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No sé qué número será el intento que está liderando la Superintendencia de Sociedades para
reformar la revisoría fiscal. Desde los años 80, cuando éramos estudiantes de contaduría, hemos
visto incontables intentos de reforma que han fracasado una tras otra, incluyendo uno que
hicimos cuando quien escribe pasó por la Junta Central de Contadores y el Consejo Técnico de
la Contaduría Pública.
Aunque apenas las mesas están iniciando discusiones, a nuestra manera de ver, las propuestas
no están en un contexto conceptual coherente y generan varias contradicciones en el texto que
ocasionarían problemas en la práctica.
Por otro lado, se desaprovecharía una magnífica oportunidad para poner a tono la revisoría fiscal
con las exigencias del mundo del siglo XXI y a cambio, se conserva mucha de la fraseología
arcaica de los años 30, perpetuando la mezcla de modelos a la que siempre hemos hecho
referencia.
En el análisis sucinto que hacemos a continuación, incluimos algunos puntos de vista personales,
en especial en lo atinente a las implicaciones para la revisoría fiscal, pero también hacemos
referencia a algunos otros asuntos que consideramos importantes. Cabe anotar que no se trata
de descalificar el proyecto, porque hay algunas cosas que compartimos. Por eso, cuando
estemos de acuerdo, también lo indicaremos.
Nos parece que esa autorización sobrepasa el espíritu de la Ley 1314 porque afecta el debido
proceso y desvirtúa la labor del Consejo Técnico de la Contaduría Pública (CTCP).
Fácilmente podría salir en cualquier momento una obligación de que, para inscribir una sociedad
en la Cámara de Comercio, el revisor fiscal certifique que la plata del capital está físicamente, o
que para inscribir al personal en una caja de compensación, el revisor fiscal garantice que los
empleados sí tienen contrato de trabajo.
Por circunstancias como esta, es que pensamos que gran parte de la responsabilidad en la
inoperancia de la revisoría fiscal, es del Estado. No somos más importantes para la sociedad por
el volumen de certificaciones emitidas, sino por la calidad del trabajo efectuado.
Aunque en sí mismas, estas facultades son válidas y ya las tienen otros supervisores, como es
el caso de Superfinanciera, la forma de redacción en la propuesta pone en la misma bolsa al
revisor fiscal y a los administradores, cuando son funciones totalmente diferentes.
Si estas sanciones son impuestas por incumplir las órdenes de la Superintendencia, las leyes o
los estatutos, no puede prejuzgarse el incumplimiento como una responsabilidad del revisor
fiscal, porque él no tiene atribuciones ejecutivas. Lo máximo que puede hacer es informar, pero
no puede ordenar. La propuesta no incluye ninguna salvedad para decidir estas sanciones e
incluso tampoco prevé consecuencias distintas para ambos tipos de funcionarios, puesto que la
sanción, además de multas y remoción, incluye la inhabilitación para ejercer el comercio durante
10 años, lo cual no parece ser congruente con las responsabilidades del revisor fiscal, que
debería ser sujeto de una investigación de la Junta para determinar si debe ser sometido a
sanciones disciplinarias.
Lo correcto sería que se indique en el articulado que, en el caso del revisor fiscal, la sanción es
aplicable cuando él no haya informado a la dirección de la entidad o a la Superintendencia, según
corresponda.
Es claro que no basta con las disposiciones de los marcos técnicos normativos de información
financiera, porque ellos están dirigidos a la presentación de información financiera y no a la
contabilidad.
Entendemos que el CTCP ha reactivado el Comité Técnico del Sistema Documental Contable,
pero si este proyecto se vuelve norma antes de que el CTCP efectúe el debido proceso y se
emita el decreto correspondiente, se corre el riesgo de generar un vacío jurídico porque ni
siquiera hay claridad sobre los artículos vigentes del Decreto 2649 de 1993, a pesar de que este
asunto se ha discutido en los entes estatales relacionados con esta materia durante bastante
tiempo.
