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COMENTARIO PAUL RICOEUR, FINITUD Y CULPABILIDAD

Paul Ricoeur en su texto intenta mostrar qué es aquello que llamamos “hombre”, y éste como
un ser capaz de mediaciones entre lo finito y lo infinito. Esa finitud e infinitud se da de dos
maneras: una trascendental y la otra de forma práctica. En lo trascendental, se puede
evidenciar, como propio de lo finito, la perspectiva que se tiene frente a la cosa, y lo infinito,
en tanto verbo; y en lo práctico, lo finito se ve en relación con el carácter, y lo infinito, en la
dicha. En ambas maneras se da una síntesis, en donde la imaginación pura hace síntesis de lo
trascendental, el respeto hace síntesis de lo práctico.

Planteado esto, se propone abarcar la síntesis de lo práctico: el respeto. Y para llevarlo a


cabo, es necesario dejar claro que, así como el hombre no es sólo perspectiva y verbo, sino
que se sintetiza por la imaginación pura, así mismo, no es sólo carácter y dicha, sino que se
entiende por el respeto. Este respeto debe ser entendido como respeto por el ser humano, es
decir, éste no se queda con solo un hombre en particular e individual, sino, por el contrario,
al respetar a un hombre estoy respetando a la humanidad entera, pues es en el particular donde
puedo evidenciar el universal.

Así mismo, se acotó que, para la realización de dicha síntesis es necesario que se dé durante
el transcurso de la historia. Ésta, la historia, debe concebirse como un constante cambio y
contingencia, en la cual el hombre se va formando. Así, al darse la síntesis bajo esta condición
implica que también está sometida al cambio y, por ende, la persona, entendido como el
proyecto de la humanidad, es un fin, pero inacabado.

La síntesis, como ya lo hemos dicho, es ese punto intermedio, ese mediador entre la finitud
y la infinitud. Al no darse de la manera correcta esa síntesis, se puede concebir el mal. Pues,
lo finito y lo infinito crean un desgarre en el hombre, en relación con sus posibilidades de
actuar y de ser. Así las cosas, el hombre puede tener un sinnúmero de posibilidades para
hacer y ser, sin embargo, su infinitud en el poder actuar sólo le permite realizar unas cuantas.
De esta manera, se puede ver un desgarre y desproporción en tanto el actuar del hombre.

Se plantea la pregunta ¿qué es la persona? Y ¿por qué se da esa síntesis en la persona? A lo


cual se le dará respuesta a partir del texto: La persona no soy yo (particular) sino un ideal que
me propongo ser. Es un proyecto, y de ahí, al proyecto de la persona se le llama humanidad1.
A partir de aquí se puede abordar el respeto como síntesis en la persona. El respeto es el
modo de actuar en relación a la persona, es mediador práctico donde trato a los otros y a mí
como personas. Al hablarse de persona, en referencia al proyecto de la humanidad, si se le
respeta, entonces se respeta a la humanidad, es decir, apunta a un ideal universal.
1
Cf. Paul Ricoeur, Finitud y culpabilidad, trad. Cecilio Sánchez Gil (Madrid (España: Taurus Ediciones,
1969), 121.
Terminada esta primera parte, proseguimos nuestro estudio, y se abrió paso a la discusión
sobre el “sentimiento”. Vemos cómo el autor retoma elementos del primer capítulo del libro:
“La patética de la miseria y la reflexión pura”. Esto lo hace para preguntarse sobre aquello
faltante en el análisis llevado hasta ahora, para poder agotar la comprensión del hombre, y se
refiere en este apartado a aquello, faltante, que se daba en los mitos y en la retórica de la
miseria2. La miseria en tanto que constituyó un punto de partida, era pues una comprensión
patética. Mas por el rigor filosófico llevado hasta el momento en el análisis se ha tendido a
perder esa dimensión importante en el hombre. De esta manera, se pregunta Ricoeur: ¿será
posible volver a comprender el sentimiento partiendo de los mismos elementos que lo
redujeron?

En concordancia con lo anterior, durante el trabajo realizado se ha trabajado aspectos como:


la conciencia de la percepción, ésta en cuanto el ámbito trascendental del hombre, en donde
se tiene una perspectiva del objeto y se recurre a la objetividad de la misma cosa; la
conciencia de sí mismo, en tanto al ámbito práctico del hombre, en el cual se tiene en cuenta
a la persona entendida como el proyecto de la humanidad. Mas para poder responder a la
pregunta arriba planteada, el autor quiere recurrir al sentimiento como la conciencia del yo
sufriente y actuante, ésta ya no entendida como lo abstracto del “yo” práctico, u objetivado
como en el “yo” trascendental, sino comprendida en cuanto se da en nosotros mismos como
seres que sufrimos y actuamos.

El autor adoptará, para llevar a cabo este tercer análisis del hombre, los términos de:
epithymía, que es el deseo sensible; y la razón, cuyo deseo específico por lo demás es el eros.
Entre estos dos puntos, se abrirá paso al thymós, como aquel término en el cual se llevará a
cabo la síntesis afectiva. Este tercer término tendrá su sede, o mejor, llevará a cabo su síntesis
en el corazón mismo del hombre.
El corazón del hombre es frágil, pues en él se dan conflictos; al darse en éste la síntesis,
también puede concebirse como frágil, propensa a la labilidad. Y si la síntesis es frágil, puede
tender a no darse de la mejor manera; esto llevaría a no reducir la desproporción entre
aquellas posibilidades infinitas que pudiere realizar, y las pocas cosas que puedo ser y hacer
en virtud de mi finitud de actuar.

“La vivencia afectiva es la que nos revela lo que significa necesitar, echar de menos, tender
hacia, alcanzar, poseer y gozar”3. Esta condición del sentimiento implica tener una
intencionalidad. Así, se puede ver cómo el sentimiento es la manifestación implícita de las
tensiones y pulsiones, y cómo las expresa sobre algo exterior. En este sentido, se da un
carácter más concreto frente a la síntesis afectiva, pues al adjudicarle una conciencia de algo

2
Cf. Ricoeur, 135.
3
Ricoeur, 143.
al sentimiento, se asume que, eso sobre lo cual se es consciente ocupa un lugar muy
particular. Mas esta conciencia no solamente está en cuanto a las cosas sino, también, en
cuanto ellas me afectan. Así, se puede ver cómo difícilmente se puede dar un sentimiento sin
una cosa sobre la cual sea consciente y por la cual no me siente afectado.

Bibliografía
Ricoeur, Paul. Finitud y culpabilidad. Traducido por Cecilio Sánchez Gil. Madrid (España:
Taurus Ediciones, 1969.

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