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INDICE

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PRoi oclo por Dolores Costnlio Nitras 9


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IV Di LJ O E UNO PRE \41 A 91

V P NR IVRXIMAS 161
1 DI DIF1 R M IA DL I AS POCAS DI- 1 A viDikk 260
PROLOGO

EN 1851, tras haber sido rechazado sucesivamente por tres


editores, se decidla Hayn de Berlín a publicar el libro Pa
verga y Paralipomena una extensa coleccion de aforismos
sobre los mas diversos temas, desde la moral a la religion,
pasando por el derecho, la metafisica, la literatura o el arte (1),
que estaba destinada a proporcionar a su autor, pagado enton
ces con diez ejemplares de su propia obra, la fama que durante
tanto tiempo le fue negada Contaba a la sazon Arthur Scho-
penhauer sesenta y tres anos, y la inusitada esperanza que en
escasos momentos habla depositado en el juicio de la historia,
por lo demas odiada por el, parecía verse realizada En el
otono de su vida pudo saborear Schopenhauer los indicios de
una popularidad que, sin embargo, jamas le infundio el sufi-
ciente respeto para comprarla al precio de su verdadera filoso-
fia En la epoca en que el triunfalismo histoncista hegeliano se
habla convertido en la filosofia oficial del estado totalitario de
Federico Guillermo III de Prusia, Schopenhauer, el mismo
conservador, pero hombre de insobornable honradez y preocu-
pado ante todo por la verdad, desenmascaraba la historia, a
contrapelo de sus contemporaneos, como la fabula idealista
del ardid de la razon en virtud de ella, el asesinato en masa, la
Urania de emperadores, generales y reyes, la lucha por el
poder, la delincuencia internacional organizada, en suma, toda
esta coleccion de sucesos opacos, azarosos e indefendibles en
(1) El libro que presentamos al lector recoge los fragmentos dedicados a la
moral

9
DOLORES C .TRILI O VlIR 4 11 -

su gratuidad que componen el escenario de la tragiLornedia


humana recibian un oarniz de racionalidad, de la mano de los
filosofas de la historia a sueldo del Estado para hacerlos pasar
por los momento' , indispensables de una astuta razon que
atraviesa providencialmente los siglos hasta conducir a la
humanidad al happ‘ end del reino moral absoluto
Pero para Schopenhauei ningun paraíso futuro podio coho
nestar la cruJdad del pasado distinta pelo ident tea la historia
universal es y sera siemprt la historia de las convulsiones los
errores y los padecimientos de la especie humana una triste
cosa en definitiva, que ni las constituciones, ni las legislacio
nes, ni las maquinas de vapor pueden ni podran nunca volver
mejor (1)
Su intransigente veracidad le conducía a un irremediable
pesimismo, que a los ojos de sus contemporaneos deslumbra
dos todavía por el resplandor de la tecnica, o seducidos por el
brillo del poder, parecía ciego e inoportuno
Hoy, a mas de un siglo de distancia, la historia confiesa
tristemente que Schopenhauer la habla penetrado hasta sus
entranas, y revela la clanvidente actualidad de ese pensador
«inactual) que paso por su epoca como un solitario rezagado
de la marcha de su tiempo
Incluso a pesar de la popularidad que alcanzo al final de su
vida, y sobre todo algunas decadas despues de su muerte,
Schopenhauer continuana siendo un desconocido Nietzsche,
su sucesor, no se engano a este respecto Por el contrario,
Lukacs, en el Asalto a la razon un libro dificil de superar por
lo que toca al esquematismo de sus planteamientos, se empe
cina en recordarnos una y otra vez la enorme atraccion que
llego a suscitar la obra de Schopenhauer lo que probana a su
entender, que la unica meta de su filosofía fue la de servir de
guia ideologica a la burguesía decadentista de la epoca preim-
penalista, que, tras el fracaso de la revolucion de 1848, vela
frustrada sus aspiraciones al poder politico Forzando el li -
mite, el pensamiento de Schopenhauer, Lukacs convierte su
(I) El Mundo como Voluntad y Representac ion L 111 ap XXXVII

lo
PROLOGO

pesimismo, por esencia antipropositsvo nada menos que en


una apologetica del capitalismo, si bien es cierto que mati7a
esta afirrnacion anadiendole el calificativo de indirecta Al
transformar lo que tan solo son aspectos negativos del capita
lismo, sus atrocidades en cualidades inherentes a la naturaleza
humana Schopenhauer volvía absurdo y sin sentido cualquier
intento de transtorrnacion social, y de este modo se convirtio
en el apologista indirecto de un sistema cuyos males, por otra
parte, tan toscamente senalo Muchas son las objeciones que
suscita este conocido planteamiendo empezando por la «tos
quedad que atribuye su autor al unico filosofo aleman que ha
merecido verdaderamente el nombre de escritor esentot
Lomo admiraba 1 homas M:ann que ‹se expresa con la vehe
mencia del que esta enterado › experimentado en el sufrí
miento y acabando por esa cuestion realmente espinosa que
aquí siquiera es posible esbozar ¿ hasta que punto el pes;
mismo de Schopenhauer concierne exclusivamente al estado
presente del mundo' Partir implicitamente de una respuesta
afirmativa, corno es el caso de Lukacs, encierra, cuando no
una ingenuidad estupidamente ciega si al menos un peligros()
a priori pragrnatico susceptible de transformar cualquier uto
pía de redencion social en una burda practica inquisitonall
La reflexion de Schopenhauer arranca de la experiencia mas
elemental del dolor la del hombre concreto atravesado por sus
necesidade‘, y pasiones en su debatirse por existir <171 hom-
bre no es nada mas que voluntad deseos encarnados un
compuesto de mil necesidades que apenas satisfechos vuei
ven a renacer En abierta oposic ion a la formula anstotet tea y a
toda la tradicion racionalista subsiguiente Schopenhauer, an
ticipando tesis freudianas, concit al hombre como un animal
de deseo Pero la naturaleza de este deseo inconsciente, que
aspira a satisfacerse a costa de todo, es incolmabie y ahí
radica la defectuosidad constitutiva de nuestro ser, nuestro mal
irremediable, que por encima de todas las utopias pensables
carece de soluc ion Por otro lado Lada trayectoria vital, siem-
pre malograda en un sentido absoluto, es unica e intransten
ble y el relativo logro que le sea dado alcanzar a cada cual no
11
DOLORES CASTRILLO MIRAT

es algo que pueda ser dosificado colectivamente por una eficaz


administracion publica, poseedora de una receta de felicidad
igual para todos, tratando de imponerla coactivamente «por
encima de ese punto de vista sobre el universo que es cada
persona concreta», segun la acertada expresion de Luis Cen-
cilio
La insistencia de Schopenhauer en la insensatez de los
empenos historicos procedía, en no poca medida, de su intran-
sigente nominalismo, de su negativa a divinizar el Estado, al
estilo de los profesores universitarios, haciendo de el la cima
del desarrollo moral de la humanidad y proclamando que para
el hombre no hay fin superior al de servirle Para Schopen-
hauer, el Estado no es institucion moral alguna, sino el com-
pendio del egoísmo bien entendido «En su nivel mas elevado,
decía en uno de sus manuscritos publicados postumamente, la
humanidad no requiere ningun Estado» , si bien es cierto que
no dejo entender que marchara hacia ello
Naturalmente, el marxismo hegelianizante de Lukacs no ha
podido recaer sobre este aspecto profundamente desmitifica-
dor del antihistoncismo schopenhauenano Se ha limitado a
subrayar su perfecta complicidad con el derrotismo pesimista
de una burguesia que necesitaba apuntalar la fe en su propio
sistema social Para ello nada mejor que escamotear sus con
tradicciones como males inherentes a la naturaleza humana y
esterilizar así cualquier intento de transformacion social De
ahí la popularidad alcanzada por el filosofo en esta critica
etapa del capitalismo
No me parece que esta anecdota en que se apoy a Lukacs sea
un argumento de suficiente peso para presentarle como el
defensor indirecto de dicho orden social Comprobamos a
diario que en nuestra sociedad el sistema es capaz de apro-
piarse hasta de los elementos mas criticas de la literatura, el
arte o la filosofia, convirtiendolos en ornamentos suyos a guisa
de pimienta inconformista Con mas razon era facil, para esta
burguesia a la busqueda de sus señas de identidad y necesitada
a toda costa de una legitimacion teonca, aferrarse a un pensa

12
miento que, si bien es cierto que nada promete, mucho menos
PROLOGO

aun ensalza lo que hay Sin embargo, la asimilacion del


pesimismo schopenhauenano habla de comportar necesaria-
mente este malentendido, esta y no otra es la razon de que
Shopenhauer, a pesar de su celebridad, continuara siendo un
solitario, como ya reparara Nietzsche Contra toda utopia de
redencion social, el lucido ejercicio de desfascinacion practi-
cado por Schopenhauer escatimaba a los hombres de su siglo el
ultimo prejuicio que se hablan forjado para existir el prejuicio
del por-venir Disipada la ilusion de la historia y situados ante
la insoslayable presencia de nuestro aciago fondo pulsional, el
deseo incolmable que nos constituye, la aspiracion a la felici-
dad generada por este, es sinonimo de invidencia y locura
Mas, a pesar de que su obra nada promete ni en el cielo ni en la
tierra, hay algo en ella —algunos pocos lo han sabido ver— que
se opone a nuestras resignaciones
Frente a la incomprension caricaturescamente dogmatica
del marxismo lukacsiano, otros marxistas, en particular Hork-
heimer, han logrado rescatar, afortunadamente, la dimension
critica del pesimismo de Schopenhauer, hasta extraer de el la
conclusion rigurosamente contraria Por mucho que su obra
«sostenga como tesis principal la inevitabilidad del padecer y
subraye la inutilidad de la protesta, su estilo constituye una
protesta unica contra el que asi sea, a la crueldad no se la
convierte en idolo, y su interpretacion positiva le es abomina-
ble > ( 1)
Tras haber derribado imperturbablemente todos los ídolos,
la moral de Schopenhauer nos invita, aqui y ahora, al aban-
dono del despiadado principio de individuacion, enseñando-
nos que nuestras acciones no necesitan ya el empujon del
dogma Basta para ello la solidaridad que todos tenemos
gracias al desconsuelo, pues al dolor se opone siempre una
resistencia Por ello, concluye Horkheimer, «no existe ningun
pensamiento que los tiempos necesiten mas ni que, pese a toda

(1) Max Horkheimer Schopenhauer y la sociedad en Socrologica


pag 124 Taurus Madrid 1979

13
DO1 ORES CASTRILLO M1RAT

su desesperanza --- N, por manifestarla — , sepa mas de esperan-


zas que el suyo › (2)
Cuando Horkheimer pronunciaba esta conferencia, el 21 de
septiembre de 1960, en el primer centenario de la muerte de
Schopenhauer, no se insinuaba todavía esa cansina ola del
desencanto, en cuyas aguas de tibia molicie hablan de me -
cerse, tras la tempestad del 68, tantas fatigas mutiles de ayer
El escepticismo y la lucidez no siempre son subversivos Hoy
todo el mundo sabe que los dioses han muerto, sin embargo,
nada impide acatar su servidumbre Es mas, la clarividente
aceptacion de su imposible regreso, bajo nuevas y excitantes
apariencias, pretexta una existencia que, riendose de las viejas
legitimidades, vive «como si» a pesar de todo nada supiese de
su propio saber Hoy ser iconoclasta se ha convertido en un
vicio demasiado vulgar para escandalizar a nadie, es una
tarjeta de presentacion que pocos cometen la torpeza de exhi
bir El lamento ha degenerado en tic, la critica en imprescindi-
ble requisito teonco, la desmitificacion en academia El escep
ticismo subversivo se ha convertido en la nueva escolastica de
una epoca que ya no cree en la subversion Frente a esta
almibarada afectacion, la prosa sanguínea de Schopenhauer
descubre que el escepticismo no siempre fue un juego de
gabinete tedioso y pedante
El irritado tono de su estilo libre, que cultivo con una
inmensa distincion, supuso en su tiempo un atentado contra la
dignidad del filosofo Reducir al minimo las expresiones tec
nicas y las oscuridades terminologicas, para expresar en un
lenguaje claro y accesible, sin neologismos vacuos, lo que
todo el mundo puede llegar a pensar y de hecho piensa en esos
momentos fugaces en que el dolor ya no nos permite seguir
fingiendo decir, en definitiva, algo tan elemental que cual -
quiera puede comprender, es sinonimo, para el erudito, de
superficialidad y falta de rigor conceptual Pero solo quien
confunda la profundidad con la oscuridad puede compartir esta
opinion, por su parte, Schopenhauer jamas se dejo intimidar
,,,■1.a.z.■■

