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En los últimos años hemos presenciado y experimentado mejoras en las condiciones de vida de

las mujeres en las ciudades: incremento de sus niveles educativos, ingreso masivo al mercado
laboral, mayor participación en el ámbito de la política, entre muchos otros temas. Sin
embargo, a la par podemos encontrar una incidencia elevada de violencia contra la mujer en
diversos ámbitos: la familia, la escuela, el trabajo y, para entrar al tema de nuestro interés, la
calle.

Entre los ámbitos mencionados, la calle permanece como el ámbito “no conquistado”: El acoso
sexual callejero es tal vez la forma de violencia más común que padecen las mujeres todos los
días y, pese a ello, es la menos legislada. Peor aún, es la forma de violencia culturalmente más
aceptada: los hombres que hacen comentarios sexualmente agresivos a las mujeres no ven su
acción como violencia; por otro lado, las mujeres rara vez se defienden de estas acciones y
hasta las consideran “normales”.

Cuando hablamos de acoso sexual callejero nos referimos a una gran gama de prácticas como
silbidos, comentarios sexualmente explícitos o implícitos, masturbación pública, tocamientos,
entre otros; del que son victima cotidianamente las mujeres en las calles o en el transporte
público. Son prácticas no deseadas por ellas y que les causan miedo, por lo que desarrollan
estrategias evasivas: cambian sus rutas; toman transporte aunque los tramos sean cortos;
tratan de salir acompañadas; se cubren más de lo que quisieran; evitan salir solas de noche;
etc.

Estas prácticas evasivas pueden resumirse en un gran impacto en términos de ciudadanía y


derechos: las mujeres se retraen del espacio público y, cuando deciden estar en él, lo
experimentan con miedo, evitando pasar por ciertas zonas; con lo cual recorren menos espacio
que sus pares masculinos o los recorren acompañadas por otros hombres, lo cual refuerza su
dependencia de estos.

Las causas de la normalización y aceptación de estas conductas son muchas, pero todas
asociadas a la misma raíz: una cultura machista que valora la agresividad masculina y que lejos
de llamar la atención sobre las conductas de estos hombres, culpabiliza a las mujeres de ellas:
“ellas los provocan con esas faldas”, “si no quieren que les pase nada, ¿por qué salen solas a
esas horas”, “los hombres son así, una tiene que acostumbrarse”.

Los medios de comunicación hacen lo suyo cada vez que celebran prácticas como esas,
considerándolas divertidas o halagadoras; es el caso de un reportaje emitido en el programa al
Sexto Día (canal 5) en abril de este año. El informe llamado “El arte de la seducción a la
peruana” (que parecía ser más un sketch) usaba de “carnada” a dos mujeres muy descubiertas,
para luego motivar (micrófono en mano) a que los hombres les digan cosas, fomentando una
especie de competencia para ver quién decía el “piropo” más “ingenioso”.

El ámbito académico no ha sido ajeno a prejuicios. Personalmente he podido comprobar el


poco interés de mis pares masculinos, no solo por el estudio del tema, sino también por
aceptar que las prácticas mencionadas son violencia. Me he encontrado en más de una
ocasión tratando de explicar que son prácticas repetitivas y no casuales, que se focalizan en la
población femenina, que tienen impactos reales en su vida diaria y que fomentan la
desconfianza, el mayor enemigo de una convivencia sana en la ciudad.

Por todo esto: los impactos en las vidas de las mujeres, la banalización del tema en los medios
de comunicación y la invisibilización del tema en los ámbitos académicos, es que decidimos
crear el Observatorio Virtual de Acoso Sexual Callejero, en el cual buscamos recoger casos y
difundir información, de forma que el problema deje de ser parte de discusiones vergonzosas
en ámbitos privados y pase a ser tratado como lo que es, un problema público.

Nuestra apuesta es por ciudades en las que hombres y mujeres puedan transitar con igual
libertad y sin miedo. Buscamos que la ciudad sea un lugar de encuentro entre personas que se
reconocen como iguales y donde ninguno busca imponer sus deseos al otro.
El acoso callejero es la
forma más naturalizada de
violencia de género"
Lo dijo a Infobae la coordinadora nacional de Mujeres de la Matria
Latinoamericana, que ayer presentó los resultados de una encuesta a mujeres
de diez provincias en el Congreso. "Que nosotras pensemos estrategias como
cruzar de vereda o vestirnos discretas habla de la ausencia del Estado", dijo
8 de abril de 2016

Shutterstock 162
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El informe "Paremos el acoso callejero" fue presentado ayer en el
Congreso por su coordinadora Raquel Vivanco, quien, desde el
movimiento Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMalá) se
propuso investigar el cumplimiento de las leyes que amparan los
derechos humanos de las mujeres.

