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SOBRE LAS CAUSAS DE NULIDAD MATRIMONIAL

Divorcio y nulidad matrimonial

La intención de estos breves apuntes es responder a numerosas consultas que


por Internet me formulan muchos fieles, referidas a la posibilidad de obtener “un
divorcio” de su matrimonio eclesiástico, en oportunidades porque ya han
constituido nuevas uniones o parejas de hecho, y se ven privados de las gracias de los
sacramentos de la reconciliación y de la sagrada comunión, o porque se han enterado
que algunos personajes importantes o muy populares han obtenido o tramitado la
declaración de nulidad de su matrimonio, y se confunde esto con un divorcio.

En realidad es bastante común, en nuestros días, esta tan profunda como


lamentable equivocación, ya que el matrimonio, tanto natural como
sacramentalmente, es por sí mismo indisoluble. El vínculo generado por el matrimonio
rato y consumado, no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna
causa fuera de la muerte. En consecuencia, nunca será posible, por ningún trámite ni
procedimiento, que la Iglesia declare disuelto el vínculo matrimonial válidamente
establecido, cuando se trate de un matrimonio que ha sido consumado, cuando los
cónyuges han realizado de modo humano el acto conyugal apto de por sí para
engendrar la prole, al que el matrimonio se ordena por su misma naturaleza y
mediante el cual los cónyuges se hacen una sola carne. El matrimonio sólo rato, es
decir cuando se ha contraído, pero no ha sido consumado, puede ser disuelto con justa
causa por el Romano Pontífice, a petición de ambas partes o de una de ellas.

Queda así absolutamente en claro que, por derecho natural y derecho divino, no
es posible disolver o romper el vínculo matrimonial válido entre bautizados, cuando
han consumado ese matrimonio. Esto elimina, de modo absoluto, repito, cualquier
posibilidad de acceder o conceder un divorcio, que consiste, precisamente, en la
ruptura o eliminación de ese vínculo o ligamen conyugal, por cualquier causa
sobreviniente o surgida con posterioridad a la celebración de un matrimonio válido, y
que posibilitaría readquirir, por parte de los cónyuges, la aptitud nupcial, al modo que
lo autoriza la legislación civil de muchos países. El divorcio presupone siempre un
matrimonio válido que, por alguna causa surgida después de su celebración, no puede
prolongarse en la convivencia o consorcio de vida conyugal, y los interesados, o sea los
esposos, ya ambos, o alguno de ellos, no impugnan la validez del vínculo, sino que
piden su ruptura, invocando los motivos que las leyes civiles suelen acordarles, con
mayor o menor amplitud para justificar esta separación, no sólo de cuerpos, sino la
rescisión del mismo vínculo matrimonial.

Pero las causas de nulidad matrimonial son cuestiones distintas, del todo diversas
al divorcio, porque estas causas, deben coexistir, deben estar presentes al momento
de la celebración matrimonial, y así afectan su validez, lo hacen nulo, es decir, nunca
ha habido verdadero matrimonio válido, desde su misma celebración. Cuando los
contrayentes están incursos en algunas de esas causas, dice generalmente el derecho
que “atentan inválidamente el matrimonio”, quienes pretenden contraerlo, y en
consecuencia si el sacramento fue celebrado de buena fe, si ambos cónyuges o al
menos uno de ellos, desconocía la invalidez del matrimonio, éste se llama “putativo”, o
sea que es tenido por matrimonio, pero que no lo es, porque no es matrimonio válido,
aunque lo quieran así quienes lo han contraído.
Por lo tanto quedan en claro las diferencias fundamentales y esenciales entre un
divorcio de un matrimonio válido y la mera declaración de nulidad de un matrimonio
que nunca existió como tal válidamente.

Ahora bien, es cierto también que muchas parejas contraen en estos tiempos
matrimonios que están afectados en su validez, que son nulos, y que la Iglesia debe
así declararlo, tras un proceso judicial, para que los contrayentes queden habilitados
para contraer un verdadero matrimonio válido, con quien deseen hacerlo, para ejercer
así el “ius connubi”, o derecho a casarse, que es un derecho natural de las personas, y
que comprende el derecho a contraer y el derecho a elegir libremente cónyuge para
hacerlo.

