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Estamos, evidentemente, ante una situación producto de la globalización, entendida ésta como
un proceso de redefinición de la estructura y carácter de las relaciones sociales y de sus modos
de interpretarlas y de organizarlas, redefinición comandada por las exigencias de
competitividad y de reorganización hasta límites nunca antes vistos, de los grandes consorcios
de capital financiero. Este proceso de redefinición no tiene un carácter solamente local,
provincial o nacional, sino mundial, esto es, afecta a todos los países en su totalidad. La
globalización requiere necesariamente como vehículo material, la modernización, lo que
significa en nuestra época actual la expansión y uso de especialmente las modernas tecnologías
electrónicas de información y comunicación (NTICs). Es en base a estas nuevas tecnologías y a
su generalización a todos los rincones del mundo, como la globalización puede llevarse a cabo.
En un país como el nuestro, al que se puede denominar con toda propiedad, postcolonial, como
lo postulan las teorías de la postcolonialidad y la propuesta del pedagogo canadiense Peter Mc
Laren1 , la tarea histórica consiste en cómo construir, como lo afirma Quijano (op. cit.) un
proceso de “reoriginalización cultural”: la crea-ción de una nueva cultura que nazca de nuestra
propia realidad, una cultura propia, soberana y autónoma y no una que asuma mecánicamente
todo lo que viene de fuera. Esto significa que el problema fundamental de países como el
nuestro sigue siendo el problema nacional, en nuestro caso, cómo construir la nación peruana.
No a la manera de los Estados-Nación de Europa del siglo antepasado, sino a la luz de los
tiempos actuales de la globalización y de su cara aparentemente contradictoria: el
neoliberalismo.
En este sentido, creemos que la escuela y la educación en nuestro país tienen todavía un largo
papel que cumplir. Su potencialidad como elementos que concurren a la construcción de la
nacionalidad, aún no está agotada. Ello significa la necesidad de desarrollar una educación y
una escuela alternativas que puedan darse como parte del proceso de construcción de un
Proyecto Histórico Nacional verdaderamente democrático en nuestro país.
EL CONCEPTO DE IDENTIDAD
Desde un punto de vista psicológico, el concepto de identidad apela al sujeto viviente y
concreto, es decir, para que haya identidad es necesario que haya personas que la experimenten
y la vivencien. Desde este punto de vista, la identidad en tanto fenómeno psicológico, aparece
con dos dimensiones: 1º El conjunto de expe-riencias que conforman la vida de cada cual o
biografía personal o proceso de construcción del yo, A esto se le puede denominar la
“sustancia” de la identidad: aquello de lo cual está constituida. La segunda dimensión se refiere
a que todo ello implica un componente afectivo, pues se ama lo que se vive, aquello que
constituye nuestra querencia. Implica la aceptación de sí mismo y su correspondiente
valoración y revalorización. El componente afectivo significa amarse a sí mismo, autoestimarse
y respetarse. Esta dimensión afectiva es indispensable para cada persona, sin ella no es posible
vivir. Precisamente los enfermos mentales han perdido su identidad original y su propia
estimación; son alienados, es decir, no se encuentran a sí mismos sino fuera de ellos, en el Otro.
Por eso, los campesinos migrantes a la urbe capitalina, al sentirse desarraigados de su mundo,
se esfuerzan por construir una nueva identidad, y lo hacen recogiendo los nuevos patrones
culturales pero conservando los antiguos. El resultado es una nueva identidad, en la que se han
redefinido los elementos culturales tanto de los lugares de origen como los del nuevo escenario
urbano en el cual comienzan a vivir. A esto Quijano le llamó “proceso de cholificación”,
expresión que por supuesto no tiene nada de peyorativa.
La identidad cultural por ejemplo, quiere decir un conjunto de creencias, modos de pensar,
fines, valores, modo de percibir las cosas e inclusos concepciones del mundo, que son comunes
o compartidas por un conjunto de personas en un determinado lugar. El problema metodológico
consiste entonces en cómo llegar a saber las múltiples y complejas relaciones entre la
interioridad individual y los planos social político y cultural. Sabemos hasta hoy que lo
psicológico es la base sin la cual no puede existir identidad. Pero otra cosa es pretender explicar
lo social por lo psicológico. Otra cosa muy distinta es pretender que la identidad en tanto
fenómeno socio-cultural es el resultado de una extensión de lo psicológico individual, es decir,
de la suma de las identidades psicológicas. La identidad cultural no es la suma de las
conciencias individuales a pesar de que sin estas consciencias individuales la identidad no
puede presentarse. Hacer esto supone una reducción de lo cultural a lo psicológico. Pensar de
esta manera implica pensar que primero y antes que todo existe el hombre individual, aislado, y
es esto hombre aislado es el que por agregación, produce lo social. Pensar así es sim-plemente
desconocer la esencialidad del ser humano que es su carácter profundamente social. Lo social
en el hombre se hunde en las raíces más remotas de su proceso de evolución. El ser humano es
el ser más social de las especies y en ello radica su poderío y también su debilidad (porque el
capitalismo está destruyendo lo social en el hombre).
Lo que quiero decir y para finalizar esta parte de la exposición es que si bien la primera regla
metodológica para comprender la identidad consiste, como lo hemos indicado antes, en
comprender las múltiples relaciones entre lo social, lo político, lo cultural y lo individual, una
segunda regla consiste en considerar que, una vez aparecida la cultura, ésta determina la
conformación de la personalidad y por lo tanto, de la identidad.