Así, tras monitorear y medir el nivel de aplicación de la Ley 26.485 de


Sanción, Prevención y Erradicación de la Violencia Contra las
Mujeres en diez provincias, vieron la necesidad de "seguir relevando
información que permita poner en discusión la realidad de las
mujeres".

Al 47% de las mujeres encuestadas un hombre las siguió en la vía


pública

"Y así, después del #NiUnaMenos fuimos a relevar distintas


cuestiones, entre ellas cómo nos afecta el acoso callejero, cómo limita
nuestro libre caminar, como una forma más de violencia sexista",
contó a Infobae Raquel Vivanco, coordinadora de MuMalá.

En el relevamiento, hallaron cifras alarmantes, tales como que el


100% de las mujeres sufrió un tipo de acoso a lo largo de su vida
en la calle (de mayor a menor, bocinazos, silbidos, comentarios sobre
su apariencia) y el 50% recibió un comentario sexualmente explícito.

Al 47% de las encuestadas las siguieron en la vía pública y al 37% un


hombre le mostró sus partes íntimas; el 29% fue tocada con intención
sexual en la vía pública.

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infobae
El 100% de las mujeres sufrió alguna situación de acoso en la
calle http://infob.ae/1Vd4mlq #ParemosElAcosoCallejero
06:16 - 8 Apr 2016


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Dentro de esas cuestiones, que llamaron poderosamente la atención,


ni la niñez ni el estado de embarazo "inhiben" a un acosador de
cumplir su propósito: el total de las mujeres consultadas dijo que entre
los 9 y los 22 años habían sufrido su primera situación de acoso
callejero (y el 15% vivió su primera situación de acoso callejero antes
de los 13 años).

¿Hay más? Sí. Ninguno de los hombres que realizan este tipo de
actos asume que es un acto de acoso contra las mujeres.
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El peligro de la naturalización

Vivanco reconoció que todas las mujeres llevan adelante estrategias


para evitar pasar por lugares inseguros, oscuros o con poca gente,
toman rutas alternativas y el 51% admitió usar ropa intencionalmente
pensada para no provocar.

"El acoso es una de las prácticas más comunes y extendidas de


violencia de género que tenemos las mujeres y el hecho de que
nosotras pensemos las estrategias para evitarlo habla de la ausencia
del Estado", reconoció la mujer, quien embarazada de cinco meses,
no deja de recibir "piropos" en la calle.

Las mujeres estamos insertas en una cultura machista y muchas


veces nos cuesta asumir el lugar de inferioridad en que estamos
Sobre las causas de que este tipo de violencia se haya naturalizado
en la sociedad, y hasta sea tildada de "feminista" la mujer que no
gusta de recibir un silbido en la calle, Vivanco opinó: "El espacio
público históricamente fue reservado para los varones, para las
mujeres era el hogar y cuando en un momento la mujer empezó a
irrumpir en el espacio público esto volvió a configurar la forma en que
nos relacionamos".

"Las mujeres estamos insertas en una cultura machista y muchas


veces nos cuesta asumir el lugar de inferioridad en que estamos en la
sociedad", reconoció la coordinadora de MuMalá, quien remarcó:
"Seguimos viviendo en una sociedad sumamente desigual, que no
promueve que las mujeres llevemos adelante opciones que nos
pongan en igualdad de condiciones".

"La modalidad de conquista se ha pervertido"

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El licenciado en Psicología Gervasio Díaz Castelli analizó
para Infobae que "la modalidad de conquista se cargó de un
componente perverso donde el amor cortés es un bien escaso".

Hay piropos que resultan hasta femicidas, que destruyen la


feminidad
"Hay una perversión de la modalidad de conquista y también una
cuestión con el piropo que pasa a ser un acoso", analizó el
especialista, para quien hay dos tipos de piropo: "El que sube la
autoestima de la mujer y el que la destruye".

