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Vivir mew icntocy La casa, la dieta, la pulperia, la escuela (1770-1870) la imagen de la frontera pampeana fraguada por la tradicién ee ee et a ee ee Ce ee eee er Ba eT eed ce ee ee eet y, 0 la vez, por una simplicidad y rustcidad o veces extremas en las formas de vide material Cee ed ee eed Cem! recorrido a trewés del tiempo por el mundo de nuestra frontera Coe eae eee ey una vida de la que yo parecia haberse dicho todo 0 cosi todo ‘Al reconstruir el entorno material ~loviviendo, la vestinert, la dicto- y el pasado de la pulperia y de la escuelo rural Coe eg een eee CO ee Ded ene et et eal eae ee 10 carecié de bienestar, deseo de progreso y una reltiva abundoncis Ce ed Cone Wear ea) 870) Aria cB icentcrey Ce a cares AVeaa te ome wrcetcoc) Ieee C Mt coMmC mt cece Emocatta ey (1770-1870) uk Vivir en la frontera La casa, la dieta, la pulperfa, la escuela (1770-1870) COLECOON "Tagronis AMEICANAS’ 3 Sane Carlos A. Mayo. Carlos Mayo (editor y Editorial Biblos “Figvomas aMenicanias" 9 Vivir en la frontera / editada por Carlos VIV Mayo - 1" ed. - Buenos Aires: Biblos, 2000 242 pp; 23x16 cm. (Historias americanas) ISBN 950-786-271-4 1. Historia argentina I. Mayo, Carlos, ed. Disetto de tapa: Horacio Ossant Coordinacién: Ménica Urresiarazu (© Baitorial Biblos, 2000 Pasaje José M. Giufira 818, CLOS4ADD Buenos Aires. editorial biblos@etudad.com.ar / info@editorialbiblos.com ‘ynw.editorialbiblos.com Hecho el depésilo que dispone la Ley 11.723 Impreso en la Argentina ‘Ninguna parte de esta publicacién, include el dseno de la cublerta, puede re products, alimacenarse o transeulurse en forma alguna, ni tampoco por medio Alguno, set este clctrico, quimico, mecinica pica de grabacton o de fotacopa, Sin la previa autorizclon excita por parte de la editorial, Impreso en Grafica Laf SRL, Loyola 1654, Buenos Aires, Repiiblica Argentina, cen diciembre de 2000, Indice Prosentacién, por Carlos A. Mayo y Angola Ferndndez Introduecién, por Carlos A. Mayo Cien ais de vaivenes, La frantera bonaerense (1776-1870), por Diane Duart La colonia, 18 La époea crioila, 24~ A modo de eonclusién, 37 Vida material en la frontera bonaerense (1736-1870), Vivienda, muebles e indumentaria, por Laura Leonor Cabrejas Modos de habitar, 44 - Usos del espacio y equipamientos, 56 Dime emo te ealzas y te diré quién ores, 63 ~ Conclusiones, 69 Sabores de la pampa. Dieta y hébitos de consumo en Ia frontera bonaerense, por Carolina Correa y Matias Wibaux Algo mais que asado'y mate, 73 — Lo que rodea el acto de comer, 79 ~ El gasto diario de una familia rural, 83 ~ Algunas conside- raciones finales, 86 Pulperias rurales bonaerenses a fines del siglo XVI Numero, distribucion y tipos, por Julidn Carrera Las esquinas de la pampa. Pulperos y pulperias en la frontera bonaerense (1788-1865), por Daniel Alberto Virgili Consideraciones preliminares, 99 ~La pulperia el lugar), 102 Los pulperos, 104 Distribucién espacial, 106 ~La mereaderia en venta, 109—El transporte de las pulperias volantes, 114— Bl crédito, 114 Ocupaciones alternativas (otras inversiones), 116 ~Conclusiones, 118 La escuela rural, Del Catén al arado, por José Bustamante V. a 99 128 Conclusiones. Vivir en la frontera, por Caros A. Mayo 16 Apéadice 1 [Lecomida y las cosas una visi arqueolgica de la eampada bonaerense de In segunda mitad del siglo XIX, por Fernando Rofeel Brittez 169 Lossitios, 170 Lacomida, 174 Lax cosas, 186—Lascerdmicas, 188 — Los vidrios, 194 Elementos de uso personal, 196 Otros elementos, 197 — Cultura material y cambio social en el mundo rural pampesno, 198 Apéndice 2... 201 Bibliografia. 233 Presentacién Desde la aparicin do Terratenientes, soldados y cautivos. La fronte. ra, 1736-1815 en 1993 el Grupo Sociedad y Estado de la Universidad Nacional de Mar del Plata ha publicado, si ineluimos éste, cinco li- bros més dando a conocer el resultado de sus investigaciones. El es- fuerzo ha fructificado asi en una produecién que tenemos la vanidad de creer ha aportado algo nuevo a los temas estudindos. Todo ello ha sido posible gracias al apoyo de la Universidad Nacional de Mar del Plata, que financié nuestras pesquisas, también de su Facultad de Humanidades y a la colaboracién de numerosas personas e institu- ciones. Entre estas tiltimas queremos destacar el apoyo y la hospita: lidad del Archivo General de la Nacién y su eficiente personal, on particular de Liliana Crespi y su equipo. También queremos mani: festar nuestro reconocimionto a monsefior Juan Guillermo Durén, por la documentacidn que nos facilit6; al Archivo Histérico de la Pro- vineia de Buenos Aires; a Fernando B. Barba y, entre los empleados de ese archivo, especialmente a Guillermo Clarke, asi como a todos ‘sus compaiteros de trabajo. La Biblioteca de la Academia Necional e la Historia fue de inestimable ayuda por la riqueza de su acervo bibliogréfico y la cordialidad y servicialidad de su personal ‘También queremos expresar nuestro reconocimiento por la pasa- 4a colaboracidn de Eduardo Antonio y el inestimable trabajo de nues- tro querido amigo Gustavo Fabidn Alonso y su compafiero de tareas Juan Terlizzi. Finalmente no queremos dejar de recordar al personal de la imprenta de nuestra universidad. Gracias a estas personas e instituciones, y también a la Universidad de Trent y su profesor Da- vid Sheinin, nuestros esfuerzos pudieron concretarse y ver la luz. A todos, muchisimas gracias. Dos palabras sobre los colaboradores de este volumen. Se trata de 9) 10 Presentacién |jovenes integrantes del Grupo Sociedad y Estado de la Universidad ‘Necional de Mar del Plata y de dos investigadores del Centro de Es: tudios de Historia Colonial de la Universidad Nacional de La Plata ‘Trabajar con ellos y dirigirlos en sus tareas de investigacién es un verdadero placer yuna renovada alegria. En nuestro mundo univer- sitario donde todo parece reducirse a veces a una sorda lucha por el poder, los recursos y las prebendlas, el ejemplo heroica de estos jéve- nes entregados desinteresadamente a la investigacidn, compartien- do generosamente sus tareas y conocimientos, es realmente tonifi ‘ante, Mientras haya noveles historiadores eon la grandeza de espi- ritu de estos alumnos y graduados la universidad putbliea podra, aca: 80, reeuperar su nivel y lanzarse al futuro con alguna esperanza, Carlos A. Mayo y Angela Fernandez Mar del Plata, noviembre de 1999 Introduccién Carlos A. Mayo La imagen de la frontera pampeana fraguada por la tradiciGn en es- ‘recha complicidad con la historiografia nos hablaba de una lianura infinita caracterizada por una casi ilimitada riqueza de recursos na- ‘urales -las tierras, los ganados y la fauna silvestre abundaban por doquier- y, a la veg, por una simplicidad y rusticidad a veces extre- mas en les formas de vida material, La dieta, la vivienda rural y, en menor medida, la vestimonta habrfan sufrido pocos cambios hasta la, HHegada de la decada de 186U y aun mas tarde. La dieta de frontera y aun la de las zones de antiguo poblamiento era monétona y muy limitads estaba centrada casi exclusivamente en el mate y la car: nne-. Los ranchos de ia pampa estaban atestados de moradores, te- nfan techos de paja e interiores despojados con puertas y ventanas de cuero, cabezas de vaca como improvisadés asientos, alguna pava y quizé un bastidor (jqué hondo calé la imagen que nos dejé Félix de Azara!), las estancias habrian contado con casas de azolea, puentes Ievadizos, un palomar y miradores o mangrullos pera otear un hori zonte poblado de asechanzas. La vestimenta ora también extrema- damente sencilla: gauchos de chirips, bota de potro y relucientes ti adores cargados de patacones. Esa imagen de una vida material reducida « lo elemental y desprovista de toda comodidad se explica- ctamente a sf misma porque aquella era, después de todo, 1a iva frontera de la “edad del cuero” que habian legado los siglos coloniales.* m chor y el oeao de la frontera Buenos Aree, Su rietna, 1985, p, 88-56 128-186), Ricarde Rodriguez Moles, Hiauria sail del gau ‘in Benoa ites, Mar, 1963, . 248), Carlos Antonio Noneaut, Eatanciaa Bonaeren in A Mayo Sin desentonar para nada con el conjunto, a este cuadro se suma- ba una pulperia miserable, mera taberna donde se vendia aguar- diente, yerba, tabaco y poca cosa més a una clientela de paisanos jugadores y pendencieros esquilmados hasta el dltimo centavo por ‘un pulpero codicioso y mal entrazado, De la escuela rural casi ni se hablaba fuera de los textos de los, hasta hace poco, escasos historia- dores interesados en el pasado de la ensefianza publica argentina. Este libro se propone hacer un minucioso recorrido a través del tiempo por el mundo de nuestra frontera pampeana para indagar detenidamente en su experiencia de vida, una vida de la que ya pare- cla haberse dicho todo o casi todo. Nos interesa reconstruir el entor- no material la vivienda, la vestimenta, la dieta- y el pasado de la pulperfa y la escuela rural entre los comienzos de la militarizacién de la frontera, en el siglo XVI, y los ultimos aftos de su existencia, esto es, hasta poco antes de la conquista del desierto consumada par el general Julio A. Roca. Para algunos de estos temas el enfoque seré ala vez historico y arqueolégico, en un intento por echar tna mirada multidisciplinaria sobre nuestro objeto de estudio. ‘Una aclaracién se impone y se refiere al sentido y la extensién con los que en este libro empleamos la nocién espacial de frontera, En otros trabajos habiamos optado por la definicién de Frederick J. "Tur- ner; concebiamos la frontera cuino un drea de tierras libres (abiertas ala apropiacién de la sociedad hispanocriolla) que corria por el borde extremo del asentamiento sin excluir por el territorio indio préximo. Era la zona de contacto entre indios y “blancos” Aqui hemos optado por una definicién espacial més amplia y laxa. Hasta aproximadamente el fin del perfodo colonial consideramos todo l territorio entre el Salado y las afueras de la ciudad de Buenos Aires como frontera (jes necesario recordar que los malones llegaron por entonces hasta Lujan y Magdalena?), El corredor portefio era, en efecto, casi todo, un area fronteriza, Después de 1810 hemos tratado, hasta donde fue posible y las fuentes halladas lo permitieron, de aproximarnos mas a las regiones que se convirtieron sucesivamente ‘en los confines del poblamiento criollo y su inmediata retaguardia, es decir, intentamos centrarnos en los partidos de frontera o los prixi- mos a ésta. En el caso de la diota y Ia escuela rural -a la que llama~ ‘mos “frontera escolar’ hemos echado un vistazo a lo ocurrido tam. bién en las zonas de antiguo poblamiento; en el primer caso, para ses (City Bel, E1Aibe, 1977, pp. 3436) y Carlos Moreno, Laeasay sus cosas (Buenas Aire, Icomos Comité Argentino, 199, tomo 3, pp. 58, 62, 91, 94,97), Introduccia 1B obtener un marco de referencia mas amplio, yen el segundo, porque In escuela publica de primeras letras lleg6 mas tarde a las zonas de frontera y una vision mas abareadora quedaba as{ justificada. Lo ‘mismo hemos hecho en el caso del tratamiento arqueolégico, efectua- do sobre un marco temporal més tardio. Aunque no faltardn referencias a Ia frontera militar, de la que habremos de hablar aqui es de Ia del poblamiento, la frontera civil, esa silenciosa ocupacién y colonizacién de los confines por parte de la sociedad hispanocriolla, que se fue forjando en su contacto e interpe- netracién con el mundo aborigen no sometido a su propia y peculiar identidad. ,¥ los indios? Aunque este libro no aborda las relaciones interétnicas y al parecer no repara en los aborigenes, no implica ello que los hayamos ignorado; los indios estaban alli y estén en estas paginas como la marea de agua en los billetes, en filigrana, ocultos pero presentes en ol paisaje social y la vide material que aqui se quiere recuperar. Pero antes de lanzarnos a contar nuestra historia, quizé sea opor- tuno recordar en pocas palabras y en grandes lineas el proceso de constitucién y ocupacién del espacio fronterizo sobre el que se des- plegaré. Accausa del agotamiento del ganado cimarrén en la campatia bonae- rrense en los primeros lustros del siglo XVII! los indios de la pampa y sus zonas adyacentes se precipitaron sobre los rodeos mansos de las estan- cias fronterizas, Se iniciaba asi un periodo de grandes malones, La frontera fue militarizada, aparecen los primeros fuertes y el cuorpo de blandengues. A partir de 1779 el virrey Vértiz refuerza y fija la linea de guardias fronterizas on un mareo de 155 leguas entre Chascomiis y Melincué y el poblamiento llega casi hasta los bordes del rio Salado. La paz con los indios lograda tras Ia expedicién del, virrey marqués de Loreto en 1784- consolidaré el proceso de ocupa- cién, y un enjambre de migrantes se asentard en las tierras de la depresién del Salado. La revolucién no pudo hacer gran cosa por el avance de la frontera pero el frente de estancieros y Inbradores si- guié infiltréndose en territorio indigena, mientras una ola de denun- cias de tierras creaba una capa de nuevos y prosperos propietarios rrurales en las nuevas tierras. En 1817 se funda Dolores y un afio antes Pedro Trapani ya explotaba un campo en Loberfa. En Ia déca- da de 1820 la frontera ganadera conocer un proceso de franca ex- pansién y la linea de fortines, a fines de esos afios, quedard fijada entre los fuertes Federacién (al norte), Cruz de Guerra (cineuenta kkilometros al oeste de la actual ciudad de 25 de Mayo), Blanca Gran- de (en el Partido de Olavarria) y Bahia Blanca, “ Carton A. Mayo Han vuelto entre tanto los matones pero el poblamiento del nuevo sur seguir expandiéndose hasta el punto de convertirse en una de Jas zonas de més répido crecimiento demogrético de la nueva provin cia de Buenos Aires. Con Rosas la frontera se consolida y se incorpo- ran 182.655 km* de tierras. No s6lo la gran estancia ganadera dedi cada a la erfa de vacuno estaré presente en los nuevos partidos del sur sino también la mediana y pequefia explotacién rural, donde no falta el ganado ovino. A mediados del siglo XIX el nuevo sur ya cuenta con Ia cuarta parte de la poblacién de la campaiia bonaerense, ‘Después de Caseros y sobre todo entre 1855 y 1857 recrudecen los ‘malones contra una frontera mal defendida (hubo que concentrar ‘tropas fuera para combatir a la Confederacién urquicista )y aquélla retrocedié hasta el Salado, Las décadas de 1860 y 1870 fueron de gran inseguridad en la frontera sur. Domingo F, Sarmiento intenté ‘consolidar y expandir la linea de fortines pero el gran avance seré el protagonizado bajo la inspiracién de Adolfo Alsina en 1877, que llevé Ja frontera hasta casi los limites actuales de la provincia. Las grandes estancias del sur se poblaron de ganado vacuno y después de ovinos mientras aflufan nuevos pobladores y entre ellos algunos contingentes de inmigrantes. Poco después se fueron radi- cando en los nuevos partidos surefios los primeros grupos de agrieul- tores a iniciativa de los grandes estancieros. Para ese entonces la frontera se estaba convirtiendo en cosa del pasado. Cien afios de vaivenes La frontera bonaerense (1776-1870)* Diana Duart Mucho se ha escrito sobre esta importante ‘materia [la fronteral, con inteligencia y ver dad unas veces; con ligereza y sin verdadero ‘estudio otras; con propésitos politicos o mer: cantiles algunas, y asi con brillo y erudicién, = ha dado fuerza a ta faisa opinién que res ‘ecto del pats, de sus necesidades y ventajas, fristen dentro fucra de él. AvvARo Barros, Fronteras y teritorios federales de las pampas del sur El descubrimiento y la posterior conquista y ocupacién de América colocé a la corona espafiola en Ia original situacién de tener que adap- tar y crear una serie de institueiones que regularan la vida social, politica y econémica de las tierras nuevas. Al mismo tiempo, se cons ‘ituy6 en un nuevo hito espacial para el mundo europeo, més alld de las controversias historiograficas que suscité el rol de América res~ ppecto de Europa.* El Nuevo Mundo con sus dimensiones y matices Bl presente trabajo ex parte del proyecto de invesigacdn “La frontera: cultura, ‘inci, mereantilizci y experiencia politica en Ia frontera pampeana (1740-18707, ‘el Gropa Sacedad y Estado, Facultad de Humanidades, Universided Nacional de Mar del Pata 1. La relorenia se hace en funcén dela torias que vieron América eomo una gran. ‘rea perifrica reapecto de la metropolis europees, asignéndele un rl casi exluyen- teal deesrollo del capitalism Otros anise tomaron en cventa ol desenvolvimento combinadlo de cireunstancias cultural, scale poitins,VéaseD. Weber J. Rausch, Where cultures mest. Frontiers in Latin American History, Delaware, Sdhlary Re sourees Ine, 1984, Introduce, pp. XXL fs) 6 Diana Duart regionales no dej6 de sorprender a los europeos durante varias gene. raciones, y el desafio no era menor. La “occidentalizacién” del espa- cio americano se fue concretando con distintos ritmos segtn el érea geografica del nuevo continente. Las fronteras internas fueron esos espacios marginales, en donde gente de distintas culturas interae- tuaba en el marco de condiciones particulares (militar, comercial, religioso, social y politico) y se desarrollaban instituciones espectfi cas (Ja misién, la encomienda, la milicia y el poblado). Tanto el espa- cio continental -como marco general- 0 el espacio fronterizo -como referencia particular~ nos llevan a reflexionar sobre la importancia del espacio en los procesos histéricos, sin por ello caer en ningtin tipo de ejercicio determinista; y nos hace reflexionar, como lo hacia Ferdi- nand Braudel, sobre “los nexos permanentes que unen Ia historia al espacio" E] tamaifio del continente y sus dilatadas distancias ojer- cieron una verdadera tirania sobre los europeos. Los relevamientos ‘cartogréficos administrativos no hacfan més que sefialar las dificul- tades para poblar tan vastas superficies.* 2. Sogin Manuel Lucena Giraldo "El rlormiamo dela fvaters”, en Agus Guime 14, reformismo borbsnico, Madrid, Alianza, 1996), "es en el campo dela organiza- ‘én del teritorio, entendida como waa practice wultral, dl wn useless ‘aparece lo resultados més importantes... Las expediclones de limite] consti ‘tidas en herramienta de organizacin territorial, fveron el agente fundamental de quella transformacién(..]y se ponen las bases de un proceso de desvubrimiento, de producedn de espacio ccientalizade. No os eaaualidad que ae frmen sociedades y Cultures de frntera en los bordes del mundo conocido, Indios en proceno de cultar io, mestiacs, mulatoe yblances eofiguran en Ia segunda mitad del siglo iustrala frontera [J del futuro, Pero junto a esta producién socal de espacio hay una erea- cl de imagenes ealturales, |] Inde un mundo basbaro en el cual la iilizecion podia lograr extraordinaris ruta 28. Braudel, EI Mediterrineo el mundo mediterrdneo en la épooa de Felipe 1 (Mx co, FOS, 1966, tome 1, Prolog la primera ediién francesa, p. 22): “Trata de una historia casi inmsvl, la historia del hombre en avs relaciones con el medio que le ‘dea; historia lenta on ir y en tranfarmarse, heeha no pocas veces de isistontes rwiteraiones y de ciclo inesantementoreiniciados. No he querido olvidarme de esta historia, cai situada fuera del tiempo, en contacto con las gosasinanimadas, a em tentarme tampoen, a propésta de ella, con las tradcionslesintroduecones googr «as delos estudios de historia, initimenteceloeadas en ls umbrales de tana bros, fon tos paisajes minerales, sus trabjosagricolasy sus lores, que se hace dealar "ipidamente frente alos ojos del lector, para no volver referrse allo lo largo del {ro, como s las lores no rebrotaran on cada primavers, como a los rebaie ae dati vieran en sus deaplazamientoa, come si los bareae no tuiesen que navegar sobre las ‘aguas de un mar real, que eambia con la estaciones"(p. 1). 4. Con referencia alas distanciasyextensin territorial Pedro Cunl Gras (La geohi- tori’ e"Ianovaciones tsenoligeas y adlantamientos en las embiantes relaciones ntreel hombre ylauaturalesa americana’, en M, Carmagnani, A Herndader Chive (Cen adios de vaivenes La frontera bonaerense (1776-1870) ” Las cuestiones tratadas hasta aqui nos llevan a considerar que en América latina se desarrollaron, desde los inicios, distintos tipos de fronteras dadas por el factor humano, la tipologia espacial y la actividad econémica. Ast las distintas fronteras estuvieron habita- das por indios, gauchos, llaneros, cimarrones, bandeirantes, mine- 10s y otros, que habitaron en la selva, la lanura, la montafa o el desierto. Sus actividades se relacionaron con la mineria, la ganade- ria, el comercio y la agricultura. En tal sentido también debe admi tirse que la frontera modelé el funcionamiento de la politica, la s0- ciedad y la economia, Es sabido que Ia penetracién hispana se valié de grandes esfuer- 208 materiales para concretar sus objetivos, como lo fue la guerra contra los chichimecas. Y también debié asumir una aparente resig- nacién en los limites del Bio Bio. La frontera bonaerense, de la mis ‘ma manera, requirié una politica para su consolidacién’ Este capitulo intenta recorrer el particular derrotero hist6rico de Ia frontera bonaerense, para el periodo que abarca desde la creacién, del Virreinato del Rio de la Plata hasta el advenimiento del periodo de la organizacién nacional ‘La corona espafiola de la sogunda mitad del siglo xvutt sabia muy bien que para conservar su rol como primera potencia ultramarina era necesario disefiar un plan de reforma colonial. Que, en ultima instancia, intentaba rescatar el comercio americano de las manos extranjeras que lo controlaban, y que su recuperacién significaba la rrevonstruceién del poder real. Hay un aspecto que nos importa desta~ car de este periodo reformista, y es que historiogréficamente ha teni- do una fuerte vinculacién -en Io espacial— con el érea urbana sin tener en cuenta que ‘la regionalidad americana del siglo X1X se edifi- 6 sobre el proceso de ocupacién de espacios marginales de la segun- da mitad del siglo xvur"* 1 R Romano fvors}, Para una historia de América. Las extructuras, México, PCE, 499%) sel “Descubridoresyconguistadorescuropeos debieronenfrentar en Améei- ‘aun nueva dimensia asus cnceptos de cortas dstancaa y fil accesbiided geo trifes. Enel continent, ls considersblesdistanciaa no eran comparables las euro- ‘eaa,nimenge a las minimasextensiones de recorrido a las islasantillanas.Ademas, Ins nrgnedistancias reales se redablaban en funcin dl factr tiempo en la comune cin, emplendo en venoer la precaridad do abastocimitos y cl rcego dele destono ‘do. Era intrascendente medir en leguas de Catia; La ralidad se imponia en dis- tanciasdedias, meses y aos” (p.20) 5, Véase Fernando B. Barba, Frontera ganadera y guerra con el indo, Universidad [Nacional de La Pata, 1997 6M. Locena Giraldo, ob. et, p. 266. fa Diana Duar El Diccionario de autoridades definia la frontera como “la raya o término que parte y divide los reinos, por estar el uno frontero [es fe catatlad ev mast ror fer iene Min gins Gon varies jets Slaarelsane Pes oon eles citesion exis plea peiarscogsie ara {ale nour Spa cmerln, so ee per) ido la politica de ree i6r alos lemparcntempordaou concept de rontars se epic fc a pertr de naa el sexier sntomnroana Tredese Jackson Turner.* La frontera podia ser entendida como condicién, Sesion nteness ia atu eeetnce na eta dato econdrian yun fentmnone sol Be Gees once aa aan sie fot lage yin on cue Goose ene iceman ee rere eee plen oer oor beartey iti de point, la etvdadsesnemiea, cacao te police, un etrlapasofnsven 7 fenivas dl arieto ee Cxracteitce ecllon dl pobladns La colonta La construccién espacial que la corona espaticla fue haciendo en América se Llev6 a eabo en funcién de objetivos eeonsmicos. La crea- cién de los virreinatos de Nueva Espatia y del Pers permitié acceder a Ja explotacién minera y a la tributacién indigena por medio de la encomienda. A esto debe sumarse las caracteristicas poblacionales originarias de ambas areas, y la propia impronta social que Espafia, va a trasladar, De esta manera, quedaban definidas dos éreas cen- tales, y con ello resultaba claro a dénde apuntaban los primeros cesfuerzos de 1s monarquta. En consecuencia, es evidente que amplias regiones del continente xno fueron destinatarias de similares desvelos en cuanto al asenta- ‘miento espafol y al desarrollo econdmico del espacio. La explotacién, minera en Potost permitis la incorporacién y eonstruecién paulatina 7. Dieconario de autoridads, Madrid, Gredos, 979, tomo It p- 407 8. Véase Frederick Jackson Turner, La frontera en la historia omericana, Universidad ‘Auténoma de Centro Amérien, 1985. ‘Cien alos de vaivenes. La feontera honnerense (1776-1870) 1» de un espacio econdmico con las areas norte y centro de nuestro pats. Por lo tanto, el area del Rio de la Plata fue durante un largo perfodo el margen de la periferia. Esa periferia se caracteriz6 por su amplitud territorial y por la libre disponibilidad de ganado cimarrén durante algo mas de un si- glo. En efecto, entre 1580 y fines del siglo xvit, la abundancia de este recurso y las internaciones tierra adentro no habian generado con- flictos entre la sociedad indigena y la hispanocriolla. La vaquerfa (caza del ganado cimarrén) fue la actividad econdmica sobresaliente de este area, La explotacién irrestricta del recurso por parte de los pobladozes hizo que a principios del siglo xvitt el ganado vacuno libre ‘comenzara a mermar. A partir de 1700, el Cabildo comenzé a prohi- bir la accién de vaquear en forma intermitente, hasta probibirla de- finitivamente en 1718. En consecuencia, la easi desaparicién del ganado cimarrén y el robo de rodeos domesticados en Ins estancias se convirtieron en pun- to de conflicto entre los espaioles y los indigenas (ademas de las acciones arbitrarias que aquéllos habrian ejecutado sobre éstos). Es- tas circunstancias operaron como los generadores de un ciclo de gue-~ rras y tensiones entre ambas sociedades durante casi medio siglo. En efecto, en el periodo colonial pueden distinguirse dos momen: tos en la relacién con los naturales, El primero, entre 1736 y 1785, se caracteriza par un estado de guerra intermitente pero erénico con los indigenas, cuando se militariza* la frontera, En el segundo, de 1785 1a 1815, las relaciones entre ambas sociedades se modifiean sustan- cialmente y se inicis una etapa de relaciones pacificas. ‘Un complejo conjunto de estratogias politicas y necesidades eco- némicas levé a los Borbones @ una reorganizacién administrative Gel imperio en el siglo xvill. El drea rioplatense se vio beneficiada por la expansién de su ganaderia yon la implementacién del comer: cio libre. La creacién del Virreinato del Rio de la Plata, en 1776, obl 9, Reapecto del proceso de milterzscitn de Ia frontara dsbemos distingulr dos mo- yentoo, Bl primero ee iniié hacia 1740, cuando ae crea la milan ruralesformadas porlasvecinos, quienes debian prestareervicos cada Vez que la auoridadlorequeria, to percibian ningun tipo de remonaracisa af de aprovisionamiento,« lo que debe Smarse que las ligacones militares se sliansuperpanc ca el ealendari agrope tario dela campatin A pests de queen los tiempos de Vertis se los intents aux fon alga tipo especie ex dinero, el sstema no rel efetiva. Por lo fant, #o pasé a una sounds etapa, a partir de 1752, con I ereacion del cuerpo de blandenguesy a organizacin del rame de guerra para hacer [ente alos ests de lt ich conte lind. 4 Diana Dunet 26 pensar en una politica que contemplara la defensa de lafrontera ‘yla relacién con los indigenas. Durante su breve gestin, el virrey Cevallos llegé a proponer la implementacin do un sistema defensivo para la Rowtene ot ties describe Ia necesidad do erear nuevos fuertes que protejan a la po: blacién de las incursiones de os indios, también resalta la importea, cia de proteger Ia actividad comercial y de “cortar tan perjudiciales irrupeiones, que siendo nocivas en tados los tiempos, y {que permit 4] el comercio franco, que coadyuvaré en gran parte al vigor do esta importantisimo negocio, facilitindose por este medio muchos esta, blecimientos de villas o lugares, que sirvan de antemural,y ausilig’ El comercio dinamizaba el mundo econémico de los europeos, pero también se haba convertido en parte de la vida de los indigenas_que se habian intogrado al arte del intereambio que introdujo importon {2s cambios on las costumbres de los natives." Como afirma Radl fandrini, una serio de modificaciones se habian operado en la orga nlzacién econdmica de las sociedades nativas, Ala introduceién y ea [zcitin del caballo y de otros ganados como el ovino, vacuo mi lar~ se sumé la incorporacin de articulos europeos (harinas, inctra. iments de hier, auardione,sascay,prendas de ves) Cra yar red de intercambion se goners ents loe propos indie A gestion del virrey Juan José de Vértiz fue la que concrets un verdadero plan pare la defense dela Fonte La Serene nuevas fertificaciones yla reorganizacién militar del area fueron pants de sus objetivos. La proteccién del territorio ya habia sido sugvrida una década antos por el Cabildo y encargada al gobernader dead Bucareli en 1768, y consistia en ‘formar dos pueblos fortficadce en dos boquetes de a sierra, por donde comeinmente pasan los indios a 10. Memoria de don Pad de Cavallo en Memorias du Buenos Aires, Bajel, 1945, p. 8. aii 12. Ral Mandviai, “Las fronteras a sociedad indigena onl émbito pampeaa, Anuario H&S, 12, Tandil, 1997. - sriecaeeniamet Cen anos de vaivenes. La frontera bonaerense (1776-1870) a estas campafias |...) porque ocupados y defendidos esos parajes se dificulta la entrada y la salida, obteniendo ademas el innegable be- neficio para el eraria de poder vender esos terrenos una vez asegura- da la frontera”."! Asogurar el territorio garantizaba la fluidez del co- mercio “después que se erigié este virreinato y se concedi6 In interna- cidn por Buenos Aires a las provincias del Perd, y diltimamente el comercio libre, se pens6 més seriamente en eubrir os interiores trén sitos y caminos a las otras provineias”. La hostilidad de los indfgenas no eesaba. Sus objetivos se centra- ban sobre los establecimientos rurales eon existencia de ganado va- cuno y equino. Las parcialidades nativas ranquel y pehuenche esta- ban identificadas con aquellas incursiones, En tanto, los aucas y te- hhuelches sostenian algin comercio con la sociedad hispanoeriolla intercambiando pieles y riendas por aguardiente, yerba, tabaco y otros articulos, El perfodo de la guerra intermitente y constante fue llegando a su fin hacia 1784, con la expedicin del virrey Loreto destinada a recu- perar un reducido ntimero de cautivos y ganados, pero significé un ‘cambio en las relaciones de ambas sociedades. Se iniciaba un perfodo de relaciones pacifieas y de intereambio comercial. A ello debe su- marse la relativa eficiencia del sistema defensivo y un voluntarioso acercamiento hacia los indigenas, expresado a traves de regalos y el reconocimiento de la autoridad de ciertos eaciques, Los virreyes Loreto, Arredondo, Melo y Avilés contaron con un periodo de paz en Ia frontera que no s6lo permiti6 un comercio mas seguro e importante sino que habilit6 la posibilidad de realizar nue~ vos reconocimientos militares, como los concretados por el capitan Félix de Azara. Loreto recordaba con relacién a la paz general con los indios: “Y esos mismos [..] comerciaron después muy activamente con las po- blaciones cristianas, viniendo frecuentes partidas hasta la capital a vender sus pielea, plumas, tejidos, eteétera” El virrey Nicolds de Arredondo se enorgullecfa del acuerdo que habfa alcanzado el comandante de frontera don Francisco Amigore- na con algunas tribus, pues “gracias a Dios, podemos contar ahora con una completa seguridad |...) en el camino de Cérdoba y provin- 13. Navarro Viola y V. Quesada, ob. ct, . 37 14, Memoria de don Juan Joa de Vartis, en Memoria... p15. 15, Cita por M, Navarro Viola y V. Quesada, ob, cit, p. 44 E Diana Duet dni rns oes os Sa ee fiona | atm an ee las posesiones, siendo ésta una cadena que fija a los hombres por los 16, Memoria de don Nicolds de Arredondo, en Memoria... 390. 17 ease Aotoni Chicana, “Memavil dl Procarado State Cab sabre ste blecerpobluciones al sur", en M. Navarro Vola V. Quesada, ah ci, po, 364-386 18, Sbastién Uniiano y Gasteld “Proyota de tnslacion de ae frontaras de Buenos ‘Aiea Rl Negro Coloradsen Par De Anglin, Clecin de obras dcunentoe et eto gigi mada Re det, no 19, M. Navarro Viol yV. Questa, ob cit, p. 48 1870) 28 Gin aos de waives, a frontera bonaerense (17 taban las observaciones vertidas por el marqués de Avilés, quien hacia hineapié en la presencia del espafiol como tnica garantia de conservar tuna linea de frontera segura, la que se lograrfa por el establecimiento de varias familias y no por la Sola presencia de algunos grandes propie- tarios. En el diagndstico de la zona de Chascomiis, elevado al rey, sevia- laba la preferencia para “el establecimiento de muchos en la frontera, al de pocos, y que se deben abrir las puertas todos los que quieran poblar, avanzando terreno, con la seguridad de la tropa destinada |... que se halle espedita para ir adclantando al sur |. de este mado, se logrard trasladar de una ver la frontera a la orilla del Rio Negro en la costa Patagénica’.” Hiacia fines del siglo xvUL se registraba un notable aumento de la poblacién en la campatia bonaerense. Entre 1788 y 1800, la misma subi6 de 12.364 habitantes a 32.168 (un aumento del 160 por ciento). Este crecimiento se debio en gran medida al desarrollo de la activi- dad comercial, agricola y ganadera, De esta manera pulperos, labra- dores y estancieros eran pobladares bien representados en la campa- ha. La actividad cerealera no era menor hacia 1780, y la produceién de cueros se va ir consolidando paulatinamente hasta incorporarse al comercio internacional y se convierte en la principal actividad del ‘area. Las pulperias, fijas 0 volantes, fueron los centros de inteream- bio, abastecimiento y crédito de la poblaci6n fronteriza. tstos esta blecimientos provefan una variada cantidad de articulos, los cuales se vendian en efectivo o fiado. La pulperia eumplia un rol crediticio, no solamente por vender @ cuenta sino porque también realizaba adelantas en efectivo a los productores. ‘La potencialidad econémica do la regién pampeana era resaltada por Hipdlito Vieytes en Semanario de Agriculiura, Industria y Co- ‘mercio (1802): “Las inagotables minas del cerro de Potost, los riquisi- ‘mos eriaderos de aquellas napas enormes de plata maciza que ha dado Guntajaya, ni los poderosisimos planes de oro del rio Tipuani, seréin nunea comparables can el inagotable tesoro que pueden produ- cir nuestros dilatados campos”.** Gracias a las expresiones recogidas, podemos aproximarnos a un balanee previo, Resultan importantes las consideraciones sostenidas entre el establecimiento de un sistema de fuertes y fortines tendien- 20. Memorin del marqués de Avid, on Memoria... p. 502. 21. Citade por Alvaro Barros, Frontrasy teritoros fedoales de las pampas del sur (4872), Buenos Aires, Hachetio, 1970, p. 10 Pn Diana Duart aries dumm tn Come ce lid La 6poca criolla En Tos inicios del siglo x1x 1a disolueién del orden colonial trajo nuevos objetivos y prioridades para Ia elite eriolla. Un comercio di- ‘némico, que pasé a otras en manos. Una actividad ganadera, que iba insinuando un nuevo ritmo y que sera -como habjamos sefialado anteriormente~ el motor para los nuevos avances del territorio. Am. bas situaciones estaban entremezcladas con los conflictas politicos ropios de la construceién de un nuevo orden. Pero las dificultades de orden politico no fueron patrimonio exclu- sivo de Ins primeras décadas. Hubo que esperar hasta bien entrada Ia década de 1860 para percibir un clima de estabilidad politica y la aplicacién de planes de gobierno coneretos. La euestidn espacial no afectaba solamente al area fronteriza; recordemos el desmembramien- to fisico que sufrié el territorio norte y este del Virreinato del Rio de la Plata. ¥ las provineias argentinas intentaban consolidar sus pro- pios limites. Como veremos mais adelante, la extensién de las juris. dicciones provinciales (con relacién a la influencia de Buenos Aires sobre el rea sur del pais) se constituiré en un tema de reflexién centre la clase dirigente, En aquel contexto inicial, un plan o una estrategia para la fronte- ano parecia ser una prioridad del gobierno criollo. Asi se desprende del seguimiento en Ia Gazeta de Buenos Aires entre 1810 y 1812, en Cen ats de vaivenes La frontera bonaerense (1776-1870) 2 donde las referencias a las tierras fronterizas son muy escasas. Esta apreciacién se ve confirmada por Fernando B. Barba cuando sefiala: "E] Gobierno Nacional, que en la primera década independiente ejer- cia jurisdiccidn directa sobre el territorio que hoy ocupa la Provincia de Buenos Aires, comenz6 a preocuparse por el tema a partir de 1813" La frontera bonaerense se constituy6 en el escenario en donde se desplegé una excepcional actividad ganadera. La incorporacién del 4érea al sur del Salado, menospreciada en otros tiempos por su cali dad respecto de las tierras entrerrianas y las orientales, supuso una importante expansion econémica caracterizada por el latifundio ga- nadero, Los adelantamientos fronterizos se vincularon con aquellas tapas de la expansién ganadera y con los intereses de la elite pro- vincial. En 1815 el comandante de la Campafia Juan Ramén Balearce propuso un plan de fronteras fluviales y terrestres. En 1816, el diree- tor supremo Ignacio Alvarez Thomas comisionaba al coronel Fran: cisco Pico para un adelantamiento de la linea de frontera. Y en el mismo afio, Pedro A. Gareia presentaba otro plan para el érea com- plementando el que habia prosentado en 1815. Para los nuevos dirigentes la frontera representaba la fortuna y Ja riqueza de la provincia, situaciones que se concretarian mediante a accién de un plan de gobierno, que por momentos no parecia tener ten claro sus objetivos. Quien mejor reconocié esta falta de claridad fue Pedro A. Garcia: “Las grandes empresas de ordinario han sido atacadas por la ambicién de inexpertos, y Ia envidia de codiciosos, destruyendo a los emprendedores por modios capeiosos, y esparcien- do opiniones erréneas sin apoyo que las sostengan. Pero [..] de abun- dar estos agentes comunes, que enervan, paralizan y retardan seme- jantes obras, es [..] de notar, como en el espacio de casi un siglo de controversins, no ha podido desenrollarse la de nuestro adelantamien- to de fronteras |... Ia dolencia con que nuestros mayores han dejado correr los siglos, sin aplicar remodios oportunos a tan graves males, contentandose con indicarlos solamente”.* ‘Dos tipos de conilictos se superponian en la busqueda de solucio- nes coneretas; el primero referido a la propia sociedad criolla que no 22. RB. Barba, obit, p. 196. 23, Pedro A, Garcia, ‘Nuevo plan de fonteras de la Provincia de Buenas Aires, proyee- tado en 1816", en Diario de viaje las Salinas Grandes, Buenos Aires, Budeba, 1970, pp. 606-608, Jograba homogeneizar una politica psblia, ye segun taba In relactn de los cries en fas indice Bate nnee marcaré el fin de aquellos treintaafos de relacionsapecthees eee das por el virrey Loreto, y la reanudacign de ls enfeontomin a, entre ambassciedades. Qué tratamientsselebrindara sec eae fgenas? Pedro A. Garcia ecoociaactitudescontraicarinsaleeena o: Dos extremos (ami julio concise) he vito edopat ee, ralmente al logro do esta empresa, El primera lds la feoree Renn nente, que destruya y aniquile hasia su extiinio'atotog heer gue noes fi en mucho tiempo, y el segundo, el de una amistad oncliandora dela oposcin de nis, pore eto recproce esi susie cn lint de lgyne de nacoton iis do comer En el mismo afo tenemos un indicio de ‘sentaban los indios para el nuevo. nti histatins fados al somerci dei campana Eaeneea ue Tomés Guido se dee: habitantes dela From Al sud del ro salad : rere Poonas as Yeon Gan nn tors do Cheese an ea sls di sldy bajo adel cae is cre nu poe da eet ona ame grando atraerlos por este camino a la civilizacién y comereia” ® I tinminme tenor, ev anes maa ted re» comer = NidePieyetonLaindbpemetiepesacr iene Sea dab, da hae de relacaney a econmlar de cut au rear un aumento al pra de scfed gue ya van eos Los confcton politicos ena Literal yig Benne on una presi importante en la nternacién de nucvan eras coal ir nec: uma no empress Je cern sue pla me ae ean Bild ospainyegunde eis rr crore’ len las tensiones entre los intereses puiblicos falta ls tpi nr tees any eae aks Bs cnmie co i poo de eomtracn de anon xen era ona porn, creases nee eras ricalaor Gas or enn io ya etabidad police dol enn rae 5 24, PA. Garea, ob ei, pp. 608.610, 25, La Gazeta de Buenos Ayres, 3,17 de febrero de 1816 26, La Gases de Buenos Ayres, 99,2 de diciembre de 1818 bonnorense (17761870) 2 CGien anos de vaivenes, La fonte cionados con la generacién de poblaciones integradas por un impor- tante sector de medianos propietarios devenidos labradores, “en es- tos tiempos de ilustracion, en que los hombres han conocido sus dere- chos, y la libertad conduce las acciones humanas, debe desaparecer de entre nosotros el odiozo feudalismo en que sucumben las naciones baebaras, y que por un modo indirecto desgraciadamente, se halla de asiento en nuestras campafies, con demasiada proponderancia, ¥ es causa de que, hallandose dispersas nuestras gentes, sin pueblos, sin eivilizacion ni trato, no disten grados y se resientan de la misma barbaridad y costumbres de nuestros limstrofes del sur’ "Bs evidente que la expansién ¥ consolidacién de la frontera esta~ ‘ba necesitada de decisiones politicas y sostenimiento financiero, En. esta mutua necesidad se encontraron el Estado y los particulares. ‘Bntonces, por un lado, los hacendados exigian al gobierno una mayor proteceiGn de sus propiedades, mas por otro era logico que en sentido Inverso se exigieran suministros para el mantenimiento de las tro- pas acantonadas en la frontera. Hacia 1816 Gregorio Tagle, en su Calidad de secretario de Gobierno, manifestaba con relacién alas ins- trucciones del comandante general de Frontera, coronel Francisco Pico, que “se pasara el conocimiento que ha de regirlo en la consecu- cifm de esta emprosa, & cerea dea cual empentando el gobierno, como tempera, todo su influxo y asistencia, espera también que concurriré el zelo de las demas clases del estado y particularmente de los pro- pietarios de haciendas, faclitando al encargado de ella los auxilios fe carretas y demas que ha menester para l logro de su importante comisidn, segin lo exige la suma de los benoficios que va (1 refluir sabre los habitantes de la campafia’ Un atio después, el general ‘Balearce iniciara la campafia para cl adelantamiento sur de Ia fron- tera, por lo tanto, el gobiemo volverd a recordar a los particulares los Deneficios de esta empresa: “Se ha llogado finalmente al término en que deba empezar a realizarse, y ahora toca a nuestros hacendados corresponder a los desvelos que se emplean en sus adelantamientos. [--} Los que auxilien con sus personas y donativos esta expedicién, eran los preferidos en Ia concesién de las gracias acordadas para la adjudicacién de dichos terrenos, y sin este interés se espera de los hhavendados pudientes, en cuyo provecho redunda tan conocidamen- teeste proyecto [..| manifestando su generosidad en los auxilios efee- tivos que presten’® 27. PA, Garcia, obit, pp, 625-626, 28 La Gozeta de Buenos Ayre AT, 16 de marzo de 1816 28, La Gazeta de Buenos Ayres, 29,26 de julio de 1817 26 Al parecer las mutuas exigencias no cesaron, y hacia 1819 los hacendados de la zona sur parecian gozar de una cierta seguridad, pero para el gobierno las exigencias presupuestarias eran dificiles de soportar: “La suma reunida por los hacendados no es suficiente para los gastos que ocasiona la tropa, ni el pequesio ntimero de que esta se compone podré resguardar una campafia tan vasta [..] el medio que Juzgo oportuno para establecer fondos que sufraguen el pago de cien hombres que son absolutamente necesarios en aquel punto [..] y atin aumentarla progresivamente segiin lo exijan las circunstancias”.”” Dias después de esta publicacién el gobierno invit6 a conferenciar a los hacendados para concretar la conformacién de esa fuerza de cien hombres. El aporte se acordaba en la cantidad de hombres que cada hhacendado podia sufragar. La primera lista quedé constituida por veintitrés hacendados que se hacfan cargo de treinta y dos hombres, Uno de los suscriptores era Juan Manuel de Rosas, quien asumia el ‘mantenimiento de dos hombres. El maximo exponente de la disputa se hizo manifiesto cuando los hacendados propusieron la creacidn de un ejército “privado" destina. do exclusivamente al cuidado de la frontera que afectaba a sus esta- blecimientos ganaderos, y que por lo tanto seria financiado por los ganaderos. En un suplemento de La Gazeta de Buenos Avres se pu. blicaba 1o siguiente: “1.