el esclavizado, sencillamente se vio obligado a resistir algu-
nas veces abiertamente, pero como ya hemos señalado con anterioridad, la
mayoría de las veces lo hizo de manera clandestina. Entre las formas secre-
tas de resistencia se encuentra el uso de la música, los bailes y la asimilación
de sus ídolos religiosos y objetos de veneración, por medio de una especie de
“efecto vicario”, con las figuras utilizadas en el culto cristiano-católico.
La música y el baile fueron herramientas de lucha y escenarios para la
rebeldía de los negros. Aceptadas por los españoles hasta cierto punto, estas
manifestaciones se convirtieron en el medio para introducir en las nuevas ge-
neraciones los valores y creencias de la herencia ancestral, pero sobre todo
fueron los llamados “bailes” los espacios propicios para conspirar, como nos
dice Ramos Guédez:
Apreciamos, que en múltiples ocasiones los negros esclavos y libres utilizaban los
tambores como un símbolo de rebeldía y protesta ante las injusticias a que eran
sometidos tanto por sus amos como por las autoridades impuestas por la Corona
Española. Por tal motivo, en varias oportunidades se prohibió la ejecución de dan-
zas y uso de tambores durante las procesiones que tradicionalmente realizaban
las cofradías (2001: 208).
Con respecto a la literatura oral, podemos señalar en primer lugar el papel des-
empeñado por las ayas o nodrizas, quienes en el caso específico de Venezuela
colonial, transmitían a los niños y jóvenes que estaban bajo su protección: cuen-
tos, mitos, leyendas y fábulas de origen africano, e igualmente le manifestaban en
forma consciente e inconsciente su amor e interés tanto por la libertad como por la
igualdad entre los hombres (2001: 217-218).
Relata el autor que Chirino había activado con el mayor secreto la insu-
rrección, aprovechando la ausencia de su señor. Implícitamente se tiene la
evidencia de la activación de los mecanismos de comunicación ancestral
de los negros, aunque no se menciona exactamente la manera que se utili-
zó, que es lo que nos interesa a la luz de lo que la evidencia de la tradición
nos indica.
Del grupo que participó en la rebelión dice Arcaya que:
En la ciudad de Coro habitaban los loangos la parte Sur de la ciudad llamada Los
Ranchos, y luego denominada también “Barrio de Guinea”, nombres que aún se
conservan. En aquel barrio tenían los negros sus diversiones, que eran ordinaria-
mente bailes al son del tambor africano, que duraban hasta media noche con los
cantos de su patria lejana, en su idioma nativo, y sin duda de la misma monotonía de
los que, ahora en español, aún se oyen durante la noche en los “trapiches” de la Sie-
rra de Coro, entonados por los “peones”, que descienden de la gente africana, reso-
nando como ecos lejanísimos de un remoto pasado, como la voz de innumerables
generaciones desaparecidas, que frente a las mudanzas accidentales determinadas
por los sucesos históricos, afirman la permanencia de los íntimos sentimientos que
acumularon para legarlos a sus descendientes (1949: 21-22).
transmitiendo de una finca a otra sus ideas rebeldes por medio del son de
sus tambores” (1996: 215). Se evidencia con esto que el baile y el canto no
fueron la excusa sino la rebelión misma.
Con respecto a la situación concreta de la insurrección de 1795, Arcaya
refiere que:
Pero las especies que llamaron mas mi atención y que aumentaron mas mis sospe-
chas, fueron las que el venerable cura Parroco de aquella ciudad D. Pedro Perez,
me comunicó en mi casa con motivo de haberme venido a visitar: De modo que las
apunté por haverme escandalizado = Señor Comandante, me dixo, aunque había
hecho animo de morir entre mis Feligreses, voy a comprar dos mulas para tenerlas
pronto. Yo soy sacerdote, he confesado a muchas personas, y no puedo hablar
mas; suponga vmd que antes al levantamiento, se hacían unos Bailes, o Zambas
en que se cantaban unos versitos muy deshonestos, y que se bailaban mil obse-
nidades: me acuerdo de una que dice: mas vale negro con placa, que cabeza de
blanco: candela arriba, candela abajo, saca la macheta, corta la Cabeza, come los
zamuros, beva la Aguardienta. Al oir semejantes especies no pude menos de inte-
rrumpirle diciéndole que eran canciones sediciosos, a lo qual el Venerable Parroco
me contesto en estos términos = Pues asi se cantaban públicamente, y queriendo
yo desterrar a la Cantarina nombrada Paulina Antonia, mi Compañero me contestó
que era meterse en una question con el Justicia mayor, la llamé y le di una buena
reprehensión = en esto le replique diciendo, ¿pues que el Justicia mayor sabia de
119
3 “Los domingos y demás días de tabla, o sea de festividad religiosa cuya celebración no
podía excusarse, cesaban las faenas del ingenio, si no era época de zafra, descansaban
los esclavos; podían estos divertirse” (Ortiz, 1996: 213).
estos Bailes? Si señor respondió, porque eran públicos, con otras expresiones de
que no hago memoria4.
En cada uno de los versos recogidos por los dos informantes de la re-
belión se aprecia claramente la intención de los negros de hacer un movi-
miento organizado en la hacienda Macanilla contra los blancos. Establecen
120
4 “Coro. Expediente sobre levantamiento de los negros de aquella ciudad”, Archivo General
de la Nación, Subfondo Registro Público, Sección Judiciales, Serie Criminales, año 1795,
letra C, exp. 6, f. 61, vto-62 (ver Anexo).
5 Ídem (ver Anexo).
Conclusiones
Fuentes consultadas
De Archivo
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su teoría y método”, en Boletín Antropológico, nº 50, septiembre-diciembre.
Mérida, Centro de Investigaciones Etnológicas-Museo Arqueológico-Univer-
sidad de Los Andes.
Eloy Reverón
Resumen
La Masonería ha sido considerada precursora y protagonista de la indepen-
dencia de América. En el caso de Venezuela, tal afirmación resulta difícil de
sustentar con propiedad debido a la ausencia de fuentes masónicas anterio-
res a 1823. Mediante una breve explicación de los principios fundamentales
de la mencionada teoría, señalando la característica esencial de la llamada
independencia y los diferentes conceptos y usos del término masonería, se
pretende contribuir a la hermenéutica histórica de la conformación de una
teoría que interprete el proceso que se manifiesta con el término revolución
bolivariana, así como también a la desmitificación de los conceptos de maso-
nería e independencia. Esta perspectiva pretende explicar la historicidad del
concepto de independencia integral, propuesto por el presidente Hugo Rafael
Chávez Frías, confrontándolo a nuestras historiográficas, escritas para la oli-
garquía conservadora a partir de 1830, y a la visión que de la independencia
dejaron testimonio los masones.
Palabras clave: masonería, independencia, independencia integral, indepen-
dencia historiográfica, historiografía, liberación, revolución bolivariana.