Las causas de nulidad matrimonial a las que me he referido, y que suelen


generar en algunas personas poco informadas la descripta confusión entre divorcio y
nulidad del matrimonio, deben estar presentes, deben concurrir a la celebración misma
del sacramento, y por eso lo afectan, lo invalidan, lo anulan, desde el principio, desde
siempre o, lo que es lo mismo, nunca hubo matrimonio válido, sino sólo la apariencia
de un matrimonio, y apariencia de un vínculo o ligamen conyugal. Por lo tanto, queda
en claro que la Iglesia no anula ningún matrimonio, se limita a declarar, a petición de
parte interesada, que algún matrimonio en particular es nulo, cuando ese matrimonio
está afectado por alguna de las causas de nulidad que pasaremos a enunciar, para
mejor ilustración de los fieles que están interesados en este tema.

Nulidad matrimonial

Como se dijo al comienzo, son muchas las personas que manifiestan su interés
por conocer las causas de nulidad del matrimonio, y entre ellas, algunas lo requieren
para ilustrar a personas que les son queridas, y otros porque advierten que si su
matrimonio fue nulo, pueden pedir que así se declare para readquirir ellos su
capacidad nupcial y poder contraer matrimonio válido, en ocasiones con quien ahora
están compartiendo una simple unión de hecho, lo que les impide acceder a la gracia
de los sacramentos de la reconciliación y de la sagrada comunión.

Por lo tanto la tarea de evangelizar, anunciar la buena noticia, también


comprende llevar luz de verdad, o conocimiento, sobre el derecho de la Iglesia, que
tiene como fin último, siempre, la salvación de las almas, y en ese sentido es que
propongo explicar este tema a quienes tengan interés, por motivos diversos, en
saberlo.

El principio, y esto es de importancia capital y ha sido reiteradamente señalado


por el Santo Padre, el matrimonio goza del favor del derecho, por lo que en la duda se
ha de estar por la validez del matrimonio, mientras no se pruebe lo contrario.

Las causas, o los motivos, que pueden causar la nulidad del matrimonio entre
bautizados, están taxativamente enumeradas en el Código de Derecho Canónico y
nadie puede agregar o quitar alguna de ellas. Las podemos estudiar en tres capítulos,
los impedimentos, los vicios del consentimiento y las violaciones a la forma de
celebración.

LOS IMPEDIMENTOS:
En este tema hay dos asuntos importantes, uno es qué son los impedimentos, y
otro, cuales son los impedimentos que obstan a la celebración válida del matrimonio.
El primero interesa más a los juristas, y se puede decir, muy sencillamente en tanto
este trabajo no está destinado a ellos, que son un conjunto de figuras o de
circunstancias que impiden, imposibilitan, obstan, a una persona para contraer
matrimonio, ya lícita, o ya válidamente. Y esta característica distingue los llamados
impedimentos impedientes de los dirimentes. La legislación canónica actual, en
principio, no regula los primeros, los impedientes y sólo se refiere a los segundos, los
dirimentes, como aquellos que inhabilitan a una persona para contraer matrimonio
válidamente. Estos impedimentos pueden ser, a su vez, públicos, cuando se pueden
probar en el fuero externo, u ocultos, en caso contrario. Además, algunos se pueden
dispensar por la Sede Apostólica, o por el Ordinario del lugar, si son de derecho
eclesiástico, y los que son de derecho natural o derecho divino, no pueden ser
dispensados.

Pero lo que suele realmente importar a los interesados es cuales son esos
impedimentos, que privan del derecho al matrimonio a ciertos fieles, y eso es lo que
pasaré a enumerar, dejando explicado que sólo la autoridad suprema de la Iglesia
tiene derecho a establecer otros impedimentos respecto de los fieles.

EDAD: No puede contraer matrimonio válido el varón antes de los dieciséis años
cumplidos y la mujer antes de los catorce años también cumplidos. Cada Conferencia
Episcopal está autorizada para establecer una edad superior, no la pueden reducir,
porque se requiere cierta madurez biológica de los contrayentes, de acuerdo con las
circunstancias culturales y ambientales específicas de cada país. La edad termina de
cumplirse el último día de la respectivamente exigida. Por ser de derecho eclesiástico,
se admite su dispensa por el Ordinario del lugar.

