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Argentina: emergencia económica, estado de


excepción
Por Jorge Altamira | 9 de mayo de 2013 |

Argentina es noticia hoy por un número considerable de desarrollos desestabilizantes. A


medida que se suman, van configurando una crisis política de características excepcionales.

Por un lado, los actos de corrupción de empresarios vinculados al gobierno nacional han
alcanzado una dimensión novedosa con la aparición de personajes dispuestos a aportar
testimonios sobre las tramoyas cometidas. Esto ocurre cuando el oficialismo ha dejado en el
camino a una larga lista de funcionarios, camaradas de ruta y grupos económicos que
habían acompañado su gestión a partir de 2003. La corruptelas que se ventilan son la
consecuencia de esta sangría en cámara lenta y, al mismo tiempo, su causa. El régimen de
poder matrimonial ha dejado al desnudo diferencias y divergencias en los métodos de
gobierno. Los escándalos no pueden ser confinados al área de asuntos mundanos, sino que
son expresión de una crisis política.

De naturaleza diferente -pero ligada por un cordón umbilical- es, por otro lado, la crisis
desatada con el Poder Judicial a partir de una propuesta de “democratización de la Justicia”.
Nadie pone en duda que se trata de un intento de controlar a quienes deberían determinar el
destino de los comprometidos en los actos de corrupción. Todo indica que Argentina marcha
hacia un enfrentamiento de poderes, sea por la eventual declaración de inconstitucionalidad
de diversas piezas de la reforma judicial, como por la posibilidad (menos probable) de un
desacato del Ejecutivo a las determinaciones de los jueces.

En tercer lugar, aparece la crisis financiera potenciada por una corrida cambiaria, la que ha
provocado una brecha del ciento por ciento entre la cotización oficial y no oficial del peso.
Montado en este descalabro, algunos grupos capitalistas han decidido postergar o cancelar
sus inversiones -como la minera brasileña Vale do Rio Doce; la australiana-canadiense
Barrick Gold, en relación a la explotación de la mina de oro de Pascua Lama; la sojera El
Talar, que ha trasladado su matriz a San Paulo; e incluso Chevron, cortejada por el
kirchnerismo para explotar la cuenca de gas y petróleo no convencional en Neuquén. Estos
acontecimientos han acentuado los roces políticos de Argentina con Brasil y hasta con
Uruguay. El nunca peor llamado proyecto ‘nacional y popular’ opera con los instrumentos
manuales y en contacto de emergencia con las torres de control.

“Quién ha visto un dólar”

El oficialismo de Argentina exhibe una indiferencia fingida por la corrida cambiaria, a la que
caracteriza como “marginal”. Sin embargo, es exactamente lo contrario, porque campea a
sus anchas no en las casas de cambio de Colonia o Montevideo, sino en el Mercado de
Valores y en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, donde se transan la deuda pública y las
acciones corporativas. Cada suba de las cotizaciones de estos valores en moneda nacional
establece la tasa de cambio decreciente del peso de Argentina, cuando se las confronta con
las cotizaciones en divisas de esos títulos en el mercado internacional -Londres y Nueva
York. El valor del peso argentino en el mercado de capitales es de diez centavos de dólar.
Dados los vasos comunicantes que caracterizan a la economía de mercado, la
desvalorización del peso en el mercado de capitales se derrama por el conjunto de la
economía. El mercado inmobiliario se encuentra parado, los precios al consumo suben a
pesar de los congelamientos establecidos, los capitalistas extranjeros frenan inversiones o

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desvían ganancias hacia la calesita financiera, los sojeros retienen las cosechas en silos-
bolsa, la deuda pública va pasando progresivamente a manos de acreedores que operan
desde el exterior.