Y una tercera regla consiste en saber cómo, cada uno de nosotros, como personas vivientes,
podemos inter-venir en el escenario social, político y cultural dentro del cual se da la identidad.
Las ideas que aquí se han esbozado se detallan en las líneas que siguen. La identidad se plantea
a diversos niveles de realidad. Es una realidad psicológica, pero también sociológica, histórica,
social y cultural y política.
Sin embargo, nada de esto último es verdad. Mariátegui hace ya más de 75 años caracterizó la
educación republicana como “colonial y colonizadora”, carente de un “espíritu nacional”2 .
Colonial porque estableció una distinción entre colonizadores y colonizados, y colonizadora
porque es hasta ahora una educación que viene de fuera y se impone a otra realidad, distinta de
la de su origen. Por ello, se puede concluir entonces que la educación republicana tuvo y tiene
hasta el presente un carácter antinacional. Desde la independencia primero y durante todo el
desarrollo de la República Aristocrática, la escuela oficial3 continuó perpetuando los inter-eses
y los privilegios de los herederos de los aristócratas, terratenientes y encomenderos de la
colonia (Mariá-tegui, op.cit.) La educación en la República fue siempre una educación blanca,
europea y occidental, escanda-losamente de espaldas a la realidad andino-amazónica y que, al
desarrollarse como transplante en un medio distinto y como símbolo y aspecto de la
dominación española, se constituyó en punta de lanza para desvalori-zar destruir las culturas
nacionales, la andina y amazónica en particular.
En esta medida, la escuela ha tenido y tiene aún un papel preciso y bien definido en el proceso
de estructura-ción de la sociedad peruana, proceso de estructuración que adquiere por ese
motivo una especificidad básica y cuya comprensión constituye una de las condiciones
esenciales para entender nuestra historia. Desde que Pizarro pisara nuestras costas, las clases
sociales en el Perú fueron configurándose con criterios no sólo so-cioeconómicos, sino también
étnicos que se superponen a los primeros. Resulta así que el dominador lo es no sólo por la
posesión de recursos y por el poder que ejerce a partir de la apropiación privada de los mismos,
no sólo por su posición en el proceso de producción, sino porque además y, como lo afirma
fehacientemente Quijano4 , pertenece a otra cultura y a otra “raza” consideradas como
superiores. Dicho de manera inversa, el dominado, en el Perú lo es, no sólo por ser pobre y
dueño de sólo su pobreza, sino también y principalmente, por ser indio. Como nuevamente lo
afirma Quijano, el problema de la discriminación racial se coloca en el centro de la explicación
de la historia del Perú colonial y postcolonial. Así, la Comisión Nacional de la Verdad nos
revela dramáticamente que el 80% de los crímenes cometidos en la etapa de la violencia y de la
guerra interna, fueron contra los nativos peruanos quechuablantes, indios o llamados
“decentemente”, campesinos. La guerra de exterminio, iniciada por Pizarro, continúa.
En segundo lugar, a partir de los años 50, el sistema educativo peruano entra, como
consecuencia de diversos factores, en un proceso sostenido de expansión cuantitativa o
“democratización” y se convierte, de una manera más decidida y sin dejar de lado su función
anterior, en un instrumento de aculturación, de integración de las mayorías indias, cholas y
campesinas, a la cultura europeo-occidental. Es verdad que la función de integración cultural la
ha desempeñado desde un comienzo, pero ahora se presenta bajo otra forma y otro cariz. La
gran misión de la escuela consiste en lograr la homogenización de las conciencias en términos
de ya no sólo la expansión de la cultura denominada europeo-occidental, sino también en
términos de su visión del mundo subyacente y de los paradigmas básicos que la sustentan.
Se comprende entonces que la lucha por lograr la identidad cultural sólo puede darse como un
aspecto de la lucha por la construcción de la nación y la plena soberanía del país, esto es, como
lucha por lograr la capaci-dad de los pueblos para construir por sí mismos su propio destino
histórico.
Sostenemos en consecuencia, que la idea de nación tiene aún plena vigencia en nuestra realidad
y en la épo-ca actual, pese a que muchos proclaman la caducidad de las naciones y de los
Estados en esta era de la glo-balización. Sin embargo, si es bien cierto que vivimos una época
de transnacionalización de todas las esferas de la sociedad, esto al mismo tiempo ha
significado, contradictoriamente y como la cara opuesta de la meda-lla5 , la exacerbación de los
nacionalismos y de las políticas nacionalistas, tal es el caso, por un lado, de las grandes
potencias como los Estados Unidos de Norteamérica o Japón, y, por otro, las guerras y
terrorismos étnico-nacionales, como el país vasco o el Ira o los Balcanes.
La producción de la cultura es una dimensión de la praxis social humana. Así, cuando una
comunidad campe-sina de las tantas que existen todavía en el Perú, produce sus propios
utensilios de arcilla, sus propios tejidos o cultiva sus chacras con métodos que le vienen desde
sus lejanos ancestros, estas actividades se hacen conjuntamente con la producción de un mundo
simbólico: un conjunto de identificaciones, lealtades, represen-taciones y sistemas de creencias
y valores que se pueden considerar como originales. Al mismo tiempo que la práctica, se
genera, además de este mundo simbólico explícito, una cierta estructura conceptual subyacente,
ciertas gramáticas y códigos socialmente implícitos con los cuales se forja una interpretación y
una valoración del mundo.
