Está en la página 1de 34

TEORÍA SOCIAL, MARGINALIDAD

URBANA Y ESTADO PENAL


Aproximaciones al trabajo
de Loïc Wacquant

I GNACIO G ONZÁLEZ S ÁNCHEZ


(Editor)

Miguel Alhambra Delgado Félix A. López Román


Luis Enrique Alonso Dario Malventi
Pierre Bourdieu Markus-Michael Müller
Leonidas K. Cheliotis Juan S. Pegoraro
José Manuel Fernández Alfonso Serrano Maíllo
Francisco Ferrándiz Loïc Wacquant
Ignacio González Sánchez Sappho Xenakis
25
ESTUDIOS DE CRIMINOLOGÍA
Y POLÍTICA CRIMINAL

DYKINSON
2012
EPÍLOGO.
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 1

Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant

Loïc Wacquant (LW): En La Noblesse d’État, unes toda una


serie de estudios sobre las escuelas de élite francesas (tanto sobre
las clases preparatorias para acceder a ellas como sobre las gran-
des écoles mismas 2) y tu trabajo sobre la estructura interna y los
fundamentos del poder económico en Francia. ¿Por qué este
esfuerzo por relacionar dos campos de investigación que, hasta
este libro, habían permanecido separados?
Pierre Bourdieu (PB): Hay varias razones. En primer lugar,
creo que, en las sociedades avanzadas, en las que coexisten
diversas formas de poder, uno no puede estudiar la «clase
dominante», la «élite», los «dominantes» (o como quiera que
queramos llamarlos) sin dilucidar las condiciones en que se
reproducen, en la medida en que la estructura misma del espa-
cio del poder que ocupan es inseparable de su dinámica, de los
mecanismos que la producen y perpetúan (incluso cuando la
transforman). En segundo lugar, sospechaba, desde el inicio de
mi investigación, que existe una homología estructural entre las
grandes écoles y lo que llamo el «campo del poder», y que la
originalidad de estas grandes écoles no consiste en el mero

1
Traducción de Javier Rujas Martínez-Novillo.
2
N. del T.: Las grandes écoles son instituciones de educación superior
independientes de las universidades, que reclutan a sus alumnos por medio de
exámenes de selección e imparten formación de «alto nivel». Escuelas de élite,
forman por lo general a los que serán los altos funcionarios del Estado francés. Las
classes péparatoires (o «prépas», como suele abreviarse en el lenguaje ordinario)
son los distintos itinerarios de formación que, después del bachillerato, siguen
durante uno o dos años los candidatos a ingresar en las grandes écoles para
preparar los exámenes de entrada.
424 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

hecho de que reproduzcan la clase dominante asegurando el


acceso favorecido a posiciones de poder a los hijos de esta cla-
se (una proposición ya establecida en mi trabajo anterior), sino
que su principal función es reproducir una estructura, es decir,
un sistema de diferencias y distancias, resolviendo de ese modo
uno de los problemas fundamentales a los que se enfrentan
todas las «élites», a saber la gestión de sus divisiones internas.
En efecto, en la mayor parte de las sociedades diferencia-
das, uno puede observar las luchas entre dominantes —a menu-
do confundidas con conflictos entre clases— que surgen de la
dificultad de integrar y reconciliar diversas formas de poder.
Cada sociedad tiene una forma distinta de resolver las «revolu-
ciones de palacio» que pueden surgir de las divisiones y oposi-
ciones entre varias categorías de dominantes. Por este motivo
se volvió necesario tratar en un mismo movimiento el espacio
de las grandes écoles y el espacio de las posiciones dominantes
a las que las diversas escuelas conducen.
Podría decirse que cuando empecé esta investigación en los
años sesenta, sabíamos muy poco sobre del campo del poder,
esto es, sobre del sistema de posiciones ocupadas por los posee-
dores de los distintos tipos de capital que circulan en los cam-
pos relativamente autónomos que componen una sociedad
avanzada. Recuerdo haber oído, en varios encuentros, palabre-
ría en boga por parte de sociólogos que afirmaban tener un
conocimiento de este universo porque uno de sus compañeros
de clase se había convertido en consejero de gabinete o porque
un tío suyo dirigía una empresa industrial. Por mi parte, tenía
la ventaja totalmente negativa de no tener ningún vínculo con
este medio y, por tanto, ninguna ilusión sobre el conocimiento
primario que pudiera tener de él. Ciertamente, había monogra-
fías sobre los distintos cuerpos administrativos que constituyen
los más altos niveles de la burocracia estatal francesa (Inspec-
tion des Finances, Cour des comptes, grands corps 3, etc.), pero

3
N. del T.: En Francia se usa la expresión grands corps para referirse a los
cuerpos de altos funcionarios del Estado que ocupan puestos de alta
responsabilidad en la función pública (incluye a los miembros del Tribunal de
Cuentas, del Consejo de Estado, de los distintos órganos de Inspección del
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 425

eran muy dispersas y tenían enormes lagunas. Se había estu-


diado más a los propietarios y gerentes de grandes empresas,
pero de nuevo de forma más bien fragmentaria y monográfica.
Así que me embarqué en una empresa de investigación un
tanto desproporcionada, aún inacabada a día de hoy, que
cubría el conjunto de todas las posiciones dominantes: el Epis-
copado, la universidad, los empleadores, el alto funcionariado,
etc. (También quería estudiar sistemáticamente a los intelec-
tuales y los artistas, pero, por una serie de razones, no lo he
hecho, salvo de forma indirecta y parcial 4). Sobre esta base,
intenté poner en relación las grandes écoles con el campo del
poder para mostrar —y éste es el interés mismo de todo el pro-
yecto— que estos dos universos tienen estructuras homólogas.
LW: ¿Qué estás intentando comprender o sugerir con este
cambio de terminología, que no es inocente, de clase dirigente o
dominante, una expresión que ahora deseas evitar, a campo del
poder?
PB: En primer lugar, este cambio terminológico tiene como
función marcar una ruptura con todas las teorías existentes
sobre los dominantes, no menos con las teorías marxistas de la
clase dirigente que con las teorías liberales y funcionalistas de
las élites. Más allá de su aparente oposición, estas teorías tie-
nen en común algo que, me parece, debiera excluirse de la
ciencia social: en lugar de estudiar estructuras de poder, es
decir, sistemas de relaciones objetivas, estudian poblaciones de
agentes que ocupan posiciones de poder.

Estado, así como a prefectos, diplomáticos e ingenieros, entre otros). Sus


miembros son reclutados fundamentalmente a través de las grandes écoles (ENA,
École Polytechnique y Écoles normales supérieures).
4
N. del T.: Este objetivo insatisfecho de realizar un estudio sistemático de
los artistas e intelectuales se verá en parte cumplido con la publicación cuatro
años después de esta entrevista de Les règles de l’art. Genèse et structure du
champ littéraire (París, Libre examen/Seuil, 1993; edición española en
Anagrama, 2002), donde, prolongando algunos trabajos que venía
desarrollando desde mediados de los años sesenta (como señala L. Pinto en
Pierre Bourdieu y la teoría del mundo social, Ed. Siglo XXI, capítulo 3),
Bourdieu analiza la constitución del campo literario francés en el siglo XIX y
elabora teóricamente su particular sociología del arte (como «ciencia de las
obras de arte»), sin renunciar a extraer además lo que considera las
«propiedades generales de los campos de producción cultural».
426 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

Claramente, en el mismo momento en que digo esto me veo


obligado a corregirme a mí mismo, puesto que para compren-
der estructuras, no tenemos más opción que tratar con pobla-
ciones en la medida en que, en la vida ordinaria, las propieda-
des que determinan el acceso a posiciones de poder se vinculan
sólo a individuos. Aquí la dificultad básica es la de realizar
encuestas estadísticas que tomen como unidad de observación
individuos o grupos construidos compuestos por individuos,
pero sin olvidar que el objeto real de análisis no son los indivi-
duos, ni siquiera clases de individuos o las instituciones a las
que pertenecen, sino el espacio de posiciones que puede descri-
birse a través de sus propiedades (Bourdieu, 1984c/1985).
Primera cuestión, por tanto: existe un espacio de posiciones
que no puede ser ocupado a menos que se posea alguna de las
distintas formas de capital en un grado muy alto, y que sólo
puede describirse considerándolas en sus relaciones mutuas.
Segunda, que dentro de este espacio, pueden encontrarse sub-
espacios que corresponden a diversos campos: los campos inte-
lectual y artístico, el campo del alto funcionariado, el campo
del poder económico, el campo religioso, etc. El objeto de aná-
lisis propiamente dicho son las relaciones objetivas que se dan
entre esos diversos sub-espacios, y los mecanismos que tienden
a reproducir esas relaciones redistribuyendo continuamente a
los agentes que ocuparán sus posiciones, de tal forma que se
perpetúan las estructuras, y, especialmente, inculcando las pro-
piedades y disposiciones adecuadas a este fin. En otras pala-
bras, garantizando no sólo el derecho de entrada sino también
el deseo de entrar.
Estamos tratando una cuestión que es cualquier cosa menos
trivial: en todas las sociedades no basta con definir reglas de
sucesión, con decir quién va a heredar —y, por tanto, excluir a
ciertas personas y favorecer a otras (por ejemplo, el hijo mayor
en oposición al menor). Es esencial que aquellos que son desig-
nados como herederos consientan en aceptar su herencia, y se
dediquen a aumentarla, lo que no debiera darse por sentado. El
tipo ideal de este dilema puede encontrarse en Frédéric, en La
educación sentimental de Flaubert: Flaubert es un heredero que
se niega a heredar, que se resiste a ser «heredado por la heren-
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 427

