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El Hijo de Dios bajará en una nube no tardando


mucho y mandará a sus ángeles que sieguen la mies
seca de la tierra que no da fruto; que sus escogidos
estén preparados;

Nace en la provincia de Albacete el 13 - 3 - 31. Casada.


Siete hijos. Reside en San Lorenzo de El Escorial.
Apenas sabe leer y escribir. Gravemente enferma de
corazón, sanó en una peregrinación a Lourdes. Su
marido, de poca salud, cultiva un huerto y es portero
suplente en la casa donde Amparo trabaja de
asistenta.
Criada en suma pobreza, sacrificio y duro trabajo,
desde niña, sin saber rezar, ha invocado filialmente a
la Stma. Virgen. Siempre ha sentido tierno amor
compasivo hacia el prójimo necesitado. Afirma ella
que, aunque suponía ha de haber un Ser Supremo,
vivía despreocupada de sus deberes religiosos que no
practicaba. Pero, a mediados de noviembre de 1.980,
oye una voz que le dice: "reza por la paz del mundo y
por la conversión de los pecadores. Amaos los unos a
los otros. Vas a recibir pruebas de dolor".
Efectivamente, comienza a sangrar por la frente y las
manos sintiendo agudos dolores y clama: "Pero ¿qué
es esto?". Se le muestra el Señor clavado en la cruz y le
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dice: "Hija mía, esto es la Pasión de Cristo. La tienes que
pasar entera". Dice Amparo: "Yo no lo resisto". Le
arguye Él: "Si tú en unos segundos no lo resistes,
¿cuánto pasaría Yo, horas enteras en una cruz,
muriendo por los mismos que me estaban
crucificando? Puedes salvar muchas almas con tus
dolores". Le pregunta Jesús si acepta, y ella responde:
"Con vuestra ayuda, Señor, lo soportaré".
Desde este momento Amparo es otra: al mismo tiempo
que intensifica ejemplarmente su vida espiritual, se
multiplican en ella tan raros como extraordinarios
fenómenos: sangraciones por la frente, ojos, boca, un
hombro, espalda, costado, manos, rodillas, pies; unas
veces con llagas visibles, otras con sangre sin llagas y
otras sin llagas y sin sangre, pero con el
correspondiente agudo dolor, según la escena de la
pasión que contempla. Se le ha visto en relieve un
corazón en el centro del pecho, sangrante atravesado
por una espada en figura.
- Apariciones del Señor, de la Virgen y de ángeles.
- Intenso aroma como de rosas percibido de lejos y
como a oleadas.
- Idioma desconocido.
- Bilocación.
- Repetidos mensajes.
- Profecías.
- Multiplicación de alimentos.
- Signos en el cielo.
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- Numerosas conversiones.
- Levitación.
- Comunión mística.
- Inexplicable grabación de cintas magnetofónicas.
- Curación de ajenas dolencias tomándolas en sí
misma, etc.
Varios de estos fenómenos son muy recientes.
Parece que el Señor permite al "Poder de las tinieblas"
actuar contra ella, ya por el mismo diablo, ya por
quienes la insultan, se burlan de ella y de estas cosas,
y la calumnian con palabras por ella oídas o por
escritos. Pero también parece que el Señor le tiene
anunciado todo esto y le da paciencia para soportarlo.

CONTENIDO DE LOS MENSAJES RECIBIDOS


POR AMPARO:
Desde su conversión, Amparo considera su ideal
preferente ayudar a Jesús a salvar almas. Es lo que
entiende que le pide el Señor con tan variados
carismas. Así lo expresa sus mensajes recibidos en
éxtasis frecuentemente muy dolorosos. Veamos el
principal contenido de tales mensajes.
El Señor y la Virgen instan a los hombres a convertirse;
de no hacerlo, vendrá un gran castigo.
- Se quejan de los pecados de blasfemia, impureza,
incredulidad, hipocresía, ingratitud, difusión de
doctrinas falsas, incumplimiento de votos religiosos,
desamor al prójimo.
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- En algunos sacerdotes: vida impura, abandono de la
oración y del vestido distintivo.
- Recepción sacrílega de la sagrada Eucaristía; no se
cree en la presencia real; olvido del Sagrario.
- No hay agradecimiento ni compasión para el
Corazón de Jesús al que se rechaza.
- Ofensas a la Stma. Virgen.
- Se inculcan la Confesión sacramental y la dirección
espiritual.
- Se pondera el poder impetratorio del santo Rosario
cuya devota recitación diaria se recomienda.
- La Virgen promete asistir en la muerte a quienes lo
rezan diariamente y comulgan los primeros sábados.
- Aconseja algo de meditación sobre cada misterio.
- Se piden sacrificios para que se salve el mayor
número posible de almas.
- El dolor es camino ordinario para el cielo.
- Comunión los primeros viernes y sábados y también
diaria.
- Se inculcan repetidamente la humildad y la
obediencia.
Se insiste en la necesidad y el poder de la oración.
- Orar por los que no oran y hacer penitencia por los
que no la hacen.
- Pedir mucho por España, especialmente por el País
Vasco y por todo el mundo.
- Acudir al Padre Eterno. La Virgen nos protegerá
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siempre.
- Pedir por la conversión de Rusia y por el Papa que
va a sufrir mucho.
- Oración especial por los sacerdotes.
- Rezar por los pecadores y los incrédulos.
- Ha tenido visiones del cielo y del infierno.
- Vida eterna feliz sobre los astros.
- La Virgen Dolorosa está siempre pidiendo
misericordia por nosotros. Dice la Virgen que se ha
manifestado en varios lugares de España, pero que
no creen en Ella. Con sus lágrimas está deteniendo el
castigo que provocan nuestros pecados.
- No hacemos caso de sus avisos.
- El Señor y la Virgen dan sus mensajes valiéndose de
los más incultos y humildes para que se vea que no
son falsos, que son de Dios.
- A mediados de junio de 1.981 la Virgen Dolorosa,
sobre la copa de un fresno, junto a la fuente, en Prado
Nuevo, le ha dicho:
"Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en
este lugar una capilla en honor de mi nombre. Que se
venga a meditar la pasión de mi Hijo que está
completamente olvidada. Si se hace lo que Yo digo,
habrá curaciones: este agua curará... Haced
penitencia, haced oración."
"El castigo está muy próximo. Será el juicio de las
naciones, el día del Creador. Si no hacemos caso de la
Virgen, no habrá trabajo, habrá muchas miserias,
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sobre todo en España. Los que están en gracia de Dios,
que no teman no les afectará en nada el castigo que
enviará el Señor".
- "Di a todos que procuren hacer apostolado en
cualquier parte del mundo; que necesitan muchas
almas el mensaje de su Madre celestial".
- "Haced, hijos míos, haced muchos sacrificios por los
pecadores. Muchos están en el infierno porque no
han tenido quien rece por ellos".
- "Haced caso. Mandad mis mensajes por todo el
mundo".
- "Sé humilde. Sin humildad no se ganan almas".
- "Muchos creen que esto tuyo es obra de Satanás. No
lo creas, hija mía, Satanás destruye, no construye".
- "Para darles las moradas celestiales a las almas su
Padre misericordioso está esperando que se
conviertan".
- "Me están crucificando diariamente por su falta de
amor a los demás. Por su impiedad, Dios va a castigar
sin piedad".
- "Llamo a los que han sido humillados, calumniados
por mi causa. Hijos míos, estoy en vosotros ¿a quién
podéis tener miedo?".
-"Tenéis que ser fuertes. Date cuenta, hija mía, de que
Yo estoy con todos los que tienen buena voluntad. Y,
estando Yo, nada temáis".
- "Reparemos ¡pobres almas, qué pena me dan!".
- "Estoy día y noche en el Sagrario por todos. Me
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encuentro allí presente como el mejor de los padres,
como el amigo más fiel, con un amor inmenso ¡Pobres
pecadores! No merecen estos sacrificios tuyos, míos y
los de tantas almas escogidas para su salvación. Tú,
hija mía, no te alejes de Mí. Te espero día y noche,
Dame consuelo. Abandónate en Mí y diles a todos que
los espero, que quiero salvarlos a todos con mi
Corazón. Que visiten a su Prisionero".
- "Sé humilde. No te abandones. Haz penitencia por
los pobres pecadores. Adiós, hija mía, te doy mi santa
Bendición."

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MENSAJES 2001
MENSAJE DEL DÍA 6 DE ENERO DEL 2001,
PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, hay que seguir orando, pues el corazón de las
almas está muy endurecido. ¡He dicho tantas cosas,
hija mía, tantas cosas!; y los hombres no quieren
aceptar mis palabras. Tienen ojos y no ven y orejas y
no oyen, hija mía. Su corazón no está dispuesto para
aceptar mis palabras ni para aceptar la voluntad de
Dios, hija mía. Por eso no quieren aceptar mis Leyes y
quieren imponerme a Mí sus leyes.
Corazones endurecidos, infieles, soberbios, ¿quiénes
sois vosotros para decir lo que tiene que hacer Dios y
a quién tiene que manifestarse, dónde y cuándo? ¡Ay,
incrédulos!, corazones fríos, que no os dais cuenta de
la situación del mundo y por eso predicáis que todo
está bien, porque vosotros vivís en abundancia; los
graneros los tenéis llenos y no os dais cuenta de la
situación del mundo, hijos míos. ¡Hasta cuándo, necios,
tengo que estar avisando!
Hace mucho tiempo, hijos míos, os dije que mis
palabras se estaban acabando. Y es que todo lo tengo
dicho, desde el principio hasta el fin. Y como veis, hijos
míos, todo se va cumpliendo.

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Pero ¿cómo sois tan crueles, hijos míos, y no aceptáis
el mensaje de todo un Dios?, si sólo os pido, hijos míos,
que cambiéis vuestras vidas. No tenéis nada más que
exterior, pero ¿y vuestro interior, hijos míos? Me
arregláis el templo para atraer a la gente, pero ¿y el
templo de vuestra alma, cómo está, hijos míos?
Preferiría un cuchitril, hijos míos, lleno de humildad, de
fidelidad, de caridad, de ternura con las almas. ¿De qué
manera atraéis a las almas, hijos míos, si vuestro
ejemplo no es bueno? Todo se queda en el exterior,
hijos míos. Vuestra función no es ésta, vuestra función
es las almas; por eso me rechazáis y por eso perseguís
estas manifestaciones, hijos míos, porque os digo
verdades que no queréis aceptar, hijos míos. Por eso
vuestra soberbia os ciega y no reconocéis y escogéis lo
bueno que hay en ello. Perseguís y claváis el aguijón e
intentáis hacer desaparecer lo que Yo he manifestado
a los hombres.
¿Cuántas veces os voy a decir, hijos míos, que soy
dueño de vuestra vida? Y os estoy dando oportunidad,
pero que os puedo llamar a mi presencia, y aunque
digáis que no, hijos míos, mi Justicia será terrible.
¿Cómo guardáis mi Justicia y empleáis sólo mi
Misericordia? Predicad a los hombres las verdades del
Evangelio. No estéis siempre atacando, hijos míos.
¿Qué caridad es la vuestra? ¿Y vuestra conciencia está
tranquila, hijos míos, persiguiendo y atacando? Os
creéis dioses y por eso no aceptáis mis consejos.
¿Cuántas veces he dicho, hijos míos, que me oculto a