° se sirva ordenar la creacién de una compa. ‘fa de cien hombres con la denominacién de Blandengues veteranos del cuerpo de hacendados [... 4° [..] que el pago de los cien hombres veteranos, y el de destacamento de milicias, que se reducieé a una moderada gratificacién, se haré con fondos del cuerpo de hacendados {..16. [..] que los hacendados comprehendidos [| en los partidos y territorios [..] de todos los ganados que vendan, asf para el abasto como para los saladeros ...]contribuirén a este fondo por cada res, a razén de dos reales [..] 11.° [..] Que en el easo que dicha fuerza sea destinada a otras fronteras, 64 otros objetos, [..] por el mismo hecho los que subseriben cesaréin en el pago de los dos reales por cabeza |... 122 [...] Que el capitan y oficiales que se destine al mando de esta fuerza han de ser persona bien quistas, y que guarden consideracién los hacendados [..] sino tambien [..J de que no se hagan extorsi ‘nos en sus propiedades a los hacendados" #! De esta manera se va construyendo el poder militar de los hacen- dados, para quienes las estancias se habfan convertido en bases ope 90, La Gaseta de Buenos Ayes, 142, 6 de cetubre de 1819. 1. La Gazeta de Buenos Ayres, 142, 26 de abril de 1821. Cen anos de vaivenes, La frontera bonaerense (1776-1870) 2 racionales. Pero la cuestidn tiene otro alcance, porque el poder mili- tar no va a estar solamente a disposicién de asegurar una menor 0 mayor extensiGn de tierras sino que las fuerzas constituidas van a intervenir, oportunamente, en la vida politica de la provincia, Los conflictos politicos que se habian desarrollado en la primera década criolla concluyeron en 1820 con la creacién de la Provincia de Buenos Aires y la disolueién del Gobierno nacional, El nuevo Estado y sus particulares parecian estar dispuestos a establecer una politica definida para la frontera. Los estancieros se volearon a incrementar la actividad ganadera. De hecho, existia des- de antes una frontera administrativamente informal que era ocupa- da por un conjunto de pobladores blancos. Los acuerdos que el go- bierno logra aleanzar con las facciones indigenas no hicieron més que regularizar una situacién de hecho. Pero la paz duré menos de lo ‘esperado, y la guerra con el indio no tendré interrupcién hasta la ‘campafia de Rosas en 1833. Por otra parte, debemos preguntarnos qué sucedfa on la sociedad indigena del siglo XtX. Los vinculos lejanos o préximos con la socie- dad hispanocriolla introdujeron cambios dentro de aquélla. Como sefiala Mandrini, una serie de transformaciones se operaron en la organizacién econémica (comercio fronterizo y nuevas précticas ar- tesanales: textiles y plateria), en las estructuras sociales y politicas (grandes jefaturas indias) y en el desarrollo de nuevos patrones cul- turales. Esta sociedad habia cambiado y, por ende, también las rela- ciones en la frontera.®* El empuje de la frontera hacia el sur y el centro de la provincia ara incorporar nuevas ticrras de pastoreo llevé aun mayor nivel de enfrentamicnto entro las autoridades criollas y los indigenas. Entre 1821 y 1826 se hicieron sentir los continuos ataques a los estableci- mientos ganaderos y a las poblaciones. Esta situacién de enfrentamiento constante fue descripta por el coronel Alvaro Barros: “Bajo la direccién de Don Bernardino Rivada- via [..] 8e puso en préctica la defensa de las fronteras, en las que el poder de los indios creciendo de dia en dia, era un peligro inminente para los pobladores. [..] A pesar de los esfuerzos del Gobierno, de la inteligencia, dedicacién y bravura de los jefes, la defensa de las fron- teras se hacia imposible en razén de la extension de la Kinea inte- rrumpida de los fortines, en pais llano y abierto, de la audacia y acti- vvidad que los indios habian adquirido”.” 82, Véase R, Mandrin, ob, p31 38, A. Barros, bit, p 60. 80 Diana Duet La frontera ganadera tomaba cada vez més importancia, yde ella dependia la prosperidad de la provincia y de los hacendados. Hemos notado que las politicas publicas y las estrategias privadas apunta- ban aello, no sin tomar caminos distintos. La seguridad seguia sien- do, por momentos, la asignatura pendiente: “Deseamos como todos los que saben hacer un justo aprecio de nuestra riqueza territorial, que ella sea efieazmente garantida de las incursiones de los salva- ges, y que para esto ninguin medio se dispense, evitndose todo aque- Ilo que pueda dejar burladas las esperanzas del pablico y dea auto- ridad; pero deseamos también que ni la demasiada eredulidad [..] 6 los choques politicos se lleven hasta el extremo de promover alarmas inutiles [..] diseminar el horror, provocar el abandono de las propie- dades, y envolver [.. en grandes agitaciones toda la ciudad y la cam- pala, con supuestos enteramente falsos”.* En algunas oportunida- {dos un simple rumor sobre la posible incursién de indios generaba un lima de tension: “Con este motivo no podemos dejar de observar euin pperjudicial es a los intereses de la campaia que cualquier noticia que ‘ocurra no se comunique a los comandantes de fronteras y se prefiera mas bien correr hasta la capital (.J resultando de este cfreulo que las, fuerzas acantonadas no hagan su movimiento en tiempo". Los testi- ‘monios, i bien dan cuenta de la desproteccién que padecian las pobla- ciones fronterizas por falta de seguridad, también dejan traslucir los rriesgos que se corrian frente a gobiernos débiles, La indefinicién se presentaba por la eleccién de una estrategin clara, La defensa habia sido hasta entonces la opcién, La disyuntiva, cera, entonces, el ataque 0 el acuerdo con los indios. Las voces de la 6poca se alzaron en favor de ambas posibilidades. En un extenso ar- tfculo publicado en dos ntimeros de El Argos de Buenos Ayres, firma- do por “El militar”, se hace un detallado andllsis de los cambios que deben introducirse en el trato con los indios: “[Creo] que ya es nece- sariomudar enteramente el método de hacer Ia guerra é estos barba- 10s [..] Ly por qué no mudar el teatro de la guerra? quien nos impide de llevarla al seno de las tolderias de nuestros eternos enemigos? en. lugar de temer sus repetidas incursiones que aprendan 4 temer las nuestras y que ya empienzen 4 ocuparse de su propia defensa”.** En una nota editorial del mismo periédico se propone la téetica opuesta: “Ellos 4 la verdad son de un cardeter feroz é indomable; 84, Bl Angoe de Buenos Ayre, 92,19 de noviembre de 1824 35, Bl Argos de Buenos Ayres, 58, 24 de julio de 1824 6, Bl Argos de Buenos Ayres 69,27 de agosto de 1828, Cen aon do wnivene. La frontera bonaerense (1776-1870 a pero nunca entrard en el plan del congreso aniquilarlos con toda la fuerza de su poder. Estos infelices pueblos 4 quienes se ha despojado, xy & quienes se ha dicho para atras, para atras, y siempre para atras, son dignos de conmiseracién y de piedad; a pesar de su barbara cruel- dad ellos merecen aun nuestro interes [..] Nosotros sacudimos el yugo, porque la Espafia nos agovié con la opresién. Qué hubiéramos he- cho si hubiese pretendido exterminarnos? ¥ bien jean que derecho ‘querfamos internarnos hasta sus mas remotas posesiones, cuya pro- piedad han acreditado con la cultura 0 por otros trabajos! Nosotros deseamos por el honor de la libertad y por la gloria de Ia nacién que las autoridades discurriesen un medio pacifico de retirar a estos sal- vages; que esta operacién se hiciese de comin acuerdo” *” Enel mensaje de gobierno a la Legislatura de la provincia en 1823, Bernardino Rivadavia aseguraba: “El ejército permanonte mejora ‘cada dia su moral y disciplina. fi] acaba de dar pruebas honorables, escarmentando a los barbaros, orgullosos de una larga impunidad, y sosteniendo la autoridad publica’.** El optimismo rivadaviano vuel- vea reiterarse un ailo después frente a la Legislatura: “La industria rraral crece sin cesar, y la corriente de los capitales hacia nuestros ‘campos se engrosa cada dfa. Se han tomado las providencias conve- nientes para el aumento progresivo de brazos; v se espera que en breve empezarén a llegar las familias industriosas que deben poblar los preciosos campos del sur. Al paso que sube la estimacién de las, tierras, se sionte la necesidad de adoptar medidas radicales que cor- ten los pleitos de deslinde que arruinan las familias y ayerman los campos". Algunas expresiones en sentido contrario comenzaban a publicarse cen los sucesivos ntimeros de Bl Argos de Buenos Ayres; los partes de guerra -al igual que las comunicaciones generales~ no transmiten la ‘misma sensacién de confianza: “La vasta extensicn del territorio no permite, ni sera posible jams, que pueda cubrirse la prolongada linea de frontera con la tropa vetetana suficiente para impedir una repenti- na incursién de barbaros [...] es necesario que los vecinos se halen siempre preparados 4 resistir cualquier grupo que se presente, defen- der a pie firme sus propiedades, y no ser victimas de unas hordas que solo euentan en su favor con la cobardfa que han notado en la mayor parte de la campaiia, y que también no ha sido originada sino por la 87, Bl Argos de Buenos Ayres, 81, 8 de octubre de 1823 38, BI Argos de Buenos Ayres, 38,10 de mayo de 1823, 39, BL Argos de Buenos Ayres, 82, de mayo de 1824 2 Diana Dunrt apatia, 6 indefensién en que estos han vivide’."® En otra similar, se sefialaba: “Parece que se renuevan los primeros tiempos de la conquis- ta, en los que nuestros padres no tuvieron otra ocupacién que la guerra L..J el temor a estos barbaros, de que se hallan apoderadas las gentes dela campafia’," y también “desaparecerd desde ahora la afliccién de saber que se trabaja para que cosechasen los frutos manos raptoras de un bérbaro sin sentimiento de humanidad’. En 1826, bajo la presidencia de Rivadavia, se decidié avanzar la Ifnea més alla del Salado, acompafiando el avance ganadero. E] pro- yyeeto queria resguardar aquellos territorios ocupados informalmen- ‘te, pero la situacion politica tanto interna como externa impidié con- cretar aquella idea. Un alo més tarde, bajo la gobernacién de Ma. uel Dorrego, se decide retomarlo, pero el proyecto ambicionaba pro- teger el litoral maritimo bonaerense (desde Ensenada hasta Patago- ‘nes) pues la guerra con el Brasil no dejaba de ser una amenaza para estos territorios. A tal efecto se le encargaba a Rosas la celebracion de la paz con los indios y el reconocimiento de las nuevas tierras. Una revisién de los diseursos oficiales de los gobernadores de la provincia a la Legislatura durante los primeros veinte afios en torno de la cuestion de Ia frontera comprueba una referencia pendular a Jos mismos problemas: los ataques de los indigenas,*' la necesidad de reforzar con efectivos los tuertes, la dificil situacién del erario pabli- 0, la necesidad de acordar con los indios, los conflictos politicos entre las provincias,*y la importancia de propender al progreso ge- 40, BU Argos de Buenos Ayres, 76, 22 de septiembre de 1824, 41, Bl Argos de Buenos Ayres, 16, 20 de septiembre de 1828, 42, BL Argos ce Buenos Ayres, 16, 22 de febrero de 1828. 43. Mensaje del gobernador Juan M. de Rosas a la Legislature, 1 de enero de 1897, en ‘Mensajes de los gobernadores deta Provincia de Buenos Aires, 1822-1849, La Plata, Archivo Histérico de la Provincia de Buenos Aires, 1978, p. 111. Referide« las incu siones do las indios: “Después que la expediisn contra lo indice sulvajea, en 1899 1834, lberts al pais de estas frmidables incursiones, que duraate tes celtaras hs bian aslado las fronteras, yada ls poblaciones mas contales ‘#4 Mensaje ala Logislatara dl ministre encargada del Poder Ejecutiv, Bernardino Rivadavia, 1 de mayo de 1822-1848, en Mensajes de os goberaclores., p25, Con referencia‘ Ia cvestisn con lo indies: "El poner nuestra frontras a cuberta de as ‘sbitasincursones de los indigenas, poro no por est cesaba ea meditar eutntas he, didas puedan conducir a este interesante cheto- entre ella inc la mision de un jlo istinguido para atraer a aqulles tribussalvajes a la eivlsacidn por vias pations ‘que debian ajustarse con su caus” 45. Mensaje ala Legislatura del minlstro encargado del Poder Rjecutivo, Toms An- horena, Juan Balearce y Manuel Gara, 3 de mayo de 1890, en Mensajes de loo oo Cen aos de vaivenes. La frontera bonaerense (1776-1870) a neral de la provincia.* Lejos de la originalidad, aparece un esfuerzo infecundo por rediagnosticar la situacin de nuestra campaiia. El largo interregno que se inicia con el gobierno de Rosas se ca- racterizaré por el ejercicio de una politica conciliadora con los indige- nas y por la incorporacién de territorios. En lo referente al primer aspecto, hay que sefialar que la decisién del Restaurador no era ori- ginal, pues retomaba la politica inaugurada por el virrey Loreto, pero puede rescatarse esa habilidad tan particular que poseia Rosas para establecer vinculos interpersonales y sobre la cual reposé buena par- te de su plan politico en general. Respecto de la cuestién territorial hay que senalar que, en realidad, més que una incorporacién de nue- vvas éreas, fue la consolidacién sobre espacios ya avanzados hacia 1828- pero lébilmente resguardados. Con la administracién rosista, el Estado provincial monopoliz6 Jos contactos interétnicos y se ocupé de financiar la politica indigena. El nuevo gobierno reconocfa tres tipos de parcialidades entre los in- dfgenas: una que so integraba por los indios enemigos a quienes es- tabs eras las arenes polly, osu por tes percabontes allegadas que quedaban integradas a un circunstancial sistema de intercambio, y por tiltimo la formada por las tribus amigas que que- daban integradas a un sistema de intercambio.” El negocio pacifico con los indios conocié distintas etapas a lo largo del periodo rosista: ‘un primer momento de prueba o experimentacién que coincide con el primer gobierno de Rosas (1829-1832). Una segunda etapa (1832- bernadores.... 66. Con referencia la situacn com las provinias: El Gobiern se hha ocupedo principalmeate de aianzar la tranquilided publica |] Nada ha omitido para poner a cubiero la Provinia de los peligros que pueden amenazarla, mientras Do ces enteramente la guerra civil en todas ls dems, y para asegurar de incurio- ‘es repentias nuestra campafa, ya por el rspeta de las armas" 46, BL Argor de Buenos Ayres, 61, Sde julio de 1828:"La poblacén de la nueva ines de fronteras es considerada justamente como fondamento slide dela rqueza y pros pevidad de la provincia. Bsta empresa es el primer pensamiento de gobierno" p. 56. 47. Véase 8. Ratts, "Conlcts y armontas en la frontera bonserense, 1894-1840" (en nirepasades, 1,1, 1996, p22). Bs interesante ver oto trabajo de a utara reapecto al eomercio con Jos indie, “Finanzas pablias o negocios privadoe? El sistema de ‘acienamionto del negocio pasfca de indion en la 6poen de Roras"(en N. Goldman y R. Saleatore, Caullsrioplatenses. Nuevas miradas awn veh problema, Buenos Ares Eudebs, 1998): “El period [esata] noes homogéneo en cuanto a lox mecaniamos de provisidn implemestade hacia las tibus amigas, sino que por el contraro ve eviden- Gian claramente tres etapa diferentes en donde la expicaciin de estas modifcaiones ‘no debe buscarse solamente ea el contexto politico sino también en la situacién finan- clora de la provincia” (p. 264). Eo Diana Dunst 1839) en donde las tribus amigas, asentadas en la frontera, aporta- ban milicias auxiliares frente a los ataques al régimen rosista, y la ‘iltima (1840-1852), cuando se produce una militarizacién de la so- ciedad ~producto de los ataques mencionados- que también incluyé a los indfgenas al ser incorporados al ejército rosista. Desde 1832, ‘uno de los elementos del intercambio era la entrega de alimentos, yeguas y “vicios” por parte del gobierno. La ocupacién y explotacion de la tierra es un punto importante durante el segundo gobierno de Rosas. Debemos recordar que un re- ducido ntimero de hacendados se habfa favorecido con la ley de enfi- teusis (1822), pues ésta no establecfa limites a las extensiones que podia solicitar un enfiteuta. Entre 1836 y 1838 las acciones de go- bierno emprendidas por Rosas convirtieron a los enfiteutas en pro- pietarios. La flamante consolidacién de antiguos territorios comen- zaba a dar sus frutos y Ia frontera ganadera parecia gozar de los beneficios de la prosperidad: “Nuestros fértiles campos, la guarni- ign de la frontera y la tranquilidad de la Provincia, por el favor de la Divina Providencia, han acrocentado el niimero de los ganacdos”,* “el Gobierno no olvida tomar oportunamente en consideracién el esta- blecimiento de una nueva guardia, y de algunos fortines mas en la frontera”.# Una nueva experiencia politica se habia instalada en al pats. La paz rosista consolidé -transitoriamente-el arden en la fron- tera ganadera, y la ocupacién efectiva del espacio continuaba siendo una asignatura pendiente, La dialéetiea guerra-paz, civilizacién-barbarie, progreso-atraso, pobroza-riqueza estaba instalada en las clases dirigentes. La diri- gencia politica debié recorrer todo un camino, entre la caida de Rosas la presidencia de Mitre, para coincidir en la unificacién de un pro- yyecto politico y el diagnéstico adecuado a las necesidades del pais. ‘Mientras esto no se hizo evidente y necesario, la frontera continuabs siendo un problema con soluciones provisorias y coyunturales, El acceso de Justo José de Urquiza al poder marcé la hora del consenso politico con la sancién de la Constitucién nacional en 1858. Durante la siguiente década la Provincia de Buenos Aires iniciaba un derrotero histérico en solitario. Las contiendas militares, sosteni- das entre la Confederacién y la provincia, y la posterior guerra con- 48, Menanje a la Logislatura del gobornador Juan M, de Roses, 27 de diciembre de 1843, en Menaaye de los gobernadores.p. 238. 49, Mensaje la Legislature del gobernador Juan M. de Rosas, 27 de diciembre de 1846, en Mensaje de los gobernadares.p 298, ion aos de vaivenes La Srontera bonserense (1776-1870) 38 tra el Paraguay desviaron el destino de los efeetivos militares dedi cados ala fl defensa dela rontera. Bi disure de lox gobornan- tes nacionales y provinciales retomé la problematica del desierto vin- culdndola con el acceso a la tierra piiblica y el crédito, En 1852, el periddico E! Nacional (que apoyaba la gestién de Urquiza) ~dirigido por Dalmacio Vélez Sarsfield- sefialaba las materias que preocupa- ban a la organizacién de la Repiblica: “Legislacion y gobierno de los puertos (J, aduanas, libre navegacién de los ris, tierras publicas y nacionales, fronteras interiores, defensa exterior del territorio”. El derrocamiento de Rosas signific6, a la vez, la finalizacién de la politica pacifica con los indios. Las hostilidades se reanudaron; la ‘mayor tensidn se centré entre fines dela década de 1850 y comienzos de la de 1860. Las diversas incursiones indigenas ~en especial entre 1855 y 1857— demostraban que una poblacién escasa, custodiada por ‘un nimero insuficiente de tropas, y sumadas a ellas importantes rodeos vacunos no eran las circunstancias ideales para conservar la seguridad on la frontera. Finalmente, la ocupacién militar del terri- torio indigena se concretaré a fines del decenio de 1870 ‘La politica oficial con respecto a Ia ocupacién de la tierra no varié sustancialmente de la administracién anterior. La concentracién de igrandes extensiones continuaba y las fuertes inversiones de capital eran fundamentales para el incremento de las exportaciones de ori- igen pecuario, principal fuente de ingresos para el erario publico. La Legislatura bonaerense sancion6 un importante mimero de leyes referidas a los arrendamientos rurales (1857) que ponfan en venta las tierras en el interior y el exterior de la frontera (1867, 1871, 1876 y 1878). La disponibilidad de las tierras piblicas -bonaerenses 6 bajo la supuesta jurisdiccion de Buenos Aires no se relacionaba solamente con la expansién ganadera sino que también significaba tuna importante fuente de ingresos para la provincia o la confedera- cién, Esta disputa se explicité en una extensa nota editorial de El Nacional, de la cual creemos conveniente citar algunos pasajes: “Tie ras pitblicas: {..] cada pueblo, cada gobierno crey6 que llegaba el ‘caso de una sucesién al dominio piblico, y entre todos se disputaron las diversas partes de la soberanfa de la Nacién. |... Quedaba toda- via fuera de la coberanfa provincial un inmenso territorio despobla- do a cuyo frente estaban Buenos Aires, Cérdoba, Santa Fé, San Luis y Mendoza, [.] Buenos Aires abrigaba mas esperanzas y tena ma- 50, BI Nacional (periédico comercial politico y iteraria), Buenos Aires, 1,2, 1de mayo de 1882, “ Diana Duar yores medios para realizarlos. Quedando solo en la cuestién, su go. bierno ha dado las tierras puiblicas del desierto. [.. Como premio de ‘un pequetio triunfo en su guerra civil interior, repartié generosamente 1.500 leguas de terrenos paiblicos que no existfan en los términos de ‘sus fronteras, ni eran ocupados por los habitantes de la provincia, Es decir regalé lo que no era suyo, [.. no podria crearse una provincia al sud de Buenos Aires sin que se dijera que se le quitaba parte de sit antiguo territorio [..] Pero cuando la nacién va a volver a aparecer con todos sts poderes puiblicos creemos conveniente destindar los derechos provineiales, y los derechos nacionales respecto a las tio. ras puiblicas (..] las tierras que hemos citado van a servienos [..] como el mas poderaso elemento del erédito publica [..] Si se compren- de la importancia de los terrenos piiblicos, si se calcula el progreso de ‘su valor [..], se sentiria la necesidad de crear una administracion especial, que lo haga conocer a todos”! Algunas vores se levantaron en contra de las disputas politicas, los intereses econémicos y la arraigada incapacidad de la dirigencia ara solucionar los problemas de fondo que afectaban a nuestra or- Banizacién y progreso. Al respecto, creemos conveniente detenernos en las reflexiones que Nicasio Orono, senadar por Santa Fe y ex go. bernador, presentaba al Congreso argentino: “Consideraciones sobre tronteras y colonias” (1864): “La prensa y la opinién del pais se mani. fiesta preocupada de esta importantisima cuestién, que sin duda al. guna es la que més interesa a su engrandecimiento y porvenir. Seis aiios se ha batallado en vano para arrancar a los gobiernos una me. dida, una resolucién que pusiera término a los males que aniquilan Ja industria y cierran las fuentes mas fecundas al comercio y al pro- ‘gres0 del pas... que la causa del mal no consiste tanto on lo vicloso del sistema actual como en la indolencia de los gobernantes, La me dor de las leyes serd una burla para la sociedad cuando los encarga. dos de cumplirla carezean de ese respeto por el cumplimiento del deber que distingue al buen ciudadano del que no lo es. [..1 los incon- venientes que oponen la inaccién y la ineuria, los que hay que remo. ver con voluntad decidida y perseverante, representandoles dia a dia (1, esta necesidad social y politica que estdn lamados a satisfacer los que gobiernan al pais. Ast vemos que ellos en vez de emplear las fuerzas vivas del pais en la solucién de los problemas que han de operar una forma radical, una revolucién completa en las costum. bres y en nuestro modo de ser social, consolidando nuestra organiza 51. BI Nacional, 1, 9, Buenos Ares, 1 de mayo de 1852 Cen afos de enivenes. La frontara bonaerense (1776-1870) a ciém politica han agotado sus elementos, entiado el patrotimo de Toe jos del pas, eomprometide el present y el porveni de la na- cibn, Silos gobiernos dela Repblicn Argentina comprendieran que hcjor que oeuparve dela plea irritate y sin rascendencia stra: trea usin tan diate rls son progres y bienestar de los pueblos, buscéndole una solucin conve- Bien noecnsnrarance boy deapute de 9 ale de vide nde pendlente, discutiendo todavia sobre el mejor aistoma para dominar tl desirto* Es importante renocer, y no por ello justices, que ol poriodo evil a gual quel clonal baseaba incorporar a la expltacin el Feeurso mas importante dela region Ia tierra. Que ello conducia findar una sociedad de caracteristiens muy particular.” Pero eeta empresa se vioafetada por el confit politico eriallo que caracter- zon pimeroseieuenta aos de vida independiente, La variable politica, ausente durante la epotseslonial, se sumo como un nuevo factor disonante onl hisqueda de propuestascoherentesy stisiac tori para la fronton Amodo de conclu: Las distintas circunstancias histéricas revisadas nos permiton decir que existieron varias fronteras; la comercial, la espiritual, la civilizada y la ganadera, cuando en realidad hemos tratado la bonae- {2 Cita en A Barros ob elt, pp. 8081 Barro dstacs Ia labor de Nicasio Oro: “Siend gobermador dunn 8 lat provincia ms pobre con menos haitante, faa ein a oar el Can, ogy pti y+ Alera. Lnvolontd de gpbernantehoradoy progress ua wi anes ret. ‘lr te urs pi ranfaren Santee su nad eure dane provinca® (p80) 58, Fs importante reset opiniones de Pero A. Gan quien stale os ri tv de unm sociedad opegnda ola anarqun-y ool rgeaala yal tnbefors b uals ria como un oat ocho rds important ene al aque dln “qu el hombre nila yreducid eal mismo ae hace ealvaey fro, Neye de to tenho qe sen el i neorsita pars buscar mi sntento,y no sentra ob. deer nin muir dopecencn, prefers siempre ls mene deisel : dad dulsura cuando pretend erate pero roba que pie, Se hace dure nse jee ccna ne ea iri ner itn puso saree Ea prc, pes, quel gies peng principe Echesén que esas partes sparadas necetan, para formar tna ae ela caper de resistencia” Pedro Diana Duart Los virreyes debian justificar su gestién frente al rey. Por lo tan- ‘to, 1a economia, la moral o el poblamiento se incorporaron en el dis. curso de los funcionarios. En realidad la frontera, a partir de la se. gunda mitad del siglo xvii, sera vista como sinénimo de comercio, Como sefiala Lucena Giraldo, se estaba dando la produccidn de espa. io occidentalizado, pero en esta produceién hay una creacién de ima. genes culturales “de un mundo barbaro en el cual la civilizacién po- dria lograr extraordinario fruto® * Bl concepto de frontera representa durante a colonia, més (que una linea divisoria concrota y bien definida, una franja de terreno de anchura y ubicacién mal delimitada, una especie de tierra de nadie, entre los territorios ocupados en forma perma. nente por los eristianos y aquellos sobre los cuales el control cfectiva es ejercido por los indigenas, En ésta existian numero- 'sa8 manifestaciones de intereambio entre laa culturas en com tacto, en un flujo y refluj freeuente facilitado por la fata de obstculos naturales y la impotencia de ambos adversarios por jerver un dominio estrieto dentro de su respectiva sector ™ Para la época criolla la frontera se transformé en una especie de rio caudaloso dificil de controlar, que se deslizaba por las margenes de la civilizacion ola barbarie, de a holgazanerfa ol trabajo, del cristiano » del infiel, del comercio o de la ganaderfa (posteriormente). Era una realidad por momentos agobiante y desconcertante. La frontera no ingresé como problemaética en las consideraciones oficiales sino hasta después de 1813. Gobernantes y gobernados ex- onian sus puntos de vista. Los prometedores horizontes que anu ciaba la ganaderfa se convirtioron en fuente de conilieto entre los hacendados y los gobernantes; cada uno supo defender sus intereses, Pero, finalmente, el acuerdo supo acercar a las partes. El ataque, la defensa o el acuerdo fueron las opciones planteadas ara con los antiguos moradores de la tierra. Las imagenes que se construyeron sobre ellos estuvieron relacionadas con la barbarie, el alejamiento de la doctrina cristiana, pero se sobreimprimié la del indio como consumidor, como proveedor integrado al comercio, La diversidad de opiniones y politicas sobre la frontera daria Ia Sensacién de que no existia una efectiva, En realidad, si bien era necesario consolidar un érea, un espacio, también es cierto que se 54. M, Lucons Giraldo, oct, p. 275 55. Norberto Ras, Crinica de la Frontera Sur, Buenos Aires, Serie de la Academia Nacional de Agronomiay Veterinaria, N°, 1994 (Gien anos de vaivenes, La fontera tonaerense (1776-1870) 9 dobfa construir desde sus cimientos una sociedad, no sabemos si nue: ‘va, pero ereemos que distinta. Un conglomerado humano que, como sefalaba Pedro Garcia, deberia estar vinculado a la tierra a través desu propiedad, y con el Estado por el hecho de convertirse en verda- deros ciudadanos: “Orgullosos notablemente los propictarios, como independientes en su propiedad, de la que saca subsistencia y su fortuna, serdn los verdaderos ciudadanos, que no necesiten mendi- gar su mantenimiento del Estado, ni venderse bajamente, a todo el que pueda darles un empleo, oproporcionarles una renta; porque sus tiorras, su hogar y su pueblo, serén los idolos del labrador y ganade- ro:en ellos vera la herencia de sus padros, la tumba de sus mayores, yy la euna de sus hijos. Amarén siempre las leyes y el gobierno, que les conserven objetas tan queridos: el nombre de la patria so los re- cordaré, y al primer riesgo serén sus defensores, tan vacilantes como incorruptibles: en una palabra, formar poblaciones, y fomentar en la agricultura e industria, es formar patria a hombres que no la tienen, Y¥ esto manifiesta bien, si esta esencialmente la exiatencia del Esta- doalestablecimiento de pueblos y promulgaciones de leyes agrarias, que son indispensables para su prosperidad”." Qué lejos quedaron Jas aspiraciones de aquel funcionario a la lus dea realidad histérica, lotro aspecto crucial de nuestro tema fue el acceso geografico a ln tierra y su posterior distribueién. Distintas voces se alzaron a lo largo de Ia etapa colonial y erialla sobre la necesidad de crear un sector de medianos y pequetios propictarios con radicacién efectiva en la frontera, Pero el recurso en cuestin no recibié ese tratamiento, Una particular combinacién de mecanismos piiblicos, intereses pri- vvados, relaciones polticas y eoondmicas y recursos naturales hizo de nuestra historia una realidad distinta de Ia que pudo o debié haber sido. Creemos pertinente recordar las palabras preliminares de Al- vvaro Yunque al trabajo de Alvaro Barros: “2¥ si el logro de las pam- pas se hubiese levado a eabo como civilizacién, no eomo conquista? @Si se hubiese sabido -o podido- incorporar al aborigen, mediante Colonias agricolas, como sefalan el sabio Félix de Azara, Ramos Me- ja, Orono, Barros? [.] ,Si los miles de indios, hombres de brava re- ciura[..]o los sumidos en los batallones de linea para emplearlos en las guerras civiles, se hubiesen transformado en trabajadores de la tiorra? Bs decir, si se hubiese querido air a este visionario, como to- dos los visionarios, quiz no en la huella de la realidad, pero si de la verdad, {no hubiese sido otro el resultado? ;No seria atin otra la flo- 55, Pedro A. Gareia ob. it, pp, 626-627 «© Diana Duart racin de todo este vasto, fri, magnifico sur argentino que sigue a Ta copera, tain desis, dl stupendoparvenira que est sina La frontora como idea o realidad no pudoeseapar a es larga sere de confictos armonias que constituyen nuostea historia. Como se fala Alvaro Fernéndez Bravo, la frontera es sinécdoque de la na- cidn.® Alrevisar nuestro tem en particular, ns vem abligados a revisar nuestro pasa en general 57, Prélogo de Alvaro Yunque a A. Barros, ob it, p48. 58, Véase Alvaro Ferndnder Bravo, Literatura y frontera. Proesos de territoriaiza in en las culturas argentina ychilena del siglo 0X, Buenos Aires, Sudamericana Universidad de Sun André, 1599, Vida material en la frontera bonaerense (1736-1870) Vivienda, muebles e indumentaria Laura Leonor Cabrejas ‘Siempre verde, siempre inmenca, Siompre inméuil y desnuda, Siempre callada y desierta Ricanno Guiana Esta iddlica descripcién de Ia lanura bonacrense corresponde a esa imagen que sobre Ia pampa brind6 la literatura y Ia ensayistica na- cional del siglo XIX. Pero si bien el espacio fronterizo colonial se pre- ssenté como una planicie ilimitada, virgen, muy poco poblada, no siem- pre permanecié inmévil o silenciosa ya que desde 1737 los malones quebraron la monotonia de sus primeros pobladores. Este “desierto” cera un espacio de “tierras libres” disponibles para ser ocupadas por Ia sociedad hispanocriolla, que sentia ademés la necesidad de incor- porarlo al proceso produetivo, El factor precursor del poblamiento fue el ganado salvaje que atrajo hacia el interior de la pampa tanto a criollos como a indigenas, Fue el conflicto de dominio con el indio el que determiné el esta- blecimiento de fortines militares erigidos en las inmediaciones de los, establecimientos rurales pioneros. Estancias y fortines van a pret tarse asistencia mutua y a su sombra naceran con el correr del tiem- po los primeros pueblos de frontera. Dada la precariedad con la que los fortines fueron construidos, en muchos casos las ineipientes al- deas fronterizas dieron vida a los asentamientos militares. En este inhospito paisaje, rodeados de privaciones e inseguridad, ‘compartian el horizonte estancieros, soldados e indios. Esta es la imagen que elaboraron algunos viajeros que se aventuraron por es0s parajes, pero aqui intentaremos hacer una revisidn de sus des- “ Laura Leonor Cabrejas frontera. . ae os period leds xinde dee 1795, cund ee onstryée priner here oo Arn hstale eda ie a los erigenes del poblemiodarenterzo stn cereaec cee y liquidacién de la frontera sur con la “campaaa al desierto” El pro. ten pst por data ape ean ease aes den ais dad fe Tah donee et, cnn repos wn apecen ended tink an praia efeeegaae ee iu puch de Lat Chacomts ees Boke Primera intalacna eternal se Sse nena Miminto el avanee per tases ages He partir dele dunia bl 20 Getic Sag ac 8 Ieterras tos indo, a ab epee one stom cures pinnae eee ee one ae Grande y la fortaleza Protectora Argentina, Otra fecha importante cine ton In lsd Hoses gare ee aerate patience cnet Ha 160 see us ner tite el etrorr eden ss ue me evs gu clair cna oe ee earnest aeanaea lk te Bani encontrado rn de vie ts ge rrr asin de ner ana ee a fuentes utilizadas son los inventarios y tasaciones realizado a los tor elas scees par crate tient En oa ee cars se ie IT40y ann de 1603 ota map ae iene de sor cniteconndaecortaraneay dra sae {Thee presets ns eee eras abs domlar anos Nin seetaconcen ee tnd aunque no sempre tna sens sen eas Bietip declan ee ieee ae ae tn rp scl tamil tae eee este motivo, hay dos sectores de esta “sociedad fronteriza que’ n van a estar representados: los que no poseen bienes y los indios. ES. tenons Buran cn a en al. canpat nara ors usec de ps tn inbred muy etaladn cde thats eee trl en dee, dear ene ean Stone abe nesses onesie pace mn Vio material on ta frontara bonaerense (1736-1870) 0 lo son, Los casos analizados provienen de los sectores medios y altos de la sociedad rural en su mayoria. Como bien Io exponen Carlos Mayo y Amalia Latrubesse en el prélogo de au trahajo sobre la frontera colonial bonaerense, ésta pue- de ser abordada como una experiencia de vida, con su cotidianidad y surutina social." Uno de los aspectos a partir del cual se puede llegar 1 reconstruir esta experiencia peculiar es con el estudio de las condi- ciones de vida material, centrando la investigacién en los patrones, habitaeionales y de vivienda, el mobiliario, los utensilios de uso cot diano, las herramientas y el resto de los bienes, incluyendo la indu- mentaria de los habitantes de ese espacio infinito al que llamamos “feontera’ La literatura tradicional y eostumbrista nos brind6 aquella ims gen de la pampa donde Ia serie “rancho-ombti-gaucho-vaca” aparece como una constante incélume. En el imaginario colectivo hay una tendencia a trasponer la representacién de la estancia de fines del siglo xr¢ al pasado colonial. Por ejemplo, Richard Slatta asegura que la vivienda del habitante de la pampa cambié poco desde la época colonial hasta entrado el siglo Xxx. Describe “la venerable casa de es- tilo colonial” rodeada de zanja protectora, puente levadizo, mirador fen al angnndo pisa (para avistar los malones) yun palomar? Supues tamente en esa casa vivia el estanciero, mientras que los peones lo hacfan en ranchos de adobe, paja o cuero. Carlos Antonio Moncaut fasegura que el estaneiero colonial buscaba, para emplazar eu ca habitacién, Ia proximidad de algin rio. La casa podfa ser un simple rancho de barro, que costaba entonces (no aclara para qué época o en qué afio) entre cinco y sicte mil pesos, una casa de adobe (;?) que podia valer el doble o una lujosa residencia que sobrepasaba los cien, mil pesos.’ Otro elemento infaltable (;?) en la estancia era el gran palomar de material, Ricardo Rodriguez Molas, baséndose en los tes- tamentos de los siglos XVII y XVIII, destaca la extrema pobreza de los. primeros establecimientos rurales: “El piso de la casa de tierra api- sonada; las ventanas cubiertas de trozos de cuero; el techo de paja; 1, Véate Carlos Mayo y Amalia Latrubesse, Terratnienes, soldadoey coutivos: la {Frontera (1736-1818), Universidad Nacional de Mar del Plata, 1", 1098, 2, Véase Richard Slatta, Los gauchos el dca de a frontera, Buenos Altes, Sudame- ricana, 1985, pp. 125-136, 3. Véare Carle Antonio Moncavt, Estanciar Bonacrense, City Bell, B Aljbe, 1977, pp. 38-34 A Laura Leo Cabrelas lun aerprendimoncutnote tnauredccane oi puertas y ventanas de madera, algunas hasta id rida: dablemente el panorama se presentate Ngee hasta el momento. ae Esto trabajo urge dea neesidaddereimensenar la rntra matizando la imagen de la campatia y de sus habitantes, ‘se susten- ta a partir de una seri de intcrrogantes En prin tegen, Be dearrolé en a fontera un tipode cae eae Teer ited dro dea eampanhoocrensey a Sede ines, y después analizaremos cémo, de qué manera y hast: é to se fue “modernizando” el est le vi ‘deepen sine ilo devia dela peblasionde eens Modos de habitar Bn el sil x, 1 fntra barns trav . acco sre por do aps relativamente bien definids. Batre 1726 y 178, toda la rotone bee ees el pago de Magdalena— fue objeto de los sear en 18 sein dry piadoqurscosuenieh cusnde cabin pola vrwina por usnceestsge ane ta ne niltar ss ompracon presence pase e 1 largo de tod su historia, a froatarapasara pr momenta de Bansinysetrcs con rls slapaca eect s Dengan ehenamienins cons ae a sigh Xx tambien seconiertn porate ie neg oc Dee Obvimente nino moments pccece pgs ao dad deatstanita Law aed renter hese ierto casi simulténeamente con el avance de las. E iecea avandia gunmicone to Bn a ontern Bonsernce cot we cntamo on rs ie rete de cation averse es dorminadaporlaensenree blr la ils, rprenstadn par oe rer 6 Sea i ck S28 mle de vend qu ree a Sctonante nea te ranch y alos gnorsimeteescenapsces a 'odel perineto dl fren ons easeas nie ee 4. Ricardo Rodrigue Molas, Historia socal del gaucho, om Buenos Aires, Maru, 1968, ‘Vida material en la froutera bonnerense (1736-1870) “ En general, los fortines eran unos pobres asentamientos con mu- ros de adobe y techos de paja, con un zanjén por foso, una valla de palo a pique, un mirador o mangrullo, una capilla y un corral. Algu- ros ~como el fuerte de Pergamino erigido en 1778~ ofrecieron un aspeeto més s6lido y confortable. No me extenderé en el estudio de este tipo de construeciones, que ha sido muy bien analizado y docu- mentado en el trabajo de Mayo y Latrubesse. Para abordar el estudio de ios modos de habitar en la frontera bonaerense tenomos en cuenta el binomio tipo de vivienda-forma de vida, relevando, en primer lugar, los materiales y las técnicas cons- tructivas para referimnos después al uso del espacio dado por el dise- fio interior, el equipamiento y la funcionalidad. Siempre que se ana~ lizan las viviendas se lo hace con relacién a sus duefios y al resto de los bienes registrados en la fuente documental. La muestra est compuesta por 105 inventarios pertenecientes a habitantes de la frontera que tuvieron como denominador comin ser propietarios de ganado (vacuno, equino, mular y ovino); de ahora en adelante los denominaremos “estancieros”, En el perfodo colonial we Tama asf a cualquiera que posea y explote una estancia en Buenos Aires. Son pocos los estancieros que se dedicaron a otra actividad que no fuera la agropecuaria. En la muestra contamos con s6lo dos ‘militares ~con servicio en los fuertes de Areco y Luan-, una posade- ra, dofia Gregoria Sosa, un préctico de origen norteamericano ~Mi- guel Bacon-, que vivié en el fuerte de Carmen de Patagones, cinco pulperos y cinco propietarios de tiendas 0 almacenes. En el imaginario colectivo hay una tendencia a trasponer la re- presentacién de Ia estancia de fines del sigle xIx (6sa que tan bien describe José Hernandez en 1881)' al pasado colonial, pero no bien comenzamos a relevar documentacién advertimos que la estancia era bien modesta. En la frontera, al igual que en el resto de la cam- ppafia bonaerense, predominaba la mediana y pequefia propiedad. Sobre un total de veinticinco estancias fronterizas prerrevoluciona~ ras diecisiete tenfan un frente de menos de media legua (tres mil varas 02,5 kilémetros). Eran, por lo tanto, menores que una “suerte de estancia”. Si iniciamos nuestra reconstruceién con los relatos de viajeros, el naturalista y marino espafiol Félix de Azara, quien recorrié el Rio de Ja Plata durante veinte afios (1781-1801), se sorprende con las casas de la eampafia pues ge “reducen sus habitaciones a ranchos 0 chozas, 65. VéaseJoné Herninder, Instruceiin del etanciero, Buenos Aire, JA. Roca, 1995, pp. 88.64, % ‘Laura Leonor Cabrejas cubiertas de paja, con Ins paredes de palos verticales hincados en tierra y embarradas las coyunturas sin blanquear, las mas sin puer- tasni ventanas, sino cuando mucho de cuero”* Azara realiz6 un viaje de reconocimiento por la Iinea de frontera para satisfacer a los veh. ‘os de la zona que pedifan a las autoridades de Buenos Aires que se levantaran més fortines como proteccidn a sus estancias, La expedi- cion visité Ia Guardia de Lujan, el Fortin Areco, la Guardia de Salto, el Fuerte de Rojas, el Fortin Mercedes y el Melicué La descripcién brindada por Azara os similar a la de otros hom- bres que recorrieron Ia pampa, como el capitan Francis Bond Head, que compara el rancho del gaucho bonaerense con la choza del high lander escocés “excepto en que la primera es de barro y se cubre eon Jargas pajas amarillas, mientras que la otra es de piedra techada con brezos. Los materiales de ambos son producto inmediato del suelo, y las dos se confunden tanto con el color del pafs que a menudo es dificil distinguirlas”. Mas adelante agrega; “El rancho generalmente se compone de una sola habitacién para toda la familia, muchachos, hombres, mujeres y chicuelos, todos mezclados, La cocina es un co. bertizo apartado unas pocas yardas, hay siempre agujeros tanto en Jas paredes como en el techo del rancho que uno considera al prinei- io como sefiales singulares de indolencia de la gente” William MacCann, que recorrié a caballo buena parte de la cam- pafia bonaerense en tiempos de Rosas, se asombraba con el espe. ‘téculo de los propietarios rurales crillos potencialmente ricos en cuan. {to eran duefios de muchas hectéreas y cabezas de ganado, pero cuyas viviendas eran ranchos sin moblaje, ventanas sin vidrios ni cortinas, Carecian de huertas, no habia arboles que rodearan sus habitacio. nes, ni siquiera usaban vajilla o bebfan vino pasable.