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LECCIONES DE

ELOCUENCIA
FORENSE

“Selección y estudio” por José Manuel Pradas Poveda,


Rosario García Paredes y Rogelio Pérez Bustamante

JOAQUÍN MARÍA LÓPEZ


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ÍNDICE

Prólogo de Dª Sonia Gumpert Melgosa................................................... 7

Prólogo de Don Salvador Vives............................................................... 10

Introducción por Don José Manuel Pradas Poveda, Doña Rosario


García Paredes y Don Rogelio Pérez-Bustamante................................... 13

Elocuencia Forense.................................................................................. 58
PRÓLOGO

En 1852 el Decano Don Manuel Cortina y Arenzana –personaje de tan alta


condición humana y al que no debemos dejar de recuperar su recuerdo- hizo un
llamamiento a los colegiados de Madrid para que donaran libros que permitieran fundar
la Biblioteca del Colegio.
A ese llamamiento acudieron nuestros compañeros de entonces y fruto de ello es
el libro que ahora tienes en tus manos: “Lecciones de elocuencia en general, de
elocuencia forense, de elocuencia parlamentaria y de improvisación”, escritas por Don
Joaquín María López. El donante, Don Jerónimo Muñoz y López, para mí un anónimo
abogado, escribió: “Dada para fundar la Biblioteca en 1852”.
Atendía así las razones de su Decano que había dejado escrito “la formación de
una Biblioteca era empresa superior a las fuerzas del Colegio, pero sus individuos no
podían negarse a cualquier sacrificio que se les exigiese con ese objeto. Ni aún se
concibe la existencia de una Corporación facultativa sin libros; y la imposibilidad de
que cuantos la componen tuviesen los que el ejercicio de la profesión requiere, hacía
doblemente necesario que se adquirieran en común y donde por todos pudiesen ser
utilizados”. Esta frase sigue plenamente vigente al día de hoy.
Por razones de coste, no podemos reproducir íntegramente la obra y os
presentamos ahora, únicamente la parte relativa a la actuación ante los Tribunales, pero
puedo aseguraros que su lectura os llenará de satisfacción y que, aunque los tiempos han
cambiado, con seguridad vais a poder extraer más de un buen consejo y más de una
buena práctica, porque los tiempos cambian, pero las personas no.
Una de las facetas más importantes del Colegio es, su concepción como un
centro de servicios al Colegiado. Uno de ellos es la Biblioteca que debe ser lo más
moderna y rabiosamente actual en sus fondos modernos y en sus formas de
funcionamiento. De ahí que este libro se edite también en formato electrónico y que en
este mismo año hayamos puesto en funcionamiento nuestra Biblioteca virtual que
permite los préstamos “online”, para dar la mayor agilidad al servicio y evitar los
incómodos desplazamientos hasta el Colegio. Esto constituye para mí un logro
importantísimo y un paso adelante de gran trascendencia para la vida colegial.


 
Pero no todo es actualidad y modernidad. Del mismo modo, la Biblioteca, como
nuestro Archivo Histórico, deben ser objeto de cuidado y protección, de ahí nuestro
compromiso de conseguir la digitalización total de nuestros fondos para poder
preservarlos de la forma más eficaz para el futuro. Si además se consigue recuperar, de
vez en cuando alguna obra para el conocimiento general de todos, el círculo se cierra.
Se dice que una persona no muere mientras su recuerdo permanezca. De ser eso
cierto, Don Joaquín María López, figura insigne del mundo jurídico y político del XIX,
sigue entre nosotros y será así por mucho tiempo. Pero hoy, más de 160 años después, el
ICAM trae el recuerdo de Don Jerónimo Muñoz y López, nuestro compañero anónimo
que donó este libro a nuestra Biblioteca y que gracias a este acto de liberalidad, nos
permite recuperar siquiera su nombre, para poder rendirle homenaje.
Pero volviendo a nuestra Biblioteca, siempre hay unas disponibilidades
económicas limitadas, por lo que allí donde no llega el bolsillo, debe llegar la
imaginación y la generosidad. Nuestra imaginación, mejor dicho nuestra ilusión, echó a
volar en ver la forma de poder hacer un regalo de Navidad a todos los compañeros y
nada mejor que regalar cultura y siendo quienes somos, nada mejor que la cultura
jurídica y os puedo asegurar que nuestra Biblioteca tiene de ello magníficas y
numerosísimas muestras, aquí está una de ellas.
Del equipo que han formado nuestro Diputado Bibliotecario, José Manuel
Pradas Poveda, la Directora de la Biblioteca, Charo García Paredes y nuestro Archivero
Rogelio Pérez-Bustamante, surgió este proyecto. Aperitivo, al parecer de otro futuro de
mucho mayor calado y para el que les deseo la mayor de las fortunas, pues seguro que
no tendrá otra finalidad que colocar a nuestro Ilustre Colegio en el lugar que le
corresponde dentro del mundo jurídico español. Se escogió a este autor y a esta obra
porque debemos rescatar a las figuras señeras de nuestro Colegio de Madrid que es casi
tanto como hablar de toda la abogacía española. Cuando leáis la introducción a la figura
de Don Joaquín María López, Colegiado Cronológico 3.183, que han escrito nuestros
compañeros antes citados, os daréis perfecta cuenta del por qué, pues haciéndolo ellos,
no debo ser yo quien glose al autor.
Como ya he dicho, echando mano a la imaginación, dejando volar la ilusión, nos
faltaba solventar la cuestión económica y, como tantas veces, llegó la colaboración de
Tirant Lo Blanch que se ofreció a coeditar esta obra. Ser una editorial, sea del género
que sea, no deja de ser un negocio pero, como en todo, también está la figura del editor
que no debe estar reñida, antes bien al contrario, con la generosidad, la vocación de

8
 
servir al libro y el sentido casi mágico que tenían antiguamente los Maestros impresores
desde los tiempos de Gutenberg. Vaya por tanto el agradecimiento de nuestra
Institución para nuestro coeditor.
Y poco más queda ya por decir. Sería muy sencillo para mí bucear en las páginas
del libro y poneros una cita más o menos larga del libro y cantar luego las excelencias
de la obra. No lo voy a hacer. Lo encontraréis de forma mucho más extensa y acertada,
en la introducción que a la persona de Don Joaquín María López se hace más adelante.
Podréis ver también como se elaboró su expediente de incorporación al Colegio, con esa
curiosa prueba de pureza de sangre en vigor hasta bien entrado el siglo XIX y que se
encuentra en nuestro Archivo histórico Finalmente una breve glosa de otros libros sobre
elocuencia forense que reposan a buen recaudo en nuestro Fondo Antiguo, escritos por
figuras de la Abogacía española y que quién sabe si no será alguno de ellos el “dulce
navideño” del 2014.
Confío haber podido motivaros lo suficiente para provocar la lectura de este
libro. Espero haberlo conseguido y que podáis realizar un alto en el quehacer diario para
degustar, sino con la boca con el intelecto, este “bocado de mazapán” que ahora
ofrecemos.
Este año que se nos va, ha sido un año duro, pero también, no lo dudes, seguro
que ha tenido igualmente sus satisfacciones. 2014 se presenta complicado en lo
legislativo para la Abogacía y para toda la sociedad en general, no hablemos ya de lo
económico, con tantos compañeros en situación difícil, pero también os digo, lleno de
proyectos ilusionantes a los que hacer frente. Debemos afrontarlo con valentía, porque,
no olvidéis, lo mejor está siempre por venir.
En nombre de la Junta de Gobierno, de los empleados del Colegio y en el mío
propio, os deseo unas felices fiestas de Navidad y un venturoso año 2014.

Sonia Gumpert Melgosa


Decana Ilustre Colegio de Abogados de Madrid


 
PRÓLOGO

Durante los últimos tiempos se ha puesto de moda en el sector de la Edición


jurídica española, como una tendencia importada, pero que ha arraigado con fuerza en
nuestro mercado, lo que denominaré libros de utilidades, es decir aquellos libros escritos
para los operadores jurídicos y muy en concreto para la Abogacía que explican habilidades
no jurídicas de la profesión, pero necesarias en el desempeño de su tarea profesional.
Esos libros hoy constituyen una auténtica moda y muchas Editoriales hemos desarrollado
colecciones y títulos sobre los mismos: Gestión del despacho, Argumentación, Oratoria,
Documentación etc., constituyen libros de circulación recurrente en nuestro actual
mercado Editorial. Pues bien, al leer las “Lecciones de Elocuencia…” de D. Joaquín
María López se produce un auténtico Deja Vu en relación con nuestra modernidad y
originalidad. Y además nos hacer reflexionar sobre el haber reintroducido la moda de
éstos libros partiendo de la importación de una tendencia Editorial, cuando disponíamos
de precedentes de éste nivel en España. Hace 160 años D. Joaquín María desarrolló un
auténtico libro de habilidades que ya quisiéramos muchos haber podido editar en el
contexto actual. Y sólo gracias a la perspicacia del equipo de Biblioteca del Ilustre Colegio
de Abogados de Madrid vamos a poder tener la ocasión de rescatar un clásico, que como
luego veremos, resulta tremendamente actual. Como siempre la historia demuestra que las
preocupaciones del hombre actual no tienen mucho de originales y han sido planteadas en
un porcentaje altísimo por las personas del pasado. Pero en éste caso la lectura del libro
además no deja de sorprender gratamente por las características que inmediatamente paso
a detallar.

En primer lugar por la erudición y la clarividencia que demuestra el autor del


libro, su conocimiento de los clásicos, su autoridad al afrontar el tema. Las citas son
profusas y están manejadas magistralmente, el libro desprende un aire ilustrado y culto
que, sin abrumar al lector en ningún momento, colabora perfectamente a la comprensión
de los temas tratados. La obra parte de conceptos generales e históricos y llega a los

10
consejos exhaustivos que ayudan al letrado en sus quehaceres diarios. Hace suya la
máxima Kantiana de no separar Teoría y Práctica y recorre el camino que aparentemente
las separa con una elegancia y naturalidad totalmente envidiables. Ello nos sitúa en las
antípodas del libro practicón (próximo a la autoayuda) para llevarlo a un terreno mucho
más interesante de libro de referencia en la materia dotado del bagaje teórico necesario
para desarrollar un tema que resulta de interés y utilidad para su público. Al leerlo, uno
tiene la sensación de que se recupera una perla abandonada del conocimiento jurídico.

En segundo lugar, a remolque de lo dicho en el párrafo anterior, por lo práctico


y actual que resulta. Se nos ofrece un auténtico manual de elocuencia que aborda tanto
los textos escritos como los orales y que por lo tanto es completo y diferente según la
naturaleza de la intervención del letrado. Pero no queda ahí y aborda cada tipo de escrito
y/o intervención oral detallando las particularidades con las que el abogado debe enfrentar
el texto según el objetivo concreto. Partiendo de principios generales es capaz de llegar
a una concreción que resulta admirable. Aconseja a veces hasta el mínimo detalle, nada
se le escapa. No podrá decir el lector pues, que se siente desamparado en la materia una
vez leído el texto. El autor intenta y consigue dar respuesta a la mayoría de los problemas
que el letrado aborda en cada uno de los escritos y/o intervenciones orales que afronta de
forma exhaustiva y diferenciada.

Y por último, aunque es un libro sobre elocuencia forense, al hilo de su desarrollo,


no rehuye muchos de los temas que interesan a la Abogacía, que forman parte de lo que
denominaríamos núcleo de la profesión y que básicamente son los mismos de hoy en
día. Es un libro que sigue siendo muy formativo en lo que es la esencia, el espíritu de la
abogacía. Los problemas, las preocupaciones su dimensión social, la ética de la profesión,
están presentes en toda la obra.

Es la obra de un abogado convencido de su profesión, de un abogado que ama


su profesión pensada y escrita para sus compañeros y muy en especial, como el propio
autor reconoce, para sus compañeros más jóvenes. Ello se hace evidente en el apéndice
de la obra, especialmente dedicado a estos temas, pero este tipo de asuntos recorren
transversalmente todo el libro.

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El lector redescubrirá lo noble, necesaria y exigente que es la profesión de
abogado. Lo estricto que ha de ser el abogado en la defensa de su independencia, cualidad
fundamental de su profesión. En éstos tiempos convulsos no parece de más que una voz
tan cualificada venga a recordárnoslo. No hay justicia sin abogados y la justicia, la justicia
plena, solo es posible contando con un cuerpo de abogados que ejerzan su profesión desde
los valores antes señalados.

No he querido entrar a analizar la obra en profundidad, ni el personaje —desde


cualquier punto de vista interesante— puesto que ya lo han hecho mucho mejor que yo
podría hacerlo D. Joaquín Manuel Pradas Poveda, Doña María Rosario García Paredes
y D. Rogelio Pérez Bustamente en el estudio introductorio que precede a ésta obra.
Recomiendo su lectura porque centra mucho la posterior comprensión del personaje
y la obra aquí editaba. Creo que el Colegio acierta al rescatar éste libro y ponerlo en
circulación, y en ésta tarea las personas que antes he citado han resultado claves.