Impotencia: La impotencia antecedente y perpetua para realizar el acto


conyugal, tanto por el hombre como por la mujer, ya absoluta o relativa, hace nulo el
matrimonio por su misma naturaleza. Se requiere la incapacidad para realizar el acto
conyugal, la cópula con todos sus elementos esenciales, tal como están configurados
por la naturaleza. No es impedimento la esterilidad, o impotencia generandi. Debe ser
anterior al matrimonio, incurable por medios lícitos, ordinarios, no peligrosos para la
salud del afectado, y ser cierta, acreditada por pericias. Dirime, anula el matrimonio,
tanto la impotencia absoluta o general, para consumar el matrimonio con cualquier
persona, como la relativa, es decir la que impide hacerlo sólo con el cónyuge. Siendo
de derecho natural y divino, no es dispensable. Pero se advierte, conforme lo ya
manifestado antes, que en tanto impide la consumación del matrimonio, por lo que el
celebrado queda en sólo rato, puede ser dispensado por el Santo Padre, para que el
contrayente hábil pueda casarse, si así lo pide él o ambos.

VÍNCULO O LIGAMEN: Quien está ligado por el vínculo de un matrimonio válido


anterior, aunque no lo haya consumado, está impedido de casarse válidamente. Si
contrajere matrimonio válido quien ya está casado, sería polígamo, y eso es contrario
a la propiedad esencial de la unidad matrimonial. Antes de que conste con certeza y
legítimamente la nulidad o disolución de un vínculo anterior es ilícito contraer otro
matrimonio, lo que sería un caso de impedimento impediente. Siendo de derecho
divino natural, tampoco puede ser dispensado por ninguna autoridad humana.

DISPARIDAD DE CULTOS: Es inválido el matrimonio entre dos personas,


cuando una de ellas está bautizada en la Iglesia católica y permanece en su seno, y la
otra no es bautizada. Para dispensarlo deben cumplirse ciertos simples requisitos, que
deben asumir ambos contrayentes ante el Ordinario del lugar, conforme lo determine,
para cada país, su Conferencia Episcopal, en la regulación de los llamados matrimonios
mixtos.

ORDEN SAGRADO: Tiene su fundamento en el celibato eclesiástico, e inhabilita


para contraer matrimonio válido a los varones bautizados que hayan recibido el
diaconado, el presbiterado o el episcopado válidamente. Luego de perder el estado
clerical, se puede solicitar dispensa, que está reservada exclusivamente al Romano
Pontífice.

VOTO DE CASTIDAD: Atentan inválidamente matrimonio quienes están


vinculados por voto público perpetuo de castidad en un instituto religioso. No se trata
de cualquier promesa o juramento, sino de un voto público (no privado), el que es
recibido en nombre de la Iglesia por el Superior del instituto, y perpetuo (no
comprende los votos temporales). Siendo como impedimento matrimonial de derecho
humano, puede ser dispensado, y está reservada su dispensa al Romano Pontífice.

RAPTO: No puede contraer matrimonio válido un hombre con una mujer que
tenga raptada o retenida con miras a ese matrimonio, hasta que ella sea separada de
su raptor, puesta en lugar seguro y libre y recién entonces preste voluntario
consentimiento. En general se afirma que este impedimento ha perdido vigencia. Se
limita a impedir casarse con la mujer raptada, no se refiere a varón raptado. Si bien
puede ser dispensado por el Ordinario del lugar, usualmente no se concede dispensa,
porque lo que se exige es que el raptor cese en el delito de rapto, para que cumplidos
los dos requisitos, separación y lugar seguro, ella pueda emitir un consentimiento
libre.

CRIMEN: Afecta a quien con el fin de contraer matrimonio con una determinada
persona, causa la muerte del cónyuge de ella o de su propio cónyuge; o a quienes con
una cooperación mutua, física o moral, causaron la muerte del cónyuge. Enseña la
doctrina que se trata de tres casos: homicidio del propio cónyuge; homicidio del
cónyuge de aquel con quien se pretende contraer matrimonio; y conyugicidio con
cooperación mutua. Puede afectar a uno o a ambos contrayentes, según su
participación en los delitos referidos. Su dispensa está reservada al Romano Pontífice.

PARENTESCO: En este impedimento cabe distinguir según el tipo de parentesco.