Las razones objetivas de la corrida cambiaria son dos. Por un lado, un desajuste manifiesto
entre la inflación interna, del orden del 30% anual, y la del exterior, que se mueve en un arco
del 0 al 7%. El costo de las exportaciones de Argentina se ha encarecido y el precio de las
importaciones, abaratado. A esta causa general se añade otra más específica: el Banco
Central de Argentina no puede comprometer sus reservas internacionales en la tarea de
contener la desvalorización del peso sin el riesgo de vaciar las arcas y producir un derrumbe
de la moneda. Pero un motor listo para operar sólo puede hacerlo con la ayuda del
combustible. La nafta para el fuego la aporta una tasa de interés negativa y una fuerte
emisión de moneda, tanto para hacer frente al déficit fiscal como al pago de la deuda
externa. De esta manera, los que especulan contra el peso hacen tomas de ganancias
fabulosas entre la cotización que sube y el costo reducido del dinero ajeno con el que
operan. Debido a esta bicicleta financiera, ganan tanto los que compran como los que
venden, en perjuicio de quienes ofrecen el dinero para especular, que -en definitiva- es el
Banco Central de Argentina, financista del sistema bancario.

Por sorprendente que pueda parecer, el pirómano del relato es el mismo gobierno nacional y
popular, que se jacta de haber ‘recuperado la soberanía monetaria’ y producido una ‘reforma
del mercado de capitales’ (aún en pañales) para hacerlo ‘transparente’. Por cierto, una suba
extraordinaria de la tasa de interés oficial derribaría en el acto toda esta corrida cambiaria,
pero sería al precio de una bancarrota de los capitales invertidos -que en buena parte son
del oficialismo- y de una depresión industrial fulminante. Advertidos de esta disyuntiva
catastrófica, algunos economistas neoliberales han sugerido que el Banco Central venda los
títulos del Estado que tiene en su poder (tanto en dólares como en pesos) como
contrapartida del financiamiento del Tesoro, para producir un recule moderado de la
cotización de deuda y acciones en pesos (y, al mismo tiempo, compartir los beneficios que
ha dejado la corrida). Esta alternativa, sin embargo, convertiría a la deuda inter-estatal
(Tesoro vs. Banco Central) en una deuda pública con el capital privado. Sería la lápida sobre
la tumba oficial, porque habría perdido la autonomía de acción monetaria que se había
jactado de obtener con la intención de ‘recuperar soberanía’ y mejorar el ‘consumo del
pueblo’. La salida que se ventila dentro del gobierno es ‘desdoblar’ el mercado de cambios,
o sea legitimar ‘la brecha’ -lo cual serviría para evitar la quiebra de los especuladores, pero
no resolvería los problemas del comercio exterior ni detendría por mucho tiempo el ataque a
la moneda nacional. La llamada oposición acaba de oficializar la posición de devaluar lisa y
llanamente el peso en un 40%; lo que en las actuales condiciones llevaría a una
hiperinflación o Rodrigazo. La oposición, sea de derecha o centroizquierda, es el ‘lobby’
devaluacionista de los grupos exportadores. Pretende que el gobierno se inmole
políticamente, como ha ocurrido en parte en Venezuela, con el retroceso de la candidatura
de Maduro.

Excepcionalidad

A este resultado se ha llegado luego de haber impulsado una reestructuración perversa de


la deuda externa, cuyo punto de partida fue el reconocimiento de los niveles usurarios que
había alcanzado antes de la quiebra de 2001 (y de la estatización de la deuda privada), la
que fue acompañada con la entrega de un título usurario (el cupón del PBI), el cual
significará -en su período de vigencia- una sangría de 40 mil millones de dólares
adicionales. Incapaz de tomar una decisión de conjunto -¡y mucho menos repudiar la deuda

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externa usuraria!-, el kirchnerismo pretende sobrevivir hasta las elecciones de octubre con
un régimen económico de caja, que consiste en reglamentar todas las operaciones
económicas con vistas a asegurar el pago de la deuda externa del año corriente y 2014. Es
lo que busca asegurar también en el plano político-judicial, mediante el blindaje del tesoro
del Estado contra los recursos que se presenten contra medidas oficiales de distinto orden.
Por eso pone freno a los reclamos de los jubilados y los trabajadores (el 35% no se
encuentra registrado y carece de protección sanitaria y laboral), limita el derecho de huelga
y, finalmente, se atribuye el monopolio de la designación de los jueces (para protegerse de
las denuncias de corrupción). El estado económico de emergencia se complementa con la
necesidad de un estado de excepción en lo político.