(2) La actualidad di Sihopenhauer en op r tt pag 147

14
PROLOGO

por ella Los Parerga y Paralipomena entre los que se incluye


esta coleccion de aforismos sobre el Arte del buen vivir a
despecho de su titulo voluntariamente chocante, poseen un
estilo aun mas accesible que el de su obra principal (1), lo que
sin duda contribuyo decisivamente a la popularidad alcanzada
por Schopenhauer en los ultimos años de su vida Es un libro
de vejez, donde el filosofo, sin curse metodologico alguno, se
decide a hablarnos sin recato de todo aquello que, segun las
reglas del juego vigente, mejor es callar «De nobis ipsis
silemus » Estas palabras, que encabezan La Critica de la
Razon Pura revelan de manera ejemplar la panca conjuracion
del elemento biografico e individual que caracteriza, como la
condicion misma de su posibilidad, al racionalismo moderno
Por el contrario, en la escritura de Schopenhauer el pathos
de lo personal esta siempre al acecho, manifestandose de
manera particular en los ultimos escritos, que adquieren un
tinte netamente autobiografico Esta evolucion de Schopen-
hauer hacia un estilo cada vez mas proximo a lo literario se ha
contemplado como una degeneracion de lo propiamente filo-
sofico Sin embargo, la apancion de un nuevo estilo de filoso-
far es inseparable del contenido de ese filosofar La irrupcion
del sujeto empirico en el seno del discurso filosofico es una
modificacion que concierne a la esencia misma de la filosofia
Desde Descartes, la filosofia habla tomado como cometido la
fundamentacion de la nueva razon cientifico-tecnica y aspi-
raba, como ella, al mismo ideal de rigor, exactitud y objetivi-
dad El precio que por ello tuvo que pagar no fue otro que la
ocultacion de la realidad individual de su portador, es decir,
del filosofo ya no un sujeto real, sino una abstracta cosa
pensante En su aspiracion a la objetividad, la ciencia y la
filosofia han amordazado al sujeto real para convertirlo en una
espectral entidad logica sin carne, ni sangre, ni deseos, ni
sentidos, ni dolor que mitigar, ni esperanzas que satisfacer, en
suma, sin atisbo alguno de pasiones o intereses vitales que
pudieran nublar la rigurosa objetividad que se trataba de fun-
( 1) La citada obra El Mundo como Voluntad y Representa( ion
1
DOLORES CASTRILLO MIRAT

damentar. Para encamar la palabra divina de la verdad y el


poder que de ella emana, todos los filósofos querían nacer del
hielo. Sin embargo, su aspiración a la neutralidad es una
empresa condenada de antemano al fracaso, pues todo conocer
está predeterminado por el querer.
Este presupuesto, que hará futuro en la filosofía de la
sospecha de la segunda mitad del siglo xix, de la mano de los
grandes genalogistas Marx, Freud y, sobre todo, Nietzsche, y
que constituye la pieza clave de nuestro pensamiento actual,
encuentra, como vemos, su primera formulación en la filoso-
fía de Schopenhauer. En efecto, ella es la primera en poner
como absoluto el condicionamiento de las funciones intelec-
tuales por las funciones afectivo-inconscientes, es decir, por la
voluntad. Con ello sale a la luz la inevitable parcialidad que se
esconde tras el juego de los conceptos de apariencia neutra y
objetiva. La inquebrantable exigencia de la veracidad de Scho-
penhauer conduce, pues, en rigurosa lógica, a negar el con-
cepto de verdad. ¿Cómo podría subsistir el mito de lo absoluto
incondicionado, una vez que ha sido detectada la presencia de
ese callado huésped que los filósofos se obstinaran en silenciar
hasta ahora? La voluntad, es decir, el sujeto empírico, real,
con sus pasiones y sus intereses, es el auténtico portador del
conocimiento, verdadero genio maligno engañador que torna
irrisoria cualquier aspiración a la objetividad. Descartes creyó
poder exorcizarlo definitivamente y levantar sobre su tumba el
edificio de la razón absoluta; Kant, ya lo hemos visto, co-
mienza su obra con el mágico conjuro: «Callemos acerca de
nosotros mismos. » Hacer aflorar en el discurso el yo empírico
supone una modificación estilística que conlleva aparejada la
negación de las pretensiones de verdad y objetividad que hasta
ahora se había atribuido la filosofía construida según el mo-
delo científico. Schopenhauer, admiraba Nietzsche, para
quien la probidad intelectual pasaba por el reconocimiento de
la imposibilidad de la verdad universal, «es honrado porque se
escribe y se habla a sí mismo y para sí mismo». Si la metafísica
de la Voluntad expuesta en El Mundo... abre el camino a la
teoría genealógica de nuestra modernidad, el estilo casi auto-

16
PROLOGO

biográfico de los últimos escritos de Schopenhauer aplica en


la práctica, aunque posiblemente no con plena conciencia, esta
intuición juvenil. En un caso y en otro, la presencia de la
Voluntad —ese genio del engaño, hasta entonces conjurado
como el peligro más aterrador— consuma la ruina de una
forma de racionalismo fundada sobre la libertad y la indepen-
dencia del intelecto. No hay conocimiento puro, saber desinte-
resado, curiosidad intelectual; en todos los casos la búsqueda
racional está movida por los intereses de la Voluntad.
Sin embargo, Schopenhauer no fue plenamente consciente
del alcance de su descubrimiento. Es cierto que realizó algunas
aplicaciones de su método genealógico; puede encontrarse un
ejemplo en el Cap. IV de este libro (págs. 103-129), donde
traza la genealogía del sentimiento del honor en las diversas
especies en que se manifiesta: el honor burgués, el honor del
cargo, el honor caballeresco, sexual. En todos estos análisis el
honor pierde su carácter de valor moral absoluto y queda
rebajado al rango de una convención destinada a servir a los
intereses de una sociedad determinada o de un grupo de la
misma. No obstante, a pesar de estos análisis concretos y de
algunos otros diseminados por los Puverga y por los Suplementos
al libro II de El Mundo... (donde se anticipa al tema nietzscheano
del resentimiento contra el dolor de la vida, como origen de la
creencia cristiana en el más allá), el método genealógico de
Schopenhauer quedó, en general, vacío de contenido. La razón
de ello estriba fundamentalmente, como ha puesto de relieve
C. Rosset, en que la genealogía sólo representó para Schopen-
hauer una etapa hacia la doctrina del absurdo, que constituye el
verdadero núcleo de su pensamiento filosófico; sólo fue invo-
cada como un medio — para resaltar la importancia decisiva de la
Voluntad—, pero jamás como fin; su propósito no era explicar
nada mediante la noción de Voluntad, sino precisamente denun-
ciar todas las explicaciones.
Su intuición genealógica es sólo el paso previo hacia esa
experiencia del absurdo de un Querer que nada quiere, salvo a
sí mismo. Como hemos visto, el Querer irracional lo gobierna
todo, incluido el intelecto. Todas nuestras metas, verdades y

17
n

DOLORES CASTR1110 M1RAT

objetivos provienen de la Voluntad, pero —y ahi radica el


absurdo- tambien desembocan en ella, pues en realidad las
tendencias no tienen otro objetivo que la repeticion de su
propio tender En efecto, la nota verdaderamente original del
pesimismo de Schopenhauer, lo que le distingue del tema,
clasico desde la antiguedad, de la desproporcion entre nuestros
deseos y su satisfaccion en la realidad, es la intuicton del
absurdo de unas tendencias que en realidad no tienden a nada
Detras de la insatisfaccion propia del deseo se esconde un
secreto mas sombno aun las tendencias humanas no son
solamente imposibles de satisfacer, sino, ante todo, falsas El
tin que persiguen nuestros deseos es ilusorio, una pura intui
clon teatral <Si el deseo no se atiene a lo que promete, no es
porque mienta haciendo espejear en el honzonte unos bienes
inaccesibles el lugar preciso de su mentira es el de presentarse
como tendencia, cuando en realidad no es ni una cosa ni otra
De ahi la paradoja schopenhauenana del hombre pnsionero de
cadenas ficticias, esclavo de tendencias que no tienden Tan
decepcionante, pero ciertamente menos absurdo, sena un
mundo donde las tendencias, por inalcanzables que pudieran
ser, estuviesen al menos fundadas con motivo y tendieran en
realidad y no solo en apariencia Pero el analisis del Querer
revela una ausencia de finalidad en el origen mismo de todos
los fines que sugiere» (1) Con esto nos adentramos en el co
razon de la doctrina shopenhauenana del absurdo si la des-
ilusion acompaña siempre al deseo, aun cuando hayamos
alcanzado el objeto perseguido, es que este, lejos de tender
hacia un objeto como a su fin propio, constituye en rigor su
unico y propio fin El Querer nada quiere salvo a si mismo y
utiliza todos los pretextos a su alcance para engendrarse una y
otra vez en un esfuerzo de creacion infinita Y asi la vida del
hombre se encuentra atrapada en el circulo infernal del Querer,
que hace alternar, sin tregua, espera, satisfaccion ilusoria y, de
nuevo, el dolor de la espera, sin que se pueda jamas salir de su
(1) C Rosset Sc hopenhouer phriosophe de l absurde P U F P a r i r
1967 pags 67 68

18
PROLOGO

circulo La concepcion sc hopenhauenana del deseo anticipa el


terna laeaniano de la labilidad de la pulsion la pulsion no tiene
objeto y por eso se autorreproduce constantemente sin que el
abismo entre el deseo y la realidad pueda cerrarse nunca de
modo definitivo De la misma manera recuerda tambien a esa
compulsion a la repeticion que Freud asimila al instinto de
muerte En este sentido, el tema de la absurda repeticion del
deseo parece aludir exclusivamente a las constantes pulsionales
del ser humano, marcando el caracter a-historie° del pesimismo
schopenhauenano Su intuicion del absurdo es la nota
verdaderamente moderna de su pesimismo, como ha sabido
ver Rosset, pero este no provendna de los males de nuestra
modernidad
Stn embargo, si el intento por derivar las leyes psicologicas
de las sociologicas suele desembocar siempre en un superficial
dogmatismo, como decíamos al pnncipio, lo contrario no es
menos cierto El universalismo, de cualquier tipo que sea,
social o psicologico, es siempre falso el juego combinado de
uno y otro elemento es, como senalaba Horkheimer, <dife-
rente en cada epoca y hasta en cada instante histonco, pues
Incluso si los mecanismos psíquicos de todos los individuos
tomados aisladamente fueran los mismos obranan diversa
mente en totalidades diferentes en cada caso (1) Toda solu -
clon general, incluida la pesimista, es abstracta , porque la
praxis no depende unicamente de la verdad, sino une esta
depende así mismo de aquella Asi pues, el pesimismo de
Schopenhauer, y especialmente su doctrina del absurdo, no
puede desligarse de la inquietante oganizacion social del
mundo moderno, denvada, como veremos de un prodigioso
avance teenico que se les ha escapado de entre las manos a los
hombres Esto no significa que compartamos la tesis lukac-
siana acerca de que en la recusacion de la filosofía de la
historia, por parte de Schopenhauer, y en su teona irraciona-
lista de la Voluntad se hallaba la consagracion de lo existente
Alcontrario, ambas suponen el reproche mas agudo contra las
11) HorKheifnur Schopenhauer y la sociedad en op c u pag 128

