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Escuela de Psicología Social del Sur

Asignatura: Psicología General

Clase 3

En la clase vamos a abordar a Sistémicos, Constructivismo, Construccionismo


Social por un lado y la Psicología Comunitaria en América Latina por el otro. Estas
teorías o conceptualizaciones (deudoras unas del paradigma de la complejidad y,
otras, de la tradición marxista) tienen, como rasgo compartido, una centralidad
en la mirada de las formas vinculares, el lazo social que se contraponen a la
mirada de la Psicología que hace eje en el individuo.
Para adentrarnos en ellos lo haremos desde la mirada de la Dra Gladys Adamson en
cuanto a Sistémicos, Constructivismo y Construccionismo Social, mientras que,
para la Psicología Comunitaria en América Latina, lo haremos a través de un artículo de
la Licenciada en Psicología y Dra. en Psicología Social Marcela Alejandra Parra, quien
fuera Jefa de Residencias de la Residencia en Salud Mental Comunitaria de la Provincia
de Río Negro.

Sistémicos, Constructivismo y Construccionismo Social

Dra. Gladys Adamson


En esta clase me interesa rastrear ciertas concepciones teóricas significativas de
la segunda mitad del Siglo XX. Estas teorías o conceptualizaciones tiene en
común una mirada donde el lazo social, lo interaccional, resulta relevante en
contraposición a aquellas explicaciones o causalidades que, desde la Psicología,
hacían anclaje en el individuo.

J. Bowlby (1907-1990) Psicólogo y psicoanalista ingles indagó en menores


desadaptados y delincuentes. Su interés se hallaba en encontrar patrones de
interacciones familiares que actuaran tanto en el desarrollo normal como en el
patológico. A partir de esta indagación desarrolló su teoría del apego. A pesar que
supervisaba con M. Klein, de quien tomó su teoría de las relaciones objetales,
mantuvo una clara diferencia con ella ya que le otorgaba mucha importancia a la
relación efectiva del niño con su madre como experiencia presente y no solo las
fantaseadas por el infante en el consultorio.

Bowlby indagó acerca de la.conducta de apego y la importancia de ésta en


los animales y sobre todo en primates superiores. Llamaba la atención que tanto
en gallinas, vacas, caballos y ovejas a pesar que la cría nace lo bastante
desarrollada como para, a las pocas horas, poder moverse por su propia cuenta
cuando la madre se aleja la cría la sigue. En el ser humano si bien el recién
nacido alcanza un desarrollo muy inferior una vez adquirida una mínima movilidad
también se pone de manifiesto una tendencia a mantenerse cerca de la madre.
Escribe: “en la actualidad parece indiscutible que el lazo que une al niño con su
madre es la versión humana de una conducta generalmente muy clara en muchas
especies de animales” 1 . Rastreó investigaciones que se llevaron a cabo acerca de
la conducta de apego en los monos rhesus, en los mandriles, chimpancés y
gorilas. Él mismo crió a un primate a partir de sus primeros días de vida del cual
señala que “desde un principio asía firmemente todo objeto que se le colocara en
el mano y protestaba a gritos si se lo quitábamos y, cada vez se fue apegando
más y más a mí, hasta que por fin era casi imposible separarlo” 2 .

Se opone a la teoría que en el ser humano el disfrutar de la compañía de


congéneres se deba a un impulso secundario y que sea la alimentación que se le
brinda al niño la que le otorga la oportunidad de aprender a estar a gusto en
compañía de otros. Se apoya incluso en las investigaciones de Lorenz sobre el
imprinting en los animales para remarcar que la conducta de apego es de
características primarias: para Bowlby la conducta de apego seria una estrategia
evolutiva de supervivencia para proteger al infante de predadores. Ya adultos, en
los primates de gran tamaño la seguridad reside en integrarse a la manada.

