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Para contestar las preguntas arriba expuestas, nos dirigimos a Enrique Díaz
Araujo, quién es un importante investigador acerca de la vida del General.
Díaz Araujo, es un abogado, escritor, historiador y profesor argentino.
Realizó sus estudios superiores en la Universidad de La Plata, Provincia
argentina de Buenos Aires, donde se graduó de abogado. Ha sido
funcionario judicial, juez de instrucción y camarista en lo criminal, pero su
labor más destacada ha sido como docente, historiador y escritor católico y
nacionalista. Ha publicado más de 85 obras, entre las cuales se hallan varias
biografías, sin contar sus conferencias, su participación en seminarios, y las
relaciones contenidas en Internet.
Como Araujo podemos citar a muchos más y si acá podemos, citaremos a
otros estudios más algunas apostillas que quedaron en el tintero o mejor
dicho, abandonadas en alguna estantería histórica de la Patria.
SAN MARTÍN
San Martín fue un político, militar, del siglo XIX, 1778-1850; nacido en
Yapeyú, Corrientes ahora, antes Misiones Occidentales, fue de niño a
España; en España fue militar hasta llegar a ser un jefe en el ejército
español, y luchar contra Napoleón, donde ganó sus mayores
condecoraciones, llegando a ostentar el grado de teniente coronel.
Pero, ¿por qué lo festejamos nosotros? Porque vino a su tierra natal para
realizar la campaña libertadora de América, ¿a liberarnos de quién? De la
Corona de Castilla, que estaba a cargo de José Bonaparte, puesto por
Napoleón.
Gobernaba en su lugar el Consejo de Regencia. Pero, ¿quién lo había hecho
nombrar? Nadie. La Junta Central (ubicada en Sevilla) lo hizo, pero no tenía
poderes para eso. Entonces ¿qué hizo América? Empezó a formar juntas de
gobierno autónomas en Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá, para hacer
enterar que gobierna la Península en nombre del rey un Consejo de
Regencia al que no acatan; incluso Lima y México que no tenían motivos,
desconocen el Consejo de Regencia donde gobernaba el hermano de
Napoleón. Éste, a su vez, ha convocado una asamblea en Cádiz, las cortes
de Cádiz que han sancionado la constitución de 1812.
Entonces tenemos este primer cuadro: en 1812 está gobernando en Cádiz
(ya en el resto de España están entrando las tropas napoleónicas) el Consejo
de Regencia y las Cortes, que han sancionado una constitución LIBERAL,
llamada doceañista. Este es el cuadro. Pero, ¿qué tiene que ver San Martín
con esto? Y simplemente, que es un militar que está en el ejército español,
defendiendo el último espacio que queda en la península que es el istmo de
Cádiz; no está de turista; es un teniente coronel del regimiento de infantería.
Y ¿por qué deja eso y viene a procurar la libertad con la campaña libertadora
de América?
Un tema central en la vida de San Martín es este: “¿Por qué se va de
Cádiz?”. Hoy hay varios libros que dicen que se retira porque fue un
desertor. Estaba defendiendo el último espacio, y éste “se las toma”, los
abandona. Ustedes saben que San Martín ha tenido un gran historiador.
Todavía hoy, todas las explicaciones e interpretaciones se basan en la obra
de Bartolomé Mitre.
Mitre afirma que salió subrepticiamente de Cádiz, es decir, escondido, entre
gallos y media noche. No es cierto. Presentó ante el Consejo de Regencia su
retiro del ejército español, y se lo concedieron, incluso con uso del grado y
del uniforme, de manera que salió perfectamente a mediodía desde Cádiz. No
fue un desertor, no fue un perjuro como dicen hoy varios libros. San Martín
pudo llevar la guerra contra el gobierno español, porque antes había
renunciado a ser funcionario de ese gobierno y ese gobierno había aceptado
su renuncia. Pero esto ¿fue una situación individual de San Martín? Si
ustedes miran hoy los libros (y hay muchos), se pueden encontrar con que
siempre hablan de San Martín en forma aislada, como si todo esto fuera cosa
de él: no, partió con nada menos que treinta y siete oficiales americanos
como él, que habían nacido en América y habían decidido salir del mismo
modo que él. Todos, o más bien, casi todos pidiendo permiso. Otros no, pero
todos salieron.
Porque en 1811 (septiembre), cuando salieron todos ellos, el Consejo de
Regencia movió a guerra a diversas partes de América que no lo reconocían.
Así que ellos están en una situación especial: son americanos, son parte del
ejército español, pero el ejército español estaba haciendo la guerra a los
americanos, motivo más que obvio y suficiente para que ellos no siguieran
en el ejército español.