Nada de esto ocurre en los países “postcoloniales”. El cambio cultural se presenta en nuestros
países completamente distinto y traumático. El cambio deja de ser centrífugo, no aparece como
dimensión de la propia vida social sino como un movimiento inverso por el cual la vida, la
praxis, es constantemente constreñida a adaptarse a los cambios culturales. Es decir, se
introducen primero los cambios culturales y luego se trata de adaptar el conjunto de las
relaciones sociales a dichos cambios. En lugar de que la cultura refleje y se constituya en parte
del proceso de construcción de la vida social, es la vida social la que refleja las teorías, los
valores los estilos de vida, la tecnología y los “modos de hacer” extranjeros.
Se opera, pues, en este caso, en los pueblos nativos, un conjunto de procesos: primero, una
disyunción entre el mundo simbólico-cultural y la práctica sobre la que éste se sustenta.
Segundo, la expropiación de este mundo simbólico-cultural respecto de sus productores
originales, y, tercero, el esfuerzo por sustituir dicho mundo original por los nuevos elementos
culturales foráneos. En estas condiciones, la apropiación del saber, el uso, desarrollo, etc. de los
elementos culturales foráneos permanece siempre en poder los introductores y se cons-tituye en
elemento de alienación de los pueblos receptores.
Desde este punto de vista, aparece el problema de la identidad cultural en su verdadero cariz: la
identidad cultural es un problema fundamentalmente político. No es sólo cultural sino político,
puesto que atañe a la condición colonial y postcolonial de los pueblos que hasta ahora no
pueden expresar su propia palabra, aquellos que no tienen voz ni pueden difundir por escrito o
por los modernos medios de comunicación sus saberes y su propia cosmovisión del mundo.
Colocar el problema de la identidad cultural en el plano político significa por lo menos dos
cosas:
2º. Convertir la escuela en un centro productor de cultura y de identidad cultural, para lo cual es
requisito esencial la conversión del curriculum en un movimiento social7 ; es decir, en un
espacio en el que concurren las diversas posiciones y aspiraciones educativas de los docentes,
de los educandos, de los padres de familia, de la comunidad, etc., para resolverse en la
hegemonía de la más adecuada históricamente. Esta perspectiva significa un inmenso horizonte
que sensibiliza la escuela respecto de los problemas de la comunidad y la vincula
estrechamente con ella haciéndola participar activamente en la construcción de la vida de esa
comunidad.
4º Considerar como eje dinamizador en educación y sin el cual nada de lo anterior puede
hacerse, el ejercicio y vigencia de la democracia directa y de bases a todo nivel: en la
institución educativa, en la comu-nidad, en las relaciones sociales en general.
CONCLUSIONES
1. El problema fundamental de la relación educación y cultura es el que se refiere al papel de la
educación en la identidad cultural.
3. Para que la identidad cultural se produzca, es necesario que se den por lo menos estas dos
condiciones: 1º, la capacidad del hombre de crear, en forma enteramente libre y autónoma, sus
propias condiciones históri-cas de vida, especialmente a las que se refiere a las formas de
producción, 2º, la apropiación y control de la cultura que está asociada a toda práctica humana,
como la apropiación y control sobre la generación y uso de los conocimientos, tecnologías,
saberes, valores, modos de interpretar el mundo y sobre la producción del universo cultural.
Desde este punto de vista, la identidad cultural se mantiene cuando los nuevos elementos
culturales, vengan de donde vinieren, son recibidos, incorporados y utilizados soberanamente,
es decir, bajo el control de los receptores, en función de su propia práctica, de sus necesidades
de desarrollo y de sus inter-eses históricos como pueblos. La escuela se convierte, entonces, en
un centro de cultura y de identidad cultu-ral.
1 Edgardo Lander et als., 2000: La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales.
Perspectivas Latinoamerica-nas: Buenos Aires, CLACSO (Cfr. esp. el art. de Aníbal Quijano:
Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Lati-na); Peter Mclaren, 1997: Pedagogía
crítica y cultura depredadora: Barcelona, Paidós. Un país “postcolonial”, es decir, que
anteriormente fue colonia pero cuya independencia formal actual no ha destruido su
esencialidad colonial anterior.
4 Aníbal Quijano (2001): “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”,
en rev. Perú Contemporáneo, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Nº 2, octubre
del 2001: 7 y ss.
5 Véase mi trabajo: Estado, Neoliberalismo y sociedad civil en América Latina, Lima, 1999,
rev. de Ciencias Sociales.
6 La expresión: “la realidad es una construcción social” quiere decir que el hombre y no otro es
el que crea el mundo en que vive. Tanto prácticamente (la sociedad) como teóricamente (la
cultura). La inmensa particularidad de esta constata-ción es que a partir de aquí, de este punto
de partida, el hombre puede conocer la realidad exterior y objetiva, indepen-diente de él.
Introducción
Los pueblos, comunidades y parcialidades indígenas son colectivos inmersos
entre la tradición y la modernidad, es decir, que los modelos y las dinámicas
socioculturales se transforman, aunque sus usos y costumbres, así como la lengua
materna, se conservan en la mayoría de estos colectivos. Estas dinámicas y
transformaciones son determinadas por la capacidad de interacción, movilidad y
flexibilidad que posee la estructura biosicosocial del ser humano, por lo tanto,
ninguna sociedad humana puede permanecer estática o anquilosada en el espacio
y en el tiempo. En efecto, “la sociedad no sólo determina lo que hacemos, sino
también lo que somos. En otras palabras, la posición social entraña tanto nuestra
vida como nuestra conducta (Berger, 1999, p. 134). Lo anterior está mediado por
un sistema de signos y símbolos que se expresan a través de la lengua y la
comunicación.
