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Límite

ISSN: 0718-1361
revlimite@uta.cl
Universidad de Tarapacá
Chile

Herrera Guido, Rosario


Poética del psicoanálisis.
Límite, vol. 1, núm. 12, 2005, pp. 105- 118
Universidad de Tarapacá
Arica, Chile

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83601204

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Límite. Revista de Filosofía y Psicología
Nº 12, 2005. pp. 105-118
ISSN 0718-1361

POÉTICA DEL PSICOANÁLISIS


Rosario Herrera Guido

RESUMEN

Sigmund Freud, al descubrir el inconsciente como un saber que no se sabe, como


resultado de un desconocimiento producido por la conciencia moral con ayuda de
la censura, el desplazamiento y la condensación (metáfora y metonimia en la
lectura de Jakobson-Lacan), abre la posibilidad de pensar en una dimensión
poética del inconsciente y sus formaciones: el sueño, el chiste, el lapsus y el
síntoma. Asimismo, después del intento fallido de Freud, de incluir al
psicoanálisis en el campo doctrinal de la ciencia positiva de su tiempo, y en un
momento de madurez de su obra, llega a decir que inscribiría al psicoanálisis en
la universitas litterarum. Además de estas sugerentes propuestas, está la lectura
poético-literaria del lenguaje, tanto en su trabajo clínico como en sus
interpretaciones de la cultura. La lectura poética se aprecia fundamentalmente en
la confluencia entre el sonido de las palabras y el deslizamiento de su sentido,
justo como funciona la escucha de la poesía. Todos estos elementos permiten, a
través de la lectura de Lacan, pensar en una ética que abre una dimensión estética
del psicoanálisis como (po)ética.

ABSTRACT


Psicoanalista. Licenciada en Filosofía (UMSNH, México). Maestra en Psicología (UAQ,
México). Doctora en Filosofía (UNED, España). Doctora en Psicoanálisis (CIEP, México).
Profesora e Investigadora de la Facultad de Filosofía (UMSNH). Directora de la Revista
Internacional de Filosofía y Filosofía de la Cultira Devenires, Facultad de Filosofía.
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (México). Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores. E- mail: rherrera@zeus.umich.mx

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Revista Límite Nº 12, 2005

Sigmund Freud, in discovering the unconscious as an unknown knowledge (or a


knowledge that is not known), as a result of a lack of acknowledgement produced
by the moral consciousness with the help of censorship, displacement and
condensation (Jakobson-Lacan's metaphore and metonyme), opens up the
possibility of thinking in a different level or dimension: that of the (po)ethics of
the unconscious and its different formations: the dream, the joke, the lapsus and
the symtom. Likewise, after Freud's failure to include psychoanalysis as part of
the doctrinal corpus of the positive science of his time, and at a moment when his
works had reached full maturity, he states that he would inscribe psychoanalysis in
the universitas litterarum. Aside from the above mentioned suggestions, we find
the literary-poetical reading of language, in his clinical work as well as in his
interpretations of culture. The poetical reading can be especially appreciated in the
confluency of the sound of works and the sliding of their meaning, just as it
happens when listening to poetry reading. All these elements -in Lacan's
perspective- allow us to conceive an ethics that opens up an aesthetical dimension
of psychoanalysis in terms of (po)ethics.

1. PROEMIO

Sigmund Freud, al descubrir el inconsciente como un saber que no se


sabe, resultado de un desconocimiento producido por la conciencia moral, con
ayuda de la censura y sus mecanismos de deformación (el desplazamiento y la
condensación, es decir, la metáfora y la metonimia en la lectura de Jakobson-
Lacan), abre la posibilidad de pensar en una dimensión poética del inconsciente y
sus formaciones: el sueño, el chiste, el lapsus y el síntoma.

Asimismo, después del intento fallido de Freud, de incluir al psicoanálisis


Rosario Herrera Guido

en el campo doctrinal de la ciencia positiva de su tiempo, y en un momento de


madurez de su obra, llega a decir que inscribiría al psicoanálisis en la universitas
litterarum. Además de estas sugerentes propuestas, está la lectura poético-literaria
del lenguaje, tanto en su trabajo clínico como en sus interpretaciones de la cultura.
La lectura poética se aprecia fundamentalmente en la confluencia entre el sonido
de las palabras y el deslizamiento de su sentido, justo como funciona la escucha de
la poesía. Todos estos elementos permiten, a través de la lectura de Lacan, pensar
en una ética que abre una dimensión estética del psicoanálisis como (po)ética.

