Está en la página 1de 38

2016

“LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL


MANEJO DE RIEGOS”

INTEGRANTES DEL GRUPO :


1) LOPEZ CALLE, Elna Elita

2) PRECIADO ORTIZ, Vanessa Elizabeth

CICLO : VII ADMINISTRACION SUA


DOCENTE TUTOR : PERICHE CASTRO, EDITA. CURSO : DESARROLLO ORGANIZACIONAL

06/05/2016
TEMA:“LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
EN EL MANEJO DE RIESGOS”

FINALIDAD:

 “Una efectiva reducción del riesgo de desastres requiere de la participación


de la comunidad. La participación de las comunidades en el diseño y a
ejecución de actividades ayudan a garantizar que dichas actividades estén
adoptadas a las vulnerabilidades y necesidades actuales de la población
afectada. Esta participación ayuda a evitar los problemas y efectos
secundarios cuando se producen los efectos peligrosos. Los enfoques
participativos pueden capitalizar de mejor manera los mecanismos y
conocimientos locales existentes y son efectivos para el fortalecimiento de
los conocimientos y capacidades de la comunidad. Las comunidades
generalmente son más sensibles a las cuestiones de género, culturales y
otras condiciones específicas que puedan socavar o empoderar grupos e
individuos particulares para la acción local. La incorporación de las
perspectivas locales en las decisiones y actividades también ayuda a
asegurar que los cambios en la vulnerabilidad y en la percepción del riesgo
sean reconocidos e insertados en los procesos institucionales, la evaluación
de los riesgos y otros programas y políticas”
DEDICATORIA

A Dios como ser supremo y


creador nuestro y de todo lo
que nos rodea y por habernos
dado la inteligencia, paciencia
y ser nuestro guía en nuestras
vidas.

A nuestros padres. Que


siempre están ahí
brindándonos su apoyo
incondicional siendo un
ejemplo de vida a seguir.
AGRADECIMIENTO

Agradecer a DIOS por ser


nuestro guía, y por ser ejemplo
más grande del amor en este
mundo.

En especial a nuestra
profesora Edita Periche Castro
de la universidad ULADECH
por permitirnos dotarnos de
conocimientos para nuestra
autorrealización.
EPIGRAFE

“Nadie sabe a ciencia cierta lo que

ocurrirá en el futuro en nuestras

vidas, pero de una cosa estamos

seguros: de que las decisiones que

tomemos hoy, determinarán lo que

seremos mañana”.
INTRODUCCIÓN

La historia de América Latina muestra la gran vulnerabilidad de nuestra Región a los riesgos naturales, los
desastres y los cambios climáticos. Entre las condiciones que generan riesgo en esta parte del mundo se cuentan
los terremotos, las inundaciones, los huracanes, pero también la pérdida de glaciares, que afecta nuestra
provisión futura de agua.

Todo esto exacerba las condiciones de pobreza de nuestra Región, donde más del 50% de los habitantes están
bajo la línea de pobreza. Los desastres hacen a los pobres más pobres y atentan contra los procesos de
desarrollo y su efectividad.

En este sentido, el papel de los gobiernos y la sociedad civil (con una responsabilidad común pero diferenciada)
es estar preparados para la probable ocurrencia de estos fenómenos. Una condición que aumenta esta
exposición al riesgo, tan dañina como la precariedad de infraestructura, es la escasa participación social, que
magnifica por inacción o por desorden los efectos de un fenómeno natural.

Sin embargo, es necesario entender que la gestión de riesgos está conformada por una serie de iniciativas o
propuestas, que buscan eliminar las diferentes condiciones que generan vulnerabilidad. Y para que estas
propuestas funcionen, no sólo deben estar diseñadas adecuadamente en términos técnicos, sino deben estar
planeados de tal manera que puedan ser asumidos sosteniblemente por las personas.

Partiendo de la premisa que no hay éxito en la gestión de riesgos (como en todo proceso de desarrollo) si la
población no participa, este artículo busca plantear un modelo para lograr esta participación. Para ello,
usaremos como base conceptual el Marketing social, que busca precisamente que las personas adopten los
productos (o propuestas técnicas) sociales y ambientales, clasificación donde la gestión de riesgos se
encuentra.
En primer lugar, haremos una revisión conceptual de gestión de riesgos y de participación ciudadana. A
renglón seguido plantearemos como puede desarrollarse un proceso de trabajo en gestión de riesgos, pero no
desde el punto de vista técnico sino para asegurar la participación ciudadana en estos procesos.

Somos convencidos que sin participación no habrá éxito en procesos que buscan ayudan a las personas e
instituciones a gestionar el riesgo de desastres. Por ello, creemos que este artículo puede ser un aporte
importante al éxito de los procesos de reducción de riesgos de desastres y, por ende, al desarrollo de nuestra
Región.
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL MANEJO DE
RIESGOS

Está muy difundida la idea según la cual los desastres, en buena medida, son culpa de la gente
expuesta a la vulnerabilidad, riesgo y peligro. Es decir, se tiende a desconocer que estas
poblaciones están expuestas a la vulnerabilidad por múltiples razones, como veremos más
adelante, reduciendo la explicación a que por “ignorancia” o desidia, la gente no se cuida. Pero
además, hay la inclinación por asumir que esta gente, dada su “inconciencia”, no está en la
capacidad de hacer nada frente a una amenaza de desastre. Por el contrario, el imaginario común,
estas personas aparecen como poco colaboradoras; sin capacidad de actuar autónomamente;
como un estorbo en las medidas de prevención y emergencia. En el fondo prevalece la idea de
ver a estas poblaciones como víctimas de las circunstancias. Es decir, son culpables y víctimas a
la vez.

Puede que muchos de estos supuestos sean parte de la realidad; pero es una versión parcial,
muchas veces motivada por una visión pesimista de las capacidades de las poblaciones pobres
para hacer frente a las adversidades.

Se tiende así a descalificar las ideas, intereses, prácticas y aspiraciones de estas poblaciones, bajo
el supuesto que su condición de pobreza material la condena a la inacción y a la recurrencia de
conductas riesgosas.

Tal vez, la base del problema de esta versión pesimista de las capacidades para enfrentar la
adversidad que supone la vulnerabilidad y el riesgo ante los desastres, está en que, por lo general,
quienes se “hacen cargo” de esta problemática, se auto califican como profesionales técnicos,
expertos en desastres, portadores de la solución. Desde esta postura, los “otros”, los afectados,
“no saben”, por eso están en esa situación de vulnerabilidad y peligro permanente.
Ante esto, afirmamos que hacer frente al riesgo, la vulnerabilidad y el peligro ante a los desastres,
no es cuestión sólo de “especialistas”, o en el mejor de los casos, de que la población participe
ocasionalmente como “mano de obra”. Se trata más bien de impulsar la participación ciudadana;
es decir, de reconocer, social y políticamente, de que todas las personas, especialmente las más
vulnerables, tienen derecho a construir su bienestar, su calidad de vida, y sobre todo a aumentar
sus capacidades de controlar los riesgos.

La participación ciudadana hace posible la movilización de la voluntad y recursos de los actores


sociales alrededor de la reivindicación de sus derechos. Es el medio y los resultados del aumento
de sus capacidades personales y colectivas para alcanzar mayores niveles de calidad de vida. Así,
la participación no es un favor que se le otorgar a la gente, es ante todo un derecho. Consiste en
intervenir activamente en las decisiones y acciones relacionadas con la planificación, la actuación
y la evaluación de las actividades.

La exposición al riesgo, la vulnerabilidad, como hemos señalado, son parte de la vida cotidiana
de nuestras poblaciones. Ante la eventualidad de ciertas amenazas muchas veces resulta difícil
intervenir para que estas no ocurran. Lo que si podemos es intervenir sobre la vulnerabilidad. Es
decir, potenciar los factores que nos puedan proteger frente a los riesgos.

