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Tecnicatura Universitaria en

Economía Social y Solidaria

-TUESS-

Materia: Desarrollo local: gestión estratégica y políticas públicas.

Autor/@s: Nelly Schmalko y Bárbara Altschuler.

Año: 2012

Extractos de la Unidad 1 y 2.
Unidad 1
Lo global y lo local y el debate sobre el desarrollo

1.2.1. Algunas concepciones críticas al desarrollo: las miradas


desde el Sur.

La crítica Antropológica: el “desarrollo” como discurso de poder y el


“postdesarrollo”.

Como hemos visto, el concepto y las prácticas del desarrollo han sido objeto de un
largo debate y crítica desde su surgimiento en la segunda posguerra, en el marco
de los países centrales. Queremos revisar aquí algunas de las críticas más radicales
al mismo, que provienen de la antropología del desarrollo.

Autores como Wolfgang Sachs y el antropólogo colombiano Arturo Escobar, señalan


que el discurso sobre el desarrollo y la visión del llamado “Tercer Mundo” como
subdesarrollado, se convierten en ideas hegemónicas en Estados Unidos y los
países de Europa (que se autoconstruyen como modelos de desarrollo a nivel
mundial) desde principios de los años ´50.

Comienzo de Pastilla en Arturo Escobar

Wolfgang Sachs: “Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento


como poder” (1992) (Ver http://es.scribd.com/doc/64776443/Diccionario-
Del-Desarrollo-Wolfgang-Sachs) y Arturo Escobar: “La invención del tercer
mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo” (1996). (Ver
http://www.bvsst.org.ve/documentos/pnf/la_invencion_del_tercer_mundo.p
df).

Así por ejemplo, en 1951, un documento de las Naciones Unidas “Para el desarrollo
económico de los países subdesarrollados” señalaba que el progreso económico
requiere sacrificios, ya que implica una reestructuración del total de las sociedades
subdesarrolladas. Para lograrlo, había que terminar con el tradicionalismo, la
ignorancia, la pobreza, los lazos de casta, credo y raza, etc., del, desde entonces,
llamado Tercer Mundo. Como señala Escobar, se creó el Tercer Mundo a través de
los discursos y prácticas del desarrollo, en el marco de una concepción que el autor
define como “etnocéntrica, arrogante e ingenua” (Escobar, 1996:21).

Etnocentrismo

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Una definición de etnocentrismo puede verse en:
http://definicion.de/etnocentrismo/ donde se apunta:

“El etnocentrismo es un concepto elaborado por la antropología para


mencionar la tendencia que lleva a una persona o grupo social
a interpretar la realidad a partir de sus propios parámetros culturales.
Esta práctica está vinculada a la creencia de que el grupo étnico
propio y sus prácticas culturales y de vida son superiores a los
comportamientos de otros grupos.
Una visión etnocentrista juzga y califica las costumbres, las creencias
y el lenguaje de otras culturas de acuerdo a una cosmovisión
considerada como deseable (que siempre es la propia). Las
diferencias entre uno y otro grupo constituyen la identidad cultural”.

A partir de entonces, como ya vimos, las décadas del ´50 y ´60 estuvieron
dominadas por las teorías desarrollistas, dentro de las cuales señalamos como
principales a la Teoría de la Modernización y las concepciones desarrollistas de la
CEPAL y también por prácticas intervencionistas desde organismos internacionales
en países del Tercer Mundo, a fin de producir los mencionados cambios.

Para Reflexionar

Como señalan Escobar y Sachs en los ´90, luego de 50 años de lo que


denominan “la era del desarrollo”, este sueño se convirtió en pesadilla, dados
los resultados de sus prácticas en el mundo: mayores niveles de hambre,
crisis, pobreza, mayor desigualdad entre los países ricos y los países pobres o
países avanzados y atrasados, en términos de la Teoría de la Modernización.
Esta comprobación implicaría el fracaso del desarrollo y requeriría el
desvelamiento de su discurso y del discurso modernizador como ideológicos y
construidos desde los centros de poder de occidente. Así, por ejemplo, en
1960 los países del Norte eran 20 veces más ricos que los países del Sur,
distancia que aumenta a 46 veces en 1980 (Sachs, 1992).

Durante los años ´60 y ´70, se destacaron diversas tradiciones críticas, tales como:
la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire, 1970; la Teología de la Liberación,
Conferencia Episcopal de Medellín, 1968; la Teoría de la Dependencia Económica,
Cardoso y Faletto, 1979, a la que ya aludimos; y la Investigación Acción
Participativa (IAP) de intelectuales como Fals Borda, entre otras. Sin embargo, a
pesar de los avances que estas corrientes representaron, el discurso modernizador
y colonizador hizo carne en el propio “Tercer Mundo”, alcanzando tanto a sectores

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de izquierda como de derecha, como un verdadero paradigma occidental que opera
inconscientemente a través de la dinámica del discurso y el poder.

Así, hasta fines de los ´70 el eje del discurso y las preocupaciones para Asia, África
y América Latina se centraban en la naturaleza del desarrollo. La pregunta por el
tipo de desarrollo para resolver problemas sociales y económicos se convierte en
omnipresente. Como señala Escobar, la necesidad del desarrollo se instala, como
certeza en el imaginario social.

El “postdesarrollo” y la concepción del “buen vivir”

La idea del postdesarrollo implica pensar la realidad actual y los posibles escenarios
futuros para América Latina desde un “mas allá” de las concepciones del desarrollo
que dominaron la escena en los últimos 50 años. No se trata sin embargo de un
“anti- desarrollo” si no de una concepción critica del mismo que permita imaginar
nuevos enfoques y miradas.

Como señalan algunos autores:

El postdesarrollo es más que el anti-desarrollo y los discursos anti-


etnocéntricos, da la voz y el protagonismo a los excluidos, busca transcender
tanto la globalización como la modernización, reinventa las ideas de democracia,
comunidad y desarrollo. Lucha (pacífica) desde la política por el poder y por los
recursos, desde la cultura por la identidad, para desmitificar el desarrollo que ha
excluido y empeorado la situación de gran parte de la población mundial”

(José Tomás García, Francisco J. Francés García y Aris M. Lucas Samper, 2005)
Disponible en: http://www.postdesarrollo.com/

O bien, en palabras de Arturo Escobar,

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La desconstrucción del desarrollo, en otras palabras, llevó a los
postestructuralistas a plantear la posibilidad de una “era del postdesarrollo”.
Para algunos esto significaba generalmente una era en la que el desarrollo ya no
sería el principio organizador central de la vida social (Escobar, 1991, 1996)
(…). Otros añadieron a esta caracterización una re-valoración de las culturas
vernáculas, la necesidad de depender menos de los conocimientos de expertos y
más de los intentos de la gente común de construir mundos más humanos, así
como cultural y ecológicamente sostenibles. Se destacó, además, la importancia
de tomar en serio los movimientos sociales y movilizaciones de base como el
fundamento para acercarse a la nueva era (Shiva, 1993; Rahnema y Bawtree,
1997; Rist, 1997; Esteva y Prakash, 1999)”.
(ESCOBAR, 2005)

De este modo, los aportes de estas concepciones consisten en romper la


hegemonía de una concepción dominante, abriendo el campo a diversas y múltiples
conceptualizaciones, y no ya a una única visión y un único camino posible.

