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¿Dudas de identidad sexual?

5 respuestas de la
Biblia

Aleteia | Jun 13, 2019

La respuesta católica a la ideología de género


Muchos consideran hoy que la diferencia entre hombre y mujer no es algo natural sino una construcción social,
que cada uno puede decidir lo que es. Esto provoca muchas dudas de identidad. ¿Tiene la Biblia alguna
respuesta?

La Sagrada Escritura muestra una estructura natural y bipolar de los seres humanos. Cada persona es una
criatura diseñada por Dios por amor, a imagen suya, destinada por tanto al amor. La sexualidad es una manera
de realizar ese amor y abarca toda la persona: el cuerpo, el sentimiento y el espíritu.

Aquí algunas luces para aclarar dudas sobre la identidad sexual, extraídas del documento Varón y mujer los
creó, publicado el 10 de junio de 2019 por la Congregación vaticana para la Educación Católica.

1. El ser humano posee una naturaleza que debe respetar y que no puede manipular a su
antojo

J
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La Biblia indica que la persona ha sido creada por Dios, no se ha inventado a sí misma.
Existe un fundamento previo de nuestro ser, más allá de nuestra percepción subjetiva del mismo. Algo común a
todos los seres humanos que los caracterizan y diferencian. ¿Acaso la naturaleza humana no consiste al final en
amar?

2. Dios creó al ser humano varón y mujer

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“Dios creó al hombre a su imagen […], varón y mujer los creó“, está escrito en el Génesis (1, 27).

La diferencia sexual tiene una raíz que va más allá de lo físico: hombre y mujer son las dos formas en que se
expresa y se realiza la realidad ontológica de la persona humana. La relación vivificante entre el hombre y la
mujer los pone en una unión íntima con Dios.

3. La naturaleza humana pasa por la unidad del alma y el cuerpo

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En la configuración del propio modo de ser, femenino o masculino, confluyen factores biológicos o genéticos.
Pero no sólo. También múltiples elementos que tienen que ver con el temperamento, la historia familiar, la
cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas
admiradas, y otras circunstancias concretas que exigen un esfuerzo de adaptación.

4. Sólo el encuentro con el “tú” abre el “yo” a sí mismo


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La persona humana llega a ser ella misma sólo a partir del otro; el “yo” llega a ser él mismo sólo a partir del
“tú” y del “vosotros”; está creada para el diálogo, para la comunión.

La identidad personal -que incluye la identidad sexual- madura auténticamente en el momento en que está
abierta a los demás.

Para saber quién eres, entonces, será más útil responder a preguntas en las que están implicados los demás que a
otras únicamente relacionadas con uno mismo. Por ejemplo, ¿cuál es mi aportación original? mejor que ¿cómo
cumplo mejor mis deseos?

5. La familia también está preestablecida por la creación

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La familia es el lugar natural en donde la relación de reciprocidad y comunión entre el hombre y la mujer
encuentra su plena actuación.

En ella, el hombre y la mujer unidos en la elección libre y consciente del pacto de amor matrimonial, realizan
una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona: reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del
sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad. La familia es una realidad
antropológica, y, en consecuencia, una realidad social, de cultura.

La decadencia de la cultura del matrimonio está asociada a un aumento de pobreza y a una serie de numerosos
otros problemas sociales que azotan de forma desproporcionada a las mujeres, los niños y los ancianos.
¿Yo decido mi sexo? Una reflexión sobre la ideología
de género

© Public Domain
Feliciana Merino Escalera | Ago 22, 2016

Los estudios de género son muy amplios, y sólo la versión más radical
se ha convertido en lo que se conoce como "ideología de género"
La Asamblea de la Comunidad de Madrid (España) ha decidido definir la identidad sexual como “la vivencia
interna e individual del género tal y como cada persona la siente y auto determina”, lo que ha generado que
numerosas voces críticas se levanten en contra de esta definición de corte político basada en una posición
particular dentro del muy nutrido universo de las teorías y estudios de género.