2. EL PSICOANÁLISIS Y LA POÉTICA

Se ha hablado de método psicoanalítico, de técnica del psicoanálisis, de


lógica de la cadena significante (en relación al inconsciente estructurado como un
lenguaje), de topología del inconsciente (como estética trascendental del
psicoanálisis), y hasta de matematización de las estructuras subjetivas. Sin
embargo, a pesar de que hay sugerencias vertidas aquí y allá en el discurso del
psicoanálisis, especialmente en Freud y Lacan, sobre una posible lectura poética
del psicoanálisis y una notable relación entre el inconsciente y la poesía, no hay
hasta el momento una sistematización que permita fundamentar una dimensión
poética del psicoanálisis.

Freud, que a lo largo de su basta obra no deja de hablar del inconsciente


como un fenómeno lenguajero, ya apuntaba hacia una lectura poética, sobre todo
al referirse a la interpretación de las formaciones del inconsciente: sueños, chistes,
lapsus y síntomas.

La asociación libre, el modo paradigmático de operar del tratamiento


analítico, por discurrir libremente posibilita que el lenguaje se adelante al
pensamiento (uno de los modos ejemplares de proceder de la literatura: el poema,
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el ensayo y la novela), abriendo una dimensión poética que promueve que las
palabras digan más de lo que el sujeto ha querido decir, y con ella la dimensión de
la verdad. Parafraseando a Blas Matamoro, el psicoanalista, como el poeta, sabe
que las palabras saben más que ellos. Y es que el inconsciente es precisamente ese
desconocimiento del sujeto que dice no saber, y al que hay que creerle, pues no
sabe de su sufrimiento mientras no pueda decirlo, es decir, hasta que las palabras
lo digan, siempre en el límite de lo indecible del deseo inconsciente. En cuanto a
la asociación libre, Lacan ha dicho que la regla fundamental del psicoanálisis
permite que la palabra progrese a fin de abrir las compuertas del ser y llegue a
realizarse algo de la verdad del sujeto. Se puede hablar entonces de una poética
del inconsciente, sin olvidar que la palabra, al mismo tiempo, en ese libre discurrir
pone entre paréntesis al ser, suspendiendo la ley de no-contradicción 1 .

Desde el punto de vista estructural, las formaciones del inconsciente


(sueños, chistes, lapsu. y síntomas), son gestadas por procesos primarios
(condensación y desplazamiento; metáfora y metonimia en la lectura de
Jakobson 2 ), que sirven a la conciencia moral y sus mecanismos de censura. La
posibilidad misma de una poética del inconsciente, me permite comprender la
regla fundamental del psicoanálisis (la asociación libre), pues ésta exige que
prescindir del significado, de tal modo que se llegue a presentificar algún
significado cualquiera del discurso del analizante, posibilitando que se deslice el
sentido (como sucede en parte en la experiencia del acto poético), y surja alguna
significancia del sujeto. En un conocido Seminario de Lacan que ha sido traducido
por Atolondradicho, encontramos una lectura poética del inconsciente, justo
porque éste no logra traducirse en términos de verdad más que como mediodicho

1
Jacques Lacan, Los escritos técnicos de Freud, Barcelona, Paidós, 1981, pp. 41-2.
2
Es a Roman Jakobson a quien se debe el descubrimiento del paralelo
condensación=metáfora y desplazamiento=metonimia, a partir de las figuras retóricas
(también poéticas), que desarrolla en su texto sobre las afasias. Ver en Jakobson, R., "Dos
trastornos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos", en Fundamentos del lenguaje,
Madrid, Ayuso, 1980.
Rosario Herrera Guido

(decir a medias como la poesía) y sólo recibe su sentido precisamente de ese


decir 3 .

