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Habrán escuchado alguna vez esta frase que dice: “Es que a nadie nos ha enseñado a ser padres”,

pero ¿Es realmente así?. Es realmente que a nadie nos ha enseñado a ser padre. Pensando en esta
frase nos remontamos a que, en realidad, si hay alguien que nos ha enseñado a ser padres y es que
en nuestra primera y propia experiencia como hijos ya tenemos un primer acercamiento de cómo es
un padre. De esta manera, nuestra experiencia con los adultos de nos rodean, nuestros padres, los
otros padres que conocemos, nuestros tíos, los papas nuestros amigos, etcétera. nos da información
sobre lo que significa ser un padre.
Ahora bien, éste “ser padres”, se ve afectado por múltiples factores. Hay investigaciones de Barudy
y Dantagnan que nos indican que el ser padres está afectado por una parte por nuestra forma de ser,
también por los procesos de aprendizajes social y cultural y por otra parte también por nuestra
propia experiencia de hijos, niños, niñas y adolescentes bien o mal tratados por nuestros padres.
Hablaremos entonces de este concepto de competencias parentales cómo está forma de ser padres
que se va aprendiendo, que no es innata y que como toda competencia puede ser aprendida y
mejorada. Las competencias parentales son entonces moldeadas por la historia y por el contexto
donde estamos insertos, es fruto de un aprendizaje y también de un reaprendizaje qué podemos
alcanzar en la medida que también lo pensamos y lo vamos trabajando en nuestro propio rol de
padres.
Ahora ¿porque nos interesa realmente saber y entender qué es una competencia parental? o ¿para
qué es una competencia parental? y aquí es que la investigación ya hace casi ya 90 años nos viene
diciendo de manera consistente que el desarrollo de los niños se ve afectado por estas prácticas de
crianza o por los estilos parentales. De esta manera entonces cuando hablamos de padres con
prácticas más coercitivas, por ejemplo más negligentes, está relacionado a hijos que presentan baja
autoestima, mayores niveles de estrés, conductas más desafiantes, etcétera. Lo que queremos decir,
es que hay una correlación entre el estilo de crianza o la práctica parental y los comportamientos de
los niños y niñas. De esta manera, entonces, es fundamental poder determinar cuáles son esas
variables y aquellos procesos constitutivos de la parentalidad positiva que nos van a permitir
promover y favorecer unos mejores y adecuados curso de desarrollo para nuestros niños y niñas.
Bien, ahora ¿Qué es o como se define una competencia parental? Investigadores como Gómez y
Muñoz nos hablan de una definición muy completa que incluye que una competencia parental es el
aprendizaje y continúa actualización de tres elementos: conocimientos, actitudes y prácticas de
crianza positivas que van a permitirnos organizar y conducir nuestras propias prácticas de crianza, a
través de diversas situaciones de la vida familiar acompañando, protegiendo y promoviendo de esta
manera, las trayectorias de desarrollo positivo, de los niños y niñas, con el fin último de garantizar
el bienestar y el ejercicio pleno de los Derechos Humanos.

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Ahora bien, profundicemos un poco en este concepto de competencias parentales. Hablamos que el
concepto incluye tres elementos, un primer eslabón que es el conocimiento parental y detrás de este
conocimiento está la preparación y formación que tenemos que tener en los padres en, por ejemplo:
- desarrollo infantil: nosotros necesitamos saber en qué edad está el niño, cuáles son las
características asociadas a esa edad, para también reconocer que cosas podemos exigirles y cuáles
no y cuáles son las necesidades de ese niño en esa edad determinada. En la medida que conocemos
y sabemos sobre desarrollo infantil podemos ser más eficaces y podemos ser más contingentes a la
hora de apoyar y entender a los niños.
Necesitamos también tener información, por ejemplo, sobre los - derechos de los niños: sobre qué
es ser un sujeto de derecho, qué derecho de participación tienen, y cómo implicarnos en que los
niños vayan alcanzando la autonomía progresiva también en sus derechos. Necesitamos conocer de
- apego y desarrollo infantil, para poder saber cómo y de qué manera nuestras prácticas también van
a permitir ser una base segura para que los niños puedan desarrollarse como sujetos íntegros,
seguros para poder explorar y poder aprender. También necesitamos conocer de tecnología y de
cómo éstas se relacionan con los aprendizajes y de qué manera nos ayudan (o no) para poder mediar
estos procesos y para poder mantener un uso seguro de esas herramientas para los niños.
Es importante también conocer qué - sistema de apoyo contamos en la crianza, qué políticas y
programas hay disponibles, ya sean públicos o privados, para apoyar nuestros procesos de crianza,
por ejemplo los beneficios laborales, los beneficios sociales, etcétera, que nos pueden acompañar en
nuestra parentalidad. Y así, hay muchos elementos que necesitamos conocer, que van a dar
información o conocimiento relevante para poder llevar a cabo de mejor manera el ejercicio en
nuestro rol parental.
En una segunda parte, están estas actitudes parentales que de alguna manera va a ser la filosofía o la
forma de ser que va a estar detrás de la competencia o del estilo parental. Hay distintas definiciones
de estas actitudes y hay algunos autores, como por ejemplo, Patricia Crittenden que plantea que
existen distintos estilos de respuestas parental, y los clasifica en tres: padres que tienen respuestas
sensibles, otros que tienen un estilo más controlador, y otros que tienen un estilo no responsivo
hacia las necesidades de los niños. Otros autores, como Baumrind y Capano hablan de 4 estilos
parentales que son: autoritario, democrático, permisivo o negligente.
De esta forma la literatura ha descrito distintas estilos parentales. Gómez plantea en términos de los
estilos parentales que hay dos ejes que se cruzan y combinan para dar como resultado 4 tipos de
estilos parentales. Un eje es el control, referido a la intensidad del control (alto-bajo) que se ejerce
sobre los hijos y el otro eje tiene que ver con los afectos y la intensidad de su manifestación. Ese
cruce da como resultado el estilo positivo, el estilo ansioso, un estilo rígido o un estilo caótico.
Entonces tenemos los conocimientos, las actitudes y por último, tenemos lo que llamamos las
destrezas parentales que tienen que ver, en concreto, con la práctica de crianza cotidiana, diaria, que
de alguna una manera va a ser la base diaria de la relación que nos va a permitir expresar nuestro
conocimiento y también nuestros estilos de ser padres. De esta manera, hay algunas prácticas de
crianza que tienden más a lo formativo, por ejemplo padres dedicados al aprendizaje, al hacer las
tareas, etc., otros, en cambio, enfocados a lo socioemocional, o sea, a contener, acompañar y