Enfrentar el riesgo del desastre potenciando elementos de protección comunitaria pasa


necesariamente por una acción concertada y articulada de todos los actores locales; no puede ser
dejado sólo en manos de las autoridades o de los “expertos” , pues la complejidad de esta tarea
es enorme. Supone aumentar la capacidad de la comunidad para hacer frente a los frecuentes
peligros, de tal manera que les permita prevenir y atenuar considerablemente minimizando los
daños que pueden provocar los desastres. Mientras menor sea esta capacidad, mayor será la
vulnerabilidad. En un plano mayor, se trata que esta problemática forme parte de las agendas
públicas, para que movilicen a la población, las dote de recursos materiales y de conocimiento
para saber convivir con el riesgo. En este sentido, es fundamental desechar el asistencialismo,
que refuerza la dependencia, la vulnerabilidad y debilita la emancipación de la gente, su
autonomía y autoestima colectiva, claves en el enfrentamiento de la adversidad.
Participación ciudadana se define como la relación que se establece entre los individuos en
su calidad de ciudadanos y el gobierno municipal o local con el fin de hacer valer sus derechos,
responder a sus deberes e influir favorablemente en sus políticas y funcionamiento.

Cuando hablamos de reducción de riesgo de desastres estamos hablando de acciones que


involucran a ciudadanos y sus organizaciones, así como de gobiernos (nacionales o locales),
por lo tanto, estamos hablando de participación y relaciones en la búsqueda de respuestas
apropiadas para enfrentar desastres y reducir la pobreza.

Tomando en cuenta que los procesos de planificación participativa también se deben establecer
las áreas geográficas sobre las cuales se desarrollan estas acciones, consecuentemente el
municipio es la unidad espacial considerada como base para el análisis de necesidades o el
planteamiento de soluciones. Es a partir de esta unidad que se puede hablar de otras formas de
asociación intermunicipal, es decir de las mancomunidades o de las distribuciones por cuencas
hidrográficas ya que todas ellas conllevan a un mismo objetivo como es la satisfacción de las
necesidades sentidas por la población el uso y manejo adecuado de los recursos naturales,
desarrollo económico social, el uso adecuado del suelo urbano, rural y el aprovechamiento del
recurso humano con que se cuenta.

Considerando las reacciones de los ciudadanos frente a los diferentes procesos que se desarrollan
en la localidad, de las oportunidades que se les brinda y las herramientas e instrumentos que se
ponen a disposición a través de las leyes y reglamentos, valoramos hasta qué punto la ciudadanía
tiene conocimiento y hace uso adecuado de los espacios que se les pone a disposición.

Por cuanto, cada ciudadano tiene el deber y el derecho de participar en cada espacio que se
disponga tanto para aportar a las políticas públicas como para consensuar acciones que permitan
la participación mayoritaria en pro del desarrollo local.
La Constitución de la República y las Leyes orgánicas referidas la: participación ciudadana,
municipios, el Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención a Desastres
(SINAPRED); Ley de Ordenamiento Territorial y al Plan Nacional de Gestión de Riesgo,
expresan claramente que existen las bases jurídicas para una real participación ciudadana, por
consiguiente falta que la ciudadanía se apropie y haga suyo los espacios y las herramientas que
se les brinda. Para tal efecto, el gobierno central y los gobiernos municipales deberán facilitar y
crear condiciones para una efectiva participación.

Asimismo, el Marco de Acción de Hyogo (2005-2015) reconoce como una prioridad de acción:
“Velar que la reducción de riesgos de desastres constituya una prioridad nacional y local dotada
de una base institucional de aplicación”.

Considera como actividad necesaria: Promover la participación de la comunidad en las


actividades de reducción de riesgos de desastres mediante la adopción de políticas específicas, el
fomento de la acción concertada, la gestión estratégica de los recursos de voluntarios, la
atribución de funciones y responsabilidades y la delegación y transferencias de la autoridad y los
recursos necesarios.

Como repuesta al impacto recurrente de los desastres, se crean mecanismos y conforman


estructuras de cara a la reducción de los riesgos de desastres. No obstante, las comunidades cada
día deben fortalecer sus capacidades como una forma de enfrentar las problemáticas y
necesidades de los territorios que ven en estas estructuras una forma de aportar en la reducción
de la pobreza y especialmente en el salvaguardo de la vida que es el bien más preciado de los
ciudadanos. Por tanto, los esfuerzos de reducción de riesgos de desastres deben incorporarse
sistemáticamente en las políticas, planes y programas de desarrollo sostenible y reducción de la
pobreza.
LOS ACTORES LOCALES

Cuando hablamos de los actores de la comunidad nos estamos refiriendo a los niños, jóvenes,
ancianos, a los trabajadores, comerciantes, empresarios, a las amas de casa, líderes, dirigentes, a
las autoridades del gobierno, de las municipalidades, de los servicios de salud, de las escuelas, la
policía, los bomberos, los representantes de las iglesias, entre otros. Todos ellos son actores en
la medida de que el despliegue y movilización de sus capacidades y recursos, contribuyen a la
gestión de los riesgos.

Como decíamos anteriormente, la acción aislada de unos pocos actores no es suficiente para hacer
frente a la complejidad de la gestión de riesgos. Se requiere formar una fuerza colectiva
comunitaria organizada que sea consciente de sus derechos a conquistar el bienestar, pero
también que se sienta capaz de actuar de manera concertada, conciliando intereses, definiendo
prioridades, negociando conflictos. La experiencia nos enseña que uno de los mayores obstáculos
para la participación protagónica de los actores comunitarios es precisamente el escaso
reconocimiento de sus derechos ciudadanos y capacidades, tanto en lo que se refiere a alcanzar
mejores niveles de bienestar como de participar activamente en los asuntos que le atañen a su
vida.

EMPODERAR A LA COMUNIDAD

Se trata, entonces de empoderar a los actores de la comunidad para movilizar y hacer un manejo
adecuado de los recursos disponibles, para que capitalicen su experiencia creativa de hacer frente
a la adversidad y no sucumbir ante ella; para el reforzamiento de la solidaridad comunitaria y el
aumento de sus capacidades personales y colectivas para afrontar creativamente y
concertadamente las situaciones de riesgo, vulnerabilidad y peligro.

LINEAMIENTOS PARA LAS ESTRATEGIAS DE PARTICIPACIÓN COMUNITARIA

Estrategias y roles de los actores en la ejecución de acciones de manera participativa con la


comunidad organizada.

1. Agenda de Riesgos: Incorporar la Agenda de Riesgos en las instituciones públicas


locales y de las organizaciones de base, de tal manera que esta problemática se constituya
en un eje programático del desarrollo local, evitando así que sólo se atienda la emergencia
y una vez concluida esta, todo quede igual que antes, hasta la próxima emergencia.

2. Aumentar la participación ciudadana: Hacer los estudios de riesgo, los proyectos


y los planes de gestión de riesgo con las propias organizaciones de la comunidad y con
todos aquellos ciudadanos, adultos y niños, que estén interesados en participar,
empoderándolos para que sean ellos mismo los que negocien sus propuestas con las
autoridades locales y del gobierno central. Esto se puede plasmar en la formación de
comités de defensa civil del barrio y zonal, articulados al nivel distrital y a su vez al
provincial, para establecer la gestión del riesgo con corresponsabilidad de los actores
locales desde el diagnóstico, la formulación de propuesta, la ejecución, seguimiento,
evaluación y control.

3. Valorar el aporte profesional: Ampliar la participación de la población,


empoderarla, no significa renunciar a las capacidades profesionales y técnicas.
Hay cierta tendencia a “diluir” el aporte profesional, bajo el supuesto de que la
“la gente siempre tiene la razón”. Hay que trabajar desde las propias capacidades
profesionales, pero sin imponer nuestra “verdad” profesional, sino en diálogo con
la gente, con la realidad.