Quería asimismo agradecer al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid por


ofrecernos la posibilidad de colaborar en éste libro. Es un placer y un honor para la
Editorial que represento el poder ayudar en un proyecto de tanto calado como éste.

Salvador Vives

12
INTRODUCCIÓN:
JOAQUÍN MARÍA LÓPEZ Y LA ELOCUENCIA FORENSE

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Por:
José Manuel Pradas Poveda, Diputado-Bibliotecario
María Rosario García Paredes, Directora de la Biblioteca
Rogelio Pérez Bustamante, Catedrático de Historia del Derecho
 
 
 
 

13 
 
Joaquín María López

Joaquín María de la Asunción López de


Oliver y López de Platas (Villena, 1798 - Madrid,
1855).

Joaquín María López nació el 15 de agosto


de 1798 en Villena (Alicante). Pertenecía a una
familia acomodada. Era su padre Alonso López
Pérez, abogado de los Reales Consejos y regidor de
la ciudad de Villena, de quien manifiesta Francisco
Pérez de Anaya en su obra “Lecciones y modelos de
elocuencia forense” que había ejercido en esta corte
la profesión de abogado y gozaba de una regular
fortuna y su madre Pascasia López Cervera que
había recibido una educación esmerada en un
colegio de la capital. Los primeros años de su
infancia los pasó en una posesión de la familia
cercana a Villena al cuidado de tío, sacerdote
llamado Pedro Cervera. El mismo diría que “era ya muy crecido” cuando apenas sabía
el alfabeto.

Terminados los estudios primarios cursó Latinidad y Filosofía en el Colegio de


San Fulgencio de Murcia (1811-14), que realizó bajo la dirección de Francisco Sánchez
de Borja, profesor de grandes conocimientos y diputado que después sería en las Cortes
de Cádiz y los estudios de Jurisprudencia que realizó en la Universidad de Orihuela,
donde simultáneamente estudió Economía Política, Derecho Natural y otras ciencias y
donde obtuvo primero el grado de Bachiller en Leyes (1818) y más tarde el de
Licenciado (1821), título que obtuvo en Madrid1.

Mientras estudiaba ejerció como profesor en esta Universidad en las cátedras de


Filosofía Moral y Derecho Natural y en la de Derecho Romano. En 1819 contrae
matrimonio con su prima Manuel López y Fernández de Palencia con la que tendrá siete
hijos. Después de concluir su carrera literaria vino a Madrid para familiarizarse en la
práctica de los negocios forenses, trabajando en los primeros años (1821-1822) como
abogado en Madrid, iniciando el ejercicio profesional en la Abogacía en el prestigioso
despacho de don Manuel María Cambronero.

Manuel María Cambronero fue uno de los grandes jurisconsultos y políticos de


las primeras décadas del siglo XIX en 1808 fue nombrado miembro del Consejo
Privado y del Consejo de Hacienda de José I Bonaparte e intervino en la preparación del
Código Civil Español propuesto por José I. El 2 de marzo de 1810 fue nombrado
Ministro de Justicia y en 1811 Presidente de la Sociedad Económica Matritense. Con la
Restauración de Fernando VII en 1814 se exilió a Francia de donde retornó tras una
amnistía, volviendo a trabajar como abogado. En su breve referencia biográfica,
Francisco Pérez de Anaya manifiesta que: “fue amigo y protector de sus compañeros de
infortunio y cuando las circunstancias se lo permitieron volvió a España y se estableció
en Madrid donde se dedicó al ejercicio de la abogacía”. “Su fama había llegado al punto
                                                        
1
 Francisco Pérez de Anaya, “Lecciones y modelos de elocuencia forense”, Madrid, 1848, Tomo III, págs. 187 y 189

14 
 
de su mayor elevación. Se le encomendaban los pleitos de mayor cuantía y los más
complicados así como las defensas más importantes, era abogado de la mayor parte de
los Grandes. Los abogados jóvenes, tanto de Madrid
como de las provincias, consideraban como una dicha
trabajar bajo su dirección y tenerle como maestro”.

En los juicios, “se mostraba grave y con cierta


majestad, hábil en la argumentación, animado y aun
vehemente cuando la circunstancia lo requería, su
lenguaje era noble, decoroso y elegante y eran
comunes en el los rasgos de brillante oratoria. Por eso
era la admiración de la multitud que llenaba las salas
de los tribunales siempre que hablaba. Hemos oído a
personas que íntimamente lo trataron, que estudiaban
muy bien los negocios antes de hablar, y que en los
más graves oía a los interesados, como recomienda
Quintiliano y practicaba Cicerón en cuanto se les
ocurría decir2.

En 1820 se publicaba su obra “La Institución de los Mayorazgos examinada


histórica y filosóficamente con un proyecto de ley para su reforma”

Al comienzo del Trienio Liberal Joaquín María López regresaría a su tierra para
incorporarse a la Milicia Nacional tomando parte en 1822 como Teniente, en la lucha
contra las fuerzas aliadas –Los Cien mil hijos de San Luis-, y con la derrota huyó a
Francia en 1823, exiliándose a Montpellier (Francia) huyendo de la represión de los
absolutistas. Allí pasó un año, durante el cual estudió medicina en dicha Universidad.

Poco más tarde, Joaquín María López regresaría a España con motivo de la
muerte de su madre, teniendo que volver a realizar los exámenes de grado de
licenciatura por haber sido purificado con la nulidad del título universitario, para poder
continuar su trabajo como abogado en Alicante, en donde estaría ejerciendo la abogacía
durante algunos años.

En 1822 ya había logrado un importante prestigio siendo elegido síndico


personero del Ayuntamiento de Alicante en 1833 y consiguiendo acta para el Estamento
de Procuradores por la ciudad de Alicante en 1834, siendo diputado a Cortes de 1834 a
1843. Desde el principio se observan sus extraordinarias dotes parlamentarias, lo que
contribuyó a que se le encargara la elaboración del discurso de contestación al de la
Corona, discurso inaugural de la legislatura.

Precisamente en el año 1839 cuando solicitaría la entrada en el Colegio de


Abogados para lo cual se inició al correspondiente expediente del que queda constancia
en el Archivo del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. 3

                                                        
2
Francisco Pérez de Anaya, “Lecciones y modelos de elocuencia forense”, Madrid, 1848, Tomo II, págs. 27 y 28
3
Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Expediente número cronológico 3183, número 55 de 1839. Incorporación en 2 de julio de
1839. Inscripción al folio 25vº del libro VIII de Incorporaciones aprobado en Junta de Gobierno el 7 de marzo de 1839. De su
contenido se da cuenta en el anexo de esta referencia bibliográfica.

15 
 
Recordemos que Fernando VII había muerto en 1833 y que el Rey había
nombrado en su testamento Gobernadora del Reino a María Cristina de Borbón, cargo
en el que sería confirmada por las Cortes constituyentes en 1836. Su hija Isabel II
heredera al trono contaba sólo con 3 años y por ello la Reina María Cristina actuaría
como regente del Reino durante los siguientes siete años, hasta1840.

Manifiesta Eugenio Cemborain Chavarría en su breve biografía4 que Joaquín


María López “estaba persuadido de que el Estatuto Real no satisfacía las necesidades de
la Nación y juzgaba que sobre aquel cimiento debía levantarse el edificio de un código
fundamental. Teoría que sostuvo en el Estatuto defendiendo la libertad individual, la
igualdad ante la ley, la inviolabilidad de la propiedad, la responsabilidad de los agentes
del poder y la libertad de imprenta, logrando ver respetados tan sagrados derechos en la
Constitución de 1837 en la que fue un valioso colaborador”.

En su primera legislatura como diputado pronunció uno de sus mejores discursos


en contra de la confiscación de bienes, no desatendiendo en las cuestiones de Hacienda,
en las que intervine continuamente así como los intereses agrícolas. En su segundo
mandato como Presidente del gobierno facilitaría las transacciones comerciales
agrícolas concediendo permiso para celebrar ferias entre otros pueblos Santa Cruz de la
Zarza, Alcaudete, Cobarrubias, Santa María de Isorna, Miranda de Ebro, Merlanga,
Almudebar y Montorio.

En el año 1835 en que se produjo la dimisión forzada del entonces Presidente de


Gobierno, Francisco Martínez de la Rosa, Joaquín María López participaría en el
pronunciamiento, lo que le obligaría a huir a Valencia donde sería Vicepresidente de la
Junta Revolucionaria.

Con la Regencia de María Cristina José María Calatrava y Martínez, volvería a


ocupar una importante posición política constituyendo Gobierno el 26 de agosto de
1836. Calatrava había participado de forma importante en las Cortes de Cádiz siendo
por ello preso y encarcelado tras la relación absolutista, y durante el Trienio Liberal
había sido nombrado Ministro de Justicia en 1823 teniendo que salir desterrado al final
de este periodo tras el triunfo de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Aquel año de 1836 Joaquín María López había regresado a Villena


presentándose a diputado por la circunscripción electoral de Albacete y saliendo
elegido. En el Gobierno de Calatrava, Joaquín María López sería nombrado en agosto
de 1836 Subsecretario de Gobernación, y a los quince días Ministro de la Gobernación
en el consejo presidido por José María Calatrava cargo en el que ocuparía desde
septiembre de 1836 a marzo de 1837.

En 1837 llega a la Presidencia de las Cortes Constituyentes, con lo que se


consolida y alcanza madurez su famosa oratoria, que le permitió ser llamado “el divino
López”, a imagen del gran Agustín Arguelles, el más brillante de los oradores de la
Constitución de Cádiz de 1812.

                                                        
4
Jurisconsultos españoles, biografía de los ex presidentes de la Academia y de los jurisconsultos anteriores al silgo XX inscritos en
sus lapidas, Real Academia de Jurisprudencia y Legislación al Instituto de Derecho Internacional, Tomo II, Madrid, 1911.

16 
 
Al restaurarse la regencia de Espartero, Joaquín María López fue nombrado en
1840, Alcalde de Madrid5, y Fiscal del Tribunal Supremo6. En las elecciones
parlamentarias de 1842 será elegido diputado por Madrid en la facción de los
progresistas, representando junto con Fermín Caballero la línea más radical, siendo
partidarios de una reforma social. Finalmente no aceptarían que Espartero fuera el único
regente.

Fermín Caballero había entrado en 1843, en la coalición contra la regencia de


Espartero, y publicaría Los españoles pintados por sí mismos, un volumen colectivo de
cuadros de costumbres. Un año después accedió al cargo de Ministro de la Gobernación,
puesto desde el que elaboró un proyecto de Museo Histórico, otro de ley electoral y una
Memoria sobre los ramos de su Ministerio. Poco después, tras la caída de su amigo
Joaquín María López, cuyas obras completas editó, abandonaría la política. En 1857, en
atención a éste, publicaría Vida del Excmo. Sr. D. Joaquín María López que precede a
sus escritos.

Continuando con la situación histórica de aquél momento, recordemos que el


General Espartero tras las revueltas de 1840 había conseguido ser nombrado presidente
del Consejo de Ministros, pero el insuficiente apoyo lo obligó a dimitir. Espartero
lideraba sin oposición el Partido Progresista y necesitaba una mayoría suficiente en las
Cortes.

El enfrentamiento de Espartero con la Reina Regente acerca del papel de la


Milicia Nacional y de la autonomía de los Ayuntamientos, concluyó en una sublevación
generalizada contra María Cristina en las ciudades más importantes —Barcelona,
Zaragoza y Madrid, las más destacadas— y en la renuncia y entrega de ésta de la
Regencia y custodia de sus hijas, incluida la reina Isabel, en manos del genera que
alcanzó la Regencia mientras María Cristina marchaba al exilio en Francia. Joaquín
María López sería nombrado por el Regente Espartero, Presidente del Gobierno: del 9 al
19 de mayo de 1843 (El Gobierno de los Diez Días), desempeñando este cargo junto
con el de Ministro de Gracia y Justicia.

El propio General Espartero se vería obligado en 1843 a disolver las Cortes, ante
la hostilidad de las mismas. Narváez y Serrano encabezaron un pronunciamiento
conjunto de militares moderados y progresistas. Espartero marcharía al exilio en
Inglaterra el 12 de agosto. Las nuevas autoridades habían ordenado que, de ser hallado
en la península, fuera "pasado por las armas" sin esperar otras instrucciones. Pero las
maniobras de Luis González Bravo y del propio Narváez contra los progresistas, en
especial contra Salustiano Olózaga, hicieron que éstos no tardaran en reclamar de
Espartero, exiliado, el liderazgo de los liberales.

Había sustituido a Joaquín María López como Presidente del Gobierno Álvaro
Gómez Becerra, Magistrado del Tribunal Supremo de 1836 y por entonces Presidente
del Senado, pero este apenas duraría dos meses en el cargo al tener que ser llevado
gravemente enfermo desde el Ministerio a su casa victima de los azares políticos.
                                                        
5
Juan Guill, A. J.: “Joaquín María López alcalde de Madrid”. En Villena: Revista anual. Diciembre de 2006, nº 56. pp. 211-212.
6
Archivo General del Ministerio, Leg. 588, núm. 1067. 