cia», como lo expresó Marx. Desde el momento en que existen


varias formas de herencia, esto es de poder, se vuelve impres-
cindible asegurarse de que cada una de las diferentes catego-
rías de herederos permanezca en su lugar respectivo. Podría-
mos establecer una analogía con las sociedades árabes, donde
varios hermanos compiten por heredar la tierra porque el sis-
tema de sucesión no privilegia a un hermano sobre el otro. En
las sociedades avanzadas, uno de los principales problemas
que surgen en el corazón del campo del poder es el de la articu-
lación armoniosa de las distintas formas de capital que se
encuentran en competición objetiva —haciendo que los intelec-
tuales acepten que son intelectuales y no managers, haciendo
que los managers acepten convertirse en managers renunciando
a ser intelectuales. Porque lo que ha de reproducirse es un sis-
tema de diferencias que define una división del trabajo de domi-
nación históricamente determinada. De este modo, en Francia,
el equivalente de los mecanismos de sucesión diseñados para
impedir las luchas fratricidas entre herederos es la división
entre las grandes écoles con, en un extremo, las escuelas «inte-
lectuales» (la École normale supérieure y, en menor medida, la
École polytechnique) y, en el otro extremo, las escuelas que pre-
paran para el poder económico (la École des hautes études com-
merciales), con, entre ambos, una escuela como la École natio-
nale d’administration, que abre la vía a posiciones de dirección
dentro de las burocracias estatales. Distribuyendo a jóvenes de
orígenes distintos entre las diferentes escuelas, cada una de las
cuales se presenta a la vez como excelente e incomparable, y
concediendo cada una de ellas prioridad a una especie particu-
lar de capital, el sistema produce formas incomparables de
excelencia y, al mismo tiempo, una suerte de paz armada entre
«hermanos hostiles».
LW: La noción de «campo del poder» es por tanto el medio de
romper con el pensamiento esencialista, y adoptar un modo de
pensamiento relacional (Bourdieu y Wacquant, 1992: 15-19,
94-115) que te permite comprender simultáneamente distintas
formas de poder y las luchas que las oponen. ¿Cómo está organi-
zado el campo del poder, en el caso específico de Francia y más en
general?
428 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

PB: Es una pregunta muy compleja que plantea distintas


cuestiones. Empecemos por la organización del campo del
poder tal y como lo veo hoy en Francia. Lo que describo es
un estado histórico de este espacio que no es eterno, puesto
que adquirió su forma presente a finales de los años ochenta
del siglo diecinueve, en tiempos de Flaubert. No es una coin-
cidencia que su estructura pueda encontrarse en La educa-
ción sentimental, es decir, en el mismo momento en el que se
constituyó la oposición entre los pintores, escritores, intelec-
tuales, etc., y lo que los artistas de la época llamaban lo bur-
gués (Bourdieu, 1975/1987). En un lado están los dominado-
res dominantes —como Monsieur de Dambreuse, el banque-
ro, que tiene un salón muy lujoso en el que se come faisán—
y en el otro los dominadores dominados, esto es, artistas que
son (comparativamente) pobres pero que pueden tener como
amantes a las mujeres de los banqueros puesto que poseen
otra forma de capital: han creado un universo en el que su
pobreza elegida se convierte en riqueza, un verdadero art de
vivre que supone una degradación del dinero e incluso del
éxito mundano.
LW: Con esta oposición entre los intelectuales y los hombres
de negocios, o los «artistas» y los «burgueses», como se decía a
finales del siglo XIX, señalas los dos polos del espacio del poder:
¿cuáles son las formas de capital que propiamente los definen?
PB: En un extremo encontramos un capital predominante-
mente económico (propiedad, bienes, títulos de propiedad,
altos ingresos), que también está dotado de propiedades sim-
bólicas —este capital económico puede invertirse, por ejem-
plo, en el mundo de la cultura, donde es convertido en capital
simbólico por medio de la adquisición de obras de arte, la
creación de fundaciones, la financiación de actividades «cívi-
cas», etc. En el otro, encontramos un capital de tipo cultural,
que puede medirse empíricamente en función de la posesión
de credenciales educativas, de la propiedad de bienes de
«alta» cultura como pinturas, y en función de prácticas que
son otros tantos títulos de nobleza cultural. Este capital tam-
bién tiene sus propias leyes de adquisición, transmisión y acu-
mulación (Bourdieu, 1986).
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 429

En uno de los polos del campo del poder encontramos a


agentes muy bien dotados de capital cultural y mal dotados de
capital económico, y, en el otro polo, individuos y familias muy
ricas en capital económico pero pobres en capital cultural
—esto es, los perfiles inversos de la estructura del capital. En el
medio de esta estructura quiasmática encontramos las llama-
das profesiones, como se las denomina en las sociedades anglo-
sajonas, y los altos burócratas estatales, es decir, aquellos agen-
tes que acumulan simultáneamente las dos formas de capital:
son ricos tanto en capital cultural como en capital económico.
Aquí es donde encontramos a Frédéric: Frédéric es un pequeño
rentista que vive de su propiedad, como el propio Flaubert, y el
hijo de un profesional; es un personaje dividido, en un equili-
brio ambiguo entre los dos polos.
LW: ¿Puede encontrarse esta estructura en otros espacios, luga-
res y épocas? ¿Posee el campo del poder propiedades invariantes
que proporcionen una base para la comparación histórica?
PB: En primer lugar, se ha comprobado que la oposición
entre capital económico y capital cultural es muy antigua. Si
bien es cierto que no alcanzó su expresión más acabada hasta
el final del siglo XIX, la historia muestra que se constituyó
mucho antes. Si admitimos que la estructura del campo del
poder depende en cada momento de las formas de capital inverti-
das en las luchas por su peso respectivo dentro de la estructura,
no parece menos cierto que la oposición fundamental de la
división del trabajo de dominación es la que se da entre los
poderes temporal y espiritual. Nos podemos referir aquí al dua-
lismo que describe Georges Duby (1978) entre los oratores y los
bellatores en la sociedad medieval. Nos encontramos aquí con
diferentes formas de poder temporal y poder cultural —a saber,
el capital religioso y el capital militar—, pero organizados de
acuerdo con la misma estructura. El hecho de que esta estruc-
tura sea transhistórica explica que podemos comprender una
gran cantidad de conflictos que atraviesan a las sociedades
anteriores. Si encontramos la célebre tríada de Dumézil en
todas partes, es porque la oposición entre aquellos que ejercen
el poder temporal y aquellos que pueden hablar de él, ya sea
para legitimarlo o para criticarlo, es muy antigua, cuasi-univer-
430 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

sal, como lo es su tercer término, referido a los dominados, los


laboratores 5.
Podríamos por tanto elaborar un inventario de las diversas
realizaciones de esta estructura en el tiempo así como sincró-
nicamente, a través de distintas sociedades. Uno de los factores
de diferencia que la noción de campo nos permite problemati-
zar es la variación de la distancia entre el polo económico y el
polo intelectual, del grado de antagonismo entre ellos, y del gra-
do de subordinación del último al primero. Creo que puede
encontrarse la misma estructura quiasmática en los Estados
Unidos, donde el antagonismo parece menos marcado, en par-
te porque todos los dominantes son adiestrados en las mismas
escuelas (mientras que en Francia existe una clara oposición
entre la École normale supérieure de la rue d’Ulm y la École des
HEC o, dicho abruptamente, entre la cultura y el dinero, en los
Estados Unidos las escuelas de élite como la Universidad de
Yale y la Universidad de Harvard reúnen y acercan a los futuros
líderes económicos e intelectuales).
LW: ¿Por qué luchan los agentes en el campo del poder? En tu
libro, distingues dos formas de lucha. La primera se refiere al
principio de dominación dominante, esto es, a la especie de capi-
tal que da una posición de ventaja en el campo del poder, y por
medio de toda una serie de complejas mediaciones, en todos los
campos de la sociedad. La segunda lucha gira en torno al princi-
pio de legitimación dominante de la forma de capital dominante.
PB: Es especialmente importante darse cuenta de que estas
dos luchas están íntimamente entrelazadas, en la medida en