Asimismo, los padres, abuelos, hermanos, conversan con los niños en la cocina,
al caminar, al realizar actividades propias de la cultura; sin embargo, la madre es
la que mayor aporte hace en la estructuración de la identidad lingüística de los
hijos; con ella aprenden la mayor cantidad de palabras, porque ella está al
cuidado y comparte intensamente su vida íntima.
Cuando la madre coloca los hijos en su regazo para amamantarlos aconseja, ríe,
regaña, se entristece, acaricia y juega con las diferentes partes del cuerpo, al
tiempo que las va nombrando; cuando los niños escuchan el ladrido de un perro,
inmediatamente interrumpen el momento del alimento y lo buscan con la mirada
y la madre dice ruku allku (perro viejo); cuando la gallina cacarea, la madre dice
lulun Churarka (puso huevito); si mira un picaflor, la madre dice kinde, los niños
buscan con la mirada y repiten.
ANUNCIO
En la construcción de la lengua materna, los hermanos desempeñan una función
muy significativa, puesto que se involucran en el juego, los cargan de un lado al
otro, comparten el afecto a través de caricias, abrazos, besos y cantos que
aprendieron en la escuela, de su madre, de su padre, de sus abuelos o en alguna
emisora local. El sentido de responsabilidad de los niños cuidadores es muy
grande, pues mientras ellos juegan con otros niños mayores están pendientes de
los más pequeños. Si a los pequeños les llega a pasar algo y lloran, los cuidadores
también lloran, porque se sienten culpables; pero mientras el dolor o el susto
de los niños decrece ellos también van tranquilizándose y de nuevo se revitalizan
las energías para el juego. De la misma forma que hicieron los abuelos y los
padres ellos también señalan con el dedo algún objeto o persona para que los
niños repitan, como por ejemplo, yaku (agua), pishkito (pajarito), ville o wawa
wakra (ternero), taitiku (abuelito), waukiku (hermanito), paniku (hermanita).
La tradición oral
Otra forma o estrategia de comunicación de los mayores, y que en la actualidad
está al borde de desaparecer por influencia de los medios de comunicación y la
presencia de sectas y grupos religiosos que pululan fervorosamente esos
territorios son los mitos, ritos y cuentos.
La hora del encuentro más relevante es en la merienda, entre las seis de la tarde y
siete de la noche; al calor de la brasa, la lumbre de la llama y hervor de los
alimentos en la olla, los padres hablaban del día que termina; por ejemplo, si la
lluvia cayó reciamente, acompañada de granizo, rayos y viento, ellos decían:
Taita Pasochoa (nombre de un cerro cercano a Quito-Ecuador) milliyarka (se
enfureció), bajó en forma de viento y se devolvió a manera de remolino al cerro
destruyendo los sembrados y llevándose algunos techos, muchas veces se
preguntan ¿por qué bajaría tan bravo? y ellos mismos responden: “es que por allá
están poniendo dinamita, dizque están dejando “desnudo” (llucho) el monte, que
están cortando los árboles para hacer tabla, leña y carbón, por eso está bravo”.
De igual manera, los rituales han perdido la esencia y encanto; por ejemplo, para
las fiestas del Inti Raymi (solsticio de verano que acontece el 22 de junio), un día
antes, en algunas comunidades y parcialidades, los mayores purifican a las
personas que desean bailar. Este ritual lo realizan en las cascadas, en los ojos de
agua, quebradas y ríos; en otras partes los niños, jóvenes y algunos mayores
hacen una hoguera y saltan sobre ella. En este evento participan parientes,
amigos, vecinos, compadres, entre otros, y dicen: “ahora sí podemos bailar”. En
torno a estos rituales los mayores conversan todo el año; medio año comentan
lo que pasó en la fiesta y el otro medio año piensan y planifican la próxima fiesta.
Conclusión
Como se puede apreciar, los escenarios para aprender y enseñar son numerosos y
ricos en recursos; por eso, es importante revitalizar el espacio y los elementos
que aún poseen para potencializar la lengua materna e identidad y así evitar que
se pierda en el acontecer de los tiempos.
Referencias
Berger, P. L. (1999). Introducción a la Sociología. Colombia: Noriega Editores. .
LEGADO INDÍGENA
Publicada en 18 de junio de 2015 ReveLAPublicada en Edición #3, Milpa
1. Formación Ciudadana:
Todas las actividades programadas desde el proyecto tienen como objetivo principal formar
sujetos que desarrollen capacidades ciudadanas que lo lleven a reconocerse y reconocer al
otro en la diferencia y como complemento.
4. Diario de Campo.
Los estudiantes elaboran un diario de campo como registro de las actividades y de los
aprendizajes obtenidos, donde, mediante la escritura en manera de crónicas, expresan sus
emociones, sentimientos y aprendizajes adquiridos y vivenciados en cada experiencia,
además enriquecen estos conocimientos adquiridos a través de la lectura y opinión de textos,
artículos y publicaciones referentes al tema indígena. El objetivo es poder tener nuestra
propia publicación donde se registre toda la producción escrita de los estudiantes del proyecto
como otro medio para dar a conocer la labor realizada.