Sin embargo, a partir de lo de Mitre se construyó, en estos últimos años (30
años) que San Martín habría salido de Cádiz, porque se ha hecho miembro
de un club, de una logia secreta que se llamaría LOGIA LAUTARO. Eso dicen
ahora: que se hizo miembro de la LOGIA LAUTARO, y agregan
inmediatamente que era MASÓNICA. Ahora bien, ¿Qué es la masonería? Una
sociedad secreta, iniciática, es decir, que tiene un rito de iniciación, donde
se tiende a establecer un tipo de juramento que obliga a adherir a la doctrina
(LA MASÓNICA), que es permanente, y cuyos fines son de tipo más bien
cultural y políticos; es decir, básicamente iban CONTRA LA MONARQUÍA en
su tiempo, y aún hoy contra la IGLESIA CATÓLICA. Por eso la Iglesia
Católica la tenía condenada, perfectamente condenada por diversas bulas y
encíclicas.
Pero resulta que la LAUTARO NO ERA MASÓNICA, NO ERA INICIÁTICA; sí
exigía un juramento: guardar secreto, pero nada más; por eso dije muy bien,
sociedad secreta, lo que no significa por modo alguno que fuera masónica.
Sin embargo van a ver ustedes un debate inmenso: unos que dicen que es
masónica y otros que dicen que no. Yo les podría recomendar, si están en
tema de investigación, TRES ARTÍCULOS, DOS INGLESES y UNO
NORTEAMERICANO, hechos por masones en revistas masónicas que
afirman que ni LA LOGIA, NI SAN MARTÍN ERAN MASONES.
Pero lo más importante es que uno de los integrantes de la logia, un
dominico llamado fray Servando Teresa de Mier, que andaba por Europa,
llega a Cádiz y ve que la situación no está muy linda para los americanos (él
era mexicano), entonces se encuentra con otro religioso, el padre Ramón
Eduardo de Anchoris, y le dice:
– Mirá estoy en esta situación apurada, ¿qué es lo que hago?
– Y bueno, veníte con nosotros que tenemos una organización de
autodefensa que es la que se llama LOGIA DE LOS CABALLEROS
RACIONALES, o LOGIA LAUTARO.
– Sí, bueno, pero sabés que el Papa tiene prohibido estar en este tipo de
organizaciones masónicas.
– ¡No, pero si no es masónica!– le dice Anchoris –porque si así fuera yo
tampoco estaría.
–Bueno, voy a entrar y vamos a ver si es cierto lo que decís.
Se asocia y cuando le toca hablar durante una de las reuniones semanales,
el dominico Mier habla contra la masonería, y el único que protesta por lo
bajo es Carlos María de Alvear. Éste era americano, también correntino como
San Martín, un hombre rico que prestaba su casa para la reunión. Todos los
demás están de acuerdo con lo que dice Mier, y esto él pone en sus
memorias dos veces. Es el único testimonio desde adentro, por la cual
sabemos que la LOGIA LAUTARO no es masónica, porque Mier lo dijo allí, y
los otros no dijeron nada, estuvieron de acuerdo tácitamente. Y él lo dijo
porque en México (cuando él escribe años después) decían ya que la logia
Lautaro era masónica.
-¡NO, no, si yo nunca estuve en una logia masónica!, porque era medio
liberal el cura este, pero no tanto para violar las resoluciones del papa.
¡Cómo me voy a hacer de una logia masónica siendo sacerdote!
Entonces tenemos que la Logia esa, que dicen que es la que los impulsa, no
es masónica, no es la masonería por la que lo mandaron a América. La Logia
le servía para defenderse, porque eran atacados por ser americanos estos
oficiales (casi todos, aunque había algunos que no lo eran).
Entonces, para defenderse en un primer momento se asociaron. Pero no era
la única Logia que había en Cádiz: había 17 organizaciones secretas,
masónicas, antimasónicas, no masónicas, había de todos los gustos, y
estaba ésta, la de los americanos o sociedad secreta llamada Lautaro.
Bien, pero siguiendo a Mitre, San Martín salió porque un oficial inglés Lord
Macduff (conde de Fife) le arregló la salida con otro funcionario que se
llamaba Sir Charles Stuart. Son los ingleses los que lo hacen salir de Cádiz;
entonces los que siguen a Mitre inmediatamente dicen que era un hombre al
servicio de los ingleses. ¿Qué se puede responder a esto? El ejército del Sur
de España era anglo-español, porque los ingleses habían ido en auxilio de
los españoles del Sur que resistían a Napoleón, estaban luchando, y
lucharon hasta el final en España. Los dirigía el duque de Wellesley, futuro
Lord Wellington que era el jefe superior de San Martín. Macduff era otro
oficial como San Martín, otro teniente coronel (inglés). Ambos eran
compañeros, colegas en el ejército; nada de extraño tenía, por tanto, que
San Martín le pidiera a Macduff que le registrara la salida. ¿Por qué le tenía
que registrar la salida un inglés? Porque Cádiz es un istmo; las tropas
francesas estaban a las puertas (sitio del Mariscal Víctor); por los costados
estaba la escuadra inglesa del almirante J. F. Cunningham, y no había forma
de salir pacíficamente; no había ningún buque ni botes, ni modo de salir que
no fuera con los franceses o con los ingleses. Él estaba en el sector aliado a
los ingleses, es decir, que tenía que salir en un buque de guerra inglés, y eso
es lo que le pidió a Macduff.
