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LOS PARTIDOS POLÍTICOS III

DE LA MODERNIZACIÓN
A LA REPÚBLICA CONSERVADORA

GERARDO CÁETANO/JQSÉ

AUNQUE TAL VEZ hundan sus raíces en las tensiones de la


Patria Vieja, es sabido que los "bandos" políticos del Uru-
guay se definieron, con imprecisión, una vez concluida la
primera fase de la crisis independenústa (1820-1830) y
(nncluida también la estructuración del primer marco cons-
iiiudonal. La fragilidad del nuevo Estado, por un lado (y éste
cMimlaioque dificúltala consideración de los partidos en un
-.1 -.i e11 \i\ y 1 a inadecuación del orden constitucional censitario
i OM el país real por otro, no fueron temas ni cuestiones déla
|iii)'ita pailitlaria inicial, aunque sí determinantes de su
t l n u m i c a v contenido ulterior. De todas formas, es visible
que l.i i ..nlijMiración moderna del sistema partidario (1910-
I 1 ' \-\ 11-,pniulc en gran medida a dos singularidades fácil-
inniii .ipin ialilcs cíe nuestra historia política: la del legado
.I» ! . i j - l t » X I \ las de nuestro proceso de modernización.
Ni 11--, piiMl>lc a l i u l h a l legado decimonónico sin partir de
u n í i u. ut.i pin IMOII de ('arlos Real de Azúaquenoevitare-
ni" , M U Í . iihn "M hay que partir de un hecho-mejor dicho
• I» un i u,hh 11 ilr It'Mumrnos cslc no puede ser otro que la
p.iii ui< i i m r f M l i l i ' ilchilidacl i|ue cu el Uruguay del siglo
X I X pn MI iiin l.t * tur.irl.it ion típica de poder del continente.
I ,i 11> )•« 11 MU M.i - > uní M 11 u »> social de los sectores empresarios
^^^^ÍR**h.

GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA


1 ,AS BRECHAS EN LA HISTORIA 77

agrocomerciales y su entrelazamiento con la Iglesia y las


Tuerzas armadas como factores de consenso y respaldo eludible de poder político. De alguna manera -es éste otro
coactivo, respectivamente, no asumió -se decía- la misma legado- la ubicación en el proceso político nacional comen-
consistencia que poseyó en casi todo el resto del área /ará a depender desde entonces de la relación délos actores
latinoamericana". Cuando asome el nuevo siglo será tarde con el aparato del Estado.
para conformar esa constelación, pero quedará abierto el
espacio para el impacto de los fenómenos políticos de la LOS NÚCLEOS DE LA CONTROVERSIA
modernidad, que se desplegará con comodidad durante las
primeras décadas del siglo XX. Diversas instancias problemáticas contribuyeron a dar
Puede considerarse también parte del legado la consoli- perfil a las distintas opciones partidarias. Así, por ejemplo,
dación definitiva del tradicionalismo bipartidista. El mismo la enconada lucha por la tierra, mientras persistió, alimentó
implicó, en un proceso de tensión y al ¡mentación recíprocas, una dinámica de premios y castigos por el accionar político
la definición de un estilo casi siempre reductible a las y un estilo de confrontación predominantemente bélico y
respectivas historias partidarias, ordenadas en torno a rural. Las guerras civiles, al confundir la lucha por la tierra
implicancias socioeconómicas, símbolos y fidelidades con la lucha de.divisas, le dieron a ésta un contenido épico
genealógicas. Correlato de tales persistencias es el fracaso t|uc nutrirá su carácter de "tradicional". Agreguemos que,
de los sucesivos intentos de superarlo. Aquellos partidos del romo es sabido, cierta hegemonía "blanca" en la campaña
siglo XIX, tal vez de masas pero no de masas electoras, significó una acotación ambiental que podría explicar el
lograron superar la embestida que desde su interior o el acento más conservador y la dirección más regionalizada. Es
exterior pretendió quebrar el bipartidismo básico. El obvio que lo completamente opuesto no pertenece al Partido
fusionismo (1853-1963), el principismo (1872-1876) y el ('olorado, que si bien se apostó en la ciudad-puerto, tuvo
constitucionalismo (1881-?) no supieron convocar a aque- onj'.enes no menos rurales y tal vezjnás genuinamente
llas masas y más bien sirvieron de precedente al carácter ramlillescos que su adversario.
marginal de los "partidos de ideas" más modernos. Dicho No es menor el problema de la identidad nacional.
esto sin perjuicio de reconocer que tal marginalidad no (\ i figurado el Uruguay con alguna antelación a los urugua-
supuso en forma alguna un aislamiento: no es magra la lista yos, las fronteras estatales demoraron en coincidir con las
de sus "aportes" a los partidos tradicionales. Seguramente I muleras partidarias. Partidos políticos restringídamente
fueron ellos también "partidos picana", como diríamás tarde u.monales no los hubo hasta el fracaso de la experiencia
del suyo don Emilio Frugoni. Hiclonalista de Bernardo Berro y, más aun, hasta concluida
Es indudable además, una debilidad congénita del Estado ID scjMiiula fundación del Estado durante el ciclo militarista.
patricio de 1830, incapaz de acotar una población en un I .¡i irresolución de la "cuestión nacional" junto al reiterado
marco territorial largamente indefinido y extraerle recursos ItaMi-j'.o tic ejércitos de ocupación extranjeros y contingen-
para su mantenimiento. Fue con el militarismoquelapresen- i<", tic inmigrantes, obligó a los partidos -desigualmente
cia del Estado se volvió notoria (consolidó la propiedad priiiirahlcs a u na estructuración abierta, dispuesta a incor-
privada, comenzó a implantar un sistema educacional de poiai j'rnti's y novedades. La "cuestión nacional"-entendi-
masas, eclipsó al caudillismo, reasumió compromisos finan- da . i i j í n como "cuestión uruguaya"-, más allá de las
cieros internacionales), transformándose en referencia in- adscripciones que implicó la Guerra Grande (1839-1851),
no lúe un I recuente tema de pugna entre los partidos, y más
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GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA
Cuatro décadas de posesión del gobierno y del Estado
bien parece no ser exclusivo mérito de ninguno de ellos el enlazaron al Partido Colorado al proceso de formación de la
logro de tal identidad. La posterior búsqueda de un Artigas burocracia política y del ejército nacional. Tal "privilegio" lo
"fundador" de la misma, de un Artigas "uruguayo" que no es aventajó respecto a los blancos, en la medida en que significó
blanco ni colorado pero al que todos terminaron por incorpo- poseer instrumentos de control y dominación sociopolítica. Las
rar, será una confesión de impotencia para asignarse aquel relaciones con la sociedad, en cambio, no permiten detectar tal
mérito en exclusividad. predominio de uno de los partidos. En tal sentido, blancos y
Parcialmente YÍnculado a la "cuestión nacional", colorados podían pugnar en condiciones relativamente simila-
adviértase que los partidos políticos -más precisamente sus res; ambos podían ocupar un espacio vertical en la sociedad
élites- surgieron sin un contexto de referencias básicas y uruguaya de comienzos del siglo XX.
comunes en lo que se refiere a la política internacional del
país. Faltó un cuerpo de premisas aceptadas por todos (al
UNA MODERNIZACIÓN PECULIAR
estilo del "principio de no intervención") e incorporadas a la
convivencia y a los sistemas de decisión política. Ante un Si bien la modernización del Uruguay fue similar, en sus
vacío tan prolongado y más allá de las determinaciones resultados, a la de las demás áreas de la América periférica,
ineluctables de la política mundial, los primeros gobiernos s u proceso mantuvo notables singularidades. La más eviden-
del siglo XX tendrán casi todo por hacer también en materia te, a nuestro juicio, es la que nos muestra a una sociedad que
de política internacional. transcurre incorporando nuevos sectores, volviéndose cada
La ya aludida debilidad del Estado como poder coactivo ve/, más compleja, pero sin la acumulación -mejor aun, sin
equiparó por largo tiempo la fuerza del gobierno con la de la síntesis- que el proceso modernizador supone. Los secto-
cualquier grupo de la sociedad civil dispuesto a la rebelión. En res sociales beneficiados se "agregan", pero no sintetizan lo
consecuencia, hasta la definición de la distancia tecnológica precedente ni definen las etapas posteriores; sólo un Estado
entre el gobierno y los gobernados (1876-1904), los partidos de creciente pujanza es capaz de encuadrar las fuerzas que se
políticos -gobernantes y opositores- vieron en la estrategia de proyectan desarticuladas y faltas de un proyecto nacional
la guerra civil una posibilidad de acceso, de consolidación o relativamente común y persistente que las convoque. La
desalojo del poder. De allí una conformación un tanto bicéfala modernización, en síntesis, más .que a través de etapas
de los mismos, con una cara en los grupos armados rurales que acumulativas, transcurrió jx>r "capas" superpuestas, inte-
disputaban el poder regional, la tierra y el ganado -rasgo éste j',r:indo diferenteypauTatinamente a distintos grupos socia-
más acentuado en los blancos-, y con otra en la ciudad-puerto, K's (|iie, aunque escasamente dependientes entre sí coincidi-
atenta a la renta aduanera, al menguado presupuesto, a los i üiii en el Estado como referencia obligada y garantía.
Parlamentos y a la cultura escrita de los círculos. I ,;i primera fase durante el ciclo militarista demandó la
También fue legado del siglo XIX un estilo de "hacer i'UMcicm del Estado moderno, con las consiguientes noveda-
política" en cada uno de los partidos, que será retomado por des (|iie ello suponía: se obtuvo el reconocimiento del país
ellos hasta nuestros conflictivos días. De alguna manera, los romo "entidad soberana" en el marco de las relaciones
estilos fundamentan la "tradicionalidad" y se construyen a Internacionales; se institucionalizó la autoridad; se logró el
partir de las referencias que encuadran a los actores. Son monopolio de la coerción; se concretó la capacidad de
clave en ese sentido las relaciones del partido con el Estado T recursos asiduamente y se dio comienzo al clcsplic-
y las clases sociales.
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so GERARDO CAETANQ/JOSÉ RILLA