19
DOLORES CASTRILLO MIRAT

circunstancias histoncas de su tiempo, y esto a pesar de lo que


el propio Schopenhauer pudiese creer
Su antihistoricismo es la tarea historica de la filosofia critica
en un momento en que el mito de la historia se va deslizando
desde sus promesas de salvacion hacia una ideologia de inqui-
sicion Su tan denostado irracionalismo es tambien el testimo
mo critico de la razon filosofica, en un momento en que del
sueno ilustrado del progreso de la razon comienzan a emerger
los monstruos de la sin-razon La Ilustracion confiaba en la
armonia entre el progreso de la razon científica y el progreso
moral y politico Alli donde esta armonia se escinde fracasa el
sueno de las Luces, ambiguo proyecto que pronto habla de
desvelar su lado sombrío a comienzos del siglo xix, la epoca
que le tocara vivir a Schopenhauer y de la que fue su mas
lucido testigo, la dommacion de la naturaleza no coincide ya
para nada con la ltberacion de la servidumbre, al contrano, la
progresiva supreston de la indigencia material perpetua, y aun
agrava, bajo nuevas formas el malestar social De ahi la
desesperada mirada de Schopenhauer hacia la historia como
fiel testimonio de este desgarramiento interno de la razon ilu-
minista
Nacida desde Descartes con las ciencias empincas, la razon
compartia con ellas su caracter instrumental Pero de instru-
mento para la dominacion de la naturaleza al servicio de la
libertad humana se fue hipostasiando en un valor autonomo
hasta desembocar en ese proceso de acumulacion indefinida e
incontrolable que, como la ciega Voluntad de Schopenhauer,
no sabe ya que quiere ni a donde va En la era de la civilizacion
industrial, la razon legisla cosas, pero ya no se legisla a si
misma El escandalo ante el espectaculo absurdo de un Querer
que nada quiere, salvo la eterna repeticion de su propio designio
hasta el infinito, es en enorme medida la dolorosa constata-clon
de una racionalidad tecnica que, convertida en un principio
independiente, por encima de las necesidades de los individuos,
tan solo efectua ya la perpetua reproduccion de su inerte
mecanismo, que debe seguir su ritmo, imparable e indiferente
a los sufrimientos de aquellos a quienes arrastra
20
PROLOGO

Entre el sueño ilustrado del progreso indefinido de la razon


y el tormento sin fin de la rueda de la Voluntad hay una
diferencia la razon se ha vuelto una potencia ciega, respecto
de su primitiva finalidad —la emancipacion de los hombres
reales de carne y hueso—, y por eso ya nada redime el esfuerzo
de nuestra pasion productiva, que aparece ahora almidonada
por el sinsentido y el mal Por todas partes, gentes que quieren,
voluntades que se enfrentan entre si, millares de hombres
tensos hacia un no se que ilusorio que apenas alcanzado se
vuelve contra ellos Y es que, a pesar de lo que la ilusion de la
Voluntad nos promete, nadie puede reconocerse en sus accio-
nes Nuestros actos se engalanan provisionalmente con los
prestigios de la libertad individual, pero en realidad somos tan
solo un juguete sin importancia en el seno de una Voluntad
ajena, fuerza desconocida que lo engendra todo y lo decide
todo por nosotros Por otra parte, esta oscura potencia de la
Voluntad que nos impone el tormento de la accion solo es vida
y movimiento en apariencia En el seno de un Querer eterna-
mente repetido, el tiempo ya no cumple su mision fundamental
la de hacer advenir al por-venir Al contrano, todos los
acontecimientos estan ya fijados de antemano en una inmovili-
dad originara el futuro no es mas que la muerta repeticion del
pasado El mundo, segun Schopenhauer, esta muerto desde
siempre Creemos que vive, pero en el fondo no es mas que el
simulacro de una vida postiza El caracter tragicomico de la
situac ion humana proviene, para Schopenhauer, de la ceguera
de los hombres respecto a su experiencia absurda « gober-
nados por la necesidad, obran como si fuesen libres, y se creen
activos y vivientes mientras que son pasivos y muertos> (1)
La mayona de las gentes se resisten inconscientemente —y
esta es otra profunda intuicion psicoanalitica de Schopen-
hauer— a acceder a un estado de lucidez que le sumina en el
sentimiento de la nada Siguen ejecutando de buena fe su papel
de munecos, prefinendo una seriedad imsona a una angustia
verdaderamente sena, pero munecos a merced de una potencia
(1) C Rosset op r pag 107

21
DOLORES CASTRILLO MIRAT

oscura y desconocida, sus acciones se vuelven siempre contra


ellos y acaban por aniquilarlos Esos resultados que en el
fondo nunca hablan querido ni buscado por si mismos, se
extrañan ahora en una objetividad opaca y amenazante que
escapa a su control
Como ha sabido ver E Subirats (1), la Voluntad schopen-
hauenana es en buena medida la heredera de la subjett% idad
trascendental del kantismo. portadora de esa razon legisladora
que domina el mundo a traves de la ciencia. la tecnica y la
produccion Pero en el mundo del capitalismo industrial desa-
rrollado, la racionalidad que rige este proceso ya no es identica
con el sujeto histonco que era su portador Ahora, esta racio-
nalidad se independiza, se hace exterior al sujeto social, hasta
«alienarse» , en el sentido que Marx mostrara mas tarde en una
objetividad petrificada y todopoderosa que se erige contra y
por encima del sujeto empinco En este sentido la doctrina
schopenhauenana del absurdo de una Voluntad desconocida y
sin nombre, que convierte a los individuos en fantoches de su
ciego designio, adquiere toda su envergadura social y cultural
Es la experiencia del horror, probablemente no racionalizada
ante esa razon científico-tecnica. ensimismada en un bloque
heteronomo y compacto, caractenstica de las sociedades in-
dustriales desarrolladas, donde el sujeto es un elemento sin
honores ni poderes En verdad, esta subjetividad trascenden
tal, esa potencia legisladora y productora. llevaba ya en si
misma el germen de su disolucion Pues como ya pudimos
advertir, la identidad del sujeto racional burgues era una cons-
truccion artificiosa fundada sobre el amordazamiento despia-
dado de la sensibilidad, los deseos y las necesidades del
individuo empirico y real Precisamente porque desde el mo-
mento mismo de su fundamentacion, con Descartes y Kant, la
racionalidad cientifico-tecnica se levantaba sobre el silencia-
miento de las necesidades concretas que debla satisfacer, pudo
hipostasiarse mas tarde como un fin en si misma, olvidarse de
(1) E Subirats Fl o r a s de lo Com [ ent ra De sdu hada Tiurus
1979

22
PROL OGO

funcion supuestamente liberadora e imponerse


sobre el individuo con la fuerza de un destino que lo
aplasta Ni Kant. ni Hegel, ni Goethe ignoraban el dolor
que el esfuerzo de la razon impone a sus portadores, la
humillacion que exige, pero lo justificaban en nombre
del progreso
Fausto es una entidad que se realiza en el
movimiento, su anhelo de absoluto no le deja descansar
jamas es la figura de la perpetua insatisfaccion, el
esfuerzo ininterrumpido de la voluntad hacia un fin que
nunca alcanza .Dunas colma su sed de infinito Como la
subjetividad trascendental kantiana, Fausto se halla
desgarrado entre su aspiracion ilimitada y su limitada
capacidad Pero su insaciable sed de plenitud encuentra
una solucion conciliadora en el progreso Al faltar este
termino mediador, el esfuerzo taustico de la voluntad
ya no puede experimentar otra cosa que la tautología de
su propio dolor Fausto (1) confiesa ahora su impotencia
ya no ejemplifica el proceso ascendente de una razon
dominadora que sacnfica todo dolor empírico a la
invocacion de una meta absoluta, sino el judio condenado
a errar eternamente en una marcha sin fin, carente de todo
sentido La unica posibilidad de escapar a la rueda
infernal de esta febril actividad, que conduce a ninguna
parte, es la renuncia de la voluntad a su propia esencia
Asi pues, el pesimismo schopenhaueriano no esta
motivado solamente por la constatacion de nuestra
defectuosa constitucion pulsional, sino, ademas, por el
espectaculo de un mundo que, disponiendo de medios
para mitigarla, la agrava mas aun al exigir del hombre
moderno un esfuerzo productivo que, cuanto mayor
es, mas se dirige necesariamente contra el,
aplastandole bajo el peso de su omnípodo poder
En este sentido, la moral schopenhauenana de la
autoaniquilacion de la Voluntad adquiere tambien su
dimension

23
historica y propiamente moderna No se trata solo del
tema clasico de la renuncia a los deseos La nostalgia de
ese paraíso de la inaccion que es el nirvana budico
introduce en el interior de la
( 1 ) V ease las versiones posteriores al Fausto de Goethe
Charnisso Lenau
DOLORES CASTRILLO MIRAT

civilizacion occidental un contrapunto cntico, frente a la acti-


vidad sin sentido de la racionalidad imperante en nuestro
mundo actual En los afonsmos del Arte del buen vivir el
pensamiento etico de Schopenhauer ha renunciado a la base
metafisica de su obra principal, El Mundo corno Voluntad y
Representacion para descender, como el propio autor reco
note en el prefacio de este libro, al plano empine() y esencial-
mente erroneo de lo cotidiano La verdadera etica, en efecto,
tiene que partir de la imposibilidad absoluta de consecucion de
la felicidad Ningun bien final saciara por completo la avidez
arrolladora de nuestro deseo, porque la voluntad es un pozo sin
fondo que jamas se agota La unica forma de liberacion posible
sena el abatimiento definitivo de los deseos hasta la total
autoaniquilacion de la voluntad Algunos autores han subra-
yado la contradiccton que supone este curioso postulado opti-
mista dentro del pesimismo schopenhauenano No se com-
prende como el hombre, prisionero en todo de la Voluntad,
puede tener, sin embargo, el mistenoso poder de negarla y de
revolverse contra ella, bajo ciertas condiciones excepcionales
Parece como si la tensa lucidez de este nihilista, desenganado,
cediera por un momento ante el espejismo de la felicidad,
aunque ahora concebido solo en temimos netamente nega-
tivos
Los ultimos escritos de Schopenhauer desmienten esta im-
presion En el Arte del buen vivir la idea del nirvana budico
brilla por su ausencia El titulo del libro no debe llevarnos a
equivoco Su pesimismo es tan amargo como siempre, pero se
ha hecho mas retorcido y sarcastico Sin olvidar por un mo-
mento la imposibilidad de la felicidad, siquiera sea en su forma
negativa, nos ofrece una serie de consejos practicos y neta-
mente autobiograficos que tratan de hacer la vida lo mas
soportable posible, dentro del esquema convencionalmente
aceptado de que sea asequible ese minimo de felicidad que su
filosofía niega por principio
La poste ion de Schopenhauer no es la del asceta, sino la del
hombre que se encuentra arrojado sin remedio a este mundo,
que es el estado perpetuo de guerra de todos contra todos y

