Está en la página 1de 3

ANÁLISIS DE LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE EN PLATÓN

El hombre y todo lo que a su naturaleza se refiere carece de solidez. Esto dado


que son interpretaciones y reflexiones a partir de fenómenos lo que suscita en el
pensador afirmaciones o proposiciones cuyo interés definitorio es contundente. A partir
de estas sentencias, el pensador explora en su realidad, naturaleza y características para
dar razón de forma más holística y precisa. No obstante esta aproximación es claramente
problemática puesto que reposa en la misma experiencia o en las emociones del hombre.
Desde los griegos la preocupación no ha sido diferente y su abordaje no es ajeno a estas
situaciones. El interés de esta cultura por analizar el mundo, el cosmos, el hombre y la
sociedad evidencian la importancia de la apreciación filosófica y su influencia en la "polis"
del momento, sobre todo. Estás reflexiones son objeto de estudio lo que permite que
otros pensadores puedan complementar o refutar cada postura.

Uno de estos pensadores griegos fue Platón. Conocido por ser el discípulo del
gran Sócrates, Platón se propuso abordar problemas filosóficos del momento mediante
la forma de diálogos en los que sustentaba su punto de vista con respecto a cada
concepto o pregunta. De esta manera, su interés por abordar problemas de la
cotidianidad, pensarlos y presentarlos, a modo de construcción social, como su
pensamiento (o el de su maestro) permite además que el pensamiento no se centralice
en el enfoque, o experiencia, de un solo sujeto. Uno de estos problemas es el de la
reflexión y definición del hombre, cómo especie, por intentar conocer o teorizar sobre
todos los elementos que le son comunes a todos estos. Así, la reflexión que surge no es
diferente a una necesidad social para delimitar los alcances y responsabilidades del
hombre. Entre tanto, una de las virtudes que guía a Platón en sus reflexiones es un
espíritu curioso cuyo asombro le permite la exploración de esta especie.

En resumidas cuentas no es más que un intento de comprensión de la realidad


con el fin de construir, a partir de esta conciencia, una aproximación teórica y sistemática
de los conceptos. Este concepto del hombre debe ser entendido en un ambiente idealista
por medio del cual se ha concebido a la “idea” como el supremo mientras que la realidad
es una degradación de ella:
“En los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que se percibe con
dificultad; pero una vez percibida no se puede menos de sacar la consecuencia de que
ella es la causa primera de todo lo que hay de bello y de bueno en el universo; que, en
este mundo visible, ella es la que produce la luz y el astro de que ésta procede
directamente” (Platón, 1872, pág. 55)

Esta condición de la naturaleza y sobre todo de las ideas converge en la realidad


y naturaleza de los hombres expuesta en el mito de la caverna en la que Sócrates le
explica a Glaucon la manera en la que el mundo sensible y el mundo ideal difieren y se
encuentran en la naturaleza dualista del hombre:
Y bien, mi querido Glaucon, esta es precisamente la imagen de la condición humana. El
antro subterráneo es este mundo visible; el fuego que le ilumina es la luz del sol; este
cautivo, que sube a la región superior y que la contempla, es el alma que se eleva hasta
la esfera inteligible. (Platón, 1872, pág. 55)

Entre tanto, es de destacar que la concepción del hombre dualista compuesto de


alma y de cuerpo es fundamental para que el mundo de las ideas de Platón cobre sentido.
En esta medida, el hombre es capaz de dar razón de ambas realidades, interpretarlas e
intervenirlas para que pueda hacer parte de ellas y, de cierta manera tener participación
de la existencia en ambas. En ultimas, Platón argumenta “que ha de tener fijos los ojos
en esta idea el que quiera conducirse sabiamente en la vida pública y en la privada”
(Platón, 1872, pág. 55).

De esta manera Platón nos pone, en un sentido reflexivo, una disputa en la que la
conciencia nos permite descifrar estas realidades y preponderar en sentido emocional y,
un tanto, metafísico la importancia del conocimiento, la búsqueda de la sabiduría y el
alcanzar la virtud. Platón le concede al hombre un plano más importante, placentero y
trascendental: el de las ideas. Allí el hombre puede entender que no tiene un solo fin sino
múltiples, no es para una tarea sino para diversos haceres, que es capaz de responder
y desarrollarse al punto de vivir plenamente el oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo”.

Desde esta postura idealista del platonismo debemos reconocer que solo en lo
trascendental el hombre alcanza cierto nivel de plenitud. Esta realidad es víctima de
reflexiones y re-interpretaciones, por ejemplo, el cristianismo ha hacho de estas ideas
una fuerte reflexión sobre la realidad y permanente camino de trascendencia hacia Dios.
Agustín de Hipona se refiere a la realidad del alma como una sustancia diferente al
cuerpo y que, en sí, es permanente: “El alma es una substancia dotada de razón
apropiada para regir el cuerpo; el ama iluminada por la sabiduría ve su principio, se
conoce a sí misma y entiende el gran inconveniente de buscar fuera de sí lo que puede
encontrar en sí misma” (Agustín de Hipona, pág. 7). A su manera Platón se propone la
especificidad del alma como una manera de conocer verdaderamente puesto que los
sentidos distraen y se acomodan a lo sensible más no a la verdad: ¿Cuándo encuentra
entonces el alma la verdad? Porque mientras la busca con el cuerpo, vemos claramente
que este cuerpo la engaña y la induce a error” (Platón, 1872). Platón y la religión,
representada en la realidad agustina manifiestan la trascendencia brindándole al hombre
más que una nueva realidad la posibilidad de encontrar otros sentidos invisibles o
imperceptibles que le permiten alcanzar emociones, realidad y sustancias desconocidas.

En conclusión, Platón y la religión le abren la puerta a una dimensión del hombre:


la religiosa, que a su vez, le debe ayudar a conocerse como hombre y reconocerse como
un ser en capacidad de alcanzar lo que se propone más allá de sí mismo. Esa necesidad
de darle una explicación a los fenómenos desconocidos es lo que ha permitido una
reflexión del alma y del conocimiento. Esa necesidad de explicar aquello que siente, que
piensa y que conoce más allá de sus procesos empíricos es lo que le permite al hombre
reconocerse por encima de toda la naturaleza, regirla, interpretarla y analizarla con
detenimiento. Sin esta dimensión trascendental el hombre empieza a desfigurarse y a
parecerse a la uniformidad de seres vivos donde muchos están solo vivos mas no pueden
ser conscientes de ellos y explotar en máximas proporciones la realidad de su existencia.

Bibliografía
Agustín de Hipona. (s.f.). El Espíritu y el alma. (T. CALVO, Trad.) Madrid, España.
Platón. (1872). Fedon. Madrid .
Platón. (1872). Libro VII. En Platón, Obras completas. La República. Madrid: Patricio
Azcarate.

También podría gustarte