* Guillermo Enrique Hudson también traza una semblanza parecida de los es. tancieros criollos: “Una de las mas importantes estancias de nuestra vecindad se Ilamaba La Casa Antigua, y en efecto, era una asaz vieja residencia para aquellos sitios”. Hudson (quien vivia eon su familia desde 1846 en la estancia Las Acacias, cerca de Chascomiis) describe cen forma minuciosa la casa que habitaban: “Construida de adobe, on techo de paja y ancho corredor, sostenido sobre postes o pilastras 6. Félix de Aara, Viet por ta América meridional, Madrid, Cale, 1923, p. 26 1. Francis Bond Head, Las pampas 1920, pp. 28.29 8, Véase William MacCann, Viaje Aires, Ferrari Haas, 1939, los Andes, Buenos Aires, La Cultura Argentina, ‘© caballo por las provinciasargentinas, Buenos ‘Vida material en la frontern bonaerense (1736-1870) ” ree ee ee ee eee ee pee eae eee eee ee ee eae aaa See eS eS ee ae ares ee nen ae See te ee oe Se ee iadeas den seristnilin capi iioes pe pe eet ene iereinerererten Se ee eee a enya leone on al dep de ees ee oe cece eee ere ee Semen career emacs nai lokam bee de “reunidn, racién y turno en las comidas efectuadas entre conmili- pace oO ot eee ace oon Aire, Pout, 198, 9. Guillem Borgue Hudson, All ej y hace tiempo, Buenos Ai ity 208. Ba 184 lai Huda se ital nin entanin Law Acai, core 22 Chasnms. Bn aquallosparjo oe desrrollarn lo recverdoe conto por Terma Bari en ext bro 10, Samuel Grene Aros, Viak pr América del Sur, 147-1848, Buenos Aire, Ee of, 195, 9.178 11 Maro Lips Omri, Venda a papa, Bueno Aires, tnt, 194, p38. 4“ Laura Leonor Cabreias tes habia andubay. Se selecionaban ls amas més derechasy con tientos mejadoso vero fresco se ataban los horeones¥ las tra, luego la cumbreray por eltimo os cosaneras, Otros ements juneos opaja de espadata, eran empleados en los techos yl pare des oan levantadas con ada erudo coda En resumen lo hate Hales queen lugar ran de extrema senellee: madera de pea consistncia, barocrudo, euro paia Dela: mucstra de 15 inventrfos hemos slesonado 69 para ana- liaar qué porcentaje epresentalavvienda en lated atanacivn So respeladenominacén deca” ode-ranch que igure en eate Setuvo en cuenta tambien ol porcntaje que corropandia la eodnas, putes en muchos eas se presenta como una eonstrestn indepenien feo gregada. En cuanto alos prioos se divi el material en castro tmomentss marcados po el avanceoretroces de la enteral pre, to, desde 1740 con los origenes del poblamieno fronterzo haste 1776 (creacin del Vireinat del Rio dela Pata l segundo, deste ete fecha hasta 1820 aproximadament, con la desinagracon del men colonial el terero llega hasta 1862 con la caida deer linea politica decincora. tin, desde Caseon determina tn momento Intarmodi entre el etree de ln clap anerar el procs postanar que culmina con Roca, - ee Vivienda: porcentajes de inversién Parades [cass [coc [Rancho 740-1766) | 649% 9) | oad) | ORD (A | s7rr-vea0 3) [aie cre) | oareecrry | 80% 2) | fsatteseciay | r000% a) | — | azo (a) 859-1869) | tessa) | ante) | 285% @) os nimeros encorrados entre parénteiscorrsponden a cani- daa do inventaris praca pero, Lasoo numero que iguana Indo dels poreetajescrrespondn aa enntdal de documento ox Ios qu s as a at, I cocina oe rancho Em algunon documents figural tasacin dela "can rina” adem dl vor elo “rancho a veces elie eno lite dea propiedad es det oe “puesios” de stancia La gran mayeria do los entancors, espe mente los medians y paquets, posean una sila propicdad Ba os avos en que tanian msde una stanla elastase Hine de Sacar los prcentajes denver, como una sla propieda, Vid materia on la raatera boonerense (1736-1870) 0 En general, el porcentaje del capital destinado a la vivienda es bajo. Vemos que en el perfodo 1777-1820 bajan levemente todos los, valores, Podemos suponer que en ese perfodo se invirtié més en ani- ‘males respecto del anterior. Si comparamos los dos perfodos con mues- tras de diecisiete inventarios respectivamente, tenemos que para el periodo de 1740-1776 se invirti6 el 44,30 por ciento en animales y para el periodo siguiente, el 56,68 por ciento. A partir de 1821, el poreentaje crece, advirtiéndose una mayor inversién en la vivienda, ‘Seguin el registro estadistico de 1854, las easas con techos de paja seguian predominando y sélo unas pocas eran de tejas y madera. Para el censo de 1869 -comparando los datos obtenidos para los mis ‘mos partidos, aunque para esta fecha ya no son de frontera- se man- tienen los mismos porcentajes, con exeepeién de Bahia Blanca. Las cifras se comparan en el cuadro,2 del Apéndice 2. Seguin el registro estadistico de 1854, la vivienda do paja supora ‘en casi todos loa partidos el 90 por ciento. La excepcisn es Patagones donde, con 1.672 habitantes, 173 casas eran de azotea y s6lo 9 de paja. Para 1869 siguen predominando, en Carmen de Patagones, las casas de azotea sobre las de paja. Ademés, podemos ver que en Bahia Blanea la situacién ha mejorado, aumentando el porcentaje de casas de azotea sobre las de paia. ‘Abrumados por las cifras, consideramos que la mejor manera para analizar este tema es examinar las descripciones de las propiedades, de algunos estancieros. El capitén don Juan de Ayala, quien murié en Areco en 1742, poseia tres mil varas de tierra -valuadas en 750 ppesos-, una pequefia propiedad que “mira al fuerte” separada de éste por un “cereo de palos”, La casa de adobe contaba con una sala y un aposenta todo cubierto de paja, dos puertas de una mano con cerra- dura y lave, También se tasé “otro rancho quo sirve de cocina, un ppozo de balde y una atahona armada defectuosa” En general, la, cocina, que era el lugar de reunién, se edificaba separada del rancho principal. Otra dependencia accesoria era la “ramada’, constituida ‘por tn techo (de dos aguas o de una sola), que ofrecia reparo ante la Tluvia ol sol. Ayala poseia mil cabezas de ganado vacuno, doscientas ovejas, treinta bueyes, 350 yeguas, mulas, burros y potros. Hl total, do la tasacién aseiende a 3.818 pesos, en los que se incluyen los gas- tos por los entierros del mismo Ayala, su esposa Luisa Leguizamon y el de dos negras esclavas de su propiedad. ‘En Cafiada Honda, don Pascual Castro posefa hacia fines del si- 12, AO, Sucesiones N° 6721, 1742 uf ‘Laura Leone Cabrejas de dich pieza cubiora de pa array por os lan inchan 9 Spastic: Saree sa MT fr dot ee Soma cr ana aaa oa Po ear sr yanyenene aetna een eden bien fueron tanados 2.00 ldrilnen vente eee notion ccna ae ep oan Seine came aaron eens ca an ea Cae ep petites ata rican preemie atime pamtsn cnt ironc area gan eso Sheath emir cen oe nda al esol Listy reser Sere en de haber entregado unos doscientos Pesos en préstamos,* nan nr ens ane eee a the vonsan tary Pie een ee eau cer pai naa om te os yee arn ade enn oar ee in spe eens = rete Sa ee ind 13. AoN, Sucsiones N° 8345, 1797 14, AGN, Sueasones N* 8414, 1788, 135. AON, Sueesiones NY 5887, 1805 ‘Vida material en la frontera bosserense (1786-1870) palmas, tejuelas y teja, con una media cocinita sin techo*. Se comple- taba la tasacion con un “horno de material y pozo de balde bueno con brocal de ladrillos”.* Enel inventario y tasacién de los bienes del “salvaje unitario” don Pablo Acosta, encontramos que en 1840 las nueve leguas de campo, fen Azul, son tasadas en 36.000 pesos y que en éste se ha edificado “una pieza de azotea de ladrillo de pared doble de 7 varas de frente, 5 de ancho y 4 y medio de alto, con dos puertas y techo de paja”. La estancia cuenta también con “dos ranchos de paja, pared embarrada de 10 varas de largo y 5 de ancho"” Se entendita por “embarrar” ol rancho al acto de agregarle barro en los lugares que por accién de Ia Iuvia, el viento o el simple uso, se hubiesen eaido. Acosta poseia ade- mAs 2.719 eabezas de ganado vacuno, trescientos caballos y 1.265 ovejas, que suman en total de 69.610 pesos. El total dela tasacién es de 101.510 pesos y el monto invertido en la vivienda es de 5.900 pe- 808. En 1840, el gobierno de Rosas ordena la confiscacién de aquellos sospechados de unitarios, “mientras que las estancias eran por lo general retenidas para el usufructo de los ejércitos federales, ‘muebles y utensilios vendidos en subasta publica, servian para retri- buir los servicios de los que habfan contribuido a la causa federal”.* Fi nisa de Ine ranchos fue siempre de tierra apisonaria, excentaando el rancho principal de la estancia que a orillas del rio Quequén tenia en 1842 don Ramén Guerrero. La vivienda, con tres piezas de adobe cerudo, lucfa un piso de ladrillo cocido."* La expansién de la frontera en el siglo XIX no se ve reflejada en los ppatrones habitacionales de sus habitantes, ya que hacia 1854 segui- ‘mos encontrando ranchos con paredes de adobe. Tal es el caso de la “suerte de estancia” de tres mil varas de frente y nueve mil de fondo que don Pedro Aledntara Alvarado tiene frente al Arroyo Azul. Estas tierras le fueron donadas por el gobierno segin el decreto del 19 de septiembre de 1629 “como poblador de la nueva frontera”. No pode- ‘mos asegurar que don Alvarado haya permanecido mucho tiempo en su estancia. El que habito el rancho de dos piezas con paredes de adobe erudo y techo de junco fue su eapataz, Pedro Arroyo, quien es- 16. AG, Sucesiones N* 5689, 1810, 17 ANPBA, Legajo 99-112, Azul 18. Ricardo Salvator, “Consolidacién del régimen rossta (1835-1852, en Noemt Goldman ir), Mueve historia argentina Revolucion, Republiea, Confedercisn (1806 1852), Buenos Aires, Sudameriean, 1998, p. 331 19, AGN, Sucesiones N° 5928, 1842, S Laura Leonor Cabs tando enfermo recibié de don Pedro Rosas y Belgrano algunos medi- ‘camentos provenientes de la botica del Fuerte Azul.” El monto in- vertido en la vivienda asciende a 1.900 pesos, frente a los cuarenta ‘mil pesos que valen las tierras y los 498,360 pesos en ganado vacuno. Se advierte que la bonanza econ6mica no siempre se reflejé en otro tipo de bienes, como padia ser la vivienda, Con relacién al material empleado en Ia construceién, advertimos que el ladrillo cocido no reemplaz6 al adobe, Hacia 1860 es mas fre- euente el uso de ladrillos en aquellas estancias que estan cerca de los poblados fronterizos. El techo de tejas, pisos enladrillados o paredes encaladas es atin mas extraiio de encontrar. Seguin Lépez Osornio el rancho, por lo general, no se pintaba, pero si alguna vez se lo hacia se empleaba la cal. Para que ésta se adhiriese a las paredes solian pro- ararla con suero de leche de vaca o con jugo extraido de las pencas de tunas trituradas, Pero no todos los estancieros construyeron humildes ranchos en ‘sus propiedades. Cuando en 1841 fallecié el general Félix de Alzaga, Ja estancia Bella Vista, de cinco leguas cuadradas sobre el rio Salado, queds para su hijo Martin, llamado igual que su famoso abuelo, el rico comerciante virreinal, héroe de las invasiones inglesas, El 1 de febrero de 1855, Martin de Alzaga compraba a su parienta Francisca Capdevilla de Cramer y a sus hijos la legua y media de tierras pertenecientes a la estancia La Postrera, cuyo sugestivo nom- bre se debfa a que era la ultima propiedad sobre la frontera. La Pos- trera lindaba con Bella Vista." Como primogénito y albacea testamentario de su padre, don Mar- tin de Alzaga decidié recorrer sus extensas propiedades. Inicié el re- corrido en 1849 y visité las estancias de Juneal y Chelforé en el Par- tido de Chapaleufi, Santa Rita en Mar Chiquita, la estancia Arboli- tos en el Partido del Fuerte Azul, arribando finalmente a la estancia Bella Vista, en las barrancas del rio Salado. Para sorpresa de don Martin ~quien encontré sus heredades to- talmente abandonadas- las construcciones habian sido destruidas y las tierras ocupadas por intrusos. La estancia Bella Vista era “una 20, saw, Suesiones N* 3512, 1854 21. En 1862, Martin de Alsage contre matrimonio con Felictas Guerrero, a quien el poeta Carlos Guido Spano Hamas "la joya dels etlones poles". Al morin en 1870, Martin de Alzaga,Felicitas Guerrero heredé le campos Bella Vista y La Posters ubicadas en el Pari de Castelli y otra gran eetanciaamada Laguna Jusnicho, ene Partido de General Madariaga. Vénse Vy Guemin, Bt pats dela extancias, Boers ‘Aires, Emeeé, 1999, ‘Vila material en la frontera bonaerense (1796-1870) 38 posesién de las mas interesantes que se presentaba en la campaiia por su situacién y comodidades, pues se habia construido allf una ceasa con altos, que no desdeeta de las mas bien acondicionadas de la ciudad, con alfibes, cacina econémica |... eorredores y en completa seguridad: era un edificio propiamente de recreo”.* Esta casa debi6 ser reconstruida porque al momento de presentarse el albacea en el lugar sélo quedaban en pie las parodes. Todas las maderas para los techos, puertas y ventanas con sus mareos fueron levadas desde la ciudad, los ladrillos egaron de Dolores y Ia arena y la cal desde las posesiones de don Gervasio Rosas -el hermano de Juan Manuel, el mismo que en 1892 habia organizado la linea de correos y postas desde Dolores a Loberia Chiea-, cuya estancia distaba a nueve le- guas de Bella Vista. ‘Se aclara en el documento que “se ha renovado esta finca, dejan- dola como antes era, con cielos rasos revocados por dentro y por fue- ra, con corredores de 22 varas de largo y 4 y medio de ancho, con el aljibe enteramente de nuevo porque estaba destruido”. En la orilla del rio se construyé “un puesto con cuarto con puerta, paredes de ladrillo, techo de paja, ramada y galpén. Se removi6 la tierra de la juinta y se plantaron arboles”. e'in in estancin Juncal solo se encontr “un rancho chico de ladr- No, cuye lecho era de cuerus de potry y caruery, Los dead raatchos ‘que también eran de ladrillo estaban en el suelo y gus puertas y ven- tanas habfan sido quemadas. En tres meses se reconstruyé todo y se hizo adomés un galpén con puertas y ventanas que fueron llevadas desde Buenos Aires”. Otro albacea aclara que “algunas cosas no se pudieron reconstruir, todo cost6 mucho dinero”. En Santa Rita solo se encontré “un toldo en el medio del campo que fue derribado en el acto y dirigiéndose el albacea desde el Jun- cal con ocho carretas cargadas de maderas al lugar donde existe dicha estancia, con treinta hombres, trabajando personalmente, for- 1m las poblaciones compuestas por un galpén, una ramada, una co cina todo de pared francesa con dos revoques a cuchara por dentro y por fuera’. ‘Como si esto fuera poco, se agrega que “los campos se encontra- ban Ilenos de pobladores con sus ganados, que para hacerlos dosalo- jar, como se consiguié, fue a costa de multiplicadas diligencias det albacea, teniendo que concurrir de Juzgado en Juzgado a largas dis- 22, Tada esta informaciin os rindads por el expediente sucesoriode Félix de Alaa, ‘nox, N" 3506, 1849-1850, a Leura Leonor Cabejas Tress cnx oe gud propo pti sin actor ae errata Gores aint tae nee ste posein sobre la vida en cl eampo. Leyendo eate decumerte doc Stns cs snore ae sar ds Align Geogr sl grow ie cou pts: rios del periodo posindependentista) es inusual. La mayer ne loo catanlerancolnsles no perteneteen snc, ee ee Patrimonio ganado imptantean ae ea Ineonatrunin dena viinda ads gosdes hie fe dire que sees cas inveaonestcost ae ben, queen 3789 evalu en 150 per ode ea eee. Cat entre maroon ss sean ay qos destace que adem no rssos gee homogénco, puosio que desde el gran hacendado proictare de vies tev uovivinenlaciudad basal quessiopnci cena se Sune do au err eran lames aneocene Da te ae patronesbobllaconaies lave ana Se rotee nee Ire da oan cl agi a et ged pea i eatuames or tio de contri, como fueron las peta, los viajeros aseguran que, salvo contadas excepciones, son todas igua: i tau hermes Reber gules eae ae es aa ec dl pnp nos pier sss as pont aren “cpl anchor de ise ee tach de Poesy sun compe Be hae ee tpariado, nolan conrablo as lesantene See lon peje y una ada ahs ee eae tive de socina’™ Ol afro quent se eae Teron 1819 con destinn fal on Se gel ce nea Mier, quien doris a pnt do Escobar “odes oo roo tral near focnn daveiana ne tas yotadas con lonjs de curs hay cbse poss ria cotrelasan ramos de arbusioo cease wade ben ae Tn armas at oblenda servo pr honey enn nS sistadoa man od lncontronon pede een a Elmacsto de posta you fala esi ar ae habitacin.Allado de ow ranch haa 0 de meen ng, parn tan des peje ec ee ea 22.418 y OM Raber Pash a renin enna lp de lc, Buon Aires, La Cultura Argentina, 1920, p. 31. ' x Vida material ent frontera bonaeronse (1736-1870) 55 sillas, ni mesa, ni eama;[..J la tinica forma de librarse del duro suelo ‘es una especie de armaz6n de cama formada por cuatro estacas cor- tas enterradas en el piso y cuatro palos cruzados y atados con gua: cas formando un mareo en el cual se estira un euero de novillo. Muy pocas de estas construecianes poseen puerta y solamente disponen dde un cuero para evitar la intemperie [..] easi no necesito decir que ‘estos ranchos no tienen ventanas”.* El primer Reglamento de Postas se confeccioné en 1720, y se per- foccioné en 1771. Su capitulo primero definia el objetivo de las postas ‘aclarando que “no pudiendo hacerse los viajes en diligencia sin mu- dar caballos de trecho en trecho, fue preciso apostarlos en diferentes paradas a cargo de un vecino honrado al cual se denomina maestro de postas y esta obligado a mantener un determinado nimero de caballos destinados para las carreras en diligencia”* ‘Nos llama la atencién que la posta de doria Gregoria Sosa, “edifi cada en terreno ajeno” en el Partido de los Arroyos en 1787, no refleja del todo la imagen que sobre estas moradas los viajeros ingleses nos Tegaron, pero el caso es poco comiin. Dofta Sosa vivia con su familia fen una casa compuesta de “una salita, aposento con dos puertas de tabla de madera, una en la sala y la otra en el aposento, con cerradu- ray lave, edificada en adobe crudo y revocada, techada de paja en ‘buen uso’. Si el albacea testamentario destaca en el documento la existencia de puertas con cerraduras y laves es porque hay en sus ‘habitantes una notable preservacién de la privacidad. La casa tiene dos ambientes: una sala (de estar) y un aposento (para dormir). De ‘esta deseripcién podriamos deducir que no todos los habitantes de la casa dormfan juntos en el mismo lugar, refutando de esta manera tesa imagen de promiscuidad con que muchos viajeros dibujaron alos, habitantes do la campatia. [La morada de dofia Sosa contaba ademés con “una cocina de ado- be crudoy techo de paja, una ramadita al sur con techo de lo mismo”. “Un quarto regular que sirve para alojamiento de los pasajeros de la posta, embarrado, con una puerta de una mano y techo de paja.”® En la posta hay noventa caballos ~66 de los cuales estan sanos-, tres potros de doma, diez. yeguas madrinas, veintisiete yeguas chacaras y veintinueve potrillos, ademés de 626 vacas y 1.250 ovejas. Pese ala 24, John Miers, Viaje of Plat, 1419-1824, Benoa Aires, Solar Hachette, 1968, p28. ‘Gitado por Fernando E. Barba, Rastrifladas, Aull y caminos, Buenos Aires, Raigal, 1956, pp. 20-21. 26, Act, Suorsines N'8414, 1787 precaicdd de lon materials constrctivos, ests ranchos no eta tan tan ma equipado Si bin nel dacument se tnaron oe Ig bine ute a in epi ue te ro ain en in eas principal y cute eoreopondian al evar de hues dana Groora Sona dormia en und caja de madera fer’ abe faba con una “oehita de angripola® wanda tana costes das" azar de estas muy malatadas En lasventane a bia cortnas ysbre In mess nueva un “mantel wads, Ques age ssjba als huéspedesffesendo vino en una jerta deat “Vato de vidio do vriontmato Cacnabn ea una ule leet ~aluada on dae pes y Il sus “bls aberon de pata ety cucharasytnedare de buen usa qu etaban tres ae “dos platon do oz yon pats de ple’ Gregara Sees roe can Botentad, ya qua tasnlon otal de toons bees spon 6 alow 2.00 pou, pero aed lho de pacer una “bacon se Italy don nj para apa, Usos del espacio y equipamientos Eleato de doia Gregoria Sosa nos da pie para abordar el extn de ia ogantzacin el espacio el equipamionto dla vivende reel fronteriza. El uso del espacio merece un andliss sparta, dado quae tiene Ia imagen do que el rancho slo poseta un ambiente, en lave se dormia, se comia se vendia ise tratabu de una pulpeia edo enn marco de pobreza, sucedad y promiscuidad. Pose sla jrece riedad estructural del rancho nla papa del siglo ¥Vi ba caooe Iastante bien equipadas dod In gucesons ce dserien propidades qu euentan on mis jun ambient: as ol expitan Bentura Lozano dol pago del ro Laan legaba en 1740 “una casa con sala, aposento de un trante, condos pera, la de a salacon ds mants, la del aposento de unde apes zento con sa ventana de madera vieja, pared de adobe, yn apisene till pega ala casa” la “eosin de pared de adobe toch de pee edificada aparte.* . een Los albacens de don Advin Fredes de la Guardia del Lj ta ron en 1804 Ia ensa de dicho finado que se compone de uns sala de 21S ma “angaripol" len ordicaraestampado en its, my xlorid, wad por Ins mujeres desde el siglo xvi " ies mas 28, AGN, Sucesiones N° 6721, 1742. Vida material ent fontern bonsorens 11736-1870) st dos tirantes y un aposento de adohe crudo [..J todo cubierto de pajay de buena construccidn, con su puerta y su ventana. (..J Por un ran- cho que sirve de galpén cubierto de paja” la suma de 21 pesos y otro “rancho que sirve de eoeina 4 pesos con 4 reales’ El pulpero Manuel Ferreyro legé a sus sucesores un “rancho hal tacién con dos puertas y llaves, cocina y chismes de pulperia’, todo tasado en eien pesos.” Don Vietoriano Barbosa, propietario de dos estancias (una de ellas de tres leguas de frente y doce de fondo, lindante con los terrenos de Manuel Cobo en el Partido de Loberia), tenfa un “rancho con dos piezas y una cocina pegada con pared de quincho en mal estado”.** ‘Samuel Haig opinaba en 1817 que cuando la habitacion destina- da a cocinar los alimentos 0 calentar agua no estaba separada de la casa principal “el humo de la madera mojada llena la mitad del ran- cho y las figuras en esta atmésfera opaca semejan los fantasmas som- brios de Osian”.** Resumiendo los casos citados, podemos afirmar que las cocinas fueron edificadas aparte de la sala y del aposento, en los documentos se las describe genéricamente como rancho. Habia otras edificacio- nes tasadas en forma independiente como las ramadas que podian estar unidas al rancho principal, y que eran un espacio multiuso (co ‘medor, sala o coeina)-, los galpores y las atahonas. Las puertas eran variadas: de media, de una y de dos manos, de pino, de algarrobo, a veces un simple bastidor de cuero, con o sin cerradura, otras con un gancho, Se tasaron puertas de entrada para ingresar a la casa y puertas interiores para separar ambientes (la sala del aposento, de la pulperia, de Ia cocina, de la trastienda), No son tan numerosas las ventanas. Una puerta es un elemento cons- tructivo que sirve para impedir la entrada de extrafios ala morada y la salida de bienes valiosos, sobre todo si hay corradura y lave. Una puerta también sirve para Separar un espacio comin de otro conside- rado privado, como podia ser un aposento, En una muestra de 56 propiedades, treinta y una ten{an puertas (55 por ciento), doce de las, cuales tenian una sola y diecinueve, puerta de entrada y al menos 29, AGN, Suorsiones N° 5687, 1804 30, Act, Suoeaiones N° 5887, 1805. 131. AON, Suensiones N* 3945, 1852 132, Samuel Haig, Bosqujos de Buenos Aires, Chile y Per, Buenos Aires, Hyapaméri- 9, 1988, p42. 4 Laura Leonor Care otra interior. De las treintitin propiedades que contaban con puerta nueve tenfan cerradura y una sola poseia un “simple gancho” No todas las estancias contaban con pozo de balde. En una mues- tra de cincuenta y cuatro propiedades fueron tasados sélo en dieci cho (88 por ciento), Mientras que en la ciudad de Buenos Aires exis. tian pozos de balde cuya construccién costaba alrededor de treintn pesos, en la campania apenas si se invertfan unos veint {on el caso de don Francisco Alvarez, duefio de una pulperfa y vende jon en Areco, cuya sucesién data de 1768. En la misma muestra también son escasos los hornos de barro para cocer el pan, que fue, ron tasados en sélo nueve casos (16 por ciento). Los corrales, por lo general de madera de handubay, eran més frecuentes; un 74 por Gente de los campos contaba por lo menos eon uno. Solo seis estancieros (11 por ciento) posefan atahonas. Para cons- truir una atahona era necesario invertir una suma superior los doscientos pesos, Aesar de ser muy religiosos, se encontraron s6lo dos oratorios, no habia pertenecido al maestre de campo don Juan de San Martin, fue lo habta hecho construir en su estancia del Rineén y estaba viz fe pesos, como {ado en 250 pesos. En el interior habia “una imagen de Ia Concep. Giga con su corona de plata y nicho, ornamonta do raso eolorade'y demas aditamentos: céliz, pa tena, vinagrerasyplatillotolo de lg ta, atril y misal, cruz alta de fc quebracho, euatro candeleros de palo y una mesa do cajén donde se guardan todos los ornamentos”* En [2 estancia de dofia Bernarda Cevallos, en Arrecifes, el oratorio “de media a un “nicho de madera con la imagen de orona de plata’, “dos campanas no tasadas, ocho palmatorias, relicarios y crucifijs, hostiarioe, edi, patena y aaa Meee aibas en 14 pesos y una casulla con su estola en 29 pe. ‘en las sucesiones la tasacién de “ni- 83, AGN, Sucesiones N* 862.1768, 234 Aon. Sucosiones W848, 1756. El maracal San Martin organiaé el cuerpo eatable fe eldades crolosy ta construccin, pr ls propies milicanoa y sincone oe weg ‘Hacienda, de risticasdefonsas 0 “vertes de etacada, ea ln pardes dele hee ‘Aires, extendiendo la superficie teritarial a 8991 kar a de a Guardia de Luin, durante el pera hie Histrio de la Provineia de Buenoe Anes Doclor Ming 35. AGN, Sucesiones 8412, 1784 Véaxe Ricardo Tuboss, Histo no-indiano, La Plata, Archivo so Levene, 1969, p. 28 °° Vida material ent foatern bonserease (1736-1870) -a beberla, y un asador de palo. Cuando mucho agregan una olla, na tay un banquillo, sin manteles ni nada més; pareciendo ee ci h fan pocos utensilios y como- fides, ps sun falta las camas, no bstante I abundancia de Gin ns record por la nmens anura pape, desta oe bao rh men nn ia Sareea aise aie andes. (...] El rancho se alumbra con luz muy débil emitida bet Eibo vacuo, y se ealienta eon carbon de leia; en las paredes d ‘rancho cuelgan de huesos clavados dos 0 tres frenos o espuclas y {oaxclusivamente dela combinacion de cuero y huosos. También po- istremca de cin och pen Hales eonstructives,hubo eneas y ranchos bastante bien equipados ¥ a ‘no hay relacién entre bonanza econémica (poseer miles de Loan Joon hin earn peer ban como sus pares de la ciudad de Buenos Aires— son los pul ae es a an al 96. F de Azara ob. itp. 28 7. FB. Hed, ob. it. pp. 28:90 Laura Leonor Cabrejas contamoe son cuatro guesiones pitas a eee ans Aa 1853 para Loberia-, cunts documento esters enn oe vajes nitarioe de 1840 Chascomin see anes a ¥ 1506- para Lin, otra cinco de he roo de Mesa ra 1771 y 1805, ocho sucocimes de rroatees coe eee wn montos de Ia'zna de Arecfes son dela sopeade hind ate I, mientras qu las ucosiones de Asal eer ee de once afios, desde 1840 hasta 1851. : El primer grupo el de Laberta- elms “pobre”. Don Fei, Almarante tiene 10,623 cabores de ganado vinnoy Lol pero entre sos bines mucbles cuenta Cosy ana una mesa chica, cuatro sillas viejas, dos marcas, cuatro las an asador de florroy tn balde de madera Hemoerfonnae ee ao con ls biones mucble allados en hence een cieros del Partido de Azul para el periodo de 15 a (ve see cuadro 3 en el Apéndice 2). . os Bi bon se pata aiverticbenae mumbles dtu ola, i rennin una inversion importante, En ia mayors necro scene tesa sila, unos pots patos'ycublerta Le inane a numertos coresponden aon Rerasc tena enema is Brimero era duets de do "suertes de comes SST eke ado vacino 19 ove, Vian on mizenblc rence ee loscientos pesos y habia invertido 425 pesos en carretas. El] ‘al fe latasacin ode 12449 peso, Magn ere an perce ees cambio, don Gervcio Ler nga tenants oo ee Ban Gregorio y La Garda can 7500 sober Gen es euatro mi ova, por parte desu benestareesea nae ana da icon hoes No siempre extn corrlacion entre os bienes mato an ro me ratariaen goa a posefan y la vajilla que se lucia. Muchos propistarios da neiteaae Escaveso irra ontarn cn tenn de et se thacin que seve tanto en la cidade ree mene campaa. Para Nely Porro, entre los cose el ed ot Alcanza la eategava de imprencindtla acl aee ena a econémic, la relevanci socal y el lugar de Is omiier he, moan d tent cinco inventaro en cncose tava pbs pele yen dl un se valuaron och late de eae eee Io plats fern remplacadon por lay enn cae re 38. Porro, J Aste y M, Rasp, Aspects de a vida eticiona ‘virreinal, Universidad de Buenos Aires, 1982, p. 31. sacra! Vida material ent frontera bonserenae (1736-1870) a troy se tasaron en catorce sucesiones, La comida era servida en Ia fuente que pasaba de mano en mano. La escaser de eubiertos ~cu- charas en ocho inventarios, tenedores en cuatro y cuchillos en tres— ros hace pensar que éstos también eran compartides ‘Noe sorprende haber encontrado sélo ocho mates y apenas una guitarra en la muestra de 35 inventarios. El agua se ealentaba en tnldoras o calderitas (se hallaron trece) oen pavas (slo cuatro), ta- sadas a partir de 1840 Segtn Richard Slatta “la préctia de dormir en el suelo, con Ia sola proteccién de Ia sill y el poncho, persistié hasta fines de siglo (xnxr"*" Esta costumbre podia correspond a los peones de estaneia que migraban por la pampa. Si bien el mobiliario, aun en las estan- tias mas présperas, era primitivo, los eansados huesos de algunos festancieros pudieron descansaren catres liters ocujas. En nuestra ‘muestra de 35 inventarios hallamos tres catres, una litera, siete cu jas simples y una cuja eamera, Doha Agustina de Lara dormia, alla por 1792, en una “euja torneada de palo Brasil” tasada en diez pesos. Para la misma época, los pulperos de Buenos Aires contaban entre sus bienes con eujas tasadas entre veinte y treinta y cinco pesos Lejos estan de la “euja de jacaranda camera con pilares saloménicos” vvaluada on 1781 en cuatrocientos pean y ann intagraha In date de dof Flora de Azcuénage. En 1840, en Chascomds eran rematados Jos bienes del “salvaje unitario” Rafael Cabello. Don Juan Antonio Martinez estaba dispuesto a pagar cien pesos por “una cuja,ealeho- nes y colgaduras”® Hacin 1851 dofia Ramona Arroyo do Morrill, ‘ecina del Partido de Azul, legaba “dos catres de pino con lecho de cuero yun eatre de pino con lecho de Iona’. Ta mayoria de los viajeros se quejaron de los insects, ratas y alimafias encontradas en las casas y ranchos de la pampa. “Es tal la suciedad de esta gente", narraba en 1819 el inglés John Miers, “que ninguno de ellos ha pensado en lavarse la cara alguna ver ¥ muy pocos lavan o componen sus ropas una ver que se las ponen, las con- Sservan en uso dia y noche hasta que se rompen". En 1838 Charles Darwin describié el rancho del estanciero uruguayo Juan Fuentes, cerca de Maldonado, como “rofiosamente sucio”."” La higiene perso- nal de los porteios dejaba mucho que desear, més atin lade os habi- tantes de la pampa, con peores habitos y menos medios. Pero siem- 39. Slatta, ob. it, p. 190, 40, AAA, Legajo 34-1163, 1540, Chascomss. 41, AuPMA, Legajo 39-17, 1861, Al 42. Citada por R. Slata, ob eit, p. 127 - — ide material enn fronterabonaerense 1795-187 6 pre nos sorprendemos con aquellos caso de dofia Bernarda Cevallos : contar eon “dos eujas, una de pino vestido siempre fue un medio para que el individuo se identifi- Pits Sine ne de Eo at vr Fes vcalownte: Sends doles inrfasSonentociln poeta cer Posefa “una tinaja de Espafta, un lebrillo, dos palanganas wo de gar ala indumentaria con précticas culturales o estratogias econ6- Enos lla Seta a se Mteament a oe fhicas. Nuestro habitante de la pampa no escapaba a las generales bienes dol “salvaje unitari” de Azul Rafael Cabello we reson Sop “Los que son acomodados usan chupa o chamarra, chaleco, calzo- nes calznelos, somber, calzado yun ponebo [yo penne orn. leros y gente pobre, no gastan zapatos; los més no tienen chaleco, ehu- pa,nicamiaenicalzmes, indo albions unajergn que aman Chirip; yi tienen algo de lo dicho, es sin remuda, andrajoso y puereo, ; te mi een anes lnc cnr re : se, je medio pie sacadas de las piernas de los caba- et, rennin In ton na gu ai As pra soe de piedra, presuntuosamente llamado “fuerte”. Ofcialmente Peon Pes ita coupena apeioctin daleips Sit ones era‘un prosidio (allt habia ido « pacar don oe Aienps Pacey VoRrSnn A cawial cpontio alle Sli placa erreva ge después de la asonada del 1 de enero de 1809). En el mismo ahe aro siempre se quitan; quienes poseen uno lo utilizan a veeos para cu- SVeombate dal coves eae gen batt en brirse de noche cuando se acuestan”. Ya en el siglo xviI ~aclara Ro- cl combate del cerro de Ia Caballada lleg6 a Patagones, Proveniente driguez Molas- el hombre de campo usa el clasico poncho americana de Estados Unidos, don Miguel Bacon. Préctico de profesién, vivid eg FareeplantnvaJa cana aepanaiae el fuerte dese 1827 hasta la trégica uuatiana del 28 de septionyy ae ee Accdisail dafien al padltio sono "bape de Gagota PATA 1844, cuando “fallecié ahogado en la boca de este pueblo”. No hi ‘montar a caballo”. El funcionario y viajero espafiol Francisco Millau do herederos, las autoridades del fuerte ordenaron poner < fa Jo describe como “una manta de dos varas y media de largo por algo "Sancl,amcnre nanan ai te ivan menos de ancho, tejida con lana o algodén y dibujada con varios colo- Uns cuja, un eatre bastante usado, dos colehones, dos sdbanas nen, +08 y labor”. Més adclante agrega: “Se viste pasando la cabeza por slo neath dee deo gull de guancn, un tuna pequena abertura que tiene en medio, con lo que queda desean- [alloy un estuche de navajas de afeitar, un relj de bosila un antenjo sando sobre los hombros,y euelgan por uno otro lado sus extremos, Sat vig un creas een deta ally jue se levantan cuando se quiere desembarazar los brazos, echando oe Son ext eee ce ramon dcr pera atrés la falda delantera, otereiando sus costados sobre los hom- ‘Todos estos testimonios nos sirven para ilustrar la vida cations bros’ El poncho sirve de cabalgadura, manto y defensa des due tte aetna teFaae ue in rvs fio, como escudo ante un enfrentamiento con cuchillos. lun estilo austero, sin lujo ni confort, en otros casos vari6,y a veces ” Las denominaciones con las cuales se los inventarié varfan segin reflejé un mejor ingreso. La mayoria de los estancieros del perfodo Ja zona y el material empleado en su fabricacién. As{ tenemos el “pon- colonial tardfo no pertenecieron ala elite y estuvieron lejosd ane. cho pampa” confeccionado con Ia gruesa lana de las ovejas pampas, ‘cade estilo de vida de sus homénimos de fines del xn =. oe [Los ponchos se tejfan en hilo y algodién y habia un poncho pequetio de ue rompieron las reglas, como el que entre sus bienes, ademés de dorada y la otra de jacaranda con Dime cémo te calzas y te diré quién ores 48, AGN, Sucesiones 8412, 1784, Arecfe, 46, Fede Azara, obit, p21 4, a1P@A, Legajo 341-153, 140, Chascomis, 47, Véase R, Rodrigue Mola, ob. it, p- 150. 45, Now, Sala x 21-3-7, Fuerte de Petagones, 1845, 48, Citado por R.Rodriguor Mola, ob it, p. 151 Laura Leonor Cabra verano, que cubria hasta la cintura, llamado “ealamaeo”. El ealama- co era unatela de lana parecida al “droguete”, que es una tela listada de varios colores y con flores entre las listas. También tenemos el “poncho balandrén”, que sobrepasa las rodillas, llamado ast por la semejanza con la “balandrana”, una vostidura talar ancha y con es- clavinas que suelen usar los rligiosos, y el “poncho de bayeta” de Tana floja y poco tupida Las provincias de Santiago del Estero, Cérdoba, Catamarca o San Luis proveyeron con sus risticos telares el material para la confec- cidn de estas prendas. También lo hicieron los indios pampas, “cuyos tejidos se colocaban en los mercados oloniales y continuaron hacién- dose presentes (a fines del siglo xvIH en todos los mercados regiona- Jes, incluyendo los litoralentos, donde gozaban, por su calidad y bajos precios, de las preferencias de una buena parte dees compradores”.® En el siglo XIX “la importacin de los productos textiles ingleses ‘empoz6 a suplantar las lanas tejidas a mano del interior”, segin afi ‘a Slatta, y asi lo atestiguan los partes de milicia de época de Rosas, donde aparecen os “ponchos ingleses” y los “ponchos de paiio” de colores azules o blancos. Ventura R, Lynch, que ha estudindo Ia evolucién de la ropa del hhombre de campo, afirma que con anterioridad a 1810 se vestia “cha- queta corta, camisa blanca, paiuelo al euello, ehaleco muy abierto dlejando ver la amplia eamisa y el earacteristico pantalén corto, con ciertas identidades al de los andaluces". En el siglo XVIN todavia no se habfa adoptado el chiripé, tan presente en la indumentaria del hombre de campo del siglo xr. En una muestra de 56 inventarios ~entre 1740 y 1820- se tas6 la ropa sélo en 37. Este rubro representa apenas el 2,4 por ciento pro- ‘medio del total de la tasacién, La prenda més hallada fue el poncho (cuarenta en veintidés suce- siones). La vestimenta que le sigue ~en dieciocho sueesiones~fueron las chupas. La chupa era la parte del vestido que eubria el tronco del cuerpo, a veces con falda de la cintura para abajo y eon mangas ajus- tadas. Se ponia generalmente debajo de la casaca, Bn el siglo XVI se comenzé a usar también sin casaca, y asf se generalizé después como traje menos sclemne, mas sencillo y més modesto. Los materiales utilizados en su confeccién eran el pao, a seda, el algodén, la grani- 49, Jorge Gelman, "E mundo rural en transieién”, on Noemd Goldman (dir) ob. cit, 50, Citado por R. Rodeguez Malas, ob cit, p. 162 {Vida material en In fonters bonserense (1796-1870) 65 llamas ristiea—de terciopelo, de tafetin, de tripe ode bayeta, Nose hall el “caracteristico pantalén corto” que describe Lynch; los hom- bres cubrian sus piernas con calzones y calzoncillos. Aquéllos eran cortos y protegian los muslos desde la cintura hasta las rodillas, tras prendas son las capas, capotes 0 capotillos, camisas y casa cas. Un ejemplo de vestuario lo brinda don Miguel de Sosa, quien en vida lucié “una chupa de terciopelo forrada de tafetiin, capa de camo- Il6n azul forrada de bayeta colorada de Castilla y poncho azul”. De Sosa no era un hombre rico, su fortuna consistia en “5 bueyes, 4 fane- gas de sal y una negra esclava llamada Maria” ** En el siglo XIX se observa un cambio sustancial en la indumenta- rria del hombre de campo. El calzén es reemplazado por el chiripa indio, descripto como un lienzo flojo ~similar a un pafial- que iba centre las piernas sujeto a la cintura, ideal para andar a caballo, De- bajo usaba el calzoncillo blanco. Chiripé y calzoncilla serén reempla- zados por la bombacha, prenda introducida por los inmigrantes ha- cia fines del siglo xix. Para reconstruir la vestimenta de la época de Rosas recurrimos a los partes de milicia que contienen informacién dotallada sobre las, sefias, ropa y apariencia general de los sujetos que eran tomados ama prisionaros por diferentes eansas. Durante el rosismo “el igualitarismo en materia de vestimenta traducia a la vida cotidiana uno de los principios del federalismo: la igualdad social”. El “buen federal” debfa diferenciarse de los comer- ciantes, hombres de letras o grandes propietarios que se vestian ala uusanza europea, Salvatore afirma que, a pesar del igualitarismo social que el fede- ralismo queria imponer, los jueces identificaban a los integrantes de la “clase de peén de campo personas que trabajan como peones, usa- ban poncho y chiripa y no sabfan leer ni escribir-, como los sujetos peligrosos de la campafia”. Sin mediar delito; eran arrestados y en- vviados a la frontera, Es raro encontrar en los partes de milicias a los, equerios labradores, criadores oa los estancicros, identifieados como “hombres de ciudad” u “hombres de pueblo”. Todos estaban obligados ‘usar la divisa o cintillo federal, prendida al chaleco o al sombrero, Los partes ofrecen muchas descripciones como las siguientes: “Chi- ripé de erga pampa, camisa, calzén, chaleco de pat, gorrita de pafio, descalzo, Nousa la divisa federal ni el cintillo”, “chirips, poncho cala- 5, AGN, Suceionos 8411, 1787, Areca. 52, Ricard Salvatore, obit, . 966 F Laura Leonor Cabrejas maco, eamisa y ealzoncillo de lienzo, pafuelo atado a la cabeza, botas dle potro”. Estas descripciones corresponden a los “peones de campo" En el cuadro 5 (a yb) del Apéndico 2 se encontraré informacion bein. dada por partes de milicias de 1840 y 1850, En los partes de milicia del fuerte de San Serapio Mértir del Arro- yo Azul, el 13 de julio de 1851 figura el arresto del comerciante espa, fol José Burzaco, que fue remitido al fuerte “porque se estuve pe. leando con un veeino. Hace eatoree alos que vino de su tierra y ha Juego a.una pulperia, propiedad de su hermano”. Burzaco vste “pon, cho negro con listonos punzoes, pantalén de earisima mezcla, che quetén, camisa de bramante, calzoncillo de liencilo, sombrero de paya chileno, botas de becorro, usa cintillay divisa federal”. Al misme he gar fueron enviados el sasire Pascual Quirés, que vestia “camisa punto de patio, chiripa azul pampeano, camisa y calzoncillos de bramante, gorra punz6, botas de becerro,divisa yeintillo", y don (el unico que ce identificado ass) Nicolés Atalejo -estanciero, remitido por haber en. {regado un pasaporte a un vecino, para ir a Buenos Aires, fasifican. do la firma del comandanto de Patricios-, que lucia “pantalin y cha. gueta de patio azul, poncho inglés blanco, chaleco, botasfuerios, pe 17a chata con visera” En ol parte de milicia del Fuorte de Chapaleoufi es enviado el 21 de marzo de 1850 el joven estanciero Joaquin Marquez, blanco, rec bio, de aias celeste, vestido con “iraj, reloj con cadena de plata y botas fuertes” Salvatore dice que “no todos los federales usaban bota de potro, Entre los federales de la ciudad, los que podian ealzaban Ia bota fuer, te", Dela lectura de los partes de milicia y los inventarios nos perm. timos hacer una distincién de grupos sociales a través del calzada, Las indios, jornaleros y peones de estancia podien estar “descalaos" usar las "botas de potro". MaeCann describié la manufacture de ests tipo de calzado asf:"Se mata aun potrilloy see arranca la piel ds lag patas traseras, desde las cernejas hasta la mitad del muslo; ae le quita el pelo, y mientras el euero esta hiimedo y flexible. xe adeoua a 1a pierna y al pie del usuario” * Este tipo de bota que dejaba libros Jos dedos era ideal para montar a eaballo, Segtn Slatta, cuando el ganado cimarrén empez6 a escasear, los estancieros comensaron a ‘ponerse al uso de las botas de potro. Sin embargo, se han enconitra, do inventariadas “botas de potro” hasta después de Caseros, Las be. 58, Citedo por R, Slata, ob. cit, p. 194. 96-1870) te ‘Vda materiat en la rontora banaerense dontnis - 1 serdnreemplazadas por as alpargaas, Hacin 180, don Pe rein wa ens de nape "eten, bites aapetat” alain a contar con “ocho pares de alpargatas”.