Abstract
Masonry has been considered a precursor and hero of the independence of
America. In the case of Venezuela, that assertion difficult to sustain properly
due to the absence of previous Masonic sources, 1823. Through a brief expla-
nation of the fundamental principles of that theory, pointing out the essential
characteristic of the called independence and the different concepts and uses
of the term masonry, aims to contribute to historical hermeneutics of the for-
mation of a theory to interpret the process that occurs the term bolivarian revo-
lution, as well as demystifying the concept of freemasonry and independence.
This perspective seeks to explain the historicity of the concept of integral inde-
pendence proposed by president Hugo Rafael Chávez Frías, confronting our 125
historiography, written for the conservative oligarchy from 1830, and the vision
of independence left testimony of the masons.
Keywords: masonry, independence, independence integral, independence
historiographical, historiography, liberation, bolivarian revolution.
Introducción
1 La elaboración teórica que conduce la presente reflexión surge de la redacción de dos tesis
de maestría para elaborar los marcos históricos que se expresaron desde la cosmovisión
del indígena para evaluar y proponer políticas públicas relativas a la indianidad a la luz del
indigenismo interamericano (Reverón, 1992) y como variable histórica para el marco históri-
co del análisis estratégico en el área de la seguridad y defensa integral (Reverón, 2005). El
segundo alcance de esta teoría fue publicado en un artículo de revista arbitrada identificado
como “Teoría de la historia de la resistencia indígena” (Reverón, 2007), a partir de esa prime-
ra versión han sido publicados nuevos alcances en lenguas como el africanier, el esloveno
y otras, traducidas por Argenpres (Agencia Argentina de Noticias) quien la distribuyó en los 127
países de habla hispana con el subtítulo que ya le había agregado a ese último alcance:
“Hacia la teoría de la historia de la revolución bolivariana”. Entiéndase revolución bolivariana
el proceso iniciado con la reacción del primer aborigen a los cuatro vectores de la fuerza
de dominación transatlántica iniciada a partir de 1492 hasta el alcance de la independencia
integral de Nuestramérica.
¿Cuál masonería?
La Asociación mas: en Venezuela, como en todos los países en que existe, tiene
por objeto la práctica de la moral y las virtudes, el estudio de las ciencias y las
artes, una protección mutua y decidida entre sus miembros, y en desempeño de
todos aquellos deberes, que armonizando con sus principios y dogmas, propendan
al bienestar de la humanidad, sin ingerirse jamás en asuntos políticos y religiosos.
Solo de una manera imperfecta conocemos el método complejo empleado por Mi-
randa en la elaboración subterránea de aquella obra magna (…) El principal instru-
mento de propaganda de que se sirvió parece haber sido, en efecto, la vasta aso-
ciación secreta que hacia 1797, fundó él en Londres, y cuyo papel fue considerable
sobre los destinos de la emancipación (Mancini, 1923: 269; cursivas nuestras).
135
No hace referencia alguna para fundamentar su conjetura. Pero continúa
su discurso diciendo:
propuesto en 1823, y que a mediados del siglo XIX los masones estaban lejos
de pensar en el culto a los héroes o en el culto a la personalidad, vale prestar
atención a los nombres de sus logias, ninguna ostenta nombre de masón
alguno ni de héroe del Olimpo de la Patria.
Es necesario realizar un estudio más detallado para precisar si los enfren-
tamientos obedecen a la simple lucha por el control del poder político, o si
existen posiciones encontradas ante la realidad de la preservación del modo
de producción esclavista colonial entonces en crisis.
La independencia historiográfica
vector de dominio colonial con suficiente fuerza porque aquel coctel racial for-
maba sus propias supersticiones en un sincretismo cultural sui generis. Entre
pulperos, cazadores de ganado, salteadores de caminos y contrabandistas
se ponían en contacto con las puntas de lanza del embrionario capitalismo,
factorías comerciales instaladas en el Caribe insular que generaron mediante
el comercio un flujo de capital tan importante como para conformar una clase
social emergente que durante el siglo XVIII se había multiplicado de manera
vertiginosa. De tal manera que frente a la posibilidad de romper el monopolio
comercial que había impuesto la corona existían fuerzas que hacían tensión.
Más pudo el estallido social que la conspiración. La realidad histórica que
asomaba Uslar hace más de medio siglo apenas trasciende los espacios
académicos. La primera versión de la historia venezolana fue escrita desde
la perspectiva de la oligarquía conservadora que se instaló después de la
desintegración de la Gran Colombia, el Estado unido que ganó la guerra til-
dada de independencia concibiendo a la mencionada desintegración como
a una segunda independencia.
Uno de nuestros primeros historiadores, Rafael María Baralt, con su visión
de la escuela romántica, se refirió a la guerra de independencia como la revo-
lución política de Venezuela (Baralt y Díaz, 1841: 4), y hace esta aclaratoria
porque observa la tendencia republicana en los insurgentes, a diferencia de
los movimientos anteriores. Revolución política en cuanto a cambio de estruc-
tura del gobierno monárquico por el republicano. También podemos recordar
a Feliciano Montenegro y Colón, su discurso conservador acusa a la debilidad
de las autoridades coloniales por no reprimir con propiedad la llegada de
las ideas revolucionarias, a las cuales les aplicaba el epíteto de “genio del
mal”, mientras que a quienes las proclamaban los llamó “venenosos maestros”
(Montenegro y Colón, 1840: 51).
Francisco Javier Yanes y José de Austria al justificar la independencia no
apreciaron que fue insuficiente. Tampoco para Juan Vicente González, quien
en realidad fue un virtuoso escritor que manipulaba la historia para sus fines
políticos en extensos artículos que publicó en su propio periódico y después
fueron editados en forma de libro. Él se refirió a los autores del 19 de abril en
los siguientes términos: “Pues quizá no habéis conocido todavía la inmensi-
dad de los males que habéis causado a nuestra patria (…) voy a presentaros
el resultado de vuestros proyectos, los bienes que prometíais y la felicidad
que esperabais. La sangre de 221.741 víctimas que habéis sacrificado (Gon-
142 zález, 1975: 270-271). Así encabezó las listas del Estado de la población an-
tes y después de la guerra. De aquí se desprende la idea de que algo tan
horroroso como la violencia generada necesitaba una justificación ideológica
por parte del régimen republicano. Los masones de entonces no se adjudica-
ron la responsabilidad de la independencia vista desde este momento y lugar.
La guerra a muerte fue proclamada en este año [1813] y los denodados hijos de
Venezuela, inflamados ya por el sagrado fuego de la libertad y clamando venganzas
por tantos ultrajes y persecuciones tantas, juraron combatir hasta perecer o colocar
triunfante sobre sus altas cimas el pabellón tricolor de la República. Todo había de
sacrificarse en aras de la patria; sosiego, riquezas, familia, la vida misma, salvándo-
se solo de tan horrible lucha el honor y el heroísmo (citado por Raynero, 2007: 359).
