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MENSAJES 2001
MENSAJE DEL DÍA 6 DE ENERO DEL 2001,
PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, hay que seguir orando, pues el corazón de las
almas está muy endurecido. ¡He dicho tantas cosas,
hija mía, tantas cosas!; y los hombres no quieren
aceptar mis palabras. Tienen ojos y no ven y orejas y
no oyen, hija mía. Su corazón no está dispuesto para
aceptar mis palabras ni para aceptar la voluntad de
Dios, hija mía. Por eso no quieren aceptar mis Leyes y
quieren imponerme a Mí sus leyes.
Corazones endurecidos, infieles, soberbios, ¿quiénes
sois vosotros para decir lo que tiene que hacer Dios y
a quién tiene que manifestarse, dónde y cuándo? ¡Ay,
incrédulos!, corazones fríos, que no os dais cuenta de
la situación del mundo y por eso predicáis que todo
está bien, porque vosotros vivís en abundancia; los
graneros los tenéis llenos y no os dais cuenta de la
situación del mundo, hijos míos. ¡Hasta cuándo, necios,
tengo que estar avisando!
Hace mucho tiempo, hijos míos, os dije que mis
palabras se estaban acabando. Y es que todo lo tengo
dicho, desde el principio hasta el fin. Y como veis, hijos
míos, todo se va cumpliendo.
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Pero ¿cómo sois tan crueles, hijos míos, y no aceptáis
el mensaje de todo un Dios?, si sólo os pido, hijos míos,
que cambiéis vuestras vidas. No tenéis nada más que
exterior, pero ¿y vuestro interior, hijos míos? Me
arregláis el templo para atraer a la gente, pero ¿y el
templo de vuestra alma, cómo está, hijos míos?
Preferiría un cuchitril, hijos míos, lleno de humildad, de
fidelidad, de caridad, de ternura con las almas. ¿De qué
manera atraéis a las almas, hijos míos, si vuestro
ejemplo no es bueno? Todo se queda en el exterior,
hijos míos. Vuestra función no es ésta, vuestra función
es las almas; por eso me rechazáis y por eso perseguís
estas manifestaciones, hijos míos, porque os digo
verdades que no queréis aceptar, hijos míos. Por eso
vuestra soberbia os ciega y no reconocéis y escogéis lo
bueno que hay en ello. Perseguís y claváis el aguijón e
intentáis hacer desaparecer lo que Yo he manifestado
a los hombres.
¿Cuántas veces os voy a decir, hijos míos, que soy
dueño de vuestra vida? Y os estoy dando oportunidad,
pero que os puedo llamar a mi presencia, y aunque
digáis que no, hijos míos, mi Justicia será terrible.
¿Cómo guardáis mi Justicia y empleáis sólo mi
Misericordia? Predicad a los hombres las verdades del
Evangelio. No estéis siempre atacando, hijos míos.
¿Qué caridad es la vuestra? ¿Y vuestra conciencia está
tranquila, hijos míos, persiguiendo y atacando? Os
creéis dioses y por eso no aceptáis mis consejos.
¿Cuántas veces he dicho, hijos míos, que me oculto a
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los poderosos y me manifiesto a los humildes, porque
me comprenden más que vosotros? Sois tan soberbios,
hijos míos, que no aceptáis mi Divina Palabra. Cogéis,
quitáis y ponéis a vuestro antojo, y los que lo cumplen
y aceptan mi voluntad les hacéis la vida imposible, hijos
míos.
Yo pido a aquellos sacerdotes santos que no tengan
miedo, que Yo soy su fortaleza y no se dejen arrastrar
por aquellos infieles pastores que ni entran ni dejan
entrar en el Cielo a las almas.
¡Cómo podéis tener un corazón tan cruel, hijos míos! Yo
que os di un poder para hacer y deshacer, hijos míos;
sed justos, que cuando os presentéis ante Mí, hijos
míos, será terrible no haber empleado bien vuestra
justicia. Os repito: volved vuestra mirada a Dios, sed
pastores de mi Iglesia que mi Iglesia está necesitada
de pastores santos, que reúnan todos los rebaños. No
seáis funcionarios, vuestra función está en la Iglesia.
Obedeced a los Obispos. Obedeced al Santo Padre y
habrá un orden y todo cambiará, hijos míos. Si vosotros
cambiáseis, hijos míos, el mundo iría mejor.
Por eso pido a esos sacerdotes fieles y santos que sean
fuertes y sigan adelante y lleven el camino recto del
Evangelio, sin darles vergüenza y dando testimonio de
pastores santos de la Iglesia.
Y aquéllos que juzgan ligeramente, sin tener motivos,
¡ay, cuando lleguéis ante mi Divina presencia!... por eso
os pido: bajad la cerviz y venid a Mí y cambiad vuestras
vidas. Yo seré el que fortalecerá vuestro espíritu, pero
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que vuestro corazón esté dispuesto siempre a aceptar
mi palabra. Hijos míos, ¿queréis contentar a Dios?, sed
pastores fieles y que vuestro interior esté
resplandeciente y limpio, que no os fijéis tanto en el
exterior, hijos míos, preocupaos de vuestras pobres
almas.
Qué tristeza ha sentido mi Corazón cuando muchos
pastores han llegado a mi presencia y no han sido
fieles a las verdades del Evangelio y he tenido que
decir: "No te conozco". Por eso os aviso, hijos míos,
porque os quiero y no quiero repetir estas palabras,
sino abriros los brazos de par en par y "venid hijos de
mi Padre a gozar de la presencia de la Divina Majestad
de Dios". Que oigáis esas palabras, hijos míos. Sed
humildes y no seáis témpanos de hielo, que vuestro
corazón está endurecido. Tened compasión de las
almas, no las trituréis, ni las persigáis tan cruelmente,
hijos míos. Muchos de vosotros intentáis hundir esta
Obra, hijos míos, pero es Dios el que la rige. Preocupaos
y escoged lo bueno, para que habléis, hijos míos, con la
verdad.