Sostiene que la mayoría de los bebes de alrededor de tres meses ya


reaccionan en presencia de la madre de manera diferenciada que frente a otras
personas. Progresivamente surgen señales como la sonrisa o el balbuceo para
mantenerse en contacto con ella al igual que seguirla con la mirada. Las señales
de comunicación van siendo progresivamente más complejas como el llanto,

1
Bowlby, J. “El vinculo que une al niño con su madre: la conducta de apego”, Cáp. II de El apego, Barcelona,
Paidós 1998, pág. 254
2
Ibíd pág. 268

2
saludos, el nombrarla, volviéndose cada vez mas activo en propiciar o mantener
la interacción con ella.

Antes de los tres años la mayoría de los pequeños (en el preescolar por
ejemplo) demuestra una gran angustia cuando la madre se aleja y reaccionan con
pasividad o se vuelven muy demandantes con el maestro. Sin embargo superados
los tres años toleran más la ausencia temporal de la madre y acceden a jugar con
otros niños, desarrollando una mayor confianza en los cuidadores sustitutos como
figuras subsidiarias de apego. En ambientes extraños (plazas, parques etc.) los
niños hasta la pubertad requieren periódicamente la atención de los progenitores,
a través de la mirada, palabras de aliento etc. Bowlby escribe: “ En la
adolescencia, el vínculo de apego que une al hijo con sus padres cambia. Otros
adultos comienzan a tener para él, igual o mayor importancia que los padres y el
cuadro se completa con la atracción sexual que empieza a sentir por compañeros
de su misma edad” 3 .

Bowlby sostiene que el vínculo con los padres se mantiene durante toda la
vida adulta y en la vejez es frecuente que se dirija a los infantes nuevamente. La
conducta de apego es un tipo de lazo social que en la adolescencia y la vida
adulta no solo se suele dirigir hacia personas de afuera de la familia sino también
hacia grupos e instituciones como la universidad, un grupo de trabajo o religioso o
político constituyéndose en figuras de apego. En la adultez ante cualquier
situación de riesgo se intensifica la conducta de apego ya que el sujeto tiende a
buscar la proximidad de algún conocido en el que confía. Bowlby se opone a que
se aplique el adjetivo de regresiva a toda manifestación de conducta de apego en
la vida adulta. Escribe: “Llamar regresiva a la conducta de apego de los adultos
es, desde luego, ignorar el papel esencial que desempeña ésta en la vida del
hombre, desde la cuna hasta la sepultura” 4 .

Escuela sistémica: Me referiré ahora a la concepción vincular de la Escuela de Palo


Alto. Emerge en el contexto del surgimiento de las Terapias Familiares de los años 50. En
esa década en E.E.U.U. los psicoanalistas comenzaron a incluir a la familia como forma
de aumentar su comprensión de la patología de sus pacientes. Influyó en ello el hecho
que ya el psicoanálisis culturalista o humanista como el de E. Fromm y K. Horney

3
Bowlby, J. “El vinculo que une al niño con su madre: la conducta de apego”, Cáp. II de El apego, Barcelona,
Paidós 1998, pág. 283
4
Ibíd pág. 284

3
enfatizaba la importancia de los factores culturales y sociales en la génesis de las
neurosis de los cuales la familia era la inevitable intermediaria.

A partir de 1960, y dada la importancia de la teoría de la Comunicación en E.E.U.U.