Desde el nacimiento del psicoanálisis es apreciable que Freud recurra con


frecuencia a la literatura o a los juegos lingüísticos, incluso a la gramática, así
como a una búsqueda filológica de los sentidos de las palabras; todo ello con el
propósito de avanzar en la construcción del discurso del psicoanálisis, concibiendo
al inconsciente como un fenómeno ligado al lenguaje. Precisamente a una lectura
de corte literario se deben sus afortunados hallazgos sobre las posibilidades
poéticas del lenguaje: a saber, la coincidencia entre el sonido y el sentido.

No sería suficiente este espacio para referirme a todas las menciones que
Freud hace, a lo largo de su voluminosa obra, a expresiones y asociaciones ligadas
a la poesía y la poética. Valga sólo un breve recorrido para alumbrar un poco más
lo que pretendo mostrar a fin de comprender.

En La interpretación de los sueños (1900), hay un sueño oriental al que


Freud se refiere como un paradigma por excelencia, no sólo de la interpretación de
los sueños sino de la misma elaboración onírica. Me refiero al sueño que el
arqueólogo Winkler rescatara para el museo del psicoanálisis. Cuando Alejandro
de Macedonia ha puesto sitio a la Ciudad de Tiro, elabora un sueño en el que ve
danzar sobre su escudo a un sátiro, y al que Aristandro interpreta haciendo un
corte al significante sátiro (una escansión poética), provocando la escisión del
sonido para desbordar el sentido del deseo que realiza el sueño: sa/Tiro (tuya es

3
Jacques Lacan, "El atolondradicho", en Escansión 1, Barcelona, Paidós, 1981, p. 390.
Lacan se refiere a la lógica del significante. Sin embargo, si el significante no significa
nada, en la medida en que otro significante tiene que venir a significarlo (como mostrara
San Agustín en su diálogo De magistro), es necesario que un operador produzca algún
efecto de significancia; este operador es el analista, que es un sujeto-supuesto-saber, pues
en la medida en que no sabe (y como Sócrates enseña preguntando), permite que la cadena
significante se deslice abriendo la dimensión de la polisemia, dando lugar a un efecto
poético.
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Tiro); tras la interpretación de este sueño, Alejandro Magno se adueña de Tiro.


Aquí comenta Freud:...tan estrechamente dependen los sueños de la expresión
lingüística que Ferenczi (1910) puede señalar con acierto que toda lengua tiene
su propio lenguaje onírico. Un sueño es por lo general intraducible a otras
lenguas, y lo mismo vale, creo, para el presente libro. A pesar de ello, primero el
doctor A.A. Brill en Nueva York, y tras él otros, han logrado traducir La
interpretación de los sueños. 4

Sí, tan intraducibles son los sueños como los poemas, pues en ambos
participan, aunque en un nivel distinto, los procesos inconscientes. A ello se debe
también que los usos del lenguaje sean fenómenos nacionales o regionales. No hay
inconsciente colectivo, como pensara Jung. La diferencia entre la creación poética
(tan singular) y el discurso de la psicosis, es que el poeta pone a circular sus
versos e imágenes poéticas, hace lazo social con ellos. Por ser intraducibles los
sueños como los poemas, el psicoanalista francés Serge Cottet afirmaba en una
conferencia impartida en la UNAM, que las interpretaciones psicoanalíticas eran
por lo regular nacionales. En realidad, todas las formaciones del inconsciente
(sueños, chistes, lapsus y síntomas), están expuestas a tal imposibilidad. Más no
por ello el psicoanálisis abandona el campo de la interpretación, pues es a esta
imposibilidad de la verdad, a la que debe su existencia.

Desde los pensamientos oníricos hasta el contenido manifiesto del sueño


(el relato), en el trabajo del sueño lo que prevalece es un texto, una cadena
significante cuyos eslabones une poéticamente el deseo. Por ello a Freud siempre
se le aprecia atareado con juegos de lenguaje, derivaciones de palabras, etc. La
elaboración de un sueño como su interpretación exige un análisis poético, pues es
lo que conviene a la estofa del inconsciente.