Dentro de las nuevas conceptualizaciones críticas del desarrollo, nos parece


interesante destacar:

a) Desarrollo como diálogo: la idea es transcender los sistemas de


conocimiento o dominación coercitiva desde una visión transformadora de
diálogo, negociador, transgresivo (por ejemplo, entre el conocimiento
“experto” y el de los actores sociales; o entre diversas culturas; entre la
cultura dominante de occidente y las diversas cosmovisiones locales). El
diálogo no elimina las relaciones de poder, pero delimita parte del problema
(García, García y Samper, 2005).

b) Desarrollo como autonomía: implica pensar al desarrollo como un


proceso creciente del nivel de autonomía, es decir, centrando el problema en
la cuestión política del poder de decisión de una sociedad o comunidad sobre
su propio presente y futuro. Como señalan Lopes de Souza (2001) y
Schneider, Sergio y Peyré Tartaruga, Iván (2006), el concepto de
autonomía, entendido como el poder de una colectividad de regirse por sí
misma y por leyes propias, tiene un valor central para repensar, criticar y a
la vez recuperar, un concepto tan clave como el de desarrollo.

c) La concepción del “buen vivir”: Sumak Kawsay o Suma Qamaña (Buen


Vivir / Vivir Bien), respectivamente, en las lenguas originarias quichua y
aymara. Esta concepción tienen su origen en el área Andina, en la visión de
los pueblos originarios, y alude básicamente a establecer unos principios de
convivencia entre los seres humanos y la Naturaleza, asumiendo a los seres
humanos como parte de la Naturaleza (Magdalena León, 2012).

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Esta última concepción demuestra su renovado interés y vigencia en el debate
actual desde el momento en que fue incorporada recientemente en las reformas
constitucionales de Bolivia y Ecuador. Según sus postulantes:

El Buen Vivir va a tener contenidos, formas y prácticas concretas dependiendo


del contexto y la situación de cada sociedad pero siempre buscando una
reproducción de la vida, de convivencia y equilibrio con la naturaleza. Esto
supone re-plantearnos toda la visión impuesta desde el capitalismo de los seres
humanos enfrentados a la Naturaleza, creando sus condiciones de vida a
expensas de la Naturaleza. Hay que pensar más bien en que las condiciones de
vida de los seres humanos y de las sociedades son indisociables de las
condiciones de vida de la Naturaleza como un todo, y por lo tanto tienen que
reforzarse”.
(Magdalena León,
2012)

Como veremos en las próximas unidades, esta visión es interesante para pensar
una concepción del desarrollo desde nuestro enfoque, el de la economía social y
solidaria.

Algunas Consideraciones Finales

Como vimos, las críticas más profundas a la concepción del desarrollo se centran en
su enfoque etnocéntrico, que mantiene importantes líneas de continuidad con el
pensamiento colonial y que entronca con la propia dinámica de la sociedad moderna
occidental y del desarrollo capitalista, que puede sintetizarse en la idea occidental y
moderna de progreso. Esta idea, central desde el siglo XIX, implica una visión lineal
de la historia, desde sociedades primitivas a sociedades avanzadas, en el marco de
una racionalización creciente que implicaría niveles y condiciones de vida
“superiores”.

En síntesis, el desarrollo, como discurso y como práctica, tiene una larga y


compleja evolución, en la cual básicamente se parte en la década del ´50 de un
concepto fuertemente economicista, comparable al de crecimiento económico, y
etnocéntrico, que asimila toda idea de desarrollo a las formas de vida de las
sociedades “modernas” capitalistas. En las décadas del ´70 y ´80 aumentan las
voces críticas en relación a esta concepción dominante del desarrollo y a las
prácticas y políticas que se han asociado al mismo en América Latina. Los nuevos
contextos, debates, crisis y conflictos, fuerzan la construcción de una concepción
más integral del desarrollo, que incluya los aspectos ambientales, culturales,
humanos, políticos y sociales, como veremos en los apartados siguientes.

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Por otra parte, también el enfoque de las prácticas y políticas del desarrollo se va
transformando, desde enfoques y planificaciones mas centralizadas desde los
gobiernos nacionales, hacia los enfoques del desarrollo local, territorial, regional y
la inclusión de las ideas sobre la “planificación descentralizada” -en los ´80 y ´90,
coincidiendo con los procesos de reforma estructural en América Latina, y los
procesos de “descentralización”- a partir de la injerencia de los gobiernos locales y
la “participación de los actores” en los procesos de desarrollo. En este marco, se
insertan los debates sobre el desarrollo local y territorial que estudiaremos en esta
materia.

Para saber más texto: El ‘Postdesarrollo’ como concepto y práctica social.


Arturo Escobar.

Audiovisual Immanuel Wallerstein: Los desafíos de América Latina en el


sistema-mundo (Video): http://www.fedaeps.org/alternativas/immanuel-
wallerstein-los-desafios y Diálogo ciencia y sabiduría desde la perspectiva del Buen
Vivir (Video): http://www.fedaeps.org/cambio-civilizatorio-y-buen-vivir/dialogo-
ciencia-y-sabiduria-desde

1.2.2. Por qué la economía social y solidaria puede ser una


estrategia para el desarrollo territorial.

Llegamos de este modo, y para concluir la unidad, a la reflexión sobre la


vinculación entre el modelo de desarrollo y la economía social y solidaria, objeto
central de nuestra Tecnicatura.

Antes de abocarnos a ello, es importante aclarar en qué sentido hablamos de


desarrollo territorial, y qué tiene que ver este concepto con el desarrollo local.
Como veremos en la unidad siguiente, el territorio es una variable compleja, al
igual que el desarrollo. Esto quiere decir que no aludimos con “territorio” solamente
a un espacio geográfico, sino a un conjunto de relaciones sociales, económicas,
políticas, culturales e históricas que hacen a la particularidad de cada “recorte” que
estemos tomando bajo la idea de territorio. Así, el territorio puede ser un barrio,
una localidad, un país y hasta una región dependiendo del recorte que hagamos en
cada caso.

Ahora bien, cuando aludimos a lo “local” en general se alude a los gobiernos locales
(el municipio, partido, departamento, u otras denominaciones según cada
provincia) y esto es muy problemático, porque tenemos en nuestro país unidades
municipales muy heterogéneas, desde un partido del conurbano bonaerense con
millones de habitantes –como La Matanza- hasta un pueblito del interior del país
con 2000 habitantes.

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En este marco, hablamos de “desarrollo territorial” (y dependiendo del proyecto o
proceso se verá la escala de ese territorio, si es barrial, municipal, intermunicipal,
etc.) más que de desarrollo local, aunque en términos generales estamos en ambos
casos aludiendo a lo mismo: los actores, recursos, historia, cultura, política,
identidad, costumbres, relaciones de poder, proyectos, etc., de un determinado
territorio, visto esto en conjunto y en su interrelación.