Y en un bergantín de guerra partió a Lisboa. En Lisboa, que también estaba
bajo el mando luso-inglés, Charles Stuart le sella el pasaporte, no hace otra
cosa, y ahí sí, ya toma un buque americano desde Lisboa a Londres. Nada de
esto tiene de extraño, porque es lo que hicieron todos los que salieron,
todos los americanos; no tenían otro modo, así que es estúpido decir que
salió porque los ingleses lo llevaron. No se podía venir directamente; la
única vía, por supuesto que era vía acuática, era salir desde Londres, pero él
estaba en Cádiz, por tanto, tenía que llegar a Londres primero. Es el camino
lógico y natural de quien quisiera venir a América, estando en Cádiz,
entonces.
El héroe sí, tiene que tener, determinadas virtudes, es arquetipo: tiene que
tener fortaleza, tiene que tener arrojo, y tiene que tener astucia también; y
eso no se pide de un santo, que sea astuto, y sin embargo un héroe, para
fundar una nación tiene que tener astucia, porque se va a ver enfrentado a
los otros poderes de la tierra que van a tratar de que no pueda cumplir su
labor. Y entonces tiene que hacerlo en parte por ataque y en parte por
engaño a sus enemigos. Y vamos a ver que en San Martín se cumplen las
dos cosas, porque él era capaz de encabezar una carga de caballería con el
sable al frente de sus tropas, como en San Lorenzo, pero también era capaz
de engañar, con la guerra de zapa, acá en Mendoza, a los realistas en Chile, y
en toda la campaña del Perú en una guerra de movimientos falsos, de
engaños para superar un enemigo que era muy superior en términos
numéricos. En el Perú peleó con cuatro mil soldados, contra veintiocho mil
realistas, ¿cómo iba ir de frente a puro ataque de caballería? Tenía que hacer
maniobras para ir viéndolos, haciendo juegos de diversificación y engaño,
eso es lo que él llamó “guerra de zapa”, astucia. Él no solamente fue un gran
oficial de caballería, sino un gran oficial de inteligencia.
Entonces, para antes retornar a San Martín, tenemos que ver si hay héroes o
seres humanos que hacen el esfuerzo extraordinario por su país, y no se
trata de ninguna santidad, de religión natural como ésta que intenta Rojas.
Nosotros tenemos que ver por ejemplo, que esto del héroe se inspira en
Grecia: si reunía las condiciones del valor de Aquiles y de la habilidad o
astucia de Ulises.
Terminamos este paréntesis y retornamos a San Martín.
“Maitland”, es un documento que presentó el doctor Terragno hace unos
años, en el que descubrió en la Cámara de los Comunes que había allí un
escrito de un militar escocés Thomas Maitland, que anunciaba un plan
inglés para marchar sobre el Perú, y decía que el mejor camino era
desembarcar en Buenos Aires, cruzar La Pampa, llegar a Mendoza,
organizarse bien allí, cruzar la cordillera, atacar Chile, y una vez vencido en
Chile el español, entonces por vía marítima desde Chile se atacaba Perú y
Quito. Claro, obviamente había un parecido con lo que hizo San Martín,
entonces eso es lo que dijo Terragno: “Mire qué parecido es esto con lo
otro”; claro de ahí a decir que él cumplió órdenes siguiendo el plan, hay una
buena distancia. ¿Por qué? Porque cuando Maitland escribió eso en 1800,
Inglaterra estaba en guerra con España; pero cuando San Martín actuó,
Inglaterra estaba aliada a España; así que de ninguna manera Inglaterra
pensaba desembarcar en Buenos Aires, llegar a Mendoza, cruzar a Chile e ir
al Perú; todo lo contrario, Inglaterra estaba peleando con España allá en
Cádiz.
Pero el plan Maitland les ha caído de maravillas a todos los enemigos de San
Martín. Entonces ahí está la prueba. ¿Prueba de qué? De nada: porque
además Maitland lo escribió muchos años antes, y nunca nadie había dicho
que hubiera admiración de uno por el otro, ni cosa por el estilo. Pero es una
cosa ver que no se ajustó al plan Maitland: según todos éstos, San Martín
vino a Buenos Aires, y de Buenos Aires a Mendoza. No, señores: nunca vino
de Buenos Aires a Mendoza; desembarcó en Buenos Aires, allí creó el
regimiento de Granaderos a Caballo, combatió contra las tropas del Concejo
de Regencia en San Lorenzo, y después fue mandado al Norte, a Tucumán
para comandar el ejército del Norte. Así que nada de pasar por vía de Chile.