™* f . En los partes de milicia de los campamentos de Pillahuincé e a acidemia es pres do campo om In enomiac ip "solce Gu boi do pole ba. cae lnguren es ncont i Ehcerkin do "ensbey Sn sac” y ewes pt Tv estancioro, el comercianto espaol ye are son le dnion sue lucen “tas ftertt"decuero duro o"cordobn”y “bots d bece: ‘Sennen nin ener ee ma Patmos heer sr finn ceva cio ara 8 vera Leon les pares de nia go lon adn, por ema titan "cn aaboas: igeren eure et desc que lovon sun eabeloa to aionteas que lou poonesojoralers evan ‘pasos ais ‘ala ecboza’, “gorras de panza de burro” o sombreros de paja. Entre fos estanciros es més comin que aparezcan con “las gorras de patio oda pa 0 gern eee rodominan fos premias de clor aml, celeste, Manet reo, nado mrad et ton al pao on noc oa) iano eran tea. ree pen proprcnno por In Sin parto muy aundantsen car del one, Coo jes lab el lumber rns fmt overt a telod beeacpst dt dole skiers ay Ta dn pln fn egg ota See a moporcannrn al nario” Teves dense “onron eral, Aigunos avbclo-emmo el nog ol potbah arvan ee : El uso de la cintilla ola divisa punzé no fue generalizado. pe hay suis que nan cintilla, blo uno la vise pune y siete que hacen Cintloydvisa En lo partes de mica de 1650 ya no ge mencionan os civisa ni lsc. wo ar mevamarin ls lo*oun de den! dee pee sioutoresatcaisemnce gon haca 1200 den ins Siva wantin, sakes ‘mache para ee serio pten ey “Chee posal negros de pescuezo”, cinturones, fajas anchas, angostas y de campo, Une docena de ponches ingles en feos, sete mandiceinglses, once chaqustaa do bri, una levie blanca, cuatro iradoresbordedos 54, AON, Swessiones 3966, 1860, | 55, Ricardo Ceerchla, Historia dela vida privadaen ta Argentina, Buenos Aires, ‘que, 1998, p. 128, de gamuza, quince chiripés de lana, chaquetones, ponchos de vieuia, chalecos de casimir, de raso, de brin, de eotonia, sombreros de paja de Italia y sombreros de castor, enaguas y rebozos, dos piezas de fle- cos para colgaduras y ciento dieciséis yardas de puntillas”. También contaba con algunas exquisiteces como “dos dovenas de frasquitos de aceite para el pelo, agua de olor fino, toallas de algodén, seis peines blancos y una docena de espejitos de bolsillo” °° Podemos observar la variedad de articulos de vestir y la diversi- dad de telas que estaban a la venta en las pulperfas de la eampaiia bonaerense, Nos sorprende encontrar diferentes tipos de calzado desde Ia bota de charol hasta los zapatos abotinados, incluyendo zapatillas y alpargatas. (De una muestra de doce inventarios de pulperfas y “casas de negocio” se confeccioné el euadro 6 [a, by cl del Apéndice 2, donde figuran todas las prendas, telas y articulos de zapaterta que se vendian a los habitantes de la frontera entre 1840 y 1860.) Rodriguez Molas afirma que “los gauchos acostumbraban usar una larga trenza como adorno, posiblemonte imitando una antigua cos- ‘tumbro espafiola del siglo xvi", Guillermo Enrique Hudson en Alld lejos y hace tiempo describe a su vecino Anastasio Buenavida ~“el Ultimo de una larga serie de estancieros con antepasados ricos en campos y haciendas"~ por su indumentaria cuidada y refinada. “Te- ‘fa ojos grandes, oscuros y patéticos, bigote negro perfectamente for- ‘mado y una Targa y negra cabellera, que usaba en bucles simétricos caidos hasta los hombros. Usaba el pintoreseo traje de gaucho: cami- sa 0 blusa de fina tela negra profusamente decorada con botones de plata, pliegues, tablas y bordados de color rojo y verde, chiripa de fina lana amarilla o color vicufa, blancos ealzoneillos eribados (aso- ‘miindose por debajo del chirip4) del mas fina hilo y con flecos y enca- Jes, sogtin se usaba en esta prenda. Llevaba siempre bien lustradas las botas y su poncho azul luefa forro punzé."*" Lamentamos no ha- ber encontrado en las sucesiones de los estancieros bonaerenses mas calzoncillos eribados, seguramente porque no era una prenda de uso diario o sélo se Ia Iucfa en acontecimientos especiales. En los partes de milicia s6lo figuran tres de estos calzoncillos. Lamentablemente, cl ideatizado gaucho de Hudson ~producto de un recuerdo de infan- ¢ia—ha quedado como modelo del habitante de la pampa. ‘Si bien las prendas femeninas son muy sencillas ~confeccionadas 56, AGW, Suesiones 2966, 1860, 57, Guillermo Enrique Hudson, ob. et, p. 194 Vid mat frontern bonserenae (1736-1870) 69 la mayoria en tolas baratas como Ia bayeta, el eamellén®*o la angari- pola, algunas mujeres -las menos~contaron con pafiuelos de seda de la India y zapatos de cuero. Conclusiones Los viajeros nos dejaron una imagen estereotipada de la campaiia bonaerense. Una mirada lejana y genérica, necesaria para la cons truccién de una cultura diferente ~vista como inferior 0 atrasada-, reafirma la propia, europea o norteamericana, que habia sido sacu dida por fuertes transformaciones. Teniendo en cuenta que las obser- vaciones de los viajeros reflejaron en muchas oportunidades prejui- cios raciales o de clase, realizamos una revisién de esa imagen que difundis la historiografia tradicional No toda 1a edificacién en la frontera bonaerense se redujo a los ranchos, aunque éstos predominaron. Con més de un ambiente, se advierte un uso del espacio un poco més complejo, que determina ciertas practicas sociales y eeondmicas, Es asi como eneontramos que Ja mayoria de los ranchos cuentan con una sala, el aposento (muchas ‘veces con puerta interna de weces), locales comerciales (en el easo de Jas pulperias), la cocina agregada a la edificacién principal, ete. Es notoria Ia ausencia de “mangrullos” edificados ~segiin la literatura gauchesca~ en el perimetro de la propiedad, que eran indispensables para ver la legada del malén. ‘También advertimos que, a pesar de la precariedad de los mate- riales, hubo casas y ranchos bastante bien equipados, y que no hay relacién entre bonanza econdmica y bienes muebles. $i bien prevale- cié un estilo austero, sin lujo ni confort, hubo casos en que el propie~ tario reflejé en sus bienes un mejor ingreso. Nos queda claro que la mayoria de los estancieros del periodo colonial tardfo no pertenecie- ron a la elite y que estuvieron lejos del sofisticado estilo de vida de sus sucesores finiseculares. A través de la indumentaria y sobre todo del calzado podemos cestablecer cierta estratificacién social entre los habitantes de la cam- aria. Mientras que los peones de estancia usaban botas de potro, cuando no andaban directamente descalzos, los estancieros podian Negar a lucir botas fuertes, 58, Labayeta era una tela de lana poss tupida y moy Maja el camellia era un tito muy foerte impermeable, bch de lana Laura Leonor Cabins ‘Delos inventarios de la pulperia de la eampatia advertimos diver- sidad en la indumentaria y en el calzado y cierta variedad en las telas con las que las mujeres confeccionaban sus seneillas ropas. El calzén colonial es reemplazado por el chiripa recién después de 1810 ‘También hemos notado una distincién por grupos observando cémo lucfan sus cabezas. El pelo suelto al viento, esto de ir “en cabeza", era propio de los indios, mientras que los peones cubrian su cabeza eon pafiuelos 0 sombreros. Los estancieros podian lucir sombroros 0 go- ras indistintamente, La literatura de viajeros ha sido durante mucho tiempo una fuen- ‘te importante en la historiografia rioplatense. Sin desmerecerla, con- sideramos que es tiempo de hacer una revision de Ia imagen que ella brind6. Los documentos nos han permitido ofrecer una vision mati- zada y hasta a veces sorprendente de los pobladores de la frontera onacrense. Sabores de la pampa Dieta y hdbitos de consumo en la frontera bonaerense Carolina Correa Matias Wibaux La problemética del consumo y la historia de la alimentacién han ssido temas poco tratados por la historiografia argentina, a pesar de Ja importancia que han adquirido recientemente on otras latitudes y disciplinas. Para Fernando Rocchi, la relevancia de esta temética reside en que ‘Ia originalidad de su enfoque promete producir una verdadera revolucién al permitir la confluencia de una vibrante his- toria cultural con la de una historia econémica dominada por un cuan- titativismo que muestra sintomas de agotamiento".’ Los recientes trabajos de Fernando Rocchi, Carlos Mayo, Juan Carlos Garavaglia y Fernando Remedi fueron los primeros en incur- ssionar en el andlisis del consumo,* dado que hasta el momento las investigaciones se habian orientado principalmente al estudio de la produeeién y las redes de comereializacién y distribucién, Para el espacio de frontera, el consumo alimentario ha sido estu- diado por Ricardo Rodriguez Molas en su trabajo sobre las pulperfas rurales y por Richard Slatta en su andlisis sobre el gaucho y la fron- tora. Bstos estudios se basan, casi exclusivamente, en testinonios de vigjeros y relatos costumbrisias. Coineiden on destacar el eardcter 1. Fernando Rocchi, Consumir os un placer: In industri yl expansin de la deman- ‘daen Buenos Aires ala vuelta del siglo pasado’,en Desarrollo Bconémic, XXXVI, 148, 1998, p. 534, 2. Nos referimos als siguientes trabajos: Fernando Rocchi, belt; Carlow A. Mayo (comp), Pulperosy pulperins de Buenos Aires (1740-1830) (Universidad Nacional de ‘Mar del Plata, 1996), y “La fronters; colidianidad, vida privada e dented” (en Fer- ‘pando Devoto y Maria Madero (dirs, Historia de la vida cotidiana en Argentina, ‘Buenos Aires, Ariel 1990), Juan Carles Garavagls: “Ambitos,vinculosyeuerpos. La ‘ampada bonaerense de visjaeolonzacin” (en F, Devotoy M, Madero dirs. ob. cit, tomo 1) y Fernando Remedi Las cacreto de a olla (Cérdoba, Centro de Estudios His: ‘rics, 1998), n Carolina Cotresy Mutins Wibaux preeario y poco variado de Ia dieta rural, que no parece haber suftido ‘modificaciones a lo largo del siglo Xix, Segain Slatta: “La dieta en la pampa cambié apenas durante el siglo xix. La carne vacuna se asaba répidamente en una fogata abierta, y abundantes rondas de mate constituian la base y a menudo la totalidad de la dieta del gaucho desde la época colonial en adelante. Los viajeros de los siglos xvitt y XIX comentaron la aficién earnivora del gaucho por el asado, La wear- ne con cuero» ~grandes porciones de carne vacuna envuelta en euero de vaca y asada despacio junto a una fogata abierta- atin era muy valorada por los gauchos, Existian otros platos en la pampa, pero en general sélo aparecian en celebraciones especiales”, Este capitulo pretende indagar la constitucién de la dieta y los, habitos alimentarios de los pobladores de Ia frontera bonaerense du- ante el perfodo comprendido entre principios del siglo xix ¥ 1875, En este sentido, la diversidad alimentaria es abordada desde la pers- pectiva de la oferta y la demanda, Para esto hemos utilizado como fuente inventarios de pulperias y almacenes rurales y restimenes de gastos de estancias que nos permiten rastrear tanto la variedad de productos comercializados en la frontera como la conformacin de la dieta y el consumo cotidianos. ‘También son utilizadas coma frontas seeundarias memorias y o°- critos de viajeros, principalmente ingleses, que recorrieron la regién de frontera a partir de 1820,‘ cuyos relatos resultan titiles para ilus- trar ciertos momentos de Ia dieta cotidiana, En resumen, nuestra intencidn es revisar la visién tradicional del “asado y mate” como tinico medio de satisfacer las necesidades ali- ‘mentarias de los habitantes de la frontera durante este perfodo, Ade- mis, se pretende discutir la idea de que la dieta permanecié sin mo- dificaciones durante la mayor parte del siglo, De esta manera, com- plejizar un panorama que hasta este momento se encuentra ganado por una visién simplificada sobre Ia cultura y la vida cotidiana en la frontera se convierte en uno de los prop$sitos principales de este tra- bajo. 8. Richard Slatta, Los gauchos ye! ecaso de la front, Buenos Aires, Sudamericana, 1986, p. 196. 4. Bates relatos, realizes durante el egl xx, fueron frecuentemente uilizades por | hisoriografa tradicional para recanatruir aspectes sociales y clturales dela so dedades que visitaban sin toner en cuenta cirtos apectns que son evencalee ala hora de utilizar esta literstura como fuente. De este mov, proponets una lecura {que tenga en cuenta Ins eapecificidades props del ener, emsiderand que éata debe hacerse teniendo presente la expansion econdmicay politica de Burp ios del siglo x0, la fronterabonaerense 72 ‘Saboresde Ia pampa. Data y habitos de consuano Algo mas que asado y mate Un relevamiento general del consumo de alimentos en la frontera muestra el lugar privlegiado de la carne que se encuentra presente en la mayoria de las comidas. En primer lugar, se destaca la earne ‘yacuna como el producto mas consumido por los pobladores, aeguida por la ovina y, en menor medida, por aves de corral y productos de caza como ciervos, gamas, tates y mulitas. Esta preeminencia cér- nica, explicada por su bajo costo y abundancia, hace que los demas componentes de la dicta “aunque la enriquezcan en gran medida~ ocupen un lugar complementario. Bl analisis de inventarios de pulperias y almacenes rurales* entre 1778 y 1875 nos ha descubierto la gran variedad de productos comer- cializados en la frontera con los cuales los habitantes podian pro- vveerse y que han sido olvidados por la historiografia tradicional y costumbrista en sus afirmaciones sobre Ia dicta rural ‘Asi el relevamiento de esos inventarios arroja un total de més de cion productos, contando sus variedades, entre los que se destacan arroz, fideos, harina, farifa, pan, bizeochos, yerba, azticar, aceite, vinagre, especias, legumbres, infusiones, dues, entre otros a atsencia de verduras v hortalizas én las tasaciones no signif- «a que no fuesen consumidas, simplemente no eran comercializadas en estos negocios y,al igual que la carne, los huevos, Ia leche y Ia grasa, eran obtenidas goneralmente—entre quienes no posefsn huer- ta,y animales propios~ de las estancias, poblados y cuarteles cerca: nos.” Los testimonios dejados por los viajeros muestran que las ver- duras eran losingredientes prineipales de platos muy extendidos como Jas carbonadas, los pucheros y Ios guisos. Se mencionan el maiz, 28- 5.Los casos analizadoscorresponden a pulperia y negocios rurales da las loclidades de Azul, Chapalofi, Labora, Saladillo, Fuert 25 de Mayo, Bahia Blancs, Bragedo, Las Flores yBlaneas Grandes. 6. Sélo ce han encontrado papas y cbolias on dos inventatoe: AGN, Susesiones, 3944, 3066, 4. Para princpios de siglo Jorge Gelman ("Los enminos del mereado, Campesinos, ‘estanciozosy pulperas en una regi del Rio de In Plat colonial en Latin Americon ‘Research Review, x2, 2, 1998) reaaln que I prodvcein agricola yhorticola no cir ‘ulaba en el mercado: "La variada produtein casino apareia en eataezeulacin y say probablemente participaraesencalmente.en el consumo propo del familia pro- Auctors, at como en la venta de mercados locales. Pero estos mereados eran extema- Adamentelimitados para colocar esa producién de male, bola, joe, sndiaa frit Jes, ai como las distintas aves que s@criaban-¥ estos pr una razén bastante senci- Tea todos ls produ ™ Carolina Correa y Matias Wibaux pallo o calabaza, cebolla y repollo y, en menor medida, también apa- Tecen tomates, ajfes, papas, lechuga y frutas como sandias, melones xy duraznos, principalmente. _ Hacia principios de siglo la diversidad de alimentos ofrecidos al Piiblico en los negocios rurales da cuenta de una dieta rica y variada, Aparecen la yerba y la sal, pero también el azuicar, el aceite y el vina. Bre, condimentos como la pimienta, el azafrdn, el orégano y el comi- ho, y otros productos, como el arroz, Ia galleta, el pan y los fideos, entre otros. En cuanto a las bebidas, se destacan el aguardiente y el vino, seguidos por eafia, anis, anisete, sorbete y mistela, lo que de- ‘muestra una vez més una demanda diversificada por parte de la po- blacién. Ademas hay que considerar la notable variedad de origenes ¥ calidades de las bebidas ofrecidas a la venta: en el caso del aguar- Giente los habfa de cafia, de anis, de San Juan, de Mendoza, de Ia tierra, mientras que el vino era tanto carlén y de la tierra como de Mendoza y de Mélaga Durante el siglo x1 la composicién de la dicta rural evidencié marcados cambios, principalmente en cuanto a la calidad, proceden- cia y variedad de los productos, en funeién de la introduecién paulae fina de nuevos articulosy ala diversicacin del ya cumerciliza- ‘on primer término, se observa una erecente disminucin decier- tos productos a la vez que comienzan a aparecer otros articulos més sofisticados y de variadas calidades. Asi, las aleaparras, el azafran, el azticar del Paraguay, la carne de chancho, el jamén, el orégano, las pasas blaneas, negras y moscatel, Ia sal de Espatia, la vejiga de grasa y la yerba amarga y suave, conforman el universo de articulos que Jentamente desaparecen de los estantes de las pulperfas. En su lu- ger comienzan a introducirse hacia 1840 la harina de trigo y de matz y le farina, pan, galleta, bizcochos, ticholos, masitas y tortas, que aparecen con mayor frecuencia en los inventarios de los almacenes rurales. En el rubro de las infusiones entran en escena nuevos ar- ‘foulos on todas sus variedades: eafé en rama, café en grano, café molido, té negro, té perla. Hacia 1860 dulees como confites, chocola- tes, dulee de membrillo, comionzan a ser comercializados en la fron. tora junto a conservas espafiolas, sardinas, bacalao, aceitunas, al- mendras y ciruclas, : 8. Para poder observar las variaciones en la articles comsstibes a os “ articulos comestiblee al largo de siglo 3X, nos hemos batado on los resultados expresadon en "Pulperonyplperiu raraien, 1778-1829", en Carlos Mayo (ir), Pulperos»pulperts, Salores dela pampa Dieta y habitos de consumo en la (rntera bonnerense En este sentido, resulta sorprendente la presencia creciente de café y té en los inventarios a partir de 1840, con una participacién dol 87 por ciento y el 50 por ciento sobre el total. La existencia de diferentes variedades y calidades indicarfa un consumo bastante ex- tendido aunque guindo por las preferencias y las posibilidades de acceso a estos productos. De esta manera, si bien no podemos verif car la participacién de estas infusiones en el consumo de los sectores populares desde una perspectiva de la oferta, la oxistencia de tazas y cucharitas de café, motinos de café y teteras entre los bienes de los duofios de estas pulperfas rurales da cuenta de que el consumo de estos productos més bien tuvo relevancia entre los sectores acomoda- dos. Ademss, debe eonsiderarse que la relacién en el valor entre el café y In yerba es de cuatro a uno. ‘Asimismo, se destacan aquellos productos que siguieron forman- do parte del consumo durante la mayor parte del siglo XIX aunque presontando rasgos de mayor diversidad en sus calidades. Entre ellos aparecen el vinagre, el arroz, los fideos, la yerba, el aztcar, el aceite xy los condimentos. Contrariamente, las legumbres, verduras, el que- ‘soy los huevos mantienen una participacién limitada en estas redes de comercializacién, El anticar y Ia yerba encaberan Ia lista de productos que mantu- ‘vieron su participacién en la dieta de la frontera, al ser los articulos de consumo que aparecon mencionados con mayor frecuencia en los inventarios: se encuentra en el 82 por ciento de las sucesiones. En el caso de la yorba, las diferentes variedades demuestran una oferta diversificada con relacién a sus diferentes precios y calidades. Asi, encontramos hacia principios de siglo yerba amarga, suave y electa y, promediando la centuria, aparecen yerba parnagua, paraguaya, ordinaria y de calidad superior e inferior. Esta diversidad también se observa en el azticar donde se acentiia en mayor medida la diferencia de calidad entre las de diverso origen: al azticar blanca y del Para- uay, presentes ya en los primeros afios del siglo se suman diferen- tes variedades entre las que se destacan azticar refinada, de la Hi bana, terciada, rubia y de remolacha. La presencia de este producto cn casi la totalidad de los inventarios analizados desmiente lo afir- mado por Rodriguez Molas en cuanto a que “el azticar y los postres, ‘estan ausentes de Ia cotidianidad del hombre de campo". El azscar ‘ra utilizada para elaborar diversos platos dulees como leche cuaja- 4a, algarroba pisada, mazamorra y pasteles de hojaldre, entre otros, 9. Ricardo Rodriguez Molas, La pulperas, Buenos Aires, CEAL, 1982 . 18. Carolin Corzen y Matias Wil En cuanto a los condimentos, la presencia de la sal en el 74 por ciento de los negocios coincide con los testimonios de viajeros y me- ‘morialistas que comentan la predileccién de los habitantes de fronte- a por este producto. Manuel Prado, rememorando la vida en el ejér- cito, cuenta una anécdota que describe aquella situacién: {Los indios le habian acribillado las eostillas a bolazos, y volvia el pobre muchacho encorvado de dolor. ..] Se imponta, desde luego, Ia curacidn que estaba a nuestro aleance, consis. tente en baftar con salmuera las partes magulladas. Pero...y Ja sal? Crobetto tenia un poea escondida en el fondo de sus ‘maletas pero juzgé més a propésito destinarla al asado.—Las ‘mataduras-—dijo~se curan solas o no ge curan con nada, mien- tras que el churrasco, a no esl salad, es indigesta 9 deca brido.” oe Esto uso extendido dela sl, ademés desu reconocido valor on la conservacién de los alimentos, se expliea por las preferencias de los pobladores por las comidas elaboradas y condimentadas. Los testi- ‘monios de viajeros nos brindan un amplio horizonte de comidas ela boradas, como guisos, carbonadas, estofados, pucheros, caldos, chu- pe de gallina, charque frito, sopa de fideos y conservas en accite, Este aspecto puede demostrarse en la notable diversidad de especias que las pulperias rurales ofreeian a su clientela: pimentén, pimien- ‘a, ajf yen menor medida, eominos, elavo de olor y cancla, La presencia de la harina en el 66 por ciento de las sucesiones entre 1840 y 1875, al igual que la existencia de hornos de barro y bateas de amasar, confirma el papel importante de los productos de ivados del trigo y otros cereales en la dieta rural durante todo el siglo: sobre dicciocho sucesiones analizadas, el pan aparece en seis, pulperias diferentes y Ia galleta en ocho, sin dejar de lado la presen- cia de bizcochos, tortas y ticholos. Pero, contrariamente a esta situa cidn, son frecuentes las quejas de los viajeros que atraviesan la re- sign respecto de la ausencia de este articulo, En palabras de Narciso Parchappe: “Volvimos a partir enseguida de haber comido un asado sin pan y sin sal, nuestro alimento habitual desde que dejamos las tiorras habitadas”.' La escasez del pan no sélo parece estar presente en las lineas de frontera recorridas por este viajero en 1828; también 10, Manuel Prado, La guerra al malin, Buenos Aires, Kapeluse, 1988, p, 120, 11, Narciso Perehappe, Expedicin fundadora del Fuerte 25 de Mayo en Crus de Gue re, Ai 1828, Buenos Aires, Bude, 1977, p69. Sabores de In pampa, Dieta y hébitos de consumo.n la fronterabonaerense 77 Henri Armaignac advierte la falta de este articulo durante su esta- dia en Ia estancia Santa Cruz del Moro en 1868: “En resumen, tenia- ‘mos buena carne, excelentes conservas, casi siempre legumbres fres- cas y buen vino espafol; pero faltaba lo mas importante a mi parecer, yy esa falta me parecié muy penosa en los primeros tiempos de mi ‘vida en el campo: hablo del pan’.* ‘Sin embargo, otros testimonios muestran la existencia del pan, ocupando un lugar destacado en la mesa de las clases acomodadas. Come sefiala William MacCann durante su estadia en una estancia de Dolores en 1842: “Con Mr. Clark participamos de una mesa exce- lente: asado de vaca, aves, pudding inglés, papas y pan blanco”. Esta informacién no sélo da cuenta del consumo de este producto por parte de un sector de Ia poblacién sino que, también, confirma una diferencia cualitativa en cuanto al pan ingerido en estos estableci mientos y el que consumfan las clases populares. Podemos inforir, entonees, que las denuncias postuladas sobre la ausencia del pan responden a la propia racionalidad con la que observa el viajero. De cesta manera la galleta o “paneeillo criollo”, frecuentemente consumi- do por los habitantes de la frontera, era despreciado por la mirada del viajero: “Es verdad que lo reemplazaban por galletas redondas horriblemente duras que trafan a la mesa después de haberlas roto con un martillo; pero eso estaba lejisimo de parecerse a nuestro buen pan franeés y su gusto era muy desabrido”.™ Las bebidas, principalmente aleohdlicas, también constituian un rrubro diverso que se fue ampliando durante todo el siglo. Hacia me- dindos del Xix los inventarios muestran un total de veintidés clases, de bebidas que conforman, teniendo en cuenta las diferencias en cuan- to a la calidad de los productos, cerca de 38 items. Dentro de este universo variado, la ginebra y la cafia son los que aparecen mas fre- cuentemente en las tasaciones (en el 50 por ciento y el 45 por ciento), ‘mientras que también ocupan un lugar destacado el aguardiente, el vino carlén y el seco, el cofiac y el ants. La importancia de las bebidas aleohdlicas en el consumo cotidiano de los habitantes de la frontera se debe a que el acto de beber era considerado una actividad separa- da de la comida por no estar sujeta al tiempo de la alimentacién y, como sucede con el mate, se convertia en una ocasién para compartir con otras personas, 12.1. Armaignae, Vai por las pampas argentina, Buenos Aire, Bude, 1974, p83 1 William MacCana, Viaje a caballo por las provincia argentinas, Buenos Aires, Hiyspaméria, 1986, p28. 14. fem, Carolina Correa y Matias Wibaux Sabores dela pomp, Dieta y habitos de consumo en la froatera bonaerense 79 El origen de las bebidas también sufrié importantes modificacio- Al llegar a las tolderias, el hambre, la sed y la precariedad de la nes allo largo de period analizado, Un eleuo aproximadd nos da un dicta propias de las travesias y dela vida en ol desiertodesaparecon, ‘7 por ciento de bebidas nacionales y un 25 por ciento provenientes encontrndose el viajero con abundantes comidas y comodidades. Asi, de ultramar, Igualmente, puede vislumbrarse un decreciente peso de Lucio V. Mansilla se sorprende con la diversidad de alimentos pre- Jos productos regionales ~como los vinos cuyanos— a partir de la se- sentes en las mesas indigenas, al ser agasajado por Mariano Rosas gunda mitad del siglo XtX a favor de una mayor afluencia de bebidas ‘on sus tolderfas de Laubucé: importadas. Ast, junto alos ya conocdos vino carn, cafe, agua, dientey ginebra, encontramos, entre vtros,vinos de Malaga, de Bus, deo, apr, ere ingles gine lands, sia eo ane ean algunos casos, kischy curazan, : : Pero los cambios y variaiones en la composicidn dela dicta no se ie mama tator be cui comin, Sevoes ato dieron solamente en el horizonte temporal sino que también en clos dhevatne rein leaden yale vita qu me abian precio, entra en juogo la cuestin espacial: ls patrones de consumo varias ‘Raia evel toc um plo como und fuente Lol Se seabd el segtn ls medio de acceo a los recursos, a dsponbilidal de alimen: Primer plata tron ero [eno de aed de wae, i tosy las condiciones materials, En este sentido, a medida que nos Tin ol Dewpute dlc oo tirvaren groban, nas addentramos en el descr ynos nljamos de las ultima pola Ia tata ylides nner de pote es Deno, Tarot agua dieta se simplifica brutalmente, centrandose esencialmente en la car- ‘en vasos, jarros y chambaos (es un jarrito de aspa). Se acabé la ne asada. Asi, en el desierto el consumo alimentario se limita a las comida y empezé el turno de la bebide."* provisiones (principalmentacharquo, yerba,t,tabaco al scrfa de pecs etencs teres ie ee eto panorama muestra lo rasgos scbresaliontes del eonsumo de muy extendido en la vida de frontera, Este hecho anrprende a Narciso. alimentos en todo el expacio estudiado. Noe detendremos shora a Parchappe: “Supuse que estas provisiones no fuesen suficientes para la analizar los habitos de consumo de los habitantes de la frontera, in- duracién probable de nuestra excursién y comuniqué mis temores al ‘tentando desentrafiar lan sctttudes y pautes enlturales que re capitén de blandengues pero me tranquilizé diciéndome que con las el acto de comer. boleadoras denuestrosseldados no nos faltaria nada y que los clervosy tatdes suplirian la falta de carne”, En los fortines la precarizacién de la dieta se hace mis evidente Lo que rodea el acto de comer para ls sldados que deben enfrentar un régimen decomidas domi, nado por las raciones do charque ygalleta enviads por el gobierno La slecciny la jerarquizacin en Ia alimentacin cotidiana que Agel lenbitaacasss keane yo a La realizan cada habitante se encuontran condiionadas tanto por fac- constitufan en las opciones para la subsistencia diaria: tatues, aves- tarys Somdminia cami pi eonductas y bébites eulturales.vigentes, truces, amas, perdies,liebres, aves, entre otros, referzaban fa de. Como sedala Fernando Remedi “Eston determinan -entre otras co Jouls huss teteten.Slowiecs Mieead ieee Samad menos qu la diferencia entre lo comestible ylono comes- tible, lo deseable y lo no deseable”. De igual forma, esta situacién se oe trasiada a los modos de comer: los “modales en lamest” ve definen carecia de ropa y de calzado; en la botica no se encontraban me también por las condiciones materiales y por aquellos eédigos de com- Siamento {-1Y todos foe dias mismo ora la misma di portamicnto internalizados por los pobladores, En este sentido, Tos trbucé dl raj el empen del iempo Masco eras os Inventarios de pulperfas, al revelarmos con detalle la eantdad y va- miles que guarecan ain de frtins No see dab ra "aminta, por siqiers potian salir al camp, bea asta Ces car gatas ysgelarae de tabaco de yerbn, cand poral article os pulpeos, lo cueon le paras 15 tac ¥. Manila, Una earn odin rangle, Bono ie, Kapa 1966p ashe ‘Entraron varios eautivos y cautivas [J trayendo grandes y céneavos platos de madera, hechos por ls mismos indios, rebo- sando de carne cosida y caldo aderezado con cobola,ajfy harina 80 Carolina Corren y Matias Wibaux riedad de utensilios de cocina, nos permiten reconstruir los habitos de consumo de los pobladores de frontera, Asimismo, estos modos de comer son retratados por los viajeros y cronistas del siglo XIX, quie- nes se detienen a describir aspectos esenciales del universo cotidiano de la alimentacién. El relevamiento de dieciocho sucesiones entre 1840 y 1875 ~que incluyen tasaciones de pulperias y resiimenes de gastos arroja un total de 74 productos pertenecientos al rubro de utensilios y trastes de cocina. Entre ellos aparecen tanto ttiles destinados a la prepara- cién de alimentos (asadores, cacerolas, sartenes, ollas, ete.) como la vajilla de uso diario."* Por supuesto, no todos los productos se en- cuentran presentes en el conjunto de los inventarios sino que la ofer- ta de mercancias a la venta cambia en cada caso. Asi, los jarros de lata, las fuentes (tanto de loza como de lata) y los platos son los ar- ticulos nombrados con mayor frecuencia, al aparecer en doce tasacio- nes (66,6 por ciento del total). Le siguen en importancia las tazas y los vasos, presentes en once casos (61 por ciento). Los asadores, las ollas, las espumaderas y los cucharones ocupan el tercer grupo al parecer en nueve tasaciones (50 por ciento). A esta serie de produe- tos hay que sumarles pavas de latén, cucharas, eacerolas, mates, bombillas, cuchillos etc., que son nombrados en menor medida en las tasaciones y listados de gastos, Esta simplicidad en lo que atafie a lo que se ha llamado la “tecno- logia de la comida,” reflejada en los bajos parcentajes de cucharas, tenedores y otros utensilios en los inventarios, parece corresponder- se con las imagenes brindadas por los viajeros respecto de las mane- ras de comportarse en la mesa: servirse de la misma fuente, eompar- tir cucharas y vasos, comer con las manos ayudados con el euchillo, Pero, antes que hablar de precariedad en los habitos de mesa, debe- ‘mos identifiear esta carencia de ciertas utiles de cocina como tun pa- ‘trén general de consumo, una préctica cultural extendida que tras- pasaba barreras econémicas. John Miers ilustra esta situacién en luna estancia rica del rio Arrecifes: La tltima sopa fue servida en tres tazones para los seis que ramos y, cuando uno habia bebide bastante, lo tomabs la per- 16. Debemos conserar que en muchos casoe no se puede saber fehaclentemente ‘tos utensilosformaban parte del stock de mereaderias a la venta ise uilzaban, para el despacho de alimentos y bebidas en el miamo local @ si simplemente eran propiedad del comerciante 17, Jack Goody, Cocina, cuisine y ease, Barcelona, Gedisa 196, . 69 ‘Sabores de In pampa, Dieta x habitos de consumo ela frontern bonaerense St sona siguiente. En la casa no hay nada mis que dos o tres ‘varos y éstas sirven para todos Jos que estin en la mesa; ‘embargo el due de easa esta ricamente vestido de traje ga ‘ho y los batones de su cinto de euero son cuatro anzas de oro." Por supuesto, los viajeros se detenian a describir aquellas situa- ciones que les parecieran exéticas y que se amoldaban a la imagen romdntica que tenian acerca de la relacién del hombre rural con su ‘medio cotidiano. De ahf que, para sus ojos, lo més sorprendente es sa falta de intimidad en el momento de comer, dada por el hecho de compartir los utensilios, tomar del mismo mate, servirse de la mis- ‘ma olla o comer con la misma cuchara, formas sociales tan lejanas sus parametros culturales. Parchappe representa fielmente las sensaciones vividas por los, vviajeros frente a habitos considerados poco elegantes, groseros y an- tihigiénicos Enlasestancins, los acadores est al fuogo todo el dia y se von las brasas cubiertas de diversos trozos de carne, siempre cubierta de aangre y de intestinos grasiontos que los peoné ‘hacen asar, sin lavarlos y que comen asi, con el mayor placer, carhonizades, eucios de eonizas ysin sal: on gonoral. la limpio- ‘z20s desconocida en su cocina y en su manera de preparar los ‘alimentos, Las animales son descuartizados en tierra, sobre st piel, de manera que eu carne siempre est cubierta de sangre, ‘sucia de lodo y estiéreo; es por eso que debe lavarse antes de Ihacerla hervir, pero raramente se hace esto antes de asarla. El ‘orden no es mas euidadoso; por eso el queso es detestable ¥ la manteca mal lavada y conservada, como la grasa, en vejigas, tiene easi siempre mal gusto, Pero esta carencia de utensilios de cocina que hacia de la ingesta un acto comunitario también es destacada por los nativos que reco- rrieron las pampas. Lucio V. Mansilla, discutiendo la nocién de civi- lizacién y barbarie, compara la forma de vida en las tolderias y las précticas cotidianas del gaucho: 11 espectaculo que presenta el toldo de un indio es mas con- Solador que el que presenta el rancho de un gaucho. Y, no obs- tante, el gaucho es un hombre civilizado. ;0 son barbaros? 18 Joba Mice, Vigieal Plata, 1819-1824, Buenos Aires, Solar Hachette, 1968, p. 189, s2 Carolina Correa y Matias Wibaux {Cuailes son los verdaderos caracteres de la barbarie? En el toldo de un indio, bay divisiones para evitar la promiscuidad de los sexos, camas eémodas, asientas,ollas platos, cubiertos, tuna poreion de utensilios que revelan costumbres, necesida 4es, En el rancho de un gaucho falta todo, ..] en el rancho de ‘un gaucho no hay generalmente puerta. Se sientan en el suelo, en duros pedazos de palo, o en cabezaa de vaca disecadas. No usan tenedores, ni cucharas, ni plates. Rara ver hacen puche- 1, porque no tienen olla, Cuando lo hacen, beben el caldo en ella, pasindosela unos a otros. No tienen jarro, un cuerno de buey lo suple. A veces ni esto hay. Una caldera no falta jams, Porque hay que calentar agua para tomar mate. Nunea tiene ‘apa, Es un trabajo taparia y destaparla, La pereza se la arranca, ylabota, Elasado se asaen un asadar de ferro, ode palo, y se ‘come con el mismo cuchillo con que se mata al préjimo, que- ‘mandose los dedos. La lectura de los inventarios también arroja indicios acerea de cierta sofisticacién y renovacién en los habitos de mesa, que se desa- rrolla en forma paralela a la introduccién de nuevos productos, pre- forencias y gustos en las mesas rurales, Asi lo demuestra, por ejem- plo, la presencia creciente de tazas, platos y cucharitas de café, ade- ‘mas de méquinas y uiulinillos, copas y vasos de cristal, chocolateras, sartenes y saleros, Asimismo, los testimonios de vigjeros ilustran muchos aspectos de la cotidianidad del consumo al describir la estructura y los tiem- pos de la comida, La mayoria de los relatos no hacen referencias a ‘actos de religiosidad en el momento de comer, como oraciones y agra- decimientos, pero si dan cuenta de la divisién en comidas diarias (desayuno, almuerzo, cena). Pero esta distribucién del tiempo de la alimentacién depende también de distinciones socioecondmicas ¥ culturales: esta distribucién temporal se destaca en las estancias ricas donde la asimilacién de costumbres fordneas -la inglesa, por ejemplo redunda en mareadas formas sociales (horarios, vajilla, servicio). Igualmente, debemos tener en cuenta que muchas veces se pro- ducen ciertas alteraciones en lo que respecta al consumo de ciertos alimentos, a las modalidades de preparacién y a las pautas genera: les de comportamiento: se trata, en palabras de Fernando Remedi, de “rupturas de lo cotidiano”. Por lo general, segiin lo observado por los viajeros, tales variaciones correspondfan a festividades y aconte- cimientos seculares mas que a fechas religiosas (Semana Santa, Na- vvidad). Estas rupturas en las précticas de alimentacién cotidianas se ‘Sabores dela pupa, Dietay hibitos de consumo en la frontera bonaerense 89, relacionan entonces con conmemoraciones patrias, fiestas tradicio- nales y momentos especificos del ealendario productivo. Al respecto, ‘Armaignac relata su participacion en la yerra: Los terneroe y las terneras desde que tienen uno 0 dos me- es, reciben en el anca la marca de su duefo impresa eon hierro ceandente; esta operacién que se realiza una o dos veces por aio Sirve por lo general de pretexto para reunir alos vecinos y hacer ‘unas fesitas de familia en las que no faltan ni la alegria ni el fentusiasmo nila buena comida. Kn tales ocasiones se prepara el fimoso asada con euero que tanto lo gusta a los gauchos. Hay también asado caliente, pasteles, empanadas, queso, frutas en aguardiente, vino, lioares y sobre todo mate. Después de ls comi- day hasta durante ella tienen lugar Ios bailes que, para el gat- ‘cho, son complemento indisponsablo de toda festa En los fortines y euarteles, ciertos dias patrios se convertian en ocasin propicia para disfrutar, ademas de la diversién del baile y de Jos juegos de azar, excepcionales raciones de alimentos. Manuel Pra- do relata con detalle lo vivido al conmemorarse un nuevo aniversario de la Independencia en la linea de frontera: Después de la parada, se tocé “carnoada”; y por primera ver, después de un aio, se mataron reses vacunas en excelente testado de gordara, Hubo ademas una distribucion de cafia ala trope, con acompaiiamiento de anicar y eafé,;Porla noche gran baile! Por tltimo, debemos considerar que la presencia de ls vajeros alas mesasnativastambin podia provocr elrtasalteraciones en Toquo respecta aloe patrones habituales de preparacién y consumo Ta hospitalidad de los habitantes y su intencién de agasaja a ls Winitantos hagen de extes comldas acontecimientos eapecales que “asbordan el mbit familiar davo, Por lo tante,tomando eomo base Ios elator de viajros, es imposble defini as unidades de consumo cotdianas,conoer quignes comen y con quién, dado que por lo gene- ral lonviajoro aisten a comidas que pueden considerarse“espacos publicos de la alimentacién”, en virtud de que no estan limitadas al cl familia sin gu abn partipan so mpi a eel macstro de posta, peones ypoatillones Por lo tanto, intentare ‘Boe dantrarnoe en el univer cotidiano do wna fara rural ry Carolina Corse y Matine Wibay El gasto diario de una familia rural Hasta aqui hemos analizado las earacteristicas del consumo de alimentos desde Ia perspectiva de la oferta, al examinar los produc- tos presentes en las pulperias para la venta al puiblico. Si bien los inventarios nos demuestran una demanda diversificada de articulos or parte de la poblacién, no nos permiten conocer la frecuencia de ssalida de estos efectos y principalmente quiénes eran sus comprado- res habituales. ‘Nos proponemos entonces en este apartado explorar la cotidiani- dad del consumo reconstruyendo el gasto diario de alimentos y otras provisiones de una familia rural En mayo de 1867 fallecié en Azul don Nicols Garay, propietario de una estancia con 9.980 vacas de eria y 1,800 ovejas (ademas de tuna casa de material y un terreno de cincuenta varas), quedando su vviuda Fidelia de Lago a cargo de sus tres hijos menores. El aprovisio- namiento de este grupo familiar” se realizaba en dos pulperias rura- les a cargo de Martin Murga y Bautista Bonnet. Las cuentas dejadas, a la viuda por ambos pulperos detallando los gastos corrientes co- rrespondientes a los meses siguientes al fallecimiento de su esposo nos permiten una primera aproximacién a los eomponentes cotidin- nos de la dieta rural. La primera cuenta firmada por Martin Murga abarea los gastos de comestibles y otros artfculos entre febrero y mayo de 1868. El gasto diario variaba segin los productos comprados, por lo general se gastaban entre diez y veinticineo pesos diarios, exceptuando las ocasiones en las que se consumia tabaco, vino 0 ginebra, euyos pre- cios elevaban Tos valores cotidianos, al igual que ocurria con ciertas ‘compras de grandes cantidades de yerba, Los productos consumidos cen este perfodo fueron veinte aproximadamente: yerba, azsicar, arroz, ino, velas, jabén, orejones, chorizos, cofiae, entre otros. Evidente. ‘mente, no todos los productos se consumian diariamente sino que habfa algunos que se compraban a intervalos mas espaciados, Vale aelarar que las compras no se realizaban todos los dias; en esos cua- tro meses los dias de compra registrados ascienden sélo a 35. Sobre la base de esta cantidad de compras se aprecia que la yerba es el producto adquirido con mayor frecuencia (aparece en el 74 por ciento de las compras efectuadas), seguido del azticar (54 por ciento), el arroz (61 por ciento) y las velas (45 por ciento). La preeminencia de la yer- 19, Consideramos como unidad do consumo a custo personas, dado que se dosconace Ia presencia de siviente yo eselavos Tounters bonserense 88: Pnres ss inp Dats yh ee ba se repite al examinar los porcentajes ocupados por eada articulo dentro del valdr total de lo gastado mensualmente. Durante el trans- curso de estos meses elimporte pagado por la yerba oscilé entre el 28 yy el 62 por ciento sobre el valor total de las compras mensuales, el aricar entre el 4 y el 21 por ciento, el arroz entre el 4 y el 11 por ciento y el tabaco entre ol 5 y el 15 por ciento, (Véanse euadros 7 y 8 del Apéndice 2.) La supremacia dea yerba en el consumo cotidiano por sobre otros productos (arroz, sal, vino, azticar, ete.) nos acerca le falea imagen de ‘una dieta simple y poco variada donde el mate ocupa un lugar desta- cado en el consumo diario, Sin embargo, el estudio de la lista de gas- tos efectuada por Bautista Bonnet nos muestra un panorama dife- rente. En esta fuente, s6lo hemos podido analizar las frecuencias en la compra de ciertas mereaderias resaltando cuales son los productos més demandados dado quo, al no mencionarse las eantidades, no he- ‘mos podido ealeular los poreentajes de eada articulo respecto de la compra mensual, como se realiz6 en el easo anterior. Sobre 119 compras realizadas ontre finales de 1867 y mayo de 1868, ol pan oeupa el primer lugar con un 56 por eiento del total de las compras, seguido del vino (40 por ciento), las pasas (32 por cien- to), el azsicar (21 por ciento) y la galleta (18,5 por ciento). También se consumfa en menor cantidad sal, pimienta, pimentén, comino, bizeo- chos, ginebra, esbollas, nueces, almendras, etc., que suman un total de treinta productos diferentes, Esta diversidad también se observa fen el hecho de que se compraban entre doce y veinte mercaderias diferentes por mes, (Véase cuadro 9 del Apéndice 2.) Si eruzamos ambos resximenes de gastos, se destaca que el grupo familiar estaba realizando compras simulténeas en ambas pulperias, lo que le aseguraba una provisién casi diaria de diferentes alimentos si tenemos presente que, alo largo de cuatro meses, se afeetuaron en total 74 compras. Ademés, si eonsideramos los productos presentes en cada lista, queda elaro que el grupo familiar tenfa definido a cus de los dos negocios compraba cada articulo consumido: asi, la yerba, el arroz, el azticar y las velas provienen principalmente del negocio de Martin Murga, mientras que el local de Bonnet abastoce a la fa- nilia esencialmente de pan, vino, glleta y pasas. Ademés debe men- cionazse que la viuda también se abastecia de yerba y sal en otra casa de negocio a cargo de José Rama, Como podemos observar, el caso de esta familia rural da cuenta deuna estructura de consumo mas compleja dello que ee ereta, desta céndose no solo la diversidad y la safisticacién de ciertos productos sino también la frecuencia casi diaria de abastecimiento. Asimismo, ‘Carolina Coren y Matias Wibmun Ia diferencia de productos que se compran en una y atra pulperia muestra la existencia de posibilidades de eleecién en cuanto al apro- visionamiento, que podrian explicarse por la busqueda de mejores precios, crédito y fiado, Algunas consideraciones finales La lectura minuciosa de inventarios de pulperias y almacenes rurales, cuentas de gastos diarios y relatos de viajeros nos ha mos- trado la notable variedad, cantidad y sofisticacién de los articulos que conformaban el consumo de alimentos en la frontera, permitién- donos dejar atras la nocidn ereada por la historiografia tradicional acerea de una dieta simple y precaria, En primer lugar, se ha demostrado que la dieta en la frontera no 6lo estaba conformada por carne, verduras y hortalizas sino que era complementada por una amplia variedad de artieulos regionales e importados, que inclufa fideos, arzoz, yerba, dulees, panes, conser. vas, especias, infusiones y bebidas. En segundo lugar, le dieta tampoco parece haber permanecido sin ‘modificaciones durante el siglo xrx. La comparacién entre el stock de Jas pulperias de principios de siglo y las de a segunda mitad da cuenta del paulatino descenso de los productos regionales y las mercancias del pais frente a la afluencia masiva de articulos importados. Ast, a ‘mediados de siglo los estantes de las pulperias fueron testigos de la introduecién de nuevos productos como el café, el té, los dulces, las, conservas, Ia harina, la farifa, las frutas secas, lo cual nos permite pensar en una renovacién en el gusto de los habitantes, acompaiiada por el refinamiento y 1a modernizacién en los hébitos de mesa, reflo- Jados en la presencia de juegos de cubiertos, vajilla de eristal, maqui- ‘nas y molinillos de café, calentadores y braseros de fierro, entre otros, Ademés, se observa que los mismos productos comercializados rincipios de siglo en las pulperfas rurales permanecen y aparecen con mayor recurrencia promediando ia centuria, pero diversificando atin més sus calidades y variedades, lo cual asegura el acceso a esos articulos a diferentes grupos sociales. (Véanse euadros 10 fa y bl y 11 la bye) Nota: Mientras este libro estuvo en prona oe publics wn valiosoaporte de Daniel Schévelzon, Historias de comer ybeboren Buenos Aires (wenns Aires, Aguilar, 2000; ‘Su lectura aoe brinda un campo de semejanzas y diferencias que mo hemoe podigo incorporar en est artiste. Pulperias rurales bonaerenses a fines del siglo XVII Numero, distribucién y tipos dJulién Carrera ‘Sélo tenéa euatro frascos yy unas barrieas vacias ‘yala gente le vendia todo cuanto precisaba: «veces ereiba que estaba ‘all la proveduria. ‘Jose HERNANDEZ, Martin Fierro abajo eintentaré realizar el recuento de ls pulperias de ‘ampata que itegreban el universocomereal onaerenge de fines Gal siglo Sumy establecer la ubicaion gogrdfica de cada una de tlle, para luego dilucidar ol nivel de importancia numérica que te nian en el pequeRo comorio rural, In daracin de su negocio 0 sus cxpeetatvasy,naimente, desert los rags omunes due presen- faben entre a estas reducidas empresas. Creemos que ain no han sido eoudiadas en detall, Esto e debe a qe las pulper‘es de ciudad than acapara la atencion de la toayeria dels investigndores dedi eas te peri, gu organ ocr minora rar "Bre los Mstridores que se dedienron al extuio dela pulperta rural podmos mencionar a Ricardo Rodrigues Mola y Richard Satta {uiens, con interpretaciones dstintas,enfocaron ol tema desde un frunto de vst deseriptivoy se interesron pr la Tuned soil que Cote pequeto negocio cumplia en la earpana. Rodriguer Molas la Sefine como el neo Amita de reunidn y diversion del cual podia Gisfrutar la poblacion rural y lata, con una visgn nogative, valor Ta pulperta como un lager perjdicial para el eampo que conducfa a Isr) 88 Julian Carvora us pobladores al vida ocosa de juego, la bebidaylaprosttacon. Bs decir que el nicleo de ests analsis gira alrededor de Ia ifs cia que ejereta la pulperia rural sabre el guucho pro no realizan un estudio sobre la cantidad ydisteibucion qu tonfan en la eampaia Bonaerense ni tampoco buscaron las diferencias que pada Haber entre ella, sies que exitian, Por otro lado, enontramoe muchos trabajos de dstntas autores que mencinan la pulperfa ral inser su tema principal, algunos la defen como una intituein soi, otros la caraterizan como el inojénevlzador dela campana domi ada por ln brtarieyHinamenta estan agullos guts nersan or la funcién comercial que cumpian prinepalmeteen el ercito de intercambio de cueros.? eee . Say Kinsbraner mensions algunos de los temas que nos interesan en su estudio comparativo sobre las puperias urbanas de Mexico, Caracas y Buenos Aires. Ahi stone queen genctl la duradin de la pulperia rural era muy corta leting esperence) y que funclons ban por fra del control octal Tuto Halperin Dongh adhere a tna imagen ya tradicional dela pulpera rural: *La propiedad de a tierra a propiedad de esos centros de socabilidad pastor que son Ins pulpertas (que muy freuentomenteatendides por un eapatan, tienen por dueto aun gran ser frrtoril) sn heehes que to slo utntan en Io que toca las relaciones estriceamente sconces ‘Agua pulperta esta vinculada generalmente sla elanci. also de Galan ale la ampata dela Bands Oriental londe encuentra una gran eantided de puperias disperse que co tribufan, a mi entender ala democratizacin del comorcio generan. do mayores oportunidades de clegr para los campesinos tant en la compra yl venta de productos como en las condiciones de endouda, miento. Con respect alas diferencias que existian ene er pe 1 Vans caro odrgus Nols, Historia scl dl auc Boe Ae, Mary, 1885 7 Las pulperan Bueno Ae, se 105)» Rear Sat, Papen td contraband, Captain Niece cary, buchos Aes revise The doe ‘on i 180) 2. Vena Jorge Gelman “Los caine del mere el mereads, campesinos, stance y al rox en una regi del Ri ela Plata colonial (en Latin American Reseach Rev, Zit, 2.1995), 7 1.6 Carsaga “De ncn aleurs ln meri pr reen te ear (enn Aes y caput, 70 1805 entra, 9 Se 8. Viae Jay Kinahraes, Pty Captain in Spanish America. The Pperoof Pe bla, Mexico city, Caracas and Buenos Aires, Londres, Westview Presa, 1987, . 