UNA HISTORIA QUE EMPEZAMOS A CONSTRUIR…
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De Graz del Plata Para el Mundo
Reisebericht zu Nicaragua, 12.03.-26.03.2015
Abstract
The purpose of this paper is to present a reflection on the fact that people permanently
face life-situations to be resolved based on the processes learned in the dynamics of
their daily social interaction. Moreover, the formal and institutionalized education has
to be seen rather as a social issue, aiming to the generation of learning spaces,
accepting the classroom as a space of life and coexistence of the processes of
knowledge generation than a place based only on information and results. Starting
from on the fact that human actions are always performed in complex and unique
circumstances.
Resumen
Introducción
La cantidad de saberes, valores, formas de hacer y vivir que hay que aprender —a
partir de las relaciones que mantenemos con los demás tanto de manera directa, como
de aquellas que están mediadas por el tiempo o por los artefactos— son cuestiones
que poco se abordan como tales en los espacios educativos, y menos aún se les otorga
la importancia que para la vida de las personas reviste su consideración. Por eso se
considera que en la educación formal, como tarea social guiada por la sistematicidad y
propósitos definidos, se ha de fortalecer la idea de que lo que las personas requieren
son oportunidades de aprender procesos de construcción y búsqueda del saber, de
reconocimiento propio y convivencia; quizá sin dejar de lado la información-saber.
Sin duda, en nuestra sociedad, la educación, vista como proceso formal o informal,
constituye la oportunidad permanente para que los seres humanos avancen en su
propia conformación y fortalecimiento como actores sociales e individuales. La
participación de las personas en este proceso construccionista2 social les da la
oportunidad de acceder a diversas maneras de enfrentar la cotidianidad,
constantemente renovada, de su vida. Es decir, aun cuando se alude recurrentemente
al aprendizaje permanente, la educación no representa para sí misma un fin.
Un niño que aprende el lenguaje aprende al mismo tiempo otras cosas mediante el
lenguaje, formándose una imagen de la realidad que está a su alrededor y en su
interior; durante este proceso, que también es un proceso social, la construcción de la
realidad es inseparable de la construcción del sistema semántico en que se halla
codificada la realidad. En ese sentido, el lenguaje es un potencial de significado
compartido, a la vez tanto una parte como una interpretación subjetiva de la
experiencia (Halliday, 1998: 10).
Lo social se manifiesta de varias maneras, por medio del contexto concreto en que se
sitúan las personas, por la comunicación que se establece entre ellas, y por los marcos
de aprehensión de valores, culturas, códigos e ideologías relacionadas con el contexto
social en que se encuentran inmersas. Por eso, la educación es una experiencia social,
en la que desde la niñez la persona se va conociendo, enriqueciendo en las relaciones
con los demás, adquiriendo y renovando las bases de los conocimientos teóricos y
prácticos (Delors, 1996: 19).
La utopía orientadora que debe guiar nuestros pasos consiste en lograr que el mundo
converja hacia un mayor entendimiento mutuo, hacia un mayor sentido de la
responsabilidad y hacia una mayor solidaridad, sobre la base de la aceptación de
nuestras diferencias espirituales y culturales. Al permitir a todos el acceso al
conocimiento, la educación tiene un papel muy concreto que desempeñar en la
realización de esta tarea universal: ayudar a comprender el mundo y a comprender a
los demás, para comprenderse mejor a sí mismo (Delors, 1996: 47).
En cuanto actores sociales, las personas siempre mantienen una actitud constructiva.
No hay momento de la vida en que se exista como cosa u objeto sólo animado por la
tradición. La vida en interrelación —es decir en comunidad— propicia la configuración
propia de proyectos de vida. La trascendencia personal no es algo que se busque como
tal, sino que ésta es parte del entramado cotidiano necesario, se trasciende en la
convivencia grupal y en la reflexión y acción individual. La internalización de los
marcos normativos socioculturales que se pretende devienen en marcos de control y
autorregulación interna de los individuos, grupos y colectivos, no necesariamente se
constituyen en mordazas que llevan a pensar, sentir y actuar de una determinada
manera.
El hombre en cuanto existente concreto tiene algo más que un aquí y un ahora, en
cuanto se considera actor social se alude de inmediato a su historicidad, capacidad y
actividad creadora; esto es algo que no se puede negar, ni pretender que la acción
social sólo está orientada por la calidad, eficiencia y funcionalidad. La vida es más que
sólo el triunfo o el fracaso. No se requiere que el hombre sea pensado como agente
libre para que viva su potencialidad. La tradición, ciertamente, influye pero no
determina. En tanto que actor es más que un "autómata cultural", se es una persona
con conocimiento, capaz de construir en parte su propio destino; es decir, que la
sociedad, hasta en las situaciones más triviales, es una elaboración inteligente
(Giddens, 1997: 253).