El ejército del Norte estaba enfrentado con tropas del Perú, en este caso del
Alto Perú (hoy Bolivia). Y estuvo allí unos meses dirigiendo este ejército y lo
hizo bien, pero después cayó enfermo, y de ahí que para reponerse fuera a
Mendoza.
En esto hay tres puntos que tenemos que aclarar: había una carta, supuesta
carta que todos citan de abril de 1814 de San Martín a Nicolás Rodríguez
Peña, donde le dice: “Yo estoy convencido de que la patria no hará camino
por el Norte, hay que abandonar eso. Le digo mi secreto, hay que crear un
pequeño ejército fuerte en Mendoza, y de ahí pasar a Chile, y de Chile al
Perú”. En esto los liberales encuentran la prueba de que seguía el plan
inglés ya en 1814; y si no sigue en Tucumán es porque se hace el enfermo
para ser llevado a Córdoba y luego a Mendoza.
Pero en Tucumán hizo todo lo que venía hacer para luchar por el Norte, y si
tuvo que dejar el mando del ejército del Norte fue por enfermedad real.
Todos los testigos lo afirman, además de una junta de seis médicos para
asistirlo porque se podía morir (vomitaba sangre constantemente). No era
ningún invento, no era ningún pretexto, lo mandaban a las Sierras de
Córdoba a ver si se salvaba o no, porque era un clima benigno, menos
húmedo y caluroso que el de Tucumán. Solamente un testigo de esta época
dice lo contrario. Éste fue el general Paz que en sus Memorias afirma la
mentira de la enfermedad de San Martín (es lo que toma Mitre, porque las
primeras piedras, contra San Martín las tira este gran liberal). Mitre se toma
de los dichos de Paz y evita todos los otros dichos, de todos los otros
oficiales que dicen que estaba realmente enfermo, se toma del único que
brindaba un pretexto.
Pero Paz era una persona resentida con San Martín, porque cuando se
organiza el ejército de los Andes en Mendoza, él quiere entrar y San Martín
se lo niega, y después vuelve a pedir en Lima y San Martín vuelve a
negárselo otra vez, vaya a saber por qué. Entonces él quedó para siempre
resentido y por eso miente. En la correspondencia entre el Director Supremo
Posadas y San Marín y las autoridades del ejército de Tucumán, aparece la
evidencia de que está absolutamente enfermo, y gravemente enfermo; y hoy
hay veinte estudios sobre este tema, todos coincidentes en que sí, que San
Martín padecía de una úlcera sangrante que le hacía vomitar sangre; otros
dicen que era lícito creer que tenía una lesión pulmonar de la guerra en
España. Lo cierto era que estaba ahí, al borde de la muerte porque se
quedaba anémico después de tantas hemorragias. Y como él vivía de ese
sueldo, no tenía otro ingreso, y después de estar descansando ahí unos
meses en Saldán, Córdoba, se le dio nuevo destino y el Director Supremo lo
nombra en Cuyo.
Mendoza pasa a ser el lugar central, según los liberales. No, Mendoza era una
ranchería, era el último lugar, era el lugar más tranquilo que le podían dar, porque
no había ningún problema en Mendoza. ¿Y esto por qué? Porque en Chile estaba
el gobierno de los autonomistas chilenos, en el Norte estaba Rondeau en su
reemplazo, allá con el ejército del Norte. Entonces le dan casi a elegir entre La
Rioja y Mendoza, un poquito menos caluroso; pero eso es todo, ahí no había
ningún destino militar ni va a formar nada. ¿Saben cuánta tropa tenía San Martín
cuando llegó en el año 1814 a Mendoza? Treinta soldados en el fuerte de San
Carlos; que no eran soldados, eran milicianos llamados blandengues que estaban
en el fuerte de San Carlos para defenderse contra los indios. Esa era la tropa con
la que iba a cruzar Chile y de ahí dirigirse al Perú. ¡No! Fue por razones estrictas
de salud, para terminar de curarse, y así se lo dice el Director Supremo en el
nombramiento que le hace.
Pero después sucede que el ejército del Norte es vencido en Sipe-Sipe, y el
ejército de los chilenos es vencido en San Carlos. Entonces sí, a fines del ´14
comienzos del ´15 las cosas cambian totalmente, porque un lugar tranquilo como
era Mendoza se convierte ahora en un lugar clave, ya que los chilenos que habían
combatido se asilan en Mendoza; y es posible que los realistas que están
instalados en Chile crucen la cordillera, e invadan el antiguo territorio de las
Provincias Unidas. Entonces sí, ya empieza a haber una correspondencia de San
Martín con Álvarez Thomas, el Director Supremo, donde va enviando tropas a
Mendoza para armar una defensa, una pequeña guarnición, y empieza a ver los
boquetes de la cordillera por dónde mejor pasar. San Martín tiene una actitud
defensiva, no está pensando en invadir Chile, sino en que desde Chile no nos
invadan a nosotros, y durante todo el año 1815 la cosa es así. Pero él empieza a
armar, y ahí se ve otra virtud del héroe, casi de cero una defensa de la nación.
