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Grosso modo, es por demás evidente al realizar una corta contrastación entre el
reciente acuerdo que el Estado colombiano firmo entre las FARC E.P y el ya
olvidado en las memorias de los no dolientes, proceso de “JUSTICA Y PAZ”, la
diferencia en el recibimiento y aceptación socio-político que han presentado ambos
acuerdos.
Ante esta realidad, a priori y como primer ítem a considerar en el desenlace del
presente ensayo, no menoscabe dar claridad de lo que realmente es la JEP según
su estructuración interna, para determinar en ese orden de ideas y como segundo
punto a considerar de forma concluyente dentro del presente ensayo, una postura
reflexiva a favor o en contra según coordine mi observación critica con la
conceptualización que se presenta y da vida a la Jurisdicción para la paz dentro del
marco de justicia transicional.
He de aclarar que las ideas aquí expuestas poseen un fin netamente académico
y las expresiones emocionales que puedan llegar a escribirse hacen parte del
contenido del ensayo y no ven otra perspectiva distinta a la de sintonizar el texto
formal con la exteriorización del sentimiento que de ello emana; por otro lado, como
ya tuve la oportunidad de expresarlo, deseo resaltar nuevamente que dentro del
presente ensayo, únicamente se dará claridad sobre la estructuración interna de la
justicia especial para la paz y su dinámico funcionamiento armonioso con la
intención de acoger una postura reflexiva, a favor o en contra, que me llevara
No es un secreto que en las bases del acuerdo realizado entre las Fuerzas
Armadas Revolucionadas de Colombia E.P y el Estado Colombiano se presenta un
importante hito en la historia colombiana, pues es la primera vez que se crean
instrumentos institucionales para la superación del conflicto, presentando la
posibilidad de una paz estable y duradera. La JEP es la primera experiencia de
justicia en donde un actor armado después de 52 años de haber ejercido sus
actividades hostiles puede aceptar la posibilidad de acudir a una justicia del Estado,
aunque esta justicia no sea la que habitualmente los mas oscuros y destructivos
críticos esperan se aplique, es la mas viable para la construcción de una paz estable
y duradera, que prevé la tranquilidad de las futuras generaciones habidas y por
haber y no lo digo desde supuestos ideológicos, aunque algunos así puedan llegar
a percibirlo, el sustento se encuentra en cuatro (4) pilares fundamentales que se
consideraron a la hora de formular el acuerdo; la justica, la verdad, la reparación y
la no repetición. Pilares de vital importancia que toman como protegidos a las
víctimas con ocasión y en relación al conflicto armado, y las posicionan en un rol de
especial importancia frente a la aplicación del derecho y más aún frente a la
restitución de los mismos.
Llegados a este punto, con la esperanza de haber sido claro a la hora de abarcar el
primer ítem a considerar a lo largo y extenso del presente escrito, debo inclinar mi
postura hacia un ámbito favorable, no porque me asista un deber objetivamente en
la literalidad de su expresión, sino porque a la luz de los recientes eventos
presentados estadísticamente sobre enfrentamientos armados y heridos en
combate, la notoria disminución me lleva a pensar que si bien no es un acuerdo
perfecto y pueda contener falencias, por lo menos ha logrado disminuir los índices
de desplazamiento y terrorismo que la población civil venia padeciendo con gran
inclemencia.