Cuántas conversiones, cuántos pecadores han llegado
a este lugar desesperados, en tinieblas, y han
encontrado la luz y la paz; porque han encontrado a
Dios, y viven felices perseverando años y años. ¿Por
qué no os fijáis en eso, hijos míos?: en el cambio de vida
que dan las almas, en la gloria que me dan. Sed
pastores justos, no seáis pastores ingratos, y amad a
las almas que es vuestra obligación. Amad a todas las
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almas.
Y vosotros, pecadores, hijos míos, acercaos a mi
Corazón, que mi Corazón llenará el vuestro de gracias.
Orad y no os abandonéis en los Sacramentos.
Confesad vuestras culpas, hijos míos; confesad
vuestros pecados con el sacerdote, que muchos de
vosotros, hijos míos, no os acercáis al sacramento de
la Penitencia y comulgáis en pecado mortal. Confesad
vuestras culpas, hijos míos, arrepentíos y orad, e id al
sacramento de la Eucaristía, ahí está la vida.
Y tú, hija mía, ora mucho porque las persecuciones no
se acabarán, hija mía. Son obstinados y crueles, a
veces. Pero tú protégete en nuestros Corazones.
Oración y penitencia, hijos míos. Orad por los que no
oran y haced sacrificios por los que no lo hacen, que
los hombres viven cómodamente; el sacrificio no existe
y han olvidado la oración; y la fe, cada día, va
desapareciendo de los hogares. Por eso en los hogares
no hay paz entre los padres y los hijos; no se entienden,
porque Dios falta en esos hogares. Rezad el santo
Rosario en familia, hijos míos. Id a Misa y oíd el Santo
Sacrificio de la Misa con devoción, y acudid a este lugar
que Yo fortaleceré vuestro espíritu.
Muchos de ellos, hija mía, míralos, fueron sellados con
una cruz en la frente, y mira, muchos de ellos lo que
han alcanzado: la eternidad. Ése es el mayor cielo,
estar con Dios; y el mayor infierno es carecer de la
presencia de Dios, hija mía; no hace falta otro infierno
más tormentoso que ése. Por eso mira cuántos han
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llegado a este lugar.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Qué grandeza
Señor!
EL SEÑOR:
¡Y que los hombres no se den cuenta de tantas gracias
como he derramado en este lugar! ¡Qué necios sois,
hijos míos, y que ciegos estáis!
LA VIRGEN: Oración y penitencia pido; visitas al
Santísimo, que están olvidados, los hombres, de Dios.
Se han olvidado de visitar a Dios en el Sacramento del
Altar. Sed humildes, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para la conversión de los
pecadores.
Tú, hija mía, acepta todas las pruebas que el Señor te
mande y reza mucho por todos ellos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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incluso, hijos míos, quieren convertirse en creadores
de hombres. Pero ¿cómo? ¿No os dais cuenta que
muchas almas han sido castigadas por no aceptar la
voluntad de Dios, por no obedecer, hijos míos? El ángel
cayó del cielo, hijos míos, el ángel más bello, por no
obedecer a Dios, por su soberbia. Vuestros primeros
padres, hijos míos, en esa desobediencia fueron
arrojados del Paraíso. La moral, hijos míos, no la
respetáis. ¡Qué inmoralidad entre los hombres, qué
falta de amor y qué desobediencia a Dios y a la Iglesia
de Dios! Obedeced al Santo Padre, hijos míos, dejaos
aconsejar.
Y vosotros, seglares, laicos, obedeced a la Iglesia,
amadla con todo vuestro corazón y cumplid con el
Evangelio. Acudid a este lugar, hijos míos, que os
enseñará a amar a la Iglesia, a amar a los sacerdotes
y a vivir el Evangelio. Haced visitas al Santísimo,
acercaos a la Eucaristía y lavad vuestras culpas, hijos
míos, en el Sacramento de la Penitencia.
Y tú, hija mía, sé fuerte y no escuches lo que te pueda
"enturbar", hija mía, lo que turbia, hay que retirarse de
ello. Humildad te pido, hija mía. Refúgiate en nuestros
Corazones.
Oración, oración; pido a todos, rezad el Santo Rosario,
la plegaria que más me gusta, la que en los hogares se
ha olvidado. Amaos unos a otros, perdonaos y uníos,
hijos míos, para la gloria de Dios. ¡Ay, de aquellos
infieles a mi Palabra! ¡Ay, de aquellos que buscan sus
gustos y sus caprichos, sin importarles abandonar lo
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que Dios ha puesto en sus manos! ¡Ay, la infidelidad!
¡Ay, todos aquellos que habéis abandonado la Obra de
Dios, hijos míos, buscando vuestros caprichos y
vuestros gustos! Todos los que habéis sido
desagradecidos a tantas y tantas gracias como Dios
ha puesto en vuestras manos, ¡pobres de vosotros,
hijos míos! Qué ingratos sois, decís que amáis a Dios,
haciendo vuestro capricho y vuestro gusto. ¡Hipócritas
fariseos! Cómo os dejáis arrastrar por la influencia de
Satanás. Muchos de vosotros tenéis en vuestros
hogares a Satanás revestido en ángel de luz. ¡Ciegos,
que estáis ciegos, y vuestra ceguera os lleva a
renunciar las grandezas de Dios para meteros en las
miserias del mundo! Tenéis fuentes y bebéis en los
charcos, hijos míos; fuentes limpias y cristalinas, y
bebéis cieno. ¡Hasta cuándo os voy a avisar que tengáis
cuidado, hijos míos!, que el demonio es muy astuto y se
reviste con piel de oveja, para engañaros. ¡Ciegos, más
que ciegos, vosotros os sembráis la condenación con
vuestra propia voluntad! ¡infieles!, la infidelidad ante
Dios es grave, hijos míos. Amaos los unos a los otros.