4 Sue Halpern Bagh, eatuian yer, Bu Aen, Sian, 1972 ‘ . Pulperias rurale bonaerenses a fines del siglo XV 80 quefios negocios, Carlos Mayo y sus colaboradores advierten claras difercncias en tamafio, arquitectura y capital invertido entre los dis- tintos tipos de pulperias fijas.” Mayo y Amalia Latrubesse nos ad- vierten sobre el temprano proceso de mereantilizacién de la campa- fia, que tenia al pulpero como principal protagonista pues Hegaba a los extremos mas alejados del territorio ocupado." Pero {cual era la cantidad de pulperfas que habia en la campaia?, geudintas eran fijas y cudntas ambulantes?, jeudles eran los lugares fen donde se encontraban en mayor mimero?, eran todas comercios independientes o pertenecian a una propiedad mayor?, cual era la cantidad de pulperos propietarios y de encargados del negocio? Estos son algunos de los interrogantes que intentaremos responder. Las fuentes que se utilizan para claborar este estudio son los re- sgistros de aleabala de Buenos Aires entre 1781 y 1790, época en la cual, siguiendo a Ricardo Levene, hubo un gran desarrollo del orgé nismo financiero del Virreinato del Rio de la Plata, que ascendié no- tablemente las recaudaciones en todos los ramos.” Mas espectfica- ‘mente John Lynch nos afirma que las recaudaciones del impuesto de alcabala mejoraron notablemente en este perfodo con la implanta- cién del sistema de intendencias y, con ello, consideramos que au- ment para nosatros el grado do fiahilidad de la fuente utilizada.* En ‘este caso analizaremos los libros de aleabala para pulperias rurales 1 través de los cuales podremos averiguar la eantidad de pulperias cexistentes en eada ao, el lugar on el cual los pulperos desplegaron ‘su negocio sea por tener alli su propia pulperia o simplemente por vender algunos efectos por la campafta, o desde su casa, y finalmente algunas caracteristicas de cada pequeio comercio, que pueden va~ riar desde tn propietario de varias pulperfas e incluso alguna estan- cia hasta un simple vendedor ambulante que dice ir por la campatia, con st carretilla eargada con unos pocos productos. Es necesario acla- rar que este tipo de fuentes también presenta sus dificultades pues no podiemos considerar que todos los pulperos pagaran religiosamen- te el impuesto real y que no existieran evasores, ademas del hecho de 5. Véaue Carlos A. Mayo (di), Palperosy pulperias de Buenos Aires. 1740-1890, Fa Caltad de Humanidades, Universidad Nacional de Bar dal Pata, 1985 (2 ed. coregi- {day sumentads, Buenos Aires, Bibs, 2000), 6.Véase CA. Mayo y A. Latrubssse,Terratenentes,soldadosycautivs. La fontera, 1736-1815, Buenos Airs, Bibos, 1988. 17, Vinse Obras de Ricardo Levene, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1902, 8. John Lynch, Adminisracn colonial espaol, Buenos Aires, Eudebo, 1962, 0 Julisn Carrera que habia personas como eclesiaisticos ¢ ind{genas que estaban exen tos del pago asi como lo estaban algunos productos." De todas mane- ras creemos que estos documentos nos son valiosos para brindar una idea de la dimensién, distribucién y viabilidad del comercio rural Hemos tomado un periodo de diez alos (1781-1790) en los que la cantidad y distribucién de las pulperfas van variando. Asi como hay algunos pagos y parajes que aparecen durante todos los afios, otros fluctian con apariciones intermitentes, y finalmente otros se re tran una sola vez. Con respecto a la cantidad de lugares, entre los cuales aparecen Rios, Arroyos, Capillas, oratorios, ete. que figuran con los registros, ereemos que al cabo de todo el perfodo que tomamos habremos abarcado casi la totalidad del territorio ocupado que en ese entonces constituia Ia campatia bonaerense. Tomando estos diez afios se puede llevar a cabo un seguimiento minucioso de cada pulpe- roy asi determinar cuales son los porcentajes de duracién del nego- cio; muchos aparecen sélo una vez, otros se mantienen firmes duran- te todo el perfodo mientras que algunos pueden aparecer en el prime- Toy el tiltimo ario, lo que nos doja la incertidumbre sobre qué fue lo «que sucedié en el interin con sus eomercios minoristas, es decir, si es ue continuaron con ellos o se propusieron directamente evadir el ago del impuesto, El cuadro en la pagina 91 nos da la idea de una relativa regulari- dad en la cantidad de pulperias registradas en cada afio, que alcanza ‘un promedio de 120,4, Sélo en dos oportunidades el niimero es infe- rior. El brusco descenso registrado en 1789 puede explicarse, en par~ te, por la irregularidad en el pago de la aleabala, pues algunos pulpe- ros dejaban pasar uno, dos o més atios antes de volver a pagar ese ‘impuesto y, por lo tanto, su negocio permanecia ausente de los regis- tros, lo cual no indica necesariamente que hubiera desaparecido, ‘También es preciso aclarar quo, si bien el ntimero de pulperias se ‘mantiene en Ia mayoria de los ailos, éstas nunca son exactamente Jas mismas dado que, mientras muchas permanecen varios afios, tam- bién existen otras tantas nuevas que se dan a canocer. Si tomamos en cuenta la cantidad de poblacién en la campaiia bonaerense hacia la ereacién del Virreinata del Rio de la Plata (12.925, habitantes, segtin el censo de 1778), en la mayoria de los afios estu- 9, Para entender las difcultades que pueden present los registro d ser tiles como fuente wase J.C. Garavaglia, “Merendo interno colon siglo Vt: México y el Peri, en H. Bonilla (ed), BY esta colonial en la Amerion ‘xpatola, Barcelona, Critica, 1991, Polperiasruraes bonaerenses a fines del silo 0 1 ‘Total de pulperias por aio frst-i00 Fis Tanaris tos — rot ‘ine | Porentye | Nino | Poconate Ter |e 8 6] we) ae ez [8 ae 7 | wa fw prs tres fe ome fl ‘7a | 108 8 a fae 1785, 708 88,6 14 Ma 123 [sree | — 105 [aa 8 sa 10 | [3787 103 83,0 EI 17.0 iy | itee [a wr ey 3a [ et rea | 04 ee areas ‘reo [14 oa ae wa _[ ie ‘Fant son Fonda de Cortada Coons Le de Nestle parm puperias stand io anise e48 Tosee eto. diados, en los cuales la cantidad de pulperias gira alrededor de las 120 0 més, encontramos una de éstas cada 107,7 habitantes sin con- tar, por supuesto, aquellas que permaneeian en el anonimato por Ia evasiGn del sistema impositiva, Si queremos eomparar con los por- centajes de pulperias por eantidad de habitantes que habfa en la ciu- dad de Buenos Aires, para la mizma época, segtin Mayo et al. en Pul- eros y pulperias de Buenos Aires, se constata que|a capital virreinal ‘contaba con uno de los poreentajes mas altos de pulperias por habi- tante de toda la América espafiola; en 1793 habia una pulperia cada £86 habitantes, veintitin personas menos que en la campatia, lo que zno parece reflejar una gran diferencia y por lo tanto nos es ttil para, escribir la competencia que existfa tanto en la ciudad como en el campo. Ahora bien, el ntimero de pulperias volantes encontradas es mar- cadamente inferior al de las fijas, lo que parece ser ligico teniendo en cuenta el cardcter “escurridizo” que aquéllas presentaban para los recauidadores del impuesto, Seguramente habria muchas més pulpe- rias moviles dispersas por la campafia que hufan sistematicamente ante la presencia de los cobradores, Esto lo podemos conjeturar a ‘través de las caracteristicas que presentan los pulperos ambulantes, ‘registrados. Se puede ver la extremada facilidad con que cualquier 2 uta Catroy individuo podia convertirse en comerciante mévil, sélo con tener al guna pequefia cantidad de productos, como yerba, tabaco azicar ‘uno podfa lanzarse hacia la campaiia en biisqueda de clientes ocasin. nales. Este tipo particular de pulperia también presentaba rasgos distintos entre sf; la mayorfa de ellas est eonstituida por una perso. na que dice ir por la campania vendiendo unos cortos efectos, general. mente transportados en una carretilla o algunos que lo hacian a ca. ballo. Otros no parecen ser ambulantes de tiempo completo, puesto ‘que no mencionan su trénsito por la eampatia sino que se dedican a vender durante la sioga mas cercana al lugar donde viven y por dlti. ‘mo encontramos a unos pocos vecinos de la ciudad de Buenos Aires que se lanzan a la campavia munidos de algunos productos aptos para ser vendidos. Rodriguez Molas encuentra la presencia de este tipo de Pulperia a partir de 1770 vinculada al crecimiento de la poblacién rural que “recorro los sitios mas apartados de la campatia vendiendo ‘sus productos a cambio de cueros, grasa y lana”." No sabemos exac. tamente en qué se ha basado este autor para determinar la fecha de aparicién del pulpero volante que, a nuestro juicio, resulta bastante tardia ya que es muy probable que la venta ambulante, debido a la facilidad que ofrecia su desarrollo, existiera mucho antes, en momen. tos en que dificilmente hubiera podido ser registrada. (Véase cundro 12 del Apencice 2.) La abrumadora mayoria de pulperias solas (es decir, estableci- mientos destinados exclusivamento a la venta de efectos de pulperia sin estar dentro de una propiedad més extensa, como puede ser una estancia) nos da Ia idea de una gran dispersion del pequefto comer. cio. Este lo constituirfan prineipalmente pequefios propictaries, quie- yes en su gran mayoria poseen un solo negocio pues a lo largo del erfodo estudiado no se han registrado mas de tres propietarios por ato de més de una pulperfa (véase cuadro 14 del Apéndice 2). Gon estos resultados creemos estar en condiciones de cuestionar la tosis que vincula la mayorfa de las pulperias a los dominios de algun te- rrateniente, Si bien sospechamos que han existido muchas més pulperias ubi cadas dentro de una estancia como pueden ser las registradas en los Rincones, nuestras investigaciones nos conducen a construir una 10, Bfectivamente, hemos reyistzado algunos pulperos volantes que decian vender slo eatas productos LR Rodrigues Moles, Las pulpertas 12 Por ejemplo, nen de Fermin, de Benanco, de Concill, de Guelbes 2 rales bonaerenses Sines del siglo XVI Pulperia ae tenian necesidad de aclararlo en el registro, ademas de que algunos eee ea een ee eee eee ee pen ra ls ae ae ae oe contramos que estan destinadas al abastecimiento de sus propios See beer Siareriinnttinemreatinepanare tiers ie ae Tne Sr i a sc listen la onda do cares produ n ou dosinon(Vaanao aes 18. Jorge Gelman, 0. et, . 112, 114. Los propietario de pulperiay estancia pagan al mismo tiempo la aleabala por lo ‘que venden de pulperia y lo correspondiente ala venta de sus euros. Julian Careers largo de todo el periodo son siempre los mismos. En el total de los diez anos estudiados sélo aparecen seis pulperos de los cuales cinco son propietarios de das pulperfas mientras que el restante posee tres, Por supuesto que al tener mas de un negocio todos necesitaban por lo ‘menos un administrador que se encargara de uno, si es que el duelio se ocupaba del otro, pero esto no lo podemos confirmar en todos los {easos, ya que en algunos no se specifica, Sf podemos presentar ca- racteristicas disimiles en cuanto al lugar que eligen para instalar sus pulperias. Se encuentran tres pulperos que ademas de sus pulpe- rias poseen una estancia en la cual establecen una de ellas para ubi- car la restante en el pago al cual pertenecen o en alguno veeino, Esto ultimo es lo més frecuente, es decir, con Ia intencién de ampliar la clientela se ubicaban las pulperias en pagos distintos, uno de los cua- Jes es el lugar de residencia del pulpero. El caso més atfpico lo encon- ‘tramos en el propietario de tres pulperias de eampafia, quien reside en Ia ciudad de Buenos Aires donde también posee algunas, Este personaje particular nos advierte de la penetracién de comereiantes urbanos en el dmbito rural puesto que tiene distribuidos sus nego- cios en tres pagos distintos, cada uno con su respectivo encargado. Con respecto a esta “intrusién” de pequeiios comerciantes urbanos en la campafia hemos encontrado s6lo a doce vecinos de la ciudad de Buenos Aires que decidieron instalar una pulperia en la campaiia, Io que refuerza la idea de una pulperia rural perteneciente a poblado- res rurales. Los lugares elegidos por los vecinos de Buenos Aires para instalar su pulperia son variados: tenemos tres en Luyjdn, uno en San Miguel del Monte, en la Matanza, en Pesqueria, en Areco, en Escobar, en Chascomis, en Rojas, en Samborombén y en Morn. No podemos explicar las razones por las cuales fueron elegidos estos pagos pero si se puede apreciar que las distancias desde la ciudad al igual que las zonas geogréficas donde se ubican las pulperias son muy distmiles, Salvo Lujn, no se advierte ningtin lugar de preferencia (véase eua- dro 15 del Apéndice 2), Los lugares més convenientes para montar una pulperfa parecen ser aquellos que estén muy cercanos a los émbitos de reunién: las capillas 0 los oratorios, los eruces de eaminos o los lugares vecinos a los fuertes en las regiones de frontera, En cuanto a los pagos, encontramos cuatro de ellos como los ma- yores centros de concentracién de pulperias: Areco, Morén, Lujan y ‘Magdalena, con un promedio mayor al de siete pulperfas por aio, todos superando en mas de una oportunidad los diez establecimien- tos de venta al menudeo. Lo interesante de esto es que encontramos Pulperiasrurales bonserenses a fines del siglo Xvi 96 tres polos de atraccién en tres zonas geogréficas distintas de la cam- pafia! uno en el norte, otro al noroeste y el restante en el sur. Dividiendo el periodo estudiado en dos grupos de cinco afios y se- parando el espacio en las tres regiones mencionadas pudimos calcu lar aproximadamente la cantidad de pulperias establecidas por zona cen cada lust: Poreentaje de pulperias por regién'® ‘aos Nore Oeste Sur varies | 373 a7 202. vrasi7e0 | 33,1 380) 289) Se puede advertir una tendencia hacia la nivelacién entre las dis- tintas dreas desde un Iustro a otro donde el sur aumenta su partici- pacién inerementando la cantidad de pulperias, sobre todo en el pago de Magdalena, que pasa de tener un maximo de nueve pulperfas en cl primer lustro a registrar dieciséis en el segundo, convirtiéndose en Ja localidad de mayor ntimero de negocios de toda la campafa. Tam- bien el aumento es significative eu Ia Matanza y en Chasvomds, que Tegan a tener ocho pulperias hacia fines del periodo. En el norte tenemos para destacar el gran aumento de pulperos en la zona de ‘San Nicolés que de tener cinco bocas de expendio en 1781 llegé a las trece en el diltimo aiio. Por dltimo, en el veste se encuentra Areco ‘como el mayor representante de la regularidad, que se mantiene en- tre las ocho y las doce pulperfas durante todo el periodo, Hemos tomado todas las pulperias registradas en el primer afio del periodo estudiado para realizar un seguimiento minucioso a lo largo de los diez afios y as{ poder establecer los porcentajes aproxi- mados de la esperanza de duracién de una pulperia rural bonaeren- se, Por supuesto que estas cifras son tentativas pues, como lo antici- pamos, puede haber algunas pulperos que hayan evadido el impue to y que por ello nosotros consideremos a su negocio terminado, 15. Ladistribucin por regia ea arbitrara. Al nore: San Nios, Arrecfes, San Pe {ro, Pergamino, Cail del Seor, Conchas, Ramallo, Baradero, Cada de a Cru ‘Arroyo del Tala, Fontezuelas, Arroyo Seco, Capilla de Pedals, Pesqueviay Arroyo del ‘Madi, al noreste:Lujén, Pilar, Merl, Moré, Chosa, Monte Castro, Rincin de Per- ‘in, Rojan, Areco, Salta, Eacobar, Benavides y Canada de Giles l su: Magdalena, Ensenada, Chascomis, Quilmes, Matonsa, Guardia del Monte, Samborombsin, Ca ‘velas, Ranchos, Remedios y Menantiales Julitn Carrera Env 6y 70 40,7 por ciento de las pulperias tiene una duracién minima de ocho aftos y seguramente muchas de ellas se extiendan més alla de los diez afios, lo cual no podemos afirmar por los limites que le impu- simos a este trabajo, pero creemos que las cifras obtenias son su cientes para sostener que la pulperia rural podfa ser un negocio muy viable. 8i bien las que duraron solo un ano son Tas que siguen en cantidad, las que superan los ocho afios casi las doblan en niimero, razin suficiente para pensar que la palperia podia tener muchas per pectivas do vida Los resultados a los que lega Kinsbruner en ela liss dela longevidad de las pulperias en Mexico, Caracas y Buenos ‘Aires lo persuaden para afirmar lo siguiente: “Parece cierto que, para muchos propietaric, la operaeié de los pequeftos almacenes mino- ristas fue una experiencia transitora’.* Esta podia ser Ia suerte co- rrida por muchas pulperias pero no de todas ni mucho menos. Cree- ros que al eabo de esta investigacion estamos on condiciones de re- lativizar las afirmaciones de esto autor y sugerir que la longevidad de la pulperia rural tenia un comportamiento muy heterogénco, Es importante destacar que los pequefios comercios de mayor es- peranza de vida eran los que se encontraban dentro de una estancia, dado que la gran mayaria de las pulperias de este tipo registradas sobrevivieron todo el periodo, Esto tal vez se deba, en parte, aque la pulperia pod tener una clientela cast segura compuesta por los tra- bajadores de la misma estancia, los cuales no estaban obligados a comprar o vender alli, ademds de tener un mayor respaldo por perte- 16, Jay Kinsbraner,ob tp. 45 ulperinarursles bonaerenses a fines del siglo xvi 7 necer a una unidad econémiea mayor y no depender exclusivamente de la venta al menudeo. La razén por la cual muchas pulperias se mantuvieron menos de uun aio se puede explicar en parte por el bajo costo que se necesitaba para iniciarse en el negocio. Sélo con poser una pequefa cantidad de productos cualquier individuo podfa comenzar a vender desde su ‘casa hasta que se le terminara el stock, llegado a este punto el im- provisado pulpero podta optar por seguir con el negocio invirtiendo ‘nuevamente en la compra de nueva mercaderia.o directamente aban- donarlo y dedicarse a otra cosa. Es probable que la gran competencia existente estimulara esta decisién. Conelusiones Con este trabajo podemos confirmar el gran nivel de mereantili- zacin en que se encontraba la campafia bonaerense en la segunda ritad del siglo XVI Esto lo refleja Ia enorme cantidad de pulperias dispersas por todo el territorio que llegaban a los lugares més aleja- dos y peligrosos, como los puestos de frontera. Por otro lado, del ané- lisis acerea de las caracteristicas de las pulperias rurales se despren- de la gran supremacia que tenian los pequefios comercios minoristas que funcionaban en forma independiente de la gran propiedad terri- torial, su presencia en gran ntimero nos aleja de la idea del control ‘monopélico del mercado manejado supuestamente por los estancie- ros en el émbito rural. Con esto podemos coincidir con la postura de Golman: la gran competencia comercial que existia en el eampo le ofreefa a la poblacién mayores y mejores opciones de compra, venta y endeudamiento. Concluimos también en que estas pequefias bocas de expendio que poblaban la campaiia no conformaban un grupo homogéneo. La dife- rencia més visible se establece entre las pulperias fijas y las volan- tes, Los tres tipos de pulperias fjas que sefialamos en este trabajo ros pueden dar una idea del nivel de respaldo que tenia cada una’ ppor un lado, la pulperia que se encontraba vinculada a una propie- dad territorial y podia estar en condiciones de soportar malos perio- dos de venta porque tenia la posibilidad de complementarse, si asi lo rrequeria, con los ingresos generados por la actividad de la estancia. Por otro lado, la pulperia independiente es la que aparece con mayor frecuencia y esté constituida por un local destinado a la venta de productos al menudeo que puede ser al mismo tiempo la vivienda del ulpero y, aunque la fuente no lo asegura, podemos conjeturar que se 98 ulin Carmen trataba de la principal y tal vez tnien fuente de ingreso de éste. Por Lltimo, diferenciéndose de la pulperia descripta antes, se encontra- bba aquella que se sostenia con tunos pocos productos vendidos por tn individuo desde su casa, lo cual nos da la idea de una pulperia en estado de gestacién. Con el avance de las Investigaciones acerca de la eampafia colo- nial, la visién del mundo rural se va enriqueciendo cada vez més con el hallazyo de distintas peculiaridades que van construyendo un A4mbito mucho més complejo de lo que se sospechaba Las esquinas de la pampa Pulperos y pulpertas en la frontera bonaerense (1788-1865) Daniel Alberto Virgili ‘Una pulperta ve lama también esqui na, sin duda porque las tabernas se est blecen preferentemente en las esquinas, pero a palabra hace un singular efeetoen pplena pampa indefinida, cuandono se ven alles ni casas AtrRspo Baron, La pampa, costumbres argentinas Consideraciones preliminares Este capitulo consistiré en un acercamiento hacia un particular tipo de comerciantes minoristas que se desplazaron por el territorio de la campaiia bonaerense ejerciendo su oficio, el cual los llevé en muchos casos a asentarse en territorio de frontera. Sera sobre este siltimo grupo en el que centraremos nuestro andlisis, sin soslayar el desa- rrollo de tal actividad en el contexto rural en general. Se analizarén cuestiones relacionadas tanto con esos comercian- tes (origen, edad, organizacién familiar, inversiones, entre otros as- pectos) como con sus negocios (tipo de construccién, stock de merca- derias, ejercicio del crédito, ete.), revisando muchas de las cuestiones planteadas por la historiografia clisica sobre estos temas. La historia de la pulperia de frontera en el mundo rural riopla- tense hunde sus rafces en la literatura costumbrista y en la historio- grafia del gaucho. Trabajo paradigmatico en este sentido ha sido 1 realizado por Ezequiel Martinez Estrada on Muerte y transfigura: cién de Martin Fierro (1948) quien a través del andlisis de la litera- (99) Daniel Albeeta Virgil tura gauchesca dejé asentada toda una imagen estereotipada, que pocas veces fue sospechada o rechazada, mostrando bésicamente a lun pulpero que por medio del comercio ilfcito o negociados fraudu- lentos amasaba grandes fortunas. Son, sin embargo, pocos los estu- dios rigurosos y propiamente historiograficos que se han ocupado de ella. Jorge Bossio dediea péiginas esclarecedoras sobre la pulperia rural pero no logra desprenderse del lastre mitolégico creado por la literatura gauchesca y la imagen tradicional. Rieardo Rodriguez Molas se ocupa también de las pulperfas rurales y algunos de los productos que vendian, pero la imagen de la pulperia sigue siendo eritica y desfavorable. Este autor observa que el hombre de campo no tiene muchas necesidades, por lo tanto coneluye que en las pulperias ha- bia pocos efectos a Ia venta dado que la demanda de productos era sumamente limitada, especialmente en lo que a variedad respecta,” Richard Slatta, baséndose en relatos de viajeros, reconstruye las instalaciones dela pulperfa rural y analiza, en forma critica, las préc- ticas mercantiles de los pulperos de frontera en quienes ve —junto a los estancieros~ a los explotadores del gaucho. Pero Slatta sigue con- taminado, a causa de las fuentes que utiliza, por la imagen tradicio- nal de la pulperia rural como una taberna que ademas expende un ‘niimero muy limitado de productos y el pulpera se nas aparece como un negociante ineserupuloso y andrajoso que no desentona con su s6rdido local y lo articula al mundo de la frontera como socio de los cuatreros. Mucho més novedoso es el enfoque y tipo de fuentes em- pleados por Jorge Gelman que, aunque referido a la Banda Oriental, plantea cuestiones y formula observaciones muy pertinentes para el estudio de la pulperia rural de la Provincia de Buenos Aires, Deseri be, entre otros aspectos, el papel de la pulperia como medio de vincu- lacién entre el mercado y los campesinos; los mecanismos de endeu- damiento con los labradores y la especial relacién de los pulperos en su cardcter de socios menores de los grandes comerciantes de Buenos Aires. En la misma linea se encuentra el andlisis realizado por Juan Carlos Garavaglia, que muestra a los pulperos en el rol de acopiado- res de trigo o traficantes de cueros.* 1. Véase Jorge Boasio, Historia de as pulperias (Buenos Aires, Plus Ultra, 1970) y Hleardo Rodrigues Mola, Histor socal de! gauche (Buenos Aire Mara, 1968) 2. Véase Richard Slatta Pulperias and contraband. Capitalism in Nineteenth cea tury, Buenos Aires Provine", en The Arica, XVI, 3, febrero de 1982) y Jorge Iman, “Los eaminos del mereado: campesinos, esanciaey pulperos en una regan dol Rio dela Plata colonial (en Latin American Research Review, XXVI, 1988) Les eaquinas de a pampa. Pulperos y pulpeeins (1788-1865) 101 Bn Pulperos y pulperias en Buenos Aires, 1740-1830 queda en cla- ro que la pulperia rural bonaerense era mucho mas compleja de lo que se creia, con un surtido muy variado y rico de productos en venta, en ellas y una incidencia bastante menor de los cueros en su volu- ‘men de negocios. Como ya lo plantearan Carlos Mayo y Amalia La- trubesse, las pulperias ejercieron un papel fundamental en la mer- cantilizacin de la frontera, razones éstas que revelan la riqueza del, tema y su importancia para la historia de la economia y la sociedad rural de nuestra provincia.* Por otra parte, quisiéramos aclarar la denominacién empleada, para con el objeto de estudio. Algunos autores, al igual de lo observa- do en muchas fuentes literarias (relatos de viajeros), emplean indis- tintamente los términos ‘pulporia’, ‘slmacén’ o ‘taberna rural’ para roferirse a este comercio minorista, llegando en algunos casos com= pararlo con las postas. Si observamos las denominaciones empleadas en los documentos sucesorios, es comuin encontrar que en un mismo inventariose hayan empleado los términos ‘pulperia’, ‘almacén’ y‘easa de negocio’ Ante esto podriamos pensar que en realidad eran sin6. nnimos pero, de haber sido asf, cabe preguntarse entonces por qué el Estado emplea como dos categorias diferenciadas el almacén y la pulperia, ala hora de cobrar las patentes. Analizands los inventatios de esos comercios tampoco se observan notorias diferencias en el stock de mereaderias, Pilar Gonzélez Bernaldo cree encontrar la causa en una estrate- gia de los pulperos quienes, para burlar las restricciones en el hora- rio de apertura de sus locales, trocan los mismos por esta nueva cate- goria en el perfodo rosista; por otra parte se percata de la ereciente evolucién en el mimero de almacenes registrados desde 1826 a 1836 y la abismal disminucién del rubro pulperia hacia fines de ese perio- do.’ Sin embargo, si observamos el contexto rural, son muy pocos los almacenes mencionados con relacién a las pulperias, y si bien ambos 8. Vease Carlos A. Mayo tal, Palperosy pulperias en Buenos Aires, 1740-1880 (Uni versidad Nacional de Mar del Plats, 1996; hay red, corregida y aumentada: Buenoe ‘Aires, Biblos, 2000) y C.A Mayo y Amalia Latrubesse, Terateninte,sldados yea tives. La fontere, 1736-1815 (Buenos Aies,Bibloe, 1998), 4. Casa de negoso: denominaciin ompleada inmediatemente posterior al perfodo ro- sista. En lgunas casos tambien se lo indica mo “ean de trata” y para la década de 1860 comiensa a aparecer Ia expresicn “negocio mereanti 5. Viase Pilar Gonzalez Bernaldo, “Las pulperias de Buenos Aires: historia de una ‘xpresin de soisbilidad popular" en Siglo x. Revita de Historia, México, Institute ‘Mora, 1982, p. 38 woz Daniel Alberta Viel pagan el mismo monto por sus patentas, se tiene el cuidado de dife- renciar el rubro, aun en el caso de que ambos comercios pertenezean aun mismo duefio y se ubiquen en Ia misma jurisdiceién, Cabe des- tacar que en el informe oficial de los comercios de eampafia para 1854 sse enumeran silo dos rubros: uno es tiendas y el otro almacenes y pulperias.* Podemos sospechar que la diferencia determinante entre ambas categorias no radicaba en los rubros que tenian a la venta sino en que s6lo la pulperia contaba con el espacio para el despacho y consu- mode bebidas in situ, diferenciacién valida unicamente para el espa- cio urbano. Ante esta perspectiva, queda advertido el lector de que con estos términos a lo largo del capitulo estaremos haciendo referencia al ‘mismo tipo de comercio, més alld de las causas que hubieren origina do tales denominaciones. La pulperia (el lugar) Indudablemente, ol peso que ha tenido la visién extraida de la literatura costumbrista en cuestiones correspondieules w nuestra cultura y folelore nacional ha sido précticamente determinante y ‘mucho mas con respecto al pulpero y su negocio, figuras infaltables en todo relato nativista. Esa visién ha sido muy poco cuestionada yla historiografia clisica ha abordado el tema a partir de la base que le brindaban estas fuentes, para interpretar las caracteristicas de es- tos lugares y las précticas mercantiles de estos comerciantes mino- ristas. A partir de aqui iremos abordando distintos aspeetos de esta ‘emética, complementando, on algunos casos, y en otros corrigiendo tal vision. En primer término nos ocuparemos de Ia pulperia en st, es decir, de tratar de descubrir cémo era el lugar en donde se desarrollaba este comercio minorista. A tal fin compararemos la deseripein reali- zada en un inventario ~correspondiente a un documento sucesorio— con Ia particular visién de un visitante de las pampas argentinas. La pulperia de Pablo Gomes, ubicada en Laberia, es descripta de Ja siguiente manera: 6, Registro Estadistion de Buonos Aires, 1884, tome 1, Imprenta dela ribuns, Bue nos Aires, 1858 ‘as caquinas de la pamps. Pulpems y pulperias (1788-1865) 108 Un rancho que sitve de almacén con 43/4 vs, de largo y 3 ‘varas de alto por eastado eon dos moginetes; piso de ladrillo ‘eocido, pared doble de adove erudo; eumbrera de palma; con maderas de tabla, y cana brava; una puerta de dos hajas, od madera de codro; una ventana de pino de una vara de alto y tuna de ancho raja de yerro fechos en deterioro el eaballete.” Podemos observar, as, el tipo de construccién y los materiales cempleados; mientras que en el siguiente relato, a cargo del agrimen- sor francés Francisco Parchappe, daremos cuenta de los diferentes espacios que completaban el eonjunto y su especial ubieacién en el contexto rural {a orllas del rfo Salado] me puse a examinar la easa de nues- tro hospedero. Se componia de dos cuerpos de edifico parale- los: el mayor tenia una alcoba, una sala, un depésito y la pul- periay el otr la cocina y un enarto para sirvientes, Ei aguilén sobreel cual se encontraba la puerta de la pulperia estaba bajo cl abrigo de Ia prolongacién del techo que, avanzando cuatro o cinco metros en voladizo, cubrfa un espacio destinado a recibir a los bebedores, cuando la reunién era muy numerosa para caber en el interior: un banco de albafileria ee encontraba cada lado de la puerta, siendo alli donde se sientan comin- ‘mente los guitarristasy los eantores, personajes principales & indispensables de estas reuniones. El espacio entre los dos cuer- pos de edificio estaba nivelado y apisonado y el todo cerrado por una zanja cuadrada, ancha y profunda, en cuyos bordes interiores se elovaba una eortina do Slamos. En uno de los én- gulos del cuadrado se vefa un horno esférico construido eon ldrillos seeados al sol [adobes) sobre una pequefa plataforma de medio metro de elevacidn encima del piso; horno destinado 1o sélo al enncumo de la casa, sino también y prineipalmente al comercio de a pulperia donde se consume mucho pan, pues los pulporos son easi os tiniens panaderos de Ia campata, La descripeién que acabo de hacer de esta casa correspon- do, con ligeras diferenciaa, a casi todas las de Ia Provincia de Buenos Aires Por lo visto, este comentarista se ha preocupado en acercarnos lo {que él consideraba como un modelo de estas construcciones. Resulta 7. Caso correspondiente a 187, a0%, Sucesiones, 5703 {Narciso Parchappe, Expalicin fundadora del fuerte 25 de Maya en Crus de Guerre, Ano 1828, Buenes Aires, Eudeba, 1977, p. 104 10 Danie Alberto Viet notable aqui el hecho de eémo se las habfan ingeniado para cerrar o crear un espacio en la inconmensurable Ilanura pampeana. ‘Muchos relatos de viajeros abundan en los detalles correspondien- tes a las existencias en el interior del local. Nunea dejan de meneio- nar los consabidos estantes, atiborrados de diversos productos, los cuales son constatados en los inventarios de pulperias y que aborda- remos més adelante al tratar de las mereaderias en venta, pero ea: bria por ahora mencionarlo correspondiente alos denominados “tras- tos de pulperia’, entre los cuales se destacan un par de balanzas romanas, embudos, vasos de diversos tamafios (a modo de medidas) yocasionalmente junto al mostrador las “vidrieras”, que eran exposi- tores, a modo de vitrina, de algunas golosinas especiales, tales como confituras o paletas de miel. Un elemento bastante mencionado y destacado era la reja detrés de Ia cual se despachaba. A veces resulta dificil imaginar de qué manera un elemento semejante podria ser efectivo en una construccién de tipo precario y ubicada en un émbito de soledad y desamparo (para el caso de aquellas ubicadas en sitios Jejanos a los poblados fronterizos). Estas aparecen mencionadas en- tre los elementos que conforman el armazén de la pulperia, sin mu- cha mas referencia que la mencin de “una reja grande”. Alfredo Ebelot nos describe un poco mejor la funei‘n de éstas: “La reja interpuesta entre el dependiente y la lientela ordinaria de las pulperfas. Es muy sdlida, y completada, para mayor precaucién, con gruesas tablas que pueden en un instante atrancar el almacén, euya otra puerta, siem- pre cerrada, no da acceso sino a un amigo intimo de la casa”.® Los pulperos Pasemos ahora a observar detenidamente a las personas que es- taban al frente de estos comereios rurales, Segxin nos informa el pa- drén de campafa de 1815, por regla general, no eran nativos del lu- gar donde asentaban sus negocios, podemos encontrarlos de todos los origenes, europeos y criollos, y se destacan principalmente aque- los provenientes de Buenos Aires y de Espafia, acompatiados por portugueses, ingleses, italianos, paraguayos, chilenos, Del interior del pafs predominan los tucumanos, santiaguefios, mendocinos y eor- 9.A. Ebelot, Le pampa, Buenos Aires, Pampa y Cielo, 1965, p. 138, Las eaquinas de la pampa. Pulpero y pulps 178.1865) 105 dobeses. Claro que también se encuentran algunos que resultan ex6- ticos por ser tnicos easos, como un sueco o un irlandés, En su mayoria venian acompaiados por sus esposas (por lo gene- ral provenientes de Buenos Aires) y ocasionalmente con algiin hijo pequefio, aunque preferian, una ves ubicados y con su vida organiza da on el lugar, comenzar entonees a tener hijos. Podriamos indicar que la mayoria de ellos estaban easados, puesto que los solteros re- presentaban aproximadamente un 30 por ciento de los casos releva- dos en general en el padrén de campafia de 1815. Pero esta propor- cidn se modifica al acercarnos @ la frontera. En Lobos los solteros ya representan un 40 por ciento y en Chascomts un 50 por ciento. En cuanto a sus edades, Ios encontramos por lo general en una franja que va desde los veinticinco alos sesenta afios, encontrindose también algunos por debajo y por arriba de esa escala. El grupo ma- yoritario se ubicaria en el sector que va de los treinta a los eincuenta, afios. Las edades de sus esposas (siempre menores que sus compatie- ros) van en relacién, con no menos de unos cinco afios con respecto a sus esposos, situacidn que eambia cuando se trata de hombres mayo- res de sesenta afios. Muchos de ellos se easaron con mujeres hasta trointa y cinco afos menores, que les aseguraron tardiamente una numerosa descendencia. Bs muy logico pensar que la actividad desempefiada por estos pe quefios comerciantes en un medio rudo w hostil, como lo era el smbi- to rural y més atin en los pagos de frontera, estaba a cargo ~con exclusividad— de los hombres. Sin embargo, en los padrones de po- blacién y registros de patentes comerciales puede observarse la pre- sencia de algunas titulares femeninas, lo cual resulta muy Hamati- vo, aunque se trate de algunos pocos casos en comparacién alos hom- bres; inetuso llama Ia atencién que en aquellas pulperias volantes que recorrian la campaiia eludiendo el control de las autoridades para no pagar las correspondientes patentes para ejereer el comercio costumbre bastante riesgosa y que requerfa una cuota de ingenio y coraje- también hallemos algunas mujeres que son denunciadas por los inspectores, tal como lo fuera dofia Damasia Bustamante on Arro- cifes, que -tal como lo describen los documentos~ “no era pulpera estable, sino que vendia efectos secos y del tiempo”, quien debié pagar una suma equivalente al tiempo estimado en que estaba co- merciando en el lugar (unos seis meses). 10.0, x 4245-7,"Cuentas de cantribucones dels pulperlas de campasia park 1814 185" 106 Daniel Alberto Viel Otro caso que podriamos mencionar seria el correspondiente a dofia Agustina Navarro, con pulperia en la Guardia de Navarro, quien, se excusara de no tener licencia por haber establecido su comercio recientemente (dos meses), por lo que solamente fue multada y evito, de ese modo, que le cerraran el lugar. Distribueién espacial ‘Tomando la informacién aportada por los listados de deudores de patentes para 1814 y 1815, sumados al censo rural de 1815, podemos tener un panorama general de la disposicién en la eampafa de estos pequeios comerciantes, Por supuesto que la informacién obtenida ros permite hacer sélo una estimacién meramente aproximada del uuniverso mereantil en estudio, dado que Ia primera fuente de por sf es una lista pareial que enumera tinicamente a aquellos no empadro- rnados impositivamente, mientras que el censo de 1815 carece de al- unas listas del relevo de poblacién para algunos pagos, contando tinicamente con la referencia del total de la poblacién relevada. Ade- mas, los datos correspondientes a los pueblos y partidos de Lujan, ‘Arvco y Navarto no se encuentian tabulados, Aprovechando la oportunidad de contar con estas excepcionales fuentes para un mismo periodo no hemos menos que corroborar si los, ‘mencionados en una se hallan descriptos en la otra, por lo que hemos comprobado a muchos de los individuos meneionados en la lista de deudores, pero también se notan algunas considerables ausencias. ‘Ala impericia de los censistas, debemos sumarle la intencion de ‘ocultarse o pasar desapercibidos de aquellos que ¢jercian su comer- cio sin la debida autorizacién oficial, puosto que encontramos a indi- ‘viduos meneionados en las listas de 1814, que no se encuentran en el censo del 15 pero luego aparecen mencionados en las listas de los jueces de paz para afios posteriores.