4. Aumentar las capacidades de la población: Esta estrategia es vital para el


empoderamiento de la comunidad. La gente desde luego conoce su realidad, pero en ese
conocimiento hay una serie de creencias, supuestos, opiniones que no necesariamente
ayudan a tener una visión crítica de su entorno. Problematizar su realidad, tomar
conciencia de la necesidad de cambio, desmitificar supuestos es un proceso educativo de
máxima importancia para generar capacidades de cambio y compromiso ciudadano. Es
fundamental que la gente no solo tenga información sobre los riesgos; eso es importante
pero insuficiente para el cambio; se requiere formar capacidades para aumentar su
autoestima, que valore lo que tienen, sentido de pertenencia a su comunidad, que busque
el bien común, la participación de todos, el manejo democrático de los conflictos. Las
medidas preventivas que puede servir para evaluar las capacidades desarrolladas por la
comunidad, tanto en el sistema educativo formal como comunitario, pueden ser, por
ejemplo, el desarrollo de simulacros masivos, tomando en cuenta las normas y
procedimientos de los bomberos y protección civil o acciones de prevención diseñadas
por la propia comunidad, producto de la, con el propósito de validar los planes de
respuesta diseñados en función a la realidad de cada espacio territorial.

5. Trabajar con un enfoque multisectorial: No es posible atender la complejidad de


los desastres, tanto en la prevención, emergencia, recuperación y reconstrucción, si no se
adopta un enfoque pan disciplinario y multisectorial. Para ello es necesario impulsar la
concertación y horizontalidad en el manejo de las relaciones entre la organización de base,
grupos sociales, las instituciones de la localidad tanto públicas como privadas, para hacer
sinergia social. Ello se expresa en formular planes participativos, multisectoriales
(sectores públicos y privados), transversales (que sus actividades deben estar
comprendidas en cada programa cotidiano propuesto o proyecto), multidisciplinario
(incorpora diferentes profesiones), que se incorporen en los planes cotidianos de la
comunidad del distrito y de cada sector., promover la participación de la comunidad en
las brigadas de respuesta, coordinadas con el Cuerpo de Bomberos , Cruz Roja, Policía
Nacional u otro actor local.

PRINCIPIOS RECTORES DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

 Voluntariedad: La participación ciudadana está reconocida como un derecho humano y


con el claro propósito de participar voluntariamente. Universalidad: significa que debe
proporcionar a la ciudadanía la igualdad de condiciones. Institucionalidad asumida y
efectiva: se institucionaliza y se convierte en un derecho exigible por la ciudadanía y en
una obligación del estado y sus representantes para su efectividad. Equidad: proporciona
a todos los sectores de la sociedad, incluyendo aquellos de mayor vulnerabilidad los
instrumentos jurídicos y políticos necesarios para colocarlos en un plano de igualdad.
 Pluralidad: implica el reconocimiento de la diversidad de valores, opiniones y prácticas
dentro de la ciudadanía. Solidaridad: permite actuar en procura del bien común, más allá
de los intereses particulares.

 Participación ciudadana en el municipio.


El fortalecimiento de los procesos de descentralización y autonomía en los municipios
permiten desarrollar instrumentos y crear capacidades tanto para la prevención y
respuesta como para la conformación de las instancias y los mecanismos de
participación ciudadana como:

• Comité de Desarrollo Municipal: constituye una estructura de carácter consultivo del


gobierno local, el cual tiene como propósito contribuir a la formulación de estrategias
de desarrollo local a través de la planificación participativa.

• Planificación Estratégica y Municipal: Es una herramienta de la planificación


municipal y permite la participación de los diferentes sectores de la sociedad en
igualdad de condiciones.

• La Ley No. 337 y la Ley No. 40 contemplan como un derecho la participación de la


ciudadanía en Comités8 de Prevención, Mitigación y Atención a Desastres y en todas
las acciones que desarrolle el SINAPRED.

Sin embargo, a pesar de contar con estos instrumentos legales la participación de todos
los ciudadanos no es todavía suficiente para enfrentar los desastres. Se requiere de una
participación más efectiva de todos los sectores que hacen posible el desarrollo municipal.

ANOTACIONES IMPORTANTES PARA UNA EFECTIVA PARTICIPACIÓN


CIUDADANA:

• Estableciendo normas y mecanismos por parte del gobierno nacional y los municipales que
promuevan la participación voluntaria de los ciudadanos en igualdad de condiciones.

• Promoviendo la equidad de género en los espacios para la participación ciudadana.

• Promoción de campañas de divulgación y sensibilización a la población sobre sus deberes


y derechos, así como del marco jurídico establecido en el país.
• Participación efectiva de los pobladores en las estructuras organizativas y de control, tanto
de las establecidas por Ley como las que se establecen a partir de iniciativas ciudadanas.

• Reconocimiento de los procesos de descentralización y autonomía municipal.

• Participación de los ciudadanos en los procesos de reducción de riesgos como una acción
transversal en el marco de los procesos de desarrollo local.

LA GESTION DEL RIESGO DE DESASTRES EN EL PERU


El 17 de diciembre de 2010, el Acuerdo Nacional, amplía el acta suscrita el 22 de julio de 2002,
para incorporar la trigésima segunda Política de Estado, Gestión del Riesgo de Desastres, que
sería implementada por los organismos públicos de todos los niveles de gobierno, con la
Participación activa de la sociedad civil y la cooperación internacional, promoviendo una cultura
de prevención y contribuyendo directamente en el proceso de desarrollo sostenible a nivel
nacional, regional y local.

PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA GESTION DEL RIESGO DE DESASTRES

El Reglamento de la Ley Nº 29664 Ley que crea el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de
Desastres (SINAGERD) en Perú, (Ley y Reglamento aprobado el año 2011), define a la
Cultura de prevención: Como el conjunto de valores, principios, conocimientos y actitudes de
una Sociedad que le permiten identificar, prevenir, reducir, prepararse, reaccionar y recuperarse
de las emergencias o desastres. La cultura de la prevención se fundamenta en el compromiso y
la participación de todos los miembros de la sociedad.

Esta misma norma, establece que es obligatoria la participación de las organizaciones sociales a
través de sus representantes en las Plataformas de Defensa Civil.
IMPLEMENTACIÓN DE LA POLÍTICA NACIONAL DE GESTIÓN DEL RIESGO DE
DESASTRES EN EL PERÚ

La implementación de la Política Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres se logra mediante


el planeamiento, organización, dirección y control de las actividades y acciones relacionadas con
los procesos y sus respectivos subprocesos, en ese sentido, se cuenta con 7 Procesos (Estimación,
Prevención y Reducción del Riesgo, Preparación, Respuesta, Rehabilitación y Reconstrucción).

Dentro de los Subprocesos de la Estimación del Riesgo, encontramos la Participación social que
establece desarrollar mecanismos para la participación de la población, las entidades privadas y
las entidades públicas, en la identificación de los peligros y de las vulnerabilidades.

De igual forma, la Participación social está contemplada como un subproceso del proceso de
Prevención y Reducción del Riesgo que en el primer caso establece desarrollar mecanismos para
la participación de la población, las entidades privadas y las entidades públicas en el
establecimiento de metas de prevención de riesgos y en la formulación de los planes de desarrollo
territoriales y sectoriales; en el segundo caso para establecer las metas de reducción del riesgo de
desastres.

En el Proceso de Preparación la participación de la población es fundamental, sobre todo a nivel


Local, en base a los escenarios de riesgo, para poder responder eficazmente a las emergencias,
sobre todo en la elaboración de sus Planes tanto de Preparación, de Contingencia y Respuesta.
En zonas afectadas por desastres, la normalización progresiva de los medios de vida, se realiza
mediante la participación coordinada de los tres niveles de gobierno, incorporando al sector
privado y a la población.

.
MECANISMOS DE COORDINACIÓN, PARTICIPACIÓN, EVALUACIÓN Y
SEGUIMIENTO

La Presidencia del Concejo de Ministros, que actúa como ente rector de la GRD en el Perú,
promueve la coordinación y articulación con entidades de la sociedad y el sector privado.
CENEPRED establece los lineamientos y los procesos de formulación y participación relativos
a estimación, prevención, reducción del riesgo y reconstrucción.

INDECI establece los lineamientos y los procesos de formulación y participación relativos a la


preparación, respuesta y rehabilitación.

