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A PROPÓSITO DE LA SELECCIÓN NACIONAL

Cuando el día sábado 10 de octubre la selección chilena de fútbol conseguía ganarle


a Colombia, nuestros compatriotas salieron a celebrar enfervorizadamente por nuestras
calles y avenidas tan inolvidable acontecimiento. Habíamos logrado llegar al mundial luego
de muchos años de esfuerzo e imposibilitados de hacerlo. Los medios de comunicación
justifican la algarabía con esos argumentos que llegaban a comparar este acontecimiento
con aquellos de los más sublimes de la experiencia humana. Algunos honorables diputados
luego de tan profunda reflexión deciden presentar un proyecto de ley para otorgar por
gracia la nacionalidad chilena a tan destacado entrenador, queriendo con ello retribuir a
dicho extranjero los momentos de éxtasis desenfrenados que tuvieron los chilenos en
sucesivos encuentros de hora y media cada mes.

Los candidatos a cargos públicos, por su parte, agregaban a sus discursos políticos
arengas arraigadas de cierto chilenismo futbolizado. Algún connotado periodista, de
aquellos que siempre hablan sin decir mucho, nos ha recordado que el pan es más rico al
día siguiente de un triunfo de la selección.

Sin lugar a dudas que estos hechos son un muestrario de las garras abrazadoras del
mercado en todas sus formas y en todos los niveles. Una muestra de la astucia del mercado
que envuelve y vende todo; hasta el ocio es vendible. Ya lo afirmaba la filòsofa Hanna
Arendt que todo es consumible, decía:

“el problema relativamente nuevo de la sociedad de masas es quizás más


serio, pero no por las masas mismas, sino porque, esencialmente, ésta es una
sociedad de consumidores donde el tiempo de ocio ya no se usa para el
perfeccionamiento personal, sino para más y más consumo y más y más
entretenimiento… La cuestión es que una sociedad de consumo posiblemente
no puede saber cómo hacerse cargo de un mundo…porque la actitud central
hacia todos los objetos, la actitud del consumo, lleva la ruina a todo lo que
toca.”1

Esto evidencia lo que ya decía Nietzsche en Así habló Zaratustra “Lleno de bufones
solemnes está el mercado - ¡y el pueblo se gloría de sus grandes hombres! Estos son para él
los señores del momento.”2 Los poderes abarcadores y contagiosos del consumismo de la
entretención que llega incluso a los niveles más altos de nuestra oligarquía política y que
nos hacen olvidar por unos momentos grandes temas que son de bien común a todos los
ciudadanos.

1
Arendt, H., Entre Pasado y futuro, Península, Barcelona, 1996, p. 223
2
Nietzsche, F Así habló Zaratustra, De las moscas del Mercado.
El fútbol así como en su momento el tenis de las olimpiadas, y así todo aquello que
es vendible, ranqueable, evadible, es mejor entregárselo al pueblo para que no insista con
sus necesidades y requerimientos. ¿No es acaso el pan más rico después que gana la
selección? ¿ y qué pasa con aquellos que no lo tienen? ¿hay que entregar más recursos al
pueblo para el deporte? ¿ y que pasa con aquellos que no tienen trabajo para educar a sus
hijos y alimentar sus pequeños estómagos para hacer deporte?

Si queremos hacer grande a nuestro país tendremos que atrevernos a combatir la


liviandad de los espectáculos, la superficialidad de los argumentos y la impulsividad del
consumo y generar los espacios de humanización necesarios en los cuales nos atrevamos a
celebrar realmente aquello que sea digno de ser celebrado.

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