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los poderosos y me manifiesto a los humildes, porque
me comprenden más que vosotros? Sois tan soberbios,
hijos míos, que no aceptáis mi Divina Palabra. Cogéis,
quitáis y ponéis a vuestro antojo, y los que lo cumplen
y aceptan mi voluntad les hacéis la vida imposible, hijos
míos.
Yo pido a aquellos sacerdotes santos que no tengan
miedo, que Yo soy su fortaleza y no se dejen arrastrar
por aquellos infieles pastores que ni entran ni dejan
entrar en el Cielo a las almas.
¡Cómo podéis tener un corazón tan cruel, hijos míos! Yo
que os di un poder para hacer y deshacer, hijos míos;
sed justos, que cuando os presentéis ante Mí, hijos
míos, será terrible no haber empleado bien vuestra
justicia. Os repito: volved vuestra mirada a Dios, sed
pastores de mi Iglesia que mi Iglesia está necesitada
de pastores santos, que reúnan todos los rebaños. No
seáis funcionarios, vuestra función está en la Iglesia.
Obedeced a los Obispos. Obedeced al Santo Padre y
habrá un orden y todo cambiará, hijos míos. Si vosotros
cambiáseis, hijos míos, el mundo iría mejor.
Por eso pido a esos sacerdotes fieles y santos que sean
fuertes y sigan adelante y lleven el camino recto del
Evangelio, sin darles vergüenza y dando testimonio de
pastores santos de la Iglesia.
Y aquéllos que juzgan ligeramente, sin tener motivos,
¡ay, cuando lleguéis ante mi Divina presencia!... por eso
os pido: bajad la cerviz y venid a Mí y cambiad vuestras
vidas. Yo seré el que fortalecerá vuestro espíritu, pero
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que vuestro corazón esté dispuesto siempre a aceptar
mi palabra. Hijos míos, ¿queréis contentar a Dios?, sed
pastores fieles y que vuestro interior esté
resplandeciente y limpio, que no os fijéis tanto en el
exterior, hijos míos, preocupaos de vuestras pobres
almas.
Qué tristeza ha sentido mi Corazón cuando muchos
pastores han llegado a mi presencia y no han sido
fieles a las verdades del Evangelio y he tenido que
decir: "No te conozco". Por eso os aviso, hijos míos,
porque os quiero y no quiero repetir estas palabras,
sino abriros los brazos de par en par y "venid hijos de
mi Padre a gozar de la presencia de la Divina Majestad
de Dios". Que oigáis esas palabras, hijos míos. Sed
humildes y no seáis témpanos de hielo, que vuestro
corazón está endurecido. Tened compasión de las
almas, no las trituréis, ni las persigáis tan cruelmente,
hijos míos. Muchos de vosotros intentáis hundir esta
Obra, hijos míos, pero es Dios el que la rige. Preocupaos
y escoged lo bueno, para que habléis, hijos míos, con la
verdad.
Cuántas conversiones, cuántos pecadores han llegado
a este lugar desesperados, en tinieblas, y han
encontrado la luz y la paz; porque han encontrado a
Dios, y viven felices perseverando años y años. ¿Por
qué no os fijáis en eso, hijos míos?: en el cambio de vida
que dan las almas, en la gloria que me dan. Sed
pastores justos, no seáis pastores ingratos, y amad a
las almas que es vuestra obligación. Amad a todas las
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almas.
Y vosotros, pecadores, hijos míos, acercaos a mi
Corazón, que mi Corazón llenará el vuestro de gracias.
Orad y no os abandonéis en los Sacramentos.
Confesad vuestras culpas, hijos míos; confesad
vuestros pecados con el sacerdote, que muchos de
vosotros, hijos míos, no os acercáis al sacramento de
la Penitencia y comulgáis en pecado mortal. Confesad
vuestras culpas, hijos míos, arrepentíos y orad, e id al
sacramento de la Eucaristía, ahí está la vida.
Y tú, hija mía, ora mucho porque las persecuciones no
se acabarán, hija mía. Son obstinados y crueles, a
veces. Pero tú protégete en nuestros Corazones.
Oración y penitencia, hijos míos. Orad por los que no
oran y haced sacrificios por los que no lo hacen, que
los hombres viven cómodamente; el sacrificio no existe
y han olvidado la oración; y la fe, cada día, va
desapareciendo de los hogares. Por eso en los hogares
no hay paz entre los padres y los hijos; no se entienden,
porque Dios falta en esos hogares. Rezad el santo
Rosario en familia, hijos míos. Id a Misa y oíd el Santo
Sacrificio de la Misa con devoción, y acudid a este lugar
que Yo fortaleceré vuestro espíritu.
Muchos de ellos, hija mía, míralos, fueron sellados con
una cruz en la frente, y mira, muchos de ellos lo que
han alcanzado: la eternidad. Ése es el mayor cielo,
estar con Dios; y el mayor infierno es carecer de la
presencia de Dios, hija mía; no hace falta otro infierno
más tormentoso que ése. Por eso mira cuántos han
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llegado a este lugar.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Qué grandeza
Señor!
EL SEÑOR:
¡Y que los hombres no se den cuenta de tantas gracias
como he derramado en este lugar! ¡Qué necios sois,
hijos míos, y que ciegos estáis!
LA VIRGEN: Oración y penitencia pido; visitas al
Santísimo, que están olvidados, los hombres, de Dios.
Se han olvidado de visitar a Dios en el Sacramento del
Altar. Sed humildes, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para la conversión de los
pecadores.
Tú, hija mía, acepta todas las pruebas que el Señor te
mande y reza mucho por todos ellos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

MENSAJE DEL DÍA 3 DE FEBRERO DEL 2001,


PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, aquí está Jesús, consuelo de los hombres.
Grita, hija mía, que Jesús quiere hacer un llamamiento
a los hombres, para que cambien sus vidas. Este
llamamiento lo hace al mundo, y el mundo le vuelve las
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espaldas.
Grita que Yo vengo a salvar a las almas, a abrasarlas y
a consumirlas en mi amor. Pide por ellas, hija mía.
Nada te asuste y nada te entristezca, ni las calumnias,
ni las difamaciones. Tú, sigue siendo fiel a nuestras
palabras. Grita que eres portadora de la Palabra de
Jesús. Y Yo hago contigo lo que quiero, hija mía; por eso
te digo que no tengas miedo a nada ni a nadie. Tú,
transmite mi Palabra. Ten celo por las almas, hija mía.
No dejes de orar, que la oración lo puede todo. Mira las
almas que te encomendé, hija mía; ten celo por ellas,
que vendrán a Mí, te lo aseguro, hija mía.
Yo te daré fuerzas para gritar que no enojen a Jesús
los hombres, que Jesús está muy enojado. Si sólo
vengo a decir que tengo hambre y sed de almas, de
almas que me correspondan. Yo quiero, hija mía,
abrasar a esas almas y consumirlas en mi amor. Pero
esas almas tienen que vaciar su corazón, para Yo
hacer un cielo de cada alma y poderme refugiar en
ellas; tienen que destruir lo que llevan dentro: la
soberbia, el orgullo, que los lleva a consumar todos los
pecados.
Sólo os pido que os vaciéis de todo lo terreno, que Yo
os daré todo lo necesario. Yo soy la Luz, venid a Mí y os
haré ver lo que no habéis visto, hijos míos. ¿Cómo
siendo Yo la Luz os vais a la tiniebla, donde os quedáis
ciegos, hijos míos? Si vengo a mostraros mi amor, mi
perdón y mi misericordia, hijos míos, ¿cómo no
cambiáis vuestras vidas? No me enojéis más, hijos
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míos, que mi Corazón sufre por los hombres y por mis
almas consagradas, por mis sacerdotes eternos.
Limpiad vuestras culpas, hijos míos, y venid a Mí y
aprended la mansedumbre de mi Corazón. Trabajad
para la gloria de Dios y para vuestra salvación y la
salvación de las almas. Si es lo único que os pido, hijos
míos, un poco de amor. ¿Me lo vais a negar, hijos míos?
¿Cómo no me comprendéis? ¿No habéis meditado,
hijos míos, que es que la tiniebla no os hace ver y tenéis
que buscar la luz? Entonces veréis, hijos míos, veréis
maravillas. Pero cambiad, no esperéis más tiempo,
hijos míos, y reconoceos a vosotros mismos. Dad
gracias a todo un Dios, que viene a daros su Amor y a
invitaros, hijos míos, a que seáis amigos de mi Divino
Corazón. ¡Convertíos, hijos míos!; ¿no veis las
calamidades que hay en el mundo, las catástrofes?;
todo es por falta de amor a Dios. El hombre se ha
convertido en un dios, y a Dios lo quiere dejar como
hombre, y Dios será siempre Dios, y la criatura tiene
que estar debajo del Creador. ¿Cómo las criaturas,
hijos míos, intentáis ser más que Dios? Sed humildes,
amad a la Iglesia, hijos míos, sed sacerdotes eternos,
entregaos a vuestro ministerio, sacerdotes de mi
Corazón.
Hago también un llamamiento a los hogares, a todos
aquellos hogares, ¿cómo pueden funcionar vuestros
hogares, hijos míos, si no está Dios en ellos? Por eso
estáis en guerra constantemente, por eso los hijos se
vuelven contra los padres y los padres contra los hijos.
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Reuníos todos, hijos míos, dialogad, y que haya paz en
vuestros hogares. Rezad el Rosario en familia, veréis
cuántas gracias recibiréis en vuestros hogares; pero
como no está Dios, la esposa es infiel al esposo, el
padre no aguanta al hijo, el hijo no respeta al padre, y
sólo hay guerras en esos hogares. En los conventos
hay un relajamiento, que no viven una vida de
contemplación; salen a la calle, se contagian del
mundo y abandonan a Dios; por eso hay tan pocas
almas donde Yo pueda refugiarme; y las pocas que
hay, aquellos que no entran en el Cielo, no las dejan
que entren tampoco, porque quieren ser fiel a sus
reglas. ¿Qué habéis hecho, hijos míos, de vuestros
votos, de vuestras promesas, de vuestros
sacramentos, matrimonios, de los mandamientos,
hijos, de los padres, que no respetáis el cuarto
Mandamiento de la Ley de Dios.
¿Hasta dónde quieren llegar los hombres, destruyendo
las leyes que Dios ha impuesto? ¿No veis, hijos míos,
que nadie está conforme con la Ley de Dios? Parece
Sodoma y Gomorra, la Tierra, hijos míos; no se
respetan unos a otros, el que es hombre, quiere ser
mujer; la mujer quiere ser hombre. ¿Cómo estropeáis
las Leyes de Dios, si Dios hizo al hombre y la mujer?
¿Por qué extorsionáis los planes de Dios y no os
respetáis cada uno como sois, hijos míos? ¿Hasta
dónde vais a llegar con vuestros escándalos, con
vuestra inmoralidad, hijos míos, con vuestro impudor?
‧stáis ciegos, a dónde está llegando el hombre! E