gue simbólico que reforzó el sentimiento de pertenencia y cienes sociales. La modernización latorrista, por ejemplo,
solidaridad y permitió el control ideológico de la sociedad. prescindió de los partidos políticos, pero no los aniquiló.
Más aun, cuando se restauró la democracia oligárquica, sp
Tal el Estado qüefequerían la modernización y la clase alta
reanimaron los viejos actores que parecieron despertar de un
rural y comercial a ella ligadas. Así se integró la estancia-
empresa al proceso económico y así fueron marginados y sueño que poco tenía de pesadilla. Los partidos políticos, en(
suma, no "hicieron" la primera modernización, pero lampo-1
reprimidos los numerosos y pobres sectores populares rurales.
co murieron a su paso.
Pero "gringos" y paisanos pobres y desplazados tendrán
Distinta es en parte la historia cuando observamos la
"su hora" durante la segundafase. Se integrarán parcialmen-
fase batllista. Aquí las transformaciones socioeconómicas
te al proceso modernizador del reformismo batllista como
impactaron a los partidos políticos, catalizaron su confor-
una "capa" más y por la mediación estatal, a través de la
mación en un sistema y los forzaron a sucesivos reajustes
I expansión de las funciones primarias y secundarias (buro-
que, sin embargo, no quebraron algunas de las más tena-
cracia militar y civil) y a través del proteccionismo indus-
ces continuidades del otro siglo. La tradicionalidad y la
trial. La secuencia muestra claramente que las capas integra-
permanencia parecen haber sido un vehículo idóneo (¿tal
das durante la modernización batllista no tuvieron ligazón
vez el único?) para el cambio de sistema partidario en
con el proceso productivo desatado por la estancia-empresa
durante la fase latorrista. Sólo el Estado -y de allí su primacía Uruguay.
Los partidos resistieron la embestida del cambio social y
sobre la sociedad- pudo atemperar una confrontación que
más aun, la interpretaron cabalmente procesando reajustes que
finalmente se desató en contra del batllismo y marcó los
aseguraron en definitiva su permanencia. La electoralización y
límites de la modernización.
"civilización" de la lucha política en grados crecientes de
Claro que el batllismo aspiró, y con variado éxito, a
complejidad institucionalizada y la renovación de la temática
concretar avances que aliviarían algunas de las más molestas
en pugna, no fueron más -ni menos- qu*e instancias en las
polaridades decimonónicas: la del campo frente a la ciudad,
que el sistema de partidos políticos dio cuenta de los cam-
la de nacionales y extranjeros, la de la lucha armada frente a
bios, haciéndolos posibles aunque nunca profundos. El
la puja electoral. No menos integradorera el sueño del país-
Estado mismo, más consistente que la sociedad que decía
granja agropecuaria, que retendría a los desplazados por la
representar, con su despliegue providente y asistencial,
tecnología y el subempleo de la tierra, o a la política
colmó vacíos, ocultó abstenciones y en última instancia
distributivista basada en la apropiación de los excedentes
¡iseguró a los partidos.
(nacionalización, estatización, política impositiva). Someti-
Podría admitirse que la peculiaridad de la modernización
da a la prueba electoral y desafiada por el sufragio universal
uruguaya reposaba, en parte, en el legado del siglo XIX
-lo que también implicaba un empuje modernizador-, la
rsho/.ado anteriormente. Pero este legado no era menos
propuesta reformista resultó bloqueada y malherida. Desde
prailiar: aunque con una tradición cristalizada y con largos
entonces requerirá fatalmente del compromiso con los sec-
purcdentes de gobierno en uno de los partidos, dejaba un
tores conservadores, a fin de mantener la hegemonía de "los
• implio margen para las innovaciones y las consolidaciones.
partidos colorados".
Al (Irspuntarel siglo, casi todo parecía posible, aunconser-
Importa reparar en el correlato político del proceso
v.uitlo lo esencial. No casualmente José Batlle y Ordóñez
'modernizador, en la medida en que permite medir la
reí oninidíibu "aprovechar estos tiempos de formación".
funcionalidad de los agentes políticos frente a las transforma-
H2 GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA I .vi imi-CHAS EN LA HISTORIA 83