Ahora bien, consideramos que una estrategia de desarrollo local (como


analizaremos más adelante) tiene que confluir con una estrategia de promoción de
la economía social y solidaria, ya que ambas poseen objetivos convergentes:

 Crear fuentes de trabajo y empleo digno para la población de una localidad,

 Disminuir los niveles de pobreza, exclusión y desintegración social,

 Recuperar y promover la identidad y valorizar la cultura de cada territorio,

 Cuidar el medio ambiente y hacer un uso sustentable de los recursos


naturales,

 En síntesis, mejorar la calidad de vida de las personas y promover su


participación, la organización colectiva, la autogestión y la autonomía para
decidir sobre su presente y el futuro de su comunidad.

Ahora bien, para que la economía social y solidaria pueda tener este sentido
estratégico, no alcanza con iniciativas o experiencias sueltas o aislados, sino que es
necesario que las mismas se articulen a lo que llamaremos un proyecto político
territorial o comunitario de desarrollo, siendo justamente el análisis de esta
cuestión el objeto central de nuestra materia.

Decimos entonces que la economía social y solidaria puede ser estratégica si se


integra en un proyecto más amplio de desarrollo, el cual debe ser definido
participativamente por los actores del territorio -tanto por los actores políticos y
sociales-, conformando acuerdos de cooperación y gestión asociada, como por los
actores socio-económicos y de la ESyS, generando sistemas y circuitos de
producción y reproducción (cadenas de valor, redes de producción, intercambio y/o
consumo, ahorro), cuestiones todas que iremos definiendo a medida que
avancemos en la materia.

Por ahora, podemos señalar que a partir del estudio de diversos casos, algunos de
los cuales veremos más adelante, puede demostrarse que la economía social y
solidaria, sea en la forma cooperativa o asociativa de diverso tipo, con el
acompañamiento del Estado y de instituciones sociales y técnicas del territorio,
permite desarrollar segmentos de una cadena productiva de manera equilibrada,
asegurando mejores beneficios para el conjunto, promoviendo el desarrollo socio-
técnico-productivo y laboral de las personas, con mayores encadenamientos,
fortaleciendo la identidad y promoviendo el arraigo local. En síntesis, permitiendo
que una inversión determinada (no sólo de capital, sino también de trabajo,

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conocimientos y energías sociales y humanas) “derrame” en desarrollo del territorio
y no en “enclaves económicos”, entendidos estos como un crecimiento económico
concentrado y en vistas al mercado exterior.

Algunas Consideraciones Finales

¿Por qué la economía social y solidaria puede representar una estrategia


para el desarrollo territorial?

Porque la misma, entendida como una relación asociativa, autogestiva y solidaria


de producir, distribuir y consumir, en base al trabajo, la calidad de vida y las
necesidades de las personas, colectivos sociales y comunidades -y no al capital y la
ganancia de sectores socioeconómicos concentrados, muchas veces
extranjerizados-, tiende a contrarrestar uno de los problemas fundamentales de
nuestra sociedad y que marca la diferencia clave que vimos al inicio entre
crecimiento económico y desarrollo: la forma en que se realiza la distribución y
apropiación de los beneficios, las ganancias y las riquezas producida socialmente;
las relaciones entre producción y consumo –y el vínculo con la naturaleza-, y la
resolución de las necesidades sociales.

Así, podemos pensar a la economía social y solidaria como un modo de


democratización económica y social, ya que implica la toma de decisiones
colectivas y la ampliación de beneficios para la sociedad en su conjunto,
potenciación las capacidades, recursos y sinergias sociales.

Textos y videos que para seguir reflexionando…

Para Reflexionar

Exposición del Cacique Guaicaipuro Cuatemoc ante la reunión de


Jefes de Estado de la Comunidad Europea(08/02/2002).

Con lenguaje simple, que era trasmitido en traducción simultánea a más de


un centenar de Jefes de Estado y dignatarios de la Comunidad Europea, el
Cacique Guaicaípuro Cuatemoc logró inquietar a su audiencia cuando dijo:

'''Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatemoc he venido a encontrar a los que


celebran el encuentro''.
Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace cuarenta mil
años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace solo quinientos
años.
Aquí pues, nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y es bastante.
Nunca tendremos otra cosa.

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El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder
descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide
pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme.
El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con
intereses aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles
consentimiento.

Yo los voy descubriendo. También yo puedo reclamar pagos y también puedo


reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo
sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660
llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos
de plata provenientes de América.

¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos
faltaron a su Séptimo Mandamiento.
¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín,
matan y niegan la sangre de su hermano!
¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las
Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias, o a
ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que el arranque del capitalismo y
la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos!

¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser
considerados como el primero de muchos otros préstamos amigables de
América, destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la
existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir la
devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios.

Yo, Guaicaipuro Cuatemoc, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas


hipótesis. Tan fabulosa exportación de capitales no fueron más que el inicio
de un plan 'MARSHALL-TESUMA', para garantizar la reconstrucción de la
bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos
musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros
logros superiores de la civilización.

Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos


preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional,
responsable o por lo menos productivo de los fondos tan generosamente
adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional? Deploramos decir que
no.

En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria de 500 años,


tanto de cancelar el capital y sus intereses, cuanto de independizarse de las
rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta y
provee todo el “Tercer Mundo”.
Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a nuestros
hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas del 20 y hasta el 30 por

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ciento de interés, que los hermanos europeos les cobran a los pueblos del
“Tercer Mundo”.

Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados,


más el módico interés fijo del 10 por ciento, acumulado sólo durante los
últimos 300 años, con 200 años de gracia. Sobre esta base, y aplicando la
fórmula europea del interés compuesto, informamos a los “descubridores” que
nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro
y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de 300. Es decir,
un número para cuya expresión total, serían necesarias más de 300 cifras, y
que supera ampliamente el peso total del planeta Tierra.
Muy pesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en
sangre? Pero sí exigimos la firma de una Carta de Intención que discipline a
los pueblos deudores del Viejo Continente, y que los obligue a cumplir su
compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa, que
les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica...

Cuando el Cacique Guaicaipuro Cuatemoc dio su conferencia ante la reunión


de JEFES DE ESTADO DE LA COMUNIDAD EUROPEA, no sabía que estaba
exponiendo una tesis de Derecho Internacional para determinar LA
VERDADERA DEUDA EXTERNA, ahora solo resta que algún gobierno
latinoamericano tenga el valor suficiente para hacer el reclamo ante los
Tribunales Internacionales.

Video Latinoamérica - Calle 13 http://www.youtube.com/watch?


v=dOiapn9mCl0

Audiovisual Nosotros alimentamos al mundo


http://video.google.com/videoplay?docid=-5363220955116883053

La película, del cineasta austriaco Erwin, aborda la temática de la producción de


alimentos y la globalización; trata sobre pescadores y agricultores, camioneros y
ejecutivos corporativos, sobre la circulación de productos y del dinero, sobre la
escasez rodeada de la abundancia. Nos informa sobre la producción de nuestra
comida y nos dice por qué tenemos algo que ver con el hambre en el mundo…

Audiovisual La historia de las cosas


http://www.youtube.com/watch?v=lrz8FH4PQPU

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El documental “La “Historia de las Cosas”, realizado por Annie Leonard -Licenciada
en planificación urbana y regional-, es un video que en 20 minutos presenta una
visión crítica de la sociedad consumista. Expone las conexiones entre un gran
número de problemas sociales y del ambiente, y nos convoca a todos a crear un
mundo más sostenible y justo. El documental se divide en 7 ejes: Introducción,
Extracción, Producción, Distribución, Consumo, Residuos, y Otro camino.

