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Debilidad y prisa

Bieito
Rubidoel 26 jun, 2019
La perspicacia, la capacidad de profundizar y entender el mensaje de la ciudadanía
y el sentido común son tres cualidades fundamentales para cualquier político que
quiera hacer carrera y servir de verdad al interés general, y no al pacato y
mezquino corto plazo. Esa mirada moral y de altura que se espera de quienes
aspiran a gobernarnos ha desaparecido en la llamada «nueva política». En
definitiva, más viejos y casposos que Matusalén. Aquí la diferencia está entre los
que hacen buena o mala política. Y así, desde Aristóteles. Que Rivera no vea la
oportunidad que se le brinda no exime de responsabilidad alguna a Sánchez, quien
está recibiendo la misma medicina que él dispensó, desde la inmadurez y la
desmesura. La victoria socialista fue a todas luces raquítica. Le siguen faltando 53
escaños para arrancar y, después, otros tantos para gobernar. Aunque Sánchez está
encantado con dejar pasar los días, ver crecer las canas y organizar barbacoas en
La Moncloa. Y, además, ha llegado Vox para ayudarle a mantener ese estado de las
cosas, aunque habían dicho que venían solo a defender España.

Bieito Rubido en Sin categoría 1 enero, 2019 199 Palabras

Clasificación simplista
La simplista y estéril división del espectro político en derecha e izquierda
está ya más que superada. Hace años que no existe la derecha de los ricos
contra la izquierda de los pobres. Los partidos socialdemócratas se han
visto superados en toda Europa porque sus contrincantes más
conservadores les han comprado todas sus banderas sociales. El estado del
bienestar, digan lo que digan los demagogos, no ha retrocedido ni en
España con Rajoy ni en Alemania con Merkel. Por tanto, la simpleza de
derechas e izquierdas está más que vencida. Es más, se da la paradoja de
que las prácticas fascistas que operan en los ambientes de los golpistas
catalanes son presentadas como iniciativas de demócratas. Ese es nuestro
problema: la falta de claridad. Ahora lo que hay son partidos dispuestos a
jugar en democracia con los valores y consensos clásicos, llamados
constitucionalistas; y quienes están contra el sistema, la Constitución y la
democracia pero, sin embargo, se envuelven en todas las banderas de
supuesto progresismo mientras rechazan la española, la de su propio país,
en un ejercicio más de auto-odio.

No todo vale
Existen fundadas dudas acerca de si lo que responde a las siglas del PSOE
es el viejo partido socialdemócrata que ayudó a consolidar la democracia
en España o si, por el contrario, debajo de esa marca ya no se cobija
ninguna idea de progreso y solo tiene cabida el «sanchismo»: ideología y
expresión del pragmatismo más soez, que aspira a ocupar el poder sin
preocuparse de resolver ni un problema de los españoles. Hay motivos
para la desconfianza. La mayor evidencia es Cataluña. Un gobierno
democrático al uso hubiese actuado ya. No digo para imponer el 155, pero
sí para restituir el orden y las comunicaciones terrestres con el país
vecino. Pero, con tal de mantenerse en la poltrona, Sánchez hace lo que
sea, y ya se sabe que por el pragmatismo se llega a la prevaricación, o
incluso a la delincuencia. Nos vamos narcotizando con la actualidad y
damos todo por bueno, incluido escuchar a Torra invocar una vía para la
independencia a través de la violencia. Lo describió muy bien Stefan
Zweig en El mundo de ayer: «Nos acostumbramos a considerar como
normales situaciones totalmente anormales», y después todo termina en
tragedia.

Pensar distinto
Cuánto odio, y miedo al mismo tiempo, se esconde detrás de los quince
encapuchados que dieron una paliza a un joven en Vitoria que defendía la
unidad de España. Esa cobardía es reflejo de una sociedad enferma, que
todavía no ha cauterizado la fractura de casi cinco décadas de violencia
etarra. Justamente para combatir ese fanatismo, nació la ley de leyes que
es la Constitución de 1978. Para darnos un marco en el que poder
discrepar y resolver cualquier conflicto por la vía pacífica del diálogo. Esa
es su mayor virtud. Cuarenta años después podemos sentirnos orgullosos
de la democracia plena que es hoy España, a pesar de todos los enemigos
de las libertades, que nacen entre la gente más joven. Suena, como todos
los días, la hora de seguir poniendo en valor el enorme tesoro democrático
y de convivencia que se encierra en el texto constitucional, y de él se
deriva que la ley tiene que caer con todo su peso sobre esos cobardes y
miedosos jóvenes que agredieron de forma brutal a otro por solo pensar
distinto. Que no lo duden esos quince y sus padres ideológicos: con la
violencia sólo evidencian su fracaso

EL ASTROLABIO
Bieito Rubido
NAVEGANDO EN TIEMPOS REVUELTOS
Bieito Rubido en Sin categoría 17 octubre, 2018 201 Palabras