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incluso, hijos míos, quieren convertirse en creadores
de hombres. Pero ¿cómo? ¿No os dais cuenta que
muchas almas han sido castigadas por no aceptar la
voluntad de Dios, por no obedecer, hijos míos? El ángel
cayó del cielo, hijos míos, el ángel más bello, por no
obedecer a Dios, por su soberbia. Vuestros primeros
padres, hijos míos, en esa desobediencia fueron
arrojados del Paraíso. La moral, hijos míos, no la
respetáis. ¡Qué inmoralidad entre los hombres, qué
falta de amor y qué desobediencia a Dios y a la Iglesia
de Dios! Obedeced al Santo Padre, hijos míos, dejaos
aconsejar.
Y vosotros, seglares, laicos, obedeced a la Iglesia,
amadla con todo vuestro corazón y cumplid con el
Evangelio. Acudid a este lugar, hijos míos, que os
enseñará a amar a la Iglesia, a amar a los sacerdotes
y a vivir el Evangelio. Haced visitas al Santísimo,
acercaos a la Eucaristía y lavad vuestras culpas, hijos
míos, en el Sacramento de la Penitencia.
Y tú, hija mía, sé fuerte y no escuches lo que te pueda
"enturbar", hija mía, lo que turbia, hay que retirarse de
ello. Humildad te pido, hija mía. Refúgiate en nuestros
Corazones.
Oración, oración; pido a todos, rezad el Santo Rosario,
la plegaria que más me gusta, la que en los hogares se
ha olvidado. Amaos unos a otros, perdonaos y uníos,
hijos míos, para la gloria de Dios. ¡Ay, de aquellos
infieles a mi Palabra! ¡Ay, de aquellos que buscan sus
gustos y sus caprichos, sin importarles abandonar lo
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que Dios ha puesto en sus manos! ¡Ay, la infidelidad!
¡Ay, todos aquellos que habéis abandonado la Obra de
Dios, hijos míos, buscando vuestros caprichos y
vuestros gustos! Todos los que habéis sido
desagradecidos a tantas y tantas gracias como Dios
ha puesto en vuestras manos, ¡pobres de vosotros,
hijos míos! Qué ingratos sois, decís que amáis a Dios,
haciendo vuestro capricho y vuestro gusto. ¡Hipócritas
fariseos! Cómo os dejáis arrastrar por la influencia de
Satanás. Muchos de vosotros tenéis en vuestros
hogares a Satanás revestido en ángel de luz. ¡Ciegos,
que estáis ciegos, y vuestra ceguera os lleva a
renunciar las grandezas de Dios para meteros en las
miserias del mundo! Tenéis fuentes y bebéis en los
charcos, hijos míos; fuentes limpias y cristalinas, y
bebéis cieno. ¡Hasta cuándo os voy a avisar que tengáis
cuidado, hijos míos!, que el demonio es muy astuto y se
reviste con piel de oveja, para engañaros. ¡Ciegos, más
que ciegos, vosotros os sembráis la condenación con
vuestra propia voluntad! ¡infieles!, la infidelidad ante
Dios es grave, hijos míos. Amaos los unos a los otros.
Reuníos todos para darle gloria a Dios.
LA VIRGEN: La unidad es muy importante, hijos míos.
No os separéis de la cepa donde podéis alimentaros.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos,
con bendiciones especiales, para el día de las tinieblas.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

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MENSAJE DEL DÍA 3 DE MARZO DEL 2.001,
PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, aquí está la Divina Majestad de Dios ultrajada
por los hombres.
Hay que seguir reparando, hija mía, por las almas. Las
almas son obstinadas e ingratas; ni ante la Cruz, ni
ante los ultrajes, el hombre se humilla, hija mía, y los
hombres no ven la situación del mundo: que cada día
Dios es olvidado, ultrajado y despreciado.
Hija mía, cuántas veces grito a los hombres, desde la
soledad del Sagrario, que tengo sed y hambre de
almas. Tengo frío, hijos míos, porque los hombres no
me dan calor, su corazón parece un bloque de hielo. El
hombre está más interesado en el mundo, y en las
cosas que hay en el mundo, que en Dios.
Hago un llamamiento, hijos míos, a las almas: visitadme
en el Sagrario, hijos míos, recibid la Eucaristía.
¡Cuántas noches grito desde mi soledad!: ¿qué hacen
las almas con la Divina Majestad de Dios? Quiero que
los hombres se reunan a orar y a pedir por los
pecadores.
También hago un llamamiento a los señores obispos
para que reúnan a los señores sacerdotes y les
enseñen a trabajar por su ministerio y que se dediquen
sólo a las almas, que hay mucha mies y pocos
operarios, que dejen de ser "funcionarios" y que
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expliquen a las almas la verdad del Evangelio; y que los
señores sacerdotes hagan caso de los señores obispos;
que enseñen quién es el Creador y quién es la criatura,
porque los hombres se están convirtiendo en
creadores y han dejado al Creador. No puede ser un
creador el hombre, cuando ha sido creado. El Creador
es el Increado. Enseñad a los hombres, hijos míos, las
verdades, para que los hombres cambien sus vidas.
Se avecinan tiempos graves, hijos míos; con la oración,
con el sacrificio ¡se pueden evitar, hijos míos, tantas
catástrofes!... Sed humildes y comprended la Palabra
de Dios. No hagáis como cuando el Diluvio, hijos míos,
cuando Sodoma y Gomorra; siempre que Dios ha
avisado, hijos míos, vuestra soberbia no os ha dejado
ver las verdades, que Dios ha dicho, hijos míos. Dios no
es catastrófico, es la verdad del Evangelio. Explicadles
a los hombres todas las verdades.
Queridos, hijos míos, sacerdotes, haced caso de mis
queridos obispos, y predicad por todo el mundo, para
que los hombres vuelvan la mirada a Dios. ¿No veis que
cada día Dios está más olvidado? No os hagáis los
sordos, hijos míos, escuchad mi Palabra, dad ejemplo,
hijos míos, de vuestra vida.
Y vosotros, laicos, amad a la Iglesia, amad al Santo
Padre, hijos míos, pedid por él. Reuníos todos a orar,
hijos míos, el mundo está necesitado de oración. Si los
hombres oraran, las almas se convertirían. Orad. Orad,
hijos míos. Rezad el Santo Rosario, hijos míos, si podéis,
rezadlo en familia, que los hogares están destruidos.
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Las familias se separan unos de otros y crecen sin
conocerse unos a otros. ¡Qué pena de familias, hijos
míos! ¿No os da pena de no respetar la Ley de Dios,
hijos míos? Vivid en el Santo Temor de Dios, seguid el
Evangelio, amaos unos a otros.
Hay que enseñar al hombre para lo que fue creado. En
primer lugar, sacerdotes queridos, enseñadles a los
hombres que han sido creados para amar y glorificar
a Dios, no para idolatrar a los hombres ni para
idolatrarse ellos mismos, mientras Dios es despreciado
y olvidado. ¿No os da pena de las ofensas tan graves
que cometéis contra Dios, hijos míos? Frenad vuestros
sentidos, hijos míos.
El mundo está lleno de inmoralidad, y cuando el
hombre cae en lujuria se queda ciego. Ya la
desobediencia es la primera, hija mía. Cuando el
hombre desobedece a la Ley de Dios se queda sordo y
ciego; y el pecado de la lujuria es el que está reinando
entre la Humanidad. No le dan importancia, hija mía,
los pecados los ven virtudes y las virtudes pecados.
¿Por qué escondéis el Evangelio y no lo explicáis tal
como es, hijos míos, para que los hombres sepan las
verdades?
Orad. Haced mucha oración. Confesad vuestras
culpas, hijos míos. Haced visitas al Santísimo,
acompañadme alguna noche, hijos míos. Los hombres
se han olvidado de mi soledad. ¡Qué frialdad encuentro
en muchos Sagrarios, hija mía! En muchos Sagrarios
estoy olvidado. Visitadme, hijos míos. Amaos unos a
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otros con un amor limpio y puro, hijos míos. Sed
humildes y comprended la verdad, hijos míos. ¿No os
da miedo de frenar a Dios, hijos míos?
Tú, hija mía, sigue reparando por estas almas, para ver
si llegan a Mí. ¡Qué duras son las almas! Cuánto les
cuesta, hija mía; con lo fácil que es amar, pero
confunden el amor con la pasión. No saben lo que es el
verdadero amor, venido de Dios. El hombre ama con
pasión y por egoísmo. Así está el mundo, hijos míos.
Sacrificio pido y penitencia. Os enseño a amar a la
Iglesia, hijos míos. Todos los que acudís a este lugar:
confesad vuestros pecados, hijos míos; amad mucho a
la Iglesia, a los sacerdotes, al Santo Padre y orad, para
no caer en tentación.
LA VIRGEN: Sí, hija mía, es necesario sacrificarse y
orar por las almas, aunque las almas sean ingratas,
hija mía, no te canses de orar por ellos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
para el día de las tinieblas.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

MENSAJE DEL DÍA 7 DE ABRIL DEL 2001,


PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Aquí estoy, hija mía, como Madre
Dolorosa, como Madre de los pecadores. Los hombres
se mofan de mis palabras y de mis mensajes, pero, ¡ay
23
de aquéllos que les sirve de mofa, en vez de
arrepentirse y mirar a Dios! Mi nombre lo pisotean, y
de mis palabras se mofan. Una vez más me manifiesto,
no para decir nada nuevo a los hombres, sino para
abrir los oídos de los sordos y los ojos de los ciegos; que
no quieren escuchar la Doctrina y les sirve de risa y
mofa. Y dicen que para qué tantos mensajes, hijos
míos. ¿No veis, siervos inútiles, que el mundo está en
manos de Satanás, y os hacéis los sordos y los ciegos,
y una Madre viene a recordar a sus hijos el peligro que
hay en el mundo? ¿Cuántas veces os he dicho, hijos
míos: mis mensajes se van a acabar? Pero los hombres
no cambian, y cuántas veces una madre avisa a sus
hijos: "hijos míos, no os aviso más". Y viendo que el hijo
está metido en la perdición, la madre, sigue avisando
el peligro que acecha al hijo. Pues eso hago Yo, como
Madre de los pecadores, avisarlos, que vuelvan su
mirada a Dios, porque el mundo no se puede arreglar
sin Dios.
Y vosotros, guías de los pueblos, ¿cómo os podéis
mofar de mi nombre y del nombre de Dios? En vez de
humillaros y bajar la cerviz, os sirve para
ensoberbeceros más. ¿Quién sois vosotros para limitar
a Dios?
EL SEÑOR:
Sí, hijos míos, el Hijo de Dios Vivo os habla y os dice,
hijos míos, que no os moféis de las Palabras del Cielo.
Os di poder para perdonar los pecados, os ungí de mis
gracias, y vuestra misión es aplicar la caridad con los
24
hombres, con ternura a los pecadores, como un padre
aconseja a sus hijos. Pero, ¿qué clase de guías sois de
los pueblos, si os mofáis, hijos míos, de mi nombre y os
sirve de risión entre vuestras amistades? ¿Hasta
cuándo, hijos míos, tengo que seguir avisando?
Implorad a Dios perdón por las almas y luz para que
vean; y para vosotros también, recibir la luz para
discernir los dones del Espíritu Santo. Hijos míos,
cuántos de vosotros os reunís para destruir, no para
construir. No perdáis el tiempo, hijos míos. Sed un buen
abono para la tierra, para que salgan flores en
vuestros corazones. No seáis abrojos que ahoguéis la
semilla por vuestra soberbia y vuestra infidelidad. Y
todavía decís, hijos míos, que ¡tanto mensaje! Estáis
ciegos. Cambiad vuestras vidas, hijos míos. Y aquéllos
que veis que llevan el camino recto y seguro, les ponéis
zancadillas, porque ni entráis ni queréis que entren en
el Cielo. ¿Cuantas veces os he dicho que el que está
conmigo no va contra Mí, hijos míos?. Vosotros vais
contra Mí; que ni hacéis ni dejáis hacer. Dejad a los
sacerdotes santos que cumplan su misión y que
prediquen el Evangelio como está escrito, y no les
hagáis la vida imposible. Convertíos y arrepentíos.
Ay, pueblo, que parece el pueblo de Israel. Ay, guías del
pueblo, que no encamináis a las almas al camino de la
salvación. ¿No sabéis, hijos míos, que todo el que va
contra Dios recibe su merecido? Estudiad el Corazón
de Dios, y encontraréis en Él dolor de vuestras
infidelidades y de vuestro mal ejemplo. No seáis

