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Cómo manejar la inflación

Antes de llegar a conclusiones sobre las curas para la inflación,

es importante comprender su causa. La falta de tal comprensión

explica la razón por la cual los controles de precios y salarios han

tenido una trayectoria tan penosa e ineficaz.

Existe una tendencia creciente a sostener la hipótesis de que la in-

flación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario, gene-

rado principalmente por la expansión de la oferta de dinero en cir-

culación por sobre el nivel de producción. El mecanismo por el

cual dicha expansión genera inflación es muy simple.

Si sucediera una expansión que afectara la totalidad del dinero

en los bolsillos de la gente y en sus cuentas bancarias, la cual no

guardara relación con la expansión en la producción industrial, en-

tonces es natural que la gente tendiera a gastar un poco más. Po-

drían llegar a estar menos austeros con los precios; podrían tender

a adquirir productos más costosos y de mejor calidad; como po-

drían ampliar la cantidad de bienes y servicios que adquieren habi-

tualmente. En todo caso, el efecto será el mismo: los comerciantes

observarán que sus precios tienden a subir. La gente estará dis-

puesta a pagar más, y para mantener la oferta a la par de la deman-

da, los comercios incrementarán levemente sus precios. Los ma-

yoristas, muchos de los cuales venden sus mercaderías en remate,

encontrarán los mismos efectos, —los precios ofertados simple-

mente se incrementarán. La expansión de la oferta de dinero sin la

correspondiente expansión de los bienes disponibles originará, en

consecuencia, un alza general de los precios en toda la economía.

POR QUE LOS GOBIERNOS GENERAN INFLACIÓN


La inflación puede generarse de diversos modos. Quizás la for-

ma más obvia es la que tiene lugar cuando el gobierno gasta en ex-

ceso de la recaudación fiscal. Los fondos utilizados para el pago de


programas públicos deben salir de alguna parte, y es sabido que los

gobiernos poseen numerosos recursos para poner dinero nuevo en

circulación.

Uno de ellos sería adquirir pagarés de clientes comerciales, in-

cluso títulos y acciones a corto plazo a tasas de interés altas. Otro

recurso, sería simplemente incrementar el número de empleados

públicos y asegurarse de que perciban sus remuneraciones. En cual-

quiera de estas circunstancias, la nueva moneda ingresa a la econo-

mía debido a la acción del gobierno —el gobierno debe imprimir

nuevos billetes, acuñar nuevas monedas y extender nuevos crédi-

tos.

Existen, por supuesto, numerosas presiones sobre el gobierno

que tienen como propósito inflar la existencia de moneda. Es posi-

ble que las presiones de los empleados públicos para obtener in-

crementos salariales sean irresistibles. Podría ser que el gobierno

creyera que está desarrollando una política económica afinada y

que, en realidad, no se producirán incrementos de precios si emite

moderadamente. Posiblemente, el gobierno tenga la intención de

estimular la economía fundamentando sus medidas en la creencia

de que los precios más elevados incrementarán la producción (re-

cuérdese la ley de Say, la cual establecía que la oferta produce su

propia demanda; ésta es su reverso exacto). Es posible que las

empresas consideren que sus márgenes son escasos debido a la

presión ejercida por los sindicatos para obtener mejoras en los sa-

larios y en las condiciones de trabajo; por lo tanto dichas empresas

venden valores que el gobierno adquiere. Puede haber un número

infinito de razones. Finalmente, sin embargo, el gobierno y sus de-

pendencias son la causa fuente.

Hay otros motivos egoístas que puede favorecer al gobierno.

Una situación inflacionaria trae aparejada más negociaciones sala-

riales y aumentos en los salarios-promedio; en consecuencia, los


ingresos pasan a categorías impositivas más elevadas. El gobierno

tiene mayor recaudación y los contribuyentes no disponen de nin-

gún medio para evitar el deterioro de su salario real.

Asimismo, no es sencillo poner fin a la inflación implementando

una política monetaria estricta, ya que la situación monetaria

"ajustada" implica indudablemente que algunas empresas no po-

drán continuar existiendo en el mercado y deberán cerrar sus puer-

tas. Al menos en el corto plazo el desempleo será una de las conse-

cuencias.

LOS PROBLEMAS DE LA INFLACIÓN

De hecho, la inflación produce un mayor desempleo cuanto más

tiempo se prolonga. En la medida en que crece la tasa de inflación,

mayor será el número de empresas agobiadas por una situación

monetaria ajustada y mayor el número de trabajadores que que-

dan sin empleo.

Pero la inflación en sí misma origina una clase de desempleo, el

desempleo de recursos. Esto se debe a que en una situación de in-

flación, es muy difícil predecir el futuro. ¿A qué precio estarán las

acciones de aquí a un año? ¿Las preferencias de los consumidores

serán todavía las mismas, o se volcarán a variedades de productos

más económicos? ¿Cuáles serán los temas de negociación de los

sindicatos en las próximas discusiones salariales? Esta situación

produce incertidumbre, y la incertidumbre origina el desinterés en

la inversión y a su vez la duda origina malas inversiones en indus-

trias poco rentables y de insuficiente rendimiento en su produc-

ción.

Ahora comprendemos la razón por la cual las políticas tradicio-

nales de control de precios y salarios no pudieron contener la infla-

ción. El problema no radica en que las empresas aumenten delibe-

radamente sus precios, sino en que no estén en condiciones de

adaptarse a una situación monetaria que ellas no crearon.