24
PROLOGO

trata de salir de el lo mas ileso posible,


defendiendose con las unicas armas
que estan a su alcance las de la
cautela El traductor del Oraculo
Manual ha aprendido sin duda mucho de
ese arte de la prudencia gracianesca
Pero, como el, cuando aconseja con
micas sentencias, no lo hace sino desde
el mas desesperado sarcasmo No
propone, como algunos afirman, una
moral del egoísmo en un sentido
positivo, al contrario, en sus consejos
aparentemente micos se encuentra la
mas agresiva denuncia contra el que
tenga que ser asi Por otra parte, no se
trata de una moral del triunfo
mundano, sino tan solo de esquivar los
dolores de esta vida El Arte del buen
vivir es, pues, esencialmente el arte de
sobrevivir en un mundo hostil
Otras muchas sentencias provenientes
de la vieja sabiduría mundana de todos
los tiempos, desde la moral de los
estoicos y epicureos hasta los apogtemas
llenos de irorna y cinismo de La Bruyere
o La Rochefoucauld, son pacientemente
espigados y reelaborados por
Schopenhauer para componer el amplio
mosaico de su pesimismo filosofico
Este adquiere asi un tinte a-historico y
aparentemente poco novedoso Pocas
cosas sostenidas por el que no hayan
sido ya dichas
Sin embargo, hay un tema
obsesivamente reiterado a lo largo de
todas las paginas de esta obra por el que
el pesimismo de Schopenhauer cobra
tambien aqui toda su envergadura
25
social y cultural este tema es el del
aislamiento La vida de los hombres
vulgares en quienes predomina el
impulso inarticulado y monocorde de la
vol tcion oscila como un pendulo entre
el dolor y el aburrimiento Parecidos a
«esos relojes a los que se les ha dado
cuerda y andan sin saber por que' (1),
cuando el cese de sus obligaciones les
permite un desahogo tratan de matar el
tiempo libre con el ajetreo de la vida
social u otras actividades
suplementarias, para evitar caer presa
del tedio y protegerse asi de la
angustiosa revelacion del sinsentido de
su vida que de algun modo ya
presienten Si Schopenhauer hu biese
conocido nuestras maquinas de matar el
tiempo libre, tan
(1) Schopenhauer El amor las mueres la
muerte Ed EDAF Madrid 1981 pag 159
DOLORES C ASTRILI O MIRA]

parecidas a esas otras maquinas del trabajo en las fabricas, en


las que nuestro tiempo muere, podría haber confirmado rabio-
samente su mtuicion acerca de las posibilidades emancipato
iras de la tecnica Cuanto mas progresamos, mas borrosas se
hacen, en nuestra cultura de masas, las fronteras entre el ocio y
el trabajo, entre la vida y la muerte Solo el hombre inteli -
gente, nos decía ya entonces el filosofo, satura acoger como
una bendicion esa ociosidad a la que llega merced a la indepen
dencia de las urgencias exteriores, cuando no tiene que afa
narre para procurarse la subsistencia Para el el ocio ya no esta
amenazado por el fantasma del l'asno, al contrario ese don
negativo es el unico que reclama del mundo exterior Gracias a
el podra desarrollar las facultades de su espintu y enseñorearse
de la riqueza de su mundo interior Su inteligencia, desocu
pada de la servidumbre a las necesidades practicas de la
voluntad, le transporta a una region en la que el sufrimiento
adscrito a la vida corriente de los hombres, nundidos en el
sempiterno tejer y destejer de la voluntad, le es esencialmente
extrano
La invitacion de Schopenhauer a la vida conternplativ a y al
refugio en una interioridad sedicente, aislada de la sociedad de
la historia, son para Lukacs otro signo inequivoco de la apología
del capitalismo, llevado a cabo, por lo que se ve, sisteman-
camente, en la obra de este filosofo Encontrarnos aqui la
inflacion del individuo elevado a potencia cosmica, el augusto
desprecio contra toda actividad social, el anstocratismo de los
Iniciados frente a la plebe, en suma, el compendio arquetipico
de la actitud del intelectual hurgues decadente el acrisola -
miento en un egotsmo sublime y contemplativo que conduce
desde la estenca del pesimismo a la etica de la evasion Y
naturalmente, en el refinado goce de esta evasion se halla la
glorificador) de la miseria existente
Para completar este cuadro bastana considerar la desaho-
gada poste' ion economica de que pudo disfrutar Schopenhauer
gracias a las sustanciosas rentas que le procuraba la fortuna
heredada de su padre, un adinerado financiero Una v otra ve/
en este libro, se Ielicita el filosofo de una suerte que le permitid

26
PROLOGO

viv ir sin trabajar. aderezando sus escritos con tacañas


advertencias sobre la necesidad de no malgastar el
capital Sin embargo, ni su tacanena, ni su condicion
de rentista, ni siquiera su agradecimiento frente a los
defensores del orden, que el mismo temia, dictan
ningun juicio amistoso sobre la socie dad capitalista
Al contrario, en su filosofía encontramos la mayor
desmitificaciori de uno de los pilares basicos en que
esta se apoya, la ideología del trabajo, que tantos
marxistas por su parte no solo no han derribado, sino
que se han encargado de apuntalar firmemente Su
conservadora actitud estaba motivada por el deseo de
salvaguardar su libertad intelectual frente a la filistea
apoteosis del Estado que la hipotecaban los profesores
unnersitanos y aun mas, por el miedo visceral a quedar
expuestos sin bienes a una realidad social donde el
derecho a sobrevivir se paga no solo al precio de la
renuncia a las propias conv icciones, sino a la propia
vida <entrar en una fabrica de hilados y desde
entonces estar allí sentado primero diez, despues
doce horas y finalmente catorce horas, haciendo siem-
pre el mismo trabajo mecanico, es comprar
terriblemente la satisfaccion de respirar > (1)
Aunque Schopenhauer no indago en las causas
economicas, como Marx hara mas tarde, ni propuso
soluciones alternatil as, tue sin embargo un testigo de
excepelon de la condicion alienada del hombre en
ta vida moderna Piensese que sus intuiciones a este
respecto, contenidas ya en inundo como voluntad ti
representacion datan de 1818 precisamente el ano en
ve nacio Marx En los aforismos sobre el Arte del
buen vivir el trabajo es denunciado insistentemente
como aquello que impide al hombre 'er ci thiSMO
Solo quien se posee a si mismo en la permanente
ocupacion con sus obras y sus pensamientos, sin tener
necesidad de trabajar, es verdaderamente hombre
nacido I 'In e con esta condicion es uno realmente <,sui

27
juras >, senor de su tiempo l de sus fuerzas y puede decir
cada manana Ea jornada es mia > (`Tease Arte del
buen vivir pagina 87) Es cierto que su
desconfianza ante la historia le
1 ) S c h op e nha u er Li Mundo como V oluntad Rcpresentac ton L III
DOLORES CASTRILLO MIRAT

impidio prever soluciones colectivas y le anclo en posturas


netamente conservadoras el privilegio de ser uno mismo esta
reservado exclusivamente a los que poseían, como el, un
peculio y unas rentas aseguradas Sin embargo, en su defensa
del ocio, por minoritario que este hubiera de ser, se encuentra
de hecho una franca denuncia contra las condiciones alienan
tes del trabajo, aunque nunca llegara a expresarse con esta
terminología Mientras que Hegel se obstinaba en presentarlo
como el momento dialectico por el que el sujeto particular se
reconcilia con la totalidad social y deviene una individualidad
plena o universal, el nominalismo de Schopenhauer lo desen-
mascaraba como una falacia, similar a la del Estado, que
liquida esa vida del individuo, sus rayendole literalmente todas
sus fuerzas para convertirle en una pieza inconsciente de un
todo estandarizado y manipulado Frente a esta fragmenta-clon
del ser humano en la sociedad moderna, donde los hombres se
parecen a esos toscos instrumentos musicales que solo son
capaces de emitir una nota, Schopenhauer sonaba con el hombre
que es por si solo «una orquesta en pequeno > , un mundo en
pequeño (vease Arte del buen vivir pag 187) Para conseguir
esto, el logro de uno mismo, el dinero que nos libera de la
esclavitud del trabajo, le parecio siempre un bien necesario,
pero desde luego no suficiente En los cuatro primeros
capítulos de esta obra, Schopenhauer denuncia un espejismo
que se produce con enorme frecuencia la tendencia a confundir
insensiblemente el ser con el tener, y tambien lo que uno es en si
mismo con lo que uno representa ante los demas Creerse
«realizado» por haber amasado una considerable fortuna o por
gozar del prestigio social es una forma de autoengaño que
practicamos a diario Pero bastarla un instante de lucidez, de la
que nos protegemos permanentemente, para descubrir que
tales exitos solo son una apariencia de logro que enmascara en
realidad el malogro basico de toda una vida Todos aquellos
que se atanan sin descanso por aumentar mas y mas su capital,
o por conquistar los honores publicos y los puestos sociales
« importantes >, siguen siendo los juguetes de ese guinol em-
bustero de la voluntad que hace que el hombre se olvide de si

28
PROLOGO

mismo <El heroismo de la veracidad, decia Nietzsche refr-


nendose a su maestro Schopenhauer, consisten precisamente
en que un dia dejemos de ser juguetes» (1)
Esta es, en efecto, la gran enseñanza que se desprende de la
obra de Schopenhauer Su doctrina del absurdo da paso a una
etica que en su forma mas radical propone la autoaniquilacion
de esa potencia ciega de la voluntad en la que el alma es
poseida por un todo que la rebasa, y en su forma empinca,
adaptada al plano de lo posible, propone el aislamiento del
individuo frente a un mundo que se le ha vuelto ajeno y hostil
Se trata como vemos de la misma experiencia del absurdo de la
existencia, pero contemplada ahora desde otro prisma Desde
luego, si hacemos caso omiso de esta primera y fundamental
intuicion de Schopenhauer, no acertaremos a comprender la
dimension cntica y propiamente moderna de su invocacion al
aislamiento Nos venamos forzados a admitir, con Lukacs,
que se trata simple y llanamente de una apologia del egoismo
individualista burgues, o a lo sumo reconocenamos en esta
tematica el parentesco con el culto romantico a la soledad,
patrimonio del genio
Empero Schopenhauer ocupa un lugar de encrucijada en la
historia del pensamiento fue, si se quiere, el ultimo de los
romanticos, pero ante todo el primero de los modernos Por un
lado nos encontramos con un replegamiento en la subjetividad
tipicamente romantico, pero por otro su concepcion de la
Voluntad como una oscura potencia trans-subjetiva, que se
alza, ciega y sin nombre, contra y por encima del individuo
empirico, marca el inicio de la destruccion del sujeto que
caracteriza al mundo moderno
Lo que define para Hegel a la figura historica del romanti-
cismo es el desgarramiento del equilibrio entre lo objetivo y lo
subjetivo La objetividad es vivida por el sujeto romantico
como algo extraño y resistente, y en consecuencia se aisla del
( 1) Nietzsche Consideraciones intempestivas III ( Schopenhauer edu
Dador )

