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Turbulencias y glorias en la fundación de la ciudad Salta

Vivir la ciudad es una experiencia entre las vivencias actuales y las pasadas. Y el pasado de
Salta hierve de historias fantásticas para ser contadas.

La Fundación de Salta fue el punto cero de una historia que se echó a correr hasta
nosotros.

Cuando Hernando de Lerma, licenciado en leyes y único adelantado con título


universitario, levantó su espada para dejar fundada la ciudad de San Felipe de Lerma en el
Valle de Salta, ninguno de los presentes -70 españoles y más de cien indios- se imaginaron
que 436 años después recrearíamos ese momento cero de la historia nuestra comunidad.
Por entonces la preocupación no era el futuro, sino un presente lleno de hostilidades. Para
evitarlas, buscaron mantener líneas de abastecimiento entre el puerto del Callao, en Perú,
y el de Buenos Aires. Los estrategas del antiguo Virreinato del Perú habían organizado para
ello oleadas de fundaciones a la vera del tramo.
Por eso, previamente al acto de Lerma, el Virey Toledo, cabeza del poder español en
América, ordenó varias fundaciones pero todas tuvieron vida efímera. Lerma fue más
cuidadoso que sus antecesores y fundó la ciudad sobre un terreno rodeado por dos cauces
que proveerían agua y defensa. El cerro San Bernardo también serviría de vigía. A su
sombra, en el primer día de vida de la ciudad, Lerma ya se enfrentaría a la poderosa
Iglesia colonial en la figura del obispo Victoria: su ausencia en el acto sería el inicio de un
desencuentro que llevaría a Lerma a la cárcel. Desde ese día, 16 de abril de 1582, Lerma,
de 37 años, gobernaría su aldea solo por dos. La Audiencia de Charcas lo apresa y conduce
a la Cárcel Judicial de Madrid en 1591, donde falleció un año después. El obispo Victoria,
escarnecido también, terminaría sus días encerrado en un convento por orden de la
Inquisición.

Juan Matienzo, oidor de la Audiencia, ya en 1556 en su obra “Gobierno del Perú” nombra al
Valle de Salta punto estratégico para poder llevar las riquezas del Potosí hasta el Atlántico.
El Virrey Toledo envió a tal fin, expediciones infructuosas.
Por su parte, aquellos primeros pobladores debieron soportar enfermedades, insectos, y el
ataque de los indios que quemaron la aldea más de 10 veces. Era tal el asedio de los
originales, que para ser considerado “vecino”, el ciudadano debería por lo menos asistir
dos veces a la “pacificación” de los “salvajes”.
Una vez fuera Lerma, el gobierno interino de Salta estuvo a cargo del capitán Alonso de
Cepeda, hasta la llegada del nuevo gobernador, don Juan Ramírez de Velasco, quien
administró la región hasta 1596. En su gobierno fueron cientos los funcionarios atacados
por malestares mentales y nerviosos, desconocidos por la medicina colonial. Por eso,
aquellos males fueron catalogados como “hechizos” o “encantamientos”. Con la suerte de
sus tres predecesores -dos degollados y otro muerto en la cárcel-, el miedo sobrenatural
de Ramírez de Velazco lo empujaría a combatir la brujería a cualquier costo. Según
documentos de la época, el gobernador consiguió autorización real para aplicar, además de
los tormentos de uso corriente, la hoguera y el destierro perpetuo. El añoso molle frente a
la Catedral recuerda aquellos tiempos de sangre, confusión y locura, ya que era el lugar
elegido para aplicar penas. Un espíritu terrible, que se extendería luego a lo largo de
nuestra historia.
La triste historia del Fundador de Salta
Como buen sevillano, el ánimo de Hernando no era de los más pacíficos.

“Es un marrano”, “¡Un tirano!”, iban levantándose los chismes en torno a Lerma.
Su carácter altivo lo enfrentaría primero al deán Francisco de Salcedo y luego al
obispo Victoria, quienes desde el púlpito arengarían a los pobladores en su
contra. Todos en aquella época de alguna manera tenían algo para esconder: no
había sobre el continente un acto ajeno a la codicia.

En el Ordovícico, hace 500 millones de años, Salta estaba sumergida bajo


un mar que contenía las únicas formas de vida de ésa época. En el cerro
San Bernardo se encuentran hoy algunas de las 678 especies fósiles
conocidas.

El predecesor de Lerma en la Gobernación del Tucumán, don Gonzalo de Abreu,


engrilló y asesinó a quien lo antecedía, don Jerónimo Luis de Cabrera. Además,
se quedó con sus haciendas y esclavos. Ambos fueron frustrados fundadores de
ciudades similares a Salta. Una vez gobernador, Lerma le hizo pasar a Abreu por
el mismo destino. Frías habla de una época de “canibalismo”.
Las primeras evidencias de poblamiento datan del 10000 a.C., con pueblos
recolectores. En el 6000 a.C., cazadores especializados recorrían la zona
tras manadas de guanacos y venados. En el 3000 a.C. se instalaron pueblos
agricultores.

Solo y desesperado, el fundador se perdería en su propio laberinto. Fue


engrillado por la Audiencia de Charcas y regresado a la metrópoli. Ahí esperó por
un juicio que siempre se posponía: los chismes ya lo habían condenado hasta
más allá de la muerte usual. Muerte que lo encontraría en la celda de la Prisión
Judicial de Madrid, donde se pudrió en vida. Su cadáver fue expuesto a la
caridad, que pagó por su entierro, terminando así su triste historia.

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