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En El Chal: Nunca les vimos regresar

, pero es que se fueron tantos,


y no los ví regresar.
Quedaron en es esa guerra, pero jamás se enteraron,

Perdonen mi canto (Los Trigres del Norte, 1994)

El Conflicto Armado Interno de Guatemala, duró 36 años, desde 1960 hasta 1996, dejó un
saldo de 1 millón de refugiados, 200 mil muertos y muertas, 42 mil desaparecidos y
desaparecidas, un incontable número de viudas, viudos, huérfanas y huérfanos (cf. REMHI,
19981; CEH, 19992). Madres, esposas, hermanas, abuelitas, abuelitos salían a la puerta,
cuando el miedo se los permitía, para divisar a la distancia, por si volvían sus seres queridos.
Muchos de ellos murieron, sin poder vivir el anhelado reencuentro; volver abrazar a quienes
un día el ejército, sus fuerzas del orden o la guerrilla les arrebató.

Cuánto dolor causó esa Guerra, cuántas heridas nos dejó que son imposibles de sanar,
porque un tejido social roto y los corazón desgarrados, no se reparan facilmente; esas
incontables cosas que vimos, vivimos, que pasaron frente a nosotros en los pueblos, aldeas,
caseríos y ciudades. Cuánta gente fue acusada injustamente de colaborar con la guerrilla o
con el ejército. Nos enseñaron a odiarnos, a desconfiar del otro y de la otra.

Al recordar aquel día, mientras caminábamos de la escuela a la casa y vimos cómo se


llevaban a los vecinos de la casa de la abuela, que nunca volvieron. Qué tristes noticias
recibían las familias; las madres y esposas que debieron criar solas a sus hijos e hijas y no
tuvieron el tiempo para llorar a sus muertos, porque había que seguir vivas. Cuánta esperanza
tenían en sus corazones, esperando el momento de poder verles algún día y con vida.
Recordar la vez cuando despertamos por la mañana, y llegaba un fuerte olor a carne
quemada; y cuando fuimos a ver la casa de doña Flora, una mujer con varios meses de
embarazo, junto a su familia estaban quemados. Esa ocasión que mientras jugábamos
electrizado en el patio, apareció el avión de las Fuerza Aérea Guatemalteca, a bombardear
cerca del pueblo, tuvimos que escondernos. En las reuniones del pueblo, el ejército le metía
miedo a las personas, diciendo que quemarían a todos, porque había bastante guerrillero, sin
que mucho supiéramos qué era ser guerrillero. Recordar los gritos en las noches, mientras
sacaban a las personas de sus casas a la fuerza y aparecían muertos al día siguiente. Ese

1
El 24 de abril de 1998 se presentó el informe “Guatemala: Nunca Más” que fue elaborado por la Iglesia
Católica a través del Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica, Remhi.
2
El 25 de febrero de 1999 se conoció el informe Guatemala: Memoria del Silencio, Informe de la Comisión para
el Esclarecimiento Histórico (CEH) de la Organización de Naciones Unidas.
fue el caso de mi abuelo Magdaleno Ramírez, el de don Petronilo Asencio y otros campesinos,
que en la madrugada del 13 de marzo de 1982, fueron asesinados.

En la escuela éramos obligados a aprender el himno del Ejército y a cantarlo en los lunes
cívicos. Algunas estrofas que recuerdo:

“Soy soldado patriota y valiente. De la tierra de la libertad. Guatemala será


independiente. Porque juro servir con lealtad. Si cultivo la paz y la tierra. Del progreso
en la diaria labor. Estoy presto también a la Guerra. A luchar y a morir por su honor”.

Y el de las Patrullas de Autodefensa Civil:

“… cuando va caer el alba, el sol duerme en la montaña, por mis hijos, Dios me ayuda,
a resguardar mi familia. A mí patria yo le juro, defenderla hasta la muerte, rechazar al
subersivo y ayudar a mis paisanos…”.

Muchas personas murieron, otras fueron desaparecidas por culpa de algunos vecinos, que no
se sabrá nunca, si los vendieron: por placer, por venganza, por abuso de poder, por interés o
por miedo.

No podemos negar y es prohido olvidar que en Guatemala hubo genocidio. SI HUBO


GENOCIDIO, lo reflejan los informes de Guatemala Memoria del Silencio (1999), el informe
de Recuperación de la Memoria Histórica (1998) y el juicio de Sepur Zarco (2016). Negar tal
acto de crueldad, es una ofensa a los familiares de las víctimas de esta Guerra sin sentido,
que lo único que nos dejó fue dolor, destrucción, desolación, inseguridad, pobreza, miedo a
hablar – cultura del silencio –, castración de sueños, a muchas y muchos nos hipotecó el
futuro.

Sabemos también que nos quisieron cortar las alas, pero de nosotras y nosotros depende, si
realmente nos amamos y si amamos a esta tierra, contarle a las generaciones presentes y
futuras, la historia de nuestro país, para no repetirla, porque la clase poderosa, no lo hará, no
les conviene, muchos de ellos se enriquecieron, otros cuantos saquearon y saquean el país,
sin pensar en nuestro presente y el futuro.

A nivel local, lo más lamentable es que muchos no aprendimos de nuestra historia, pues
siguen las prácticas negativas de poner en mal a los vecinos y vecinas ante las autoridades
de turno. Rescatemos las buenas practices de actuar que también tenemos, nos tocará
practicar la solidaridad. Lo vimos también durante la guerra, mujeres, familias, sacerdotes de
los pueblos, arriesgando sus vidas, para salvar la vida a sus hermanos.

Respecto al epílogo, “jamás se enteraron por qué fueron a luchar”, para la realidad de muchos
pueblos de Guatemala, no puede generalizarse, la letra tendría una adaptación: …Perdonen
mi canto, pero es que se llevaron a tantos y no los vi regresar, quedaron desaparecidos,
pero jamás se enteraron, porqué se los llevaron. Pues a mucha de nuestra gente, no le
dio tiempo luchar, porque no tenían armas, no sabían de estrategias militares, eran
campesinos, amas de casa en su mayoría, que solo tenían su machete para limpiar el monte,
sembrar su milpa, sacar la cosecha y alimentar a su familia.

Recordé esto, porque El Chal, Petén, Guatemala, hoy en día está ante la mirada del mundo.
Que lo sepa también Guatemala. Se están exhumando las osamentas que fueron encontradas
en 10 fosas comunes, del cementerio clandestino del destacamento military del “honorable”
Ejército de Guatemala. Muchas familias llegan para ver, si aparecen aunque sea los huesos
de aquellos que un día, les fueron arrebatados y a quienes quieren darles cristiana sepultura.

G. Eguizel Morales Ramírez


Candidata a doctora en pedagogía
Universidad de Bielefeld, Alemania

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