Reuníos todos para darle gloria a Dios.
LA VIRGEN: La unidad es muy importante, hijos míos.
No os separéis de la cepa donde podéis alimentaros.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos,
con bendiciones especiales, para el día de las tinieblas.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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MENSAJE DEL DÍA 3 DE MARZO DEL 2.001,
PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, aquí está la Divina Majestad de Dios ultrajada
por los hombres.
Hay que seguir reparando, hija mía, por las almas. Las
almas son obstinadas e ingratas; ni ante la Cruz, ni
ante los ultrajes, el hombre se humilla, hija mía, y los
hombres no ven la situación del mundo: que cada día
Dios es olvidado, ultrajado y despreciado.
Hija mía, cuántas veces grito a los hombres, desde la
soledad del Sagrario, que tengo sed y hambre de
almas. Tengo frío, hijos míos, porque los hombres no
me dan calor, su corazón parece un bloque de hielo. El
hombre está más interesado en el mundo, y en las
cosas que hay en el mundo, que en Dios.
Hago un llamamiento, hijos míos, a las almas: visitadme
en el Sagrario, hijos míos, recibid la Eucaristía.
¡Cuántas noches grito desde mi soledad!: ¿qué hacen
las almas con la Divina Majestad de Dios? Quiero que
los hombres se reunan a orar y a pedir por los
pecadores.
También hago un llamamiento a los señores obispos
para que reúnan a los señores sacerdotes y les
enseñen a trabajar por su ministerio y que se dediquen
sólo a las almas, que hay mucha mies y pocos
operarios, que dejen de ser "funcionarios" y que
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expliquen a las almas la verdad del Evangelio; y que los
señores sacerdotes hagan caso de los señores obispos;
que enseñen quién es el Creador y quién es la criatura,
porque los hombres se están convirtiendo en
creadores y han dejado al Creador. No puede ser un
creador el hombre, cuando ha sido creado. El Creador
es el Increado. Enseñad a los hombres, hijos míos, las
verdades, para que los hombres cambien sus vidas.
Se avecinan tiempos graves, hijos míos; con la oración,
con el sacrificio ¡se pueden evitar, hijos míos, tantas
catástrofes!... Sed humildes y comprended la Palabra
de Dios. No hagáis como cuando el Diluvio, hijos míos,
cuando Sodoma y Gomorra; siempre que Dios ha
avisado, hijos míos, vuestra soberbia no os ha dejado
ver las verdades, que Dios ha dicho, hijos míos. Dios no
es catastrófico, es la verdad del Evangelio. Explicadles
a los hombres todas las verdades.
Queridos, hijos míos, sacerdotes, haced caso de mis
queridos obispos, y predicad por todo el mundo, para
que los hombres vuelvan la mirada a Dios. ¿No veis que
cada día Dios está más olvidado? No os hagáis los
sordos, hijos míos, escuchad mi Palabra, dad ejemplo,
hijos míos, de vuestra vida.
Y vosotros, laicos, amad a la Iglesia, amad al Santo
Padre, hijos míos, pedid por él. Reuníos todos a orar,
hijos míos, el mundo está necesitado de oración. Si los
hombres oraran, las almas se convertirían. Orad. Orad,
hijos míos. Rezad el Santo Rosario, hijos míos, si podéis,
rezadlo en familia, que los hogares están destruidos.
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Las familias se separan unos de otros y crecen sin
conocerse unos a otros. ¡Qué pena de familias, hijos
míos! ¿No os da pena de no respetar la Ley de Dios,
hijos míos? Vivid en el Santo Temor de Dios, seguid el
Evangelio, amaos unos a otros.
Hay que enseñar al hombre para lo que fue creado. En
primer lugar, sacerdotes queridos, enseñadles a los
hombres que han sido creados para amar y glorificar
a Dios, no para idolatrar a los hombres ni para
idolatrarse ellos mismos, mientras Dios es despreciado
y olvidado. ¿No os da pena de las ofensas tan graves
que cometéis contra Dios, hijos míos? Frenad vuestros
sentidos, hijos míos.
El mundo está lleno de inmoralidad, y cuando el
hombre cae en lujuria se queda ciego. Ya la
desobediencia es la primera, hija mía. Cuando el
hombre desobedece a la Ley de Dios se queda sordo y
ciego; y el pecado de la lujuria es el que está reinando
entre la Humanidad. No le dan importancia, hija mía,
los pecados los ven virtudes y las virtudes pecados.
¿Por qué escondéis el Evangelio y no lo explicáis tal
como es, hijos míos, para que los hombres sepan las
verdades?
Orad. Haced mucha oración. Confesad vuestras
culpas, hijos míos. Haced visitas al Santísimo,
acompañadme alguna noche, hijos míos. Los hombres
se han olvidado de mi soledad. ¡Qué frialdad encuentro
en muchos Sagrarios, hija mía! En muchos Sagrarios
estoy olvidado. Visitadme, hijos míos. Amaos unos a
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otros con un amor limpio y puro, hijos míos. Sed
humildes y comprended la verdad, hijos míos. ¿No os
da miedo de frenar a Dios, hijos míos?
Tú, hija mía, sigue reparando por estas almas, para ver
si llegan a Mí. ¡Qué duras son las almas! Cuánto les
cuesta, hija mía; con lo fácil que es amar, pero
confunden el amor con la pasión. No saben lo que es el
verdadero amor, venido de Dios. El hombre ama con
pasión y por egoísmo. Así está el mundo, hijos míos.