LOS MARCOS DE LA NUEVA POLÍTICA (ticos sucesos por la implementación del modelo reformista
v por un agitado proceso de reforma constitucional. Tales
La sociedad del 900, protagonista o testigo de la moder- i nsiancias habrían de polarizar la sociedad uruguaya y reno-
nización, no parecía muy típicamente latinoamericana. Era var los contenidos del debate político. Paralelamente se
una sociedad nueva y en construcción, sin confrontaciones i ilimdizó la racionalización y concentración de la autori-
demasiado drásticas y explícitas, sin aristocracia ni ejército dad con un mando estatal único, secular y nacional, se
descollante, precozmente secularizada y atravesada por una ii-uiarcó la diferenciación de los roles, los agentes y las
variada corriente inmigratoria que penetró en todas las i-Mructuras propiamente políticas; y se constató una expan-
clases sociales; con una clase media numéricamente consi- sión tic la participación popular en el campo de la lucha
derable y con un naciente proletariado industrial. Y todo rlrctoral. Los partidos políticos se transformaron de forma
ello, además, en medio de una presencia no demasiado I tai 11 al i na, renovándose y fragmentándose internamente ante
agobiante de la Gran Bretaña, que aunque con cuantiosos !<>•. nuevos problemas y opciones ideológicas puestas en
intereses en el país, debía atender las exigencias de las luchas i 11 filiación por la modernización y por su principal intérpre-
interimperiales desatadas en la Paz Armada. h , el reformismo.
Es en ese marco peculiar que surgió el batllismo, partido Sin embargo, ya no serían los partidos los únicos prota-
reformista que interpretó e impulsó la modernización. Nació inislas visibles de la lucha por el poder. Junto a ellos se
-como se ha dicho- desde el poder y desde la tradición, i onsolklaría progresivamente la acción de grupos de presión
marcando tal vez un precedente clave para la historia del modernos, derivados a menudo de viejas asociaciones de
país: el que permite suponer que de allí en adelante, el I 1 Ha eses o gestados a impulso de la propia modernización.
reformismo parecía viable más que nada desde un partido I 'uctle hablarse, en síntesis, de la presencia de condicio-
tradicional y con vasta experiencia de gobierno. i ios paca la gestación de un sistema partidario a comienzos
Tal vez fue la "cuna de oro" del reformismo la que marcó .K'l siglo: un Estado constituido definitivamente y punto
firmemente las prioridades y dificultades del proyecto. Hubo » • 111 i j',ado de referencia de la acción partidaria; electoralización
una notoria antelación de la propuesta económica y social tle las colectividades políticas, modernización déla temática
del batllismo con respecto a la plena vigencia de la democra- v tic los problemas a resolver; conformación e incidencia
ciapolítica.Dichaantelación se reflejóenladerrota electoral i»olítica de los grupos de presión.
del reformismo ante su primer examen por el sufragio
universal. En definitiva, los sectores que promovieron y se ' I NACIMIENTO DEL SISTEMA DE PARTIDOS
promovieron con la primera fase de la modernización -la
oligarquía agrocomercial del militarismo- fueron quienes I ín el marco de ese proceso de modernización general del
bloquearon, a través de la democracia política, la segunda p.ns, el sistema político uruguayo vivió también en las
fase que impulsó el reformismo batllista. El país caminaría I u mieras décadas del presente siglo no sólo fases finales de
hacia una paradoja y hacia otra peculiaridad, la democracia su transformación sino incluso la configuración originaria
política seria freno al proyecto de democracia social y .Ir muflías de sus estructuras (su sistema de partidos entre
económica, por lo menos hasta la década del 20. r i l a s ) , que habrían de permanecer en algunos casos sin
Durante las primeras décadas del siglo el sistema político i ambios fundamentales hasta nuestros días. Los científicos
experimentó una acelerada modernización, jalonada entre políticos contemporáneos han puesto de manifiesto en los
últimos tiempos la trascendencia que reviste el análisis del electoral que sería el tradicional en el Uruguay del
período de formación de los sistemas partidarios, señalando XX, etcétera.
que el desarrollo ulterior de éstos, por lo general, depende en el uso los dos años que hemos postulado como limitantes
buena parte de las características que asunte su conforma- IKM ,i el período en cuestión, refieren a eventos y situaciones
ción originaria. Con esto han querido señalar que un sistema »le Crucial importancia en el proceso político del país. En
de partidos es en extremo sensible a los condicionamientos I ' > I ( ) se produce el fracaso de la última intentona revolucio-
externos fundamentalmente en su etapa de formación, pues ii.ii i ;i nacionalista de acuerdo al viejo estilo del siglo XIX; el
una vez constituido, por lo general, mantiene sus caracterís- r , u ( u l o Nacional se abstiene en las elecciones pero en su
ticas esenciales o bien se transforma de modo muy lento, a -.ruó eomienza a predominar la fracción "conservadora" o
menos que sea destruido o modificado sustancialmente por "eivilisla"; Batlle y Ordóñez es proclamado candidato a la
conmociones políticas profundas. Sin duda, la dinámica del j ti rsidcncia y su Partido Colorado triunfa en forma abruma-
sistema de partidos políticos uruguayos a lo largo de todo el dora en los comicios, a los que se presentan también por
siglo XX ha ofrecido, en forma global, ese signo de perma- I n 111 icra vez el Partido Socialista (en coalición con el Partido
nencia referido. I .iheral, obteniendo una banca para su conductor, el doctor
Pensamos que el período comprendido entre 1910 y 1934 l í m i l i o Frugoni) y la Unión Cívica. En 1934, a su vez,
sirve como marco cronológico idóneo para lo que hemos ( ¡ j i b r i c l Terra resulta electo presidente por la Asamblea
dado en llamar la etapa formativa de nuestro sistema parti- (¡enera! Constituyente, consolidándose así el régimen ini-
dario. Quizás un registro aun sumario de algunos de los t i . u l o e l 3 1 de marzo del año anterior; se sanciona y plebiscita
acontecimientos y procesos políticos que se desarrollaron en M I I . I nueva Constitución que incluye grandes cambios
esos años en el país, permita orientar una explicación acerca i usi i l ueionales respecto de la anterior; se realizan elecciones
del criterio de periodificación utilizado: en ese período se (le legisladores e intendentes con la abstención del batllismo
consolida la modernización de los "partidos tradicionales"; y del nacionalismo independiente; se sanciona la primera de
aparecen los llamados "partidos de ideas" modernos; se las leyes que junto a ciertas reformas constitucionales con-
renueva la temática y los intrumentos del debate político; se l'onnaría posteriormente el paquete de disposiciones electo-
electoraliza la oposición nacionalista que abandona el recur- i ;iles comúnmente conocido como "ley de lemas".
so de la guerra civil; se produce el ingreso de las masas a la I is dentro de ese marco cronológico que los partidos políti-
política electoral a través de la aplicación por primera vez en t os uruguayos comienzan a actuar en tanto componentes de un
el país del sufragio universal; la vida democrática adquiere sistema, coexistiendo e interactuando entre sí en forma más o
mayor consistencia y credibiliad en el seno de la ciudadanía; menos continua y en un mismo nivel de actividad, comuni-
las corrientes ideológicas universales aumentan su influen- cj'mdose estrechamente con los actores políticos no partida-
cia en el país y comienzan a constituirse en referencias más rios de I a sociedad e, incluso, brindando legitimidad y mayor
frecuentes en el debate público; 1 a sociedad entera se politiza cohesión al conjunto del ámbito de relaciones políticas. Con
en sentido moderno, tanto a nivel individual como de sus interioridad a 1910, pese a la existencia de indicios
componentes colectivos (sindicatos, grupos de presión pa- modernizantes en la acción de los partidos, éstos no actúan
tronales, etcétera); se inauguran formas estrechas de de acuerdo a las características anotadas y, en consecuencia,
relacionamiento entre los partidos y otros agentes políticos no puede señalarse a nuestro juicio que hayan tendido a
modernos; se establece en forma gradual y progresiva el constituirse en un sistema unitario.
GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA I ,AS HKHCHAS EN LA HISTORIA 87