29
DOLORFS CASTRiLLO N11RAF

mundo para buscar refugio en una intenondad que se basta asi


misma
Tanto Hegel como Goethe vivieron el romanticismo, sintieron
miedo e intentaron frenarlo Para el filosofo, la autosuficiencia
de la subjetividad romantica es una ilusion, un puro fantasma
El verdadero ser del hombre se cumple en su acc ion , es decir,
en el mundo por el constituido Es preciso reencontrar la
armonía entre el sujeto y el objeto, entre el individuo y la
sociedad Conocemos ya los dos momentos por los que se
realizarla, segun Hegel, esta síntesis el Estado y el trabajo, a
traves de ellos la subjetividad abstracta del Romanticismo se
supera en una individualidad real y plena No es preciso
insistir en la desmitificacion de estos ideales llevada a cabo por
Schopenhauer Ambos han conducido al objetivo inverso, a la
liquidac ion del individuo bajo la pnmacia de una heteronoma
razon de L stacio y balo la coaccion de una incesante producti-
vidad que, fetichizada en una realidad independiente a las
necesidades de su portador individual, solo puede cumplir el
proceso de su lenta desarticulacion
Goethe, por su parte, tarnbien habla vivido con plena con-
ciencia las dualidades que desgarraban al alma romantica erg
los albores de la ci vilizacion industrial naturaleza/cultura,
okleto/sujeto, pensamiento/accion, razon cientifico tecnical
razon practico moral, arte/vida, infinitud/finitud Sin em-
bargo, lo mismo que Elegel, la confianza en el progreso le
ayudaba a restaurar, no sin cierta dosis de autoengano, su ateal
lastco de armonia como el sabe que lo infinito solo se alcanza a
traves del paciente trabajo en lo finito, este cs ciertamente
moto.° de permanente sufrimiento para batista, mas aquel
bendice su esfuerzo Como señala Eugenio Trias, habla va
demasiado calculo en el empeño de Goethe por vencer el
romanticismo En su epoca, el intento por reconciliar estas
escisiones era ya poco menos que imposible, y la estudiada
armonia del edificio deja transparentar no obstante la fracili
dad de sus cimientos En la epoca de Goethe ya no se estaba á
tiempo de ser un clasico, sino a lo sumo un neoclasico Su
esfuerzo verdaderamente taustico poi conciliar los opuestos v

30
PROL OGO

llegar a «ser todas las cosas» se convino mas bien «en


ser un poco todas y cada una de las cosas» (1), lo cual
por otra parte se pone de manifiesto en su propia
biografia, en la indectsion permanente entre la vida
burguesa y la vocacion teatral, entre la politica
cortesana y la actividad literaria, en suma, entre el
intento de vivir el mundo exterior y el replegamiento en
la interioridad
Convencido de la inutil animosidad de este empeño,
Schopenhauer, mas franco, retornaba la senda del
romanticismo «Es una gran locura perder en el
interior para ganar en el exterior No obstante,
Goethe lo ha hecho Por lo que a mi me toca, mi
genio me ha arrastrado energicamente por el camino
contrario> (vease Arte del buen vivir, pag 66)
Ni los intentos de Goethe, ni mucho menos aun
los de Hegel. que Schopenhauer miro siempre con
un sarcastico desden, podían restablecer la unidad
perdida entre el sujeto y el mundo La superacion de
la interioridad romantica era para el una vana
ilusion, cuando no una hipocrita falacia, corno en el
caso de Hegel
Aunque se haya contemplado a menudo como un
movimiento regresivo, nostalgico y en definitiva
reaccionario, el romanticismo significo mas bien el
momento de una resistencia critica contra la
racionalidad del progreso de la civilizacion industrial Si
el sujeto se vuelca sobre si mismo, aislandose de todo
acontecer externo, es porque el mundo generado por
esa racionalidad se ha convertido en una realidad ajena,
violenta y amenazadora Imposible reconocerse en
una naturaleza cada dia mas asediada por el logos
civilizador e industrial (No hay que dejarse enunar por
el extasis romantico de fusion con la naturaleza es
solo un ultimo recurso que grita mas cuanto menos
puede ) Imposible reconocerse tambien en un todo
social cuyo proceso de desarrollo es algo que el

31
sujeto ni controla. ni abarca, n/ comprende La
subjetividad romantica, a pesar de que se presente
en no pocas ocasiones balo la or-
(11 Etwento 1 nas Cono er G oet he Ed Dopesa Barcelona
1980 pa nas 112 113
DOLORES CASTRILLO MIRAT

gullosa figura del genio, es esencialmente una subjetividad


infeliz, desgarrada por la experiencia del extrañamiento, res-
pecto a la naturaleza, la sociedad, y la historia.
El dolor de la conciencia encerrada en su soledad, que aquí
aflora por vez pnmera, pone en evidencia la crisis del concepto
humanista de razón. En la tradición clásica del humanismo, la
razon y el sujeto individual como potencia creadora y conquis-
tadora formaban una unidad indisoluble; de ahí que el sujeto
portador de esta razón pudiese reconocerse en el mundo por
ella creado. Más tarde, con Descartes y Kant, bajo la separa-
ción entre el individuo empírico y el sujeto racional conver-
tido, como vimos, en un puro fantasma trascendental, esta
armonía comienza a hacerse problemática. Las consecuencias
de esta disyunción se revelan con toda su gravedad en los
albores de la civilización industrial. Cada vez más independi-
zada de las necesidades del hombre concreto, la racionalidad
meramente instrumental produce un mundo en el que aquél ya
no puede reconocerse. El esfuerzo fáustico de esa razón domi-
nadora característica del sujeto burgués no ha hecho del
mundo nuestro mundo, como querían Kant, Hegel y Goethe,
sino una exterioridad desolada que ya no es capaz de acoger al
individuo en su seno. Sólo en el recinto de una interioridad
cerrada sobre sí misma encuentra este refugio y apoyo contra
la desolación exterior. Su individualidad monádica, sin ventanas
al mundo ni a la vida, constituye el único mundo donde acaso
todavía ésta es posible. «En ninguna parte, amada, será el
mundo más que en el interior», escribía el poeta Rilke; y por su
parte, Schopenhauer: «Así también es feliz el hombre a quien
basta su riqueza interior y que exige... muy poco o nada del
mundo exterior, supuesto que esa importación es cara,
esclavizadora, y peligrosa, expone a desengaños y, en defini-
tiva, nunca es más que un mal sucedáneo de las producciones
de sí propio» (véase Arre del buen vivir, págs. 64, 65 y 187).
Pese a su indudable afinidad con la categoría romántica de
interioridad, la filosofía de Schopenhauer marca, no obstante,
la crisis definitiva de esta figura histórica, y abre aquí, como
en tanto otros aspectos, el marco en que van a moverse la

32
PROLC t._

retlexion y la sensibilidad de nuestra epoca actual


Su experiencia del mundo esta mas promma a los
personajes de un Beelkett, agitandose como
fantoches absurdos en I acdio de un mundo vacío y
muerto, que a la ,sublime soledad del genio
romantico
El alma romantica vi\ ti:1 siempre su desdk hada
eseision con una esencial arnbiguedad: en medio de
la incertidumbie del mundo exterten , la dolorida
suhietek eneontraba un firme apey o en la
fidelidad ,1 -,risigo misma La operacion
resultaba hasta cierto punto lograda -1 proceso (le
e,:binii,nia miento de la conciencia infeliz
conseguid nansmutarse no pocas veces en la
orgullosa toma de conciencia de su independencia
personal frente a lo que la rodea. Es el parhov
romantico del genio creador donde el sujeto
aparece dotado de pleno sentido Pero Schopenhauer
nunca tue un romautico con s, en-cado. Desde su
juventud había expuesto tajantemente sus dis-
crepancias no solo contra el realismo ingenuo, sino
lambien contra ci mas puro subjens postkantiano,
tal corno se cum ple en la obra de Fichte, que
estimaba la mas tedia►• de cuantas se han escrito en
nlosolta Su intento por ,deriYar el non-ego del ego,
como una araña saca su tela de si misma- , es tan
maeeptable como las pretensiones objeti vistas de
signo contra-- no Pues sujeto y objeto son categonas
que conciernen exclus'Y amente a nuestra
representacio► del mundo, algo por tanto meramente
tenomenico, una ficcion te jicia por nuestro inte
lecto gran hilandera universal que por todas partes
extienda el lelo de la dusion Pero. ma, :alba de este
pelo. alcanzamos a dese abrir que el rondo ultimo
y esconudo toda. -;, las cosas
uno y el mismo. la Voluntad. H Quc ,ei es un
prineiplo impersonal v nuestras areteriel(ts
3
l
personales, corno ya ini,)s, no son sino ci pretexto
enganos«le eiue se vale esta aciaga
oluntad que juega dn,‹ ruda y cruelmente con
nosotros 1 a in‘ ocauon de Schopenhauer al
JI,,Iamiento no procede, pile, de una ingenua
creencia en los poderes omnímodos de un
hinchado hasta lo excelso sino mi,s bien de la
re.sisteileia desesperada, eonz.ra el destino tatai
lucidamente co ,,talado por el. de ese o hegemonicr)
que dnora se '5, lielve iuguet,.. ele an
DOLORES CASTRH LO M1RAT

oscuro poder, la voluntad, que escapa a su comprension


Somos vividos por la Voluntad, mientras pensamos que vivi-
mos, sentimos y actuamos unicamente por propia dectsion
Semejante concepc ion de la Voluntad encuentra su referencia
en la realidad del mundo industrial, donde la razon se ha
reitteado en una objetividad petrificada, convertida en una
tuerza todopoderosa que se alza por encima y contra el sujeto
empine() hasta su total aniquilacion En este sentido, la muerte
del sujeto no es el comienzo de una nueva era de emancipa
clon, sino el principio de una nueva barbarie
De igual manera, de la sustitucion de la antes divinizada
razon por el principio irracional de la voluntad podían den-
varse luminosas consecuencias, como las que trato de extraer
Nietzsche, pero a Schopenhauer aquel pensamiento unico
del que tan lustificadamente se vanagloriaba termino por resul-
tarle literalmente insoportable De ahi la etica del anonada-
miento de la Voluntad en que culmina su metatisica, o el
refugio frente al sinsentido del mundo exterior en una interior!
dad cerrada sobre si misma, que sin embargo, a diferencia de
los romanticos, se sabe ya tan solo quimera de una quimera
A pesar del dolor que ello le causaba y ahí reside ese
heroísmo de la veracidad que tanto admiro Nietzsche, Scho-
penhauer fue el primero en atreverse a reconocer abiertamente
que el sueño de las Luces se hallaba amenazado por una herida
de muerte Su filosofía pone al descubierto el derrumbamiento
definitivo de los dos pilares en que este se asentaba el del
progreso indefinido de la razon y el del sujeto soberano que,
como un Hercules, soportaba sobre sus espaldas la ordenacton
racional del mundo La absurda pesadilla de la Voluntad,
castigada como Tantalo a la repeticlon de su esfuerzo eterna-
mente frustrado, no hace sino desenmascarar la falacia del
progreso, bajo cuya invocacion se pretendía, como el propio
Kant nos hace ver, impulsar al hombre a soportar con paciencia
las fatigas que odia, a perseguir un brillante oropel de
trabajos que detecta, a olvidar la muerte que le aterra En el
circulo infernal del Querer el tiempo gira —como gira la rueda
de lxion y ruecia la roca de Sisifo— , pero no avanza, sano que

