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Sonríe…

Sonríe. Siempre hay algún motivo para sonreír… mira


a tu alrededor y descubrirás el mágico pincel de
Dios, cierra los ojos y contemplarás la inmensidad
de bellos momentos que anidan en tu alma; respira
profundamente y siente el rítmico latido del
corazón… eres el verso más sublime de la creación.
Las palabras y los gestos dicen mucho, pero la
sonrisa lo dice todo. El que no sonríe asusta, su
rostro hierve de tristeza y dolor, su mirada está
vacía, el corazón marchito y su existencia desértica
y muda. Los que olvidaron sonreír tienen enferma el
alma, en sus venas corren alocados viejos
resentimientos y el rostro mustio y endurecido
reclama lástima o quiere morder.
En esos momentos difíciles cuando todo se hunde, nos
quedamos solos y el virus depresivo nos invade hasta
el tuétano, en esos instantes de amargura y
desesperanza…la sonrisa es una suave terapia para
encontrar la paz, es una aurora que se impone a la
noche, una brisa que aplaca la cruel tempestad.
Si tu barca está a punto de zozobrar y los problemas
te han encarcelado en un lúgubre laberinto sin
salida, no te rindas ni te retuerzas como fracasado,
ojea tu interior y te darás cuenta que no estás solo,
Dios siempre te sonríe.
No seas mezquino y sonríe a los demás, quizás no lo
sabes, pero en tu rostro escondes una pócima mágica
que puede salvar a suicidas desesperados… esa
sonrisa, tierna y sincera, es bálsamo para aliviar
las cicatrices mohosas de los que agonizan de
soledad. Es agua fresca para los que desfallecen
deshidratados por falta de cariño y comprensión. La
sonrisa es la música que vacía el veneno de las
fieras que asechan y descuartizan porque los
complejos corroen sus afilados colmillos.
Sonríe… y descubrirás que la vida, con sus penas y
alegrías, logros y desengaños, albas y ocasos… está
tapizada de copiosas bendiciones divinas. ¡Sonríe!

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