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LA EXPANSIÓN URBANA, LOS “NO LUGARES” Y LAS NUEVAS FRONTERAS, SEGÚN UN

ANTROPÓLOGO.

LOS ESPACIOS

DEL FUTURO
Por Marc Augé

La trama urbana comienza a recubrir el planeta. En el próximo siglo, con el cambio en la forma de las ciudades, habrá una
notable extensión de los medios de comunicación. Desaparecerán las fronteras terrestres pero surgirán nuevas fronteras,
marcadas por el conocimiento y la tecnología.

Estamos por entrar en el siglo XXI y todo lleva a pensar que los grandes cambios espaciales que
conoció nuestro planeta en el siglo XX van a aumentar, y tal vez, acentuar y desarrollar ciertas
contradicciones que hoy ya son perceptibles en nuestras sociedades. El primer cambio está
representado por la expansión urbana, que fue particularmente notable en el transcurso de este siglo y
que se desarrolla a un ritmo acelerado, en especial en los países del Tercer Mundo. Esta expansión
urbana tiene varios aspectos. Ante todo, hoy no corresponde a una excesiva concentración de
población. En Europa, es cierto que la población urbana aumenta de una manera continua, pero la
superficie que ocupan las ciudades aumenta a una velocidad mayor. La trama urbana comienza a
recubrir el planeta. Esta constatación puede sorprender en un país como la Argentina, donde todavía
existen inmensos espacios libres, cultivados o dedicados a la ganadería. Pero es incuestionable y ya
apreciables en todos los espacios periurbanos y, en especial, obviamente, en los países de Europa o
en el Japón, que disponen de espacios mas reducidos.

El segundo aspecto de ésta extensión urbana afecta la forma de la ciudad en sí misma. O, más bien,
es la noción misma de la ciudad la que parece insuficiente para calificar los nuevos espacios de
población. En las zonas más densamente pobladas pasamos de una ciudad a otra sin atravesar, sin
embargo, los espacios rurales. La continuidad de la red urbana a lo largo de las costas marítimas y de
los grandes ríos es particularmente notable.
El segundo cambio está representado por la extensión, también HAY QUIENES SE PREGUNTAN SI
sin precedentes, de los medios de circulación, de comunicación EL DESARROLLO DE LOS MEDIOS
y de información. Los cuerpos humanos hoy circulan fácilmente DE COMUNICACIÓN NO VA A
de un lugar a otro del planeta, cada día con mayor rapidez. CREAR NUEVAS
DESIGUALDADES.
Desplazamientos

Pero estos desplazamientos físicos son cada vez menos útiles. Uno puede imaginar que estarán
reservados, en su gran mayoría, a los turistas que recorrerán todos los rincones de un planeta cada
vez más pequeño para hacerse la ilusión de que los viajes todavía son posibles. Desde un punto de
vista funcional, el desarrollo de los medios de comunicación, que crea las condiciones de
instantaneidad y de ubicuidad, hará que muchos de los desplazamientos físicos resulten inútiles. Hoy
ya aparecen teletrabajadores que pueden realizar su tarea sin moverse de su casa: las empresas del
futuro en varios campos también podrían obviar toda realidad material y geográfica masiva. Una
oficina podría ser suficiente para las tareas de coordinación y de dirección. Las teleconferencias en
pantalla que se llevan a cabo hoy en día en ciertas empresas internacionales agregan a la
instantaneidad de la comunicación la presencia de la imagen y de la voz, el fantasma del cuerpo físico.
Esta presencia de la imagen del cuerpo físico va a multiplicarse (pronto tendremos teléfonos con
pantalla), de la misma manera que el fax y el correo electrónico agregan a la rapidez de la transmisión
la reproducción del gesto y el fantasma de la escritura. Estas perspectivas pueden ser preocupantes.
Hay quienes se preguntan si el desarrollo de los medios de comunicación no va a crear nuevas
desigualdades o reforzar las ya existentes.

El arquitecto y filósofo Paul Virilio se pregunta inconcluso, al vincular la cuestión de la expansión


urbana a la del desarrollo de las tecnologías de la comunicación, si no existe un riesgo grande de que
se constituyan polos tecnológicos fuertes, tecnopolos, que, al disponer de todos los medios de
transmisión y de información, puedan evitar todo control de naturaleza estatal. Al reconstituir los
estados-ciudades de otros tiempos, estos nuevos centros sólo estarían interesados en sus
interrelaciones y podrían, así, amenazar las garantías de la vida democrática.