No corresponde hacer aquí un análisis de la extensa ley (“Ley de Indentidad y Expresión del Género e Igualdad
Social y No Discriminación”, de 17 de marzo de 2016) , pero sí conviene apuntar a sus claves filosóficas
fundamentales, que son de vital importancia para comprender el futuro de las reformas políticas que se nos
vienen encima.

En concreto, el aspecto más polémico y central de la ley es el principio de autodeterminación de la identidad


sexual que significa, para decirlo de una manera sencilla, que cada persona puede y tiene el derecho a elegir
libremente cuál es el sexo con el que se siente identificada, sin tener en cuenta ningún elemento que se refiera a
su naturaleza o corporalidad.

Estudios de género no es lo mismo que ideología de género

El primer dato que debemos señalar es que éste no es un principio que las diferentes teorías o estudios de
género acepten de buen grado o que incluso propongan. Ni mucho menos. Se trata de la versión más
radical entre las posibles, aquella que elimina toda ratio, criterio o norma en la comprensión de la sexualidad y
la deja a la arbitrariedad de cada cual que puede, de hecho, cambiar su identidad de manera “performativa” en
cualquier momento. Así las cosas, la ley no es una ley que sólo proponga la no discriminación por razones de
sexo u orientación sexual, sino una ley que otorga carta de ciudadanía al principio de “autodeterminación de la
propia identidad”, cosa bien distinta.

La tesis proviene del conocido libro de Judith Butler titulado Gender Trouble (“El género en disputa”), en el
que esta filósofa norteamericana intenta superar el binomio naturaleza-cultura para romper con cualquier tipo de
medida que pueda servir para profundizar en la identidad sexual de los sujetos.
Según ella el género es previo a todo discurso que trate de definir lo que somos. Somos un cuerpo cambiante
que adopta tendencias sexuales variables y yo soy lo que elijo ser en cada momento. De este modo cada uno
decidirá cuál es su sexo, pero no solamente entre las opciones de ser mujer o varón, homosexual, bisexual,
transexual, neutro, etc., sino entre cualquier modelo inventado que uno pueda proponer, por muy ocurrente que
sea.

Se trata, por lo tanto, de la postura más ideológica, vacía y nihilista entre las posibles. Porque hay muchas
posibles: con mucha frecuencia se habla de la “ideología de género” como un cajón de sastre unitario, cuando
en realidad allí se amontonan abigarradamente teorías, investigaciones y opiniones muy diversas, siendo la de
Butler una más entre ellas -ya digo, la más extrema y nihilista- y a mi juicio con una pretensión claramente
política, que es la que la torna extremadamente peligrosa como “ideología de género”.

Sin embargo también es cierto que hay otras teorías y estudios de género que abordan la diferencia sexual,
muchas muy sensatas y de las que podemos aprender mucho, siendo injusto que todas acaben en el mismo
saco para señalar mejor al “enemigo” al que hay que vencer. Este tipo de simplificaciones no ayudan en nada y
las más de las veces contribuyen a dar la razón al que no entiende de razones -porque no las necesita-, sino de
voluntad de poder.

Porque otro error no menos extremo que el de Butler (de hecho, es la otra cara de la misma moneda) es
considerar que el sexo es una cuestión ligada exclusivamente a la genitalidad, de manera que el hombre y la
mujer serían exactamente lo mismo con la única diferencia de los órganos que configuran su aparato
reproductor. Esta noción, con la que a veces queremos resolver el problema de la identidad de la manera más
directa y sencilla, es una simplificación en muchos casos perversa.

Es cierto que todos los seres humanos nacemos varón o mujer, lo que supone dos estructuras psicofísicas
distintas en las que lo humano se determina. De hecho, como señalaba ya hace muchos años Santa Teresa
Benedicta de la Cruz (Edith Stein), existe una configuración innata que sitúa a la persona en una de las dos
condiciones sexuadas y lo hace como algo dado, que está conformado no sólo por una genitalidad, sino por toda
la estructura anímica y espiritual, es decir, que supone una manera de estar en el mundo y de relacionarse con la
realidad y con el resto de seres vivos, de pensar, de querer, de desear, de vivir, de sentir y, en definitiva, de ser.