25
funcionarios; sed pastores de almas, hijos míos. Abrid
las iglesias para que las almas puedan visitar al
Prisionero. Dedicaos a las almas, veréis qué paz
tendréis en vuestro interior. ¡Ay, hijos míos!, ¡hasta
cuándo os tiene que estar Dios avisando?. Y decís que
cómo Dios va a manifestarse a los hombres. ¿A caso no
hacéis motivos para que Dios dé avisos? La infidelidad
a Dios es grave, hijos míos. Venid, hijos míos, y
refugiaos en Mi Corazón; que por muy graves que sean
vuestros pecados, mayor es mi Misericordia, pero
bajad la cerviz y no seáis soberbios, hijos míos. Yo me
manifiesto a los humildes, a los incultos para
confundiros a los letrados y a los poderosos. ¿Por qué
no dejáis a Dios que obre? Sed humildes, hijos míos.
Atraed a las almas, no las persigáis y les clavéis el
aguijón. Constantemente estáis clavando el aguijón.
Tened cuidado, hijos míos, que puede volverse contra
vosotros el aguijón. Sólo quiero que cambiéis.
Hago un llamamiento a los seglares, a los sacerdotes,
a los religiosos; que reaviven la fe y que no se dejen
arrastrar por las pasiones, ni la astucia del Enemigo.
Predicad el Evangelio tal como está escrito; no lo dejéis
en metáforas. El Evangelio es siempre el mismo. Y, ¡ay,
del que ponga o quite algo de él, cuando se presente
ante la Divina Majestad de Dios! ¿No tenéis temor de
Dios, hijos míos? Para temer a una cosa hay que saber,
hijos míos, que eso existe; y muchos de vosotros ni
creéis en la Divina Majestad de Dios.
A los hogares hago una familia ah... hago familias
26
santas a todos aquellos que quieren aceptar mi Divina
Voluntad. Hago un llamamiento a todos los hombres:
amad a la Iglesia, hijos míos, confesad vuestras culpas.
Satanás está reinando en la humanidad. ¿No veis, hijos
míos, que sin oración no se puede vivir, hijos míos? El
alma necesita alimentarse y comunicarse con Dios, y
los hombres se han abandonado. Confesad vuestras
culpas y acercaos al Santísimo Sacramento del Altar,
hijos míos. Haced visitas a Jesús, que está triste y solo;
obras de amor y misericordia unidas a la oración y al
sacrificio. Sed humildes, hijos míos, y respetad mi
Palabra. No hagáis mofa de ella, que Dios hará Justicia
sobre todos vosotros, hijos míos.
Y vosotros, sacerdotes santos, caminad por el camino
recto del Evangelio, y nada os acobarde, ni nadie.
Llevad el distintivo de sacerdote, hijos míos; pues los
sacerdotes hoy no se les conoce, porque no llevan ni
un distintivo. ¡Qué pena de vestidura que arrinconan!,
una vestidura sagrada la tienen arrinconada; no os
avergoncéis de ella: es un freno para vuestras vidas,
hijos míos.
LA VIRGEN: Mis mensajes serán muy cortos porque,
ya os he dicho, que todo lo que he dicho se cumplirá; y
como sabéis, muchas cosas se han cumplido, y otras
faltan que cumplir. Pero recordaré la penitencia y la
oración, porque los hombres os olvidáis de las
obligaciones de cristianos, hijos míos. ¡Y dicen que por
qué me manifiesto! Si Dios es olvidado y los hombres
hoy no se acuerdan de los Sacramentos; viven como
27
animales, juntos, sin necesitar Sacramentos. ¿Y decís
que está bien el mundo, hijos mío? Por eso vengo a
abriros los ojos y los oídos. Ya hace muchos años que
os vine avisando y habéis seguido sordos y ciegos:
humildad, oración y sacrificio; amad a la Iglesia.
Respetad a los obispos, sacerdotes y seglares;
acercaos a la Eucaristía y al Sacramento de la
Penitencia; ayudad a los sacerdotes y orad por ellos;
sed humildes para reconocer vuestras culpas.
Todo el que acuda a este lugar será bendecido y
marcado con una cruz en la frente.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

MENSAJE DEL DÍA 5 DE MAYO DEL 2001,


PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, aquí estoy como Madre
Dolorosa, como Madre de los pecadores, como Madre
de los afligidos.
EL SEÑOR: Sólo voy a dar un aviso a las almas; y a ti,
hija mía, te voy a pedir: déjate manejar por mis manos,
que Yo te manejaré para mi Gloria y para el bien de las
almas. No te angusties, hija mía, a veces son pruebas
dolorosas para probar la fe de los hombres. Tú no te
angusties, hija mía, por nada; Yo permito todo. ¿Cómo
28
le permití a Abraham que fuese al monte a sacrificar a
su hijo?: para probar su fe. Así, hija mía, quiero probar
la fe de los que más te aman.
LUZ AMPARO: Señor, son pruebas tan duras... ¡Ay,
Señor! ¡Ay, no permitas eso, Señor! A veces, Señor...
EL SEÑOR: Tú di sí, a todo lo que Yo quiera, hija mía; y
no, a lo que Yo no quiera, aunque no lo veas claro, hija
mía. Yo permito a los hombres... (Amparo aclara:
atentar contra las personas e instrumentos de Dios).
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío: haz
lo que quieras, Señor! ¡Ay... todo lo que quieras, eso y
más! Yo estoy en tus manos...
EL SEÑOR: Por eso te pido, hija mía: déjate manejar por
Mí, que Yo lo hago para mi Gloria y para bien de las
almas; y pruebo la fe en lo más profundo de los
corazones y, a veces, la pruebo para que vean la
oscuridad donde está la luz. ¿Cuántas veces, hija mía,
te has quedado en tinieblas, y Yo lo he permitido?
LUZ AMPARO: Señor, haz de mí lo que quieras pero,
sobre todo, dame fuerzas para saber decir sí a todas
las cosas, que no me defienda en nada.
EL SEÑOR: Hija mía, Yo quiero almas víctimas, almas
dóciles, almas desinteresadas, y por eso, a veces
pruebo a las almas con estas pruebas tan terribles.
Sólo desde la santidad pueden comprender el misterio
de Dios. Tú obedece en todo, hija mía.
LUZ AMPARO: Señor, haz de mí lo que quieras, pero a
veces, ¡es tan duro! ¡Ay, perdóname, Señor, por todas
29
mis flaquezas y mis miserias! Quiero hacer lo que Tú
quieras, aunque no lo comprenda ni lo entienda,
Señor.
EL SEÑOR: Eso es lo que quiero enseñar a las almas,
hija mía: a comprender sin entender.
Oración pido, hija mía. También pido un poco consuelo
para nuestros Corazones afligidos por los pecados de
los hombres. Orad, hijos míos, mucho. Orad, y nunca
desfallezcáis en la fe, pase lo que pase, hijos míos. Yo, a
veces, permito la tentación al Diablo, para ver si los
hombres están fortalecidos en la fe.
No dudéis, hijos míos, no dudéis de mi Palabra y de mis
acciones. Oración pido, y pido a los sacerdotes,
obispos y cardenales que estén en constante unión
con el Santo Padre, ese Varón lleno de santidad,
sacrificado. Imitadlo, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué capacidad de sacrificio!...
EL SEÑOR: Toda su vida, hija mía, la ha dejado, mira,
para la unidad de los cristianos y para el bien de la
Iglesia. Es un Varón incansable, lleno de la Sabiduría
del Espíritu Santo, hija mía. Y que no se asuste nadie si
digo que es el Varón más santo que pisa sobre la Tierra.
Amadlo mucho, obedecedlo, señores sacerdotes,
obispos y cardenales; imitadlo. Su vida la ha ido
dejando en todos los lugares que ha ido yendo, para
bien de las almas y para beneficio de la Iglesia. Hago
un llamamiento para que os unáis a él, hijos míos, y
oréis mucho, para que los hombres de buena voluntad

30
se reúnan en los rebaños que han dejado. Hijos míos,
pastoread a las almas; es el último aviso que os doy,
hijos míos: amad mucho al Santo Padre, amad a la
Iglesia, hijos míos; predicad el Evangelio y conquistad
a las almas para Dios.
Orad, que el mundo está en esta situación por falta de
oración. Amaos los unos a los otros; acercaos al
Sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía;
fortaleceos, hijos míos, y nunca dudéis de la Obra que
Dios ha puesto en vuestras manos, hijos míos; estad
todos unidos, hijos míos.
Y tú, hija mía, oración pido; ofrécete víctima de
reparación por los pecados de los hombres; tiene
mucho valor, hija mía, porque el dolor es más fuerte de
los más allegados, de los que más amas, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Señor, es muy duro esto, Señor! ¡Ay,
¿por qué me tienes aquí ya, Señor, si yo aquí ya no
hago nada? Llévame contigo, Señor! ‥lévame contigo,
Señor! ¡Ay, ay, yo no tengo fuerzas, a veces, Señor! Y
tengo que, en silencio, guardar tantas cosas, Señor...
EL SEÑOR: Tienes nuestra fortaleza, hija mía, si no, no
hubieras podido sobrevivir. Desde muy niña has tenido
nuestra protección, hija mía. Ofrécete víctima de
reparación. Nunca, hija mía, hemos desaparecido de tu
lado. Sabes que en tus miserias y en tus dolores
siempre has encontrado una mano amiga que te
ayudara, hija mía.
LUZ AMPARO: Perdóname, Señor. Soy tan ingrata, que
a veces me quejo de todo, Señor. Perdóname y
31
ayúdame.
EL SEÑOR: Aunque te aguijoneen, hija mía, aunque te
persigan, y aunque oigas barbaridades, hija mía,
nunca des un paso atrás. Sé fuerte que Yo siempre
estaré contigo, aún en la oscuridad.
LUZ AMPARO: Gracias, Señor.
EL SEÑOR: También quiero, hija mía, que recibas un
gozo: apunta diez nombres en el Libro de la Vida, te los
doy a escoger, hija mía. (Luz Amparo, durante un par
de minutos, escribe en el aire de derecha a izquierda).
Estos nombres, hija mía, no se borrarán jamás. ¿Ves
cómo tiene valor el sacrificio y el sufrimiento, hija mía?
Y, a veces, el silencio.
LUZ AMPARO: Gracias, Señor.
EL SEÑOR: Todo el que acuda a este lugar, será
bendecido y marcado con una cruz en la frente.
Rezad el Santo Rosario, hijos míos; no olvidéis esa
plegaria tan favorita de María, y que tanto bien hace a
las almas. Con el Santo Rosario se puede evitar
grandes catástrofes, hija mía. El Rosario tiene mucho
valor, y los hombres lo han olvidado. Rezad el Rosario
en familia, hijos míos. Padres, enseñad a vuestros hijos
la oración del Santo Rosario, que es unidad. No os
abandonéis y no abandonéis a vuestros hijos en la
oración.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán
bendecidos con bendiciones especiales para los
pobres pecadores.
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Reza, hija mía, por esas almas infieles; por esas almas
ingratas, que las deslumbra el mundo y abandonan a
Dios por cualquiera placer y cualquier gusto, hija mía.
Haz oración por ellos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Esta bendición sirve para la conversión de los pobres
pecadores. Los objetos bendecidos sobre las almas se
convertirán.