Sacrificio pido y penitencia. Os enseño a amar a la
Iglesia, hijos míos. Todos los que acudís a este lugar:
confesad vuestros pecados, hijos míos; amad mucho a
la Iglesia, a los sacerdotes, al Santo Padre y orad, para
no caer en tentación.
LA VIRGEN: Sí, hija mía, es necesario sacrificarse y
orar por las almas, aunque las almas sean ingratas,
hija mía, no te canses de orar por ellos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
para el día de las tinieblas.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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funcionarios; sed pastores de almas, hijos míos. Abrid
las iglesias para que las almas puedan visitar al
Prisionero. Dedicaos a las almas, veréis qué paz
tendréis en vuestro interior. ¡Ay, hijos míos!, ¡hasta
cuándo os tiene que estar Dios avisando?. Y decís que
cómo Dios va a manifestarse a los hombres. ¿A caso no
hacéis motivos para que Dios dé avisos? La infidelidad
a Dios es grave, hijos míos. Venid, hijos míos, y
refugiaos en Mi Corazón; que por muy graves que sean
vuestros pecados, mayor es mi Misericordia, pero
bajad la cerviz y no seáis soberbios, hijos míos. Yo me
manifiesto a los humildes, a los incultos para
confundiros a los letrados y a los poderosos. ¿Por qué
no dejáis a Dios que obre? Sed humildes, hijos míos.
Atraed a las almas, no las persigáis y les clavéis el
aguijón. Constantemente estáis clavando el aguijón.
Tened cuidado, hijos míos, que puede volverse contra
vosotros el aguijón. Sólo quiero que cambiéis.
Hago un llamamiento a los seglares, a los sacerdotes,
a los religiosos; que reaviven la fe y que no se dejen
arrastrar por las pasiones, ni la astucia del Enemigo.
Predicad el Evangelio tal como está escrito; no lo dejéis
en metáforas. El Evangelio es siempre el mismo. Y, ¡ay,
del que ponga o quite algo de él, cuando se presente
ante la Divina Majestad de Dios! ¿No tenéis temor de
Dios, hijos míos? Para temer a una cosa hay que saber,
hijos míos, que eso existe; y muchos de vosotros ni
creéis en la Divina Majestad de Dios.
A los hogares hago una familia ah... hago familias
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santas a todos aquellos que quieren aceptar mi Divina
Voluntad. Hago un llamamiento a todos los hombres:
amad a la Iglesia, hijos míos, confesad vuestras culpas.
Satanás está reinando en la humanidad. ¿No veis, hijos
míos, que sin oración no se puede vivir, hijos míos? El
alma necesita alimentarse y comunicarse con Dios, y
los hombres se han abandonado. Confesad vuestras
culpas y acercaos al Santísimo Sacramento del Altar,
hijos míos. Haced visitas a Jesús, que está triste y solo;
obras de amor y misericordia unidas a la oración y al
sacrificio. Sed humildes, hijos míos, y respetad mi
Palabra. No hagáis mofa de ella, que Dios hará Justicia
sobre todos vosotros, hijos míos.
Y vosotros, sacerdotes santos, caminad por el camino
recto del Evangelio, y nada os acobarde, ni nadie.
Llevad el distintivo de sacerdote, hijos míos; pues los
sacerdotes hoy no se les conoce, porque no llevan ni
un distintivo. ¡Qué pena de vestidura que arrinconan!,
una vestidura sagrada la tienen arrinconada; no os
avergoncéis de ella: es un freno para vuestras vidas,
hijos míos.
LA VIRGEN: Mis mensajes serán muy cortos porque,
ya os he dicho, que todo lo que he dicho se cumplirá; y
como sabéis, muchas cosas se han cumplido, y otras
faltan que cumplir. Pero recordaré la penitencia y la
oración, porque los hombres os olvidáis de las
obligaciones de cristianos, hijos míos. ¡Y dicen que por
qué me manifiesto! Si Dios es olvidado y los hombres
hoy no se acuerdan de los Sacramentos; viven como
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animales, juntos, sin necesitar Sacramentos. ¿Y decís
que está bien el mundo, hijos mío? Por eso vengo a
abriros los ojos y los oídos. Ya hace muchos años que
os vine avisando y habéis seguido sordos y ciegos:
humildad, oración y sacrificio; amad a la Iglesia.
Respetad a los obispos, sacerdotes y seglares;
acercaos a la Eucaristía y al Sacramento de la
Penitencia; ayudad a los sacerdotes y orad por ellos;
sed humildes para reconocer vuestras culpas.
Todo el que acuda a este lugar será bendecido y
marcado con una cruz en la frente.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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se reúnan en los rebaños que han dejado. Hijos míos,
pastoread a las almas; es el último aviso que os doy,
hijos míos: amad mucho al Santo Padre, amad a la
Iglesia, hijos míos; predicad el Evangelio y conquistad
a las almas para Dios.
Orad, que el mundo está en esta situación por falta de
oración. Amaos los unos a los otros; acercaos al
Sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía;
fortaleceos, hijos míos, y nunca dudéis de la Obra que
Dios ha puesto en vuestras manos, hijos míos; estad
todos unidos, hijos míos.
Y tú, hija mía, oración pido; ofrécete víctima de
reparación por los pecados de los hombres; tiene
mucho valor, hija mía, porque el dolor es más fuerte de
los más allegados, de los que más amas, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Señor, es muy duro esto, Señor! ¡Ay,
¿por qué me tienes aquí ya, Señor, si yo aquí ya no
hago nada? Llévame contigo, Señor! ‥lévame contigo,
Señor! ¡Ay, ay, yo no tengo fuerzas, a veces, Señor! Y
tengo que, en silencio, guardar tantas cosas, Señor...