En caso de consanguinidad en línea recta, tanto legítimo como natural, (ascendientes
y descendientes, padres abuelos, hijos y nietos) dirime en todos los grados, y no
puede ser dispensado. En línea colateral, es nulo hasta el cuarto grado inclusive, pero
se debe distinguir, a su vez, entre los siguientes grados: entre hermanos (segundo
grado) no se puede dispensar. Entre tíos y sobrinos (tercer grado) y entre primos
(cuarto grado) se puede dispensar por el Ordinario del lugar. El parentesco por
afinidad, en línea recta dirime el matrimonio en cualquier grado. Se trata del
matrimonio entre quienes fueron nuera y suegro o yerno y suegra. Admite dispensa
del Ordinario del lugar. La afinidad colateral (entre quienes fueron cuñados) no dirime
el matrimonio. El parentesco legal, proveniente de la adopción, invalida el matrimonio
en línea recta o en segundo grado colateral (entre adoptantes y adoptado y entre
adoptado e hijos del adoptante). Se puede dispensar por el Ordinario.

PÚBLICA HONESTIDAD: Surge del matrimonio inválido, después de instaurada


la vida en común, o del concubinato notorio y público, y afecta de nulidad al
matrimonio en el primer grado en línea recta entre el varón y las consanguíneas de la
mujer o viceversa. Es decir que el concubino está impedido de casarse con la hija de
su concubina o viceversa. Se puede dispensar por el Ordinario.

VICIOS DEL CONSENTIMIENTO:

Este es otro capítulo de causas de nulidad, y se debe a que el vínculo


matrimonial surge del consentimiento, siendo éste el elemento más decisivo del pacto
conyugal y el que contiene su eficacia causal propiamente dicha, por lo que cuando
está afectado, el matrimonio mismo es inválido. El consentimiento no puede ser
suplido de ninguna manera por el ordenamiento jurídico, ni por ninguna especie de
potestad humana. Luego es imposible reconocer como válido un matrimonio cuando ha
concurrido algún vicio que afectó el consentimiento de los contrayentes o de uno de
ellos, haciéndolo nulo por insuficiente.

En el Código de Derecho Canónico encontramos los siguientes casos:

INCAPACIDAD CONSENSUAL:

1: Carencia de suficiente uso de razón, como quienes están afectados por una
enfermedad mental, o privados del uso de sus facultades intelectivas o volitivas
propias del acto humano (casos de demencia o de amencia)

2: Defecto grave de la discreción de juicio, acerca de los deberes y derechos esenciales


del matrimonio, que se han de dar y aceptar; como son los casos de carencia de
madurez intelectiva y voluntaria necesarias para discernir, atendiendo al carácter
irrevocable de los derechos y deberes matrimoniales, que se debe padecer al momento
de prestar el consentimiento. Defecto grave hace referencia precisa a carencia o falta y
siempre debe acreditarse mediante pruebas periciales.

3: Imposibilidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de


naturaleza psíquica; como pueden ser ciertos trastornos psicosexuales, que afectan la
estructura personal del sujeto, sin privarlo del uso de razón ni impedirle la discreción
de juicio, aunque le imponen una incapacidad psicopatológica de cumplir las
obligaciones esenciales del matrimonio. Hay algunos antecedentes jurisprudenciales en
casos de ciertos tipos de homosexualidad; de promiscuidad sexual, y otros casos que
se deben evaluar con el auxilio de pruebas periciales.

IGNORANCIA: Es necesario, para la validez del matrimonio, que los


contrayentes conozcan que el matrimonio es un consorcio permanente entre un varón
y una mujer, ordenado a la procreación de los hijos, mediante la cooperación sexual
necesaria. Es, como exige el derecho, necesario que al menos no ignoren, por lo que
basta un conocimiento vulgar, común, no es imprescindible el saber científico, y la
Iglesia presume, salvo prueba en contrario, que después de la pubertad este
conocimiento mínimo ya se tiene.