Esta es la sección más polémica y el centro de este escrito. A continuación, expresamos nuestros
comentarios, unos de carácter general y otros de carácter específico:
Comentarios generales
Como lo planteamos al inicio, nos parece que no hay claridad en lo que pretende la propuesta.
Parece un conjunto de medidas aisladas, que no obedecen a un análisis profundo del estado de
la revisoría fiscal para proponer soluciones. No hay una indicación del modelo, ni de los objetivos,
ni de la naturaleza ni del deber ser de esta figura. Esto vuelve la propuesta inconexa y
contradictoria, como lo veremos en el análisis detallado.
Un proyecto serio debe partir de este punto. No basta con la doctrina, porque en un punto como
este, la doctrina es ampliamente contradictoria.
Nuestro punto de vista es que, tal como está la normatividad actual, es una mezcla entre
fiscalización y auditoría. Ninguno de los dos extremos está apoyado por la regulación actual. No
se puede considerar que sea solo fiscalización, porque se exige una opinión sobre estados
financieros y eso es, sin lugar a duda, aseguramiento. Tampoco es puramente aseguramiento
porque la mayoría de las funciones incluidas en el artículo 207 del Código de Comercio son
fiscalización. Esta falta de aceptación de la realidad normativa sigue estando presente en los
actores que están discutiendo esta propuesta y mientras no se acepte esta realidad, lo que se
decida complicará el ejercicio.
Otra cosa es cuál debería ser la definición. Esto cambiaría significativamente el ejercicio, pero
no es materia de este artículo.
Es algo que tampoco se toca en esta propuesta ni está en la regulación actual. Igualmente hay
diversos puntos de vista, algunos claramente excluyentes sobre este tema. Hay quienes
consideran que es un órgano societario, otros que es una institución, otros que es un servicio
profesional y algunos más que es un órgano de control externo, por mencionar solo varios entre
muchos puntos de vista. El no tener clara la naturaleza contribuye a la confusión sobre la forma
de prestar el servicio y sobre el proceso técnico que debe seguirse, entre otras cosas.
Como para nosotros la revisoría fiscal es una mezcla de modelos, no creemos que sea un órgano
societario, así sea esta una posición con argumentación jurídica. Esto, por cuanto considerarlo
de esa manera afecta la independencia y lo incluye en la estructura empresarial, lo cual riñe con
la obligación de opinar de manera independiente. En el aseguramiento, la independencia no
puede ser relativa.
Cuando se trata de la regulación sobre la materia, cada vez la balanza se inclina más a responder
esta pregunta en el sentido de que la revisoría fiscal parece ser primariamente para el Estado.
Decimos esto porque el poner cada vez más y más obligaciones de certificación, conduce a cubrir
cada vez más las responsabilidades del Estado.
Puede alegarse que no, que estas exigencias son para proteger a la sociedad. Pero la realidad
es que estas obligaciones se imponen cuando el regulador, al diseñar la normatividad, se
pregunta cómo se asegurará de que lo que está exigiendo sea cumplido por los obligados.
Siempre concluye que es el revisor fiscal el que debe cumplir esta tarea, así que el Estado se ha
convertido en el principal usuario del servicio.
Les hemos preguntado a varios colegas que ejercen la revisoría fiscal, qué porcentaje de su
tiempo se va en certificar, incluyendo obligaciones con la DIAN y otras obligaciones legales. La
mayoría ha contestado que el tiempo usado en estos asuntos les toma entre el 70% y el 90% del
tiempo disponible. Se podrá decir que eso es no planear bien el trabajo, o que eso es porque no
hacen nada más sino firmar cosas, pero la verdad, es que así se planee bien el trabajo, la única
forma de dedicar la mayor proporción del tiempo a cumplir las verdaderas responsabilidades
profesionales, es cobrando honorarios que serían impagables por las empresas. En
consecuencia, la única forma de ejercer en las condiciones actuales es sencillamente
incrementando el riesgo profesional.