17 
 
Nuevamente Joaquín María López sería nombrado Jefe de Gobierno desde del
23 de julio al 10 de noviembre de 1843 encomendándole en este gobierno provisional el
restablecimiento del orden. López, Ayllón y Serrano regresaron al poder tras haberse
reunido con Isabel II. Joaquín María López en el poder se plantea la reunificación del
partido Moderado y Progresista.

Tras sucesivos decretos de su gobierno que vulneraban constantemente la


Constitución de 1837 , se llegaron a contar por la oposición en las Cortes hasta nueve
violaciones de la Constitución, la solución finalmente aprobada por las Cortes, pese a
los reparos constitucionales, fue declarar mayor de edad a la reina Isabel II.

En la breve etapa de su segundo ministerio que duró cuatro meses llevó a cabo
importantes reformas en todas las ramas de la administración e hizo notar sus
admirables dotes de gobernante. Eugenio Acerborain recoge algunas de sus decisiones:
“partidario de la reconciliación de los partidos legales, libertó el 4 de agosto a los presos
y confinados por delitos de prensa, y a los procesados, dejándoles sujetos solamente a
las acciones que contra ellos pudieran intentarse por los daños causados a terceros,
recordando que esta clase de delitos estaban sujetos a la percepción moral del Jurado
por la constitución de 1837”.

Entre otras decisiones se subraya su intento de mejorar las vías de comunicación,


facilitando la construcción del ferrocarril de Barcelona a Mataró y concertando un
contrato con José Salamanca, futuro marqués, el 30 de agosto de 1843 mediante el cual
se invertirían 400 millones de reales en la construcción y reparación de importantes
carreteras clasificándolas en generales, provinciales, de partido y municipales,
regularizando al propio tiempo el servicio de ingenieros de caminos y reorganizando el
servicio de correos, logrando que las cartas a París o Londres tardasen 24 horas menos.

En materia de Educación y Cultura fue también su obra relevante instaurando la


Escuela Normal de Burgos y la de León, completándolas con escuelas prácticas;
dictando un nuevo plan de estudios para la enseñanza de la medicina, cirugía y
farmacia, suprimiendo los antiguos colegios y creando las facultades por orden de 11 de
octubre de 1943; publicó un reglamento orgánico para las Escuelas Normales Primarias
generalizando la instrucción con la creación de escuelas de adultos y ampliando la hora
de lectura de las bibliotecas públicas. Entusiasta de las bellas artes, adelantó la
construcción del teatro real y dedicó cuatro millones de reales para edificar el congreso
de los diputados cuya primera piedra puso Isabel II el 10 de octubre de 1943. Creó una
comisión bajo la dirección de Pascual Madoz para formar la estadística de la riqueza
pública.

En el marco del derecho convencido de la “necesidad de dotar cuanto antes al


país de códigos claros, precisos, completos y acomodados a los modernos
conocimientos”, creó la Comisión de Codificación presidida por Manuel Cortina. La
creación de la Comisión General de Codificación tuvo lugar mediante el Real Decreto
de 19 de agosto de 1843 y su preámbulo expositivo, de gran interés, proclamaba que
"entre las muchas reformas que reclama imperiosamente el pueblo español, la de su
legislación es acaso la más importante de todas: así lo siente el país y así lo han
conocido cuantos Gobiernos se han sucedido en el poder de muchos años a esta parte; y
sin embargo, preocupado el ánimo de los gobernantes y de los cuerpos colegisladores

18 
 
con las amargas vicisitudes de la guerra civil y la agitación de las cuestiones políticas,
poco se ha adelantado hasta ahora en la grande obra de la Codificación; atraso
lamentable y que en gran parte se debe al sistema empleado en los trabajos
preparatorios".

Constituida la Comisión, el 16 de septiembre se acordó su división en cuatro


Secciones: la primera, para el Código civil; la segunda, para el Código penal; la tercera,
para los procedimientos civiles y la cuarta, para los procedimientos penales,
encargándose a estos dos últimos, en común que concluyeran un proyecto de
Organización de Tribunales. Formaban la Comisión 18 vocales bajo la presidencia del
eminente jurisconsulto Manuel Cortina, que sería sustituido el año siguiente por Bravo
Murillo. Asimismo, fue nombrada una ponencia para redactar unas bases generales de
codificación -y de unificación de las legislaciones especiales y forales-, que debían
someterse a la aprobación del Gobierno.

Asimismo estableció el 29 de agosto de 1943 el ceremonial en los actos


judiciales determinando los trajes que debían vestir los sitios que debían ocupar los
tribunales de justicia los que a ellos asistan, según el concepto en que lo haga en la
forma que, con pequeños variantes preceptuarían las disposiciones vigentes.

El 24 de noviembre de 1843, Salustiano Olózaga sustituyó a Joaquín María


López como Presidente del Gobierno, siendo este nombramiento el resultado de una
maniobra del Partido Moderado dentro de su estrategia para derribar el Gabinete López.

El objetivo de esta maniobra consistió en atraer a los progresistas Olózaga y


González Bravo bajo la promesa de apoyar un Gabinete presidido por el primero y con
González Bravo como Ministro de Gobernación. El nombramiento de Olózaga como
Presidente del Congreso a primeros de este mes, teóricamente el primer paso en su
ascenso a la Jefatura del Gobierno, había provocado los recelos de la facción progresista
dirigida por Manuel Cortina, que se niega
a apoyar sus ambiciones.

La figura de Manuel Cortina era


ya extraordinaria en la abogacía y en la
política. Nacido en Sevilla en 1802, donde
concluyó sus estudios de Jurisprudencia,
lo mismo que Joaquín María López,
Cortina se había sumado en 1820 al
movimiento Liberal y había sido herido
en la isla de León defendiendo el Fuerte
del Trocadero. A consecuencia de
aquellos sucesos también el gobierno le
retiraría el título de abogado que le sería
devuelto con la condición de no volver
aceptar ningún otro cargo público.
Manuel Cortina participaría en la Primera
Guerra Carlista y apoyaría desde Sevilla
la fe revolucionaria de los Generales
Narváez y Córdoba por lo que sería
encerrado en prisión.

19 
 
Durante todos aquellos años Cortina ejercía su título de abogado comenzando su
especialización en causas criminales y acabando convirtiéndose en abogado de prestigio
para la nobleza terrateniente de Andalucía. En 1838 sería elegido Diputado en Cortes y
en 1840 sería designado Presidente del Congreso de los Diputados, siendo designado
Ministro de la Gobernación en el Gobierno del General Espartero. Acusado Salustiano
de Olózaga, de coaccionar a la Reina Isabel II para disolver a las Cortes haciéndola
firmar un documento, Cortina realizaría su defensa.

El autor de aquella acusación había sido Luis González Bravo quien había
presidido el Gobierno al principio del reinado de Isabel II, que comenzó el 8 de
noviembre de 1843, siendo él su primer presidente efectivo, nombrado el 5 de
diciembre, pues al iniciarse el mandato de Isabel II, del 8 al 20 de noviembre (por 13
días) lo presidió según hemos manifestado Joaquín María López con el gobierno
provisional anterior, y del 20 al 29 de noviembre (por 9 días) lo presidió Salustiano
Olózaga, descubierto de haber forzado a la reina adolescente a firmar la disolución de
las cortes siendo vicepresidente Luis González Bravo, quien entonces asume la
presidencia que había quedado vacante del 30 de noviembre al 5 de diciembre.

González Bravo acusó a Olózaga de tratar de intrigar contra ella haciéndola


firmar un documento cuando éste era Presidente del Consejo de cuya defensa se encargó
Cortina brillantemente.

Las medidas represivas adoptadas por Narváez, tras sufrir un atentado con
bomba en Madrid el 15 de noviembre -entre las que se incluía el cierre de El Eco del
Comercio-, convencen al ministro de Gobernación, Fermín Caballero, de la inminencia
de un golpe de Estado moderado, por lo que decide rearmar a la Milicia Nacional y
convocar elecciones municipales.

Los moderados se movilizaron y convencieron a la Reina para que destituyera a


Joaquín María López y nombrara a Salustiano Olózaga Presidente del Gobierno. Una
disposición gubernamental del 1 de julio de 1849 hecha pública en Madrid señaló la
entrada en vigor del nuevo Código Penal. Cuando en 1843 se deroga toda la legislación
del Trienio Liberal, las cuestiones relativas al ámbito penal quedan sumidas en un
profundo caos. En 1843, el Gobierno de Joaquín María López creó una Comisión de
Codificación con el objetivo de redactar un nuevo Código, en la que jugaría un
destacado papel Manuel Seijas Lozano, quien años más tarde con el gobierno Narváez,
sería designado ministro de Gracia y Justicia. Fue este último quien, finalmente, preparó
un anteproyecto que, tras ser discutido en el Senado y en el Congreso, fue aprobado en
marzo de 1848.

En 1843 González Bravo procesaba a Joaquín María López a Manuel Cortina y a


otros acusándoles de estar implicados en la Rebelión alzada por el Coronel Monnet en
Alicante, lo que daría lugar a su brillante defensa en la Sala III de la Audiencia de
Madrid. Manuel Cortina calumniado por sus enemigos políticos sería procesado y
encarcelado en unión de Pascual de Madoz ocupando en la Cárcel de Corte el llamado
“calabozo del olvido”, destinado a los reos de muerte, expatriándose a su condena al
extranjero, tras lo cual abandonaría la política para dedicarse brillantemente a la
abogacía. El propio Joaquín María López sería acusado de estar detrás del
levantamiento liberal de 1844 en Alicante,

20 
 
La rebelión de Boné fue una sublevación surgida en la ciudad de Alicante
(España) desde el 28 de enero al 9 de marzo de 1844 contra el gobierno liberal
moderado de González Bravo que se había formado a finales de 1843, tras la caída en
julio de ese año de la Regencia de Espartero. La rebelión liderada por el coronel de
caballería y comandante de carabineros Pantaleón Boné, consistió en el levantamiento
popular de ciudadanos liberales progresistas, que exigían una serie de mejoras políticas,
económicas y sociales frente a la vuelta al poder de los moderados.

Este levantamiento acabaría ahogando en sangre al ser ajusticiados los llamados


“Mártires de la Libertad”. El día 14 de febrero de 1844, al amanecer, fueron fusilados en
la tapia del Panteón de los Guijarro, en Villafranqueza, los 7 oficiales de Boné
capturados en la escaramuza cerca de Elda ocurrida el 5 de febrero. En cuanto a
Pantaleón Boné y sus 23 compañeros, fueron fusilados en hilera por la espalda, el 8 de
marzo en el Malecón (ahora denominada Explanada de España) del puerto de Alicante.

Joaquín María López volvió a ejercer la abogacía. Recordemos que se había


incorporado al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid en 1839. El 21 de abril de 1847
sería nombrado Senador conservando aquel puesto hasta su muerte. En 1849 se
publicarían una exquisita obra en dos volúmenes bajo el título “Lecciones de elocuencia
en general, de elocuencia forense, de elocuencia parlamentaria y de improvisación”.
Destaca su categoría de orador, según la describe Fermín caballero: “ no se concibe cosa
superior a sus elegantes enérgicas y arrebatadoras frases; y cuando al final de los
periodos se agolpan en torrentoso borbotón madejas de palabras, disputándose la
coordinación, la armonía, el fuego y la propiedad, ni la tribuna pública puede contener
los aplausos, ni los diputados alcanza a mantenerse impasibles, ni el Presidente mismo
se atreve a ser severo con un concurso que le siente participar de los mismos afectos que
exhala…”

Continua en su referencia biográfica Eugenio Cemborain calificándole de


abogado de sólidos conocimientos y de fluida palabra, fueron muy apreciados sus
dictámenes como Fiscal del Tribunal Supremo, de los que solo conocemos el emitido en
la reclamación formulada por la Nunciatura acerca de la división eclesiástica de Madrid,
en que sostiene la intervención del poder civil en la disciplina externa de la Iglesia, y
admirables sus informes, de los que algunos, como el pronunciado en defensa del
brigadier Quiroga y Frías fueron traducidos al inglés y al francés, político notable, la
lealtad y la honradez fueron sus normas, apareciendo probadas cuando desde el Poder
realizó en lo posible, su programa y en los últimos años de su vida al solicitar se pasante
de don Manuel Cortina y ser acogida su pretensión en forma bien cariñosa.

Poco después Joaquín María López decidió abandonar la política, pero más tarde
regresó para ser Senador del Reino de 1849 a 1853 y Ministro togado del Tribunal de
Guerra y Marina en 1854.

Fue un prodigioso orador con un don especial en la palabra, reconocido por


muchos como su amigo Fermín Caballero quien afirmaba que “su facilidad en el decir
no tiene ejemplo”. En definitiva, López se convirtió en uno de los primeros oradores en
convencer al público, teniendo una voz fuerte y valiente capaz de denunciar los abusos
con energía, sin temor al poder ni a los poderosos. Además de destacarse por su
brillante oratoria en sus actuaciones forenses y políticas, fue reconocido por su

21 
 
precisión en las citas de textos legales y la fuerza de un verbo poético, junto a ciertos
méritos en la poesía y en la novela.