5
N. del T.: Georges Dumézil (1898-1986), filólogo e historiador de las
religiones y célebre estructuralista francés, dedicó la mayor parte de sus
esfuerzos al estudio comparativo de las mitologías de los pueblos indoeuropeos,
viendo en éstas una estructura común formada por tres funciones en las que
estos pueblos dividirían la actividad humana: la administración de lo sagrado,
del poder y del derecho; la administración de la fuerza física; y la administración
de la abundancia y la fecundidad. Siguiendo su estela, el historiador Georges
Duby (1919-1996), aplicó esta triada a la sociedad medieval, distinguiendo tres
órdenes: los oratores (los que rezan, el clero), los bellatores (los que combaten,
la nobleza) y los laboratores (los que trabajan, el «tercer estado» y funda-
mentalmente el campesinado), constituyendo los dos primeros la clase
dominante de esta sociedad (Duby, 1978).
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 431

que convencer con éxito a los demás de que mi capital es legí-


timo es ya una forma de reforzar su eficacia específica. Aún a
riesgo de usar un lenguaje funcionalista que no me gusta nada,
yo diría, brevemente, que en las sociedades diferenciadas, para
que una clase dominante funcione de forma efectiva, ésta debe
ser capaz de ejercer diversas formas de dominación al mismo
tiempo. La dominación puramente económica nunca es sufi-
ciente.
LW: Ese es un axioma que Weber (1918/1978) situó en el epi-
centro mismo de su sociología de la dominación: ningún poder
puede ejercerse sólo como fuerza desnuda.
PB: Este es incluso un antiguo tema pascaliano (Pascal es
uno de los precursores de la teoría de la violencia simbólica): la
idea de que ningún poder puede ejercerse en su brutalidad de
una manera arbitraria, de que debe ocultarse, encubrirse, justi-
ficarse por ser lo que es —debe hacerse reconocer como legítimo
promoviendo el desconocimiento de la arbitrariedad que lo fun-
da. Ahora bien, la cuestión de la legitimidad del capital es inme-
diatamente suscitada por el hecho de la existencia de una plura-
lidad de poderes en competición que, en su confrontación mis-
ma, plantean incesantemente el problema de su justificación.
Sin embargo, el antagonismo entre los poseedores del poder
espiritual y los poseedores del poder temporal que, como
hemos visto, constituye el principio de polarización del campo
del poder, de ninguna manera excluye una solidaridad funcio-
nal. La existencia de una pluralidad de principios de jerarqui-
zación parcialmente independientes establece un límite de fac-
to a la lucha de todos contra todos entre los dominantes. Pro-
mueve una forma de complementariedad que es la base de una
verdadera solidaridad orgánica en la división del trabajo de
dominación. El par de aquellos que actúan y aquellos que
hablan es a la vez antagónico y complementario, realizándose
la división del trabajo de dominación en y por el conflicto que
los une (otro caso que revela el carácter completamente absur-
do de la oposición escolástica entre consenso y conflicto).
Dicho esto, llegamos a los dos objetos de lucha. El primero
se refiere a la imposición de la primacía de una forma de
capital sobre otra. El paradigma de esta lucha es el del «bur-
432 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

gués» y el «artista», en el que los artistas buscan desacreditar


simbólicamente al capital económico en beneficio del capital
cultural, que ellos consideran la única forma de poder legíti-
ma. Esta lucha para imponer un principio de dominación
dominante es al mismo tiempo una lucha por la legitimación,
puesto que imponer la dominación de una forma de capital es
producir el reconocimiento de su legitimidad, en particular en
el campo contrario. De ahí las relaciones profundamente
ambivalentes que existen entre el artista y el burgués, los inte-
lectuales y los hombres de negocios, especialmente en el caso
de los intelectuales de orígenes burgueses, al contaminarse la
relación artista-burgués con una suerte de relación padre-hijo
en la que el conflicto es redoblado por la complicidad. Esto es
algo que Habermas (1970) describió muy bien en su análisis
del movimiento estudiantil: mostró —simplifico en extremo—
que si los estudiantes se involucran en algún tipo de provoca-
ción simbólica, es porque forman parte de aquello a lo que se
oponen y saben que serán tratados de forma indulgente por
las fuerzas de la ley y el orden. La conciencia de esta relación
de complicidad antagónica se encuentra a veces entre los
artistas: que Cézanne fuera el hijo de un banquero, por ejem-
plo, es clave para comprender tanto su distancia con respecto
al poder económico como su habilidad para desafiarlo simbó-
licamente.
LW: En La noblesse d’État, desarrollas una tipología o una
oposición ideal-típica basada en la oposición entre dos modos de
reproducción: el modo de reproducción familiar y el modo de
reproducción que no llamas «académico» —creo que esta preci-
sión es importante aquí— sino más bien de componente escolar
(à composante scolaire) 6. ¿Qué define a cada uno de estos
modos y cómo se oponen el uno al otro?

6
N. del T.: En el texto original, traducido al inglés a partir de una entrevista
realizada en francés, los traductores dejan el francés «à composante scolaire»
(«de componente escolar») y añaden entre paréntesis la expresión inglesa
«school-mediated» («mediado por la escuela»). Al disponer en castellano de una
expresión más cercana al francés original tanto en la forma como en el
contenido, hemos preferido traducir directamente el original francés descartando
la traducción inglesa, ligeramente alejada de su sentido original.
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 433

PB: Dicho toscamente, el primero de ellos y el más extendi-


do (prevalece en sociedades relativamente indiferenciadas) es
un modo de reproducción en el que la familia misma controla
la transmisión del poder y los privilegios de acuerdo con reglas
consuetudinarias (como la progenitura, el reparto igualitario o
la Ley Sálica). En ciertos casos, las mujeres son excluidas de la
herencia, en otros el hijo más joven, a veces ambos, y así suce-
sivamente, de acuerdo con reglas firmes y bien definidas. Lo
importante es que la familia mantiene el control sobre la trans-
misión directa y, en ciertas condiciones, se reserva el derecho
de transgredir las leyes consuetudinarias (por ejemplo, en
Béarn las familias pueden llevar a cabo maniobras para deshe-
redar a los mayores por idiotez).
Por otro lado, en la mayor parte de las sociedades desarro-
lladas actuales con un sistema educativo elaborado, la transmi-
sión del poder —incluyendo el poder económico— depende
cada vez más de la posesión de credenciales educativas. La
escuela se ha convertido en una especie de árbitro con el que
las familias tienen que contar. En las llamadas sociedades
socialistas, el modo de reproducción de componente escolar se
ha convertido incluso en el principal instrumento de reproduc-
ción, junto con la transmisión directa del capital político. En
las sociedades capitalistas, la transmisión directa de capital
económico (de negocios, acciones y bonos, propiedad, etc.) por
parte de la familia continúa. Pero una parte cada vez más
importante de este poder es transferida en forma de credencia-
les educativas. Este recurso a una forma de consagración edu-
cativa, aunque sea rudimentario, tiende a imponerse cada vez
más en el propio campo del poder económico, y ello tanto más
imperiosamente cuanto mayores son la antigüedad y el tamaño
de la empresa.
Este es el motivo por el cual el sistema educativo se ha con-
vertido en un objeto de lucha central. En efecto, quienes poseen
credenciales entran en conflicto, en sus estrategias para incre-
mentar el valor de sus títulos, con las estrategias de aquellos
que controlan las posiciones, jefes y directivos, que están deci-
didos a protegerse de las demandas de los poseedores de capi-
tal cultural. Estas estrategias, por ambas partes, son a la vez
434 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

individuales y colectivas (en particular, a través de los sindica-


tos) e implican necesariamente esfuerzos por controlar los
medios (especialmente los jurídicos) asociados con el Estado
por los cuales se establece la tasa de cambio (o tasa de conver-
sión) entre las distintas formas de capital en competencia. Las
credenciales académicas son, por tanto, tanto armas como
objetos en juego en las luchas simbólicas por la definición de
las clasificaciones sociales.
LW: ¿Cómo caracterizarías el papel específico de las grandes
écoles (o de las escuelas de élite en general) en el funcionamiento
del campo del poder? Has hablado de consagración y de legiti-
mación. En el libro, además, propones la idea de que hay contra-
dicciones específicas enraizadas en el hecho de que la reproduc-
ción del campo del poder opere a través de la mediación del espa-
cio de las grandes écoles.
PB: Lo esencial del papel de las grandes écoles consiste en
producir una nobleza, esto es, agentes que se sienten diferen-
tes y justificados en su diferencia, y que son vistos y reconoci-
dos como tales, y están por tanto destinados desde el princi-
pio a espacios separados y futuros separados, fuera de lo
común. La selección que lleva a cabo la escuela es también
una elección, y las operaciones mágicas de segregación (del
mundo) y agregación (de los elegidos) producen una élite con-
sagrada. De igual modo que la investidura de los caballeros
según Marc Bloch (1943), esta operación de ordenación (tanto
en el sentido matemático como religioso) transforma las dife-
rencias de escala en una serie de diferencias discontinuas, e
instituye órdenes en el sentido de Stände, esto es, divisiones
legítimas, mágicamente producidas y jurídicamente garanti-
zadas, del mundo social.
Al hablar de consagración, estoy recuperando su sentido
durkheimiano: para Durkheim (1912/1968), lo sagrado es lo
que está separado, alejado de lo mundano. Las grandes écoles
producen individuos que son percibidos —y que se perciben a
sí mismos— como de clase distinta, de «esencia superior»
como decimos en francés, esto es, separados en términos abso-
lutos, en términos de adscripción: no importa lo que hagan, lo
que hacen es diferente.
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 435