La independencia integral
148
Consideraciones finales
Fuentes consultadas
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ses sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas, Tipogra-
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154
Leonardo Bracamonte
Resumen
A través de la institucionalización de las disciplinas de las ciencias sociales,
especialmente en Europa, se fueron estableciendo algunos principios epis-
temológicos que servían para diferenciar estas disciplinas como campos es-
pecíficos del conocimiento. Ese proceso devino en una forma ya socialmente
legítima de construir el saber, compuesta de metodologías y epistemologías
cuyos desarrollos y formas de legitimación se estructuran como parte de la
cosmogonía de la modernidad capitalista. Se precisa, en primer lugar, revi-
sar algunas antinomias legadas del siglo XIX, como nomotético/idiográfico,
hecho/valor, micro/macro, a la luz del llamado de atención que formula Im-
manuel Wallerstein sobre la renovación integral de la ciencia social. La dis-
cusión continúa con los planteamientos del historiador alemán Jürgen Kocka
para trascender las perspectivas que se expresan desde la historia de las
experiencias y la historia de las estructuras. Por último nos referimos a la pro-
puesta posestructuralista de Ernesto Laclau y su tratamiento del populismo
desde la teoría política.
Palabras clave: metodología, epistemología, ciencias sociales, teoría políti-
ca, Immanuel Wallerstein, Jürgen Kocka, Ernesto Laclau.
Abstract
Through the institutionalization of social science disciplines, especially in
Europe, were established some epistemological principles that served to di-
fferentiate these specific disciplines and fields of knowledge. the process be-
came a socially legitimate way and to build knowledge, methodologies and
epistemologies composite whose developments and forms of legitimacy are
structured as part of the cosmogony of capitalist modernity. Is needed first,
to review some antinomies legacy of the nineteenth century, as nomothetic/ 155
idiographic, fact/value, micro/macro, in light of the wake-up call that makes
Immanuel Wallerstein on the renovation of social science. The discussion con-
tinues with the approach of Jürgen Kocka German historian to transcend the
perspectives that are expressed from the history of experiences and history
Introducción
La irrupción del proceso de cambios de distinto signo vivido por toda la so-
ciedad venezolana supone la necesidad de examinar exhaustivamente los
supuestos convencionales mediante los cuales nos hemos percibido como
nación. Las formas generalmente aceptadas por medio de las cuales la so-
ciedad se ha construido su propia personalidad histórica requieren de una
revisión detenida. Sobre todo en décadas pasadas, el país se autocontempla-
ba como básicamente democrático. De esta forma, algunos de los problemas
estructurales como la violencia endémica, el racismo, la desintegración terri-
torial o los conflictos sociales y políticos que padecen las naciones latinoa-
mericanas quedaban prácticamente fuera de las preocupaciones comunes
de especialistas y de amplios sectores sociales en Venezuela. Quizá porque
aquellas contradicciones se aliviaban al tiempo en que se enmascaraban,
producto de las políticas redistributivas que emprendieron los gobiernos en
tiempos de bonanza petrolera.
Sin embargo, no se trata en esta oportunidad de examinar el contenido de
esta versión sobre un país casi armónico. Se considera además que tal revi-
sión de las formas en las que nos hemos comprendido incluye también, pero
al mismo tiempo supera, las elaboraciones historiográficas dominantes cons-
truidas bajo el presupuesto de la defensa del proyecto liberal-democrático.
156 Es imperativo entonces ir más allá hasta impugnar los propios fundamentos
teóricos que hacen parte de la herencia de las propias ciencias sociales, este
es el objetivo fundamental de esta comunicación.
Con todo, aunque algunos de estos “postulados perniciosos”, como los
llamó en su momento Charles Tilly (1991), se ubican en la formación de un
Esta cosmovisión tiene como eje articulador central la idea de “modernidad”, no-
ción que captura complejamente cuatro dimensiones básicas: 1) la visión universal
de la historia asociada a la idea del progreso (a partir de la cual se construye la
clasificación y jerarquización de todos los pueblos y continentes, y experiencias
históricas); 2) la “naturalización” tanto de las relaciones sociales como de la “na-
turaleza humana” de la sociedad liberal capitalista; 3) la naturalización u ontolo-
gización de las múltiples separaciones propias de esa sociedad; y 4) la necesaria
superioridad de los saberes que produce esa sociedad (“ciencia”) sobre todo otro
saber (Lander, 2005: 22).
Pero las consecuencias que llaman la atención a los fines de esta presen-
tación han sido consideradas por Wallerstein (2005) como antinomias del
pensamiento liberal-moderno, se trata de los falsos dilemas nomotético/idio-
gráfico, hecho/valor, micro/macro. La división nomotético/idiográfico da cuenta
de dos procedimientos epistemológicos supuestamente contradictorios que
tienen su origen en arraigadas tradiciones de la ciencia newtoniana, según la
cual la categoría espacio-temporal se rebela como una instancia externa al
análisis científico. Es decir, siguiendo este principio cardinal en el pensamien-
to occidental, el espacio y el tiempo funcionan sujetos a regulaciones eternas,
continuas, predecibles, regulares. Este planteamiento que proviene de la físi-
ca y la biología representó en su momento un fundamento para legitimar teó-
ricamente las aspiraciones de universalidad en la ciencia social; con esto no
se niega sin embargo la pertinencia en la búsqueda de teorías universalistas
necesarias para explicaciones competentes.
Convenía entonces a los científicos nomotéticos el esfuerzo por captar
las expresiones sociales de esas regulaciones para colocarlas inmersas en
un discurso que aborde la identificación de leyes, si bien de tendencias, que
continuamente tienen lugar indiferentemente de la expresión superficial de
los acontecimientos históricos. El objetivo científico se concentraba en captar
esas regulaciones subyacentes para comprender el funcionamiento universal
de la realidad. 159
El procedimiento descrito llevaba también el requisito de la simplificación
al tiempo que se emprendía la búsqueda de los datos para la captación con-
ceptual de esas tendencias que se repetían a través de la realidad. La ope-
ración intelectual, si bien supuso avances significativos, también conllevó a
Las grandes ideas de las ciencias sociales tienen invariablemente sus raíces en
aspiraciones morales. Por abstractas que las ideas sean a veces, por neutrales
que parezcan a los teóricos e investigadores nunca se despojan, en realidad, de
sus orígenes morales (…) Ellas no surgieron del razonamiento simple y carente
de compromisos morales de la ciencia pura. No es desmerecer la grandeza cien-
tífica de hombres como Weber o Durkheim afirmar que trabajaban con materiales
intelectuales —valores, conceptos y teorías— que jamás hubieran llegado a po-
seer sin los persistentes conflictos morales del siglo XIX (2003: 33).