EL PLAN NACIONAL DE GESTIÓN DEL RIESGO DE DESASTRE - PLANAGERD

El PLANAGERD, contempla dentro del Objetivo Estratégico N° 6: “Fortalecer la participación


de la población y sociedad organizada para el desarrollo de una cultura de prevención”.
1. GESTIÓN DE RIESGOS DE DESASTRES Y PARTICIPACIÓN
CIUDADANA

1.1 Concepto de gestión de riesgos

La historia de la acción de los gobiernos y la sociedad civil ante fenómenos como El Niño,
terremotos o erupciones volcánicas ha mostrado que el enfoque es primordialmente gestión del
desastre. Es por ello que tradicionalmente no se ha prestado atención a la vulnerabilidad (que
implícitamente y equivocadamente se considera como “condición de operación”) sino
únicamente a las consecuencias fatales que genera el fenómeno natural desencadenado.

Sin embargo, el concepto moderno de Gestión del Riesgos no acepta el desastre como algo
inevitable. Por el contrario postula la idea que “no existen los desastres naturales”, ya que el
desastre es considerado una consecuencia de la intervención del hombre lo cual le quita su
característica de natural. Se define el desastre como: “Situación (….) como resultado de un
proceso peligroso de origen natural, socio natural o antropogénico que, al encontrar
condiciones propicias de vulnerabilidad (…) causa alteraciones intensas, graves y extendidas”
(Lavell, 2006)

Es decir, los desastres no dependen sólo de los peligros naturales, sino que la acción del hombre
genera las condiciones de vulnerabilidad necesarias para generar el desastre. Este concepto cobra
gran importancia para marcar las posibilidades de acción anticipada ante los desastres. Es por
ello que la gestión de riesgo se define como: “(…) Un proceso social cuyo fin último es la
reducción y atención, o la previsión o control permanente del riesgo de desastres en la sociedad
(…). Comprende los procesos de planificación, de formulación e implementación de políticas y
estrategias, acciones e instrumentos concretos de reducción y control.” (Lavell, 2006)
1.2 Relación entre Gestión de riesgos y participación ciudadana

El concepto de gestión de riesgo comprende dos términos importante. Empezando por el


segundo, diremos que “riesgo” es algo potencial, asociada directamente a la vulnerabilidad de
una sociedad. Sin embargo, la vulnerabilidad puede ser detectada ex ante y reducida, reduciendo
así el riesgo a desastres.

Por otro lado, el término gestión implica lograr resultados por medio de otros. Implica un proceso
que incluye no sólo la planificación y visualización de la problemática, sino también la toma de
decisiones y la operatividad de los procesos, lo cual pasa necesariamente por la acción de los
diversos actores, de tal manera que hagan suyas las propuestas y las ejecuten, no por imposición,
sino por convicción, lo cual es absolutamente necesario si consideramos que el riesgo y la
vulnerabilidad dependen directamente de los procesos humanos.

La participación de los diversos actores se hace además importante en las dos perspectivas de la
gestión de riesgo: la gestión llamada correctiva, que busca visualizar y reducir las condiciones
de vulnerabilidad y riesgo existentes en una sociedad; y la gestión de riesgo prospectiva, que
busca que los nuevos procesos no generen nuevas condiciones de vulnerabilidad. (Ministerio de
Economía y Finanzas, 2007)
Ahora bien, en una sociedad no sólo debemos tomar en cuenta la capacidad de resistencia a un
peligro, el cual viene asociado a los procesos técnicos (construcción, ordenamiento territorial,
etc.) sino también su capacidad de resiliencia, es decir la característica del tejido social que le
permite trabajar no sólo para reducir sus condiciones de vulnerabilidad sino también, para una
vez desencadenado el evento que genera peligro natural, poder recuperarse de sus consecuencias.

Ambas capacidades (resistencia y resiliencia) no se generan espontáneamente sino son resultado


de procesos de formación de capacidades. Y es aquí donde la educación a todo nivel juega un
papel fundamental.
1.3 Gestión de riesgos y transversalidad

Para que esto suceda, es necesario que se genere la necesaria transversalidad del tema al interior
de las instituciones. Entendemos la transversalidad como la introducción de los temas en las
actividades que hace día a día la institución, tanto en procesos curriculares (si los desarrolla),
como en la gestión misma de la institución (que asigne los recursos humanos, financieros y
administrativos a lograr resultados en estos temas).

Normalmente se da una confusión entre la transversalidad y la multidisciplinariedad (tratar el


tema con diferentes profesionales sin coordinación entre ellos) y la interdisciplinariedad (tratar
el tema con diferentes profesionales para temas puntuales). El concepto de multidisciplinariedad
es el que más se aplica en la gestión de riesgo, es decir tratar un tema desde diferentes enfoques,
sin coordinación entre ellos. Por la misma definición, la multi y la inter disciplinariedad no
generan sostenibilidad, la primera por que se da espontáneamente y la segunda porque necesita
un motivo puntual. La transversalidad por el contrario significa que los actores no sólo
consideran el tema relevante para su vida, sino además han asimilado y trabajado metodologías
para incorporar los temas en las actividades que desarrollan día a día. (Solano, 2007)

2. Errores recurrentes en la gestión de riesgos


En base a los conceptos vertidos en el acápite anterior, podemos decir que en la gestión de riegos
en América Latina se incurren en los siguientes errores:

a) Privilegiar la infraestructura sobre los otros tres aspectos


Es común que cuando hablemos de gestión de riesgos, la primera mirada es hacia la
infraestructura. Esto no tendría nada de peligroso, si también se trabajara la necesaria generación
de capacidades (personales e institucionales) para que esta infraestructura fuera usada en forma
adecuada. Esto se puede interpretar como un pensamiento que antepone el aspecto económico a
los otros tres ejes de la sostenibilidad (social, ambiental e institucional). Sin embargo, está
demostrado que las mejores inversiones para el desarrollo integral de un espacio (y por ende para
la gestión de riesgos) son aquellas que toman en cuenta todos estos ejes al momento de intervenir
en un espacio.
b) No entender la importancia de que la población se sienta parte de los procesos de gestión de
riesgos
Cuando hablamos del riesgo, estamos hablando de un impacto potencial, que si bien es cierto se
podría manifestar a través de la infraestructura, es causada e impacta en la población. Por ello,
será imposible lograr resultados en cualquier proceso de gestión de riesgos si la población no
hace suyos los procesos que se emprendan. Esta es una deficiencia que se percibe tanto en el
sector público como en el privado y está relacionada con el siguiente aspecto.

c) Reducir la acción en gestión de riesgos a lo asistencial


Con frecuencia se considera que para atender las necesidades sociales se requiere únicamente
infraestructura o dinero. Y muchas veces los pobladores, incluidas sus autoridades, opinan que
la gestión de riesgos se debe plantear en términos de miles de soles, más o menos, sin pensar
para qué. Esto no sería grave si este dinero se invirtiera también en generar capacidades humanas.

d) No elevar las capacidades humanas en el sector público


Esta situación se repite gobierno tras gobierno. Una “excelente estrategia” para obtener la
aprobación popular consiste en pagar sueldos bajos a los empleados públicos, a quienes suele
considerarse incompetentes y “ociosos”. En países como el Perú, a través de la historia, los
puestos públicos han sido el botín político de los distintos gobiernos. Sin embargo, cabe destacar
que es el empleado público quien debe ser el enlace entre la población y las instituciones para
generar desarrollo (en este caso, procesos de gestión de riesgos exitosos), ya que es parte
importante del eje institucional para tal fin. El que no haya cumplido esta función en el pasado
no significa que su perfil deba ser de baja calidad profesional. La realidad demuestra que los
empleados públicos están dedicados a cumplir labores rutinarias y no se han convertido en
verdaderos impulsores de desarrollo, en algunos casos por no contar con la capacidad para
hacerlo o por el exceso de controles que la propia actividad pública les impone. Este
desconocimiento del papel de las instituciones en el desarrollo hace que la función pública se
haya desvalorado y se considere como “una gran decisión” el contar con un sector público
subremunerado.
e) Desconocer el verdadero papel de la educación en la gestión de riesgos

En una construcción de procesos de gestión de riesgos que se basen en la formación de


capacidades humanas, el sector educación se convierte en un eje fundamental. La educación no
abarca solo lo formal (en sus diversos niveles y modalidades) sino también lo no formal (que se
da en la sociedad). Es por ello que la educación en gestión de riesgos no se puede limitar a
simulacros y charlas, sino también sobre todo a lograr que los diferentes actores identifiquen sus
necesidades, toman sus decisiones y actúen en consecuencia. Es por ello, que la educación en
gestión de riesgos debe educar precisamente en lograr que cada persona gestione sus riesgos, lo
cual no se logra con procesos aislados.

f) Considerar que una sola institución puede asumir un tema transversal como la gestión de
riesgos

Por definición, los temas transversales son importantes para la sociedad y el desarrollo. Son
aquellos que requieren ser abordados para conseguir el desarrollo sostenible de los pueblos, y la
gestión de riesgos es uno de ellos. Sin embargo, no se aborda transversalmente, sino en forma
fragmentada, sin que el Estado y la sociedad tengan una visión común sobre ellos. Está
demostrado que una sola institución no puede encargarse de la gestión de riesgos del país, pues
se necesita que todas las instituciones incorporen este tema como eje de trabajo.