la Escuela de Palo Alto se orienta hacia las investigaciones de G. Bateson sobre la
articulación entre comunicación y psiquiatría y desarrollan en conjunto la teoría del doble
vínculo en la familia del esquizofrénico. La denominación de Escuela sistémica proviene
del hecho que el planteo del doble vinculo parte de la consideración de la familia como un
sistema. Las primeras investigaciones acerca de la comunicación en las familias con un
miembro esquizofrénico descubrieron que si el paciente mejoraba otro miembro de la
familia comenzaba a desarrollar síntomas. Llegaron a la conclusión que todo el sistema
familiar tal como operaba le resultaba imprescindible que un miembro desarrollara el
síntoma patológico. Este mecanismo refractario a la modificación del sistema familiar D.
Jackson lo denominó homeostasis familiar. El concepto central de la Escuela sistémica es
considerar a las familias como sistemas, esto significa que el todo es más que la suma de
las partes y que la conducta de un integrante de la familia solo es comprensible y
abordable considerando a toda la familia como sistema interrelacionado. Considerando
que la familia es el contexto ineludible de la socialización del infante y que a este le es
imposible huir de esa situación es entendible que un miembro de la familia quede
entrampado en un una forma peculiar de comunicación que le es impuesto por ésta. Lo
denominaron Double Bind o doble vínculo y se caracteriza por las comunicaciones
paradojales. En síntesis, el doble vínculo se caracteriza por una situación de
entrampamiento del integrante de la familia que no puede evitar recibir mensajes
paradojales y contradictorios.

La Escuela de Palo Alto, a fines de los años 70 tuvo una reorientación al articular
sus desarrollos sistémicos en terapia familiar con las contribuciones del especialista en
cibernética Heinz von Foerster. Escribe Carlos E. Sluzki. “fue sólo a partir de la
conferencia de 1978 en Palo Alto que el campo de la terapia familiar se “apropió” de von
Foerster (…) Y así la terapia familiar pudo acompañarlo y enriquecerse inmensamente, en
especial a partir de las contribuciones de este maestro a la “cibernética de segundo
orden”, la puerta regia al constructivismo, nuevo lenguaje de las terapias sistémicas”5.

Hasta ese momento la familia era considerada un sistema y por lo tanto los
terapeutas se ubicaban como observadores externos al mismo. Ello implicaba que había
5
Sluzki, C. “Presentación” en von Foerster, H. Las Semillas de la cibernética , Barcelona, Gedisa editorial,
1991, pág. 9

4
una realidad objetiva exterior y que el terapeuta debía ayudar a la familia a develar esa
red patológica.

En 1981 se publica el libro La realidad inventada de Paul Watzlawick dando


comienzo a un movimiento denominado constructivismo que afectó profundamente a la
escuela sistémica. Este nuevo movimiento invocaba los trabajos de H. von Foerster
articulándolos posteriormente con la Teoría de la Complejidad (I. Prigogine y E. Morin)

Heinz von Foerster consideró que la cibernética debía afrontar un nuevo modelo
epistemológico en el cual el observador formara parte del sistema estipulando sus propios
objetivos y su propio papel dentro del mismo. Plantea así la cibernética de segundo orden.
En la cibernética de segundo orden, el conocimiento no implica una correspondencia con
la realidad. En el Encuentro Interdisciplinario Internacional “Nuevos paradigmas, Cultura y
Subjetividad” desarrollado en Buenos Aires entre 21 al 23 de Octubre de 1991. H. von
Foerster expone: “El lenguaje y la realidad están íntimamente conectados, por supuesto.
Suele sostenerse que el lenguaje es la representación del mundo. Yo más bien querría
sugerir lo contrario: que el mundo es una imagen del lenguaje. El lenguaje viene primero,
el mundo es una consecuencia de él”6.

A partir del constructivismo, los terapeutas familiares descubrieron que la


producción conjunta de lo real en psicoterapia es más importante que la búsqueda de la
verdad o de la realidad. Una psicoterapia exitosa no implica que el terapeuta haya tenido
razón, sino que la construcción que él ha realizado con los miembros de la familia sea
operativa.

Luego, hacia fines de los años 80, el constructivismo fue cuestionado a su vez por
el constructivismo social. Si bien está asociado a concepciones de la postmodernidad por
sus concepciones de relatividad ellos enfatizan que la realidad es una construcción social
producida por un contexto de interacciones narrativas. En sus posiciones más extremas la
realidad es equiparada a una determinada significación de la misma por lo cual si se
modifica la narrativa compartida se modifica la realidad como si ésta fuera equivalente de
una significación determinada.

