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Esta ‘mente’ no es sino otra etiqueta, para lo que el filósofo Cornelius Castoriadis llamó el

imaginario colectivo, es decir, “el conjunto de ideas e imágenes que sirven de relevo y de
apoyo a las otras formas ideológicas de las sociedades tales como los mitos políticos
fundadores de las instituciones de poder”.

El sociólogo español Manuel Castells afirmaba que en nuestros días la dimensión real del
poder se encontraba en su capacidad de “modelar la mente construyendo significados a través
de la creación de imágenes”.

Un nuevo régimen de percepción socialmente regulado”.

El antropólogo francés Marc Augé considera que vivimos una “invasión de imágenes”. Dicho
fenómeno viene a constituirse en un “nuevo régimen de ficción que afecta la vida social, la
contamina, la penetra hasta el punto de hacernos dudar de ella de su realidad, de su sentido”.
asegura Augé en su libro ‘La guerra de los sueños’.

El “exceso de información y la intoxicación digital hacen que el gatillo de la memoria dispare


muchísimo y que abra un número espeluznante de ventanas (del archivo de recuerdos) sin
anclarse en ninguna, por lo que el individuo pierde el foco y la concentración”, define Cury.

Las consecuencias, por supuesto, no pueden ser alentadoras. Para Cury, la “intoxicación
informativa” produce en los individuos mayor conflictividad como producto de un “umbral
bajo para la frustración”, los cuales los convierte en seres intolerantes a las imprevistos,
irritables, tensos, ansiosos y con poca disposición a pensar o debatir ideas

Podríamos considerar que lo que ocurre en el mundo simbólico no tiene efectos en el mundo
concreto. Sin embargo, es mucho más importante de lo que se cree. No hay ningún efecto
social y/o político que no haya sido previamente canalizado a través del imaginario

Es decir, la forma que tendrá el capitalismo, la sociedad democrática, la religión, la propia


reproducción de la especie, la relación con el planeta tierra, pasará primero por este tamiz.

Melinda Davis, investigadora norteamericana que dirige un tanque de pensamiento dedicado a


la investigación de ‘marketing’ y nuevos mercados, apuntaba que a partir de 1993, fecha oficial
del nacimiento de internet, entramos en una era de lo ‘imaginacional’ que ha trastocado
absolutamente toda nuestra cotidianidad

La gran acción de nuestra vida no tiene lugar en el universo concreto y material, sino en el
mundo inasible del pensamiento, la imagen y la idea. Este fenómeno absolutamente
extraordinario por el cual la realidad interior se vuelve más apremiante, más real que la
exterior, se ha apoderado de la corriente principal de la experiencia humana. La misma
realidad se ha vuelto mental. Se podría decir que el futuro está en el cerebro”, concluye Davis.

Lo que era ‘no material’ ha dejado de ser ‘inmaterial’, o dicho en otro modo, el mundo
‘imaginacional’ es una realidad invisible de ideas y electrones que existe —y que puede ser
experimentada— en la imaginación humana. Refiere a un mundo cada vez más común de
datos digitales que avasallan nuestras mentes.

afrontamos problemas para reconocer la realidad y experimentamos lo que la comunidad


psiquiátrica denomina ‘desrealización'”.
Los medios de comunicación juegan un papel determinante en esta situación. Son ellos lo que
hacen posible la vida ‘imaginacional’ a través de la marea permanente e imparable de
imágenes e información aceleradas por la dimensión tecnológica, lo cual nos obliga a “pasar
una creciente cantidad de tiempo dentro de nuestros cráneos, atascados en el tráfico mental”,
explica la investigadora.

Según un estudio realizado por el grupo de investigación Nielsen, en Estados Unidos, los
adultos pasan más de 11 horas por día interactuando con los medios de comunicación. De esas
11 horas, cuatro horas y 46 minutos se pasan viendo la televisión.

Por su parte, el grupo Common Sense Media, reveló que los adolescentes de ese mismo país
están expuestos un promedio de nueve horas por día a los medios de comunicación. Los niños
de 8 a 12 años, lo están aproximadamente seis horas por día, mientras que los niños de 2 a 5
años, están 32 horas por semana delante de una pantalla (por ejemplo, viendo televisión,
videos, juegos).

4.333.560 personas ven videos en YouTube por minuto, al tiempo que 473.400 tuits son
publicados, 12.986.111 mensajes de texto son enviados, por mencionar solo tres cosas que
ocurren cada 60 segundos, y sin contar que se estima que para el 2020 en el planeta se
producirán 1,7 MB de datos por segundo por persona”.

No se trata simplemente de conocer los patrones de consumo o influenciar unas determinadas


elecciones —caso de Cambridge Analytica—, sino de ceder la posibilidad de diseñar los modos
de vida de enormes grupos poblacionales. No es poca cosa el trofeo de esta guerra.

El antropólogo Marc Augé, consideraba que vivimos una “catástrofe” a la cual hay que prestar
mucha atención y destacaba la posibilidad de que lo “real se ha convertido en ficción”. Y en
toda ficción, apunta Augé, lo que priva no solo es la superabundancia de imágenes, sino sobre
todo “la abstracción de la mirada”.

No se trata del secuestro de nuestros ojos 10 horas al día a través de una pantalla. Se trata de
la monopolización de nuestros referentes, símbolos, expectativas, recuerdos y utopías.

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