Más allá de lo tangible, se esconde un mundo fantástico.
Solo tenés que levantar la vista y observar a tu alrededor. Mirás, elegís y tocas justo antes de adentrarte. Elegís un objeto cualquiera. Detrás de aquel mueble, debajo de aquel árbol, dentro de ese muro. Basta con levantar el muro, cortar ese árbol o abrir el mueble para descubrir un mundo completamente nuevo que se abre ante tus ojos. Ese mundo de duendes, hadas, tan lleno de aromas y de tan diversos colores. Uno descubre un mundo nuevo y este, ya reconocido, se muestra y desfila ante tus ojos. Todo es sorprendente, impresionante, más real que el surrealismo que se superpone al realismo y que convive para dar nueva realidad a todo lo conocido.
Acá las personas vomitan conejos de colores, a los chicos
les crece la cola de chancho y las bibliotecas ascienden hasta el infinito. Ahora que veo, voy a tomar un trozo de plastilina, voy a intentar recrearlo todo, darle forma, voy a intentar habitarlo y después de intentarlo quizás descanse; me vaya a dormir, a soñar un poco más con la realidad.