I .OS SÍNTOMAS DEL CAMBIO de parte de los partidos, lo que coadyuvó en algunos casos a
una receptividad mayor frente al curso de las grandes co-
Pero si bien su configuración como componentes (plenos rrientes ideológicas mundiales; se amplió y diversificó el
o parciales) de un mismo sistema constituyó tal vez el hecho espectro de relacionamiento de los partidos con otros actores
más relevante de la modernización de los partidos, no por políticos no partidarios (sindicatos, grupos de presión em-
ello la consideración de ese fenómeno agota el registro de sus presariales, compañías extranjeras multinacionales, grupos
grandes y múltiples transformaciones en esta etapa. Tam- i le ntro de las Fuerzas Armadas, etcétera); entreoíros muchos
bién como unidades los partidos políticos uruguayos expe- feríemenos y procesos no menos importantes.
rimentaron en aquella época una fuerte renovación de sus Sin embargo, pese a ese cúmulo impresionante de cam-
características más salientes. bios cuya enumeración podría continuarse, la moderniza-
Comencemos por señalar en un rápido sumario no ex- eión de los partidos no escapó tampoco a esa tensión entre
haustivo algunos de los cambios más notables ocurridos en i enovación-permanencia tan propia y característica de todo
su acción durante las primeras décadas del siglo: surgieron I M t >eeso de transformaciones de índole colectiva. Esa contra-
nuevos partidos identificados directamente con los "asun- ilieción pudo observarse de modo particular en el batllismo
tos" de la modernidad, los viejos partidos se abrieron a (i ne eomo "partido de la modernización" ejerció por enton-
nuevos sectores y nuevas temáticas; se comienzan a promo- n-s un innegable efecto dialéctico sobre los otros. Barran y
ver prácticas políticas inéditas o por lo menos poco frecuen- Nahoum han destacado gráficamente esa característica, se-
tes en el pasado (realización de actos callejeros nalando que el nacimiento y la acción de Batlle y sus
multitudinarios, utilización de medios de propaganda hombres dentro del Partido Colorado referían de inmediato
novedosos y masivos, prolongación -lograda sólo a veces en .1 I i imagen del "vino nuevo en odre viejo".
forma plena, pero intentada reiteradamente- de la vigencia I .a persistencia del arraigo de la doble tradicionalidad
de la vida partidaria más allá de los períodos electorales, bl;MK|uicolorada y de su correlato más evidente, el
etcétera); se extendió la reorganización estructural de los "blpartidismo" electoral -sobre cuyas características y apa-
partidos bajo moldes diferentes, lo que llevó a una modifica- i inicias en la época ya hemos advertido- oficiaron en este
ción profunda en algunos casos de los estilos de conducción seniklo de auténtico telón de fondo para el origen de múltiples
y del funcionamiento de los respectivos aparatos partidarios; inricias en la vida de los partidos uruguayos, lo que -como
se produjo una adaptación rápida y efectiva de todos los vei en ios- marcó su modernización con tinte conservador.
partidos a las exigencias de la electoralización casi explosiva
de la vida política del país (entre 1905 y 1931 el número de 1 lí ADICIONES, IDEAS Y TESTIMONIOS
sufragios en los comicios nacionales se multiplicó casi por
siete); la ampliación del Estado condujo a su vez a una l,a culminación de la modernización de los partidos
profundización de las prácticas y relaciones clientelísticas pohiieos tradicionales y su persistencia como partidos ma-
(en las que, además del Partido Colorado como partido del Y! >i Marios (superando el 90 por ciento del electorado durante
Estado, poco a poco comenzaron a involucrarse también e as i lodo el período analizado) constituyeron sin duda dos de
sectores del nacionalismo); se acrecentaron las demandas los eventos más importantes de todo este proceso. En su
-no siempre satisfechas, es cierto- de sectores de la sociedad 11'.i; i;iornamento, ambos troncos tradicionales presentaron
por formulaciones programáticas más precisas y orgánicas alj'.unas semejanzas de interés: el recambio generacional
GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA

operado en sus dirigencias, el papel relevante cumplido en i i i » - u l e lautos sufragios como candidatos de la lista en cues-
esta etapa por la acción de líderes carismáticos, la síntesis de t i ó n (a veces incluso alguno menos). En el período analizado
cambio y permanencia, de novedad y tradición, expresada en I «u lomos mencionar al pasar algunos casos especialmente
su proceso de renovación. Por su parte, su modernización |iiiiiorescos: el Partido Agrario (fundado en 1928 por el
final evidenció también diferencias profundas: el Partido I íimoso molinero y hombre de negocios Andrés Podestá, que
Colorado evolucionó desde el poder mientras que el nacio- i i h i u v o 199 sufragios en 1928 y 151 en 1931), el Partido
nalismo lo hizo desde el llano; los sectores sociales expresa- Aj'mpación Militar Patria y Ejército (con fuertes resonan-
dos preferentemente por cada divisa en la coyuntura ' us fascistoides y golpistas, que obtuvo 244 votos en 1931),
modernizadora resultaron en parte diversos -aun cuando el rl I 'arl ido independencia Demócrata Feminista (fundado en
duelo tradicionalista no llegó en ningún momento a esbozar I *> * V/) por Sara Rey de Alvarez, el que se presentara por
siquiera la expresión de un antagonismo de clase-; .los primera vez en 1938'con una lista integrada pcjrlScandidatas
proyectos sociales y políticos y los modelos de moderniza- Irmcninas y uno... masculino (recogiendo 122 votos), el
ción nacional defendidos en cada caso fueron diferentes y Piulido Autóctono Negro (que en esa misma elección reco-
j-ri u 87 sufragios, todos en Montevideo) y el Partido Gene-
hasta antagónicos.
La culminación de la modernización de los partidos t ;il Melchor Pacheco y Obes (que en 1938 recogería en todo
tradicionales constituía así un presupuesto básico para la rl país... ¡un voto!). También en aquella singular elección,
configuración del sistema partidario, como también lo era la • •u la que por primera vez votaron las mujeres, hubo de
comparecencia política y electoral de "partidos de ideas" l»rrscntarse por primera vez el legendario Partido de la
modernos, que tuvieron tendencia a perdurar y que expresa- < '< >i loordancia de los esposos Tortorelli-Manrupe, que con la
ron preferentemente problemáticas inherentes al nuevo tiem- lisia 200 recogerían 69 votos.
po. Ya en el siglo XIX se habían constituido "partidos de I )e naturaleza muy dispar, forj adores tal vez de una forma
ideas" (como el Partido Radical o el constitucionalismo), ( d i s t i n t a pero real) de "hacer política'1, estos antecedentes
sólo que con un carácter marcadamente coyuntural y una i riñólos del más cercano y no menos legendario Fadol
trayectoria muy efímera en la mayoría de los casos. La i'onsíituíanasu modo testimonios vivos de la modernización
existencia de "terceras fuerzas" más o menos estables y «Ir los partidos y del nuevo rumbo del país en general.
modernas, mientras expresaran un caudal electoral franca-
mente minoritario, en lugar de cuestionar al sistema partida- K l l ACIONES Y MARGINAMIENTOS
rio en formación, habrían de reforzarlo y legitimarlo, pese a
su proclamada intención en sentido contrario. Por su parte, I ,as relaciones entre los distintos partidos constituyeron
también aquel proceso de modernización fue momento oí ID icma especialmente relevante en aquel proceso de
propicio para la irrupción en el país de un tipo peculiar de modernización partidaria. Como se ha señalado, los llama-
actores electorales (cuesta en verdad llamarlos "partidos"), dos partidos tradicionales eran en realidad "federaciones de
inaugurando una práctica que con el tiempo habría de piulidos", con autoridades, programas y praxis políticas no
volverse también tradicional y típica de nuestras elecciones •.nlo diferentes sino aveces hasta antagónicas. La profunda
nacionales; hablamos de los "partidos testimoniales", esas drsai l iculación de los lemas blanco y colorado en laépoca no
diminutas agrupaciones de ciudadanos que se presentaban pudo ser desmentida por los frecuentes -pero cada vez más
identificados con una idea específica y recogían general- cultosos-acuerdos electorales, que incluso en ocasiones
GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA I ,AS M K I - C H A S EN LA HISTORIA