Sea el ejemplo de la búsqueda del placer, el cual ha sido desde siempre una tendencia
humana, ya sea en la satisfacción de una necesidad básica de supervivencia, en la
consecución de un espacio y tiempo para la reflexión, en la acción solidaria, en la
actividad religiosa, etcétera. El logro del mismo tiene que ver con el amplio espectro
de concepciones y construcciones personales existentes en torno a él. Sobresale, en
este aspecto, el papel que corresponde a la cultura del grupo de vida, pues a pesar de
la gran variedad de ambientes, las personas logran orientarse en ellos; es decir, es en
el proceso mismo de la evolución humana que la cultura aparece como condición y no
como el resultado. En este esquema, la cultura se muestra como una serie de
programas, opciones, que orientan el comportamiento humano, y no como esquemas
de conducta. Ante la variedad de posibilidades de vida que muestra la cotidianidad, el
hombre se orienta en ellas echando mano de fuentes simbólicas de significación,
debido a que las fuentes no simbólicas (instintos y sentidos) no le bastan.
La identidad tiene que ver con la idea que tenemos acerca de quiénes somos y quiénes
son los otros; es decir, con la representación que tenemos de nosotros mismos en
relación con los demás.
La necesidad de aprender
Para que cada uno pueda comprender la complejidad creciente de los fenómenos
sociales y dominar el sentimiento de incertidumbre que se suscita, en primer lugar
debe adquirir un conjunto de conocimientos y luego aprender a contextualizar los
hechos y a tener espíritu crítico frente a las corrientes de información. Aquí la
educación tiene un carácter preponderante en la formación del juicio; ha de favorecer
la informada, reflexiva y crítica ejercitación en la comprensión de los hechos, más allá
de la visión simplificadora o deformada que en ocasiones dan los medios de
información.
Ninguna relación entre dos personas tiene significado por sí misma. La historicidad de
cada persona, el contexto que rodea al momento de la interrelación, los motivos que
les han llevado a encontrarse, el lenguaje, el contenido y el sentido de lo dicho, son
elementos a considerar al referirse a una situación tan "simple" como el encuentro
entre dos o más personas (no necesariamente entendido esto como una relación cara
a cara).
Estos procesos, sin duda, sobrepasan la línea que se les ha marcado; es poco lo que
tradicionalmente se le ha apostado al propio proceso de vida en interrelación, vista
ésta como constante aprendizaje, para constituirse como renovación desconstructiva
de la norma. La dinámica que asumen poco tiene que ver con las determinaciones, y sí
con las reformulaciones y renovaciones de las estructuras.
Lo inédito de la acción
Cuando lo que se requiere es actuar ante los escenarios que se presentan en los
ambientes de vida, se da una primera respuesta basada solamente en la percepción
más superficial e inmediata que aparece ante nosotros, pero una vez pasado este
primer momento viene otro, donde a partir de los elementos que conforman nuestro
conocimiento de situaciones previas y semejantes llevamos a cabo un ejercicio de
visión de posibilidades de acción, con sus probabilidades de resultados y éxito; en ese
momento es cuando la persona hace uso de su capacidad y libertad de elección.
Es poco probable que alguien mantenga la posición acerca de que hay dos situaciones
iguales a las que se enfrenten personas diferentes, la espacio-temporalidad y las
relaciones contextuales harían imposible tal argumentación. La actuación, aunque
cotidiana, en un mundo también supuesto como cotidiano, no es tal que manifieste
uniformidad total. Las pequeñas variaciones son esencialmente lo que le da a ese
mundo de vida la vitalidad suficiente para mantener el interés por permanecer y
ampliar el cúmulo de posibilidades de acción.
El acto es la elección de una posibilidad y la renuncia a otras. Vivir implica optar. Por
eso, se ha de estar preparado para la imposibilidad y el fracaso; es decir, la opción
elegida conlleva la renuncia de otras opciones.
Nunca se está ajeno a lo que no es nosotros mismos; nunca estamos sol os. El aquí y
ahora son las determinaciones fundamentales de una situación. Siempre estamos en
una situación, misma que no se determina por lo que nos rodea, sino por la relación
vital que se mantiene con lo que nos rodea.
Las situaciones se conforman con base en la manera en que los sujetos se presentan
en y ante los eventos o personas. Ese dispositivo circunstancial no es propiamente la
situación, ya que ésta se constituye a partir de la coexistencia entre contexto y sujeto,
que es quien está en situación.
Vamos, para vivir en el mundo se requiere de tener opciones para interactuar con las
personas y las cosas, de tal modo que siempre la propia particularidad sea la que lleve
a tomar un curso de acción y no otro. Por ejemplo, ante una misma disposición inicial
de la situación (tomada tal cual) dos sujetos tienen experiencias distintas que les
motivan a orientar su actuar ante ella, de tal forma que el dispositivo será el mismo
pero la situación va a ser diferente en ambos casos.
La construcción en y de la cotidianidad
De aquí que se sugiere que la lógica de las formas culturales debe buscarse en las
experiencias de los individuos. Es en el devenir del día a día donde se asimilan, en un
proceso constructivo, los símbolos que orientan en los modos y posibilidades del vivir;
es decir, es ahí donde se percibe, siente, razona, juzga y se hace. Las personas son
agentes activos en el desarrollo de su propia historia. Se construye a partir de las
oportunidades que ofrece el mundo y de las propias habilidades desarrolladas.
De la cotidianidad se extraen "las formas" sobre las que se construyen los esquemas
que constituyen la base para la interpretación recurrente, pensada, de una vida como
proyecto, tanto retrospectiva como prospectivamente. Los acontecimientos diarios
mantienen importancia para todos los que son parte de ellos, pero sus sentidos
dependen en gran medida de "la situación" individual. De tales acontecimientos y
situaciones se nutre el recuerdo, entendido en tanto historia de una vida. La estructura
vital individual y colectiva es primeramente dinámica. Es la propia vida una fuente de
organización para sí, a la vez que también brinda las opciones, en tanto cursos
posibles, para la articulación con los otros.