K. Gergen desde el construccionismo social no comparte una posición extrema


respecto de la importancia de las narrativas y pone el acento en el lenguaje compartido y
en las acciones de los sujeto interactuando en conjuntos sociales. Según Gergen, el

6
Von Foerster, H. “Visión y conocimiento: disfunciones de segundo orden” (1991) (Schnitman, D. F.
(compiladora) Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, Buenos Aires, Paidos, 1998 2º reimpresión.

5
constructivismo está ligado aún a la tradición occidental del individualismo en la medida
en que describe la construcción del saber a partir de procesos intrínsecos al individuo,
mientras que el construccionismo social, por el contrario, busca remontar las fuentes de la
acción humana a las relaciones sociales.

Retoma la importancia que el interaccionismo simbólico le otorgó a la dimensión de lo


simbólico en las relaciones humanas. Escribe: “El construccionismo social considera el
discurso sobre el mundo no como una reflexión o mapa del mundo, sino un dispositivo de
intercambio social. Intenta ir más allá del empirismo y el racionalismo al ubicar el
conocimiento dentro del proceso de intercambio social” 7. Incluso respecto al concepto de
verdad escribe: “Las creencias en lo verdadero y en lo bueno dependen de que haya un
grupo inspirador y homogéneo, de partidarios de dichas creencias, quienes definan lisa y
llanamente aquello que, según suponen, está “allí” sin lugar a dudas”8.

El hecho de poner énfasis en que la conducta humana es comprensible solo a partir


de su interacción social ubica a K. Gergen y al construccionismo social en las teorías que
tienen en común una metodología relacional para la comprensión del ser humano. Escribe
K. Gergen: “el construccionismo encuentra fuerte resistencia dentro de la psicología, al
trasladar la explicación de la conducta desde el interior de la mente, a la explicación de la
misma como un derivado de la interacción social”9.

Este autor plantea una perspectiva de lo racional como sociorracionalismo ya que lo


considerado racional no seria una aptitud propia de la mente de individuos y que
caracterizaría lo humano sino que: aquello considerado racional es producto de lo que ha
sido consensuado como tal por los seres interactuantes del conjunto social. A partir de
esta inteligibilidad compartida surgen también normatividades comunes entre distintos
sectores o comunidades sociales. Para el construccionismo social la realidad es
construida a través de las prácticas humanas entendidas como prácticas sociales
conjuntas. Son estas actividades humanas las que crean y significan la realidad en un
momento histórico determinado. A las relaciones humanas no las comprende como
relaciones de dos sujetos individuales sino en términos de interdependencia
intersubjetiva10 Escribe K. Gergen: “Para los construccionistas, las descripciones y las
explicaciones ni se derivan del mundo tal como es, ni son el resultado inexorable y final
7
Gergen, K. J. “El movimiento del construccionismo social en la psicología moderna” www.comminit.com
8
Gergen, K.J. El yo saturado, Barcelona, Paidos 2006 pág. 13.
9
Ibidem
10
Gergen, K. J. “La crisis de la representación y la emergencia de la construcción social” en Realidades y
Relaciones, Barcelona, Paidos, 1996 pág 265

6
de las propensiones genéticas o estructurales internas al individuo. Más bien, son el
resultado de la coordinación humana de la acción. Las palabras adquieren su
significado solo en el contexto de las relaciones actualmente vigentes. Son (…) el
resultado no de la acción y la reacción individual sino de la acción conjunta (…)
las palabras son inherentemente “interindividuales. Esto significa que alcanzar la
inteligibilidad es participar en una pauta reiterativa de relación, o, de ser lo
suficientemente amplia, en una tradición”11.

Según C. Fernández Villanueva: “la reflexión y creación construccionista tiende a


desarrollar y favorecer las practicas comunalistas sobre las individualistas, enfatizar la
interdependencia mas que la independencia. Estas actitudes derivan del presupuesto
epistemológico construccionista que asume que el conocimiento se construye socialmente
(…) el construccionismo enfatiza lo relacional frente a lo individual”12.