Una nación no necesita ser tan poderosa para defenderse si tiene a su frente
hombres de bien, hombres valientes, héroes. Por ejemplo:
España, en tiempo de la reina Isabel I, la Católica, se encontraba en una situación
difícil y apremiante. Ella heredó el trono de Castilla, y Castilla era una región
donde habían estado los reinos de taifas. Cada uno de estos nobles ordenados
por su cuenta, no obedecían al rey; las ciudades estaban llenas de bandidos y no
se podía ir de una ciudad a otra porque los bandidos estaban en los bosques; la
gente estaba alzada contra los judíos; los moros estaban cerca; el clero estaba
corrompido, infiltrado de herejías; el ejército corrupto y los nobles también. Ése es
el gobierno que recibe Isabel, y en quince años ella (realmente Dios la tenga en la
gloria), hace el Imperio Español, da vuelta a todos: limpia el clero, limpia el
ejército, limpia los bosques, termina con los moros, ataca a los musulmanes en el
África, facilita la empresa de Colón y mil cosas más. Es decir: un país se puede
dar vuelta perfectamente, si hay un héroe a su frente. La reina era una heroína.
San Martín también en Cuyo demuestra que se podían hacer de cero las cosas, si
había esa voluntad de bien.
En Mendoza no se fabricaban ni clavos, pero él consigue un fraile franciscano, fray
Luis Beltrán, y lo pone al frente de su yunque, a hacer desde clavos a cañones,
fusiles, bayonetas. En La Rioja se buscó el salitre. En Colonia Caroya otros
nitratos para armar los explosivos; se consiguieron de Catamarca, San Juan y San
Luis las telas con las cuales se elaboraron los uniformes, se los tiñeron, las botas,
las mulas, los caballos, y sobre todo los cuatro mil hombres como mínimo que
tenían que tener para poder hacer la empresa que va a ser el ejército de los
Andes. Eso recién en 1816. En esos dos años San Martín, como dicen, “ha
trabajado a lo macho”. A pesar de ser un hombre enfermo (porque la enfermedad
ya no lo va a dejar nunca) va a organizar esto desde cero, con jóvenes oficiales
que había traído de Buenos Aires, del Regimiento de Granaderos (jóvenes
aristócratas, criollos, estancieros). Consiguió de esos, unos quince, los trajo y
esos fueron sus jóvenes oficiales. De ellos, el más notable, fue Mariano
Necochea. San Martín, estaba casado con Remedios de Escalada, y tuvo una
niña, Mercedes, a pesar de que él hubiera querido tener un varón; no pudo y
Mariano Necochea fue como su hijo varón.
Lo que no consiguió fueron jefes de importancia que lo secundaran, y eso fue un
déficit para el ejército de los Andes siempre. Lo suplió como pudo con estos
oficiales. Y la tropa ¿de dónde? La tropa la puso Cuyo. De los cuatro mil soldados,
tres mil setecientos fueron cuyanos: de San Luis, de San Juan y de Mendoza.
Esa es la primera tanda, la que parte en el año ´16 y ´17. Pero luego cuando,
después de Chacabuco y de Maipú, él tiene que reorganizar su ejército si quiere
seguir, porque ha tenido muchísimas bajas, y manda a los principales regimientos
a rearmarse en Cuyo. Hay otros tres mil cuyanos que pasan a integrarse al
ejército. Es decir, que en total, se podría decir que Cuyo puso siete mil soldados. Y
esta es una causa que los cuyanos tenemos que hacer valer. Yo la hice valer
hasta donde pude, hasta que un gobernador de la provincia me trajo a uno de
estos grandes sinvergüenzas, Ignacio García Hamilton a hablar contra San Martín
en la casa de San Martín, en la biblioteca de San Martín. Entonces le dije al
gobernador:
-¡Mire, que hable lo que quiera, pero no en la casa de San Martín; es muy feo
venir a la casa de alguien a hablar en contra del dueño de casa! ¡Además,
nosotros pusimos, 7000 mil soldados! ¿Saben cuántos regresaron? Siete, que
formaron en la plaza de Mayo en 1826 al mando del Coronel Bogado. Por esos
muertos, este sinvergüenza y pro-montonero José Ignacio García Hamilton, no
debe hablar.
