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Sobre Las Causas de Nulidad Matrimonial
Sobre Las Causas de Nulidad Matrimonial
Queda así absolutamente en claro que, por derecho natural y derecho divino, no
es posible disolver o romper el vínculo matrimonial válido entre bautizados, cuando
han consumado ese matrimonio. Esto elimina, de modo absoluto, repito, cualquier
posibilidad de acceder o conceder un divorcio, que consiste, precisamente, en la
ruptura o eliminación de ese vínculo o ligamen conyugal, por cualquier causa
sobreviniente o surgida con posterioridad a la celebración de un matrimonio válido, y
que posibilitaría readquirir, por parte de los cónyuges, la aptitud nupcial, al modo que
lo autoriza la legislación civil de muchos países. El divorcio presupone siempre un
matrimonio válido que, por alguna causa surgida después de su celebración, no puede
prolongarse en la convivencia o consorcio de vida conyugal, y los interesados, o sea los
esposos, ya ambos, o alguno de ellos, no impugnan la validez del vínculo, sino que
piden su ruptura, invocando los motivos que las leyes civiles suelen acordarles, con
mayor o menor amplitud para justificar esta separación, no sólo de cuerpos, sino la
rescisión del mismo vínculo matrimonial.
Pero las causas de nulidad matrimonial son cuestiones distintas, del todo diversas
al divorcio, porque estas causas, deben coexistir, deben estar presentes al momento
de la celebración matrimonial, y así afectan su validez, lo hacen nulo, es decir, nunca
ha habido verdadero matrimonio válido, desde su misma celebración. Cuando los
contrayentes están incursos en algunas de esas causas, dice generalmente el derecho
que “atentan inválidamente el matrimonio”, quienes pretenden contraerlo, y en
consecuencia si el sacramento fue celebrado de buena fe, si ambos cónyuges o al
menos uno de ellos, desconocía la invalidez del matrimonio, éste se llama “putativo”, o
sea que es tenido por matrimonio, pero que no lo es, porque no es matrimonio válido,
aunque lo quieran así quienes lo han contraído.
Por lo tanto quedan en claro las diferencias fundamentales y esenciales entre un
divorcio de un matrimonio válido y la mera declaración de nulidad de un matrimonio
que nunca existió como tal válidamente.
Ahora bien, es cierto también que muchas parejas contraen en estos tiempos
matrimonios que están afectados en su validez, que son nulos, y que la Iglesia debe
así declararlo, tras un proceso judicial, para que los contrayentes queden habilitados
para contraer un verdadero matrimonio válido, con quien deseen hacerlo, para ejercer
así el “ius connubi”, o derecho a casarse, que es un derecho natural de las personas, y
que comprende el derecho a contraer y el derecho a elegir libremente cónyuge para
hacerlo.
Nulidad matrimonial
Como se dijo al comienzo, son muchas las personas que manifiestan su interés
por conocer las causas de nulidad del matrimonio, y entre ellas, algunas lo requieren
para ilustrar a personas que les son queridas, y otros porque advierten que si su
matrimonio fue nulo, pueden pedir que así se declare para readquirir ellos su
capacidad nupcial y poder contraer matrimonio válido, en ocasiones con quien ahora
están compartiendo una simple unión de hecho, lo que les impide acceder a la gracia
de los sacramentos de la reconciliación y de la sagrada comunión.
Las causas, o los motivos, que pueden causar la nulidad del matrimonio entre
bautizados, están taxativamente enumeradas en el Código de Derecho Canónico y
nadie puede agregar o quitar alguna de ellas. Las podemos estudiar en tres capítulos,
los impedimentos, los vicios del consentimiento y las violaciones a la forma de
celebración.
LOS IMPEDIMENTOS:
En este tema hay dos asuntos importantes, uno es qué son los impedimentos, y
otro, cuales son los impedimentos que obstan a la celebración válida del matrimonio.
El primero interesa más a los juristas, y se puede decir, muy sencillamente en tanto
este trabajo no está destinado a ellos, que son un conjunto de figuras o de
circunstancias que impiden, imposibilitan, obstan, a una persona para contraer
matrimonio, ya lícita, o ya válidamente. Y esta característica distingue los llamados
impedimentos impedientes de los dirimentes. La legislación canónica actual, en
principio, no regula los primeros, los impedientes y sólo se refiere a los segundos, los
dirimentes, como aquellos que inhabilitan a una persona para contraer matrimonio
válidamente. Estos impedimentos pueden ser, a su vez, públicos, cuando se pueden
probar en el fuero externo, u ocultos, en caso contrario. Además, algunos se pueden
dispensar por la Sede Apostólica, o por el Ordinario del lugar, si son de derecho
eclesiástico, y los que son de derecho natural o derecho divino, no pueden ser
dispensados.
Pero lo que suele realmente importar a los interesados es cuales son esos
impedimentos, que privan del derecho al matrimonio a ciertos fieles, y eso es lo que
pasaré a enumerar, dejando explicado que sólo la autoridad suprema de la Iglesia
tiene derecho a establecer otros impedimentos respecto de los fieles.
EDAD: No puede contraer matrimonio válido el varón antes de los dieciséis años
cumplidos y la mujer antes de los catorce años también cumplidos. Cada Conferencia
Episcopal está autorizada para establecer una edad superior, no la pueden reducir,
porque se requiere cierta madurez biológica de los contrayentes, de acuerdo con las
circunstancias culturales y ambientales específicas de cada país. La edad termina de
cumplirse el último día de la respectivamente exigida. Por ser de derecho eclesiástico,
se admite su dispensa por el Ordinario del lugar.