MENSAJE DEL DÍA 2 DE JUNIO DEL 2001,


PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LUZ AMPARO: ¡Qué bella vienes!...
LA VIRGEN: Mira, hija mía, hoy vengo con el manto de
oro de tantas y tantas avemarías que he recibido de
este lugar. Por eso te digo, hija mía, ¿ves cómo hay
muchas almas que me aman? Todas las avemarías
están recogidas, para cada uno colocarlas, los ángeles,
en el lugar que le corresponde en la eternidad.
EL SEÑOR: Es una riqueza la oración. Pero la oración
sin la obra no es nada. Hay muchos que mueven los
labios y no mueven el corazón, hija mía. Hay que mover
los labios, para mover el corazón. Por eso he pedido
obras de amor y misericordia; porque todas estas
almas, la riqueza de su oración las ha llevado a la
acción. La oración sin obras no sirve. Un alma que ora
y odia no puede servirle la oración. La oración sirve
33
para amar, para ayudarse unos a otros, para
comprenderse; pero aquel que se da muchos golpes de
pecho y luego ve a su hermano, que está desamparado
y triste, y le dice: Dios te ampare, ¿de qué le sirve la
oración al hombre, si su corazón está paralizado? Y
también quiero que vuestras obras no las pongáis al
son de trompeta: que lo que vuestra mano derecha
haga, no lo sepa vuestra izquierda. Te lo he dicho, hija
mía, que muchas almas se quedan sólo en el tiempo,
porque les gusta que se vean sus obras. Por eso os
digo, hijos míos: todo el que quiere seguirme no tiene
que ser halagado ni buscar glorias en la Tierra. Buscad
la eternidad. Pero, ¡ay, de todos aquellos que os gusta
que os recreen los oídos con lo que hacéis; son obras
muertas! Dejaos reprender, hijos míos.
Tú, hija mía, quiero que obres con sencillez, con
naturalidad. Cuánto me gusta que te acerques a
nuestros Corazones. Tú, hija mía, di las cosas, grítalas,
para que las almas no estén engañadas. Me gustan las
almas sencillas, las almas naturales. Grita lo que Yo te
digo, te buscarás enemistades, pero no perderás mi
amistad, hija mía. Sé sencilla. Aprende a ser humilde.
Bienaventurados los que se humillan, porque ellos
serán ensalzados. Ama a los que te persigan, hija mía.
Ora mucho y quiere mucho a los que te odian. Yo, por
decir la verdad, hija mía, fui a la Cruz; mi verdad fue mi
crucifixión. Por eso tuve tantos enemigos, por decir la
verdad. Pero Yo soy el camino, la verdad y la vida; y el
que hace lo que Yo le enseño y camina por donde Yo

34
camino, no será abandonado de mi gracia.
Orad, hijos míos, por los pobres pecadores. Qué
tristeza siente mi Corazón cuando los pecadores se
alejan y me rechazan, pero qué alegría cuando
vuelven arrepentidos a mi regazo. Grita que Yo soy un
padre tierno que espera a sus hijos, para abrazarlos y
perdonar todas sus miserias. Sí, hija mía, aunque sus
pecados sean gordos, mi amor es grande para todo
aquel que se arrepienta.
Acudid a este lugar, hijos míos, y orad con devoción.
Aprended a amar a la Iglesia. Acercaos a la Eucaristía,
pero antes pasad por el sacramento de la Penitencia;
el que come mi pan y bebe mi sangre tendrá vida
eterna. Amaos los unos a los otros, hijos míos. Sed
pacientes unos con otros; ese es el mandamiento más
importante, hijos míos: el que os améis unos a otros.
Padres, educad a vuestros hijos, enseñadles que no
sólo de pan vive el hombre, que tienen que alimentarse
de la palabra de Dios. Si aman a Dios, hijos míos, os
respetarán y os amarán a vosotros. Rezad el Rosario
en familia, no os acostéis ni una sola noche sin rezar
esta plegaria tan hermosa: Dios te salve, María, llena
de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Ahí está la
Madre y el Hijo, los dos participaron en la Redención. Y
el que ama a María, ama a Jesús. María y Jesús son un
Corazón. Por eso quiero que se la conozca como
Madre de todos los pecadores. Mi Madre tiene el
Corazón tierno, tan tierno como un niño chiquitito, y os
35
ama tanto que le he dado poder para aplastar la
cabeza del Dragón, para estar en la puerta del Cielo y
como refugio de los pecadores.
LA VIRGEN: Tú, hija mía, protégete bajo este manto,
será tu alivio y tu fortaleza. Protegeré a todos los tuyos
y, sobre todo, hija mía, para que entren en el Cielo. Esto
no quiere decir que dejes de sufrir, hija mía; tu misión
es sufrir, desde que naciste, pero mi protección nadie
te la quitará, hija mía. Los hombres cambian pero Yo
no cambio. Yo te escogí como instrumento de mi Obra
para que hagas este trabajo, y te he ido puliendo, hija
mía, en dolores y sufrimientos, calumnias, desalientos,
pero ése es el Cielo, hija mía.
LUZ AMPARO: Yo te pido, Madre mía, por todos mis
hijos, por todos los pecadores del mundo, y amo a
todos los que me odian y haré sacrificio por todos los
que me calumnian.
EL SEÑOR: Madres, luchad por vuestros hijos, pedid
por ellos. Las madres que sean leales se salvarán por
los hijos. Te dije, hija mía, en una ocasión, que la madre
asciende o desciende como el hijo. Procurad, madres,
hacer oración por ellos y darles buenos ejemplos. Pero
tampoco os dejéis, aquellas madres, arrastrar por
vuestros hijos; pedid por ellos.
Ora por la Iglesia, hija mía, la Iglesia está en
Getsemaní, y el mundo está cada vez pero, aunque los
hombres no quieren ver la situación del mundo. Ama
mucho, hija mía, por eso tu corazón se dilata, por el
amor que tienes, hija mía; has sido como una gallina
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que protege a sus polluelos. Tu vida la has basado en
tus polluelos, hija mía, y aunque hayas recibido
sinsabores, también has recibido alegrías, hija mía. Yo
pongo a prueba las almas, para ver hasta dónde son
capaces de no dejarse engañar y de no dudar nunca
de la palabra de Dios. Pero el Demonio es muy astuto,
no duerme, hija mía, y está siempre maquinando a ver
cómo puede hacer ver lo que no es, hija mía. A veces
son pruebas dolorosas, pero el alma víctima tiene que
pasar por todas esas pruebas, hija mía. Ora y nunca te
abandones, hija mía, te pase lo que te pase; no te
desanimes, sigue adelante. El tiempo aquí no va a ser
largo, hija mía, y allí es la eternidad. No cambies esto
por aquello.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué felicidad!...
EL SEÑOR: Has sentido la felicidad. Bebe unas gotas
del cáliz del dolor. (Luz Amparo coge en el aire el cáliz,
bebe y tose mientras traga). Está amargo, hija mía,
pero éste es el camino de la reparación. Ahora vas a
escribir en el Libro de la Vida diez nombres; escógelos
tú. (Luz Amparo, coge algo con la mano derecha y
durante un par de minutos, traza signos en el aire de
derecha a izquierda). No se borrarán jamás estos
nombres, hija mía, están escritos en el Libro de la Vida,
en recompensa a tu dolor, a tu sufrimiento, a las
calumnias, a las persecuciones. –es cómo
recompenso, hija mía!
LUZ AMPARO: Gracias, Señor.
EL SEÑOR: ¡Cuántos miles de almas se han salvado,
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hija mía! ¡Cuántos frutos! ¡Qué alegría sienten nuestros
Corazones por todas estas almas que han llegado a
lugares como éste, hija mía, porque han aprendido a
orar y amar a la Iglesia!
LUZ AMPARO: ¡Ay, cuántas, Señor,... gracias! :racias,
Señor! ¡Ay, cuántas almas! ¡Ay, cuántas! ¡Qué
grandeza, Dios mío! Gracias, Señor, gracias.
EL SEÑOR: Todos son bienaventurados. Esta
recompensa es la que te tiene que animar, hija mía.
¡Adelante! Oración y amor, hija mía.
Seguid luchando. Y también derramaré muchas
gracias sobre todo aquel que colabore en esta misión.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán
bendecidos con bendiciones especiales para los
pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82) "Todos los que acudís a este lugar,
hijos míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida
y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000)

MENSAJE DEL DÍA 7 DE JULIO DEL 2001,


PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)

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LA VIRGEN: Hija mía, aquí estoy otra vez más, para
acompañaros, para fortaleceros y para protegeros,
hijos míos. Os vengo a pedir: oración, sacrificio y
penitencia; lo que los hombres hoy han olvidado. El
mundo está sin Dios y por eso camina hacia la
perdición; pero los hombres están ciegos y no ven que
los hombres se han desmoralizado y se han
deshumanizado, hija mía, y quieren vivir cada uno su
libertad y cada uno gobernarse sin que nadie lo
gobierne. Pero los hombres siguen obstinados en no
verlo. Repito otra vez más: que los hombres sin Dios no
son humanos, porque el hombre tiene un alma dentro
del cuerpo, y el alma pertenece a Dios, pero los
hombres no se preocupan del alma. Por eso os pido a
vosotros: orad.
¿Y cómo los hombres no quieren que me manifieste?, si
cada día los hombres están más olvidados de Dios, de
los Sacramentos, del Sacramento del Matrimonio; la
mayoría de los hombres no quieren el Sacramento del
Matrimonio. El hombre está como las fieras y no quiere
que nadie lo socorra espiritualmente. Por eso pido una
vez más: oración, sacrificio y penitencia. Amad mucho
a la Iglesia. Visitad a mi Hijo en el Sagrario; ¡a veces
está tan triste! Frecuentad los Sacramentos, hijos míos,
acercaos a la Eucaristía, amad al Santo Padre y orad
por él. No os abandonéis en la oración, hijos míos.
Haced buenas obras, porque muchos movimientos. . .
Sólo mueven los labios, pero no se acuerdan de mover
el corazón, y el hombre, si no mueve el corazón, no le

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sirve para nada el movimiento de los labios.
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, hay que pedir mucho. Nada te angustie,
hija mía, ni las persecuciones ni las calumnias. Yo puse
esta Obra en tus manos, para que me glorifiques y
para que todos los que pertenecen a ella me
glorifiquen; porque el mundo me glorifica poco; porque
nadie quiere vivir el Evangelio; lo ven crudo; por eso
hay muchos que son infieles, porque quieren estar,
como los fariseos, en los primeros puestos, con
apariencias, pero sin vivir el Evangelio. Te pido, hija mía,
que corrijas; porque corregir es amar y hacer
reconocer a muchas almas sus heridas, porque no
quieren reconocerlas. Sólo cuando se intenta
desinfectar la herida, para que no mueran, porque hay
heridas mortales, y les escuece, es cuando se dan
cuenta; pero su orgullo y su soberbia, hija mía, no les
dejan reconocer, y por eso no quieren ser corregidos.
Yo quiero que todo el que pertenezca a esta Obra me
ame y me glorifique, ame a Dios sobre todas las cosas
y al prójimo como a sí mismo, que es de lo que el
hombre se ha olvidado; pero algunos quieren ser
glorificados, no glorificarme. Sólo uno es vuestro
Señor: vuestro Dios. Pero también hay algunos, hija
mía, que se entregan a la medida de sus fuerzas y me
alaban y me glorifican; se dejan corregir, porque
aquellos que hacen mi voluntad, aquéllos son los que
más me agradan. Pero aquellos que piensan en sí
mismos, en los suyos, sin acordarse del que les tiende
40
una mano; para ayudarlo, protegerlo. . . El amor, hijos
míos, es la moneda más grande para ganar el Cielo y
para ir a la Patria Celestial. Un alma helada no sirve
para nada por mucho que mueva los labios; es un
témpano de hielo, que si no ama, de nada me sirven
sus obras, hija mía. El hombre está creado para amar:
para amar a su Creador y a sus creaturas; por eso
quiero que os entreguéis en cuerpo y alma a los pobres
y a los necesitados. Y, ¡ay, de aquellos que sólo piensan
en ellos y en los suyos; y aquellos que no ejercitan el
corazón y mueven los labios, aquellos fariseos que no
socorren al pobre!
Los que pertenecéis a esta Obra entregaos en cuerpo
y alma; ayudad, para que se extienda por todos los
rincones del mundo. No queráis estar en los primeros
puestos donde todo el mundo os vea; escondeos
cuando hagáis las obras, y que nadie os dé palmaditas
ni que escuchéis halagos. Eso os gusta a algunos
mucho, hijos míos, y esas palabras están vacías de
Dios, llenas de mundo, de orgullo y de vanidad. Matad
vuestro orgullo, sed humildes y aprovechad tantas y
tantas gracias como estáis recibiendo, hijos míos. Yo os
prometo que todo el que colabore con los pobres y
necesitados tendrá un lugar en la Eternidad. Y el que
ama a Dios con todo su corazón, con todas sus fuerzas
y con sus cinco sentidos, ama al prójimo. Por eso los
hombres fallan en el amor, porque no aman a Dios
como hay que amarlo. Cuando Dios los pone a prueba,
rechazan la cruz y no quieren que nadie les hable ni de