no llegaron a impedir las fracturas fatales (el voto del t imiciilos de la época bien pueden servir de símbolos de ese
vicrismo fuera del lema colorado en 1925 y el decisivo hecho, que por otra parte no causaba pesar alguno en los
marginamiento del radicalismo blanco en el mismo año 11 n I Kaulcs comunistas, que veían en todo ello confirmados su
constituyen testimonios contundentes de lo antedicho). La iliajíiíóstico y su estrategia: la radical negativa a cualquier
manifiesta paridad electoral de los lemas tradicionales en la acuerdo o negociación con otro partido (incluso el Socialis-
década del 20 tornó más dificultosa y determinante toda esa t a ) , la concurrencia electoral y la presencia de legisladores
auténtica alquimia acuerdista, que sin embargo en ningún comunistas en el "Parlamento burgués" con el único come-
momento -ni aun cuando prosperaba- pudo ocultar las i i i l o reiteradamente proclamado- de ejercer las funciones
divergencias políticas de fondo. En efecto, el que en las • Ir ik'iuincia y de testimonio (la imagen del entonces diputa-
coyunturas cruciales de 1916 y 1933 el alineamiento políti- ilo I ,¡i/arraga concurriendo a las sesiones de la Cámara en
co-partidario haya quebrado en forma incontrastable la overol es un testimonio colorido de esa firme intención).
bipolaridad blanquicolorada para perfilar otros criterios más Paradójicamente, esas "izquierdas" tan denostadas y re-
veraces de diferenciación político-ideológica ilustra lo antes desde afuera, no pudieron lograr una convivencia
señalado. era pacífica entre sí. Aún "ardían" las cicatrices y los
Por su parte, las interrelaciones entre los "partidos tradi- KIS de la ruptura del Congreso de 1921, como lo
cionales" y los "de ideas" fueron en la época mucho meno- pinchan los virulentos calificativos intercambiados en esa
res, indirectas y marginales en la mayoría de los casos. Con • -poca entre militantes de ambos partidos ("social traidores",
la Unión Cívica existió una mayor aceptación y comunica- "divisionistas", "cangrejos", etcétera). Esta división endé-
ción, aunque los contactos interpartidarios establecidos nun- mica dentro de la izquierda (prolongada con no menos
ca llegaron a generar iniciativas o actos políticos de impor- Jure/u en el campo sindical, donde desde 1929 llegaron a
tancia. Con la izquierda, en cambio, el trato -aunque con coexistir tres centrales sindicales, cuando la crisis económi-
matices- fue más duro y excluyeme. El Partido Socialista c;i ya se anunciaba y en el país estimaciones optimistas
fue algo más admitido o tolerado: los frecuentes elogios a su hablaban de tan sólo 20.000 trabajadores afiliados a los
líder Emilio Frugoni de parte de políticos blancos y colora- Miulicalos) no pudo más que beneficiar al bloque -mucho
dos (sinceros las más de las veces, aunque en ciertas ocasio- mas compacto- de la derecha y las clases altas, que por
nes tuvieran la secreta intención de neutralizar o suavizar sus cnionces mascullaban ya planes dictatoriales.
embates contestatarios), la receptividad tardía para algunas
de sus propuestas parlamentarias (de lo que el batllismo bien I ,/vs INIÍRCIAS
pudo dar testimonio), las "cercanías" y "acercamientos"
entre algunos postulados del ala radical del reformismo y el líu lodo ese panorama político-partidario que se iba
"programa mínimo" del socialismo, así lo prueban. Sin peí I liando al avanzar el proceso de modernización de los
embargo, estos rasgos que denotaban cierto grado de admi- p i u l i d o s comenzaban a hacerse visibles no pocos rasgos
sión dentro del sistema nunca llegaron a la dimensión de un I 1 u iseí vadores. Sin duda que esto es algo que el investigador
reconocimiento político efectivo. Con el Partido Comunista, ¡icinal puede registrar con la perspectiva que le aportan los
en cambio, primó un clima de total negación mutua y niu»s transcurridos, pero que los uruguayos de entonces
- bel i geranci a frontal, lo que llevó a un creciente marginamiento difícilmente podían distinguir o, a lo sumo, veían sólo a
de ese partido respecto del sistema global. Algunos aconte- 11 H'Í li as. En efecto, con el telón de fondo algo engañoso de los
GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA

variados cambios operados en la acción de los partidos, e) Congelamiento relativo de la constelación partidaria,
emergían o se consolidaban dinámicas y fenómenos políti- expresado por ejemplo en las dificultades de arraigo de las
cos con fuerte poder de inercia de cara al futuro, destinados "(creerás fuerzas", en los duros escollos encontrados por los
los más de ellos a producir un cierto congelamiento en los movimientos disidentes con preocupaciones ideológicas
marcos de la política uruguaya. dentro de los lemas tradicionales, en los obstáculos casi
Señalaremos algunas de esas características de nuestro insalvables para la concreción de coaliciones electorales o
sistema de partidos que habrían de constituirse con el tiempo políticas que no se correspondieran con los cánones de la
en auténticas permanencias de nuestra vida política: itadición.
a) Continuidad y fortalecimiento del tradicionalismo O Liderazgos políticos fuertemente integrados a la dina-
político. Desafiados por el duro examen que significaba la mica general del sistema partidario. (Véase el subtítulo Los
implantación del sufragio universal, los partidos tradiciona- litlerazgos.)
les recibieron sin embargo en esos años una plena confirma- ¿í) Vinculación estrecha entre el sistema de partidos y el
ción electoral, casi demostrando así que su arraigo era en listado. Las diversas formas de coparticipación a nivel de la
verdad popular, incluso en el seno de un electorado en buena ¡itlministraciónpúblicay de reparto y cuotificación del poder
parte nuevo, aluvional y en apariencia no tradicionalizado a r s i í i t a l entre ambos partidos tradicionales, no sólo
priori (inmigrantes, trabajadores, las nuevas generaciones ambientaron el clientelismo con fines electoralistas, sino
novecentistas, etcétera). lambién contribuyeron a reforzar la complementariedad y
b) Bipartidismo electoral y multipartidismo cotidiano. admisión recíproca de esos partidos dentro del sistema. La
Como se ha señalado, el bipartidismo tradicional funcionaba ajnwlad y aun la denuncia que los "partidos de ideas"
como tal únicamente en las instancias electorales, encu- irali/aron respecto de esas prácticas, no llegaron a cuestio-
briendo luego la plena vigencia -en la dinámica política más nar mayormente su prolongación en el tiempo. Más aun, la
corriente- de un sistema de partidos múltiples. Compenetración entre ambos partidos tradicionales y el
c) Policlasismo marcado en los partidos. Los partidos lisiütlo constituyó un nuevo factor de estabilidad para la
políticos -fundamentalmente los llamados "tradicionales", lirj'.rinonía de aquéllos dentro del sistema partidario.
pero no sólo ellos- proyectaron un corte más bien vertical de I ) ) Firme relacionamiento e intercomunicación entre los
la sociedad civil, trasladando a su interior los conflictos ptirtidos de derecha y los grupos de presión empresariales,
sociales y promoviendo a partir de allí proyectos sociales lo (|ue se verificó en un sentido recíproco y bilateral y otorgó
-cuando los hubo- diseñados por los sectores predominan- u M,I fuerte y perdurable ventaja a los intereses conservadores
tes en el pacto social implícito dentro de la vida partidaria. rn la correlación de fuerzas con los sectores populares.
d) Sistema electoral funcional a la permanencia de la i ) Inexistencia de un sistema de relación directa partido
estructura partidaria configurada. Normas electorales como i:»/temante-sindicatos, aspecto distintivo del batllismo y del
la del doble voto simultáneo, las diversas formas de acumu- movimiento sindical uruguayo en el contexto de América
lación de votos, la propiedad de los lemas por las mayorías, I .aliña, sobre el que ha insistido en sus trabajos recientes el
etcétera, consagrados inicialmente en este período, posibili- historiador estadounidense Davil Collier,
taron la compleja traducción del "multipartidismo" real en 1'odrían señalarse otras muchas inercias (la estabilidad
ese "bipartidismo" electoral, que terminó de atarse en forma i rl.ii i va de las dirigencias, la profundización de la tendencia
definitiva con la famosa "ley de lemas". al icuerdismo entre los partidos tradicionales, la dialéctica
94 , GERARDO CAETANO/JOSÉ RILLA