En su libro El Yo saturado describe las condiciones de vida de la posmodernidad


donde de acuerdo a las demandas relacionales, tecnológicas surgen identidades mas
parciales, mas fragmentadas y coyunturales con un cierto riesgo de la dispersión o
disolución del yo frente a esa multiplicidad de demandas. El yo aparece así como
concebido de manera relacional. Le interesa cómo el ser humano es producido o
construido en las relaciones sociales y en los ámbitos de participación social.

La perspectiva del construccionismo social incluye la acción conjunta o cooperativa


en la construcción de los significados acerca del mundo y de las cosas. Partiendo de
procesos de comunicación logrando formas de comprensión de la realidad que al ser
consensuados conforman modelos de comprensión que se articulan con los de otras
actividades sociales formando modelos relativamente comunes de la sociedad en su
conjunto.

Dra. Marcela Alejandra Parra13

11
. Ibíd pág.73
12
Fernández Villanueva, C. Psicologías sociales en el umbral del siglo XXI Madrid, Editorial Fundamentos,
2003 pág. 203.
13
Revista «Poiésis», disponible en
http://www.funlam.edu.co/revistas/index.php/poiesis/article/viewFile/287/276

7
La Psicología Comunitaria en América Latina

El surgimiento de la Psicología Comunitaria en nuestro continente

"La Psicología de Comunidad no existe en todos los países del área y, en aquellos que
existe, toma nombres diferentes. Se trata de un campo fragmentario cuyas características
son las de una disciplina que se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo" (Serrano
García y otros, 1992) y cuya delimitación no es fácil. Campo fragmentario donde existen
una diversidad de prácticas y teorizaciones que no pueden ser encerradas dentro de un
modelo único.

Si bien el nombre de Psicología Comunitaria nace en Estados Unidos en la década del


sesenta y desde allí se extiende e influencia a la Psicología Europea -sobre todo a la
Psicología Española e Italiana- y a la Psicología Latinoamericana, en esta última
reconocemos la existencia de desarrollos teóricos que no tienen influencia directa de la
Psicología Comunitaria Estadounidense, sino que más bien tienen que ver con avances
propios y con otras influencias teóricas y del contexto histórico-social presentes en esta
región del continente.

Como sostienen Serrano García y otros (1992), “el trabajo social-comunitario no deja
de realizarse en nuestras tierras. Lo que no suele ser del todo común es la unión entre
este trabajo y la Psicología".

Si bien es en la década del setenta donde aquí se comienza a evidenciar un especial


interés por las orientaciones comunitarias (Serrano García y otros, 1992), desde antes se
reconoce que, aún sin apelar a la denominación de Psicología Comunitaria aunque sí con
un claro adelanto metodológico, se venían realizando aislada y silenciosamente
desarrollos comunitarios interdisciplinarios en los cuales están presentes todas las
características que luego pasarán a definir a la Psicología Comunitaria" (Montero, 1984).

Es difícil dejar de hacer referencia al clima sociopolítico que da contexto a todo ese
proceso ya que, como sostiene Rodriguez Kauth (1990), la dinámica política en nuestros
pueblos había cambiado en ese entonces de contenido respecto a tiempos anteriores y
habían cobrado cuerpo distintos avances de tipo revolucionarios como el cheguevarismo,
el sandinismo, etc. o bien movimientos como el peronismo, el trabalhismo, etc.

Además de la influencia de este contexto, el origen de la Psicología Comunitaria


Latinoamericana tiene que ver también con la crisis del paradigma de la Psicología Social
tradicional (Serrano García y otros, 1992). Así, si bien se habla de la Psicología

8
Comunitaria como de una de las ramas más recientes de la Psicología, "no puede dejar
de indicarse su basamento psicosocial, así como el uso que la misma hace de
procedimientos, técnicas, instrumentos y métodos provenientes de la Psicología Social"
(Montero, 1984) así como de otras disciplinas y prácticas que se desarrollan en nuestra
región.