Audiovisual La crisis del capitalismo


http://www.youtube.com/watch?v=fbxLHVHIMaE

Este es un breve video basado en una charla realizada por el sociólogo marxista
David Harvey. Harvey recuerda que ya Marx dio cuenta de la inevitable tendencia
del capitalismo hacia la inestabilidad. Sin embargo, la economía neoclásica y,
sobretodo, los modelos neoliberales que han dominado la formulación de políticas
en las economías avanzadas, han postulado siempre que las economías tienen una
propensión al equilibrio. Más aún: al equilibrio de pleno empleo!!. Esta falacia
teórica no toma en cuenta las fallas del mercado, las asimetrías, los problemas de
información y la codicia propia de un sistema donde quienes tienen el control del
mercado y del mundo son menos del 0,1% de la población.
En esta video, David Harvey corre el velo de esta nueva crisis del capitalismo.

Audiovisual Tierra adentro


http://www.tierraadentrolapelicula.com/

Tierra Adentro, es una película de Ulises de la Orden, que cuenta la historia de la


Conquista del Desierto y la guerra en la frontera sur de los Estados Argentino y
Chileno contra los habitantes mapuches originarios de Pampa y Patagonia. Es una
historia intrincada y compleja abordada a través de múltiples líneas de relato, la
mayor cantidad de voces, conformando, un punto de vista, pero mediante una gran
cantidad de relatos, puntos de vista y posiciones ideológicas. A favor y en contra.
Tierra Adentro plantea distintos itinerarios de viaje a lo largo del Wallmapu, el
territorio ancestral, desde la Pacífico al Atlántico. De lafken a lafken.
La Conquista del Desierto llevada adelante por el ejército de Roca en 1879 fue la
avanzada final de las fuerzas armadas argentinas sobre la Nación Mapuche y los
pueblos originarios de la Pampa y Patagonia, que hasta ese año mantenían su
autodeterminación y soberanía, con el fin expreso de exterminar a su población y
arrebatarles el territorio.

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EXTRACTO DE UNIDAD 2

Las visiones del Desarrollo Local.


Evolución histórica y estado actual. Conceptos principales.

2.1.2. Un poco de historia.

“Soy América latina,


un pueblo sin piernas pero que camina”

Latinoamérica - Calle 13

A la luz de nuestra historia, podemos plantear que en América Latina el proceso de


modernización se dio en sucesivas “oleadas” de irrupción en un mismo espacio de
procesos industrialistas, revoluciones campesinas, saqueos por los poderes
extranjeros, desacoples entre las culturas populares y los modelos dominantes y
complejas experiencias políticas que se tradujeron en procesos de desarrollo
desiguales al interior de los países y entre los mismos.

Hablar de modernización en América Latina por tanto, implica tomar en cuenta


procesos que no terminaron de cristalizarse como tales, atravesados por lógicas
históricas de identidades nacionales y construcciones políticas.

Así, ni desde la utopía desarrollista donde la política social buscaba corregir las
distorsiones del crecimiento económico, ni desde el “avance” cepalino que
planteaba la equidad social como funcional al desarrollo económico, se ha logrado
responder a las características dominantes -históricas y estructurales- que
marcaron el proceso de modernización de la región: desigualdad, pobreza y
exclusión social, “consecuencia de los problemas de desempleo y subempleo, la
inequitativa distribución del ingreso, y la
segmentación social en cuanto a logros
educativos” (Rosales, 2002)

América Latina presenta entonces, dilemas


propios para el desarrollo y exige respecto
de las políticas públicas en general, no sólo
otras prioridades para el crecimiento
económico, sino soluciones más radicales y
transformaciones profundas de las
históricas estructuras sociales y políticas.
Las crisis económicas, sumadas a la
insuficiencia de políticas públicas para hacer
frente a los problemas consecuentes del proceso de modernización (sobre todo, en
relación a lograr una justa distribución respecto a los resultados del crecimiento),
han producido -a partir de la crisis de la matriz estadocéntrica- nuevas formas de
vulnerabilidad social, al tiempo que se han reforzado las formas ya existentes.

En los últimos años en la Argentina, como en la mayoría de los países de la región,


-luego del “vendaval neoliberal”-, el tema de la pobreza adquirió un nuevo
protagonismo, constituyéndose en una prioridad en la agenda de muchos de los
gobiernos actuales. En efecto, se empieza a generar un consenso respecto de que,
la lucha contra la pobreza y la desigualdad constituyen el desafío en la coyuntura
contemporánea para el logro de sociedades más justas y democráticas en la región.

Los gobiernos populares y democráticos que surgieron en América Latina a fines de


la década del 90 y principios del 2000, encarnaron procesos de cambios que
permitieron nuevas configuraciones de poder que suponen profundos debates
acerca del rol de los Estados, nuevos avances en los derechos de las mayorías y
minorías, otro posicionamiento acerca de los recursos estratégicos como el agua o
la energía. La economía ha crecido en casi todos los países, permitiendo inversiones
en lo social y reducción de la pobreza, pero aún no se han logrado transformar los
desequilibrios existentes.

El desafío para la construcción de sociedades más justas y democráticas en


la región, requiere la búsqueda de nuevas estrategias, cualitativamente
diferentes a las empleadas en el pasado para hacer frente a los desafíos del
contexto actual. Requiere de una nueva manera de orientar el desarrollo y
modificar las visiones dominantes sobre sus estrategias.

“Significa además, reconocer la incompletitud e insuficiencia de las teorías


económicas y sociales que han servido de sustento y orientación a los procesos
de desarrollo hasta el presente. Significa tomar conciencia, concretamente, de
que en un mundo cada vez más heterogéneo por su creciente e inevitable
interdependencia, la aplicación de modelos de desarrollo sustentados en
teorías mecanicistas, acompañados de indicadores agregados y
homogeneizantes, representa una ruta segura hacia nuevas y más
inquietantes frustraciones”. Max Neef, 1993.

2.1.3. La planificación desde la


escala local. Origen y evolución.

Los criterios para el desarrollo difundidos


luego de la post guerra, su aplicación en los
denominados “30 gloriosos años” de
crecimiento económico -de los que buena

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parte de la humanidad quedó excluida- y su posterior crisis, obligó a una búsqueda
de nuevos criterios y alternativas para el desarrollo de los países y sus
poblaciones.

Las propuestas de desarrollo desde “lo local” surgen en Europa, como respuesta a
las crisis macroeconómica y como estrategia diseñada para mejorar los niveles de
vida de las poblaciones desde un espacio territorial, local, en contraposición al
desarrollo que se imponía “desde arriba”, a través de la implementación de
políticas macroeconómicas.