Con una asombrosa memoria repetía discursos improvisados que los taquígrafos
no eran capaces de seguir. Fue un excelente orador de regular estatura, pelo lacio y
descompuesto, rostro herpético, color moreno, barba cerrada y ojos tiernos7.

Publicó además de sus discursos, novelas y poesía: "El juramento". "Discursos


pronunciados en las Cortes de 1836, 37 y 38". "Lecciones de elocuencia general, de
elocuencia forense, de elocuencia parlamentaria y de improvisación". "Colección de
discursos parlamentarios, Defensas Forenses y producciones literarias". Su hijo
Florencio publicó en 1856 una interesante “Colección de Discursos Parlamentarios,
defensas Forenses, y Producciones Literarias de don Joaquín María López”. Asimismo
publicó varias poesías teñidas de la afectación de la época, novelas y género histórico.

Desafortunadamente Joaquín María López perdió la voz en plena carrera a la


edad de cincuenta y seis años, lo que le que le impidió continuar con su exitosa carrera
profesional en el mundo de la Abogacía y la Política, si no hubiese sido por el
nombramiento que O´Donnell le consiguió el 17 de noviembre de 1854 como Ministro
Togado del Tribunal Supremo de Guerra y Marina.

Joaquín María López fallecería en Madrid, a consecuencia del referido cáncer de


lengua, el día 14 de noviembre de 1855, siendo enterrado junto a sus padres en el
panteón familiar de Villena hasta el año 2005 en que con motivo del 150 aniversario de
su muerte sería trasladado al panteón de hijos ilustres.

***

En su excelente referencia bibliográfica publicada por la Real Academia de


Jurisprudencia y Legislación en 1911, Eugenio Cemborain Chavarría realiza la siguiente
semblanza de Joaquín María López: 8

“Liberal de los más avanzados de su época y hombre de arraigadas convicciones,


estaba persuadido de que el Estatuto Real “ No satisfacía las necesidades de la Nación y
juzgaba que sobre aquel cimiento debía levantarse el edificio de un Código
fundamental”, teoría que sostuvo en el Estamento defendiendo la libertad individual, la
igualdad ante la ley, la inviolabilidad de la propiedad, la responsabilidad de los agentes
del poder y la libertad de imprenta, logrando ver respetados tan sagrados derechos en la
Constitución de 1873, en la que fue un valioso colaborador. Influyó poderosamente en
la exclusión de la línea de D. Carlos de la sucesión a la Corona.

Pronunció uno de sus mejores discursos en contra de la confiscación de bienes,


no desatendiendo las cuestiones de Hacienda, en las que intervino continuamente, así
como los intereses agrícolas, que tuvieron en él un frecuente defensor. “No olvidemos –
decía en la sesión de 28 de Agosto de 1834- que la clase agricultora es el sostén del
Estado y hagamos lo posible por atenderla. Nuestros agricultores, especialmente y por

                                                        
7
“Fisonomía natural y política de los procuradores en Cortes de 1834, 35 y 36, por un asistente a las tribunas”, Madrid 1836,
atribuido por Azorín a Fermín Caballero.
8
Jurisconsultos Españoles. Biografías de los ex_Presidentes de la Academia y de los jurisconsultos anteriores al siglo XX inscritos
en sus lápidas. La Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Al Instituto de Derecho Internacional. Tomo II. Madrid.

22 
 
fatalidad, no tienen más que una pobre y miserable cama para sí y su consorte y un
pedazo de pan, las más veces negro y mal acondicionado, para sus desgraciados hijos.
Ya que no podemos remediar los males que vengan de la ingratitud del suelo, probemos
a quitarle los estorbos que añade la legislación en contra de tantos infelices que luchan a
la vez con la naturaleza y con las leyes, y que encorvados todo el año sobre sus áridos
surcos, apenas arrancan un pedazo de pan a la tierra, cuando la mano dura de los
ejecutores viene a arrebatárselo y a dejar a sus hijos sumidos en el abandono y en la más
fatigosa miseria”

Amante del ejército, unificó la bandera de los regimientos que tremolaban los
blasones y colores de los antiguos reinos, ordenando usasen la nacional de guerra que
hasta entonces sólo había utilizado la marina (13 octubre) y atendió a la ilustración
militar creando Bibliotecas especiales en Madrid y en cada uno de los trece distritos en
que aparecía dividida la nación.

Entusiasta decidido de las Bellas Artes, adelantó la construcción del Teatro Real
y dedicó cuatro millones de reales para edificar el actual Congreso de los Diputados,
cuya primera piedra puso Isabel II ( 10 octubre), dotando a la Villa y Corte de dos
hermosos edificios. Influyó favorablemente en el crédito público al declarar “la renta
del 3 por 100 sagrada de consignar determinados ingresos afectos a su pago”, como las
minas de Almadén, que hasta entonces lo estaban (5 agosto); creó una Comisión, bajo la
dirección de D. Pascual Madoz, para llevar a cumplido efecto su pensamiento de formar
la estadística de la riqueza pública (5 agosto), y atendió en lo posible a los acreedores
del Estado, siendo preferidos en el cobro de sus respectivas pensiones las religiosas y el
clero, empezando siempre su pago tan pronto como se hallasen satisfechas las clases
pasivas (27 agosto).

Por último, notable Abogado, convencido de la “necesidad de dotar cuanto antes


al país de códigos claros, precisos, completos y acomodados a los modernos
conocimientos”, creó una Comisión para la codificación de las leyes (19 agosto) en la
que figuraron los más preclaros jurisconsultos presididos por D. Manuel Cortina, que
con tanto entusiasmo empezaron su cometido, no concluido por diversas causas, que a
mas de renunciar los sueldos que tenían asignados, formularán en pocas sesiones las
bases generales en que la codificación iba a fundarse (22 septiembre).

Sostuvo que la pena debe corresponder a dos fines, la represión y la corrección,


proponiéndose introducir en los edificios penales “ el aprendizaje de oficios útiles a la
sociedad y a los mismos criminales, sin establecer en los diverso mercados una preciosa
concurrencia de la cual se resienta la industria libre” (3 octubre), y suprimió las dos
grandes corruptelas que se oponían a su sentir y consistían en permitir a los criminales
que extinguieran su pena fuera de los presidios y la concesión a algunos penados de
cumplir sus años de condena en el ejercicio de la milicia, pues la profesión militar
recibe desdoro y mancilla con el ingreso de malhechores en filas de los soldados (25
agosto), y estableció el ceremonial en los actos judiciales, determinando los trajes que
debían vestir y los sitios que debían ocupar en los Tribunales de Justicia los que a ellos
asistan, según el concepto en que lo hagan, en la forma que, con pequeñas variantes,
preceptúan nuestras disposiciones vigentes (29 agosto); siendo el primer Ministro que
tuvo el honor de ser tratado de usted en Palacio.

23 
 
Orador de singular, de él escribía su contemporáneo D. Fermín Caballero: “No
se concibe cosa superior a sus elegantes, enérgicas y arrebatadoras frases; y cuando al
final de los periodos se agolpan en torrentoso borbotón madejas de palabras,
disputándose la coordinación, la armonía, el fuego y la propiedad, ni la tribuna pública
puede contener los aplausos, ni los Diputados alcanzan a mantenerse impasibles, ni el
Presidente mismo se atreve a ser severo con un concurso que le siente participar de los
mismos afectos que exhala…”

Abogado de sólidos conocimientos y de fluida palabra, fueron muy apreciados


sus dictámenes como Fiscal del Tribunal Supremo, de los que sólo conocemos el
emitido en la reclamación formulada por la Nunciatura acerca de la división eclesiástica
de Madrid, en que sostiene la intervención del poder civil en la disciplina externa de la
Iglesia, y admirables sus informes, de los que algunos, como el pronunciado en defensa
del brigadier Quirona y Frías fueron traducidos al inglés y al francés; político notable, la
lealtad y la honradez fueron sus normas, apareciendo probadas cuando desde el Poder
realizó, en lo posible, su programa y en los últimos años de su vida al solicitar ser
pasante de Don Manuel Cortina y ser acogida su pretensión en forma bien cariñosa.

Escritor eminente, sus artículos publicados en El Eco del Comercio y sus folletos
políticos – Observaciones sobre la interpelación anunciada en el Congreso por D.
Joaquín María López y Exposición razonada de los principales sucesos políticos que
tuvieron lugar en España durante el Ministerio de 9 de Mayo de 1843 y después del
Gobierno provisional,- tuvieron la misma favorable acogida que sus obras literarias,
entre las que sobresalen Cuento Fantástico, escrito en elogio del amor materno; Elisa y
el extranjero, novela en defensa de los hijos naturales, y Glosa a las palabras de un
creyente, de Lamennais, en que muestra sus condiciones de poeta; profesor en sus
primero años, sus Lecciones de elocuencia , publicadas en dos tomos, interesan a todos
los amantes de la oratoria y merecen detenido estudio por parte de los legistas; su vida
puede sintetizarse en la inscripción que cubre sus restos en su pueblo natal, ella es la
crítica más acertada y su más cumplido elogio.

Aquí yace el excelentísimo Sr. Joaquín María López, orador distinguidísimo sin
pretensiones, tres veces Ministro sin quererlo, su programa y su nombre hicieron una
Revolución sin sangre.

El insigne hombre político fue en sus últimos momentos abandonando por todos,
celebrándose su sepelio entre la más fría indiferencia del pueblo y contadas muestras de
afecto de sus partidarios y amigos.

Dos entidades: El Colegio de Abogados de Madrid, al acordar colocar su busto


en sus sala de sesiones al lado de los de Alfonso I, Campomanes y Jovellanos, y la Real
Academia de Jurisprudencia, al incluir su nombre entre los más salientes de su siglo,
han venido a reparar esta injusticia de sus contemporáneos, honrando, como se merece,
al esclarecido y elocuente jurista.

***

24 
 
“LECCIONES DE ELOCUENCIA EN GENERAL, DE ELOCUENCIA
FORENSE, ELOCUENCIA PARLAMENTARIA Y DE
IMPROVISACIONES”
Obra editada en Madrid en 1850.

Incluimos en esta descripción biográfica el comentario a la sección “Elocuencia


forense” realizado por Sonia Santos Vila, Doctora en Teoría de la Literatura y Literatura
comparada por la Universidad de Valladolid9.

“La sección “Elocuencia forense” consta de once lecciones más un apéndice que
lleva por título “Del abogado”. Atendamos individualmente a cada una de estas
lecciones contenidas en la citada sección.
La lección XIV (Historia de la elocuencia en el foro.- Su necesidad en el estado
actual de las sociedades) (pp. 199-218) comienza indicando que el hombre ha nacido
para la sociedad civil, y añade que la sociedad no puede existir sin leyes, necesita
códigos que arreglen y determinen sus derechos, leyes que todo lo tengan previsto y
calculado.

Es el abogado el conocedor de la ley y quien posee la ciencia del derecho, pero


necesita, además, sobresalir en la elocuencia, porque: “no de otro modo podrá pintar sus
ideas y desenvolver sus teorías con ese agradable colorido, con ese barniz de entusiasmo
que vence la resistencia de la razón, y arrastra la voluntad.”10

Señala Joaquín Mª López que la elocuencia le presta su fuerza persuasiva, sus


formas y galas de expresión. El abogado elocuente es un orador y se resalta lo siguiente:
“El orador lucha en un campo cuyos límites toca por todas partes, y no puede ni tender
su vuelo cuando no hay espacio, ni tener grandes movimientos cuando no lo anima la
expectación del interés general, ni remontarse á grandes consideraciones cuando los
hombres no miran más allá del horizonte de sus cálculos, dentro del cual no hay para
todo lo demás sino un desdén frío, ó una curiosidad indiferente.” (p. 209)11

El orador malograría sus frutos si no ayuda sus raciocinios con la belleza de la


imaginación, sometida a la elocuencia. Y enumera los usos que de la elocuencia se hace
en el foro: “La elocuencia en el foro se emplea en exagerar la atrocidad del delito si se
acusa; en exagerar igualmente los motivos y las escusas del crimen si se defiende; en
indagar las varias pasiones de los jueces para moverlas según conviene al plan que se ha
adoptado; en excitar según lo exige la necesidad, la ira, la compasión, el furor y la
lástima; en sustituir á la calma de la razón el entusiasmo de una imaginación acalorada;
en hablar al corazón cuando no se puede seducir al entendimiento, y en conmover al
juez cuando no es posible seducirle.” (p. 212)

Concluye López esta sección distinguiendo entre el abogado virtuoso y el


corruptor, comunicando los medios de los que se valen uno y otro en el foro,
inclinándose por la rectitud de la virtud.
                                                        
9
Sonia Santos Villa, Lectura descriptiva de la sección "Elocuencia Forense", Anuario Isabel la Católica,
http://comunicacionconocimiento.ui1.es/index.php/ccy/article/view/27
 
10
Véase López, J. Mª: “Elocuencia forense”, Lecciones de elocuencia en general, de elocuencia forense, de elocuencia
parlamentaria y de improvisación. Madrid: Imprenta D. M. Gabeiras, 1849. Tomo I. p. 201. De ahora en adelante, dado que se cita
por la edición que se reseña, simplemente se harán constar los números de página.
11
Respetamos la ortografía original en la que está escrito el tratado a lo largo de todo el trabajo.