EL SEÑOR: Tienes nuestra fortaleza, hija mía, si no, no
hubieras podido sobrevivir. Desde muy niña has tenido
nuestra protección, hija mía. Ofrécete víctima de
reparación. Nunca, hija mía, hemos desaparecido de tu
lado. Sabes que en tus miserias y en tus dolores
siempre has encontrado una mano amiga que te
ayudara, hija mía.
LUZ AMPARO: Perdóname, Señor. Soy tan ingrata, que
a veces me quejo de todo, Señor. Perdóname y
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ayúdame.
EL SEÑOR: Aunque te aguijoneen, hija mía, aunque te
persigan, y aunque oigas barbaridades, hija mía,
nunca des un paso atrás. Sé fuerte que Yo siempre
estaré contigo, aún en la oscuridad.
LUZ AMPARO: Gracias, Señor.
EL SEÑOR: También quiero, hija mía, que recibas un
gozo: apunta diez nombres en el Libro de la Vida, te los
doy a escoger, hija mía. (Luz Amparo, durante un par
de minutos, escribe en el aire de derecha a izquierda).
Estos nombres, hija mía, no se borrarán jamás. ¿Ves
cómo tiene valor el sacrificio y el sufrimiento, hija mía?
Y, a veces, el silencio.
LUZ AMPARO: Gracias, Señor.
EL SEÑOR: Todo el que acuda a este lugar, será
bendecido y marcado con una cruz en la frente.
Rezad el Santo Rosario, hijos míos; no olvidéis esa
plegaria tan favorita de María, y que tanto bien hace a
las almas. Con el Santo Rosario se puede evitar
grandes catástrofes, hija mía. El Rosario tiene mucho
valor, y los hombres lo han olvidado. Rezad el Rosario
en familia, hijos míos. Padres, enseñad a vuestros hijos
la oración del Santo Rosario, que es unidad. No os
abandonéis y no abandonéis a vuestros hijos en la
oración.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán
bendecidos con bendiciones especiales para los
pobres pecadores.
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Reza, hija mía, por esas almas infieles; por esas almas
ingratas, que las deslumbra el mundo y abandonan a
Dios por cualquiera placer y cualquier gusto, hija mía.
Haz oración por ellos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Esta bendición sirve para la conversión de los pobres
pecadores. Los objetos bendecidos sobre las almas se
convertirán.
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camino, no será abandonado de mi gracia.
Orad, hijos míos, por los pobres pecadores. Qué
tristeza siente mi Corazón cuando los pecadores se
alejan y me rechazan, pero qué alegría cuando
vuelven arrepentidos a mi regazo. Grita que Yo soy un
padre tierno que espera a sus hijos, para abrazarlos y
perdonar todas sus miserias. Sí, hija mía, aunque sus
pecados sean gordos, mi amor es grande para todo
aquel que se arrepienta.
Acudid a este lugar, hijos míos, y orad con devoción.
Aprended a amar a la Iglesia. Acercaos a la Eucaristía,
pero antes pasad por el sacramento de la Penitencia;
el que come mi pan y bebe mi sangre tendrá vida
eterna. Amaos los unos a los otros, hijos míos. Sed
pacientes unos con otros; ese es el mandamiento más
importante, hijos míos: el que os améis unos a otros.
Padres, educad a vuestros hijos, enseñadles que no
sólo de pan vive el hombre, que tienen que alimentarse
de la palabra de Dios. Si aman a Dios, hijos míos, os
respetarán y os amarán a vosotros. Rezad el Rosario
en familia, no os acostéis ni una sola noche sin rezar
esta plegaria tan hermosa: Dios te salve, María, llena
de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Ahí está la
Madre y el Hijo, los dos participaron en la Redención. Y
el que ama a María, ama a Jesús. María y Jesús son un
Corazón. Por eso quiero que se la conozca como
Madre de todos los pecadores. Mi Madre tiene el
Corazón tierno, tan tierno como un niño chiquitito, y os
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ama tanto que le he dado poder para aplastar la
cabeza del Dragón, para estar en la puerta del Cielo y
como refugio de los pecadores.
LA VIRGEN: Tú, hija mía, protégete bajo este manto,
será tu alivio y tu fortaleza. Protegeré a todos los tuyos
y, sobre todo, hija mía, para que entren en el Cielo. Esto
no quiere decir que dejes de sufrir, hija mía; tu misión
es sufrir, desde que naciste, pero mi protección nadie
te la quitará, hija mía. Los hombres cambian pero Yo
no cambio. Yo te escogí como instrumento de mi Obra
para que hagas este trabajo, y te he ido puliendo, hija
mía, en dolores y sufrimientos, calumnias, desalientos,
pero ése es el Cielo, hija mía.
LUZ AMPARO: Yo te pido, Madre mía, por todos mis
hijos, por todos los pecadores del mundo, y amo a
todos los que me odian y haré sacrificio por todos los
que me calumnian.
EL SEÑOR: Madres, luchad por vuestros hijos, pedid
por ellos. Las madres que sean leales se salvarán por
los hijos. Te dije, hija mía, en una ocasión, que la madre
asciende o desciende como el hijo. Procurad, madres,
hacer oración por ellos y darles buenos ejemplos. Pero
tampoco os dejéis, aquellas madres, arrastrar por
vuestros hijos; pedid por ellos.
Ora por la Iglesia, hija mía, la Iglesia está en
Getsemaní, y el mundo está cada vez pero, aunque los
hombres no quieren ver la situación del mundo. Ama
mucho, hija mía, por eso tu corazón se dilata, por el
amor que tienes, hija mía; has sido como una gallina
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que protege a sus polluelos. Tu vida la has basado en
tus polluelos, hija mía, y aunque hayas recibido
sinsabores, también has recibido alegrías, hija mía. Yo
pongo a prueba las almas, para ver hasta dónde son
capaces de no dejarse engañar y de no dudar nunca
de la palabra de Dios. Pero el Demonio es muy astuto,
no duerme, hija mía, y está siempre maquinando a ver
cómo puede hacer ver lo que no es, hija mía. A veces
son pruebas dolorosas, pero el alma víctima tiene que
pasar por todas esas pruebas, hija mía. Ora y nunca te
abandones, hija mía, te pase lo que te pase; no te
desanimes, sigue adelante. El tiempo aquí no va a ser
largo, hija mía, y allí es la eternidad. No cambies esto
por aquello.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué felicidad!...