pendular de esos mismos partidos en relación a su ubicación lu'.i.i el jacobinismo pero que desde su "cuna de oro"
en el espectro ideológico, el cumplimiento relativamente .li •.( iMif'ió ante la perspectiva de la movilización popular.
exitoso por ellos de funciones no estrictamente políticas, i ' u . 1 1 i-pública, en fin, que supo ser audaz en sus proyectos y
entre otras), generadas o consolidadas, en este proceso de ílrrada en demasía a la hora de su consumación, y que
modernización de los partidos uruguayos. • I. '.«Ir su "bovina euforia" prefirió conservar lo que tenía y
. \i lo que debía.
LA REPÚBLICA CONSERVADORA
i i IN i IMHRAZGOS
Este rápido repaso del itinerario de nuestros partidos
durante su modernización nos habilita a un par de reflexio- I >ur;inte el período formativo del sistema de partidos se
nes finales que apuntan a identificar al Uruguay como una pi oí luce el surgimiento en el país de los primeros liderazgos
república conservadora. República en tanto tarea histórica I M .111 ¡ros de carácter moderno. A diferencia de lo ocurrido en
de partidos y de ciudadanos a través de los cuales se canaliza • •NOS países latinoamericanos, durante esta misma etapa de
la mayor parte de la acción política del país; república en l.i modernización política y de la configuración originaria
tanto siempre fue difícil despolitizar cualquier expresión de i Ir I sistema partidario moderno, en el Uruguay no se produjo
la vida pública en el Uruguay. Al contrario de lo ocurrido en l.i mupción de liderazgos fuertemente mayoritarios y con
la Argentina posterior a 1930, donde las corporaciones y « ,u .irlm'sticas por Jo general disímiles y aun contrapuestas
grupos sociales tuvieron mayor incidencia que los partidos -i l.i iiíitlición política del siglo XIX. En efecto,no se dio aquí
políticos -expresando tal vez una sociedad civil más vigoro- un I u lerazgo totalizador y absorbente, sino que por el contra-
sa-, la historia política del Uruguay puede ser asimilada, en t í o si- procesó una disputa incluso dialéctica de liderazgos:
buena medida, a la historia de sus partidos (de todos y no sólo l,i lij'.urn de Batlle y Ordóñez debió enfrentarse a nivel
de algunos), a tal punto que no parecen viables empresas n.u ion;il con la jefatura nacionalista de Luis Alberto de
colectivas sin su concurso y menos aun con su oposición. I In i era, y aun dentro del Partido Colorado debió consentir
Cuando el país salía de la dictadura, las organizaciones de la l - t i h visión de las adhesiones con otros líderes como Manini
sociedad civil parecieron cobrar una fuerza e iniciativa Kios o Viera. Asimismo, ninguno de estos Hderazgos de
propias que el transcurso del tiempo fue en parte desdibuj ando. i n - i y o r ¡irraigo se proyectó como ajeno a la tradición, sino
Hoy no parece fácil encontrar actividades sociales, cultura- i j i n - incluso lucharon unos contra otros muchas veces por
les y políticas que escapen de la captura de lo partidario. I u e-,miarse como los máximos exponentes de la continuidad
¿Tendrán algún costo tales primacías? Hoy la república h i '.loríatele cada una de las divisas, cifrando allí buenaparte
recuerda mucho más y mejor aquel "impulso" que su "freno" ilrl i'xilo de su poder de convocatoria electoral. Por su parte,
y tiene nostalgia de su democracia política sin advertir, otra poi sus propias características, los "partidos de ideas" no
vez ingenuamente, la gravedad de su bloqueo social. y.i'iiiTüron liderazgos de tipo personalista, prefiriendo en
Pero también -la otra cara de la moneda- una república i .n i iliio conducciones de signo colegiado. (En ciertos aspec-
conservadora hija de aquella "democracia triunfante" que tos, el papel deFrugoni dentro del Partido Socialista en esta
sin embargo nacía con el "estigma" del freno al cambio i-i.ipa podría señalarse como una excepción a esta generali-
.social. Una "Suiza americana" que detenía su transforma- / . i r m r i . ;iunque su estilo político y su poder de convocatoria
ción en el momento culminante. Un reformismo que llegó n-MiliaroM claramente disímiles respecto de las formas asu-
\O CAETANO/JOSÉ RILLA

LAS BRECHAS EN LA HISTORIA

midas por los liderazgos de los partidos tradicionales.) En que hubiera significado la inscripción de sus ideas medulares
todos estos casos los diversos liderazgos partidarios eviden- en las suntuosas paredes del mausoleo. Se prefirió, como en
ciaron una fuerte dependencia respecto de la dinámica de la escuela primaria, un absurdo vía crucis de fechas, quizás
funcionamiento general del sistema partidario en formación, de lo poco que desde hace muchas décadas conserva del
no pudiendo trascenderlo en ningún momento. artiguismo la memoria popular.
Si bien el artiguismo había logrado, cual inercia de la
ARTIGAS: UN RIESGO NO ASUMIDO Patria Vieja, penetrar en la dinámica y en los estilos de
acción partidarios (hasta el momento de la burocratización y
La historiografía cultural y política del país registra centralización de las decisiones), se optó finalmente -aun en
escasísimas referencias a la relación entre los partidos polí- el caso de los blancos, por trayectoria más proclives y
ticos y el artiguismo. Ante el vacío, resulta pertinente pre- permeables-, como si mediara acuerdo, por no arrebatar
guntarse por el destino y la función de la tradición artiguista para nadie el artiguismo y refugiarlo en la fase prepartidaria
en las pugnas interpartidarias. de la nación, para encargarle la fundación de la misma. Se
Podría afirmarse que de las contradicciones que alojó la desplazaba así, hacia el pasado, una cuestión como la nacio-
revolución artiguista, la preferida comúnmente fue la que nal, de difícil resolución para aquellos protagonistas.
oponía el orden colonial al orden "independiente". Tal El uso -en ocasiones, abuso- que del artiguismo hiciera
preferencia permitía soslayar otra, presente en la evolución del la izquierda uruguaya, es a un tiempo prueba de su carácter
país, que oponía la "soberanía particular de los pueblos" a la marginal y no tradicional, y de su necesidad de entroncarse
absorción centralista de las ciudades-puerto. En rigor histórico, ¡i una tradición que aunque desdibujada, no dejó de reportar
las opciones son complementarias. Pero también ocultada fue ;ilgunos dividendos.
la dialéctica de clases que la revolución -nacida policlasista Interceptada la corriente del artiguismo a los partidos
como los partidos- fue desplegando fuertemente, sobre todo i radicionales, se levantó una equívoca simbología que tornó
durante la segunda mitad de aquella década del 10. ardua la tarea de incorporarlo como "insumo" periódico a las
Con tales descartes, el artiguismo disponía de escaso sucesivas propuestas y proyectos. Artigas en suma, final-
espacio para circular en la dialéctica blanquicolorada. Pen- mente despolitizado, desalojado de la narración familiar que
semos, más bien, que la "corriente" se debilitó hasta la fundamenta las tradiciones, no alimentó la lucha política;
vacuidad. iiüís bien quedó como héroe de escolares y liceales o como
En tal sentido, los partidos se empecinaron en no asignar- invocación enervante de las fechas patrias.
se uno de los polos que centró la lucha revolucionaria, o más
aun, al artiguismo todo como sustento doctrinario y político.
Tal vez las motivaciones no fueron desdeñables en tanto el
programa artiguista suponía compromisos a todas luces
insuscribibles paralas élites partidarias. Parecíanlas convin-
cente, en 1923, encumbrarlo en manos de Zanelli al status
ecuestre del espléndido bronce de la Plaza Independencia.
La reciente dictadura militar, que encumbró a Lavallej a pero
que no pudo evitar cargar con Artigas, no resistió el desafío

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