25 
 
La lección XV (Carácter de la elocuencia judicial, estudios y cualidades del
orador en el foro, pp. 219-238) nos informa, en primer lugar, de que el objeto de la
elocuencia judicial es hacer triunfar la verdad y la razón sobre el error y la injusticia, y
resalta que la gravedad y la severidad son su base, y su fin la demostración de lo
verdadero y lo justo. Indica el autor que la elocuencia judicial es la más difícil de todas,
pues muda continuamente su fisonomía. De ahí que reclame para el orador forense
estudios profundos y variados, pues el abogado necesita sobresalir en su especialidad.
Así ha de conocer la jurisprudencia y comprender la filosofía de la legislación.

Para ello debe estudiar filosofía, historia y ciencias sagradas, también las
ciencias naturales descendiendo a los principios de las artes liberales. Además ha de
acompañarle la oratoria, unida a la dialéctica. Y es preciso que lea a los poetas, quienes
le sirven a la imaginación. Afirma que las cualidades del orador tienen más interés que
sus estudios, y señala que primeramente han de situarse la honradez y la reputación, a
ellas se añaden la independencia del alma y la firmeza inquebrantable del carácter, la
entereza y el valor, la veracidad, la presencia de ánimo, la serenidad de espíritu, la
libertad de pensamiento, la buena memoria y la circunspección y la prudencia. Finaliza
el escritor su lección enfatizando que lo que más rebaja a un abogado es la codicia.

La lección XVI (Dictámenes, demanda, contestación, y posteriores escritos) (pp.


239-244) emprende su contenido comunicando que el abogado ha de ser elocuente
cuando escribe y cuando habla. López enseña cómo han de estar confeccionados los
escritos implicados en un pleito o causa. Así pues, de los dictámenes manifiesta que han
de estar redactados de modo claro y conciso, han de estar bien fundamentados en el
juicio y ser naturales en la exposición. Suma sencillez y naturalidad exige para las
demandas, portadoras de un lenguaje limpio, sencillo y ceñido al objeto. Por su parte, la
contestación se escribe con sorpresa, extrañeza o irritación, siendo clara y sencilla y no
exenta de vivo colorido.

Para la réplica se pide mayor calor en las ideas y raciocinios. Los


interrogatorios en las pruebas deben escribirse con claridad y laconismo. Y, finalmente,
en los alegatos tienen cabida las amplificaciones. Informa Joaquín María López que es
más difícil escribir que hablar, y aconseja escribir bien, con cuidado y con meditación.

La lección XVII (Cómo se debe arreglar el discurso forense) (pp. 245-258)


insiste en el hecho de que el abogado se propone hablar a favor de la justicia, emplear la
ley y anunciar sus pensamientos “con toda la ventaja, encantos, y energía que deben
asegurarle el triunfo”12.

Afirma que la elocuencia se compone de varios géneros o tipos, contenedores, a


su vez, de disposiciones en su favor, y que en el caso de que el abogado vaya a hablar
ante el tribunal, lo primero que debe hacer es repasar con cuidado y profunda atención
la historia de los hechos que ofrecen las actuaciones, así como consultar las leyes y
doctrinas que entran en juego en la causa u opinión que defiende. Llegado el momento
de generar en la mente la defensa hablada, Joaquín María López aconseja un plan
general, una fórmula vaga del discurso, donde se separen las ideas generales y
secundarias, examinando la relación y dependencia que unas tienen con otras. Y

                                                        
12
Véase p. 246.

26 
 
comienza, en la elaboración de la mencionada defensa, con unas palabras acerca del
exordio.

Señala que ha de estudiarse si los exordios son convenientes y admisibles, o bien


deben desterrarse de las defensas, y lo subraya del siguiente modo: “(...) no todos los
discursos merecen exordio. A los de poca importancia que versan sobre materias
sencillas y de suyo, obvias, bastan algunas palabras que sirvan de introducción, sin que
á estas ligeras frases deba darse una forma determinada. Mas cuando la gravedad, el
interés ó la importancia de la causa la imprime cierta solemnidad, el exordio debe ser la
preparación natural y calculada que atraiga y fije los ánimos para lanzar después sobre
ellos y sobre el corazón, las pruebas y las corrientes de la pasión oratoria.” (p. 251)
El capítulo finaliza con una discusión sobre la materia del exordio, es decir, sobre su
contenido.

La lección XVIII (Continuación del mismo asunto.- Proposición y división) (pp.


259-292) sigue examinando las partes de una defensa, no sin antes realizar una
diferencia entre pleito (árido y propio del entendimiento) y causa (sierva de la
imaginación, la fantasía y los movimientos oratorios).

En cuanto a la proposición, se indica que ha de presentarse de manera ingeniosa


y nueva, de modo que “aunque la idea sea la misma que se esperaba, las formas las
desfiguren y la hagan parecer otra cosa”13. Por lo que respecta a la división el autor nos
informa de que rompe la unidad, aunque en materias complicadas puede servir a la
claridad “y en ese caso se debe admitir, porque la claridad es antes que todo en lo que se
habla y escribe, puesto que sin ella inútil es hablar y escribir, porque nada se
comprende”.

Se hace constar que la división ha de poseer pocos miembros, evitando las


subdivisiones que siempre complican y oscurecen, y que dichos miembros partan de la
proposición y vuelvan a ella. Asimismo, la narración debe contener los hechos
importantes de la cuestión que se debata, así como todo aquello que con ella tenga
relación.

Ha de poseer dos cualidades: veracidad y verosimilitud, y tres circunstancias:


claridad, brevedad y probabilidad. Se indica, además, que el lenguaje de la narración
será ligero y proporcionado al objeto, y que se reclama muchas veces el estilo
figurado. Enseña López que es aconsejable la introducción del patético indirecto -que
conmueve el corazón-, con el fin de que sea más intenso y seguro el efecto del patético
directo en la peroración.

Finalmente, diserta sobre qué orden debe seguirse en las narraciones: el


cronológico o el sistemático, y conviene en que las circunstancias deciden la elección.
En cuanto a la prueba se señala que es preciso atender a las “transiciones”: el orador
ha de ser tan hábil que ni el juez ni el auditorio han de darse cuenta de que se ha
pasado a otra parte del discurso. Divide las pruebas en directas -se ven, se perciben, se
tocan- e indirectas -requieren más cuidado, más atención, un examen más profundo y
detenido-, y afirma categóricamente que el abogado ha de consultar la ley cuando se
propone encontrar pruebas para hacer uso de ellas en una defensa. En cuanto al orden

                                                        
13
 Véase p. 261. 

27 
 
en la exposición de las pruebas, el autor resalta: “(...) nos parece preferible que siempre
que la naturaleza de la cuestión lo permita, se expongan al principio de la parte de
prueba uno ó dos raciocinios de gran peso y entidad, para que desde el primer instante
se cautive la atención y se convenza: que á seguida se ofrezcan las pruebas más
débiles, que viniendo inmediatamente después de otras poderosas, hacen poco notable
su insignificancia, y que por último se termine con las mas concluyentes y robustas,
porque así se hace una impresión honda y durable en el entendimiento, y su recuerdo
se conserva hasta estampar el fallo que viene á ser su inmediata y genuina expresión.”
(pp. 290-291)

La lección XIX (Mas sobre la parte de argumentación) (pp. 293-322) se abre


comunicándonos que en la parte de la prueba no abundan los movimientos oratorios.
Es preciso que el lenguaje sea claro, vivo y apremiante, y se necesita ingenio, talento y
habilidad para encontrar, combinar y exponer los argumentos. Se advierte acerca del
uso de las figuras en este punto probatorio, pues hay algunas que dañan: no es el caso
de las amplificaciones.

Por otra parte, Joaquín María López abarca el ámbito de los testigos y cuándo
no pueden ser creíbles, ofreciendo tres causas a ese fin: causas físicas, causas
intelectuales y causas morales. A su vez, cita a Bentham y expone las circunstancias en
las que se le ha de dar crédito a los testigos, a saber: testimonio responsivo, testimonio
distinto, testimonio reflexivo y no sugerido de una manera indebida, e, igualmente,
enumera las garantías o medios para asegurar la veracidad del testigo, junto con las
sanciones de las que depende la fuerza del juramento (la religiosa, la legal y la del
honor).

Distingue, de otro lado, las pruebas del crimen y las pruebas de la inocencia, y
subraya que el abogado debe realzar con belleza y vehemencia las pruebas de la
inculpabilidad. Esto lo consigue mediante la figura del paralelo que recorre y compara
principios, hechos y circunstancias, concluyendo con una “proposición exclusiva y
victoriosa”. Afirma el autor que la parte de prueba no puede faltar en las defensas,
puesto que es el periodo principal del debate, y la argumentación que contiene prepara
el camino a la peroración. Lo primero -alecciona López- es probar el hecho, señalar y
demostrar la verdad, y llama la atención a que no se debe repetir una prueba ya
presentada.

Aconseja, asimismo, llevar escritas sobre el papel algunas palabras -notas de


recuerdo, señales, etc.- que aludan a los argumentos que queremos usar, y al orden de
su exposición. En dicha exposición ha de haber unidad de fondo y variedad en la
forma. Y ultima su lección con una advertencia sobre la recepción de los argumentos
por parte de los jueces. La lección XX (De la refutación.- Peroración.- Epílogo.- Y
conclusión) (pp. 323-344) da comienzo indicando que la refutación complementa la
prueba, pues es labor del abogado, también, llevar al adversario a la más completa
derrota.

Ha de ser completa, de tal modo que se cubran todos los puntos, e ingeniosa,
según Joaquín María López, “para presentar los argumentos de nuestro competidor del
modo más ventajoso a nuestro designio, por el lado que pueden recibir más fuerte y
más serio ataque.” El lenguaje debe corresponder a las impresiones y al tono, y, al
preguntarse por el método más efectivo en la refutación, nuestro autor responde: “Esto

28 
 
depende de las circunstancias. Hay ocasiones en que conviene ir intercalando en la
serie de nuestras observaciones los argumentos contrarios, y rebatiéndolos al propio
tiempo. Esto equivale á ir marchando rápidamente y arrojando á la vez á gran distancia
las piedras que nos dificultaban el paso.

Otras veces es preferible dejar intactos los raciocinios opuestos, para la


refutación; y cuando esta llega, presentarlos en línea, é irlos pulverizando uno por uno,
hasta dejarlos desvanecidos todos. El primer medio suele tener más gracia, y siempre
prueba gran facilidad y comprensión: el segundo da una idea más acabada, produce
una convicción más profunda, y lleva á una victoria más decisiva.” (p. 327) Al hacer
referencia a la peroración, López diserta acerca de si debe tener lugar en las defensas.
Indica que si se desea conmover a los demás, lo primero que hay que averiguar es
cómo se les conmueve, es decir, qué resortes deben tocarse y la manera en que debe
hacerse para producir esta conmoción.

Informa de que es el yo el medio a través del cual se ataca el corazón y es


atraído a los fines del emisor. Y precisa que es la sensibilidad el origen de las
emociones, origen que ha de convertirse en el objetivo de los esfuerzos del orador;
asimismo subraya el que la sensibilidad es mayor en la mujer que en el hombre, por lo
común, y que los jóvenes son más sensibles que los ancianos.

Gracias a la sensibilidad el orador estremece el alma del oyente con emoción, y


López nos ofrece una serie de reglas para producir una excitación viva, intensa y
permanente, a saber: que se intente solo producir la emoción sobre un asunto que de
ella sea susceptible; que la emoción tenga un principio cierto, probado y grave; que se
use del patético siempre con naturalidad, y nunca con exageración; y, finalmente, que
no se prodigue en adornos.

Se insiste en el empleo de la pasión en la peroración, pero hay que tratarla con


cuidado para evitar el cansancio. Afirma, por otro lado, el autor que cuando el orador
se propone hacer sentir a los demás, no solo es necesario que él sienta, sino también
que presente su exterior muestras de su sentimiento. Ha de cuidar que la locución sea
grata al oído, y, para ello, ha de combinar proporcionadamente frases, palabras y letras,
consiguiendo así un efecto maravilloso. La lección concluye señalando que todo en
una defensa se reduce a los argumentos de razón, y a la excitación de afectos. Los
primeros se dirigen al entendimiento y tienen su lugar en la parte de la prueba; la
segunda se encamina al sentimiento y se asienta en la peroración.

La lección XXI (Continuación de la precedente) (pp. 345-350) se inaugura


diferenciando entre epílogo y peroración de este modo: “El epílogo se refiere á la
demostración (...), á las ideas en ella presentadas; y la peroración al sentimiento que se
procura excitar después de concluido aquel trabajo. El epílogo repite; la peroración
solo desflora: aquel habla al entendimiento; este á la pasión.” (p. 345) Nos informa el
autor de que el epílogo llega a continuación de la parte patética, y afirma que el fin del
abogado en el epílogo debe ser profundo y trascendental.