LW: ¿No es ésta una forma de crear «esencias históricas», si


es que pueden unirse estos dos términos aparentemente con-
tradictorios?
PB: Lo es, efectivamente. El paradigma de esta transmuta-
ción nos lo proporciona el plebeyo que, pese a ser un espada-
chín sin igual, nunca se convierte en noble, mientras que el
noble nunca deja de ser noble aunque sea un espadachín
mediocre. El polytechnicien 7 que ha olvidado las matemáticas
(o el MBA de Harvard que ha olvidado la contabilidad) perma-
nece siempre polytechnicien (antiguo alumno de Harvard) y
disfruta durante toda su vida de todos los privilegios que acom-
pañan a su estatus. Todas las sociodiceas buscan producir la
creencia de que los dominantes están dotados de propiedades
naturales que les legitiman para dominar. No obstante, el
mecanismo de reproducción formado por las grandes écoles
constituye un sistema extraordinariamente poderoso en tanto
que las propiedades legitimadoras que éstas certifican son a la
vez las más universales de su tiempo —pertenecen al orden de
la cultura— y las más naturales puesto que son en su mayoría
imputadas al «talento» o al mérito personal, atributos de la
persona, de su naturaleza, y no de su herencia.
Sin embargo, este sistema extremadamente poderoso de
legitimación conlleva costes sustanciales. Por un lado, la trans-
misión del privilegio ya no es automática, siendo susceptible de
fallos. El sistema escolar asocia probabilidades de éxito a posi-
ciones sociales pero no garantiza que este o aquel hijo de con-
sejero ministerial conseguirá un puesto de consejero ministe-
rial, director general o ejecutivo. Se ha objetado mil veces a mis
análisis que no todos los hijos de polytechniciens son polytech-
niciens y que no todos los hijos de normaliens 8 son normaliens
(Jean Fourastié produjo incluso estadísticas expresamente para
demostrar esto). La objeción no tiene sentido: la reproducción
sólo opera estadísticamente, lo que significa que la clase (en el

7
N. del T.: Se llama así a quienes estudian o han estudiado en la École
polytechnique.
8
N. del T.: Se llama así a quienes estudian o han estudiado en alguna de las
Écoles normales supérieures.
436 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

sentido lógico) se perpetúa a sí misma sin que todos sus miem-


bros individuales se reproduzcan.
Los herederos eliminados pueden ser por tanto los portado-
res de una revuelta contra la institución. Este es, dicho rápida-
mente, uno de los aspectos de Mayo del 68, el rechazo a un
modo de reproducción que ya no garantiza que todos los hijos
de los dominantes sigan una trayectoria adecuada a sus posi-
ciones de partida y sus expectativas. (Debemos señalar de pasa-
da que la fracción de los dominantes que experimenta movili-
dad descendente rara vez cae muy abajo: se crean todo el tiem-
po redes de seguridad para protegerles. Somos testigos de la
proliferación de escuelas-«refugio» privadas y de ocupaciones
semi-burguesas en aquellas regiones del espacio social que aún
están poco burocratizadas y donde las disposiciones sociales
tienen más peso que las «competencias» garantizadas por la
educación [Bourdieu, 1979/1984a].)
Tal es la contradicción específica de este modo de reproduc-
ción. No afirmo que sea la única contradicción del mundo
social en la actualidad, pero es para mí una de las contradiccio-
nes más fundamentales de las sociedades avanzadas. De hecho,
está más o menos directamente relacionada con las principales
protestas sociales del último cuarto de siglo, como el feminis-
mo, el regionalismo, el movimiento ecologista, y todo aquello
que se suele agrupar bajo la etiqueta de los «nuevos movimien-
tos sociales», sin olvidar aquellos movimientos que han conmo-
cionado recientemente a Francia, como la revuelta estudiantil
contra la reforma Devaquet 9 y los nuevos tipos de demandas

9
N. del T.: Bourdieu se refiere aquí al movimiento estudiantil que desató
tanto en los institutos como en las universidades francesas el proyecto de ley de
reforma de la universidad del conservador Alain Devaquet a finales de 1986 en
Francia. Tras una importante movilización social y diversos altercados violentos,
que se saldaron con la sonada muerte de un estudiante (Malik Oussekine), el
proyecto de reforma es retirado por el entonces primer ministro Jacques Chirac
(durante la presidencia de François Mitterand y la llamada «cohabitación») y
Devaquet presenta su dimisión como encargado de Investigación y Educación
Superior del Ministerio de Educación francés (dirigido entonces por René
Monory). La reforma contemplaba, entre otras, las siguientes medidas: libertad de
las universidades para establecer las tasas de matrícula; posibilidad de selección
de los estudiantes a su entrada en la universidad; y libertad de las universidades
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 437

avanzadas codo con codo por los estudiantes y los trabajadores


cualificados. Todos estos movimientos tienen una raíz común
en la contradicción específica de este modo de reproducción
que une a los herederos amenazados por la movilidad descen-
dente con los «decepcionados estructurales» del sistema, quie-
nes, debido a la devaluación de los títulos académicos, no han
visto sus expectativas satisfechas.
Dicho esto, la transmisión académica compensa su rendi-
miento reproductivo más bajo con su superior efectividad en el
ocultamiento del trabajo de reproducción. La lógica estadística
de su funcionamiento supone que reproduce las estructuras
establecidas con suficientes excepciones como para crear la ilu-
sión de la independencia y la democratización. Porque hay
excepciones en ambas direcciones —fracasos e historias de éxi-
to— y si los fracasos están dispuestos a la contestación, las
historias de éxito son con frecuencia las mejores defensoras de
las escuelas de élite (véase cómo el director actual de la École
nationale d’administration actúa en calidad de portavoz de
aquellos que quisieran hacernos creer que la ENA es una insti-
tución democrática).
LW: En la segunda parte de tu libro, ofreces una descripción
minuciosamente detallada de las clases preparatorias como «ins-
tituciones totales», por recordar la noción de Goffman (1961),
que las ve como «los invernaderos donde se transforma a las per-
sonas». Esta evocación guarda una fuerte semejanza con las
escuelas de élite en los Estados Unidos (las célebres «prep
schools» descritas por Cookson y Persell [1985], en su notable
libro, Preparing for Power), con las escuelas jesuitas o con los
monasterios benedictinos. Me ha sorprendido la atención que
prestas al proceso de interiorización de la estructura social a tra-
vés del cual los estudiantes adquieren las categorías mentales
adecuadas para sus futuras posiciones como dirigentes. Se
podría casi concluir que la selección que describes funciona por
medio de un mecanismo esencialmente cognitivo.

para establecer sus propios métodos de enseñanza y expedir sus propios títulos,
medida criticada por acrecentar la competencia entre universidades y favorecer
sobre todo a las universidades más prestigiosas y cotizadas.
438 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

PB: Este es un punto absolutamente central en mi trabajo.


Si situé el análisis de las formas académicas de clasificación y
del proceso de ordenación al principio del libro, fue en parte
para permitir al lector acercarse a los problemas desde su
ángulo más accesible, el más cercano a la experiencia vivida,
pero también para insistir en que este modo de reproducción,
que podría describirse como un sistema mecánico que reduce
a los individuos al estado de partículas pasivas, es en realidad
el escenario de acciones en las que los agentes invierten su
visión del mundo, sus proyectos y sus esperanzas.
En una versión anterior del texto, comparaba el sistema
académico con el demonio de Maxwell, que distribuye las par-
tículas de acuerdo con su velocidad, violando así el principio
de Carnot, impidiendo que el mundo social se hunda en el des-
orden preservando las estructuras de diferencias. La analogía
podría ser correcta si se consideran sólo los productos finales
vistos desde fuera, pero la realidad del funcionamiento interno
de este modo de reproducción opera de forma completamente
distinta. No se trata de un sólo demonio que toma decisiones,
sino de millones de pequeños demonios: profesores, estudian-
tes y padres que eligen entre disciplinas, programas, diplomas,
establecimientos, etc., y que, de este modo, están clasificándose
y reclasificándose continuamente. Además, estos miles de elec-
ciones no son decisiones puras de sujetos racionales que siguen
un principio consciente de maximización del capital. Son elec-
ciones prácticas, informadas por los sistemas incorporados de
preferencias constituidos por las categorías de percepción y
apreciación que inculca la propia escuela. Estos miles de
minúsculos actos cognitivos individuales, de los cuales el siste-
ma educativo es en cierto sentido la totalidad, ponen en juego
esquemas de clasificación que no son más que la interioriza-
ción de clasificaciones objetivas.
LW: Entonces, cuando hablas de «estrategias de reproduc-
ción», no implica un cálculo utilitario referido a un modelo mar-
ginalista de la acción o a una teoría de la acción racional.
PB: No. Hablar de estrategias de reproducción no es atri-
buir al cálculo racional la conducta a través de la cual se expre-
sa la tendencia de los dominantes a perseverar en su ser. Es
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 439

