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Aranda
Fuente:
http://www.elmorrocotudo.cl/noticia/cultura/miembro-de-la-comunidad-
juan-de-dios-aranda-defiende-su-historia
Señor Director:
“Más vale tarde que nunca” dice el adagio para no dejar pasar en el olvido hechos
inadvertidos en el presente. Tardíamente me informé de la nota escrita y publicada
en “El Morrocotudo” (01-02-2011) por don Braulio Olavarría Olmedo acerca de la
Comunidad Juan de Dios Aranda de Putre, a la cual pertenezco. Al respecto,
agradeceré a Ud., si lo tiene a bien, dar cabida en su medio informativo las
aclaraciones, o parte de ellas, de sus comentario infundados para conocimiento del
público.
Para conocimiento del señor Olavarría debo recordarle que las obras materiales
realizadas en el pueblo de Putre, fueron llevadas a cabo por las familias de esta
comunidad, por sus antepasados, descendientes y por ellos mismos. La
construcción de las calles empedradas, la reconstrucción de la Iglesia y su torre, la
construcción de la escuela frente a la plaza, el canal Alameda empedrado con sus
puentes de acceso y plantaciones de eucaliptos en sus orillas, la plaza con su pileta
y sus eucaliptos frente a la iglesia, el traslado y la instalación de los íconos sagrados
de la iglesia que fueron trasportados a lomo de mula desde la estación ferroviaria
de Puquios hasta el pueblo (década del 20), la donación de propiedades agrícolas
de Tecla Cáceres a la iglesia, etc.
Todas estas obras, entre otras, fueron realizadas por los comuneros del pueblo. Si
ha tenido la sutileza de observar los canales empedrados y las terrazas de cultivo
que circundan al pueblo en los altos de Tojone , Sajata y Surunche, también fueron
hechas a pulso con el sudor y el esfuerzo de todo los putreños “kamiris” y “watchas”,
con el aporte de sus bienes y su trabajo personal. Como podrá suponerse en esa
época no había oficinas ni organismos estatales como las que existe hoy: CONAF,
SAG, INDAP, CONADI, CORFO, Municipalidad, Gobernación, Banco Estado, etc.
que prestan servicio a los actuales habitantes; a lo más funcionaba la
Subdelegación, el Registro Civil, el Juez de Subdelegación y Carabineros. Tampoco
existía la ONU, Convenio 179, ONGs, ecología, turismo ni redes sociales.
Con todo lo expuesto, ¿Puede afirmar el señor Olavarría que la familia de “los 24”
no tuvieron un sentido comunitario durante su existencia y que operaba en provecho
particular y no en beneficio de conjunto?, además, se apoya en citas históricas
cuyos autores omiten una mayor veracidad del pasado de esta comunidad, al
señalar que “posee informalmente el rótulo de comunitaria y que está lejos de
asimilarse al concepto pre-republicano”. ¿Se pretende acaso que la Comunidad
Juan de Dios Aranda desempeñe en la actualidad, siglo XXI, actividades propias del
“Ayllu” prehispánico?.
Le doy otro antecedente histórico y de fuente primaria al señor Olavarría, para que
analice con amplitud de criterio el sentido comunitario que tuvo la Comunidad de
Putre en la mitad del siglo XIX: La Comunidad de Putre, (San Ildefonso de Putre)
encabezada por el Juez de Paz don Marcelo Sánchez (suegro de Juan de Dios
Aranda), y con la firma de más de 20 “vecinos indígenas y naturales residentes de
este pueblo” reclamaron y protestaron a las autoridades ariqueñas (19-05-1859)
contra “los señores hacendados del valle de Lluta” quienes pretenden “quitarles las
aguas de regadío con que desde la antigüedad inmemorial se fundó, y que la
naturaleza les dotó para el cultivo de sus tierras”. Nombrando a dos representantes
del pueblo, recayendo en las personas de don Dionisio Huanca y don Mariano
Ventura “en quienes confían su poder pleno, amplio y eficaz” y para que empleen
todos “los medios de defensa contra la hostilidad y subyugo tiránico con que
pretenden dichos señores del Valle”.
Es natural y lógico que todo padre desea que sus hijos queden con sus tierras
heredadas de épocas inmemoriales, y es correcto que estos vecinos del pueblo y
sus hijos procedieran a inscribirlos en el Registro Conservatorio a partir de 1885,
sometiéndose a las nuevas normativas de la época, de lo contrario sus tierras se
exponían a ser declaradas propiedad fiscal.
La afirmación del señor Olavarría al lanzar al boleo con desparpajo que “una gran
mayoríade propietarios perdió su titularidad, porque en los Registros Conservatorios
chilenos la totalidad de las tierras quedó inscrita a nombre de “los 24”, es una
falsedad con intenciones deleznables. Se le agradecerá tomarse la molestia de
verificar el listado de los propietarios del Rol de Avalúo de Bienes Raíces de 1909 y
1910.
Esta ganadería requería de mayor forraje lo que obligó pastar en los cerros y suelos
de pastizales. Hasta la década del 50 los representantes de la comunidad de “los
24” cobraban a sus pares $10 por vacuno y $1 por oveja y caprino por practicar este
pastoreo, cuyo aporte era para pagar las Contribuciones de Bienes Raíces de la
propiedad. Don Filiberto Jirón, heredero y ejecutor de este mandato de la
comunidad, además juez de subdelegación, entregaba recibo timbrado por la
cancelación del aporte.