Se crearon tres logias masónicas contra él, y ahí viene el argumento final contra la
masonería: no sólo había que ser católico para ser empleado, sino que la
masonería en el Perú luchó contra él a través de tres grandes logias:
La Logia provincial de Buenos Aires, que dirigía Bernardino Rivadavia, “el peor
hombre de América”, va a decir San Martín; Mitre va a decir “el más grande
hombre civil de la tierra de los argentinos”, por eso que el menos indicado para
hacer la historia de San Martín era Mitre, porque admiraba al hombre más
enemigo de San Martín que fue Rivadavia. Esta logia que estaba en Buenos Aires
infiltró al ejército de San Martín, y consiguió que, por ejemplo, uno de sus jefes, el
general Las Heras, se adhiriera a ellos.
En frente estaba la Logia Republicana, de los republicanos peruanos,
democráticos, liberales y demás. Como sabían que San Martín no era nada de
eso, fueron sus enemigos. Estaban dirigidos por Sánchez Carrión; ellos hicieron
asesinar a Monteagudo que era el ministro de gobierno de San Martín.
Y sobre todo estaba la Logia central de la Paz Americana que organizaba a los
masones del ejército realista, mandado por el general Gerónimo Valdés. De esto
tenemos un testimonio extraordinario que es el del coronel Tomás Iriarte, que
perteneció a esta logia, que había venido de España con ellos, y esa sí se había
formado en Cádiz por militares españoles, no americanos, sino nacidos en la
península, que se pusieron al servicio de Inglaterra. En España se los llamó,
después, los Ayacuchos, porque ellos son los que perdieron la batalla de
Ayacucho, y por la cual se terminó la guerra de América. Pero eran liberales y pro
ingleses; ellos querían que hubiera una guerra permanente en América. Se
llamaba “de la paz” pero en sentido opuesto, porque ellos lo que querían era la
guerra.
San Martín no quería la guerra con España, y ahí voy derecho contra la tesis de
Mitre: no es un anti hispánico como nos lo presentó Mitre, y siguen diciendo todos
los liberales y todos los enemigos, sino que buscó la paz con España, pero quería
la independencia de América y entonces en Miraflores, primero, con el virrey
Pezuela, y en Punchauca después con el virrey La Serna trata de establecer la
paz mediante el reconocimiento de la independencia de América, y que venga un
príncipe de la monarquía española como rey. El se declara monárquico. Entonces
Mitre dice: “ahí quedó sin salida, porque rompió con el democratismo de él”, es
decir el de Mitre.
En realidad, el estúpido de Fernando VII, por segunda vez (la primera es cuando
habían acordado en el año ´16 rendirle pleito, homenaje, reconocerlo como rey, y
éste se negó a recibir al legado) se negó a aceptar estas paces en el Perú, como
se negó a aceptar las paces en el tratado de Córdoba, de Iturbide con O’Donoj,
que ponían fin a la guerra a cambio de la independencia, y con un monarca que
podía ser su hermano menor, Francisco de Paula, o algún otro de la casa real
española.
Ese es precisamente el punto de debate que tuvo San Martín con Bolívar en
Guayaquil. Uno de los dos puntos: el primero era que San Martín se negaba a
comandar sus tropas (sólo tenía 4.000 hombres, 8.000 colombianos a lo sumo)
por estar en evidente minoría y proponía que Bolívar las comandase junto con las
suyas. Bolívar no quería eso, o no pudo entregar todo su ejército, o comandarlo
todo hasta pasados dos años, y entonces San Martín se retiró. Pero también
consta además, porque no es tan secreto lo de Guayaquil, que él pidió que el
sistema de gobierno de América fuera el monárquico, y Bolívar quería gobernar él;
quería gobernar bajo su sistema autocrático, sistema dictatorial.
Se va de Perú por eso, y pasa por Chile, llega a Mendoza y acá está un tiempo.
Ahí vienen de nuevo los infundios, las injurias, la calumnia. Dice Mitre, que se
queda acá muy tranquilamente en Los Barriales, en el departamento que hoy se
denomina San Martín, mientras que su mujer está muriéndose en Buenos Aires, y
no va a verla, porque era un desamorado, porque le había sido infiel con la Rosita,
porque ella también le había sido infiel con dos oficiales del ejército; era un muy
mal matrimonio… ¡Todo mentira! Lo de Rosita el propio Palma admitió que era
mentira; lo de ella, también. La señorita Grosso ha demostrado que esos oficiales
cuando llegaron a Mendoza hacía ya unos meses que Remedios había retornado
a Buenos Aires. Pero todas esas infamias se siguen lanzando, a ver si así se
embadurna la estatua. Pero ¿por qué no fue a verla, por cierto, no fue a tiempo
allá a Buenos Aires? Porque no podía, no porque no quería, porque no podía,
porque le avisa Estanislao López, caudillo de Santa Fe, que si va a Buenos Aires
lo van a juzgar y lo van a sentenciar a muerte. Y él le va a decir a Guido:
“Acuérdese que en ese año, si yo iba a Buenos Aires, me iban a prender como a
un facineroso, por eso no pude ir a darle el último adiós a mi esposa”. No pudo, no
es que no quiso.