§* {Cuantos se habrén escabulli- do de la mirada poco atenta de los censistas? Obviamente no pode- mos estimarlo fehacientemente, pero de todos modos la informacién aportada por estas dos fuentes resulta de una importancia para nada despreciable. ‘Juan Carlos Garavaglia sefiala que el alto numero de pulperias ubicadas en los partidos cerealeros se encuentra en relacién directa 11, Obwiamenta, la pobacién de este perodo también ae caractorizba por una alta movida. Las esquinas de la pampa. Pulpenos y pulprias (1788-1885) 07 a la estructura de consumo de esos lugares, también caracterizada por und alta movilidad, pero ademas debemos considerar que las dreas ganaderas son precisamente aquellas més préximas a la frontera, ‘cuya densidad de poblacién es notoriamento menor a los primeros (véase cuadro 16 del Apéndice 2). ‘Si nos detenemos ante la situacién correspondiente a 1854, po- dremos notar que del universo de almacenes y pulperias distribuidos fen la campafia bonaerense (924), précticamente una cuarta parte se tubieaban en partidos de frontera (214). EI ndimero es bastante varia ble en los diferentes pages, pero pademos destacar dentro del grupo correspondiente a la frontera que aquellas ubicadas en el norte y centro llegan a sumar 108 y las del sector sur 106; este iltimo grupo aleanza esta notoriedad al incluirscles las pulperias instaladas en Bahia Blanea y Patagones ~que suman 46-, al igual que los pagos de ia frontera norte (Bragado y Federacién); mientras que si observa- ‘mos a nivel individual el niimero de pulperfas por pagos encontra- ‘mos que las cantidades menores (ocho) son aquellas pertenecientes a la frontera sur (Tapalqué, Azul, Tuy); lo cual podemos considerarlo ‘como una respuesta ante la creciente inestabilidad de esa linea fron- teriza para ese periodo (véanse cuadros 17 y 18 del Apéndico 2). En Ios relatos de viajeros y en la literatura costumbrista aparece ‘por lo general el estereotipo de una pulperia Solitaria, perdida en lo inconmensurable del paisaje y, quizé, esta imagen se ajustaba real- mente a la impresién que aquellos hombres (extranjeros, por lo co- ‘miin) pereibian en este exético entorno que estaban explorando y descubriendo a cada paso. Pero presuponemos que la realidad era bastante diferente, porque lo mas probable es que, a poca distancia de aquella “eequina” que los observadores contemporéneos deseri- ‘jan, se encontraba la competencia, al reparo de algiin monte 0 préxi- ‘maa alguna aguada, camino 0 pueblo, ofreciendo sus servicios a los troperos, peones y demas lugaretios. ‘Si observamos la proporcién de pulperos por habitantes en cada ;pago, nos eneontramos eon la sorpresa de que el Ambito de la campa- ‘ha no estaba en absoluto desprovisto de la -molesta— competencia, algo bastante habitual para los pulperos urbanos de Buenos Aires: desde hacia ya unas décadas. Como deeiamos, estas pulperos de frontera no tenfan a su entera disposicién a la potencial clientela representada por todos los habi- tantes del lugar, Si comparamos Ia cantidad de habitantes con el nimero de pulperos en algunos pagos de campafia, podremos darnos tuna idea dal volumen de Ia clientola que se acercaba a estos comer- cios. Al efecto, si atendemos los datos aportados por el padrén de 1 Daniel Alberto Veg 1815, podemos observar la siguiente situacién para algunos pagos de campafia. Por ejemplo en el pago de Lobos, habitado por unas 1.800 almas y que contaba con unas doce pulperias, si deseontamos los in- tegrantes de las unidades censales correspondientes a estos comer: ciantes, cabria suponer que cada pulperia estaria abasteciendo aproxi- madamente a unas 152 personas, quienes podrian estar represen- tando entre treinta y treinta y cuatro familias aproximadamente.”* Situaci6n similar presentaba Pergamino, pago que contaba con 1.640 almas abastecidas, aparentemente, por seis pulperias, mientras que aquellos lugares que habfan dejado atras su situacion fronteriza ha- cia mucho (como Magdalena) presentaban una proporcién de no més de veinte familias por pulpero (2.057 almas y veintidés pulperias). Esto es simplemente una aproximacién ala realidad de la campa- fia de aquellos afios, pero debemos considerar ~como advirtiéramos oportunamente- que los habitantes no se abastecian tinicamente en los comercios de los pulperos censados, puesto que se hallaban mu- chas pulperias volantes o tiendas méviles ofreciendo sus efectos, clu- diendo el control de las autoridades.'* En definitiva, es sencillo inter- pretar que si bien la situacion de estos pulperos era bastante desaho- gada a nivel competitivo en comparacién a los pulperos urbanos, ya que no tenfan que soportar a un par de colegas en la misma cuadra (por ejemplo, en la calle de la Victoria en una cuadra se podian en- contrar hasta seis de estos comercios), tampoco se encontraban solos frente a una clientela desguarnecida y anhelante por adquirir sus productos, situacién que suponemos se reflejaria bastante en aque- los primeros pueblos de campafia y aun en los asentamientas fronte- rizos. Raz6n por la cual los pulperos debjan ~emulando a sus colegas citadinos~ acudir a todo tipo de estrategias para aumentar y en mu- chos casos sostener sus margenes de ganancias. Por lo tanto, el juego hhubo de ser una alternativa muy vélida en esta lucha por la supervi- vencia, 12, Estos datos son meramente hipottios, porque ora muy variado el numero de intograntes de cada unidad eense, pero nos heros pormitido aun emplear el eoneepta ‘ofamilia, puesto que simplementele hacemos como mareo de referencia, los erp {bo fndividuos que atarian convviendo y cuya relacién eon el establecimiento ue ‘ligieran para el abasto sera diferente si se tratara de ndividuos sols y totalmente Independents. 13. Al no estar rogatradas, es imposible determinarfehacientemeate el nimero exac to de estas pulperia y au disteibueén alo largo dels earapatiabonaerenae so cn ‘qmos co la referencia que hicieron la autoridades de aquellas que fueron detect das eerciendo el comerso sin ls habltacones 0 patents corespandientes. Las esquinas de a pampa. Pulpeos y pulperia (1788-1865), 109 Si bien no es regla general, se observan algunos casos en que los pulperos registran sus comercios junto a canchas de bolos o bochas, a Jo que debemos sumar el importante papel desemperiado por los nai- pes en el interior del local." Por su parte los viajeros nos aportan ‘otro detalle: las carreras de eaballos. La mis linda funei6n de que la pulperia sea el teatro, son Jas carreras. Todo pulpero tiene buen cuidado de establooor una eancha frente a su establecimiento. Su instalacidn es de Jas mas sencillas; consta de dos sendas rectilineas trazadas en terreno horizontal, eon uno que otro poste para marcar las dis- tanciae.” Las miltiples estrategias que utilizaban los pulperos para obte- ner ~siempre que pudieran alguna ganancia extra, fueron siempre catalogadas como artilugios malintencionados, tanto por viajeros, comentaristas e intérprotes de las fuentes costumbristas, y de mane- ra mucho més acentuada cuando esta “ayuda” provenia de la mano del juego. La mereaderfa on venta El despacho comenzé exe mismo dia y los soldados acudie- ron en tropel, El aguardionte, el vino, los bizeoches, las paaas de ua, los higos, fueron celebrados a porfia; y estos deagracia- dos militares, esquilmados despiadadamente, consumian en ‘una 0 dos oportunidades un mes entero de sus aueldos."* Los efectos que podemos hallar en estos comercios minoristas de campaiia resultan de una variedad notoria. Rompiendo con la ima- gen arquetfpica de lo que fue una pulperia o bien un almacén en territorio de frontera (imagen que impone sélo la existencia de los productos necesarios para el consumo de subsistencia a que estaban acostumbrados los habitantes de estos territorios, gente de muy po- cas necesidades y exigencias), al analizar los inventarios se nos re- presenta un amplfsimo universo de productos relacionados no sélo 14 Para ampliar al respecte nse C.A. Mayo comp.) Juegy, stad y sociedad (1780 1830), Universidad Nacional de La Plata, 1998, 15.4. Bbelot, obit p. 145, 16. Perchappe, obit, . 68 0 Daniel Albert Virgil con el consumo alimentario sino también de otros relacionadas con el calzado, vestido (ropas y telas), herramientas, medicinas y enseres, todos ellos en muy diversa variedad, teniendo poco que envidiar a las pulperias urbanas de Buenos Aires. Bs asi como en los rubros tradicionales para este ramo (Ios comes- tibles y las bebidas), podemos citar mereaderfa de amplia heteroge- neidad. Entre los primeros se puede mencionar -acompafiando a la tipica yerba mate~ el té y el café, este ultimo tanto en grano como ‘molido; para endulzar, tenemos la presencia de aaiicar en las varie- dades rubia, de remolacha y miel de caia. Junto a ellos se encontra- ban una importante variedad de pimientos y condimentos. Lama la ateneién la presencia -en estas latitudes de sardinas y bacalao para saciar el antojo de algunos consumidores, También era importante el rubro de bebidas, en donde no sélo se encontraban el aguardiente y algunos tipos de vinos sino también ginebra holandesa, anfs de Ma- Morea y jerez, entre otros. El tabaco también estaba presente, prove- niente del Brasil y Paraguay. Con respecto a otros rubros menos tra- dicionales caben destacarse: merceria, dentro del cual podemos se- Aalar la existencia de hilos, agujas, flocos y botones de diversos tipos; vestimenta, en el que se destacan prendas de vestir confeccionadas en algodén, liencillo, bramante, sarasa o seda (muchas provenientes {del extranjero, como los ponchos y las fajas inglesas, que competian ‘con los de manufactura indigena), junto a todo esto también se in- clufan en este rubro algunas variedades de zapatos para hombre 0 ‘mujer. Los rubros restantes, ya mencionados, también dan cuenta de un cierto grado de sofisticacién en los gustos y preferencias de aque- los habitantes de la frontera que conformaban la clientela de estos almacenes, quienes no dejaban de estimar la adquisicién de cubier- tos, vajilla de loza, aceites de olor, algunas variedades de jabones e incluso plumas para escribir. Del conjunto de los efectos, los productos que tradicionalmente se adjudicaron a los comercios de frontera (bebidas y alimentos), en los casos analizados, nunca llegan a superar el 45 por ciento del valor de los productos ofrecidos a la venta; por lo general oscilan entre un 15, yun 25 por ciento. El mayor capital esta representado por aquellos ‘efectos relacionados con prendas de vestir, tipos de telas 0 lienzos y articulos de merceria (50 por ciento, aproximadamente) y eomparten. esa situacién cuando se encuentran en stock elementos de vajilla (Io- zas). El volumen restante esta ropresentado por efectos diversos: herramientas, perfumes, peines, espejos, ete. Amodo ilustrativo, pre- sentamos un cuadro con los efectos correspondientes a aquellos ru- bros que se hallaban con mayor frecuencia on las pulperias de fronte- rra (véase cuadro 19 del Apéndice 2) ‘Las ecquinas de ls pana. Pulperesy pulperiae (1788-1885) un Porsu parte las pulprias volantes que recorian lacampana tam bign presentan una cera variedad en los efectos que ofrectan alos Dlatdores de estos teritoros. Para relearn poco mor ot eran Beas pulperiasvolantes, a continuaion reproducimos or inventarios Ge dos caus ya qu el espacio lo permite dada Ia encasr de efetasy Ioilustrative dels mismo [RELACY, DE LOS EFECTOS DE PULPERIA @, CONDUCIA PEDRO PABLO GRANDOLL, AL CAMPO, ALA MATANSA DE NUTRIAS, SIN TLICENCIA P* LLEARLOS!™ Prime, un Saqito de paas de Ip. ‘Yan unos guasipicuaces con mas de arrobay media de Yorba Yn doe Benitos om 120 franco de agar te Yn. trese quesoe ‘Yan, poco menos de 3@ de Glleta ‘an. tnosgusipicuases eon sre ‘Yan, un enquit con le milad de mdi quartile Sal Yan. una dosena de Cohils Yan. un poe de aruear. Yan 39 po Boos empl Ya 9 qoaderiloe de pupal Yencune Gea Yan. una Carrtl, Yan. ocho Cavallo, [RAZON DE LOS EFETOS DE PULPERIA DE L.A ECHO OCULTARON DN, MATEO QUINQUELA EN CASA DE DN. JUAN LEST - ASAVER 1 Bolsa ql. contiene ropa de uso eamisas, 3 calzoneillos I chaleco 1 Pantalon 1 fardito con una pea patio y una de lienso 1 gergas condovesas Lbarrica galleta 1 tarro tabaco picado id. de sigarros hasta la mitad 17, Inventario efectuad en los Montes de Ia Reduccién,o1 9 de diciembre de 1808, AON, 1-43, Daniel Alberto Viel 1 Barstitovino 1 Baul ql 2 contione la sgt. 2 pesas con 25 pelos algdon 2 panes de sola {ult de oy sintas 2 pan delisiad comnsados 1 -id entero 23d, bramante 8 pares sapatos de coer dem 5 tate - 2p medina 1 piesa eno comenando 1 dosena euhille ea blanco Monzalvo Bago 8 de 1832" Cabe destacar agut un grupo especial los “prodctns del pas’ como se denomina en algunos inventarios a aquellos corespondien: tes a artculos do extract lca, entre los que se podrfan monci. nar: everos de vactnosIanaresyomnutrias,plumas de avestru cet das; botas de potro, entre otros, Dentro do esto prupo, se destacan aquellos de manufactura indigena, tales como ponchos, mantas ojer fa “pampas” Todos ellos ocupan en importancia econdmic y deve. Kamen cantidad) un lugar muy por debajo de los productos de orgen fordneo (interior del pais, Buenos Aires oultramarine) ‘Se hace necosario, en este tio de efectos, bservardetonidamen- tela presencia deloscucro, enol volumen de esos productos debi ala elevanciaotonga en abibliografiabasadaen elton devia. for en la literatura cols ‘Alfredo Ebolotreprodujo en su obra costumbrsta La pampa la siguicnte confsién que le hieira un dependiente de pulperta, eon respect alo sorts dl orgen de las principales anancias ene fico ‘Usted sabe mejor que yo que la venta de ginebra, de botas, riendas, géneros, y de todo cuanto necesita el gaucho, no es ‘nuestro verdadero negocio. Sirve solamente de pretexto a ntes- tras operaciones en lanas y eueros|..] Adems, como nuestros ‘yeeinos estan con nosotros en continuos tratos, somos los com- pradores naturales de todo cuanto tienen que vender, No es facil acopiar la produccién de la regién entera. He reeibido la orden de hacerlo, en lo relative a la lana |. He comprado toda 18. aon, Jurgado de Paz Mar Chiquita y Monsalvo, 1891-52; x 1-43. Las esquinas de a papa, Pulpere y pulporis (1788-1865) ua la lana a precios que me tienen sobresaltado. El patrén confia absolutamente en Ia alza. Si hay baja, esta perdido, y yo tam- bien, Siguiendo esta pista, Rodriguez Molas aporta la visién del pulpe- rovolante, quien recorriendo con su carreta la campasia realizaba un ‘comereio de intereambio ofreciendo sus productos a cambio de cueros ‘yacunos o de nutria, grasa y lana, como préctica resultante de una sociedad no monetarizada.!* Curiosamente, no hemos encontrado ningtin caso que demuestre tal relevancia del euero, pieles o lanas como productos dominantes cen el stock de las pulperias de eampaiia de retaguardia 0 de fronte- ra. Por lo general estos productos no representan un volumen supe- rior al 5 por eiento con relacién al resto de los efectos en poder del ppulpero. La tinica excepeién en nuestro estudio es el inventario de Jos efectos de la pulperfa que perteneciera a Miguel Serracant, ubi- cada en Fuerte de Azul (1840), en el cual los “frutos del pais” pare- cen representar un volumen realmente importante en el conjunto de productos-efectos pero, como la tasacién de los bienes es incom- ppleta, s6lo podemos estimar con eierta proximidad el valor real en ‘un 37 por ciento, mientras que aquellos en manos de Bartolo Rodi (al parecer un dependiente) representan solo un 8 por ciento. Repro- ducimos a eontinuacién la parte del inventario correspondiente a los “frutos del pais” perteneciente a la pulperia de Miguel Serracant (Azul, 1840)" Bbolsas con 4 arrobas, 11 bras de cerda 258 la arroba Lbolsa con 4 arrobas 18 "Ve libras de plum de avestruz a8rlalibra 49 fe docenas de cusras de venado 1268 la dovena 1s docenas de cveros de earnero a6gou 24 Ys eueras vacunos 2208 ou 10% eueros de potro 6g ou Larroba, 13 Ye libras de cueros de nutria 0.20 ra libra 10 arrobae 13 Ys libras do lana sucia —____ 2 arrobas de sebo 1288 la arroba ‘Total estimado = 1.2098 [1 arroba = veinticinco libras] 19, Vénso R. Rodriquez Molas, Las pulperias, Buenos Aires, CEAL, 1982, 20, aa, Sucesones, $708 Danie AltestoVirgit El transporte de las pulperias volantes Hay que tener en cuenta que las pulperias volantes, dada su par- ticular naturaleza itinerante, se ejercfan sobre el carro 0 carreta que transportaba los efectos por distintos puntos de la campafia, por tal ‘motivo atraen nuestra atencién los casos de aquellos pulperos (fijos) que poseen estos medios de transporte. Podemos pensar que el em- pleo de los mismos podia estar destinado a transportar la mercade- ria desde Buenos Aires hacia el interior de la campafia por sus pro- pios medios, lo que permitiria ~en easo de contar con varias carre- tas transportar un volumen considerable con Ia capacidad de abas- tecer a sus colegas de la zona; ademds, y sin ser excluyente de lo anterior, alguno de sus carros podria estar destinado al eomercio di- recto, es decir, a oficiar de pulperfa volante, por lo que tendriamos un pulpero establecido en un pueblo rural fronterizo que desde alli ex- tendia sus redes mercantiles en cl interior del pago en que se ubica- ra, De ser asf, ésta seria una raz6n de mucho peso para que se intere- ‘sara, mucho mas que las propias autoridades, en controlar el eomer- cio ilegal en su zona de influeneia, es decir, a aquellos pulperos vo- antes que recorrian los eampos sin contar con los permisos necesa- ros, distribuyendo mereaderia a precios tampoco controlados y ade- ‘mas compitiendo en la recoleccién de algunos productos del lugar dados como forma de pago (véase cuadro 20 del Apéndice 2), El erédito Fiamos durante todo el ao al gaucho y al estanciero, Nos pagan cuando venden los frutos del pats. Es una especie de ‘omereio de intereambio, siempre ventajoso para quien tiene ol suficiente dinero Asi describia la situacién un pulpero en didlogo eon Alfredo Ebe- lot, Io cual hemos podido constatar en algunos de los casos analiza- dos. De este universo de casos (veintitrés), cuatro presentan eviden- cia de otorgar créditos en sus comercios, los cuales eorresponden al periodo posrosista (1856-1864). Lamentablemente, no se han podido hallar libros de cuenta de pulperias de frontera, a los efectos de po- der estudiar pormenorizadamente los aleances de esta préctica en la dinémica de los comercios en euestién. 21. A. Bhelot, ob. it, p19, Las esquinas de ls pampa, Pulperos y plperias (1288-186 as No se puede establecer fehacientemente si estas “notas de fiados” 0 “listas de deudores” se corresponden con deudas contraidas por efec- tos adquiridos o debido a sumas de dinero otorgadas en préstamo, pero bien podriamos pensar que aquellas cantidades mas importan- tes se corresponden con un origen del segundo tipo. De los cuatro casos estudiados en esta cuestiGn, el 45 por ciento de los deudores estin debiendo cantidades no superiores a los 150 ‘pesos, dentro de los cuales la mayorfa se ubica en el rango que va de Jos 10 a 70 pesos, Otro 40 por ciento se establece entre los 150 y 700 ‘pesos y, excepeionalmente, llega a un 15 por ciento el que supera los mil pesos, conformando un grupo muy particular, en el que encontra- ‘mos easos que pueden arribar a una deuda de 7.700 pesos. Esta si- tuacién ee puede observar en el cuadro 21 del Apéndice 2, con datos correspondientes a una casa de negocio perteneciente a una sociedad familiar El monto total del erédito asciende a 34.746 pesos, que para el caso en cuestién representaba un 30 por ciento con relacién a Jas existencias del negocio y un 14 por eiento con respecto al total de Jos bienes inventariados. En 1828, Narciso Perchappe indicaba: La eostumbre de recibir objetos en garantfa es general en ‘estas provincias y a0 extiende a loa préstamon de dinero, loa ‘que, por lo demés, jams se realizan sino a gran interés; se justiprecia el objeto dado en prenda muy por debajo de su v lor real, ya la expiraeién de! término estipulado, inevitable- mente, es de propiedad del prestamista @ quien no le h reembolaado su dinero Este tipo de practica ha sido dificil de detectar en los documentos. analizados, puesto que no es comin encontrar la mencién de objetos dejados en garantia, por lo que podemos suponer que no se trataba de una actividad central en aquellos comercios de frontera; mientras, ‘que todo lo contrario ocurria con las pulperfas urbanas de Buenos Aires, en las que es frecuente observar tal ejercicio. La presencia de los vales es otro aspecto del crédito, que fue de- nunciada por el comandante M. Prado, pero es un elemento aparen- 22, Para tener uns nocién de In relevancia de tales eantidades, tengamos en cuenta ‘quepara ese mementoel valor de una veja ere de cuarenta peste yelde un caballo de 250 prone, mientras que un galpén se tasaba en ocho mil pesos. Para ampliar datos ‘correspondiente a valores del periodo vase Fernando B. Barba, Apraximacion al latin de los precios y salar en Buenos Aires desde fines del sglo XVI hawta 1860, Universidad Nacional de La Plata, 1998, 16 Daniel Alberta Viel tementetpico ene mbit dels frtnes dado que cl crédito eataba segura forge tnd otemprano aperecra el coma pagar Yobviamente uno delos primeros en cbrar serial plpera a usce todos le debian. oe eCuindo se vean esos sueldos? Y si llegaba el comisario con das o tres meses de los més atrasados, se iban de un soplo, ‘camino dela pulperia, El milico recibia con una mano st haber y¥con Is otra lo pasaba al bolichero en cambio de los vales que Je habia descontado, Y luego ;qus eran eiento cineuenta pesos ‘moneda corriente por mes, si una ibra de yerba costaba veinte pesos, cinco un atado de cigarrillos, treinta un puiado de azi- car, diez media docena de galletas, y asi sucesivamente?™ Ocupaciones alternativas (otras inversiones) ‘Como se mencionara en un principio, el pulpero no siempre se dedi- aba con exclusividad a su local. Cuando legaban para asentarse por primera vez en algiin punto de la campaiia, si no tenfan la suerte de poder hacerlo en tierras realengas, lo hacian provisoriamente en algtin ‘campo donde debfan pagar el correspondiente permiso a su duefio, has- fa tanto pudisen leyar a adquirr algunas varas de terra, Una ver logrado esto, podrian pasar a compartir su ocupacin de comerclantes con la de labraderos ofhacendados, Para el trabajo en el campo ocupe, ran algunos peones 0 se procurardn algunos eriados (eufemismo Por eslavoe tlzado en el perodoindependentista) pars au atendn 7 cuando las hj erecan pod ir ealaboranda, Una ver erecidon yi ‘cuordo con Ins habildadesadgiridas o demostradas, alguno de elles Basar atender appari y de ete md el pad, reine del mostrador,comenzaré a estar al frente del estabecinionto ral Jo general una estancia). Para ilustrar este esquema de estratogia familiar, pasaremos & mencionar un easo bastante particular eorrespendiente al Patide de Chascoms,extratdo del padvon de 1816, 25, M. Prado, La guerra al malén, Buenos Aire, Estrada, 1968, p. 80. Los valores ‘monsionados correspenden al periodo 1877-1880. En esta cha, Prado hace menciSn a os fstejosorganizados en el fortn para la celbraciindel9 de Julio, queinlulan un variadisimo programa, pero "el mas importante de todos lo constitu ua palo jabona 4o, alto de cuatro ocinoo metros, en cua punta colgaba nada mence que wn vale de «incwenta pesos. Todo el mundo intents apoderarse dela codiciada pends y después de es larga horas de chet yd bom couaguiarebatarla Un mnie de de Ls esquinas de la pampa. Papers y pulperins (1785-1865) at Dog Francisco de Costa, easado con Andrea Abalos, mujer nativa de Chascoms, y con su primogénito nacido en su ciudad natal, Bue- ros Aires, legaron hasta la costa de Samborombén, lugar que vio acer a sus otros nueve hijos (todos varones, con excepeién de la menor), cuyas edades al momento de realizarse el censo iban desde los dos hasta los veinte anos, Para ese entonces, don Francisco contaba ya con cincuenta y tres, afios y se declaraba como labrador y su esposa, de cuarenta afios, como pulpera, acompasiada en el oficio por su hijo mayor, Ignacio, de vyeinte aiios, Los muchachos que le siguen, Nicolés, Luis, Manuel y Pedro de diecinueve, quince, eatorce y doce afios respectivamente fueron registrados por el censista como de ocupacién “de campo" (de- nominacidn censal para designar aquellos casos que se ocupaban de tareas rurales no espectficas) Como hemos podido observar en las fuentes, parece responder a tun patrén bastante comin el que los hombres una vez. avanzados en Ja edad prefirieran retirarse del negocio para dejar al frente a un administrador (y qué mejor para ello que poder contar con algiin hijo) xy asf ellos ~en todo easo- podrian vigilar la suerte del negocio desde fuera del mostrador, ocupdndose o disirutando de los otros logros, tales como el campo y la estancia propios. A diferencia de éstos, las ‘mujeres permanecen todo el tlempo al frente de los negocivs. Obseer- vemos por un momenta el easo de dofia Francisea Martinez, nativa de Buenos Aires, viuda y de cuarenta y nueve afios, quien se halla al frente de su pulperia en Chascomtis y prefiere derivar a sus tres hi- jos la atencién del eampo. E! hijo mayor, Victoriano, de veintidés aiios, fs el estanciero de Ia familia y sus hermanos José Luis de quince e Hildefonsa de trece afios lo acompaflan en esa tarea, Claro que, en este caso, Ia viuda puode permitirse que sus hijos no se ocupen del negocio, porque ella cuenta con el auxilio de un depen- diente, Juan Domingo Fernandez, un espafiol soltero de veintiseis, afios que trabaja a porcentaje (un tercio de las ganancias). En cuanto a las tareas domésticas, de eso se ocupa Catalina, una negra esclava de Guinea de veinticuatro aiios y, para més datos, soltera. ‘Acontinuacién, mencionaremos cul era la situacién ocupacional de estos comerciantes y sus familias en algunos pagos seleccionados del censo rural de 1815. En Magdalena encontramos dieciocho pulpe- 24, Lamentablemente en este documento no contamoa con el relevamiento eomploto ‘elas poblaciones rurale, pr lo tanto nos vemos imposbilitados de elaborar un eut- Aro para refer In sitsncidn en toda la eampeiabonaerense en ese periedo us Daniel Alberto Virgil ros; dos mozos un pulperoyestaniero; un esta : : stanciro un estancieo con hip pulp To yun pulperocuva espa es estanciern y pose ud ose un dependiente En San Vicente inclendo Ranchos y Mont) hallamos sunplemen, te como palperosadieiocho individuos, como mozosa dos; cmt pol pero yciador otros dos: como pulperoy hacendade un, pulperovon Capatz slo un caso, mintras que auellospulperoa con pronca se man cinco casos; ambien encontramos en ese lugar un poor on un agregado que se desompetia como quinter yam tahonere capo Sinica hoes pulper, En Chascomiis insluyendo Samborombn) sobre un tta amborombin) sobre un total de ea torce pulperos, hallamos las siguientes variables: tendero y pulpero tn caso, un eslanciera con hijo pulperoy como contrapertaun pa, pero con hij estancor, ds pulperee con un ho, cada no decors te como de ceupacin “de campo" y un labrador cugn mje io estan a cargo deuns pulperia. Finalmente, indieamos la steacion og Lobos, en donde los doce plgeros quo se rgitran en el cones presentanindcios de alguna otra actividad. Solo abe sefalar quedo este grupo dos de ellos ocupan mozos de pulperia. ~~ stent ae eons prnals so permit, exo etioscomerciantes se provutaban el ux de agin eiads see les diese una mano on ls tares doméstiasy en el ectablectmians ‘ural silo hublera Enel Paro de Magdalena al ener ot pee Siento de tas oes sae caon sobre veins) Enel arid de Chascomis (nlue el puch de Chascomuny Ia cata de Samioe romben), para un tld docinseve pulpers sl ten ovntoe oy Cvndos (16 por conta), En eanbi, en Pergamin sends a So Drendnte por ent ines sve sei) ogun elccna de Sate Conclusiones Hemos podido observar hasta aqui a estos comerciantes de la fron- tera bonaerense que no resuitaban diferentes del resto de aquellos ‘tempranos pobladores de la eampatia con respecto a sus origenes, edades y estrategias ocupacionales. La gran mayoria no eran nativos de los pagos en los que se asentaban y luego de un tiempo, cuando Jograban equilibrar sus ganancias, pacnron a ocuparse de alguna for. ma de explotacién agroganaders, El signa de prosperidad era lograr la propiedad de la tierra y luego, de acuerdo con las posbilidades de cada uno y la extensicn de la explotacién, poder dedicarse ll agro oa Ja ganaderia extensiva. En el caso de los pulperos, sus preferencias, Las eoquinas de la pampa, Pulperosy pulperias 1788-1865 no como hemos visto, radieaban en procurarse tierras con la suficiente extensién para permitirles desenvolverse como hacendados. En cuanto a la naturaleza de estos almacenes o pulperfas, hemos podido reconstruir, con la ayuda de Ia documentacién analizada, una realidad bastante alejada de aquella que los consideraba meramente ‘como proveedores de las necesidades bdsicas de la poblacién rural, poblacién -por otra parte- de cortas necesidades y sin ningtin refina- miento debido al entorno en el que se encontraba. La riqueza en la variedad y sofisticacién de los efectos a la venta en estos comercios no s6lo nos presenta la importancia de los mismos sino que también invita a replantearse muchas euestiones con respecto a los usos y ‘costumbres de aquellos habitantes, Por otra parte, aquel estereotipo del pulpero rural -legado por la historiografia clasica~ como amo de su territorio, al que inexorable- ‘mente debjan rendirse o dejarse atrapar todos los habitantes del Iu- gar, los cuales eran sometidos a las practicas comerciales més abe- rrrantes, es bastante discutible, A priori de todo andlisis, tal hipétesis resultaria bastante plausible de aplicar en la frontera, dadas las gran- des distancias y la escasez de poblacién, segxin el preconcepto trac cional que se tiene de ese dmbito, Pero ni la poblacién era tan escasa tui las pulperfas se encontraban exentao de la tomida competencia Pensemos que en estas latitudes una legua debe ser considerada como ‘poca distancia, por lo tanto en un amplio radio (que los viajeros no Iegaban humanamente a divisar) en torno de esa pulperia perdida en la inmensidad se encontraban otras tantas, puesto que a las “fi- jas” debemos sumarles la presencia de las “volantes”. De este modo, se relativiza el lazo que une al cliente con el local, dado que los habi- tantes de campafia podian recorrer varias de estas pulperias que se hhallaban relativamente cercanas al lugar de su residencia, y podian optar dénde comprar tal o cual producto o le aceptarfan algunos pro- duetos de la tierra para intercambiar, del mismo modo que podian cemplear a su favor a oportunidad de contar con varios lugares donde renovar el erédito (sacar mercaderia a plazo). Este panorama se com- pleta si tomames en cuenta las pulperias o almacenes ubicados en los poblados de los pagos de frontera, alos que también tenfan acceso los habitantes del interior de la campatia; por lo tanto, esto debilita bastante la hipétesis cldsica. Por otra parte, esta competitividad hace que no encontremos pulperos con grandes cantidades de cueros ope- rrando como tinieos acopiadores de una zona, razén por la cual supo- ‘nemos que en los casos analizados las cantidades encontradas sean bastantes modestas en comparacién con aquellos que operaban en él 2 Daniel Aborto Virgil norte de Ia provincia." De este modo, s6lo podemos matizar la cues- tisn; sin llegar a ver a estos comerciantes como meros acopiadores de Jn produceién de Ia campaiia, tampoco nogamos la existencia de este tipo de relaciones mercantiles. Decimos que existe, pero en menor escala que en otras partes de la campaiia bonaerense (lejos de la frontera). ‘Tampoco creemos que estos comerciantes estuviesen impulsados or una eodicia irrefrenable o desmedida sino que debian asegurarse en lo posible~ un nuevo medio de obtener ingresos seguros, puesto que el peligro del quebranto econdmico siempre estaba latente. Tam- bién debfan estar atentos de aquellos otros que no pagaban patente, quienes representaban una competencia desleal. Aunque se tratase de personajes de paso por la zona con algunos pocos productos que ofrecer, siempre representaban una venta menos para los pulperos locales, por lo que podemos suponer que junto al Estado que intenta- ba ejercer un efectivo control sobre las recaudaciones, los segundos preocupados en detectar estas irrogularidades serfan los pulperos de campafia. Claro que a algunos de ellos esto les resultaria mucho mas fécil que a otros, como en los easos en que pulpero y funcionario con- currian en una misma persona (situacidn que es denunciada reitera- damente tanto en los relatos de viajeros como en las obras de la lite- ratura criollista), pero al respecto debemos aclarar que tales casos no eran tan frecuentes* y resultan una cantidad insignificante con re- lncién al universo de hombres que nada tenian que ver con el poder politico o militar de la frontera y que ejereian ese comereio; sin em- bargo, aquélios ~por muy pocos que fueran— siempre resultan llama- tivos y logran destacarse por sobre el comiin de los casos. En resumen, se puede ver la riqueza en la variedad de los matices que conformaban la realidad de los pulperos y sus tan particulares comercios. Unos y otros (pulperos y pulperias) se van desplazando a lo largo del periodo de anzlisis por el territorio rural y haciendo pre- sencia en las poblaciones mas avanzadas de la frontera con el indio; pero también a lo argo del tiempo van sufriendo transformaciones. A 25, Las casos mencionaos por Garavaglin (Pastre y labradores de Buenos Aires, Buenos Aires, Dela For, 1999) llogan asuperael milla, mientras que los documentos ‘que hemes analizado indican eantidades que en general no superan la veintena 26, bien noes infrecuente detoctar en ls fuentes, sparsoen algunos casos represed- {aves cues titulares de pulperiacomparten la oeupasion mercaatil eon otas fun ‘ones tales come tenentealalde, ues de pax ocomandante defrtn. Resulta prt imente imposible poder estableceralgin porcentaje de estos casos con elas al Lun esquinas de I papa. Pulperos x pulperins (1788-1885) ma partir de la década del 70 et mundo rural iba a experimentar un gran cambio y la pulperia ~como uno de sus protagonistas~ también. La Dulperia que se presentara hacia Ia segunda mitad del siglo xvi poco se parece a la que hallamos hacia las tltimas décadas del siglo XIX; su naturaleza se fue complejizando y, para los tltimos atios de nuestro andlisis, practicamente esté cambiando su nombre defini vamente por el de ‘almacén’. Podriamos afirmar que nos encontra- ‘mos ante la gestacién del almacén de ramos generales. La escuela rural Del Catén al arado José Bustamante V.* [Aprender a leer y a eseribir ha sido un toma reiteradamente asocia~ ‘doa la conformacién del Estado y In naciGn. En la campafa de Bue- nos Aires, entre 1770 y 1860, Ia educacién sistematica de primeras letras no se ha constituido como un campo de andlisis especifico. Su desarrollo sera el objeto de este capitulo. El andlisis de un largo perfodo nos permitiré apreciar continuida- es y Tupturis en disLinilos niveles. En su conjunto, nos mootraré loe rasgos por medio de los cuales se produce el paso de instituciones asisteméticas, fragmentarias y aisladas, a un cuerpo regulado, uni- formey en el cual el Estado, a lolargo del sigloxrx, tendra crecientes intereses, Partiremos contextualizando el marco historiogréfico del que se desprende la investigacion para luego identificar las relaciones en- tre las oscilaciones politieas y las instituciones educativas. Asi se lega- réa la parte mas extensa del texto, en Ia que se analizaré la cotidia- nidad escolar. + Bate trabajo es un fragmento de la tesina de Hooneatura que he presentado en Universidad National de Mar del Plata en dielembre de 1999. Quiero agradecer los comentarios ealizadoe en aquellaintaneia por los miembros del tribunal junto a fos efectuaios en distintasjornadas y cgresos. Enel mismo sentido, quiero sefa- lar las atontasy arstesascolaboraciones de Manuel Barris, Valeria Coli, Carlos ‘ven Hauvarty Victoria Cuenea, El constante apoyo de Angela Fernénder ba sido Fandamental, No silo en ru eardter de directora de mi tesina y de codirectora del trupo de lavestigaidn sino también com, précticamente, coautora de este trabajo. Por Gitmo, el respaldo obtenido por Ia Universidad Nasional de Mar del Plata me- dlignte la screditacin de una bees en investigacin como “estudiante avanzado" ha tid importante. todos, muchisimas gracias, irc) José Burtamunte ¥, Hemos utilizado distintas fuentes, en particular documentos de tn Direccén General de Bseeas del Archivo Histrisn dla Bove cia de Buenos Aires. Estos, por su heterogeneidad ~corresponden. cias, informes, listados de alunos, inventarios, reclamas entre los miembros de la comunidad educativa-, permiten abarcar una vari da temética y atraviesan puntos vineulados con lo econdmico, la vida material, las experiencias politicas comunitarias, entre otros. Procu, raremos contrastar y complementar estas fuentes con otras: actas de los eabildos, perisdicos de época, rogistros estatales, corresponden. cis, instrucciones a jueces de paz, filiaciones. Los procesos que se desarrollaban en los establecimientos educa tivos de la sociedad pampeana son los que abordaremos. Para ello, ‘en primer lugar, nos detendremos en los trabajos que preceden y acom, pafian el planteo del problema. EL contexto en el cual se sitia esta investigacién es la campasia bonaerense. Aludir a la renovacién que han tenido en los ultimos ‘einte aiios los trabajos referidos a esta problematica noes decir algo nuevo. Se reconocen como fundamentales ~y a su vez continuadores de una tradicién historiografica que se desenvuelve con el correr del siglo~ los trabajos que, hacia fines de los 70, realiz6 Tulio Halperin Donghi.' Luego, va entrados en tn década dal 80, co desorrollaron ‘numerosas investigaciones que enriquecieron el campo, explorando nuevas fuentes, reformulando interrogantes. Batre ello poete ake dirse a los trabajos sobre los modos de apropiacién de la tierra, la expansion ganadera, la reestructuracién agratia, las sociedades in. digenas, Ia situacién demogréfica, las estructuras ocupacionales, El 1 Vite Tl HapertaDrogh La expnsi hi La expan gander de a capa de Butnn ‘Aes (eo cui ela Tiara Den el, ou has ‘Buenos Aires, Jorge. Alvarez, 1969), Revolucién y guerra (Buenos Aires, Siglo Veintiu- smi atta i eer ‘na, México, Siglo Veintiuno, 1975). a tama aa 2. Bowe on numeront eo que odeamos citar cabe ' 0s car ake mensonar oe ratio den Cns Gln, ery nar Bo ite hes ste campata bce, 1700183 Ban Ae Dela os abs AN ii on nari 2 To 18 an Gta “Un rep oahc scam tle cnc nie eae . edu gues oer in salons” fen Desarrollo Reonmico, XX, 112, Buenos Aer, 1869), Garmechen ons toy rier hn em, DsP18h Poe ae "rontera ganadera y guerra con el indio (Universidad Nacional de La Plata, I il radi, Marinas Cato Jot Mats xp) Tere pean a sexes en fa campana boaorence Unteradnd Nesera dc Mn aa Po ne Haul Mandrin'y A Reguen cm) closest Chas sata a eae rural es Jmbito de lo social, particularmente importante para nuestro traba- jo.también ha obtenido un lugar relevante en esta renovacidn.? En el contexto aludido, la eampafa, centraremos los procesos re- Jacionados con lo educativo. La mayor parte de los trabajos sobre el tema fueron elaborados en los primeros cincuenta aitos del siglo XX. Bn sus perspectivas so discute la valoracién y el lugar de distintos procesos: Ia dominacién por parte de Espafia, la politica llevada ade- Tante por Rivadavia, las acciones de Rosas, Los argumentos desarro- Iiados al rospecto pueden llegar a ser realmente Ilamativos. Tal es el caso, slo por citar un ejemplo, de Abel Chéneton. Al hablar sobre la legislacion escolar, el autor notaba que no encontré “una sola disposi- cin referente a la educacion infantil. Pero no hay que deducir de faqu{ que esa omision obedeciera al propésito preconcebido de mante- ner en la ignorancia alos eriolls (.. no podemos sino felicitarnos de sa omisién que nos permitié hacer, en materia educacional, lo que hos parecié mejor" Bn otros casos, Ins diferencias con los eriterios fctuales son conceptuales o metodoldgicas. Buren de Sanguinetti a. rmé a su estudio “geologia social”, en la cual lo neurdlgico eran las “aniones moleculares”, Tal era el caso de la juventud, que estaba in- tegrada por “nobles eélulas”.* “a distancia entre estos planteos v los aue a nosotros nos intere- san es importante, pero también lo es el aporte de estos trabajos en nuestra investigacion. La tarea heuristica ali desarrollada es nota- ble. ¥, en varios casos, los andlisis son destacables, sobre todo los texios de Iglesias, Probst y Salvadores* ‘3. Amalia Latrabesse y Carlo A. Mayo, Sldados,cautivos y terratenientes (1796 1615) (Universidad Nacional de Mar del Plata, 1983) CA. Mayo, stanciay sociedad ‘en la pampa, 1740-1820 (Buenos Aires, Biblos, 1995) Ricardo Salvatore, “Recuta iniento mits, dsciplinamiento y proletarzacin on la era de Rosas” (en Bolen del Instituto de Histria Argentina y Amaricana Doctor Emilio Ravignani, 3 sri, 5, ‘Buenos Aires, 1992; J.C. Garavaglia,“Ambitos, vinclos y euerps. La eampana bo naerense de vieja coloniacin” (en Fernando Devoto y Marta Madero dirs, Historia ddelavida privada en ta Argentina, Pas antiqu. Dela colonia a 1570, tom i, Buenos Aires, Teuras, 1999) y C.A. Mayo; "La feonters,estidianidad, vide privada e ident- ‘aden Devatoy M. Madero [ies b. ct) 4.8. Chineton, La instruceidn primaria durante le époea colonial, Buenos Aires, Bi Dlotoen de la Socedad Argentina, 1942, vo. Xp. 4. 5. L. Buren de Sanguinetti, La inatrucion rimaria durante fa dominaciénespanota tel teritoro que forma actualmente le Replica Argentina, Buenos Aire, Talleres ‘Gritcos del Consejo Nacional de Eduacisn, 1940, pp. 12y 600, 6, Iles, Laercuelapablin bonaerense hast la caida de Rosas, Buenos Aire, El ‘Avene, 1946, y I. Bede, Laineruccinprimaria durante la dominacionespanola en “oss Bustamante V, En Ja segunda mitad del siglo xx disminuye la cantidad de inves. tigaciones que sobre el tema se efectiian. Fernando Barba se centro en el anailisis de lo instituido. Debenedetti y Biroceo focalizaron sus trabajos en casos puntuales (sobre las escuelas de Carmen de Pata- gones y de Morén). Schuzman se abocé al anélisis de la famil ‘Newland abordé Ia educacién en la ciudad de Buenos Aires, Naro- dowski desarrollé problemas historiogrétficos y vineulados con el sis- tema lancasteriano.’ ‘Todos estos trabajos, tanto aquellos vineulados con la campaiia bonaerense como estos referidos a la historia de la educacién, confor- man el marco historiogréfico desde el eual partimos. Sus lecturas nos han orientado, a veces respaldando, en otras marcando diferen- cias con el andlisis de los documentos realizado, Alo largo del periodo analizado es dificil precisar tanto las canti- dades de alumnos como de establecimientos en funcionamiento. Ello sse debe a lo poco sistematicos que gon los rogistros encontrados y, probablemente, elaborados para la campatia. Alo que debe afiadirse el hecho de que las actividades desarrolladas por un alumnoo por un establecimiento en una fecha lejos estén de indiear que al poeo tiem- po lo contintien haciendo, ‘Consideraremos ahora el niimero de establecimientos y su des volvimiento a lo largo del periodo. La directa asociacién de este desa- rrollo con las politicas a nivel macro ha sido un tema que en repeti- das oportunidades ha atrafdo a pedagogos e historiadores de la edu- el teritorio que forma actuaimente la Repdblics Argentina, ctado por A. Salvadore, "La ensenanza primaria y unverstaria hasta 18907, en R. Levene (it), Historia de ta Nacién Argentina, Benen Aires, El Aten, 1962, vol. Vi 7. Véose FE, Barba, “Bn tomo a le rglamentae de educsen primaria de Buenos ‘Aires, 1816-1816" (en 1 Congros de Historia dels Purblosd a Provincia de Buenas ‘Aires, 1977); Elisa Debenedett Carmen de Patagooesy In ensebanzaprimnria; 1821. 