¿Qué no hubo anclaje de identidad cultural entre “los 24”?. Es otra dosis de
desconocimiento del señor Olavarría. Más allá de las obras materiales ejecutadas
por las familias de “los 24” –porque toda creación humana es cultura-, las
costumbres, los hábitos, los ritos y tradiciones del pueblo fueron asimiladas,
practicadas y difundidas por generaciones. Desde el talabartero, herrero, carpintero,
campesino, pastor, arriero, cantero, pregonero, hasta los representantes de las
festividades religiosas y ritos ancestrales, como los mayordomos, alféreces,
fabriqueros, coros y rezos en latín, en que todo el pueblo participaba con fervor y
gran emotividad en los ritos y procesiones de Semana Santa, 15 de agosto – día
de la patrona del pueblo (La “Asunta”)-, las Cruces, Pachallampe, Carnavales, San
Ildefonso -patrono del pueblo-, Candelaria y San Juan –floreo del ganado-,
además, otras actividades comunitarias que practicaban los vecinos, sin distinción
de jerarquía ni marginalidad, son las construcciones de las casas de adobe y piedra
canteada en su base y en los zaguanes y ventanas con figuras heráldicas del siglo
XIX, que aún se pueden observar, con techo de paja, queñua y totora; la preparación
del “chuño”; la conservación de la papa bajo tierra que era como despensa para
todo el año; la cosecha de la papa cuyo trabajo era similar a la “minga” chilota con
la participación de toda la familia y vecinos cuya retribución era compensada con
la merienda de las exquisitas “watias”, símbolo de la gastronomía putreña. Todas
estas ejecuciones y manifestaciones ¿No son actividades comunitarias ancestrales
que identifican a un pueblo?.
urbanos o polos de desarrollo como fue la ciudad de Arica para esta región (éxodo
rural), atraído por el progreso, por el acceso a la educación para sus hijos, por la
salubridad, trabajo y bienestar que se supone hay en la CIUDAD
“Civis=civilización)”.
Pero también hay dos factores secundarios que considerar, como es el cierre o la
paralización del ferrocarril de Arica a La Paz , como fuente de trabajo para los
putreños, y abastecedor de provisiones derivadas de la ganadería y agricultura, y
también la apertura de la carretera internacional de Arica a Bolivia, que si bien
permitió salir del aislamiento y atraso en que se encontraban estos pueblos, fue a
su vez un medio accesible para las nuevas generaciones de emigrar de sus tierras
ancestrales a otros horizontes. Sin embargo es importante destacar que la exigencia
y persistencia de abrir caminos para llegar a estos pueblos, enclavados entre
montañas y quebradas distantes del progreso y de la civilización, se levantaron
voces de putreños que insistieron pidiendo camino y más camino y médicos, a
través de la prensa de la época (década 40 y 50); así lo hicieron: don José
Maldonado en “La Gaceta”, don Germán Mollo en “El Pacífico” y el suscrito de esta
nota en la revista “Vea” de Santiago (26-12-57), todos integrantes de la Comunidad
Juan de Dios Aranda. Voces que más tarde se tradujeron en la construcción
definitiva del Camino Internacional a Bolivia (Ruta 11-CH).
Para finalizar este tema, tal vez poco grato para algunos, pero esclarecedor para
muchos acerca de Putre y la Comunidad Juan de Dios Aranda, el señor Braulio
Olavarría Olmedo tendrá amplia libertad de conciencia, pero no tiene derecho ni
moral para difamar y denostar a nuestros familiares (padres, abuelos y bisabuelos).
Ellos no pueden defenderse. Tratarlos de que “hacían triquiñuelas para regularizar
sus tierras ancestrales”, de ser ”aprovechadores”, “oportunistas”, “explotadores
capitalistas” , “discriminadores” y otros epítetos, sólo está en sus nefastas
apreciaciones subjetivas carente de base. ¿Aceptará, Ud. señor Olavarría, que se
inmiscuyan en su familia y vean de qué manera adquirieron sus bienes materiales
su madre y su abuela?. Tampoco aceptamos sus antojadizas diatribas ofensivas al
tratarnos de “profitadores” y “discriminadores”.
Estoy seguro que tampoco aceptarán este trato vejatorio las actuales autoridades
de Putre, como el Gobernador y el Alcalde, ya que ellos forman parte de la familia
de “los 24”. En consecuencia, exigimos respeto como toda persona civilizada.
Dejamos constancia que de los 220 herederos e integrantes de la comunidad Juan
de Dios Aranda, tienen como residencia distintos lugares del país y fuera de Chile.
Viven en Putre, Arica, Antofagasta, Copiapó, La Serena, Santiago, Quillota y Chillán,
además, en los países de Canadá, Estados Unidos, España, Italia, y Alemania (Hay
registro). Muchos de ellos son profesionales con estudios superiores y grado
académico que por circunstancias de la vida se encuentran alejados de su tierra y
de su pueblo. No olvidan su origen étnico, sus costumbres y sus tradiciones
inculcados por sus familiares. “Como de todo hay en la viña del Señor”, según el
adagio, también existe en nuestra comunidad algunos herederos que reniegan su
origen, su legado y su condición de comunero, pretendiendo convertir en oro o dólar,
todo lo que ve a su alcance, como el Rey Midas, ofreciendo en venta la parte
alícuota que le pertenece de su heredad.
Sepa señor Olavarría que la Comunidad Juan de Dios Aranda se rige bajo las
normas legales de la institucionalidad chilena desde 1910 y reinscrita en 1991 en
base al Derecho Privado. Espero que se atenga a estas disposiciones legales
establecidas en nuestro país. ¿Pretenderá seguir el camino de su referente Antonio
Mollo que comandó la resistencia contra la legalidad chilena de otrora?.