La psicología comunitaria en América Latina

Durante los setenta, los Psicólogos Sociales sensibilizados ante la realidad social de las
mayorías de nuestro pueblo, hicieron confluir una masa de conocimientos teóricos
recibidos en los ámbitos universitarios. Esta unión entre sensibilidad y capacitación
instrumental logró que numerosos profesionales de las ciencias sociales pusieran sus
talentos y conocimientos al servicio de dicha realidad social.

De este modo, siguiendo a Serrano García y otros (1992) podemos hacer referencia
que operan como condicionantes del surgimiento de la Psicología Comunitaria en América
Latina y a las que anteriormente ya hemos hecho referencia. La primera de estas
características es la fuerte orientación hacia la aplicabilidad de la disciplina. Dicho énfasis
fue preocupación esencial dentro de la Psicología Social de los años setenta, en el
momento en que varias voces denunciaron su crisis y exhortaron a una resolución de la
misma por medio de, entre otras cosas, el compromiso social. La segunda característica,
relacionada fuertemente con la anterior, es el énfasis puesto en los aspectos ideológicos
respecto a la práctica científica.

Volviendo al campo disciplinar, podemos decir que las diferentes expresiones de la


Psicología Comunitaria surgen como respuestas no sólo a la crisis de la Psicología Social
Tradicional sino también a la crisis de otros paradigmas como el de la Psicología
Individual (Serrano García y otros, 1992).

Las principales críticas que se hacen a dichos paradigmas son: la ausencia de un


marco conceptual integrado; la fragmentación del objeto de estudio y la falta de
historicidad; el aislamiento relativo de la psicología de las otras ciencias sociales; el
énfasis individualista y psicologizante; la falta de reconocimiento de la especificidad de los
fenómenos sociales en términos de espacio y tiempo; el énfasis excesivo en el método de
investigación experimental; la falta de pertinencia de la disciplina a los problemas
sociales; y la falta de validez transcultural en los datos o teoría psicosociales (Serrano
García y otros, 1992).

9
Por su parte, Maritza Montero (1984) caracteriza este nacer de la Psicología
Comunitaria como el esfuerzo, coincidente y curiosamente paralelo, de diversos grupos
de psicólogos latinoamericanos y de otros profesionales de las ciencias sociales, que
comienzan a enfrentar una serie de problemas que surgen en una realidad muy concreta:
el subdesarrollo de América Latina, la dependencia de los países que integran la región.

Estos problemas comienzan a ser vistos en su relación contextual y las explicaciones,


paradigmas y teorías psicológicas vigentes comienzan a aparecer entonces como
inadecuadas, incompletas, parciales. Se cae en la cuenta de que las soluciones dadas
sólo alcanzan para tratar sólo el malestar de unos pocos e ignoran la dolencia de muchos.

La necesidad de dar respuestas inmediatas a numerosos problemas se hace evidente


y cobra fuerza entonces la idea de que toda transformación, para ser verdadera, debe
serlo tanto en el ámbito social como en el individual y que las soluciones no son tales si
no involucran la participación de los individuos a las que van dirigidos. En ese sentido se
empieza a hablar de la autogestión.

Según Montero (1984) durante los años 50 y 60, más que de una Psicología
Comunitaria Latinoamericana, debe hablarse de desarrollo comunitario, de participación,
de autogestión a solas. Se trata más bien de una estrategia, de una metodología donde el
aporte psicosocial aún no ha sido del todo clarificado. Es sólo a fines de la década del 60
y comienzo de los 70, cuando surgen los primeros intentos de sistematizar lo que ya es un
quehacer con logros firmemente establecidos y puede entonces comenzarse a hablar de
una Psicología Comunitaria.

Según Saforcada (1992) los contextos académicos y de aplicación en los cuales surge
este campo de la psicología venían desarrollando experiencias que implicaban un
compromiso con la lucha contra el subdesarrollo y la dependencia a través de trabajos
multidisciplinarios de desarrollo comunitario.