4
Sigmund Freud, "La interpretación de los sueños", en Obras Completas, Buenos Aires:
Amorrortu, 1979, t. IV, nota 4, p. 121.
Rosario Herrera Guido

Tanto Freud como Lacan, con su cúmulo de referencias a la literatura, a


la poesía y la estructura poética de la lengua, sugieren una poética del
psicoanálisis, que atraviesa tanto el discurso como su práctica. El mismo Lacan
nos recuerda que Freud siempre se mantuvo fiel a la idea de reclamar una
institución ideal para la formación de los analistas, a la que bautizara con el
poético nombre de Universitas Litterarum. En cuanto a Lacan, temprano advierte
que el analista debe ser un gran conocedor de las posibilidades poéticas del
lenguaje:...basta con escuchar poesía, como era sin duda el caso de F. Saussure,
para que se haga escuchar en ella una polifonía y para que todo discurso muestre
alinearse sobre varios pentagramas de una partitura. 5

En el capítulo VII de La interpretación de los sueños, Freud nos ofrece


un sueño que en sí mismo es un acto poético, en la medida en que apunta hacia lo
real imposible de nombrar. El sueño: ahí está un padre descansando en el cuarto
de a lado donde es velado su hijo muerto y un viejo queda a su cuidado. Pero el
padre es despertado no sólo por el ruido de una vela que cae sino por un sueño que
es metáfora de la realidad: El hijo que se acerca al padre y le dice ¿Acaso no ves
que ardo? En el momento mismo del sueño, la vela caída prende al hijo muerto.
Lo que despierta -dice Lacan- es otra realidad superior al ruido de la vela al caer.
Son las palabras las que evocan otra realidad: la muerte del niño. Palabras que se
repiten -afirma Freud-, y que fueron dichas cuando el niño ardía en fiebre. El
sueño repite una realidad fallida (lo que retorna es lo real). La realidad -dice
Lacan- que ya sólo puede hacerse repitiéndose indefinidamente, en un despertar
indefinidamente nunca alcanzado. Todos duermen: ésta es la metáfora de Lacan.
El encuentro entre el sueño y la realidad es poético, como la poíesis griega, hace
que lo que no es sea. El encuentro fallido con lo real es sólo por un instante,
nacido de la grieta entre el sueño y la realidad, entre el deseo y lo real. En el sueño
hay un padre que descansa sin descansar (pues lo real lo despierta), hay un viejo

5
Jacques Lacan, Escritos, México: Siglo XXI, 1980, t. 1, p. 180.
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incapaz de velar, habitado por un sueño ignoto y un niño que no despertará jamás,
aunque parezca estar dormido. La metáfora del sueño no resucita al niño, sólo es,
como la poesía, la estela del hijo perdido para siempre, que hace oír al deseo. Dice
Lacan:... En ese mundo sumido en el sueño, sólo una voz se hizo oír: Padre ¿acaso
no ves que ardo? La frase misma es una tea, por sí sola prende fuego a lo que
toca, y no vemos lo que quema, porque la llama nos encandila ante el hecho de
que el fuego alcanza lo Unterlegt, y lo Untertragen, lo real. 6 Una sola frase,
metáfora de la realidad, suspendida por la espada de la muerte, retorna para
incendiar el deseo de un padre, atravesar el Hades y prender lo real. Sueño
paradigmático en el que una metáfora incendia el duelo de la noche, y la muerte es
más brillante por un encuentro fallido que se desvanece en las sombras evocando
la nada.

En el Análisis de la fobia de un niño de cinco años, el punto de partida es


el síntoma, que es tratado como contenido manifiesto de un sueño, a fin de
descifrar la forma en que se estructura la elección de una fobia. Juanito dice a sus
padres tener miedo de salir a la calle. Por esta angustia pide volver a la casa de
inmediato. Después su temor lo liga a dos representaciones: miedo a que un
caballo lo muerda y a que los caballos que jalan carros puedan caer. Freud escucha
la fobia como lo hace con el sueño. Caballo es un significante que debe tener un
sentido. Pero el análisis no se dirige a lo que se dice, sino a un decir que
trastabilla, que (mal) dice, como la poesía, deslizando otro sentido. Freud, desde el
comienzo de sus investigaciones privilegia una doble escucha. Y este otro sentido
se hace escuchar cuando Juanito no puede decir la palabra wegen (por causa de), y
dice Wägen (carruaje), con la diéresis alemana que suena como e. Más que en los
adultos -dice Freud- los niños se comportan con las palabras como si fueran cosas,
por lo que las homofonías se sustantivan. Así es que este por causa de es
interpretado como dirigiéndose al padre. En cuanto al caballo, luego de otras

6
Jacques Lacan, El yo en la teoría de Freud (Seminario 2), Barcelona: Paidós, 1987, p. 67.
Rosario Herrera Guido

asociaciones lenguajeras, resulta ser el representante simbólico del padre.


