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La Guerra de los Mercenarios


Posted By Jaime Márquez On 22 mayo 2014 @ 9:00 In Conflictos belicos,Edad Antigua | No
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Las consecuencias de la Primera Guerra Púnica para la ciudad de origen fenicio de Cartago
supusieron mucho más que una derrota militar frente al poder de la incipiente Roma, trajo
consigo el declive de la otrora potencia comercial y uno de los episodios bélicos más terribles de
la historia, la llamada Guerra de los Mercenarios.

En el año 241 a. C. Cartago había perdido sus posesiones en Sicilia y Cerdeña, además que
perder influencia en los principales puertos del Mediterráneo y estar obligados a rendir tributo a
Roma. Estas consecuencias se sumaron al hecho de que Cartago había empleado a mercenarios
para sostener los 23 años que duró la Primera Guerra Púnica, y 40.000 de estos mercenarios
emprendieron el regreso a la ciudad para cobrar sus pagos atrasados de tantos años de servicio,
con el genial estratega y comandante militar Amílcar Barca (Barca es un sobrenombre que
significa Rayo o Fulgor) a la cabeza.

La ruinosa situación de las arcas del Estado no dejaba mucho margen de maniobra a los
senadores cartagineses, quienes asumieron con cierta resignación todas las pérdidas, pero
rechazaron el efectuar el justo pago a los mercenarios a riesgo de que se produjese una
sublevación, y fue justo eso lo que sucedió. Los mercenarios pusieron bajo asedio la ciudad y los
senadores decidieron pedir ayuda su mejor estratega, Amílcar, quien debía responder ante ellos
pero que también consideraba injusto el impago a sus aliados en combate durante más de dos
décadas.

Amílcar pasó varios días tratando de resolver el problema, considerando por una parte que era
culpa de la negligencia de los senadores y por otra que aquello podía suponer el fin de la historia
Cartago, barrida por los mismos ejércitos que en otros tiempos le granjearon una posición
dominante en el Mediterráneo.

Tristemente el desencadenante de la tragedia llegó pronto, cuando los mercenarios tomaron a


700 ciudadanos cartagineses y tras desmembrarlos a sangre fría los arrojaron a una zanja para a
continuación enterrarlos vivos. Amílcar contempló la horrible escena y sin pensarlo más decidió
tomar partido por Cartago y terminar con los mercenarios aunque eso le llevase la vida.

El ejército de Cartago aun contaba con algunos efectivos y entre ellos y los civiles (incluyendo
jóvenes y ancianos) Amílcar logró reunir a unos 10.000 hombres y los preparó como pudo para
el combate. Se trataba de una fuerza muy inferior a los experimentados 40.000 que les
asediaban, pero eran muy conscientes de que se lo que se jugaban. Amílcar dispuso a sus
hombres en un frente sin retaguardia y a base de sucesivas embestidas logró hacer retroceder a
los mercenarios hasta un valle cercano donde se refugiaron esperando emprender nuevas
negociaciones.
Pero Amílcar ya no contemplaba la posibilidad de negociar, y bloqueó todos los accesos al valle
de los mercenarios con la esperanza de derrotarles por desgaste y hambre. Durante varios
meses los mercenarios aguantaron su particular asedio, pero a medida que pasaba el tiempo la
falta de alimentos les llevó primero a comerse los caballos y finalmente a sus prisioneros y
esclavos. Nada menos que tres años resistieron los mercenarios pero los supervivientes
finalmente se vieron obligados a salir y cuando lo hicieron Amílcar los ejecutó sin piedad por el
asesinato de los indefensos civiles.

La Guerra de los Mercenarios fue el estrepitoso final de la Primera Guerra Púnica, y dejó a
Cartago muy necesitada de nuevos territorios, tropas e ingresos, lo que hizo que Amílcar se
lanzase a la conquista de la cercana Península Ibérica, desde la que partiría tiempo después su
hijo Aníbal Barca con el objetivo de conquistar a su gran enemiga, Roma.

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