Las políticas antinarcóticos de corte represivo que se han venido implementando
en el país, tales como las aspersiones aéreas con glifosato, han sido un elemento de la “lucha contra las drogas”, como asunto de seguridad nacional, que se ha intensificado después del 11 de septiembre de 2001 afirmando el presupuesto de que “el problema de la droga es más acuciante ya que solo así se puede interceptar la principal fuente de financiación al terrorismo”. El programa de erradicación de cultivos ilícitos practicado en Colombia, se desarrolló pensando en detener el auge en múltiples zonas del país de los cultivos de coca y amapola; pero fijó unos parámetros que establecían que la ejecución de dicha política debía ser llevada a cabo “con el menor impacto social y ambiental posible sobre los cultivos tradicionales, las poblaciones campesinas, las comunidades indígenas, la frontera agrícola y el impacto ambiental causado al país”. La creciente crisis que experimenta el sistema político colombiano se expresa en los altos niveles de violencia que se han vivido en los últimos años y en los desplazamientos forzados de tipo intra e inter regional que han sido consecuencia de este fenómeno. Las políticas que se han ejecutado han excluido amplios territorios y sectores de la población de la participación económica y política, en manos de estructuradas redes clientelares. Tal vez esto explica porque Colombia en la resolución de sus conflictos ha permeado el recurso de la violencia como instrumento. Mientras algunas zonas del país se rigen por el predominio de la democracia y sus instituciones, otras se encuentran bajo una óptica de lucha armada constante. El conflicto armado está fundamentado en problemáticas regionales que los grupos insurgentes conocen, por lo cual han consolidado una cierta legitimidad en las zonas olvidadas por el Estado; lo que sumado a una precaria capacidad institucional y partidaria, una corrupción que recorre todas las ramas del gobierno y unas desigualdades socioeconómicas profundas han contribuido al afianzamiento de poderes extra sistémicos. Se supone que “el éxito de la erradicación en un área reduce temporalmente la oferta y esto se traduce en un alza de precios esta alza estimula a su vez la siembra en otros lugares, donde se aprovecha la facilidad de trasladar por los bajos costos y porque las tierras donde se cultivarán los ilícitos en su gran mayoría no tienen los derechos de propiedad definidos, son más bien zonas de colonización. Para los cultivos ilícitos en lo nacional, se presenta una dinámica muy similar a lo que ocurre con los traslados de cultivos en la región. Tras el descenso de los cultivos de un 29.6% entre 2001 y 2002, interpretado como el logro del objetivo principal de la política de fumigación, siendo no “otra cosa que el necesario rezago en el efecto globo mientras se completa la recomposición regional de los