Además de esto en cada momento histórico y en cada cultura aprendemos modelos de comportamiento, valores
y virtudes asociados a lo masculino y a lo femenino. El resultado es que ser hombre o ser mujer tiene que
ver con la naturaleza y también con la cultura: lo pude explicar en estas mismas páginas en un artículo sobre
el feminismo contemporáneo.

Por ese motivo una de las principales confusiones en las que recaen algunos de los estudios de género, entre
ellos el ya mencionado de Judith Butler, es ligar de una manera equivocada la identidad con la orientación
sexual, de manera que el sujeto se define exclusiva o especialmente por su orientación sexual, afirmando a
partir de aquí que existen tantas identidades personales como expresiones del deseo sexual.

Este error, absurdamente repetido, es sobremanera grosero. El hombre que siente un deseo que se inclina hacia
los varones puede ser calificado como “homosexual” pero ésta no es su identidad sexual: es un hombre al que,
dicho con rapidez, le gustan los hombres. De la misma manera una mujer con tendencias lesbianas no tiene
como identidad el ser “lesbiana”, sino que es una mujer a la que le gustan las mujeres.

Otra cuestión, pero que tiene raíces y consecuencias muy distintas, es la de los problemas de identidad
relacionados con la sexualidad, que no tienen por qué depender de la orientación sexual ya que, de hecho,
pueden aparecer incluso antes de que se despierte el interés por el otro (o el mismo) sexo. Este es un terreno en
el que hay que caminar con cuidado y que no tiene respuestas sencillas ni, desde luego, se puede abordar
desde el poder con frivolidad.
Hemos indicado que ser hombre o ser mujer tiene una base natural (innata). Cuando cualquier ser humano viene
al mundo lo hace como hombre o como mujer, lo cual no está establecido sólo por la genitalidad, sino que es
una estructura psicofísica que, además, se desarrollará en interacción con el entorno. Pues bien, los problemas
de identidad sexual pueden surgir en cada uno de estos ámbitos. Hay personas que nacen sin una sexualidad
definida por la genitalidad, que aparece doble o confusa (es el caso del hermafroditismo), o que sienten una
quiebra entre su constitución psicológica y hormonal y su corporalidad.

Estos problemas no tienen por qué ser una enfermedad ni necesariamente exigen tal catalogación, pero surgen
de un desajuste que, de nuevo, está más allá de la decisión arbitraria del sujeto que, más bien, los sufre y pide
una ayuda y una solución que hoy en día puede abordarse desde distintos frentes. Eso sí, por el bien de todos los
implicados es imprescindible que se haga sin imponer la losa de la ideología: conviene mejor escuchar, analizar
y comprender la realidad tal y como se presenta.

A veces tengo la impresión de que es urgente que en nuestras sociedades abramos la mente ante los
problemas que plantea la ideología de género y que nos esforcemos en comprender y en lograr una
concepción sensata y prudente que pueda ayudar a quienes lo necesitan.

Lo que se puede ver con toda claridad es que el supuesto “principio de autodeterminación de la identidad
sexual” es una entelequia sociológica que sólo va a añadir confusión en el debate y con el que los políticos han
demostrado estar completamente perdidos y desinformados. ¿O tal vez viven despreocupados del interés de los
ciudadanos y se dedican a buscar titulares y a generarse una “imagen pública” según lo que en cada momento
les conviene?
¿La ideología de género ha superado el concepto de
hombre y mujer?

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Aleteia Team | Ene 09, 2013

Nuevas teorías filosóficas sobre el ser humano afirman haber


“superado” la distinción entre el hombre y la mujer en aras de la
igualdad y la libertad: ¿Nos hallamos ante una nueva etapa de la
evolución, como algunos afirman?
1. Las teorías llamadas “de género” han provocado en las sociedades actuales una “revolución” en el
concepto de lo que es la persona humana, según el cual lo que vale es el deseo subjetivo de cada uno. Un
concepto que las leyes apoyan en muchos casos.