Ha de entresacar las ideas principales y más concluyentes de entre todas las


ideas que han constituido la defensa, y exponerlas brevemente con una viva impresión,
más poderosa y penetrante que la primera. Así, continúa Joaquín María López: “El
epílogo que reúne estas circunstancias, añade mucha fuerza á la defensa, hace las veces

29 
 
de un discurso nuevo, y sirve para enclavar otra vez en el alma y en el corazón la
convicción y la persuasión que han sido el objeto de todos nuestros afanes”. (p. 347)
Se nos ofrece también unas palabras sobre la conclusión, última parte del discurso.

Señala López que exige mucha observación y “gran tino”, pues el abogado
debe atender en este punto al estado de persuasión de los jueces, al asentimiento que
dan a sus palabras, al interés que en ellos produce, y cuando aprecie que el efecto es
conocido y completo, ha de finalizar su emisión. Por las razones mencionadas, la
conclusión ha de estudiarse y se añade que la entonación ha de ser la misma que la de
la parte animada del discurso.

La lección XXII (Invención, – disposición, – elocución, – y pronunciación) (pp.


351-356) hace hincapié en que en todas las partes del discurso concurren la invención,
la disposición, la elocución y la pronunciación. Así se contempla para el exordio: “En
el exordio la invención se reduce á determinar las ideas ó pensamientos que queremos
hacer entrar en él, la disposición á colocarles en el orden mas oportuno, y la elocución á
expresarlos en un lenguaje claro, sencillo, é insinuante. (...) la pronunciación (...) pide
para el abogado reglas particulares y algún tanto detenidas.” (p. 351)

Se afirma que en la proposición y división la invención, la disposición y la


enunciación se reducen a pocos pensamientos y palabras, y que es suficiente que exista
claridad, método y exactitud. En la prueba la invención es muy importante, pero se
advierte de la necesidad de que esté en su mejor orden y que el lenguaje sea preciso,
sonoro y persuasivo. Al referirse a la peroración, López observa lo siguiente: “En la
peroración, la invención consiste en encontrar las ideas que mas hablan al sentimiento;
la disposición, en arreglarlas del modo que aunque no sea el más rigorosamente
ordenado, pueda llevar á aquel fin; y la elocución, en valerse de las frases de más
fuerza é intensidad para conmover y arrebatar á cuantos nos escuchen. Aquí (...), debe
haber pocos adornos, porque la pasión quiere vigor y no galas.” (p. 352)

Cuando llega al epílogo, el autor enseña que se elige más que se inventa, dado
que tomamos de todo lo expuesto aquello que se cree más fuerte y concluyente. Por su
parte la disposición ordena lo elegido en la manera más apropiada, y, finalmente, la
elocución lo viste con belleza y energía. En la conclusión, sigue informándonos
Joaquín María López, la invención se forma con ideas, ideas que se arreglan
intelectualmente en la disposición, e ideas que se adornan con formas externas
apropiadas en la elocución para convertir en permanente la impresión producida con
anterioridad.

Se cierra la lección con unas palabras sobre la pronunciación, a la que se achaca


un interés y una importancia que, comúnmente, no se toma en la consideración que
debiera. Indica el autor que la pronunciación consta de muchos elementos, pero
destaca entre ellos la voz, la expresión de la fisonomía y la acción del cuerpo. Sobre la
voz constan estas palabras: “La voz debe tener cierta gravedad y ser siempre en su
acento comedida y respetuosa. La entonación ha de empezar en una cuerda media
aunque con mucha claridad siempre, porque así puede después sin fatiga subirse ó
bajarse según lo reclame la necesidad de expresar las afecciones. (...) Según sean las
ideas que se anuncian y los movimientos que se produzcan en nosotros, deberá ser la
velocidad y el timbre que se dé á la palabra. Los pensamientos que producen en el

30 
 
discurso cierto peso y cierta autoridad, deben enunciarse con voces medidas, lentas y
cadenciosas.

Los que han de comunicarle viveza, deben expresarse de una manera rápida y
acalorada. La pasión necesita entonces desahogarse, y la palabra que revela su fuego,
debe correr y aun vagar según sus varios impulsos.” (pp. 353-354) Se añade que hay
conceptos que piden una inflexión más marcada en la voz, y si esta falta, desaparece
todo el encanto: es lo que se llama énfasis. Junto con él, las pausas dan lugar al
pensamiento, a hacer combinaciones instantáneas, y también contribuyen a que el
abogado se serene y conserve el dominio sobre sí mismo.

En cuanto a la expresión de la fisonomía, ha de procurarse que sea tranquila y


afectuosa. Es encomiable el hecho de que el rostro del orador sea sensible a las
pasiones, y que actúe como un espejo que refleje impresiones, cambios y alternativas.
En lo tocante a la acción del cuerpo, se aconseja que no se ensaye, pues en la
elocuencia forense debe existir poca acción. El porte del abogado debe tener decoro y
dignidad, sin llegar a ser tímido ni arrogante. Por último se prescribe que no se mire al
auditorio, y si se lanza alguna mirada esta no ha de ser de ruego en pos de la
aprobación, ya que, como informa López, la aprobación ha de buscarla el abogado en
su conciencia, rebajándose a sí mismo si la busca en otra parte.

La lección XXIII (Del estilo en los discursos forenses) (pp. 357-364) subraya
que las cualidades principales del estilo han de ser la claridad y el ornato. La claridad
justifica el que se entienda bien todo lo que se dice, y el ornato el que guste por la
naturalidad y belleza de la expresión. A continuación el autor muestra las divisiones del
estilo de este modo: “El estilo, queriendo estar á sus fórmulas más generales de
aplicación y dejando aparte otras muchas gradaciones menos útiles, se divide en
sencillo, que sirve para instruir, medio ó florido que produce placer y deleite en los que
lo escuchan, y elevado ó sublime que es el lenguaje de la pasión con todos sus giros y
movimientos.” (pp. 358-359)

El discurso forense debe ser el resultado de la combinación de los tres estilos,


según Joaquín María López, y comunica al receptor de su lección las peculiaridades
estilísticas en función de las partes del discurso ya estudiadas con anterioridad. Así,
para el exordio reclama un estilo claro y sencillo exento de belleza. La proposición y la
división, por otro lado, han de destacar por el laconismo y la claridad. En la parte de la
prueba advierte claridad, precisión, exactitud y virtud, mientras que en la segunda parte
de la defensa el estilo debe ser elevado, rico y de un poder decisivo y soberano. Al
llegar al epílogo y a la conclusión, el autor indica que ha de existir belleza y, sobre
todo, solidez.

Para concluir su lección, López nos indica que el temperamento y la educación


influyen poderosamente en las ideas y afectos del hombre, y, en consecuencia, en su
estilo. Añade que no basta leer ni oír para formarse un buen estilo, sino que es
necesario pensar detenidamente sobre lo que se ha leído y oído e imitar
persistentemente los giros de expresión. Y, además, enseña que el estilo siempre es
reflejo del pensamiento y de sus emociones. La lección XXIV (Mas sobre el estilo)
(pp. 365- 371) da comienzo afirmando que en el estilo de los discursos forenses hay
condiciones precisas que no se pueden omitir, condiciones que se resumen en
severidad, gravedad y nobleza.

31 
 
Pero, además, existen una serie de cualidades que el abogado debe procurar que
concurran en sus discursos, las cuales son la exactitud en los pensamientos, la
elevación en las ideas, la dignidad y el decoro en el modo de presentarlas, y la
solemnidad. Y se recomienda exponer la cuestión en términos de interés general para
conseguir el fin. A propósito del uso de las figuras, el autor informa: “Pero si el
discurso forense según dijimos antes, debe ser severo, grave y noble, cualquiera podrá
creer que en él deben proscribirse las figuras. No es así ciertamente. Las figuras y la
gravedad no son incompatibles.

Ellas dan elevación al lenguaje; pintan sin desvirtuar, hermosean la dicción,


abren al entendimiento nuevos horizontes de comprensión y nuevos puntos de vista,
afectan al corazón de una manera más eficaz, y añaden al sentimiento solemnidad y
viveza. Nada más grave, más severo y más noble, que las figuras cuando nacen del
alma y al corazón se dirigen, siguiendo la ley y las condiciones de su recíproco
comercio.” (p. 368)

Asimismo, López advierte que no se deben apiñar estos giros en las defensas.
Indica que los tropos y las figuras de naturalidad y gracia se han de acomodar a los
periodos de discurso que no tienen gran importancia, las interrogaciones han de tener
su lugar en la prueba, y aconseja cuidar mucho en la peroración el empleo del
apóstrofe y la prosopopeya. Se insiste en que las figuras no deben degenerar jamás en
vulgares ni triviales, muy al contrario se afirma que si son elevadas engrandecen el
discurso y le dan un tono y una dignidad de los cuales sin ellas carecería. Es necesario,
además, que no se prodiguen si se desea un buen resultado.

Finalmente, Joaquín María López se pregunta si se han de llevar aprendidas las


figuras que han de usarse en el discurso. A ello contesta: “Lo que sí deberá hacerse es
calcular de antemano algunas figuras y el lugar de su oportunidad; meditar sobre ellas
para fijar bien el pensamiento, y si se quiere hasta el giro que se le ha de dar; conservar
á lo mas una palabra ó una señal de recuerdo, y abandonarse al influjo de los
accidentes, seguros de que la figura se nos ofrecerá en el momento más adecuado, y de
que se formulará en nuestros labios instantáneamente con palabras más armoniosas,
mas propias, más bellas ó más fuertes que las que hubiéramos podido encontrar en la
quietud de nuestras meditaciones.” (pp. 370-371)

Tras estas lecciones se introduce un apéndice, “Del Abogado” (pp. 371-376),


donde se ensalza la profesión de la abogacía por su culto a la justicia, por ponerse
siempre de parte del desvalido, por proteger y defender a los desgraciados que
demandan la ayuda del abogado, y por consolar incluso a los criminales. Es la
filantropía personificada. Da honra y lucro, pero también impone deberes. Para cumplir
dichos deberes, la principal cualidad en el profesional de la abogacía ha de ser la
independencia, también la integridad, y que abrace la causa que defiende con un interés
decidido y activo, para que no perdone medio de hacerla triunfar.

32 
 
OBRAS IMPRESAS DE JOAQUIN MARÍA LOPEZ

Colección de discursos parlamentarios, defensas forenses y producciones literarias /


Joaquín María López. —1ª ed.-Madrid: [s.n.], 1856 (Imprenta de Manuel Minuesa). —
5 v-
Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid

-Discurso pronunciado por... D. Joaquín María López en defensa de la letrilla... de D.


Circunstancias, [Texto impreso], 1849.
Biblioteca Nacional: (VC/2612/45)

- Exposición razonada de los principales sucesos políticos que tuvieron lugar en


España durante el Ministerio de 9 de Mayo de 1843, y después en el Gobierno
provisional [con documentos justificativos [Texto impreso] / Escrita por D. Joaquín
María López, 1845.
Biblioteca Nacional: (1/44228)

- El juramento [Manuscrito]: loa. Emp.: Ya la patria sacude el oprobio (h. 2)... Fin.:
defendiendo a la patria y a Cristina (h. 11v) / por Joaquín María López 1851
Biblioteca Nacional: (MSS/14611/14)

- Lecciones de elocuencia en general, de elocuencia forense, de elocuencia


parlamentaria y de improvisación / escritas por Joaquín María López. —Madrid:
Imprenta de M. Gabeiras, 1849-1850. —2 v.
Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid

- Memoria leída á las Cortes en la sesión del 25 de Octubre de 1836 por el Secretario
de Estado y del Despacho de la Gobernación de la Península [Texto impreso] 1836
Biblioteca Nacional: (R.MICRO/4492)

- Observaciones sobre la interpretación anunciada en el congreso por el diputado D.


Joaquín María López escritas por él mismo. / Joaquín María López. —Madrid:
Imprenta de Yenes, 1839. —64 pág.
Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid

- Pintura de las inmediaciones y pueblo de Esquivias donde escribió Cervantes una


parte del Quijote [Texto impreso]: Reseña de esta obra inmortal
Biblioteca Nacional: (CERVC/22/26)

- Sin marido y sin dinero [Texto impreso]: Comedia en un acto y en verso 1863
Biblioteca Nacional: (T/2290)

OTRAS REFERENCIAS

Gran parte de su producción literaria, muy extensa, fue publicada en el diario


madrileño El Eco del Comercio, surgido en mayo de 1834, órgano oficioso del Partido
Progresista y periódico de un gran nivel si tenemos en cuenta que contaba entonces con
dos ediciones: una para la capital de España, y otra para provincias pues se vendía en
cuarenta y cuatro ciudades, lo mismo que en las principales ciudades europeas.

39 
 
En la “Colección de discursos” figuran las intervenciones parlamentarias entre
1834 y 1853, las defensas forenses como abogado, y la producción literaria, entre la que
destaca “Cuento fantástico”, “La soledad y la poesía”, “Pintura de las inmediaciones y
pueblo de Esquivas donde escribió Cervantes una parte del Quijote”, “Mi despedida de
Alicante el día 13 de agosto de 1849 por la noche”, “Mis reflexiones a la luz de la luna”,
“El mar mirado desde las montañas de los baños de Busot”, “Al Escorial”, “Mis horas
de recuerdos”, “Elisa y el extranjero”, así como discursos y oraciones fúnebres.