34
PR(il ( t t 10

se repite a si mismo eternamente sobre un fondo de


muerte Ese mismo fondo sobre el que se despliega
precisamente id rac tonalidad del mundo moderno
que tetadas va C.. n la epoca de Schopenhauer todas
sus promesas emancipadoras solo persiuue la
indefinida perpetuac ion de su ciega maquinana costa
de los sufrimientos de quienes la_ sirven En el siglo
\rk la razon conoce un proceso de acumulacion
incontrolable pero propiamente tampoco) progresa
Al contrario la denomi nac ion eientitica de la
naturaleza se transfomia insensible mente en la
amenaza de su destrucc ion y la liberaeion que de
aquella cahia esperar adquiere el rostro de una
nuera scn i dumbre donde cuanto mavor es el esfueizo
humano tanto mas poderosa e inhumana se ‘nelve la
realidad producida a su costa Y asi mientras se
afanan por el engrandecimiento de una objetividad
que les destruye las gentes se confrontan con el
absurdo de su propio dolor incomprensible
En la medida en que asume este dolor
individual que en ; ano trato de constrcmr la falsa
universalidad del racionalismo moderno la irguieron
schopenhauenana del absurdo de la
oluntad refleja criticanientc el proceso de
ensimismamiento de la razon ilustrada del que
emerge como su sombra el fantasma de la sin razon
de tuerza constructora y el; ilizadora la razon ha
pasado a comertirs, en una ciq.,a e nracional
potencia de destrue, ton bajo eu;a fatalidad sucumben
el hom bre ; la naturaleza a un tiempo
La razon no ha sido destruida por el irractonalismo
Lomo pretende entre otros Llikak.`, sino que ella cs
hoy por hos destructi'a H irraeionah smo
schopenhaueriano tildado de hurgues poi e.l tronco
marxista no hizo otra cosa gut constatar lucida y enth.
arnente destino Irractonal de la rac tonalidad
burguesa
El estilo sehopenhauetiano debe contemplarse
.V5
tamhicn bajo esta nue\ a luz Que la manera en que un
pensamiento se dice e• inseparable de lo que ese
pensamiento dice es aire fue resulta e‘ 'dente •1
comparamos la escritura Schopenhlucr tan ricamente
literaria c on c 1 rt.Lior conceptual que hacia las delicias
de los tilosotos r icionalist I, desde Descartes a HeJL/
DOLORES CASTRILLO MIRAT

pasando por Wolf y Kant. ¿Por qué el lenguaje literario? ¿Por


qué Schopenhauer abandona, como más tarde harán Kierke-
gaard y Nietzsche, el afán de rigor y exactitud que marcaba
hasta entonces el tono de la verdadera especulación filosófica?
La respuesta no puede ser otra que el reconocimiento de que,
con él, la filosofía experimenta un giro que debe ser calificado,
sin asomo de exageración, de «revolucionario». Ya no asume
más la tarea de legitimación de la razón científico técnica que
la filosofía había hecho suya desde Descartes —no en vano su
modelo era el matemático— , sino que emprende la crítica de la
razón destructiva.
Es muy posible, por no decir seguro, que Schopenhauer
hubiera repudiado como pura charlatanería el esfuerzo por
interpretar hasta donde es posible —y no más— su experiencia
del absurdo a la luz del fracaso histórico del proyecto ilus-
trado. .
Su obra es no interpretativa y en ningún momento se pro-
puso ofrecer razones para acallar el silencio del absurdo, lo
que naturalmente abriría, al menos en cierto grado, la posibili-
dad de su superación. Sin embargo, a pesar de que nada
promete, en ella se encuentra el reconocimiento del mundo del
sufrimiento, y éste es el punto de partida que incita a la lucha
por su supresión.
Dolores CASTRILLO MIRAT

36
ARTE DEL BUEN VIVIR
INTRODUCCIÓN

TOMO la noción de la sabiduría de la vida en su acep-


ción inmanente, a. saber: en el sentido de arte de
hacer la vida lo más agradable y feliz posible, estudio
pue pudiera llamarse también eudemonología ; sería un
tratado sobre la existencia feliz. Ésta podría a su vez
definirse como una existencia que, considerada desde
el punto de vista puramente exterior o más bien (pues
se trata aquí de una apreciación subjetiva) que, después
de fría y madura reflexión es preferible a la no-existen-
cia. La vida feliz, así definida, nos apegaría a ella por
sí misma y no sólo por el temor de la muerte, resultaría
de aquí, además, que desearíamos verla durar indefini-
damente. Si la vida humana corresponde o puede co-
rresponder a la noción de esa existencia, es una cues-
tión a la cual ha respondido negativamente mi filosofía ;
por el contrario, la eudemonología presupone una res-
puesta afirmativa. Ésta, en efecto, se basa en el error
innato que he combatido en mi gran obra, al comienzo
del capítulo XLIX, volumen 11 (I). Por consiguiente,
para poder tratar la cuestión, he debido apartarme por
completo del punto de vista elevado, metafísico y moral
a que conduce mi verdadera filosofía. Todos los
asuntos que siguen están fundados, en cierto modo, en
una acomodación, en el sentido de que se examinan des-
(1) El mundo como voluntad y representación (Die Welt
als Wzlle und Vorstellung).

39
5( HOPLNHAUER

de el punto de vista habitual y empírico y conservan


aquel error. Su valor sólo puede ser condicional, desde
el momento en que la palabra misma de eudemonología
es un eufemismo. No aspiran tampoco a ser completos,
ya porque el tema es inagotable, o porque hubiera de-
bido repetir lo que otros han dicho ya.
Como obra digna de leerse, que trate de la misma
materia que los actuales aforismos, sólo recuerdo el
libro de Cardanus: De utilitate ex adversis capienda ;
podrá servir para completar lo' que presento aquí. Es
cierto que Aristóteles, en el capítulo V del libro I sobre
la Retórica, ha intercalado una corta eudemonología ;
pero ha producido una obra muy menguada. Yo no he
recurrido a estos predecesores; compilar no es mi
oficio, y tanto menos cuanto que así se pierde la
unidad de perspectiva, que es el alma de las obras de
esta clase. En general, los sabios de todos los tiempos
han dicho siempre lo mismo, y los necios, esto es, la
inmensa mayoría de todos los tiempos, han hecho y di-
cho también lo mismo, y siempre seguirá siendo así. Por
eso decía Voltaire: Nous laisserons ce monde ci aussi
sot et aussi mechant que nous l'avons trouvé en y
arrivant (al marcharnos del mundo, le dejaremos tan
tonto y tan malo como le encontramos al llegar a él).

40
C A P Í T U L O P R IM E R O
DIVISIÓN FUNDAMENTAL

A RISTÓTELES ha dividido (1) los bienes de la vida hu-


mana en tres clases : los exteriores, los del alma y los
del cuerpo. Conservando la división en tres, digo que
lo que diferencia la suerte de los mortales puede reducirse
a tres condiciones fundamentales. Son éstas:
La Lo que uno es; así, pues, la personalidad en su
sentido más lato. Por consiguiente, se comprende aquí
la salud, la fuerza, la belleza, el temperamento, el ca-
rácter moral, la inteligencia y su desarrollo.
2.4 Lo que uno tiene: así, pues, la propiedad y el
haber de todas clases.
3.a Lo que se representa: sabido es aue por esta ex-
presión se entiende la manera como los demás se re-
presentan a un individuo ; por consiguiente, lo que está en
su representación. Consiste, pues, en su opinión sobre él,
y se divide en honor, categoría y gloria.
Las diferencias de la primera clase de que tenemos
que ocuparnos son las que la misma naturaleza ha es-
tablecido entre los hombres, de donde ya se puede inferir
que su influencia sobre la felicidad o la desgracia será más
esencial y más penetrante que la de las diferencias
derivadas de las reglas humanas que hemos

(1) Ethica Nicomaco, I, 8.

41
1 S I I PP EN HAU E R

mencionado en las dos clases siguientes. Por lo que


atañe a las verdaderas ventajas personales son, con res-
pecto a todas las ventajas de la categoría y hasta del
nacimiento, aunque sea real, de la riqueza y demás, lo
que los reyes verdaderos son a los reyes de teatro.
Ya Metrodoro, primer discípulo de Epicuro, había
intitulado un capitulo : Majaren esse causam ad felici-
talen eam, quae est ex nobis, eá, quae ex rebus oritur
O). Y, sin duda alguna, para el bienestar del individuo
y hasta para toda su manera de ser, lo principal es lo
que se encuentra o se produce en él. Allí reside
inmediatamente, en efecto, su bienestar o su malestar ;
bajo esta forma, en definitiva, se manifiesta primero el
resultado de su sensibilidad, de su voluntad y de su
pensamiento; todo lo que se encuentra en el exterior,
tiene sólo una influencia indirecta. Así, pues, las mismas
circunstancias, los mismos acontecimientos exteriores
afectan a cada individuo de diferente manera, y aunque
colocados en un mismo ambiente, cada cual vive en un
mundo distinto. Porque no tiene directamente relación
más que con sus propias percepciones, con sus propias
sensaciones y con movimientos de su propia voluntad ;
las cosas exteriores no ejercen influencia alguna sobre
él, sino en cuanto que determinan estos fenómenos inte-
riores. El mundo en que vive cada uno, depende de la
manera de concebirlo, la cual difiere en cada cerebro ;
según la naturaleza de la inteligencia, parecerá pobre,
insípido y monótono, o rico, interesante e importante.
Cuando uno, por ejemplo, envidia a otro las aventuras
interesantes que le han ocurrido durante su vida, debiera
envidiarle más bien la facultad de concepción que ha
prestado a estos acontecimientos, la importancia que
(1) De cómo las causas que provienen de nosotros mis -
mos contribuyen más a nuestra felicidad que las que na cen
de las cosas exteriores. Véase Clemente de Alejandría,
$tromata, II, 21, 632, en la edición de Würzbarger de las
Operas Kiérnicas,
42
ARTE DEL BUEN VIVIR.-CAP. 1

tienen en su descripción, porque el mismo aconteci-


miento que se presenta de una manera tan interesante
en el cerebro de un hombre de talento, no parecería,
concebido por un cerebro vulgar, más que una escena
insípida de la vida cotidiana. Esto se manifiesta, en el
más alto grado, en muchas poesías de Goethe y de By-
ron, cuyo asunto se basa, indudablemente, en un dato
real ; un necio, al leerlas, es capaz de envidiar al poeta
la agradable aventura, en lugar de envidiarle la robusta
imaginación, que de un acontecimiento vulgar ha sa-
bido hacer algo tan grande y tan bello. De igual manera,
el melancólico verá una escena de tragedia allí donde el
sanguíneo no ve más que un conflicto interesante, y el
flemático un hecho insípido. Todo eso deriva de que
toda realidad, es decir, toda actualidad cumplida se
compone de dos partes, el sujeto y el objeto, partes tan
necesaria y tan estrictamente unidas como el oxígeno
y el hidrógeno en el agua. La mitad objetiva idéntica,
siendo distinta la subjetiva, o recíprocamente, hará que
la realidad actual será distinta ; la mitad objetiva más
hermosa y mejor, cuando la subjetiva es obtusa, de
mala calidad, nunca proporcionará más que una mala
realidad y actualidad, semejante a una hermosa región
vista en el mal tiempo o reflejada por una mala cámara
oscura. Para hablar más vulgarmente, cada cual está
forrado en su conciencia como en su piel, y sólo vive
inmediatamente en ella ; así hay poco socorro que pue-
da venirle de fuera. En la escena, uno hace de príncipe,
otro de consejero, otro de lacayo, otro de soldado, otro
de general, y así sucesivamente, Pero estas diferencias
no existen sino en el exterior ; en el interior, como nú-
cleo del personaje, el mismo ser está forrado en todos :
un pobre cómico con miseria y preocupaciones. En la
vida ocurre lo mismo. Las diferencias de categoría y de
riqueza dan a cada cual su papel que desempeñar, al
cual no corresponde, en manera alguna, una diferencia
interior de felicidad y de bienestar ; aquí se alberga en
43
1 SCHOPENHAUER

cada cual el mismo pobre siervo, con sus cuidados y


sus miserias, que pueden diferir en cada cual en el
fondo ; pero que, por lo que atañe a la forma, es decir,
con respecto al ser propio, son casi idénticos entre
todos; hay, seguramente, diferencias de grado, pero no
dependen en absoluto de la posición o de la riqueza,
es decir, del papel. Como todo lo que pasa, todo lo que
existe para el hombre no pasa, y no existe inmediata-
mente sino en su conciencia ; indudablemente, la cua-
lidad de la conciencia será lo próximamente esencial,
y, en la mayoría de los casos, todo dependerá de ésta
mucho más que de las imágenes que en ella se repre-
sentan. Todo el fausto, todos los goces, son pobres,
reflejados en la conciencia obtusa de un trops, en com-
paración de la conciencia de un Cervantes cuando, en
una cárcel incómoda, escribía el Don Quijote. La parte
objetiva de la actualidad y de la realidad está en ma-
nos de la suerte, y es, por consiguiente, variable; la
mitad subjetiva somos nosotros mismos ; es, por lo
tanto. inmutable en su parte esencial. Así, a pesar de
todos los cambios exteriores, la vida de cada hombre
lleva, de un extremo a otro, el mismo carácter: se le pue-
de comparar a una serie de variaciones sobre el mismo
tema. Nadie puede salir de su individualidad. Sucede
con el hombre lo que con el animal: éste, cualquiera
que sean las condiciones en que se le coloca, permanece
confinado en el círculo estrecho que la naturaleza ha
trazado irrevocablemente alrededor de su ser, lo cual
explica por qué, por ejemplo, todos nuestros esfuerzos
por hacer la felicidad de un animal que amamos deben
mantenerse forzosamente en límites muy restringidos,
precisamente a causa de esos límites de su ser y de su
conciencia ; de igual modo, la individualidad del hom-
bre ha establecido de antemano la medida de su feli-
cidad posible. Son, especialmente, los límites de sus
fuerzas intelectuales los que han determinado, de una
vez para siempre, su aptitud para los goces elevados.
44
ARTÉ DEL BUEN VIVIR.—CAP. I