Todo esto es una cortina de humo. En toda explicación siempre hay identidades y
diferencias. Para afirmar que existe una identidad tenemos que abstraer, es decir,
eliminar variables que difieren en la comparación de dos elementos. Cuando deci-
mos que hay una diferencia, ponemos el acento en la importancia de esas varia-
bles para la interpretación. Lo que hacemos en una instancia particular depende
de qué preguntas creemos que deben ser respondidas (2005: 106).
162
No obstante, hay terceras posturas que afirman que ninguna de las op-
ciones puede dar cuenta de la complejidad de lo real. Más bien el foco de la
observación se desprende de la propia relación social que genera el agen-
te en contacto con las estructuras sociales externas, con los otros agentes
Aunque solo fuera para aguar la fiesta a los manuales de tráfico grueso y a los
creadores del santoral, el historiador debe enfrentar la versión (2004: 7).
…la pregunta acerca de cómo viven y elaboran los hombres y las mujeres, estas
estructuras y estos procesos se dejaron completamente al margen (…) la historia
de la cotidianidad también renuncia a una comprensión reducida del marxismo
que busca explicar el pasado exclusivamente a partir de la acción de imperati-
vos económicos irresistibles, de las famosas condiciones objetivas. Las cálidas
corrientes del factor subjetivo deben entremezclarse con la antigua lógica de las
construcciones históricas basadas en la política económica y las teorías de la
modernización (2002: 74-75).
Son varias las limitaciones que Kocka detecta en la historia de las expe-
riencias (mentalidades), con el objeto de tratar de llamar la atención sobre el
falso dilema que se reproduce también en la historia, relativo a privilegiar la
acción de los agentes que, al contrario de lo que postulan los textos sagrados,
164 efectivamente sí saben lo que hacen, y la existencia de las estructuras obje-
tivas, trabajadas por la historia social, cuya desestimación involucra al final
graves errores de apreciación. Según Kocka, “entre ambas dimensiones de la
realidad no existe congruencia, sino un hiato” (2002: 77).
las estructuras y los procesos, por una parte, y las acciones y las experiencias, por
otra, como una relación históricamente variable de refracción y no congruencia; no
se trata, sin embargo, de negar o ignorar esta relación (Kocka, 2002: 82).
Una propuesta sugerente que trata de igual modo de trascender la díada di-
cotómica entre acción humana y estructura, que involucra la pregunta por la
formación de los contenidos que se articulan en la sociedad, tenida como un
campo en permanente constitución, sin desdeñar del todo la existencia de es-
tructuras condicionantes, es la perspectiva posestructuralista trabajada desde
la teoría política por el argentino Ernesto Laclau. El autor no se pregunta por
la existencia de una sociedad vista como una realidad a priori, como el campo
donde se suceden los procesos, más bien prefiere emprender un análisis que
arroje luces sobre contenidos que den cuenta de una sociedad en permanen-
te reconfiguración. Es una proposición teórica que viene trabajando el autor
desde el primero de sus libros, Política e ideología en la teoría marxista. Capi-
talismo, fascismo, populismo (1978). El libro al que nos referiremos apareció
por primera vez en 2004, y luego al año siguiente se publicó en español, con
el nombre de La razón populista.
Este trabajo representa un desafío a las elaboraciones convencionales que
desde las ciencias sociales, pero cercanas al sentido común, se han elabora-
do sobre el tema. Los ejemplos, aunque escapan de los propósitos de estos
comentarios (en todo caso el autor examina varios de ellos en la primera parte
de su ensayo), se resumen en la tradicional denigración de las masas, al colo-
car a las experiencias populistas en márgenes sociales difusos que expresan
por lo general desviadas conductas patológicas de sociedades en disolución.
Sobre todo en contraste con un diseño social pensado para unos actores
plenamente institucionalizados que se disponen, desde sus propios intereses
bien definidos, ejecutar una versión de la política que funciona como exten-
sión de la administración de los recursos. Laclau es claro, una sociedad en-
teramente constituida, “cerrada”, políticamente administrada y sin conflictos
es imposible. La sociedad y, principalmente, el contenido que las define en
un momento, producto de luchas sociales y políticas, es un proceso siempre
inacabado, en constante articulación social o discursiva. Su intención es darle
166 algunas respuestas a inquietudes que tratan de interpelar a la propia forma-
ción de las identidades populares.
Uno de los aspectos que más llama la atención es el tratamiento de con-
ceptos y categorías tradicionales que desde distintas disciplinas se encuen-
tran severamente cuestionados. Es el caso, por ejemplo, de la naturaleza del
Hace días dije que la urna electoral era como la caja o como el sombrero de copa
de un prestidigitador. El pueblo quiere escuelas, el pueblo quiere hospitales, el
pueblo quiere caminos, el pueblo quiere libertad. Es allí, en la urna, donde así
Por ejemplo, en 1945, el general Perón adoptó una postura nacionalista y aseveró
que la opción argentina era la elección entre Braden (el embajador estadouniden-
se) y Perón. Y, como es bien sabido, esta alternativa personalizada tiene lugar
en otros discursos mediante dicotomías como ser el pueblo vs. la oligarquía, las
masas trabajadoras vs. los explotados, etcétera. Como podemos ver, existe en
estas tres dicotomías —así como en aquellas constitutivas de cualquier frontera
político-ideológica— una simplificación del espacio político (todas las singulari-
dades sociales tienden a agruparse alrededor de alguno de los dos polos de la
dicotomía), y los términos que designan ambos polos deben necesariamente
ser imprecisos (de otro modo no podrían abarcar todas las particularidades que
supuestamente deben agrupar). Ahora bien, si esto es así ¿no es esta lógica de
la simplificación y de la imprecisión, la condición misma de la acción política?
(…) Sin embargo, el rasgo distintivo del populismo sería solo el énfasis especial
en una lógica política, la cual, como tal, es un ingrediente necesario de la política
tout court (2004: 33).
Lo que implica, en primer lugar, que toda política lleva una connotación ne- 169
cesariamente populista, lo cual supone una idea polémica que podría contri-
buir a reformular el contenido de lo político en la ciencia social. Y, en segundo
lugar, en referencia a la división del campo social, que la instauración de una
polarización política y social, formada en parte con la producción discursiva
Conclusión
Blanco, Andrés Eloy (1989). “Discurso pronunciado por Andrés Eloy Blanco en el
mitin que el 1º de abril de 1946 realizó Acción Democrática en el Nuevo Circo”,
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bierno y época de la Junta Revolucionaria. 1945-1948. Los principales parti-
dos. Caracas, Congreso de la República, tomos 64-65.
Viet, Jean (1979). Los métodos estructuralistas en las ciencias sociales. Buenos
Aires, Amorrortu.
