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Pulsión y caminos de la pulsión (1915)

PULSION: concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los
estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia del
trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.

Términos que se usan en conexión con el concepto de pulsión:

-Esfuerzo de la pulsión: se entiende su factor motor, la suma de fuerza fue la medida de la exigencia de
trabajo que ella representa.

-Meta de la pulsión: es en todos los casos la satisfacción que solo puede alcanzarse cancelando el estado
de estimulación de la fuente de la pulsión. Pulsiones de meta inhibida: procesos a los que se permite
avanzar un trecho en el sentido de la satisfacción pulsional, pero después experimentan una inhibición o
una desviación. Cabe suponer que también con tales procesos va asociada a una satisfacción parcial.

-Objeto de la pulsión: es aquella en o por lo cual se alcanza la meta. Es lo más variable de la pulsión. No
esta enlazado originariamente con ella, sino que se le coordina solo a consecuencia de su aptitud para
posibilitar la satisfacción.

-Fuentes de la pulsión: se entiende aquel proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo.
Cuyo estimulo es representado en la vida anímica por la pulsión.

Freud destacara cuatro caminos de la pulsión: El trastorno hacia lo contrario; la vuelta hacia la persona
propia; la represión; sublimación.

Para poder trabajar sobre los destinos de la pulsión, Freud nos advierte que estos van de la mano de las
defensas sobre los destinos de la pulsión. Es decir, para la pulsión, el destino incluye defenderse de
hallarlo.

Freud desarrolla la idea de que los destinos de pulsión consisten en mociones pulsionales sometidas a las
tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica: un biológica, la que media entre actividad y
pasividad; una real, la que media entre el yo y el mundo exterior; y otra económica, que es aquella que se
mueve entre el placer y el displacer.

INCONCIENTE: es el concepto clave de la teoría, puesto que constituye su principal objeto de estudio y
designa en el sentido tópico un sistema y un lugar psíquico desconocido para la conciencia y, en el sentido
dinámico, al conjunto de conceptos reprimidos que son mantenidos al margen, apartados de la conciencia,
aun cuando ellos muestren una permanente efectividad psíquica e intensa actividad a través de
mecanismo y formaciones específicas.

EL YO Y EL ELLO: ser consciente es, en primer lugar, una expresión puramente descriptiva, que invoca la
percepción más inmediata y segura. En segundo lugar, la experiencia muestra que un elemento psíquico,
por ejemplo una representación, no suele ser consciente de manera duradera. Lo característico, más bien,
es que el estado de la consciencia pase con rapidez; la representación ahora consciente no lo es más en
el momento que sigue, solo que puede volver a serlo bajo ciertas condiciones que se producen con
facilidad. Entretanto ella era… no sabemos qué. Podemos decir que estuvo latente, y por tal entendemos
que en todo momento fue susceptible de conciencia. También damos una descripción correcta si decimos
que ha sido inconsciente. Eso inconsciente coincide entonces con latente-susceptible de conciencia
(INCONSCIENTE EN SENTIDO DESCRIPTIVO).

Se ha llegado al término inconsciente también por otro camino: por procesamiento de experiencias en las
que desempeña un papel la dinámica anímica. Tenemos averiguado que existen procesos anímicos o
representaciones muy intensos, aquí entra en cuenta por primera vez un factor cuantitativo y, por tanto,
económico, que, como cualesquiera otras representaciones, pueden tener plenas consecuencias para la
vida anímica solo que ellos mismos no devienen conscientes. Tales representaciones no pueden ser
conscientes porque cierta fuerza se resiste a ello, que si así no fuese podrían devenir conscientes.
Llamamos represión o esfuerzo de desalojo al estado en que ellas se encontraban antes de que se las
hiciera conscientes, y aseveramos que en el curso del trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia la
fuerza que produjo y mantuvo a la represión. Por lo tanto, es de la doctrina de la represión de donde
extraemos nuestro concepto de inconsciente. Lo reprimido es para nosotros el modelo de lo inconsciente.
Vemos que tenemos dos clases de inconsciente: lo latente, aunque susceptible de consciencia, y lo
reprimido, que en sí y sin más es insusceptible de consciencia. Llamamos preconsciente a lo latente, que
es inconsciente solo descriptivamente, no en el sentido dinámico, y limitamos el nombre inconsciente a lo
reprimido inconsciente dinámicamente, de modo que ahora tenemos tres términos: consciente,
preconsciente e inconsciente, cuyo sentido ya no es puramente descriptivo. El preconsciente, suponemos,
está mucho más cerca de la consciencia que el inconsciente, y puesto que hemos llamado psíquico al
inconsciente vacilaremos todavía menos en hacer lo propio con el preconsciente latente.