"Hay piropos que resultan hasta femicidas, que destruyen la


feminidad, que tienen un componente de agresividad tan alto que
nunca una mujer va a poder metabolizarlo como algo positivo", finalizó
na forma de acoso sexual que consiste en comentarios indeseados, silbidos y otras acciones
similares hacia personas desde extraños y en espacios públicos. Esta forma de acoso es
diferente de otros tipos de violencia como el acoso laboral u homófobo.

Índice [ocultar]

1 Definición

2 Efectos sobre la salud (en víctimas femeninas)

3 Efectos sobre la salud (en víctimas masculinas)

4 Actitudes Públicas

5 Activismo

5.1 En España

6 Referencias

7 Enlaces externos

Definición[editar]

El acoso callejero se produce normalmente cuando uno o varias personas desconocidas


abordan a una o varias personas en un espacio público. Cualquier acción o comentario
irrespetuoso o denigrante dirigido a su persona por parte de extraños en lugares públicos se
considera acoso callejero. Se consideran como tales palabras o gestos, acercamientos
intimidantes, fotografías sin consentimiento, agarrones, presión de genitales sobre el cuerpo,
exhibicionismo con intención de llamar la atención de la persona acosada (desnudez parcial o
total y masturbación pública), persecución, fotografías no consentidas de partes íntimas de las
víctimas. Con estos actos el acosador afirma su derecho a llamar la atención de la víctima,
poniéndola como objeto sexual y forzándola a interactuar con el acosador. También se dan
casos donde la mujer es la acosadora, sin embargo en una porción ínfima del total.

De hecho, el acoso callejero confiere al espacio público una dimensión sexual en el que
promueve el dominio de los acosadores sobre las víctimas. Otra definición más amplia del
acoso callejero afirma que es tanto un lance sexual indeseado como una intrusión no solicitada
de los acosadores en los sentimientos, pensamientos, actitudes, espacio, tiempo, energías y
cuerpos de las víctimas. Este tipo de acoso tiene su origen en motivos de género y está
compuesto por toda una serie de acciones que en muchas ocasiones son socialmente
aceptadas y que sitúan a las víctimas en la posición de "objeto público". En este tipo de acoso,
el acosador se siente con el derecho de interpelar a las víctimas en la calle sin haber recibido
previamente su consentimiento y entendiendo que sus comentarios y acciones hacia las
víctimas están justificadas, son halagos o son socialmente aceptadas.

Por sus características, el acoso puede considerarse un acto violento, si viola la intimidad de la
víctima, teniendo que aceptar “expresiones” sobre ella/el, ya sea físicas, como en el caso de
“manoseos”, “agarrones” o encerrones; psicológicas, como es el caso de “piropos” y silbidos;
en el caso del exhibicionismo. Asimismo, como señalan diversos estudios (Fairchild & Rudman,
2008; Ilahi, 2010; Macmillan, Nierobiz & Welsh, 2000), este tipo de prácticas parecen conllevar
diversos tipos de consecuencias, en términos emocionales, de uso de los espacios y de
percepción de seguridad.

También es la forma de agresión sexual cotidiana menos visible para las autoridades.

Hay otros tipos de acoso que también se desarrollan en la vía pública y que no se engloban
dentro del término “acoso callejero”, como el que sufren las personas homosexuales por su
orientación sexual. En este caso se habla de “agresiones homófobas”.

Efectos sobre la salud (en víctimas femeninas)[editar]

El acoso callejero, como otros tipos de acoso, puede producir un gran número de efectos
mentales negativos en las víctimas.

En un artículo publicado en el año 2000, basado en un "Estudio Canadiense de Violencia


Contra las Mujeres", mostraba que la exposición al acoso de extraños es un factor importante
en la percepción de las mujeres de su seguridad en público. El acoso de un extraño, induce al
miedo de la victimización sexual.

El acoso en Chile, el fenómeno parece tener una inquietante extensión. De acuerdo al Servicio
Nacional de la Mujer SERNAM (2012), el 59% de las mujeres y el 30% de los hombres
encuestados declara de haber sufrido algún acto calificado ya como acoso callejero (dichos o
palabras obscenas, susurros, encerrones, persecución con dichos obscenos), mientras que el
30% de las mujeres y el 20% de los hombres se declara víctima de situaciones catalogadas
como abuso (encuentro con exhibicionista, frotación, agarrón, manoseo).