sólo comprender a la vez una serie de prácticas extraordinaria-


mente diversas (en materia de fertilidad, profilaxis, educación,
economía, sucesión) que están organizadas prácticamente para
este fin, sin que en ningún caso sean concebidas y planteadas
explícitamente con referencia a él. Esto es posible porque estas
prácticas tienen, como principio de coherencia, un habitus
(Bourdieu, 1977, 1980/1990b) que tiende a reproducir las con-
diciones de su propia producción produciendo, en cada uno de
estos universos, las líneas de acción objetivamente coherentes
y sistemáticas que caracterizan a un modo de reproducción.
LW: Hacer una fenomenología de los procesos de selección
mutua, a través de los cuales los estudiantes se sienten atraídos
por las escuelas más apropiadas para ellos, es también una forma
de mostrar que la acción de la escuela extiende, amplifica y
enmascara la de la familia, esto es, la transmisión directa del
capital social y cultural vinculado al origen de clase.
PB: Si se hace necesario llegar a este nivel de detalle, es
también para insistir en que la escuela no crea ex nihilo. La
escuela – nunca he dejado de repetirlo – depende de la familia
y la transmisión educativa descansa sobre la transmisión fami-
liar directa del capital cultural original, que ésta completa y
ratifica (Bourdieu y Passeron, 1970/1977). Si el sistema educa-
tivo fuera responsable de la transmisión de las desigualdades
en su totalidad, cambiar el sistema escolar —¡que en sí mismo
no sería cosa fácil!— sería suficiente para cambiar la sociedad.
Ni qué decir tiene que debemos guardarnos de equiparar la
oposición entre los dos modos de reproducción con la oposi-
ción entre la escuela y la familia. Esta oposición está relaciona-
da, más bien, con la diferencia entre la gestión puramente
familiar de los problemas de reproducción y una gestión fami-
liar que requiere un cierto uso de la escuela en las estrategias
de reproducción.
La institución educativa cumple dos funciones a este res-
pecto. Primero, selecciona a los agentes ya predispuestos de tal
manera que el trabajo de inculcación se hace considerablemen-
te más fácil. Los romanos solían decir: Natare piscem doces,
«Enseñas a nadar a un pez». Hay escuelas donde, cuando se
mira de cerca, la enseñanza pide poco más a sus alumnos que
440 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

ser ellos mismos, esto es, que tengan las actitudes y aptitudes
(formas de ser, acento, porte) que son el sello de su clase u ori-
gen… y su destino. El trabajo de aculturación preliminar que
la familia y el medio de origen llevan a cabo es tanto más indis-
pensable cuanto que lo que debe transmitirse no puede redu-
cirse nunca —especialmente en el caso de las posiciones domi-
nantes— a competencias técnicas. Si fuese suficiente, para
hacer a un físico o a un director ejecutivo, con impartir un
conocimiento apropiado de las funciones glucogénicas del
hígado o de contabilidad financiera, sería completamente dis-
tinto. En realidad, lo que ha de transmitirse es toda una postu-
ra, una forma de ser y de pensar constitutiva de la definición
social del físico o del ejecutivo en un determinado momento,
una definición que implica hoy que deben ser burgueses, edu-
cados, distantes, que les gusta vestirse con traje de tres piezas
y disfrutan de vinos de primera calidad y jugando al bridge, y
así sucesivamente. Por eso es importante seleccionar un habi-
tus predispuesto. Segundo, como ya he dicho, la escuela super-
pone en esta selección efectos de ruptura, de cierre, de consa-
gración, que son cruciales para que los herederos asuman su
herencia (por ejemplo, no deben ser mujeriegos o arriesgar su
posición con un matrimonio desacertado).
Es aquí donde nos encontramos con el molesto problema,
casi siempre planteado de forma inadecuada, de la relación
entre la competencia técnica y la competencia social. Es cier-
to que hay cuerpos técnicos de conocimientos que uno debe
adquirir para ocupar posiciones de poder. Pero la adquisición
de esta competencia técnica es inseparable de la adquisición
de las disposiciones sociales que regirán la utilización de la
técnica – le pondrán límites a su uso y subordinarán los usos
técnicos a determinadas funciones sociales. Es precisamente
la indiscernibilidad de la dimensión técnica y la dimensión
social la que está en la raíz del poder de la consagración edu-
cativa.
LW: En última instancia, la función principal de las grandes
écoles no es tanto la de conferir la competencia social para gobernar
a aquellos que, en cualquier caso, ya la tienen, como la de establecer
una frontera infranqueable entre ellos y todos aquellos a los que
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 441

nunca concernirá el ejercicio del poder —a la manera de los «ritos


de institución» que analizas en otro lugar (Bourdieu, 1984b).
PB: Yo no diría «función principal». Hay toda una gama de
funciones, de entre las cuales yo intento resaltar las menos visi-
bles. Insistir en la función de transmisión de competencia téc-
nica es redundar en lo obvio. Todo el mundo sabe que los estu-
diantes de las escuelas de élite estudian matemáticas y marke-
ting y que aprenden lenguas extranjeras e informática. No obs-
tante, creo que estas funciones técnicas ocultan el cumplimien-
to de otras, funciones sociales, como la de definir la sutil fron-
tera que separa a los dominantes de las posiciones intermedias
(entre los altos y medios directivos en las empresas, por ejem-
plo), una divisoria muy sensible que debe a la vez eufemizarse
y acentuarse para que los órdenes medios permanezcan en su
sitio. Goffman señala en algún lugar que uno de los puntos
sensibles del espacio social en los Estados Unidos es la frontera
entre ciertos anestesistas y médicos, porque cumplen la misma
función técnica y sin embargo existen barreras enormes entre
ellos, marcadas por una considerable distancia social y diferen-
cias en el trato simbólico que se les concede, por no mencionar
la diferencia de ingresos.
Por lo tanto, es necesario que esta frontera sea aceptada por
ambas partes: que los dominantes no frecuenten bajas compa-
ñías (un médico podría acostarse con una enfermera pero no
debería casarse con ella) y, por otro lado, que el técnico aspire
a una posición superior pero, sabiendo que no fue a la escuela
adecuada, acepte el veredicto que le o la condena a posiciones
subordinadas.
LW: Quisiera volver a la cuestión del poder y de su ejercicio
enfocando al funcionamiento de las clases preparatorias. Mues-
tras que estas clases inculcan una «cultura de la urgencia», que
presupone y promueve una relación particular con el mundo a
través de la imposición de categorías de pensamiento, una espe-
cie de adiestramiento (dressage) de la mente. ¿En qué difieren
estos análisis, por ejemplo de los de Foucault (1975), para quien
el poder opera a través del «adiestramiento» de los cuerpos?
PB: Las diferencias son bastante profundas desde mi punto
de vista. Creo que los análisis de Foucault pueden, más allá de
442 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

la diversidad de sus objetos, leerse como una teorización de la


revuelta adolescente contra las instituciones, contra ciertas ins-
tituciones —la escuela, por ejemplo, apenas está presente en el
trabajo de Michel Foucault. Me llama la atención el hecho de
que diga tan poco acerca de la universidad. Cuando se ocupa
de ella, atiende a su lado más externo y abiertamente discipli-
nario— el vigilante pero no el profesor…
Desde mi punto de vista, Foucault presenta una visión sim-
plificadora de la coacción social como disciplina, esto es, como
una coacción ejercida sobre el cuerpo desde el exterior. Sé bien
que insiste, especialmente en Vigilar y castigar (1975), en el
paso de la tortura al encarcelamiento, de la violencia bruta a
una violencia más blanda basada en la vigilancia y en la acu-
mulación de saber sobre el sujeto. Pero estos análisis no van
más allá de las disciplinas y las coacciones externas, y Foucault
ignora todo el proceso de inculcación de esquemas cognitivos
de percepción, apreciación y acción que son el producto de la
interiorización de las estructuras del mundo y que, surgiendo
de una violencia suave, hacen la violencia suave posible. En
pocas palabras, al faltarle todo aquello que yo agrupo en la
noción de habitus, Foucault no puede dar cuenta de las formas
mucho más sutiles de dominación que llegan a operar a través
de la creencia y del acuerdo pre-reflexivo del cuerpo y la mente
con el mundo — cuya manifestación paradigmática es la domi-
nación masculina (Bourdieu, 1990). Lo que se interioriza, en
mi opinión, son principios de visión y división del mundo que,
estando en acuerdo con las estructuras objetivas del mundo,
crean una suerte de ajuste infra-consciente con las estructuras
dentro de las cuales evolucionan los agentes. De modo que la
dominación opera a través de la creencia, a través de una rela-
ción dóxica con las estructuras.
Es esta complicidad infra-consciente entre habitus y campo
la que, en muchos universos, explica la sumisión de los domina-
dos (que no tiene nada que ver con el amor al poder o al censor,
como podría sugerir un uso superficial del psicoanálisis). Tam-
poco tiene que ver con una rendición motivada por la culpa,
obtenida a través de la cobardía o la mala fe. Es más bien el
resultado del acuerdo que se da entre las condiciones de existen-
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 443

cia y las disposiciones que dichas condiciones han producido.