¿Nos hallamos ante una crisis de los derechos del hombre y de la dignidad de la persona sexuada?

La cuestión de la identidad hombre/mujer, que durante siglos parecía simple y no había suscitado mayores
preocupaciones, se ha convertido en los últimos años en una cuestión debatida.

Esta cuestión concierne al ser humano en su propia humanidad, y al futuro de las sociedades contemporáneas.
Atravesamos actualmente una profunda crisis de los derechos del hombre por muchas razones. Parece que éste
ya no puede ser captado y definido.

Por otro lado, la sexualidad ya no se considera como vinculada a la procreación responsable, sino al deseo
subjetivo de cada uno.

Finalmente los avances científicos desdibujan, al parecer, las fronteras entre lo humano y lo animal, y entre lo
natural y lo artificial.

La identidad hombre/mujer parece una noción desfasada para una cierta corriente feminista que percibe en esta
distinción una dominación masculina oculta, y por tanto la considera como potencialmente peligrosa para las
mujeres.

Nuestras sociedades democráticas aspiran efectivamente a la igualdad y a la libertad. Pero, en materia de


igualdad, hoy ya no se sabe si la justicia es la ausencia de diferencias (ser igual es lo mismo que ser idéntico) o
si, al contrario, la igualdad consiste en aceptar las diferencias entre unos y otros.
Esta paradoja es clave y central en las cuestiones planteadas por el concepto de género.

En materia de libertad, se está pasando de una sociedad que nunca cuestionaba ciertos fundamentos, entre ellos
la diferencia entre hombre y mujer, a una sociedad donde el derecho y la ciencia abren perspectivas
radicalmente nuevas para organizar las relaciones sociales de manera puramente artificial, liberadas de
cualquier límite natural.

Las biotecnologías (la fecundación in vitro, por ejemplo) ya no vienen a compensar una deficiencia de la
naturaleza, sino a reemplazarla.

La ley tiende a oficializar este reemplazamiento afirmando que todos los individuos tienen derecho a estas
técnicas. Esto da la idea de que nos hallamos ante un momento de la evolución en el que hay que repensar lo
humano quitando todo fundamento que no sea la libertad y la igualdad basadas en los deseos
individuales.

Las ciencias humanas y sociales modernas parecen confirmar esta evolución.

2. Sin embargo, se trata de una teoría filosófica posterior a los estudios de género, que en sí mismos no
nacen para “redefinir” a la persona, y que sí que han supuesto una mejor comprensión de la realidad de
la sexualidad humana.

¿Cuáles son los diferentes significados de la palabra género?

La distinción entre sexo (anatómico) y género (gender en el sentido del inglés clásico gramatical, psicológico y
social) apareció en el campo de las ciencias humanas en los años 1950-1960.

Se estudiaron casos de nacimientos de niños intersexuales (una anomalía de la diferenciación sexual


anatómica) y de personas transexuales (con dificultades psicológicas para reconocerse en su sexo anatómico).
La medicina y la psicología determinaron así que el género podía no coincidir con el sexo.

Esta noción de género aún evolucionó más para dar lugar (en los años 1970-1980) a una disciplina aparte: los
estudios de género (gender studies), basados en el estudio de las representaciones sociales y psíquicas del
sexo.

Se planteaba que para ser hombre o mujer, era necesario no solamente tener un sexo biológico, sino también y
sobre todo sentirse, comprenderse y quererse hombre o mujer.

Estos gender studies no planteaban cuestiones esenciales, ni servían para otros fines, sino que se ceñían a la
metodología propia de las ciencias sociales: se trataba de describir cómo los seres humanos se identifican
sexualmente.

Se comprende a través de ellos que el sexo biológico no es la única realidad de la sexualidad humana; debe
distinguirse del sexo sociológico o psicológico. El género designa en este sentido la representación social y
psíquica del sexo biológico.