BIBLIOGRAFÍA

Caballero, F.: Vida del Excmo. Sr. D. Joaquín María López, Fiscal del Tribunal
Supremo de Justicia. Madrid: Manuel Minuesa, 1857.
Domene Verdú, J. F.: “Joaquín María López, tras el 150 aniversario de su
muerte”. En Villena: Revista anual. Diciembre de 2006, nº 56. pp. 207-
210.
García Martínez, S.: “D. Joaquín Mª López y La Laguna”. En Villena: Revista
anual. Septiembre de 1964, nº 14
González-Deleito y Domingo, Nicolás: “Biografías de Abogados famosos: D.
Joaquín María López”.- En Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de
Madrid, enero-marzo, 1963
Juan Guill, A. J.: “Don Joaquín María López, los pobres y la Virgen de las
Virtudes, Patrona de Villena”. En Villena: Revista Anual. Diciembre de
2003, nº 53. pp. 107-108.
- “Joaquín María López alcalde de Madrid”. En Villena: Revista anual.
Diciembre de 2006, nº 56. pp. 211-212.
- “Joaquín María López: Estudiante y profesor de la vetusta Universidad
de Orihuela, licenciado en jurisprudencia y abogado”. En Villena:
Revista anual. Diciembre de 2008, nº 58. pp. 62-63.
López, J. Mª: Lecciones de elocuencia en general, de elocuencia forense, de
elocuencia parlamentaria y de improvisación. Madrid: Imprenta D. M.
Gabeiras, 1849. Tomo I.
López-Tarruella, A.: “Ante el primer centenario de la muerte de Don Joaquín
Mª López”. En Villena: Revista anual. Septiembre de 1954, nº 4.
Llorens Ronda, R. Mª: “Joaquín María López en la revista ilustrada El
Semanario Pintoresco Español (1836-1857)”. En Villena: Revista anual.
Diciembre de 1998, nº 48.
Marco Ahuir, R., “Apuntes sobre la vida y la época de D. Joaquín María
López”. En Villena: Revista anual. Septiembre de 1995, nº 45. pp. 44-49.
- “Algunos apuntes sobre la descendencia de Joaquín María López y
López”. En Villena: Revista anual. Septiembre de 1995, nº 45. pp. 50-52.
Moliner Prada, A.: Joaquín Mª López y el Partido Progresista: 1834-1843.
Alicante: Instituto de Estudios Juan Gilbert, 1988.
Navarro García, J.: “Joaquín Mª López: en el 150 aniversario de su muerte”. En
Villena: Revista anual. Diciembre de 2005, nº 55. pp. 158-161.
Ortega Carmona, A.: Retórica y Derecho. Tareas del abogado. Salamanca:
Servicio de Publicaciones de la Universidad Pontificia de Salamanca,
2008.

40 
 
Prats Esquembre, V.: “Otro aniversario”. En Villena: Revista anual. Septiembre
de 1985, nº 35.
- “Joaquín María López, nombrado hijo predilecto de su ciudad natal”.
En Villena: Revista anual. Septiembre de 1989, nº 39.
- Joaquín María López, un líder liberal para España: su vida y su obra
política. Villena: Ayuntamiento – Alicante: Caja de Ahorros Provincial
de Alicante – Valencia: Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1991.
- “El exilio en Francia de Joaquín Mª López”. En Villena: Revista anual.
Septiembre de 1993, nº 43. pp. 26-28.
- “Honrando a Joaquín María López”. En Villena: Revista anual.
Diciembre de 2005, nº 55. pp. 153-157.
Rojas, A.: “Una publicación sobre Joaquín María López”. En Villena: Revista
anual. Diciembre de 1998, nº 48.
Sevilla Merino, A.: Joaquín María López. Alicante: Instituto de Estudios
Alicantinos, 1959.

***

TRES JOYAS DE LA ELOCUENCIA FORENSE

De entre los múltiples escritos y referencias de la elocuencia forense que se


encuentra en la Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid queremos
recordar las siguientes obras que no dudamos en calificar joyas de la elocuencia y de la
elocuencia forense:

- Filosofía de la Elocuencia. Por Antonio de Capmany y de Montpalau. Obra


editada en Londres en 1812 y reeditada en Madrid en diversas ocasiones

- Elementos de Elocuencia Forense. Por Pedro Sainz de Andino y Álvarez. Obra


editada en Madrid en 1828 Abogado de los Reales Consejos y del Ilustre Colegio de
Sevilla.
Hay una edición en internet.
http://fama2.us.es/fde/ocr/2006/elementosDeElocuenciaForense.pdf.

- Lecciones y Modelos de Elocuencia Forense. Por Francisco Pérez de Anaya.


Obra editada en Madrid en 1848.

41 
 
FILOSOFÍA DE LA ELOCUENCIA.
Antonio de Capmany y de Montpalau.

Referencia biográfica

Antonio Capmany nació en Barcelona en 1742. Estudia Lógica y Humanidades en el


Colegio Episcopal de Barcelona. Ingresa en el ejército, en el Regimiento de Dragones
de Mérida, fue subteniente del regimiento de las tropas ligeras de Cataluña, habiendo
participado en la guerra contra Portugal en 1762.

Vuelve a la vida civil en 1770, dedicándose


fundamentalmente al estudio de la historia y de la literatura.
Colabora con Pablo de Olavide en el proyecto ilustrado de
traer familias centroeuropeas para repoblar Sierra Morena.
En 1770 publicó su gran obra en cuatro volúmenes, Historia
del comercio y las artes de la antigua Barcelona. Por ésta
época se encargó de la reorganización del Archivo del Real
Patrimonio de Cataluña. Fue miembro de la Real Academia
de la Historia en 1776, siendo nombrado Secretario Perpetuo
en 1790. Se enfrentó en polémica a Jovellanos y
Campomanes defendiendo la pervivencia de los gremios.

En 1808, al comenzar la Guerra de la Independencia


incita a los españoles en su publicación “El Centinela contra
los franceses” a una lucha a muerte contra Napoleón, al que
consideraba la Anti-España refugiándose en Cádiz donde dirigió la Gaceta de la
Regencia de España e Indias que se publicaba en vez de la Gaceta de Madrid.

Antonio Capmany sería elegido diputado de las Cortes de Cádiz el 25 de febrero de


1810 por Tarragona y pertenecía la comisión que debía lograr el proyecto de
constitución formado parte una junta especial de inspección para dar el visto bueno a
dicho proyecto junto con Agustín Arguelles y Jaime Creus Martí donde se acordó, entre
otras disposiciones, el hacer un Diario de Sesiones.

También perteneció a la Comisión de 11 diputados


encargado de elaborar el proyecto de libertad imprenta que
defendió con gran entusiasmo y a la comisión de 12
diputados encargado de elaborar el lamento interior de las
Cortes. Pero no fue una persona apacible como costa cuando
se manifiesta contra Ranz Romanillos al que acusó de
afrancesado, entre otras razones, por haber traducido el
Estatuto de Bayona, proponiendo que fuera expulsado de la
Academia de Historia por maligno.

Capmany publicó varios folletos en Cádiz entre ellos su


discurso pronunciado en la sesión pública de las cortes en lo
de mayo de 1813 denunciando el impreso intitulado “el

42 
 
defensor acérrimo de los derechos del pueblo.” 14

El influyente Lord Holland tuvo una relación directa con Capmany y manifiesta
haberle oído contar diversas anécdotas sobre Felipe II y singularmente describirle los
prejuicios ocasionados por los jesuitas en la literatura. En su diario español Lady
Holland manifiesta que según el historiador catalán la decadencia de las letras españolas
coincidió con el auge de la Compañía de Jesús que había marcado a España por su
profunda ignorancia y groseros prejuicios.15

Lord Holland manifestaría en su diario que para la realización de las Cortes se puede
sacar mucho del auxilio de don Antonio Capmany. “Cuando se trata de principios de
gobierno, y aún más de lengua, es algo caprichoso y muy porfiado en sus ideas; pero
prescindiendo de que es muy buen español y tiene una pluma mordaz, en cuanto los
hechos de tiempos antiguos, y a lo que llama los franceses “recherches”, me parece que
es uno de los más útiles del día y tal vez, aun cierto punto, el padre de esa ciencia en
España.”16

Otras obras de Antonio Capmany son las siguientes:

• Discursos analíticos sobre la formación y perfección de las lenguas (1776)


• Filosofía de la elocuencia (1776)
• Discurso económico-político en defensa del trabajo mecánico de los menestrales
y de la influencia de sus gremios en las costumbres populares, conservación de
las artes y honra de los artesanos (1778)
• Memorias históricas sobre la marina, comercio, y artes de la antigua ciudad de
Barcelona (4 vols. 1779-1792)
• Código de las costumbres marítimas de Barcelona (1783). Donde reprodujo el
Libro del Consulado del Mar de Barcelona.
• Teatro histórico-critico de la elocuencia Española (1786)
• Ordenanzas de las armadas navales de la Corona de Aragón(1787)
• Cuestiones críticas sobre varios puntos de historia económica, política, y militar
(1807)
• Centinela contra franceses. Encuentro. ISBN 9788474909333. (1808)
Apología de las fiestas públicas de toros (pub. en 1815)

                                                        
14
Enric Jardí: Els catalans de les Corts de Cadis, Barcelona, 1963. Guillermo Forteza: Juicio crítico de las obras de D. Antonio
Capmany, Barcelona, 1857
15
The Spanish Journal of Elizabeth Lady Holland, pg. 153
16
Carta a Jovellanos, en Cádiz, a 31 de mayo de 1809

43 
 
Un ejemplar de la obra de Antonio Capmany “Filosofía de la Elocuencia”
publicado en Madrid, Imprenta de Sancha, 1942, se encuentra en el Colegio de
Abogados de Madrid, R. Fondo Antiguo núm. 1355. Se trata de una nueva edición
copiada literalmente conforme a la publicada por él mismo en Londres en 1812.

Dicha obra tiene un largo prólogo en el que se hace referencia a lo que Cicerón
llamaba “Eloquentia Corporis, la pronunciación con la acción, dos calidades esenciales
del orador”. Manifiesta que la filosofía de la elocuencia es la discreción en producir con
vigor, gracia y propiedad de palabras lo que se engendra en nuestro discurso.

Alude a las lecciones de retorica traducidas del francés y del inglés y manifiesta
que no hay elocuencia sin elocución, ni elocución sin retórica “la elocuencia fue antes
que la retórica, es verdad pero debe extenderse, no el estilo, no la composición, ni una
pieza elocuente, sino dichos o rasgos sueltos, breves oraciones producidas por la sola
imaginación o pasión momentánea de hombres de buen juicio movidos de un impulso
natural.

La obra queda dividida en tres partes y dos apéndices. La parte primera se refiere
a la dicción, la parte segunda al estilo y la parte tercera a la exornación (exornar:
adornar, embellecer, engalanar, hermosear, decorar, ornamentar), conteniendo los tropos
de dicción, entre ellos la metáfora; los tropos de sentencia, entre ellos la ironía y la
alegoría; las figuras retóricas y las figuras de sentencia. Completándose la obra con un
apéndice primero referido a los lugares oratorios y un apéndice segundo referido al
estilo alegórico.

Reseñamos la existencia de esta obra en nuestro Archivo por su interés cultural


pues no expresamente jurídica y por la personalidad eminente de este notable personaje,
uno de los hombres más importantes en la elaboración de la Constitución de 1812.

***

45 
 
ELEMENTOS DE ELOCUENCIA FORENSE
Pedro Sainz de Andino y Álvarez
Abogado de los Reales Consejos y del Ilustre Colegio de Sevilla

Referencia biográfica

Pedro Sainz de Andino y


Álvarez (1786-1863), nació el 11 de
noviembre de 178617 en Alcalá de
los Gazules, Cádiz. Era hijo Rufino
Andino y Pincetti, natural de
Ubrique, y de Elvira Álvarez y
Sánchez, natural de Alcalá de los
Gazules, ambos casados en 1784.
Realizó los primeros estudios en
Alcalá, en la Iglesia y antiguo
Convento de Nuestra Señora de la
Consolación, de la Orden de los
Mínimos, donde aprendería la
Doctrina en las clases dominicales y
la Gramática castellana y latín
correspondiente a la enseñanza de
primeras letras.

Trasladada la familia a
Puerto Real estudia en Cádiz de los
12 a los 15 años en el Colegio San
Bartolomé, antiguo Colegio de los
Jesuitas ahora seminario conciliar.
En octubre de 1798 realiza los
estudios, con aplicación y
aprovechamiento, de lógica,
metafísica, física, lugares teológicos, un año de matemáticas finalizando los mismos en
el curso 1800-1801 con el de Filosofía Moral.