Esto explica también cómo, como dijo Marx, los dominantes
pueden ser dominados por su dominación. Podría incluso citar
aquí a Pareto, cuando habla de la decadencia de las élites. Pare-
to sugiere que las élites están acabadas cuando dejan de creer en
sí mismas. Cuando digo que los herederos deben ser heredados
por su herencia, significa que deben creer que dicha herencia
merece ser aceptada y que deberían dedicar sus energías a ella.
Ahora, bajo el régimen de reproducción estadística predominan-
te en las sociedades modernas, se vuelve cada vez más costoso
ser un heredero. Requiere inversiones y sacrificios cada vez
mayores, especialmente de tiempo y en la propia vida sexual…
LW: Con frecuencia se te ha criticado por proponer una visión
muy mecánica del mundo social y una visión cerrada de la histo-
ria, en la que las formas de poder se reproducen indefinidamente
sin resistencia, con una especie de necesidad ineluctable. A pesar
de ello, al final del libro, y debo confesar que fue una sorpresa
para mí, esbozas un movimiento histórico progresivo (o progre-
sivista) hacia una menor arbitrariedad. ¿Quiere esto decir que la
nobleza de escuela, aunque siga siendo una nobleza, es histórica-
mente menos arbitraria que la nobleza de sangre que la precedió?
PB: Esta pregunta plantea dos cuestiones distintas. Está, en
primer lugar, la cuestión de la «resistencia». No tiene sentido
sugerir que no reconozco la resistencia de los dominados. En
pocas palabras: si hago énfasis en la complicidad de los domi-
nados en su propia dominación, es para «torcer el bastón en
sentido contrario», para romper de una vez por todas con esa
mitología populista tan extendida entre los intelectuales que
sienten la necesidad de creer que los dominados están siempre
alerta, siempre listos para movilizarse, para sublevarse, para
derribar la opresión que sufren. Proyectando su visión intelec-
tual, que es la de un espectador, un observador externo, olvidan
que los dominados son socializados por las condiciones mis-
mas en que viven y que por tanto están a menudo determina-
dos —en grados variables— a adaptarse a su situación, para
que el mundo no sea totalmente invivible para ellos.
Sobre la cuestión de la arbitrariedad, te puedo contar una
anécdota: cuando leí las pruebas de imprenta del libro dejé fue-
444 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

ra el párrafo al que te refieres, pero el director de producción


de las Éditions de Minuit lo dejó sin darse cuenta en el volu-
men final. Lo descubrí cuando abrí el libro y, al final, no quedé
descontento con ello. Pero al principio no estaba dispuesto a
ofrecer esta gratificación a muchos de los que están siempre a
la caza de la menor concesión a una «medalla de honor espiri-
tual», de una abertura, preferiblemente hacia los cielos.
Dicho esto, creo que esta conclusión «progresivista» se sigue
de las descripciones que realizo de la transformación del campo
del poder. Un modo de reproducción estadístico es al mismo tiem-
po más poderoso simbólicamente pero también más arriesgado,
puesto que la división del trabajo de dominación se vuelve cada vez
más compleja. Los espacios y lugares ocupados en la sociedad
medieval por el rey, el caballero y el clérigo, los comparten ahora
el burócrata, el hombre de negocios, el periodista, el profesor, el
obispo, el asesor de medios, el abogado, el artista, etc. Hay por
tanto una proliferación de agentes que contribuyen, a menudo
inconscientemente, al trabajo de legitimación, pero únicamente
llevándose su «parte» de los beneficios, buscando desviar en su
provecho cualquier quantum de poder que capturen, esto es, par-
ticipando en «luchas de palacio». Buena parte de los agentes que
toman parte en esta compleja estructura invocan lo universal: los
juristas reivindican la universalidad de la ley, las religiones son
universales, la ciencia es universal, los políticos se envuelven en el
manto de la virtud y la ciencia, y así sucesivamente. Todos ellos
usan estos llamamientos a la universalidad para cuestionar las
reivindicaciones de los demás, y haciéndolo hacen que avance lo
universal (Bourdieu, 1989).
Decir que las luchas en el campo del poder hacen avanzar la
universalidad no equivale en ningún caso a restablecer una
visión hegeliana o evolucionista de la historia. El movimiento
que emerge bien puede pararse o revertirse; siempre son posi-
bles las regresiones inesperadas, como bien sabemos por el
Nazismo. No obstante, el hecho es hoy que cada vez hay más
universos sociales en los que los agentes tienen un interés en lo
universal y están dispuestos a invocarlo.
LW: A pesar de todo —La noblesse d’État lo muestra clara-
mente— nos enfrentamos aún hoy a un campo del poder o a una
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 445

clase «dirigente» o «dominante» que es capaz de reproducirse, a


veces incluso genealógicamente. ¿Cuál podría ser el papel de una
sociología crítica y, en general, de los intelectuales en la lucha
contra la perpetuación de esta nobleza —ayer una nobleza de
sangre, hoy una nobleza de escuela o de Estado? En la introduc-
ción de tu libro citas la definición de Deleuze (1988) de la libertad
como un aumento de conciencia, que parece asemejarse a hacer
del desarrollo del conocimiento científico del mundo social un
instrumento de lucha contra la dominación.
PB: Es cierto que algunos grupos dirigentes han conseguido
acumular tantas formas distintas de legitimación —el aristocra-
tismo del nacimiento y el meritocratismo del éxito académico o la
competencia científica, el culto del beneficio oculto en el ensalza-
miento de la competición o en la ideología del «servicio públi-
co»— que, a pesar de su aparente incompatibilidad, se combinan
para inspirar entre los nuevos dominantes la certeza más absolu-
ta de su propia legitimidad. ¿Qué pueden hacer los intelectuales
frente a una forma de poder tan altamente eufemizada y sublima-
da, en la que se interpenetran los sectores público y privado, en la
que coexisten los modos de reproducción académico y familiar, y
que ha conseguido imponer con éxito la cultura burguesa y el art
de vivre burgués como realización última de la excelencia humana
y como condición de acceso al poder económico?
La mayor parte de las veces, los intelectuales libran luchas
de primer grado de una forma ingenua que se ajusta a la lógica
que acabo de describir: invocan lo universal —su universal—
contra los burgueses, los negocios, los líderes políticos, etc.
Esta dimensión de lucha interna al campo del poder explica
que, históricamente, los intelectuales se hayan encontrado con
frecuencia en el lado de los dominados, hasta el punto de que
su propia posición de dominados en el campo del poder les
lleva a aliarse con los dominados stricto sensu. Esta es una for-
ma de lucha en gran medida sin conciencia de sí misma y en
muchos casos acaba simplemente sustituyendo la dominación
por parte de los poseedores de capital económico por la domi-
nación por parte de los poseedores de capital cultural, como en
los así llamados regímenes comunistas. Es por tanto una lucha
completamente impura, en tanto que inconsciente de sí misma.
446 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

La sociología de los intelectuales, tal y como la desarrollé en


Homo Academicus (Bourdieu, 1984d/1988; véase también
Bourdieu y Wacquant, 1989), pretende ayudar a los intelectua-
les a luchar conscientemente, es decir, sin jugar a esa especie
de doble juego basado en la ambigüedad estructural de su posi-
ción en el campo del poder, que les lleva a perseguir sus intere-
ses específicos al abrigo de lo universal.
LW: Una acción colectiva de los intelectuales presupone un
modelo común, una función en torno a la cual pueda formarse
un consenso. ¿Cuál podría ser ese modelo? En un pasaje de La
noblesse d’État y en un artículo publicado poco después de la
aparición del libro (Bourdieu, 1989), sugieres un papel posible
basado en la doble exigencia de autonomía y responsabilidad.
PB: En la actualidad, los productores culturales están sien-
do conducidos hacia una alternativa forzosa: convertirse en
experto, esto es, en un intelectual al servicio de los dominantes
(ya sea el Estado o los inversores privados), o seguir siendo un
pequeño productor independiente a la antigua usanza, ejempli-
ficado por el profesor o profesora que enseña en su «torre de
marfil». Mi deseo personal sería que se desarrollaran empresas
colectivas emprendidas por los intelectuales con la máxima auto-
nomía con respecto a los poderes establecidos (incluyendo el
Estado, del que la mayoría de los intelectuales hoy en día
dependen) en las que usaran los logros que esta autonomía
hace posible para intervenir en la vida política, no como exper-
tos, sino como sujetos autónomos.
Ser autónomo requiere una lucha permanente y difícil, y
exige una vigilancia a la que los intelectuales apenas están
acostumbrados. Están tan habituados ya sea a ser tratados
como una cantidad desdeñable, o a ser activistas (firmando
peticiones, formulando programas, etc., esto es, poniéndose al
servicio de los dominados), que tienen que volver a aprender
cómo ser útiles sin ser utilizados. Lograr establecer con éxito
una autoridad intelectual que sea al mismo tiempo autónoma
y efectiva, esto es, capaz de actuar con prontitud en relación
con cuestiones muy complejas sin concesión alguna a los impe-
rativos de los políticos, será un proceso a largo plazo. Como
sociólogo, estoy de acuerdo con Spinoza: «La verdad no tiene
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 447