Metáforas y metonimias, mitos, tragedias, obras literarias, cuentos populares,
leyendas, se conjugan para avanzar en la teoría de las formaciones del
inconsciente, tanto en los Estudios sobre histeria como en los cinco grandes casos
clínicos que diera a conocer Freud, asimismo en sus desarrollos sobre la cultura:
arte, religión, política, etc.

3. (PO)ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS

Freud como Lacan, en tanto comprometidos con el decir del inconsciente,


parten de la interpretación, y ambos llegan a un límite insuperable: lo que no se
puede decir, lo real que escapa al lenguaje. Es lo imposible de decir hacia lo que
debe apuntar una poética del psicoanálisis, una poíesis de la verdad. Porque el
analizante, como el poeta, padecen de esa imposibilidad de decir lo que quieren
decir. Me voy a permitir citar unos versos del poema "El río" de Octavio Paz,
tomados de La estación violenta, para ilustrar lo que pretendo mostrar sobre la
pasión de lo indecible: A mitad del poema me sobrecoge siempre un gran
desamparo, / Todo me abandona, / no hay nadie a mi lado, ni siquiera esos ojos
que desde detrás / contemplan lo que escribo, /no hay atrás ni delante, la pluma
se rebela, no hay comienzo ni / fin, tampoco hay muro que saltar, / es una
explanada desierta el poema, lo dicho no está dicho, lo no / dicho es indecible...

Lacan, basado en Freud, parte del inconsciente estructurado como un


lenguaje. A partir de aquí parecía que todo quedaba reducido al lenguaje.
Ciertamente Lacan encuentra que el sujeto se estructura en relación a la cadena
significante, pero también que no todo del sujeto puede entenderse en relación a
ella. Hay algo indecible que tiene que ver con la imposibilidad de decir el ser. Por
ello, en psicoanálisis, el ser no se dice, se hace. Para hacer ser se necesita una
poíesis de la verdad, como aletheia, en el doble sentido de la palabra
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alumbramiento (de dar a luz y poner a la luz).

¿Poíesis de la verdad? Esta es una frase peligrosa en el contexto de un


ensayo sobre psicoanálisis, pues para el discurso psicoanalítico la verdad es
insostenible, en tanto es efecto del significante, mientras que lo real indecible
siempre ha estado ahí. Para poder hablar de una poíesis de la verdad y de una
verdad de la poíesis, tenemos que deconstruir el lenguaje, de modo que algo de lo
real surja ahí. Y es que el encuentro imposible con la cosa es un problema más
viejo para la filosofía que para el psicoanálisis. La palabra siempre ha estado en
déficit con la cosa, al menos desde el diálogo socrático el Cratilo. 7

En algún momento de su enseñanza, Lacan afirma que no hace lingüística


sino lingüistería. Asimismo me permito afirmar que no hace ontología sino
ontologería, pues la experiencia con el ser en psicoanálisis es la de hacerlo nacer
de esa falla que sufre el ente cuando está por decirse. 8 El analizante, como el
poeta, siempre habla de esta falla, de la carencia-en-ser para todo ente. El mismo
Octavio Paz, en El mono gramático, habla de esta falla: Yo siempre voy a donde
estoy, yo nunca llego a donde soy. 9 Una demanda analítica fundamental es ¿Qué
soy?, pero que conduce a una situación evanescente, pues el sujeto del
psicoanálisis, me atrevería a decir igual que el de la poética, carecen de ser,
porque ningún significante puede decir el ser del sujeto. ¿Qué soy? Es la pregunta
del neurótico que lo lleva a demandar a Otro un significante de la verdad; el
obsesivo se echa a cuestas un largo trabajo de verificación del ser, de que está ahí,