172
Carlos Franco
Resumen
La practica imperialista ejecutada por los Estados Unidos de América, en es-
pecial desde el inicio del siglo XX, está enmarcada por la interrelación de tres
estructuras dinámicas que comprimen una forma de intervención a través de
vías múltiples, diversas y sistemáticas. Partiendo de esto, planteamos utilizar la
diferenciación de categorías entre régimen político y Estado clientelar, lo que
nos permitirá enfocar a la Cuba anterior a 1959 como Estado neocolonial y
dependiente, diferenciación que soporta la hipótesis de que dicha situación se
manifestó como efecto de la consolidación de una territorialidad múltiple de los
intereses imperialistas (donde se incluye a la oligarquía cubana enlazada eco-
nómica y/o políticamente a los factores estadounidenses del poder imperialista).
Así pues, el eje de nuestra investigación se centra en cómo la intervención
imperialista de los Estados Unidos en Cuba resultó clave para estructurar una
serie de relaciones de dependencia neocolonial (1898-1958), la cual se tra-
dujo en la creación de un Estado clientelar que trajó como efecto la oposición
de factores nacionalistas que devinieron en la instauración de un gobierno
revolucionario que en su fase formativa (1959-1965) varió sus posturas en
torno a las arremetidas imperialistas estadounidenses.
Palabras clave: clientelismo, neocolonialismo, estructuralismo imperialista,
Cuba prerrevolucionaria.
Abstract
The imperialist practices implemented by the United States, especially since
the beginning of the twentieth century is framed by the interplay of three dyna-
mic structures that compress a form of intervention through multiple pathways,
many systematic. From this, we propose to use the category distinctions bet-
ween political regime and state patronage, allowing us to focus on the pre-
1959 Cuba as a state and neocolonial dependent differentiation supports the 173
hypothesis that these conditions are expressed as the effect of consolidation
of multiple territoriality imperialist interests (which includes the Cuban oligar-
chy linked to economic factors politically U.S. imperial power).
Thus, the focus of our research focuses on how the intervention of U.S.
imperialism in Cuba was a key to structure a series of neocolonial dependency
ratios (1898-1958), which resulted in the creation of a client state that dress
the effect of factors nationalist opposition that became in the establishment of
a revolutionary government in its formative phase (1959-1965) changed their
positions on the U.S. imperialist onslaught.
Keywords: patronage, neocolonialism, structuralism imperialist, pre-revolu-
tionary Cuba.
Introducción
En lo que atañe al frente externo vale tener en cuenta que son determi-
nados capitales monopólicos y determinados instrumentos de la geopolítica
de la metrópolis los que alcanzan a territorializarse, siempre en tensión cons-
tante con las limitaciones concretas que les impone la realidad histórica del
medio social. Por ejemplo, a principios del siglo XX operaban capitales mo-
nopólicos e instrumentos de la esfera geopolítica de los EE UU en países tan
distintos como México y Cuba, con diferencias en el grado de dependencia
con los norteamericanos. En México se encontraba limitada por la autocracia
porfirista, a la par de unas estructuras de producción y de clase mucho más
definidas y estructuradas, mientras que en el caso cubano la derrota de una
potencia debilitada como España y el desmantelamiento de un ejército revo-
lucionario anticolonialista (el cubano) hicieron factible un tipo de territorializa-
ción político-jurídico-ideológico más completo y dominante.
En consecuencia, la estructura de lo territorial es el punto concreto de las
otras dos, quedando supeditadas a ellas, siendo a la par el puente que trans-
mite las condiciones reales de las naciones contiguas a las clases dominantes
de la metrópoli, sean estas las grandes corporaciones capitalistas o los medios
estatales. Considerando el caso de las realidades caribeñas y centroamerica-
nas de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, la territorialidad pudo
cumplir ampliamente su “misión civilizadora” por medio de la ocupación militar,
la disolución de ejércitos nacionales y la promoción de ejércitos que facilitaron
la protección y desarrollo de los negocios del país norteño, cuestión que trajo
diversas consecuencias, y en el caso cubano estas serán muy específicas.
Partiendo de este enfoque teórico de la forma de la intervención impe-
rialista de los Estados Unidos, nos dedicaremos al análisis de su aplicación
en Cuba durante el período histórico marcado por los acontecimientos de la
guerra de independencia cubana (1898).
invitó al Estado norteamericano a tomar el control de una tierra que poseía diez
millones de acres de selva virgen, con abundante madera valiosa la cual, ven-
dida en los EE UU, “produciría pingues beneficios” (Zinn, 1999: 230).
En lo que atañe al frente externo, las cosas no podían presentarse más
conformes a los designios intervencionistas. Específicamente en Cuba, la
guerra anticolonial iniciada en 1868 con las acciones de Demajagua, afec-
to especialmente al oriente de la isla hasta producirse en 1878 el armisticio
que puso fin a la esclavitud y a la “guerra de los diez años” (Le Riverend,
1999). En esta coyuntura histórica, empezaron a penetrar, hacia 1883, los
primeros grandes capitales norteamericanos orientados al sector azucarero.
Empresarios como Edwin Atkins y Hugh Kelly adquirieron centrales y grandes
extensiones de tierra. Con ello iniciaron un movimiento de inversiones que se
profundizaría después de 1898, aprovechando el cambio en la estructura de
comercialización del azúcar producida por el arancel McKinley de 1890. Otros
capitales, como los de la Bethlehem Iron Works o los de la Pennsylvania Steel
Company, orientaron sus inversiones a la minería cubana paralizada por la
guerra anticolonial.
Pero el elemento más significativo del frente externo residió en el curso
que tomaron los sucesos cubanos durante el segundo ciclo de lucha anti-
colonial abierto en los primeros meses de 1892 con la constitución del Par-
tido Revolucionario Cubano (PRC). La conducción política de este partido
quedó en manos de José Martí, mientras que a Máximo Gómez le cupo la
dirección militar del Ejército Libertador creado por el Partido Revolucionario
Cubano (Abad, 1995). Con ambos instrumentos fue retomada la insurrección
en 1893. A principios de 1898 los insurrectos mambises ejercían de facto
su control sobre la mayor parte de Cuba. El general revolucionario Máximo
Gómez proyectaba el control sobre La Habana, mientras que las fuerzas del
extinto general Antonio Maceo tenían en jaque desde fines de 1897 a toda la
oficialidad española.
Ya la administración Cleveland había manifestado sus temores de que en
Cuba triunfase la causa insurreccional, sobreviniendo entonces “el estableci-
miento de una república de negros y blancos” (Zinn, 1999: 225), en la cual pre-
dominaría “peligrosamente” el elemento negro. La administración McKinley de
ningún modo podía tolerar una nueva “Haití”, menos aún en los últimos tramos
de un siglo que había visto crecer significativamente las inversiones directas
del capital norteamericano en la isla. Para hombres como McKinley y Hay,
178 la presencia colonial española había implicado hasta 1898 una protección
de estos capitales, aunque con la preocupación de las consecuencias de la
presumible caída del poder español, lo cual abría la posibilidad de que Cuba
pasara a ser controlada por una raza inferior.
