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El modelo biomédico, también llamado tecnocrático, puede definirse como racionalista, positivista

y mecanicista, es decir, solo se basa en hechos empíricos y centra su progreso midiendo el avance
científico y técnico. Además, se caracteriza por sus importantes avances científicos, tales como la
invención del microscopio óptico (que resultó óptimo para la investigación de las células), el
descubrimiento de las bacterias, de los mecanismos de la vacunación, de la estructura molecular
del ADN, entre miles de otros.

Sin embargo, esta búsqueda del conocimiento fue llevada al límite, profundizando al máximo la
relación con la biología, dándole de a poco más importancia a ésta última. De esta forma se
produjo una fragmentación del hombre en mente y cuerpo, lo cual llevó al reduccionismo
biológico del paciente por solo considerar su cuerpo como elemento de estudio y su mal
funcionamiento como única causa de las enfermedades. En éste paradigma, sus conceptos lo
limitan a tener una visión holística del hombre, ya que su obsesión en el estudio de la enfermedad
(y no del enfermo en toda su complejidad) lo llevó a tratar meros órganos enfermos y no personas
insertas en una sociedad con aspectos culturales y psicológicos que considerar. Para este modelo
médico, los orígenes de todas las enfermedades se encuentran se encuentran relacionadas sólo
con aspectos biológicos, no existe el concepto de un abordaje social de los problemas y sus
condiciones. Esto se vio reflejado en la práctica clínica desde las instituciones médicas hasta en la
formación de los médicos, los cuales, educados bajo las características de éste modelo, sólo
reciben apoyo técnico sin comprensión o contención alguna, teniendo que negar la angustia y el
dolor que provocan enfrentarse diariamente a la enfermedad y a la muerte. Con respecto a los
pacientes, estos reciben contactos rápidos y aislados teniendo un vínculo de incomunicación y
despersonalizado con el profesional de la salud. Todo esto lleva a la utilización del concepto de
deshumanización médica.

Las características antes mencionadas de éste modelo dieron origen a la aparición de ciertos
fenómenos. Tales como las endemias, es decir zonas donde las enfermedades son recurrentes.
Este concepto demuestra como las condiciones de vida y la salud están íntimamente relacionadas
y como solo con un remedio o tratamiento especializado en lo biológico no puede erradicar una
enfermedad sino que necesita además analizar y cambiar las condiciones de vida de los pacientes,
ver su aspecto social y no sólo individual. Otro fenómeno es el concepto de iatrogenia el cual hace
referencia a los efectos enfermantes de la propia medicina. Un ejemplo claro son los “efectos
secundarios” de los medicamentos, que demuestran como la sanación se centra en un único
aspecto, minimizando y dejando sin atención otros. Dentro de éste grupo también se pueden
incluir a los transplantes y la terapia intensiva, que en algunos casos hacen que el médico retrase
la muerte inevitable del paciente quitándole la posibilidad de una muerte digna y de no vegetar,
con el fin de evitar el fracaso médico.

Las bases de éste modelo están dadas por la medicina Helenística, ya que esta impulsó el concepto
de que las dolencias son sucesos naturales, racionalizando así la medicina antigua. Más tarde en el
siglo XIX, el método científico natural llegó a su máximo esplendor determinando el camino
biológico a seguir de la medicina debido a los rápidos avances en cuanto al conocimiento científico
que contrastaron con la lentitud e incertidumbre de épocas anteriores.
A pesar de todos los aportes científicos de éste modelo, la deficiencia del binomio cuerpo-mente
establecido en éste paradigma, llevó a la insatisfacción de los usuarios de la salud y aún de los
propios profesionales. Las limitaciones del modelo comenzaron a ser cada vez más evidentes. Así
nace la medicina antropológica, la cual tiene por objetivo ampliar el panorama sobre la
enfermedad instalado en los médicos. Este nuevo paradigma biopsicosocial no se olvida de la
enfermedad pero también toma en cuenta con la misma intensidad al hombre detrás de esa
enfermedad, a su entorno y a sus aspectos psicológicos. Una de las formas más importantes de
lograr esta revolución dentro de la medicina es por medio de la incorporación de los contenidos de
las ciencias humanas en la formación de los profesionales. De esta manera, aparecen un conjunto
de disciplinas llamadas Humanidades Médicas (HHMM), con el fin de estimular el espíritu crítico
en los profesionales y para que estos puedan personalizar y humanizar su relación con los
pacientes. Ejemplo de estas son: filosofía médica, comunicación médica, ética médica,
antropología médica, psicología, etc.

En conclusión se busca la aparición de nuevos profesionales, quienes sean una combinación de los
“médicos de antes”, aquellos que se interesaban en las experiencias de vida de cada paciente y
sabían que éstos influían en su enfermedad, y los médicos biologistas, que cuentan con grandes
mecanismos para el conocimiento del origen de las enfermedades y su tratamiento.

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