7
Platón, "Cratilo o de la exactitud de las palabras", en Obras Completas, Madrid, Aguilar,
1974, pp. 551. Luego de indagar lo que las palabras pueden contribuir a dilucidar la verdad,
Sócrates termina desconfiando de ellas y conminando a Cratilo a que no parta de los
nombres sino de las cosas mismas.
8
Jacques Lacan, Radiofonía y televisión, Barcelona, Anagrama, 1980, p, 45. Para
simplificar he interpretado la frase que a la letra dice: Mi experiencia no toca al ser sino
para hacerlo nacer de la falla que produce el ente por decirse.
9
Octavio Paz, El mono gramático, Barcelona: Seix Barral, 1974, p. 85.
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y siempre va a verificar si cerró la puerta, la llave del agua...etc.; mientras que la


histérica se afana en verificar que eso no está, por lo que llora amargamente.

No hay respuesta al qué soy, porque el sujeto es lo que un significante


representa para otro significante; afirmación a la que hay que agregarle: para un
significante que falta, pues el significante carece de significación propia, por lo
que siempre remite a otro y a otro más. Lo que no existe es el significante que
vendría a decir el ser del sujeto, justo en el intervalo entre un significante y otro,
pues en este deslizamiento, como sugiere Octavio Paz, el sujeto no puede decir yo
soy aquí. Al nivel del inconsciente (como cadena significante), el sujeto está
indeterminado, se desliza metonímicamente en su incertidumbre. Como el sujeto
surge justo por ser excluido del lugar donde se encuentra determinado por el
significante que lo representa, siempre surge la pregunta ¿y el ser del sujeto? No
es ni está en ningún lado. A ello se debe que el sujeto nunca deja de interrogar por
su ser. Por esto es que el sujeto se define como pregunta. Y su respuesta es
poética.

La carencia en ser no implica su olvido ni la reducción moderna del ser a


Yo, por obra del cartesianismo. Por ello el poeta, ante el olvido del ser, habla de la
errancia de una humanidad sin patria, en una noche inacabable, en la que hasta los
dioses han huido, y no queda ni el rastro de su marcha, según interpretara
Heidegger en el canto de Hölderlin. 10 No olvidar el ser, en psicoanálisis, implica
el reto ético y estético, es decir, (po)ético de tener que hacer ser, ahí donde falla el
lenguaje al querer decir el ser. Por lo que el sujeto tiene que pasar por un acto
poético, en el sentido griego originario y en el sentido psicoanalítico: por lo que
causa el deseo y lleva al sujeto a hacer lo que no era.

El sujeto es efecto del significante, y esta operación deja un resto: el

10
Martin Heidegger, Arte y poesía, México: F.C.E., 1978, pp. 125-48.
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objeto que causa su deseo, el poco de real que cae de cada frase. Porque como
diría Octavio Paz: las palabras sólo nos dan la estela de las cosas. El ser en
psicoanálisis es el objeto causa del deseo, el objeto perdido que causa el deseo. Es
un objeto indecible, pues pertenece al ámbito del Ello y de las pulsiones, que se
resisten a la nominación. No hay otra vía más que la poética para intentar bordear
lo real. Ya en la "Conferencia 31" de las "Nuevas conferencias de introducción al
psicoanálisis", Freud sostenía que la única forma de acercarse a ese innombrable
es a través de metáforas. 11

Como nada del orden simbólico puede representar al sujeto, un elemento


ajeno a la cadena significante viene a colmar esa ausencia, pero al mismo tiempo a
señalarla. El ser que se crea ahí donde el sujeto desfallece, una vez creado ya no le
pertenece más. Pero es un objeto, este que causa el deseo, que viene a detener el
deslizamiento del sujeto en la cadena significante. Es la forma en que el sujeto va
más allá del significante, relacionándose con lo real, haciendo ser.