EL SEÑOR: Has sentido la felicidad. Bebe unas gotas
del cáliz del dolor. (Luz Amparo coge en el aire el cáliz,
bebe y tose mientras traga). Está amargo, hija mía,
pero éste es el camino de la reparación. Ahora vas a
escribir en el Libro de la Vida diez nombres; escógelos
tú. (Luz Amparo, coge algo con la mano derecha y
durante un par de minutos, traza signos en el aire de
derecha a izquierda). No se borrarán jamás estos
nombres, hija mía, están escritos en el Libro de la Vida,
en recompensa a tu dolor, a tu sufrimiento, a las
calumnias, a las persecuciones. –es cómo
recompenso, hija mía!
LUZ AMPARO: Gracias, Señor.
EL SEÑOR: ¡Cuántos miles de almas se han salvado,
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hija mía! ¡Cuántos frutos! ¡Qué alegría sienten nuestros
Corazones por todas estas almas que han llegado a
lugares como éste, hija mía, porque han aprendido a
orar y amar a la Iglesia!
LUZ AMPARO: ¡Ay, cuántas, Señor,... gracias! :racias,
Señor! ¡Ay, cuántas almas! ¡Ay, cuántas! ¡Qué
grandeza, Dios mío! Gracias, Señor, gracias.
EL SEÑOR: Todos son bienaventurados. Esta
recompensa es la que te tiene que animar, hija mía.
¡Adelante! Oración y amor, hija mía.
Seguid luchando. Y también derramaré muchas
gracias sobre todo aquel que colabore en esta misión.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán
bendecidos con bendiciones especiales para los
pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82) "Todos los que acudís a este lugar,
hijos míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida
y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000)
38
LA VIRGEN: Hija mía, aquí estoy otra vez más, para
acompañaros, para fortaleceros y para protegeros,
hijos míos. Os vengo a pedir: oración, sacrificio y
penitencia; lo que los hombres hoy han olvidado. El
mundo está sin Dios y por eso camina hacia la
perdición; pero los hombres están ciegos y no ven que
los hombres se han desmoralizado y se han
deshumanizado, hija mía, y quieren vivir cada uno su
libertad y cada uno gobernarse sin que nadie lo
gobierne. Pero los hombres siguen obstinados en no
verlo. Repito otra vez más: que los hombres sin Dios no
son humanos, porque el hombre tiene un alma dentro
del cuerpo, y el alma pertenece a Dios, pero los
hombres no se preocupan del alma. Por eso os pido a
vosotros: orad.
¿Y cómo los hombres no quieren que me manifieste?, si
cada día los hombres están más olvidados de Dios, de
los Sacramentos, del Sacramento del Matrimonio; la
mayoría de los hombres no quieren el Sacramento del
Matrimonio. El hombre está como las fieras y no quiere
que nadie lo socorra espiritualmente. Por eso pido una
vez más: oración, sacrificio y penitencia. Amad mucho
a la Iglesia. Visitad a mi Hijo en el Sagrario; ¡a veces
está tan triste! Frecuentad los Sacramentos, hijos míos,
acercaos a la Eucaristía, amad al Santo Padre y orad
por él. No os abandonéis en la oración, hijos míos.
Haced buenas obras, porque muchos movimientos. . .
Sólo mueven los labios, pero no se acuerdan de mover
el corazón, y el hombre, si no mueve el corazón, no le
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sirve para nada el movimiento de los labios.
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, hay que pedir mucho. Nada te angustie,
hija mía, ni las persecuciones ni las calumnias. Yo puse
esta Obra en tus manos, para que me glorifiques y
para que todos los que pertenecen a ella me
glorifiquen; porque el mundo me glorifica poco; porque
nadie quiere vivir el Evangelio; lo ven crudo; por eso
hay muchos que son infieles, porque quieren estar,
como los fariseos, en los primeros puestos, con
apariencias, pero sin vivir el Evangelio. Te pido, hija mía,
que corrijas; porque corregir es amar y hacer
reconocer a muchas almas sus heridas, porque no
quieren reconocerlas. Sólo cuando se intenta
desinfectar la herida, para que no mueran, porque hay
heridas mortales, y les escuece, es cuando se dan
cuenta; pero su orgullo y su soberbia, hija mía, no les
dejan reconocer, y por eso no quieren ser corregidos.
Yo quiero que todo el que pertenezca a esta Obra me
ame y me glorifique, ame a Dios sobre todas las cosas
y al prójimo como a sí mismo, que es de lo que el
hombre se ha olvidado; pero algunos quieren ser
glorificados, no glorificarme. Sólo uno es vuestro
Señor: vuestro Dios. Pero también hay algunos, hija
mía, que se entregan a la medida de sus fuerzas y me
alaban y me glorifican; se dejan corregir, porque
aquellos que hacen mi voluntad, aquéllos son los que
más me agradan. Pero aquellos que piensan en sí
mismos, en los suyos, sin acordarse del que les tiende
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una mano; para ayudarlo, protegerlo. . . El amor, hijos
míos, es la moneda más grande para ganar el Cielo y
para ir a la Patria Celestial. Un alma helada no sirve
para nada por mucho que mueva los labios; es un
témpano de hielo, que si no ama, de nada me sirven
sus obras, hija mía. El hombre está creado para amar:
para amar a su Creador y a sus creaturas; por eso
quiero que os entreguéis en cuerpo y alma a los pobres
y a los necesitados. Y, ¡ay, de aquellos que sólo piensan
en ellos y en los suyos; y aquellos que no ejercitan el
corazón y mueven los labios, aquellos fariseos que no
socorren al pobre!
