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Uno de estos pensadores griegos fue Platón. Conocido por ser el discípulo del
gran Sócrates, Platón se propuso abordar problemas filosóficos del momento mediante
la forma de diálogos en los que sustentaba su punto de vista con respecto a cada
concepto o pregunta. De esta manera, su interés por abordar problemas de la
cotidianidad, pensarlos y presentarlos, a modo de construcción social, como su
pensamiento (o el de su maestro) permite además que el pensamiento no se centralice
en el enfoque, o experiencia, de un solo sujeto. Uno de estos problemas es el de la
reflexión y definición del hombre, cómo especie, por intentar conocer o teorizar sobre
todos los elementos que le son comunes a todos estos. Así, la reflexión que surge no es
diferente a una necesidad social para delimitar los alcances y responsabilidades del
hombre. Entre tanto, una de las virtudes que guía a Platón en sus reflexiones es un
espíritu curioso cuyo asombro le permite la exploración de esta especie.
De esta manera Platón nos pone, en un sentido reflexivo, una disputa en la que la
conciencia nos permite descifrar estas realidades y preponderar en sentido emocional y,
un tanto, metafísico la importancia del conocimiento, la búsqueda de la sabiduría y el
alcanzar la virtud. Platón le concede al hombre un plano más importante, placentero y
trascendental: el de las ideas. Allí el hombre puede entender que no tiene un solo fin sino
múltiples, no es para una tarea sino para diversos haceres, que es capaz de responder
y desarrollarse al punto de vivir plenamente el oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo”.
Desde esta postura idealista del platonismo debemos reconocer que solo en lo
trascendental el hombre alcanza cierto nivel de plenitud. Esta realidad es víctima de
reflexiones y re-interpretaciones, por ejemplo, el cristianismo ha hacho de estas ideas
una fuerte reflexión sobre la realidad y permanente camino de trascendencia hacia Dios.
Agustín de Hipona se refiere a la realidad del alma como una sustancia diferente al
cuerpo y que, en sí, es permanente: “El alma es una substancia dotada de razón
apropiada para regir el cuerpo; el ama iluminada por la sabiduría ve su principio, se
conoce a sí misma y entiende el gran inconveniente de buscar fuera de sí lo que puede
encontrar en sí misma” (Agustín de Hipona, pág. 7). A su manera Platón se propone la
especificidad del alma como una manera de conocer verdaderamente puesto que los
sentidos distraen y se acomodan a lo sensible más no a la verdad: ¿Cuándo encuentra
entonces el alma la verdad? Porque mientras la busca con el cuerpo, vemos claramente
que este cuerpo la engaña y la induce a error” (Platón, 1872). Platón y la religión,
representada en la realidad agustina manifiestan la trascendencia brindándole al hombre
más que una nueva realidad la posibilidad de encontrar otros sentidos invisibles o
imperceptibles que le permiten alcanzar emociones, realidad y sustancias desconocidas.
Bibliografía
Agustín de Hipona. (s.f.). El Espíritu y el alma. (T. CALVO, Trad.) Madrid, España.
Platón. (1872). Fedon. Madrid .
Platón. (1872). Libro VII. En Platón, Obras completas. La República. Madrid: Patricio
Azcarate.