Efectos sobre la salud (en víctimas masculinas)[editar]

Con respecto a ambos puntos, evidencia SERNAM (2012:10): “La distancia entre distinguir que
se fue víctima de alguna forma de agresión sexual y la identificación de la ocurrencia de
determinadas formas 4 específicas de agresiones, es entre dos y tres veces en el caso de los
hombres y en el caso de las mujeres de dos veces. Los hombres son menos conscientes de
haber sido víctimas de acoso y/o abuso, lo cual, puede explicarse por las representaciones
sociales de género.”

Actitudes Públicas[editar]

YouGov llevó a cabo en agosto de 2014 una encuesta sobre acoso callejero en la que
participaron cerca de 1.000 estadounidenses. En ella el 72% manifestó que no consideraba
apropiado "silbar" a una mujer por la calle, mientras que el 20% afirmaba que es aceptable en
ocasiones. Además, mientras que el 55% calificó esta práctica de "acoso", el 20% afirmaba que
era "cortés".

El estudio concluyó que los estadounidenses de entre 18 y 29 años son los más propensos a
entender estas prácticas como algo bueno.1

Activismo[editar]

El activismo público contra el acoso callejero ha crecido internacionalmente desde final de los
años 2000. En Perú, Natalia Málaga, ex jugadora de voleibol, participó, por ejemplo, en la
campaña "Sílbale a tu madre" o "El guantazo de Natalia". También un grupo llamado Stop
Street Harassment empezó como blog en 2008 y llegó a formarse como organización sin ánimo
de lucro en 2012. Otro grupo llamado Hollaback fue fundado en 2010.

Este activismo ha utilizado vídeos virales para publicitar la frecuencia de comentarios


indeseados que las mujeres reciben en espacios públicos.

Una artista callejera usó Kickstarter para financiar una campaña llamada "Stop Telling Women
to Smile" (Dejad de Decir a las Mujeres que Sonrían). La artista colgó retratos de ella misma y
otra mujer acompañados de mensajes contra el acoso callejero.

Una mujer de Mineápolis creó una serie de "Cards Against Harassment" (Cartas Contra el
Acoso), en homenaje al juego Cards Against Humanity (Cartas Contra la Humanidad), que ella
distribuía entre acosadores callejeros. Las cartas pretendían explicar a los acosadores
callejeros por qué sus comentarios no eran bienvenidos.
Acoso callejero
Alrededor del mundo, 7 de cada 10 mujeres han sido víctimas
del acoso sexual callejero. Lamentablemente éstas son cifras que
se repiten en nuestro país. Sin embargo eso no es lo más
preocupante, ya que a mujeres como a hombres este tipo de agresión
les resulta muy natural. Los varones consideran que no es malo
porque "siempre ha pasado eso" o porque "no le hace daño a nadie".
Pero cómo lo vive realmente una mujer en las calles de Lima?

Sean gorditas, flaquitas, altas o bajas, todas somos


destinatarias de estos "piropos" (si así se le puede llamar)
subidos de tono, que con cuestionable galantería se escuchan día
a día en las calles. Muchas damas indican que para transitar en
la calle, no hay manera que salgan de sus casas en falda o en
vestido, porque éstas se sentirían vulnerables y expuestas debido
al constante acechamiento de aquellos impertinentes.

Casi como parte del sonido de Lima, el eco de los supuestos


halagos persigue todas las faldas, short, pantalones apretados y
escotes de la ciudad, y si le causa gracia debe ser porque no es
usted quien está siendo la víctima. Entonces podemos concluír con
que definitivamente las calles de Lima son hostiles para las
mujeres, no puede ser posible que cada vez que pasemos por donde
hay un grupo de hombres o peor aún, por una obra en construcción,
ya estemos sintiendo esa anticipada incomodidad porque tenemos
bastante claro que en cualquier momento nos lanzarán la grosería
que mejor les parezca.

Tengamos en cuenta, que la palabra no solamente es la palabra,


porque a veces viene acompañada de un seguimiento o acercamiento,
por más que no haya un contacto físico. Más aún, recordemos que
ese acto tan denigrante, se lo pueden estar dando también a una
madre, hermana o esposa.

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