Porque el significante fracasa, en la medida en que no puede responder a


la pregunta del sujeto por el ser. La única forma de escapar a esa incertidumbre es
un acto, mismo que viene a presentificar lo que está más allá del inconsciente, de
la cadena significante, la poíesis de la verdad: el objeto causa del deseo. En el
Noveno Coloquio de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis 12 , opuse la
propuesta del instante de Kierkegaard a la duración de Bergson, para sostener que
sólo el instante hace acto, pues sin acto no hay poíesis del análisis. Es el tiempo de
un objeto que es alumbrado en el proceso analítico; un objeto que es el sujeto
mismo como discontinuidad en lo real, en el tiempo, ya que surge del corte de la
cadena significante, de la escansión del discurso (término no por casualidad propio

11
Sigmund Freud, "Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, (1933), en Obras
Completas, Bs. As.: Amorrortu, 1979, t. XXII, p. 68.
12
Rosario Herrera, "Tiempo y (po)ética en psicoanálisis", en El tiempo, el psicoanálisis y
los tiempos, México. FMP, 1993, pp. 215-228.
Rosario Herrera Guido

de la experiencia poética).

Entre la esencia de la técnica psicoanalítica (concebida como poíesis) y la


técnica psicoanalítica, hay un cambio cualitativo en la producción. La técnica
psicoanalítica alcanza -como diría Heidegger- al sujeto técnico que es producido,
objetivado en proceso, sistema y modo, hasta la burocratización y el Standard, que
sólo permite hacer como Freud, Klein o Lacan, o el propio analista, hasta la
robotización del lenguaje, incluso del silencio.

Ahora podemos volver a la interpretación, que siempre es falsa porque


hace desfallecer al sujeto, escande su discurso poéticamente, cae en el filo de la
que pretende ser la última palabra, haciendo un vacío donde surge el objeto causa
del deseo. El sujeto no se sostiene. Esto es lo que se verifica en un análisis. Ello
quiere decir que no se sostiene en un elemento verificable: en el significante. El
sujeto sólo se sostiene en lo que queda como resto: un objeto que cae, un
inverificable, un (a)sentido: a saber, afirmado y sin sentido, como aletheia y
poíesis de la verdad.

El análisis no es sólo la prueba de la falta en ser del sujeto, tampoco la


pura verificación del objeto causa del deseo que el analizante es, el objeto que
habrá sido en el lugar en que el Otro, al que dirige su demanda de verdad sobre su
ser, carece del significante que designe su ser. En el análisis se encuentra una
respuesta al ¿Qué soy? Una respuesta de lo real. ¿Qué soy? Objeto causa del
deseo. Ahí donde el sujeto se ve perdido en su estatuto de sujeto del significante,
se realiza como deseo: inventa su propio nombre al hacerse su propio objeto.

El análisis, por el camino de la imposibilidad, lleva a hacer algo de ser, a


alumbrar el ser en el borde de la falla significante. En este corte, escansión del
discurso del sujeto, poíesis de una verdad con minúscula, está fundada una posible
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(po)ética del psicoanálisis, que abre la dimensión ética del deseo hacia una estética
como creación de nuevos significantes y realidades.

CONCLUSIONES

Entre líneas y en ocasiones como claras referencias, tanto de Freud como


de Lacan, es posible sistematizar una posible lectura poética del discurso
psicoanalítico. Tanto por la estructura poética de las formaciones del inconsciente
(sueños, chistes, lapsus y síntomas), como por las circunstancias metodológicas y
técnicas del acto analítico, cabe concluir que el psicoanálisis está ligado a la
experiencia poética y a las formas en que discurre la misma poesía. Y ello es así,
justo porque la naturaleza del inconsciente, estructurado como un lenguaje
(Lacan), comparte su estofa con la experiencia poética.

Asimismo, dada la naturaleza del inconsciente, la técnica del


psicoanálisis deviene techné, es decir, poíesis griega, mas como la vía regia de un
saber hacer con la desgarradura subjetiva; una poíesis que es un traer desde lo no
presente a la presencia, lo que es su verdad, como aletheia de la poíesis y del acto
analítico: producir el ser, abrirlo a su verdad, alumbrarlo (en el sentido de dar a luz
y de ponerlo a la luz).

Por último, el psicoanálisis no sólo pone a prueba la falta en ser, por la


imposibilidad de nombrarlo, sino que permite pensar en una ética del deseo que es
a su vez una estética, concebida como creación de realidad: a saber, en una
(po)ética del psicoanálisis.

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