3. Qué buscar con la participación ciudadana en gestión de riesgos

Bajo el enfoque planteado, la participación ciudadana es fundamental para el éxito de los


procesos de gestión de riesgos. Por Participación ciudadana entendemos como el proceso
mediante el cual un proponente de procesos (público o privado) y la sociedad establecen alianzas,
realizan procesos de comunicación (en doble vía) y generan soluciones a problemas comunes
(OEA, 2001).

Según esta definición y tomando en cuenta muchos mitos existentes sobre la participación
pública, conviene dejar en claro que participación es:
 Diálogo, no imposición. Participación significa diálogo, y diálogo, por definición, es un
proceso de doble vía, que implica expresar las propias ideas y escuchar las que vierta la parte
contraria. Esto no hay que confundirlo con la presentación de propuestas, las que deben estar
sujetas a un diálogo, en donde quepa la posibilidad de no aceptarlas y de formular otras nuevas
en conjunto.
 Anticiparse a las necesidades. No se debe esperar que existan problemas para intervenir,
ya que en ese momento las soluciones serán mucho más difíciles de alcanzar.
 Posibilidad de ceder. Hay que considerar que en un proceso de participación las partes
deben estar dispuestas a ceder posiciones, en función de los intereses del colectivo.
 Buscar procesos donde todos ganen. En los casos en donde hay grupos que se imponen
sobre otros, existen vencedores y vencidos. Esta imposición suele ocurrir en las votaciones para
decidir sobre temas relevantes. Quienes resulten vencidos buscarán el momento y la forma de
revertir la decisión tomada, llevando el tema muchas veces a fojas cero. Por ello, en los procesos
de participación se debe buscar que todos se sientan beneficiados. Esto es difícil y toma mucho
tiempo, es cierto, pero se reduce significativamente la posibilidad de conflictos y, por ende, de
interrupción de operaciones y de gastos mayores en el futuro.
 Tener propuestas claras. La participación implica que ambas partes (proponentes de
procesos y público objetivo) tengan claras sus propuestas y aquello que desean obtener. Así será
más fácil encauzar los procesos hacia la satisfacción común.
 Estar abierto a escuchar otras posiciones y comprenderlas. Se debe conocer e interpretar
las propuestas de la población comprendiendo sus motivaciones. La participación exige una
comprensión de los móviles ajenos, para acercar posiciones y lograr soluciones sostenibles.
 Plantear opciones. Esto es fruto de poder escuchar las motivaciones y alternativas,
comprenderlas y armar salidas a las situaciones planteadas. El arte de plantear opciones viables
es lo que distingue a un buen facilitador del proceso de participación de uno que no lo es. Aquí
debe tenerse cuidado al plantear soluciones que no sean sostenibles, ya que, si bien pueden
aplacar las tensiones en el momento, existe el peligro de que se reabra el tema o se convierta en
un conflicto mayor.

Una participación ciudadana efectiva y eficiente en gestión de riesgos, debe dar como resultado
reducción de la vulnerabilidad, reducción o eliminación de conflictos y sostenibilidad de los
procesos.
a. Reducción de la vulnerabilidad: Es decir, que tan susceptible es una unidad social de sufrir
daños por acción de un peligro o amenaza (Ministerio de Economía y Finanzas de Perú, 2007).
Para ello, la participación ciudadana efectiva y consciente ayuda a:
i. Disminuir la exposición: que está relacionada con las actividades que llevan a cabo los
grupos humanos. Por ejemplo, su estructura productiva, su ubicación en el espacio
geográfico, etc.

ii. Disminuir la fragilidad: relacionado con las condiciones de su infraestructura y de sus


relaciones sociales, y que tan capaces son de resistir el impacto de un fenómeno natural.

iii. Aumentar la resiliencia: Es decir, la capacidad de recuperación o adaptabilidad de una


unidad social frente a fenómeno natural.

b. Reducción o eliminación de conflictos: Según el Consejo Nacional del Ambiente (Conam,


1999), los conflictos son situaciones en las cuales colisionan intereses o ideas y es escasa la
probabilidad de resolver estas diferencias en el corto plazo. Es decir, situaciones donde el diálogo
ya se ha agotado y se hacen valer derechos a través de la vía legal o de la acción de fuerza. Ahora
bien, no todo problema es un conflicto o está condenado a convertirse en uno. Un problema se
convierte en conflicto cuando una de las partes afectadas hace valer sus derechos. Es decir, todo
conflicto presupone la existencia de un problema, pero no todo problema llega a convertirse en
conflicto.

Sabatini (1995) reivindica la importancia de la Participación Ciudadana y las capacidades


humanas para evitar los conflictos, cuando menciona que las causas de estos son:
 Debilidad en la gestión del Estado.
 Sistemas de gestión que no incluyen la negociación voluntaria entre las partes.
 En la negociación y el diálogo se antepone lo científico-legal a lo humano- social.
 No se consideran los puntos de vista locales en la relación entre las partes.
Existen dos errores muy recurrentes en el abordaje de conflictos (presentes o potenciales):
Creer que los conflictos se evitan o resuelven con argumentos técnicos claros. Por ejemplo,
muchos tomadores de decisiones creen que resolver los problemas se limita a dar cifras o hablar
de la inaceptabilidad técnica de las demandas, cuando los conflictos tienen una raíz humana
(sensaciones, percepciones, creencias, mitos, etcétera), y es así como deben abordarse para darles
soluciones sostenibles.
Considerar que los conflictos se forman por intereses políticos, cuando estos sólo usan el
descontento para generar los conflictos, pero dicho descontento ya existe por demandas
insatisfechas de la población.
La gestión de riesgos puede ser una fuente de conflictos, si es que no se asume la necesidad de
la Participación Ciudadana cuando:
Se busca remediar los focos de vulnerabilidad, como construcciones, ubicación inadecuada
en el territorio, diseño de plantas o viviendas inadecuadas, etc. (gestión correctiva). Esto implica
inversión y cambios en la forma de vivir de las personas, lo cual es fuente de resistencia y posible
conflicto.
Se busca introducir conceptos de gestión de riesgo en nuevas inversiones, construcciones o
actividades económicas (gestión preventiva). Las personas prefieren hacer lo que ya conocen y
no arriesgarse en nuevas formas de afrontar su vida diaria, por eso también se cuestionará
medidas como estas. Además, un argumento es la creencia que “no pasará nada” muy común
como justificación para la inacción.
Se desea tomar medidas que disminuyan el riesgo una vez sucedido un desastre, pues las
personas en estas situaciones están más atentas a solucionar sus necesidades urgentes. Si este
tema no se ha organizado preventivamente, es muy difícil que las personas participen.
No consideramos como conflicto los reclamos de la población que, una vez sucedido un desastre,
demanda atención inmediata a sus urgencias de vivienda, alimento, abrigo, etc. Este aspecto no
forma parte de la gestión de riesgo (por definición potencial) sino de la atención del desastre.
Pero aún en estas circunstancias es necesario tener una participación ciudadana organizada para
tener resultados en el abordaje de estas necesidades en forma eficiente y eficaz.
c. Sostenibilidad de la gestión de riesgos: Asumir todos los aspectos anteriores en un todo
orgánico, dan como resultado un proceso de gestión de riesgos sostenible y por ende, contribuye
a la sostenibilidad de un proceso de desarrollo. Es necesaria por supuesto la sostenibilidad
económica, es decir contar con financiamiento, flujo de fondos, etc., que permitan afrontar los
gastos e inversiones que la gestión de riesgos implica. Pero también es necesario, como dijimos,
que la genta haga suyos los procesos (sostenibilidad social), que no se afecten los recursos
naturales y la calidad del ambiente (sostenibilidad ambiental, factor de riesgo en sí mismo) y que
además se fortalezca la institucionalidad para que de sustento en el largo plazo a los procesos de
gestión de riesgo. Es necesario dejar en estos temas la “lógica de proyectos” (con resultados
limitados en corto plazo) para abordar una “lógica de procesos sostenibles” (con resultados que
desencadenan otros resultados), y eso sólo se logra con la participación activa e informada de los
actores de la sostenibilidad, las personas