Y ¿por qué esa inquina de los unitarios con él? Los unitarios (así se llamaban los
del partido de Rivadavia) creían que lo que estaba armando aquí San Martín era
nuevamente una fuerza militar para pelear contra ellos. San Martín los tenía sin
cuidado a éstos: él había mandado a pedir un apoyo para crear un nuevo ejército
del Norte, que fuera como una pinza allá en Perú. Mientras él mandaba a
Alvarado, desde Bolivia se iba a tratar de acercar al ejército realista. Para eso
mandó a un coronel peruano, Gutiérrez de la Fuente, a quién Rivadavia
despachó. Entonces cuando él vuelve a Mendoza, con el gobernador militar de
San Juan, Urdinenea, arman una pequeña unidad con quinientos hombres que
vayan al Norte a hacer, por lo menos, acto de presencia para disuadir al ejército
realista. Como está armando eso (no está tampoco plantando melones o zapallos
acá en la chacra) le dice en cartas a Guido y a Rosas: “Me interferían la
correspondencia, me abrían las cartas”. Entonces creen que está armando un
ejército contra ellos, por eso querían prenderlo como un facineroso. Al final, ¿qué
es lo que hace? Planea él también una táctica para poder ir a Buenos Aires.
Redactó una carta, que sabía que también se la iban a abrir, donde decía que el
gobierno de Rivadavia era lo mejor que había tenido la Argentina, y entonces
pararon el ataque, lo recibieron en Buenos Aires y le dieron el pasaporte porque
no lo querían en su tierra: lo querían echar. Hablan de ostracismo, palabra que
inventó Mitre, pero no hay ostracismo: es exilio, es destierro, lo mandan afuera, y
él aprovecha para colaborar con Bolívar. En Londres se encuentra con Iturbide,
ambos echados de sus países, los dos libertadores.
Y ¿qué es lo que hacen? Contratan dos buques para Bolívar. Ahí se ve que hay
un plan americano real, que no hay esas peleas que han inventado de San Martín
con Bolívar (el hijo de Iturbide pasó a ser edecán de Bolívar). Hay un acuerdo
entre ellos. Iturbide regresa a México, aunque San Martín le había dicho que no lo
hiciera, porque estaba en riesgo su vida. Efectivamente: lo fusilan. Aún en México
todavía no se lo reconoce como su libertador, a Iturbide, porque han gobernado y
siguen gobernando en México los socialistas, en el nido de todos los cristianos.
Iturbide era el más cristiano de los tres; los tres buscaron declarar a la Virgen
como patrona de América, pero Iturbide más, porque iba con la Virgen de
Guadalupe, la tri-garantía, ya que una de las tres bases de México era la religión
católica; por eso lo fusilaron y por eso lo niegan hasta el día de hoy.
Viene este exilio donde él pasa años. Primero quiere volver porque ha caído
Rivadavia por la guerra con Brasil, y Dorrego lo invita a venir. Cuando vuelve,
viaja de incógnito. En el año ´28 se entera en Río de Janeiro que había una
revolución decembrista encabezada por Juan Lavalle. Cuando el buque toca
puerto en Montevideo se entera que lo han fusilado a Dorrego; entonces el buque
después va al Pontón de Recalada en Buenos Aires y él no desembarca. ¿Por qué
él no desembarca? Porque él no había venido para apoyar a los gobiernos
militares, sino que llamado por Dorrego iba a encabezar la guerra contra Brasil. Es
el último servicio que él le presta a América; cuando se vuelve le dice ¡Adiós! a
América.
Queda la Argentina, a la que seguirá prestando este servicio, pero el proyecto
americano desapareció. Al mismo tiempo Bolívar le dice al presidente del Perú,
“Gobierne como peruano, porque América ya no existe más”. Y efectivamente San
Martín va a defender a la Argentina, a la Confederación Argentina, cuando los
ataques, francés de 1838 y anglo-francés de 1845, apoyando al encargado de las
relaciones exteriores de la Confederación, Juan Manuel de Rosas –otro punto
inaceptable para los enemigos-. No lo pueden admitir, porque Rosas es el
conjunto de las cosas que ellos más odian: es el gobernante fuerte, vigoroso,
católico, es el restaurador de las tradiciones argentinas. A éste San Martín, por la
cláusula cuarta de su testamento, le dona el sable, es decir, lo proclama su
heredero universal, y ese es el odio que muestran ellos (Sarmiento, Alberdi,
Varela). Todos los que lo entrevistan y discuten con San Martín esto, dicen que
estaba viejo, senil. ¡Estaba nada menos que en el centro de la contienda, en París!
Tan viejo como Sarmiento cuando asumió la presidencia, es decir, estaba
perfectamente en su lucidez y la mantuvo hasta el final de sus días.