En 18001 se traslada a Sevilla a estudiar leyes y cánones obteniendo el 19 de


mayo de 1804 el título de bachiller en Leyes, licenciándose en Cánones el 7 de mayo de
1806 y doctorándose en Leyes el 7 de mayo de 1806.

El ejercicio de la abogacía requería los cursos de Derecho Real y de Economía


Política que realiza en los años 1806 y 1807 respectivamente y que fueron cursados
satisfactoriamente. Además había realizado las prácticas en el estudio de abogado
durante seis años desde 1802 hasta 1808 .En octubre de 1807 es nombrado Catedrático
sustituto en la Cátedra de Partidas de la Universidad a la que sirvió con particular
eficacia y celo y como tal es nombrado claustral de la Real Universidad Literaria de
Sevilla en Leyes y Cánones y en 1809 es Moderante para organizar y presidir los
                                                        
17
Juan José Mostazo Gómez http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1514215/drama/talento/exilio.html. Alberto Gil Novales.
http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=sainz-de-andino-pedro.

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ejercicios de los alumnos recibiendo además recibe el nombramiento de Director de la
Academia Civil de Jurisprudencia en los años 1809 y 1810, constando como abogado en
ejercicio de los Reales Consejos del Ilustro Colegio de Sevilla.

Su participación en la Guerra de la Independencia no fue muy destacada. Es


teniente de milicias urbanas desde mayo de 1808, oponiéndose al nombramiento de
Alberto Lista como delegado de la Universidad para la formación de un ejército patriota
(14 de julio de 1809).

Sainz de Andino aceptará el puesto de Secretario General de la Prefectura del


Guadalquivir, con sede en Jerez de la Frontera, cargo administrativo en la estructura
gubernativa creada por la ocupación francesa en el sur peninsular, subordinado al
Prefecto D. Joaquín María Sotelo, también Catedrático de leyes de la Universidad y
nombrado Consejero de Estado y Comisario regio de esta provincia de Jerez desde abril
de 1810, siendo trasladado posteriormente a Ecija en 1811 en comisión de servicios con
el cargo de Subprefecto de la misma, dependiente de la Prefectura de Sevilla.

Su condición de colaboracionista con el gobierno de José I le hará abandonar


Andalucía, probablemente en el verano de 1812 convirtiéndose en exiliado en Francia
donde permanecerá hasta Junio de 1816, al parecer, en Olerón y en Toulouse,
ocupándose de diferentes asuntos y casas comerciales, hasta que publicado un Real
Decreto de 13 de junio de aquel año se permitirá la vuelta de los seguidores de José I,
previa instrucción e investigación de las circunstancias de cada individuo. Elige regresar
pero permaneciendo en Cataluña, cerca de la frontera francesa, donde en marzo de 1820
es nombrado Promotor fiscal de Tortosa (Barcelona) por designación del Jefe Político
superior de Cataluña, Don Juan Munárriz, y allí donde publica sus primeras obras.

Con el Trienio Liberal reaparece en Tortosa, donde verá la luz su obra De la


Constitución y del derecho que tienen todos los pueblos a constituirse del modo que
crean más conveniente en abril de 1820, exaltación del orden y de la obediencia. El 12
de marzo de 1821 será nombrado promotor fiscal de la ciudad, pasando luego al juzgado
de primera instancia de Tarrasa, en donde ejerció desde el 12 de marzo de 1822 al 10 de
octubre de 1823.

47 
 
Lo más probable es que desde este último año hasta 1827 viviera en el
extranjero, pero en tal año reaparece su figura en Cataluña protegido por Luis López
Ballesteros. El 29 de noviembre de 1827 propuso la formación de un Código de
Comercio, cosa que el Ministerio aceptó. Escribió entonces Elementos de elocuencia
forense (publicada en Madrid, 1828), obra que alcanzó cuatro ediciones, y De los
ministros sobre el curso que debe darse al juicio de purificaciones (escrita en agosto del
mismo año), obra que no llegó a editarse en aquel tiempo y que fue luego publicada por
Federico Suárez en Documentos del reinado de Fernando VII (1968).

A primeros de 1825 recorrerá el Valle de Tobalina, en Burgos, preparando las


pruebas de nobleza de cara a la consecución de la Real y muy distinguida Orden de
Carlos III, habiendo de presentar testimonios de posesión de hidalguía por línea paterna
y testimonio de nobleza de sangre materna, en su expediente, para ser nombrado
Caballero de la Real Orden, recopilando para ello su genealogía. Su bisabuelo paterno
se llamaba Martín Sáinz de Andino y del cual adoptará el apellido completo. Pasará a
llamarse de este modo: “Pedro Sáinz de Andino y Alvarez”.

De esta época ya al servicio de Fernando VII, encontramos publicadas las dos


obras que podemos calificar de fundamentales: la primera obra fue la que ahora nos
ocupa, “Elementos de elocuencia forense”, que sería usada como texto en las
Universidades españolas durante buena parte del siglo XIX.

La segunda obra de Sanz de Andino sería el Código de Comercio que será


sancionado por el Rey Fernando VII el 30 de mayo de 1829 y promulgado por Real
Orden del Ministerio de Hacienda de 3 de Junio de 1829.�El Código de Comercio será
un obra exclusiva suya y fue la gran pieza legal que ordenó, racionalizó e impulsó las
operaciones y negocios mercantiles teniendo trascendente repercusión y vigencia
hispanoamericana y, en parte, rigiendo aún en España18.

Sanz de Andino siguió ejerciendo de abogado y fue nombrado intendente de


provincia de segunda clase (9 de marzo de 1829). El mismo año presentó el referido
Proyecto de código de comercio y trabajó también en sendos proyectos de códigos
criminal y civil que no llegaron a puerto. Suya es la Exposición al Rey sobre la
situación política del Reino y medios de su restauración (1829) y también el
Reglamento del Banco Español de San Fernando (1829) y la Ley de Bolsas (1831).

Los honores se acumulaban sobre su persona: fiscal del Consejo de Hacienda


(1829), Ministro del Consejo y Cámara de Castilla, miembro de la Junta de Loterías y
de la de Tratados. El Decreto de 2 de noviembre de 1830, convirtió a Pedro Sáinz de
Andino y Álvarez Pincetti y López, en Caballero de la Orden española de Carlos III
(Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, expediente 2066), aprobándose el
nombramiento en la Asamblea celebrada el día 27 del mismo mes. Los servidores de
Fernando VII obtuvieron esa distinción como retribución a sus quehaceres. Recibió
también la orden de Isabel la Católica (1833) y fue Académico Honorario de la Historia.

La muerte del rey Fernando VII supuso su jubilación en Hacienda (1834), a


pesar de que inmediatamente se había declarado isabelino. Publicó Alegación por el

                                                        
18
Crónica de la codificación española: Codificación mercantil, Volumen 6. Escrito por Juan Francisco Lasso Gaite

50 
 
derecho de la Real Hacienda en los autos pendientes [...] entre su fiscal más antiguo [...]
y el [...] Duque del Infantado, sobre [...] alcabalas [...] (Madrid, 1833).

En febrero de 1844, González Bravo le encargó la revisión de toda la legislación


de Montes; publicó un año después Ensayo crítico sobre la contratación de la Bolsa de
Comercio (Madrid, 1845), y el 25 de noviembre de 1845 tomó posesión como
Consejero real, y luego Presidente, de su sección de Fomento. Fue Vicepresidente de la
Junta de Archivos en 1847 y Senador desde el 10 de marzo de 1847 hasta su muerte.
Ingresó en la Academia de la Historia el 4 de febrero de 1848. Se jubiló el 30 de
noviembre de 1855 como Director general de Archivos19.

Obras de Sanz de Andino

Ley de liquidación del Banco de San Carlos creado en 1782 y de creación del Banco de
San Fernando y aprobación de sus estatutos. Madrid 3 de septiembre de 1829.
Precursor del Banco de España.
Ley de enjuiciamiento sobre los negocios y causas del comercio.�Real Cédula de 24 de
julio de 1830. Completa y desarrolla el Código citado.
Proyecto de organización de todos los Ministerios presentado a S.M. 21 de Noviembre
de 1830.
Proyecto de Código Criminal. Madrid 31 de mayo 1831. No llegó a ser validado por su
enemistad con algunos personajes de la época.
Ley de Bolsa. Real cédula de fundación de la Bolsa de Madrid, de 10 de septiembre
1831. Primera Bolsa de Valores de nuestro país.
Real Decreto de creación del Ministerio del Interior. Madrid 9 de Noviembre de
1832.�
Exposición reservada al Rey sobre el muy crítico y peligroso estado del reino. 14 de
noviembre de
1832.
Exposiciones a la Reina Mª Cristina. Exposiciones y dictámenes reservados sobre
asuntos de estado, fuerzas cívicas, auxilio extranjero y mejoras de Hacienda. Papeles
reservados de Fernando VII. Diciembre de 1833.

***

                                                        
19
GIL NOVALES, Alberto: Las Sociedades patrióticas, Madrid: Tecnos, 1975.
RUBIO, Jesús: Sainz de Andino y la codificación mercantil, Madrid, 1950.

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“LECCIONES Y MODELOS DE ELOCUENCIA FORENSE”.
Francisco Pérez de Anaya. Obra editada en Madrid en 1848.

Una tercera obra que queremos reseñar es la de Francisco Pérez de Anaya,


abogado de los tribunales del reino y asesor de la dirección general de Loterías, titulada
“Lecciones y modelos de elocuencia forense”.

El ejemplar del Colegio de Abogados de Madrid conserva un ejemplar de esta


obra en dos volúmenes, Biblioteca ICAM Fondo Antiguo, Siglo XIX, 2438. La obra
tiene una clara misión pedagógica y recoge una abundante documentación.

La obra está formada por cuatro volúmenes encuadernados en dos libros, en su


advertencia refiere haber tomado ideas de alguna serie de obras entre las que refiere a la
figura de Félix José Reinoso, ilustre profesor.

Félix José Reinoso había nacido en Sevilla en1762.


Allí fundaría con sus condiscípulos Alberto Lista y
José María Roldan la Academia de Letras Humanas de
Sevilla. Afrancesado, José Bonaparte le nombró
prebendado de la Catedral de Sevilla, teniendo que
emigrar a Francia en 1814 donde publicó Examen de
los delitos de infidelidad a la patria imputados a los
españoles bajo la dominación francesa (Auch, 1816,
Burdeos, 1817; Madrid, 1842). Vuelve a Sevilla donde
en 1815 recibe la cátedra de humanidades. En 1820
Riego le propone como diputado publicando varios
artículos. Ejerció la abogacía y fue uno de los
encargados de preparar la jura de Isabel II en 1833.
La obra de Francisco Pérez de Anaya se divide en
cuatro volúmenes, en el primero se ocupa de la
elocuencia y la oratoria, las partes del discurso oratorio, la dicción y la alocución y la
diferencia entre la elocuencia de los antiguos y los modernos presentando como
modelos a Campomanes, Jovellanos, Menéndez Valdés y Forbés incluyendo en sus
biografías diversas alegaciones, informes, dictámenes y consultas.
Los siguientes volúmenes son asimismo muy interesantes conteniendo importantes
biografías y documentación jurídica vinculada a estos autores. Incluye en este tomo
segundo las siguientes biografías y documentos jurídicos: Wenceslao de Argumosa y
Bourke, Manuel María Cambronero, Ramón de Sales, Valentín Recio, Juan Gualberto
González, Antoniño García Puente, Feliz José Reinoso, Joaquín Pérez Seoane, Luis
Rodríguez Camaleño y Juan Bravo Murillo.

Los siguientes volúmenes son asimismo muy interesantes conteniendo


importantes biografías y documentación jurídica vinculada a estos autores. Incluye en
este tomo segundo las siguientes biografías y documentos jurídicos: Wenceslao de
Argumosa y Bourke, Manuel María Cambronero, Ramón de Sales, Valentín Recio, Juan
Gualberto González, Antoniño García Puente, Feliz José Reinoso, Joaquín Pérez
Seoane, Luis Rodríguez Camaleño y Juan Bravo Murillo.

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En el tercer tomo incluye las siguientes biografías y documentos jurídicos:
Manuel Pérez Hernández, Manuel Cortina, Antonio María Rubio, Joaquín María López,
Francisco de Paula Suazo, Manuel de Seijas Lozano, Juan Antonio Rascón, Florencio
Gómez Parreño, Gonzalo Fernández de Heredia y Begines de Los Ríos.

En el cuarto tomo incluye las siguientes biografías y documentos jurídicos:


Francisco Viudes y Gardoqui, Salustiano de Olózaga, Pascual Madoz, Joaquín María
Sotelo, Joaquín Francisco Pacheco y José de la Peña y Aguayo.

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Lecciones de elocuencia en general, de elo-
cuencia forense, de elocuencia parlamentaria
y de improvisación/escritas por Joaquín Ma-
ría López.- Madrid: Imprenta de M. Gabeiras,
1849-1850.- 2 v. Biblioteca del Icam20

20
De la obra reproducida a continuación, sólo se contempla la parte correspondiente a la
Elocuencia forense, lecciones XIV al final, p. 199-381, del tomo primero de dicha obra.

55
 

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