RAPTO: No puede contraer matrimonio válido un hombre con una mujer que
tenga raptada o retenida con miras a ese matrimonio, hasta que ella sea separada de
su raptor, puesta en lugar seguro y libre y recién entonces preste voluntario
consentimiento. En general se afirma que este impedimento ha perdido vigencia. Se
limita a impedir casarse con la mujer raptada, no se refiere a varón raptado. Si bien
puede ser dispensado por el Ordinario del lugar, usualmente no se concede dispensa,
porque lo que se exige es que el raptor cese en el delito de rapto, para que cumplidos
los dos requisitos, separación y lugar seguro, ella pueda emitir un consentimiento
libre.
CRIMEN: Afecta a quien con el fin de contraer matrimonio con una determinada
persona, causa la muerte del cónyuge de ella o de su propio cónyuge; o a quienes con
una cooperación mutua, física o moral, causaron la muerte del cónyuge. Enseña la
doctrina que se trata de tres casos: homicidio del propio cónyuge; homicidio del
cónyuge de aquel con quien se pretende contraer matrimonio; y conyugicidio con
cooperación mutua. Puede afectar a uno o a ambos contrayentes, según su
participación en los delitos referidos. Su dispensa está reservada al Romano Pontífice.
INCAPACIDAD CONSENSUAL:
1: Carencia de suficiente uso de razón, como quienes están afectados por una
enfermedad mental, o privados del uso de sus facultades intelectivas o volitivas
propias del acto humano (casos de demencia o de amencia)
ERROR: El error es un defecto del acto del entendimiento por el que se tiene un
juicio falso o estimación equivocada de un objeto. En el ordenamiento jurídico se
distingue el error de hecho y el error de derecho. A su vez, en el primero se debe
atender a esta otra distinción: el error acerca de la persona invalida el matrimonio.
Sería el caso de quien, queriendo casarse con una persona, cierta y determinada, (lo
que naturalmente sucede siempre) se casa equivocadamente, por error, con otra
distinta, pensando que es con quién él quería casarse. Más que vicio habría falta de
consentimiento, porque con esa persona, en verdad, no quería contraer matrimonio. El
caso es ciertamente muy poco probable. El tema que da lugar a más antecedentes
jurisprudenciales es el del error en las cualidades de la persona elegida, las que se
estiman adornan la personalidad del contrayente, y sólo lo anulan cuando esa cualidad
o cualidades hayan sido directa y principalmente queridas. Lo que determina la nulidad
no radica en la importancia de la cualidad, sino en que ella haya sido la parte
específica del acto de contraer, por eso se exige que haya sido directa y principalmente
pretendida, y que el sujeto que obra en error haya tenido certeza sobre la concurrencia
de dicha cualidad. La experiencia nos enseña que entre los novios, los errores de
apreciación de ciertas virtudes o características son frecuentes, y que esos errores
suelen desaparecer con la convivencia matrimonial, que lleva a contemplar la realidad.
Las cualidades que dan lugar a nulidad por error, no son esas comunes casi cotidianas
equivocaciones, deben ser aquellas que directa y principalmente determinaron al
sujeto a dar su consentimiento. En cuanto al error de derecho, o sea sobre la unidad,
la indisolubilidad o la dignidad sacramental del matrimonio, no lo dirimen, salvo que
ese error haya determinado a la voluntad. Sería el caso de quien quiere, por un error
arraigado, profundo y pertinaz, acceder a un matrimonio que carezca de unidad (de
un solo varón con una sola mujer), o no sea indisoluble (admita el divorcio) o no sea
sacramento, y por eso es nulo el matrimonio, ya que se han excluido, en este supuesto
por error, las propiedades esenciales del matrimonio. Esta situación es distinta, como
veremos luego, con la de simulación parcial.
Este es otro capítulo de causas de nulidad, mucho menos frecuente, pero que
debe ser considerado, porque el matrimonio es un acto jurídico solemne, cuya forma
es sustancial y exigible para la validez misma de su celebración. El Código de Derecho
Canónico señala, como regla general, que solamente son válidos los matrimonios que
se contraen ante un ministro legítimamente habilitado (Ordinario del lugar, párroco,
sacerdote o diácono delegados por uno de ellos, y excepcionalmente un laico idóneo,
previa licencia de la Conferencia Episcopal y de la Santa Sede), y ante dos testigos
(usualmente llamados padrinos) para que asistan en nombre de la Iglesia. El ministro
tiene un rol activo, porque solicita a los contrayentes la manifestación externa de su
consentimiento matrimonial, y la recibe en nombre de la Iglesia. Son los propios
contrayentes quienes se administran el sacramento, se dan y reciben mutuamente en
matrimonio, y quien asiste, sólo pide el consentimiento y lo recibe en nombre de la
Iglesia. Por eso, en casos de verdadera excepción, como peligro de muerte de alguno
de los contrayentes, o ausencia por más de un mes de ministro habilitado, puede
contraerse matrimonio válido estando sólo presentes los dos testigos. En conclusión,
aparece obvio que si una pareja optara por casarse ante quien no es sacerdote
debidamente legitimado para pedir y recibir la manifestación del consentimiento y sin
padrinos, está contrayendo inválidamente.