La lógica de las formas simbólicas está en el uso de las mismas. En estos términos, la
experiencia humana no es mera conciencia, sino conciencia significante, interpretada y
aprendida. La experiencia directa no nos expone a objetos simples de la realidad sino a
complejas relaciones que constituyen en estructuras o sistemas de significación.
Pero aprendemos estos modos de expresión mediante nuestro intercambio con los
demás. Las personas por sí mismas, no adquieren los lenguajes necesarios para su
autodefinición. Antes bien, entramos en contacto con ellos mediante la interacción con
otros que son importantes para nosotros: Lo que George Herbert Mead llamó los "otros
significantes". La génesis de la mente humana no es, en este sentido, monológica (no
es algo que cada quien logra por sí mismo), sino dialógica (Taylor, 1992: 52-53).
Reconocer que los grupos humanos y, por lo tanto, las personas que los integran no
son iguales, obliga a ver más allá de la experiencia inmediata, a aceptar la diferencia,
a reconocerla y descubrir que los demás tienen una historia y personalidad de las
cuales siempre podremos aprender. Aprendemos de la acción humana en el mundo,
precisamente desde los referentes que ofrecen los propios humanos, vistos como
actores de su vida en escenarios sociales cargados de subjetividad.
La idea de la relatividad conceptual es una idea vieja y, en mi opinión, correcta.
Cualquier sistema de clasificación e individuación de objetos, cualquier conjunto de
categorías para describir el mundo, en realidad, cualquier sistema de representación,
es convencional, y en esa medida, arbitrario (Searle, 1997: 169).
En este mundo social, lleno de sentidos otorgados por humanos con historicidades
contextualizadas, es donde se avanza en la propia construcción, ya sea desde una
actitud puramente natural de convivencia, o en actitud de análisis y reflexión tratando
de dar cuenta de las articulaciones que fundamentan y orientan el mundo de la vida de
los otros. Proceso en el cual tiene un lugar principal la intersubjetividad, pues ésta
representa una condición básica de construcción social de la propia humanidad. Es en
la relación con los otros como se construye el propio mundo y se vive en él.
Comprender a los demás permite también reconocerse mejor a sí mismo. Toda forma
de identidad es, de hecho, compleja, porque cada individuo se define en relación con el
otro, con los otros y con varios grupos de pertenencia, según modalidades dinámicas.
El descubrimiento de la multiplicidad de estas pertenencias, más allá de los grupos
más o menos reducidos que constituyen la familia, la comunidad local e inclusive la
comunidad nacional, conduce a la búsqueda de valores comunes adecuados para
establecer la "solidaridad intelectual y moral de la humanidad" (Delors, 1996: 46).
A partir de las relaciones que mantenemos con otros se va generando una serie de
modificaciones a la propia personalidad, así como en la misma medida se crean y
recrean las condiciones para las experiencias posibles que llevan a la reconstitución
permanente de los dominios del mundo social. Pero, además, el mundo social presente
contiene algo más que las experiencias de los semejantes en una relación directa
compartida.
Los hombres no llegan nunca a concluirse, no se puede decir de alguien que finalmente
se ha completado. Es en el proceso de la vida, en la convivencia, en donde avanza tal
conformación. Lo que en cada experiencia se va obteniendo, lo que en cada
experiencia se es, sólo se puede comprender desde el referente de la situación,
entendida como su situación. No se puede entender aisladamente una acción, sin hacer
referencia al resto de la vida; así como no se ha de hacer alusión a una vida sin traer a
cuento su incompletud, en relación con sus determinantes y relaciones necesarias con
otras vidas.
En la propia vida se incorporan las vidas ajenas, en una relación necesaria más que
sugerida, en una relación recíproca más que unilateral. Durante el curso de la
existencia individual, pues vivir es estar en el mundo, se tendrá un conjunto de
situaciones tan diversas como el modo en que se logre organizar ésta. Pero esta
organización —entendida como proceso de construcción— de la propia vida existirá
siempre mediada por las adaptaciones y discrepancias en relación con la forma en que
se nos presenta organizado el mundo.
El mundo social no es, definitivamente, algo totalmente determinado o acabado; es, sí,
un ambiente de vida, con la permanente oportunidad para la manifestación de la
individualidad. Conceptualizado de esta manera, las personas son agentes
constructores de sus relaciones y sentidos de vida. Y, es precisamente en la escuela,
como espacio de convivencia ad hoc, donde se fortalecen o debilitan las opciones de
formación social, afectiva, emotiva y cognoscitiva. Lo cotidiano en la escuela y las
aulas es la interacción, el intercambio y el aprendizaje. Se intercambian y construyen
sentidos y significados durante la coexistencia y el hacer contextualizados
institucionalizados.
Bibliografía
León, Emma (1999), Usos y discursos teóricos sobre la vida cotidiana, España:
Anthropos, Universidad Nacional Autónoma de México. [ Links ]
Notas
1
Pensado éste como el proceso psíquico y social mediante el cual las personas (seres
humanos y actores sociales), al ser partícipes de una serie de interrelaciones,
adquieren elementos culturales y logran el reconocimiento de formas de vida, en tanto
que oportunidades de desarrollo personal y social, y exigencias para la convivencia.