4. La necesidad que las personas “compren” la gestión de riesgos

4.1 “Compra” de los procesos de Gestión de Riesgo Por todo esto, es importante que las personas
“compren” los procesos de gestión de riesgos. Esto sucede cuando un individuo o un grupo han
internalizado una práctica o una idea y la han convertido en parte de su vida cotidiana, podemos
decir que la persona ha comprado la idea o acción que le hemos “vendido”.

Haremos el símil con la compra de un producto tangible. Solemos comprar cuando primero nos
han convencido y hemos entregado algo a cambio, es decir, hemos pagado un precio. Este
producto entra a formar parte de nuestras pertenencias y lo usamos cuando lo creemos necesario
para los fines que juzguemos convenientes, ya que somos conscientes de que contamos con él y
le damos preferencia sobre otros productos que no nos pertenezcan.

La compra de una idea o una práctica de desarrollo, y también en temas de gestión de riesgos, es
similar a la adquisición de productos tangibles. Imaginemos el hábito de no construir en lechos
cerca de los ríos o de no construir en laderas de los cerros. Las personas habrán “comprado” la
idea cuando esta forma de proceder forme parte voluntaria y consciente de la vida cotidiana, no
porque nos la impongan o seamos castigados por ello, sino porque la consideramos útil para vivir
adecuadamente. Pero si, a pesar de existir lugares alternativos, no aplicamos esa forma de
proceder o buscamos alguna ayuda o ponemos alguna condición económica adicional para ello,
entonces no habremos “comprado” la propuesta.

Un concepto o práctica adquiridos por un individuo o un grupo devienen en una idea o hábito
que son sostenibles. Pero, para que estos sean “comprados”, la estrategia debe apuntar a
demostrar su utilidad para el adoptante objetivo.
Este concepto ha sido olvidado en los proyectos de desarrollo y particularmente en las
actividades de Gestión de Riesgo, dando lugar a acciones que no resultan sostenibles y que son
tomadas (no compradas) por la población según le convengan, pero sin que las considere
importantes. Solo las tomarán en función al precio (pecuniario o de esfuerzo) en el corto plazo.
O en función de la posibilidad de transar y lograr otros resultados en la negociación con el
gobierno o el ente proponente. Este tipo de adopción, por definición, no es sostenible en el
tiempo.

4.2 Comunicación para la Gestión de Riesgos: herramienta y no finalidad

Por lo expuesto, es necesario que los tomadores de decisiones busquen que los procesos de
gestión de riesgo sean verdaderos procesos de cambio social. Esto significa generar propuestas
claras de trabajo y lograr el compromiso social para capitalizarlas. Este compromiso (o
“compra”) sólo se materializarán si existe una propuesta de trabajo que la gente haga suya y que
la implemente en su ámbito, sea el hogar, el centro de trabajo u otro ámbito.

Entonces, parafraseando a Kotler (1992) un proceso de cambio social para la gestión de riesgos
es un proceso organizado donde un grupo (institución proponente) busca lograr que otro grupo
(público objetivo) adopte una determinada conducta y/o práctica de desarrollo.

Un proceso de cambio para lograr la participación para la gestión de riesgo para el ambiente
tendrá éxito si se cumplen las siguientes condiciones (Kotler, 1992):
a) Tiene fuerza, es decir su existencia responde a los intereses de solución del grupo
objetivo. Ahora bien, este pedido de solución (interés previo) puede motivarse. Esto es lo
que llamamos “sensibilización” que como podemos ver es sólo el inicio de un proceso.
Puede darse el caso también que el interés previo no necesite crearse, ya que responde a
un problema que la comunidad ya identifica con facilidad.

b) Se conoce que hacer para la solución del problema, es aquí donde debe existir la
propuesta de trabajo con meridiana claridad.

c) Se tiene claro el espacio donde se debe actuar.


d) El promotor de la acción brinda la información y ayuda en forma oportuna y
eficiente. Esto implica también que quien promueve el cambio debe estar preparado para
soportar el trabajo.

e) El público recibe mensajes coherentes de quienes se dirigen a ellos, con relación


al problema.
f) El costo- beneficio percibido es aceptable.

En este contexto, la Comunicación y la Educación se convierten en instrumentos para que la


población adquiera las capacidades necesarias para poder desarrollar procesos sostenibles. Estas
capacidades pueden ser conceptuales (conocimientos), actitudinales (actitudes y valores) o
procedimentales (técnicas, procedimientos y metodologías) que deben llevar a desarrollar en
forma adecuada la conducta o práctica de gestión de riesgos que se plantea. Esto también nos
puede llevar a afirmar que no es suficiente con brindar el concepto, las personas deben hacer las
cosas por convicción, y saber cómo intervenir. Es en este momento que podemos decir que la
gente ha “comprado” la propuesta, que no significa que sea impuesta, sino que debe ser
construida participativamente.
Sin embargo, la comunicación se convierte en inútil sino existe alguna alternativa que canalice
los resultados de los procesos de Comunicación y Educación. El límite de estos procesos es la
mente de las personas, y es necesario propuestas que canalicen y conviertan el saber de la gente
en acción. Por ello, la participación en la gestión de riesgos no se limita a la comunicación-
educación, sino que esta es sólo un fin para apoyar la ejecución exitosa de las propuestas que se
plantean. Sin propuestas, no hay participación, pero sin comunicación, tampoco hay
participación. Ambos son elementos indesligables de una adecuada y sostenible participación
ciudadana en la gestión de riesgos.

5. Marketing social como herramienta para logar que la gente asuma la gestión de riesgos
Muchas iniciativas de gestión de riesgo son actividades inconexas y desligadas de objetivos de
desarrollo. Carecen además de una mirada que involucre en forma sostenible a los actores
sociales, a su público objetivo. La herramienta del marketing social permite precisamente definir
las iniciativas de gestión de riesgos para lograr el involucramiento pleno del público objetivo, es
decir, que “compren” la propuesta. Para ello, hay que pensar cada acción como un producto que
debe ser diseñado y ofrecido a los actores claves.
5.1 ¿Qué es el marketing social?

Kotler (1992) lo define como una “tecnología de gestión del cambio social que incluye diseño,
puesta en práctica y control de programas orientados a aumentar la aceptabilidad de una idea o
práctica social en uno o más grupos de adoptantes objetivo”.

Por ello, la utilidad del marketing social en la gestión de riesgos radica en la utilidad de las
herramientas que nos brinda, a fin que sean aceptadas las ideas y prácticas que se quieren
promover, siempre en función de los objetivos previstos y con una visión de mediano y largo
plazo.
Existen similitudes con el marketing de consumo, entre otras:
 Se trabaja sobre la misma base estratégica y conceptual.
 La comunicación se orienta hacia el cierre de “venta”, que en el marketing social
se traduce en la adopción consciente de las ideas y prácticas que se promueven
La diferencia entre los enfoques de marketing social y los enfoques actuales de gestión de
riesgo reside en que el primero:
 Apunta hacia una acción integrada y coherente de mediano y largo plazo.
 Busca generar productos para satisfacer necesidades establecidas y reconocidas.
 Tiene un enfoque previsor y no reacciona ante las demandas; por el contrario, se
anticipa a ellas.
 Busca que los beneficiarios “compren” conscientemente estos productos para
satisfacer las necesidades reconocidas y priorizadas participativamente.