Si son reducidas, todos los esfuerzos exteriores, todo


lo que los hombres o la fortuna hagan por él, todo eso
será impotente para transportarla más allá de la feli-
cidad y del bienestar humano ordinario, medio animal;
ha de contentarse con los goces sensuales de una vida
íntima y alegre en su familia, de una sociedad de baja
estofa o de pasatiempos vulgares. La instrucción mis-
ma, aunque tenga cierto influjo, no puede ensanchar
mucho este circulo, porque los goces más elevados,
más variados y más durables son los del espíritu, por
falsa que pueda ser durante la juventud nuestra opi-
nión a este respecto ; y esos goces dependen especial-
mente de la fuerza intelectual. Fácil, es pues, ver clara-
mente como nuestra felicidad depende de lo que somos,
de nuestra individualidad, mientras a menudo no se
tiene en cuenta sino lo que tenernos o lo que representa-
mos. Cierto que la suerte puede mejorarse ; además, el
que posee la riqueza interior, no le exigirá gran cosa ;
pero un trops seguirá siendo un trops; un palurdo se-
guirá siendo palurdo hasta su fin, aunque fuese en el
Paraíso y rodeado de huríes. Goethe dijo:

Volk und Knecht und Ueberwinder,


Sie gestebn, zu jeder, Zeit,
Kochstes Glück der Erdenkinder
Sei nur die Personlickeit (1).
Que lo subjetivo sea incomparablemente más esen-
cial a nuestra felicidad y a nuestros goces que lo objeti-
, vo, se conforma por el hambre, que es el mejor cocine-
ro, y por el anciano, que mira con idiferencia la diosa
que el joven idolatra, y arriba encontramos la vida del
hombre de genio y del santo. La salud excede de tal

l
i manera a los bienes exteriores, que en realidad un men-
(1) Pueblo y lacayo conquistador —reconocen cada vez
li t —que el supremo bien de los mortales —es sólo la perso-
nalidad.—El Diván.

45
S('HOPENHAUER

digo sano es más feliz que un rey enfermo. Un tempe-


ramento tranquilo y jovial, nacido de una salud perfecta y
de una feliz organización; una razón lúcida, viva,
penetrante y exacta; una voluntad moderada y dulce; y
como resultado, una buena conciencia, son ventajas que
ninguna categoría, ninguna riqueza puede reemplazar. Lo
que un hombre es en si mismo, lo que le acompaña en la
soledad y lo que nadie puede darle ni quitarle, es
indudablemente más esencial para él que todo lo que
puede poseer o lo que puede ser a los ojos de los
Czmás. Un hombre de talento, en la soledad más
absoluta, encuentra en sus propios pensamiento -s—y-hl_
su propia imaginación con qué divertirse agradable-
mente, mientras el ser limitado, por más que varíe de
fiestas, de espectáculos, de paseos y de diversiones, no -
llegará a sofocar el tedio que le atormenta. Un carácter
bueno, moderado y dulce, podrá estar contento en la

1 indigencia, mientras que todas las riquezas no pueden


satisfacer a un carácter ávido, envidioso y perverso.
En cuanto al hombre dotado con permanencia de una
individualidad extraordinaria, espiritualmente superio..,
éste puede prescindir de la mayoría de los goces a que el
hombre aspira generalmente ; además, no son para él más
que un trastorno y un peso. Horacio dice de sí mismo:

Gemmas, marmor, ebur, Thyrrhena sigilla, tabellas,


argentum, vestes Gaetulo murice tinctas,
sunt qui habeant, est qui non curat habere (2);
y Sócrates decía, viendo algunos objetos de lujo ex-
puestos para la venta : ¡ Cuántas cosas hay que yo no
necesito!
(2) Hay quien tiene perlas, mármol, marfil, estatuillas ti-
rrenas, tablilla, plata, ropas teñidas de púrpura getuliana,
y hay quien no se cuida de tenerlas.

46
ARTE DEL BUEN VIVIR.--CAP.

Así, pues, la condición primera y más esencial para


la felicidad de la vida e que exiaimos, la personalidad;
aun cuando no fuese sino porque obra constantemente
y en todas las circunstancias, esto bastaría para expli-
carla ; pero, además, no está sometida a la fortuna como
los bienes de las otras dos categorías y no puede sernos
arrebatada. En este sentido, su valor puede pasar por
absoluto, por oposición al valor puramente relativo de
las otras dos. De aquí resulta que el hombre es menos
susceptible de ser modificado por el mundo exterior
de lo que generalmente se supone. Sólo el tiempo om-
nipotente ejerce también aquí su poder; las cualidades
físicas e intelectuales sucumben insensiblemente bajo
sus ataques ; sólo el carácter moral permanece inac-
cesible para él. Bajo este respecto, los bienes de las
dos últimas categorías tienen una ventaja sobre los de
la primera, en cuanto que el tiempo no los arrebata
directamente. Una segunda ventaja pudiera ser que,
estando colocados fuera de nosotros son accesibles por
su naturaleza, y que cada cual tiene, por: lo menos, la
posibilidad de adquirirlos, mientras que lo que está en
nosotros, lo subjetivo, se sustrae a nuestro poder; es-
tablecido jure divino, se mantiene invariable durante
toda la vida. Así, los versos siguientes de Goethe con-
tienen una inexorable verdad:
Wie an dem Tag, der dich der Welt verlicheri,
Die Soone stand zum Grusze der Planeten,
Bist alsobald und fort und fort gediehen,
Nach dem Gesetz, wonach du angetreten.
So murzt du seyn, dir kanust du nicht ent fliehen,
So sagten schon Sybillen, so Propheten ;
Un keine Zeit und keine Macht zerstückel
Geprügte Form, die lebend sich entwickelt (1).
(1) Así como el día que has salido al mundo, el sol es -
il a
taba allí para saludar a los planetas; tú has crecido tam -
bién continuamente, con arreglo a la ley, conforme a la
47
SCHOPENHAUER

Lo único que podemos hacer, por nuestra parte, es


emplear esta personalidad, tal como se nos ha dado,
en provecho nuestro; por consiguiente, no perseguir
sino las aspiraciones que le corresponden; no buscar
sino el desarrollo que le es apropiado, evitando cual-
quier otro; no escoger, por tanto, sino el estado, la
ocupación el género de vida que le conviene.
Un atleta dotado de una fuerza muscular extraordi-
naria, forzado por las circunstancias exteriores a dedi-
carse a una ocupación sedentaria, a un trabajo manual,
meticuloso y pesado, o bien al estudio y a ocupaciones
cerebrales ; ocupaciones que reclaman fuerzas muy dis-
tintas, que no está desarrolladas en él y que dejan pre-
cisamente sin empleo las fuerzas por las cuales se dis-
tinguen ; un hombre así se sentirá desgraciado toda su
vida ; mucho más desgraciado será aquél en el cual
las fuerzas intelectuales dominan y que se ve obligado
a dejarlas inertes y sin empleo para ocuparse en un
cargo vulgar que no las reclama, o bien en un trabajo
corporal para el cual no es suficiente la fuerza física.
No obstante, en esto hay que huir. principalmente -en
la juventud, del escollo de la presunción y no atribuirse
fuerzas que no se tienen.
De la preponderancia bien marcada de nuestra pri-
mera clase sobre las otras dos. resulta que es más cuerdo
trabajar por conservar la salud y por desarrollar las
facultades que por adquirir riquezas ; sin embargo, no
ha de interpretarse esto en el sentido de que deba des-
deñarse la adquisición de lo necesario y de lo conve-
niente. Pero la riqueza propiamente dicha, esto es, lo
superfluo, contribuye poco a nuestra felicidad; así qué,
muchos TiOs 'se sienten desgraciados porque están—des-
'provistos de cultura real del espíritu, de conocimientos,
cual haz comenzado. Tal es tu destino; no puedes librarte
de ti mismo; así hablaban ya las Sibilas, así los Profetas;
ningún tiempo, ninguna potencia destruye la forma impresa
que se desarrolla en el transcurso de la vida,

48
ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. 1 i
y___ por consiguiente, de todo interés objetivo que pueda
hacerles _aptos para una- -ocupación intelectual. Porque
lo que la riqueza puede proporcionar, aparte de la sa-
tisfacción de las necesidades reales y naturales, ejerce
una mínima influencia sobre nuestro verdadero bien-
estar ; esto es, al contrario, perturbado por las verdade-
ras e innumerables inquietudes que trae consigo la con-
servación de una gran fortuna. No obstante, los hombres
que se ocupan mil veces más de adquirir la riqueza que la
cultura intelectual, aunque seguramente lo que uno es
contribuye mucho más a nuestra felicidad que lo que
uno tiene. ¡ Cuántos vemos, diligentes como hormigas,
y ocupados desde la mañana hasta la noche en au-
mentar una riqueza ya adquirida! No conocen nada
más allá del limitado horizonte que encierra los medios
de conseguir eso ; su espíritu está vacío, y, en conse-
cuencia, inaccesible a cualquier otra ocupación. Los
goces más elevados, los goces intelectuales son inabor-
dables para ellos ; en vano tratan de reemplazarlos por
goces fugitivos, sensuales, ligeros, pero costosos de ad-
quirir, que se permiten de cuando en cuando. En el
término de su vida se encuentran como resultado, cuando
la fortuna les ha sido favorable, un gran montón de
dinero, que dejan a sus herederos, encargándose éstol,
de aumentarlo o de disiparlo. Esa existencia, aunque 1
en apariencia sea muy seria y muy importante, es Mil
insensata como lo sería la que enarbolase por enseña
el centro de la locura.
Así, pues, lo esencial para la felicidad de la vida es..
lo-que uno tiene—elt-Si —M'uno. Únicamente porque la -

dosis es de ordinario —tan reducida, es por lo que la


mayoría de los que han salido ya victoriosos de la lu-
cha contra la penuria se sienten en el fondo tan desgra-

1 ciados como los que aún están en la refriega. Su vacío


interior, la insipidez de su inteligencia, la pobreza de su
espíritu, les inducen a buscar la compañía de otros, pero la
compañía de otros iguales a ellos, porque simi-