La consideración dinámica nos aportó la primera enmienda; la intelección estructural trae la segunda.
Discernimos que lo inconsciente no coincide con lo reprimido, sigue siendo correcto que todo lo reprimido
es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido. También una parte del yo puede ser
inconsciente. Y esto inconsciente del yo no es latente en el sentido de lo preconsciente, pues si así fuera
no podría ser activado sin devenir consciente, y el hacerlo consciente no depararía dificultades tan
grandes. Puesto que nos vemos así constreñidos a estatuir un tercer inconsciente, no reprimido, debemos
admitir que el carácter de la inconciencia pierde significatividad para nosotros.

TRANSFERECIA: el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos
objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de
la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento
de actualidad. Casi siempre, lo que los psicoanalistas denominan transferencia, sin otro calificativo, es la
transferencia en la cura. La transferencia se reconoce clásicamente como el terreno en el que se
desarrolla la problemática de una cura psicoanalítica, caracterizándose ésta por la instauración,
modalidades, interpretación y resolución de la transferencia.

Tres tipos de transferencias (Sobre psicoterapia de la histeria 1895):

1-Cuando la enferma se cree relegada, menospreciada, afrentada o a escuchado cosas desfavorecedoras


sobre el médico y el método del tratamiento.

2-Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado a la persona del médico, perder su
autonomía frente a él y hasta caer en dependencia sexual de él.

3-Cuando la enferma se espanta por transferir a la persona del médico las representaciones penosas que
afloran en el contenido del análisis.

Más allá del principio de placer 1920:

El enfermo se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente en vez de recordarlo como el
médico preferiría, en calidad de pasado. Esta reproducción tiene siempre por contenido un fragmento de la
vida sexual infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones, regularmente escenificándose
en el terreno de la transferencia de la relación con el médico (argierem: recordar, repetir y reelaborar). De
este modo se puede decir que la anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, neurosis de
transferencia. Por lo general el médico no puede ahorrar al analizado esta fase de la cura, tiene que
dejarle revivenciar cierto fragmento de su vida olvidada; con esto se habrá ganado el convencimiento del
paciente y el éxito terapéutico que depende de aquél.

Los neuróticos repiten en la transferencia todas las ocasiones indeseadas y estas situaciones afectivas
dolorosas reanimándolas con gran habilidad. Se afanan por interrumpir la cura incompleta, saben
procurarse de nuevo la impresión del desaire, fuerzan al médico a dirigirles palabras duras. Nada de eso
pudo procurar placer entonces; se creería que hoy produciría un displacer menor i emergiera como
recuerdo o en sueños, en vez de configurarse como vivencia nueva. Se trata de la acción de las pulsiones
que estaban destinadas a conducir a la satisfacción, pero ya en aquel momento no la produjeron, sino que
conllevaron solo displacer. Se la repite a pesar de todo, una compulsión esfuerza a ello.
REPETICION

La compulsión de repetición o, simplemente, repetición es un concepto que Sigmund Freud definió para
intentar dar un fundamento al impulso de los seres humanos a repetir actos, pensamientos, sueños,
juegos, escenas o situaciones desagradables o incluso dolorosas.
El "carácter conservador" de las pulsiones y su "indestructibilidad" son ambas características también
descritas por Freud. J. Laplanche y J. B. Pontalis lo definen así:
A nivel de la psicopatología concreta, proceso incoercible y de origen inconsciente, en virtud del cual el
sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo así experiencias antiguas, sin recordar el
prototipo de ellas, sino al contrario, con la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente
motivado en lo actual.
En la elaboración teórica que Freud da de ella, la compulsión a la repetición se considera como un factor
autónomo, irreductible, en último análisis, a una dinámica conflictual en la que sólo intervendría la
interacción del principio del placer y el principio de realidad. Se atribuye fundamentalmente a la
característica más general de las pulsiones: su carácter conservador.

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