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¿Amor al conocimiento o capital humano?
Francisco Mora Larch.
"en las escuelas nos enseñan a memorizar fechas de batallas, pero que poco nos
enseñan de amor"
Mal Bicho Los Fabulosos Cadillacs. 1995
Las aulas debieran estar impregnadas de amor por el saber, de amor por el otro, de curiosidad
intelectual, que tiene que ver con saber o entender en que consiste el vínculo intimo entre
humanos.
Hablando del amor, observemos lo que dice un psicoanalista como B. Bettelheim (1982): "los
métodos modernos para solucionar las dificultades de aprendizaje, dependen exclusivamente
del amor". Parece decírsenos que es el vínculo, el tipo de vínculo que el maestro o docente
establece con sus alumnos, el factor determinante en un buen proceso de aprendizaje social,
donde se incluyen ambos agentes: profesores y estudiantes.
Un epistemólogo como G. Bachelard (1979) menciona que "la relación maestro-alumno puede
ser altamente patógena, por lo que requiere de un Psicoanálisis especial", y es que un
individuo en desarrolloatiende no sólo a lo hablado por el docente, también y siempre reacciona
más al tono de voz, a la expresión dibujada en su cara, a la mirada o a un ademán, a su forma
de proceder antes, que a la comunicación verbalizada.
¿Qué tan conscientes somos de ello? “La educación es el mundo de la estabilidad, de los
hábitos, y hay que advertir con Kant que, mientras a más hábitos nos habituemos menos libres
seremos”, dice Rosario Herrera Guido, (1986).En la universidad, se asienta uno de los motores
de la transformación social, claro que esta transformación regularmente está aliada y ligada a
los poderes hegemónicos de la sociedad y del estado, así que en vez de romper con la
hegemonía del poder, prolonga el statu quo.
Universidad: Espacio de la razón totalitaria. Espacio ofrecido a los jóvenes para que aprendan
a castrar su rebeldía, agachar la cabeza y someterse al discurso universitario.
Hubo un tiempo en que en ese espacio social, se podía disentir y se daba lo que en un tiempo
se llamó “lucha ideológica”, pero esto era función social, cuando las contradicciones esenciales
del capitalismo (trabajo vs. capital), no estaban en absoluto matizadas u opacadas, por la
fragmentación de la lucha política que derivó en una disgregación de colectivos que impidieron
el fortalecimiento de luchas políticas globales contra el sistema opresor, o por la parafernalia de
estímulos promovidos por los medios de comunicación de masas.
Además, la guerra fría mostraba abiertamente dos opciones opuestas acerca del tipo de
sociedad al que se podía aspirar, la polaridad volvía dinámica aquella lucha, pero la caída del
muro de Berlín estatizó el conflicto (aunque no lo desapareció), y casi como un reflejo en
automático, la subjetividad dejó de sostener la visión que anhelaba un mundo más humano,
más racional, más inclusivo, se renunció al cambio macro, por obtener canonjías desde luchas
concretas específicas, y cambios micro.
El análisis del teórico francés M. Foucault (1999, 2007) puede echar luz sobre lo que debía ser
consecuencia lógica de los mecanismos de poder que tienden a reproducirse en las
instituciones convertidas en dispositivos de producción de sujetos. Foucault llama “biopolítica”
a un proceso por el cual, se busca moldear los formatos de los sujetos, su subjetividad,
acordes a los modos en que se ejerce el poder a través del gobierno de las cosas y de las
personas, esto se logra por medio de una serie de dispositivos institucionales, los que a través
de las normas y las prácticas reguladas desde estas últimas, producen sujetos que a la vez
reproduzcan el modelo de vida que se ha impuesto desde la gubernamentalidad.
Así, la universidad, como uno de los entes claves en los procesos de socialización empezó a
orientar su actividad, no a producir estudiosos de la sociedad y del conocimiento,
fundamentalmente experimentó un giro que la ha llevado a abocarse a producir productores, es
decir, sujetos que deben desarrollar las competencias exigidas por el aparato productivo
nacional y transnacional (es decir, global), en función de re-producir eficientemente las
prácticas necesarias y los discursos acordes al funcionamiento aceitado del modelo económico
y social hegemónico: la sociedad neoliberal o de libre mercado.
Universidad. Lugar usado como coladera para ahogar la voz de los jóvenes.
Deposito “ineficiente” para guardar y hacer olvidar la imaginación, la crítica, el espíritu de
protesta, y las energías instituyentes de los jóvenes. Dice la Dra. Carlota Guzmán (2009),
acerca del destino de las voces de los estudiantes:
o “Con frecuencia no hay un interés en conocer la perspectiva de los alumnos, más allá
de la recopilación de los datos para la planeación (o para traer los datos a un
Congreso)
o Los cuestionarios se construyen bajo implícitos de la institución escolar y bajo los
parámetros a evaluar.
o No permiten que los alumnos expresen sus opiniones fuera del formato establecido.
o Hay un uso administrativo de la información con afanes de control y vigilancia.
o Se ofrecen perfiles estudiantiles valiosos para la propia institución, pero no para
conocer la perspectiva de los alumnos.
o No se devuelven los resultados a los alumnos.
o Se desconoce, con frecuencia, el uso de los resultados de este tipo de investigación”.