En los ´80 se produce entonces, un giro importante en los enfoques del desarrollo,
y se somete a debate el concepto mismo de desarrollo, tal cual se viene
implementando en las sociedades actuales. La centralidad otorgada al crecimiento
económico como prerrequisito al desarrollo y, el modo de vida y producción de los
países industrializados como el modelo a alcanzar, ha deteriorado el bienestar de
las mayorías, afectando la calidad de vida de poblaciones enteras y ha generado tal
magnitud de problemas ambientales que resulta difícil de seguir sosteniendo este
modelo.

En América Latina, Manfred Max-Neff, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, dan a


conocer en 1986 una propuesta que avanza en la subjetivación del desarrollo y es
un importante antecedente de los debates hasta la actualidad: “El Desarrollo a
Escala Humana”.

“Tal desarrollo se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades


humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de
autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la
naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos
locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la

sociedad civil con el Estado.” (Max-Neff, Manfred, Antonio Elizalde &

Martín Openhayn, 1986)

Estos nuevos paradigmas englobados en el espacio territorial local, plantean una


perspectiva que incorpora otras dimensiones no contempladas por la
macroeconomía, como la estructura institucional, los actores sociales, la
interconexión entre lo económico, lo político y lo cultural y, finalmente, el
marco ecológico para su desenvolvimiento. En este contexto, la comunidad
local y sus recursos (naturaleza e historia) se consideran actores de su propio
desarrollo.

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Para Ampliar

J.L. Coraggio, plantea que hablar de “otro” desarrollo implica la puesta en


marcha de un proceso dinámico de ampliación de las capacidades locales, que
contempla los siguientes componentes:

 Componentes económicos: acceso al trabajo productivo, ingreso,


satisfacción racional de necesidades legítimas, suficiencia y calidad de
los bienes públicos.
 Componentes sociales: integración en condiciones de creciente
igualdad y reconocimiento respetuoso de las diferencias, efectiva
igualdad de oportunidades, reglas compartidas de convivencia, justicia
social.
 Componentes culturales: autoestima, pertenencia e identidad
histórica, integración libre a comunidades, valores de solidaridad y
tolerancia.
 Componentes políticos: transparencia, legitimidad y responsabilidad
de las representaciones, agregación libre en organizaciones políticas,
participación directa responsable e informada de la ciudadanía en las
grandes decisiones colectivas y en la gestión de lo público; instancias
de control objetivo de los representantes por los representados.

Y lo más importante, plantea que estos componentes no son prerrequisitos


para alcanzar el desarrollo (muchas veces se menciona que el desarrollo no se
da porque falta algunas de estas condiciones) sino que son el desarrollo
mismo. (Coraggio, 2008)

Así pensado, no existe un modelo único para el desarrollo local. Hay


experiencias, propuestas, modos de vida, emprendimientos económicos
territoriales, que emergen principalmente como respuesta al desempleo y la
pobreza en áreas tanto rurales como urbanas y
a los problemas ambientales producto del modo
de producción y consumo dominantes. Estas
propuestas van configurando no sólo otras
formas de coordinación de los recursos y
cooperación propias de los territorios, sino por
los diversos posicionamientos y capacidades de
relacionamiento con el espacio global donde las
estructuras de poder económico, político, social
y cultural circulan deslocalizadas, fluyen por los
territorios, “pareciendo flotar sobre estados y

- 16 -
fronteras, monedas y lenguas, grupos y clases, movimientos sociales y partidos
políticos” (Octavio Ianni, 1998).

- 17 -
Leer con Atención

El desarrollo, no aparece así como un modelo “universal” donde se dan


una serie de prerrequisitos y condiciones que hay que cumplir para finalmente
llegar a la meta. Son las comunidades locales, en sus instancias políticas y
administrativas (de gobierno), institucionales y sociales quienes definen las
condiciones, objetivos y estrategias para su desarrollo. Así analizado, no
habría una “receta” única para planificar el desarrollo desde lo local.
Como tampoco hay un espacio que permita delimitar lo local, lo territorial. Un
territorio es un espacio donde lo geográfico es recortado en función de un
proyecto político territorial, que puede incluir una pequeña localidad, un país o
una región.

Pensar desde lo local entonces, es también cuestionar la ideología que contempla


un único modo de desarrollo posible (dado por los imperativos del proceso de
globalización) y acercarnos al territorio como espacio único, singular, sin
desconocerlo en su interacción con lo global.

Coraggio señala que cuando usamos el término local, ,“…no nos referimos a
algo minúsculo, parroquial, localista, sino al potencial de interrelación colectiva
de una población que comparte una historia de asentamiento (que muchas
veces desconoce) y la vida cotidiana cara a cara aunque sea de manera más o
menos desigual, más o menos conflictiva o solidaria, en un territorio de radio
variable según las relaciones que se consideren, cuyos problemas están
inmediatamente interconectados, y desde donde se vinculan como cuasi
totalidad a otras localidades o microrregiones y a su más amplio entorno
regional o nacional.” (Coraggio, 2008)

Por su parte, Boisier señala que “…el desarrollo comienza


por ser un fenómeno local, de pequeña escala y ciertamente
endógeno. Pero para poder desplegarse como un proceso
endógeno requiere previamente adquirir la cualidad de
descentralizado.” (Boisier, 2002) Ahora bien, ¿qué tipo de
gestión se requiere para generar desarrollo? Boisier se
pregunta si es posible identificar en un sistema territorial
cualquiera, los subsistemas locales más relevantes para
generar desarrollo. La primera distinción a tener en cuenta,
es el subsistema de valores universales (libertad,
democracia, justicia, paz, solidaridad, igualdad) y otros
singulares propios del territorio que son los que le confieren una identidad al
mismo, y le dan unidad. En segundo lugar, se refiere a identificar el subsistema
de actores (corporativos, individuales, colectivos, públicos y privados) ya que son
éstos quiénes para el autor, son precisamente los portadores del desarrollo, los
verdaderos agentes del desarrollo, actores portadores de proyectos, con poder
efectivo como para incidir en el curso de los acontecimientos. El tercer subsistema

- 18 -
son las organizaciones públicas y privadas, de las cuáles interesa relevar no
sólo su existencia en el territorio, sino sus características y sus relaciones a fin de
avaluar el clima de cooperación o conflicto que hay entre ellas. Y por último, el
subsistema de los procedimientos, entendidos como el conjunto de
modalidades mediante las cuales el gobierno local gobierna, administra, informa, y
posiciona en el entorno a su propio territorio. (Boisier, 2002)

Sin duda el concepto de desarrollo local es polisémico, tiene muchos sentidos.


Podemos seguir sumando aportes académicos en torno al debate acerca del
desarrollo local, pero en todos los casos encontramos el pasaje de una concepción
centrada en la economía y sus leyes generales -que deja de lado toda singularidad
generalizando en propuestas simples y cerradas- a un sistema que se complejiza
por la introducción de los actores sociales –como subjetividades activas, como
múltiples identidades- con capacidad de generar procesos dinámicos, muchas veces
conflictivos, de auto-organización de sus condiciones sociales y culturales, como un
entramado vivo, como un todo complejo donde se despliegan relaciones sociales en
un horizonte abierto a un proyecto común.