En suma, podemos decir que es toda esta particular conformación de la realidad


histórico-social y académica de estas tierras ubicadas al sur del Río Bravo la que va
marcando el perfil característico y la especificidad de la Psicología Comunitaria
Latinoamericana. Algunos ejes comunes a los distintos paradigmas que podemos
diferenciar dentro de la Psicología Comunitaria Latinoamericana.

Tomando el aporte de diferentes autores (Escovar, 1980; Marín, 1980; Montero, 1984;
Serrano García y otros, 1992) podemos decir que existen dentro de la Psicología

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Comunitaria Latinoamericana, diferentes paradigmas: la Psicología Transcultural , la
Psicología Social Aplicada, la Psicología Materialista Dialéctica, la Tecnología Social, la
Psicología Social para el Desarrollo Social y Económico, la Psicología Social Comunitaria,
la Psicología Comunitaria, la Psicocomunidad, entre otros.

Un análisis realizado a partir de los aportes de cada uno de estos paradigmas, nos
permite delinear algunos ejes comunes a todos ellos y decir que los puntos en donde
encontramos las mayores coincidencias entre todos ellos tienen que ver con las
necesidades y las preocupaciones a partir de las cuales surgen y las fuentes teóricas que
les dan origen. Una menor coincidencia la encontramos en torno a los conceptos que
proponen y a la manera en que entienden el rol profesional.

Finalmente, donde existe el mayor grado de diversidad entre los diferentes modelos,
es en las estrategias de intervención y en la finalidad que se proponen para las mismas.

Respecto a las necesidades y preocupaciones a partir de las cuales surge cada uno
de los paradigmas existe un eje común dado por: la importancia asignada a la relevancia
social que tiene que tener la Psicología en relación al contexto social, político y cultural de
América Latina; el interés por contribuir a la solución de problemáticas concretas; el
señalar la necesidad de un cambio social; el indicar la importancia de las variables
culturales y el cuestionamiento al universalismo a priori de las leyes y principios
psicológicos; el tender a la aplicabilidad de los distintos hallazgos; y la crítica hacia el
paradigma de la Psicología Social Tradicional y la Psicología Individual.

En cuanto a las fuentes teóricas, el eje común viene dado por: la Psicología Social; la
Sociología y, en general, por los aportes provenientes de las demás Ciencias Sociales.
Respecto a los conceptos utilizados podemos decir que hay un eje común que pasa por
los conceptos específicos de cada área temática investigada, por algunos conceptos de
carácter sociológico y por conceptos más específicos tales como el de alienación, control,
conciencia, ideología, necesidad, desesperanza aprendida, investigación, cambio social y
dialéctica.

En cuanto al rol profesional el eje común pasa por conceptualizar al mismo en tanto
que investigador, tecnólogo, interventor/investigador, catalizador, facilitador y agente de
cambio social a la vez que en señalar las implicancias sociales, ideológicas y políticas de
dicho rol profesional.

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Respecto a la estrategia y al objetivo de la intervención, y aunque hay mucha
diversidad entre los distintos paradigmas, podemos decir que un eje común pasa por: la
utilización de todos los hallazgos en las intervenciones; el señalar la simultaneidad de la
intervención y la investigación; el reconocer dos niveles de intervención (los factores
psicológicos y los factores estructurales) estando el fin de la intervención generalmente
orientada a la solución de los problemas; a la búsqueda del cambio social y tomando en
cuenta siempre las relaciones de poder.

La categoría supuestos básicos no la hemos consignado específicamente porque


hemos ido incluyendo sus elementos a partir de las restantes categorías. Sin embargo
cabría señalar cierta convergencia en relación a: la concepción del ser humano como
sujeto histórico, social y cultural; la necesidad de contar con un marco interdisciplinario; el
considerar a los distintos modelos conceptuales en tanto que posibles de ser modificados
permanentemente a partir de la práctica.

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Bibliografía para esta clase
GLASSERMAN M.: Propuestas terapéuticas contemporáneas: perspectiva sistémico-
relacional (ponencia)

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