una fuerza intrínseca». El problema al que se enfrentan los


escritores y los científicos (y especialmente los científicos natu-
rales, que necesitan ser devueltos a la arena de la acción inte-
lectual urgentemente) es el de producir ideas verdaderas, lo
que presupone la autonomía, y actuar de tal forma que estas
ideas adquieran cierta fuerza.
Creo honestamente que los intelectuales aún no están listos
para esto en la actualidad. Los intelectuales a la antigua usan-
za, incluyendo a gente que admiro mucho como Sartre, no
eran lo suficientemente exigentes en ambos puntos, autonomía
y competencia por un lado, y efectividad por otro. Mi sueño
sería crear una internacional de artistas y científicos que se
convirtiera en una fuerza política —y moral— independiente
capaz de intervenir, con autoridad y con una competencia
basada en su autonomía, sobre problemas de interés general
(como el poder nuclear, la educación o las nuevas biotecnolo-
gías). No gobernarían sino que, permaneciendo en su sitio,
constituirían un control muy serio sobre los gobernantes, espe-
cialmente en aquellos ámbitos en los que saben mucho, aunque
sólo sea diciendo que no sabemos lo suficiente.
LW: Podría esperarse como mínimo que exponiendo los meca-
nismos de reproducción, cuya fuerza descansa en buena medida
sobre el hecho de que operan de forma subterránea, la ciencia
social pudiera hacer más difícil su funcionamiento y reducir su
eficacia en consecuencia.
PB: Efectivamente, creo que la sociología puede contribuir
a debilitar esta eficacia simbólica. El alboroto que ha acogido
a menudo a mis análisis, especialmente entre los intelectuales
y los que gobiernan, se explica por el hecho de que aluden a
algo muy central, a saber la creencia de la clase dominante en su
propia legitimidad y, en cierta medida (a falta de ser tan amplia-
mente difundido y comprendido como uno podría desear), la
creencia de las otras clases en esa legitimidad…
Si tantos intelectuales europeos han sido ingenuamente mar-
xistas tanto tiempo, es, entre otras cosas, porque el marxismo les
ha permitido ser muy críticos sin verse afectados por su propia
crítica. Puesto que no se refirió al capital cultural, el marxismo
siguió siendo una teoría revolucionaria con un uso puramente
448 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

externo, que cuestiona todos los poderes salvo el que ejercen los
intelectuales. Introducir el capital cultural, mediante los efectos
de consagración, ordenación, etc., es ya complejizar mucho más
las cosas, tanto científica como políticamente.
LW: ¿Por qué llamaste a este libro, que en origen iba a llamar-
se La noblesse d’École, La noblesse d’État? ¿Es porque ves en el
poder simbólico de las grandes écoles una de las dimensiones
fundamentales del papel del Estado en las sociedades avanzadas?
PB: El Estado es en el fondo la gran reserva del poder sim-
bólico, el banco central del crédito simbólico que dispensa
actos de consagración, tales como la concesión un título acadé-
mico, un carné de identidad o un certificado — todos ellos
actos a través de los cuales los poseedores autorizados de una
autoridad acreditada declaran que una persona es lo que es,
establecen públicamente tanto lo que las personas son como lo
que tienen derecho a ser. Estos actos oficiales, y los agentes que
los realizan, son respaldados por el Estado como banco central
de consagración que los garantiza y que, en cierto sentido, los
lleva a cabo a través de la mediación de sus intermediarios legí-
timos. Por ese motivo he reformulado y generalizado la fórmu-
la de Weber para decir que el Estado es el poseedor del monopo-
lio no sólo de la violencia física legítima sino también de la vio-
lencia simbólica legítima.
LW: Durante los tres últimos años, has dedicado tu curso
anual del Collège de France a la cuestión del Estado. ¿Qué te hizo
centrarte en este nuevo tema, sobre el que se ha vertido tanta tin-
ta en los últimos años?
PB: Era consciente desde hacía un tiempo de que finalmen-
te tendría que enfrentarme al problema del Estado. Pero des-
confiaba de este objeto inmenso, envuelto como está en discur-
sos de gran teoría, y quería abordarlo a mi manera, esto es, de
forma oblicua, nunca de frente. Por eso empecé esta investiga-
ción con un extenso trabajo de «sociología negativa» —por
analogía con la «teología negativa»— pensado para cuestionar
todas las presuposiciones ingenuas y eruditas sobre el Estado:
esto es, las representaciones de sentido común y los discursos
periodísticos (por ejemplo, los debates sobre el liberalismo y el
estatismo o sobre la «crisis del Estado de bienestar») así como
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 449

las teorías clásicas tratadas como documentos antropológicos,


las de Hegel, Marx y Durkheim (que es muy cercano a Hegel,
quien plantea la cuestión de las limitaciones del penseur d’État),
o trabajos contemporáneos centrados específicamente en el
Estado, en particular aquellos que han florecido en el periodo
del llamado «retorno del Estado» (por ejemplo, Evans, Rusch-
meyer y Skocpol, 1985), sin omitir los trabajos sobre las «pro-
fesiones« que participan de la filosofía, fundamentalmente fal-
sa en muchos casos, de estas «profesiones» y del Estado.
He dedicado también varias lecciones a la historia social de
las relaciones entre la sociología y el Estado para intentar des-
cubrir los vínculos profundos, que a menudo se vuelven incons-
cientes, que ligan la sociología, en su existencia y su proyecto,
al (aparentemente «socialista») tratamiento de los problemas
sociales. En resumen, cuanto más progresaba, más descubría
que la sociología —y por tanto los sociólogos— están integral-
mente vinculados al Estado y que, por consiguiente, el pensa-
miento sobre el Estado (pensée de l’État) es siempre susceptible
de convertirse en pensamiento de Estado (pensée d’État). Cuan-
do lees los textos que Durkheim produjo sobre el Estado, no
puedes desprenderte de la fuerte impresión de que es el Estado
el que se está pensando a sí mismo a través del pensador de
Estado, del sociólogo-funcionario (sociologue-fonctionnaire).
Me fui convenciendo cada vez más de que es necesario llevar a
cabo una especie de duda radical y quizá llegar incluso a cues-
tionar la existencia misma de esta entidad nominal. Empezan-
do por preguntar: ¿y si el Estado no fuera más que una palabra,
sostenida por la creencia colectiva? Una palabra que contribuye
a hacer que creamos en la existencia y en la unidad de ese con-
junto disperso y dividido de órganos de gobierno que son los
gabinetes, los ministerios, los departamentos, las direcciones
administrativas, las oficinas de esto y aquello.
Simultáneamente, había emprendido un proyecto de inves-
tigación que funcionaba para mí como una «vuelta a la reali-
dad». Usando lo que se suele llamar una «política» de Estado
—política de vivienda o, más precisamente, una reforma parti-
cular de la política de apoyo estatal a la vivienda— quería
intentar averiguar quién era su «sujeto» (Bourdieu et al, 1990).
450 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

No para descubrir «¿Quién gobierna?» (una pregunta que he


encontrado siempre extremadamente ingenua) sino cómo son
engendradas esas prácticas que se asignan al Estado —leyes,
reglas y regulaciones administrativas—, este «comportamien-
to» típico del Estado. Al mismo tiempo, había organizado, con
algunos colegas, historiadores del Collège de France, una serie
de debates sobre temas comunes, entre los cuales no pudimos
evitar encontrarnos con la cuestión de la génesis de la burocra-
cia y del Estado. Esto fue lo que me permitió y me alentó a
emprender lecturas sistemáticas sobre el nacimiento de los
grandes imperios y los Estados occidentales. Y progresivamen-
te me di cuenta de que sólo el pensamiento genético podría
permitirnos «recuperar», en cierto sentido, todo aquello que el
Estado establecido, funcionando como un formidable instru-
mento de naturalización de lo arbitrario, tiende a sustraer del
cuestionamiento y del debate — por ejemplo, lo que tiene que
ver con los problemas de lenguaje, territorio y fronteras.
LW: ¿Es este el motivo por el cual sustentas tu reflexión sobre
el Estado en un análisis de su génesis en la Europa medieval y de
la constitución de la dinastía real —la «casa» del rey?
PB: Sí. Siempre y cuando escapemos de la ilusión retrospec-
tiva y de esta especie de teleología blanda que nos lleva a creer
que todo lo que ha pasado tenía que pasar, la historia es un
poderoso medio para romper con la obviedad del orden esta-
blecido. Intenté así —no sin dudas, puesto que este es un ámbi-
to en el cual la documentación histórica es ilimitada— descri-
bir la lógica del proceso de acumulación inicial de las distintas
especies de capital que es inseparable de la constitución de un
poder real que se convierte más tarde en poder del Estado: el
capital económico (con la institución de los impuestos), un
capital de coacción armada (ejército y policía), y especialmente
el capital simbólico —algo que se omite siempre en las teorías
existentes sobre el Estado. Pero no puedo resumir en unas
pocas frases análisis que sólo tienen valor cuando uno se aden-
tra en el detalle del proceso histórico. Lo que me parecía
importante era mostrar cómo hemos pasado de la lógica propia
del Estado dinástico, basada en un sistema de estrategias de
reproducción de la familia real, a la lógica del Estado burocrá-
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 451