Por esto, en la planeación del desarrollo, se incorpora el concepto de “estrategia”.


Las estrategias no son un programa pre-determinado. Las estrategias tienen que
ver con las prácticas de cada grupo de actores que integran la sociedad local. La
estrategia permite construir –a partir de identificar problemáticas y desafíos- un
conjunto de escenarios posibles para la acción. Escenarios que pueden ser
modificados en función de hechos e informaciones, de interacciones con el entorno,
de evaluación de los actores.

Pero en todo caso, podemos sintetizar una guía para la planeación del desarrollo
desde lo local, que contempla:

 Los objetivos del desarrollo de una comunidad territorial, por lo


general relacionados con mejoras en la calidad de vida, el empleo, la salud,
la educación, la vivienda, el medio ambiente y otros componentes que hacen
al bienestar.

 Los recursos disponibles


(físicos, técnicos, económicos,
financieros, sociales, culturales,
ambientales), recordando que
los recursos son definidos
siempre social e históricamente
por la comunidad que emprende
la tarea.

 Los actores sociales del desarrollo considerando, las administraciones


públicas territoriales, empresas e instituciones locales, universidades,
centros de investigación, entidades de formación y capacitación,
organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y populares.

- 19 -
 Y finalmente, el proceso de planeación del desarrollo que incluye la
creación de una institucionalidad para el desarrollo local, es decir la
movilización, participación y articulación de todos los actores involucrados.

Esta guía se concreta en la elaboración de una estrategia territorial concertada o


acordada por los principales actores y los ámbitos políticos y sociales territoriales
relacionados. La estrategia no excluye metas de crecimiento económico, pero se
orienta por un sentido construido en la interacción entre los actores, a partir de
recursos endógenos y transformaciones en la base productiva local mediante la
incorporación de innovaciones tanto de procesos de producción de bienes y
servicios y construcción de mercados, como de gestiones institucionales, sociales y
de preservación de los recursos naturales.

Acercarnos al concepto de desarrollo en clave de “otra” economía, implica


descubrir un universo heterogéneo de multiplicidad de sentidos y
estrategias de acción donde conviven proyectos consolidados del
cooperativismo tradicional o histórico, con iniciativas emergentes como
son las propuestas descolonizadoras, las iniciativas autogestionadas,
económicas, productivas, sociales, culturales, ecológicas, que tienen en
común la búsqueda de una economía al servicio de la vida, de la
consolidación de otra formas de entender el trabajo y otras formas de
relaciones sociales no estructuradas en la relación capital/trabajo,
iniciativas que potencian el desarrollo de los pueblos y las comunidades en
la búsqueda de horizonte emancipador.

Para Ampliar

¿Es posible el desarrollo local donde el mercado libre globalizado no lo


genera?

De hecho, “el Desarrollo Local se ha (re) instalado como tema en los medios
académicos, en el discurso político y en el imaginario de los actores sociales,
pero rara vez se convierte en realidad. Se suceden las doctrinas y
metodologías del desarrollo local, pero su validez y su eficacia pocas veces es
respaldada por el éxito.” (Coraggio, 2003)

Esto se puede comprender por el carácter integracionista del paradigma


neoliberal: en todo caso se trata de (re) integrar ventajosamente a algunas de
las regiones en la misma economía mundo que las excluyó. Pero las
condiciones de esa reintegración para generar competitividad en los términos
del capital global (bajar costos laborales, precarizar el trabajo, restar derechos
asociados al trabajo dependiente, bajar el gasto público en sectores sociales)
entran en contradicción con el desarrollo social y la sustentabilidad de los
ecosistemas, al aplicar un criterio de eficiencia basado en la tasa de ganancia
de corto plazo, que no valoriza la conservación y uso socialmente racional de
recursos no renovables ni la biodiversidad.

Por ello, ante la globalización comandada por el capital financiero es necesaria


una operación concertada en múltiples frentes, uno de los cuales es el del

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desarrollo de nuevas formas de economía -que produzcan otra sociedad y
otro equilibro de la naturaleza, incluida la especie humana desde los ámbitos
no sólo de la producción mercantil y de bienes públicos, sino de la
cotidianeidad, de la reproducción de la vida en comunidad. Y esto requiere
otro modo de hacer política y de gestionar lo público, difíciles de sostener sin
otros actores sociales en proceso de constitución.

Es, por tanto, una transformación compleja y de largo plazo. Sin embargo,
debe tener plausibilidad y mostrar avances para sostener la vida misma, las
expectativas y la voluntad de la multiplicidad de movimientos y agentes
involucrados en ella.

La plausibilidad pasa, entre otras cosas, por la comprensión e internalización


subjetiva del planteo de que otra economía es posible, coexistente con, o
alternativa a, la economía del mercado capitalista. Sin pretender fundar esa
tesis en el criterio de autoridad, nos parece interesante destacar que tres
grandes pensadores de la totalidad, con aproximaciones sistémicas al proceso
de transformaciones que experimenta el sistema-mundo, no especialistas de
lo regional o local, convergen en la relevancia de lo local y/o la posibilidad de
pensar que otra economía es posible:

Refiriéndose a los sectores informales, que nosotros preferimos sustituir por el


concepto de economía popular, dice Franz Hinkelammert: “Estos tienen que
desarrollar una forma económica que les permita salir de las estrategias
precarias de sobrevivencia. No obstante ya no pueden apuntar hacia la
integración en el sector de acumulación de capital, sino que hasta cierto grado
tienen que desconectarse de él. Esto debería llevar a la constitución de
sistemas locales y regionales de división del trabajo, e inclusive de monedas
locales o regionales, capaces de protegerse contra el sometimiento al dictado
de la división mundial del trabajo. Su organización interna se podría describir
como una “producción simple de mercancía”. (…) Estos sistemas locales y
regionales de división del trabajo probablemente configuran hoy la única
posibilidad realista para devolver a los excluidos una base estable de vida.
Pero eso presupone un proteccionismo nuevo, diferente del clásico. Tiene que
tener lugar dentro de la sociedad y no simplemente en sus fronteras políticas
externas. (...) Hoy la sobrevivencia de la mayoría de la población mundial
solamente es posible si sobrevive en producciones no-competitivas en el
marco de una competencia globalizada.” (Hinkelammert, 1999).

Por su parte, Emmanuel Wallerstein, un estudioso del largo período,


plantea, ante la pérdida de confianza en el Estado como mediador de la
reforma social a favor de los trabajadores, “...pero si no tenemos un Estado
fuerte, quién va a proveer la seguridad cotidiana? La respuesta es que
debemos proveérnosla nosotros mismos. Y esto lleva colectivamente al mundo
hacia atrás, al período de comienzo del sistema-mundo. Fue a partir de la
necesidad de salir de la necesidad, de construir nuestra propia seguridad local
que nos embarcamos en la construcción del sistema mundo moderno.” (
Wallerstein, 1999). Y en otro trabajo avanza: “Entonces, el primer elemento
estructural que propongo como una posible base de un sistema alternativo es
la construcción de unidades descentralizadas no lucrativas como modo
subyacente de producir dentro del sistema...”, unidades internamente
democráticas en la organización del trabajo, vinculadas entre sí por mercados
regulados desde valores y desde una racionalidad que evita la
superproducción o la subproducción. No propone una sociedad sin distinciones

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sociales, pero sí una donde se desmercantilicen y aseguren colectivamente las
necesidades básicas: salud, educación, ingreso digno garantizado de por vida.
(Wallerstein, 1998).
A la vez que el movimiento hacia un sistema más igualitario requiere
democratización, el punto de partida de dramática desigualdad haría que esa
democratización agregue “desorden” en lo que Wallerstein anticipa será una
lucha política de alcance mundial. En todo caso, la cuestión de qué constituye
orden y qué desorden, y su relación con la predictibilidad y la incertidumbre
de los sistemas debe estar sin duda en nuestra agenda de discusión.