1881" (en I Congreso dela Historia de los Pueblos dela Provincia de Buenos Aes, La Pista, 1974, Volt; CM, Birocen, “La escuela en el partide de Morén entre la colonia y laa gverrascvile (1790-1828) (en Revista de Historia Bonaerense,¥, 1, Instituto iz ‘ério de Morn, 1999) Mark Sruchman, Order Family and Community in Buenos A= ‘res Stondford University Press, 1983), Carlos Newland, Buenas Aires noes pompas la ‘lucain elementel porta 1820-1860 (Buenos Aire, Gl, 1992), "La educacn ele: ‘mental en Hispancamérica one ilo XVI: permaneneiay cambio en un entorto elo: nial” (en Augusto Martinez Boom y N, Naradowski lop; Becuel, historia poder Mirades desde América Latina (Buenos Aires, Novedades Eduestivas, 1997, De Naro- ‘oval, éase “El ado ose. "Buscando deseeperadamente la pedagogi”n Frige- 0, Poggi y Korineldfeomps|, Constrayendl un saber sore el interior dela escuela, Buenos Aires, Novedades Edustivas, 1890); "La expainsin de sistema lancasteriano. Bl easo de Buenas Aires (en Anuari HS, 9, Tan, 1998 1 esovla rural a ceacién. A fin de enmarcar el proceso abordado indagaremos cémo fue esta relacién en el easo tratado “En Ia segunda mitad del siglo xvmt se encontraban funcionando ‘unas pocas escuclas. Se caracterizaban por su inestabilidad y su des- articulacién. Eran mantenidas en forma irregular por el Estado y la comunidad, dependiendo de acciones aisladas, ejanas a politicas sis- temiéticas, En algunos easos se obtenian recursos de impuestos apli- cados directamente sobre actividades productivas, en particular so- bre la tenencia de corrales. Las esculas que funeionaron en este periodo se encontraban ubicadas en la Villa del Lujén, San Isidro, Rineén de San Pedro y San Fernando de la Buena Vista. Este escaso fomento de la educacién se encontraba vinculado con el anhelo de organizar instancias burocraticas estatales y religiosas. Se explicaba en las actas del Cabild ‘Son infinitos los que viven en la campana que ignoran [..) ‘como no saben leer ni escribir por no haber en las parroquias ‘escuelas piblicas, donde le ensefien todas estas cosas tan esen- cals para vivir cristianamente, sguiéndose de aqui el no en- ‘contrarse sujetas aptos y eapaces de cumplir los empleos de {jueces, que reine la jgnorancia y que, por esta causa se aumen: ‘eal dasordan y las wirias [ante Ta que ne vesolvié enenrene) a Jos curas parrocos de cada partido estableciesen en sus respec- tivas parroguias, donde concurran los hijos de sus feligreses ceseuolas pablieas donde se les ensefien a leer, escribir y los principales rudimentoa de Nuestra Santa Religién.* En los afios que continuaron a la Revolucién de Mayo, las mas ‘répidas transformaciones se produjeron en los nombres de los esta- blecimientos: Ins “escuclas del Rey” pasaron a ser “escuclas de la Patria", Pero més importante atin fue la redaccién de los reglamen- tos, En ellos se instituyeron précticas, formas y métodos que, en lo inmediato, no se concretaron. A esta reglamentacién se llegé por la opinién misma de los preceptores. En 1810 se conformé una comisién de dos regidores que visitaron y formularon los problemas de las ins- tituciones educativas de la ciudad: “Han manifestado la convenien- cia de uniformar la educaci6n, y organizar un método sistemético, que generalmente se adapte y siga en todas las eseuelas”.* 8. Actas del Extinguido Cabildo de Ia Ciudad de Buenos Aires (en adelante, azomal, 14 ‘de noviembre de 1788, tomo 35, pp. 673.7 674 9, Tratado de as obligaciones del hombre (en Augusto Mallié [comp], La Revaluciin de Mayo a través dels impresos dela dpoc. Primera sri, Tomo V, 1809-1895, reco Jou Bustamante Con anterioridad a 1820, en los establecimientos de San Fernan- do, Las Conehas, Chascomiis, Lujan, Ensenada de Barragén, Morén, San Isidro y San José de Flores, se reflej6 la aspiracién de educar ala poblacién. Pero las limitaciones econdmicas, que no deberian existir por los fondos provenientes de las Temporalidades y de donaciones, continuaron. Las nuevas autoridades expresaban sus deseos de “lustrar a la repiiblica”, pero otras prioridades aplazaron esa necesidad. Bilo su- cede, por ejemplo, cuando dofia Josefa Carballo le formula una pro- puesta al Cabildo de Buenos Aires a fin de establecer una escuela de mujeres. El Cabildo acepté la propuesta, paséndole l informe al ad- ministrador de los fondos de las Temporalidades, quien “entona una Joa a Ia educacién y un himno a la libertad politiea, pero concluy opinando que la renta de Ia casa se necesita para gastos de guerra’. La militarizacién generada en la primera década revolucionaria desbaraté los anhelos de quienes consideraban Ia educaeién como ve- heulo que posibilitarfa evar las huees al pueblo. “Los jovenes |. traf dos por el brillo de las armas, quisieron ser militares antes de prepa- rarso a ser hombres", expresaba La Gazeta dle Buenos Ayres en 1810. Hacia 1820, las escuelas se encontraban bajo la regulacién do los reglamentos redactados poco tiempo antes. La supresin de los Ca- Dildos fue precedida por la designacion de un funcionario con atribu- ciones especificas en el ramo. Bste en primer momento respondia al Cabildo, para luego, con las distintas administraciones, estar subor- dinado al Departamento de Policia, al Departamento de Primeras Letras de la Universidad y al Gobierno de la provincia. Conjunta- ‘mente a esta estructuracién, marcada por la nominacién de personal jerdrquico y la insttucién de pautas, se conformé la Sociedad de Be- neficencia ¥ se impuls6 el sistema lancasteriano. La Sociedad de Beneficencia se aboeé a la asistencia de nifias por medio de, entre otras cosas, la radicacion de escuelas. El sistema lancasteriano se caracteriz6 por la posibilidad de ahorrar recursos. Bsto se debia a que un maestro multiplicaba sus resultados: en primer lugar jerar- uizaba a sus alumnos, les enseBaba a una porcidn de ellos mas ade- Jantada, para que luego éstos le explicaran al resto de la clase." in facsmilar, Buenos Aires, Cmisin Nasional Bjocutiva del 150" aniversaio| de a Revolucién de Mayo, 1996, 10.5. Iglesaa, La exeuala publica bonaerense hasta la cada de Rosas, Buenos Aires, El Ateneo, 1946, p. 76. 1, Hate sistema fe débilmente implantado en Ie eampada. Ello ee sums al curt perio en el que estuveasaclado aun elima politico que To alentase. Entre las opae- Ln escuela rural 19 Este conjunto de acciones generaron una multiplicacién de esta- blecimientos que hubiese sido insospechada pocos afios antes, En- contramos, por medio de distintas fuentes," datos de escuelas para varones en Lobos, Las Conchas, Rojas, Quilmes, San Vicente, Ense- nada, Morén, Magdalena, San Pedro, San Fernando, Baradero, Ca- pilla del Pilar, Exaltacion de la Cruz (Capilla del Sefior), San Nicolés de los Arroyos, Porgamino, San Isidro, San José de Flores, Villa del Lujén, Guardia del Lujén, Capilla del Monte, Ranchos, Merlo, San- tos Lugares, Salto, Arrecifes, Flores, Navarro, Chascomiis, Areco, Las Cafiuelas y Carmen de Patagones. Treinta y un escuelas, las cuales no conforman la totalidad, puesto que habria que afiadir aquellas dopendientes de Ia Sociedad de Beneficencia (que son bastante me- ros, segiin nuestros datos). Esto implied que en algunos poblados coexistieron dos instituciones publicas dedicadas a la ensefianza, Pero la “feliz experiencia” finaliz6 pronto. Luego de ella, hubo que esperar ‘unos treinta afios para que la voluntad politica se correspondiera con, las posibilidades presupuestarias. El desarrollo de las escuelas reconocié un impulso que, al menos, duplieé la cantidad de preceptores con relacién ala de curas.” Junto ello también se aprecia una radical separacién de ambos cargos. Si durante el perfodo virreinal un cura podia actuar como preceptor, ahora encontramos que ninguno lo hace. Aunque eso no implicé que se alejaran del Ambito edueativo. A principios de la década de 1830 las limitaciones presupuesta- rias influyeron en el ramo. No implicaron su desaparicién. Hay men- ciones de establecimiontos en lugares de la campafia a los que no se habia hecho referencia anteriormente y, en algunos casos, podemos asegurar que se traté de establecimientos que estaban abriendo sus ‘iones y los problemas que se generaron eabe consignar los de San Nieolés de los ‘Arroyos: “A mi arribo desta encontré todos mis alumne ena escuela del ex precpor ‘Vicente Rodrigu- eate fue mi antecaoe quien por ebio | vicioo se le destituye 1 Driv do tener au cargo nstrucon publica en la Republica este sujtocrculé la vor ‘entre os padres de mis alumnos desairanda el noevo metodo de Masoneshereges @¢ Jas niiosiban 4 etrasar en log de adelantar”, Otros problemas ge vineulaban eoa la ‘neficacia del sstems, snl expresado por lo propos precoptores tal eel eas en Baradero yen Sen José de Flore. Archivo Histirce de la Provincia de Buenos Aires, Direcen General de Breuel en adelante ll, D8), Legaio 5, Carpeta 478 y 442 12. Les datos que hemos construido sabre Ia base de los documentos de la Direeién General de Escuelas los hemos podide corrcborar luego con el halaago de un listado elas escuelas de campafa que faneionaben en 1826, Véase Blondel, Almanaguepo- evo» de comercio para 1826, Buonos Ares, De la For, 1968, pp. 60.71 18. Blo podemosestabloesrbasad on loc datas manejado por Blondel, ob. it 130 José Bustamante puertas, como los de Dolores y Ajé.“ Pero también de otros que, debi- doa las reducciones presupuestarias, no pudieron reabrirlas, por ejem- plo, el de Lobos en 1837. El contexto de esta situacién esta dado por lo que Carlos Newland denominé “pesimismo educativo”. Bl fundamento de este perfil lo da el mismo Juan Manuel de Rosas en las cartas escritas desde su exi- lio. Expresaba en mayo de 1872: En cuanto a las clases pobres, la educacion compulsoria, ime parece perjudicial,y tiranica. Se les quita el tiempo de aprender a buscar el sustente: de ayudar la miseria de sus Pédree: eu fisieo no ge robustace para el trabajo: se fomenta en élloe Ia idea de goces, que no han de satistacer; vse les prepara para la vagancia,y el erimen. Ha- blando de los ninos mimados de Roma, decia un poeta~ “No son estos los que han de salvar la Patra, sino los que apren- ieron & labrar la tierra™" En 1838, en respuesta a los problemas econémicos generados por el bloqueo, se anularon los gastos en edueacién. Newland explica que en Buenos Aires entonces se dio una “privatizacién” del sector y se traslad6 hacia el sector privado tanto la demanda como la oferta edu- cativa, Sin embargo, hay elementos que sugieren la continuidad de algu- nas actividades. En 1839, en Flores se concluyé la obra de una escue- Ja, dato curioso por lo extratio que resulta la construecién de un edi- ficio con ese fin -generalmente eran casas alquiladas o donadas-,* En Dolores, el juez de paz reiteré su deseo: “El que subscribe vuelve dar las gracias a Ud. por el empefio que toma en el fomento de este Establ.to"."” En el mismo afl, desde San Nicolés se reclamaban seis- cientos pesos por el alquiler de una casa-escuela."* En Quilmes, San Antonio de Areco y Exaltacién dea Cruz se continué con las activi- dades, retomando las précticas anteriores a la accién rivadaviana, 1M. ANPBA, DCE, Legajs 10 y 13, arpetas 824, 827,883, 945,979,988 953 18.dIM. de Rosas, Cartas del eiio, 1859-1875, Buenos Aires, Rodalfo Alonso, 1974, pp. 170-171. Legajo 17, Carpeta 1245, Legaj 16, arpeta 1216. Legaio 17, arpeta 1251, ct, Lgajo 16, Carpetas 1221 y 1222. Véase también C:M. Birvaco, ob cit, ta esoela rural 131 Estas actividades en su conjunto reflejan, exceptuando algunos casos, un retroceso por parte del Estado. Proceso que puede simboli- zarse con aquello ocurrido en San Isidro o con lo acontecido en Las Conchas en febrero de 1840. Alli el juez de paz informé que “el pre- ceptor se ha fugado desde ya hace un afio y q-¢ los utiles q-e queda- ‘on estan guardados pues no hay quien quiera ocupar el cargo”. En Ia década de 1850 encontramos un retorno a la correlacién posiliva entre una politica estatal y un presupuesto acorde a ella, ‘Los establecimientos que reabrian sus puertas eran numerosos. Al- ‘gunos de cardcter privade pasaban a manos del Estado. Maestras, ahora s{ en su mayorfa mujeres, notificaban su voluntad de ejercer esa actividad. El registro del Estado de Buenos Aires de 1857 sefiala aexistencia de cuarenta y dos escuelas para varones y otras tantas para mujeres (de la Sociedad de Benoficencia).* Acompaiiando y supervisando estos reacomodamientos encontra- ‘mos comisiones examinadores que llevaban adelante recorridos por Jas distintas escuelas de la campaiia, En estas inspecciones se pre- miaba a los alumnos que asi lo merecian. Junto a ello, se inspeccio- naba el normal desarrollo del sistema."* asada la primera mitad de la década, Domingo F. Sarmiento fue designado inspector de las escuelas de campaiia. Y, desde all, co- ‘menz6 a llevar adelante sus politicas de educacién popular, en las que la iniciativa estatal tuvo un papel protagénico, De este modo se redefinié lo que se entendia por escuela publica. Esta ya no era la scuela comunitaria sino la escuela estatal. Y el maestro, los vecinos y los curas no controlaban la totalidad del proceso escolar sino lo relative a los aspectos que determinara ol Estado La situacién descripta nos enmarca en cl andlisis que continta: la ‘vida escolar. Al detenernos en la enumeracién de establecimientos 20. arma, Doe, Lognjo 17, Carpota 1265, 21, Registro Brtadistcn del Extado de Buenos Aires, 1857, Tomo t, mprenta dela ‘Tribuna, Buenos Aires, 1858, pp. 73, 121-124. Los estableeimionts all eansignadas ton, toxtualmente escuela de campata”, aunque el carter de esta ubicacin seria, ‘algunos casos dieutble (ome laa de Barracas y la Boca del Rinchael) 22. ARPBA, UGE, Lagajos 24 y 44, Carpetas 1987, 1988, 1940, 1947, 8636, 3623, 3625, 8626, 9648, 8651, 3658 y 9657 ja" (on Frigerio, Poggi y Kornfeld [comps ob. cit) All se expresa que st pao secaracteratparque, econtinuacia, el maesico ya no controlar la totaled {el proceso eacoar, sin dll elativo a Ia enseianza, Nosotros consierames, com we Aoxarrollara mas sdelante, quo ello seera una importante cantidad de decsiones que ‘pasin por manos de os maestros junto ous cectares dela comunidad me José Bustamante ¥. hemos podido vincular su desenvolvimiento con Ias politicas estata- les, En tal sentido se han advertido cambios simultaneos entre lo eclucativo y lo politico: los problemas presupuestarios del perfodo re- volucionario, el sistema de ensehanza mutua y las politicas rivad vianas, la idea de un “pesimismo educative” y su correspondenci con el gobierno rosista. Estos cambios correlativos no son suficientes para dejar de lado la falacia de covariancia* En razén de lo visto podemos seflalar que son numerosos los elementos del ambito eduea- tivo que no se modifican al ritmo de lo politico: el papel protagénico de la comunidad (que perdi lugar en favor del Estado durante la “feliz experiencia” rivadaviana), la constante fragilidad de los esta. blecimientos, la continuidad institucional que marean los reglamen- tos de 1817 (continuidad eon relacién a las précticas precedentes ya Jas que se tomaron hasta finalizar el perfodo rosista). ‘Se ha aludido también lo que a atafie ala ubieacidn de los estable- ‘cimientos. La vinculacién de éstos con la frontera es directa. Pero en tun sentido particular, pues sin duda los avances en los margenes fronterizos realizados por otros sectores son bastante mds acelera- dos. Tan s6lo en los primeros afios del siglo XIX los establecimientos se encontrarfan en la zona cercana a la linea de frontera, para luego desplazarse a ritmos diferentes. Es entonces necesario advertir que ‘encontramos una frontera escolar diferente dela “civil”, por amarla de algtin modo. La frontera escolar estaria marcada por grados de sociabilidad que no tienen por qué presentarse en aquella frontera civil ~de blandengues, indigenas, mereachifles-, pero que son im- prescindibles para el desarrollo de Ia actividad que aqui nos intere- ssa, Estos grados de sociabilidad se reflejan en distintos elementos. ‘Almenos uno de ellos se desarrollaré a continuacién con detenimien- to: los intereses en comiin de estos pobladores. Este contexto, junto a aquello referido a lo historiogréfico desa- rrollado anteriormente, se tomard como punto de partida y eontraste en el andlisis que continda. Alli se aludiré a los elementos que no 24, Consiste en predeterminar variaciones en los nveles educativos por modificaio: ‘es en las estructaras politicas a nivel macro, 25, Maurice Agulhan hace referencia ala socabilidad “como la aptitud de viv en lrupes yconsolidar los grupos mediante la eonattuein de asoeicionesvolntarae [sos procesos tondrian earacteresformaleseinformales sen ts les casos, se Adrian vincular la cociabilidady la asoeineién con In eonciencia politica M. Agulhaa, "Clase abreray sociabilidad antes de 1848", en Historia vogaburida, Btnoogtay pole ‘ica en la Francia contempordnea, México, lastituto Mora, 1994, pp. 4-85 La escuela rural 133 presentan demasiadas variaciones entre el perfodo virreinal y me- diados del siglo x1 en el terreno de la educacién en primeras letras, ‘Son rasgos que, mas alld de los vaivenes politicos, no se modificaron sustancialmente: las condiciones de las escuelas, las formas como eran administradas, los actores que en ellas participaban, los conte- nidos ensefiados, entre otros. Podremos asi reconstruir la cotidiani- dad de la ensefianza en la gestacién del sistema escolar La administracién de las escuelas en el perfodo analizado puede dividirse en dos etapas. La primera estuvo earacterizada por la cen- tral injerencia del Cabildo. Este comenz6 a delegar atribuciones $0- bre el ramo, con anterioridad a su disolucién en 1821, Con esa dele- gacién de atribuciones se instituyeron dos ambitos de control: uno Tocal y el otro “provincial”. Las actas del Cabildo nos permiten reconstruir las caracteristicas desu administracién. En los afios que preceden alla Revolucién de Mayo, Jas acciones capitulares se vincularon con aprobaciones de radicacién de establecimientos en la campafa. Las acciones més espeetficas se relacionan con la acreditacin del ejercicio de algiin maestro. Al desarrollarse la primera década del siglo XIX, paulatinamente se pudo apreciar un progresivo aumento en el interés sobre el tema por parte de diferentes gobernantes. Se expresaba en enero de 1812, “Teniendo en consideracion los SS q el progreso de las ese. de educa~ cion publica depende en una parte muy principal del celo que sobre ellas debe tener el Ayuntamiento”, se pas6 a nombrar visitadores para que las controlen.* Pero otras de las caracteristicas del periodo fue la imposibilidad de Hevar adelante lo expresado en los diseursos: 0 por deficiencias en los recursos que implicaran, por ejemplo, la im- pposicién de derechos sobre los corrales-o por el desarraigo y falta de ‘recursos que tenia la institucién en la campafia: “Trataron los SS sobre las trabas q se presentan 4 la educacion publica de resultas de no haver facultad en el Ayuntamiento para aprobar los arbitrios y pensiones voluntarias que se imponen o quieren imponerse los parti dos y pueblos de la Campafia para el sosten de las escuelas de prime- ras letras" La administracién de las escuelas comenz6 a unificarse a inicios del siglo x1X. En ese momento se redactaron una serie de reglamen- 26, anc, 1812 1813; AGM, Impresiones Generales, 1928, Buenos Airs, Sere 1, ¥ Libros {xv a LxIE, pp, 96-97, 199, 458. 27. arcu, 1820 a 1821, ac, Improsiones Generales, 1928, Buenos Aires, Sere 1, 1, Libros Leva a LXxV, pp. 827 y 398, Laescucla rural a 1m José Bustamante ¥, mitfan que sus hijos asisticran a las clases. Pero esta junta también podia ser puesta en entredicho por parte del maestro y de los vecinos. ¢Qué es lo que debfan ensefiar los maestros? Los reglamentos se remiten particularmente a los valores y a las conduetas: el eumpli- miento de los deberes, la “diferencia de linajes”, el cuidado con los insultos, la posibilidad de expulsar a algtin nifio “incorregible”, la inasistencia excesiva. Es sugerente del tipo de establecimiento al que ros estamos refiriendo el articulo decimosexto: ‘Si faltase algiin nitio ppor tiempo considerable por culpa de sus padres, se le excluiré de la ‘escuela dando cuenta [a la junta y la Inspector General)”. Estos son algunos de los elementos que se destacaban en lo regla- ‘mentado.” Seguin Barba estos reglamentos entraban en uso y destiso con cierta rapidez. ¥ eso fue lo que ocurrié entre 1816 y 1818. Pero esta irregularidad no se corresponde con las continuidades que se advierten en las practicas cotidianas. Nos detendremos, en primer lugar, en reconocer el tipo de relaciones desarrolladas entre los miem- bros de las juntas, los maestros y los vecinos. En 1830, el preceptor Joaquin Lapuente enumeraba problemas ¢ inconvenientes en la escuela en la que ensefiaba. El preceptor con- vencio al juez y a numerosos vecinos de llevar adelante una suscrip- cién, sein la cual se podrian juntar entre seiscientos y antacientoe ‘pesos, suficientes para componer la escuola antes de la legada del invierno. “Se lo hice presente al indicado Juez y se determino éello, cité ajunta; y ge. sucedié ge. habiendo propuesto el juez esta determi- nacién nuestro buen Cura Robles se opuso fuertemente", proponien- do que se le pase el parte al inspector y que, en caso de ser necesario, se corrara la escuela en invierno. ;Cuales eran los motivos de Ia opo- sicién? Seguin la perspectiva de Lapuente, “mientras Robles esté de cura y miembro de la junta y Lauriano Ayala tenga escuela-particu- lar nada se consigue a favor de la del Estado”. Es que Ayala, ademas de ser el sacristan de la iglesia, era su ahijado.” En otro caso, en Las Conchas, se contraponia la figura del juen de paz con la del maestro, quien fue apoyado por un canjunto de veci- ‘nos. El juez de paz decia “q.c el maestro de la escuela de este pueblo, se abandonado enterame.te entrogandose atodos los vieios, el no se eva sino embriagandose en la Pulperia y después va a castigar alos tos a partir de los que se do cierta homogencidad a las escuclas. Con estos reglamentas las escuelas continuaron bajo el control de los ea. bildos, pero se delegé parte de su responsabilidad en las Juntas Pro. toctoras. Ello sucedi sélo en la campata: el parroco, el juez de paz y algunos vecinos sirvieron de intermediarios entre las escuelas y la administracién central. Los reglamentos de educacién redactados entre 1816 y 1818 han sido analizados por Fernando Barba. Estas fuentes, ademas de brine dar un marco acerca del gobierno interno delas escuelas y dela ense- fanza, logran recrear “imagenes de los usos y eostumbres, tanto de Jo educativo como de la vida cotidiana’.® En ese sentide veremos cémo se debia organizar y desarrollar un dia escolar. El preceptor oel maestro recibia la autorizacién dela administr cién central de abrir una escuela en el pueblo en el que se encontr ba. Presentaba este documento ante una “junta inspectora 0 protec- tora’. Esta le entrogaba el establecimiento e inmediatamente, junto fal maestro, se redactaba un inventario con los itiles existentes B] macstro y su familia podfan ocupar un euarto del estableci- miento. Acondicionaban el aula, se le remitia un parte a la adminis: tracién central en el que se indicaban los titles necesarios y seinicia- ban las actividades. Las clases debfan desarrollarse en “doble turno”: un par de horas por la mafiana y otras tantas por la tarde: “En verano desde las 8, hita, las 12 del dia i por la tarde desde las 8 hta. Ia 16. En invierna desde las 8 ta las 11 i por la tarde desde las 2 ta. las 5", Todos los dfas habia clases, excepto los jueves. Los sabadbos se haria particular hineapié en el eatecismo y los domingos se participaria de la misa, Los cursos se dividtan sogtin el “color” de los nis. Aquellos “de- centes” eran reprendidos en caso de menospreciar a los de “color’. Pero por ningiin motivo podian ser castigados o azotados, asi como ‘tampoco se les podia eneomendar la realizacién de tareas que no fue- ran las apropiadas a la vida escolar. El maestro debia abstenerse de recibir rogalos u obsequios impor- tantes de os padres. Tampoco podta distinguir a un ni por los “in- fiujos o comodidades” de sus padres. No podia vender los titles que tenia a cargo, por lo que al dejar su puesto debia confeecionar un inventario similar al realizado al tomar el puesto La junta inspectora celaria por el buen desemperio del preceptor, colaborando, en particular el juez de paz, cuando los padres no per- 29, rus, nc, Lega 1, Carpeta sin $0, Hemos enantrado referencia ndirectaa a otros reglamentos acre de “bnjada Ae i maesrs al ciudad” yoy “periods de vaceone 31. sens, nce, Lega 8, Carpe 76 136 oss Bustamante a escets rural wt nifos de un modo tan torpe q.elos padres hanvenido aponer sus que- nidad educativa, Tal atencién,en una sociedad en la que el Estado se Jas”. Aello continuaba una nota, firmada por alrededor de una doce. fencuentra tan mal acomodado, resulta signficativa na de vecinos, en Ia que expresaban; “Nosotros que por el adelante, ‘Los patrones edilicos de los establecimientos analizados tenfan miento y felicidad de nuostros hijos debemos ser fielesobservadores cearacteristicas similares a las del resto de las construcciones de la de aquel, y de estos, jeomo es posible que no haya llegado 4 nuestra campatia, Los pedidos efectuados a fin de componer tales frégiles noticia sus extravios conforme palpamos la mejora extraordinaria en fstructuras son los que brindan detalles de sus caracteristicas, En ‘sus alumnos? Sabemos a que punto llega la sensibilidad de VS. en 1828, desde Capilla del Pilar, los miembros de la junta informaban este asunto: sabemos el incesante cela le su espiritu por el bien dela acerca “del deplorable estado en que se halla la referida escuela por juventud”** falta de composicién formal, y hallandose en el peor estado, por ame~ En Baradero el cura de la parroquia le recriminé al maestro a raza de rina, y toda se Ilneve por estar Ia mayor parte de ella venci- cargo de la escuela su publicitada aficién a la bebida. Luego explica- da en las paredes, y el techo se haya desecho, por lo que no vienen ba que “en vista de lo expuesto y de la dificultad q-e comunm-te hai muchos nifos por esta causa’.* Eran ranchos con tna o dos piezas, de encontrar un Preceptor de buenas cualidades q-e quiera salir a Lanecesidad de componerlos continuamente hace referencia ala fra «estos destin-o ol g-¢ subscribe se toma la confianza de proponer para gilidad y a la continua falta de mantenimiento, este Empleo 4 D-n Mateo Musios recid-te on osto Pueblo’ ® Por au ‘A pesar de esta situaeién prevaleciente, hay casos en que se ob- parte, el juez de paz defendi al acusado, pudiéndose notar que, en servan buenas condiciones edilieias. El establecimiento de Ensena- definitiva, la ocupacién del cargo se corresponderia can el accionat da era uno de ellos: “Son cuatro piezas dirigidas al destino de dha. de las rodes de fideldad de no w otro de los protagonistas. Bl con Escuela, Una sola para la ensesanza de los Nifios, Un cuarto para flito se resolvié en contra de los intereses del cura, quien al adver: penitenciarlos como es de necesidad. Otro cuarto para vivienda del tirlo expres6 que el juez de paz no tenia antecedentes “relativos al Preceptor; y otro para alojamiento de la Persona sirviente de cumplim-to de su deber, y soln nor In arhitrariedad con qe quiero ho, Preceptor. Estos casrtos se encontraban comunicados al exte- proceder prevalio de la autoridad para satisfacer sus pasion's ba. rior por una puerta desde la pieza principal. Estas condiciones, qui- jas, 6innobles* 24 optimas, feron advertidas por el gobierno, ante lo que se preten- Estos procesos nos brindan un panorama de la administracién iS ubicar en una de sus piezas una oficina para la subdelegacién de evada adelante por as juntas, Pero estos actores también interve- Ja Marina. La junta yen particular el preceptor interpusieron cuan- nfan en los conflictos desatados eon anterioridad a lo instituido en la to recurso estuvo a su aleance a fin evitarlo, Se explieé “que por década de 1810, o que se refleja en algunos de los procesos recogidos ningiin motivo puede tener ingerencia ni aun la menor relacién con en las actas del Cabildo. En todas estas intervenciones, si queremos: una Escuela nada menos que de Nifios que por su naturaleza deben pensar quién llevaba las de ganar, debemos considerar a los vecinos. estar separados para su respectiva educasion de toda clase de con- Cuando actuaban, sobre todo cuando se nucleaban varios de ellos, taste que sea capas de perturbar el orden necesario” solian ser determinantes en sus decisiones. Estas interrelaciones, En algunas ocasiones los establecimientos posefan una habita- estos conflictos, revelan un seguimiento de las actividades educati- cién para el maestro. Las autoridades reconocian las ventajas que la vas, Un control del que participan los distintos miembros de la comu- generalizaciin de habitaciones para el preceptor y su familia aca- rreaban: “poniendo en conocimiento al Sor. Insp.or gral. no haber habitacion p-a el maestro ni haberla habido desde su fundacion, aun- 82, ANPBA, Dok, Lagnjo 8, Crpeta 724. Rate caso, eset ford voantad de ln que es de absoluta nevesidad elq-e el maestro tenga su habitacion en ‘eins, atta una dolns hipstesis de A Salvares, Sen al alien el pore su propia escuela por que al juicio de los encargados ademas de ser “vadavinns “Lon juees dep inponian uvolunta depute Ge ncn de pra anciaen las eeutas dela capa, ante lou el Rector slit ln separactn del Departamento de Primera Later” A Salvaoey, La ensehane primera ane sara hasta 180," 900, 13, Aura, uc, Lega 5, Carpeta 738 25, ANPRA, D0, Lega 5, Carpet 40 2H. Aa, Lega Carpet 4 36, arb, Da, Loess 8, Carola 77 o26 Bustamante ¥ ventajas que la experiencia ha hecho conocer pues de ella se lograria una completa asistencia del maestro a toda hora’.*” Los establecimientos eran, por lo general, alquilados. Las com- ppras de edificios eran muy escasas, Si, en cambio, se hacen referen- cias a donaciones 0 construcciones -eneargadas hacia 1825 por el ‘gobierno de Rivadavia- y a refacciones y reparaciones, Las refacciones llevadas adelante, previa presentacién de uno 6 varios presupuestos por ingenieros o albafiles, fueron esporddicas, sobre todo con relacién a la cantidad de pedidos efectuados. En la mayor parte de los casos el preceptor, a veces junto al resto de la ‘comunidad, era el que realizaba esfuerzos a fin de continuar con las actividades. Estas caracteristicas se manifestaron, por ejemplo, en el establecimiento de Pedro Cuenca. fl decidié acelerar los tramites de recomposicién de la escuela intercediendo él mismo ante el ins- pector, ¥ no por medio de la junta. El maestro explicé que “como mi familia, y todos los nifios padecemos las timedades, y no la Junta’, 6sta no colabora. En otro easo, en Chascomtis, el preceptor nota so- bre la junta “q-e os lo mismo q-e si no la hubiera por g-e no propor- ciona ventaja ninguna para la Escuela, para dos escobas q-e pedi para barrer la me digeron q-¢ no las habia y tube que balerme del recurso de decir & los nifios q-e cada uno tragere un real y sala asi pude comprarlas porg-e estaba la dha. escuela q-0 no so podia en- strar de basura”.® En este contexto se destaca el suceso acaecido on la Villa del Lu- {én en marzo de 1828 cuando Pedro Guyon reclam6 al inspector 347 ‘pesos y 5 reales invertidos en concepto de gastos, puesto que el 2 de diciembre de 1827 se le aseguré que el dinero estaria para “la com- postura de la pieza interior q-e se amenazaba eaerse, la sala y aun. parte de la escuela, pues q-c todas las piezas estaban inavitables seg.n q-e la junta lo acredita y -e es notorio. Con este motivo ha- biendo pasado ya tres moses sin parecer el dinero, q-e sog-n el S-or Inspect-or pp-o debia estar ya en poder de esta junta Inspet.or [..] se ‘me abonen los gastos pues con ese conocim.to lo hé hecho. Advirtién- dole también q-e seg.n la compostura echa resta recorrer el techo de Ja escuela y la sala, hacer nueva Ia puerta principal y blanquear Ia escuela”. 87. MPRA, DAE, Lega 5, Carpota 464 88, PBA, DCE, Lega 7, Carpota 658 99, ALIPBA, DoE, Legaj 8, Carpeta 715, 40, alIPBA, Dae, Legajo 5, Carpeta 45, an ecuela rurel 139 Ademas de aquellasinversiones importantes ~alquileres, sueldos, ‘tiles-, habia otro tipo de gastos: el preceptor, su familia y los alum: ros invertian importantes energias en la continuidad del proceso. En Chascoms, “Ia escuela no le falta mas que techarla y blanquear- Ja [..] de modo q.e por q.e no se me atrasen los nis, y estar dos meses de balde he tenido q.e poner la escuela en las dos piezas de la casa q.e yo habito y qe apenas me caben los nifos y mi familia la qe se pasa a una pieza de al lado mientras estan en la escuela; buscan ‘una mesa prestada y con otra q.e yo tengo he conseguido el que escri- ban y que cada una tragere una silla para sentarse y todo de ese modo puedo tener escuela qe de otro era imposible”.* Hlemos encontrado varios registros que certifican ol cumplimien- todela redaccién de los inventarios de tiles, ealizados con el fin de que no fueran vendidos por los preceptores.*? Veamos un inventario completo realizado en San José de Flores de noviembre de 1828 por ‘José Lopez. [RAZON INDIVIDUAL DE LOS UTILES QUE SE HALLAN EXISTENTES EN LA [ESCUELA DE S. JOSE DE FLORES LOS CUALES HAGO ENTREGA FORMAL ASU RECEPTOR ULTIMAM-TE NOMBRADO D. JOSE M-A SANTERBAS HOY DIA DE LA A. YES COMO SIGUE- ‘Una imagen en cuadro titulado S-n Nicolas. ‘Una mesa con su eajon y ave Un tren compuesto de. mesas con sus 7. bancas a Dos baneus grandes q-eforman grada. ‘Tres pelfrichas. ‘Una resma papel blanco. 24, Catecismos. 24. Carll, 12 libres, 8. id Gramaticas 10, tinteros, 2. Lapizeros. Una poreion de pedazos de pizarras. Una cruz de madera grande. S. Jove de Flores Nov-e 13 de 1828: ent, 41. auPHa, pce, Legnjo 8, Carpeta 716. 42, Blartflodecimoctavo de los raglamentos expresa:"Serécasigado tro diee alguno de los utiles ¢- tiene & su cargo eomo son libros papel & ‘i, Legajo 1, Carpeta wn. 48, auPHA, poe, Leenjo 7, Carpota 678, J Bustamante ¥ En este inventario se enumeran los elementos que caracteriza- ban a las escuelas: bancos, papel, tinta, textos, pizarras (habria que nadir un objeto que por lo general nunca falta, las palmetas). A fin de reconstruir la cotidianidad del aula, senalaremos los distintos tti- les e instrumentos mencionados. En los alrededores del estableci- miento se encontraban pozos de agua, con sus correspondientes bal- des y sogas para tomar agua. BI aula estaba conformada por colgado- res y perchas (para la ropa, para los titiles?), campanillas, semi- treulos de hierro, muestras para los pasos, afajias,*listones con cla- vitos para colgar las muestras, imagenes para las paredes, eseobas, plumeros. Entre los bancos y las mesas eran mencionadas diferen. ciaciones segun correspondieran para el uso del maestro ode los alum- nos. Suele sefialarse que la del preceptor tenia un “eajén con lave", generalmente estaba sobre una tarima y tenfa una baranda. Las de Jos alumnos solfan ser de “madera de pino” y se estropeaban con no- table rapider. En algunos casos se mencionan “sillas para el Zorro”, presumiblemente de eastigo. También habia cajones 0 bancos “para la arena". La existencia de pinceles, aplicaciones y alisadores, todos cellos “para la arena’, nos indica su utilidad: alli se ejercitaban las primeras précticas de escritura, Entre los materiales de los alummnos se enumeraban cortaplumas, pautas, cuadernos, plums, pizarras, tinteros, telégrafos,” pinceles, 14pices, reglas, lapiceros de hojalata, tablas, tablillas (de aritmética, mayisculas, dictation, lectura, para leer, contar, escribir), Entre aque os que serfan exclusivos de uso del maestro, se encontraban actas, registros de entrada y salida de los nifios, por un lado, y palmetas y punteros, por el otro, Se puede ver que estos utiles de uso exclusivo de maestro se vinculaban al control o al disciplinamiento.*® Entre los textos y los impresos se hacia alusién a los siguientes: 45, El telégrafo seria una “tablita apsizads en donde, a dstancia, con signos conven ‘ionales el maestro daba las renee als inepectore y monitors, en la tarcha del prendizaje’, segin F. Larroyo, Historia comparada de a edacacén en Mexico (Me ‘eo, Porréa, 1947, p. 165) Esta cal Gnicndeseripciin que hemos encontrado del tlé- raf, Sogn ella, seria posible vincularlos con el sistema de ensefaza mutus, Peo «lle contrapone con que en nuestros intentaros se mencionan desde cuatro hasta, echo “teldgrafes” en ua misma establecimiente Si era un instrument utlizado por el restr emo dice Larroyo, para qué se nectsitaban tas eantidedes? 46, No einostomado como ee de andias el proceso de indvidualzacén que acompa- fala formacién de wna sociedad daeiplinaia,Pademos considera, sin habernosdete= nid lo sufcente ene problema desarollade por Michel Povraul que ls disipinas La escuela rural Ma abecedarios, letras, catecismos, cartllas, catones de San Casiano, coleeciones (de lectura, de sagrada escritura, del nuevo método de Isetura, de aritmética, de distintos grados de dificultad, de dictation, de todas las reglamentaviones de escritura), catecismos de Astete, compendio de gramatica y de ortogratia, “Obligaciones del Hombee Decente”, érdenes de la formacién de letras, gramética eastellana, pliegos (de lecciones, que contienen las listas de clases, silabarios, rmuestras Las ediciones de la Imprenta de Nifios Expésitos dan una idea de lo que se edit6 eon fines educativos: cartillas,tablas de contar, cate- cismos (de distintos tipos y autores), coloquios entre dos nics que van a la escuela, aritméticas. Estos textos eran distribuidos en for- sma gratuita a los nifios pobres. Los hijos de padres pudientes debian comprarlos (jhabia posiblidades de hacerlo en la eampafa?). Alas esouelas de campatia se los mandaban junto a otros utiles; los nifios debian usarlos y, cuando finalizaban o abandonaban la eseuela, de- bfan dovolveris. Conocemos el contenido completo de dos de ellos: el Catén eristia- no catecismo de la doctrina eristiana y el Tratado de las obligacio- nes del hombre. Bl Catén, editado por primera vez en 1495, eomienza con enseftanzas religiosas: el avemaria, el credo, los articulos de fo, Jos mandamientos, los pecados, entre otros. Kn tuno de los fragmen’ tos que continia, se develan los “misterios de la religién” mediante tun didlogo. La parte mas extensa es el “Tratado de la buena crianza de los nifios”. All se seftala el modo en que deben desenvolverse los nifos desde que estén “dispertando”, hasta el momento de acostarse Todas estas acciones estn contextualizadas en las actividades que debe desarroliar un “buen cristiano”. Por ejemplo, en el tercer capi tulo ve expresa: “Cuando saliere de casa dérmese con la sefial de la cruz, y lleve en su compafia al Angel de su guarda, y Santo de su nombre, rogéndoles Ie libren de todo mal. El ir por ia ealle sea con modestia, la capa no caida ni debajo del brazo, Bl rostro ni muy dere- cho ni muy bajo. No vaya arrastrando los pies, ni haciendo mudan- zas como danzante”, Las éltimas hojas son una ‘Protestacion de Ia 4", a fin de que el “nifio Cristiano se acostumbre a esta devocion desde su tierna edad’. El Tratado de las obligaciones del hombre fue escrito por Juan Bsciquiz (1762-1820). Bsté dividido en dos partes: una trata sobre no han gjustado todavia sus mecaniemas. La sociedad ls evade con cierta facilidad y al Estado no parece interesarle demasiade,Véase Michel Foveaslt, Vilar yenstgar, ‘naciniento de a prisn, Buenos Aires, Siglo Veintune, 1998, ua José Bustamante ¥ las obligaciones (con Dios, con uno mismo y para con los dems), la ‘otra son reglas de urbanidad. La parte més extensa es la dedieada a las “obligaciones con uno mismo”. Alli se aconseja a los nifios, entre otras cosas, “desechar los ridiculos miedos que en su tierna edad les inspiran las viejas y mujercillas; como son el temor a los fantasmas, las apariciones de los muertos, las brujas y duendes y otras cosas semejantes, seguros de que si Dios permite alguna ver alguna apari- cién, como la de Samuel a Sadi, es un caso extraordinario, y aun en este no se debe temer”. Entre las reglas de urbanidad se sefiala que “hemos de ir siempre peynados, y tener la cabeza limpia de los as- querosos insectos que suelen criarse en ella” ‘Tanto en el Catén como en el Tratado de las obligaciones de! hom- bre el eje principal es la ortodoxia cristiana. En un segundo término, aparece la ensefianza de costumbres, Larelacién entre estos tities e impresos y las eantidades de alum- nos fue analizada en San Antonio de Areco, en 1829. Luego de un podido de itiles, el preceptor expresaba: “Urgen estos titles, pues los nifios ya son 88, y quiza asciendan a otros tantos, hay algunos algo aprovechados, y me serd sensible, que la falta de utiles, soa un tro- piezo para sus progresos”* Igual situacién present6 en el afio si fguiente el mismo preceptor, Pedro Domingo Fresco, indicando que las veinticuatro cartillas que tenia estaban en mal estado, por lo que no podria satisfacer las nocesidades de los treinta ~de un total de treinta y nueve alumnos— que habian dado principio al estudio dela misma. En el didlogo que se entablé entre el inspector general y uno de los preceptores, éste expresé que su “nota oficial” no lo complacta, pues allfdecia que se habian mandado los ities “lo cual era cierto-, pero no se le habrian enviado los més importantes. Sefialando en el conjunto de estos ultimos la necesidad de que le envien tinta.* O bien como se ‘manifests desde Ranchos, hacia 1830, “hay poco mas de tres meses que empezaron a escribir porque el demés tiemps anterior, no hubo tinta; plumas, ni pap." Eldeterioro de los itiles puede apreciarse a partir de dos inventa- ros de un mismo establecimiento en dos momentos distintos. Fue en la escuela de San Pedro, que pasé de manos de Amuedo a Calderén. Dieciocho bancos mencionados por Amuedo dentro de los utiles en 41. Citado en F.Larroyo, ob. et, pp. 109-110. 48, anna, Dar, Legajo 7, Carpet 679. 49, AHPBA, DOE, Legajo Ty 8, Carpota 679 y 699. 50. AHPBA, DGE, Legajo 8, Carpota 716. a escuela rural 45 buen estado aparecieron un mes después en condiciones “irrepara- bles", Por otro lado, no aparecié ninguno de los numerosos textos impresos que tenia Amuedo.** Los textos eran una parte importante de los utiles de las escuelas: ‘el Cat6n, el Tratado de las obligaciones del hombre, el texto de Aste- te, el de Fleury y los manuales de la naturaleza. Ellos son encontra- dos a lo largo de todo el period, Estos textos, junto al resto de los ‘tiles, solian ser proporcionados desde la Capital. Pedro Fresco soli- cité “algunos libros del catecismo de la Naturaleza, los q.e segin me parece he visto en otras Escuelas”.* Este pedido de uitiles, ademas del mecanismo caracteristico, nos revela un indicio acerca del posi- ble contacto 0 relacién entre los maestros. ;Hay alguin tipo de redes centre ellos? Pareceria que no, pues éste es un dato que no se repite ni se percibe en el resto de la muestra, ‘Los hombres nombrados maestros o preceptores no suelen tener rningtin tipo de orientacién profesional. Esta era dada por la expe- riencia y la eventual preparacién en los cursos brindados en el perio- do rivadaviano, Son hombres que pueden estar acompaiiados por un ayudante. Las mujeres como macstras no tuvieron una injerencia importante hasta la creacién de la Sociedad de Beneficencia en la década del 20. La etnia de estos hombres no suele ser mencionada, por lo que no la podemos considerar un factor condicionante El parroco como docente se destacé, particularmente, en el perfo- do prerrevolucionario, Luego el cura fue encontrado como miembro dela junta. En las actas del Cabildo se hacfa referencia a las vincula- cciones que, en el perfodo virreinal, tuvieron los curas con la educa- cién: “Son infinitos los que viven en la campafia que ignoran [..] como zo saben leer ni escribir por no haber en las parroquias escuelas pu: blicas, donde le ensefien todas estas cosas tan esenciales para vivir cristianamente, siguiéndose de aqui el no encontrarse sujetos aptos yeapaces de cumplir los empleos de jueces, que reine la ignorancia y ‘que, por esta causa se aumente el desorden de los vicios”. A partir de ello se “encarga a los curas parrocos de cada partido estableciesen en ssus respectivas parroquias, donde concurran los hijos de sus feligre- ses escuelas piblicas donde se les ensefien a leer, escribir y los prin- cipales rudimentos de Nuestra Santa Religién’.