Es la realidad a la que nos enfrentamos los que ejercemos y no hablo solamente de los
independientes o de las firmas pequeñas. Esto afecta incluso a las grandes firmas, o si no,
miremos cuántos procesos se están desarrollando hoy contra socios de las firmas
internacionales.
Comentarios específicos
La sola consideración de los puntos que hemos mencionado atrás, que apenas son indicativos
porque hay más elementos generales materia de discusión (como la permanencia, la cobertura,
la remuneración, etc.), es suficiente para concluir que las modificaciones planteadas no atacan
el fondo del problema.
La obligatoriedad propuesta luce arbitraria y esto ocurre precisamente porque esos asuntos
generales que tocamos atrás no están considerados. Si pensamos en la generación de confianza
pública, la decisión que se está tomando deja de lado la obligatoriedad de la función en ciertos
tipos de entidades que son muy vulnerables a este fenómeno. Por ejemplo, se está descartando
todo el sector no lucrativo. Cabe preguntarse si será porque este sector no es vigilado por
Supersociedades. A nuestro modo de ver, las Entidades Sin Ánimo de Lucro (ESAL) constituyen
un grupo de organizaciones que cada vez tienen un mayor impacto en la economía, y que en
muchos casos utilizan dinero de donantes sobre cuyo uso no hay suficiente monitoreo.
Consideramos que, si pensamos en el interés social más que en el estatal, estas entidades
deberían, bajo determinados parámetros, contar con revisoría fiscal.
Si bien es evidente que la exigencia de revisoría fiscal para muchos entes hoy no es costeable y
su beneficio puede ser discutible, consideramos que la definición de los sujetos debe hacerse
con bases cuantitativas y cualitativas, pero eso depende de tener claros los aspectos generales
mencionados atrás.
A pesar de lo anterior, sí es bueno mencionar que consideramos un acierto exigir que todos los
revisores fiscales apliquen las NIA, puesto que esto unifica los criterios técnicos para ejercer la
revisoría fiscal, a pesar de que este criterio parece contradecirse en la propuesta, como lo
mencionaremos luego.
Elección
Nos parece acertado que se limite el número de revisorías fiscales por profesional a cargo,
porque esto obliga a las firmas, en especial a las pequeñas, a ampliar su estructura técnica. Lo
que no vemos claro es por qué 5, ni cómo se garantiza la supervivencia de la firma si se limita el
número y se incrementan los costos del servicio, en un ambiente de competencia fratricida como
es el que caracteriza la profesión hoy.
Por otra parte, aceptando que por ser una responsabilidad más amplia que la auditoría financiera
se quiera recabar en el régimen de incompatibilidades, a pesar de que el Código de Ética del
IESBA es bastante extenso en exigencias y hace parte de la normatividad legal, creemos que
usar la misma terminología existente hoy y que genera confusiones, es desaprovechar una
oportunidad de aclarar este punto.
Los propuestos numerales 3 y 4 del artículo 205 del Código, indican al referirse a las
incompatibilidades:
“3. Quienes desempeñen en la misma compañía o en sus subordinadas cualquier otro cargo.
4. Quien haya sido elegido como revisor fiscal, no podrá desempeñar en la misma sociedad ni
en sus subordinadas cargo alguno durante el período respectivo.”
La palabra “cargo” insinúa que ser revisor fiscal es un “cargo”, lo cual en realidad no es cierto, si
se considera que es un profesional independiente. Más bien lo que debería indicarse es qué
actividades profesionales simultáneas son incompatibles con la revisoría fiscal, porque a nuestro
modo de ver, no todas lo son.