La figura bíblica del título pertenece a José Martí, siendo posteriormente adop-
tada por Noam Chomsky (2000: 109-119) para definir la lucha feroz y desigual
que desde 1959 le impusiera EE UU al pueblo cubano. El desarrollo de esta
Estado creaba las unidades especiales de Lucha Contra Bandidos, para con-
trapesar la reorganización táctica de los “alzados” del Escambray que fomen-
tara Washington. De esta manera, si entre 1959-1961 habían sido capturados
cuatro grupos de “alzados”, entre agosto de 1962 y diciembre de 1963, habían
caído 25 grupos. Como resultado de esta mayor efectividad de la represión
revolucionaria, Fidel Castro pudo anunciar en Santa Clara el fin del bandidis-
mo organizado.
La contrarrevolución armada, expediente territorial norteamericano para
impedir la dilución del orden neocolonial en Cuba, había dado sobradas
muestras de ineficacia ante una sociedad y Estado movilizados para conquis-
tar aquella soberanía conculcada en 1898.
Fuentes consultadas
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toria política. México, Instituto Mora.
Zinn, Howard (1999). La otra historia de los EE UU. México, Siglo XXI Editores.
195
la obra, ¿qué nos dejó a los pueblos nuestroamericanos ese proceso que
hace 200 años sacó al imperio español de gran parte del continente?
Así llegamos al tema de El Caribe, región que no ha sido tomada en cuen-
ta en estas celebraciones, dejando de lado los intentos de rebeliones que se
vivieron en la región, por ello existe una dura crítica a lo que ellos catalogan
como Historia Oficial, que ha buscado ocultar esos hechos al igual que el
papel de los sectores populares en esas luchas, dejando como absolutos
protagonistas a las elites y las oligarquías.
Un punto de interés es que la obra muestra, a través de la recopilación de
documentos y conferencias, una crítica a la manera como se ha abordado la
historia, alertando sobre la necesidad de confrontar esa tendencia eurocén-
trica y acercarse más a los sentires de las rebeliones populares, por ello aquí
no se muestran investigaciones históricas, se realiza un balance crítico de la
historiografía dominante sobre la independencia, llamando la atención sobre
ese proceso de una forma diferente e incluyendo a la región de El Caribe, la
cual tuvo a hombres como José Martí que lucharon por romper las cadenas
tanto de España como del emergente imperio estadounidense.
Diana Pérez.
Reseñas
diversas investigaciones nos ha hecho pensar del primer gobierno del líder
de los llaneros durante la independencia, José Antonio Páez, al mostrarlo
como un régimen de paz, tranquilidad y de amplio consenso, cuando en
la realidad tuvo que enfrentar levantamientos y descontentos de diversos
sectores de la población venezolana.
Otro aspecto de interés es que nos permite conocer lo que ocurría en di-
versas regiones del país, esta es una de las grandes debilidades de nuestra
historia, la cual se encuentra excesivamente centrada en Caracas, por ello no
tenemos muchas investigaciones que analicen lo que ocurría en el interior del
país a la hora de grandes eventos nacionales, este es otro importante aporte
de esta recopilación documental.
Por otra parte el lector podrá leer con fuentes de primera mano los diver-
sos alzamientos y movilizaciones que ocurren en nuestro país durante el año
1830 hasta julio de 1831, fecha en la cual culmina ese ambiente de protesta
adverso al gobierno de Páez.
También tendrá acceso a los acuerdos de paz realizados entre generales
y coroneles durante esos años, aspecto que aún espera por el estudio ex-
haustivo de los investigadores en historia, al ser prácticamente desconocido
para la mayoría de los venezolanos, de esa forma podemos formarnos una
visión más cercana a la realidad de lo que ocurría en un año muy conflictivo
e interesante de nuestra historia.
De allí que invitemos a los lectores a leer está recopilación documental
que nos muestra una cara diferente de la separación de Venezuela de la Gran
Colombia, porque hasta los momentos la historia la había caracterizado como
un proceso pacífico y de amplio consenso nacional. Pero la documentación
recopilada en el último boletín del Archivo General de la Nación nos muestra
algo distinto, primero, cómo muchos venezolanos apoyaron los ideales boli-
varianos hasta después de la muerte de nuestro Libertador, y segundo, las
serias dificultades que sufrió el gobierno de Páez para acabar con los brotes
de protesta.
Por esas razones es oportuno conocer y reivindicar la valentía, la lealtad
de esos hombres y mujeres venezolanos que se alzaron contra Páez, quienes
defendieron con todas sus fuerzas los ideales de unidad nuestramericana.
Diana Pérez
199
En Del pensar a la angustia, Alexander Torres Iriarte nos muestra el perfil
de cinco pensadores venezolanos que vivieron y reflexionaron con especial
intensidad su tiempo y su entorno (la angustia, el pensar), incitándonos, de
este modo, a inquietarnos por determinar un pensamiento propio que nos
propio contexto.
Alexander Torres Iriarte, educador e historiador, inicia exponiendo la pers-
pectiva antropológica del filósofo y educador alemán Ignacio Burk, quien
desde temprana edad se estableció en tierras venezolanas como misionero
salesiano. En Caracas logró graduarse en el instituto Pedagógico de Caracas
(IPC) en 1949, con la especialización de Biología, Física y Filosofía, lo que le
permitió tener una fuerte instrucción en los saberes científicos y humanistas.
Conflictos vocacionales lo hacen abandonar el sacerdocio para dedicarse a la
docencia, desarrollando una amplia labor divulgativa y académica en el IPC.
En su obra, Burk se esfuerza en ilustrarnos, acudiendo al tecnocentrismo
opresor, la carga pesimista que lleva la noción de hombre. Esta noción conci-
be al hombre como el animal portador de una razón que, irónicamente, se en-
frenta con su naturaleza egoísta, reflexión que fue anunciada ya por Hobbes
en su polémica sentencia: homo homini lupus. Esto nos incita a preguntarnos:
“¿y cuál es el asidero del hombre contemporáneo?” (p. 16).
Burk sostiene que a pesar de que el Aufklärung (Ilustración) trató de elevar
a la diosa razón a su más alta cúspide, permitiendo el desarrollo técnico en
su más amplio margen, podemos observar cómo los pensadores de épocas
posteriores han de notar que el hombre se encuentra aún en tinieblas. “Solo
basta observar el caso de las cosmovisiones científicas, para corroborar lo
que decimos. Como si al hombre —por el desengaño con su carga de ensayo
y error— le llegó la hora de asumir su propia responsabilidad”, advierte Torres
Iriarte (p. 17).
La tecnología desvía el horizonte de los valores éticos y estéticos, mas no
por ello quiere decir “que deba existir un divorcio entre el aparato productivo
y la educación” (p. 19), sino, más bien, “...que debe haber un cambio de para-
digma con respecto a la imagen que se tiene del educador. Este debe dejar
de ser un mero instructor que solo informa, para también empujar al pen-
samiento racional, con notable capacidad crítica, ya que aprender un cierto
tipo de conducta fundamentalmente verbal, es aprender en amplia medida un
lenguaje” (p. 20).