® Estos elementos hacfan referencia a la fusién entre educacién, Estado o Iglesia en la 51. AHPBA, Dax, Legao 7, Cerpeta 678 52. AHPRA, Dx, Legao 7, Carpet 679 59, AECBA, 14 de noviembre de 1788, Tomo 35, pp. 618 614 us Joaé Bustamante ¥ colonia. Se procuraba, de este modo, educar al buen cristiano y, con- juntamente, al “buen subdito”, Con el eorrer de los afios, los parrocos se alejaron de las actividades educativas, pero no de su control. Tal proceso se refleja en forma un tanto exagerada en un caso en el eual se pretendié cerrar una escuela pues no habia nifios que lo ayudasen en la misa: “De no concurrir todos como és devido, mas bien se cerra- r4 la Escuela, pues es una indolencia el ver que no tengo nifios p-a ayudar 4 Misa, y demas cosas de la Iglesia”. En las actas del Cabildo de Buenos Aires se ve también la posibi- lidad de que otros sujetos trabajen como maestros: “El S-or Proc-or dio razon de aver hecho la Inquisis-on del soldado Juan de Nagera q, pretende ser Mro. de nifios”.® Pero fue éste un caso excepcional, que no se reiteré en otras oportunidades, La posibilidad de que un maestro tenga una ocupacién alternati- va es rolativamente dificil Por un Indo, se debe considerar la carga horaria de la tarea; por el otro, no hemos encontrado quien lo haya hecho. En la deseripcién de las cualidades del preceptor de Baradero, se lo distinguia “por ser un hombre de bien; sin negocios q-e puedan distraerlo de la atencién, y cumplimiento de sus deberes” = Los procedimientos por los cuales tenia su cargo un preceptor eran mencionados en el “Reglamento que deben observar las Juntas Pro- tectoras de las escuelas de primeras letras en los pueblos de la eam- pafia’. Alli se sefialaba que los cargos de Jos maestros ee debian eu- brir por oposicién, déndose preferencia a los vecinos sobre atros pos- tulantes. En el reglamento de 1818, en el articulo 24, se indieé que “ningun mtro. podra ejercer cargo q-e sea incompatible con el buen ejercicio de su comisién". En otras oportunidades se hacfa referencia, ‘también a la necesidad de que los maestros contaran con la aproba- cidn del inspector general. Al renunciar el maestro, sol{a recurrirse al pérroco 0 cura de la zona, a fin de que lo suplantara: “Y conside- rando la Junta el atraso q.e resulta alos nifios, a tenido asi en cargar interinam-te al presbitero, para q-e siga dando los Exercisios Escola: res, asta qre el Sor. Insp-or de termine reponer al preceptor”. Ena practica las designaciones eran un tanto informales. En una oportunidad, las socias de la Sociedad de Benoficencia nombran a tuna preceptora que est4 muy lojos de responder a las expectativas 54, AREA, DOE, Lago 5, Carpeta 442. 55, AERA, 1729 0.1709, p. 4. 56. AMPBA, OGE, Legao 8, Carpeta 726 ‘51. atte, Dos, Legajo 8, Carpeta 707, aescusa rural Ms que tenfan, Al comenzar el ejercicio advirtieron que “no tiene aptitud ara enseflar la aritmétiea escritura ni bordado, a que se havia com- prometido, alo que se afinde su poca asistencia ala escuela’. Y a pesar de ello, continu por un tiempo eobrando el sueldo de quinien- tos pesos mensuales. En otra oportunidad se ve eémo una designacién provenia desde 1a Capital. Ademés, puede advertirse como, junto al cambio de pre- ceptor, se transferia Ia tenencia del establecimiento. “Esta Junta pi- dial ex Preceptor Mariano Mojos la lave de Ia escuela el 24 de Oct- bre pp-o y se le pasé a Din Cayetano Beascochea Preceptor de esta escuela, nombrado por el Sor. Inspet. general, y el 26 de dicho esta ‘Tanta tomé razén de los titles de la escuela”.® Este mecanismo tam- bin se aprecio en Lobos en 1838: “Los abajo firmados han recibido la nota [..]instruyendole haver sido nombrado Preceptor de la Escuela publica de este pueblo D.n Juan B-to Menciella”.® Carlos Newland hace referencia al caréctertransitorio que tuvo esta ocupacién en América latina: “Debido a los bajos sueldos muchos maes- tros j6venes sbandonaban la profesidn no bien conseguian mejores tra- bajos. Se intents frenar el fendmeno obligéindolos a firmar eontratos duraderos”!" Bsta movilidad fue perjudicial tanto para el aprendizaje de los aluminos como para el Estado, pero puede ser matizada con dos posibilidades. Hubo casos en los que los preceptores mantuvieron su ‘argo por un largo perfodo. Ls verinos de San Nicolis expresaban: “Ya sini, para la edueacién dela juventud aunque Io haya en otro tiem- po tenida las mejores aetitudes para este desempefi, ya por Sus aos y por sus tan repetidas enfermedades”. Otros casos corroboran Io des- cripto por Newland, pero con un perfil particular: maestros que desde Ja campatia se trasladaban ala Capital afin de procurar encontrar allt ‘una mejor ubicacién para desempetiar la misma labor. La falta de acreditacién de Ia formacidn de los docentes implicé «que éstos podian ser seriamente cuestionados, como le sucodié a don Felix Reglero,en quien el juez de paz observaba “no estar en sus Tres potencias intelectuales; ya es el escribir con imperfecciones, como en elablar nada acorde, yde aqut es q-¢ los jovenes nada aprovechan”:® ‘58, AMPRA, Doe, Lega 4, Carpeta 401 58, AMPBA, DGE, Legao 13, Carpet 945, 460, aurna, nce, Legaj 18, Carpeta 95. 61. C, Newland, “La eduecin elemental.” p- 80. 62. AAPA, DOE, Legajo 18, Carpota 1278, 68. axPs, Dc, Logo 18, Carpets 167, M6 Jud Bustamante V, En Baradero se dio la circunstancia de que el inspector consulté a la junta acerea de si el preceptor que habia tomado la escuela era el mismo que se desempenié en Areco, En cago de que asi fuera, reco mendé que no se lo contrate. La junta explicé: “Es el mismo que estu- vo en la Escuela del fortin de Areco: siendo el, no demente, ni loeo como Sor. Inspector dice en su nota oficial; sino por el contrario, un hombre idoneo, y aparentemente |... en este distrito no se encontra- 1ré otro igual para educar Jovenes”. En la diversidad de formas de designacién se destaeé lo acontecido en San Pedro en 1828. All Ia opinidn de padres y alumnos fue determinante para que el maestro de una escuela particular ocupe el eargo de la escuela publica, Escri- bié el juez de paz: “En vista de la renuneia hecha p-r D. Jose M. de Amuedo, ha de nombrar 4 D. Lorenzo Calderon por la grande acepta- cion q-e tiene en este pueblo y hallarse en su persona mucha honra- des y juicio, y ser sujeto como de quarenta, y mas afos: en las listas de nifios que mando se prueba el contento gral. de este Pueblo, pues estos vecinos han querido mas bien pagar, q-e tener sus nifios 4 eargo del mtro. saliente, pues casi todos estos estubieron en la esquela del estado, y repentinam-te salieron 4 la de Calde-n” Entrados ya los afios 50 del siglo x1, las circunstancias por medio de las cuales se designaba un preceptor se modificaron, Comicnza a desarrollarse cierta profesionalizacién, acompaiiada por un mayor control estatal. A modo de ilustracién del proceso, cabe sefialar que en Azul se exigieron examenes de aptitud al maestro antes de entrar en ejercicio, La competencia entre docentes no parecié desarrollarse en la cam- aia con el alto grado con que se desarrollé en Ia ciudad,” aunque ello no implicé la inexistencia de conflictos entre los maestros. Por ejemplo, los desatados en Exaltacién de Ia Cruz por el otorgamiento de licencias para ejercer. Estos conflictos podian cruzar los émbitos de las escuelas publicas y las privadas, Tal fue el caso que protagoni 126 Pedro José Brid, quien explieé: “La sodomia es el vicio dominante cen estos nitios que bajo la instruccién de un preceptor ebrio i pros ‘tuido no hicieron mas que entregarse a toda rienda a sus vicios ‘Mi antecesor sin haber cesado sus vicios puiblicos ha tratado de abrir 64, anna, Don, Legajo 8, Carpeta 725. 59, AHIPBA, DE, Legaj 8, arpota 461 66. xplica Carlos Newland: “El mereado educative era muy competitivo, lo que hacia ue a veces los maestros tuvieran que emigrar buscando hgares donde fueran mej remunerados",C. Nowland; “La edueacisn elemental. pp. 113 escuela [..] a la que me he opuesto haciendo patente su conducta perversa su prostitucién i el haberme robado algunos utiles de la escuela i ademas que consentiria siempre que se presentase a sufrir examen publico” ‘Appartir de los documentos analizados obtenemos una perspecti- vvade los sueldos recibidos por los maestros. Como era de esperarse, éstos varian a lo largo del periodo: en 1772 al maestro de la Villa del Luyn se le abonaban cien pesos anuales, en 1810 eran doscientos pesos -hay otros datos que indican que eran trescientos, mas cien para el alquiler del edificio-. Bn ese mismo ao hubo intentos, apa- rentomente frustrados, de otorgarles a los preceptores seiscientos ‘pesos, que inclufan los gastos del establecimiento. Hacia fines de la ‘écada de 1810, en las escuclas de San José de Flores y de San Fer- nando el salario era de cuatrocientos pesos; en Chascomus, de 204 pesos. En la década de 1820, se elevaron a novecientos pesos. Luego de 1830 es dificil continuar Ia tendencia. Los datas que tenemos son desconcertantes: en 1838 se abonaban 109 posos para el preceptor ¥ su ayudante. Hay que considerar que en esto eontexto de frontera, Ja percepeién de los salarios era reiteradamente irregular, como se. alan Mayo y Latrubesse. Estas cifras differen eon las que Barba® maneja acerca de Ios sueldos del departamento de primeras letras. En Aproximacton al estudto de fos precios y salarios en Buenos Aires desde fines del siglo xvut, Barba sefala ~sobre Ia base de registros ‘mucho més sistemsticos que los que nosotros trabajamos- que entre 1822,y 1828 los maestros percibian del Estado trescientos pesos anua- Jes, entre 1828 y 1833 cuatrociontos y entre 1833 y 1837 seiscientos ‘Veamos ahora los medios por los cuales los maestros reeibfan sus sueldos. Hay easos en los que preceptor de Ia campatia, en esta opor- tunidad localizado en Tandil, cobraba sus sueldos en la Capital a través de un intermediario. En otros casos se hacfa referencia a Ia necesidad de presentar, en la capital, un certficado otorgado por Ia junta local a fin de acreditar el trabajo realizado. Tal fue el caso del pedido del inspector de la Ensenada, quien soicté a la junta “la bon- dad de poner su Certificado, para el reclamo de mi Sueldo".” Bl pago de los sueldos, entonces, puede apreciarse como un mecanismo de 67. Au, nce, Legajo 6, Carpeta 478 68. ama Dok, Legao 16, Carpeta 1221, 68. Véase FE, Barb, Aproximacion al estudio de le precios y salarios en Buenos Aires desde fines da siglo XVII hasta 1860, Universidad Nacional de La Plata, 1990, 70, ara, D0R, Legajo 7, Carpet 668, 18 José Bustamante V, control, por medio det cual los veeinos se aseguraban la continuidad del preceptor. Sin embargo, al entregar el certificado, el preceptor tenia la oportunidad de retirarso sin que nada le adeudaran. Tal fue el caso de Arrecifes: la junta fue notifieada de que el preceptor cobré su sueldo y renuncid, En respuesta al inspector, la junta de Arrecifes se lamenté de haberle dado el permiso para cobra. Ademds, los maestros tenian bajo su tutela la ocupacién del edif- cio escolar con todos sus utiles. Bste fue utilizado para asegurarse y forzar a que les abonen una importante suma adeudada. Mariano ‘José de Mojos expresaba: “Aqui estoy como un preso siguiendo en la escuela por orden de la junta y no puedo siquiera conchabarme para mantener a mi familia, ya no tengo ninguna clase de animales que pudiera vender, algunas prendas que tenia las he vendido por mas de nada jtal es el estado de miseria en que me hallo! ya no tengo de ‘que echar mano para comer”. Ello se entiende porque la junta lo obligaba a cumplir con sus obligaeiones, sin tomar en cuenta que no se le abonaba el sucldo de los iltimos once meses y medio. ‘unto a la administracién del edificio y de lo itiles, le correspon- dia al maestro el aseo del establecimiento: “Barrer, y sacudir la pieza destinada a los exercicios diarios escolares, tres veees en cada sema- na, y ya que a ello conduce euidado especial de los Preceptores”.* En oensiones, con una porcion de su suckdo el maestro debia oo- rer con el gasto de mantencién del edificio y de los utiles. Sabemos de una oportunidad en la que el preceptor do 25 de Mayo cobraba un “sobresueldo”, el cual es puesto en cuestién por la decadencia en el aimero de alumnos, por lo que le informan: “1 departamento por regla general cree que toda vez que las escuelas van en decadencia, por que en primer lugar, los maestros no ponen todos los medios ‘ordenados [.. se nota mucha inasisteneia, y menor niimero de alum- xnos que los anteriores”, ante lo que se le propone al preceptor que s6lo continuaré cobrando el “sobresueldo” en caso de que aumente y sostenga el mtimero de alumnos. BI perfil de los alumnos no es facil de precisar: ni sus edades, ni sus continuidades en el proceso escolar, ni las earaeteristicas de las familias que integran. Solo de unas pocas fuentes podemos obtener datos sobre estos aspeetos. A estos establecimientos s6lo eoncurrfen nifios, aunque no hay cexplicitas restricciones al ingreso de nifias. Estas tuvieron un ambi- TL. ana, nar, Legajo 13, Carpeta 94. 72, attra, nce, Lega 3, Carpeta 312 La escuela rorat us to de desarrollo exclusive con Ia ereacién de In Sociedad de Benefi- cencia en 1823. Las edades de los alumnas son wn punto que no solia ser precisadlo, por lo general se haefa referencia alos mas pequetios” 0 “los mayores". Slo en un easo, en San Antonio de Areeo, se hace referencia a una "Razin de las nifas pobres"" que iban ala escuela de a parroquia del cura José Garcia Miranda, donde se mencionaron las edades; eran eatorce nifias que aseilaban entre los siete y ls ca- force afos. Para reconocer algunos rasgos de la continuidad en el proceso es- colar nos remitiremos a das lstados de alunos de un mismo esta blecimiento. En febrero de 1830, Pedro Cuenea enumeré a sus dict rnueve alumnos, En septiembre del mismo afo, habia cambiado el preceptor de aquella escuela, el nuevo era Vicente Burgos. Esto roa- liza un listado de sus alumnos entre los que enumera un total de treinta; doce de los cuales también fueron mencionados por Pedro Cuonea. Ambos listados nos permiten conocer los indices de deser- cin de, al menos, un easo. Fueron siete alumnos sobre un total de digcinueve os que dejaron la escuela. De estos siete, cuatro llevaban concurriendio desde hacia tes ais, segs el registro de Pedro Cuen- ca, y dos se encontraban desde hacia dos afios. {Significa esto que podrfan haber finalizado su formaciGn? No es posible determinarlo, Pueato que de los que contidetn nice ve encontrubun desde acta més de dos aos en el establecimiento. lia cantidad de alumnos que concurrian a un establecimiento es variable. Establecer un promedio implicaria empobrocer osa diver- sidad. En 1828 en San Nieolés de los Arroyos solo habia diez alum- nos, veintiuno en Baradero, treinta en la Guardia del Monte y se- senia y cuatro en San Fernando, En 1829 en San José de Flores habia veinto alumnos y treinta y tres on Areeo. Al aio siguiente on Las Conchas concurren cuarenta y cinco alumnos yen Ensenada dliesinueve en una parte del ano treinta unos meses més adelante. En 1837 en Quilmes habia euarenta y ocho nifos. Las escuelas do nifias de la Sociedad de Beneficeneia tenfan en Arceo eatorce alum- as, en San Nicolds de los Arroyos einewenta y tres y en Chascomiis cuatenta yuna Conocer Ia oeupacién de los padres do estos nifios sera importan- te, Por el momenta esa informacién nos es indicada slo en un listado de nifias de la Sociedad de Beneficencia de la escuela de Chascomis 73. AHA, bo 74, aun, D0 Lego 8, Carpeta 272, Lega 8, Carpeta 707. 150 José Bustamante de noviembre de 1827 donde aparecen los nombres de las nis, toa la ocupacién de sus padres: ~ Hacendados 16 Jornaleros Niftas huérfanas Capataces 6 38% 8 8 2 Pulperos 2 2 1 1 a 20% 20% ‘Troperos Barbero Panadero Hornero ‘Total 41 100% Altomar y apreciar estos datos, debemos recordar que petene- cian ala Sociedad de Beneficencia. nel cundro se presents ci tla In estructura ocupacional del mundo rural. Bn primer lugar otha, cendados, 2 destacan ls grupos ubicados en segundo gar: jora Jerosy nits huérfanas, 8 bien estas ulkimas podtan estar sobrerse presentadas pore tipo de inaitucion a la que nos estamos refiren: do, eran un poreontae importante, Ete pu relaconrs con log procton que enmareaba i situacin le mitaraacion ya ore dad. Las rstantesoeupaciones-barbor, panader, plpero rope. ‘capetas junto alniportante parent dejorsieas es she Sn un anpect fundamental anes eran ie intaonade oe ‘nije aptendan, al mone ar 1 Seaderen as fens as mas, ate pc al sions se encontraron on etableinintosdpendinte es Soe dad de Benefcenca. Ansar eso conan marco de conportamienta tnel qu los padres donenolvian en el imblt deo publces ia madres en cl evade sri etabecerctegorias que ne ears tea Glras en sta socedades™ Pore ado, a flan qu sna cargo de una ivdaprobeblemeategoaran do menorea poids ede peesndide as trea deagunos de ss noo Tatetnia dels aluminon noe un eementoal culo lehaya pres 75 anna ct, Lagi 4, Carpet 9 16, Garavagln expla sobre ests ctogoras dius“ ta ° fas: “En toon etn jpn Jon bastante claro que lt lines ee ls ambos priv pbc se haan td ‘muy desibuladoe JC, Garmeng, "hme, vince cuerpo, La campan aces de ih colninon’ 7 tn escuela rural 1st tado atencién en los registros. Sélo en los articulos preseriptos por el gobierno se hacia referencia a ella. Por un lado, el articulo decimoter- ‘cero expresaba: “Ser4 reprensible cualquier nifio q-e echare en cara a otro igual cualquier falta en el linage”. Por el otro, el articulo vigési- mo decia: “Los nitios decentes no se mezclaran con los de bajo color alternando en la escuela’."’ Lo que queda claro, mas alla de la nota- ble contradiecién entre ambos articulos, es lo indiferente que resul- taron estos postulados en Ins escuelas de la eampatia, Bs obvio que el impacto de la tarea realizada en estas actividades es sumamente limitada, Pero, gcusles son esos Iimites?, jedmo pue- den ser reconocidos? Le filiacién era un parte en el que se describia el perfil de los detenidos. En algunas de ellas se indicaba quiénes estaban alfabetizados. Explica Garavaglia acerca del Juzgado de Are- co:"Desde noviembre de 1841 se comienza a anotar en las filiaciones datos acerca de analfabetismo. Sobre 59 detenidos que hubo desde esa fecha ~hemos restado dos j6venes miembros de la elite cuya in- clusién aqui no tendria ningsin sentido~ hay ocho que saben leer y ‘escribir (0 sea, el 14 por ciento); es dificil darle a este dato toda su significaeién pero, pensando que estamos realmente en el fondo de ta bolsa de esta sociedad rural, esto quizé no es tan poco”. En 1851 fueron remitidas cuarenta y cuatro filiaciones desde el Fuerte San Serapio Martir del Arroyo Azul.” De ellas, cinco eran las, personas que sabian leer y escribir. Para poder comparar estos datos con los de Garavaglia sobre Areco, restaremos uno (comerciante viz~ caino que podria formar parte de la elite). En total eran cuatro hom- bres sobre ctuarenta y euatro: poco menos del diez por ciento. El més {joven de ellos tenfa veintitrés atios y provenfa de Buenos Aires; ha- }bfa sido remitido por haber robado en la easa del sargento Basilio Baquero, Con veinticuatro afios habia un sastre, remitido por haber robado a la joven Petrona Quijano, teniéndola escondida un mes y ‘medio, Se indica también que trabajé como escribiente en el Juzgado de Pila, Un estanciero de veintisiete afios falsificé la firma del co- ‘mandante de Patricios, al confeccionarle un pasaporte a un vecino. Por tiltimo, el ewarto, proveniente de Buenos Aires, era un labrador de cuarenta y cinco afios, desertor del cuartel. 17. AMPBA, DOE, Legao 1, Carpeta wn. 78. 3.©. Garaveglia, "El Suzgado de Ares durante el rosismo (1890-18527 ‘in, M. Canada 4, Mateo, Tierra, poblacin..p. 222. Las eursivas son dl origi 179, ao, Partes de Miia, Fuerte San Serapio Martr dol Arroyo Azul, 1851 Estos datos de Azul y de Areeo nos permiten considerar algunog glementos. Las ocupaciones laborales de los alfabetos no se vineulge ban con jerarauias privilegiadas. Tampoco con costumbres neces: rlamente “civilizadas’. Puede advertirse que en Areco habia ta ty por ciento de los alfabetos entre los detenidos, mientras que en Azul habia un 9 por ciento. Con estos datos margenes de la frontera, los indices di que en las zonas de antiguo poblamiento, Pero eran significatives, Los tiempos de Ia vida escolar estaban consignados en los reglac ‘mentos: “Art. 26. No permitiré ausentarse ningun nifio de la escuela por motivo particular de sus padres sin consentimiento de la juntas Art, 28. Las horas de la escuela se prefijan en verano desde las 8 4 las 10 del dia, por la tarde desde las 9 a las 6 "Ve. En invierno desde Ins 8 '/e las 11 Yi por la tarde desde la 2 hasta las 5. Art. 3 adicies nal. Quedan autorizados (por todos los medios) todos los jueces de paz de Ia Camp-a por el Gob-no para por todos los medios posibles compeler 4 los padres 4 q-e manden sus hijos 4 la escuela” ™ Pero los problemas que impedian Ia normal asistencia delos alum- ‘os eran reiterados; “Aunque en este trimestre no son tantos los ade. Jantos de mis alumnas por tener algunas hasta tres meses de fata, otras dos y otras mes v medio, por que 4 sido una peste general de too combulsa y fiebre”**O bien la informacién que remitia desde el Fuerte de Azul la preceptora Amalia Lobato: “La Sefiora presidente debe estrafiar la cantidad de alumnas que han salido en estos dos meses, con motivo de retirarse algunas familias que pertenecen al Ejercity ‘me llevan unas cuantas Nias en quienes tenia mucha Esperanza” # Como no podia ser de otra manera, lejos estaban de finalizar los roblemas cuando se lograba instalar el edificio, pes habia que atraer 8 los alumnos y comenzar la enseilanza. En todo el periodo, excepto durante el breve intento de instaurar el sistema de ensefianza mus tua, el modo en que se daban las clases era bastante si alumnos estaban dividides dentro de la misma clase por iientos adquiridos. Estos generalmente eran acordes a la cantidad de tiempo que se hallaban concurriendo al establecimienta (y no con relacién al tiempo que Hevaban con el maestro). En los listados del ‘estado de alunos encontramos que el tiempo maximo de cia a un establecimiento es de tres afios, ‘concurren- 80, ANPHA, DOR, Legajo 1, Carpete an BIL AHIPRA, nc, Legajo 85, Carpeta 2810. £52, Psa, DoR, Legajo 35, Carpeta 2821. ela roral ‘Jud Bustamante y — odemos suponer que, en tog le alfabetizacién eran menores 188 Estos tiempos de escolarizacidn, a su veg, eran relativos, gqué sig Peas iy en i ) en que deben ay en el afio (salvando toda clase de dias de fiesta) se sale weer erarae ree Ss ee ee Sepa erm rete tuclen extreviarse;otree que tuvieron que quedaree oneapilladoa por {qoe.no tienen otra ropa qua poneree; 7 otroe por que habiéndose on- ee bate essen aeemo negaseiSpane mpangescoeieriocas See eer ts a re eae ea Se ee ee eee ee én a sus alumnos que tiene un Pepstees eller octets 83, AXA, DoE, Lego 8, Carpeta 716. 84, atraa, DCE, Legao 5, Carpota 485 85, AUPUA, Dae, Legajo 24, Carpota 1895. 154 ood Bustamante ro de 1828, eexpresaba:“Aentrado de que on laC lode queen la Campana es precian usar alguna condecendencia con los Paes de Familias mancne ee tiempo de cosecha, po In mayor parte de ellos necesita de sus hijo perlos qv haceres Rurales, el Pecidenteq- subwerbe & tenide bee de suspender por quines dia la asistencia dolos Nites ala Beceele Publica, y cancder licencia al receptor de ella pa que baxe fcaoe Capital igual tempo cnet doqrenfrme Ube te menores de dha, Escuela, yvea como tracher lov tiles aa azo cher lor utiles q- reza la ‘También con relacin a la asistencia escolar encont “Raz6n del numero de Nifias que asiste das a madas Ge , as que aseten a as escuclas dotades por el Gobierno en la campaia” de 1831.7 “a -Meses con cantitades de alumnos Escuelas mar abr, may jun. | | age sop. a ‘Ghascomis ‘San Jo ce Fores ‘San Ness de ‘San Femando Sen io ‘Vila dol Loin En esto cundro Hama a atencin la fata total de alumnoe on a aayor part de las meses, oculwoaprciacon mas clara len contrar quo el mismo tipo de repstres para a ehvdad de Bunor A Fes consiga la asistencia en todos ls mont. Ease debra ae figuran aquellos de los cate lo docentos han remitdo ln postin, i inmaion.Pr ot ao al lca dat conn gs amos cn rlacién alos perfodos de vacaciones se sel datos de interés. Bn Chiviloy no desi dar vacaciones fine de diciembre. En Fergamino suspen diron las aes porque diag en febrero. En Capilladel Pia, el preceptor fu ala eaptal durante 86, aHPRA, DoE, Legajo 5, Carpeta 44, 87, Registro Bstadistco del Bstadode Buenos Aires, 1857, Tomo {ade la Tribune, 1858, p 170 ieee La escuela rural a ocho dias de enero. En el cuadro de las escuelas de la Sociedad de Beneficencia el menor porcentaje de alumnas se registré en los me- ses de verano, Esto se encontraba previsto en uno de los reglamen- tos, que luego entré en desuso, analizados por Fernando Barba: “En tiempo de cosecha, atendiendo que los nifios suelen ausentarse de los pueblos, ya por falta que hacen a los padres, ya porque teniendo és- tos que asistir a sus haciendas de campo, les es preciso llevarlos I. se dardn las vacaciones desde el ocho de enero hasta el 1° de cuares- ma a cuyo tiempo deberdn los alumnos volver a la escuela’. Estos ‘easos nos permiten conjeturar que era la demanda de mano de obra la que determinaba Ia eleccién del tiempo del receso. De este modo, y continuando con las asociaciones, vincular estas “vacaciones” con el “tiempo de ocio” serfa incorrecto, Las clases se dividian entre aquellos que aprendian a leer y los ‘mas avanzados, que aprendfan a escribir. Aestas tareas se les suma- bala de las operaciones de “contar”. Tanto la lectura como la escritu- rra se emprendian con manuales de educacién y de catecismo. La en- sefianza se llevaba adelante enfatizando lo memoristioo. “En la pri- ‘mera fase educativa se enseftaba a leer mediante una cartilla o sila- bario, que presentaba combinaciones de letras con los que se iban. conetruyenda palabras y hnega ornciones simples. Mas tarde se pasa- ba a los catones, donde habia més palabras, frases y breves textos, {que ejercitaban la lectura, [.. En la segunda fase educativa se ense- aba a escribir; etapa a Ia que no todos los nifios accedian.”* En cuanto a la doctrina cristiana, todos los sébados “alos pocos {que suelen venir les explica toda la q.e se halla en el catecismo; asi la ‘menuda como la de preguntas y respuestas; ¥ en esto, ya hay algunos que estan algo adelantados h.ta ayudar a misa al paso de que otros por extremosos en ger rudos estén atrasados en ella’: ero lo cristiano atravesaba las actividades diarias por medio de los textos. El Tratado de las obligaciones del hombre esta repleto de refranes y frases que podrian ser las aludidos en las muestras 0 ejer- cicios de escritura: “El que tiene tiempo, no espere al tiempo’, “La {86, FB, Barba, “En torno aloe reglamentes..., p62. ay casos en que lo recesos eran durante ef invierno: Con el motivo de ver asu familia, yelebrarel vente, y cnc; le concedis con Ia condicin de eatar en ou Bscuea ef vente, y siete", AHPEA, DOR, Lego 6, Cerpeta 471. 89, La desripeidn es brindada por C. Newland, "La educscin elemental en famériea." quien Ia toma de wn texto de José Torre Revello p. 24 90, AHIPHA, Da, Lega , Carpeta 716. José Bustamante — : soberbia es hija de a ignorancia’ de”. Transgredir estas sentenci ‘hombre ocioso que esta mucho a fastidiarse de si mismo, ‘ocuparse en cosas buenas, 1 resolvia en la vida escolar, En "Quien todo lo quiere, todo op detorminar siesta disfuncionalidad s sla En is implicaba alejarse del ordent “By roan dela sistematiidad cn que estos teats apareen en las fen- tiempo mano sobre mano, Hegaal fi fer, de lo que pocas dudas caben, inferimos que era un ma ¥ para huir de este fastidio ho sebs uso corviente vione a entrar los maiag, em renew o variaronen lo el pera, Enel “Delo que se harden la escuela es uno de los capitulos del Cat do de os inveniario eran enumeradb, en mayor 0 menor modi, ‘demas de expliitarse all la confluencia entre In ortodonio oro Jos mismos textos." Tampoco varis demasiado lo referido a los casti- nay las buenas costumbres, se trata el tema que agut sos wine gos corporales, a pesar de Ias restricciones establecidas en la Asam- esa: fea de 1819 y de lo expresado por el artical décimo del reglamento: Procure i sempre y & tiempo 4 la escuela, lev tao lo *Sepprocurar.no ltraar los nfs eon deters ni palabras indocen oceania para escribir leer con el mayorcdedeyr wc seo tes ni estropearios con golpes; previniendo & los M.tros q-e sustitu- Je fuera posible, An entrando ena excuse arrange yan al eastgo de atotes otras reprehensionos, qo mire el pundonor, Ia imégonss que all hub y dirt I Gracin qu pane el {roesen to gear ve debe etic respect la juentu Principio de qualquiera obra adelante ae pone Detpace naa ‘Conover estos aspectos de a vida escolar nos acerca a un interro- tra reerenis al maestro, dbl a enpa, ¥ pongeln oe pac ante que atraviesa -y evade- nuestro trabajo: los nis. Bllos asis- impia,y segura tian a la escuela por ser ésta una obligacién impuesta por el Esta- do Ninos que nosempre ora ale, pr decode alguna manera Procure gana lant endo digo slo, ve onan See gepsnsenl snkenlaeronny toy ere 9 tote, No parle ni ot oraso om In Esco para iran cece, y no neaciamente al reve than al excel Scallequandose le mandare. Acetumbrese sna leven Chandos ares rials no lo premiaban Non qe aban edo 2 asienta asia i & dar lotion: demrogic Veto mate ce Srl menor osushad ss “Obignnen om tia criano, Ni ir otra acuela no diga mal del Macatro que tubo nf conen fos que reconocieron una autoridad ajena al Abita familia, al dm- nombres los machachos, Nunca sea pareve ni eechte nen bit de lo privado, Con tun maestro que imponia reglas y sanciones, nau cata pasa en la Eaiela ho dga fuera della Neva eee repotida y recordadas a fuerra do castigos, pero con crteros dist congraciane dign 4 su Macstrofltas dels aioe ech hcg pllnadores diferentes de los que el Estado impondré eon su “moder- Preguntase, 6 fuere necesario para su correccion. nizacién’. Y, por decirlo de alguna manera, nifios que tampoco se han Si han de castizar &alguno, no we conve d ter executor, aisact TP mas si se lo mandan hagalo con modestia ycompasion, Quant a Hae ae ee teidicerte ol coli do a uns Shans et i ep, propngala con ma eee esande ituaioncsincoperada, Hamas extudiado Se peramorde Dose Sera ae pain ets cia ctu, nessa yoda en ovonaa de compas anes 4 su cargo algun ofcio, executelo con diligeneia, y fidelidad, no cl periodo virreinal y mediados de la década de 1860. isponga de cosa agena (. Ms Si lateralmente, Interesantes problematicas han sido abordadas later Haga bien & los pobres, y en especial 4 los de su Bscuela, Entre ellas se destacan los establecimientos de la Sociedad de Bene- presentandotes, 6 dandoles lo que se sobre, y ellos falta. Ten. ficencia, las escuelas particulares, la vinculacién de las escuelas con fxcorazon de hermano para ado, yde ho pars ano loon tro recbiendo au enselanza con agradecimenta cl qual on fervaré toda la vida, pues & los padres, y Macros ss oso ‘demos negar el bien que nos hacen, oe ee ee naead wes eas ania, aso oo {ode El conta sold Jean Jacques Rouse com texto essa, pre no enc Este fragmento da cuenta del texto al que hacomos referencia. Se pia cam el raped ms lacamgel desprende de él un desfase entre su contenido —vineulado con lo mo, 92. auPBA, DOB, Legajo 1, Carpets af ral y lo ético- y la “pobre y primitiva” realidad de la campaiia, La 50. A pean de ls recreates ames over de ps nunc empl Ia fuera para falta de fuentes que nos recreen el desarrollo de una clase nos impide ee ee 158 José Bustamante y cl ciclo de vida familiar, los discursos que fundamentan las actividae des educativas, las relaciones con Ia situacin demogrética, as for, ‘mas de disciplinamiento y sus vineulaciones con el proceso de indivis dualizacién, las concepeiones de la infancia. Pero consideramos tam. bién que el recorte planteado os relevante en sf mismo y en el conte. to de estudios en el que se inserta, 2Qué es Io que hemos encontrado? Fue éste un proceso contextua: lizado por quiebres politicos que se correspondieron con ritmos partic culares en los niveles de enseflanza. Por un lado, afectaron de diver. sos modos las cantidades de establecimientos en funcionamiento y los recursos para su mantenimiento, Pero, por otro lado, advertimos ue las formas administrativas, el papel de las comunidades, las ea. racterfsticas de los establecimientos, los problemas en la ensefianza, no se modificaron en forma proporcional y simétrica a las bruscas ‘modificaciones politieas. El espacio que ocuparon estos establecimientos nos ha levado a pensar en una frontera educativa. {Con qué ritmos se desenvolvig? El impulso estatal, durante el periodo tratado, reconocié su apogeo en la década de 1820. En los aftos restantes el desarrollo de lo educa. tivo estuvo condicionado por las acciones y elecciones de la comunt dad. Pero no por ello nos estamos refiriondo a establecimientos parti cculares: el juez de paz, el cura y los vecinos continuaron teniendo un. lugar destacado tanto en la continuidad de los establecimientos como en su administracién, Esta funcién central de las comunidades hace alusién a un ele: mento central: el lugar del Estado y su institucién en la campafia, Encontramos aquf earacteristicas similares a las que Carlos Mayo describe con relacién a la frontera militar, all{ ‘lo piblico se privatic zaba répidamente, porque el Estado tardaba en llegar y se implanta- ba mal’. Un Estado frégil, que no lograba imponer sus intereses sobre Tos de la comunidad. ¥ aqui tocamos otro problema: jeudles eran los intereses de esos padres de familia? Intereses acordes a los ‘tiempos escolares mientras éstos no se superpusieran con los tiem- pos rurales, Es ésta una complementariedad que estallaba cuando Jos padres advertian que en la escuela las cualidades y los resultados brindados por el maestro no eran los esperados. ‘Nitios y maestros. Actores y protagonistas de algunas de las acti- ‘vidades que hemos descripto: Ias caracteristicas de los lugares donde 94.C.A. Mayo, “La fonters cotidiandad, vide privada edentided”en F Devotoy M. Madero (irs), ob. et, p. 100, ts excels rural 19 Stsividades, Pero estos rosgos, insistimos, no hacen mas que calibre {ymultiplicar los interrogantes: ;edmo se resolvi el desfase entre los Je wlinadn tveaiad ona que amos rn Ber a dae anmlanta pcs soon cae, eos iS onianreaetner ur enn suede sen re einer aain duce tf rer cab serge sea ds con wa ie er ee Real ian iutinica “dc ao alannon recpores, cea Ee eet iocarse’ gua peveret Bal Ram sale Hen ne ia npakahten fxmacmanre es wine anthaeets -sotae eaetenes cmd Fe passnns aniprener sa ancient agin? Se ee a cecrrls do atsoaticoen als Ett ee coer cino ac viva on ls amen aur a a re Sin soiantin! imam, bec, aan rent cela Ronor ductive Conclusiones Vivir en la frontera Carlos A. Mayo La vida material en la frontera sur no parece haber sido tan preca~ ria, limitada y primitiva como la que los viajeros del siglo x1x y una historiografia que se dejé contaminar con su testimonio querfan ha- cer creer a sus desprevenidos lectores. Hn la vivienda la imagen de la jeneillez que el claro predamninia del rancho de paja tenfa en los mér- ‘genes del poblamiento se revelé algo engafiosa. La rusticidad y sim- plicidad de aquél no ocultaba detalles que, dentro del cuadro de aus- teridad que reinaba en su interior, revelaban por momentos un in- tento de ganar privacidad en una vida donde no faltaba el hacina- miento y eseaseaba la intimidad: puertas con cerraduras, viviendas de més de un ambiente, salas, aposentos y cocinas separadas, descu- brian un tratamiento algo mas complejo del espacio. El rancho con puerta de cuero sin otro mobiliario que un bastidor y algunos huesos de vaca del que hablaba Azara debié quedar reducido a los sectores ‘més pobres de la eampafia; los pequefios y medianos productores ru- rales solian contar en sus risticas viviendas con sillas, mesas y ca- tres, como lo revela el trabajo de Laura Cabrejas. En el periodo colo- nial tardio esa austeridad en materia de alojamionto parecia ser ge- neral y los estancieros mismos no invertfan més que una proporcién infima de su capital en la vivienda de su establecimiento de campo. ‘Con la formidable expansién ganadera y el ascenso de los ganaderos, después de 1820, el cuadro de austeridad en materia de complejos habitacionales no desaparecié, el rancho siguié reinando impertérri- to en la frontera (y fuera de ella) pero comenzaron a aparecer las primeras casas de azotea en algunos pueblos y en las estancias mas présperas. Eran, sin embargo, mucho més la excepeién que la regla ast in Carlo. Maye antes de 1850 y aun después, si exceptuamos Bahfa Blanca mmen de Patagone, El mivador quo ce suponfa omniprescatoes tg "lends de Is confines sol rl prs ausencia 2A qué se debia el elaro predominio del rancho alo largo de todo, perfodo? En algunos casos cl de los ocupantes sin titulo el deep arrendatarios— la precariedad de la vivienda podria ser el resultag de In precariedad de las formas de tenencia de la tierra. Pere el he cho e8 que muchos estancieros propietarios de tierra y a veces con rodeos respetables siguieron residiendo en cascos que no pasaban de ser ranchos 0 casas de techo de paja medianamente equipados (log :mds ricos vivian eémodamente en la ciudad con status y eanfort), La sivienda rural no se habia convert todavia en un simbas en que estuvieran reflejados detalles no siempre irrelevantes en mat Ha de construcin eindumontria, " a ero ese apego a una vivienda sencilla no debe hacernos. la vida material de los pobladores de la frontera era tan primitive y despojada como se crefa. La existencia de cujas de pino, colchouen ¥ espejos y, al promediar el siglo xix, de palanganas y jarras de lona para higienizarse, escupideras con tapa y una vajilla cada ver mas laborada revela por momentos que la vida en la frontera se elevaba por encima de la precariedad y rusticided extremas, La indumentaria, como ya lo sefialaran Ricardo Rodriguez Molas y Richard Slatta, fue uno de los aspectos que més cambi6 en la vida material en la frontera y reflej6, mas que la vivienda rural, I ere- ciente estratificacion social de la pampa. En la época colonial la vestimenta apenas reflejaba las diferencias sociales entre un poquetio o mediano estanciero y un asalariado rural, ‘Ambos usaban poncho, calzones y botas de potro, Alun un gran estan Ciero del litoral como Francisco Candioti ya iniciado el siglo 1%, fue visto calzando hota de potro,' Todo eambié al avanzar aquel. En Ia 6po- ca de Rosas yael status de un poblador dela llanura se define en parte por la ausencia ono de calzado y sobre todo por el tipo de ealzado, Un hombre de bota de potro”,segtin a ladnica descripeitn de las fliacio- nes, os un gaucho, un peén, un pobre del mando rural. /Era pues tan igualitario l traje que gastaban los buenos federales como gustaban. creer los epigonos del régimen rosista? Salvatore cree que sf aunque en su dlkimo articulo advierte que algunos estancieros federales usaban, bota fuerte Bs probable que mirados de cerca esos buenos foderales 1. Venses-P.y GP. Robertson Parish, La Argentina en a époon de la revolucién, Bae os Ares, La Cultura Argentina, 1920, pp, 64-96. 2, Véase Ricardo Salvatore, “Expresionesfoderales formas poltcas del federalism ‘conelsiones, Vivi ela frontera 163 exhibioran diferencias no necesariamenteirrelevantes como, precisa- mente, el uso de a bota fuerte y otras no menos signifiativas, como las {ue afos més tarde advirtié Armaignae: diferencias en el metal de que ‘estaban hechas las espuelas ~de hierro las del gaucho, de plata las del rico hacendado-, el largo y el cabo del rebenque y la calidad del tira- {dor Una de las fliaciones estudiadas por Laura Cabrejas nos presen- ta aun hacondado de la frontera vestido de trie y Iuciendo un reloj con cadena y bota fuerte. ¥ ello era asi porque por debajo y por detrés del maginario federal la sociedad en la época de Rosas (y la de antes y después de él) era una sociedad rural con fuertes eontrastes de fort- nay altamente estratificada, un orden social desigual que, dicho sea de paso ln dctadura ~In horrenda dictadura de Rosas-nada hizo por cambiar Los tipos de ealzado en la frontera, yno séloen ella desde luego, no se redujeron alas botas y a las alpargatas. También eireulan en ‘Venta en los almacenes zapatillas y zapatos de variado tipo, segura- Inonte consumidos por los pobladores urbanos. ‘Y tambien corbatas, corbatines, chaquetas ylos cortes de tela més variadas que puedan imaginarse, como easimires y panuelos de seda de la India, Es que tambien en materia de indumentaria la frontera fe fue internacionalizando cada vez més, El caso mas conocido es el del poncho inglés. Pero lo que aqui se revela es que éste no llegs para triunfar de inmediato, el poncho y la jerga pampa le ofrecisron una tenaz resistencia, El ealzoncillocribado no parece haber sido tan co- rin como se crefa Ta frontera se refinaba cada ver més y prueba de ello es la venta de perfumes, fajas ingiesas, abanicos para nifiasy ospejitos de bolsi- lio en los almacenes rurales del Estado de Buenos Aires. Sin duda queda flotando la duda de cusntos de estos artfeulos més elaborados fran consumidos por los habitantes de los confines de a pampa, eudn {ifundides estaban entre ells; baste por el momento sefialar que ya estaban alli, que habian llegado a la frontera. La dieta en ln frontera era mucho més rica y variada que lo que los hstoriadores apegados a la visin tradicional estaban dispuestos ‘admit. La carne de vaca y también lade ovino jugaba sin duda un ‘sist’, en Noemi Goldman y Ricardo Salvatore (comps), Caudillismosroplatenses, ‘nueoos miradas a un vieo problema, Buenos Aires, Budcba, 1988, pp. 201 y 202; y R. Salvator, "Consolidaisn del régimen resist’, en N. Goldman comp), Nueva Histo 7a Argentina, tomo 2, Buenos Aires, Sedamericans, 1988, tomo 2, p. 864, 3. Véase H. Armalgnae, ines por las pampasargentinas, Buenos Aires, Budebs, 1974, ps 164 Carlos A Maye papel importante pero estaba lejos de estar sola en la mesa rural. La lista de alimentos ofrecida por Ins pulperias y almacenes relevadag por Matias Wibaux y Carolina Correa abarca no menos de setenta productos alimenticios, si incluimos sus respectivas variantes, y vein, tidés bebidas distintas. Y el pan no faltaba en la frontera tampoco, entre los treinta productos que compraba la viuda de Nicolds Garay en Azul, el pan era la adquisicin mas frocuente. Una dicta inespera, damente variada que ademés fue cambiando o més bien enrique. cigndose con el paso del tiempo. Al mate se sumaron, ya en la épnca de Rosas, el café y el té, Por esos atios, antes de promediar el siglo XI, Ileg6 la farina y lleg6 para quedarse. Al aguardiente y el vino fue ‘suméndose primero la ginebra y luego el cofiae, el ants, la champaiia, el vermuty varios tipos de licores. No solo fueron enriqueciéndose la dieta y las bebidas, también fueron, como el vestuario, internaciona- lizdindose en lo que se refiere al origen de los productos eonsumidos, asf fueron llegando la cerveza inglesa, el vino de Burdeos, os fideos de Génova, el ants de Mallorca, el bacalao y el azticar de remolacha, ademés dei téy el café importados. 4 Ese elenco de novedades culinarias se incorporé a una manera de comer y beber caracterizados por privilegiar las précticas compartic das. No s6lo los comensales compartfan el mate y el asado, también compartian vasos y cubiertos que iban de mano en mano, de boca en boca. {Se debia elio a la escasez de vajilla? Quizé, pero por qué no pensar también que aquélla era une manera de comer que preferia, Jos ritos compartidos, comunitariog, a la hora del almorzar y cena. Larueda de mate seria pues una supervivencia de un mundo perdido donde todo se compartia en materia de comidas y bebidas. Pero eabe conjeturar ademiés que esos rituales compartidos en la mesa se esta ban deshaciendo hacia el final del periodo, dando lugar a formas mas individuales y fragmentadas. Tarde o tomprano habria un plato de loza, un vaso y un tenedor para cada comensal. La presencia de tazas y platos de café, maquinas para tostar café, cofiac, licores exsticos ¥ saleros ya sobre las ultimas décadas del perfodo estudiado estaria indieando una ver més un creciente refinamiento en los habitos de vvida moderna, un refinamiento que llegaba bastante antes del apo- ‘geo de Ia Argentina, En fin, estamos ante una dieta cuya diversidad

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