Los que pertenecéis a esta Obra entregaos en cuerpo
y alma; ayudad, para que se extienda por todos los
rincones del mundo. No queráis estar en los primeros
puestos donde todo el mundo os vea; escondeos
cuando hagáis las obras, y que nadie os dé palmaditas
ni que escuchéis halagos. Eso os gusta a algunos
mucho, hijos míos, y esas palabras están vacías de
Dios, llenas de mundo, de orgullo y de vanidad. Matad
vuestro orgullo, sed humildes y aprovechad tantas y
tantas gracias como estáis recibiendo, hijos míos. Yo os
prometo que todo el que colabore con los pobres y
necesitados tendrá un lugar en la Eternidad. Y el que
ama a Dios con todo su corazón, con todas sus fuerzas
y con sus cinco sentidos, ama al prójimo. Por eso los
hombres fallan en el amor, porque no aman a Dios
como hay que amarlo. Cuando Dios los pone a prueba,
rechazan la cruz y no quieren que nadie les hable ni de
41
cruz ni de obediencia, porque quieren hacer su
voluntad: la libertad de los hijos de las tinieblas; porque
la libertad que Dios da al hombre es para ser amante
de Dios y del prójimo. Por eso, otra vez más, pido que
vuestras obras estén unidas al amor de Dios; y tendréis
el Paraíso ganado. Ésa es la moneda que Yo doy a
cambio del amor hacia los necesitados.
Nada te angustie, hija mía; sé humilde y fortalécete
cada día más en nuestros Corazones.
LA VIRGEN: Acudid a este lugar, hijos míos, que seréis
bendecidos y marcados con una cruz.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82) "Todos los que acudís a este lugar,
hijos míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida
y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000)
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MENSAJE DEL DÍA 4 DE AGOSTO DEL 2.001,
PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, mi Corazón viene de dol Oh,...
de dolor lleno, atravesado por tantas y tantas espinas.
Los hombres ingratos no dejan de clavar espinas en mi
Corazón, hijos míos. Reparad todas estas ofensas. Por
cada avemaría vuestra, hijos míos, os prometo
proteger vuestras casas de las asechanzas del
enemigo, hijos míos. Acudid, acudid a este lugar; recibe
mi Corazón mucho consuelo.
EL SEÑOR:
Hija mía, busco corazones donde refugiarme, y
encuentro tan pocos... porque la mayoría de los
corazones están apegados al mundo, a la carne y a la
sangre. Los hombres, hija mía, se han olvidado de Dios,
su orgullo destruye el amor y no se aman
desinteresadamente; se aman egoístamente. Por eso
pido oración y sacrificio, y los hombres se hacen los
sordos. Los hombres quieren estar por encima de Dios
y quieren imponer a Dios sus leyes, no aceptar las
leyes de Dios, los hombres. Cuántas almas, hija mía, les
he dado millares y millares de gracias y las han
convertido en destruirse, porque las han rechazado y
pisoteado; no aceptan la palabra de Dios. El hombre es
tan orgulloso, que le impone a Dios lo que tiene que
hacer.
Pero, hijos míos, Yo soy el Todopoderoso, el Creador, el
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Increado. ¿Cuántas veces os voy a decir que bajéis la
cerviz y reconozcáis a Dios como Creador vuestro? No
le impongáis a Dios vuestros deseos y dejad a Dios que
obre según su voluntad. Hijos míos, los hombres se han
convertido en fieras heridas y no aceptan la presencia
de Dios, ni las manifestaciones. Dios quiere que los
hombres cambien, hija mía. El hombre ha sido creado
para amar y glorificar a Dios, no para glorificarse ellos
mismos. ¿A dónde estáis llegando, hijos míos?, a quitar
a Dios el puesto que le corresponde; nadie como Dios,
hijos míos. Su soberbia no les deja aceptar que Dios se
manifiesta donde quiere y cuando quiere. Yo instituí la
Eucaristía por amor a los hombres, y los hombres no
saben amar, sólo odiarse y no respetar la Ley de Dios.
¡Cuántas veces os voy a repetir, hijos míos, que
reconozcáis el pecado, que no veáis la virtud pecado y
el pecado virtud!
¡Qué pocos siguen el Evangelio tal como está escrito!
¡Cuántas veces te lo he dicho, hija mía!, anteponen a su
madre, a su padre a su hermano, a su hermana antes
que a Dios. La infidelidad de las almas consagradas es
el apego a la carne y a la sangre. Las vacaciones, hija
mía, destruyen las vocaciones. Sí, te lo repito una y otra
vez: las almas no son fieles a su vocación. ¡Ay, almas
ingratas, que no sois fieles a vuestros compromisos y a
vuestros votos! Vuestro compromiso y vuestro voto
está en el Cielo escrito, y ¡ay, de aquellas almas que se
introducen en el mundo y dejan su vocación, hijos
míos! La infidelidad es algo que ofende
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tremendamente a Dios; y cada día hay más infidelidad
en las almas. ¡Ay, almas ingratas: más os valiera no
haber nacido! La infidelidad a Dios es más grave
todavía que la infidelidad a los hombres; es un pecado
eterno. No hay que jugar con Dios, hijos míos. Id al
Sagrario cuando encontréis dificultades, y allí me
encontraréis, para daros fuerzas y ánimos para que
sigáis adelante. Pero no hagáis caso de la astucia de
Satanás que os introduce en el mundo y os posee
vuestras almas; y las almas que son fieles queréis
destruirlas, hijos míos. Dejad a aquellas almas que son
fieles a Dios, que vivan la vida que han escogido. No
seáis como los paganos que ni entran ni dejan. Laicos,
amad a la Iglesia, amad al Santo Padre, amad a los
obispos, respetadlos.