Uno puede precisar esta inquietud en términos de espacios y de fronteras. Los diferentes estados del
planeta hoy se ven afectados de distinta manera por los fenómenos de aceleración y de exceso que
constituyen nuestra supermodernidad, el exceso de acontecimientos o la aceleración de la historia
evidentemente asociados a la planetarización de los riesgos y, al mismo tiempo, al superdesarrollo de
los medios de información, al encogimiento del espacio o al exceso de imágenes vinculadas al
superdesarrollo de conjunto de las técnicas de comunicación.
LA ÚNICA FRONTERA DEL
ESPACIO ES LA QUE NOS
Mirada individual IMPONEN NUESTROS
CONOCIMIENTOS Y NUESTRA
La recomposición de la mirada individual cada día más TECNOLOGÍA: MIDE TANTO
habituada a detenerse más allá de su horizonte cercano se NUESTRO SABER COMO NUESTRA
observa en todas partes, pero no concierne al conjunto de la IMPOTENCIA.
sociedad. En casi todos los países, incluso, en los menos desarrollados, existe por lo menos un
esbozo de sector supermoderno (y de condición supermoderna, en el sentido en que Lyotard hablaba
de la condición posmoderna). Pero fragmentos enteros de la sociedad escapan total o parcialmente,
(en la medida en que “consumen” lo audiovisual y, eventualmente la tecnología de la comunicación) a
la supermodernidad. Es así que se construyen nuevas fronteras reales y simbólicas en el interior de
las fronteras nacionales. La solidaridad objetiva instituida por las redes interconectadas de la vida
económica de punta se construye a expensas de las solidaridades históricas de los estados-naciones.

Wenstern del espacio

Un tercer cambio al cual, paradójicamente, le prestamos menos atención hoy que hace algunos años,
en el que introdujo la conquista del espacio. El término “conquista” es ambicioso y, a la vez,
desplazado y, en consecuencia, hasta revelador. Pertenece al vocabulario de la epopeya y la ciencia
ficción se apoderó de él como si la conquista del espacio se asemejara a la conquista del oeste. Pero
al wenstern espacial le falta la realidad fascinante de la frontera. La única frontera del espacio es la
que nos imponen nuestros conocimientos y nuestra tecnología: mide tanto el estado de nuestro saber
como de nuestra impotencia. Cuando desaparece toda frontera terrestre frente a nuestros medios
técnicos, se reconstituye una frontera en el límite de éstos últimos –más allá de las zonas donde
juegan las leyes de gravedad, poco más acá de donde deja de jugar la ley de gravedad terrestre-. Esta
frontera también fue franqueada, pero este salto no anunciaba ninguna conquista. Enviamos algunos
cohetes al sistema solar como un náufrago lanza botellas al mar, por si acaso.

Si el desarrollo de las tecnologías espaciales no nos hace soñar tanto (a pesar de las imágenes de
Marte y de Venus retransmitidas en nuestras pantallas de televisión) como los primeros pasos del
hombre sobre la luna es, sin duda, por dos tipos de razones.

Ante todo, hasta hoy no se nos reveló ningún signo de vida extraterrestre, ningún signo que nos
hiciera tomar conciencia de nuestra identidad común de habitantes de la tierra. Por el momento,
seguimos confrontados al “silencio eterno de estos espacios infinitos” del que hablaba Pascal en el
siglo XVII. Pero desde el siglo XVIII, en nuestra imaginación, la tierra se ha encogido, el recorrido
alrededor del globo retorna rápidamente a su punto de partida: el romanticismo carece de aire y de
espacio y no se descarta que la conciencia simultánea de la estrechez del planeta y de la inmensidad
turbulenta y sin vida que nos rodea no forme parte de nuestras angustias presentes y futuras.