41
cruz ni de obediencia, porque quieren hacer su
voluntad: la libertad de los hijos de las tinieblas; porque
la libertad que Dios da al hombre es para ser amante
de Dios y del prójimo. Por eso, otra vez más, pido que
vuestras obras estén unidas al amor de Dios; y tendréis
el Paraíso ganado. Ésa es la moneda que Yo doy a
cambio del amor hacia los necesitados.
Nada te angustie, hija mía; sé humilde y fortalécete
cada día más en nuestros Corazones.
LA VIRGEN: Acudid a este lugar, hijos míos, que seréis
bendecidos y marcados con una cruz.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82) "Todos los que acudís a este lugar,
hijos míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida
y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000)

42
MENSAJE DEL DÍA 4 DE AGOSTO DEL 2.001,
PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, mi Corazón viene de dol Oh,...
de dolor lleno, atravesado por tantas y tantas espinas.
Los hombres ingratos no dejan de clavar espinas en mi
Corazón, hijos míos. Reparad todas estas ofensas. Por
cada avemaría vuestra, hijos míos, os prometo
proteger vuestras casas de las asechanzas del
enemigo, hijos míos. Acudid, acudid a este lugar; recibe
mi Corazón mucho consuelo.
EL SEÑOR:
Hija mía, busco corazones donde refugiarme, y
encuentro tan pocos... porque la mayoría de los
corazones están apegados al mundo, a la carne y a la
sangre. Los hombres, hija mía, se han olvidado de Dios,
su orgullo destruye el amor y no se aman
desinteresadamente; se aman egoístamente. Por eso
pido oración y sacrificio, y los hombres se hacen los
sordos. Los hombres quieren estar por encima de Dios
y quieren imponer a Dios sus leyes, no aceptar las
leyes de Dios, los hombres. Cuántas almas, hija mía, les
he dado millares y millares de gracias y las han
convertido en destruirse, porque las han rechazado y
pisoteado; no aceptan la palabra de Dios. El hombre es
tan orgulloso, que le impone a Dios lo que tiene que
hacer.
Pero, hijos míos, Yo soy el Todopoderoso, el Creador, el
43
Increado. ¿Cuántas veces os voy a decir que bajéis la
cerviz y reconozcáis a Dios como Creador vuestro? No
le impongáis a Dios vuestros deseos y dejad a Dios que
obre según su voluntad. Hijos míos, los hombres se han
convertido en fieras heridas y no aceptan la presencia
de Dios, ni las manifestaciones. Dios quiere que los
hombres cambien, hija mía. El hombre ha sido creado
para amar y glorificar a Dios, no para glorificarse ellos
mismos. ¿A dónde estáis llegando, hijos míos?, a quitar
a Dios el puesto que le corresponde; nadie como Dios,
hijos míos. Su soberbia no les deja aceptar que Dios se
manifiesta donde quiere y cuando quiere. Yo instituí la
Eucaristía por amor a los hombres, y los hombres no
saben amar, sólo odiarse y no respetar la Ley de Dios.
¡Cuántas veces os voy a repetir, hijos míos, que
reconozcáis el pecado, que no veáis la virtud pecado y
el pecado virtud!
¡Qué pocos siguen el Evangelio tal como está escrito!
¡Cuántas veces te lo he dicho, hija mía!, anteponen a su
madre, a su padre a su hermano, a su hermana antes
que a Dios. La infidelidad de las almas consagradas es
el apego a la carne y a la sangre. Las vacaciones, hija
mía, destruyen las vocaciones. Sí, te lo repito una y otra
vez: las almas no son fieles a su vocación. ¡Ay, almas
ingratas, que no sois fieles a vuestros compromisos y a
vuestros votos! Vuestro compromiso y vuestro voto
está en el Cielo escrito, y ¡ay, de aquellas almas que se
introducen en el mundo y dejan su vocación, hijos
míos! La infidelidad es algo que ofende

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tremendamente a Dios; y cada día hay más infidelidad
en las almas. ¡Ay, almas ingratas: más os valiera no
haber nacido! La infidelidad a Dios es más grave
todavía que la infidelidad a los hombres; es un pecado
eterno. No hay que jugar con Dios, hijos míos. Id al
Sagrario cuando encontréis dificultades, y allí me
encontraréis, para daros fuerzas y ánimos para que
sigáis adelante. Pero no hagáis caso de la astucia de
Satanás que os introduce en el mundo y os posee
vuestras almas; y las almas que son fieles queréis
destruirlas, hijos míos. Dejad a aquellas almas que son
fieles a Dios, que vivan la vida que han escogido. No
seáis como los paganos que ni entran ni dejan. Laicos,
amad a la Iglesia, amad al Santo Padre, amad a los
obispos, respetadlos.
Y tú, hija mía, sigue siendo fiel a nuestros Corazones,
hija mía. Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor. (Luz
Amparo bebe y tose). Está muy amargo, hija mía, pero
fortalecerá tu espíritu. Vengo a consolarme en tu
corazón, hija mía. Tú sabes que te amo y que de niña,
hija mía, te he protegido de tantos y tantos peligros. Tu
corazoncito tierno, hija mía, a veces lo he juntado con
el mío para protegerte de tantos y tantos peligros
como había a tu alrededor y para consolarte de tantos
dolores y tantos sufrimientos; que ese corazoncito tan
pequeño empezó a sufrir la incomprensión de los seres
humanos. Tú pedías socorro, hija mía, y Yo te protegía,
te cogía con mis manos y te sentaba sobre mis rodillas.
Yo he sido tu protector cuando eras pequeñita, hija

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mía. Cuántos peligros te acechaban, hija mía; y de
todos te saqué.
Apriétame sobre tu corazón. Hija mía, no dejes de
amarme, no antepongas a nadie a Mí; tu corazón y el
mío que estén unidos, hija mía; unidos hasta la
eternidad. Sé fuerte, hija mía, mi Corazón te ama.
Ámame mucho, y no temas a nadie, ni las
difamaciones, ni la calumnia, ni las habladurías, hija
mía. Sé fuerte y sé fiel hasta la muerte, hija mía. Que tu
corazón siga compartiendo y amando a los seres
humanos, a los pobres y a los necesitados, como
siempre has compartido, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios mío, perdóname si alguna vez
me enfado o alguna vez peco de omisión, de no hacer
lo que me pides! Señor, perdóname porque tengo
tantas miserias y estoy tan llena de defectos, mi Señor,
que no soy digna de amarte, Señor, pero te amo con
todo mi corazón y con mis cinco sentidos.
EL SEÑOR:
Ámame, Luz querida; que las almas que me aman de
esta manera, Yo me entrego a ellas y soy bálsamo que
me derrito en ellas. A ver si reparamos, todo este mes,
los pecados de estas almas, hija mía, ya que son tan
ingratas que no quieren reparar sus pecados, vamos a
reparar, hija mía. ‥es he dado tanto y me han
correspondido tan poco, hija mía!... pero todavía mi
Corazón las sigue y las persigue. Vamos a ver, hija mía,
si somos capaces de ablandar sus corazones. Sé
humilde, hija mía, la humildad es la base principal de
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todo, y la obediencia; ésa es la virtud más hermosa.
Ora mucho por los pecadores. Los pobres pecadores,
hija mía, son los que entristecen mi Corazón, ¡el
abandono que hay en el mundo de las almas, hija
mía!...¡Y que digan los hombres que el mundo está bien!,
están ciegos, porque cada uno vive según sus gustos y
según sus caprichos, no según la voluntad de Dios, hija
mía. Son tan pocos, que Yo a aquellas almas
consagradas que me son fieles, las ama tanto mi
Corazón que siempre estoy con ellas y no las
abandono nunca.
Orad, hijos míos, orad. Haced penitencia y sacrificios,
que el mundo está necesitado de oración bien hecha,
no de una oración mecánica que sólo mueve los labios.
Amad a los pobres y necesitados. Entregaos en cuerpo
y alma a todos aquellos que os necesiten, hija mía: ésta
es mi Obra de Amor y de Misericordia. Que seáis para
los demás y os entreguéis en cuerpo y alma a esta
Obra venida de mis manos. El amor, hija mía, que
resplandezca; el amor a Dios y al prójimo.
Hijos míos, todos los que acudís a este lugar: protegeré
vuestros hogares de las asechanzas de Satanás.
Acudid a recibir gracias, hijos míos, pero no me
defraudéis y después las pisoteéis. Ayudad al pobre y
al necesitado. Éste es el Evangelio: el amor.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán
bendecidos para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82) "Todos los que acudís a este lugar,
hijos míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida
y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000)

