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[INCONEXO]

Un coágulo subía hacia un telodendron mientras la pantalla digitaba


11:11 am, era momento de levantarse. Siempre al despertar me quedo una
hora más reposando mi figura, imaginando el desayuno.

Camilo tiene una bala entre las vertebras, la piel transpira desde el
espacio entre los dedos y cada pliegue del cuerpo. Mis recuerdos se
desdibujan con los sueños de masacres, veo caer a Camilo mientras una
llamarada se extiende por el campo como por un trigal. Rememoro una
voz, ¡cocinero, abre los ojos!

Mi memoria anda muy activa, desvariando y aún bostezo. Preparar unas


buenas enchiladas son victoria ante el sabor del engrudo que servían en
el batallón, parecía una bandeja de alpiste. Veo la mano mugrienta de
Berenice sosteniendo un revólver.

¿Algún día aprenderá a quitarle el seguro? Tal vez, siempre y cuando la


televisión comience a enseñar esos menesteres de la violencia
proclamada en sus programas. Sus dotes falsos de chaman la hacen ver
igual a una bailarina nudista con disfraz exótico. Es una adicta más de
la cuadra poseída por todos, incluyéndome, dentro de los sueños más
sangrientos o en tonalidades rojizas de maíz o ladrillos de pared. Como
una puerta que da a la calle, así es mi mente.

Aquello es síntoma del ensimismamiento, una mala maña adquirida en la


guerra. Es deleznable tu actitud cotidiana, me dijo Viridiana al mes de
haber regresado. Por eso envidio a Camilo, esto es distinto de Tupiza
su viejo pueblito y parece nativo de la urbe. Así son los mercenarios.
Él tiene una bonita postal del Salar de Uyuni.

Recelo mucho su actitud tranquila, ese orgullo andino situando su


espíritu a tan altas distancias de lo mundano, es un vultur gryphus
disfrutando la perspectiva aérea. Empiezo a aprender el funcionamiento
de mi mujer, es saltarina, brinca de indecisiones a dudas, o de un
nombre a otro. Desea un hombre campesino con toda la facha de
urbanizado, de preferencia extranjero, viviendo en esta ciudad. Ella es
el ave ignorante del orden al cual pertenece. ¡Gran estupidez!

Que sean tres por el precio de uno. Todo lo quieres fácil, bastante
hice al bajar mis tarifas, me contestó a mi carroñera propuesta. Mira
señor inestables, págame y cuándo decidas a quién de los dos, me
llamas. Vale, -respondo-, ¿puedo llevarme la postal? Seguro Camilo se
hubiera negado, una razón más para robar la foto del Salar. Amigo
sicario asesina mi conciencia, pienso con mi paisaje en las manos y me
da risa.

Amanezco con el cansancio en las extremidades y mis pupilas reflejan


una extraña luz. Siento las frescas sábanas abrazar mi cuerpo junto con
unas barandas aferrándose a mí, giro la cabeza para intentar leer:
esquizofrenia. ¡Empiecen los juegos de las drogas! ¡A medir el tiempo
en períodos de 4, 6 y 8 horas! ¡Cada parte del día me sabe a 500 mg de
porquería! Alto al júbilo, ¿qué cosa es paracetamol? ¡Oh, es un barco!,
un navío recorriendo una ruta marcada en puntos en mi cráneo. Pronto mi
carabela terminará en naufragio, por eso estoy mareado y la odisea
aterriza en un vomitar a los pies de ella.

Dame el número de Camilo, necesito llamarlo. Aquella chica me miró


extrañada. ¿Cómo sé que es una mujer? Por el aroma de su sudor, en
todas hay un olorcito frutal. ¿Conozco su identidad? Tal vez. Su fluida
silueta sigue las ondas del movimiento. No veo los contornos abruptos
de los frutos, mi manera educada de decir mujer madura; entonces es
joven. De Berenice me gusta su intención al amenazarme con mi arma, es
la misma de Viridiana cuando me sonríe apartándose de mí y evitar que
escuche sus llamadas. Mi actitud ante ellas es comodidad. Mejor, reposo
mi cabeza.
¿El número de Camilo? Me sé una linda historia con dos direcciones, un
par de personas, un solo hogar y un único objetivo. Queriendo estar
mejor me tome la libertad de medicarme unos gramos de plomo directo a
la unión de ambos hemisferios cerebrales. Sin embargo mi doctor erró,
forzó una de las cerraduras, una advertencia alertando a los mentales
mellizos. Su resistencia dio frutos y heme aquí, tratando de zafarme de
esta situación.

La enfermera entró a la habitación 113 y le sonrió a Berenice. ¿Cómo


ves a nuestro cocinero? Es muy necio, ¿verdad? Sí Viri, ya veo por qué
lo amarraron, ponle un sedante. Viridiana penetró al paciente con un
compuesto químico. Relájate, sus alucinaciones son normales –le dijo a
Bere y preguntó-, ¿qué estaba haciendo cuando ocurrió? Se sentó a
desayunar frente a la tele, es muy ocioso. Hace rato me pidió el número
de él mismo y su expediente. Las dos mujeres se rieron.

Cocinar no es tan distinto de la labor de un fármaco-biólogo, todo está


en los ingredientes. ¿Cuál será el condimento secreto para esta salsa?
¿Una capsula, una bala, un coagulo, tantita sal, o todas las
anteriores? Se debe agregar en el momento preciso cada ingrediente,
sazonar la mezcla de elementos, sin distinguirse uno de otro pero
manteniendo su sabor particular. Recordaré a Camilo al palpar el cuero
cabelludo en las mañanas al peinarme. Me hubiera gustado ver como mi
chamán insertaba una bala en su cabeza pero sin sentir los dolores
después de su muerte. Sigo acostado en mi cama meditando a dónde huir
con Viridiana. Veo mi postal y ya sé en qué dirección ir.

Rulo Muereme

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