En segundo lugar, a falta de aventuras demasiado costosas, demasiado arriesgadas y sin sentido, la
explotación del espacio se realiza especialmente en perspectivas funcionales que prolongan la puesta
en red del planeta. Algunos de los satélites que ponemos en órbita sirven para la comunicación y
participan en la constitución del vasto sistema que permite transmitir en un instante imágenes de un
lugar a otro del mundo: son los grandes mediadores de la relación entre los hombres que ocupan hoy
nuestro cielo. Tal vez los dioses paganos tenían en otra época las mismas funciones. Las acompañan
satélites de observación. Algunos nos informan sobre el estado del medio ambiente y sobre las
evoluciones de la meteorología. Otros montan guardia, pero su observación no está dirigida hacia las
galaxias lejanas: observan la tierra y detectan, aparentemente movimientos de amplitud muy
reducidas. La Guerra del Golfo fue uno de los primeros ejercicios aplicados que puso a prueba las
capacidades de observación del sistema panóptico, que desde los satélites, hace que la tierra se
asemeje a un supermercado o a una prisión muy bien vigilada.
Ya se habla de los embotellamientos en el espacio como los LOS `NO LUGARES´ VAN A
que existen en nuestras autopistas un día antes de salir de DESARROLLARSE EN EL SIGLO
vacaciones. La quincalla celeste se presenta, de este modo, QUE VIENE Y, CON ELLOS, ZONAS
como un conjunto de prótesis. Son las prótesis de las DE ANONIMATO Y DE SOLEDAD.
sociedades tecnológicamente más avanzadas que les permiten asegurar la transmisión de sus
mensajes y de sus imágenes, “tener en la mira” a los países menos avanzados y muy literalmente
ejercer (incluso si el espacio de los satélites pertenece por derecho a todos) un dominio absoluto sobre
todo el planeta. El espacio extraterrestre cercano traduce y amplifica las jerarquías del espacio
terrestre; de un cierto modo, encierra a la tierra en su destino terrestre. También puede suscitar
inquietudes legítimas y hoy no parece esencialmente dirigido hacia la conquista del espacio. En la
manera en que los Estados Unidos pusieron de rodillas al imperio soviético fue imponiéndose la
preparación ruinosa de una guerra de las galaxias.

En suma, la tendencia general de la disposición del espacio humano parece emparentarse con lo que
podría llamarse una `deslocalización´. Si utilicé la expresión `no lugares´ para caracterizar algunos de
los nuevos espacios contemporáneos (los supermercados, las autopistas, los aeropuertos, las
estaciones de servicio, las vías aéreas, el habitáculo mismo de miles de aviones que recorren el cielo
día y noche cargados de pasajeros, y también todas las redes que transmiten instantáneamente la
imagen, la voz, los mensajes y los códigos de un lado a otro de la Tierra) era para sugerir que, a
diferencia de los lugares tradicionales, no llevaban la marca de ninguna identidad, no constituían
ninguna sociabilidad y no eran portadores de ninguna historia. Es evidente que estos tipos de espacios
van a desarrollarse en el siglo que viene y, con ellos, zonas de anonimato y soledad.

Conflictos localizados

Pero también sabemos que los grandes movimientos de uniformación suscitan movimientos de sentido
inverso, reafirmaciones locales, territoriales, singulares. En nuestra época abundan los conflictos
localizados y territoriales: los imperios estallan bajo la presión de las minorías, hay pueblos que luchan
para recuperar la tierra de su patria, las ideologías religiosas y políticas hablan con gusto el lenguaje
de la tierra y de las fronteras. Es posible que la tensión así manifestada entre la mundialización y la
uniformación de los espacios de comunicación y la reafirmación singular del territorio de lo social
encuentre otras expresiones en el siglo venidero.

El sector de la `supermodernidad, en efecto, no es más que una de las regiones de lo social. No más
que el `desencanto del mundo´ en el que Weber veía el signo del acceso a la modernidad, no
concierne al conjunto del tejido relacional que llamamos sociedad. Por lo tanto, todo conduce a pensar
que pronto tendrá lugar, en los espacios terrestres y periterrestres, una partida de tres animada por las
preocupaciones paralelas y, en ciertos aspectos, incompatible con la conservación ecológica, la
comunicación planetaria y la reivindicación territorial: ¿quizás una lucha de clases a nivel global?

º Marc Augé, 1995. Traducción de Claudia Martínez


[1] Marc Augé nació en Francia. Desde 1960 se desempeña como docente en diversas áreas y desde 1985
es Presidente de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Su trabajo sobre los no lugares le
significó el reconocimiento de la comunidad intelectual internacional. Otros libros: “Travesía por los
jardines de Luxemburgo” y “El viajero subterráneo”.

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