MENSAJE DEL DÍA 1 DE SEPTIEMBRE DEL


2001, PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, aquí estoy, una vez más, para
recordar a los hombres que cumplan la Ley de Dios.
Aunque los hombres dicen que no es necesario, para
salvarse, cumplir con la Ley de Dios; el Evangelio está
escrito: ¿Quién se salvará? El que cumpla con los
Mandamientos. ¿Quién cumple con los Mandamientos,
hija mía? ¡Qué pocos son los hombres que cumplen con
los Mandamientos! Por eso me manifiesto una y otra
vez, porque quiero que los hombres cumplan los
Mandamientos de la Ley de Dios. Los hombres han
hecho unos mandamientos como ellos han querido,
hija mía. Por eso, cuántos se presentarán ante Dios, y
Dios no los reconocerá, hija mía. ¿Cómo los hombres se
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quejan, que cómo me manifiesto tantas veces, si los
hombres no dejan de ofender a Dios y no cumplen con
la Ley de Dios?
EL SEÑOR:
Hijos míos, cumplid con los Mandamientos, acercaos a
los Sacramentos y no seáis tan ingratos. Hoy el único
"mandamiento" que resplandece, que el hombre lo ha
creado, es la pasión, el placer. Han deformado todos
los Sacramentos, hasta el Sacramento del Matrimonio.
Yo podía haber creado ángeles y querubines, y sin
embargo quise que el hombre naciera del hombre, por
amor. Por eso dejé la libertad al hombre y lo hice
racional; y a los animales les dejé frigidez y no les di
una inteligencia racional, como al hombre. El hombre
fue creado con el fin de procrear, y ¿qué han hecho de
este Sacramento?: aberraciones, placeres, pasiones; y
han destruido el amor; porque el hombre se ha
degenerado, y el amor ha desaparecido con la pasión
y el placer. Por eso el hombre tiene que dar cuenta a
Dios de esos pecados de adulterio, de placer, de
pasión. El hombre se ha vuelto loco, sólo piensa en el
sexo, hija mía; no encamina ese Sacramento a la Ley
de Dios, con el amor; que Dios está en ese momento
tan hermoso, que es que el hombre ame con todo su
corazón, pero con la gracia que viene por el
Sacramento. El hombre hoy es como un animal, pero
racional. Los animales los he dejado Yo, hija mía, con
esa frigidez, pero al hombre le he dado libertad para
llegar a Dios por el amor, y la gloria que se le da a Dios
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en ese matrimonio lleno de amor, de pureza y de
belleza.
¡Ay, criaturas, que no hacéis nada más que cometer
pecado tras pecado y lleváis el pecado de la carne en
triunfo! ¿No véis, hijos míos, que el mundo se ha
desbocado en una degeneración? El hombre no
respeta la dignidad que Dios le ha dado; se ha vuelto
un animal salvaje; no le da importancia al pecado; por
eso el mundo está en esta situación, hija mía. Sólo pido,
hijos míos, que conservéis la Ley de Dios, procreéis con
amor, con ese amor que viene del costado de Cristo y
que por la gracia del Sacramento, se impregna en
vuestros corazones.
¡Ay, criaturas, hasta dónde llegáis con la pasión y el
placer! Todo es la falta de amor que hay entre los
hombres, y todo lo han convertido en pasión y placer;
no buscan nada más que sus propios gustos y sus
propios placeres. Es lo que vengo a recordar, hijos
míos, y el hombre no quiere oír. ¡Cuántos llegan ante la
Divina Majestad de Dios y tienen que oír las palabras:
"no te conozco, porque no cumpliste mis Leyes"!
Cumplid los Mandamientos, amad a la Iglesia y bebed
de sus fuentes, hijos míos, pero que esas fuentes eleven
vuestro espíritu a la Divina Majestad de Dios; no os
quedéis en los placeres del mundo. Desprendeos del
mundo, hijos míos; amad a vuestros hermanos. No
existe el amor entre los hombres, ni entre los mismos
matrimonios, hija mía; lo han convertido todo en sexo
y pasión. Y repito, hijos míos, que Yo quise que el
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hombre naciese del amor; si no, hubiese creado
ángeles y querubines y serafines. Respetad este
Mandamiento.
Acudid a este lugar, hijos míos, que aprenderéis a amar
a la Iglesia, al Santo Padre; porque las palabras que se
dicen en este lugar son para ir al templo y para
cambiar vuestras vidas, hijos míos. Es la doctrina que
se os enseña. ¡Cuántos se han salvado que estaban
condenados, porque el camino que llevaban era un
camino de pecado y de destrucción, y recibieron la
gracia, y cambiaron sus vidas, confesaron sus culpas y
aquí están, hija mía! Mira qué gran número de todos los
que acudían a este lugar.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay, cuántos, Señor. Ay!
EL SEÑOR:
Este gran número de almas han recibido gracias muy
especiales y han muerto con los Sacramentos y en
gracia, y aquí están, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios mío! ¡Qué grande es Dios! ¡Ay,
cuántos, Señor, ay, ay!
EL SEÑOR:
Esa es la grandeza de Dios, que derrama gracias para
salvar a las almas. Unos las pisotean y las rechazan; y
el que las recibe y las cultiva, mira dónde se encuentra.
Y otros muchos, hija mía, que han cambiado sus vidas
totalmente para entregarse a Dios.
¡Cuánto le cuesta al hombre dejar el mundo y
entregarse al pobre y al necesitado! Hijos míos,
51
ayudad a los pobres, a los necesitados; cambiad
vuestras vidas y amad mucho a nuestros Corazones,
de Jesús y de María.
LA VIRGEN: Todos los que acudáis a este lugar
recibiréis gracias muy especiales, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para los pobres pecadores.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82) "Todos los que acudís a este lugar,
hijos míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida
y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000)

MENSAJE DEL DÍA 6 DE OCTUBRE DEL 2001,


PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Aquí estamos, hija mía; Yo estoy como
Madre y refugio de los pecadores, como Madre de
tantos y tantos afligidos.
52
EL SEÑOR:
Y Yo estoy como Padre de justicia y de amor. Yo quiero
consumir a las almas en mi amor; pero las almas no se
dejan modelar. Yo quiero destruir, de dentro de sus
almas, todas las miserias que hay en ellas y hacer
maravillas en sus almas y fortalecerlas, para que
luchen y se retiren de tantas y tantas tentaciones que
tienen en el mundo; y los arrastra, hija mía; por eso te
digo que hay que orar mucho, hacer mucha oración y
mucha penitencia. A las almas las deslumbra el mundo
y las pasiones; Yo las llamo y ellas no quieren escuchar
mi llamada. ¿No te da pena, hija mía? Por eso te pido,
hija mía: hay que sufrir, hay que reparar, porque yo me
entrego a las almas, pero las almas se hacen las
sordas. Yo me doy en alimento, para fortalecerlas, y
¡cómo correspondéis, hijos míos, a tantas y tantas
gracias como recibís de la Divina Majestad de Dios! Por
eso te digo, hija mía, que la única manera de conquistar
a las almas es con el dolor, con el sufrimiento. Te dije
que estarías dos meses purificando los pecados y las
miserias de estas almas. Mira, hija mía, cuánto cuestan,
pero así vine Yo a dar mi vida para salvaros, hijos míos.
Por eso te pido, hija mía: hay que ir muriendo,
muriendo poco a poco, para que los culpables vayan
resucitando, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Señor, yo ya no puedo más, ya no
puedo, Señor, ya no puedo! ¡ay, no tengo fuerzas
Señor! ay, ay, Señor, dame fuerzas para soportarlo
todo ¡ay!... ¡ay!... ¡ay!...
53
EL SEÑOR:
Hija mía, tú sabes que Yo estoy contigo también
sufriendo, para salvar a las almas; ¡qué ingratas son,
hija mía! pero hay almas que son tan obstinadas, que
se les quita la gracia y se le da a los demás, porque no
quieren aceptar las gracias que yo les mando. Por eso,
hija mía, tienes que ser fuerte y aceptar el sufrimiento
y el dolor. Ya sé, hija mía, que no tienes nada en el
cuerpo que no esté a mi servicio, hija mía, que todo lo
que tienes lo has puesto al servicio de Dios. Toma unas
gotas del cáliz del dolor, hija mía, (Luz Amparo bebe y
traga). Toma otro poco, hija mía, está amargo, hija mía;
es la amargura de los pecados, que los hombres son
tan ingratos que se introducen en el pecado y se dejan
arrastrar por la astucia del enemigo. Los hombres
quieren servir al enemigo, no quieren estar al servicio
de Dios, hija mía, pero mira los que están al servicio de
Dios y los que han estado en la Tierra a su servicio en
esta obra, hija mía.
PIERRE PIQUÉ: Gracias os doy a todos por haberme
aceptado al servicio de esta obra bendita de Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Pedro, ay!
PIERRE PIQUÉ: Mirad las gracias que he recibido, que
aquí estoy en este lugar maravilloso de felicidad, de
alegría y de paz. Dios me ha introducido en sus
entrañas y me ha hecho ver su vida interior, donde
está el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y donde me
están haciendo comprender maravillas y misterios
divinos, a través de las entrañas de Dios Padre. Está la
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grandeza de todo. ¡Qué feliz soy! Por eso pido a todos:
trabajad para gloria de Dios que hay una recompensa
bella y eterna. ¡Qué hermosura y qué grandezas las de
aquí! Pido a los míos que me imiten y sigan este camino
para juntarnos en las maravillas de Dios.
LUZ AMPARO
¡Ay, qué grandeza!
PIERRE PIQUÉ: No hay paz ni felicidad que se parezca
a este lugar. Luchad, para que todos podamos llegar a
la paz y a la felicidad eterna.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios mío, Señor!
EL SEÑOR:
¿Ves, hija mía, cómo te digo, que nada quedará sin
recompensa? Cualquier cosa que se haga por los
pobres, por los necesitados, recibirá una recompensa
tan grande que es más del ciento por uno, hija mía;
pero ¡ay, aquellos que son cobardes e ingratos a lo que
yo les he pedido sólo por querer resplandecer en los
primeros puestos! ; y por recibir halagos y palmaditas,
todo lo han perdido. Cómo cambian, te lo he dicho
muchísimas veces, hija mía: cambian la eternidad por
el tiempo. ¡Ay, pobres, les gusta estar en los primeros
lugares! ¡Ay, que les gusta repetir su nombre y que
estén dándoles palmadas en la espalda!; han
cambiado la grandeza de Dios por la vanidad y la
vanagloria de la Tierra.
Pero, hija mía, el modo de llegar al Cielo es la cruz, y el
que la rechaza no caminará por el camino que caminó
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Cristo. ¿No os dais cuenta, hijos míos, que el amor que
sentía por vosotros fue el que me dio muerte?
¿Vosotros no podéis ofrecer cualquier humillación,
cualquier persecución o cualquiera de las
contradicciones que hay en el mundo?
Sed humildes, hijos míos, y sabed ofrecer a Dios
holocaustos, hijos míos. Los hombres se han olvidado
de los principios que los llevaba a la santidad y a la
gloria.
Sacrificio, sacrificio y penitencia pido, amor entre los
hombres. Orad mucho, hijos míos, porque el mundo, os
lo he dicho otras veces, está al borde del precipicio;
porque los hombres, con su orgullo y su vanidad, no
reconocen los misterios de Dios, ni la ley de Dios; la
pisotean. Por eso, hija mía, si queremos ayudar a los
débiles, tienes que ser fuerte y seguir sufriendo. El
sufrimiento es amor, hija mía. El sufrimiento es
redención.
"Orad, hermanos..." decís todos los días en el sacrificio
de la Santa Misa; pero ¿sabéis lo que significan esas
palabras, o estáis de rutina oyendo ese Santo
Sacrificio? Es la palabra más hermosa: reunirse todos
los hijos de Dios, para comunicarse con Dios en la
oración. No vayáis a recibir mi cuerpo, de rutina y con
esa tibieza que muchos vais, hijos míos. Yo soy la
Fortaleza, y el que ora con profundidad y su oración
sale de lo más profundo de su corazón, yo estoy en
comunicación con él; por eso os pido oración, oración
y sacrificio. Haced visitas al Santísimo; a veces ¡estoy
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en una soledad! ¡Cuánta sed tengo de almas en esa
soledad, hija mía! Tengo frío, pero frío de amor. Las
almas no me abrigan, porque vienen sus corazones
como témpanos de hielo; no me dan calor, ese amor
sincero, sin egoísmo. Aquí estoy día y noche, hija mía,
esperando a los hombres, en esta soledad tremenda;
todo por el amor a ellos; por eso instituí este
sacramento de la Eucaristía, y ¡qué mal correspondido
soy!
Amaos los unos a los otros, y no carguéis cargas unos
sobre otros. Y tú, hija mía, sé humilde y acepta todo lo
que yo te mande; no te desesperes.
LUZ AMPARO: Señor, con tu ayuda, pero no tengo
fuerzas, Señor, Tú sabes que no puedo, a veces.
EL SEÑOR:
No te separes de Mí; Yo soy la Fortaleza, el Camino, la
Vida. Al que está conmigo, lo fortaleceré.
LUZ AMPARO: Gracias, Señor.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os
bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para el día de las tinieblas.
Orad mucho, pues el mundo está en un gran peligro
constante, hijos míos.
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!