Y tú, hija mía, sigue siendo fiel a nuestros Corazones,
hija mía. Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor. (Luz
Amparo bebe y tose). Está muy amargo, hija mía, pero
fortalecerá tu espíritu. Vengo a consolarme en tu
corazón, hija mía. Tú sabes que te amo y que de niña,
hija mía, te he protegido de tantos y tantos peligros. Tu
corazoncito tierno, hija mía, a veces lo he juntado con
el mío para protegerte de tantos y tantos peligros
como había a tu alrededor y para consolarte de tantos
dolores y tantos sufrimientos; que ese corazoncito tan
pequeño empezó a sufrir la incomprensión de los seres
humanos. Tú pedías socorro, hija mía, y Yo te protegía,
te cogía con mis manos y te sentaba sobre mis rodillas.
Yo he sido tu protector cuando eras pequeñita, hija
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mía. Cuántos peligros te acechaban, hija mía; y de
todos te saqué.
Apriétame sobre tu corazón. Hija mía, no dejes de
amarme, no antepongas a nadie a Mí; tu corazón y el
mío que estén unidos, hija mía; unidos hasta la
eternidad. Sé fuerte, hija mía, mi Corazón te ama.
Ámame mucho, y no temas a nadie, ni las
difamaciones, ni la calumnia, ni las habladurías, hija
mía. Sé fuerte y sé fiel hasta la muerte, hija mía. Que tu
corazón siga compartiendo y amando a los seres
humanos, a los pobres y a los necesitados, como
siempre has compartido, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios mío, perdóname si alguna vez
me enfado o alguna vez peco de omisión, de no hacer
lo que me pides! Señor, perdóname porque tengo
tantas miserias y estoy tan llena de defectos, mi Señor,
que no soy digna de amarte, Señor, pero te amo con
todo mi corazón y con mis cinco sentidos.
EL SEÑOR:
Ámame, Luz querida; que las almas que me aman de
esta manera, Yo me entrego a ellas y soy bálsamo que
me derrito en ellas. A ver si reparamos, todo este mes,
los pecados de estas almas, hija mía, ya que son tan
ingratas que no quieren reparar sus pecados, vamos a
reparar, hija mía. ‥es he dado tanto y me han
correspondido tan poco, hija mía!... pero todavía mi
Corazón las sigue y las persigue. Vamos a ver, hija mía,
si somos capaces de ablandar sus corazones. Sé
humilde, hija mía, la humildad es la base principal de
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todo, y la obediencia; ésa es la virtud más hermosa.
Ora mucho por los pecadores. Los pobres pecadores,
hija mía, son los que entristecen mi Corazón, ¡el
abandono que hay en el mundo de las almas, hija
mía!...¡Y que digan los hombres que el mundo está bien!,
están ciegos, porque cada uno vive según sus gustos y
según sus caprichos, no según la voluntad de Dios, hija
mía. Son tan pocos, que Yo a aquellas almas
consagradas que me son fieles, las ama tanto mi
Corazón que siempre estoy con ellas y no las
abandono nunca.
Orad, hijos míos, orad. Haced penitencia y sacrificios,
que el mundo está necesitado de oración bien hecha,
no de una oración mecánica que sólo mueve los labios.
Amad a los pobres y necesitados. Entregaos en cuerpo
y alma a todos aquellos que os necesiten, hija mía: ésta
es mi Obra de Amor y de Misericordia. Que seáis para
los demás y os entreguéis en cuerpo y alma a esta
Obra venida de mis manos. El amor, hija mía, que
resplandezca; el amor a Dios y al prójimo.
Hijos míos, todos los que acudís a este lugar: protegeré
vuestros hogares de las asechanzas de Satanás.
Acudid a recibir gracias, hijos míos, pero no me
defraudéis y después las pisoteéis. Ayudad al pobre y
al necesitado. Éste es el Evangelio: el amor.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán
bendecidos para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82) "Todos los que acudís a este lugar,
hijos míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida
y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000)
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Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82)
"Todos los que acudís a este lugar, hijos míos, recibiréis
gracias muy especiales en la vida y en la muerte." (El
Escorial. El Señor, 1-1-2000)
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Los hombres, hija mía, la mayoría, han enloquecido por
los placeres, por la carne, por los vicios, por las
comodidades; han enloquecido de tal forma que no
ven el pecado; para ellos nada es pecado, todo es
virtud. Así está la Tierra, hija mía, los hombres están, la
mayoría, desesperados; nada más piensan en los
placeres de la carne; el Demonio los ha absorbido y los
tiene anulados como seres humanos, se convierten
peor que fieras. Por eso hay que pedir mucho por la
situación del Mundo, hija mía.
Oración os pido, hijos míos, oración, sacrificio y
penitencia. Los hombres se han olvidado de orar; por
eso Dios no reina en sus corazones y el Demonio es el
rey del Mundo. Gracias por todas las oraciones que
hacen por los pecadores. Las almas son tan felices, hija
mía, vuelve otra vez a verlas.
LUZ AMPARO: ¡Ay, que grandeza, Dios mío! ¡Ay, Dios
mío, qué belleza tienen...! Vale la pena sufrir, Señor,
para ver estas almas.
EL SEÑOR:
Por eso piden las almas que estén en gracia sus seres
queridos, para poderse comunicar, por medio de la
oración, con ellos, es la Comunión de los Santos.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos, todos serán
bendecidos para la conversión de los pobres
pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
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"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82)
"Todos los que acudís a este lugar, hijos míos, recibiréis
gracias muy especiales en la vida y en la muerte." (El
Escorial. El Señor, 1-1-2000)
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"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
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