Periodo
Pero hacer una propuesta tan rígida, limitando el ejercicio a 5 años y sin posibilidad de remoción
anticipada, puede resultar contraproducente. Por un lado, no es tan fácil para una entidad
configurar el incumplimiento, así que sería la otra cara de la moneda. Si el revisor fiscal no resulta
eficiente, pero no es fácil configurar su incumplimiento, la entidad tendría que soportarlo 5 años.
Adicionalmente, el cerrar el mercado 5 años saca de competencia a las demás firmas,
independientemente de que puedan prestar un mejor servicio.
Artículo 207
Es una lástima que solamente se hagan maquillajes al texto de estos artículos. Ya el CTCP había
hecho una propuesta sobre una reglamentación de las funciones contenidas en él, que
aparentemente ha sido ignorada en este proyecto. Los cambios sugeridos son muy poco
significativos y no solucionan para nada la problemática. Para no alargar este texto, solamente
mencionaré de manera general los problemas de la redacción actual que no se solucionan con
la propuesta.
Debe de informar. Esta obligación debería estar en función del plan, pero de esto no se
menciona nada. En estas circunstancias, persiste el eterno problema de que una
irregularidad ocurrida no informada automáticamente meta en líos el revisor fiscal. Es ir
al síntoma, pero no al origen.
Deber de colaborar. Esta función es tal vez la que más ha afectado el desempeño como
ya lo explicamos. La colaboración debería contextualizarse y circunscribirse a las
materias propias de la profesión, pero se ha dejado la misma redacción existente.
Deber de inspeccionar. Es una función de fiscalización que también aparece inconexa en
un ejercicio técnico. La inspección es una prueba técnica existente en el aseguramiento,
pero en función de la valoración del riesgo de auditoría y la definición del enfoque y
alcance del trabajo. En un contexto de revisoría fiscal, también debería ser parte de su
estrategia de revisoría y no una obligación flotante, porque en la propuesta no aparece ni
la motivación, ni la frecuencia ni la oportunidad, dejando a la interpretación de la autoridad
del momento estos elementos.
Deber de dictaminar. Se debe reconocer que por lo menos se eliminó el término
“autorizar” que resultaba inconveniente. Pero guarda silencio sobre dictámenes distintos
al cierre del ejercicio. Además, si el dictamen, como se incluye en un artículo propuesto
posterior, se debe preparar de acuerdo con las NIA o NAGA, sobra hacer referencia a la
abstención de opinión, porque esta es sola una posibilidad entre las 4 que hay en cuanto
a la opinión sobre los estados financieros.
Artículo 208
Es una lástima perder la oportunidad de ajustar este artículo a las normas de aseguramiento. Es
cierto que el Decreto 302 de 2015, compilado luego en el Decreto 2420 del mismo año, generó
mucha polémica al exigir la aplicación de las ISAE (NIEA en español) para cierto tipo de trabajos
de revisoría fiscal. Pero es innegable que esta exigencia es una tendencia mundial y países como
Australia, Canadá y Estados Unidos han generado normatividad para aplicar aseguramiento no
financiero. Al usar la misma terminología obsoleta, la propuesta elimina de un tajo el avance que
se había logrado y borra de un plumazo el uso de los ISAE por el revisor fiscal.
Volvemos a la misma exigencia anacrónica para el revisor fiscal de pronunciarse sobre una serie
de asuntos que no son claros y no se sabe qué alcance tienen ni cuál es el sustento técnico.
Además, se indica que el criterio para dictaminar son las NAI o las NAGA, incurriendo en una
contradicción con el propuesto artículo 203-1, donde se indica que “el revisor fiscal deberá ser
contador público y aplicar las normas técnicas, entre otras, las de Aseguramiento de la
Información, así como las demás disposiciones que correspondan.”
Ojalá reine el buen juicio y se aproveche esta oportunidad para hacer cambios que tengan un
efecto positivo, tanto en la calidad del ejercicio, como en la proporcionalidad de las
responsabilidades, aunque la historia no nos da mucho margen de optimismo.