Los estudios de género son así, en su orden propio, legítimos y pertinentes. Estos describen bien una realidad
importante de la persona humana, pero sin llegar a definirla.

Estos estudios, sin embargo, han sido utilizados por algunos para elaborar una teoría filosófica. Al poco tiempo
(entre los años 1990-2000), el concepto de queer (traducido como “extraño”, “sorprendente”) para referirse a
comportamientos sexuales más allá del género (queer theory).
Al hablar de queer, se entra en una dimensión fluida, flexible, nómada al punto de defender la emancipación
completa del individuo de cada definición sexual dada a priori; las clasificaciones consideradas rígidas ceden
espacio a diversos matices, variables por grado e intensidad en el contexto tanto de la orientación sexual como
de la identificación del propio género.

“El problema no está en la distinción en sí, que podría ser interpretada rectamente, sino en una
separación entre sexo y gender“, indica el documento vaticano Varón y mujer los creó, publicado el 10 de
junio de 2019 por la Congregación para la Educación Católica.

“De esta separación surge la distinción entre diferentes “orientaciones sexuales” que no están definidas por la
diferencia sexual entre hombre y mujer, sino que pueden tomar otras formas, determinadas únicamente por el
individuo radicalmente autónomo“, explica.

Se trata de un “alejamiento de la naturaleza hacia una opción total para la decisión del sujeto emocional” con
el que “la identidad sexual y la familia se convierten en dimensiones de la “liquidez” y la “fluidez”
posmodernas” y del relativismo.

Definir las relaciones hombre/mujer en base a conceptos absolutos de igualdad y libertad, puede llevar a pasar
por alto a los niños o bien a convertirlos en un mero objeto de deseo.

3. Lo biológico no ha sido superado, sino que necesita ser comprendido e integrado con la realidad
psicológica y social de la persona, y con la realidad moral y espiritual.

Las relaciones entre hombre y mujer necesitan una comprensión particular. En una filosofía de la persona que
integre todas sus dimensiones, el concepto de género remite no a lo queer, sino más bien a la libertad de la
persona humana, que al contrario que la de los animales, no está completamente sometida a los puros
determinismos biológicos.

Existe una parte de adquisición cultural y social en la representación que uno se hace de lo masculino y de
lo femenino. El riesgo de dar a la palabra género el sentido de queer hace desaparecer las diferencias entre
hombre y mujer.

Si la igualdad consiste en la no diferenciación, ya no hay necesidad de comprender, y de hecho, ya no se


comprende.

En fin, es forzoso constatar que sólo la escucha y el diálogo en el amor, por la vida moral y espiritual, permiten
comprender estas diferencias y vivirlas sin dominación ni influencia de deseos desordenados.

La primera evidencia de la experiencia humana muestra que el cuerpo de la persona, dado por la generación,
es sexuado. Es “un elemento integral de la identidad personal y las relaciones familiares”, “es la subjetividad
que comunica la identidad del ser”.

La diferencia sexual entre hombres y mujeres están probadas por las ciencias (la genética, la endocrinología, la
neurología,…), y en casos de indeterminación sexual, es la medicina la que interviene para una terapia con fines
terapéuticos, no una elección artibraria.

Sin embargo, la persona es compleja. Forman parte de ella la vida del cuerpo (el sexo biológico, objeto de la
ciencia biológica), la vida afectiva y simbólica (el género en el sentido psicológico y social, objeto de las
ciencias humanas y sociales) y la vida moral y espiritual (objeto de la filosofía y de la fe).

Esta última es la más olvidada hoy, y permite unificar las otras dos en la búsqueda del amor.
En conclusión, las diferencias hombre/mujer no están superadas, sino que hay que redescubrirlas. Esta
cuestión de la identidad sexual puesta de manifiesto por el concepto de género es importante, pues se encuentra
en el mismo centro de las relaciones sociales que brotan de la comprensión que la persona, hombre y mujer,
tiene de sí misma.

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