2
Término con el que se alude a la participación de las personas en la configuración de
espacios, sentidos y significados de vida; con lo que se intenta diferenciar de la
connotación presente en el "constructivismo", definido como postura epistemológica
más que social. Se pretende aquí impulsar la idea de que en la escuela y el aula, los
profesores y los alumnos son parte constituyente, efectiva, de una comunidad de vida
y, por lo tanto, de una comunidad de comunicación, que en términos de Apel, refiere al
escenario ideal de la comunicación humana (Apel, 1992).
3
En cuanto la acción social se considera como riesgo se oscurece el horizonte, debido
a que los riesgos muestran lo que no se debe hacer, pero no lo que hay que hacer. Hay
un predominio de la evitación. En última instancia, el proyectar el futuro como riesgo
anticipa la incapacidad para la acción (Beck, 1996: 214).
Área
Humanidades - Ética y valores
Edad
5-66-7
Descripción
Debemos saber discernir lo bueno y lo malo, es así como todo ser humano
mediante esta manera debería caracterizarse en la vida, reconociendo claramente
nuestras esencias históricas en vivencias, y conocimientos de los valores, si
miramos hacia atrás nuestros ancianos que aún existen a nuestro alrededor son
muy sabios y conocedores de nuestra cultura, por ese motivo tratamos
de reconquistarla y no dejarla perder.
Los Valores ancestrales fueron transmitiéndose en forma oral por los abuelos(as)
y bisabuelos(as) y que es de emergencia revalorarlo.
Nuestros valores del Embera y sagradosm en nuestra etnia
y cultura Chamison transmitidos desde tiempos remotos y debemos fortalecerlos y
mantenerlos.
Por lo mencionado nosotros como docentes del resguardo
indígena emberachami y formadores de enseñanza en educación
Básica Primaria, Es importante que rescatemos los valores ancestrales en nuestra
escuela AltoOrito, porque es el único medio donde sí se puede sembrar aun
el respeto, por tal motivo tenemos la dicha de vivir a
nuestro alrededorcon ancianos distinguidos del caserío en el municipio de Orito.
Con el objeto de abordar el tema sobreEL FORTALECIMIENTO DE VALORES
ANCESTRALES EN EL RESGUARDO ALTO ORITO, sabido que es de mucha
importancia y trascendencia en la humanidad, donde oportunamente nos implica
respetarlo y ponerlo en práctica con las nuevas generaciones. Donde nos
trazamos metas de crear una manera de que la niñez y la juventud mantengan y
reconozca esos valores ancestrales. Esta herramienta que pretendo elaborar lleva
una visión sobre el rescate de los valores de los antepasados seguros que en la
actualidad se ha dejado al olvido.
Objetivos
.OBJETIVO GENERAL
Rescatar nuestros valores costumbres y pensamientos ancestrales los cuales se
han venido perdiendo a medida que la vida moderna avanza, ya que nuestra
manera de vivirlos en la actualidad es muy diferente, relacionándolos claro está a
las costumbres y manejos de nuestrosabuelos, con esto abarcamos y logamos
reafirmar y describir la importancia de los valores de la filosofía ancestral, iniciando
desde el principal y primer núcleo, el familiar, luego enmarcándolo en el centro
educativo y luego llevándolo a un nivel social.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
? Rescatar los conocimientos ancestrales tanto en la vida personal, social y
cultural como educativo.
? Fortalecer las normas de cortesía de uso cotidiano en
los niños y adolescentes dentro del establecimiento.
Duración
Sesión 1: Dos Semanas
Sesión 2: 2 semanas
Sesión 3: 3 semanas
Recursos
.Aqui se muestran a nuestros niños, quienes seran los futuros sucesores de
nuestros ANCESTROS y JAIBANA
Requisitos
.Aula de Formación.
Herramientas
Audio / Bases de datos / Blogs / Calendarios / Encuestas / Escritura
colaborativa / Fotografía /
Actividades de Clase
Sesión 1
Propósito
Realización de actividades con respecto a los valores ancestrales en su diario de
vivir
Duración
Dos Semanas
Actividad Docente
Julio Cesar Nacequia - Misblay Nacavera - Afranio Bayardo Rosero
Actividad Estudiante
Todos los niños de la sede Alto Orito.
Sesión 2
Propósito
Lectura de narraciones como eran anterior mente en su diario de vivir con niños
por parte del docente, pero enfocadas en videos de acciones reales del resguardo
Duración
2 semanas
Actividad Docente
Julio Cesar Nacequia - Misblay Nacavera - Afranio Bayardo Rosero
Actividad Estudiante
Todos los niños de la Sede Alto Orito.
Sesión 3
Propósito
Entrevistar con los Jaibana, mayores, padres de Familia.
Basar la entrevista en el software que se realizara
Duración
3 semanas
Actividad Docente
Julio Cesar Nacequia - Misblay Nacavera - Afranio Bayardo Rosero
Actividad Estudiante
Todos los niños de la Sede Alto Orito.
Evaluación
Comprensión e interpretación textual. El niño Comprende textos que tienen
diferentes formatos y finalidades, para lo cual, Lee diferentes clases de textos:
tarjetas, cartas, revistas, etc.
Literatura: El niño comprende textos literarios para propiciar el desarrollo de su
capacidad creativa y lúdica. Para lo cual,
• Lee fábulas, cuentos, poemas, relatos mitológicos, leyendas, o cualquier otro
Texto literario en este caso todas estas obras son alusivas a su comunidad.