La alineación hacia políticas y necesidades requeridas directamente de los dueños del capital
financiero e industrial que emanan de los centros de poder mundial, por las instituciones
encargadas de la educación contemporánea, se afanan servilmente a cubrir estas demandas,
que fuera de toda proporción, responden a la reproducción parasitaria del capital financiero,
pero no a las necesidades más urgentes de la población mundial.
Resulta así que los destilados subjetivos que produce la escuela y la universidad en particular,
debían ser evaluados y administrados para impedir que cualquier flujo productivo pueda ilustrar
o “rememorar” un registro heterónomo a la idea de producir sujetos conformados a la idea del
capital (monetario) y a la defensa del modelo económico neoliberal, que aparece ahora ya no
como un país o grupo de países bien localizables geográficamente, antes bien este sistema se
nos presenta como un imperio sin “centro” localizable (Hardt, M. y Negri, A., 2000)
En este contexto, la educación superior juega un papel de suma importancia, nada desdeñable,
ya que amparada en el prestigio del conocimiento científico, domina en ella el servilismo a los
intereses de los grupos hegemónicos de poder nacional y global. Esto significa en el marco de
trabajo en que nos ubicamos, las dificultades de poder llevar adelante un proceso de cambio
que pudiese tener sus repercusiones en la cultura institucional, ya plegadas a la ideología
empresarial y cuyos valores impregnan desde ahora gran parte de las prácticas de gestión y de
producción de conocimientos y de políticas de investigación, a la vez que desde la
administración, se ha instalado una normativa fiel a lo que Foucault llama dispositivos de
control.
El poder apunta a una regulación “moral” y social colectiva, mostrando sus agentes un grado
de insensibilidad desubjetivante, que más que cosificar, se excluye al sujeto de cualquier
consideración si no se encuentra de alguna forma incluido en un registro que lo ubique como
elemento procesado en los mecanismos de los poderes institucionalizados. Se detecta aquí,
una forma arbitraria del uso del poder que se ha delegado al agente social; la vivencia es la
exclusión del mundo social, se deja de ser sujeto, y se vuelve un elemento que puede ser
eliminado ya que oficialmente no existe, al no poder procesarlo en las estadísticas de la
normatividad imperante.
Esta especie de muerte social, es ejecutada fríamente, ya que los agentes solo acatan órdenes
y se sienten invalidados de tomar una decisión por fuera de los reglamentos de control (de
actitudes y comportamientos) institucionalmente aceptados, así, la Universidad se puede
volver un espacio incapaz de albergar algo de lo humano-social, donde la falla o la falta de
significación de estudiar deja a la intemperie el sentido de construir una trayectoria educativa-
profesional, de nuevo, la caída de los ideales.
Identificamos de entrada el punto de urgencia en la labor que el tutor puede y debe realizar.
Esto quizás sea el origen del intento de realizar una primera labor con los estudiantes de recién
ingreso: integrar al nuevo alumno a la universidad, hacerle espacio, darle un lugar, para que el
otro lo pueda habitar. ¿Puede la actividad tutorial centrarse en la construcción y
establecimiento de los vínculos, y con ello fomentar las experiencias de identificación y
reforzamiento de los aspectos subjetivos que hacen a la construcción permanente del lazo
social? Se trata aquí no solo de la necesaria relación maestro-alumno (Allidière, N., 2004), sino
de las dimensiones incluidas en el contexto de esta relación: alumno-alumnos; maestro-
alumnos; docente-docentes; relaciones intergrupos; alumnos-autoridades; maestros-
administradores, y en última, instancia institución-comunidad, etc.
Bibliografía.
1. Allidière, Noemí. (2004) El vínculo profesor – alumno. Buenos Aires, editorial Biblos.
2. Bachelard, G. (1979) La formación del espíritu científico. México, Siglo XXI editores.
3. Bauman, Z. (2007) Vida de consumo. México, Fondo de cultura económica.
4. Bettelheim, B. (1982) Educación y vida moderna. Barcelona, editGrjalbo.
5. Foucault, M. (1999). Estrategias de poder. Obras esenciales Volumen II. Barcelona:
Paidós Básica.
6. Foucault, M. (2007). Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires, Fondo de
culturaeconómica.
7. Guzmán, C. (2009) ¿Para qué escuchar a los estudiantes? Uso y destino de sus voces.
Conferencia al 4to. Encuentro regional de tutorías. Veracruz, Ver.
8. Hardt, M. y Negri, A. (2000) Imperio. Massachussets, Harvard University Press, en
línea en http://www.chilevive.cl
9. Herrera Guido, R. (1986) La des-educación en aforismos. Rev. La nave de los locos.
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