ERROR: El error es un defecto del acto del entendimiento por el que se tiene un
juicio falso o estimación equivocada de un objeto. En el ordenamiento jurídico se
distingue el error de hecho y el error de derecho. A su vez, en el primero se debe
atender a esta otra distinción: el error acerca de la persona invalida el matrimonio.
Sería el caso de quien, queriendo casarse con una persona, cierta y determinada, (lo
que naturalmente sucede siempre) se casa equivocadamente, por error, con otra
distinta, pensando que es con quién él quería casarse. Más que vicio habría falta de
consentimiento, porque con esa persona, en verdad, no quería contraer matrimonio. El
caso es ciertamente muy poco probable. El tema que da lugar a más antecedentes
jurisprudenciales es el del error en las cualidades de la persona elegida, las que se
estiman adornan la personalidad del contrayente, y sólo lo anulan cuando esa cualidad
o cualidades hayan sido directa y principalmente queridas. Lo que determina la nulidad
no radica en la importancia de la cualidad, sino en que ella haya sido la parte
específica del acto de contraer, por eso se exige que haya sido directa y principalmente
pretendida, y que el sujeto que obra en error haya tenido certeza sobre la concurrencia
de dicha cualidad. La experiencia nos enseña que entre los novios, los errores de
apreciación de ciertas virtudes o características son frecuentes, y que esos errores
suelen desaparecer con la convivencia matrimonial, que lleva a contemplar la realidad.
Las cualidades que dan lugar a nulidad por error, no son esas comunes casi cotidianas
equivocaciones, deben ser aquellas que directa y principalmente determinaron al
sujeto a dar su consentimiento. En cuanto al error de derecho, o sea sobre la unidad,
la indisolubilidad o la dignidad sacramental del matrimonio, no lo dirimen, salvo que
ese error haya determinado a la voluntad. Sería el caso de quien quiere, por un error
arraigado, profundo y pertinaz, acceder a un matrimonio que carezca de unidad (de
un solo varón con una sola mujer), o no sea indisoluble (admita el divorcio) o no sea
sacramento, y por eso es nulo el matrimonio, ya que se han excluido, en este supuesto
por error, las propiedades esenciales del matrimonio. Esta situación es distinta, como
veremos luego, con la de simulación parcial.

DOLO O ENGAÑO: Contrae matrimonio inválidamente, quien lo hace


engañado, por dolo provocado para obtener su consentimiento, acerca de una cualidad
del otro contrayente, que por su naturaleza puede perturbar gravemente el consorcio
de vida conyugal, cualquiera que haya sido quien le provocó el engaño. No debe
confundirse error con dolo. En el error el sujeto es el autor del juicio falso sobre el
objeto, él es el responsable de la falta de adecuación entre la idea y la realidad; en el
dolo, en cambio, es otro quien produce, elabora, mediante engaño una falsa realidad,
y produce en el sujeto una apreciación como verdadera de un objeto en sí mismo falso.
En el caso de dolo, se está ante una manipulación, ante mala fe, de un tercero, para
engañar, para obtener un consentimiento viciado. Pero no todo engaño, produce la
nulidad, sino sólo el que reúne los requisitos determinados por la ley canónica. Debe
haber obrado quién otorga su consentimiento, en error, error provocado, por engaño
de un tercero, perpetrado para obtener ese consentimiento, y debe tratarse de una
cualidad del otro contrayente que –de por sí misma- perturba gravemente el consorcio
de vida conyugal. Debe ser una cualidad objetivamente grave, relacionada con la
esencia, propiedades y fines del matrimonio. Quedan así excluidas otras cualidades,
como las subjetivas o triviales, en cuanto causantes de la nulidad del matrimonio.

SIMULACIÓN: La regla general es que el consentimiento interno de la voluntad


se presume conforme con las palabras o signos empleados al contraer matrimonio. Es
decir, que quien dice si, significa que si quiere darse y recibir en matrimonio. Pero si
uno de los contrayentes, o ambos, excluye por un acto positivo de la voluntad el
matrimonio mismo, incurre en simulación total; y si excluye sólo algún elemento o
propiedad esencial del matrimonio, incurre en simulación parcial, y en ambos casos
contrae inválidamente. Es siempre imprescindible que haya existido un acto positivo de
la voluntad, un acto de exclusión, relativo al matrimonio mismo: simulación total,
(cuando falta la voluntad interna de casarse y esa falta fue decidida, por un acto
positivo de la voluntad; o cuando se pone la intención de no casarse; o cuando se pone
la intención de no obligarse, no se quiere el vínculo matrimonial); o simulación parcial
(se excluye el derecho al acto conyugal; o a la comunidad de vida; el derecho-deber
de no hacer nada contra la generación de la prole; o el derecho de recibir y educar los
hijos, como cuando se niegan a engendrar hijos en el matrimonio; o se excluye la
unidad, cuando alguno de los contrayentes se reserva el derecho a mantener o tener
trato sexual con una persona distinta del cónyuge; o la indisolubilidad, cuando se
limita la perpetuidad del vínculo, como los casamientos a prueba de que les vaya bien,
y si no se divorcian). Este capítulo de causas de nulidad ha tenido gran desarrollo en la
jurisprudencia moderna, y su prueba y evaluación es estricta por parte de los
Tribunales.