Tomemos el ejemplo del propietario de un almacén. Usted va

al comercio y observa que el precio del pan se incrementó en un 10

por ciento con relación al mes anterior. Usted culpará al propieta-

rio del comercio del aumento de precios. Pero él no aceptará nin-

guna crítica; sin duda sostendrá que él simplemente ha trasladado

el incremento del mayorista. Pregúntele al mayorista la razón por

la cual sus precios aumentaron, probablemente culpará al panade-

ro; y el panadero al propietario del molino. Este último explicará

que él no originó el aumento de los precios sino que proviene di-

rectamente del agricultor. El agricultor dirá que no puede evitar el

alza en los precios ya que la inflación actual empeora la situación

de los empleados, los cuales lo han presionado para obtener mejo-

ras salariales.

Ninguno de ellos acepta la culpa porque ninguno de ellos es cul-

pable. Simplemente intentan mantener su posición dentro del

marco de una economía inflacionaria. Los controles impuestos so-

bre una parte de la cadena, por citar algún ejemplo, el precio mi-

norista del pan, pondrán en peligro el bienestar del comerciante ya

que sus costos estarían en constante aumento. Los controles que

se implementen en la totalidad del ciclo causarán un descontento

general ya que todos consideran que están "a la cola de dicho ci-

clo". Como hemos visto, en más de cuatro mil años de historia, los

problemas mencionados han sido insuperables.

Entonces, es factible que la cura definitiva radique en la fuente

de la inflación: una reducción en la oferta de dinero por unidad de

producción. Pero dicha solución es verdaderamente penosa: ¿cuál

sería la mejor forma de atenuar sus efectos?

INDEXACIÓN
Tal vez la prioridad número uno sea una disminución, aunque

gradual, del gasto público; el gasto del gobierno y su administra-

ción deben equipararse con los impuestos si se desea reestablecer


el equilibrio monetario en la economía inflacionaria. En un grado

mucho menor, los controles de salarios podrían cumplir una fun-

ción breve y de importancia "cosmética" en la reducción de las ex-

pectativas relativas a los incrementos de precios, reduciendo la

propensión marginal de los individuos a consumir, y preparando al

país para reducciones en la prestación de servicios por parte del

Gobierno.

La indexación amplia es una propuesta que merece ser conside-

rada seriamente. En este proceso, la totalidad de los contratos se

reajustan teniendo en cuenta la tasa inflacionaria, de tal manera,

que todos comprendan dónde están situados realmente y para que

nadie tienda a ofrecer más que la tasa, lo que obligaría al gobierno

a generar más inflación. (Por ejemplo en la negociación de salarios

en una economía inflacionaria, los sindicatos negocian no sola-

mente respecto del dinero perdido a causa de la inflación, sino

también por la suma que consideran que perderán en el siguiente pe-

ríodo de vigencia del contrato. Lo antedicho puede solamente

agobiar a las empresas aún más y así obligar al gobierno a prestar

ayuda mediante la implementación de otras medidas de expan-

sión.) Milton Friedman opina, con respecto a esta propuesta, que

una de las primeras cosas que haría consiste en "mitigar algunas de

las penurias y distorsiones que actualmente derivan de... la infla-

ción. Los empleadores no quedarán atrapados por aumentos de

salarios excesivamente elevados... Los prestatarios no quedarán

atrapados con pagos de intereses excesivamente elevados ya que

se moderarán las tasas aplicadas sobre préstamos pendientes cuan-

do la inflación ceda... Los empresarios podrán solicitar fondos o

celebrar contratos para la construcción a sabiendas de que las tasas

de interés y los precios estipulados en el contrato se ajustarán pos-

teriormente de acuerdo con los índices de precios".

El mecanismo de dicha indexación es simple. En todas las nego-


ciaciones de salarios, se incluyeron cláusulas que versan sobre el

costo de vida. Dichas cláusulas protegen a los sindicatos de la posi-

ble inflación futura y conducen a una disminución real de los nive-

les actuales de vida. Esto se debe a que "Sin cláusulas de ajuste sa-

larial por inflación, una parte de los aumentos en los salarios ya ne-

gociados representa, simplemente, una compensación por las al-

zas previstas en el nivel de precios. No obstante, una vez negocia-

dos, deben pagarse, independientemente de lo que en realidad su-

ceda con los precios". Desechando las expectativas en exceso, los

contratos indexados de acuerdo con el índice de costo de vida dis-

minuyen la presión ejercida sobre el gobierno para continuar con

la inflación.

Existe un argumento poderoso a favor de que el gobierno garan-

tice que los títulos públicos, especialmente aquellos emitidos para

pequeños ahorristas (que son los más perjudicados con la infla-

ción), contengan una cláusula de ajuste por inflación. Si así fuera,

las inversiones gozarían de una mayor seguridad y se incrementa-

ría la capacidad productiva de la empresa. Una mayor producción

ayudaría a absorber la inflación.

Dicho enfoque contribuiría a aminorar el sufrimiento al hacer

frente a la inflación aunque un cierto grado de reacomodamiento

doloroso siempre es necesario luego de un período en el cual la in-

versión fue mínima o bien incierta o ineficaz. Pero una cosa es cier-

ta: Ningún grado de control de precios y salarios detendrá la ola in-

flacionaria a menos que se encuentre respaldado por una política

de esta naturaleza.

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