6. Modelo basado en Marketing social para lograr la participación ciudadana en la gestión de


riesgos
En base a lo planteado en los acápites anteriores, un modelo que aplique el Marketing social para
lograr participación ciudadana sostenible en gestión de riegos, debe aplicar una estrategia de
marketing que tenga en cuenta:
El problema que genera riesgo y que se quiere abordar
Institución proponente del proceso de gestión de riesgos que se quiere desarrollar
El objetivo de participación que se quiere obtener
El público objetivo con que se desea trabajar
La propuesta técnica a implementar (producto)
Las dificultades que tendría el público objetivo para asumir la propuesta técnica (precio)
El grupo encargado de llevar la propuesta técnica al público objetivo (canales)
La forma como se generan capacidades en la población (comunicación)

6.1 El problema que genera el riesgo


La gestión de riesgo no es un problema único, es una suma de problemas que hay que atacar en
forma ordenada y sostenible. Ahora bien, por lo general, los tomadores de decisiones tienden a
dar soluciones simplistas a los problemas de gestión de riesgos, con lo que demostrarían un
escaso conocimiento acerca de la realidad palpable.

Una característica de esta clase de problemas es que en sí mismos no son una razón, sino más
bien el resultado de una interacción que puede resumirse en cuatro tipos de problemas:
económicos, tecnológicos, culturales y políticos. En este contexto, los problemas de gestión de
riesgos no son sino la punta de un iceberg en cuya base conviven las causas que los originan. Y,
como ocurre con el iceberg, de nada serviría quitar la punta visible. Los elementos de la base no
tardarán en emerger y, aunque no sea así, seguirán bloqueando el camino hacia el objetivo: la
solución del problema.

A manera de ejercicio podemos tomar un problema cualquiera: la construcción en zonas de


pendiente pronunciadas y en laderas inestables.
 Este problema tiene una razón económica, las personas que construyen en esas laderas lo
hacen porque esos terrenos son de muy bajo precio en ocasiones gratuitos.
 También tiene una raíz tecnológica, pues la tecnología de construcción difiere de lo
recomendable en estas zonas.
 También existe un aspecto cultural, que incluye actitudes, idiosincrasia, organización
social, liderazgo, entre otros. En nuestra cultura, muchas veces existe una aversión a pensar en
los posibles peligros que una acción.
 Y en esto también influye lo político, lo legislativo, lo electoral y las relaciones de poder.
En nuestros países, estas acciones son apoyadas por la clase política, más aún en épocas
electorales.
Es necesario, entonces, conocer a fondo estos problemas y sus causas para así emprender
acciones coherentes y efectivas de gestión de riesgos. Y dado que se quiere generar desarrollo
en la población, la planificación tendrá que ser participativa.
La experiencia demuestra que la planificación participativa tiene como gran traba el inicio y las
proposiciones que se hacen en esta etapa inicial. Si se parte de los problemas, el trabajo se torna
más ágil y permite involucrar a los participantes en las etapas posteriores.
Las razones de esta afirmación son varias:
 Las personas se sentirán mejor escuchadas si manifiestan sus problemas y su deseo de
resolverlos.
 Existe una tendencia muy humana (y muy latina) de fijarse más fácilmente en los
problemas.
 Las proposiciones de objetivos pueden ser muy vacías si no se tiene claro qué se quiere
resolver.
 Es más fácil construir consensos si la gente siente y entiende que se están abordando
directamente sus problemas.
Las razones de esta afirmación son varias:
 Las personas se sentirán mejor escuchadas si manifiestan sus problemas y su deseo de
resolverlos.
 Existe una tendencia muy humana (y muy latina) de fijarse más fácilmente en los
problemas.
 Las proposiciones de objetivos pueden ser muy vacías si no se tiene claro qué se quiere
resolver.
 Es más fácil construir consensos si la gente siente y entiende que se están abordando
directamente sus problemas.

6.2 La institución proponente del proceso de gestión de riesgo


Con la finalidad de darle sostenibilidad institucional, es necesario que se identifique con claridad
no sólo la institución que propone y busca desarrollar el proceso de gestión de riesgos, sino
también sus características, como su competencia legal, su experiencia, las capacidades con las
cuales cuenta. Sin que exista una institución que propone y se hace dueña del proceso, las
acciones a desarrollar caen en un vacío de continuidad. Las características internas en detalle se
desarrollan con más amplitud en el acápite denominado canales de distribución.

6.3 Los objetivos de acción


Esta es quizás la parte medular del modelo, ya que permitirá definir hacia dónde deben
encauzarse los esfuerzos. Por supuesto, los objetivos dependen de aquello que queremos
solucionar: los problemas. Al igual que estos, tienen que ser definidos en forma participativa.
Tanto la claridad de los objetivos como el consenso que se construya a su alrededor dependerán
de la claridad y el acuerdo en la definición de los problemas.
Un objetivo es una declaración de la intención de lograr lo que se quiere en un tiempo
determinado. Representa aquello hacia lo cual deben dirigirse los esfuerzos.

6.3.1 Importancia de contar con objetivos claros


Ahora bien, si los objetivos no son claramente entendidos por todos en la institución que
promueve el proceso participativo en gestión de riegos, sucede lo siguiente:
 No se sabe en qué acabarán los procesos. Cuando los objetivos no son claros, los grupos
ejecutores y el público objetivo no pueden visualizar con nitidez a qué conducirá todo su
esfuerzo, lo que muchas veces da lugar al desaliento o las dudas y acaba perdiéndose el tiempo
en discusiones para encauzar o reencauzar las acciones.

 Inversiones poco productivas. Los objetivos se convierten en la medida del éxito o


fracaso de una acción. Si se logra el objetivo, es un éxito; si no se logra, un fracaso. En ese
sentido, todo gasto debe contribuir, directa o indirectamente, a alcanzar los objetivos.

 Inexistencia de criterios para asignar fondos. Esto tiene relación con el acápite anterior.
Los fondos deben destinarse preferentemente al logro de los objetivos planteados.

 Escasa claridad sobre el ámbito de acción. Puede ocurrir que las personas que trabajan
en promover los procesos de gestión de riesgos no entiendan cuál es su ámbito de acción ni
cuente con criterios para tomar decisiones. Los objetivos son también criterios de decisión, y
deben servir para que los trabajadores y directivos decidan sobre aquello que se debe hacer y
aquello que no se debe hacer, en función de lo que se quiere lograr.

 Percepciones diferentes del éxito o el fracaso. Es posible que las personas que
intervinieron en el proceso evalúen el resultado final con criterio distinto. Si no conseguimos
asegurar que el objetivo sea claro y que todos lo hayan entendido de forma similar, puede haber
insatisfacciones con el resultado final y surgir reacciones que vayan desde el desaliento hasta la
protesta.

6.3.2 Características ideales de los objetivos a plantear


Para orientar adecuadamente las acciones y los recursos, un objetivo debe:
 Ser claro. No debemos olvidar que el objetivo es tan solo una declaración y, como tal,
ha de reflejar en palabras a dónde se quiere llegar en lo cualitativo.

 Tener relación directa con los problemas. Las acciones tienen una finalidad, y el objetivo
la debe reflejar. En nuestro caso, la finalidad es resolver los problemas identificados.

 Reflejar resultados orientados a la acción y no solo a los medios. El objetivo podría


plantearse, por ejemplo, como: “solucionar o reducir el problema X” (acción) y no como:
“investigar las causas del problema X”. Este último podría ser un objetivo intermedio, porque
no llega a la raíz del problema y se limita a estudiarlo.