Para la izquierda, “la crisis la deben pagar los capitalistas”, lo que significa repudio a la
deuda externa usurera, salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, jubilación del
82% del salario, reemplazo de los impuestos al consumo por impuestos progresivos al
capital y a las grandes fortunas, así como la nacionalización de la banca y del comercio
exterior bajo control de los trabajadores.

A qué obedece la corrida cambiaria, quiénes son


sus responsables, a quién beneficia y dónde termina
Jorge Altamira | 7 de mayo de 2013 |

La disparada del dólar paralelo ha provocado una gran confusión. El gobierno finge
ignorarlo, como un fenómeno marginal. La propuesta de devaluar el peso un 40%, por parte
de Federico Sturzenegger, vocero de Macri y presidente del Banco Ciudad, constituye una
torpeza que convalida los beneficios de quienes han apostado a la devaluación y provocaría
una hiperinflación. Una mayoría de analistas que sostenía hasta ahora que este
desequilibrio podría mantenerse sin mayores sobresaltos por un tiempo relativamente
prolongado, ha comenzado a romper filas. Unos abogan por acompañar la devaluación
progresiva del tipo de cambio comercial con el aumento de la tasa de interés, otros se
inclinan por desdoblar el mercado de cambios e incluso se ha propuesto la venta de los
títulos públicos que se encuentran en la cartera del Banco Central.

Las causas objetivas de la corrida cambiaria son, básicamente, dos. La primera es la


disparidad creciente entre los costos monetarios internos crecientes respecto a los
internacionales. Las exportaciones se encarecen, las importaciones se abaratan. Para evitar
un descalabro del balance comercial, el gobierno ha establecido un cepo en el comercio
exterior. La otra razón es que el patrimonio o capital del Banco Central es negativo. Por un
lado, no tiene reservas suficientes de divisas para enfrentar una pulseada con la demanda
de divisas; por el otro, tiene una cartera abultada de títulos públicos que el Tesoro renueva
en forma indefinida; por último tiene una deuda elevada con el sistema bancario local. Una
combinación de drenaje de reservas y devolución de deudas a los bancos, desataría una
hiperinflación. La especulación contra e! l peso se asienta en la vulnerabilidad del sistema
financiero, que tiene lugar, paradójicamente, luego de la “recuperación de la soberanía
monetaria”.

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La corrida cambiaria, contra lo que se sostiene, no pasa el mercado de cambios al contado,
conocido como ‘dólar blue’. Su epicentro es el mercado de valores y la Bolsa, donde se
transan acciones, títulos públicos y otros numerosos instrumentos financieros. Los valores
que se compran en pesos pero que el Estado cancela en dólares, son revendidos en el
exterior a la tasa del cambio paralelo. La devaluación del peso en el mercado de capitales
avanza a una velocidad superior a la que se registra en los precios de las góndolas. Hay un
peso financiero y otro comercial; el segundo seguirá al primero a través de diversos vasos
comunicantes.

La corrida contra el peso en el mercado de capitales es financiado por los bancos y, en


última instancia, el Banco Central. Los especuladores que compran títulos o acciones con
pesos, que luego revenden por dólares en los mercados internacionales, no lo hacen con
fondos o capitales propios. Invierten ‘al descubierto’, o sea con una deuda que contraen con
comisionistas o bancos a tasas de interés que hoy son inferiores a la tasa de inflación. El
que establece estas tasas de interés y aporta el dinero para respaldarlas es, en última
instancia, el Banco Central. La tasa de interés del mercado interbancario, donde el Central
cubre la demanda inmediata de los bancos, ha oscilado en torno al 16%, en tanto la compra
de títulos y acciones que se revenden en dólares ha dejado ganancias cercanas a! l ciento
por ciento. El pirómano de la especulación es el propio oficialismo. Si el Central aumentara
en forma considerable la tasa de interés de referencia, obligaría a los especuladores a cubrir
el ‘descubierto’ (devolver lo prestado), derribaría la cotización de los títulos y acciones y con
ello al dólar, y provocaría la quiebra de los especuladores, además de un encarecimiento
brutal del crédito. O sea que el gobierno que finge que ‘no pasa nada’, alimenta la corrida
contra el peso, con el pretexto de que si no lo hiciera provocaría una depresión. Se
encuentra, como se dice, entre la espada y la pared.