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demostrar afecto. Y hay otro estilo más nutricio, que se orienta en proteger, alimentar, cuidar, etc.
Todas esas serán formas únicas en que se manifiestan nuestras prácticas diarias de crianza.
Ahora bien, para continuar quiero aclarar algunos conceptos básicos que nos van a permitir
entender mejor cuando hablamos de parentalidad positiva y hablamos de práctica de crianza o de
hablamos de competencia parental. Las prácticas de crianza que son la acción misma, cotidiana del
cuidado, el estilo parental que es la filosofía, esta forma de hacer, esta actitud que va como telón de
fondo en nuestra vida como padres y el conocimiento parental que son estas preparaciones y
aprendizajes de mi rol parental,
Estas 3 cosas forman parte de lo que llamamos la “competencia parental”, pero cuando hablamos
del paradigma de la parentalidad positiva no nos referimos únicamente ni a la práctica, ni al estilo
parental, ni al conocimiento o a la competencia, sino que es un paragua mucho más amplio, que
aborda efectivamente, por una parte lo que es la competencia parental, pero también incluye por
otra parte las necesidades, características y competencias del propio niño y por otra parte, incluye
también el contexto social y cultural que está, de alguna manera, rodeando este contexto, esta
interacción.
Otra cosa que queremos diferenciar es que no es lo mismo la competencia parental que las
condiciones que permiten o no el ejercicio de una buena parentalidad. Tenemos que diferenciar
entonces que hay condiciones que son características personales, heredadas, físicas, de
personalidad, del entorno, etcétera, que de alguna manera van a influir y van a afectar el desempeño
parental, pero que no son en sí misma ni una competencia, ni tampoco están determinándolas
linealmente.
¿Qué características o qué condiciones para el ejercicio de parentalidad pueden aparecer o pueden
afectar el rol parental?, por ejemplo, la salud física, la salud mental, la personalidad, la historia, la
vivienda, el trabajo, todos estos elementos efectivamente son condiciones que van a permitir un
mejor desempeño del rol parental, pero no son competencias parentales.
Desde la propuesta teórica que nos plantea Esteban Gómez y Magdalena Muñoz vemos que las
competencias parentales están organizadas en un esquema de 4 competencias. Una primera serían
las competencias vinculares, después las competencias formativas, las competencias protectoras y
competencias reflexivas. Entonces comprender que estos conocimientos, estas actitudes y estás
prácticas de crianza positiva van a hacer entonces las competencias parentales que se van a ir
aprendiendo y que de alguna manera nos dan está oportunidad de ir organizando y reorganizando
nuestra propia práctica, de manera de acompañar, proteger, orientar estás trayectorias de desarrollo
de los niños, de manera de ir afectándola de la manera más positiva posible, buscando este fin
último del bienestar, de este ejercicio pleno de los Derechos de los niños, es de alguna manera,
nuestro aporte para ir sembrando en ellos semillas para la paz.
Docente: Catalina Figueroa.

MATERIAL DE PROPIEDAD INTELECTUAL DE FUNDACIÓN AMÉRICA POR LA INFANCIA.


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ORIGEN.

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