49
1 SCHOPENHAUER

lis simili gaudet. Entonces comienza en común la caza


del pasatiempo y de la diversión, qué buscan primero
en los goces sensuales, luego en los placeres de todas
clases y, por último, en el desenfreno. La causa de esta
funesta disipación, que en un tiempo a veces increíble-
mente corto hace dilapidar grandes herencias a tantos hi-
jos de familia que han entrado ricos en la vida, no es otra,
en verdad, .que el tedio resultante de esta pobreza y de
este vacío del espíritu que acabamos de describir. Un
joven así lanzado al mundo, rico en el exterior y pobre
por dentro, inútilmente se esfuerza en reemplazar la
riqueza interior por la exterior ; quiere recibirlo todo
de fuera, como esos ancianos que tratan de apurar nue-
vas fuerzas en el aliento de las jóvenes. De esta manera,
la pobreza interior acaba por producir también la po-
breza exterior.
No encareceré la importancia de las otras dos cate-
gorías de bienes de la vida humana, porque la fortuna
es hoy demasiado universalmente apreciada para ne-
cesitar que se recomiende. La tercera categoría es de
una naturaleza muy etérea comparada con la segunda,
toda vez que no consiste sino en la opinión de los de-
más. Sin embargo, cada cual está obligado a aspirar al
honor, es decir, a un buen nombre ; a una posición sólo
pueden aspirar los que sirven al Estado, y, por lo que
atañe a la gloria, son infinitamente pocos los que pue-
den pretenderla. El honor se considera como un bien
inapreciable y la gloria como la cosa más exquisita que
el hombre pueda adquirir ; es el vellocino de oro de
los elegidos ; por el contrario, sólo los necios prefe-
rirán la posición a la riqueza. La segunda y la tercera
categoría ejercen, además, una sobre otra, lo que se
llama una acción recíproca ; así, el adagio de Petronio :
babes, habeberis (1), es cierto, y, en senjádo inverso, la
buena fama de otro en todas sus formas, nos ayuda mu-
chas veces a adquirir la riqueza.
(1) Tienes, tendrás.

50
CAPITULO II

DE LO QUE UNO ES

V A hemos reconocido» de una manera general que lo


que uno es contribuye más a la felicidad que lo
que uno tiene o lo que uno representa. Lo principal es
siempre lo que un hombre es, por consiguiente, lo que
posee en sí mismo ; eonmss,u—individualidad le acom-
paña en todo tiempo y en todo lugar y tiñe con su ma-
tiz todos
_ los acontecimientos de su vida,. En toda cosa
y en toda ocasión, lo que le afecta primero es él mis-
mo.4,11sLe_s_sierto aún para los goces materiales, y, con
mayaraazony-fiara los espirituales. Así, pues, la expre-
sión inglesa to enjoy one's self (1) es muy exacta ; no se
dice en inglés : París le gusta ; se dice: "Disfruta en Pa-
ris (He enjoys himself at Paris).
Más si la individualidad es de mala especie, todos los
goces serán como un vino generoso en una boca im-
pregnada de acíbar. Así, pues, en la buena como en la
mala fortuna, salvo la eventualidad de una gran des-
gracia, 1 ue sucede a un hombre en su vida es de
menos importancia ue a manera :dé seriiidó; es dlar";
la naturaraá y el grado e iels-ibilidad, bajo iodos
3.5.121s,tl.Lo `que tenemos en nosotros mismos y por
nosotros mismos, en una palabra, la personalidad y
su valor, ese es el único factor inmediato de nuestra
(1) Esta frase, aproximadamente, significa disfrutar.

51
SCHOPENHAUER

felicidad y de nuestro bienestar. Todos los demás obran


indirectamente; así, pues, su acción puede anularse,
pero la de la personalidad, nunca.
envidia más irreconciliable IntSing tiempo, la más
--
Cirall6M ente disimulada, es la que tiene ppr objeto
las jas— personales. AdeMis, la cualidad de la
ccificierreraés la única cosa permanente y persistente ;
la individualidad obra conscientemente, continuamente,
y, más o menos, en todo instante ; todas las demás
condiciones sólo influyen temporalmente, ocasionalmen-
te, pasajeramente y pueden cambiar o desaparecer. Aris-
tóteles dice : nam natura perennis est, non opes (1). Por
eso soportamos con más resignación una desgracia, cuya
causa es puramente exterior, que aquella de que somos
culpables nosotros mismos; porque el destino puede
variar, pero nuestro propio carácter es inmutable. Por
consiguiente, jos bienes subjetivos, tales como un ca-
rácter generoso, un cerebro robusto, un humor aregre,
un cuerpo bien organizado, y en perfecta salud, o, de
una manera general ; mens sana in corpore sano (2);
esos son los bienes supremos y más importantes para
nuestra felicidad ; así, pues,—debiéramos dedicarnos
más bien a su desarrollo y a su conservación que a la
posesión de los bienes exteriores y de la honra exte-
rior.
Pero lo que más que nada contribuye directamente a
nuestra felicidad, es untb£122,.....12yiál: porque esta
buena cualidad encuentra inmediatamente su recom-
vansa. En efecto ; el que es are — g - re - ritiefie-- -
siempre motivo para serlo, por lo mismo que lo es.
Nada puede reemplazar a todos los demás bienes tan
completamente como esta cualidad, mientras que ella
misma no puede reemplazarse por nada. Que un hom-
(1) "Porque la Naturaleza es perenne, mas no las obras".
(2) A i m a s a n a e n c u e r p o s a n o " .

52
ARTE DFL BUEN VIVIR.—CAP. II

bre sea joven, hermoso, rico y considerado, para poder


juzgar de su felicidad: la cuestión sería saber si, además
es alegre; en cambio, si es alegre, entonces poco im-
porta que sea joven o viejo, bien formado o contra-
hecho, pobre o rico: es feliz. Siendo joven, leí un día
en un libro viejo la frase siguiente. Quien ríe mucho,
es feliz, y quien llora mucho es desgraciado; nota muy
vulgar, pero que yo, a causa de su verdad tan sencilla,
no he podido olvidar, aunque sea el superlativo de un
rruism (1). Así, pues, debemos abrir puertas y ventanas
a la alegría, siempre que se presente, porque nunca
llega a destiempo, en vez de vacilar en admitirla, como
a menudo hacemos, queriendo primero darnos cuenta
de si tenemos motivos para estar contentos por todos
conceptos, o por miedo de que nos aparte de medita-
ciones serias o de graves preocupaciones; y, sin em-
bargo, es muy incierto que éstas puedan mejorar nues-
tra situación, al paso que la alegría es un beneficio
inmediato. Ella sola es, por decirlo así, el dinero con-
tante y sonante de la felicidad ; todo lo demás no es
más que el billete de banco ; porque sólo ella nos da la
felicidad en un presente inmediato ; así, pues, es el
bien supremo para los seres cuya realidad tiene la for-
ma de una actualidad indivisible entre dos tiempos in-
finitos. Debiéramos, pues, aspirar, ante todo, a adquirir
conservar este bien. Es cierto que nada contribuyé -

nonos a la alegría que la riqueza, y nada contribuye


más que la salud ; en las clases inferiores, entre los tra-t
ajadores, y particularmente entre los trabajadores de la?
fierra, se observan los rostros alegres y contentos; en
os ricos y los grandes dominan las figuras melancólicas.S.
Por consiguiente, debiéramos dedicarnos, ante todo, a
:onservar este estado perfecto de salud, cuya floración
1) Palabra inglesa muy expresiva; viene a ser como
•erdad trivial, evidentísima, perogrullada.

53
SCHOPENHAUER
es la alegría. Para eso sabido es que deben evitarse to-
dos los excesos y desenfrenos, toda emoción violenta o
penosa, así como toda satisfacción excesiva o muy pro-
longada ; ha„yque tener cada día dos horas, por lo me-
nos, de ejercicio rápido al aire libre, darse -baños fre-
cuentes de agua fría y otras medidas dietéticas del
mismo género. No hay salud si no se hace todos los
días suficiente movimiento ; todas las funciones de la
vida, para efectuarse adecuadamente, exigen el movi-
miento de los órganos en los cuales se verifican y del
cuerpo en conjunto. Por eso ha dicho Aristóteles, con
razón : la vida está en el movimiento. La vida con-
siste en el movimiento, y en él tiene su esencia. En el
interior de todo organismo reina un movimiento ince-
sante y rápido ; el corazón, en su doble movimiento,
tan complicado, de sístole y de diástole, palpita impe-
tuosa e infatigablemente ; veintiocho pulsaciones le bas-
tan para precipitar la masa entera de la sangre en el
torrente de la circulación grande y pequeña ; el pulmón
da a la bomba sin cesar como una máquina de vapor ;
las entrañas se contraen continuamente en un movi-
miento peristáltico (motos peristálticus); todas las glán-
dulas absorben y secrecionan sin interrupción ; el mis-
mo cerebro tiene un doble movimiento para cada latido
del corazón y para cada aspiración del pulmón. Si,
como ocurre en el género de vida completamente seden-
tario de tantos individuos, el movimiento falta casi en
absoluto, resulta una desproporción notable y perniciosa
entre el reposo exterior y el interior tumulto. Porque
este perpetuo movimiento' en el interior exige que sea
ayudado en parte por el del exterior ; este estado des-
proporcionado es análogo al en aue nos encontramos
cuando nos vemos forzados a no manifestar nada al exte-
rior mientras una emoción cualquiera nos hace hervir in-
teriormente. Hasta los árboles, para florecer, necesitan ser
agitados por el viento. Ésta es una regla absoluta que
54
ARTE DEL BUEN VIVIR.---,CAP. II
se puede enunciar de una manera más concisa en latín:
Omnis motus, quo celerior, eo manis motus (1).
Para darnos cuenta de cómo nuestra felicidad depen-_
de de una alegre disposición de ánimo, y ésta del estado_
de salud, no tenemos más que comparar la impresión
que producen sobre nosotros las mismas circunstancias -
exteriores o los mismos acontecimientos durante los
días de salud y de vigor, con la que se produce cuando .un
estado de enfermedad nos dispone a estar torpes e
inquietos. No es lo que son objetivamente y en realidad
las cosas, sino lo que son para nosotros, en nuestra per-
cepción, lo que nos hace felicel o desgraciados. Esto
lo expresó bien Epicteto: Commovent Nomines non res,
sed de rebus opiniones (2Mi general, las nueve déci-
mas partes de nuestra felicidad se fundan en la salud.
Con ella, todo se convierte en manantial de placer ;
sin ella, por el contrario, no podríamos disfrutar de un
bien exterior, de cualquier naturaleza que sea ; hasta los
demás bienes subjetivos, tales como las cualidades de
la inteligencia, del corazón, del carácter, disminuyen y
se echan a perder por el estado de enfermedad. Así,
pues, no sin razón, nos informamos mutuamente del
estado de nuestra salud y nos deseamos recíprocamente
el estar bien ; porque eso es, en realidad, lo más impor-
tante que hay para la felicidad humana. Síguese, pues,
de aquí que es la más grave locura sacrificar la salud a
zualquier cosa : riqueza, carrera, estudios, gloria y, es-,
pecialmente, a la voluptuosidad y a los goces fugitivos;
nor el contrario, todo debe cederle el puesto.
Por grande que sea la influencia de la salud sobre
esa alegría tan esencial a nuestra felicidad, sin embargo,
esta no depende únicamente de la primera, porque, con
.una salud perfecta, se puede tener Un temperamento
(1) "Un movimiento, cuanto más acelerado, tanto más
movimiento es".
(2) "Conmueven a los hombres no las cosas, sino sus
.preciaciones sobre las cosas"
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