El pago de la deuda externa por parte del Banco Central, en lugar del Tesoro, es el principal
responsable de la emisión de moneda que acaba financiando la corrida cambiaria. Este
procedimiento enmascara la magnitud real del déficit fiscal. El gobierno argumenta que
necesita este déficit para sostener la demanda de consumo, aunque en realidad financia a
los saqueadores del transporte y de la energía y a los Lázaro Báez de la obra pública.

Una de las fuentes principales de la compra ‘apalancada’ (sin dinero propio) de títulos y
acciones es también el dinero conseguido, a tasas del 15% anual, en la propia operatoria
bursátil. Muchos operadores financian la especulación con cheques, que en la Bolsa no
pagan impuesto, o sea que lo evaden prestando para la corrida cambiaria. La suba del dólar
paralelo también estimula, paradójicamente, la compra de títulos que pagan dividendos en
pesos, porque los no residentes pueden utilizar es dinero para comprar dólares al cambio
oficial. Otra fuente de financiación es el dinero no declarado que se obtiene, de la
subfacturación de las exportaciones y la sobrefacturación de las importaciones.

La ‘infiltración’ del mercado financiero en el ‘real’ se manifiesta con claridad en la parálisis de


la compra-venta de inmuebles e incluso en la construcción residencial. Para Carlos Heller,
que integra la tropa de ex stalinistas que han ingresado al kirchnerismo, una caída del precio
de los inmuebles sería positiva para la solución del problema de la vivienda.
Lamentablemente, los que aprovechan el derrumbe son los que cambian dólares en el
mercado paralelo; Heller está ofreciendo un nuevo mercado especulativo cuando la
devaluación ponga fin y convalide la corrida cambiaria.

La desvalorización de los capitales en pesos presiona, por otro lado, a la suba los precios de
consumo y a la rebaja de salarios; la devaluación del peso, en el mercado de capitales, se

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traslada al de consumo personal. La paralización de inversiones de las mineras Vale do Rio
Doce y Barrick Gold (en Pascua Lama), o el retiro de la sojera El Tejar del mercado
argentino y del arrendamiento de tierras, así como la parálisis del ingreso de las petroleras
en la explotación de hidrocarburos no convencionales, obedece a que reclaman, para los
dólares que ingresan, un tipo de cambio de diez y no de cinco.

Arrinconado por la crisis, el gobierno ha optado por una gestión de caja de la economía, que
asegure un superávit suficiente para pagar la deuda externa y las importaciones de energía.
En el seno del oficialismo, los que descreen de este régimen precario propugnan el
desdoblamiento del mercado cambiario. Esta medida convalidaría las ganancias de los
especuladores y ofrecería al capital internacional un poder de compra gigantesco sobre la
economía del país. Como, al final, las paralelas sí se tocan, el resultado sería una
devaluación en toda la línea. La ‘opo’, por su lado, propone devaluar directamente y subir la
tasa de interés, para que el kirchnerismo pague el costo de un ‘rodrigazo’. El ex presidente
del Banco Central, Redrado, acaba de proponer que el Banco Central venda los títulos del
Tesoro en su poder, para bajar la disparada del dólar en el mercado de capitales. Es un
planteo sorprendente, esto porque el 90% de la cartera del Central está compuesta de
títulos intransferibles. Si, por caso, esa operación pudiera realizarse, el resultado sería que
la llamada deuda intra-estatal se convertiría toda en deuda pública del Tesoro con
acreedores privados e incluso en deuda externa con deudores del extranjero. El
‘desendeudamiento’ (en realidad endeudar al Central y a la Anses), se convertiría en un re-
endeudamiento internacional. Las bicicletas y las calesitas siempre giran 360°.

