Está en la página 1de 2

La empresa y su función social

Las empresas lo son de muchas clases. Grandes, pequeñas, familiares, multinacionales, sociedades
anónimas, cooperativas, personales, etc. La tipología de las mismas varía según el número de
personas que se asocian a ellas, el sector en el que trabajan, la forma jurídica que toman, etc. Esta
realidad compleja nos lleva a que cuando hablemos de empresa en este artículo, las afirmaciones
que realicemos no sean aplicables a la totalidad de las existentes, sino que sean más ajustadas
para unas empresas que para otras. Sin embargo, esta limitación no va a impedir profundizar en la
idea principal de estas líneas: cuál es la función social que tiene la empresa en nuestra sociedad.

Durante los últimos años del pasado siglo, tomó fuerza la hipótesis de que el principal objetivo de
una empresa es la creación de valor para el accionista. Es decir, la empresa está creada única y
exclusivamente para que el propietario de la misma (es decir el o los dueños de las acciones)
consigan extraer beneficios al dinero invertido. Este enfoque de la empresa, además, no busca
unos rendimientos reducidos pero sostenibles a lo largo del tiempo, sino que quiere que estos
sean los máximos posibles en el corto plazo. El razonamiento que existe detrás de esta opción es
que los inversores financieros buscan siempre aquellos proyectos que les ofrecen mayores
rendimientos, por lo que si una empresa no los logra a corto plazo, sus accionistas e inversores
huirán hacia otros proyectos más rentables.

Esta manera de trabajar tiene algunas repercusiones sobre la vida de las empresas que son clave
para entender muchos de los fenómenos que se han observado en la vida económica de nuestra
sociedad durante los últimos años:

 Justifica la gran brecha que se ha abierto entre los salarios de los directivos con los de
otros trabajadores de la empresa. Si el directivo da a los accionistas el rendimiento
deseado por estos, no importa si su salario es excesivamente alto, lo que se buscan son
unos determinados niveles de rentabilidad y si se alcanzan, lo que se pague al directivo
queda justificado…

 Lleva a que los trabajadores sean vistos como un simple coste de producción. Una mayor
remuneración de la masa laboral conlleva un menor rendimiento para los propietarios, por
lo que se intentará que sea lo más reducida posible.

 Se descuidan las inversiones a largo plazo ya que estas pueden reducir el beneficio
inmediato. De este modo, se compromete el rendimiento futuro dejándose de realizar
aquellas inversiones en la empresa que son necesarias para garantizar su competitividad y
viabilidad futura.

 En algunos casos exagerados se llega a modificar de una manera implícita el objeto social
de la empresa, haciendo que sea el departamento financiero el que más beneficios aporta
a la empresa, en lugar de los dedicados a su actividad principal.
A este fenómeno hay que añadir otro que la complejidad de las Sociedades Anónimas ha ido
acrecentando paulatinamente. Me refiero al incremento del poder de los gestores frente a los
consejos de administración. Aunque en estos últimos debería residir el poder de la empresa, ya
que en ellos están representados sus accionistas, la complejidad económica ante la que se
encuentran las empresas hace que quien realmente tenga el poder es quien asume la gestión, el o
los directivos que llevan el día a día de la empresa. Por ello, los consejos de administración (salvo
que parte de sus miembros participen también de la gestión de la empresa) quedan como meras
figuras que poco pueden hacer más que escuchar los informes de la gestión y aprobar aquello que
estos les dicen, sin tener un poder real de decisión o de dirección de la acción de los gerentes.

Esta concepción de la empresa es claramente reduccionista y olvida muchos de sus aspectos


importantes. Por un lado parece obviar que la función de la empresa no es solamente la
consecución de unos beneficios para quien ha puesto su dinero en ella. Las empresas tienen otras
funciones tan o más importantes, si cabe, que esta. En primer lugar permiten que podamos
acceder de una manera fácil y cómoda a bienes y servicios que necesitamos o que deseamos. En
segundo permiten organizar la producción de una manera eficiente, de manera que consigamos
producir utilizando el menor número de recursos posible, dicho de otra manera, nos permite tener
más con menos. En tercer lugar permite que distintas personas pongan su trabajo en común y
puedan ganarse la vida gracias a este.

De ello se deduce la importancia de la empresa en nuestro sistema económico como facilitadora


de los intercambios y como medio a través del cual se produce todo lo que necesitamos o
deseamos. Visto desde este punto de vista, la labor de la empresa como generadora de beneficios
para sus accionistas, no solo queda situada dentro de un conjunto de funciones de la empresa,
sino desde el punto de vista del bien común, podríamos afirmar que no es precisamente la más
importante para la sociedad en su conjunto.

Dicho esto, es claro que una empresa no puede funcionar a largo plazo si no es rentable. Si los
gastos de una empresa superan a sus ingresos, más pronto o más tarde tendrá que cerrar debido a
que no podrá soportar la generación de pérdidas durante mucho tiempo. Ahora bien, no es lo
mismo pensar que esto es una limitación con la que tenemos que contar para cumplir bien el resto
de objetivos, que fijar un determinado margen de beneficios como el objetivo único y principal de
toda la acción empresarial. Las consecuencias sobre la manera de trabajar son muy distintas.

Es necesario, pues, replantear la visión que tenemos de la empresa para que esta atienda mejor al
conjunto de funciones sociales que tiene. Debemos atender a todos los colectivos que están
implicados en su día a día para poder realizar una gestión más equilibrada de la misma, que
intente responder a las aspiraciones de cada uno de ellos y mejorar la sociedad en la que vivimos.
Explicar cómo se puede lograr esto será objeto del próximo artículo de esta serie.

También podría gustarte