Lealtad
Que Pedro Sánchez pida ahora lealtad, con 84 escaños y el apoyo de los
golpistas, incita más a la náusea que a la carcajada. Es cierto que la
política española anda muy necesitada de una cultura de la lealtad
institucional. Es más, a España -y a los ciudadanos, en particular- le
habría ido mucho mejor si los dos grandes partidos hubiesen practicado
más esa confianza mutua que se han negado, en lugar de malbaratar la
fortuna de este país en las subastas periódicas con los insaciables y
codiciosos nacionalistas. El día que PP y PSOE aprendan de verdad la
lección del recíproco apoyo y el respeto a los consensos democráticos
elementales, habrán cambiado para bien la historia de España.
Lamentablemente, no será Sánchez, ese hombre que les teme a las urnas,
el que protagonice esa página esperanzadora de la política española. Tras
ser rechazado dos veces por los votantes, ha forzado la aritmética
parlamentaria hasta lo impensable y gobierna secuestrado por populistas e
independentistas. Y ahora reclama lealtad. Suena a descomunal tomadura
de pelo. Todo en él es impostura.

ESPERANZA
España, como casi toda Europa, atraviesa varias crisis, pero la más grave
es el peligro de no saber interpretar la realidad: seguimos quemando las
energías en echar más leña a la hoguera justiciera de la corrupción,
mientras se expande la úlcera del separatismo catalán. Estamos perdiendo
un tiempo precioso. Abonados a la crítica y el derrotismo, somos felices,
pero no lo sabemos. Tampoco queremos darnos cuenta de que cada vez
nos hacemos más viejos y el dinero de las pensiones empieza a escasear.
Nos empeñamos en vivir instalados en dilemas y en percepciones falsas,
sin alcanzar consensos fundamentales para dar continuidad a los avances
económicos de la nación de la UE que más crece. La oposición prefiere
que no haya presupuesto, a pesar del daño que ello causa a todas las
autonomías, especialmente a las más débiles. También sigue pendiente un
acuerdo firme y esencial sobre Cataluña, y el futuro de las pensiones bien
merecía otro gran pacto. Mientras unos arrastran los pies y otros
especulan sobre el mal ajeno, los españoles pierden la esperanza, que es lo
peor que nos puede ocurrir.
Bieito Rubido en Sin categoría 1 noviembre, 2017 203 Palabras

SENSATEZ Y TRABAJO
Pretender que se puede arreglar en apenas cuarenta días lo que se pudrió a
lo largo de más de treinta años es un error que solo demuestra que el
deseo podía sobre la realidad. Nos encontramos ante el mismo problema
que teníamos en octubre. No estamos peor, pero hay que reconocer que la
situación es complicada y que todavía puede enredarse más con toda la
responsabilidad jurídica y procesal a la que habrá de enfrentarse
Puigdemont, probable candidato a volver a presidir la Generalitat. Una
cosa queda clara: el gran triunfador de ayer, casi el único que ganó, es el
partido de Ciudadanos. Sobre su ascenso, aceptación popular y discurso
deberán reflexionar PP y PSOE. En el otro lado de la balanza se hunde
una gran perdedora: la sociedad catalana, que seguirá, si un imprevisto no
lo remedia, enquistada en una ensoñación que solo la lleva al
empobrecimiento económico. Esto no se resuelve de la noche a la
mañana. Tal vez se debió haber esperado más tiempo para convocar
elecciones. Ahora toca sensatez y trabajo, orden e inteligencia para que la
ensoñación se vaya desinflando. Pero atentos: mucha labor, sobre todo
desde el Estado. Si encima le sumamos talento…

PINCHAR EL GLOBO
Cuando era un niño, allá en uno de los fines de la tierra que alberga mi
Galicia natal, me convencieron de que nadie pescaba mejor que los
marineros de mi pueblo, que éramos los remeros más potentes, que
cantábamos como los propios ángeles, que no había percebes como los de
Cedeira y que éramos habilidosos jugadores de fútbol, pero que
perdíamos porque los árbitros procedían de Ferrol y nos tenían manía. A
medida que crecí y fui abriendo los ojos, comprobé que los de Burela eran
tan buenos marinos como nosotros, que los de Mugardos bogaban con
más fuerza y que los percebes, por increíble que les parezca a algunos,
pertenecen, como los sabios, a la nación llamada mundo. El nacionalismo
se cura viajando y los amores que matan se atemperan con la razón.
Alguien tendrá que pinchar el globo del adoctrinamiento supremacista,
que tanto daño ha hecho entre los jóvenes catalanes; muchos de ellos,
hijos de andaluces y extremeños. Entre las muchas cosas que el resto de
España dio a Cataluña, figura lo más sagrado que tiene un pueblo: sus
mujeres y hombres.

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