tico, esto es, describir la serie completa de transmutaciones


imperceptibles a través de las cuales se inventó todo lo que
incluimos en la noción de lo «público».
LW: Este es un tema que bosquejas en el capítulo final de La
noblesse d’État en tu análisis de la «invención del Estado».
PB: Sí, puesto que no puedo describir el proceso de concen-
tración y unificación que lleva a la constitución de un monopo-
lio de la violencia militar, económica y simbólica sin describir
también las estrategias a través de las cuales los que se han
convertido en dominantes creando el Estado que dominan —la
nobleza de Estado— se han asegurado un monopolio de este
monopolio, esto es, de las diversas formas de apropiación legí-
tima de los bienes públicos.
Al final, el Estado emerge como una designación estenográ-
fica de este campo tan particular constituido por el espacio de
los poderes burocráticos, como el escenario de luchas por el
poder sobre los otros campos o, si se prefiere, un campo de
fuerzas que, como tal, no es en absoluto unitario sino que está
al contrario atravesado por todo tipo de tensiones y contradic-
ciones. Este campo es el escenario de luchas que tienen como
objeto el establecimiento de las reglas que gobiernan los distin-
tos juegos sociales (campos) y, en particular, las reglas de
reproducción de estos juegos. Lo que se llama habitualmente
Estado es el lugar donde es elaborado el nomos, la ley funda-
mental, el principio de visión y división dominante y legítimo.
Este nomos, que permanece implícito en su mayor parte, es el
principio de todos los actos sociales de nominación, designa-
ción de personas para cargos, concesión de títulos de nobleza
social, pero también actos de clasificación, de ranking, que a
menudo adquieren la forma de ritos de institución que inscri-
ben las identidades sociales jerarquizadas en la objetividad de
la existencia social.

Nota: Este es el texto de una entrevista realizada por Loïc Wacquant en el


Aeropuerto de Chicago-O’Hare en abril de 1989 y editada en Cambridge, Massa-
chusetts, en Noviembre de 1990, con ocasión de la publicación de la obra de
Pierre Bourdieu La noblesse d'État: Grandes écoles et esprit de corps (París, Édi-
tions de Minuit, colección «Le sens commun», 1989, 579 págs.).
452 PIERRE BOURDIEU Y LOÏC WACQUANT

REFERENCIAS

BLOCH, Marc (1949): La société féodale. Les castes et le gouvernement des


hommes. París: Albin Michel.
BOURDIEU, Pierre (1975/1987): ‘The invention of the Artist’s Life’, Yale
French Studies, 73, 75-103.
— (1977): Outline of a Theory of Practice. Cambridge: Cambridge University
Press.
— (1979/1984a): Distinction: A Social Critique of the Judgement of Taste.
Cambridge, MA: Harvard University Press; London: Routledge & Kegan
Paul.
— (1980/1990b): The Logic of Practice. Cambridge: Polity Press; Stanford:
Stanford University Press.
— (1984b): ‘Les rites d’institution’, Actes de la recherche en sciences sociales
(reeditado en Bourdieu, 1990a).
— (1984c/1985): ‘Social Space and the Genesis of Groups’, Theory and
Society, 14 (6), pp. 723-44.
— (1984d/1988): Homo Academicus. Cambridge: Polity Press; Stanford:
Stanford University Press.
— (1986): ‘The Forms of Capital’, pp. 241-58 en John G. Richardson (ed.):
Handbook of Theory and Research in the Sociology of Education. New
York: Greenwood Press.
— (1987/1990a): In Other Words: Essays Towards a Reflexive Sociology. Cam-
bridge: Polity Press; Stanford: Stanford University Press.
— (1989): ‘The Corporatism of the Universal: The Role of Intellectuals in
the Modern World’, Telos, 81 (otoño), 99-110.
— (1990): ‘La Domination masculine’, Actes de la recherche en sciences
sociales, 84, 2-31.
BOURDIEU, Pierre y Jean-Claude PASSERON (1970/1977): Reproduction in
Education, Society and Culture. London : Sage (nueva edición 1990).
BOURDIEU, Pierre y Loïc J.D. WACQUANT (1989): ‘For a Socioanalysis of
Intellectuals: Interview on Homo Academicus’, Berkeley Journal of Socio-
logy, 34, pp. 1-30.
— (1992): An Invitation to Reflexive Sociology. Chicago: The University of
Chicago Press; Cambridge: Polity Press.
BOURDIEU, Pierre et al. (1990): ‘L’économie de la maison’, Actes de la
recherche en sciences sociales, 81 (marzo).
COOKSON, Peter y Caroline HOGES PERSELL (1985): Preparing for Power:
America’s Elite Boarding Schools. New York: Basic Books.
DELEUZE, Gilles (1988): Le pli, Leibniz et le baroque. París: Éditions de Minuit.
DUBY, Georges (1978): Les trois ordres ou l’imaginaire du féodalisme. París:
Gallimard.
DE LA CLASE DOMINANTE AL CAMPO DEL PODER 453

DURKHEIM, Émile (1912/1968): Les formes élémentaires de la vie religieuse.


Paris: Presses Universitaires de France.
EVANS, Peter; Dietrich RUSCHMEYER y Theda R. SKOCPOL (eds.) (1985):
Bringing the State Back In. Cambridge: Cambridge University Press.
FOUCAULT, Michel (1975): Surveiller et punir. Naissance de la prison. Paris:
Gallimard.
GOFFMAN, Erving (1961): Asylums. Harmondsworth : Peguin Books.
HABERMAS, Jürgen (1970): Towards a Rational Society: Student Protest,
Science and Politics. Boston: Beacon Press.
WEBER, Max (1918-20/1978): Economy and Society, 2 tomos. Berkeley: Uni-
versity of California Press.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN. Wacquant y la ciudad desde sus márgenes,


Ignacio González Sánchez ....................................................... 7

PARTE I
TEORÍA SOCIAL:
ENCARNACIÓN Y PODER

1. El cuerpo, el gueto y el Estado Penal. Una breve guía bio-


gráfica y analítica, Loïc Wacquant......................................... 19

2. Cuerpo, mente y gueto. Una reapropiación creativa de la


teoría de la práctica de Pierre Bourdieu, José Manuel
Fernández ............................................................................... 51

3. Venas abiertas: memorias políticas y corpóreas de la vio-


lencia, Francisco Ferrándiz ................................................... 89

PARTE II
MARGINALIDAD HUMANA:
FORMAS Y MECANISMOS DE RELEGACIÓN
EN LA CIUDAD DUAL

4. La estigmatización territorial en la edad de la marginalidad


avanzada, Loïc Wacquant ...................................................... 119

5. La marginalidad avanzada como uno de los semblantes del


capital simbólico negativo, Miguel Alhambra Delgado ......... 135
6. El concepto de gueto como analizador social: abriendo la
caja negra de la exclusión social, Luis Enrique Alonso ........ 151

7. Parias urbanos, parias mediáticos: los medios de comuni-


cación y la marginación de la pobreza, Félix A. López Román. 183
6 ÍNDICE

PARTE III
ESTADO PENAL:
LA CONTENCIÓN PUNITIVA COMO POLÍTICA
PARA LA POBREZA

8. La tormenta global de la ley y el orden: sobre neolibera-


lismo y castigo, Loïc Wacquant.............................................. 203

9. El Estado de Derecho y el orden social, Juan S. Pegoraro ... 229

10. La reconfiguración del Estado y del castigo, Ignacio Gon-


zález Sánchez .......................................................................... 235

11. ¿Punitividad, benevolencia o ambas? Limitaciones concep-


tuales de algunos discursos contemporáneos, Alfonso
Serrano Maíllo ........................................................................ 307

12. Simbiosis vital, Dario Malventi ............................................. 329

13. ¿Qué tiene que ver el neoliberalismo con esto? Hacia una
economía política del castigo en Grecia, Leonidas K. Che-
liotis y Sappho Xenakis ........................................................... 365

14. El Estado penal y el gobierno de la marginalidad en la


América Latina contemporánea, Markus-Michael Müller .... 401

EPÍLOGO. De la clase dominante al campo del poder, Pierre


Bourdieu y Loïc Wacquant ..................................................... 423

Lista de autores .......................................................................... 455

También podría gustarte