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Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82)
"Todos los que acudís a este lugar, hijos míos, recibiréis
gracias muy especiales en la vida y en la muerte." (El
Escorial. El Señor, 1-1-2000)

MENSAJE DEL DÍA 3 DE NOVIEMBRE DEL


2001, PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, mira cómo vengo, como Madre
de los pecadores y Refugio de los afligidos. Mira
cuántas almas, hija mía, están bajo mi protección. Dios
Padre, hija mía, les otorga un día para comunicarse,
por medio de la gracia, con sus seres queridos, pero no
pueden llegar; la Tierra está tan corrompida, hija mía,
que las almas no pueden llegar hasta ella; por eso
vienen bajo mi protección.
LUZ AMPARO: ¡Ay, cuántas, Dios mío! ¡Ay, cuántas,
todas conocidas!
LA VIRGEN: Todas estas almas, gracias a la "Gracia"
que han recibido desde aquí, hija mía, sus vidas
estaban desorientadas y desde este lugar fueron
orientadas a la Iglesia y a los Sacramentos, para su
salvación. ¡Y cómo los hombres tan ingratos no
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aprecian esta grandeza!
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay, cuántas almas, Dios mío!...
LA VIRGEN: Muchos vienen a dar las gracias,
familiares de almas que están en esta Obra, familiares
de aquellos que colaboran en ella; y muchos
pecadores, hija mía, que han llegado a este lugar y han
conseguido la gracia de su conversión. Por eso dicen,
gracias, por todos aquellos que hacen oración por los
pecadores. ¿Sabes, hija mía, la oración que le gusta a
Dios más que ninguna otra?: La oración que se hace
por los pecadores; esa oración nunca queda sin
respuesta; esa oración alegra nuestros Corazones,
hijos míos. Acordaos de los pobres pecadores, orad y
rezad por ellos, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay! ¡Qué grandeza...!
EL SEÑOR:
Mira la grandeza de Dios, qué lugares, hija mía, Dios
prepara para sus almas queridas. Dios tiene su
Corazón consumido de amor por las almas. Dios aplica
la Misericordia con todas aquellas almas que se
convierten y piden perdón. Dios es un Padre muy
amable con sus hijos y se derrite su Corazón cuando
los pecadores piden perdón de sus pecados. ¡Qué
grandeza la de Dios, hija mía! ¡Y cuántas almas no
saben aprovechar estos dones! Ni mi sangre, hijos
míos, ha servido para muchas de las almas. Mira, hija
mía, muchas de estas almas, valiéndose de su poder,
maquinan el mal para destruir mi Obra. Pero cómo,
ingratos, podéis pensar que vais a destruir una Obra
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de Dios, aunque clavéis aguijones, aunque persigáis a
las almas; pero Dios está por encima de vosotros, hijos
míos. Mira, hija mía, estas almas se dedican en
maquinar para destruir mi Obra. Si yo quisiera, hija
mía, los haría desaparecer, pero quiero que tú repares
sus ingratitudes y sus manipulaciones, hija mía.
Manipulan a las almas para hacer desaparecer mi
Obra. Pide mucho por ellos y ámalos con todo tu
corazón. Si Dios con vosotros, nadie podrá contra
vosotros. Pide por ellos, hija mía, son dignos de lástima.
Tanto como mi Corazón los ama y se dedican a
destruir; en vez de construir obras buenas, intentan
destruir, hija mía, la Obra que yo he creado. ¿No te da
pena de ellos, hija mía? Otra oportunidad más.
Acudid a este lugar, hijos míos, que desde este lugar
recibiréis las gracias para ir al Templo, hijos míos, para
cambiar vuestras almas, para acercaros al
Sacramento de la Eucaristía y al Sacramento de la
Penitencia. Mi Corazón está triste pero también siento
gran alegría al ver que tantas y tantas almas han
llegado a la felicidad eterna. Vale la pena luchar, hija
mía, para encontrar la calma y la felicidad. No temas a
nadie, hija mía, refúgiate en nuestros Corazones y
recibirás fuerza para luchar ante las tempestades.
Oración y sacrificio pido a todas las almas; que la
situación del mundo es grave, aunque se empeñen en
no ver la situación del mundo. Sólo Dios puede
solucionar todas estas calamidades. El mundo está al
borde del abismo. Acudid a este lugar, hijos míos; este
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lugar es lugar de amor, de oración, de perdón. Aquí
aprenden las almas a amarse y a perdonarse, aquí
aprenden a amar a la Iglesia, e ir a la Iglesia a recibir
los Sacramentos y tantas y tantas gracias como hay
en Ella. Por eso, quiero, hijos míos, que sigáis orando
por los pecadores y que os améis unos a otros, pues las
almas que no aman, esas almas tienen una posesión
dentro que no pueden amar.
¡Cuántos rezan, cuántos aparentan ser lo que no son,
pero su corazón está tan endurecido y tan frío como
un bloque de hielo que no aman a las almas; no piensan
nada más que en destruir! ¡Ay, aquéllos que se
aprovechan de sus puestos para aguijonear a las
almas! Cuando lleguen ante mi presencia ¿qué
respuesta me van a dar ante las preguntas que Yo les
haga? Aplicad la caridad, hijos míos; sin caridad no hay
Cielo, pero no a los que queráis vosotros y os agraden
a vosotros, sino a todos los hijos de Dios; porque no es
mejor aquel que practica la "caridad" por el gusto de
que lo vean y por la apariencia, y luego acorralan a las
almas para apedrearlas y difamarlas. Hijos míos, el
Mandamiento más importante: que os améis los unos
a los otros como yo os amo, sin diferencia ni de idioma,
ni de color, ni de clase.
Hija mía, refúgiate en nuestros Corazones, consúmete
en nuestro amor y en amor para las almas. Te he dicho
muchas veces, hija mía, que te dejes como un juguete
en nuestras manos, como un juguete se pone en
manos de un niño, para que nosotros hagamos lo que
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queramos contigo. Repara las ingratitudes de tantas
almas, almas que se creen elevadas y que todo el
mundo las admira por sus apariencias, pero ¡ay,
cuando lleguen ante la Divina Majestad de Dios! ¿No os
da miedo, hijos míos, vivir de apariencia? No seáis
hipócritas ni fariseos. Convertíos, hijos míos, amad a
todas las almas, y no queráis destruir mi Obra. Si yo
tengo los brazos abiertos para todos vosotros, hijos
míos, ¡cómo no os da miedo de difamar y calumniar, y
de aprovecharos de estas pobres almas que todo lo
han dado y lo han dejado por el amor a los hombres y
el amor a Dios! ¿Por qué no imitáis, y escudriñáis el
camino que han escogido?, no, que sin conocimiento
actuáis. ¡Hija mía, qué tristeza que mis almas obren así!
Y a pesar de todo, hijos míos, mi Corazón está abierto
para vosotros. Y tú, hija mía, no dejes de orar por ellos.
La oración es buena y nunca se pierde, hija mía. Vale
la pena sufrir para luego encontrar la felicidad como
estas almas.
LUZ AMPARO: ¡Qué lugar más hermoso, qué lugar,
Dios mío...! ¡Ay...!
EL SEÑOR:
Este lugar se lo tienen que ir labrando y cultivando las
almas.
LUZ AMPARO: ¡Qué grandeza, Señor! ¡Cómo se
perderán esto los hombres por el mundo y las cosas
que hay en el mundo!
EL SEÑOR:

62
Los hombres, hija mía, la mayoría, han enloquecido por
los placeres, por la carne, por los vicios, por las
comodidades; han enloquecido de tal forma que no
ven el pecado; para ellos nada es pecado, todo es
virtud. Así está la Tierra, hija mía, los hombres están, la
mayoría, desesperados; nada más piensan en los
placeres de la carne; el Demonio los ha absorbido y los
tiene anulados como seres humanos, se convierten
peor que fieras. Por eso hay que pedir mucho por la
situación del Mundo, hija mía.
Oración os pido, hijos míos, oración, sacrificio y
penitencia. Los hombres se han olvidado de orar; por
eso Dios no reina en sus corazones y el Demonio es el
rey del Mundo. Gracias por todas las oraciones que
hacen por los pecadores. Las almas son tan felices, hija
mía, vuelve otra vez a verlas.
LUZ AMPARO: ¡Ay, que grandeza, Dios mío! ¡Ay, Dios
mío, qué belleza tienen...! Vale la pena sufrir, Señor,
para ver estas almas.
EL SEÑOR:
Por eso piden las almas que estén en gracia sus seres
queridos, para poderse comunicar, por medio de la
oración, con ellos, es la Comunión de los Santos.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos, todos serán
bendecidos para la conversión de los pobres
pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.

63
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)
"Yo prometo a todo el que rece el Santo Rosario
diariamente y comulgue los primeros sábados de mes,
asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma.
Virgen, 5-03-82)
"Todos los que acudís a este lugar, hijos míos, recibiréis
gracias muy especiales en la vida y en la muerte." (El
Escorial. El Señor, 1-1-2000)

MENSAJE DEL DÍA 1 DE DICIEMBRE DEL


2001, PRIMER SÁBADO DE MES
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL. (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, aquí estoy otra vez más, como
Madre y Señora de todo lo creado, Madre de los
pecadores, de los afligidos. Vengo a hacer un
llamamiento a la oración y a la penitencia, hija mía.
Cada día, hija mía, los hombres tienen menos fe, en sus
corazones; el mundo está de mal en peor. Dios es
olvidado y ultrajado, y la naturaleza humana se rebela
contra los soberanos derechos del Creador.
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, los hombres se quieren convertir en
creadores del mundo. ¡Hasta donde van a llegar!
64
¡Cómo destruyen la vida humana! Te dije, hija mía,
hace mucho tiempo, que el hombre estaba estudiando
con el ser humano, sin darle miedo a convertirlo en un
ser sin sentimientos. En muchos lugares, hija mía,
están estudiando y mira qué monstruos (Luz Amparo,
ante esta visión, exclama: ¡Ay, ay qué horror! ¡Ay!).
Hasta ahí quieren llegar, hija mía. El hombre sin Dios no
tiene vida, porque es una vida vegetativa; por eso os
pido, hijos míos: orad, orad para que el hombre no sea
tan soberbio y orgulloso que quiere quitar el puesto al
Creador... ¡Y nadie como Dios! Porque el hombre es
creatura creada por Él. El mundo está corrompido, hija
mía, los hombres no tienen moral. ¡Hasta dónde,
creaturas de Dios, queréis llegar! El mundo está así
porque los hombres han perdido el sentimiento; por
eso pido oración; sólo la oración y la penitencia pueden
ayudar a que el hombre baje la cerviz y se limite a no
traspasar la Ley de Dios.
LA VIRGEN: Orad, hijos míos, acercaos a los
Sacramentos, amad mucho a Jesucristo y refugiaos en
nuestros Corazones. El hombre está deshumanizado,
y cuando el hombre no tiene sentimientos es peor que
una fiera, arrasa todo lo que pilla. Por eso pido: amaos
los unos a los otros, hijos míos, es lo que falta en el
mundo; la caridad es el amor.
¿Qué más voy a decir, hijos míos, si ya lo he dicho todo?
Sólo os pido que oréis y que no os durmáis, hijos míos.
En la oración os comunicáis con Dios, y el que tiene a
Dios, no tiene que temer a nadie, nada le falta.
65
Sed humildes, hijos míos, y amad a los que os
persiguen y os calumnian.
Acudid a este lugar, que seréis bendecidos.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
para los pobres pecadores.
Hijos míos, os repito: orad, oración y penitencia, que al
hombre se le ha olvidado orar; por eso el hombre no se
conforma con su naturaleza, que cada uno cambia
porque no está conforme con lo que Dios ha hecho en
él. El hombre no es capaz de aceptar la Ley Divina y
por eso se marcan ellos sus leyes, no se aceptan como
son; y repito: el hombre quiere ser mujer y la mujer
quiere ser hombre; no se aceptan a vivir limpia y
puramente y aceptar la voluntad de Dios y a ser cada
uno como es. Se está convirtiendo el mundo como
Sodoma y Gomorra, hija mía; será horrible andar hasta
por las calles. No os dais cuenta del peligro del mundo
ni de las asechanzas de Satanás. Vigilad vuestra alma,
hijos míos, vigilad.
Os bendigo, como el Padre os bendice, por medio del
Hijo y con el Espíritu Santo.

66
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos, extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)

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Mensajes tomados de
http://pradonuevo.tripod.com/

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