Finalmente, Boaventura de Sousa Santos caracteriza a las formas


“alternativas” como iniciativas que crean espacios económicos en que
predominan los principios de igualdad, solidaridad o respeto a la naturaleza
(todos opuestos a los principios del capitalismo) y que, sin pretender sustituir
al capitalismo de una vez, procuran hacer más incómoda su reproducción y
hegemonía, con efectos de alto contenido emancipador.

El autor plantea nueve tesis para la discusión, todas relevantes para el tema
de este trabajo:

1. Las alternativas de producción no son sólo económicas: su


potencial emancipatorio y sus perspectivas de éxito dependen, en
buena medida, de la integración que consigan entre procesos de
transformación económica y procesos culturales, sociales y
políticos.

2. El éxito de las alternativas de producción depende de su inserción


en redes de colaboración y de apoyo mutuo (el riesgo de
cooptación, de fracaso económico o desvirtuación de los proyectos
alternativos es muy elevado).

3. Las luchas por la producción alternativa deben ser impulsadas


dentro y fuera del Estado.

4. Las alternativas de producción deben ser ávidas en términos de


escala. (Reconociendo el valor de los ámbitos locales, Santos
aclara –y coincidimos- que hay frentes de otra escala -regional,
internacional, global- sin combinar todos los cuales no es posible
pensar en enfrentar la hegemonía del capitalismo.)

5. La radicalización de la democracia participativa y de la democracia


económica son dos caras de la misma moneda

6. Existe una estrecha conexión entre las luchas por la producción


alternativa y las luchas contra la sociedad patriarcal.

7. Las formas alternativas de conocimiento son fuentes alternativas


de producción.

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8. Los criterios para evaluar el éxito o el fracaso de las alternativas
económicas deben ser gradualistas e inclusivos (no puede
pretenderse una transformación radical e inmediata de la
sociedad, aunque signifiquen transformaciones significativas en las
condiciones de vida de quienes en ellas participan)

9. Las alternativas de producción deben entrar en relaciones de


sinergia con alternativas de otras esferas de la economía y la
sociedad. (Sousa Santos, 2002).

(Coraggio, 2004)

Así, la organización horizontal y solidaria del trabajo bajo improntas de autogestión,


las relaciones de solidaridad que se establecen en las prácticas del trabajo
autogestivo y las relaciones de cooperación entre pares, son ventajas
cooperativas que no solo otorgarían nuevos horizontes a las comunidades y
territorios donde se instituyen como prácticas, sino que pueden articularse a nivel
nacional, regional e incluso internacional, en espacios que proyecten otro
desarrollo, en un contexto de debates profundos y disputa de sentidos como el
que recorre nuestro continente.

2.2. La configuración del territorio en los modelos de


desarrollo: dimensión político administrativa, geográfica,
sociocultural. El concepto de territorialidad compleja.

Decíamos que si bien podemos encontrar diferentes tipologías y modelos para el


desarrollo a escala territorial, en todos los casos complejizan el crecimiento
económico con la introducción de otras variables, que cuestionan la dinámica
económica y el modelo de acumulación, incorporando los recursos del sistema
productivo local, el patrimonio cultural, el conocimiento, un tejido integrado por
redes asociativas que genera soportes de intercambio basados en la confianza, crea

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diferentes formas de mercados, proporciona nuevos atributos y densidad
institucional, favoreciendo otras alternativas de crecimiento económico. Son
estrategias que priorizan factores endógenos y sinérgicos.

“Cada territorio tiene un conjunto de recursos materiales, humanos, institucionales


y culturales, que constituye su potencial de desarrollo; y que se expresa a través
de la estructura productiva, el mercado de trabajo, la capacidad empresarial y el
conocimiento tecnológico, las infraestructura de soporte y acogida, el sistema
institucional y político y su patrimonio histórico y cultural.”(Vazquez Barquero,
2005).

En oposición al paradigma neoclásico y neoliberal, estos enfoques implican un


cambio en la racionalidad del desarrollo –basados en modelos universales y las
fórmulas de su aplicación- y plantean una nueva geografía de su
organización, desde diferentes propuestas que enfatizan: la construcción social
(Arocena), el carácter endógeno del cambio tecnológico y su interpretación en
términos cualitativos de innovación (Vazquez Barquero), la vinculación entre los
fenómenos económicos, culturales y políticos (Messner), la región como proyecto
político y concertado de movilización social (Boisier), el desarrollo a escala humana
posibilitado directamente por los actores sociales (Razeto), el desarrollo de una
economía centrada en el trabajo y no en el capital (Coraggio), entre los esfuerzos
teóricos más relevantes.

En los debates al interior de esta teoría es necesario diferenciar aquellas posturas


que confían la eficiencia del desarrollo a la capacidad de
los territorios de incorporarse a la nueva dinámica de la
economía global -ya sea, a partir de la inversión externa
y la difusión de las innovaciones tecno-organizativas de
la gran empresa en el tejido local, o de la valorización
de los recursos de interés para el capital
(fundamentalmente por la flexibilización de la mano de
obra)-, de aquellas que priorizan los recursos endógenos
y un sistema productivo integrado en sus dimensiones
socio culturales.

Coraggio destaca que lograr un desarrollo integral e integrador, requiere una


amplia alianza democrática que plantee una visión superadora de las fórmulas de
aplicación universal, con voluntad política de articular el conjunto societal desde
una lógica sustantiva, que tome en cuenta cómo se articulan -sin subordinarse una
a la otra– las cuatro grandes cuestiones que enfrentan las ciudades:
competitividad, gobernabilidad, integración y sustentabilidad. (Coraggio, 2001).

La tendencia es que cada una de estas perspectivas otorga centralidad a la lógica


de uno de cuatro capitales: capital dinero, capital político, capital humano y capital
ecológico.1 Las relaciones al interior de esta matriz definirán el desarrollo de
1
Por ej. Un plan puede declarar que va a insertar una ciudad en el mundo global, y para ello, facilita
negocios inmobiliarios de construcción de barrios cerrados y realiza concesiones a mega-
emprendimientos comerciales que van a destruir un sector importante del comercio local sin prever
alternativas. O un plan que se basa en el desarrollo humano y por tanto enfatiza la necesidad de
aumentar el empleo, puede centrar la inversión en un gran complejo industrial sin mirar sus efectos
contaminantes.