Y ahí como se había definido monárquico en el Perú, antes de volverse desde
Montevideo, le manda a decir a Lavalle que mientras no haya aquí una dinastía
que gobierne, esto no va a tener solución. En 1846 le escribe a un militar chileno,
el general Pinto: “Ustedes han establecido un gobierno republicano en el que yo
no creí; no creí que se pudiera ser republicano hablando con la lengua española.
Pero su gobierno, el régimen de Portales, ha demostrado que puede establecer
una república vigorosa”. Es el único caso en América, y efectivamente Chile, de
1830 a 1890, no tuvo revoluciones gracias a este sistema que San Martín elogió,
como elogió el de Rosas. Todo eso no lo pueden tragar los liberales, porque es lo
contrario de lo que ellos piensan de cómo debe gobernarse.
Para mejor, en 1848, se produce la revolución socialista en París. San Martín se
va con su familia a Boulogne-sur-Mer, para poder llegar al ocaso de su vida. Y allí
transcurren sus últimos años, hasta que finalmente muere en 1850. Pero antes le
escribe al mariscal Ramón Castilla del Perú, describiendo lo que ha pasado en
Francia, diciendo que son estos malvados de los socialistas, anarquistas y
comunistas, los culpables de todo lo que está pasando en Europa. Esas cartas al
mariscal Castilla están prohibidas hoy en la Argentina, porque los que no quieren
difundirlas son, con sus más o sus menos, todos pro comunistas, y ahí San Martín
condena todas esas formas de gobierno.
El 17 de agosto de 1850 muere, de sus antiguas afecciones, porque se le habían
complicado con un reuma; tenía muchas enfermedades, que había sobrellevado
con esa paciencia estoica que tenía. Y muere, y entonces hay dos actos que ya
escapan al plano natural que yo les he tratado hasta aquí. Un argentino que lo
visitaba a diario, Félix Frías, llega después, a poco de morir San Martín, y habla
ahí con su hija Mercedes y con su yerno Mariano Balcarce. Al pasar donde lo
están velando las monjas, mira el reloj de la pared que está en la habitación de
San Martín, y lo ve parado a las tres de la tarde, le saca el reloj al general (de
bolsillo), y también se ha detenido a las tres de la tarde, le pregunta a la hija: “¿A
qué hora murió?”. “A las tres de la tarde”. Esto, racionalmente no tiene explicación,
y lo que les voy a decir ahora menos. Le dijo a la hija antes de morir: “Esta es la
tormenta que nos lleva al puerto antes de morir”. Es decir, él se había visto como
un buque que iba hacia un puerto, y ese buque y el puerto, es lo que está en el
estandarte de Pizarro. Es un lábaro pequeño, cuadradito, que había hecho bordar
Carlos V, por su madre Juana la Loca, para entregarlo a Francisco Pizarro como
símbolo de la autoridad de Pizarro en América del Sur, y se había perdido.
Cuando San Martín sale de Cádiz, y se presenta al Concejo de Regencia le dice:
“Voy a ir a Lima para encontrar mis intereses perdidos o abandonados”. Hoy los
historiadores dicen: “¿no ve que era un mentiroso profesional? No fue a Lima, ni
en Lima tenía nada perdido ni abandonado”. Cuando él fue a Lima por vía de
aproximación indirecta, lo primero que hizo fue nombrar una comisión para que
buscara el estandarte de Pizarro que estaba perdido o abandonado. Lo
encontraron, se lo hizo donar, y cuando se retira del Perú, en su proclama de
despedida a los peruanos les dice: “Diez años de lucha están de sobra pagados
con el estandarte de Pizarro.” ¿Está loco este hombre?, ¿cómo todos sus
esfuerzos, todo por ese pedacito de tela? Él lo explica: cuando vuelve del Perú, en
Valparaíso, va a la tertulia de Mary Graham, que era la amante de lord Cochrane,
y ella, enemiga suya, cuenta –como repetía las mentiras de Cochrane, de que
San Martín se había envilecido– que le dijo: “Usted se trajo muchas cosas del
Perú, ¿no?”, “Lo único que me traje del Perú –lo dice Mary Graham- fue el
estandarte de Pizarro”, sigue la dueña de casa, “Y entonces se puso de pie, cuan
alto era para aclarar, que ese estandarte es el símbolo de la autoridad moral en
América, y se sentó”.
Antes de morir le dijo a Mariano Balcarce, su yerno, que él no quería ser enterrado
con la bandera argentina, ni la peruana, ni la chilena, ni la de Ecuador, que quería
ser enterrado con el estandarte de Pizarro al que había tenido toda la vida en su
pieza. Así es enterrado, y después ordenó a sus parientes que se lo devolvieran al
gobierno del Perú. Ellos lo hicieron, mandaron el estandarte al Perú, llegó y está
otra vez perdido o abandonado. Nadie sabe más dónde está, porque con San
Martín se terminó la autoridad moral en América.
Este es el héroe del que les he hablado. Nada más.