En el siguiente capítulo, Torres Iriarte nos expone la postura de Rafael
Vegas Sánchez, venezolano que desde joven estuvo involucrado en las altas
esferas educativas, estudiando en el colegio Salesiano y el liceo Caracas
donde llegó a ser discípulo de Rómulo Gallegos. Fue estudiante de medicina
en la Universidad Central de Venezuela, lo que le permitió especializarse en el
área de psiquiatría, lo que posteriormente le servirá de auxilio para dilucidar
los problemas que tiene el país con “la infancia abandonada, anormal y delin-
cuente” (p. 33). Vegas Sánchez nos presenta como solución la instauración de
instituciones: “Casas de observación para Menores, Casas Hogares, interna-
200 dos de Pre-Orientación, Internados de Readaptación, Sanatorios Psiquiátri-
cos Infantiles, además, de Clases y Escuelas Especiales” (p. 33).
La educación fundamental del joven viene dada desde el hogar, no se bus-
ca reemplazarlo con la institución, sino estimular la creatividad y reflexión que
bien no puede ser abarcada desde la casa. No obstante podemos notar cómo
muchos hogares son disfuncionales, impidiéndole así la correcta formación al
Reseñas
sinos a la capital en busca de una mejor calidad de vida, pero a gran escala
esto representa lo que Vegas Sánchez llamó posteriormente “cinturón de mi-
seria” (p. 34).
Sánchez abogó por la institución que vela por la educación de los jóvenes
y no en vano fundó el Colegio Santiago de León de Caracas, cuyo objetivo
principal estaba destinado a la formación de individuos conocedores de su
cultura, historia, y que fomentara en ellos el llamado a la producción benefi-
ciosa para el país. Asimismo procura llevar el ideal del estudiante venezolano
a un individuo que tiene “visión universal del ser humano” (p. 38), que sea
tolerante, conocedor de su tradición y capaz de convertirse en pilar del futuro
de Venezuela.
Más adelante, Torres Iriarte nos presenta una reflexión sobre la tendencia
existencialista que asume el autor hispano Teodoro Isarría, pensador espa-
ñol por nacimiento y venezolano por naturalización (p. 49). En Madrid tuvo a
maestros como José Gaos, José Ortega y Gasset y García Morente. En 1947
llega a Venezuela y se desempeña como traductor y profesor en el IPC, lo
que le permitió tener un constante trato con la filosofía. En su obra, Isarría
nos indica que el hombre es el existente a quien no se le atribuye nada, sino
que él mismo es quien tiene como industria el obrar en función de construir
su propia existencia, “existencia que supone libertad” (p. 50). Asimismo la
existencia mantiene un afán en “un siempre ser más”, por lo que se convierte
en sinónimo de trascendencia.
Para concretizar su aspiración de trascendencia el hombre ha de acudir a
la filosofía: “La filosofía es mediadora con el misterio que se debate entre lo
positivo y lo negativo, entre la lid del ser y la nada, es una disciplina humana
donde el espíritu se observa a sí mismo” (p. 51). Empero, esto no quiere decir
que el mal que abraza nuestra nación sea el pensar; es decir, que haya hom-
bres que piensen, sino que el problema reside sobre lo que se piensa. Por
ello “LO QUE HAY QUE PENSAR, es lo impensado y lo pensable” (p. 51). De
manera que la razón ha de dialogar con lo irracional para que de este modo
se concientice de la responsabilidad humana, carácter que solo es posible
bajo el dominio del libre albedrío, permitiendo así un compromiso que tiene el
hombre consigo mismo de elaborar su propia existencia.
Ahora bien, para permitir la trascendencia del hombre en la historia es
necesaria la existencia de la cultura, de un ethos. La eticidad puede ser com-
prendida como una segunda naturaleza que está impuesta al hombre mucho
antes de que él sea; es decir, que a pesar de las elecciones propias que han
de ser tomadas por el existente, este debe entender que ha nacido en un
contexto propio que lo acobijó y le permitió obtener su lenguaje y su cultura.
Isarría afirma que a pesar de que la ciencia y la filosofía establecen una
diferencia entre ellas, no por ello deben distanciarte, sino que por el contrario 201
han de trabajar en conjunto para que así surja una relación gnoseológica
donde “la filosofía es lo fundamentante y la ciencia lo fundamentado” (p. 54).
Este paradigma le permite a la conciencia estudiar al mundo en términos de
sujeto y objeto, ya que solo de esta forma podré conocer al otro, quien en
dada por el “tú”. Podemos ver cómo el pensador contemporáneo se aleja del
solipsismo racional y ubica al hombre en una comunidad de varios yo en
donde se desarrolla el intercambio cultural.
Un cuarto pensador venezolano que nos presenta Torres Iriarte es Juan
Liscano. El estudio que nos tiene como propósito mostrarnos una angustia de
carácter universal que viene dada por la terrible producción de la sociedad
tecnocéntrica. El desencadenamiento de la producción técnica lleva a deshu-
manizar al hombre por el hecho de asesinar los pliegues éticos y espirituales
de la humanidad. Liscano se mantiene firme al sostener que los aportes téc-
nicos por más que sean de carácter informativo no sirven para estimar una
mejor existencia humana (p. 71), y es por ello que el autor no interpreta al
progreso como una línea ascendente.
Torres Iriarte acude a la figura de Juan Liscano, intelectual venezolano
elogiado por su papel multifacético desempeñándose como crítico, ensayista,
articulista, periodista, etnomusicólogo, entre otros oficios. Liscano realiza es-
tudios en el extranjero y regresa a la Universidad Central de Venezuela para
hacer cursos de Derecho y Antropología, esto le permite orientar su sólido
pensamiento como creyente en el ámbito político y antropológico en el que se
desenvuelve el hombre de hoy día. Torres Iriarte hace énfasis en considerar a
Liscano como un pensador que se mantiene en sintonía con el eclecticismo,
y que por ello se explica su “carácter apocalíptico a la hora de analizar la di-
námica finisecular del mundo” (p. 73). Asimismo podemos observar que utiliza
la imagen del diablo para explicar lo que él llama “una sociedad inconsciente-
mente satánica”. Esto lo podemos ver con mayor facilidad cuando nos explica
que, en la contemporaneidad, el simbolismo satánico ha llegado a triunfar
en el mercado consumista, desde la producción de rock heavy metal hasta
videos, cine, e incluso afiches propagandísticos.
De manera que Liscano bajo una viva imagen, a la que podemos recurrir
en el presente, nos muestra cómo el ideal de progreso conllevó a nuestra
nación a caer en el error de usar a la historia, esto es al pasado, como he-
rramienta para hacer política, “por eso hay que reescribir con honestidad la
historia, sin concesiones con lo idílico y lo falso” (p. 79). La única manera de
salvar a la juventud, rescatándola de la debilidad por el llamado tecnológico,
es evitando que la institución educadora decaiga, rozando la mediocridad,
pues ella es “el reflejo de la quiebra del sistema” (p. 82).