CONDICIÓN: No puede contraerse válidamente matrimonio bajo condición de


futuro. Es el caso de aquel matrimonio en que la voluntad de una o de ambas partes
subordina el nacimiento del vínculo al cumplimiento o verificación de una circunstancia
o acontecimiento determinado. Cuando ese acontecimiento es futuro e incierto, se
llama condición propia; y cuando es futuro pero cierto, o presente o pasado pero
desconocido, por lo que es incierto, se llama condición impropia. La condición de
futuro, propia o impropia, invalida el matrimonio.

VIOLENCIA O MIEDO: Es inválido el matrimonio contraído por violencia o por


miedo grave proveniente de una causa externa, incluso el no inferido con miras al
matrimonio, para librarse del cual alguien se vea obligado a casarse. Es una exigencia
del derecho natural el respeto a la libertad de los fieles, porque en la elección del
estado de vida, todos los fieles tenemos derecho a ser inmunes de cualquier coacción.
Se considera violencia la coacción material sobre los órganos de expresión del sujeto,
para obtener la exteriorización de la afirmación, como moverle la cabeza en signo de
asentimiento, con lo que realmente no hay consentimiento. En cambio, el miedo, es
una consternación del espíritu del sujeto, causada por la presión psicológica o moral,
para librarse de las cuales, él se ve obligado a aceptar el matrimonio. La gravedad del
miedo resulta de comparar los males conminados con la intensidad que esa amenaza
produce en el ánimo del sujeto paciente, por ello no es necesario que ese mal sea
absolutamente grave, o sea que intimide a todas las personas, basta con que lo haga
al sujeto a quien está destinado. Relacionado con esto se encuentra el tema del temor
reverencial, cuando existe una relación de subordinación, o reverencia a un superior,
como entre hijos y padres, subalternos con el superior, alumnos con el maestro, etc.

FORMA DE CELEBRAR EL MATRIMONIO

Este es otro capítulo de causas de nulidad, mucho menos frecuente, pero que
debe ser considerado, porque el matrimonio es un acto jurídico solemne, cuya forma
es sustancial y exigible para la validez misma de su celebración. El Código de Derecho
Canónico señala, como regla general, que solamente son válidos los matrimonios que
se contraen ante un ministro legítimamente habilitado (Ordinario del lugar, párroco,
sacerdote o diácono delegados por uno de ellos, y excepcionalmente un laico idóneo,
previa licencia de la Conferencia Episcopal y de la Santa Sede), y ante dos testigos
(usualmente llamados padrinos) para que asistan en nombre de la Iglesia. El ministro
tiene un rol activo, porque solicita a los contrayentes la manifestación externa de su
consentimiento matrimonial, y la recibe en nombre de la Iglesia. Son los propios
contrayentes quienes se administran el sacramento, se dan y reciben mutuamente en
matrimonio, y quien asiste, sólo pide el consentimiento y lo recibe en nombre de la
Iglesia. Por eso, en casos de verdadera excepción, como peligro de muerte de alguno
de los contrayentes, o ausencia por más de un mes de ministro habilitado, puede
contraerse matrimonio válido estando sólo presentes los dos testigos. En conclusión,
aparece obvio que si una pareja optara por casarse ante quien no es sacerdote
debidamente legitimado para pedir y recibir la manifestación del consentimiento y sin
padrinos, está contrayendo inválidamente.

CONCLUSIÓN: Con estos datos he pretendido ilustrar, o dar noticias, a las


personas que tienen interés en conocer el tema de las nulidades matrimoniales
canónicas, para dotarlas de una base de información precisa, que les permita
fundamentalmente ayudar a los fieles de la Iglesia preocupados por difíciles, duras o
traumáticas situaciones personales o familiares, y también colaborar con los pastores
de almas, en especial sus párrocos, a fin de llevar el mensaje de salvación a más
personas en más lugares del mundo, procurando siempre la salvación de las almas.

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