 Ser alcanzable. El objetivo debe estar al alcance de la institución. Uno de los problemas
en la planificación es trazarse objetivos que la institución proponente no pueda resolver. En estos
casos, y si se cree que el problema que desea abordarse es imprescindible para el desarrollo de
la ciudad o la región, el objetivo a corto plazo debe plantearse en función de aquello que sí se
pueda alcanzar.

 Ser mensurable. Todo objetivo debe poder medirse en forma cuantitativa. En caso
contrario, sería imposible saber si se ha alcanzado. Es más, dada la característica humana de
interpretar toda acción social y ambiental (entre ellas la gestión de riesgos) desde una óptica
particular, nunca existirá consenso de haberlo conseguido, surgiendo dudas que perdurarán en
cuanto a la credibilidad y efectividad de las acciones de la institución.

 Ser retador. Un objetivo en gestión de riesgos debe incluir un compromiso que trascienda
lo rutinario.

 Incluir los objetivos individuales en el objetivo colectivo. Cabe señalar que, en el


compromiso de toda la institución, uno de los componentes del éxito es que los trabajadores y la
población perciban con claridad que el logro de los objetivos en gestión de riesgos contribuirá a
que ellos se sientan también satisfechos en lo personal y no solo colectivamente.

6.4 Elección del público objetivo

Algo que siempre debe recordarse es que cualquier proceso de desarrollo (entre ellos, la gestión
de riesgos) no consiste en emprender la mayor cantidad de acciones, sino en promover el
desarrollo a través de ellas. Como tema de desarrollo, la acción en gestión de riesgos no observa
es una fórmula exacta, y no cabe aquello de “a iguales problemas, iguales soluciones”. Lo que
se haga dependerá de las personas con quienes se trabaje.

Como todo tema de desarrollo, la gestión de riesgos que se pretende alcanzar no es un tema
técnico, sino humano. Es más, la experiencia práctica demuestra que la gestión de riesgos exitosa
no pasa principalmente por las soluciones técnicas, ya que estas están escritas, sino por
convencer a las personas de que apliquen las soluciones previstas. Por estas razones, identificar
al público objetivo claves es fundamental para las acciones que se van a ejecutar.
6.4.1 ¿Quién es el público objetivo en un proceso de gestión de riesgos?

Kotler (1992) los denomina stakeholders [adoptantes objetivo] y quizás sea una buena
denominación, porque son quienes deben aceptar y adoptar las conductas y acciones de
desarrollo destinadas a alcanzar los objetivos trazados.

6.4.2 ¿Por qué es importante definir el público objetivo?

Es peligroso que un proceso de gestión de riesgos especifique con claridad el grupo de personas
con quiénes se trabajará. Esto muchas veces lleva a que las personas, en un trabajo masivo, no
lleguen a identificarse con las acciones que se emprendan, puesto que no las perciben como útiles
para ellas; de ahí que puedan demandar acciones diferentes y que no necesariamente propicien
éxito de un proceso de gestión de riesgos.
Entre las razones que exigen definir con claridad al público objetivo están las siguientes:
 Para que las acciones puedan encauzarse en forma directa, sin generalidades y buscando
impactos mensurables.
 Para saber qué tipo de lenguaje se va a usar, porque el lenguaje que no es específico para
un público no ejerce impacto en la búsqueda de soluciones.
 Para conocer los medios que se van a usar, dado que los diferentes públicos objetivo
tienen también diferentes medios de enterarse o educarse. Puede tratarse de medios masivos o
de personas (liderazgos).
 Los mensajes “para todo público” no existen, ya que llegan con mayor fuerza a ciertos
grupos y con fuerza menor o nula a otros. Además, hay casos en los que la difusión masiva da
pie a la ineficiencia en las inversiones.
 Para que en el interior y el exterior de la institución proponente se conozca cuál es el
grupo con el que se trabajará, ayudando a tomar decisiones adecuadas tanto de inversión como
de acción.

Ahora bien, trabajar con todos los diferentes públicos no es posible, porque los recursos son
siempre limitados. Por ello, conviene determinar la prioridad de los interlocutores con quienes
se va a trabajar. Sin embargo, esta jerarquización debe ser consciente y no inconsciente; debe ser
una decisión pensada y sopesada y no el reflejo de la capacidad de ciertos grupos para presionar
o lograr un acercamiento. Cuando las prioridades no se fijan de modo consciente, es difícil
transmitirlo y que sea aceptado por otros grupos, además que la gente las percibe con sectarias,
sobre todo los grupos a los que no se consideró prioritarios.
Un grupo objetivo es prioritario si:
 Es importante para resolver los problemas; este es el criterio principal. El grupo con el
cual se trabaje debe elegirse por ser medular para solucionar los problemas y para lograr los
objetivos propuestos. Este es un gran defecto de muchas acciones en gestión de riesgos cuando
se dirigen a grupos más cercanos o más accesibles pero que no necesariamente ejercen influencia
directa en el logro de los objetivos.
 Es capaz de influir sobre otros grupos. Esta es una característica ideal, pero no siempre
fácil de conseguir. Sin embargo, es importante que el grupo con el cual se trabaje los procesos
de gestión de riesgos pueda servir de ejemplo y ser reconocido por otros grupos que también
intervengan en el logro del objetivo.
 Tiene las condiciones para conseguir resultados tangibles a corto plazo. No podemos
trabajar con un grupo objetivo en el cual invirtamos muchos años sin contar con resultados que
alimenten el trabajo posterior.
 Es accesible, es decir que podamos llegar a él con los recursos existentes. Puede haber
grupos inaccesibles pero importantes para el logro de los objetivos. No se recomienda trabajar
con ellos en el corto plazo, sino estratégicamente hacerlo con otro grupo mientras se genera la
accesibilidad necesaria en el mediano plazo.
CONCLUSIONES

La gestión de riesgos es fundamental en América Latina, región donde existen diversos


factores desencadenantes de desastres, sean terremotos, inundaciones, huracanes, etc. Pero,
como todo proceso que contribuya al desarrollo, no se trata de un proceso técnico reducido a
construcciones o inversiones, sino sobre todo se trata de procesos que debe involucrar en forma
sostenible a la población proclive a ser afectada por estos factores de riesgo.

A lo largo de los años, se ha reducido el involucramiento a proceso de comunicación,


muchas veces desligados de los proceso de gestión de riesgos que se desarrollan. Sin embargo,
es necesario que las personas se involucren en los proceso, para ello, debemos identificar con
claridad los problemas, el público con el cual se trabajar, los objetivos y propuestas. En base a
ello, se debe desarrollar procesos que hagan que la gente asuma estos procesos de gestión de
riesgos y los haga suyos. Es en este contexto que la comunicación se convierte en una
herramienta que ayude en el propósito de involucrar a la población, que no sólo obtendrá
conocimientos, sino también alternativas técnicas que no sólo conocerá y valorará, sino que
también sabrá aplicar en los momentos que sea necesario.
En resumen, podemos decir que un proceso de gestión de riesgos debe plantear con claridad el
binomio propuesta clara más compromiso. Sólo así podremos tener éxito en los procesos
participativos de gestión de riesgos y reducir las posibilidades que los desastres afecten en forma
significativa a nuestras comunidades.
BIBLIOGRAFÍA

 Ascanio, B. (2003). Mecanismos para la formulación de programas de


prevención y mitigación de riesgos en la gestión local del Área Metropolitana
Lima: IV Curso Internacional CISMID-JICA.

 Bollin, C. (2003). “Gestión local de riesgo: experiencias de América Central”.


Eschborn. Alemania.

 CENAMB. (1999). “¿Cómo reducir los riesgos socio naturales en barrios con
participación de la comunidad?”.

 Coraggio, J. (2004). “De la emergencia a la estrategia: más allá del alivio de la


pobreza”.

 Delgado, J. (2002). En ponencia: El Programa de Reducción de Riesgos


Ambientales de Caracas. III Coloquio sobre Microzonificación Sísmica: “Camino
hacia una menor vulnerabilidad”. (15-18 de julio).

 FLACSO. (2006). “Gestión sociourbana y participación ciudadana en políticas


públicas”. [material digitalizado].

También podría gustarte