El último pensador venezolano al que Torres Iriarte hace alusión es José
Rafael Guillent Pérez, escritor y filósofo venezolano que concretó sus estudios
entre las universidades de Venezuela y París, especializándose en Filosofía e
Historia de la Filosofía. Pretendió dilucidar la posición que ocupa la filosofía en
la contemporaneidad; esta deja de ser un saber de intelectuales, propiamen-
202 te, para convertirse en la verdad de las cosas que se encuentra escondida
en cada una de ellas y, en este sentido, todo hombre está capacitado para
ser filósofo y descubrir dichas verdades. Por ello podemos ver que Guillent
Pérez recurre a Heidegger, quien hace énfasis en el develar de la verdad y
nos recuerda que “la filosofía no es amor a la sabiduría, sino la sabiduría del
Reseñas
místico, ni puede ser argumentada por cuestiones de fe, debido a la tradición
occidental, la cual siempre ha tendido a nutrirse de un saber teórico alejándo-
se de una praxis más real.
Guillent Pérez nos señala que un error muy frecuente en Occidente es la
constante omisión de la nada. Ya desde los griegos la noción de la nada era
inconcebible, y a lo largo de toda la historia de la filosofía occidental se ela-
bora un pensamiento negador de la nada, si se me permite el término; no es
que no se tenga conciencia de ella, sino que le es completamente imposible
al pensamiento pensar la nada, y esto lo vemos desde Pármenides con su
dictum: Ser y pensar son una y la misma cosa. Por otra parte resaltamos con
insistencia la importancia del yo como “protagonista de la existencia, integra-
do por un impulso de continuidad, pensamiento y concientización del tiempo”
(p. 96). Sin embargo, la angustia aparece como la preocupación que se tiene
ante la nada, la cual subyace en todo existente.
Finalmente Torres Iriarte apunta a la consideración que tiene Guillent Pé-
rez de la Venezuela del siglo XX, en la que el pensar filosófico se encuentra
muy opaco frente a las grandes producciones intelectuales de Europa. Nota-
blemente podemos ver la gran influencia de Europa en nuestra cultura, pero
dicha influencia tan penetrante en nuestro modo de vivir impide que el vene-
zolano desarrolle un pensamiento propio, y por lo tanto olvida, con el paso del
tiempo, las raíces de su propia cultura.
Rafael Marante
203
Medófilo Médina
mememedinap@gmail.com
Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Colombia, 1969. Ph.D.
en Historia de la Universidad M. V. Lomonozov de Moscú, 1975. Profesor emé-
rito de la Universidad Nacional. Ex director del Posgrado de Historia de la sede
de Santafé de Bogotá de la misma universidad. Ex director del Anuario Colom-
biano de Historia Social y de la Cultura. Miembro del grupo de historiadores
asesores del Convenio Andrés Bello para la enseñanza de la Historia (2000-
2005) y ex presidente de la Asociación Colombiana de Historiadores. Es autor
de los libros Historia del Partido Comunista de Colombia (Bogotá, Ediciones
Ceis, 1980), La protesta urbana en Colombia en el siglo XX (Bogotá, Edicio-
nes Aurora, 1984), Juegos de rebeldía. Biografía política de Saúl Charris de la
Hoz (Bogotá, Universidad Nacional, 1997), El elegido presidente Chávez. Un
nuevo sistema político (Bogotá, Ediciones Aurora, 2001) y coautor de muchos
otros. Ha publicado medio centenar de artículos sobre historia contemporánea
de Colombia y Venezuela, violencia e historia social, en revistas científicas de
Colombia y otros países.
Horacio López
horaciolopez@centrocultural.coop
Licenciando en Historia, escritor y periodista. Subdirector del Centro Cultural
de la Cooperación Floreal Gorini y director del Departamento de Historia en
Buenos Aires, Argentina. Autor de varias novelas históricas y algunos ensayos 205
Yasmín Mora
yasminmora@gmail.com
Licenciada en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV), 2011.
Estudiante de la carrera de Estudios Internacionales en la misma institución.
Ganadora del Primer Lugar del Premio al Mérito Estudiantil, mención Rendi-
miento Académico en la UCV (2008). Colaboradora de la revista Memorias de
Venezuela. Redactora en la segunda edición del diccionario Memorias de la
insurgencia (CNH, 2011). Se ha desempeñado como redactora en la elabora-
ción de diversos manuales escolares de historia de Venezuela.
Eloy Reverón.
erivem@gmail.com
Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV), con
maestrías en Relaciones Exteriores (Iaedpg) y Seguridad y Defensa (Iaeden).
Investigador docente del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Ex-
teriores. Se ha especializado en temas fronterizos, indianidad y Teología de la
Liberación, entre otros. Fundador de la primera cátedra electiva de Historia de
la Francmasonería en Venezuela como profesor invitado en la Escuela de His-
toria de la UCV. Ensayista, conferencista y colaborador en programas radiales y
columnas de opinión desde 1994 y en revistas históricas de la Universidad Si-
món Bolívar (USB). Actualmente facilita el taller Teoría de la Historia de la Revo-
lución Bolivariana en la Cátedra Bolívar y Miranda organizada por el Sindicato
Bolivariano del Ministerio del Poder Popular Para Relaciones Exteriores y pro-
movida por el Comité Editorial de la revista Altagracia de la Biblioteca Nacional.
Leonardo Bracamonte
lebracamonte@gmail.com
Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Doc-
torante en Ciencias Sociales en la UCV. Profesor de la Escuela de Historia en
los cursos de Ciencias Sociales y Análisis Sociológico. Actualmente se de-
sempeña como coordinador general de Estrategias del Centro de Estudios
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Colaboradores
Poder Popular para la Cultura.
Carlos Franco
carlosfrancogil@hotmail.com
Licenciado en Historia, egresado de la Universidad Central de Venezuela
(UCV). Cursante de la Maestría en Historia de las Américas de la Universidad
Católica Andrés Bello. Investigador del Centro Nacional de Historia. Actualmen-
te se desempeña como profesor contratado de la Escuela de Historia de la
UCV. Ponente en varios congresos nacionales e internacionales.
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I. De las colaboraciones
5. Al final del trabajo, en hoja anexa, el autor incorporará una ficha pro-
fesional abreviada, donde indique el lugar actual de trabajo y grado aca-
démico, además de dirección, número telefónico, fax y correo electrónico
donde ubicarlo.
1. Las citas se registrarán por el sistema autor, fecha y página entre pa-
réntesis, por ejemplo: (Acosta Saignes, 1992: 23-24), y en los casos que
lo ameriten las citas se regirán por el “sistema abreviado”, clásico de la
Historia, donde el dato se expresará desde lo más general hasta lo más
particular, por ejemplo:
IV. De la dirección