- 24 -
determinadas relaciones sociales, la selección de las instituciones y la
determinación de sus alcances, tanto referidos a las políticas públicas como a las
formas de participación ciudadana (Coraggio, 2001).

Por lo tanto, el factor relevante no resulta solamente el carácter local del desarrollo
–como punto de partida, como espacio resignificador– sino de la voluntad política,
que presenta mayores opciones de concreción de un “proyecto” que convoque los
actores locales en aras del interés común.

Por otro lado, si el territorio es una fuente de la identidad social (no sólo de
producción de mercancías sino de la identidad social), ahí se encuentran los
espacios de exclusión relacionados con las nuevas formas de acumulación del
capital. Espacios de exclusión que aparecen fuera del interés del capital global. El
nuevo escenario ha generado así, una geografía de territorios fragmentados en su
identidad al interior de los países 2, un desplazamiento de la clasificación centro-
periferia3, y nuevas relaciones de dominación que implica ganadores y perdedores.
Esto se traduce en un desbalance no sólo geográfico sino social, económico, político
y ambiental. La sustentabilidad del desarrollo entonces, ya no puede pensarse en
términos de la teoría del crecimiento
económico; integra aspectos sociales,
ambientales e institucionales que amplían
sus alcances. Pensar el desarrollo local de
manera “integral” requiere incorporar
aquellas iniciativas de los actores
populares que contribuyen a potenciar
procesos de desarrollo.

Como mencionamos en otro apartado de


nuestra cartilla, en nuestros países los
procesos de desarrollo incorporan la
tensión entre la diversidad de los actores
sociales y los proyectos nacionales
hegemónicos. El desafío entonces
consiste, en la posibilidad de
combinar en el territorio proyectos
políticos territoriales, acciones
orientadas a fortalecer las
instituciones locales y las prácticas
democráticas, la autonomía de los
actores emergentes y finalmente, una distribución más equitativa de los
frutos del crecimiento económico. En este sentido los emprendimientos de la
economía social y solidaria constituyen una referencia insoslayable por su capacidad
innovadora desde el punto de vista de la integración.

2
Hay territorios que se integran a través de redes de empresas o comercio de exportación y casi no
tienen intercambio con otras localidades en sus respectivos países.
3
No todo el centro desarrollado es el “centro” y viceversa, en América Latina periférica, hay localidades,
territorios, de importante desarrollo.

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Es “en el orden local donde puede expresarse y ganarse posiciones para una
lucha por otro desarrollo, articularse sujetos y relaciones inter e intra
metropolitana que vayan tejiendo una red de resistencia, de pensamiento y
actuación alternativas a la política neoliberal, la misma que intenta entrar como
caballo de Troya con una descentralización y, tal vez, mimetizarse con la misma
propuesta metodológica de la planificación estratégica” (Coraggio, 2001).

Queda por considerar, cómo actúan -en el marco de estas propuestas- el fenómeno
de mundialización de la economía, la política y la cultura, las nuevas fronteras
naturales y artificiales, las identidades y la distinción entre el adentro y el afuera,
las nuevas formas de entender la libertad de iniciativas y los límites que impone la
“velocidad” a los procesos locales. ¿Son posibles las redes territoriales de
cooperación y concurrencia? ¿Es posible recuperar para el sector público un rol
favorecedor al desarrollo de los territorios? En síntesis, ¿Cómo impacta la
interacción macro/micro en tanto escenarios de procesos de integración a escala
local?

Las discusiones y observaciones plantean una extraña antinomia: a la par que se


mundializan los mercados y se centraliza y concentra el poder económico,
se apela a la gestión local del desarrollo. Se valoriza la localidad, la
localización, la identidad y pertenencia. No obstante es necesario considerar los
territorios, regiones o países donde más ha crecido la dualización y la inestabilidad
social consecuente, esta integración resulta subordinada, fragmentada y profundiza
las asimetrías, tal como ha ocurrido en la historia de nuestros países.

Arocena propone un abordaje de lo “local” como construcción relativa a la sociedad


global en la que se halla inscripto. Esta distinción permite el reconocimiento de
ambas categorías como dimensiones de la vida social. Para comprender cabalmente
el concepto de “sociedad local” hay que atender a un cierto número de condiciones
que se expresan en dos niveles fundamentales: el socioeconómico y el cultural. En
el primer nivel, debe haber riqueza generada localmente, sobre la cual los actores
locales –en sus relaciones interdependientes– ejerzan un control decisivo, tanto en
sus aspectos técnico-productivos como en los referidos al intercambio. En el nivel
cultural, la pertenencia a una sociedad local se expresa en términos de identidad
colectiva, en un proyecto común.

“Un territorio con determinados límites, es entonces una “sociedad local”


cuando es portador de una identidad colectiva expresada en valores y normas
interiorizados por sus miembros, y cuando conforma un sistema de relaciones
de poder constituido en torno a procesos locales de generación de riqueza.
Dicho de otra forma, una sociedad local es un sistema de acción sobre un
territorio limitado capaz de producir valores comunes y bienes localmente
gestionados” (Arocena, 1995).

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En este contexto, explorar las dimensiones de la sustentabilidad de los procesos de
desarrollo, puede ser un punto de partida para evitar sesgos en la
conceptualización del desarrollo local.

Pensar desde el territorio, ya no se centra en la supremacía del Estado o


del mercado sino que involucra a todos los actores en la construcción de un
consenso estratégico que incluya la diversidad de modos de vida que se
despliegan en el territorio.

Superar la visión tradicional de los derechos sociales, implica avanzar hacia una
nueva estructuración de la integración que establezcan nuevas relaciones entre
“trabajo”, “Estado” y “mercado”, entre derecho y contrato, entre derecho formal y
derecho real, como también los nuevos marcos regulatorios institucionales que
recuperen la racionalidad reproductiva de la vida humana, de los individuos como
sujetos, de los colectivos y las sociedades y de la naturaleza: “si hay un criterio
objetivo es en última instancia que sin vida natural y humana todo lo demás no
puede existir: ni el mercado, ni el capital, ni el Estado” (Hinkelammert, en
Coraggio, 2001).

El desarrollo desde lo local, puede ser pensado como una alternativa que no sólo
se fundamenta en el crecimiento económico institucionalizado en el mercado y las
relaciones sociales mercantiles sino en formas de organización comunitarias
que se generan como subsistemas para garantizar su reproducción, basada
en principios no necesariamente mercantiles (solidaridad, reciprocidad), y que
anticipan una configuración territorial del trabajo, la justicia y los derechos, que se
articulan a partir de una gama muy amplia de movimientos sociales, sociopolíticos y
culturales, que forman parte de la cultura local (entre ellos, podemos encontrar los
movimientos de derechos humanos, ecologistas, feministas, de protesta contra los
excesos de la globalización, laborales, de solidaridad con los pueblos indígenas,
entre otros.). Configuración que no se contempla en las condiciones requeridas por
los analistas de la economía, a saber: flexibilidad, ventajas competitivas e inserción
en la economía global.

En función de lo planteado, queremos destacar la centralidad de la dimensión


política del desarrollo local, la cual se funda en la participación de los
actores territoriales.

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