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Paraíso en el infierno

José Guadalupe Estrada Hernández


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6º Semestre de Psicología

Hace meses mi abuelo me compartió un pequeño fragmento evangélico, que le contaba


su padre y en el que él siempre disfrutó oír cada vez que salía al publico. y ahora me sirve
de ayuda.

- Ve y anuncia al Faraón el próximo día de libertad para mi pueblo.


- Señor, respondió el legislador israelita, ¿con qué palabras? Yo nunca eh tenido facilidad
en hablar, Mi lengua es torpe.
- Anda, Yo te enseñare lo que has de decir.

Y Moises, por fin, llevo ese mensaje de redención.

Así respondí yo cuando se me encomendaba la misión de participar en la tertulia que hoy


tengo el honor de cumplir; mas, luego me dije: Iré, mi corazón me enseñará que decir. Y
aquí estoy en cumplimiento de ese deber. No he traído en mi lenguaje ropaje literario, ni
eh seguido en mis pensamientos las reglas de la Oratoria: quiero cantar las notas que en
mi pecho anido, quiero decir las impresiones que en mi alma llevo, quiero poner mi
corazón en vuestro oído para que allí palpite…..
Escuchad, pues, mis frases breves y sinceras.

Me gustaría hacer de mi infierno un paraíso, una de las cosas que más detesto de mi mismo
es ser el típico chico tímido. ¡No quiero ser así! quiero hacer de esto cotidiano a otra
realidad, desearía como todo caballo que odia las jaulas la libertad; ser alguien en la vida,
es la causa por la cual luchar, sin larguezas ni vanidad, estas son trampas que engañan al
ser de haber logrado la libertad. Una vez el abuelo me dijo que: “Si se honra al guerrero
que en el combate sacrifica vidas, que se honré aquel quien cultive la libertad; si se respeta
al hombre docto, que se respete a quien lleva por primera vez a beber de la fuentes del
saber; si se admira al sabio que descubre los secretos de la ciencia, que se admire a quien
asimila la información para la inteligencia de un niño”.
En la escuela siempre detesté a quien actuaba frente al publico, como compañeros,
siempre esforzándose por tener la mejor imagen, y todas esas avaricias y absurdas que
busca el ego y acaban destruyéndonos y haciéndonos perder de nosotros mismos, ¿de que
sirve esforzarse por ser el mejor, si de igual manera somos todos, imperfectamente
perfectos”; y que ademas ellos no luchan para que sus ególatras cantos, nos evoquen
reflexionar lo que ellos elaboraron ¡Que pedante escuchar un sujeto así!. ¡Es una Basura!
cantos que contaminan a la más noble mirada de la verdadera vocación humana.
Cantemos, hoy, no con el canto fingido del mercenario, sino con el alma, con la
espontaneidad de un niño, con la sencillez del campesino; dejemos que la alegría bañe
nuestro pecho, no con la fugacidad del rayo sino con la duración del sufrimiento;
cantemos, aunque el porvenir no sea sonriente, que nunca es lícito en corazón de todos,
el desaliento.

Levántate y lucha por las injusticias y todos los males, no a las clases sociales.
¡Gracias!

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