Estamos ante una bancarrota manifiesta, lo cual plantea la necesidad de una reorganización
completa de la organización económica cuyas contradicciones del país. El primer aspecto de
esa reorganización es qué clase social debe asumirla; si queda cargo de una fracción
alternativa del capital financiero, será pagada por los trabajadores con enormes sacrificios.
Un gobierno de trabajadores, por el contrario, tomaría en sus manos los recursos
fundamentales de la economía y de las finanzas, cargaría el peso de la salida de la crisis en
el gran capital nacional e internacional, y diseñaría un plan económico que priorice la
adjudicación de los recursos al empleo – o sea la industrialización – y a la elevación de la
calidad de vida y de trabajo de la población laboriosa.

“Blanqueo”: devaluación, dolarización y


narcolavado
Jorge Altamira | 9 de mayo de 2013

Luego de que el dólar se disparara a más de diez pesos, el gobierno salió a proponer un
menú de títulos y certificados en dólares, para los que quieran blanquear divisas no
declaradas y de dudoso origen. De la pesificación volvemos a la dolarización; del
desendeudamiento, que no fue tal, a un nuevo endeudamiento en dólares. El blanqueo
beneficia a evasores y narcotraficantes, lo que convierte a Argentina en paraíso fiscal y
lavadero de dinero malhabido. Asistimos a un reforzamiento político de la burguesía
vinculada con los negocios sucios -desde la efedrina a los casinos.

En el anuncio del blanqueo, el gobierno aseguró que quedarían excluidos los imputados o
procesados por lavado de dinero, como el caso reciente de Báez-K. Pero las empresas de
esos imputados -o sus testaferros- bien podrían acceder a los beneficios del blanqueo.

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Es altamente improbable, sin embargo, que éstos y otros evasores decidan entregar sus
dólares a un Banco Central con patrimonio negativo y sin reservas suficientes para enfrentar
la actual corrida cambiaria. Los anuncios, en definitiva, podrían tener el mismo destino que
la Supercard o el congelamiento fallido, y marcar otro episodio en la desintegración del
programa oficial.

La emisión de títulos para financiar a YPF o para comprar inmuebles significa, de todos
modos, que se oficializan dos mercados de cambios. También introduce un sistema
bimonetario, esto porque al lado del peso circulará un certificado inmobiliario, con
convertiblidad inmediata al dólar. Los K aplican, en forma parcial, la receta de Alemania
frente a la híper de los años 20. De la ‘soberanía monetaria’ retornamos al colonialismo.

El desdoblamiento cambiario -que, al lado del oficial, rige para el mercado de capitales y,
ahora, oficializan para el inmobiliario- convalida la fenomenal devaluación del peso de los
últimos meses. No fue necesario que CFK se fuera, como prometió, para que ello ocurriera.
Podría contener la disparada del dólar, si ingresan los dólares ilegales y los pesos en negro
no van a la compra de dólares para entrar en el blanqueo, pero establece un premio para los
devaluadores, aunque esta contención sea por poco tiempo. El reconocimiento de la
devaluación del mercado financiero impulsará la suba de precios corrientes y afectará al
comercio exterior.

Una ‘salida monetaria’ al desbarajuste de la política K, como sería una devaluación completa
del peso o subas confiscatorias de la tasa de interés, significará que el derrumbe lo pagarán
los trabajadores con mayor inflación y despidos. Entrarán también ganancias especulativas
fabulosas para los capitalistas, quienes han continuado, en la época K, sin pagar impuestos
a estas rentas financieras. La salida positiva solamente puede ser social y política, y debe
tener como sujeto (ejecutor) a la clase obrera.

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